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Brasil 1950
México EE UU
Uruguay
Brasil
Suecia
España
* Para este mundial se implementaron por primera vez los números en las camisetas de los
jugadores.
* El equipo campeón del certamen levantó un trofeo que en 1946 había sido rebautizado bajo
el nombre de Jules Rimet, en honor al ilustre presidente de la FIFA que para aquel año cumplía
25 años en el cargo.
Exceso de confianza
Con la no asistencia Argentina, la decepción inglesa y la pronta eliminación italiana, sólo dos
combinados (Brasil y Uruguay) eran los llamados a luchar por el título de campeones de 1950.
Tras superar la fase de grupos, más compleja para los brasileros que para los uruguayos,
quienes sólo disputarían un partido contra los bolivianos derrotándolos por marcador de 8 a 0,
ambos elencos afrontarían un cuadrangular final en el que Brasil cosechaba dos victorias y con
tan solo un empate en el partido final contra los charrúas, que habían cedido terreno al igualar
con los españoles, haría estallar el grito nacional de campeón.
Para colmo, la prensa carioca, editada un día antes del partido final,
parecía tener una confianza extrema, pues los encabezados daban por
sentado que Brasil sería el campeón. Pero un día después de la
derrota, la prensa, aún estupefacta, titulaba: “La ciudad cerró sus
ventanas, se sumergió en el luto. Era como si cada brasileño hubiera
perdido al ser más querido. Peor que eso, como si cada brasileño
hubiera perdido el honor y la dignidad. Por eso, muchos juraron aquel
16 de julio no volver nunca más a un estadio de fútbol”.
Sin embargo, no contaban con Obdulio Varela (capitán uruguayo) y una garra charrúa que para
la segunda parte del cotejo haría lo impensado, logrando en menos de 15 minutos convertir
dos anotaciones que pondrían a festejar a los uruguayos su segundo título mundial y
enterrarían cualquier asomo de carnaval.
Años después, el mundo del fútbol guarda en su memoria aquel 16 de julio de 1950 que no
solo para los uruguayos conmemora lo que muchos se dieron por llamar un verdadero
“Maracanazo”, sino que además les convertiría en héroes nacionales y trasformaría en villanos
a jugadores brasileños como Ademir, quien fuera goleador de aquel campeonato con 9 tantos,
cosa que nadie recordaría, y al portero Barbosa de quien se cuenta que una tarde de los años
80 en un mercado de la ciudad, sería “víctima” de las palabras que una madre decía a su
chiquillo mientras le señalaba: “Mira hijo, ese es el hombre que hizo llorar a todo Brasil…”