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INTRODUCCIÓN
Hay tres métodos para tratar de vivir la vida cristiana. Dos de estos métodos no dan
resultado. Uno, es una vida de legalismo, que el apóstol Pablo ya había estado
comentando. El segundo, es una vida licenciosa, de dar rienda suelta a los instintos
de la naturaleza humana pecaminosa que el apóstol Pablo discutió en su epístola a
los Romanos 6. Allí se planteó la pregunta: "¿Pecaremos porque no estamos bajo
la ley, sino bajo la gracia?" Y la respuesta de Pablo fue: "¡De ninguna manera!"
No podemos vivir en pecado y ser creyentes. Ahora, puede que usted caiga en el
pecado, pero dejará ese pecado, saldrá de esa situación. ¿Recuerda usted la
parábola del hijo pródigo, en Lucas 15? Cuando el hijo pródigo se hundió en la
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miseria, entró a una pocilga para intentar comer la comida de los cerdos, pero no
se quedó a vivir en ese lugar. Salió de allí. Por lo tanto, la vida del creyente no es
una vida de legalismo, ni tampoco es una vida licenciosa.
El tercer método para vivir la vida cristiana es una vida de libertad y en el resto del
capítulo el apóstol nos dará a nosotros el modo de proceder para vivir en libertad.
La vida de legalismo no sólo incluye los diez mandamientos, sino también un grupo
de reglas que algunos creyentes en la Biblia han establecido para sí mismos e
intentan seguirlas. Entre esas reglas se dictamina, por ejemplo, a qué lugares puede
ir un creyente, y cuales no puede ir y cuestiones relacionadas con la ropa que no se
debe usar, el arreglo personal en general, y a veces, normas de comida y bebida.
El apóstol Pablo estaba diciendo que uno puede cumplir con cada uno de los Diez
Mandamientos y aún así, no vivir la vida cristiana. Incluso usted puede cumplir no
sólo los Diez Mandamientos sino también cualquier norma o regla que otros le
impongan para regular su vida, y aún así, usted no estaría viviendo la vida cristiana.
También están aquellos que se van al otro extremo: se oponen a toda ley y norma,
pensando que pueden hacer lo que les parezca y al mismo tiempo dicen que viven
la vida cristiana. Pero la vida cristiana no es ni un extremo ni el otro. Es una libertad
que se vive unido a Cristo.
Prestemos atención a otra frase del versículo 13: "solamente que no uséis la libertad
como ocasión para dar rienda suelta a vuestras pasiones". ¿Qué significa para el
creyente el Evangelio de la gracia? Es la Gracia y no la Ley la que nos libera de
hacer el mal y nos permite hacer el bien. La gracia no nos pone en libertad para
pecar, sino que nos libera del pecado. Como creyentes deberíamos desear el
agradar a Dios, no porque debamos agradarle como un esclavo, sino porque es
somos hijos y queremos complacer a nuestro padre. El creyente hace lo que Dios
quiere, no porque teme hacerlo de otra manera, como si Él fuera un enemigo, sino
porque quiere hacerlo, porque Dios es su amigo. Dios es el que le ama y sirve a
Dios, no por presiones externas como la Ley, sino a causa de un gran principio
interior inclusive mejor; la vida de Cristo que está dentro de él.
Nosotros servimos a Dios porque le amamos. El Señor Jesús les dijo a sus
discípulos en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Toda la base
de la obediencia es una relación de amor con Él. La ley nunca habría podido
llevarnos a esa situación. En primer lugar, era negativa. Producía una bondad
negativa, que es el tipo de bondad que mucha gente tiene hoy. Esa bondad negativa
es una bondad legalista, que le lleva a decir "no hago esto, no hago aquello". Pero
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¿qué hace usted? Es que todos los sistemas de normas de conducta producen
únicamente una bondad negativa. Nunca se elevan a una esfera de bondad positiva
en la que uno hace cosas para agradar a Dios por el mismo amor de complacerle.
Dios quiere que le sirvamos con esa clase de fundamento.
Luego el apóstol Pablo iba a reducir todo este asunto a una simple declaración y
entonces, ampliaría lo que quería decir.
Pablo no está diciendo que la ley queda anulada en su totalidad, sino que Cristo la
cumplió en su totalidad. Sin embargo, ciertas provisiones de la ley, tales como las
disposiciones dietéticas y ceremoniales, ya no son aplicables a los creyentes bajo
el nuevo pacto, pero los Diez Mandamientos permanecen como declaraciones de la
voluntad de Dios para el comportamiento cristiano y reflejan la ley moral eterna de
Dios.
Aquí la ley fue reducida al mínimo común denominador. Ésta es la prueba de fuego
para aquellos que creen estar viviendo de acuerdo a la Ley. La palabra clave es
"amor".
Aquí queda bien claro que ese amor del cual nos hablaba el versículo 14 necesitaba
ser expresado mutuamente en las iglesias de Galacia. Como resultado de las
incursiones de los falsos maestros la iglesia estaba dividida y enzarzada en
amargos conflictos. Los seguidores de los legalistas y aquellos que permanecían
firmes en su fe fueron comparados a fieras que se devoraban unas a otras. Y esta
situación estaba muy lejos del ideal Bíblico de convivir juntos en unidad de amor y
amenazaba destruir a la iglesia, en el sentido de perder su testimonio individual y
colectivo.
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Pero aquí están las dos opciones, estimado hermano. Por una parte, una vida de
esclavitud a nuestros propios deseos; una vida de lucha y de derrota y, por otra
parte, una vida de libertad bajo el control del Espíritu de Dios; una vida de lucha y
de triunfos. Amado hermano, oremos a Dios para que Él nos guíe a escoger la
opción de una vida abundante y fructífera, una vida de calidad aquí en la tierra, y
una vida eterna en el reino de Dios.
Lo que el apóstol Pablo estaba diciendo aquí era que los malos deseos de la
naturaleza humana están en contra de los deseos del Espíritu de Dios. Ante esas
tendencias y deseos opuestos, fruto de una enemistad absoluta, el cristiano no
puede hacer lo que quiere porque existe una lucha constante.
El cristiano tiene una nueva naturaleza. Esto es lo que el Señor le dijo a Nicodemo,
como vemos en el relato de Juan 3:6, en el sentido de que lo que nace del cuerpo,
es decir de padres humanos, es humano. Y lo que nace del Espíritu, es espiritual.
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La Biblia nos enfrenta con la realidad de que usted y yo tenemos dos naturalezas;
la vieja naturaleza pecaminosa, y la nueva naturaleza espiritual. Eso es lo que Pablo
describió en la última parte de su epístola a los Romanos.
Yo tengo una nueva naturaleza, y esa naturaleza se inclina a adorar al Señor, eso
sí lo siento. Hay momentos cuando estoy viajando solo, en los que siento deseos
de clamar a Dios en alta voz y decir: ¡Señor, Tú eres maravilloso, yo te amo y te
adoro! Cuando algo así ocurre, es la expresión de mi nueva naturaleza; la vieja
naturaleza nunca se siente inclinada hacia esta actitud de amar y de alabar a Dios.
Por ello, como ya dijimos, cada creyente se enfrenta con las demandas de una vieja
y una nueva naturaleza. Ésta es la condición de los creyentes. (Romanos 7:19-25)
A veces uno puede escuchar a algunas personas que dicen: "Bien, yo no sé decir
si estoy viviendo bajo el control del Espíritu o no". Sí, estimado hermano, usted
puede saberlo, no se engañe a sí mismo en este asunto. Pablo lo dijo con toda
claridad aquí, por tanto, usted no puede equivocarse ni confundirse al tratar de
identificar quién controla su vida.
Es decir, el Espíritu nos eleva a un nivel mucho más alto. ¿Por qué? Porque aquí
podemos ver cuáles son las obras producidas por la vieja naturaleza pecaminosa.
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