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16 EL LAVAMIENTO DE LOS PIES

Lucas 22: 24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el
mayor.
Juan 13: 2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de
Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, 3 sabiendo Jesús que el Padre le
había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios,
y a Dios iba.

Juan 13: 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto,


y tomando una toalla, se la ciñó.

1. Dejo su lugar en la Mesa


2. No antes ni despues si no durante la Cena.
3. Se lavaba los pies a los invitados y siempre antes de la Cena.
4. Los lavaba el esclavo de menor entidad entre ellos, un adolescente.
5. Venían de Betania, Monte de los Olivos, Torrente de Cedrón.
6. Era señal de Afecto y Respeto hacia el invitado.

7. El Señor se quitó el manto quedándose como era habitual en un esclavo.


8. Se ciñó la toalla.
El esclavo no solo lavaba con sus manos los pies sucios de los invitados,
sino que los secaba cuidadosamente con una toalla, que llevaba ceñida a su
cintura. Lavados los pies, los hacía descansar sobre la toalla y pasaba esta hasta
que quedaban secos.
Aquel que había dejado Sus derechos divinos y se limitó al hacerse hombre,
se manifiesta aquí con toda la dimensión de la humillación, al tomar forma de
siervo, esto es, hacerse esclavo voluntario por amor (Fil. 2:7-8).
Mientras todos querían ser grandes, el Grande se humilla para hacer un servicio
de esclavo como muestra de amor sincero.

5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a
enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces vino a Simón Pedro; y
Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? 7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que
yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. 8 Pedro le dijo:
No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás
parte conmigo. 9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no solo mis pies, sino también las
manos y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse
los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 11
Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.

12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa,
y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y
Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su
señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis.

El lavamiento de los pies es un acto litúrgico que se realiza entre los


miembros del Cuerpo de Cristo en el marco de la Cena del Señor,
siguiendo el modelo de Jesús, como señal de que todos tienen la misma
importancia y que están comprometidos permanentemente a servirse
con humildad unos a otros sin jerarquías y diferencias.
Institución del acto litúrgico

Los creyentes se lavan los pies unos a otros como parte de la liturgia en
la Cena del Señor. Este acto es una ordenanza instituida por Jesús y se
realiza siguiendo su ejemplo de humildad, amor y servicio según lo
describe Juan 13:1-17.

Significado del acto

En los tiempos de Jesús, sólo a los hombres libres se les lavaba los pies y
únicamente los esclavos realizaban este servicio, por eso, cuando va a
lavar los pies a sus discípulos Pedro se niega1. Con este acto, Jesús
evidencia que todos los creyentes tienen la misma dignidad; en Él todos
son hombres y mujeres libres para ponerse al servicio del prójimo.2 Al
lavar los pies del otro, el creyente se compromete a servirle,
considerándole tan importante como él mismo3, en todo lo que le sea
posible y no sólo en el culto; por tanto, quien no participa del acto con
dignidad, menosprecia a sus hermanos purificados y dignificados por
Jesús.

Gálatas 5: 13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente


que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos
a los otros.

Filipenses 2: 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.

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