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Por una paradoja de la historia antes de que la existencia de los átomos, supuestos
últimos componentes de la materia, fuera un hecho comprobado y aceptado por la
comunidad científica, a finales del siglo diecinueve se descubrió el electrón, que es
una partícula subatómica. Cuando unos diez años más tarde Jean Perrin estableció
plenamente la existencia de los átomos a partir de la teoría de Einstein sobre el
movimiento browniano, ya se sabía que éstos no eran los constituyentes más
elementales de la materia, pues poseían una estructura. Es decir, que, en estricto
sentido, los átomos de los elementos químicos no son átomos porque son divisibles.
J. J. Thomson
Positrón
En 1928 Paul Dirac propuso la célebre ecuación que lleva su nombre, y da cuenta del
comportamiento de los electrones sujetos a las restricciones que impone la teoría de la
relatividad y a los lineamientos de la mecánica cuántica. Un sorprendente resultado
que arroja el examen de esta ecuación es la existencia de una partícula idéntica al
electrón pero de carga eléctrica positiva. Cuatro años más tarde, el físico Carl
Anderson descubrió evidencias experimentales de la existencia de la partícula
predicha por la ecuación de Dirac, luego de estudiar trazos de trayectorias de
partículas provenientes de la radiación cósmica. La nueva partícula, denominada
positrón, es la manifestación de una simetría fundamental de la naturaleza por la cual
a toda partícula elemental le corresponde otra partícula idéntica pero de carga
contraria que, por razones puramente técnicas, se denomina antipartícula.
Electrón y positrón
Átomos y calor
A pesar de que la teoría atómica había alcanzado una gran favorabilidad entre la
comunidad científica a lo largo del siglo diecinueve, y que gracias al modelo atómico la
química logró un alto grado de desarrollo, que se evidencia en resultados tan notables
como la elaboración de la tabla periódica de los elementos, entre algunos de los
físicos más destacados persistían objeciones en contra de la aceptación del concepto
de átomo por razones que iban desde lo filosófico hasta lo matemático. Examinemos
algunos de los elementos claves que fundamentaban sus objeciones.
Uno de los logros más sobresalientes de la física del siglo diecinueve, y de toda su
historia, fue el establecimiento de la ley de la conservación de la energía. Gracias a los
métodos de la mecánica estadística fue posible expresar conceptos como temperatura
y entropía en términos de corpúsculos en movimiento. De esta manera, la
termodinámica quedó reducida a la mecánica y la física se fortaleció al contar con
principios de carácter cada vez más universal y de mayor capacidad explicativa,
gracias a lo cual conceptos como el calórico, la supuesta sustancia responsable de los
fenómenos termodinámicos, o el flogisto, agente activo en los procesos de
combustión, se hicieron innecesarios, y el concepto de calor se vio reducido a una
suerte de movimiento microscópico de la materia. Pero un movimiento microscópico
demanda la existencia de objetos microscópicos que se muevan.
El modelo cinético corpuscular surgió como una propuesta para explicar los
fenómenos termodinámicos en el marco del principio de conservación de la energía.
Así, para dar cuenta del calor asociado al aumento de temperatura que se observa
luego de que un objeto macroscópico pierde su movimiento por un choque contra otro
objeto o por fricción con el medio, es necesario suponer un aumento en el grado de
movimiento de los corpúsculos que componen el cuerpo mayor, de tal modo que la
energía total del sistema permanezca constante.
A mediados del siglo diecinueve Rudolf Clausius utilizó el modelo cinético corpuscular
y los principios de la mecánica para derivar la ecuación de estado de los gases
ideales, a la que se había llegado inicialmente de manera empírica gracias a los
trabajos de Boyle y Guy-Lussac, entre otros. Clausius asumió que el gas confinado en
un recipiente estaba compuesto de corpúsculos cuyos choques con las paredes
generaban presión. Luego de calcular la frecuencia e intensidad de los choques contra
las paredes, y de asignar un valor promedio para la velocidad cuadrática de los
corpúsculos, suponiendo la validez del principio de conservación de la energía
Clausius demostró que la temperatura de un gas es una medida de la energía cinética
media de los corpúsculos que lo componen.
R Clausius
La interpretación mecánica del concepto de temperatura elaborada por Clausius va
más allá de la idea obvia, pero poco esclarecedora, de que temperatura es aquello que
miden los termómetros.
Irreversibilidad
Uno de los aspectos más sobresalientes de los fenómenos termodinámicos es la
irreversibilidad. Cuando se ponen en contacto dos cuerpos que se encuentran
inicialmente a diferentes temperaturas y transcurre el tiempo necesario, los cuerpos
alcanzan el equilibrio térmico a una temperatura intermedia. En términos coloquiales
podríamos decir que el cuerpo más frío absorbe calor y se calienta, y que el cuerpo
más caliente pierde calor y se enfría. Sin embargo, nunca se observa que ocurra lo
contrario de manera espontánea.
El calor solo fluye en una dirección y el equilibrio térmico al que se llega es irreversible.
Para dar cuenta de esta situación Clausius definió el concepto de entropía, en cuyos
términos se expresa la segunda ley de la termodinámica. Según esta ley en todo
proceso termodinámico espontáneo el valor de la entropía siempre tiende a un
máximo, y una vez alcanzado este valor la entropía permanece constante, lo cual
define la condición del equilibrio.
Hacia el año de 1870 Ludwig Boltzmann derivó una expresión estadística a partir del
modelo cinético corpuscular para calcular la entropía de un sistema termodinámico en
El eterno retorno
Una objeción de carácter teórico en contra del modelo estadístico de Bolzmann
provenía de un teorema de la mecánica clásica que había sido demostrado por Henri
Poincaré. Según este teorema, todo sistema clásico que evolucione en el tiempo a
partir de un estado determinado debe volver, en algún momento, a dicho estado. De
acuerdo con lo anterior un cubo de hielo que luego de interactuar con el ambiente se
convierte en un charco de agua en algún momento debe convertirse nuevamente en
un cubo de hielo, y, por lo tanto, el máximo grado de entropía no determina cuál es el
estado final de un sistema termodinámico. En vista de lo anterior, científicos de la talla
de Max Planck se pronunciaron públicamente en contra de la teoría de Boltzmann.
Planck habría de revisar su postura luego de encontrar una solución para el problema
de la radiación del cuerpo negro con base en el modelo estadístico de Boltzmann. En
la solución que propuso Planck en 1900 para el problema de la radiación del cuerpo
negro aparece por primera vez la idea de cuantización de la energía, que, retomada
por Einstein en 1905, daría lugar al concepto de fotón, o cuanto de luz, la partícula
elemental más simple que se puede concebir.
Rayos X y Radioactividad
Los procedimientos que utiliza la física para estudiar la estructura de la materia son, en
el fondo, de una sencillez sorprendente. En esencia, consisten en examinar la
estructura de la materia con una sonda lo suficientemente fina como para dar cuenta
de su entramado. Los descubrimientos de los rayos X y de la radioactividad, ocurridos
con poca diferencia de tiempo a finales del siglo diecinueve, proveyeron a los
investigadores con herramientas de las características adecuadas para penetrar en el
interior de los átomos y las moléculas. Es muy notable que ambos descubrimientos, el
primero realizado por Wilhelm Roentgen en 1895 y el segundo por Henri Becquerel en
1896, hayan sido realizados en el marco de investigaciones sobre la fluorescencia,
fenómeno que, como ya ha sido mencionado, se manifiesta de manera notable en
tubos de rayos catódicos como los que hicieron posible el descubrimiento del electrón.
En primer lugar, Roentgen descubrió que cuando se produce una descarga eléctrica
de alto voltaje en un tubo de rayos catódicos se emite una radiación capaz de
atravesar objetos opacos y de producir la fluorescencia en materiales dispuestos a
varios metros de distancia de la fuente de emisión. Para verificar su descubrimiento
Roentgen expuso la mano de su esposa a la recién descubierta radiación y registró en
una placa fotográfica la imagen de sus huesos. Se había tomado la primera
radiografía.
Dado el desconocimiento que se tenía del origen de esta misteriosa radiación se le dio
el nombre de Rayos X. Posteriores investigaciones demostraron que se trataba de
radiación electromagnética de una longitud de onda del orden de una diez millonésima
de milímetro, que corresponde a las dimensiones estimadas para los átomos. Por su
descubrimiento Roentgen recibió en 1901 el primer premio Nobel de la historia.
La radiación alfa, está compuesta por partículas con el doble de la carga eléctrica que
un ión de hidrógeno y unas cuatro veces su masa. Posteriormente se descubrió que se
trataba de átomos de helio doblemente ionizados. La radiación beta, por su parte,
demostró tener el mismo carácter de los electrones que Thomson había descubierto
en los rayos catódicos. Por último, la radiación gamma es radiación electromagnética
de una longitud de onda aún menor que la de los rayos X y, en consecuencia, con
mayor capacidad de penetración en los medios materiales.
Átomos y núcleos
Durante la realización de una serie de experimentos que consistían en disparar
partículas alfa contra una lámina muy fina de átomos de oro, se observó, con gran
sorpresa, que algunos pocos proyectiles experimentaban una fuerte desviación, y que
algunos, todavía más pocos, llegaban incluso a rebotar. Luego de analizar la situación
Rutherford llegó a la conclusión de que casi toda la masa del átomo se encuentra
concentrada en una esfera de carga eléctrica positiva rodeada por una especie de
enjambre de electrones, cuya carga, como ya es sabido, es negativa.
El radio del núcleo resultó ser unas cien mil veces menor que el radio atómico, debido
a lo cual el átomo es una estructura prácticamente vacía, puesto que casi toda su
masa se concentra en una mil millonésima de millonésima parte del volumen que
delimitan las órbitas de sus electrones.
E. Rutherford
Tomando en cuenta lo anterior, habría que matizar el aforismo de que somos átomos y
vacío advirtiendo que somos más vacío que cualquier otra cosa.
Protón
Posteriores experimentos de bombardeo de átomos pesados con partículas alfa en los
que se detectó la presencia de átomos de hidrógeno luego de la colisión, condujeron a
Rutherford a interpreta tal resultado como el desprendimiento de un pedazo del núcleo
que sería identificado con la partícula que hoy conocemos como protón.
El protón debe su nombre a la idea propuesta por William Prout a principios del siglo
diecinueve según la cual todos los átomos serían, de alguna manera, agregados de
átomos de hidrógeno, de modo que este debería ser el elemento proteico o primordial.
La propuesta de Prout se sustentaba en que las relaciones de peso de algunos
átomos respecto al hidrógeno eran números enteros, hasta donde permitía establecer
el error experimental de los datos disponibles en la época. De este modo, si se asigna
la unidad a la masa al hidrógeno, la masa del helio sería 4, la del carbono 12 y la del
oxígeno 16. Pero mediciones más detalladas, como la de la masa del cloro que resultó
ser de 35.5, dieron al traste con la idea. La cuestión no habría de resolverse hasta
principios del siglo veinte luego del descubrimiento de los isótopos.
Modelos atómicos
El ícono clásico que representa al átomo como una pequeña esfera rodeada por las
órbitas que describen esferas más pequeñas todavía es una representación del
modelo atómico que surgió a partir de los descubrimientos de Rutherford, y remplazó
al modelo de Thomson que suponía que el átomo era una especie de esfera de carga
positiva con electrones de carga negativa adosados como pasas a un buñuelo.
Sin embargo, el descubrimiento del núcleo planteó serios problemas teóricos como el
de la estabilidad de los electrones, que no se podía resolver en el marco de la física
clásica. Según la electrodinámica de Maxwell toda carga sujeta a una fuerza y que
experimente una aceleración debe radiar energía en forma de ondas
electromagnéticas, en un proceso denominado radiación de sincrotrón. De hecho, el
mecanismo que se utiliza para emitir una señal de radio desde la antena de una
emisora consiste en someter la antena a una diferencia de potencial oscilante a
consecuencia de lo cual se genera una corriente eléctrica que alterna su dirección con
la misma frecuencia que el potencial y se manifiesta por medio de ondas
electromagnéticas. De igual forma, un electrón que gira alrededor de un núcleo bajo la
influencia de la fuerza de Coulomb debería perder su energía cinética y caer al núcleo,
cosa que no sucede, para fortuna nuestra.
El átomo de Bohr
Considerando que la materia tiene un alto grado de estabilidad y que, por lo tanto, los
átomos no colapsan, tal como podría esperarse de acuerdo con la teoría de Maxwell,
Niels Bohr introdujo importantes modificaciones al modelo de Rutherford, la más
importante de las cuales es la existencia de órbitas permitidas, esto es, órbitas en las
cuales el electrón puede permanecer sin radiar energía. Las órbitas permitidas se
localizan a diferentes distancias del núcleo de acuerdo con una ley de números
enteros que, además, define la energía del átomo en cada estado. Utilizando el
concepto de órbitas permitidas Bohr pudo dar cuenta teóricamente del espectro del
hidrógeno, con un buen grado de aproximación. Estos fueron los inicios de la teoría
atómica y de la mecánica cuántica.
Reflexiones
1. ¿Qué porcentaje de la masa de un átomo corresponde a las cargas negativas
que posee?
11. ¿Por qué resulta novedosa, e, incluso, poco ilógica la propuesta de Bohr de la
existencia de “órbitas permitidas” en el átomo de hidrógeno?
12. ¿Qué implicación tiene el hecho de que el electrón solo se pueda encontrar a
ciertas y determinadas distancias del núcleo