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Síntesis: Del Di Tella a Tucumán Arde

Para empezar, la vanguardia artística del ’68 en Argentina, trata sobre una
nueva percepción que llevaría a los artistas a proyectar modos positivos de lucha.
Posteriormente serian adoptadas por el arte revolucionario y posrevolucionario.
Esta nueva percepción, denominada “eficacia”, es la solución a la falta de
funcionalidad que han influido los burgueses sobre el arte. En otras palabras, el
arte debía optar por el cambio, no limitarse a la mera ilustración de situaciones
sociales. De este modo lo llevaría por el camino hacia la política, asumiendo su
intervención como programa estético, ya que se consideraba que la garantía de la
obra pesaba en su impacto como los actos políticos.
Los artistas pretendían crear un espacio propio, alejados de la intervención
de legitimadores de la esfera del arte. Se trató de una rebelión contra los modos
establecidos de producción y circulación limitada por las instituciones. Las nuevas
obras serian definidas como acciones colectivas y violentas, que aportarían a la
transformación de la sociedad y el campo artístico. Así que destruyen el concepto
de obra única para el goce personal, anteriormente vigente. El hecho de acudir a
la violencia, como medio liberador contra la opresión del sistema, se origina en los
discursos de dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles, sectores de la iglesia,
intelectuales y artistas.
La ruptura institucional significó incorporar las obras de arte en un contexto
diferente, porque se creía que las acciones perdían su potencial crítico al estar
dentro de las instituciones artísticas. Además de que repudiaban el carácter
burgués del ámbito artístico, por lo que el mantenerse fuera les garantizaba
independencia y libertad para experimentar. Los artistas se instalaron en las
calles, con resultados limitados y peligrosos, vinculándose así con la CGT de los
argentinos, movimiento obrero y sectores populares. Cuando esto sucede, logran
vislumbrar el desamparo de las calles, no sólo se arriesgaban a sí mismos sino al
cuerpo de la obra. Habían perdido el resguardo de las instituciones artísticas, si
bien hablaban de la violencia en forma simbólica, en tiempos de dictadura significó
un riesgo y consecuencia real.
El desplazamiento de las obras, hacia una institución de carácter político –
sindical impuso nuevas reglas, implicó una circulación distinta porque era evidente
que deseaban llegar a un nuevo público. A causa de esto, los artistas viajaron a
una provincia norteña instalándose en otro tipo de marco institucional, donde la
definición de arte era distinta a la suya. Se trataba de un colectivo de arte que
incluía a las personas en el momento de creación y en el de recepción. Sin
embargo fue una posición difícil de mantener, se habían apartado de los lugares
instituidos por el sistema porque no estaban listos para administrar sus obras,
llegan a la conclusión de la inutilidad de sus actos por superar la crisis. Disuelven
sus movimientos y abandonan el arte antes de ser señalados como una nueva
forma artística.
A medida que la vanguardia estética se entrecruza con la vanguardia política,
se producen desacuerdos con definiciones políticas, esto explicaría la
desvinculación de artistas luego de los incidentes en el Premio Braque. Los que
impulsaron este suceso, se encontraron con que algunos artistas no estaban de
acuerdo y decidían presentarse en esas invitaciones. El emprendimiento
“Tucumán Arde" durante su realización estuvo vinculado a la CGTA, la cual le
brindó sedes sindicales para realizar sus muestras y contactos en Tucumán
importantes para su trabajo. La denuncia tucumana era una de las principales
campañas del medio obrero.

Es importante destacar que, “Tucumán Arde”, es la expresión utilizada para el


encuentro entre vanguardia plástica y política, a finales de los ’60, clausuran el
intento de fusionar el arte con la política. En esa época habían mostrado al arte
como acción, pretendiendo impactar a través de su nuevo lenguaje y sus medios
en su proceso de transformación de la realidad. En esos años las condiciones de
la sociedad argentina, en decidir dar el primado a lo político, fue autonomía de los
intelectuales. Aun así sus consecuencias fueron la pérdida de autonomía, que
hasta entonces habían aprovechado de la intervención política, como una opción
consecuente a lo que estaban viviendo.

Para cerrar la idea, lo que queda hoy de “Tucumán Arde” son piezas de lo
que fueron sus obras, entremezcladas con las versiones de la historia del arte y
recuerdos de los partícipes del colectivo de arte. Lo ocurrido en ese tiempo fue
una experiencia que irrumpió en lo artístico, cultural y político. Este relato espera
aportar a la historia del arte y de la política en Argentina, también reflexionar sobre
cómo actúa en la actualidad.

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