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La estructura anatómica del oído nos muestra no sólo la gran complejidad del mismo
sino lo delicado de las partes que lo componen. De más esta decir y lo difícil que cuesta
pensar que la cadena de huesos del oído medio son literalmente unos huesos muy pequeños
sostenidos por unos músculos de parecidas dimensiones . Es más las células ciliadas, por
ejemplo, son sensibles a movimientos más pequeños que las dimensiones atómicas, razón
por la cual están fácilmente expuestas a la destrucción por sobrecarga (especialmente las
externas). Sin embargo naturalmente el oído posee algunos recursos de autoprotección que
contribuyen a preservarlo.
El oído medio cuenta con dos tipos de protecciones. La primera, es por orden y
cuenta de la trompa de Eustaquio. La misma está destinada a proteger al oído contra
variaciones de presión atmosférica o, presión estática.
Normalmente está cerrada, y se abre al tragar y al bostezar, momento en que el aire
puede entrar o salir de la cavidad del oído medio. A causa de determinadas enfermedades
otorrinolaringológicas, la trompa de Eustaquio permite también el ingreso de gérmenes
capaces de infectar el oído medio, con la posible segregación de mucosidades, que al
rellenar la caja timpánica reducen la eficiencia de la transmisión, en especial en alta
frecuencia.
El segundo tipo de protección se refiere a la contracción del músculo estapedio,
ubicado sobre el estribo, que entorpece sus movimientos. Esto sucede cuando el nivel
sonoro excede los 80 dB, lo cual representa una reducción de unos 10 dB en la capacidad de
la transmisión. Esta protección, sin embargo, funciona bien por debajo de los 500 Hz, ya
que este músculo responde a una acción refleja que demora cerca de 100 ms en
efectivizarse (Moch, 1986).
Este recurso sirve verdaderamente para proteger al oído de la propia voz del
individuo, cuyo nivel sonoro puede ser realmente muy alto (por ejemplo durante un grito).
En este caso la protección sí es efectiva dado que el reflejo estapedial se produce antes de
la emisión vocal.
Sin embargo la protección del estapedio es totalmente inefectiva para ruidos de
crecimiento muy rápido como por ejemplo los ruidos impulsivos, los impactos intensos o
las explosiones, los cuales se propagan fácilmente y sin atenuación al oído interno,
pudiendo causar daño auditivo permanente. En algunos casos las explosiones son tan
intensas que producen el desgarramiento inmediato del tímpano. Esta situación,
contrariamente a lo que podría imaginarse, es útil, ya que antes de que los huesecillos
puedan comunicar la totalidad de la energía de la onda sonora al oído interno la eficiencia
mecánica se reduce, disminuyendo el riesgo de destrucción de las células ciliadas. No
olvidemos que el tímpano se reconstruye naturalmente.
El daño auditivo
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Pérdida repentina de la audición a causa de una exposición accidental a ruidos excepcionalmente fuertes,
como explosiones, disparos, etc. sin la debida protección auditiva.
Por último, cabe notar que los ruidos de carácter impulsivo , es decir de muy corta
duración son potencialmente peligrosos, ya que pueden ser muy intensos y sin embargo
evocar una sensación de sonoridad mucho menor. Ello se debe a que la sensación de
sonoridad demora algunos cientos de ms antes de manifestarse en toda su dimensión, a
causa de la percepción de la intensidad experimenta un mayor retardo que la de la
frecuencia. El resultado puede ser que ante la reiteración de los impulsos, se produzca muy
rápidamente daño auditivo sin que nos demos cuenta.
La siguiente tabla intenta explorar los distintos Niveles de Presión Sonora a la que podemos
estar expuestos en nuestra vida cotidiana.
Referencia Bibliografía