Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
- Competencia Comunicativa
- El liderazgo juvenil
Paso 2. Identifique el propósito que quiere alcanzar al escribir sobre este tema
En el tema “la preparación de líderazgo juvenil” las siguientes podrían ser buenas
estrategias:
ministerio en la iglesia.
- Animar a la iglesia a ver a los jóvenes como los líderes del futuro.
Paso 4. La generación de ideas
Ejemplo:
Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de Dios de vivir, experimentar y difundir en evangelio de
Esta comunidad está llamada a vivir de una forma coherente con el llamado de Dios y
todos los creyentes son parte vital del cumplimiento del propósito.
Los jóvenes tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe
se vea cimentada, equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a
discípulos de todas las naciones es para todos los creyentes, no para unos cuantos.
- El liderazgo de una iglesia no debe ser excluyente, ni exclusivo a los adultos. El potencial
______________________________________________________________________________
Borrador Ensayo
En los tiempos actuales la cultura tiene una gran influencia sobre las nuevas
generaciones. Los padres tienen cada vez menos opciones para estar en casa y transmitir los
valores y principios sobre los cuales se fundamenta la fe de sus hijos. La iglesia está llamada a
cubrir este espacio y cumplir un rol protagónico en la formación espiritual de la juventud, dadas
las circunstancias debe estar equipada con los mejores recursos, debe hacer un contrapeso a la
gran influencia cultural potenciada por las nuevas tecnologías en la era de la información. Es por
esta razón que presentamos la urgente necesidad de levantar un liderazgo juvenil fuerte, sólido y
preparado para asumir este reto que marcará el legado que dejaremos a los que se están creciendo
Luego de preparar un delicioso desayuno a orillas del lago Jesús le dió un encargo a
Pedro: “cuida a mis ovejas”. Tres veces le reiteró su llamado y luego, antes de ascender a los
cielos, dió a los discípulos la misión por la cual Él mismo había sido enviado. Les dijo que
formaran una comunidad, seguidores, discípulos, que así como ellos lo habían vivido junto a Él
durante los últimos años, pudieran aprender a ver la vida como Él les abrió los ojos, a creer en el
Reino de su Padre como Él se los mostró y a obedecer las instrucciones como Él paciente y
didácticamente les enseñó. Jesús extendió el encargo de Pedro no solo a los demás discípulos que
estaban ahí, en ese momento, sino que estableció la misión de toda la comunidad de creyentes
por los siglos venideros. Los seguidores de estas enseñanzas, los herederos de este encargo, se
empezaron a conocer en el mundo como “cristianos”. Ellos empezaron la iglesia, el cuerpo de
Cristo. Y todo aquel que cree en Él tiene la misma misión que aquellos después de ese desayuno.
Las siguientes generaciones de creyentes han luchado por comprender que la iglesia más
que un lugar es una comunidad. Y que el llamado a cumplir esa misión “La Gran Comisión”, no
es para unos pocos, algunos seleccionados o un club exclusivo de locos místicos y religiosos. El
Nuevo Testamento es claro al narrar los desafíos que enfrentaron los miembros de esta
comunidad naciente y uno de los elementos más significativos era el de servirse unos a otros y
replicar eso que Jesús había hecho con sus discípulos. En la segunda década del siglo XXI nos
creyentes que, animados, inspirados y capacitados por el Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de
Dios de vivir, experimentar y difundir el evangelio de Jesús en todo lugar, a toda raza y en todo
momento.
los principios y valores fundamentales para los niños y jóvenes en formación. La escuela era el
metodológicas para seguir construyendo sobre la vida de los que serían el futuro de los pueblos y
las naciones. Este proceso ha cambiado en los últimos años. Los padres cada vez participan
menos en la formación de sus hijos y han delegado, a veces sin darse cuenta, la base espiritual de
los niños a los centros académicos. A su vez, la posmodernidad ha llevado a que las instituciones
se aparten de cualquier base doctrinal que las haga ver como religiosos. No quieren ser asociados
a lo que la cultura moderna llama fundamentalismos o doctrinas absolutas, que pretendan dictar
lo que es bueno o lo que es malo para la sociedad. En ese punto el legado que recibió Pedro y los
demás discípulos, entra en la colada. El cristianismo es visto como un atentado a esa relatividad
de la cultura posmoderna.
una cultura que está formando (o mal-formando) a los niños y jóvenes en los fundamentos de la
fe. Los primeros llamados a la labor de contrarrestar esta influencia son los líderes de jóvenes
que en su mayoría también son jóvenes. Aquellos que han encontrado respuestas para los
apropiaron del llamado a la misión. Estos que vienen a cubrir en parte el vacío que han dejado
los hogares necesitan ser equipados con los mejores recursos para semejante reto. Deben poder
tener los fundamentos bíblicos adecuados para responder a todo aquel que pida razón de su fe.
Los jóvenes tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe se vea
cimentada, equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a todos
sus hijos.
aquellos que han sido retados por la verdad del evangelio de Jesús para ser luz en medio de su
generación. La iglesia, como cuerpo de Cristo, debe estar consciente que los jóvenes no son el
futuro, sino que son el presente en acción. Todos los recursos necesarios para dejar unas bases
firmes en la vida de las nuevas generaciones deben ponerse a dispocición. Mientras esto no sea
así estaremos expuestos a que la cultura siga siendo el mayor factor por el cual Jesús se diluye en
En los tiempos actuales la cultura tiene un gran impacto sobre las nuevas generaciones.
Los padres tienen cada vez menos opciones para estar en casa y transmitir los valores y
principios morales sobre los cuales se fundamenta la fe de sus hijos. La iglesia está llamada a
cubrir este vacío y cumplir un rol protagónico en la formación espiritual de la juventud y, dadas
las circunstancias, debe estar equipada con los mejores recursos para que pueda ser un
contrapeso ante la influencia cultural potenciada por las nuevas tecnologías. De esta forma se
evidencia la urgente necesidad de levantar un liderazgo juvenil fuerte, sólido y preparado para
asumir el llamado de Jesús se hacer discípulos, cumpliendo la misión de Dios para todos sus
hijos. Este cumplimiento adecuado de este desafío dejará un legado perenne en aquellos que
Luego de preparar un delicioso desayuno a orillas del lago, Jesús le dió un encargo a
Pedro: “cuida a mis ovejas” le dijo tres veces, reiterando su llamado y luego, antes de ascender a
los cielos, dió a los discípulos la misión por la cual Él mismo había sido enviado. Les dijo que,
así como ellos lo habían acompañado, como eran sus seguidores, sus discípulos, de esa misma
forma como habían vivido junto a Él durante los últimos años, y pudieron aprender a ver la vida
como Él les abrió los ojos, a creer en el Reino de su Padre como Él se los mostró y a obedecer
las instrucciones como Él paciente y didácticamente les enseñó. Jesús extendió el encargo de su
misión a toda la comunidad de creyentes por los siglos venideros. Los seguidores de estas
todo aquel que cree en Él tiene la misma misión que aquellos que estuvieron presentes esa
Las siguientes generaciones de cirstianos tenemos que comprender que la iglesia más que
un lugar es una comunidad. El llamado a cumplir esa misión “La Gran Comisión”, no es para
unos pocos, algunos seleccionados o un club exclusivo de locos místicos y religiosos. El Nuevo
Testamento presenta la narración de las primeras vivencias de los miembros de esta comunidad y
uno de los elementos más significativos era la necesidad de servirse unos a otros y replicar lo que
Jesús había hecho con sus discípulos. En la segunda década del siglo XXI nos enfrentamos al
mismo desafío. Es necesario entender que la iglesia es esa comunidad de creyentes que,
animados, inspirados y capacitados por el Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de Dios de vivir,
experimentar y difundir el evangelio de Jesús en todo lugar, a toda raza y en todo momento.
No es necesario ir muchos años atrás para poder notar que las generaciones anteriores
estaban marcadas por que en los hogares era donde se daba la transferencia de principios y
valores fundamentales para los niños y jóvenes. La escuela era el complemento de esa
construyendo sobre la vida de los que serían el futuro de los pueblos y las naciones. Este proceso
ha dado cambios soroprendentes en los últimos años. Los padres cada vez participan menos en la
formación de sus hijos y han delegado, a veces sin darse cuenta, la construcción de la base
espiritual de los niños a los centros académicos, el estado o la influencia mediática. A su vez, la
base doctrinal que las haga ver como religiosos. No quieren ser asociados a lo que la cultura
bueno o lo que es malo para la sociedad. En ese punto el legado que recibió Pedro y los demás
Ante esta situación, la comunidad de la iglesia, está llamada a establecer un soporte firme
en medio de los vientos recios de una cultura que está formando (o mal-formando) a los niños y
jóvenes en completa oposición a los fundamentos de la fe. Los primeros llamados a la labor de
contrarrestar esta influencia son los líderes de jóvenes, los cuales, en su mayoría, también son
jóvenes. Son estos quienes habiendo encontrado respuestas para los interrogantes más profundos
de su existencia y, así como aquellos discípulos de Jesús, se han logrado apropiar del llamado a
la misión. Los líderes juveniles vienen a cubrir una gran parte del vacío que han dejado los
hogares y necesitan ser equipados con los mejores recursos para semejante reto. Deben poder
tener los fundamentos bíblicos adecuados para responder a todo aquel que pida razón de su fe.
Tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe se vea cimentada,
equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a todos sus hijos.
El liderazgo de la iglesia no debe ser excluyente, no debe menospreciar la juventud de
aquellos que han sido retados por la verdad del evangelio de Jesús para ser luz en medio de su
generación. La iglesia, como cuerpo de Cristo, debe estar consciente que los jóvenes no son el
futuro, sino que son el presente en acción. Estos jóvenes necesitan líderes preparados, creativos,
mentes de los nuevos creyentes. Todos los recursos necesarios para poder construir unas bases
firmes en la vida de las generaciones emergentes deben ponerse a su alcance. Mientras esto no
sea así estaremos expuestos a que la cultura siga siendo el mayor factor por el cual Jesús se
diluye en las mentes y corazones de nuestros niños, jóvenes y adolescentes. Y sin ellos la iglesia