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Heidegger, Carta sobre el humanismo, Cuadernos taurus, Rafael Gutiérrez, 1970,

Madrid

Alejandro Rojas

Esta breve obra de Heidegger se ha convertido ya en un clásico de


todas las revistas y congresos que versan sobre el humanismo. En la
mayoría de los casos refiriéndose a él como un autor antihumanista por
su enfrentamiento con el humanismo clásico, sin embargo, haciendo
válida la máxima de que todo buen filósofo es humanista, esta “Carta
sobre el humanismo” debería ser entendida no como una obra
antihumanista, sino como el empeño obstinado por que el hombre esté en
libertad de asumir su humanidad, por el empeño de que el hombre no sea
extraño a su esencia. Si Heidegger critica el humanismo clásico es
porque lo considera insuficientemente previo, Heidegger encuentra la
esencia del hombre en un lugar aún más originario: en ser interpelado
por el ser de tal modo que el hombre existe como despejo del ser.
Explicar este sentido de la humanidad en su filosofía es la empresa de
“Carta sobre el humanismo”; una explicación que pasa por hacer ver al
lector la especial relación que existe entre existente y ser (el
problema, a mi entender, fundamental de la filosofía heideggeriana)
Para conseguir hacer ver al lector la relación entre existencia y ser
tendrá que ir adentrándose en los siguientes temas: la esencia del
pensar, la esencia del hombre, el ser, y el existir (temas que no
están señalados explícitamente en la obra)
La intención de Heidegger es dirigirnos hacia ese lugar previo del que
hablábamos en el que encontremos de nuevo el camino hacia la
proximidad del ser, recuperándose la cercanía entre existir y ser que
ya buscaba en “Ser y Tiempo” en la noción de cuidado. Pues bien, si lo
que Heidegger quiere es explicitar dicha relación lo primero que hará
será pensar el pensar, y ello porque sostiene que en el pensar se
consuma la relación entre el ser y el existente, siempre entendiendo
que en el pensar es el existente el que es interpelado por el ser para
decir la verdad del ser. El pensar es pensado, pues, como pensar del
ser en el sentido de producto del ser; siendo así que el pensar del
hombre es tanto como escucha. Lo contrario del pensar, y volvemos al
mundo del se de “Ser y Tiempo”, es la habladuría del uno.
Pero si pensar es ser interpelado por el ser de tal modo que el Dasein
como el “ahí” del ser sea entendido en su existencia como “ahí” del
despejo del ser que le dirige la palabra, dicho despejo del ser es lo
que expresaba la noción de cuidado en “Ser y Tiempo”, tomando ahora la
forma de guarda del ser. Si en “Ser y Tiempo” el cuidado propio era la
forma en la que el tiempo era concebido como horizonte de comprensión
del ser, ahora, una vez radicalizada la historicidad y la escucha de
la tradición, el cuidado se transformará en custodia de lo dicho por
el ser. Pues es como radicalización de la historicidad como hay que
entender el destino del ser. Aclaremos qué quiere decir ser.
El ser es el propio despejo, es su relación con el existente: esto
significa el “se da”; el “da” nombra la esencia del ser como conceder.
Ser es darse a sí mismo a lo abierto. Un darse que Heidegger concibe
como destino: la historia del ser que se revela en el canto de los
poetas, siendo el hombre que sabe escuchar el que vive propiamente su
destino. Este hombre que sabe escuchar es el hombre que guarda el ser,
una guardia que debe ser entendida como la nueva forma de cuidado de
la existencia como sí-mismo. Por ello al pensar la verdad del ser
estamos pensando al mismo tiempo la humanidad del hombre, y por ello
había mencionado al principio la humanidad de la filosofía de
Heidegger.
Es preciso decir todavía algunas palabras acerca del ser. El ser, que
hemos expresado en el párrafo anterior como destino, queda oculto. Un
ocultamiento que es expresado por Heidegger como olvido de la
pertenencia de los pueblos a la historia (apatriedad). Ya en “Ser y
Tiempo” habló del mundo y de nuestro esencial estado cadente; se trata
ahora de volver sobre este tema, pero dándole más importancia: es
desde la noción del hombre como ser en el mundo desde donde se
entiende que la interpelación del ser (pensar) sea interpretada como
un “recordar histórico” que repare en el destino del ser, un recordar
histórico que hace referencia directa a la poesía.

Alejandro Rojas
HEIDEGGER, Martin

Carta sobre el humanismo

Ed. Huascar, Argentina 1972.

(Edición conjunta: Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo; Jean-Paul Sartre, El


existencialismo es un humanismo).

CONTENIDO

Comment redonner un sens au mot "Humanisme"? ¿Cómo volver a dar un sentido a la


palabra "humanismo"? Esta es una de las cuestiones planteadas a Martin Heidegger por
Jean Beaufret a raíz de la publicación en París de la conferencia de Sartre El
existencialismo es un humanismo; en esta cuestión se centrará Heidegger en su respuesta,
publicada más tarde bajo el título Carta sobre el humanismo. Se trata de dilucidar qué es lo
que se persigue al buscar un humanismo, es decir, qué es lo que se ha perseguido hasta
ahora y qué lo que debe pretenderse en realidad como objetivo de todo auténtico
(empleando el término sartriano) humanismo. ¿Qué contenido debe poseer la palabra
"humanismo"?

"Si el hombre debe encontrar de nuevo el camino hacia la proximidad del ser, entonces
tiene primero que aprender a existir en lo innominado. Tiene que reconocer tanto la
seducción de la publicidad cuanto la impotencia de lo privado. Antes de hablar, el hombre
tiene que dejar que el ser nuevamente le dirija la palabra, corriendo el riesgo de que,
embargado de este modo, no tenga nada que decir o sólo muy rara vez. Sólo así se devuelve
a la palabra la preciosidad de su esencia, y al hombre la morada para que habite en la
verdad del ser.

"¿No hay en este embargar (=interpelar), en este ensayo de disponer al hombre a este
embargo, un empeñarse por el hombre? ¿Hacia dónde va el "cuidado" sino en el sentido de
reconducir al hombre a su esencia? ¿Qué significa esto sino que el hombre (homo) se
vuelva humano (humanus)? Y así es la humanitas asunto de un pensar de esta clase; porque
esto es humanismo: meditar y preocuparse —curarse— de que el hombre sea humano, y no
inhumano, esto es, extraño a su esencia. ¿Pero en qué consiste la humanidad del hombre?
Ella estriba en su esencia"1[1].

Lo que define el "humanismo" (ya se verá en qué sentido será posible denominarlo
humanismo) de Heidegger es su referencia directa al ser y su fundamentación en la esencia
del hombre. El humanismo heideggeriano se entiende como preocupación ("cuidado"
traduce la palabra alemana Sorge, que tiene también el amplio sentido del vocablo latino
sollicitudo: interés, atención, solicitud, preocupación) por el hombre, esto es, por lo
humano del hombre. Pero esa preocupación sólo es posible ante algo que se toma o que se
entiende como humanitas del hombre, es decir, ante la esencia del hombre (ante lo que el
hombre es). Y no podemos hablar de esencia, aunque sea la del hombre, si no es en relación
estrecha con el ser. El humanismo de Heidegger es, pues, un humanismo de la esencia, pero
a la vez, y más profundamente, un humanismo del ser. En este sentido, Heidegger atiende
más al ser del ente que a su entidad misma: el problema del hombre se resuelve en la
relación del hombre al ser y no en la posesión de su propia entidad por parte del hombre:

"Es cierto que la Metafísica presenta al ente en su ser, y piensa así el ser del ente. Pero
ella no piensa la diferencia entre ambos. La Metafísica no pregunta por la verdad del ser.
Por ello tampoco pregunta nunca por el modo en que la esencia del hombre pertenece a la
verdad del ser. Esta pregunta no sólo no la ha planteado hasta hoy la Metafísica, sino que es
una pregunta inabordable para la Metafísica como Metafísica"2[2].

La filosofía de Heidegger se presenta como un intento de superación de la Metafísica,


o más exactamente, de la idea de Metafísica que se ha tomado como válida desde Platón y
Aristóteles hasta nuestros días, esto es, como voluntad de resituar el problema metafísico (y
filosófico, por tanto) en su correcto lugar. En este sentido, el humanismo heideggeriano es
un humanismo "más allá de todo humanismo"; como su nueva metafísica, es un humanismo

1[1]
Martin HEIDEGGER, Carta sobre el humanismo, pp. 71-72.
2[2]
Ibid., p. 75.
que pretende ir más allá de toda metafísica sobre el hombre ensayada hasta el momento
para replantear el problema del hombre mismo desde una perspectiva más radical: la de la
verdad del ser. Sólo desde el cuestionamiento de la diferencia entre el ente y el ser será
posible resolver el problema de la relación del hombre con el ser, problema en el que
estriba en última instancia la cuestión del humanismo. El humanismo de Heidegger se
muestra, por tanto, como voluntad de superación del humanismo del ente.

Sartre, en El existencialismo es un humanismo, pondrá a Heidegger de su lado en


cuanto que para ambos la existencia debe preceder a la esencia, pero en Heidegger es clara
la voluntad de superar eso que Sartre coloca como punto de partida absoluto: la
subjetividad; o, al menos, el planteamiento específico acerca del punto de partida absoluto
que se propone en la modernidad (el cogito cartesiano, la autocaptación inmediata del yo).
Heidegger va más allá de la Metafísica, también de la Metafísica moderna (Descartes, Kant,
Hegel). El planteamiento de Heidegger, en consecuencia, se sitúa más allá del humanismo y
más allá también de la defensa de lo inhumano (acusación que ha recibido en más de una
ocasión): escapa de algún modo a esa dualidad, porque intenta rebasar el ámbito mismo de
la Lógica (de lo que hasta ahora se ha entendido como Saber) y ofrecer una visión más
profunda desde un punto de vista más radical:

"La 'Lógica' entiende el pensar como el representar de los entes en su ser, que el
representar se da como lo general del concepto. Pero, ¿qué acontece con la meditación
relativa al ser mismo, esto es: con el pensar que piensa la verdad del ser? Sólo este pensar
toca la original esencia del  que en Platón y Aristóteles —el fundador de la Lógica—
ya está encubierta y perdida. Pensar contra la 'Lógica' no significa quebrar lanzas a favor de
lo ilógico, sino solamente esto: repensar el logos y su esencia tal cual apareció en la
temprana edad del pensar: empeñarse por lo pronto en preparar un tal re-pensar. ¿Qué nos
van ni nos vienen todos los prolijos sistemas de Lógica si —hasta sin saber lo que hacen—
se sustraen a la tarea previa de preguntar por la esencia del ? Si se quisiera contestar
con objeciones —lo que desde luego es infructuoso— se podría con mayor razón decir: el
irracionalismo como renuncia a la ratio reina desconocido e indisputado en la defensa de la
Lógica que cree poder substraerse a una meditación sobre el  y sobre la esencia de
la ratio que en él se funda"3[3].

La búsqueda de lo previo es el sentido que posee toda la investigación filosófica de


Heidegger: también el humanismo heideggeriano se dirige hacia la búsqueda de lo previo al
hombre mismo, de lo anterior y fundante de la noción clásica de animal rationale, de lo
más original, más esencial que subyace en ella. Se trata de superar la Lógica para atrapar al
logos en su esencia misma, de superar la Ciencia para llegar al Saber, en definitiva, de
superar veinticinco siglos de Metafísica del ente para retomar los planteamientos originales
de la Filosofía del ser.

La dilucidación del problema del hombre tiene lugar, tanto para Heidegger como para
Sartre, en la aclaración de la noción básica de existentia. Heidegger llevará a cabo una
distinción importantísima entre las nociones clásicas de essentia y existentia y su propia
concepción del ser como "lo posible" y la existencia como lo que ec-siste.

"El ser, en cuanto capaz-capacitado, es lo "posible". El ser, en cuanto elemento, es la


"fuerza silenciosa" de la capacidad que es capaz-de, esto es: de lo posible. Nuestras
palabras "posible" y "posibilidad" sólo son pensadas bajo el imperio de la "Lógica" y la
"Metafísica" en oposición a "actualidad" (Wirklichkeit), esto es, en una determinada
interpretación del ser —en la interpretación metafísica del ser— como actus y potentia,
diferencia que es identificada con la de existentia y essentia. Cuando hablo de la "silenciosa
fuerza de lo posible" no me refiero el possibile de una possibilitas meramente representada,
no a la potentia como essentia de un actus de la existentia sino del ser mismo, que en
cuanto puede (=es capaz de) tiene poder sobre el pensar y así sobre la esencia del hombre,
esto es, sobre su referencia al ser. Ser capaz de algo significa aquí: conservar en su esencia,
retener en su elemento"4[4].

Heidegger parte de la base de que toda la historia de la Metafísica desde Platón y


Aristóteles hasta el siglo XX ha conservado una noción de ser completamente inoperante y
que eso ha hecho encallar la especulación filosófica en un escollo insuperable, de modo que
3[3]
Ibid., p. 103.
4[4]
Ibid., p. 69.
substancialmente no ha avanzado desde los tiempos de los presocráticos. Para la Metafísica
tradicional (y del mismo modo ha pasado a la Metafísica moderna) el ser es la esencia
entendida como pura potentia, esto es, posibilidad; y a él se añade la existentia, como actus
que adviene extrínsecamente a la potencia por voluntad divina (en determinada filosofía
escolástica) o por voluntad humana (en la filosofía moderna). El intento heideggeriano de
superación se dirige, por tanto, a toda una tradición que ha ido transmitiéndose hasta
nosotros desde el pensamiento clásico griego (Platón y Aristóteles), pasando por
determinada línea de la escolástica medieval (con excepción hecha del esse ut actus de
Tomás de Aquino, quien comparte esa misma pretensión de superar el par esencia-
existencia) hasta la madurez de la filosofía moderna (Descartes, Kant, Hegel). Heidegger
intenta, de este modo, una auténtica revolución copernicana, al estilo kantiano, en
Metafísica, la cual debe dejar de girar en torno al ente para fijar su atención en el ser.

¿Qué es, pues, la existencia para Heidegger?

"El estar en el despejo (Lichtung) del ser, lo llamo yo la ec-sistencia del hombre. Sólo
al hombre pertenece este modo de ser. La ec-sistencia así entendida no es únicamente el
fundamento de la posibilidad del intelecto, ratio, sino que la ec-sistencia es aquello en lo
cual la esencia del hombre conserva la procedencia de su determinación"5[5].

El traductor pone despejo por Lichtung: quizá podríamos decir también "iluminación".
No tiene nada que ver, por tanto, con la clásica existentia, actualidad, efectividad, hecho de
estar, de darse.

"La ec-sistencia pensada ec-státicamente no coincide ni en cuanto a su contenido ni en


cuanto a su forma con la existentia. Ec-sistencia significa —en su contenido— el salirse a
la verdad del ser. Existentia (existence) significa actualitas, actualidad (=efectividad) a
diferencia de la mera posibilidad como idea. Ec-sistencia nombra la determinación
(Bestimmung) de aquello que el hombre es en el destino de la verdad. Existentia continúa
siendo el nombre de la actualización (=efectivación) de aquello que es algo en la aparición
de su idea. La frase "el hombre ec-siste" no responde a la pregunta de si el hombre
efectivamente es o no, sino que responde a la pregunta por la "esencia" del hombre. (...)
Ahora la esencia no se determina ni desde el esse essentiae ni desde el esse existentiae, sino
desde lo ec-stático del existir. En cuanto que ec-sistente soporta el hombre el existir (=el
estar-allí), tomando el "allí" como el despejo del ser en el "cuidado". El existir mismo está
como "lanzado" (geworfen). Es esencialmente en el lanzamiento del ser, en cuanto es
aquello que siendo destinante (=enviante) está sujeto al destino"6[6].

La noción de ser como efectividad es, en efecto, insuficiente. La efectividad pura (el
hecho singular de estar ahí, de ser efecto) no da razón de sí. La pura potencia hace del acto
entendido como resultado algo extrínseco que adviene a él casi por casualidad, sin
explicación alguna. Como la existencia sartriana "surge" en el "cielo inteligible"
inesperadamente, sin motivo. La ec-sistencia, en cambio, está enraizada en el ser, es el
despejo mismo del ser, su iluminación o manifestación, su lanzamiento. Esa conexión o
enraizamiento en el ser hacen que cobre todo su sentido, hacen de la existencia algo
"lógico" (en el sentido heideggeriano que ya se ha comentado). La ec-sistencia es para
Heidegger el lanzamiento del ser.

"El hombre —dice Heidegger— está más bien "lanzado" por el propio ser en la verdad
del ser, para que ec-sistiendo de esa suerte resguarde la verdad del ser, para que a la luz del
ser aparezca (=luzca) el ente como el ente que es. Si aparece —y cómo aparece—, si
ingresan, se presentan y retiran el Dios y los dioses, la historia y la naturaleza, en el despejo
del ser —y cómo acontece tal—, todo esto no es decidido por el hombre. El arribo del ser
estriba en el destino del ser. Para el hombre, empero, queda abierta la pregunta de si
encuentra lo que cuadra a su esencia, lo que corresponde a su destino; pues conforme a éste
ha de resguardar, a fuer de ec-sistente, la verdad del ser. El hombre es el guardián del ser. A
esto apunta Sein und Zeit cuando es experimentada la existencia ec-stática como "cuidado"
"7[7].

5[5]
Ibid., p. 76.
6[6]
Ibid., p. 80.
7[7]
Ibid., p. 84.
El hombre está lanzado por el ser en el ser (o en su verdad), él es quien debe
resguardar esa verdad, quien debe "cuidar" del ser como el pastor cuida de sus ovejas. El
ser se manifiesta en su verdad en el hombre, pues el habla es la casa del ser. Heidegger
habla también del "destino del ser", con el cual coincide el sentido del hombre. El misterio
del hombre se aclara (ilumina) en el ser. Sin el ser, el misterio del hombre permanece como
misterio, y la existencia humana se muestra como máscara que aparece sobre el fondo gris
de la nada (la postmodernidad).

"Pero el ser, ¿qué es el ser? Es Él mismo. Experimentar esto y decirlo: eso ha de


aprender el pensar venidero. El "ser" no es Dios ni es un fundamento del mundo. El ser es
más amplio y lejano que todo ente, y sin embargo más cercano al hombre que cualquier
ente, sea una roca, un animal, una obra de arte, una máquina, un ángel, Dios. El ser es lo
más cercano. Pero la cercanía le queda al hombre holgada, por demás alejada. El hombre,
por lo pronto, se atiene siempre al ente, y solamente al ente. Pero cuando el pensar se
representa al ente en cuanto ente, se refiere no obstante al ser. Pero piensa siempre, en
verdad, el ente como tal y jamás el ser como tal. La "pregunta del ser" (Seinsfrage) queda
siempre siendo la pregunta por el ente. La pregunta no es, ni de lejos, lo que designa este
capcioso título: la pregunta por el ser. La Filosofía, aun allí donde se hace "crítica" —como
en Descartes y Kant—, sigue siempre la vía de la representación metafísica. Ella piensa
desde el ente y con dirección al ente, lanzando de paso, y de soslayo, una mirada al ser.
Pues a la luz del ser está toda salida del ente y todo retorno a él"8[8].

Frente a la libertad sartriana como absoluta indeterminación, libertad a la que el


hombre está condenado en cuanto se ve arrojado a la existencia, Heidegger enseña una
humanidad en la cercanía del ser. El ser es lo más cercano al hombre. Por eso, la
recuperación de esa cercanía, el retorno al ámbito del ser después de siglos de Metafísica
del ente, pasa por la memoria entendida como des-olvido. El recuerdo, en sentido fuerte,
del ser es lo que se precisa. Pues la Metafísica (heideggeriana), esto es, la Sabiduría, es,
como la Poesía, ante todo una nostalgia del ser.

¿Qué es el hombre? El hombre —dirá Heidegger— es algo más que el hombre:

"La esencia del hombre, empero, consiste en que es más que mero hombre, en cuanto
éste es representado como el ser-con-vida racional. El "más" no debe ser entendido aquí
como añadidura, como si la definición tradicional debiera seguir siendo la determinación
fundamental, para después ser ensanchada por un aditamento de lo existencial. El "más"
significa: más original y por eso más esencial en la esencia. Pero aquí se muestra lo
misterioso: el hombre es en el lanzamiento (Geworfenheit). Esto quiere decir: el hombre,
como el contragolpe ec-sistente del ser, es más que el animal rationale precisamente en
cuanto es menos en relación al hombre que se concibe desde la subjetividad. El hombre no
es el déspota del ente. El hombre es el guardián del ser. Con este "menos" no pierde nada el
hombre, sino que gana —porque arriba a la verdad del ser—. Gana la esencial pobreza del
pastor, cuya dignidad estriba en ser llamado por el ser mismo a la custodia de su verdad.
Este llamado viene como el disparo del que arranca el lanzamiento del existir. El hombre es
en su esencia —que es propia de la historia del ser— aquel ente cuyo ser, en cuanto ec-
sistencia consiste en habitar en la proximidad del ser. El hombre es el vecino del ser"9[9].

El hombre es más que mero hombre. Sartre se queda en el rechazo del mero hombre,
pero no llega a mostrar lo que constituye en el hombre la raíz de su dignidad y de sus
derechos. Para Heidegger, esa raíz se halla en la cercanía del ser. Mostrar eso supone
profundizar en la originalidad de la definición tradicional de hombre como animal racional;
no consiste en la mera agregación de contenidos. El "lanzamiento" heideggeriano del
hombre en la existencia tiene sentido porque se dirige a la proximidad del ser. El "arrojo"
sartriano se queda en el arrojo mismo.

Al final de la Carta sobre el humanismo aparece también el tema de la dimension des


Heiligen, la dimensión de lo sagrado. Heidegger advierte que desde la cercanía al ser se
puede penetrar en la dimension des Heiligen, en la dimensión de lo sagrado o de lo santo
(de la Gracia, traducen algunos), y en ese ámbito puede hacerse posible el acceso a Dios.

8[8]
Ibid., pp. 84-85.
9[9]
Ibid., p. 96.
"Sólo a partir de la verdad del ser se puede pensar la esencia de lo sagrado (=lo que
posee Gracia). Sólo a partir de la esencia de lo sagrado se puede pensar la esencia de la
Divinidad. Sólo a la luz de la esencia de la Divinidad se puede pensar y decir lo que
significa la palabra "Dios". ¿O no debemos primero poder entender y oír cuidadosamente
estas palabras, si, como hombres —esto es: como seres ec-sistentes—, hemos de tener el
privilegio de experimentar la relación del Dios al hombre? ¿Cómo podrá el hombre de la
actual historia mundial preguntar seria y rigurosamente si el Dios se acerca o le escapa,
cuando el hombre omite el paso previo de ingresar por el pensamiento en la dimensión
única donde esa pregunta puede ser preguntada? Ésta, empero, es la dimensión de la Gracia
(dimension des Heiligen), que aun como dimensión queda cerrada si lo abierto del ser no es
despejado y en su despejo (Lichtung) no le está cerca al hombre. Quizá consiste el
distintivo de esta edad mundial en la cerrazón de la dimensión del agraciar (=sanar). Quizás
es ésta la única desgracia"10[10].

La Carta sobre el humanismo finaliza con la cuestión de la posibilidad de elaborar una


Ética sobre los presupuestos metafísicos asentados. Para Heidegger, el hombre tiene una
esencia, que se le ilumina a la luz del ser, puesto que precisamente consiste en la cercanía al
ser (en la calidad de ser pastor del ser); y así en su filosofía hay una base sobre la que puede
ser posible apoyar unos principios sólidos desde los cuales se desarrolle la Ética. Para él, el
obrar arraiga en el ser, le pertenece, de tal manera que también el obrar libre posee una
orientación, un camino fijo, una "ley" (un logos), precisamente la ley que le es mostrada
por el "sentido", el cual coincide con el ser mismo. La "autenticidad" heideggeriana —en
contra de la sartriana— es la autenticidad del ser: lo verdaderamente auténtico es sólo lo
que es.

La Carta comienza con una consideración acerca del obrar:

"Falta mucho para que nosotros pensemos sobre la esencia (Wesen) del obrar en forma
suficientemente decidida. Se conoce el obrar sólo como el efectuar un efecto. Su actualidad
es apreciada por su provecho. Pero la esencia del obrar es el consumar. Consumar quiere
decir: realizar algo en la suma, en la plenitud de su esencia, conducir ésta adelante,
producere. Consumable es, por eso, propiamente sólo aquello que ya es. Lo que, empero,
ante todo "es" es el ser"11[11].

El obrar es del ser y se lleva a cabo a través de la esencia, pues consiste en llevar ésta a
su consumación. Como se ha dicho, es desde el ser desde donde se puede comenzar a
construir una propuesta ética sólida, porque lo único que goza de solidez es el ser: la
libertad —podría decir Heidegger a Sartre— si no es libertad de ser, es inconsistente, débil,
y todo lo que se pretenda edificar encima se hundirá irremisiblemente.

"Poco después de haber aparecido Sein und Zeit me preguntó un joven amigo:
"¿Cuándo escribe usted una Ética?" Allí donde la esencia del hombre es pensada tan
esencialmente —esto es: únicamente desde la pregunta por la verdad del ser— pero sin que
el hombre sea considerado el centro de los entes, allí ha de despertar el hambre de
indicaciones obligatorias y reglas que digan de qué modo debe vivir históricamente el
hombre experimentado a partir de la ec-sistencia hacia el ser. Reclama con mayor empeño
ser satisfecho el deseo de una Ética, cuando se eleva a lo desmedido, no menos que la
oculta, la para todos visible desorientación del hombre"12[12].

"Sólo en cuanto el hombre, ec-sistente en la verdad del ser, pertenece a éste, puede
venir del propio ser la indicación de aquellos avisos que han de ser ley y regla para los
hombres. Indicar es en griego . El  no es sólo ley, sino más originariamente la
indicación guarecida en la destinación del ser. Sólo ésta es capaz de disponer al hombre
hacia el ser. Únicamente este acatamiento es capaz de sostener y ligar. De otro modo, la ley
no es sino hechura de la razón humana. Más esencial que cualquier establecer reglas es que
el hombre encuentre el camino de la estancia en la verdad del ser"13[13].

Ley (como ) y  guardan una estrecha relación: la ley es indicación, aviso
del ser, del mismo modo que el logos es su manifestación o su morada. La relación del

10[10]
Ibid., pp. 106-107.
11[11]
Ibid., p. 65.
12[12]
Ibid., p. 108.
13[13]
Ibid., p. 117.
hombre con la ley es de acatamiento, de obediencia, porque el hombre vive en contacto con
el ser. El concepto tradicional de ley, como establecimiento o imposición de la razón
humana, debe ser, al igual que la Metafísica, superado, sustituido por el "camino de la
estancia en la verdad del ser". Del mismo modo, la noción tradicional de la Ética como
"ciencia del obrar" debe diluirse en la unidad de la originaria Sabiduría ética-antropológica-
metafísica, aquella unidad que poseía el saber cuando aún no había tenido lugar la división
de las ciencias y su establecimiento como tales (Aristóteles). Heidegger apuesta por un
retorno al saber esencial del hombre, saber radical, a radice: desde el contacto con la
verdad del ser, único ámbito donde es posible que su esencia se manifieste, único ámbito,
por tanto, en el que es posible fundar un humanismo que atienda a la auténtica humanitas
del homo.

La conclusión es totalmente diversa a la del existencialismo sartriano por pura


exigencia interna del punto de partida mismo, que era ya también totalmente diverso: el
cierre al ser. Para Heidegger, el punto de partida es el ser (lo absolutamente previo, también
a la subjetividad del cogito), porque el ser es —haciendo una concesión a la terminología
clásica— "lo trascendente":

"Pero, ¿no se dice en Sein und Zeit, allí donde el "se da" llega a expresarse, que "sólo
mientras es el existir hay ser"? Sin duda. Esto significa: sólo mientras se realiza el despejo
del ser se apropia el hombre del ser. Que se realice el "allí", el despejo como la verdad del
propio ser, es la destinación del propio ser (Schikung des Sein selbst). Éste es el destino del
despejo. La frase, empero, no quiere decir que: el existir del hombre, en el sentido
tradicional de existencia y, modernamente pensado, como la actualidad del ego cogito, sea
aquel ente por el cual es creado el ser. La frase no dice que el ser sea un producto del
hombre. La Introducción a Sein und Zeit dice claramente, y hasta destacado: "ser es
absolutamente lo trascendente". Así como la apertura (=el estar-abierto: descubierto) de la
cercanía espacial sobrepasa toda cosa, cercana o lejana, avistada desde ésta, así también es
el ser esencialmente más amplio que todo ente, porque es el despejo mismo. Pero en vista
del punto de partida —por lo pronto— inevitable de la Metafísica aun dominante, es
pensado el ser partiendo del ente. Sólo en este aspecto se muestra el ser en un sobrepasar, y
como éste"14[14].

El ser es previo (metafísicamente) tanto a la existentia como al cogito. Es, por tanto,
manifiesta la voluntad heideggeriana de superación de toda la tradición filosófica tanto
clásica como medieval y moderna, para volver a las raíces originarias que comenzaron a
desviarse ya a partir de Platón y Aristóteles. El ser es el despejo mismo, dice Heidegger:
antes de la constatación de la existencia (de la efectividad) y antes de la captación sin
intermediarios de sí mismo (el cogito) permanece el Lichtung fundamental del ser, la
iluminación radical de todo.

"En Sein und Zeit se dice con intención y precaución: il y a l'Etre: "se da" el ser (hay
ser). El il y a (hay) traduce el "se da" en forma inexacta. Pues el "se" que aquí "da" es el ser
mismo. El "da" nombra la esencia del ser que se da concediendo su verdad. El darse a sí
propio a lo abierto, con este mismo, es el ser.

"También se emplea el "se da" para evitar por lo pronto la locución "el ser es", pues
usualmente se dice el "es" de aquello que es. Y a eso lo llamamos el ente. El ser "es", pero
precisamente no "el ente". Si se dice el "es", sin mayor interpretación, del ser, entonces se
representa con excesiva facilidad el ser como ente, a la manera de los entes conocidos que
como causa efectúan y como efecto son efectuados. Sin embargo, ya dice Parménides en
los primeros tiempos del pensar:  "es pues el ser". En este dicho se oculta
el misterio de todo pensar. Quizás sólo se pueda decir el "es" adecuadamente del ser, de
modo que ningún ente jamás "es" propiamente. Pero como el pensar debe primeramente
llegar a decir el ser en su verdad en vez de explicarlo como un ente por medio de otros
entes, ha de quedar abierta —para la cuidadosa solicitud del pensar— la interrogación: ¿si
el ser es y cómo es?"15[15].

Queda, pues, planteada la pregunta. ¿Por qué el ser? ¿Cómo, de dónde? ¿Quién le da a
él el impulso? ¿Para qué (cuál es su sentido)? ¿Se trata de superar la noción de ser como
Lichtung, o de ir más allá de ella, a la búsqueda de lo anterior? Pues, ¿qué hay antes de la
14[14]
Ibid., pp. 90-91.
15[15]
Ibid., p. 88.
iluminación para que ésta se dé, para que luzca? Esta interrogación, dice Heidegger, queda
por el momento abierta para la cuidadosa solicitud del pensar.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Los aspectos criticables de la Carta sobre el humanismo pueden resumirse en los


siguientes puntos:

1. En primer lugar, su concepción del ser. La Carta se encuadra, como se ha mostrado,


también en el contexto de la superación del par tradicional esencia-existencia. La ec-
sistencia (o ek-sistencia) heideggeriana se presenta como la noción que debe reemplazar la
anterior interpretación del ser como efectividad, como resultado. La ec-sistencia pertenece
al hombre y sólo a él (sólo el hombre ec-siste), y se entiende como el "estar en el despejo
(Lichtung) del ser". "La ec-sistencia así entendida —afirma Heidegger— no es únicamente
el fundamento de la posibilidad del intelecto, ratio, sino que la ec-sistencia es aquello en lo
cual la esencia del hombre conserva la procedencia de su determinación". Y en otro lugar:
"Ec-sistencia significa —en su contenido— el salirse a la verdad del ser". De modo que la
ec-sistencia es tanto el "fundamento de la posibilidad del intelecto" como algo que debe
pertenecer intrínsecamente a la esencia del hombre (el Estar-ahí). De hecho, es la esencia
misma del hombre: "La frase "el hombre ec-siste" no responde a la pregunta de si el
hombre efectivamente es o no, sino que responde a la pregunta por la "esencia" del
hombre". Así pues, el intento de superación de la existentia clásica se lleva a cabo desde el
lado de la esencia. Pero también en presencia del ser. La noción de ser queda delante de la
esencia (de la ec-sistencia) como aquello "más allá" a lo que la esencia se refiere y donde
posee su origen. Pero el ser heideggeriano permanece solamente como ámbito de la ec-
sistencia del hombre, y por tanto, aunque esté más allá del hombre, se entiende sólo en
relación a él (y así la voluntad de superación del cierre moderno de la conciencia es sólo
indicativa pero no se lleva a término).

2. El ser queda aún sin explicación. No se trata de dar de él una demostración porque
los principios absolutos son indemostrables, pero el ser de Heidegger no da razón de sí, o
más bien no muestra su "razón de ser". Esta afirmación debe entenderse sólo en el sentido
de que el ser heideggeriano permanece inaccesible, siendo lo que da razón de la ec-sistencia
y por tanto de la esencia del hombre (y por tanto el único fundamento de todo auténtico
humanismo).

"Pero el ser, ¿qué es el ser? Es Él mismo. Experimentar esto y decirlo: eso ha de


aprender el pensar venidero. El "ser" no es Dios ni es un fundamento del mundo. El ser es
más amplio y lejano que todo ente, y sin embargo más cercano al hombre que cualquier
ente, sea una roca, un animal, una obra de arte, una máquina, un ángel, Dios". En efecto, el
ser es Él mismo. Pero Heidegger no llega a pensarlo en su relación con el ente. ¿Por qué el
ente? ¿Por qué el mundo? ¿Por qué el hombre? El ser de Heidegger es incapaz de dar
respuesta a esas preguntas, y su filosofía queda por consiguiente como una indicación
histórica de que en la metafísica hace falta algo más que la existencia. La noción
heideggeriana de ser, más que inadecuada, es insuficiente. El ser entendido como acto
(actus essendi) sí que da razón de esas cuestiones, sí que muestra su propia "razón de ser" y
posibilita una explicación completa y coherente del mundo, del hombre, del ente en
general: el ente no es más que el ser (acto de ser) participado. El ser de Heidegger, en
cambio, es imparticipable, de manera que el ente queda, en el fondo, sin explicación.

Acerca de lo que afirma en el fragmento citado sobre Dios, es perfectamente


comprensible si se tiene en cuenta que Heidegger está dialogando con la metafísica
ontoteológica racionalista, para la cual Dios es un ente más, aunque especial, por ser el
primero de todos los entes. Heidegger ignora, por tanto, la genuina teología cristiana en la
que Dios no es el primer ente sino el mismo Ser (Ipsum Esse), entendido, en la doctrina
tomista, como Acto puro. En ese marco, la exigencia del ser con la que se halla Heidegger
le impone la anterioridad a Dios mismo, pues el ser debe ser absolutamente previo a todo
ente. Por eso para él el ser se halla más allá de Dios.

3. Heidegger toma la noción clásica de actualitas únicamente en su acepción de


efectividad: "Existentia (existence) significa actualitas, actualidad (=efectividad) a
diferencia de la mera posibilidad como idea (...). Existentia continúa siendo el nombre de la
actualización (=efectivación) de aquello que es algo en la aparición de su idea". Pero
desconoce por completo la noción de acto como perfección, como acabamiento, como
terminación. El acto de ser tomista es perfección de perfecciones, es el origen y el término
de todas las perfecciones. Según esto, ser es ser acto, pero eso no significa en modo alguno
ser de hecho, o ser como resultado (de una posibilidad previa y de una voluntad efectuante,
por ejemplo), sino ser perfecto, estar en acto de estar siendo. Efectivamente, la noción de
actualitas como efectividad debe ser superada para dar con el fundamento último de todo, y
en esto estamos con Heidegger; pero el camino de esa superación se completa solamente
con la noción de esse ut actus. Heidegger, como es patente en el texto, solamente conoce de
la tradición medieval el par esse essentiae-esse existentiae, pero ignora por completo la
noción tomista de actus essendi, de modo que su juicio acerca de la tradición filosófica
clásica es parcial y reductivo. Sin embargo, y haciendo honor a la verdad, hay que recordar
que la misma escuela tomista olvidó durante siglos esa noción central de la filosofía de
Santo Tomás, confundiéndola con la existentia, y que se podría afirmar con propiedad que
ha sido el propio Heidegger el que la ha "despertado de su sueño escolástico", como Hume
había hecho con Kant.

P.G.S. (1991)

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