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Sanar nuestra alma


06 de junio de 2023

Tiempo de lectura: 6 minutos

Necesitamos una sanidad completa. Cuando nuestro espíritu, alma y cuerpo[1] viven en
armonía tenemos paz; por eso los beneficios del perdón incluso están relacionados con la
sanidad corporal. En una ocasión estaba muy enojado por las injusticias que estaba viviendo
un hermano en Cristo. Manejé tan mal mis sentimientos que me apareció vitiligo: o sea, el dolor
que sentía se reflejó en mi cuerpo. Cuando empecé a tratarlo, me dijeron que pudo generarse
por un enojo profundo. Dios me sanó. Muchas otras enfermedades son la somatización de lo
que lleva nuestra alma por dentro. Debemos tener cuidado porque se vuelve un ciclo: estar en
conflicto, somatizar el problema, enfermarse, frustrarse, enfermarse por estar frustrado…

Jesús no solo recibió al Espíritu Santo, sino, además, la orden de qué hacer con la unción.[2]
Un luto mal gestionado puede enfermar a la persona que lo está viviendo. La unción es para
consolar a los tristes, cambiar la derrota en victoria y la tristeza en un canto de alabanza.[3] El
Señor quiere librarte de la prisión quitándote toda opresión.[4] El buen samaritano se acercó a
un hombre a quien unos ladrones habían golpeado; puso aceite (lo cual podría representar al
Espíritu Santo) y vino en sus heridas y lo vendó.[5]

Las Escrituras hablan de consolar y sanar, pero también de vendar; hacen referencia de una
sanidad que necesita vendajes; es decir, que requiere de tiempo y paciencia para que termine
de sanar. Entiendo el poder de la terapia y de la consejería, pero el Espíritu Santo también
tiene poder: puede llegar al fondo de nuestro corazón y sanarnos con Su amor.

Ahora bien, durante la pandemia por COVID-19 pasaba que uno se enfermaba y lo aislaban.
Nos aislábamos para no contagiar a nadie más, entonces es importante sanar el alma porque
también podemos contagiar nuestra amargura y contaminar a otros.[6] Sin la gracia de Dios
no somos nada. El amargado habla mal de la gente, a todo le mira algo malo, siempre está
criticando y la envidia está a la flor de piel: empezamos con una herida y terminamos
amargados. La amargura echa a perder el perfume que llevamos dentro y afecta su
contenido.
El proceso de perdonar puede doler más que la ofensa recibida, pero debemos ser fuertes
porque es lo único que evita la amargura. Jesús enseñó sobre los procesos sanadores: si te
pegan en una mejilla, pon la otra; quien quiera ponerte a pleito para quitarte la túnica, dale la
capa; si te obligan a llevar la carga durante una milla, llévala durante dos; al que te pida, dale;
y bendice a los que te maldicen.[7] Habrá más dolor caminando con carga durante dos millas,
pero el alma quedará sana. Lo que nos interesa es caminar con un alma saludable porque de
todas formas el cuerpo se perderá; sin embargo, debemos morir con el alma sin rencores.

Vivir amargado es insoportable: consume tu energía, tu mente y tus conversaciones se


tergiversan. Una persona ofendida es dura de tratar[8] y es más fácil derribar un muro que
calmarla;[9] no acepta nada a cambio y no se da por satisfecha.[10] A veces cuesta bendecir al
que nos maldice, pero Jesús lo hizo y debemos imitarlo.

Dios me sanó con el salmo 73[11] porque entendí que siempre será mejor estar en Su
presencia.[12] Entonces cuando sana nuestra alma pasamos de la quejalabanza a la alabanza
y la adoración. Dice la Biblia que Él salva a los contritos de espíritu[13] y venda sus heridas.[14]
Si pecamos nos duele y nos humillamos delante del Señor; sin embargo, el quebranto más
doloroso es el que sufrimos cuando debemos perdonar. Lloramos cuando cometemos una
falta, pero lloramos más cuando nos toca perdonar a otros.

Permitamos que el Espíritu Santo empiece a untar vino y aceite en nuestras heridas para que
con Su amor y Su ternura nos vende el corazón. Dios nos perdonó, pero Su Hijo murió para que
reestablezcamos una relación sana y eterna con el Padre. Su enojo no durará siempre porque
es misericordioso.

Cuando perdonas, lo haces por el bien de tu relación con Dios y contigo mismo. Lo que
empieza con una punzada en el corazón termina en una amargura y continua con el contagio
de quienes te rodean. No podemos tener una pandemia de amargura y solo el Espíritu Santo
nos puede ayudar. Lo primero que debemos hacer, mientras todo se restaura, es salvar
nuestro corazón porque es lo que está en nuestro control. Si queremos vernos los unos a los
otros sonriendo y con el corazón lleno de vida abundante, es tiempo de sanar y de movernos
hacia adelante con un corazón saludable. Siempre hay un primer paso y, mientras no lo
demos, no hay camino que recorrer.

[1] 1 Tesalonicenses 5:23: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo.

[2] Isaías 61:1-3: El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la
buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los
enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de
gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados
árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.

[3] Isaías 61:1-3 (TLA): El fiel servidor de Dios dijo: «El espíritu de Dios está sobre mí, porque
Dios me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para consolar a los afligidos, y
para anunciarles a los prisioneros que pronto van a quedar en libertad.» Dios también me
envió para anunciar: “Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación, y para vengarse
de nuestros enemigos”.» Dios también me envió para consolar a los tristes, para cambiar su
derrota en victoria, y su tristeza en un canto de alabanza.

[4] Lucas 4:18-19: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a
predicar el año agradable del Señor.

[5] Lucas 10:29-34: Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi
prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en
manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio
muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
 
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo
llevó al mesón, y cuidó de él. 

[6] Hebreos 12:15: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.

[7] Lucas 5:38-44: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No
resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele
también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y
a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al
que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y
aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.

[8] Proverbios 18:19: El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte.

[9] Proverbios 18:19 (TLA): Es más fácil derribar un muro que calmar al amigo ofendido.

[10] Proverbios 6:35 (TLA): Un marido ofendido no acepta nada a cambio; no se da por
satisfecho ni con todo el oro del mundo.

[11] Salmos 73:1-9: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de
corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque
tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas
por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son
azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de
violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se
mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el
cielo, y su lengua pasea la tierra.

[12] Salmos 73:21-26: Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan
torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve
contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me
recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la
tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre.

[13] Salmos 34:18: Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos
de espíritu.

[14] Salmos 147:3: Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.

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Temas relacionados:
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