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César López Q.

- Competencia Comunicativa

Pre-escritura del ensayo

Paso 1. Defina el tema sobre el cual va a escribir

- El liderazgo juvenil

Paso 2. Identifique el propósito que quiere alcanzar al escribir sobre este tema

- Animar a la iglesia a invertir recursos en la capacitación de líderes juveniles

Paso 3. Identifique el método que va a usar para alcanzar este propósito

En el tema “la preparación de líderazgo juvenil” las siguientes podrían ser buenas

estrategias:

- Presentar una base teológica del ministerio juvenil.

- Mostrar la relevancia en la formación de líderes juveniles en las diferentes áreas de

ministerio en la iglesia.

- Contar casos específicos de ministerios que levantaron líderes juveniles.

- Animar a la iglesia a ver a los jóvenes como los líderes del futuro.
Paso 4. La generación de ideas

Paso 5. Tome un descanso y deje madurar las ideas

Ejemplo:

Paso 6. Organización de las ideas recopiladas


Paso 7. Resuma toda su idea en dos o tres oraciones

La iglesia es una comunidad de creyentes que, animados, inspirados y capacitados por el

Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de Dios de vivir, experimentar y difundir en evangelio de

Jesús en todo lugar.

Esta comunidad está llamada a vivir de una forma coherente con el llamado de Dios y

todos los creyentes son parte vital del cumplimiento del propósito.

Los jóvenes tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe

se vea cimentada, equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a

todos sus hijos.

Paso 8. Defina cuál es la tesis (el planteamiento central) de su ensayo

La iglesia debe proveer espacios adecuados para la promoción, capacitación y desarrollo

del liderazgo juvenil.

Paso 9. Escriba los argumentos con los cuales defenderá su tesis


- La iglesia está llamada a cumplir la misión de Dios. El llamado de Jesús a hacer

discípulos de todas las naciones es para todos los creyentes, no para unos cuantos.

- Todo creyente está en capacidad de transmitir la verdad del evangelio. Es tarea de la

comunidad, la Iglesia, proveer espacios donde los dones, habilidades y conocimientos se

potencialicen, se fundamenten correctamente, y se pongan al servicio de la propia iglesia.

- El liderazgo de una iglesia no debe ser excluyente, ni exclusivo a los adultos. El potencial

de un jóven, tanto en aspectos intelectuales, físicos y culturales debe ser bien

aprovechado para crear una dinámica generacional de servicio, liderazgo y ministerio.

Paso 10. Elabore un mapa de ideas con los puntos principales

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Borrador Ensayo

La urgente labor del liderazgo juvenil

En los tiempos actuales la cultura tiene una gran influencia sobre las nuevas

generaciones. Los padres tienen cada vez menos opciones para estar en casa y transmitir los

valores y principios sobre los cuales se fundamenta la fe de sus hijos. La iglesia está llamada a

cubrir este espacio y cumplir un rol protagónico en la formación espiritual de la juventud, dadas

las circunstancias debe estar equipada con los mejores recursos, debe hacer un contrapeso a la

gran influencia cultural potenciada por las nuevas tecnologías en la era de la información. Es por

esta razón que presentamos la urgente necesidad de levantar un liderazgo juvenil fuerte, sólido y

preparado para asumir este reto que marcará el legado que dejaremos a los que se están creciendo

como hijos del siglo XXI.

Luego de preparar un delicioso desayuno a orillas del lago Jesús le dió un encargo a

Pedro: “cuida a mis ovejas”. Tres veces le reiteró su llamado y luego, antes de ascender a los

cielos, dió a los discípulos la misión por la cual Él mismo había sido enviado. Les dijo que

formaran una comunidad, seguidores, discípulos, que así como ellos lo habían vivido junto a Él

durante los últimos años, pudieran aprender a ver la vida como Él les abrió los ojos, a creer en el

Reino de su Padre como Él se los mostró y a obedecer las instrucciones como Él paciente y

didácticamente les enseñó. Jesús extendió el encargo de Pedro no solo a los demás discípulos que

estaban ahí, en ese momento, sino que estableció la misión de toda la comunidad de creyentes

por los siglos venideros. Los seguidores de estas enseñanzas, los herederos de este encargo, se
empezaron a conocer en el mundo como “cristianos”. Ellos empezaron la iglesia, el cuerpo de

Cristo. Y todo aquel que cree en Él tiene la misma misión que aquellos después de ese desayuno.

Las siguientes generaciones de creyentes han luchado por comprender que la iglesia más

que un lugar es una comunidad. Y que el llamado a cumplir esa misión “La Gran Comisión”, no

es para unos pocos, algunos seleccionados o un club exclusivo de locos místicos y religiosos. El

Nuevo Testamento es claro al narrar los desafíos que enfrentaron los miembros de esta

comunidad naciente y uno de los elementos más significativos era el de servirse unos a otros y

replicar eso que Jesús había hecho con sus discípulos. En la segunda década del siglo XXI nos

enfrentamos al mismo desafío. Es necesario entender que la iglesia es esa comunidad de

creyentes que, animados, inspirados y capacitados por el Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de

Dios de vivir, experimentar y difundir el evangelio de Jesús en todo lugar, a toda raza y en todo

momento.

En generaciones anteriores lo más común era que en el hogar se diera la transferencia de

los principios y valores fundamentales para los niños y jóvenes en formación. La escuela era el

complemento de esa formación, además brindaba las herramientas académicas, lógicas y

metodológicas para seguir construyendo sobre la vida de los que serían el futuro de los pueblos y

las naciones. Este proceso ha cambiado en los últimos años. Los padres cada vez participan

menos en la formación de sus hijos y han delegado, a veces sin darse cuenta, la base espiritual de

los niños a los centros académicos. A su vez, la posmodernidad ha llevado a que las instituciones

se aparten de cualquier base doctrinal que las haga ver como religiosos. No quieren ser asociados
a lo que la cultura moderna llama fundamentalismos o doctrinas absolutas, que pretendan dictar

lo que es bueno o lo que es malo para la sociedad. En ese punto el legado que recibió Pedro y los

demás discípulos, entra en la colada. El cristianismo es visto como un atentado a esa relatividad

de la cultura posmoderna.

De esta forma, la comunidad de la iglesia, está llamada a ser de contrapeso en medio de

una cultura que está formando (o mal-formando) a los niños y jóvenes en los fundamentos de la

fe. Los primeros llamados a la labor de contrarrestar esta influencia son los líderes de jóvenes

que en su mayoría también son jóvenes. Aquellos que han encontrado respuestas para los

interrogantes más profundos de su existencia y, así como aquellos discípulos de Jesús, se

apropiaron del llamado a la misión. Estos que vienen a cubrir en parte el vacío que han dejado

los hogares necesitan ser equipados con los mejores recursos para semejante reto. Deben poder

tener los fundamentos bíblicos adecuados para responder a todo aquel que pida razón de su fe.

Los jóvenes tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe se vea

cimentada, equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a todos

sus hijos.

El liderazgo de la iglesia no debe ser excluyente, no debe menospreciar la juventud de

aquellos que han sido retados por la verdad del evangelio de Jesús para ser luz en medio de su

generación. La iglesia, como cuerpo de Cristo, debe estar consciente que los jóvenes no son el

futuro, sino que son el presente en acción. Todos los recursos necesarios para dejar unas bases

firmes en la vida de las nuevas generaciones deben ponerse a dispocición. Mientras esto no sea

así estaremos expuestos a que la cultura siga siendo el mayor factor por el cual Jesús se diluye en

las mentes y corazones de los que nos siguen en edad.


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Edición Ensayo

La urgente labor del liderazgo juvenil

En los tiempos actuales la cultura tiene un gran impacto sobre las nuevas generaciones.

Los padres tienen cada vez menos opciones para estar en casa y transmitir los valores y

principios morales sobre los cuales se fundamenta la fe de sus hijos. La iglesia está llamada a

cubrir este vacío y cumplir un rol protagónico en la formación espiritual de la juventud y, dadas

las circunstancias, debe estar equipada con los mejores recursos para que pueda ser un

contrapeso ante la influencia cultural potenciada por las nuevas tecnologías. De esta forma se

evidencia la urgente necesidad de levantar un liderazgo juvenil fuerte, sólido y preparado para

asumir el llamado de Jesús se hacer discípulos, cumpliendo la misión de Dios para todos sus

hijos. Este cumplimiento adecuado de este desafío dejará un legado perenne en aquellos que

están creciendo como hijos del siglo XXI.

Luego de preparar un delicioso desayuno a orillas del lago, Jesús le dió un encargo a

Pedro: “cuida a mis ovejas” le dijo tres veces, reiterando su llamado y luego, antes de ascender a

los cielos, dió a los discípulos la misión por la cual Él mismo había sido enviado. Les dijo que,

así como ellos lo habían acompañado, como eran sus seguidores, sus discípulos, de esa misma

forma como habían vivido junto a Él durante los últimos años, y pudieron aprender a ver la vida

como Él les abrió los ojos, a creer en el Reino de su Padre como Él se los mostró y a obedecer

las instrucciones como Él paciente y didácticamente les enseñó. Jesús extendió el encargo de su
misión a toda la comunidad de creyentes por los siglos venideros. Los seguidores de estas

enseñanzas, los herederos de este encargo, se empezaron a conocer en el mundo como

“cristianos”. Ellos conformaron la iglesia, el cuerpo de Cristo, en sus primeras expresiones, y

todo aquel que cree en Él tiene la misma misión que aquellos que estuvieron presentes esa

mañana después de aquel desayuno.

Las siguientes generaciones de cirstianos tenemos que comprender que la iglesia más que

un lugar es una comunidad. El llamado a cumplir esa misión “La Gran Comisión”, no es para

unos pocos, algunos seleccionados o un club exclusivo de locos místicos y religiosos. El Nuevo

Testamento presenta la narración de las primeras vivencias de los miembros de esta comunidad y

uno de los elementos más significativos era la necesidad de servirse unos a otros y replicar lo que

Jesús había hecho con sus discípulos. En la segunda década del siglo XXI nos enfrentamos al

mismo desafío. Es necesario entender que la iglesia es esa comunidad de creyentes que,

animados, inspirados y capacitados por el Espíritu Santo, lleva a cabo la misión de Dios de vivir,

experimentar y difundir el evangelio de Jesús en todo lugar, a toda raza y en todo momento.

No es necesario ir muchos años atrás para poder notar que las generaciones anteriores

estaban marcadas por que en los hogares era donde se daba la transferencia de principios y

valores fundamentales para los niños y jóvenes. La escuela era el complemento de esa

formación, además brindaba las herramientas académicas, metodológicas para seguir

construyendo sobre la vida de los que serían el futuro de los pueblos y las naciones. Este proceso

ha dado cambios soroprendentes en los últimos años. Los padres cada vez participan menos en la
formación de sus hijos y han delegado, a veces sin darse cuenta, la construcción de la base

espiritual de los niños a los centros académicos, el estado o la influencia mediática. A su vez, la

posmodernidad ha llevado a un fenómeno en que las instituciones buscan apartarse de cualquier

base doctrinal que las haga ver como religiosos. No quieren ser asociados a lo que la cultura

moderna llama fundamentalismos o doctrinas absolutas, que pretenden dictaminar lo que es

bueno o lo que es malo para la sociedad. En ese punto el legado que recibió Pedro y los demás

discípulos, es decir, la fe y la doctrina cristiana, caen en la clasificación de sectarista,

discriminatoria o coartante de la libertad de pensamiento. El cristianismo es visto como un

atentado a esa relatividad de la cultura posmoderna.

Ante esta situación, la comunidad de la iglesia, está llamada a establecer un soporte firme

en medio de los vientos recios de una cultura que está formando (o mal-formando) a los niños y

jóvenes en completa oposición a los fundamentos de la fe. Los primeros llamados a la labor de

contrarrestar esta influencia son los líderes de jóvenes, los cuales, en su mayoría, también son

jóvenes. Son estos quienes habiendo encontrado respuestas para los interrogantes más profundos

de su existencia y, así como aquellos discípulos de Jesús, se han logrado apropiar del llamado a

la misión. Los líderes juveniles vienen a cubrir una gran parte del vacío que han dejado los

hogares y necesitan ser equipados con los mejores recursos para semejante reto. Deben poder

tener los fundamentos bíblicos adecuados para responder a todo aquel que pida razón de su fe.

Tienen la necesidad de ser capacitados de una manera integral para que su fe se vea cimentada,

equipada y desafiada al cumplimiento de ese gran llamado que Dios le hace a todos sus hijos.
El liderazgo de la iglesia no debe ser excluyente, no debe menospreciar la juventud de

aquellos que han sido retados por la verdad del evangelio de Jesús para ser luz en medio de su

generación. La iglesia, como cuerpo de Cristo, debe estar consciente que los jóvenes no son el

futuro, sino que son el presente en acción. Estos jóvenes necesitan líderes preparados, creativos,

capaces de interpretar y transmitir la verdad del evangelio y ayudar a la transformación de las

mentes de los nuevos creyentes. Todos los recursos necesarios para poder construir unas bases

firmes en la vida de las generaciones emergentes deben ponerse a su alcance. Mientras esto no

sea así estaremos expuestos a que la cultura siga siendo el mayor factor por el cual Jesús se

diluye en las mentes y corazones de nuestros niños, jóvenes y adolescentes. Y sin ellos la iglesia

y su misión se quedarán sin futuro.

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