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Iglesia Bautista Reformada Salvación y Vida Eterna

Pr. Edwin D. Torres Bonilla.

Sermón No. 13 (Gálatas)

Libertad en Cristo

Gálatas 3:23-29

23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para
aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para
llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe,
ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque

todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente
linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.

INTRODUCCIÓN

Seguimos con esta carta a los Gálatas, esta carta fue el grito de guerra de la
Reforma Protestante, en un tiempo donde la salvación por obras estuvo reinando
por siglos, trayendo esclavitud y oscureciendo la gracia de Dios.

Pablo dirige esta carta a una región, a un conjunto de iglesias, ubicadas en Galacia,
lo que es hoy Turquía, fundado por el un grupo étnico llamado los Celtas, los Galos,
quienes tenían fama de ser volubles y cambiantes, en específico a las iglesias de
Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, y Derbe, mismas que fundó en su primer viaje
misionero.

En esta carta vemos a un Pablo ofensivo, y exhortador, ¿por qué? debido a falsos
maestros judaizantes quienes estaban pervirtiendo el Evangelio en medio de unos
Gálatas con fama de inestables, de manera que no solo estaba en peligro la fe de
los Gálatas, sino que el corazón mismo del Evangelio estaba siendo atacado.

Estos falsos maestros estaban enseñando que para ser salvo, la fe en Cristo no era
suficiente, sino que además necesitabas cumplir la ley, minando así la doctrina
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central de todo el NT la cual es “la justificación por la fe”, “la salvación por fe, y no
por obras”.

Y ya hemos visto como esto tiene implicaciones muy profundas en la fe de una


persona, porque afecta su eternidad, como Pablo nos enseñó a través de la ley
nadie puede llegar a ser salvo, porque la ley no fue dada para alcanzar salvación.

No solo eso, sino que al abandonar la gracia y regresar una vez más a la ley o al
legalismo, a las obras, no se gana mayor espiritualidad, al contrario, se regresa a la
esclavitud de las obras, al no poder alcanzar el estándar de perfección que Dios
demanda a través de la ley.

El día de hoy seguimos con esta sección la cual es doctrinal, donde Pablo está
respondiendo a la pregunta del millón de dólares, ¿qué es lo que salva a una
persona? ¿Cómo una persona puede estar en una relación correcta con Dios? A la
cual Pablo tiene una sola respuesta, ya que solo en este capítulo lo repite doce
veces: Es por fe. El único camino a la salvación que ofrece la Biblia, la Palabra de
Dios, es la fe.

Pablo ya nos hizo recordar a aquellos que hemos nacido de nuevo, que tenemos un
antes y después de Cristo, que no fue sino por pura gracia de Dios que hoy seamos
salvos, llegamos a la conclusión de que nunca fue por nuestras obras, que no le
estábamos buscando, sino, que fue por su pura gracia que nos alcanzó, a nosotros
solo nos tocó oír con fe, creer en su testimonio.

V.23 23Pero
antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley,
encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.

La frase antes que llegara la fe se refiere, por supuesto, a la fe en el Señor


Jesucristo, quien murió por nosotros.

O sea, que hasta que vino el Señor Jesucristo, la ley incluía a la misericordia porque
establecía la existencia de un propiciatorio, que era la tapa del arca de la alianza,
del pacto. Allí se encontraba el lugar donde Dios entraba en contacto con su pueblo
para perdonarlo. La ley preveía que habría un altar donde se podrían ofrecer
sacrificios por el pecado para obtener perdón, hallar la misericordia de Dios. Y todos
aquellos sacrificios de la época de la ley señalaban a Cristo. Por ello el apóstol Pablo
dijo que antes que llegara la época de la fe, estábamos guardados bajo la ley,
encerrados en ella y bajo su custodia hasta que viniese esa fe que iba a ser
revelada.
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La fe que justifica estaba operativa en el Antiguo Testamento. Pero la fe en la


persona y la obra de Cristo no vino hasta el momento en que fue específicamente
revelada. Antes de ese momento histórico, los israelitas se encontraban bajo la
custodia protectora de la Ley. De esa manera, Dios protegía a Su pueblo de los
degradantes y malvados ritos paganos que practicaban los pueblos paganos que
les rodeaban.

V.24 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin
de que fuésemos justificados por la fe.

Martín Lutero pudo decir: "Ésta es mi epístola, yo estoy aferrado a ella". Es esta
sección la que hizo impacto en ese joven inglés Juan Wesley. Él fue enviado como
misionero a los Estados Unidos, y al llegar allí, dijo: "Yo vine a América con el
propósito de convertir a los indios, pero ¿quién va a convertir a Juan Wesley?" Al
regresar a su país, Inglaterra, una noche, mientras caminaba por Aldersgate,
escuchó la explicación de esta sección de Gálatas, que causó en él una gran
impresión que le condujo a los pies del Señor Jesucristo. Y así, Juan Wesley fue
utilizado por Dios para traer el más grande movimiento espiritual que el mundo de
habla inglesa haya conocido.

Pablo dejó bien aclarado que la Ley mosaica no podía salvar. Y en su epístola a los
Romanos, capítulo 4, versículo 5, expresó con claridad lo siguiente: "pero al que no
trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia".
Dios rehusó aceptar las obras del ser humano para conceder la salvación. En el
libro del profeta Isaías 64:6 hemos leído que la justicia del hombre era como trapos
de inmundicia a los ojos de Dios. Él no aceptó el guardar la Ley para obtener la
salvación porque la Ley no podía salvar; sólo podía condenar. No fue dada para
salvar a los pecadores sino para que ellos supieran que eran pecadores. No removía
el pecado, sino que lo revelaba, lo ponía en evidencia. No podía evitar que el ser
humano pecara, porque el pecado ya había llegado a la raza humana. La ley
demuestra que el hombre, en realidad, no es como algunos lo han presentado, como
un pecador sofisticado, refinado, educado. Puede que lo parezca, pero a la hora de
la verdad, en su estado natural, es un ser detestable, vulgar, injusto y sin ningún
atractivo.

Quisiéramos utilizar una ilustración que puede ser de ayuda para aclarar el propósito
de la ley como Palabra de Dios. Imaginemos por un momento que vamos al cuarto
de baño de la casa, donde se encuentra el lavabo con su espejo en la parte superior.
El lavabo tiene un propósito, así como el espejo también tiene su función. Cuando
usted es consciente de haberse ensuciado la cara, usted va al cuarto de baño para
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remover la suciedad. Ahora, está claro que usted no utiliza el espejo para limpiar la
suciedad. El espejo sólo le revela a usted la mancha en el rostro.

Sin embargo, en la actualidad hay muchas personas que están tratando de limpiar
sus manchas con el simple contacto visual o físico con el espejo que es la ley de
Dios, creyendo que de esa manera podrán limpiar dicha suciedad. Como usted
puede darse cuenta, la Ley revela la condición real de la persona. La Palabra de
Dios es el espejo que revela quienes somos, y lo que somos, es decir, que somos
pecadores y que lo que somos nosotros, que somos pecadores que se encuentran
fuera y lejos de la presencia gloriosa de Dios. Y esto es lo que revela la Ley de Dios.
Pero gracias a Dios que debajo del espejo está el lavabo y es a él que uno recurre
para lavar la mancha. Ello nos recuerda las palabras de Juan en el Apocalipsis, el
último libro de la Biblia, en 1:5, palabras en las cuales se presenta a Jesucristo como
"el que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre". Así es como
se remueve la mancha del pecado. Es la sangre de Jesucristo la que nos limpia. Así
que la ley prueba que el ser humano es un pecador, pero no lo convierte en un
santo, puro y limpio. Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 3:19, la ley fue dada
para que todo el mundo se calle y quede convicto bajo el juicio de Dios.

V.25 . 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,

La palabra en griego que se utiliza aquí para nuestro término guía es "paidagogus",
que quiere decir, "el que cuida a los niños". En el hogar de los romanos en esa
época, había ciertos esclavos o siervos que formaban parte del personal de la casa
familiar. Aproximadamente, de unos 120 millones de habitantes, 60 millones eran
esclavos. En el hogar de un patricio, de un miembro de la guardia pretoriana o en la
casa de las personas adineradas, había esclavos que tenían a su cargo el cuidado
de los niños. También, por ejemplo, tenían a otros siervos que estaban a cargo de
las herramientas de la casa, el arado, de las carrozas, del ganado, y otros
elementos. También había otro siervo que estaba a cargo de llevar las cuentas del
dueño, los libros, los asuntos personales y del Banco, el dinero y cosas por el estilo.
Cuando un niño nacía en esos hogares, era colocado bajo la custodia del siervo o
esclavo que habría de criarle. Le proporcionaba la ropa limpia, le bañaba, y le
reprendía o imponía un castigo cuando se lo merecía. Cuando el niño crecía y
llegaba a la edad escolar, le levantaba por la mañana, le vestía y le llevaba a la
escuela. De ahí proviene el término "paidagogos": "paid" se refería a los pies, de ahí
viene nuestra palabra "pedal" y "agogos" que significa "guiar". La palabra griega
describe de esta manera al esclavo que tomaba al niño de la mano, le conducía a
la escuela, y se lo entregaba al maestro. Este siervo o esclavo, no era capaz de
instruir al niño más allá de cierta edad, así que le conducía a la escuela.
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Ahora bien, lo que Pablo estaba diciendo aquí era que la Ley era nuestro
"paidagogos". Era como si la Ley hubiera dicho: "Mira niño, yo no puedo hacer nada
más por ti. Así que quiero tomarte de la mano y llevarte a la cruz de Cristo. Tú estás
perdido, y necesitas a un Salvador". Por ello decimos que el propósito de la Ley era
el de conducir a los seres humanos a Cristo, y no para darles motivos para andar
presumiendo por la vida de que obedecen los preceptos de la Ley de Dios. Usted
sabe que no puede obedecer esos preceptos. Para llegar a esa conclusión todo lo
que tiene que hacer para estar seguro de ello es examinarse a sí mismo
íntimamente.

V.26 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

Pablo se dispone a mostrarnos algunos de los beneficios que recibimos al confiar


en Cristo, y que nunca podríamos recibir bajo la Ley. En otras palabras, la ley nunca
podía darle al creyente la naturaleza de un hijo de Dios. En cambio, Cristo sí puede
hacerlo. Sólo la fe en Cristo nos puede convertir en hijos de Dios.

Observemos esto por un momento. Pablo dijo: pues todos sois hijos de Dios. Sólo
la fe en Cristo puede convertirnos en hijos legítimos de Dios. Y utilizó el término
"legítimos" como énfasis, porque los únicos hijos que Dios tiene, son hijos legítimos.

Uno se convierte en un verdadero hijo de Dios por la fe en Cristo, y eso es todo lo


que se necesita para ello. La salvación no equivale a la fe y algo más. Sino que la
fe, y nada más que la fe, le convierte a uno en un hijo de Dios. Nada más puede
convertirle a alguien en un hijo de Dios. Y esto queda suficientemente claro en este
versículo, que declara enfáticamente todos sois hijos de Dios ¿y cómo? por la fe en
Cristo Jesús.

Amados hermanos, no habríamos podido cumplir con la ley, pero aun en el supuesto
caso de que pudiera haberlo hecho, su justicia habría sido inferior a la justicia de
Dios. Es que el carácter de ser un hijo Suyo requiere Su justicia. El Nuevo
Testamento, sin lugar a dudas, nos dice en Juan 1:12: "Mas a todos los que le
recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios". Se nos ha dado la "potestad" que equivale a la palabra griega "exousian",
que significa "la autoridad", "el derecho" de ser hijos de Dios por hacer nada más
que sencillamente confiar en Cristo. Un fariseo llamado Nicodemo, que era un
hombre profundamente religioso, devoto de una religión dada por Dios aunque
estuviera en decadencia, seguía meticulosamente la Ley y, sin embargo, aún no era
un hijo de Dios. Porque Jesús le dijo, en Juan 3:7, "Os es necesario nacer de nuevo".
Y en esto es necesario ser dogmático y claro. Ni sus oraciones, ni sus dones o
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capacidades, jamás le convertirá a usted en un hijo de Dios. Sólo la fe en Cristo le


hará un hijo de Dios.

Permítanme hacer una declaración que creo es muy necesaria. La herejía más
condenable, que se haya propagado por este mundo, es la herejía de la "paternidad
universal de Dios" y la "fraternidad universal del hombre". Los que la sustentan dicen
que "todos somos hijos de Dios". Pero los que son hijos de Dios, deben actuar como
hijos de Dios y resulta innegable que la conducta de los seres humanos en general
y las condiciones de convivencia en el mundo actual desmienten semejantes
creencias de paternidad universal y de fraternidad universal.

Y si pensamos en la época de Jesús podemos recordar que Él nunca dijo nada


semejante. En una ocasión, relatada en Juan 8:44, mirando a un grupo de líderes
religiosos les dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro
padre queréis hacer". Y eso no le hemos dicho nosotros, sino una persona tierna y
delicada como Jesús. Evidentemente, había personas en su época que no eran
hijos de Dios. Y pensamos que el diablo tiene aún hoy muchos hijos por el mundo.
¡Ciertamente, ellos no son hijos de Dios! La única forma en que una persona pueda
convertirse en un hijo de Dios es por medio de la fe en Jesucristo.

V.27 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos.

Ahora, este bautismo que aquí se menciona, es el bautismo por agua. El bautismo
por agua es siempre una ordenanza y creemos en esta ordenanza con todo nuestro
corazón. Creemos que cada creyente debe ser bautizado y debe ser bautizado por
inmersión; porque la inmersión claramente ilustra al verdadero bautismo, que es el
bautismo del Espíritu Santo, el bautismo que coloca o une a alguien al cuerpo de
los creyentes.

El apóstol Pablo dijo, en 1 Corintios 12.13, "porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y
a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". Eso quiere decir, que somos
identificados, que estamos colocados en realidad y en verdad, en el cuerpo de los
creyentes, que es la iglesia. Recordemos otra vez lo que dice este versículo 27, de
este capítulo 3: "27pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos". Dios lo ve a usted en Cristo y por tanto, lo ve a usted completo,
a la luz de la perfección de Cristo. Usted no puede agregar nada a eso.
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V.28 28 Ya
no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

En este contexto cualquier persona que esté unida a Cristo es mi hermano y no


importa cuál sea el color de su piel ¡Damos gracias a Dios por esa realidad y nos
llamamos mutuamente hermanos! ¿Por qué? Porque somos uno al estar unidos a
Cristo y vamos a estar juntos por toda la eternidad.

Este es uno de los versículos que mas se saca de contexto para justificar herejías,
contrarias a la palabra de Dios.

Los progresistas, y los que están a favor del homosexualismo y cualquier aberración
lo afirman.

No, lo que este versículo habla es la libertad que tenemos cuando estamos en
Cristo.

V.29. . 29 Y
si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y
herederos según la promesa.

Ahora, ¿cómo podemos ser nosotros descendientes de Abraham? Por el hecho de


que Abraham fue salvo por la fe, y nosotros somos salvos por la fe. Abraham
presentó un pequeño animal como sacrificio, que señalaba al futuro, hacia la venida
del Hijo de Dios, quien sería el sacrificio supremo. En nuestro tiempo, Cristo ya ha
venido y podemos mirar hacia atrás en la historia y decir: "Hace más de dos mil
años el hijo de Dios vino y murió por mí para que yo pudiera tener vida al confiar en
Él"

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