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Madrid
Alejandro Rojas
Alejandro Rojas
HEIDEGGER, Martin
CONTENIDO
"Si el hombre debe encontrar de nuevo el camino hacia la proximidad del ser, entonces
tiene primero que aprender a existir en lo innominado. Tiene que reconocer tanto la
seducción de la publicidad cuanto la impotencia de lo privado. Antes de hablar, el hombre
tiene que dejar que el ser nuevamente le dirija la palabra, corriendo el riesgo de que,
embargado de este modo, no tenga nada que decir o sólo muy rara vez. Sólo así se devuelve
a la palabra la preciosidad de su esencia, y al hombre la morada para que habite en la
verdad del ser.
"¿No hay en este embargar (=interpelar), en este ensayo de disponer al hombre a este
embargo, un empeñarse por el hombre? ¿Hacia dónde va el "cuidado" sino en el sentido de
reconducir al hombre a su esencia? ¿Qué significa esto sino que el hombre (homo) se
vuelva humano (humanus)? Y así es la humanitas asunto de un pensar de esta clase; porque
esto es humanismo: meditar y preocuparse —curarse— de que el hombre sea humano, y no
inhumano, esto es, extraño a su esencia. ¿Pero en qué consiste la humanidad del hombre?
Ella estriba en su esencia"1[1].
Lo que define el "humanismo" (ya se verá en qué sentido será posible denominarlo
humanismo) de Heidegger es su referencia directa al ser y su fundamentación en la esencia
del hombre. El humanismo heideggeriano se entiende como preocupación ("cuidado"
traduce la palabra alemana Sorge, que tiene también el amplio sentido del vocablo latino
sollicitudo: interés, atención, solicitud, preocupación) por el hombre, esto es, por lo
humano del hombre. Pero esa preocupación sólo es posible ante algo que se toma o que se
entiende como humanitas del hombre, es decir, ante la esencia del hombre (ante lo que el
hombre es). Y no podemos hablar de esencia, aunque sea la del hombre, si no es en relación
estrecha con el ser. El humanismo de Heidegger es, pues, un humanismo de la esencia, pero
a la vez, y más profundamente, un humanismo del ser. En este sentido, Heidegger atiende
más al ser del ente que a su entidad misma: el problema del hombre se resuelve en la
relación del hombre al ser y no en la posesión de su propia entidad por parte del hombre:
"Es cierto que la Metafísica presenta al ente en su ser, y piensa así el ser del ente. Pero
ella no piensa la diferencia entre ambos. La Metafísica no pregunta por la verdad del ser.
Por ello tampoco pregunta nunca por el modo en que la esencia del hombre pertenece a la
verdad del ser. Esta pregunta no sólo no la ha planteado hasta hoy la Metafísica, sino que es
una pregunta inabordable para la Metafísica como Metafísica"2[2].
1[1]
Martin HEIDEGGER, Carta sobre el humanismo, pp. 71-72.
2[2]
Ibid., p. 75.
que pretende ir más allá de toda metafísica sobre el hombre ensayada hasta el momento
para replantear el problema del hombre mismo desde una perspectiva más radical: la de la
verdad del ser. Sólo desde el cuestionamiento de la diferencia entre el ente y el ser será
posible resolver el problema de la relación del hombre con el ser, problema en el que
estriba en última instancia la cuestión del humanismo. El humanismo de Heidegger se
muestra, por tanto, como voluntad de superación del humanismo del ente.
"La 'Lógica' entiende el pensar como el representar de los entes en su ser, que el
representar se da como lo general del concepto. Pero, ¿qué acontece con la meditación
relativa al ser mismo, esto es: con el pensar que piensa la verdad del ser? Sólo este pensar
toca la original esencia del que en Platón y Aristóteles —el fundador de la Lógica—
ya está encubierta y perdida. Pensar contra la 'Lógica' no significa quebrar lanzas a favor de
lo ilógico, sino solamente esto: repensar el logos y su esencia tal cual apareció en la
temprana edad del pensar: empeñarse por lo pronto en preparar un tal re-pensar. ¿Qué nos
van ni nos vienen todos los prolijos sistemas de Lógica si —hasta sin saber lo que hacen—
se sustraen a la tarea previa de preguntar por la esencia del ? Si se quisiera contestar
con objeciones —lo que desde luego es infructuoso— se podría con mayor razón decir: el
irracionalismo como renuncia a la ratio reina desconocido e indisputado en la defensa de la
Lógica que cree poder substraerse a una meditación sobre el y sobre la esencia de
la ratio que en él se funda"3[3].
La dilucidación del problema del hombre tiene lugar, tanto para Heidegger como para
Sartre, en la aclaración de la noción básica de existentia. Heidegger llevará a cabo una
distinción importantísima entre las nociones clásicas de essentia y existentia y su propia
concepción del ser como "lo posible" y la existencia como lo que ec-siste.
"El estar en el despejo (Lichtung) del ser, lo llamo yo la ec-sistencia del hombre. Sólo
al hombre pertenece este modo de ser. La ec-sistencia así entendida no es únicamente el
fundamento de la posibilidad del intelecto, ratio, sino que la ec-sistencia es aquello en lo
cual la esencia del hombre conserva la procedencia de su determinación"5[5].
El traductor pone despejo por Lichtung: quizá podríamos decir también "iluminación".
No tiene nada que ver, por tanto, con la clásica existentia, actualidad, efectividad, hecho de
estar, de darse.
La noción de ser como efectividad es, en efecto, insuficiente. La efectividad pura (el
hecho singular de estar ahí, de ser efecto) no da razón de sí. La pura potencia hace del acto
entendido como resultado algo extrínseco que adviene a él casi por casualidad, sin
explicación alguna. Como la existencia sartriana "surge" en el "cielo inteligible"
inesperadamente, sin motivo. La ec-sistencia, en cambio, está enraizada en el ser, es el
despejo mismo del ser, su iluminación o manifestación, su lanzamiento. Esa conexión o
enraizamiento en el ser hacen que cobre todo su sentido, hacen de la existencia algo
"lógico" (en el sentido heideggeriano que ya se ha comentado). La ec-sistencia es para
Heidegger el lanzamiento del ser.
"El hombre —dice Heidegger— está más bien "lanzado" por el propio ser en la verdad
del ser, para que ec-sistiendo de esa suerte resguarde la verdad del ser, para que a la luz del
ser aparezca (=luzca) el ente como el ente que es. Si aparece —y cómo aparece—, si
ingresan, se presentan y retiran el Dios y los dioses, la historia y la naturaleza, en el despejo
del ser —y cómo acontece tal—, todo esto no es decidido por el hombre. El arribo del ser
estriba en el destino del ser. Para el hombre, empero, queda abierta la pregunta de si
encuentra lo que cuadra a su esencia, lo que corresponde a su destino; pues conforme a éste
ha de resguardar, a fuer de ec-sistente, la verdad del ser. El hombre es el guardián del ser. A
esto apunta Sein und Zeit cuando es experimentada la existencia ec-stática como "cuidado"
"7[7].
5[5]
Ibid., p. 76.
6[6]
Ibid., p. 80.
7[7]
Ibid., p. 84.
El hombre está lanzado por el ser en el ser (o en su verdad), él es quien debe
resguardar esa verdad, quien debe "cuidar" del ser como el pastor cuida de sus ovejas. El
ser se manifiesta en su verdad en el hombre, pues el habla es la casa del ser. Heidegger
habla también del "destino del ser", con el cual coincide el sentido del hombre. El misterio
del hombre se aclara (ilumina) en el ser. Sin el ser, el misterio del hombre permanece como
misterio, y la existencia humana se muestra como máscara que aparece sobre el fondo gris
de la nada (la postmodernidad).
"La esencia del hombre, empero, consiste en que es más que mero hombre, en cuanto
éste es representado como el ser-con-vida racional. El "más" no debe ser entendido aquí
como añadidura, como si la definición tradicional debiera seguir siendo la determinación
fundamental, para después ser ensanchada por un aditamento de lo existencial. El "más"
significa: más original y por eso más esencial en la esencia. Pero aquí se muestra lo
misterioso: el hombre es en el lanzamiento (Geworfenheit). Esto quiere decir: el hombre,
como el contragolpe ec-sistente del ser, es más que el animal rationale precisamente en
cuanto es menos en relación al hombre que se concibe desde la subjetividad. El hombre no
es el déspota del ente. El hombre es el guardián del ser. Con este "menos" no pierde nada el
hombre, sino que gana —porque arriba a la verdad del ser—. Gana la esencial pobreza del
pastor, cuya dignidad estriba en ser llamado por el ser mismo a la custodia de su verdad.
Este llamado viene como el disparo del que arranca el lanzamiento del existir. El hombre es
en su esencia —que es propia de la historia del ser— aquel ente cuyo ser, en cuanto ec-
sistencia consiste en habitar en la proximidad del ser. El hombre es el vecino del ser"9[9].
El hombre es más que mero hombre. Sartre se queda en el rechazo del mero hombre,
pero no llega a mostrar lo que constituye en el hombre la raíz de su dignidad y de sus
derechos. Para Heidegger, esa raíz se halla en la cercanía del ser. Mostrar eso supone
profundizar en la originalidad de la definición tradicional de hombre como animal racional;
no consiste en la mera agregación de contenidos. El "lanzamiento" heideggeriano del
hombre en la existencia tiene sentido porque se dirige a la proximidad del ser. El "arrojo"
sartriano se queda en el arrojo mismo.
8[8]
Ibid., pp. 84-85.
9[9]
Ibid., p. 96.
"Sólo a partir de la verdad del ser se puede pensar la esencia de lo sagrado (=lo que
posee Gracia). Sólo a partir de la esencia de lo sagrado se puede pensar la esencia de la
Divinidad. Sólo a la luz de la esencia de la Divinidad se puede pensar y decir lo que
significa la palabra "Dios". ¿O no debemos primero poder entender y oír cuidadosamente
estas palabras, si, como hombres —esto es: como seres ec-sistentes—, hemos de tener el
privilegio de experimentar la relación del Dios al hombre? ¿Cómo podrá el hombre de la
actual historia mundial preguntar seria y rigurosamente si el Dios se acerca o le escapa,
cuando el hombre omite el paso previo de ingresar por el pensamiento en la dimensión
única donde esa pregunta puede ser preguntada? Ésta, empero, es la dimensión de la Gracia
(dimension des Heiligen), que aun como dimensión queda cerrada si lo abierto del ser no es
despejado y en su despejo (Lichtung) no le está cerca al hombre. Quizá consiste el
distintivo de esta edad mundial en la cerrazón de la dimensión del agraciar (=sanar). Quizás
es ésta la única desgracia"10[10].
"Falta mucho para que nosotros pensemos sobre la esencia (Wesen) del obrar en forma
suficientemente decidida. Se conoce el obrar sólo como el efectuar un efecto. Su actualidad
es apreciada por su provecho. Pero la esencia del obrar es el consumar. Consumar quiere
decir: realizar algo en la suma, en la plenitud de su esencia, conducir ésta adelante,
producere. Consumable es, por eso, propiamente sólo aquello que ya es. Lo que, empero,
ante todo "es" es el ser"11[11].
El obrar es del ser y se lleva a cabo a través de la esencia, pues consiste en llevar ésta a
su consumación. Como se ha dicho, es desde el ser desde donde se puede comenzar a
construir una propuesta ética sólida, porque lo único que goza de solidez es el ser: la
libertad —podría decir Heidegger a Sartre— si no es libertad de ser, es inconsistente, débil,
y todo lo que se pretenda edificar encima se hundirá irremisiblemente.
"Poco después de haber aparecido Sein und Zeit me preguntó un joven amigo:
"¿Cuándo escribe usted una Ética?" Allí donde la esencia del hombre es pensada tan
esencialmente —esto es: únicamente desde la pregunta por la verdad del ser— pero sin que
el hombre sea considerado el centro de los entes, allí ha de despertar el hambre de
indicaciones obligatorias y reglas que digan de qué modo debe vivir históricamente el
hombre experimentado a partir de la ec-sistencia hacia el ser. Reclama con mayor empeño
ser satisfecho el deseo de una Ética, cuando se eleva a lo desmedido, no menos que la
oculta, la para todos visible desorientación del hombre"12[12].
"Sólo en cuanto el hombre, ec-sistente en la verdad del ser, pertenece a éste, puede
venir del propio ser la indicación de aquellos avisos que han de ser ley y regla para los
hombres. Indicar es en griego . El no es sólo ley, sino más originariamente la
indicación guarecida en la destinación del ser. Sólo ésta es capaz de disponer al hombre
hacia el ser. Únicamente este acatamiento es capaz de sostener y ligar. De otro modo, la ley
no es sino hechura de la razón humana. Más esencial que cualquier establecer reglas es que
el hombre encuentre el camino de la estancia en la verdad del ser"13[13].
Ley (como ) y guardan una estrecha relación: la ley es indicación, aviso
del ser, del mismo modo que el logos es su manifestación o su morada. La relación del
10[10]
Ibid., pp. 106-107.
11[11]
Ibid., p. 65.
12[12]
Ibid., p. 108.
13[13]
Ibid., p. 117.
hombre con la ley es de acatamiento, de obediencia, porque el hombre vive en contacto con
el ser. El concepto tradicional de ley, como establecimiento o imposición de la razón
humana, debe ser, al igual que la Metafísica, superado, sustituido por el "camino de la
estancia en la verdad del ser". Del mismo modo, la noción tradicional de la Ética como
"ciencia del obrar" debe diluirse en la unidad de la originaria Sabiduría ética-antropológica-
metafísica, aquella unidad que poseía el saber cuando aún no había tenido lugar la división
de las ciencias y su establecimiento como tales (Aristóteles). Heidegger apuesta por un
retorno al saber esencial del hombre, saber radical, a radice: desde el contacto con la
verdad del ser, único ámbito donde es posible que su esencia se manifieste, único ámbito,
por tanto, en el que es posible fundar un humanismo que atienda a la auténtica humanitas
del homo.
"Pero, ¿no se dice en Sein und Zeit, allí donde el "se da" llega a expresarse, que "sólo
mientras es el existir hay ser"? Sin duda. Esto significa: sólo mientras se realiza el despejo
del ser se apropia el hombre del ser. Que se realice el "allí", el despejo como la verdad del
propio ser, es la destinación del propio ser (Schikung des Sein selbst). Éste es el destino del
despejo. La frase, empero, no quiere decir que: el existir del hombre, en el sentido
tradicional de existencia y, modernamente pensado, como la actualidad del ego cogito, sea
aquel ente por el cual es creado el ser. La frase no dice que el ser sea un producto del
hombre. La Introducción a Sein und Zeit dice claramente, y hasta destacado: "ser es
absolutamente lo trascendente". Así como la apertura (=el estar-abierto: descubierto) de la
cercanía espacial sobrepasa toda cosa, cercana o lejana, avistada desde ésta, así también es
el ser esencialmente más amplio que todo ente, porque es el despejo mismo. Pero en vista
del punto de partida —por lo pronto— inevitable de la Metafísica aun dominante, es
pensado el ser partiendo del ente. Sólo en este aspecto se muestra el ser en un sobrepasar, y
como éste"14[14].
El ser es previo (metafísicamente) tanto a la existentia como al cogito. Es, por tanto,
manifiesta la voluntad heideggeriana de superación de toda la tradición filosófica tanto
clásica como medieval y moderna, para volver a las raíces originarias que comenzaron a
desviarse ya a partir de Platón y Aristóteles. El ser es el despejo mismo, dice Heidegger:
antes de la constatación de la existencia (de la efectividad) y antes de la captación sin
intermediarios de sí mismo (el cogito) permanece el Lichtung fundamental del ser, la
iluminación radical de todo.
"En Sein und Zeit se dice con intención y precaución: il y a l'Etre: "se da" el ser (hay
ser). El il y a (hay) traduce el "se da" en forma inexacta. Pues el "se" que aquí "da" es el ser
mismo. El "da" nombra la esencia del ser que se da concediendo su verdad. El darse a sí
propio a lo abierto, con este mismo, es el ser.
"También se emplea el "se da" para evitar por lo pronto la locución "el ser es", pues
usualmente se dice el "es" de aquello que es. Y a eso lo llamamos el ente. El ser "es", pero
precisamente no "el ente". Si se dice el "es", sin mayor interpretación, del ser, entonces se
representa con excesiva facilidad el ser como ente, a la manera de los entes conocidos que
como causa efectúan y como efecto son efectuados. Sin embargo, ya dice Parménides en
los primeros tiempos del pensar: "es pues el ser". En este dicho se oculta
el misterio de todo pensar. Quizás sólo se pueda decir el "es" adecuadamente del ser, de
modo que ningún ente jamás "es" propiamente. Pero como el pensar debe primeramente
llegar a decir el ser en su verdad en vez de explicarlo como un ente por medio de otros
entes, ha de quedar abierta —para la cuidadosa solicitud del pensar— la interrogación: ¿si
el ser es y cómo es?"15[15].
Queda, pues, planteada la pregunta. ¿Por qué el ser? ¿Cómo, de dónde? ¿Quién le da a
él el impulso? ¿Para qué (cuál es su sentido)? ¿Se trata de superar la noción de ser como
Lichtung, o de ir más allá de ella, a la búsqueda de lo anterior? Pues, ¿qué hay antes de la
14[14]
Ibid., pp. 90-91.
15[15]
Ibid., p. 88.
iluminación para que ésta se dé, para que luzca? Esta interrogación, dice Heidegger, queda
por el momento abierta para la cuidadosa solicitud del pensar.
VALORACIÓN DOCTRINAL
2. El ser queda aún sin explicación. No se trata de dar de él una demostración porque
los principios absolutos son indemostrables, pero el ser de Heidegger no da razón de sí, o
más bien no muestra su "razón de ser". Esta afirmación debe entenderse sólo en el sentido
de que el ser heideggeriano permanece inaccesible, siendo lo que da razón de la ec-sistencia
y por tanto de la esencia del hombre (y por tanto el único fundamento de todo auténtico
humanismo).
P.G.S. (1991)