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COMPAÑEROS PARA

TODA LA VIDA
SKYE ALDER
ÍNDICE

Want a free book?

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15

Did you know?


Acerca del Autor
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© 2022 by Skye Alder
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*

Rylan Black prefiere estar solo. Tal vez sea porque es el


único metamorfo de oso en una manada de lobos. Pasa la
mayor parte del día a solas en su jardín, y solo habla con
sus cinco amigos de la manada cuando estos vienen a
visitarlo. Cuando se entera de que Finn ha encontrado a su
compañera y se dirige a felicitar a su amigo, un olor le
llega.

COMPAÑERA.

Clementine Bloom no puede tomarse un respiro. Su


madre está enferma y la trata como si fuera basura, los
clientes de su trabajo son siempre maleducados y su jefe
piensa que es una persona fácil de controlar. ¿Por qué no
puede encontrar algo como lo que Delaney tiene con Finn?

Cuando se dirige a Ash Mountain para ver a Delaney,


puede que consiga su deseo.

¿Podrá Rylan convencer a Clementine de que una vez


que encuentras a tu compañera es para toda la vida?

*Advertencia: ¡Este es un romance instantáneo de


metamorfos! ¿Es dulce? Por supuesto. ¿Es caliente? Debes
ser nuevo aquí.
UNO

Rylan

TERMINO EN MI INVERNADERO, asegurándome de


haber regado todos los cultivos mientras avanzo por los
pasillos, recuperando mi pala y mis guantes de jardinería
antes de cerrar. Atravieso el jardín y entro por la puerta
trasera de mi casa, dejando las herramientas en la
estantería junto a la puerta y quitándome las botas antes de
alinearlas junto a la puerta.
Mi cabaña está situada en lo más profundo del bosque,
cerca del límite sur de la tierra de Ash Mountain. Es la más
alejada del pueblo, lo que me viene bien porque me gusta
la privacidad. Soy el único metamorfo de oso en un pueblo
lleno de metamorfos de lobo. Solía vivir cerca del Parque
Nacional de los Glaciares con mis padres hasta que
murieron en un incendio. Estuve vagando durante un par
de años hasta que me topé con Ash Mountain. Los
metamorfos pueden sentir a otros metamorfos y tuve suerte
cuando me ofrecieron un lugar en su manada.
Todos los miembros de la manada son amables y se han
acostumbrado a mí y a mis costumbres a lo largo de los
años.
Me ayudaron a construir mi cabaña y mi invernadero, y
les devuelvo su amabilidad cultivando y compartiendo las
cosechas con la manada. Me gusta la jardinería. Es
tranquila y pacífica y rara vez tengo que hablar con
alguien. Voy al pueblo una vez a la semana para dejar los
productos y me veo obligado a entablar conversaciones con
la gente, pero el resto de la semana lo paso a solas en mi
tierra.
Suelo ser muy reservado, pero tengo algunos amigos
íntimos aquí en el pueblo. Slate, Finn, Kai, Easton y Krew
han sido mis mejores amigos desde que me mudé a Ash
Mountain. Son los únicos que vienen a visitarme aquí y los
únicos a los que recibo en mi casa.
Parece que todos mis amigos han encontrado a sus
compañeras recientemente. Primero, el Alfa, Slate, se
apareó con Grier y luego Finn, su Beta, le siguió poco
después. Todavía no he conocido a la compañera de Finn y
sé que tengo que ir a felicitarlo. Lo he estado posponiendo
durante unos días, pero mientras miro mi cabaña vacía
decido hacerlo de una vez.
Me preparo un sándwich antes de volver a ponerme las
botas y salir a toda prisa por la puerta trasera. Voy
comiendo mientras me dirijo al bosque, mis ojos de
metamorfo me ayudan a ver en la penumbra. Termino mi
sándwich rápidamente y mi oso retumba dentro de mí,
queriendo más. Puedo sentir su suave pelaje rozándome
mientras se revuelca sobre su espalda.
Pienso en que Finn y Slate han encontrado a sus
compañeras y una punzada de celos me golpea. Me
gustaría encontrar a mi compañera, pero paso tanto tiempo
solo que dudo que eso ocurra. Ya me he resignado, pero
cuando era un cachorro, solía imaginar cómo sería. Nunca
me pregunté cómo se vería porque estoy seguro de que,
sea quien sea, será la chica más bonita del mundo para mí.
Probablemente sea una suerte que sea un metamorfo y
que la naturaleza tenga que darme mi compañera. Soy un
chico bien parecido, pero hace tanto tiempo que no me
relaciono con la gente que puedo ser torpe. Finn y los
chicos siempre se burlan de mí y dicen que soy demasiado
serio, demasiado estoico, pero yo nunca sé qué decirle a los
demás. Incluso con mi grupo de amigos, soy de lejos el más
callado. Me pregunto qué chica querría un compañero
como yo.
Mi oso se estira sobre sus patas traseras al oír hablar de
compañeras y lo empujo hacia abajo. Él quiere salir pero
cada día lo empujo más hacia abajo. Siempre intenta que
vaya más a la ciudad, que viaje más para encontrar a mi
compañera, pero simplemente no me sale. Él quiere
hacerlo por sí mismo, pero no puedo imaginarme lo que
pensaría la gente de otros pueblos si vieran a un oso negro
gigante avanzando por la calle principal.
Los metamorfos animales siempre se parecen a ellos y lo
mismo ocurre con los osos. Yo tengo el pelo negro y los ojos
azul oscuro, así que mi oso tiene el pelo negro y los ojos
azul oscuro. Es grande para ser un oso y yo soy alto en
comparación con los demás, mido 2 metros. Soy grande por
todas partes, fuerte por llevar todo el día equipos de
jardinería y cubos de productos.
Mi oso presiona contra mí, sacando sus garras mientras
se levanta de nuevo sobre sus patas traseras. El empuje es
más fuerte esta vez, más insistente, y tengo que apretar los
dientes para no cambiar. Me detengo en el bosque,
apoyándome en un árbol mientras intento recuperar el
control.
COMPAÑERA, ruge y me pongo de pie, oliendo el aire
para sentir lo que él huele. Es débil, pero puedo oler algo.
Es delicioso, como a naranjas y clavo de olor, y se me hace
agua la boca mientras empiezo a moverme de nuevo.
Acelero el paso y pronto estoy corriendo por el bosque,
siguiendo el olor hasta llegar a la casa de Finn. Subo las
escaleras y abro la puerta de golpe. La puerta se estrella
contra la pared y me quedo en el umbral, respirando con
dificultad, luciendo cómo un toro en una tienda de vajilla
china mientras busco a mi compañera.
Finn sale al pasillo con una pequeña chica pelirroja
detrás. Adopta una postura defensiva, pero no me
preocupa. Si intenta interponerse entre mi compañera y yo,
lo haré pedazos.
—Compañera —gruño y Finn me devuelve el gruñido.
—Ella es mi compañera, Rylan —gruñe.
—Ella no —digo, con mis ojos apenas mirando a la
pelirroja detrás de él.
—No hay nadie más aquí —dice Finn, su postura se
vuelve más amistosa cuando comprende que no estoy aquí
para hacerle daño a él o a su compañera.
—Puedo olerla —exclamo, mi voz sacude las paredes.
—Somos los únicos dos en la casa —insiste Finn.
—Clem —susurra la chica desde detrás de Finn.
Los dos la miramos y ella habla más alto: —Es Clem.
Está oliendo a Clem.
«Clem», pienso y mi oso retumba de placer ante el
nombre.
—¿Dónde está mi Clem? —exijo.
—Se ha ido a su casa —dice la compañera de Finn.
—Yo soy su casa —les rujo y ella da un paso atrás al
oírlo.
—Tiene que cuidar de su madre —intenta decirme la
chica.
—¿Cuál es la dirección? Las iré a buscar a las dos y las
traeré aquí, donde deben estar.
Finn le devuelve la mirada y sacude ligeramente la
cabeza. Él no quiere que ella me diga la dirección y yo
gruño por eso. ¿Está tratando de alejarme de mi
compañera? Estoy seguro de que mis ojos están
enloquecidos mientras doy un paso hacia él.
—La llamaré para que vuelva —dice la chica, levantando
su móvil.
—La esperaré aquí —digo, tomando asiento en el sofá y
sentándome con la espalda erguida mientras la tensión y la
ansiedad me llenan.
—Puede que ella no vuelva hoy —me dice la chica.
—Debe hacerlo —insisto—. Necesito a mi compañera.
—De acuerdo…
Ella marca el teléfono mientras yo espero sentado,
escuchando su conversación.
—Sabes que sí. De hecho, me preguntaba si te gustaría
volver a visitarme... Um... ¿hoy? Como, ¿ahora mismo?...
¿Podrías venir después? ¿Tal vez solo para cenar?
Gruño ante eso. «Mañana no. Tiene que volver esta
noche. ¡Ahora mismo!»
—Sí, eso es perfecto.
«No, no lo es.»
—Sí, es que tengo una sorpresa para ti... ¡Bien, nos
vemos mañana por la noche!
Vuelvo a gruñir mientras la chica se gira hacia mí y
suspira.
—Estará aquí mañana por la noche para cenar.
A mi oso y a mí no nos gusta esta noticia y levanto la
vista para ver a Finn apoyado en la pared, sonriéndome.
Está disfrutando demasiado de mi angustia.
—Esperaré aquí —digo y veo como la sonrisa de Finn se
borra de su cara.
—Estará aquí mañana, hombre. Vete a casa y prepara
todo.
Tal vez tenga razón. Mi casa podría estar limpia. Quiero
que le guste ese lugar, así que me pongo de pie y me
despido con la cabeza, lanzando una felicitación por encima
del hombro mientras vuelvo a atravesar el bosque.
DOS

Clementine

CUELGO CON DELANEY y suspiro mientras entro a ver


cómo está mi madre. Le diagnosticaron insuficiencia renal
en fase cinco hace casi seis años y los médicos dicen que no
le queda mucho tiempo. Me asomo a su habitación y la veo
profundamente dormida, con el constante zumbido de su
máquina de diálisis como único ruido en la silenciosa casa.
Me parezco mucho a mi madre. Las dos tenemos el
mismo pelo rubio pálido, aunque el de ella ya está
manchado de canas. Las dos somos de estatura media y
estamos delgadas, sobre todo porque nunca tuvimos mucho
dinero para comer. Lo único que tengo de mi padre son sus
ojos. Mientras que mi madre tiene ojos marrones
profundos, los míos son del azul más claro.
Mi madre siempre fue una mujer pequeña, pero a
medida que la enfermedad ha ido avanzando parece haber
encogido. Parece débil y frágil mientras yace en la pequeña
cama y sé que no tardará mucho.
Se me revuelven las tripas siempre que pienso en su
muerte. Me hace parecer un monstruo, pero no creo que la
eche de menos. Me siento aliviada cuando pienso en no
tener que recoger sus cosas ni cuidarla más. He estado
atada a ella y a esta ciudad desde que me gradué y tuve
que seguir posponiendo mis sueños de escapar de esta
ciudad de mierda porque ella me necesitaba aquí. Sin
embargo, pensar en lo aliviada que estaré, siempre me
hace sentir culpable. Hasta que mi madre abre la boca y
me dice algo desagradable y entonces vuelvo al principio.
Se ha convertido en un círculo vicioso y puedo sentir que
empiezo a quebrarme bajo la presión.
Mi madre nunca ha sido la mejor, pero sigue siendo mi
madre y es difícil olvidar ese tipo de lealtad. Cuando se
haya ido, solo estaré yo para recoger los pedazos y las
lágrimas se me acumulan en el fondo de los ojos cuando
pienso en tener que ocuparme de todo yo sola. Otra vez.
Mi padre nos dejó cuando yo tenía seis años,
empaquetando sus cosas apresuradamente en la parte
trasera de su camioneta antes de salir al camino. Mi madre
había empezado a beber por aquel entonces, sirviéndose
chupitos y cervezas en el bar en el que trabajaba antes de
volver a casa para terminar la noche. No es una sorpresa
que sus riñones estén destrozados. Es una suerte que no se
haya matado a sí misma o a otra persona conduciendo a
casa borracha como solía hacer. Incluso cuando se enteró
del diagnóstico, nunca dejó de beber y se le negó un
trasplante por ello.
Dudo que nos lo hubiéramos podido permitir de todos
modos. No hay muchas oportunidades de trabajo en
Kalispell, Montana. Trabajo como cajera durante el día y
paso las noches cosiendo ropa y haciendo arreglos. Trabajo
con un par de tintorerías cercanas y me envían la ropa con
instrucciones de lo que hay que llevar o dejar y luego la
devuelvo. No gano mucho en ninguno de los dos trabajos,
pero hasta ahora ha sido suficiente para mantener las luces
encendidas y nuestras cabezas a flote.
Confiaba mucho en que Delaney viviera aquí con
nosotras y nos ayudara, pero ahora que ha conocido a su
compañero y se ha mudado, no sé qué voy a hacer. ¿Tal vez
podría alquilar su habitación? ¿O tratar de encontrar otro
trabajo y acomodarlo a mi horario de alguna manera?
¿Por qué no puedo encontrar un buen chico como hizo
Delaney? Finn obviamente la ama y la adora. En serio, la
sigue como un cachorro perdido y la mira como si hubiera
colgado la luna. Quiero un buen tipo como ese. Alguien
encantador, amable y dulce. Por desgracia, eso no describe
a ningún soltero elegible en Kalispell.
Suspiro mientras me desplomo de nuevo en mi cama
doble, sintiendo que se me escapan algunas lágrimas por el
rabillo del ojo cuando el estrés de todo me alcanza.

CIERRO LA PUERTA del coche de un golpe y agarro el


volante con tanta fuerza que los nudillos se me ponen
blancos mientras suelto un grito. Aprieto los dientes,
arranco el motor y salgo del estacionamiento. Debería ir a
casa a ver cómo está mi madre, pero sé que mi vecina, la
señora Mitchell, ha pasado por allí esta tarde, así que me
dirijo directamente a Ash Mountain.
Hoy ha sido un día infernal y juro por Dios que si una
persona más intenta pisotearme, voy a perder la cabeza.
Todo empezó esta mañana cuando me desperté con mi
madre gritándome a las seis. Quería su batido de desayuno
y estaba harta de esperar. Le cambié las sábanas y la ayudé
a sentarse y se limitó a quejarse de que debería trabajar
más. Huí de ella y me dirigí al trabajo después de eso solo
para tratar con un cliente grosero tras otro. Entonces mi
jefe me dijo que tenía que quedarme hasta tarde. Lo hizo
parecer como si yo hubiera metido la pata y no hubiera
comprobado el horario, pero en realidad él tenía una cita y
necesitaba que lo cubriera. Le dije que no me iba a quedar
y me amenazó con despedirme, así que aquí estoy, dos
horas después, yendo a ver a Delaney. Al menos sé que ella
podrá hacerme sentir mejor.
Delaney y yo hemos sido mejores amigas desde que
éramos niñas. Nos conocimos en el jardín de infantes y nos
unimos por nuestro amor a The Golden Girls. Ella solía
verla todo el tiempo con su abuela y a mí me encantaba ir
allí a pasar el rato con ellas. Me encantaban esas señoras
tan atrevidas y a Delaney y a mí nos sigue gustando ver las
repeticiones antiguas, aunque hayamos visto todos los
episodios como diez veces.
Tardo dos horas en llegar a Ash Mountain y para
entonces mi mal humor ha desaparecido casi por completo.
Detengo mi destartalado coche junto al de Delaney y sonrío
cuando la veo observando desde la ventana delantera.
Sonrío y la saludo con la mano, salgo del coche y me dirijo
a la puerta principal. La puerta se abre antes de que pueda
llegar y allí está el hombre más grande que he visto en mi
vida. Llena el umbral de la puerta y me quedo embobada
mirándolo, observando sus hermosos rasgos y su cuerpo
musculoso antes de que mis ojos vuelvan a mirar a Delaney.
Supongo que no bromeaba cuando me dijo que tenía una
sorpresa para mí.
TRES

Rylan

ELLA SE HA RETRASADO.
Doy otra vuelta alrededor de la sala de estar de Finn y
me detengo a mirar por la ventana delantera el oscuro
bosque. Suelto un gruñido cuando empiezo otra vuelta y
oigo a Finn y a su compañera, Delaney, reírse detrás de mí.
—Llegará pronto —promete Delaney.
Llevo escuchando eso desde hace una hora y estoy
harto. Necesito a mi compañera ahora. Doy otra vuelta
cuando veo que la luz de unos faros cruzan la ventana.
Estoy a punto de abrir la puerta de entrada y salir
corriendo a reclamarla cuando Finn aparece detrás de mí y
golpea la puerta con la mano. Mi oso enseña los dientes, no
le gusta que alguien intente alejarnos de nuestra
compañera.
—Déjala entrar, hombre. Vas a asustar a la chica.
Resoplo, obligando a mi oso a calmarse mientras miro
por la ventana junto a la puerta principal. Mi compañera
apaga el coche y se me corta la respiración cuando sale. Es
preciosa. La mujer más hermosa que he visto en mi vida.
Mi oso se instala en mi pecho cuando ella cierra el coche y
empieza a caminar hacia nosotros.
Tiene el pelo del color del oro hilado y unos ojos azules
claros que me recuerdan a mi lago favorito junto a mi
cabaña. Mi oso resopla en mi interior, impaciente por el
hecho de que se tarde tanto en llegar hasta nosotros.
Quiere que nuestra compañera esté en nuestros brazos y
extiendo la mano tirando de la puerta principal para
abrirla.
Mi compañera se queda helada cuando me ve allí de pie
y estoy seguro de que se sorprende. No soy un hombre
pequeño y ocupo la mayor parte de la puerta abierta. La
veo lanzar una mirada hacia la ventana delantera y giro la
cabeza para ver lo que está mirando. Delaney está de pie
junto a la ventana, sonriendo a su amiga. Mi oso se agita,
queriendo que nuestra compañera nos preste atención. Voy
a dar un paso hacia ella, pero Finn me agarra de nuevo.
—Rylan, amigo, tienes que darle algo de espacio. Deja
que se acerque a ti. Estás siendo un poco intenso, hombre
—intenta razonar Finn conmigo.
No me importa lo intenso que sea. Quiero que
Clementine sepa que es mía. Dejo que Finn me aparte de la
puerta para que Delaney pueda pasar y saludar a su amiga.
Mi oso y yo nos paseamos por el salón.
—Clem, este es Rylan. Rylan, Clem —nos presenta
Delaney. Clementine se adelanta y me tiende la mano, y
tardo un segundo en darme cuenta de que está intentando
estrecharme la mano. Supongo que vivir solo me ha vuelto
torpe, o tal vez siempre fui así. Tomo su pequeña mano
entre las mías, asegurándome de no apretar demasiado
fuerte. Quiero usarla para tirar de ella hacia mí, pero mis
ojos se encuentran con los de Finn por encima de su cabeza
y él niega frenéticamente con la cabeza.
—Rylan se va a unir a nosotros para cenar —dice
Delaney mientras nos damos la mano.
—Es un placer conocerte, Rylan —dice mi compañera
mientras me mira fijamente con esos ojos azul pálido.
Abro la boca, preparado para decir algo como que
también es un placer conocerte, pero cuando abro la boca,
lo único que sale es: —Compañera.
Delaney y Finn se ríen detrás de nosotros y Clem se
congela, su mano se debilita en la mía.
—¿Qué? —tartamudea.
—Compañera. Eres mi compañera.
Sus ojos me miran entonces, recorriendo desde mi
cabeza hasta los dedos de los pies y espero que le guste lo
que ve. Nunca he oído que un metamorfo rechace a su
compañero, pero Clem no es una metamorfo. Se queda
mirando mis pies durante tanto tiempo que empiezo a
preocuparme y me muevo, agarrando su mano con más
fuerza. Mi oso está inquieto dentro de mí mientras
esperamos a ver qué hace a continuación.
Suena el temporizador del horno y Clem levanta la
cabeza.
—¡La cena está lista! —llama Delaney y veo que Finn la
sigue hasta la cocina.
—¿Así es como suele ocurrir el apareamiento? —me
pregunta Clem.
—¿Qué quieres decir?
—Nunca le he preguntado a Delaney cómo se apareó
con Finn. ¿Es así como suele ser? —pregunta, señalando
con la cabeza nuestras manos unidas.
—No, esto es solo una presentación. Hay más cosas en el
apareamiento.
—¿Cómo qué? —pregunta y veo que su respiración
empieza a acelerarse.
—Necesitare morderte —le digo, pero lo que realmente
quiero decir es que necesito morderla. Como, ahora mismo.
El deseo me invade cuanto más tiempo permanezco aquí
tocándola, pero me siento incapaz de dar un paso atrás o
de soltar su mano. Los ojos de Clementine se oscurecen y
veo que inclina la cabeza hacia un lado, mostrándome más
de su cuello. Me pregunto si es consciente de que lo está
haciendo, pero no importa. Me acerco a ella, acortando la
distancia que nos separa mientras me inclino. Se me hace
agua la boca a medida que me acerco más y más a su piel y
mi oso me apremia mientras abro la boca, mis afilados
dientes listos para hundirse en su cuello y marcarla como
mía.
—¿Vienen? —llama Delaney y yo gruño mientras
Clementine se aparta de mí, girando para mirar a su amiga.
—¡Ya voy! —dice mientras me mira por encima del
hombro—. ¿Terminamos?
—Todavía no, no terminamos —le digo mientras la sigo a
la cocina.
CUATRO

Clementine

ME SIENTO JUNTO a Rylan en la mesa, con Finn y


Delaney enfrente. Siento sus ojos clavados en mí mientras
tomo el bowl de patatas de Delaney y pongo un poco en mi
plato. Se lo paso a Rylan, encontrándome con sus ojos, y él
se lame los labios. Tengo la sensación de que no es comida
lo que le apetece. Voy a tomar el siguiente bowl cuando mi
silla es empujada hacia un lado. Miro a Rylan mientras le
quita el bowl de carne asada a Delaney y pone un poco en
mi plato antes de añadir un poco en el suyo. Vuelve a
hacerlo con las judías verdes y los panecillos y me quedo
mirándolo todo el tiempo.
La parte feminista de mí quiere decirle que puedo
servirme yo misma, pero después de cuidar de todos los
demás durante tanto tiempo, debo admitir que es
agradable que alguien se ocupe de mí por una vez. Me
arropa bajo su brazo y me derrito en su calor.
Normalmente, mantengo a los chicos alejados de mí, ya que
no he tenido tiempo para un novio desde hace... una
eternidad. Sin embargo, con Rylan puedo sentir esta
atracción. Ni siquiera conozco al chico y ya quiero
arrastrarlo a mi casa para una o dos rondas en las sábanas.
Ni siquiera estoy segura de poder llegar tan lejos y lo miro
de arriba abajo, preguntándome si entrará conmigo en el
asiento trasero de mi coche.
Todavía tengo las bragas mojadas de cuando me dijo que
tenía que morderme. Intento reprimir un gemido al
recordar la expresión de su cara cuando dijo eso y quiero
inclinarme más hacia él, ofreciéndole mi cuello para que
me marque.
Observo la mano de Rylan mientras agarra un tenedor y
corta una patata. Se me hace la boca agua al imaginar esas
manos recorriéndome y tardo un segundo en darme cuenta
de que me está ofreciendo el bocado. Lo miro a los ojos,
abriendo la boca e intentando no gemir mientras me da el
primer bocado. Se sirve uno para sí mismo y se lo come
rápidamente antes de ofrecerme otro bocado. Me muevo
para agarrar mi propio tenedor y dudo cuando siento que
su mano se tensa en mi hombro. Se acerca y me quita el
tenedor y lo deja en el otro extremo de la mesa.
Bueno... supongo que esta noche me dará de comer. Lo
miro y parece feliz, incluso orgulloso de alimentarme
bocado tras bocado. Así limpiamos mi plato y me inclino
hacia atrás, llena, pero él me lleva otro bocado a la boca.
—Estoy muy llena —le digo, negando con la cabeza.
Él frunce el ceño.
—Tienes que comer más para poder llevar a nuestros
bebés.
Es una suerte que no tenga comida en la boca o
probablemente me habría atragantado. Lo miro
boquiabierta, conteniendo una carcajada cuando oigo a
Delaney atragantarse con su sorbo de agua. Finn le da unas
palmaditas en la espalda y le lanza una mirada exasperada
a Rylan al otro lado de la mesa.
—¿Puedo hablar contigo un segundo? —le pregunto,
tratando de empujar mi silla hacia atrás.
Se levanta al instante, apartando mi silla y ofreciéndome
su mano. La acepto con cautela y me arrastra hasta el
salón.
—¿Qué quieres decir con eso de poder llevar a nuestros
bebés? Acabo de conocerte. Hace como veinte minutos.
¿Quién dice esas cosas?
—Los compañeros. Sé que tú eres mía y yo soy tuyo.
Estaremos juntos hasta mi último aliento y nunca amaré ni
querré a otra. Serás la única mujer que tendrá mis hijos y
los amaré tanto como a ti —dice con toda naturalidad.
—¿Me amas?
—Por supuesto. Eres mi compañera.
Parece tan seguro de sí mismo y no sé qué me pasa.
Quizá sea porque siempre he tenido que ser la responsable.
Tal vez sea porque por fin he tenido suficiente y estoy lista
para soltarme y divertirme un poco por una vez.
—Creía que tenías que morderme para convertirme en
tu compañera.
Me levanto y me paso el pelo por un hombro, dejando mi
cuello al descubierto. Sus ojos se oscurecen y se inclina
hacia mí, enterrando su cara en mi cuello e inhalando.
Siento sus dientes rozando mi piel y me estremezco contra
él, mis dedos se enredan en las trabillas de su cinturón y lo
atraen más hacia mí. Sus dientes bajan por mi cuello, se
detienen donde se unen mi hombro y mi cuello y se queda
quieto antes de hundir sus dientes en la piel.
No estoy segura de lo que esperaba. ¿Dolor, tal vez? En
cambio, tengo mi primer orgasmo. Grito y mis manos se
agarran a su cintura mientras me corro. Me hundo contra
él y abro los ojos para ver que Delaney y Finn han entrado
corriendo en la habitación para ver qué pasaba. Rylan está
ocupado lamiendo la zona de mi cuello y me sonrojo al
darme cuenta de que acabo de tener mi primer orgasmo
delante de mi amiga y su compañero.
—¿Por qué no llevas a Rylan a casa? —dice Delaney y lo
siguiente que sé es que Rylan me está arrastrando por la
puerta principal hasta mi coche.
—¡Diviértete! —dice Delaney y yo la miro.
Ahora mismo no sé si debería enojarme con ella por
haberme tendido una trampa sin avisar o agradecerle y
comprarle un cachorro. Mis ojos recorren el gigante que en
estos momentos está tratando de meterse en mi pequeño
asiento delantero y me pregunto qué tipo de cachorro le
gustaría más a Delaney.
Nos acomodamos y arranco el coche, siguiendo las
indicaciones de Rylan de un pequeño camino de tierra a
otro. Llevamos unos quince minutos conduciendo y me
pregunto cómo de grande es el pueblo cuando los árboles
se separan y veo aparecer una cabaña de una sola planta
frente a nosotros.
—Es mi casa —dice, y noto sus ojos en mi cara mientras
lo asimilo.
Está bastante oscuro con solo la luna y una única luz del
porche encendida, pero puedo distinguir lo suficiente. Se
parece mucho a la casa de Finn y me pregunto si tendrá la
misma distribución por dentro. Estaciono el coche delante
e intento no reírme mientras Rylan se retuerce y gruñe al
salir de mi coche. Sonríe al oírlo y me encanta que no
parezca importarle que me ría de él. Conozco a algunos
tipos cuyo ego es tan frágil que no podrían soportar eso.
Me tiende la mano y yo deslizo mis dedos entre los suyos
mientras me guía por los escalones del porche y hacia el
interior. Enciende algunas luces y me hace un rápido
recorrido que termina en su dormitorio. La distribución es
similar a la de la casa de Finn, con la cocina y el salón en
un lado de la casa y los dormitorios y los baños en el otro.
Me lleva hasta la cama y jadeo cuando me agarra por las
caderas y me levanta para que descanse sobre el colchón.
Sus dedos se extienden antes de que me dé cuenta de
que se ha movido y me agarra el dobladillo de la camisa,
tirando de ella por encima de mi cabeza con un rápido
movimiento. Sus ojos se fijan en la marca de la mordedura
y mi mano intenta cubrirla cuando veo que sus ojos se
oscurecen. Mueve sus manos hasta mis pantalones, pero
las aparto de un manotazo y lo miro fijamente.
—¿Qué demonios estás haciendo? —le pregunto.
—Tenemos que aparearnos —dice simplemente, y por fin
me doy cuenta de lo que cree que va a pasar ahora.
Le apoyo el pie en el pecho, manteniéndolo atrás
mientras pienso en cómo decirle que esto no va a pasar. Al
menos no esta noche. Sus manos se dirigen a mi pie y
deslizan su mano por mi pierna, agarrándola por detrás de
la rodilla y tirando de ella para que quede acostada en la
cama.
—¡Ya basta! —me río y él se queda inmóvil, frunciendo el
ceño.
—Somos compañeros. Tienes mi marca —dice,
señalando la marca del mordisco.
¿Era solo hace una hora que yo también deseaba
encontrar un compañero metamorfo? Bueno, ahora tengo
uno, pero no es nada de lo que pensé que sería. Pensé que
sería dulce y gentil como Finn. Este tipo es posesivo y
dominante. Es, bueno... un animal.
—¿No me quieres? —pregunta, su voz insegura.
—Es que no esperaba acostarme contigo esta noche.
Quiero decir que lo pensé, pero no soy ese tipo de chica y
nos acabamos de conocer. Pensé que serías más como Finn.
Es tan dulce con Delaney.
—Puedo ser dulce —dice, sonando malhumorado y me
río del ceño fruncido en su cara.
—Acabas de mantener mi tenedor como rehén y me has
dado de comer y luego me has mordido y he tenido mi
primer orgasmo delante de mi mejor amiga y su
compañero.
—¿Y? —pregunta, y parece genuinamente confundido
sobre por qué no querría tener un orgasmo delante de
otras personas. Al parecer, voy a tener que explicarle
muchas cosas a este tipo.
—Prefiero mantener mis orgasmos en privado —digo
secamente.
Me observa con un rubor extendiéndose por sus
mejillas. Se ve lindo así, lo que debería ser imposible para
un tipo de su tamaño.
—Lo siento. Mi oso y yo... estábamos excitados.
—¿Tu oso?
—Soy un metamorfo de oso —dice con un movimiento de
cabeza.
—¿Hay metamorfos de oso? Creía que aquí todos eran
lobos.
—Todos menos yo —dice y suena solitario.
Vuelvo a ver su tamaño y lo entiendo. Quiero verlo
cambiar, pero primero tenemos que arreglar el resto de
esto.
—Seré mejor en el futuro. Lo prometo. Seré el mejor
compañero. Mejor que Finn —dice.
Lo observo, tratando de decidir qué debo hacer y él me
devuelve la mirada. No puedo negar que mi cuerpo
reacciona ante él. Me hormiguea la sangre por todas partes
y siento como si un zumbido recorriera mi piel. Es más
fuerte cuando me toca y quiero profundizar en ello. Me
gusta cómo me cuida, cómo me mira como si fuera la
persona más importante del mundo para él. Confío en él y
quiero darle una oportunidad a esto con él.
—Seré tu compañera, pero tenemos que ir despacio. No
voy a tener sexo contigo esta noche.
CINCO

Rylan

SIGO SUJETANDO su mano y la agarro con más fuerza


cuando dice que será mi compañera, negándome a soltarla
incluso cuando empieza a intentar apartarse. Pone los ojos
en blanco y suelta un resoplido, pero me deja sostener su
mano. Sigue sin camisa, apoyada en el cabecero de nuestra
cama, y mi oso y yo nos relamemos al verla. Quiero
enterrar mi cara entre sus suaves pechos, acariciarla allí
antes de hundir mis dientes en la parte inferior. Quiero
dejar marcas de mordiscos por todo su cuerpo curvilíneo
antes de acomodarme entre sus piernas.
Mi oso está de acuerdo conmigo. Quiere saborear su
miel, pasar horas explorando los suaves pliegues. Nunca
me había sentido atraído por nadie. Era como si mi libido
estuviera hibernando, pero ahora está bien despierto. Sé
que es porque la he mordido. Una vez que reclamas a tu
compañero, el calor del apareamiento se apodera de ti y
puedo sentirlo recorriendo mi sistema como un maremoto.
Observo a mi compañera y me pregunto si ella también
lo siente. Mis ojos se fijan en su hombro, donde está mi
marca, y mi oso ruge de orgullo al verla. Clementine debe
sentir mis ojos en ella, porque lo siguiente que sé es que
está tirando de su camiseta. Retira su mano de la mía y
mete el brazo por el agujero, arreglándose el pelo mientras
se levanta de la cama. Mi oso y yo gruñimos ante eso,
queriendo que su marca vuelva a ser visible para nosotros.
—Tengo que ir a casa —dice mientras se pone a mi lado.
—No. Tú te quedas aquí —digo, mi espalda se endereza
mientras me preparo para una pelea.
La ataré a la cama si es necesario. Mi compañera no
puede dejarme.
—Solo he venido a cenar. Tengo que ir a casa esta
noche.
—No.
—¡Rylan! Yo. No. Puedo. Quedarme.
El fuego arde en sus ojos mientras cruza los brazos
sobre el pecho. A mi oso y a mí nos gusta lo luchadora y
fuerte que es, pero queremos que se quede aquí con
nosotros.
—Tienes que hacerlo.
—No puedo. Mi madre está enferma y tengo que volver a
casa con ella.
—La traeremos aquí.
—Ella no puede venir aquí. Ella no... no puede viajar. No
le queda mucho tiempo.
Puedo ver el estrés y la ansiedad en su cara. Parece
agotada y mi oso y yo queremos arroparla en nuestra cama
y consolarla. Sus ojos azules y claros parecen cansados y
solo quiero envolverla en mis brazos y acurrucarla contra
mí. Le aparto el pelo rubio de la cara, queriendo sentir los
sedosos mechones entre mis dedos.
—Iré contigo.
—No creo que sea una buena idea.
—¿Por qué no? —digo frunciendo el ceño mientras mis
dedos se enredan en su pelo.
—Tengo que cuidar de ella y voy a trabajar todos los
días. ¿Qué vas a hacer tú todo el día?
—Iré contigo —digo, como si debiera ser obvio.
Me mira fijamente, sus ojos recorren mi gran figura y
niega con la cabeza.
—No va a funcionar.
—Eres mi compañera. Funcionará.
—¿Y si vuelvo todas las noches? Volveré aquí y podremos
conocernos mejor.
Mi oso sacude la cabeza ante eso, queriendo que ella
ceda y esté con nosotros aquí, pero sus palabras de antes
pasan por mi cabeza. Ella no quiere a un tipo que la
intimide. Quiere un buen compañero, una pareja. Yo seré
eso para ella. Seré el mejor compañero.
—Todas las noches —digo, mirándola con firmeza.
—Lo prometo —dice ella, levantando su dedo meñique
hacia mí.
Miro su dedo meñique durante un segundo antes de
agarrar su mano y atraerla hacia mí, sellando mis labios
contra los suyos.
SEIS

Clementine

JADEO CONMOCIONADA y caigo sobre él. Sus labios se


adaptan perfectamente a los míos y gimo cuando su lengua
sale para lamerme el contorno de la boca. No sé en qué
momento mis manos se han movido de mis costados, pero
ahora están enterradas en el pelo negro de Rylan, mis
manos sosteniendo su boca contra la mía. Gime cuando mi
boca se abre bajo él y su brazo me rodea por la cintura,
estrechándome contra él mientras su otra mano serpentea
por mi cuerpo. Me aparta la camiseta del hombro y sus
dedos rozan la marca del mordisco. Gimo, un pequeño
orgasmo me recorre mientras él sigue acariciándome.
Gimo, rodeando su cadera con una pierna para frotarme
contra él. Rylan ruge en lo más profundo de su garganta
cuando sus manos bajan a mi cintura y me levanta con
facilidad, colocándome entre la pared y él. Dejo escapar un
grito cuando siento su longitud rígida empujando contra
mí, frotándome justo donde más lo necesito. Mi cabeza se
inclina hacia atrás, golpeando la pared mientras el placer
me invade por completo.
Rylan gime en mi cuello con sus caderas empujando
contra mí mientras me abraza.
—Haremos las cosas a tu manera cuando estemos fuera,
pero en el momento en que estés en mis brazos, en mi
cama, yo mando. ¿Está claro, compañera?
Sus duras palabras no hacen más que calentarme y
asiento frenéticamente con la cabeza mientras empiezo a
rebotar contra él.
—¡Sí! —grito mientras mi orgasmo me atraviesa.
Mis ojos se ponen en blanco y grito mientras Rylan
entierra su cara en mi cuello. Vuelve a morderme, esta vez
en un lado del cuello, y me corro de nuevo. Tengo la
garganta en carne viva de tanto gritar cuando finalmente
vuelvo a bajar y abro los ojos cuando siento que Rylan se
mueve. Me deposita de nuevo en la cama, aprisionándome
con sus brazos mientras se cierne sobre mí.
—Ya tienes lo tuyo, Ricitos de Oro. Ahora me toca a mí.
Abre las piernas. Mi oso y yo queremos probar tu miel.
Sus manos se dirigen a mis vaqueros y los bajan
rápidamente por mis piernas. Abro las piernas mientras
Rylan libera su miembro de sus propios vaqueros.
—Más abiertas —me ordena, y abro las piernas todo lo
que puedo.
Rylan se lame los labios, gruñendo mientras mira entre
mis muslos. Mis bragas blancas están empapadas y noto
que se me pegan. Me pregunto si son transparentes. Rylan
se agarra el pene y se da un par de golpes bruscos antes de
arrastrarse por la cama hacia mí.
—Parece que mi Ricitos de Oro se ha mojado.
—¡Oh, Dios! —grito al sentir su aliento caliente en el
interior de mis muslos.
—Mi compañera necesita que su oso la limpie.
Estoy tan caliente que me sorprende no haberme corrido
ya solo con sus palabras. Asiento con la cabeza
frenéticamente mientras él sube y agarra mis bragas,
retorciéndolas por los lados hasta que se rompen. Se las
lleva a la nariz y respira profundamente mientras yo lo
observo. No me quita los ojos de encima mientras se inclina
y me da una larga y lenta lamida en el centro. Pongo los
ojos en blanco y me derrumbo en la cama.
—Mmm —gime Rylan contra mi centro empapado.
Mis piernas se tensan a ambos lados de su cabeza y mis
manos se agarran a su pelo, tratando de mantenerlo quieto
para poder frotarme contra él. Mis caderas se mueven una
vez antes de sentir que Rylan se aleja.
—¡No! —lloro, queriendo que vuelva a lo que estaba
haciendo.
—¿Quién está a cargo, compañera?
—¿Qué?
—¿Quién manda ahora mismo?
—Tú... ¡Tú! —grito, tratando de arrastrarlo de nuevo a
mi necesitado sexo.
—Exactamente y tomarás lo que yo te dé. Ahora
recuéstate y rodea los postes de la cama con tus manos.
La humedad inunda mi núcleo y lo miro fijamente.
Utiliza la yema de dos de sus dedos para golpear mi clítoris
y mi espalda se arquea, un gemido se escapa de entre mis
labios.
—Manos, Ricitos de Oro —dice con una mirada dura, y
esta vez subo al instante y envuelvo las manos en los postes
de madera lisa.
—Ahora abre las piernas.
Las abro de nuevo y jadeo mientras miro fijamente a
Rylan.
—Perfecto. Así está bien, Ricitos. Ahora, quédate así y
deja que tu compañero te cuide.
Gimo, asintiendo con la cabeza mientras Rylan se
acomoda de nuevo entre mis piernas. Mis dedos se tensan
por encima de mi cabeza e intento quedarme quieta
mientras él se inclina y empieza a lamer mis pliegues
empapados. Su lengua es ancha y un poco áspera, y gimo
cuando la utiliza para acariciar mi clítoris. Todo mi cuerpo
está tenso mientras intento quedarme completamente
quieta para que no se detenga de nuevo. Solo necesito un
poco más y volveré a correrme.
Rylan gime mientras me come, enterrando su cara entre
mis muslos. Se recuesta por completo y pronto siento que
la cama empieza a moverse. Empieza a empujar, frotando
su pene contra la cama mientras me lame, tratando de
atrapar toda mi humedad con su lengua. Con cada
empujón, me balanceo en la cama y luego bajo con más
fuerza contra su boca. El movimiento es exquisito y siento
que empiezo a deshacerme.
Rylan empuja más rápido, balanceándome con más
fuerza contra su boca, y grito mientras me corro. Siento
que la cama se mueve, pero estoy en el punto álgido de mi
orgasmo y no puedo concentrarme en ello. Rylan se
acomoda entre mis piernas y abro los ojos cuando mi
orgasmo finalmente sigue su curso. Está arrodillado entre
mis muslos, tomando con su puño su enorme miembro
mientras me mira fijamente con sus ojos azules llenos de
lujuria.
Me relamo los labios, observando cómo se masturba. Me
pregunto a qué sabrá. Quiero intentar chupársela, ver
cuánto podría meterme en la boca. ¿Sería capaz de
meterme la mitad de su pene en la boca antes de que
chocara con la parte posterior de mi garganta? Estoy a
punto de inclinarme hacia delante e intentarlo, cuando
empieza a correrse. Salen gruesos chorros blancos que me
salpican el estómago, el sexo y los muslos, y gimo al sentir
cómo se enfría en mi piel.
Rylan se corre con un rugido, su puño sube y baja por su
longitud mientras exprime lo último de su orgasmo. Su
pecho sube y baja rápidamente mientras me mira,
contemplando mi cuerpo tendido y semidesnudo bajo él.
Saca la mano y empieza a frotar su semen en mi piel. Lo
observo, todavía tan excitada, incluso después de haberme
corrido tantas veces.
—No te quites mi semen de encima —me ordena y mi
sexo se aprieta ante sus palabras dominantes.
SIETE

Rylan

LA AYUDO A PONERSE los vaqueros y los zapatos antes


de tomarla de la mano y llevarla a la cocina. Le acerco una
silla a la mesa y la ayudo a sentarse antes de dirigirme a la
cocina.
—¿Tienes hambre? —le pregunto por encima del
hombro.
—Un poco.
—¿Qué quieres comer?
—Gachas de avena —me responde enseguida y me río de
su broma sobre Ricitos de Oro.
La risa retumba, sonando oxidada por la falta de uso.
Clem me sonríe y eso me golpea en el pecho. Sus ojos
azules pálidos brillan y no puedo creerlo. No puedo
entender cómo alguien tan perfecta como ella puede estar
emparejado con alguien como yo, pero le doy las gracias a
la madre naturaleza por habérmela traído.
—¿De verdad quieres gachas?
—Puedo comer lo que tengas a mano.
—¿Qué tal un poco de pollo asado y verduras?
—Suena delicioso, pero no tengo tanta hambre. ¿Tal vez
podríamos comer algo de fruta o algo así?
Asiento con la cabeza, sacando algunas bayas y
manzanas y llevándolas al fregadero. Lo lavo todo antes de
cortar las manzanas. Mi cocina es de la vieja escuela. Todos
los electrodomésticos de mi casa son de la vieja escuela y
no tengo un horno moderno. Todo funciona con leña o con
el agua del arroyo que corre detrás de mi cabaña.
—¿Puedo ayudar? —pregunta Clem detrás de mí.
—No. Deja que me ocupe de ti. Deja que te demuestre
que puedo ser un buen compañero.
Coloco la fruta en un cuenco mientras Clementine me
cuenta su día. Habla un poco más de su madre, pero
principalmente habla de sus trabajos. Admiro su ética de
trabajo. Trabajar en dos empleos y cuidar de su madre
enferma no debe ser fácil y me gustaría que me dejara
ayudarla. Solo quiero aliviar un poco su carga.
Cenamos en la mesa de mi cocina y le hablo de mis
padres y de cómo llegué a Ash Mountain. Le hablo de mi
jardinería y del invernadero de atrás. Parece interesada en
ello y le prometo que le enseñaré ambas cosas cuando haya
luz. Los dos comemos despacio, ninguno de los dos quiere
que esta noche termine. O al menos yo no quiero que lo
haga.
—Debería irme —dice Clem cuando termina de
ayudarme con los platos.
Asiento con la cabeza, tomando su mano y llevándola
fuera.
—Volveré mañana.
Mi oso gruñe, no queriendo que nos deje.
—Tienes que confiar en mí —susurra cuando nos
detenemos ante la puerta de su coche.
Asiento con la cabeza, la atraigo hacia mis brazos y sello
mis labios sobre los suyos antes de separarme. Apoyo mi
frente en la suya y la respiro. Quiero que su olor me
envuelva para poder seguir oliéndola cuando me acueste en
la cama esta noche, a solas.
—No te quites mi olor de encima —le ordeno y sonrío al
ver que Clementine se sonroja y se muerde el labio inferior.
La ayudo a entrar en el coche, agarrando la parte
superior de la puerta e inclinándome para besarla por
última vez.
—Te veré mañana —susurra contra mis labios y yo
asiento con la cabeza.
—No llegues tarde.
Mueve la cabeza y pone los ojos en blanco. Le doy otro
beso rápido antes de que se vaya. Cierra la puerta y saluda
con la mano mientras arranca el coche. Sus ojos se ven
tristes y mi oso gime al verla afectada. Saluda una vez más
con la mano antes de arrancar el coche. Mi oso y yo la
vemos irse, pero pronto no puedo soportarlo.
Doy vueltas y salgo, transformándome en cuanto me
acerco a la carretera principal. Mi oso sale persiguiendo el
coche y la seguimos hasta que llega a las afueras de la
ciudad. Se detiene antes de llegar a la carretera y mi oso
corre junto al coche. Clem se asoma y me ve, sonriendo de
par en par antes de estacionar y salir del coche. Se acerca
a mí, estira la mano y la hunde en mi suave pelaje. Mi oso
prácticamente ronronea mientras se acurruca contra ella.
—Me gusta tu oso —susurra Clem.
«A él también le gustas», pienso mientras le doy un
empujoncito en la mano.
—Volveré mañana. Lo prometo —dice antes de lanzarme
una mirada de arrepentimiento y dirigirse a su coche.
Me saluda por última vez antes de girar hacia la
autopista y alejarse de mí.
OCHO

Clementine

ME DUELE EL PECHO durante todo el trayecto de vuelta


a Kalispell y desearía poder dar la vuelta y correr
directamente a los brazos de Rylan. Quiero quedarme
dormida, acurrucada en su pecho, con su cuerpo
envolviéndome, manteniéndome a salvo. Me pregunto cómo
sería dormirse sin ningún tipo de estrés o preocupación.
Despertar y no tener que atender a nadie ni salir corriendo
al trabajo. Pienso en eso cuando me detengo en la puerta
de mi casa, cuando voy a ver a mi madre y cuando me meto
en mi cama, sola.
A la mañana siguiente me despierto con mi madre
llamándome a gritos por el pasillo. Me arrastro fuera de la
cama y por el pasillo, ayudándola a sentarse en su cama y
encendiendo la televisión para ella. Hoy tiene un aspecto
aún más frágil y cínico, con bolsas oscuras que resaltan en
su rostro hundido, y me pregunto si debería cancelar lo de
Rylan y quedarme aquí con ella.
Suena el despertador en mi habitación y me apresuro a
apagarlo y a prepararme para el trabajo. Le doy a mi madre
uno de sus juegos vitamínicos, asegurándome de que tiene
todo lo que necesita antes de ir al trabajo. Tengo que lidiar
con clientes malhumorados y con el imbécil de mi jefe todo
el día, y lo único que me ayuda es pensar en Rylan.
Sueño despierta con lo que haremos esta noche. Me
pregunto si volverá a tomar el control y hará que me corra.
Esta mañana no me he duchado, recordando cómo me
ordenó que dejara su esencia sobre mí. Mis muslos se
aprietan al recordar cómo se masturbó sobre mí y me
manchó la piel con su semen. Mi mano roza las marcas que
dejó en mí y siento que mis pezones se agitan en mi
sujetador mientras el calor me inunda.
Tocar las marcas de los mordiscos es lo único que
parece quitarme el dolor y me preocupo por Rylan.
«¿Puede él sentir la necesidad también? ¿Le duele?» Me
agarro el labio inferior con los dientes mientras pienso en
él solo en su cabaña, con el pecho dolorido como el mío.
Me apresuro a llegar a casa después del trabajo y me
aseguro de que mi madre esté bien instalada antes de
quitarme la ropa de trabajo y ponerme la ropa más sexy
que tengo. Es un vestido corto tipo babydoll que me
compré cuando aún estaba en el instituto. Lo llevé a una
fiesta en aquel entonces y luego lo enterré en el fondo de
mi armario, olvidándome de él hasta hoy. Me queda un
poco más ajustado de lo que recordaba y mis tetas casi se
salen de la parte superior, pero creo que servirá para lo
que tengo planeado para esta noche.
Seducir a mi compañero. He decidido que debo ir por él.
Me hace sentir querida y segura y ya me gusta mucho y me
importa. Además, tengo veinticuatro años y eso me parece
un poco mayor para seguir manteniendo mi tarjeta V.
Acelero todo el camino hacia Ash Mountain,
inclinándome sobre el volante para intentar encontrar el
camino de tierra que lleva de vuelta a la cabaña de Rylan.
Por fin veo la cabaña a lo lejos y sonrío cuando veo a Rylan
paseando por su porche. Está cruzando el patio delantero
en cuanto estaciono y abre de un tirón la puerta del coche.
Se queda helado en cuanto me ve con el vestido, con la
boca abierta y el bulto en la parte delantera de sus
vaqueros creciendo.
—¿Cuánto tiempo llevas esperándome? —le pregunto
mientras salgo del coche.
Los ojos de Rylan se fijan en mis piernas, asimilando lo
mucho que puede ver en el corto vestido. Un gruñido
retumba en su pecho cuando la tela suelta se balancea
alrededor de la parte superior de mis muslos. Le sonrío, me
inclino sobre mis tacones de aguja y le rodeo el cuello con
los brazos. Presiono mi cuerpo contra el suyo, el dolor
finalmente desaparece ahora que estoy en sus brazos.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí esperándome? —vuelvo a
preguntar.
—Todo el día —admite, mientras sus ojos recorren mi
cuerpo.
Sonrío, y mis dedos juegan con su pelo.
—¿Me has echado de menos?
—Mucho. No deberías irte otra vez.
—Yo también te he echado de menos. Estuve pensando
en ti todo el día, preguntándome qué me harías esta noche.
Incluso me vestí para nuestra segunda cita. ¿Te gusta? —
pregunto, dando un paso atrás y dando vueltas en la
hierba.
La falda se levanta y oigo un fuerte gruñido detrás de mí
un segundo antes de que sus brazos me rodeen. Supongo
que se ha dado cuenta de que esta noche me he olvidado de
las bragas. Me río cuando me toma en brazos y me lleva
dentro, cerrando la puerta de una patada y echando el
cerrojo antes de llevarme a nuestro dormitorio.
—¿Has comido? —me pregunta, deteniéndose antes de
dejarme en la cama.
—He comido un sándwich hace un rato.
Frunce el ceño ante eso.
—Necesitas comer más que eso.
—Tengo hambre de algo más —digo, inclinándome y
susurrándole al oído.
Tomo el lóbulo entre mis dientes y tiro. Le suelto la oreja
cuando gime y me dirijo a su cuello. Me acuesta
suavemente en la cama y me pasa el pelo por encima de un
hombro para poder ver sus marcas en mí. Sus ojos se
oscurecen al verlas y se inclina rozando con sus labios las
marcas de los mordiscos en mi cuello y luego en mi
hombro.
—¿Está mi Ricitos de Oro necesitada de su compañero?
—me pregunta mientras me tiende en la cama.
—Dios, sí.
NUEVE

Rylan

LUCE COMO el mejor regalo que he visto nunca,


extendida ante mí con ese corto vestido. Sus tetas se
derraman por la parte superior, sus pezones rosados me
guiñan cada vez que respira. Mis ojos la devoran mientras
se extiende ante mí y mi oso se lame los labios mientras la
veo extendida ante mí.
—Me ha dolido el pecho todo el día. ¿Tú también lo has
sentido? —me pregunta.
—Sí. Empezó en cuanto te fuiste anoche.
—¿Siempre será así? ¿Siempre que estemos separados?
—Sí.
Llevo todo el día pensando en esto y me siento culpable
por ello.
—Lo siento, Ricitos de Oro.
—¿Por qué? —pregunta ella, mirándome con confusión
en los ojos.
—Por morderte.
Ella parece afligida por eso y yo me apresuro a
explicarme.
—Amo que seas mi compañera. No es eso. Es que si
hubiera esperado a reclamarte, entonces no tendrías dolor
al irte. Si te hubiera conocido antes de morderte, entonces
habría sabido que tenías que irte todos los días y
habríamos evitado el dolor.
—Me gustan tus marcas de mordiscos —dice mientras se
sienta en la cama, rodeando mi cintura con sus brazos y
apoyando su barbilla en mi pecho.
Me mira, con sus ojos azules claros y grandes.
—A mí también me gusta verlas sobre ti.
La empujo hacia la cama y me arrastro sobre el colchón
tras ella. Nos recostamos de lado, uno frente al otro, y
apoyo mi mano en su cadera, apretando la fina tela con mi
mano.
—No puedes arrancarlo. No tengo nada más que
ponerme — dice.
«Reto aceptado.»
Me encanta ver a mi compañera con esa ropa tan
escasa, pero no puedo dejar que otros machos la vean así.
Le daré algo de mi ropa y podrá ponérsela en lugar de esta
tela. Mis labios se encuentran con los suyos y la pongo de
espaldas. Mis piernas se colocan a horcajadas sobre sus
muslos, apretando sus piernas. Gime bajo mí y se contonea
ligeramente cuando presiono más su clítoris. Subo las
manos y agarro el corpiño de su vestido, rasgándolo por el
centro antes de que pueda detenerme. Sus tetas se
derraman mientras jadea hacia mí.
—¡RYLAN!
Le sonrío y me inclino para llevarme a la boca uno de los
pezones. Lo acaricio con la lengua, mordiéndolo
suavemente antes de volver a chuparlo. Clem se arquea
debajo de mí, intentando que me meta más en la boca.
Aprieto sus tetas con las manos, apoyando más mi peso en
sus muslos para mantenerla en su sitio. Paso de un pecho a
otro hasta que Clementine gime y pide más.
—Fóllame, Rylan —gime Clem y suelto su pico rígido.
—No voy a follarte.
Me hace un mohín y casi me rindo. Me resulta difícil
negarle algo, pero tengo mis razones.
—No voy a tomarte de esa forma hasta que te entregues
plenamente a mí. Hasta que aceptes quedarte aquí
conmigo para siempre.
Ella me observa, tratando de decidir cuán serio voy con
mi decisión, pero estoy seguro.
—Eso no significa que no pueda cuidarte de otras
maneras —digo mientras me abro paso besando su cuerpo
y entre sus muslos.
Mi oso ruge cuando ve los labios de su sexo brillando
para nosotros. Respira y quiere enterrar su cara entre sus
muslos y lamer toda su miel. Estamos de acuerdo y pronto
empujo sus rodillas hasta su pecho, abriéndola
completamente para mí y enterrando mi cara en sus suaves
pliegues rosados. Froto mi cara sobre los labios de su sexo,
queriendo que su humedad cubra mi cara.
La lamo, rodeando su clítoris y comiéndola hasta un
orgasmo y luego otro. Estoy a punto de trabajar en un
tercero cuando la música empieza a sonar. Clem suelta un
grito, rodando hacia un lado y sacando su teléfono de
debajo de ella. Apaga la música y me mira disculpándose.
—Era mi alarma. Tengo que ir a casa.
Mi oso gruñe al oír eso, pues no le gusta la idea de que
vuelva a dejarnos tan pronto. O en absoluto.
—Podrías quedarte esta noche —le ofrezco.
—Ojalá pudiera, pero mi madre… —se interrumpe y lo
entiendo.
La ayudo a bajar de la cama y le saco unos pantalones
de deporte y una camiseta. Está nadando en ellos, pero mi
oso y yo sonreímos con satisfacción al verla con mi ropa,
con mi olor por todas partes. La acompaño hasta su coche y
le doy un beso de despedida antes de que se suba a él, me
salude y se marche. El dolor vuelve a aparecer y me froto
distraídamente el pecho antes de darme la vuelta y entrar
en casa.
Solo faltan veinticuatro horas para que vuelva a tener a
mi chica en brazos.
DIEZ

Clementine

LA MAÑANA SIGUIENTE ES DURA.


Me despierto tarde, la noche que pasé con Rylan me
agotó y me olvidé del despertador. Me sorprende que mi
madre no me haya despertado como suele hacer. Salto de la
cama y corro por mi habitación como un tornado tratando
de vestirme y salir por la puerta lo más rápido posible. Sé
que voy a llegar tarde al trabajo y solo espero que mi jefe
sea benévolo conmigo. Nunca llego tarde y hago horas
extras para cubrir a mi jefe al menos dos veces al mes.
Corro por el pasillo y me detengo en la habitación de mi
madre para ver cómo está. Parece que está triste y tiene los
ojos cerrados. Me planteo despertarla, pero ya se me hace
tarde. Le traigo un vaso de Ensure y lo dejo en la mesita de
noche para que se lo tome más tarde.
Me apresuro a ir al coche y acelero todo el camino hasta
el trabajo. Tengo suerte de que no me paren o me multen.
Llego corriendo al trabajo y me detengo en seco cuando
veo a mi jefe de pie junto a la puerta.
Me espera.
—Qué bien que te hayas unido a nosotros, Clementine —
dice sarcásticamente y me doy cuenta de que esto no va a
terminar bien.
—Siento mucho llegar tarde. No volverá a ocurrir, lo
prometo.
—No puedo permitir que llegues tarde, Clementine. Lo
siento, pero estás despedida.
Me quedo boquiabierta, con lágrimas calientes en los
ojos.
—¿En serio? Llego tarde UNA VEZ, ¿y me despides?
¿Cuántas veces he llegado tarde mientras tú te ibas
temprano?
—Soy el jefe, Clementine. Por favor, deja la etiqueta con
tu nombre.
Pestañeo mientras arranco la etiqueta con mi nombre y
se la arrojo. Salgo furiosa de la tienda, encerrándome en mi
coche antes de dejar salir mi ira. Grito mientras las
lágrimas se derraman por mis mejillas. No puedo creer que
esto esté sucediendo. «¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy
a poder pagar todas las facturas?»
Me invade la rabia. Rabia contra mi jefe por tratarme
como una mierda, rabia contra mi madre por haber sido
una mierda toda mi vida y haberme dejado para cuidarla, y
rabia contra Rylan. Si no me hubiera quedado hasta tarde
anoche, no me habría quedado dormida esta mañana. Sé
que en realidad no es culpa suya, pero ahora necesito a
alguien a quien culpar y él es un blanco fácil.
Arranco el coche y me dirijo a casa. Supongo que pasaré
el resto del día rellenando solicitudes de empleo. Estaciono
afuera y suspiro mientras pienso en el dinero que tengo en
mis ahorros. Me servirá para un par de semanas, pero
luego estaré jodida. Entro y saludo a mi madre mientras
dejo las llaves en el cuenco de la puerta.
Al no recibir respuesta, me dirijo al pasillo de su
habitación. Asomo la cabeza por la esquina y veo que mi
madre sigue durmiendo. Está muy pálida y me acerco a la
cama para despertarla. Mi mano toca la suya y jadeo al
sentir lo fría que está. Se me llenan los ojos de lágrimas y
me hundo en la silla junto a la cama.
—¿Mamá? —susurro, pero no se despierta.
—¿Mamá? —lo intento de nuevo, esta vez más fuerte.
Se me escapa un gemido cuando me doy cuenta de que
se ha ido. Entierro la cara entre las manos y lloro.
Sollozo entre las manos, afligida por mi madre,
intentando comprender cómo será mi vida ahora. El estrés
del día me alcanza y solo quiero no estar sola. Quiero a
Rylan, pero todavía estoy enojada por haber sido
despedida. Sé que no es justo, pero no puedo evitarlo.
Descuelgo el teléfono, pulsando el número uno en la
marcación rápida y espero a que ella descuelgue.
—¡Hola, Clem! ¿Qué pasa? ¿Ocupada con Rylan? —
responde Delaney en cuanto atiende el teléfono. Puedo oír
la felicidad burlona en su voz y eso solo hace que se me
derramen más lágrimas de los ojos.
—¿Clem? —pregunta Delaney, con preocupación en su
voz.
—Es mi madre. Murió.
—Estoy en camino —responde inmediatamente.
ONCE

Rylan

ME DESPIERTO TEMPRANO, con ganas de hacer mis


tareas para poder esperar a Clem en casa por si vuelve
antes. Sé que es una posibilidad remota, pero mi oso y yo
no queremos perdernos ni un segundo con ella. Lleva todo
el día ansioso, deseando que vuelva a estar entre nuestros
brazos. Sigo levantando mi camiseta hasta la nariz,
respirando su dulce aroma. No me he duchado ni me he
cambiado la camiseta de ayer, queriendo poder olerla todo
el día. Espero que siga oliendo como yo y mi oso ruge
dentro de mí, exigiendo que vayamos a verla y lo
averigüemos.
Sé que Clem piensa que me aburriría solo con verla
trabajar o cuidar de su madre, pero la verdad es que nunca
podría aburrirme cuando estoy con ella. He estado
pensando en cómo plantear que podría ir de nuevo con ella.
Me dijo que tenía que confiar en ella, confiar en que
volvería conmigo, pero esta tontería de estar separados es
una mierda.
Mi mano se frota sobre mi corazón, el dolor ahora
demasiado familiar extendiéndose por mi pecho. Mi oso
gime, queriendo a su compañera, e intento calmarlo
recordando que Clem estará aquí en un par de horas.
Hoy es mi día para llevar los productos a la ciudad y
cargo el remolque unido a mi vehiculo y hago el corto viaje
a la ciudad. Estoy detrás del pequeño almacén general,
descargando los contenedores y llevándolos a la tienda.
Tengo otra carga para el Shifty Diner de al lado y estoy a
punto de meter la primera caja cuando la puerta se abre y
salen Finn, Krew, Kai, Easton y Slate.
Sonríen al saludarme y murmuro un agradecimiento
cuando cada uno de ellos toma las otras cajas sin que yo
tenga que pedírselo. Los llevamos a la nevera de la parte
trasera del restaurante antes de volver a salir.
—Me preguntaba cuándo volverías a la ciudad —se burla
Kai.
—Enhorabuena por haber encontrado a tu compañera,
Ry —dice Easton y puedo ver que se alegra de verdad por
mí.
—¿Cuándo vamos a conocerla? No es justo que estos dos
ya lo hayan hecho —dice Krew, señalando con el dedo a
Slate y Finn.
—Pronto —digo. Todavía no estoy preparado para
compartirla con nadie.
—Delaney la echa de menos. Ella esperaba que ustedes
vinieran a cenar o algo pronto —dice Finn.
—Se lo pediré esta noche —le digo, pero espero poder
aplazarlo un par de días.
Acabamos de aparearnos y quiero pasar todo el tiempo
posible a solas con ella. Ahora mismo, no es mucho y no
quiero perderlo con otras personas. Aunque apuesto a que
Clem también echa de menos a Delaney y un buen
compañero no sería tan egoísta como para tenerla
encerrada con él todo el tiempo.
Hablo con los chicos durante unos minutos más, pero mi
oso y yo estamos ansiosos por volver a casa y esperar a
nuestra pareja. Me despido y me apresuro a esperar en
casa. Me paso el resto de la tarde mirando por la ventana
delantera o paseando por el porche. Cuando cae la noche y
aún no hay rastro de ella, la preocupación empieza a llenar
mis entrañas.
«¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si tuvo un accidente de
coche o alguien se la llevó?» Mi oso gruñe ante ese último
pensamiento, dispuesto a destrozar a quienquiera que
piense que puede arrebatarme a mi compañera.
Cuando a las ocho todavía no ha aparecido, me dirijo a
la casa de Finn. El pánico me atenaza la garganta mientras
corro por el bosque hasta la puerta de su casa. Llamo a la
puerta, pero me doy cuenta de que no hay nadie en casa.
Giro, salgo de las escaleras y atravieso el bosque hasta
llegar a la casa del alfa.
Golpeo la puerta y Slate la abre un segundo después,
pareciendo molesto hasta que me ve. Entonces algo
parecido a la preocupación llena sus ojos. Esa mirada me
revuelve el estómago.
—¿Dónde está Finn? Mi compañera no ha aparecido y
necesito encontrarla.
—Está con Delaney. Pensé que ya lo sabías, que ya te
habías ido.
—¿Saber qué? —grito.
—La madre de Clementine, falleció esta mañana.
Delaney y Finn fueron a estar con ella. Lo siento, Rylan. Lo
juro, pensé que ya lo sabías.
Mis rodillas casi ceden. Mi compañera está afligida y yo
no estoy ahí para consolarla. Mi oso se hace cargo entonces
y cambio, saliendo por el bosque. Me mantengo cerca de la
carretera todo el camino mientras corro hacia Kalispell,
hacia mi compañera. Sigo su olor hasta una pequeña casa
amarilla de aspecto ordenado. La moto de Finn está
estacionada en la entrada y me escondo detrás de los
arbustos junto a la puerta principal antes de volver a
cambiar.
Llamo a la puerta y atraigo a Clem a mis brazos en
cuanto abre la puerta. Tiene la cara roja, los ojos hinchados
y se me parte el corazón por ella. Nos quedamos en la
entrada durante unos minutos. La abrazo y trato de
consolarla mientras llora en mi pecho. Finalmente, se
separa y se seca los ojos con el dorso de la mano mientras
me observa.

—¿POR qué estás desnudo?


DOCE

Clementine

ESTOY TIRADA en mi cama doble con mi cuerpo pegado


al de Rylan. Sus brazos me rodean la cintura y mi cabeza
descansa sobre su pecho. Cuando apareció en la puerta de
mi casa sin nada de ropa, le ofrecí una manta. No puedo
creer que haya corrido hasta aquí para estar conmigo.
Me había esforzado durante todo el día en aferrarme a
mi enojo y culparlo por haber hecho que me despidieran,
pero en cierto momento me di cuenta de que solo lo hacía
para no tener que lidiar con todo lo demás. En cuanto
Delaney y Finn aparecieron, no pude contener las lágrimas.
Delaney me sostuvo mientras lloraba y luego me ayudaron
a llamar a algunas funerarias. Hay una cantidad
sorprendente de cosas que hacer una vez que alguien
muere y tuve suerte de tener a mis amigos aquí para
ayudarme.
Había querido contactar con Rylan tantas veces hoy,
pero él no tenía teléfono y la única forma que conocía de
ponerme en contacto con él era llamar a Finn y a Delaney,
que ya estaban aquí. El alivio me recorrió cuando abrí la
puerta y lo vi allí de pie. En cuanto sus brazos me
estrecharon contra su pecho, todo el estrés pareció
desvanecerse. Al menos durante unos minutos.
Finn y Delaney están durmiendo en la antigua
habitación de Delaney y se han acostado hace una hora.
Rylan también me ha llevado a la cama, pero no he podido
conciliar el sueño. Rylan ha estado dibujando círculos en mi
espalda, con su pecho subiendo y bajando lentamente
mientras intenta reconfortarme. Me doy cuenta de que no
sabe qué hacer en este momento, pero el mero hecho de
saber que sigue aquí, incluso cuando las cosas se pusieron
difíciles, significa mucho para mí.
Debo de haberme quedado dormida en algún momento
porque me despierto y veo el sol brillando a través de la
ventana de mi habitación. Estoy sola en mi cama y miro a
mi alrededor para ver que Rylan tampoco está en el
dormitorio conmigo. Me restriego las manos por la cara
antes de rodar fuera de la cama e ir a buscarlo. Lo
encuentro en la cocina, de pie junto a los fogones con una
manta alrededor de la cintura mientras remueve algo en el
fuego.
Es extraño ver a un tipo grande como Rylan en nuestra
pequeña casa. Sonrío por primera vez en días mientras me
acerco a él y le rodeo la cintura con los brazos.
—¿Qué estás preparando?
—Unos huevos revueltos y salchichas. Era todo lo que
tenías en la nevera.
—Huele bien —digo, enterrando mi nariz en el centro de
su espalda.
—¿Cómo estás esta mañana? —me pregunta en voz baja.
—Estoy bien —digo, presionando un suave beso en su
espalda.
—¿Con qué necesitas ayuda aún?
—Necesito ir a la funeraria y elegir el resto de las cosas
para el funeral, pagar eso, limpiar su habitación, limpiar la
casa, hacer un listado general de la casa, encontrar otro
trabajo…
—No necesitas otro trabajo. Puedes mudarte conmigo y
yo te cuidaré. Aunque puedo ayudarte con el resto de tu
lista.
—Vamos a pasar los próximos días y luego podemos
hablar de que me mude contigo.
Rylan gruñe, pero no insiste en el tema. Finn y Delaney
se reúnen con nosotros en la cocina y los celos me corroen.
No quiero que Delaney esté en una habitación con mi
compañero cuando está desnudo y, a juzgar por la mirada
de Finn, él siente lo mismo.
—Oye, Rylan, ven conmigo —le digo, tomando su mano y
llevándolo a mi habitación.
—Deshazte de la manta —le digo mientras saco mi kit de
costura y algunas telas de un rincón de la habitación.
Tomo mi cinta métrica y rápidamente tomo las medidas
de Rylan, haciendo lo posible por ignorar su grueso
miembro mientras trabajo. Corto la tela, utilizando un
patrón que he hecho tantas veces que podría hacerlo con
los ojos cerrados. Rylan me observa mientras saco la
máquina de coser y cambio el hilo. Se queda mirando
mientras le coso primero un pantalón y le añado un elástico
en la cintura. Empiezo a coserle la camiseta mientras se la
pone y me tengo que morder el labio cuando miro hacia
arriba y veo su silueta en la fina tela.
Me apresuro con su camiseta, haciendo una simple
camiseta con restos de tela de jersey. Se la arrojo a
continuación y guardo mi equipo mientras él se la pone. La
camiseta se adhiere a su pecho y a sus brazos y se me hace
agua la boca al verla. Mis pezones se tensan hasta
convertirse en picos rígidos. La erección de Rylan crece y
sé que puede sentir cómo crece mi pasión, pero ahora no es
el momento, así que intento librarme de ella, dando un
paso atrás y agarrando el pomo de la puerta.
¿Por qué me resisto a ir a Ash Mountain? Este hombre
es todo lo que cualquier mujer desearía y está
comprometido conmigo. Se esfuerza por mí, trata de ser
amable y gentil y es tan caliente en el dormitorio que
apenas puedo evitar rogarle que me tome cada vez que
estamos solos.
—¡Chicos! El desayuno está listo —llama Delaney por el
pasillo y yo prácticamente salgo corriendo de la habitación.
Comemos en silencio y odio que nadie sepa qué decir.
Debería intentar entablar una pequeña charla, pero ahora
mismo no tengo ganas de hacerlo. Después subimos a mi
coche y nos dirigimos a la funeraria. Ayer se llevaron el
cuerpo de mi madre y elegí una urna, pero hoy tengo que
regresar a pagar todo. Delaney y Finn esperan en el coche
mientras Rylan me lleva dentro. Ya sé que los costes del
funeral arrasarán con mis ahorros.
Nos encontramos con el mismo tipo que me atendió ayer
y saco mi cartera. El tipo es educado y cortés cuando le
entrego mi tarjeta de débito. Nos dice lo que podemos
esperar del proceso de cremación y me dice cuándo tengo
que volver. Le doy las gracias en silencio mientras Rylan
me lleva de vuelta al coche. Antes de que lleguemos a él, lo
detengo. Su mano me rodea la cintura y me mira con
preocupación.
—Quiero mudarme a Ash Mountain. Quiero vivir contigo,
compañero.
TRECE

Rylan

HE PASADO la última semana en Kalispell con Clem,


Finn y Delaney. Limpiamos la casa y organizamos una venta
de garaje para deshacernos de la mayoría de las cosas.
Todo lo demás lo pusimos en la parte trasera del coche de
Clem y Slate condujo su jeep para transportar una parte a
nuestro hogar. Ayer pusimos la casa en venta y ya ha
habido cierto interés por ella. Espero que se venda
rápidamente y sé que Clem también espera lo mismo.
Esta noche, ambos estaremos de vuelta en nuestra casa.
Mi compañera está en el dormitorio guardando sus cosas
mientras yo nos preparo algo de comer. Me encanta tenerla
aquí y mi oso no podría estar más de acuerdo. Lleva todo el
día acurrucado dentro de mí, sonriendo con aprobación
cuando entramos en una habitación y vemos las
pertenencias de nuestra compañera junto a las nuestras.
Me encanta que esté aquí para quedarse. Se acabaron
las horas robadas por la noche. Ahora podemos conocernos
de verdad, ser realmente compañeros en todo el sentido de
la palabra. Le he dado un poco de espacio para que pueda
llorar a su madre, pero los últimos días no parecía tan
afectada. Intenté animarla cuando todavía estábamos en
casa de su madre, llevándole flores que yo mismo recogía y
el desayuno en la cama cada mañana.
Se queda dormida en mis brazos todas las noches, pero
eso es todo lo que hemos estado haciendo. Quería darle
tiempo para que se adapte a la nueva casa y para que
procese todo lo que ha pasado en la última semana. Sin
embargo, esta noche es la luna de apareamiento y ya puedo
sentir que empieza la llamada. A juzgar por lo mucho que
Clem se ha acercado a mí, creo que ella también lo siente.
Intenté explicarle cómo se sentiría esta noche, pero nunca
antes lo he experimentado y solo pude basarme en lo que
me habían descrito.
No quiero que piense que voy demasiado deprisa o que
la estoy apurando y le ofrecí irme. Tampoco me gustó esa
opción porque he oído que puede ser doloroso pasar el
calor sin tu compañero y a ella le dolería aún más tener que
lidiar con el dolor de que yo no estuviera a su lado. Sin
embargo, quería ofrecérselo. Si Clem necesitaba más
tiempo para llorar a su madre, yo se lo daría.
—Estoy lista para más, Rylan. Has sido tan perfecto y
estoy lista para ser tu compañera. Completamente.
Eso es lo que dijo y mi oso y yo nos sentimos aliviados.
Me alegro de que Clem por fin vea lo perfectos que somos
el uno para el otro. Eso fue esta mañana y quise llevarla a
la cama en ese mismo momento, pero sé que esta será la
primera vez de ambos y quería hacer algo especial para mi
compañera.
He pasado la tarde recogiendo flores y cubriendo
nuestro dormitorio con ellas. Compré un par de velas en la
ciudad cuando dejé la entrega de productos y ahora
parpadean en la cómoda y la mesita de noche. Hay unas
cuantas velas más en el baño, metidas en la esquina de la
bañera. Añado un poco más de burbujas al agua caliente y
compruebo la temperatura antes de ir a buscar a mi
compañera.
Está en la cocina, terminando su plato de sopa. He
comido antes, sabiendo que necesitaría algo de tiempo para
preparar nuestro dormitorio.
—¿Lista? —pregunto y puedo ver la mirada hambrienta
en sus ojos.
—Definitivamente.
Me toma de la mano y la conduzco por el pasillo hasta
nuestro dormitorio y luego al baño. Jadea cuando ve todas
las flores y las velas y se inclina más hacia mí cuando le
muestro su baño de burbujas.
—He pensado que podríamos bañarnos juntos primero.
Clem ya se está quitando la ropa cuando me giro para
mirarla y mi oso y yo gemimos cuando nos revela sus
curvas perfectas. Se quita los vaqueros antes de meterse
en la bañera y me mira mientras se desliza bajo las
burbujas.
—¿Te unes a mí?
Asiento con la cabeza y me arranco la ropa para poder
meterme en el agua con ella. Se ríe cuando tropiezo con
mis propios vaqueros y se inclina hacia delante para que
pueda meterme en la bañera detrás de ella. Se apoya en mi
pecho y la rodeo con mis brazos. Mi erección está metida
entre su espalda y mi estómago y la sensación de su piel
húmeda y cálida rozándose con ella es casi demasiado para
mí.
Clem me sube y baja las manos por los muslos y yo me
aguanto un gemido mientras me uno a ella. Mis manos
bajan por sus brazos y se sumergen bajo las burbujas para
encontrar sus pechos duros. Mis dedos trazan suaves
círculos alrededor de sus areolas. La espalda de Clem se
arquea y trata de empujar sus pechos hacia mis manos. Se
mueve y se acerca hasta que mi pene se desliza entre sus
piernas. Éste sobresale de entre sus muslos y, mientras le
acaricio los pezones, empieza a mecerse contra mi
longitud.
Los labios de su sexo se deslizan a lo largo de mí, la
punta de mi miembro choca con su clítoris antes de volver
a bajar. Sigo con el mismo ritmo lento en sus tetas y con
cada ronda las manos de Clem se aprietan más y más en
mis muslos. Se agarra a mis piernas, clavando las uñas, y
empieza a apretarme, con las caderas moviéndose cada vez
más rápido. Acurruco mi cara en su cuello, escuchando su
respiración acelerada mientras se acerca a su primer
orgasmo. Quiero que tenga al menos dos para que esté bien
mojada cuando la tome por primera vez.
Oigo su respiración agitada y sé que está cerca. Muevo
mis caderas bajo ella, frotando mi miembro por sus
pliegues mientras mis dedos dejan de hacer círculos. Clem
gime y se arquea debajo de mí, y yo le lamo el cuello,
mordiéndola ligeramente mientras le pellizco los pezones.
Se corre con un gemido, gritando mi nombre hacia el techo
mientras se frota contra mí. Se desploma sobre mí, con el
pecho enrojecido mientras recupera el aliento.
El agua empieza a enfriarse, así que tiro del desagüe y
la levanto en brazos, llevándola a nuestro dormitorio.
Retiro el edredón y la arropo para que no tenga frío. Me
deslizo a su lado, tirando de ella hacia mí y enganchando su
pierna sobre mi cadera, abriéndola hacia mí. La llamada de
apareamiento es más fuerte ahora que la luna está alta y la
necesidad de enterrarme dentro de ella crece con cada
segundo que pasa. Los ojos azul claro de Clem se han
oscurecido y sé que ella también puede sentir la lujuria.
Mis dedos rozan su marca y ella se estremece contra mí,
con un pequeño orgasmo recorriéndola. Desciendo mis
dedos entre sus pechos, sobre su vientre, para colocarlos
entre sus piernas. Todavía está mojada por el orgasmo en la
bañera y mis dedos se deslizan suavemente sobre ella.
—Rylan —gime cuando introduzco un dedo en su núcleo
empapado.
Mi dedo entra y sale de ella despacio, curvándose para
encontrar ese punto secreto dentro de ella y frotando hasta
que su excitación empieza a correr por mis dedos y a cubrir
mi mano. A continuación, añado un segundo dedo, con los
ojos clavados en la cara de mi compañera y observo cómo
el placer se apodera de sus facciones. Vuelve a estar cerca
y añado mi pulgar, rodeando su clítoris en lentos círculos,
como antes con sus pezones. Clem gime y sus caderas
empiezan a moverse con más fuerza contra mi mano.
—Eso es, Ricitos de Oro. Cabalga sobre mi mano.
Gime, sus ojos se cierran mientras se agarra a mis
hombros y los utiliza como palanca para montar mis dedos.
Sus uñas se clavan en mi piel y tanto mi oso como yo
gemimos ante la sensación, amando que también tengamos
una marca de nuestra compañera. La respiración de Clem
se entrecorta, y un rubor rojo se extiende por sus mejillas
cuando se acerca a su punto álgido. Su pelo rubio se
enreda en su cabeza y algunos mechones empiezan a
pegarse a su frente. Sus ojos se abren y se fijan en los míos
cuando se corre de nuevo, su boca forma una O perfecta
mientras se retuerce contra mi mano.
—Más —gime, sus caderas no se detienen mientras
persigue otro orgasmo.
La necesidad es demasiado para mí y sé que ha llegado
el momento.
—Necesito estar dentro de ti, compañera.
—¡Dios, sí! —grita, poniéndose de espaldas y abriendo
bien sus muslos para mí.
Mi oso ruge de aprobación mientras me muevo entre sus
piernas con mis manos apoyadas a ambos lados de su
cabeza. Alineo mi pene con su brillante abertura y la miro
mientras empiezo a hundirme en su calor. No llego muy
lejos antes de que mi pene choque con su virginidad y me
inclino hacia abajo, hundiendo mis dientes en la parte
inferior de su pecho mientras la penetro profundamente.
Clem grita, pero solo oigo placer en el sonido. Su sexo me
aprieta como una pinza y juro que mis ojos giran hacia
atrás al sentir toda su suavidad aterciopelada
envolviéndome.
Hago una pausa cuando estoy enterrado en ella, dejando
que se acostumbre a la sensación de estar tan llena, pero
no puedo esperar mucho. Me retiro con cuidado, buscando
cualquier signo de incomodidad en la cara de Clem, pero
únicamente veo placer. Gime cuando solo tiene la punta
dentro de ella, y levanta las caderas para intentar meterme
de nuevo en su apretado calor.
—Más fuerte, compañero —me insta, y sus manos se
acercan a mis bíceps cuando empiezo a moverme con más
fuerza contra ella.
Me inclino más sobre las rodillas y mis manos se
levantan para agarrar el cabecero mientras empiezo a
penetrarla. La llamada de apareamiento se apodera de mí y
me pierdo en mi compañera mientras la penetro como el
animal que soy. Siento un cosquilleo en la base de la
columna vertebral y mi clímax empieza a llegar justo
cuando Clem echa la cabeza hacia atrás y grita.
Su sexo se aprieta en torno a mí, succionando el semen
de mí y yo la sigo hasta el límite, rugiendo mientras la lleno
de mi semilla. Todavía se está corriendo cuando me siento
sobre mis talones y la atraigo hacia mi regazo, sus piernas
cuelgan sobre mis brazos mientras mantengo mis manos
alrededor de su cintura y la hago rebotar sobre mi pene.
Un orgasmo se convierte en otro y siento que su sexo se
aprieta mientras sigo moviéndola hacia arriba y hacia
abajo.
—No voy a parar esta noche, Ricitos de Oro. Me voy a
quedar enterrado en este dulce sexo toda la noche —le
prometo.
—¡Sí! —grita mientras empieza a correrse de nuevo.
Después de ese orgasmo, la volteo y mantengo mi miembro
dentro de ella mientras la acomodo sobre sus manos y
rodillas en el centro de la cama. Se echa el pelo rubio por
encima del hombro mientras me mira. Sus ojos azules se
oscurecen de lujuria, sus labios rojos se hinchan y se
separan al verme agarrar sus caderas y empezar a
penetrarla.
—¿Te gusta ver a tu compañero reclamandote, Ricitos de
Oro? —gruño y ella asiente.
Mis dedos se clavan en sus caderas mientras la penetro
desde atrás.
—Siento que me estiras mucho más de esta manera —
gime Clem y empieza a mover sus caderas hacia atrás para
recibir mis embestidas.
Mi oso ruge de orgullo mientras hacemos que nuestra
compañera se corra una y otra vez. Fiel a mi palabra, le
hago el amor a Clem durante toda la noche y, cuando por
fin empieza a salir el sol, somos una pila sudorosa y
jadeante en la cama. Mi compañera parece completamente
satisfecha y luce unas cuantas marcas de mordiscos nuevas
en la espalda y el hombro.
—Santa mierda. ¿Siempre será así? —pregunta Clem.
—Me aseguraré de que siempre sea así. Me aseguraré
de que siempre estés satisfecha, de que siempre seas feliz
—le prometo.
Le retiro el pelo de la cara y me inclino para darle un
suave beso en los labios.
—Te amo, Ricitos de Oro.
—Yo también te amo, compañero.
Mi corazón se hincha cada vez que me llama compañero
y entierro mi cara en su pelo, respirando su dulce aroma.
Clem apoya su cabeza en mi pecho, con mi pene aún
enterrado dentro de ella, mientras se duerme con una
sonrisa de felicidad en los labios.
CATORCE

Clementine

DOS MESES DESPUÉS…

ME PASEO NERVIOSA por el cuarto de baño mientras


espero a que el test de embarazo haga lo suyo. Le dije a
Rylan que iba a trabajar un rato en mi cuarto de costura,
pero en realidad solo quería usar el baño de invitados para
hacerme la prueba. Llevamos dos meses viviendo juntos y
apenas tengo tiempo a solas, aunque no me quejo.
La casa de mi madre se vendió el mes pasado y
acabamos de firmar el otro día. Es un alivio tener el dinero
de eso y no tener que preocuparme por tener que hacer
nada más con él. Rylan me trasladó a su casa en cuanto
estuve lista y hasta me sorprendió con un pequeño cuarto
de costura en la parte trasera de su casa. Tiene vistas al
jardín y sé que eligió esta habitación para poder vigilarme
cuando estuviera fuera trabajando.
La manada se enteró de que sabía coser y me he
dedicado a hacer ropa y a hacer arreglos. Todavía trabajo
con algunas tintorerías haciendo arreglos y entre eso, y lo
que gana Rylan, tenemos todas las cuentas cubiertas. De
todos modos, no tenemos muchos gastos, ya que todo sale
de la naturaleza en nuestra casa. La ciudad es lo
suficientemente pequeña como para poder ir andando a la
mayoría de los sitios o ir en el vehículo de carga.
Doy otra vuelta por el baño, esperando los últimos
minutos antes de que la prueba esté lista. Hace dos
semanas que sospecho que podría estar embarazada y
ahora estoy oficialmente retrasada. No sería una sorpresa
que estuviera embarazada. No con la forma en que Rylan y
yo nos ponemos en ello cada noche. Sonrío al recordar
cómo lo sorprendí la otra mañana.
Casi siempre se levanta antes que yo, pero esa mañana
le gané. Me escabullí de sus brazos y me metí bajo las
mantas. Su pene estaba duro y apoyado en su estómago y
sonreí mientras abría la boca y tomaba todo lo que podía en
mi boca. Solo conseguí chuparlo durante un minuto antes
de que se despertara de golpe y me levantara para que me
encontrara con su boca. Me abrió las piernas y se introdujo
en mí mientras sus labios reclamaban los míos. Gemí
cuando sus dedos se clavaron en mis caderas y me hizo
rebotar encima de él. Me folló durante dos horas,
recordándome quién estaba al mando en nuestro
dormitorio. Me hizo gritarlo tantas veces que me quedé
ronca el resto del día.
Suena la alarma de mi teléfono y contengo la respiración
mientras le doy la vuelta al test, dejando escapar un
chillido al ver los resultados. Unos fuertes pasos retumban
en el pasillo hacia mí y giro justo cuando la puerta se abre
de golpe. Rylan está de pie, mirando alrededor de la
habitación en busca de una amenaza antes de que sus ojos
vuelvan a dirigirse a mí.
—¡ESTOY EMBARAZADA! —grito mientras me lanzo
hacia él.
—Lo sé —me responde mientras me atrapa.
—¿Qué quieres decir con que lo sabes?
—Soy un metamorfo. Puedo oler el cambio en ti.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunto, indignada
porque me haya arruinado la sorpresa.
—Alrededor de un mes —me responde encogiéndose de
hombros.
—¡¿Y NO SE TE OCURRIÓ DECÍRMELO?!
—Creía que tú también lo sabías —dice, con cara de
confusión.
Respiro profundamente, dejándolo salir lentamente
mientras lo miro.
—Si lo hubiera sabido, lo habríamos hablado. Se supone
que no debe haber secretos entre nosotros. Tienes que
decirme la próxima vez que sepas algo que yo no sepa.
—Lo haré. Pensé que lo sabías, lo prometo.
—Vamos a ser padres —digo mientras apoyo mi cabeza
en su pecho.
—Lo seremos.
—¡Nuestros hijos van a crecer con los de Finn y
Delaney! ¡Quizá ellos tengan un niño y nosotros una niña y
se enamoren! ¿No sería lo mejor?
Rylan gruñe y puedo ver que la idea de que alguien le
quite a nuestra hipotética hija no lo entusiasma. Me río de
su expresión y esta se suaviza cuando me sonríe.
—Te amo, Ricitos de Oro.
—Yo también te amo.
QUINCE

Rylan

DIEZ AÑOS DESPUÉS…

RODEO A MI COMPAÑERA con el brazo mientras nos


columpiamos en la hamaca del patio trasero. Nuestros
cachorros están luchando en la hierba un poco más lejos y
sonrío cuando mi hija le pega a mi hijo. Mi sonrisa cae
cuando veo la forma en que el hijo mayor de Finn, Jeremy,
la observa. Cada vez es más probable que Clem cumpla su
deseo y supongo que debería alegrarme de que sea con el
hijo de un amigo, pero sigue sin gustarme la idea de que
alguien me quite a mi niña.
Clem está tejiendo una manta de bebé para una mujer
que está embarazada en la ciudad. Empezó a tejer y a
hacer crochet cuando estaba embarazada de nuestra hija.
Decía que mecerse y tejer la ayudaba a relajarse y yo le
compré todo el hilo que pudiera desear para que estuviera
contenta. Ahora tenemos bufandas, gorros, calcetines,
jerseys y mantas de punto por toda la casa y sé que las
casas de nuestros amigos deben tener el mismo aspecto. A
mi compañera le encanta compartir las cosas que hace con
la gente que queremos.
Tuvimos a nuestra primera cachorra, Monica, un par de
meses después de que Delaney diera a luz y sé que a las
chicas les gustó estar embarazadas juntas y luego tener a
los pequeños juntos. Quizá por eso las dos se quedaron
embarazadas por segunda vez. Esa vez, las fechas de parto
se separaron solo una semana y cambiamos los géneros, un
niño para nosotros, Milo, y una niña, Delilah, para ellos.
Decidimos terminar después de dos y me alegro. Ver a
mi compañera pasar por el parto fue terrible para mí. No
podía soportar verla sufrir. Clem fue muy valiente y trató
de decirme que estaba bien mientras yo la tomaba de la
mano y me asustaba en silencio. Es la mejor compañera y
una madre aún mejor. Mientras estaba embarazada le
preocupaba tratar a sus hijos como su madre la había
tratado a ella. Intenté decirle que no era posible, que solo
eran las hormonas del embarazo las que la hacían dudar,
pero creo que no me creyó hasta que tuvo a nuestra hija en
brazos por primera vez. Se podía ver el amor que salía de
ella y debió saber que nunca haría daño a nuestros hijos
como su madre le hizo a ella.
Me encanta verla con nuestros cachorros. Les ha
enseñado a coser y ambos intentamos enseñarles a cocinar
y a cultivar el huerto. Es bonito poder pasar tanto tiempo
en familia.
El pelo rubio de Clem se agita con el viento,
golpeándome en la cara, y me río mientras se lo acomodo
detrás de la oreja. Me sonríe mientras sigue tejiendo y
suspiro. Tengo tanta suerte de haber podido convencer a
Clem de que estamos hechos el uno para el otro. Que
seremos compañeros para toda la vida.
DID YOU KNOW?

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Cameron Hart & Shaw Hart are a duo of romance authors who teamed up to
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