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I. INTRODUCCION.
“Los viejos soldados nunca mueren; solo se desvanecen. Y como los viejos soldados de la balada,
ahora cierro mi carrera militar, y simplemente me desvanezco —un viejo soldado que tan solo
intentó cumplir con su deber como Dios le dio a entender. Adiós”, Douglas Macarthur, El militar
mas condecorado en la Historia de los Estados Unidos, gran estratega, lo que le daba una
excesiva confianza que muchas veces le costo caro.
II. DESARROLLO.
“La próxima guerra –aventuró en 1932– será una guerra de movimiento. Nadie podrá salvar a quien
no opere con rapidez. La nación que no domine el aire correrá peligros mortales; el Ejército y la
Armada tienen necesidad de una cobertura aérea”. De acuerdo con esta filosofía, proyectó una
modernización del material del US Army (nuevos blindados, más aviación, etc). Pero en plena
Cuando, en 1935, parte a Filipinas Con pocos medios y sin apoyo norteamericano pese a sus
peticiones, MacArthur, que dimitió al poco del Ejército americano por discrepancias con Roosevelt
y fue elevado al rango de mariscal de Filipinas, creó un ejército reservista y dispuso una
inteligente defensa del archipiélago orientada a obstaculizar una invasión militar de Japón, que
ambicionaba expandir su dominio a toda Asia.
MacArthur, a quien Washington otorgó en julio de 1941 el nuevo mando norteamericano en Extremo
Oriente, presumió de conocer a fondo la mentalidad asiática y de prever con antelación los
movimientos enemigos. Pero el ataque nipón a Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) le pilló tan
desprevenido como el ocurrido tan solo un día después contra su aviación estacionada cerca de
Manila, que fue prácticamente destruida en tierra. Este exceso de confianza, que le acompañará
siempre, fue el primer gran revés de su trayectoria militar.
Abandonado por Washington, MacArthur, con un Ejército precario, tendrá que batirse a la defensiva.
Y demuestra sus excelentes dotes de estratega con una retirada hasta Batán y la isla de Corregidor,
bastiones fortificados y pertrechados de antemano, desde donde contuvo durante meses los
furiosos ataques japoneses, infligiendo serias bajas al enemigo y enojando a Tokio.
MacArthur, que siempre culpó a los marinos de haberle abandonado en Batán, mantendrá hasta el
fin de la guerra importantes diferencias con la US Navy sobre la estrategia a seguir en el Pacífico, así
como una frenética carrera para llegar en primer lugar a Japón. En esta fase, MacArthur operará
solo en el sudoeste del Pacífico, quedando para la Marina un mando más amplio en el Pacífico
central.
Con esta estrategia, basada en el dominio del aire, gracias al “redescubrimiento” de la aviación por
MacArthur, los principales centros de resistencia japoneses quedaron aislados y, faltos de
avituallamiento, acabaron cayendo por falta de alimentos. La “marcha de los aeródromos”, seguida
con entusiasmo por la prensa norteamericana, conquistó enormes extensiones de territorio a un
coste mucho menor que un ataque frontal. El general de la pipa de maíz era ahora el dueño de la
situación. Su estrella brillaba de nuevo.
Y es que, junto a la obligación moral que le empujaba a regresar cuanto antes para ayudar a los
vencidos de Batán y Corregidor, defendía que la conquista de Filipinas cortaría a Japón la ruta del
sur, que daba acceso a las materias primas. Filipinas, pues, era para él la llave de la campaña
del Pacífico. La Marina, sin embargo, tenía su propio plan, que ignoraba las Filipinas para atacar
Formosa y, desde allí, Japón.
Pese a sus graves diferencias con el alto mando y el propio presidente, MacArthur fue designado, en
mayo de 1945, como jefe conjunto para la invasión de Japón. No había, en realidad, un militar de
más prestigio que él en aquel momento. Pero los planes para esa invasión serán muy breves. El
lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, acciones que él reprueba por
excesivas y sobre las que, al parecer, no fue consultado, aceleraría la rendición de Japón.
Una nueva guerra le llevará de los despachos al campo de batalla. El 25 de junio de 1950,
tropas norcoreanas traspasan el paralelo 38 e invaden Corea del Sur. En poco tiempo ocupan
Seúl y se hacen con todo el territorio excepto el enclave de Pusan, donde se establece una cabeza
de puente, a la que comienzan a llegar refuerzos procedentes de Japón. Una vez más, es
designado, ahora por el presidente Truman, como comandante en jefe para cambiar el rumbo de una
guerra.
Su genio brillará aquí por última vez al idear una estrategia que, declaraba convencido, devolvería la
iniciativa a los contingentes de la ONU: un desembarco anfibio en la retaguardia enemiga, que
cortaría en dos sus fuerzas y aflojaría el cerco sobre Pusan. Era una opción arriesgada, en un
terreno difícil, vista con recelos por Omar Bradley, jefe del Estado Mayor, y por el propio Truman.
Este había estado a punto de destituirle por proponer una política agresiva desde Formosa contra la
China comunista, lo que habría llevado a la guerra con Pekín. Pese a todo, apostó por él. Y ganó. El
audaz desembarco en Incheon pilla por sorpresa a los norcoreanos, que inician una huida
desorganizada hacia el norte. En dos semanas, la contraofensiva de MacArthur recupera todo el
territorio y alcanza el paralelo 38.
III. CONCLUSION.
El general Douglas MacArthur parece haber nacido para la guerra. Su vida fue una sucesión de
batallas en varios teatros de guerra: en la Primera Guerra Mundial, como parte de la División Arco
Iris, luchó en Europa; en la Segunda Guerra Mundial luchó en el Lejano Oriente y, años después,
volvió al Pacífico para luchar en Corea.
REDACTÓ.
EL MAYOR DE INFANTERIA