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¿Cuántas sillas quedan en Miraflores?

Por Carlos Sánchez Torrealba.


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El despellejamiento de Sisamnes, por Gerard David

Un amigo de la infancia dedicado hoy a la carpintería, como San José, decidió abrir un grupo en WA y entonces
ahora compartimos noticias, imágenes, recuerdos de cuando éramos niños, alguna información curiosa, así como una que
otra nostalgia, por supuesto.
Pero lo que más compartimos es el júbilo de sabernos unos sexygenarios poseedores de una infancia feliz, madres
y padres virtuosos, bellas familias y nuestra actual condición de boomers repartidos por el mundo haciendo el bien donde
sea necesario. Nos alentamos a distancia, así quedamos reconfortados y compuestos para seguir entrándole a la vida. En
días recientes, uno de ellos publicó esta historia que no conocía y que ahora comparto por esta vía.
Según me han dicho unos señores que tienen un restaurant árabe cerca de donde vivo, este suceso ocurrió más
precisamente en un lugar que -traducido al español- significa Miraflores, dato curioso para las y los venezolanos. Así se
llama el palacio donde el gobierno tiene su sede en Caracas.
Es la historia de Sisamnes, un juez corrupto en tiempos de Cambises II, por allá en la lejana Persia que hoy día
conocemos como Irán. Todavía el mundo era en blanco y negro, pero ya la crueldad formaba parte del repertorio humano,
lamentabemente, y se ejercía de manera contundente. La brutalidad era un hecho repetido que, afortunadamente, no
volaba como lo hacen ahora las noticias.
El caso es que se descubrió que Don Sisamnes aceptó un soborno en la corte. La noticia llegó hasta los oídos del
Rey. Sisamnes consintió un “regalito” para dictar a favor de quien le había pagado, como se le conoce al modus operandi.
Le engrasaron la mano y el juez mencionado supra dictó un juicio injusto. Como consecuencia, el rey Cambises II ordenó
que fuera arrestado por su corrupción y ordenó que fuera despellejado vivo.
Antes de juzgar y ser desgarrado, el Rey preguntó a Sisamnes:
- ¿A quién deseas nombrar como tu sucesor?
El codicioso Sisamnes eligió a su hijo Otanes. El Rey estuvo de acuerdo y nombró a Otanes para reemplazar a su
padre. Posteriormente, cuentan que dictó sentencia y ordenó que la piel de Sisamnes se usara para tapizar el asiento en el
que el nuevo juez se sentaría en la corte para recordarle las posibles consecuencias de la corrupción. 
Cuentan que Otanes, durante sus funciones, nunca olvidó que siempre estaba sentado sobre la piel de su padre
ejecutado.

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