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GRUPO A

 Catar

Jazmín Tunecino (Poema) – Mohamed Al-Ajami

Señor primer ministro, señor Muhammad Ganushi: miramos tu autoridad y no


es constitucional.

No lloramos a Ben Ali ni lloramos por su tiempo; si se piensa en la historia,


un instante será.

Era la dictadura de un sistema opresivo, Túnez se ha declarado en revuelta


popular.

Si somos censurados, censura un vil rastrero; si alabamos, estamos


convencidos de alabar.

Se encendió la revuelta con la sangre del pueblo, en cada persona vimos la


salvación de los pueblos grabar.

Ya se sabe que el Gobierno hace de su capa un sayo y con cada triunfo


siempre alguna tragedia va.

Que así sea en los países donde reina la ignorancia y creen que Estados
Unidos por fuerza el prestigio da;

que así sea en los países donde el pueblo tiene hambre y halla el Gobierno su
orgullo en la pobreza que hay;

que así sea en los países donde te duermes con una nacionalidad, pero eres
apátrida al despertar;

que así sea en los sistemas que por herencia reprimen: ¿esclavos de este
egoísmo seréis mucho tiempo más?

¿Cuánto hace ya que el pueblo de su valor no es consciente? Los gobernantes


lo engañan y a él se le vuelve a olvidar.
¿Por qué será que acabar con los sistemas tiranos es algo que un gobernante
no suele elegir jamás?

El enfermo que en el trono se sienta enoja a su pueblo a sabiendas de que otro


mañana ahí se sentará, sin pensar que esa patria que ha puesto a su nombre y
al de sus hijos, patria del pueblo y de sus glorias es en verdad.

Una sola voz responde para un único destino: Todos somos Túnez frente a la
élite que reprimiendo está.

Los Gobiernos árabes y quienes los representan son todos ladrones, sin
ninguno exceptuar.

La pregunta desvelada al indagar en esta idea no encontrará su respuesta en


ningún sitio oficial:

Puesto que todas las cosas las importan de Occidente, ¿por qué no importar
también derechos y libertad? 

 Ecuador

Sin título - John Solís Rodríguez

El teólogo Rodríguez convocó a sus colegas para darles la noticia: luego de


años de desvelos, había logrado traducir del sánscrito y de ciertos evangelios
apócrifos, en arameo, el único nombre de Dios, el primigenio, el alfa. Doub,
incrédulo, reiteró que Allāh tiene 99 nombres y no más. No, se llama
“Yahweh”, refutó Sturman. “Amigos”, sonrió Rodríguez, “descubrí la única
forma en que se puede convocar al hacedor supremo…” Y lo mentó sin
imaginar que ante sus ojos empezarían a derruirse las paredes, las sillas, los
libros… que el universo entero volvería a constreñirse en un gramo de arena.

 Senegal

Relato de la cosmovisión local


En cierta ocasión, estaban bañándose desnudas las madres de ambas luminarias. Mientras el
Sol mantuvo una actitud cargada de pudor, y no dirigió su mirada ni un instante hacia la
desnudez de su progenitura, la Luna, en cambio, no tuvo reparos en observar la desnudez de
su antecesora.

Después de salir del baño, le fue dicho al Sol: “Hijo mío, siempre me has respetado y deseo
que la única, y poderosa deidad, te bendiga por ello. Tus ojos se apartaron de mí mientras
me bañaba desnuda y, por ello, quiero que, desde ahora, ningún ser vivo pueda mirarte a ti
sin que su vista quede dañada”.

Y a la Luna le fue dicho: “Hija mía, tú no me has respetado mientras me bañaba. Me has
mirado fijamente, como si fuera un objeto brillante y, por ello, yo quiero que, a partir de
ahora, todos los seres te miren sin reparos.

 Holanda

El holandés errante – Leyenda Holandesa

Hace algo más de 500 años, existió un hombre devoto del mar llamado
Hendrik Van der Decken. A este hombre se le encomendó la tarea de
comandar un buque conocido como El Holandés Errante. Cuando el capitán y
su tripulación se dirigían a las Indias Orientales desde Ámsterdam, con el
propósito de hacer fortuna, se vieron atrapados en medio de un desmedido
temporal, que dañó seriamente la embarcación, haciendo añicos el timón y
rasgando las velas.
A eso de la medianoche, cerca al cabo de Buena Esperanza, cuando parecía
que había llegado la calma; el canto del viento se convirtió en un grito furioso
que golpeó los mástiles y sacudió el buque con tal violencia que la tripulación
comenzó a gritarle al capitán:
—¡Debemos regresar, el buque ha recibido mucho daño y nuestras vidas
peligran!
Pero el capitán Van der Decken era muy codicioso y no lo afectaba poner en
peligro su vida ni la de los demás, así que respondió de manera desafiante:
—¡El viaje continúa, aunque tenga que surcar los mares hasta el fin de los
tiempos!
Después de la inesperada respuesta, los mismos marineros se rebelaron contra
él, pero el capitán rayando la locura, amenazó con tirar por la borda a quien
contradijera sus palabras. Alarmados, los hombres se arrodillaron y
comenzaron a rezar; la embarcación estaba a punto de zozobrar.
De repente, el firmamento se partió en dos y surgió una luz divina que iluminó
el mar. De la luz descendió una figura celestial que se enfrentó al capitán,
diciéndole:
—Tú que pones la ambición por encima del sufrimiento ajeno, de ahora en
adelante serás condenado a recorrer el océano eternamente entre tormentas y
tempestades. Desde hoy, solo podrás comer hierro al rojo vivo y beber hiel.
Acto seguido, la figura celestial desapareció llevándose con ella toda la
tripulación.
Y fue así como el capitán Hendrik Van der Decken y el buque conocido como
El Holandés Errante, fueron convertidos en fantasmas y condenados a vagar
sin rumbo por los mares, hasta el fin de los tiempos.

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