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LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

(Ef 1,10; Gál 4,4)

La escatología: Lo final por definitivo y lo definitivo por final. Aquello que ya no admitirá
cambio ninguno.

Llega con Jesús:


+El mensaje del ángel en Lc 1,26-33.
+Aparece en el Magníficat en Lc 1,46-55.
+Se hace también himno en el Benedictus en Lc 1,68-79.
+Se proclama con el Nunc dimitis en Lc 2,25-32.

Llega con la muerte y resurrección de Jesús:


+Lc 23,39-43.
+Lc 24,25-27.
La vida eterna ya empieza aquí, en lo que nosotros podemos experimentar como vida de
Dios en nosotros, como presencia del Espìritu, como amor que nunca pasarà ( 1 Cor 13,8).

1.La plenitud de los tiempos o del tiempo, “no sólo colma y cierra el pasado, sino que,
sobre todo, mira a “las cosas por venir” y abre “la época futura”. Han comenzado ya “los
últimos tiempos”, “los últimos días”, “la última hora” dentro de la historia: la edad
escatológica (cf Hechos 2,17; Heb 2,5; 6,5; 1 Pe 1,20; 1 Jn 2,18). No se puede esperar una
época posterior, específicamente distinta de la que ahora comienza; porque no puede haber
un evento salvífico específicamente distinto y cualitativamente superior al de la
encarnación del Hijo de Dios.”
Manuel M. González Gil; Cristo, el Misterio de Dios; BAC, Tomo I, Madrid, 1977, pág.
201.

En el mundo mesiánico todo será sagrado. En el judaísmo esto alcanza una consumación
altamente realista. Lo profano es ahora considerado sólo como una etapa preliminar de lo
sagrado; es lo que todavía no está santificado: Pero la vida humana está destinada a ser
santificada en toda su naturaleza, es decir, en toda su estructura creada. “Dios habita donde
uno lo deja entrar” dice un proverbio judío. La santificación del hombre significa
precisamente este “dejar entrar”. Básicamente lo sagrado en nuestro mundo no es otra cosa
que estar abierto a la trascendencia, así como lo profano no es más que estar cerrado a la
trascendencia. La santificación es el acto de abrirse. (Para este párrafo ver Martín Buber,
Imágenes del bien y del mal; Ediciones Lilmod, Buenos Aires, 2006, p77).

2.”No puede, pues, haber una revelación posterior; porque él nos ha dado a conocer todo lo
que él mismo ha oído de su Padre (Jn 15,15). El Espíritu Santo, que él enviará después de
su exaltación a los cielos, no hará más que dar testimonio sobre él (Jn 15,26) y hacer
comprender la revelación realizada en él (Jn 14,26).
Manuel M. González Gil; Cristo, el Misterio de Dios; BAC, Tomo I, Madrid, 1977, pág
358-359.

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3.”Ni después de él habrá más revelación, porque la era de los profetas se cerró con el
Bautista y desde entonces, por estar presente Jesús, se predica el reino de Dios (Mt 11,9-
15)”
Manuel M. González Gil; Cristo, el Misterio de Dios; BAC, Tomo I, Madrid, 1977, pág.
434.

4.”Jesús, en cambio, se considera como el profeta definitivo después del cual no puede
haber más profetas; porque la salvación que ellos anunciaban está ya presente en él; “ha
llegado a su plenitud el tiempo, el reino de Dios está ya aquí” (Mc 1,15). Dentro de la
historia de la salvación no hay posibilidad de una época esencialmente nueva; porque por
Jesucristo y en él Dios ha dicho su última palabra. Ya sólo queda por esperar la
manifestación consumada de las realidades existentes: esa manifestación sin velos y sin
enigmas que ha de poner el punto final a la historia (1 Cor 13,9-12).
Manuel M. González Gil; Cristo, el Misterio de Dios; BAC, Tomo I, Madrid, 1977,
pág.463.

5. ¿Qué juicio “final” puede haber cuando llegue el Reino de Dios si quien reina es Dios y
Dios es eterno? En la eternidad no tiene sentido nada que haga referencia al tiempo, que es
una categoría nuestra, humana, y que no cabe en el “tiempo” de Dios, que es la eternidad
misma. “Final” o “inicial”, en la eternidad todo sería lo mismo.

6.Si en la Biblia, el juicio que pone las cosas en su lugar se le deja a Dios es sólo porque El
es el único dueño de todo. El debe y puede reivindicar lo suyo.

7.Conforme a la predicación de algunos “cristianos”, el juicio final no es sino una elegante


forma de venganza. El Dios que nos prohíbe toda forma de venganza ¿iba a encontrar El
para sí una forma refinada de venganza?

8.O esta vida tiene sentido, todo el sentido que puede tener la vida, o lo tiene la “otra” vida,
paralela, ajena, posterior. Si es esta vida la que tiene sentido, todo el sentido, tiene sentido
la resurrección y, por ello, nuestra fe. Si “otra” vida es la que tiene sentido, este mundo,
nuestro mundo, no es sino un mundo paralelo al verdadero mundo y lo que ocurre aquí no
tiene verdadera trascendencia. Según el Evangelio todo lo que ocurre aquí es decisivo (Lc
16; Mt 10,33; 25,31-46; Lc 6,21-25). Si hay un más allá será mera consecuencia del aquí y
del ahora. Lo que en el Evangelio se nos promete es el Reino, no el cielo; y somos nosotros
los que podemos y debemos entrar allí, no nuestras almas. Lo que se no promete es un
universo renovado (una nueva creación con un nuevo Adán, un hombre nuevo, un hombre
renovado) “un nuevo cielo y una nueva tierra”, no OTRO cielo u OTRA tierra. No se nos
manda pedir “llévanos a tu Reino”, sino “¡venga tu Reino!”.

“Dios se autocomunica y se promete a los hombres. La meta de esa autoapertura de Dios


està en la participaciòn de la criatura en la vida divina o, dicho de otro modo, en la
divinización de la creación. Esta intención divina es el último motivo de la comunicación
de Dios a los hombres. La plena realización la traerà el futuro” (Michael Schmaus; El
Credo de la Iglesia Catòlica; Tomo I, p.53)

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“En Cristo y, màs concretamente, en el Señor resucitado, la creación ya ha alcanzado su fin,
a la divinización, la comunicación incondicional de Dios al mundo creado y la aceptación
de la autodonaciòn divina por parte de la criatura dentro del curso del mundo” (M.Schmaus,
op.cit., tomo I, p 61).

No sabemos cómo ocurrirá el fin del mundo, pero podemos afirmar con san Ireneo que “ni
la sustancia ni la esencia de la creación serán aniquiladas; lo que debe pasar es su forma
temporal” (San Ireneo; Adversus haereses, libro 5, cap 36, n-1; PG 7, 1221 B).

9.¿Cómo el “juicio” podía ser Buena Nueva, Eu-anguelion? Sólo diciendo que el juez tenía
que ser Jesús, que El es el rey que juzga, y que El no es sólo el rey y que, como lo pensaba
la mentalidad bíblica, su trabajo es hacerle justicia a todos, justicia verdadera, sino que
Jesús juzga como EL REY porque ése es su trabajo exclusivo. Decir que Jesús venía como
juez significaba que Jesús venía a hacerle verdadera justicia a quienes nunca la habían
recibido. Si el acento se pone en el juicio como tal, en lo penal, en la ley y su aplicación
legal, se pierde todo lo que de Eu-anguelion, de buena noticia puede tener el anuncio del
juicio final. La palabra final, dice el Evangelio, la tiene la Palabra. La palabra final no la
tiene la fuerza, el dinero, el poder, sino la justicia, pero la justicia de Dios, la de Cristo,
Palabra de Dios, que revela el amor incondicional de Dios, la misericordia sin condiciones
de Dios.

10.Cuando San Pablo dice que “si los muertos no resucitan tampoco Cristo ha resucitado”
(1 Cor 15,16) y que si Cristo no ha resucitado nuestra fe no sirve para nada y seguimos en
nuestros pecados (1 Cor 15,17), lo que está queriendo decir es que han llegado los tiempos
finales y definitivos, los tiempo del Mesías, los tiempos en que la Ley ha perdido su
vigencia. Si Cristo no ha resucitado, no es el Mesías, pero Cristo es sólo el primero de los
resucitados, no el único; si los muertos no resucitan es que lo de Jesús es un cuento. Si
Jesús no es el Mesías sigue rigiendo la Ley, no la gracia y, entonces, seguimos en nuestros
pecados.

En el màs antiguo de sus escritos, dice san Pablo: “…se convirtieron a Dios, abandonando
los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo que vendrà desde el
cielo: Jesùs a quien èl resucitò y nos libra de la ira venidera” ( 1 Tes 1, 9-10). Los fieles a
los que dirige la carta “se convirtieron…para esperar…”. La vida cristiana es entonces una
vida de esperanza, una vida que tiene la mirada dirigida hacia el futuro. El fiel, aunque ya
està justificado (Rom 5,1) y que lleva los nombres gloriosos de los miembros del pueblo de
Dios, sabe que en cierta forma està como “inacabado”, y sòlo se “plenificarà” cuando tenga
su encuentro personal con Jesucristo. (…) La venida de Cristo glorioso aparece aquí
asociada con la idea del “juicio final” (¿Cómo en Mt 25,31-46?), una idea que naturalmente
puede suscitar temor en los lectores. Pero san Pablo se apresura a decir que los miembros
de la Iglesia no deben mostrarse temerosos, sino por el contrario, deben mantener una
actitud de vigilante espera. Por eso añade inmediatamente que este Jesùs que vendrà del
cielo “nos libra de la ira venidera”. La ira futura (orge erjomène) està aludida en otros
textos de san Pablo (Rom 2,5; 5,9), y es el nombre con en el que en la literatura apócrifa y
en los escritos rabínicos se designa el juicio futuro de Dios sobre los pecados de los
hombres. Al llamarlo “ira”, ya està diciendo que se trata de un juicio condenatorio. Pero en
esta carta (1 Tes) se refiere dos veces a la ira al mismo tiempo que tranquiliza a los
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cristianos. En uno de los textos afirma que “Dios no nos ha destinado para la ira, sino para
que adquiramos la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por
nosotros…” (1 Tes 5,9). Si los cristianos permanecen unidos a Jesucristo no deben temer la
“ira” de Dios. En otro texto, el que aquí se està comentando, dice que Jesucristo “nos libra
de la ira” (1 Tes 1,10). Es importante notar que utiliza el tiempo en presente: ya desde
ahora Jesùs està cumpliendo una función liberadora. Jesucristo santifica a los fieles en el
presente para que no tengan temor ante el juicio futuro de Dios. En la 1 Cor alude a “aquel
dìa” en que el fuego pondrá de manifiesto la obra de cada uno (1 Cor 3,13). Aquì utiliza el
vocabulario propio de la apocalíptica. “Ese dìa” será el dìa del juicio (Am 5,18), y el fuego
(como crisol) es el elemento que tradicionalmente representaba la prueba por la que debe
pasar el ser humano para que se ponga en evidencia lo que es de valor y lo que es superfluo
(Prov 17,3; Sab 3,6; 1 Pe 1,7). (…) En 1 Cor 4,5: “Dejen que venga el Señor; èl sacarà a la
luz lo que està oculto en las tinieblas y manifestarà las intenciones secretas de los
corazones. Entonces, cada uno recibirà de Dios la alabanza que le corresponda”. (…)En dos
lugares de la carta a los Romanos san Pablo vuelve sobre este mismo tema de la ira de
Dios, y siempre con la intención de llevar tranquilidad a los lectores. En primer lugar, dice
que “Cristo murió por nosotros cuando todavía èramos pecadores. Y ahora que estamos
justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por èl de la ira” (Rom 5,8-9).
En este texto no alude, como en 1 Tes, a lo que Jesucristo hace en el presente para liberar a
los cristianos de la ira futura, sino a un acto particular que cumplirá cuando se revele el
juicio de Dios sobre los pecadores. En ese momento, los cristianos permanecerán
tranquilos, porque si Cristo se entregò a la muerte por ellos “cuando eran enemigos” (v.
10), con mayor razón se pondrá a favor de ellos en el último dìa, porque ahora han sido
santificados. El otro texto que se refiere al futuro juicio de Dios es Rom 8,33-34. No
aparece el tèrmino “ira”, pero se hace referencia a la acusación y a la condena, términos que
pertenecen al lenguaje forense y se utilizan para hablar del juicio de Dios. En esta
presentación que se hace en Rom, el juicio no es llevado a cabo por Jesucristo, como el 1
Cor, sino ante Dios. Como en el texto comentado màs arriba, aquí también se dice que los
cristianos no deberán tener ningún temor en el dìa de este juicio. El futuro juicio de Dios,
un elemento que integra el panorama de la escatología, se presenta como “ira” sobre los
pecadores. Pero Pablo enseña a mirarlo con confianza. En el juicio, Dios no se comportarà
con los cristianos como Juez que co0ndena, sino como “el que justifica”, es decir, el que los
“hace justos”, y por lo tanto ellos podrán eludir la condenación (Rom 8,33). Jesucristo, por
su parte, ya ha dado pruebas de amor a los cristianos porque ha muerto y ha resucitado por
ellos. Ahora, en el juicio, no actuarà como juez o como fiscal acusador, sino que será el
“abogado defensor” porque està a la derecha de Dios (¡el lugar de privilegio y poder!) e
intercede (ver Heb 7,25 y 9,24) por ellos (v. 34) (Esta visión del juicio difiere totalmente de
la que resuena en el himno medieval “Dies irae” y del gesto amenazador de Cristo
representado por Miguel Angel en el Juicio final de la Capilla Sixtina). Estas palabras de
san Pablo explican la razón por la que la Iglesia no debe temer ante la escatología, sino por
el contrario, aguardarla confiadamente: la Iglesia espera el encuentro con el Cristo glorioso,
que no viene en actitud de acusador sino de defensor. (ver Luis Heriberto Rivas; Pablo y la
Iglesia”; Editorial Claretiana, 1ª Ediciòn, mayo de 2008, pp 60-63)

11.Si se invita a bautizar a todo el mundo no es porque el bautismo introduce en la Iglesia,


sino porque recibir el bautismo manifiesta que se cree en que ha llegado el tiempo decisivo,
el tiempo final.
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12.Cuando viniera el Mesías y, con El, los tiempos finales, Dios derramaría su Espíritu.
Decir que ha llegado el Espíritu Santo no es otra cosa que decir que Jesús es el Mesías y
que con El se inauguran los tiempos finales (Hechos 2,1-18).

13. Se predica el Evangelio a toda criatura porque con Jesús han llegado los tiempos finales
y definitivos. Desde los profetas (Isaías y Joel) se decía que una vez que viniera el Mesías y
los tiempos finales, todos los pueblos reconocerían al Dios de Israel como el único Dios
verdadero, y todos ellos le ofrecerían sacrificios y peregrinarían a Jerusalén. No se predica
a los gentiles como una negación de los judíos, sino como un cumplimiento de lo prometido
a los judíos.

14.Los judíos hablaban de los tres tiempos del tiempo y de la historia: dos mil años desde la
creación a Moisés: el tiempo sin la Ley; dos mil años desde Moisés al Mesías: el tiempo de
la Ley; dos mil años desde el Mesías en adelante: el tiempo del Mesías, el tiempo libre de la
Ley. Por eso San Pablo recalca que la Ley ya no vale para nosotros. La Ley llegaba hasta
Jesús. Seguir dándole valor a la Ley de Moisés, decía Pablo, equivale a negar la medianidad
de Jesús.

15.”En vano nos afanamos, pues, en determinar los años que restan hasta el fin del mundo,
pues que oìmos de boca de la Verdad que no nos toca a nosotros saberlo (Hechos 1,6-7).
Sin embargo, unos cuentan cuatrocientos, otros quinientos, otros mil, desde la ascensiòn del
Señor hasta la última venida. Decir en què funda cada uno su opinión, sería largo e
innecesario. Baste saber que se basan en conjeturas humanas, sin alegar nada autorizado de
la Escritura canònica. Los dedos de los calculadores los resuelve, y manda dejar en compàs
de espera aquel que dice: No les corresponde a ustedes el saber los tiempos que tiene
reservados el Padre a su poder” (San Agustìn; La Ciudad de Dios; Libro XVIII, cap 53,1).

16.Recordemos que durante todo el Antiguo Testamento no les importaba la sobrevivencia


o destino individual, sino el de la tribu-cuerpo. Lo importante para la persona era su
sobrevivencia en los hijos y nietos (Recordar a Abraham; recordar a Moisés diciéndole a
Dios que si va a borrar al pueblo, que lo borre a él con el pueblo).

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