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Siendo cierto que la guerra que felizmente se acaba por

esta paz, se empezó y se ha continuado tantos años con


suma fuerza, inmensos gastos y casi infinito número de
muertes por el gran peligro que amenazaba a la libertad
y salud de toda la Europa la estrecha unión de los reinos
de España y Francia; y queriendo arrancar del ánimo de
los hombres el cuidado y sospecha de esta unión y
establecer la paz y tranquilidad del orbe cristiano con el
justo equilibrio de las potencias (que es el mejor y más
sólido fundamento de una amistad recíproca y paz
durable) han convenido así el rey católico como el
cristianísimo en prevenir con las más justas cautelas,
que nunca puedan los reinos de España y Francia unirse
bajo de un mismo dominio, ni ser uno mismo rey de
ambas monarquías; y para este fin su Majestad católica
renunció solemnísimamente por sí y por sus herederos y
sucesores todo el derecho, titulo y pretensión a la
corona de Francia en la forma y con las palabras
siguientes.
Tratado de Utrecht (1713), Artículo III

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