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Curso: 2º - Cátedra: Historia social y política Argentina y Latinoamericana. Docente: Lic.

Marcos Henchoz -

La Batalla de Caseros - Fin de una época

En 1829 Juan Manuel de Rosas asumía la gobernación de Buenos Aires ejerciendo una enorme influencia sobre todo el
país. A partir de entonces y hasta su caída en 1852, ejercerá el poder en forma autoritaria. Rosas se opuso durante toda
su gestión a la organización nacional y a la sanción de una Constitución. Ello hubiera significado el reparto de las rentas
aduaneras con el resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. A partir de 1851, Justo José de Urquiza, su ex
aliado, había decido enfrentarse al gobierno bonaerense y alistó a sus hombres en el llamado Ejército Grande. Avanzó
sobre Buenos Aires y derrotó a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. La caída de Rosas parecía
poner fin a las disputas provinciales; sin embargo, los enfrentamientos se tornarían más encendidos que nunca.

A continuación, un extracto del libro de Felipe Pigna Los mitos de la historia argentina II.

Fuente: PIGNA Pigna (2005) Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta..

Cómo se pronuncia Urquiza


Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las
relaciones exteriores de la Confederación, en la seguridad de que no le sería aceptada. (…) En 1851 el
gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el “pronunciamiento” de Urquiza, en el cual
aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores. El
conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos –necesaria
para el florecimiento de su economía- lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin
necesidad de pasar por Buenos Aires.

El ejército “mais grande do mundo”


Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió formar su ejército para enfrentar al gobierno bonaerense,
al que llamó, a falta de mejor nombre, “Grande”. El emperador de Brasil, Pedro II, proveería infantería,
caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. El tratado firmado entre Urquiza y los brasileños
decía en una de sus partes: “Para poner a los estados de Entre Ríos y Corrientes en situación de sufragar los
gastos extraordinarios que tendrá que hacer con el movimiento de su ejército, Su Majestad el Emperador del
Brasil les proveerá en calidad de préstamo la suma mensual de cien mil patacones por el término de cuatro
meses contados desde la fecha en que dichos estados ratifiquen el presente convenio”.
Por supuesto que el emperador de Brasil no hacía esto en defensa de la libertad y los derechos humanos, y
solicitó y obtuvo del gobernador Urquiza la hipoteca de territorio argentino en garantía a sus contribuciones:
“Su Excelencia el señor Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener del gobierno que suceda
inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación
Argentina y que efectúe su pronto pago con el interés del seis por ciento al año. En el caso, no probable, de
que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes y para
garantía de su pago, con los intereses estipulados, sus Excelencias los señores Gobernadores de Entre Ríos y
Corrientes, hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos estados”.
En las provincias la actitud de Urquiza despertó diversas reacciones. Córdoba declaró que era una infame
traición a la patria y que “Urquiza se había prostituido a servir de avanzada al gobierno brasileño”. Otras
provincias reaccionaron e intentaron formar una coalición militar para defender a Rosas, pero ya era
demasiado tarde. Urquiza alistó a sus hombres en el “Ejército Grande”, avanzó sobre Buenos Aires y derrotó a
Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Horas después, Rosas escribía su renuncia: “Sres.
Representantes: Es llegado el caso de devolveros la investidura de gobernador de la provincia y la suma del
poder público con que os dignasteis honrarnos. Creo haber llenado mi deber como todos los señores
representantes, nuestros conciudadanos los verdaderos federales y mis compañeros de armas. Si más no
hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es
porque no hemos podido. Permitidme, Honorables representantes, que al despedirme de vosotros, os reitere el
profundo agradecimiento con que os abrazo tiernamente y ruego a Dios por la gloria de V.H., de todos y de
cada uno de vosotros. Herido en la mano derecha y en el campo, perdonad que os escriba con lápiz y en una
letra trabajosa. Dios Guarde a V.H.”
Rosas, vencido, se embarcó en el buque de guerra Conflict hacia Inglaterra.
Al día siguiente de Caseros, terratenientes porteños, como los Anchorena, primos de Rosas, renegaban de su
pasado rosista y trataban de congraciarse con las nuevas autoridades. (…) Mientras tanto, Rosas se instalaba
en la chacra de Burguess, cerca de Southampton, acompañado por peones y criados ingleses. (…) Volvió a
dedicarse a las tareas rurales hasta su muerte, ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.
Unos años antes había escrito una especie de testamento político: “ Durante el tiempo en que presidí el
gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con la
suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy pues, el único responsable de todos mis actos,
de mis hechos buenos como los malos, de mis errores y de mis actos. Las circunstancias durante los años de
mi administración fueron siempre extraordinarias, y no es justo que durante ellas se me juzgue como en
tiempos tranquilos y serenos. Si he podido gobernar 30 años aquel país turbulento, a cuyo frente me puse en
plena anarquía y al que dejé en orden perfecto, fue porque observé invariablemente esta regla de conducta:
proteger a todo trance a mis amigos, hundir por cualquier medio a mis enemigos”.

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se
acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía.”
Simón Bolívar
Mapa de división política al momento de la Confederación Argentina

Cuadro comparativo entre las posiciones ideológicas de los unitarios y federales

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