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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES


ESCUELA DE ECONOMÍA
CATEDRA: HISTORIA ECONÓMICA
CARACAS – VENEZUELA

ENSAYO DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO

AUTOR: Osmarly A. Márquez H.


C.I. 29.756.428

Caracas, Enero 2023.


RESUMEN

El siguiente ensayo tiene como objetivo principal realizar un análisis breve sobre la lectura

del libro “El Buen Salvaje al Buen Revolucionario”, el cual fue escrito y publicado por el

autor venezolano Carlos Rangel en el año de 1976 y quien busca una nueva interpretación

de la realidad de América Latina alejada y en confrontación, donde el autor considero que

eran mitos difundidos y poco cuestionados sobre la identidad latinoamericana que se

promovía, sobre todo por las clases intelectuales nacionalistas y socialistas de la región y

que inclusive exportaron esa imagen al resto del mundo. El autor emplea en el libro

análisis en el campo de la historia, la psicología y filosofía y no niega que América Latina

haya sufrido vejaciones a lo largo de la historia, rechazando así el victimismo nacionalista

que traslada toda culpa del subdesarrollo a otras naciones y la existencia de una identidad

latinoamericana diferente de Occidente. En otro punto las posiciones teóricas e ideológicas

de su libro, causaron una gran controversia al momento de su publicación y en ese año

1976, detractores de sus ideas quemaron públicamente ejemplares del libro en la

Universidad Central de Venezuela.


Introducción

Este ensayo está centrado solo en el texto del “Buen Salvaje al Buen
Revolucionario”, por ser la principal obra del autor que contiene sus más importantes
planteamientos sobre ideas que han circulado en Latinoamérica en general. En ese sentido,
el objetivo es realizar un análisis de esa importante obra con gran vigencia en la actualidad
y comprender el enfoque desde el punto de vista del autor respecto a la obra América And
América: Choque de Modernidades y Modernizaciones, del autor Oscar Reyes. Pese a su
relevancia, observo que ese libro no ha recibido la atención ni el debate necesario por parte
de los académicos en la región, menos aún en Venezuela que es su país de origen.
El problema fundamental ha sido uno de los planteamientos realizados por el mismo
Rangel, sobre su rechazo por el predominio de ideas de corte marxista, que buscan siempre
en algún explotador la culpa de todos los males pasados, presentes y futuros. Rangel en su
obra señala que las sociedades construyen mitos a lo largo de su historia, entre ellos: La
pureza de las sociedades indígenas, la leyenda negra sobre el conquistador hispano, la
aceptación del marxismo como teoría en defensa de los desfavorecidos y el imperialismo
como causa del atraso de la región, son solo algunos de las muchas retóricas equivocadas
presentes en América Latina. Por el contrario, los análisis que destacan los errores de las
sociedades y ponen énfasis en su propia responsabilidad a la hora de no alcanzar los
grandes objetivos nacionales, logra producir un natural e instintivo rechazo en los hombres.
En este momento que transita Venezuela, marcada por el totalitarismo socialista, no
deja de haber quienes intentan salvar sus responsabilidades ante la debacle actual. Pero
nuestros problemas contemporáneos no se pueden entender sin asumir una posición crítica
sobre nuestro devenir como nación.
En una sociedad que eligió voluntariamente a Hugo Chávez para la presidencia de la
República, a pesar de mantener un discurso cargado de resentimiento y de revanchas hacia
diferentes sectores, lógicamente se padece de ciertos traumas históricos que no han sido
suficientemente explicados. Lo mismo ha pasado con otros países latinoamericanos donde
llegó al poder el socialismo del siglo XXI. El texto de Carlos Rangel fue un llamado de
atención en su momento sobre el predominio de ciertas ideas que mantuvieron a la región
presa del atraso histórico, pero sin embargo no fue escuchado.
Se analizan varios puntos de la obra de Carlos Rangel, entre ellos la tergiversación
del pasado colonial que sirve para vender la visión del buen salvaje al buen revolucionario,
la condena al imperialismo y el auge de las ideas marxistas y socialistas en Latinoamérica.
Desarrollo

Como se ha hecho referencia, las sociedades latinoamericanas están llenas de mitos


políticos construidos a lo largo del tiempo. El autor Rangel en su libro “Del buen salvaje al
buen revolucionario”, señala que los mitos fueron creados por la imaginación europea, o
vienen mas lejos aún, de la antigüedad Judeo-helénica y asiática y que fueron reformulados
por los europeos en el descubrimiento de nuevos mundos. Muchos de los textos clásicos
hoy en día pueden ser capaces de dar respuestas a problemas actuales de nuestra sociedad.
Es por ello, que es importante entender primero que es un mito; siendo esto “historia
fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la narración, las acciones de seres que
encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza, aspectos de la condición humana,
etc.”

Basado en el tiempo cuando Latinoamérica despierta en su conciencia nacional,


(para el siglo XIX) se encuentra con una base mítica que intenta reivindicar el pasado
precolombino de América y excusar hoy en día su fracaso, en las interpretaciones falsas, las
descripciones mentirosas y las excusas complacientes, que se reproducen en las mismas
impotencias e ilusiones sin llegar a nada. El mito del Buen Salvaje responde a las angustias
características de la civilización europea, occidental, cristiana, historicista, al encontrar ese
tiempo primitivo coexistiendo con nuestro tiempo, y constatar que en efecto hombres
incontaminados por la civilización, aún permanecen inocentes.

Por causa del mito del Buen Salvaje, Occidente sufre hoy de un absurdo complejo
de culpa, están convencidos de haber corrompido con su civilización a los demás pueblos
de la tierra, agrupados genéricamente bajo el calificativo de “Tercer Mundo”, los cuales sin
la influencia occidental habrían supuestamente permanecido tan felices como Adán y tan
puros como el diamante. Para lograr entender la transmutación del Buen Salvaje en el Buen
Revolucionario, se nota que hay no sólo una relación, sino identidad entre el estado del
hombre antes de la caída (precolombina) y después de la salvación (colonización). Es por
ello, que los americanos se apoyaron en esa visión del buen salvaje para oponerse al “yugo”
colonial.

El autor pone el énfasis en el pasado colonizador, estudia solo la América hispana,


es decir, a los pueblos americanos conquistados por los españoles. A pesar de su
heterogeneidad, reconoce que “La América Española en cambio, a pesar de su inmensidad
geográfica y su aparente heterogeneidad, es un conjunto identificable, con suficientes
rasgos comunes como para que sea útil generalizar sobre él, una subdivisión “clara y
distinta” del mundo en que vivimos” (Rangel, 2006, p. 23). El idealismo formo parte de
todas las sociedades, el anhelo de conseguir un orden social carente de las contradicciones
presentes en la mayoría de los pueblos del mundo.

Es difícil asumir la América hispana solo como parte de una herencia histórica, ya
que es producto de una mezcla cultural, vicios como el egoísmo, la mercantilización de las
relaciones sociales, la esclavitud, y tantos otros defectos se incorporaron a estas sociedades
a través de la colonización europea. Obviando así todo lo positivo que trajo el aporte
occidental. Todavía en la actualidad en los discursos políticos o indígenas se insta a
Occidente a pedir perdón por la conquista de América. Sin duda el milenarismo y el
revolucionismo están reñidos con el espíritu racionalista que hizo la grandeza de Occidente;
pero en cambio son supremamente tentadores para quienes se sienten preteridos,
marginados, frustrados, fracasados, despojados de su derecho natural al goce igual de los
bienes de la tierra de que supuestamente disfrutaban los Buenos Salvajes de América antes
de la llegada de las fatídicas carabelas (la conquista). Eso explica que la América
triunfadora, los EE.UU., haya hecho un uso muy moderado del mito del Buen Salvaje y
tenga una resistencia sana (mayor que la de Europa) al mito del Buen Revolucionario. Y
explica también que la América fracasada, es América Latina siendo especialmente
vulnerable a ambos mitos. El Buen Salvaje tiene en la siquis de los norteamericanos un sitio
tan reducido como en la historia de ese país.

En contraste, esa necesidad ha sido el hecho central y sigue siendo el cáncer de


Latinoamérica, donde el conquistador español creó una sociedad de la cual los indios,
reducidos a la servidumbre, formaban parte orgánica e indispensable, los hombres por su
trabajo, las mujeres por su sexo y, en consecuencia, los latinoamericanos somos a la vez
descendientes de los conquistadores y del pueblo conquistado, de los amos y de los
esclavos, de los raptores y de las mujeres violadas. Los colonizadores vinieron en busca de
tierra y libertad, no de oro y esclavos. Al indígena, habiéndolo expulsado del territorio, o
exterminado, no tuvieron necesidad ni de rechazarlo ni de integrarlo social o
psicológicamente. De este modo, el Buen Salvaje se convierte ahora en el Buen
Revolucionario.

Este proceso de la conquista solo trajo consigo en lo frecuentes cambios de


gobierno, las llamadas “revoluciones” en latinoaméricas, que no son mas que
perturbaciones en un agua estancada. Oligarquías que no tendrán otra preocupación ni otra
meta que mantener intactas las estructuras sociales basadas en el latifundio y el peonaje.
Para colmo de injusticia, cuando hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX las
clases dirigentes latinoamericanas comiencen a formular explicaciones o excusas por el
fracaso de sus sociedades en comparación con la sociedad norteamericana, es al indio, al
negro y a la mezcla de razas a quienes van a culpar; y esa explicación va a preceder
primero, y luego a coexistir durante algún tiempo con la que hoy está de moda y que
atribuye exclusivamente al imperialismo norteamericano el atraso y la frustración de
América Latina.

El siglo XX fue el de la retórica antiimperialista, era el auge del texto de Lenin


sobre el imperialismo como fase superior del capitalismo (Lenin, 2000). Fue un discurso
que permitió una renovación muy profunda del drama latinoamericano, tenían ahora un
nuevo enemigo al cual vencer y superar para ser libres. La retórica antinorteamericana
superó incluso al discurso antiespañol, que siempre ha estado presente y recordada sobre
todo durante las celebraciones del descubrimiento de América o día de la raza, hoy
rebautizado como día de la resistencia indígena en algunos países para exacerbar el
resentimiento histórico. Si bien explica este importante hecho del imperialismo americano
para justificar el fracaso. El autor aclara que “El imperialismo norteamericano en América
Latina no es, desde luego, ningún mito. Sólo que es una consecuencia y no una causa del
poder norteamericano y de nuestra debilidad” Rangel 2006, p. 57).

En realidad, el discurso antiamericano y antiimperialista es fácil de aceptar por


razones psicológicas usadas para negar problemas complejos. Decir que unos son pobres
porque otros países son ricos, ha sido un mito muy extendido por el marxismo. Ante ese
planteamiento, es lógico pensar que el país más poderoso del mundo, Esta dos Unidos, lo es
únicamente gracias a la explotación de Latinoamérica y en general de todos los países del
tercer mundo. Esto mismo sostiene Carlos Rangel cuando explica que “Sin el desarrollo
norteamericano, no habría subdesarrollo latinoamericano. Sin el subdesarrollo
latinoamericano, no había desarrollo norteamericano, etc” (Rangel, 2006, p. 78-79). Así de
simplista resulta ese razonamiento.

Los hechos son desestimados o manipulados cuando lo importante es producir una


teoría que alivie los complejos de las sociedades, sus frustraciones y resentimientos. Las
relaciones económicas de Latinoamérica con Estados Unidos siempre se han visto desde la
lógica de suma cero, los norteamericanos se han llevado las riquezas nacionales. Nunca
hemos reconocido los beneficios del intercambio económico y las inversiones en América
Latina por las empresas de la potencia del norte. La región se ha visto beneficiada de ese
comercio, pero se ha preferido mantener la retórica de que las empresas trasnacionales son
las causantes de su pobreza, aunque sus inversiones sean las más importantes, y los salarios
pagados sean lo mejor a lo que puede aspirar alguien que vive en el tercer mundo.
Aun así, el prisma marxista de la explotación sigue siendo la mirada hegemónica para
entender las relaciones comerciales con Estados Unidos. A pesar de ello, las comparaciones
son inevitables con el vecino del norte, al punto de intentar emular siempre su nivel de
desarrollo e incluso sus instituciones. Las constituciones promulgadas durante la
independencia en Latinoamérica tomaron muchos aspectos del institucionalismo
norteamericano. El problema ha sido que a pesar de copiar en gran medida su modelo de
Estado y economía, los resultados no han sido los mismos. La debilidad institucional ha
sido el problema principal, por el contrario, la fortaleza de las instituciones norteamericano
s han sido fundamentales en su éxito. De allí que en palabras de Carlos Rangel, “…el
adelanto y la superioridad nacional de los norteamericanos los sentimos como una ofensa,
la cual se mitiga si podemos persuadimos de que los EE.UU. han triunfado a costa de
nosotros” (Rangel, 2006, p. 81).
La errada visión de América Latina como víctima del mundo desarrollado y de las clases
pudientes ha forjado un personaje tipo, el «buen revolucionario», que promueve el
populismo, el proteccionismo, el caudillismo [cita requerida] y el autoritarismo como
solución para la región en «venganza» por los males recibidos por los occidentales,
personaje al cual se le debe disculpar sus exabruptos en nombre de su «buena causa». Para
el autor, la revolución, el populismo y la idolatría del Estado del «buen revolucionario»
latinoamericano no son más que la continuación de los males que ya existían en las
sociedades precolombinas, la Colonia y las repúblicas decimonónicas, por ende, ese camino
no corrige, sino que agravaba esa herencia.
Carlos Rangel hace un alegato a favor de los valores occidentales odiados por el «buen
revolucionario» a los que, según el libro, tontamente se culpa de los males de las naciones
hispanoamericanas. La salida al estancamiento de América Latina —a la que Rangel
prefiere llamar América Española— es para el autor el acercamiento a Occidente, del cual
es parte, a través del liberalismo y sus valores favorables a la soberanía individual, la
igualdad ante la ley, la propiedad privada y la libertad sin adjetivos, y que este camino es el
que conduce a la prosperidad como precisamente demuestra la sociedad occidental.
https://www.redalyc.org/journal/993/99364322005/99364322005.pdf

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