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Sana, Descubre quién eres, Natalia Liz Sleiman

Se quién eres, Progresa, Contribuye & Eduardo Isa


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ACCEDIENDO A NUESTROS RECURSOS INTERNOS


Todos los objetivos que las personas nos proponemos implican un cambio. Ya sea aprender a comunicarnos más
eficazmente, mejorar una relación, alcanzar una meta, o elevar nuestra autoestima.
El cambio se manifiesta de múltiples formas y podemos describirlo con distintas palabras: desarrollo, transformación,
aprendizaje, adquisición de habilidades, etc. Estas palabras expresan diferentes matices de significado y al mismo
tiempo suponen un proceso común: el pasar de un estado presente a otro estado deseado.
El estado presente consiste en la configuración actual de la experiencia, el punto de partida, la situación a ser
modificada por el proceso de cambio.
El estado deseado representa la meta, el objetivo, el punto de llegada, la configuración de la experiencia al momento
de concretar el cambio.
De esta manera vamos a definir el cambio mediante esta fórmula:

ESTADO PRESENTE + RECURSOS = ESTADO DESEADO

Los recursos son aquellos agregados que necesitamos para pasar de un estado presente a un estado deseado. Por
ejemplo, si me encuentro incómodo sentado en la silla y decido cambiar mis pernas de posición con el objetivo de
sentirme más cómodo, necesitará de mi voluntad y de una cantidad de energía física para realizar dicha acción. Aquí la
voluntad y la energía son los recursos necesarios para pasar del estado presente al estado deseado.
Los recursos son necesarios para poder lograr nuestros objetivos. Cuando nos hacemos la pregunta: ¿qué necesito para
lograr mi objetivo?, la respuesta consistirá en uno o más recursos.

RECURSOS EXTERNOS E INTERNOS


Los recursos pueden ser externos o internos. Los primeros son bien conocidos por todos, en general pensamos en ellos
cuando nos preguntamos qué necesitamos para lograr algo. En esta categoría incluimos a los recursos materiales., los
económicos, los técnicos, el tiempo, los conocimientos o las habilidades que necesitamos adquirir, la ayuda de otras
personas (empleados, amigos, servicios profesionales, socios, etc.)
Los recursos internos, por otro lado, son todos los estados interiores a los que necesitamos acceder para poder pasar
del estado presente al deseado. Algunos de ellos son fáciles de descubrir, y a otros debemos considerarlos con mayor
atención: no siempre somos conscientes de nuestros recursos internos.
En esta categoría incluimos a la confianza, la seguridad, el coraje, la tranquilidad, la inteligencia, la voluntad, la fe, la
paciencia, la perseverancia, la alegría, la capacidades o las habilidades propias, y todas las experiencias de vida que nos
hayan dejado algún tipo de aprendizaje.
Más allá de lo fácil o difícil que resulte obtener los recursos externos, lo cierto es que por lo general no constituyen el
verdadero obstáculo para el cambio. Muchas veces lo que dificulta acceder a un recurso externo, es un problema con
uno interno.
Veamos algunos ejemplos:
 Creo que me falta tiempo (recurso externo), cuando en realidad necesito organizarme mejor (recurso interno)

 Pienso que me falta dinero (recurso interno), cuando lo que me falta es confianza en mi capacidad para
conseguirlo (recurso interno)
Son los recursos internos los que nos posibilitan o dificultan acceder a los externos. O dicho de otro modo, para obtener
un recurso externo necesitamos la colaboración de nuestros recursos internos.
Aun en las situaciones más cotidianas, en las que resulta evidente que el recurso necesario es externo (por ejemplo,
necesito ir al supermercado a comprar leche con el objetivo de preparar un flan), es un recurso interno el que me

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permite o no me permite obtenerlo (puedo tener ganas o no de ir al supermercado, puedo pasar a la acción ahora
mismo o postergarla indefinidamente)
La leche y el supermercado son los recursos externos, pero lo que hace que me levante de la cama para bajar a hacer
las compras es un recurso interno. Necesito de ambos para lograr mi objetivo, para cambiar de mi estado presente al
estado deseado.
Un supuesto facilitador que propone la PNL consiste en considerar que todas las personas tenemos los recursos
internos que necesitamos para cambiar.
Si hemos vivido, si hemos atravesado situaciones difíciles y sobrevivido a ellas, si hemos pasado por situaciones felices y
nos alegramos con ellas, si tuvimos experiencias y aprendimos algo a lo largo del camino, entonces tenemos los
recursos.
Y si a veces creemos que no los tenemos —dados los límites de nuestras experiencias personales—, podemos acceder a
ellos de distintas maneras.
La PNL sostiene que, en tanto seres humanos, nuestros sistemas nerviosos se parecen. Todos venimos dotados con un
equipamiento similar. Por lo tanto, si una persona puede lograr algo, potencialmente, las demás también tenemos los
recursos para poder hacerlo.
Esto no quiere decir que voy a jugar al fútbol como Lionel Messi, ni a tocar el piano como W. A. Mozart, pero me
conviene recordar que Messi no tenía más que dos piernas y que Mozart tocaba el piano tan sólo con los diez dedos de
sus manos.
Si Messi hubiese logrado sus proezas con tres piernas, o Mozart con catorce dedos, sus experiencias serían inaccesibles
para el resto de los mortales, no podríamos aprender de ellas, no nos servirían como fuente de inspiración.
Los logros extraordinarios de personajes extraordinarios son sugerentes para nosotros porque en última instancia,
nosotros somos tan humanos como ellos.
Podemos elegir nuestros modelos y aprender de ellos —es lo que hicieron Bandler y Grinder con Perls, Satir y
Erickson—, y también podemos aprender de nosotros mismos: convertirnos en nuestra propia fuente de inspiración.
¿Quién no ha tenido alguna vez un momento “brillante”? ¿Quién no ha experimentado en algún período de su vida un
estado interno pleno de recursos, de confianza, de poder, de alegría, de fe, de lucidez, de “mira de
lo que soy capaz”?
No importa qué tan grande o pequeña haya sido la experiencia. No importa si esos estados son habituales o
excepcionales. No importa si sucedieron hace poco o hace una eternidad. Lo cierto es que en nuestra caja de
herramientas atesoramos —a veces perdidos u olvidados por desuso—, estados internos plenos de recursos que bien
podríamos tener a nuestra disposición para cuando los necesitemos.

COMO ACCEDER A LOS RECURSOS INTERNOS


Les propongo un experimento:
1. Piense en una situación presente para la cual necesite algún recurso interno. Haga una imagen de dicha
situación, véase a usted mismo allí, y pregúntese qué necesitaría.
2. Una vez identificado el recurso necesario, piense en alguna otra situación de su vida en que experimentó ese
recurso.
3. Reviva esa situación de recurso como si ahora mismo usted estuviese allí. Mire lo que mira como protagonista
de esa situación, escuche lo que escucha, piense lo que piensa y sienta lo que siente. Permita que esa
sensación aflore en plenitud.
4. Conserve esa sensación en el cuerpo mientras deja la situación de recurso y vuelve a pensar en la situación
presente. Observe qué cambia en la imagen.
5. Traiga la imagen hacia usted, o imagine que se dirige hacia esa imagen llevando consigo el estado interno de
recurso. Ingrese a esa situación en el estado de recurso y observe qué cambia.

Siempre podemos recuperar un estado interno de recurso cuando lo necesitemos para afrontar una situación.

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