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Tayen y Tennessee habían vuelto a ir de caza, aquello era lo que realmente les tranquilizaba.

Era
únicamente de esa forma que se encontraban completamente a gusto y en privacidad. Así es
como, poco a poco, Tayen fue aprendiendo más sobre el contrario, hasta el punto de empezar
a desarrollar un sentimiento más fuerte por él. Aquello la hacía sufrir. Sabía por la Gran Madre
que ella era inmortal, y que Tennessee, como simple humano, no lo era. Se negaba a ver a su
primer y único amigo en la aldea siendo arrastrado por el ciclo de la vida. Tenía que hacer algo
para evitarlo. Sabía que podía evitarlo. Era de esos conocimientos que ya tenía adquiridos
cuando aterrizó en la aldea, aunque no sabía de dónde venían tales conocimientos.

A su retorno, la pareja había vuelto con un abundante botín, que incluía varios conejos y dos de
los felinos que habían cazado el día anterior. Esta vez, Tayen sí se sentía algo más bienvenida en
la aldea, como que la aprobación de la Gran Madre había hecho su efecto en la población. Ahora
nadie la miraba mal cuando pasaba por el centro de la aldea. Una mujer llamó a Tennessee.

- Lo siento, tengo que irme. - dijo él, pasándole los tres conejos que él sujetaba - Nos vemos
luego.

- Espera... ¿Quién es? - preguntó Tayen con curiosidad.

- Ya te contaré luego. - explicó, con tono grave. Él se fue corriendo, dejando a Tayen con todas
las presas. La mujer fue a dejarlas donde lo habían hecho el otro día y donde alguien se ocuparía
de limpiar como se debía las presas. Ella aún no tenía suficiente experiencia como para dedicarse
a aquel trabajo.

- Así que tú eres la extraña... - dijo una voz de adolescente al lado suyo. Tayen miró a su derecha,
de donde había provenido la voz. Allí, había un extraño niño de pelo blanco. - Me llamo
Oklahoma. - dijo, mientras le tendía la mano. Tayen se la entregó.

- Ta...

- Ya sé quién eres, no hace falta que te presentes. Eres la que quiere sustituir a la Gran Madre
Udah. Todos se han tragado tu jueguito en el que le salvas la vida a mi madre, pero créeme, a
mí no me vas a pillar tan fácilmente. - la contraria lo miró con cara extraña. - No te creas que no
sé a qué juegas. Todos ellos no son enemigos para tí, pero yo sí lo seré.

- Niño, ¿Qué tienes? ¿8 años? Anda, ve a jugar con los otros un rato. - el contrario rio a
carcajadas.

- Yo tengo más de 200 años. ¿Cuántos tienes tú? ¿Te crees que nos vamos a creer el hecho de
que has aparecido de la nada? Seguro que llevas años espiándonos, seguro que llevas años
planeando como asesinar a mi madre. Pero siento defraudarte, yo ya lo he intentado varias
veces, y no funciona. Y si pretendes tomar mi lugar, te equivocas. Yo soy el verdadero heredero
del Anillo del Poder. - dijo el niño, con cara de psicópata. La contraria le miró con cara extraña y
le recorrió un escalofrío en la espalda. Aquel niño estaba loco, esperaba que realmente no fuese
su sobrino. Porque lo que realmente necesitaba aquel niño es que lo viese un médico. O que le
diesen una torta bien dada y así se le acababa la tontería.
A la luz de la luna, Tayen y Tennessee se volvieron a encontrar. Era el barranco de siempre, con
sus preciosas vistas sobre el lago. Los dos estaban allí, y simplemente dejaban el tiempo pasar.

- ¿Se puede saber entonces quién era la chica que te llamaba tan altivamente? - Preguntó la
chica, a lo que el contrario simplemente rio, mirándola con dulzura. - ¿Qué?

- Que ya nadie dice "altivamente". - explicó el cazador. La contraria tan sólo se encogió de
hombros y miró con insistencia a Tennessee para que acabara de responder a la pregunta. - Es
mi prometida.

Aquella noticia le cayó como un cubo de agua fría a Tayen. No entendía por qué, la verdad es
que tampoco pretendía nada con Tennessee. Quizá sólo lo veía como un obstáculo que impedía
todas sus quedadas en el bosque. Además, se veía que el chico tampoco estaba muy feliz con la
decisión. Era muy joven aún, pero parecía haberse hecho una razón. Las cosas siempre habían
sido así en la región y no había forma de cambiarlo.

- Aunque quizá... - propuso el cazador mientras hablaban de este tema. Incomodaba a Tayen
hablar de esto, pero seguían con la conversación porque sentía que era importante para su
amigo. La chica escuchó con atención lo que tenía que decir si amigo.

- ¿Si?

- Nada, es una tontería. - el cazador rechazó rápidamente la idea que tenía en mente. Sin
embargo, la fija mirada de Tayen le empujó a formular con palabras lo que se le estaba
ocurriendo en su mente. - Hay historias de gente que huye de la tribu. Nadie sabe exactamente
donde acaban, pero huyen del matrimonio. Normalmente con algún acompañante, alguien a
quien aman... - la chica estalló en una carcajada. Pero el cazador por su parte no se reía.

- Perdón, no sabía que lo decías en serio. - dijo la chica. Ahora se sentía algo culpable. - No
podemos estar juntos, ¿sabes? Soy inmortal, es un amor bastante imposible. Salvo que... - esta
vez fue la chica la que picó la curiosidad de Tennessee. - Se necesita un sacrificio.

- ¿Cómo un animal? – preguntó interesado el chico.

- No. Se necesita sangre humana. Se necesita un sacrificio real. Con sufrimiento incluido.

Los dos amantes en seguida descartaron la idea. Ninguno de los dos se veía capaz de derribar
una vida humana, pese a que llevaban semanas cazando juntos animales de todo tipo. Pero
apenas se acababan de declarar, no iban a arriesgarlo todo por matar a alguien. Decidieron
volver. No pasaba nada, pactarían aquel amor secreto, lo dejarían de lado. Tayen entendió desde
un principio que aquel amor, o amistad, fuera lo que fuese no iba a acabar en buen puerto.
Tenían que tratar de disfrutar del poco tiempo que tendrían juntos. Esa era la realidad. Pero por
su parte, Tennessee se negaba a admitir que el amor de su vida fuera sacrificado sólo por el sino
así lo dictara. Pero no podía matar a nadie, ¿no? Eso pensaba él, claro, pero su subconsciente ya
había empezado a trabajar. ¿Quién sería una presa ideal?

- ¡Tennessee! ¿Dónde te habías metido? – la que hablaba ahora era su prometida, Tala. – Ya te
he dicho muchas veces que no quiero verte con la extranjera. Por mucho que la Madre Utah se
fíe ahora de ella y la llame hermana, es mejor mantenerse alejado hasta que sepamos más de
ella…
Tala era una presa perfecta, por supuesto. Podía llevarla de caza e imitar un accidente de caza,
o permitir que se la comieran los lobos. Pero claro, siempre existía cierto riesgo, porque la gente
de la aldea sabía de sobra que aquello era un matrimonio de conveniencia, y que aunque
cualquiera se enamoraría de aquel cazador, no pasaba lo mismo con Tala. Pero Tala gozaba de
más prestigio en la tribu y Tennessee no, de ahí la conveniencia.

- Ella es sólo una amiga, no tienes por qué ponerte celosa. – Dijo Tennessee, que no estaba de
humor para que la chica le hablase. En realidad no estaba de humor para nada en aquel
momento.

- no estoy celosa. Sólo tengo miedo por ti… Tengo la impresión de que ya te ha comido medio
cerebro. – Dijo la chica, con un gesto de preocupación sincera. – ¿Y si algún día vas al bosque y
no vuelves? Entiendes que me preocupe, ¿no?

- Pues la verdad es que no, - exclamó Tennessee, irritado. – Todos esos miedos son infundados.
Yo he estado con ella. Es incapaz de matar a un conejo, como para matarme a mí.

- Es cazadora…

- Porque yo le enseñé.

- A lo mejor sólo quería ponerte a prueba, ¡Ver como matabas tú para no cometer errores! No
lo sé… No me fío. – Tala asistía temerosa a su mayor pesadilla. Que su futuro marido fuese
hechizado por aquella bruja. Que entrase en un delirio irreversible. – El niño dice que es una
mentira lo de que ella salvo a la Gran Madre. Que lo que pasó en realidad es que intentó robarle
el anillo, y él se lo impidió.

- Ese chico es sólo un niño. Miente. Como lo hacen todos los niños que buscan un poco de
atención.

- ¡Todo el pueblo le cree!

- Menos su madre. Y Utah es la máxima autoridad cuando se trata de la verdad. – Tennessee


estaba demasiado enfadado, y realmente tenía serias ganas de irse de allí, acabar con la
conversación. Aunque fuera de mala manera. – Mira, no me apetece tratar temas políticos ahora
mismo… Hace mucho que no voy de caza nocturna, lo echo de menos.

Dijo esto agarrando su arco y yéndose, dejando a Tala con las palabras en la boca, y con un gesto
aún más preocupado del que ya tenía antes.

Escrito por Anita y The Raven

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