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CUADERNOS DE PSICOBIOLOGÍA SOCIAL

INTRODUCCIÓN
A UNA PSICOBIOLOGÍA DEL HOMBRE

Pedro Ortiz C.

Lima, Perú

2003
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CONTENIDO

CAPÍTULO 1. CONCEPTOS BÁSICOS


1.1. Sistemas: estructura y actividad
1.2. Sistemas inertes y sistemas vivos
1.3. Sistemas individuales y sistemas sociales
1.4. Sistemas vivos naturales y sistemas artificiales
1.5. La explicación del universo y de la actividad social del hombre
1.6. El estudio sociobiológico del hombre

CAPÍTULO 2. EL AMBIENTE DEL SISTEMA VIVO


2.1. La historia del universo
2.2. Los procesos de reflexión de la materia
2.3. Las leyes de la termodinámica
2.4. Entropía y neguentropía
2.5. El ambiente de los animales y el ambiente del hombre

CAPÍTULO 3. LA INFORMACIÓN Y LA ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA VIVO


3.1. El concepto de información según el sentido común
3.2. La biogénesis y la aparición de la información
3.3. La información y los procesos de la vida
3.4. Categorías de la información y el desarrollo del sistema vivo
3.5. Codificación de la información
3.6. Crítica de los conceptos de evolución y selección natural

CAPÍTULO 4. LOS SISTEMAS VIVOS INDIVIDUALES


4.1. La composición química de los sistemas vivos
4.2. Los sistemas celulares
4.3. Los sistemas tisulares
4.4. Los sistemas orgánicos
4.5. Los sistemas psíquicos

CAPÍTULO 5. LOS SISTEMAS MULTIINDIVIDUALES Y EL SISTEMA SOCIAL


5.1. Los sistemas animales multiindividuales
5.2. Los procesos de sociogénesis: la organización de la sociedad
5.3. El concepto de información (social)
5.4. Naturaleza de la información social
5.5. Las clases de información social y la estructura de la actividad social
5.6. Crítica al concepto de cultura animal

CAPÍTULO 6. EL ESTUDIO DEL SISTEMA NERVIOSO DEL HOMBRE


6.1. Desarrollo del conocimiento biológico y psicológico del sistema nervioso
6.2. Evolución del sistema nervioso de los animales
6.3. Caracterización general del sistema nervioso humano.

CAPÍTULO 7. ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD PERSONAL


7.1. El problema de la relación mente-cerebro
7.2. La naturaleza de la mente
7.3. Modelos clásicos del cerebro
7.4. Un modelo sociobiológico del cerebro humano
7.5. Naturaleza genética y social de la personalidad
7.6. El desarrollo formativo de la personalidad
7.7. La conciencia y la estructura psíquica de la actividad personal
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PRÓLOGO

Dr. Armando Barreda, Profesor de Filosofía, Universidad Inca Garcilaso de la Vega

El doctor Pedro Ortiz Cabanillas, médico neurólogo, además de haber desempeñado una
serie de importantes cargos, como Jefe del Servicio de Neurología del Hospital Nacional
Edgardo Rebagliati, Presidente de la Sociedad Peruana de Psiquiatría, Neurología y
Neurocirugía, Decano del Colegio Médico del Perú, Profesor Principal de Medicina
(Neurología) de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
desde hace más de 30 años, entre otros, ha sabido darse tiempo para consagrarse a las
actividades académicas de investigación, publicando una serie de obras como: El problema de
la personalidad en Neuropsicología, El rol de las neurociencias en la explicación de la
actividad psíquica, El rol de los sistemas frontales en el procesamiento de la información en el
hombre, El Sistema de la Personalidad, El componente moral de la personalidad, entre otras.
En las páginas que siguen, el doctor Ortiz nos ofrece un interesante ensayo acerca de lo
que puede ser una sociobiología consecuente con la explicación del hombre. El propósito
principal de esta nueva obra es proponer una teoría sociobiológica que permita explicar,
dentro de “una actitud científica humanista”, no sólo la naturaleza de la vida, de la sociedad y
de los hombres, sino también saber “qué son realmente” la conciencia y la personalidad. Un
propósito bastante amplio, que sólo se comprende por la visión integradora y filosófica que
caracteriza sus diversos trabajos.
En el capítulo primero, acerca de la información y la organización de los seres vivos,
sostiene que “la estructura y actividad de todo sistema vivo es de naturaleza informacional”,
reconociendo las aportaciones de Wiener y Shannon. Sin embargo, piensa Ortiz que estos
autores y sus teorías matemáticas de la información no aclaran suficientemente “qué es la
información ni en qué consiste”, ya que las señales que estudian, si bien contienen
información, ellas mismas no son información.
En este sentido, Ortiz prefiere definir la información como una actividad estructurada o
como “una estructura cuya actividad organiza todos los sistemas vivos”. Así pues, vida e
información para Ortiz, son conceptos estrechamente unidos ya que ambos se refieren a
procesos neguentrópicos, de orden y organización. Desde luego, agrega, se trata de “una
alternativa de solución”, sin pretender que sea la única, ni la correcta.
La información misma, se precisa, es “una superestructura ubicada dentro del sistema
vivo” que tiene propiedades de autonconservarse y reproducirse a sí misma, así como de
adaptarse a las circunstancias cambiantes del medio exterior”.
A diferencia de la corriente general del universo cuya entropía o caos es creciente, los
sistemas vivos y las sociedades, son procesos que marchan en sentido contrario, pues se
presentan como actividades neguentrópicas, de creciente orden y organización. Y es esta
actividad neguentrópica a la que, dice Ortiz, “justamente llamamos información, coincidiendo
así, parcialmente, con las ideas de Wiener y Ross Ashby. Por consiguiente, para Ortiz, la
información es una superestructura material que se halla dentro de los seres vivos y de los
sistemas sociales, y que tiene la propiedad de reflejar tanto la estructura interna del mismo ser
vivo o de la sociedad, como los procesos del medio exterior que los contiene.
Otra de las tesis centrales de Ortiz es que todos los sistemas vivos, desde los organismos
más elementales hasta las personas y la sociedad son producidas por una doble
determinación:
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a. Una determinación epigenética, interna y ascendente, que parte de los procesos


genéticos (de los genes), y
b. Una determinación cinética, externa y descendente que parte desde arriba, desde los
procesos del ambiente físico exterior.
Esta tesis de la doble determinación, lleva a Ortiz a considerar varios tipos de
información: genética, metabólica, neural, psíquica y social, que han aparecido a lo largo de la
evolución y la historia de todo el sistema vivo. A partir de estas clases de información y del
principio de la doble determinación se podrían explicar, según Ortiz, los diversos niveles de
organización de la vida y sus correspondientes tipos de información y codificación. Incluso
piensa Ortiz, se podría explicar el desarrollo social.
Precisamente esta interés de Ortiz por el desarrollo biológico y social es el que le lleva a
pensar que la teoría de la evolución de Darwin tiene las limitaciones propias de las ciencias
naturales y del reduccionismo naturalista. La evolución, para Ortiz, puede enfocarse como una
serie de “saltos” de un nivel de organización a otro, de un tipo de información y codificación a
otro. Así, se saltaría sucesivamente de los niveles físicos, químicos, celulares y tisulares, hasta
los niveles orgánicos, psíquicos y sociales, progresivamente, escalón por escalón. Estos
sucesivos cambios y saltos conducirían a niveles de estabilidad cada vez mayores. En el
mismo sentido, piensa, que cuanto más y mejor información tengan los seres vivos tanto más y
mejor podrán modificar su medio y reestructurarse a sí mismos.
En el capítulo cuarto, acerca de los sistemas vivos individuales, Ortiz sostiene la idea de
que la información, en cuanto superestructura superior, es la que determina no sólo la
diferencia entre las especies , sino también las diferencias individuales. Desde este punto de
vista, las sociedades humanas y animales empiezan a diferenciarse, entre otras cosas,
también por sus sistemas de comunicación. Así, mientras los animales sólo usan señales, los
hombres usan signos y símbolos, que como en el caso del lenguaje, cumplen funciones
cognoscitivas y representativas superiores que no se encuentran entre los animales, y que
permiten a los hombres desarrollar las ciencias y las tecnología, la cultura y las instituciones,
alcanzando mejores niveles de organización y de vida.
Por otro lado, gracias a las formas de codificación social y cultural, los hombres son la
especie capaz de producir y acumular grandes cantidades de información científica,
tecnológica y cultural en formas extra cerebrales, como libros, documentos, bibliotecas,
computadoras, etc.
Ortiz plantea también la necesidad de extender el análisis matemático al campo de las
ciencias sociales, hasta establecer su real estructura interna, la naturaleza de los procesos
que determinan dicha estructura y por los cuales la información se expresa en la actividad de
los sistemas vivos, además de la posibilidad de medir la cantidad de información disponible en
cada nivel de organización.
Esta extensión del análisis matemático, sostiene, tendría que hacerse considerando que
la información es “una estructura material incluida dentro de un sistema igualmente material,
que al reflejar tanto la actividad interna del sistema, como la estructura del ambiente que lo
rodea, su actividad determina la organización del sistema en su totalidad, fuese individual o
social.” De esta manera, dice Ortiz , se comprendería mejor tanto el carácter determinante de
la información social sobre cada individuo, como la formación social y cultural de la
personalidad.
El lenguaje, que ocupa un lugar importante en el ensayo de Ortiz, es un ejemplo típico de
un sistema social para codificar información, que, al cumplir una función cognoscitiva del
mundo, se diferencia claramente de los sistemas de comunicación animal que, como se ha
visto, sólo manejan señales. Para Ortiz, la importancia del lenguaje se torna aún mayor si se
tiene en cuenta sus funciones reguladoras del comportamiento social y formadoras de la
personalidad, de modo especial a través de los procesos de adaptación y aprendizaje.
Es de esta manera, se sostiene, que la información social y cultural y de modo especial la
información codificada en el lenguaje, al incorporarse progresivamente en los individuos,
determina la organización social de la personalidad, formando en ella un reflejo consciente del
mundo y formando la base del desarrollo de la sociedad. En este sentido, el enfoque
sociobiológico de Ortiz nos ofrece una concepción integral y coherente de la personalidad.
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En el capítulo 6, al ocuparse de los modelos del cerebro, Ortiz llega a la conclusión de


que, en su mayoría, sólo son modelos parciales, puramente mecánicos y naturalistas, que no
perciben lo típico de la sociedad y de la cultura, como procesos determinantes o
codeterminantes de la personalidad.
Entre los méritos de la obra de Ortiz, destacan algunos, como los siguientes:
a. Si bien N. Wiener ya pensaba que la comunicación y la regulación constituyen la
esencia interior del hombre, tanto como su vida social, sin embargo, no llegó a
desarrollar esta idea en forma explícita y sistemática. En este sentido, el ensayo de
Ortiz viene a llenar un notorio vacío.
b. Otro tema ciertamente novedoso e interesante es el que se refiere a las funciones de
la información. Son pocos autores, como Wiener y F. Bonsack, los que percibieron
claramente el hecho de que la información sirve para alcanzar objetivos. En este
sentido es mérito de Ortiz plantear que la información cumple no sólo una importante
función organizadora y formadora de la personalidad, sino también claras funciones
afectivas y cognoscitivas, que reflejan el mundo interior y exterior del ser vivo.
Funciones que, curiosamente, son similares, si es que no idénticas a las funciones que
cumple el lenguaje según Kart Buhler.
c. Igualmente interesante es el hecho de que en la teoría de Ortiz las propiedades de la
información resultan ser las mismas que las propiedades de los seres vivos, como la
conservación, la reproducción y la adaptación al medio.
d. En relación a la teoría de la evolución, resulta novedosa también la idea de que, en
nuestros días, la lucha darviniana por la existencia se pueda interpretar no sólo como
la victoria de los más fuertes, sino también como la victoria de los más y mejor
informados. O también, podríamos agregar, como la victoria de los sistemas que han
desarrollado, por un proceso de selección natural, los mejores mecanismos de defensa
y adaptación.
Mario Bunge piensa, con razón, que la filosofía es la actividad problemática por
excelencia. Esta problematicidad, sin embargo, es también típica de la ciencia. Se puede decir
que la historia de la ciencia y la filosofía es una larga historia de preguntas y respuestas, de
problemas y ensayos de solución. En este sentido y entre las preguntas e inquietudes que
suscita el trabajo de Ortiz podemos mencionar los siguientes:
Si la información es una estructura material que existe dentro de otras estructuras
materiales como los seres vivos y la sociedad, ¿en qué medida una estructura material puede
explicar otras estructuras igualmente materiales? ¿Puede la materia explicarse a sí misma?
Se puede preguntar también, ¿en qué medida, tiene razón Wiener cuando sostiene que la
información no es una propiedad que tenga que buscarse dentro de las cosas, pues es algo
que sólo aparece en conjuntos, por ejemplo en conjuntos de mensajes, o en conjuntos del tipo
de cadenas de Markow, o en conjuntos de alternativas binarias (bits)?
En resumen podemos decir que la obra de Ortiz, al ofrecernos una concepción amplia y
coherente de la personalidad como producto codeterminado por procesos tanto genéticos
como sociales constituye una importante contribución al cambio de la sociobiología.
De especial valor es el hecho de que Ortiz, en su calidad de médico especialista en
neurología, partiendo de los estratos más profundos del carácter físico, químico y
neurobiológico, ha sabido elevarse a los estratos superiores de lo psíquico, lo social y lo
cultural, para ofrecernos una concepción integral e integradora de la personalidad. Y todo ello
con el suficiente fundamento científico interdisciplinario y con una amplia versación y
perspectiva filosófica, que no es corriente en el mundo subdesarrollado.
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PREÁMBULO

Nuestra intención es poner en manos de estudiantes y docentes, tanto de las ciencias


sociales como de las ciencias naturales, una teoría sociobiológica que sirva de fundamento a
una explicación de la vida, la sociedad y los hombres; que pueda usarse en la educación y en
la promoción y la atención de salud de las personas, dentro de los objetivos éticos superiores
de la humanidad. Creemos que es tiempo de dar importancia a las ciencias sociales básicas
en el diseño de estrategias tendientes a superar los problemas que limitan el desarrollo
progresivo de la sociedad y las personas, en el campo de la educación, la medicina, el
derecho, por ejemplo. Pues según nuestro modo de ver, los llamados problemas humanos no
han sido resueltos de modo apropiado, especialmente en el mundo de la pobreza, por la
persistencia de parte de los grupos de poder económico y académico, en mantener este
estado de cosas bajo el concepto de que los hombres son solamente animales superiores, y
que nuestras diferencias respecto de los animales son sólo cuestión de grado. No hay pues
por que extrañarse del trato que reciben los niños, las mujeres, los ancianos y los enfermos,
dado que todo el diseño ideológico y político de la economía, la cultura y hasta las tradiciones
de las más pequeñas comunidades, se tiende a explicar sólo con los esquemas de la ciencia
natural. Debe ser por esta razón, que para evitar el trato consecuente con esta concepción, se
han introducido una serie de códigos morales cuyos frutos no han sido ni son todavía los
esperados, pues a la postre se contradicen con la explicación científico-natural del hombre y
su supuesta naturaleza animal.
En efecto, las ciencias naturales han roto con el convencimiento derivado del sentido
común y las tradiciones más antiguas, y nos han convencido de que el hombre pertenece a
una especie animal del orden de los primates. Según este criterio, toda explicación científica
del hombre sólo tiene que hacerse en los mismos términos con que se explica la vida de los
seres vivos en general. Esta actitud explica por que los esfuerzos por la dignificación de la
condición humana resultan ser solamente ideales, pues no se toma en cuenta que los hombres
tienen atributos potenciales determinados no sólo por sus genes sino también por las propias
condiciones que han sido creadas por la sociedad a lo largo de su historia. En otras palabras,
es preciso llegar al convencimiento de que las personas han llegado al nivel en que están, no
sólo a partir de los genes y el ambiente inmediato que le rodea, tal como sucede con los
demás seres vivos, sino por el desarrollo e influencia de la sociedad, es decir, por efecto de
las tradiciones, de la cultura y de la economía que se han desarrollado dentro de la humanidad
en los miles de años de su existencia.
Sería pues importante tener presente que quienes laboran en los campos de la educación
y la salud –pedagogos, psicólogos, médicos y otros científicos sociales–, no se forman para el
entrenamiento o la domesticación de una clase superior de animales, sino para defender la
vida y contribuir al desarrollo integral y óptimo de las capacidades afectivas, cognitivas y
morales de la conciencia de todas y cada una de las personas que constituyen nuestra
sociedad.
Con este objetivo primordial, los científicos sociales que están al servicio del desarrollo
pleno de la sociedad y las personas, de manera directa o indirecta, tendrán que ir más allá de
la simple descripción de la situación actual de la humanidad para elaborar una teoría integrada
que explique la sociedad, la conciencia, la personalidad y la obra transformadora de la misma
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sociedad sobre la naturaleza que la alberga. Para ello, necesitamos de unas ciencias sociales
que nos proporcionen la explicación de los procesos esenciales –genéticos y sociales– que
determinan la existencia del sistema vivo, en general, y la individualidad de los hombres, en
particular, a fin de que podamos superar sus limitaciones que también dependen igualmente
de los mismos genes y de la misma sociedad.
Previamente a este trabajo, ya hemos planteado nuestra manera de entender la
naturaleza de la personalidad (Ortiz, 1994; 1996; 1997; 1998; 1999; 2002). Nuestro interés
estuvo centrado específicamente en tratar de resolver el problema de definir qué es realmente
la personalidad. En estos Cuadernos la intención es presentar toda una reinterpretación y
redefinición de los conceptos básicos de las ciencias del cerebro y la psique. Nuestra
propuesta es que toda sociobiología que no sale del contexto y el método de la ciencia natural
jamás podrá explicar la verdadera naturaleza de la conciencia y la personalidad. Lógicamente
que esta necesidad no puede satisfacerse si es que no se da importancia a la explicación de
los procesos esenciales que determinan la vida y la sociedad.
Esperamos que esta introducción a una Psicobiología del Hombre sea tomada como un
intento honesto por comprender y explicar a los hombres concretos, a quienes el profesional
de la salud, de la educación, del derecho, ha de enfrentar con una actitud científica social, tal
como exigen su dignidad y su naturaleza moral. De esta manera, tomando como principio o
punto de partida lo que nos enseñan las ciencias naturales, creemos que toda acción o
intervención social sobre las personas debe emprenderse sobre la base de la teoría y el
método de las ciencias sociales, una vez que éstas han sido correctamente desarrolladas
hasta incluir a las anteriores.
No se trata pues integrar de modo pragmático y mecanicista sociología y biología, y
mucho menos de reducir la sociología a la biología, o esta a la química o la física. Lo que
intentamos hacer es desarrollar unas ciencias sociales que nos permitan completar la
explicación de la sociedad y los procesos sociales que han determinado la transformación del
hombre-animal en individuo social, después que hayamos usado las ciencias naturales para
explicar la biogénesis y la epigénesis ulterior que tiende a culminar con la transformación de la
especie Homo sapiens en una humanidad. Pretendemos demostrar que faltaba explicar cómo
la humanidad se transforma en sociedad, y cómo dentro de éste desarrollo cada individuo
humano llega a ser capaz de transformar el mundo natural en un mundo artificial, y que al
hacerlo, inexorablemente se transforma a sí mismo en un individuo social; es decir, se
convierte en una personalidad. En síntesis, pretendemos elaborar unas ciencias sociales que
al incluir a las ciencias naturales, es decir, subsumiéndolas, nos ofrezcan una explicación de
cómo, a través de la conciencia, la sociedad transforma a cada individuo humano en una
personalidad.
Si definimos la ciencia como todo el conjunto sistematizado de información social por
medio de la cual la sociedad explica los procesos esenciales del universo, desde el
microcosmos hasta el macrocosmos, toda sociobiología tendrá que ser definida como el
conjunto sistematizado de teorías acera del hombre en abstracto, en su historia y en su
realidad actual. En este caso, el hombre aparece como una abstracción científico-social,
organizada en niveles que se determinan entre sí. Por lo mismo, la explicación científico-social
tendrá que ser igualmente doble: tendrá que explicar tanto la determinación epigenética como
la determinación social de tal hombre.
Una psicobiología social tendrá como objeto de estudio a los hombres en tanto individuos
sociales concretos. Lógicamente que una ciencia de esta clase tiene que superar la
imposibilidad de complementar la información científica que se ha acumulado desde las
perspectivas biológica y social. Sabemos bien que las teorías generadas dentro de uno y otro
de estos enfoques han resultado difíciles de integrar y sólo han acentuado las contradicciones
del dualismo acerca de la relación mente-cuerpo o mente-cerebro, que no es otra cosa que el
antagonismo entre la sociedad y el individuo.
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CAPÍTULO 1

CONCEPTOS BÁSICOS

Sistemas: estructura y actividad. Sistemas inertes y sistemas vivos. Sistemas individuales y


sistemas sociales. Sistemas vivos naturales y sistemas artificiales. La explicación del universo y
de la actividad social del hombre. Historia del estudio sociobiológico del hombre.

En el campo de la ciencia, es usual emplear, además de una jerga apropiada para la


descripción de su objeto, un conjunto de conceptos que son fundamentales para la explicación
de los procesos esenciales, subyacentes a los fenómenos observados respecto de dicho
objeto.
En este Capítulo revisaremos los conceptos que nos parecen esenciales para comprender
la complejidad del sistema vivo. Además revisaremos algunos de los aspectos metodológicos
más relevantes, así como propondremos una concepción de las ciencias sociales y la
sociobiología que nos permita explicar mejor la naturaleza intrínseca de la sociedad y de los
hombres.

1.1. Sistemas: Estructura y actividad

Las personas conocemos o creemos conocer más allá de las apariencias. Cuando vemos
el cielo, una piedra, una naranja o un perro, no solamente percibimos sus características
objetivas –color, forma, tamaño, olor, etc.–, sino que también imaginamos cómo son por
dentro; inclusive cómo habrían sido y cómo habrán de ser dentro de algún tiempo. Pensamos
acerca de su origen, sus cambios, su utilidad, su valor. Además, hacemos muchas cosas con
ellos: podemos labrar piedras para construir la casa, hervir naranjas para preparar algún
manjar, entrenar al perro para cuidar la casa.
Hay que reconocer que esta posibilidad de explicar y cambiar las cosas, ha sido posible
gracias a la invención del lenguaje, pues con él podemos predecir y normar el curso de las
cosas. Al aparecer las tradiciones, también aparecen los mitos para explicar los fenómenos de
la naturaleza. Más tarde, al aparecer la cultura, surge el conocimiento del sentido común,
después el conocimiento científico, y con esta estrategia hemos llegado a conocer la
composición interna de los objetos: sabemos que las cosas que ya existen y las que son
hechas por los hombres están constituidas por los mismos componentes: moléculas, átomos y
partículas subatómicas. Más sorprendente aún es saber que la Tierra, la luna, el sol, las
estrellas tienen una composición similar. Y cada uno de nosotros también. La interrogante
fundamental es, entonces, si podremos saber en qué consiste la diferencia entre las cosas
inertes y los seres vivos. El sentido común las diferencia bien, aunque sólo por sus
apariencias, y por eso intuimos que la simple enumeración de sus diferencias no es una
explicación.
El lenguaje de la ciencia, además, no es igual al lenguaje del sentido común. Se los
puede traducir entre sí, pero no son totalmente equivalentes, y por lo general muchos términos
científicos ni siquiera se los puede traducir al lenguaje vulgar. Entre los idiomas sucede algo
parecido, pero la dificultad es mucho menor y de otra índole.
Lo que acabamos de decir no niega que los términos y los enunciados científicos se han
derivado de los conceptos del sentido común, aunque llega un momento en que aquellos ya no
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se refieren a los fenómenos aparentes sino a los procesos que subyacen a los fenómenos que
podemos observar directamente, sin instrumento alguno de por medio. Es así como los
términos vulgares son excluidos del léxico científico o adoptan un significado diferente dentro
de éste. Mientras más antigua y consistente es una ciencia, los términos y sus significados son
cada vez más precisos. Por el contrario, mientras más joven es una ciencia, la definición de
sus conceptos todavía depende del sentido común. Por ejemplo, el concepto de átomo, ya no
tiene el mismo significado de sentido común que le dio Demócrito. En cambio, conceptos como
el de conciencia todavía lo definimos en términos del sentido común, por más filosófica que
sea la discusión sobre su verdadera naturaleza.
Dentro de la ciencia los conceptos están además jerarquizados: hay conceptos científicos
generales que valen para todas las ciencias, y conceptos específicos para cada una de ellas.
Esta categorización de los conceptos tiene relación con los métodos generales y particulares
de las ciencias, y expresa la especial tendencia del conocimiento científico a su integración y
sistematización. Por eso la ciencia se define como el conjunto sistematizado de conocimientos
acerca del universo, con los hombres incluidos, o simplemente como sistema de conocimientos
acerca del mundo. Más adelante quedará claro que la ciencia es todo el conjunto de la
información social que la sociedad ha elaborado acerca del universo, para explicarse como
cambia en el tiempo desde sus componentes más elementales hasta su estructura actual.
Esta sistematización de la ciencia no es tal porque los científicos piensen de manera más
ordenada que el resto de las personas, sino porque los fenómenos de la naturaleza suceden
de modo sistemático; es decir, si tomamos cualquier región del universo para ser estudiada
científicamente, encontraremos que dentro de ella ocurren una serie de sucesos en un orden
sistemático, inclusive los que a simple vista parecen ocurrir en un total desorden. Como según
nuestra costumbre se llama sistema a una región que ante nuestra observación está bien
organizada, como es un árbol, un animal o una casa, para el sentido común es fácil entender
qué es el sistema solar o el sistema nervioso, pues se refieren a conjuntos ordenados de
astros o de células nerviosas, respectivamente; aunque también veremos que no es lo mismo
estar ordenado que estar organizado. En parte, se debe al uso que damos a la palabra
sistema; pero también se debe a que ésta implica la reunión de varios elementos para formar
una totalidad más compleja. Y aunque no se acostumbra decir que una montaña o una casa es
un sistema, sí aceptamos hablar del sistema de ideas de una institución o del sistema político
que ha adoptado un país.
Para la ciencia, todas las cosas que existen en el universo, desde las partículas
subatómicas hasta las galaxias, desde las cosas naturales hasta las artificiales, desde las
cosas inertes hasta los seres vivos, todos están formados por partículas elementales que se
juntan de diversas maneras para conformar partículas no sólo más grandes sino más
complejas; por eso preferimos usar el concepto de sistema para referirnos a toda región del
universo que es objeto de observación científica.
El problema es que al percibir e imaginar de esta manera el mundo, no es fácil pensar
acerca de sus procesos internos, es decir, acerca de cómo las partículas más elementales se
fueron reuniendo para adoptar la configuración que tienen y no otra. Por ejemplo, tomemos
unos 20 elementos químicos y preguntémonos, por qué esos elementos aquí forman un poco
de arena, allá un postre, más allá una manzana o una oveja, mucho más allá un asteroide, y
dentro del cuerpo nuestro cerebro. La explicación de los procesos que determinan estas
notables diferencias es de gran importancia para la humanidad, pues como se ha demostrado,
sólo ella ha hecho posible la transformación del ambiente natural en nuestro ambiente
artificial, así como la transformación de la especie humana en la sociedad que nos forma como
uno más de sus miembros.
Partiendo del concepto de Harré (1967), de que un sistema material puede describirse en
términos de su estado y de sus cambios de estado, en otro lugar (Ortiz, 1994) hemos sugerido
que todo sistema material formado por uno o más elementos muestra un doble aspecto ante un
observador cualquiera: el de estructura y el de su actividad, a tal punto que todo sistema viene
a ser tanto estructura activa como actividad estructurada. Por ejemplo, los elementos
subatómicos descritos por la física en algunos experimentos se comportan como partículas y
en otros como ondas; un perro ocupa un espacio, pero también es todo una historia; del mismo
modo, cualquier cosa que sea lo que por sentido común llamamos mente, también es
estructura y actividad al mismo tiempo.
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Por sentido común estamos acostumbrados a decir que tal o cual cosa tiene una cierta
estructura o tiene una cierta actividad: una sociedad, decimos, tiene su estructura económica,
y dentro de ella se realizan muchas actividades comerciales. Separamos estructura y
actividad. Es la diferencia que en español se nota con los verbos ser y estar: ser vivo implica
permanencia o estructura; estar vivo implica inestabilidad y cambio, o actividad. Por sentido
común un gato es un cuerpo, es decir, una estructura; no diríamos que es una actividad,
aunque lo es realmente: nuestra dificultad consiste en que no vemos su actividad interna, sino
sólo los aspectos externos más cambiantes (ante nuestros ojos) de su actividad, como cuando
muerde o corre; sin embargo, conocer su actividad interna es mucho más importante, porque
de ello depende que sepamos como es que habiendo sido una célula se llegó a convertir en
un cachorro y después en un perro adulto que más tarde envejece y muere, y en este proceso,
hasta el final de su vida, casi todos sus componentes químicos, si no todos, se habrán
renovado, no una sino varias veces.
Más allá de estas diferencias objetivas entre estructura y actividad, nos interesa superar
el viejo antagonismo entre existencia y esencia. De inmediato podremos comprobar que
quienes creen que el mundo siempre ha sido como es y que así será por siempre, defenderán
el principio de que lo único importante es la existencia de las cosas. En cambio, quienes
suponen que el universo tiene un origen, que ha cambiado en el tiempo, y que seguirá
cambiando por siempre, defenderán la esencia de los hechos. Luego comprobaremos que
estas dos concepciones de la realidad derivan sólo de nuestra forma de concebir el universo,
ora como espacio, ora como tiempo.
Es posible que esta forma de ver el mundo, como si el espaciotiempo universal estuviera
escindido en espacio y tiempo, dependa de nuestras capacidades diferenciadas para
describirlo y para explicarlo por medio del lenguaje; pero una explicación de esta índole
requiere de una más adecuada argumentación.

1.2. Sistemas inertes y sistemas vivos


En el ambiente al alcance de nuestra observación, no es difícil distinguir entre un objeto
inerte y un objeto vivo, aunque hay casos extremos en que podríamos confundirlos. Por
ejemplo, una bacteria enquistada en un medio hostil parece un objeto inerte; una máquina
automática parece tener vida. En los medios científicos, se tienen que usar criterios bastante
rígidos como para diferenciarlos, sin negar que la simple descripción de sus características o
atributos sea la mejor, por no decir la única, manera de empezar a distinguirlos para después
explicar por que son diferentes. Esto significa que tales criterios se deducen de algunos de sus
atributos más esenciales.
En términos generales, casi de sentido común, sabemos que un objeto es inerte cuando
se mantiene tal como es, sin que varíe o cambie espontáneamente, y si es que cambia
siempre habrá una causa exterior que la explique. Si se mueve, rápidamente advertiremos que
es como efecto de un cambio externo, por ejemplo del viento o la gravitación. Si dejamos
abandonado un objeto de metal, no tardará en descomponerse de modo aparentemente
espontáneo, pero por efecto de la oxidación.
Un sistema inerte es todo conjunto de elementos ordenados de diversas maneras en un
espaciotiempo, constituyendo el universo. Es así como aparecen ante las ciencias físicas y
químicas. Un sistema vivo es el conjunto de los mismos elementos, pero organizados en un
espaciotiempo para constituir individuos y sociedades. De este modo aparecen ante las
ciencias biológicas, psicológicas y sociológicas. Por consiguiente, un sistema organizado, es
un sistema ordenado que se caracteriza, además, porque: 1) la actividad de los elementos que
lo componen es punto de partida que determina la aparición de una superestructura
organizadora; 2) esta superestructura es su base de desarrollo, pues, 3) su actividad
determina que los elementos que dieron origen al sistema original sean convertidos en el
soporte activo del sistema actual, el que de este modo se mantiene y se reproduce a sí mismo.
Los procesos de los sistemas inertes los explicamos por medio de las leyes de la física y
la química que describen o explican los fenómenos subatómicos, atómicos y moleculares.
Estas leyes son esencialmente causales, en el sentido de que se refieren a procesos que se
determinan en un solo sentido, en los que ciertas causas determinan ciertos efectos con
mayor o menor probabilidad. En los sistemas inertes, todo cambio causa otro cambio en
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sentido lineal; es decir, en términos más generales, todo cambio sucede a otro cambio, o
también, todo cambio precede a un cambio.

Atributos objetivos de la vida: automantenimiento del individuo y la especie


Es evidente que el sistema vivos está organizado en la forma de individuos, es decir, lo
vemos en la forma de bacterias, árboles, gatos, hombres. Respecto de estos individuos, se
puede decir que cada uno de ellos tiene ciertos atributos objetivos que se pueden observar o
deducir con cierta facilidad. Estos atributos son:

1. Integridad: cada individuo es un sistema cuya estructura interna, que resulta de la


interrelación de una diversidad de partículas elementales, se mantiene organizada a
pesar de los cambios del ambiente exterior que le afectan regular u ocasionalmente.
2. Estabilidad: caracteriza a cada sistema vivo individual el equilibrio de sus procesos
internos, es decir, que la concentración y distribución espacial de sus componentes se
mantienen estables dentro de límites más o menos constantes, por lo que tienen que
incorporar nuevos elementos cuando faltan o se deterioran dentro de él. En otras
palabras, tienen que nutrirse, pues la velocidad y dirección de las reacciones
fisicoquímicas, tanto en su interior como en relación con el ambiente local, sólo se
mantienen estables cuando el individuo intercambia sus elementos constitutivos con el
entorno. Por eso se dice que los seres vivos requieren del aporte permanente de los
nutrientes que los constituyen.
3. Reproducibilidad: cada individuo se mantiene como tal por un tiempo limitado. A pesar
de esto, el número de individuos tiende a aumentar casi sin límite. Esta tendencia es
resultado de la capacidad de los individuos de reproducirse, por división en dos o por
unión sexual de dos para procrear un tercero. En sentido estricto, la actividad de los
seres vivos tiende únicamente a reproducirse.
4. Mutabilidad: la actividad de los individuos puede modificarse por efecto de los cambios
ambientales, y la modificación puede mantenerse en la forma de mutaciones para
expresarse en generaciones sucesivas como característica de una especia que así
facilita su mejor adaptación al medio ambiente. Por eso los seres vivos aprenden,
desarrollan nuevas capacidades y gradualmente mutan hacia formas más complejas y
más resistentes a los cambios que les afectan negativa o desfavorablemente.
Si bien los dos primeros se refieren al aspecto de su estructura y los dos últimos, al de su
actividad, más importante para la explicación de la vida es que los dos primeros y los dos
últimos de estos atributos son interdependientes entre sí y reflejan dos propiedades más
generales, que son la de automantenimiento del individuo y de automantenimiento de la
especie, respectivamente.

Atributos esenciales de la vida: memoria y anticipación


Es evidente que estas dos propiedades de automantenimiento no son por sí mismas los
procesos que definen la naturaleza intrínseca de la vida. Ellas son ciertamente expresión de
otras propiedades más esenciales. Estas son las capacidades de memoria y de anticipación
que tienen todos los seres vivos. Estas capacidades explican claramente por qué los seres
vivos tienen las propiedades de adoptar formas cada vez más complejas de adaptación al
ambiente. Sólo un sistema que tiene la capacidad de registrar las variaciones que ocurren
dentro de sí y fuera de él, y de compararlas entre sí, puede anticiparse a los cambios que los
había registrado previamente. Sólo de esta manera puede adaptarse a tales cambios. Sólo así
podrá sobrevivir a tales cambios.
Siguiendo este razonamiento, también podemos imaginar que dentro de cada sistema vivo
debe existir una estructura que determina o explica estas propiedades, como si fuera la única
propiedad esencial del sistema que explica su existencia. Es pues importante que definamos
de qué naturaleza es esta propiedad esencial de los seres vivos. En efecto, si todo sistema
vivo es una estructura activa o una actividad estructurada que se mantiene y se reproduce a sí
y por sí misma, tendríamos que admitir, entonces, que todo sistema vivo tiene una
organización determinada de algún modo, y que es tarea de la ciencia explicar de qué
depende esta determinación.
12

Recordemos que en cerca de dos siglos de investigación biológica se ha podido llegar al


convencimiento de que las características o atributos de los seres vivos se pueden explicar por
medio de una teoría científica. Para empezar, se ha podido reproducir experimentalmente
algunas de las condiciones físicas y químicas que supuestamente ocurrieron en los primeros
millones de años de la Tierra que condujeron a la aparición de los seres vivos más primitivos.
Si se conocen cada vez mejor los procesos que ocurren en los seres vivos actuales, ya es
posible explicar de qué naturaleza serían los procesos los determinan la vida, aún en contra
de los procesos que tienden a su destrucción. Se conocen la estructura y los procesos
internos de los seres vivos, desde los más pequeños como las bacterias, hasta los animales
superiores como los primates. Y más importante todavía, a base de la teoría de las ciencias
naturales, se han llegado a conocer los aspectos bioquímicos, fisiológicos o psicológicos de
los animales (incluido el hombre entendido como organismo animal). Las teorías científico
naturales han hecho posible mejorar la educación y la atención de salud, por lo menos en los
sectores más desarrollados de la humanidad. Pero con esta clase de teorías no se ha llegado
a esclarecer la naturaleza de la sociedad, de lo que primero se llamó el alma, después la
mente y lo ahora preferiríamos llamar la conciencia. Y si no se conoce la naturaleza esencial
de estos fenómenos, como tampoco la naturaleza esencial de la obra transformadora de la
sociedad sobre nuestro planeta, jamás llegaremos a tener una explicación de los procesos por
los que, no sólo el ambiente natural, sino principalmente dicha sociedad determina lo que ya
señalamos, la transformación de la especie Homo sapiens en una sociedad, y por lo mismo, la
transformación de cada individuo humano en una personalidad.
Quedará pues particularmente claro que los sistemas individuales que conforman el
sistema vivo, o el sistema vivo en su conjunto, son sistemas doblemente determinados, pues
sus atributos no dependen únicamente de sus procesos internos sino también del ambiente
que lo rodea. Hemos sugerido (Ortiz, 1994) que esta doble determinación depende de la
actividad de aquella superestructura que refleja los procesos físicos y químicos que suceden
dentro de ellos mismos y los procesos físicos y químicos que suceden en su ambiente actual.
Es decir, son sistemas que para mantenerse dependen de procesos de determinación
intrínsecos y extrínsecos, intraindividuales y extraindividuales. Esto significa que la estructura
de cada individuo es determinada por procesos de doble sentido: procesos ascendentes que
van desde los niveles más elementales hasta los más complejos de su organización, y
procesos descendentes que van desde los niveles más complejos hasta los más elementales
del sistema. Como veremos, esto se debe a que los procesos neguentrópicos y entrópicos de
la materia que se han organizado hasta lograr una estructura más o menos estable (que
también se la describe en términos de un equilibrio inestable) determinan que cada sistema
individual siempre tienda hacia una estabilidad más y más duradera que le permitirá
reproducirse.
Esta introducción está dedicada principalmente a la demostración de que aquella
estructura fisicoquímica que refleja tanto el ambiente interior de un sistema vivo como el
ambiente exterior a él, esto es, aquella superestructura de cuya actividad depende la
integridad, estabilidad, reproducibilidad y memoria de dicho sistema, no es otra cosa que
información.
1.3. Sistemas individuales y sistemas sociales
Una característica del sistema vivo es su organización en subsistemas de distinta
extensión que se aíslan formando individuos o sistemas individuales. Desde las bacterias
hasta los hombres son sistemas individuales. Dentro del sistema vivo, todo individuo nace,
crece, se desarrolla, reproduce y muere; algunos en un lapso de sólo algunas horas, otros en
un periodo de varios años. A diferencia de los individuos, las distintas especies perviven,
generalmente por varios millones de años y únicamente cuando las condiciones de su medio
son inadecuadas, pueden llegan a extinguirse, y por eso de muchas de ellas sólo han quedado
sus restos fosilizados.
Una particularidad de estos individuos, sobre todo cuando son de la misma especie, es
que tienden a permanecer juntos mientras viven, aunque fuese sólo para aparearse y procrear.
Los animales, por ejemplo, forman colonias, cardúmenes, bandadas, manadas, tribus.
Llamaremos sistemas vivos multiindividuales a estos conjuntos de individuos de una especie o
de varias especies interdependientes. Se les podría llamar también sociedades naturales,
aunque dentro de ellas sus miembros se relacionan o comunican entre sí sólo por medio de
13

señales interindividuales, usando los medios inertes que los rodean, como el agua, el aire, la
luz, o las sustancias químicas que ellos mismos diseminan al excretaras o expelerlas de su
cuerpo.
Solamente los hombres desde que se reunieron para formar sistemas multiindividuales,
para comunicarse ya no usan sólo señales, sino que se comunican por medio de los objetos
que producen y fabrican, y sobre todo, por medio de signos y sistemas de signos que ellos
mismos han creado, y por eso existen por fuera y más allá de sus creadores. En la actualidad,
no sólo dejamos mensajes en un papel, sino también en cintas electromagnéticas, en discos
de lectura láser, y más todavía, podemos guardar estos mensajes, nuestras propias imágenes
y las imágenes del presente, en libros y en todos los sistemas de cómputo que serán usados
por otros tal vez miles de años después, tal como ya ha sucedido con los papiros que dejaron
los egipcios, así como las construcciones y manufacturas que nos legaron muchas culturas
que ya no existen.
Por ahora, llamaremos sistema social, o simplemente sociedad –o sociedad humana si
queremos diferenciarla de las sociedades naturales de animales–, al conjunto de individuos
humanos que se comunican fundamentalmente por medio de signos y de sistemas de signos
integrados que constituyen un lenguaje.

1.4. Sistemas vivos naturales y sistemas artificiales


No es difícil hacer una distinción entre los sistemas vivos naturales y los sistemas
artificiales. Los primeros están constituidos por todos los seres vivos que han existido y existen
en nuestro planeta, desde las bacterias hasta los primates. Los definimos así teniendo en
cuenta que se han desarrollado naturalmente en el curso de la evolución; en cierto sentido, tal
como explicara Darwin, por selección natural. Sin embargo, en las etapas finales de esta
evolución, los individuos de la especie Homo sapiens empezaron a transformar artificialmente
la Tierra; empezaron a crear y producir objetos, desde los más simples utensilios y
herramientas, hasta un lenguaje hablado. Así surgió una sociedad, y dentro de ella los
hombres inventaron desde un lenguaje escrito hasta las máquinas. De este modo, los
individuos sociales fueron capaces de preparar su alimento, confeccionar su vestido, construir
viviendas, caminos y ciudades, y la sociedad llegó a convertir buena parte de los sistemas
naturales en sistemas artificiales. El mundo artificial es pues el planeta humanizado. La
porción del mundo en que vivimos como personas es pues creación y producto de esta
sociedad, y por eso las personas junto a nuestros productos formamos un sistema artificial. Lo
que ahora encontramos los hombres desde el momento en que nacemos es un mundo
transformado por nuestra sociedad, en tanto que el mundo natural –los sistemas inertes y los
sistemas vivos no tocados por el hombre– ya nos resulta lejano y casi inaccesible.
Llamaremos sistemas artificiales a todas las obras que han sido y son creación y producto
de la actividad humana. Desde los primeros cuchillos de piedra hasta las computadoras y las
naves espaciales, como también los campos de cultivo y las granjas, son sistemas artificiales,
es decir, sociales. Por consiguiente, no debe llamar la atención que concluyamos en que los
hombres transformados por la sociedad que ya existe por sí misma seamos, en sentido
estricto, artificiales, aunque en este caso preferimos llamarlos sistemas individuales sociales, o
simplemente seres sociales. Por esta razón, los hombres son seres sociales no por el hecho
de vivir con otros individuos, compartir ciertos bienes y tener el mismo entorno artificial, sino
en lo esencial porque los hombres mismos somos transformados por la sociedad: así nos
convertimos en personalidades y dejamos de ser animales. Cómo se produce esta
reestructuración de cada individuo humano por obra de la sociedad es pues el tema principal
que debe explicar una sociobiología del hombre.

1.5. La explicación del universo y de la actividad social del hombre


Por principio, las ciencias son resultado de la actividad social de los hombres; por medio
de ellas, la sociedad tiende a explicar la estructura y la actividad del universo, en especial
aquellos sucesos que tienen relación directa o indirecta con la actividad personal y colectiva
de los hombres, con la finalidad de mejorar nuestras condiciones de vida en este planeta. Por
medio de ellas, la sociedad fomenta el desarrollo progresivo de sí misma, en general, y de
cada hombre, en especial.
14

Desde un cierto punto de vista, sostendremos que mientras unas ciencias son conjuntos
de conocimientos que crea la sociedad a fin de explicar lo más fielmente posible los sucesos
del universo, otras son conjuntos de procedimientos que la misma sociedad emplea para
obtener, sistematizar y validar aquellos conocimientos. De allí que tengamos que diferenciar,
en primer lugar, entre 1) las ciencias objetivas o de contenido y 2) las ciencias instrumentales
o de método.
Las ciencias objetivas describen y explican sucesos –que se aíslan como si fueran
objetos–como son el mundo subatómico, los átomos, las moléculas, los seres vivos, la
sociedad, el cerebro. En el mundo científico, las ciencias objetivas, básicas por excelencia,
son la física, la química, la biología, la psicología y la sociología.
Las ciencias instrumentales son procedimientos o guías de procedimientos que facilitan la
observación y la integración de los conocimientos obtenidos; sirven para organizar y
sistematizar la elaboración de modelos teóricos explicativos, o en algún caso, son los mismos
modelos anticipados de la realidad los que a su vez facilitan el procedimiento de búsqueda y
elaboración de los datos de las ciencias objetivas. Las más importantes son la filosofía, la
lógica, la metodología, la matemática, la cibernética. Estas ciencias son subjetivas en tanto
reflejan más la actividad consciente del observador que la realidad objetiva en sí, al contrario
de las ciencias objetivas que reflejan la realidad externa al observador. Por otro lado, las
ciencias instrumentales son el método de las ciencias objetivas, puesto que con las ciencias
instrumentales se crean modelos o hipótesis a priori acerca de la realidad cuyos procesos
internos se pretenden conocer y explicar. Comprobadas o no, tales hipótesis o modelos
pueden llegar a constituirse en las teorías científicas que forman el cuerpo de las ciencias
objetivas.
En segundo lugar, las ciencias pueden diferenciarse por su objeto de estudio en: a) las
ciencias naturales que estudian el universo no modificado por la sociedad humana y b) las
ciencias sociales cuyo objeto de estudio es la sociedad humana y todo lo que ésta ha hecho
en nuestro planeta, incluyendo la transformación de cada hombre animal en un individuo
social.
En el cuadro 1.1 se enumeran las ciencias naturales y las ciencias sociales. Como se
puede apreciar, las relaciones interdisciplinarias entre las ciencias que explican un cierto nivel
de ordenamiento o de organización de la materia siguen un sentido inverso en ambos casos,
de modo que la explicación de los procesos naturales comienza a partir de lo más simple o
inferior, hasta llegar a lo más complejo o superior. En cambio, la explicación de las diversas
formas de actividad social va de lo complejo a lo elemental, reflejando el curso inverso de los
procesos naturales. Otra manera de diferenciarlas consiste en remarcar que, por la índole de
su propia metódica, las ciencias naturales tienden a acentuar las semejanzas objetivas entre
los objetos que son su materia de estudio; en tanto que las ciencias sociales, por sus propias
finalidades, tienden a acentuar las diferencias entre los objetos que estudian.

CUADRO 1.1
ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA

CIENCIAS NATURALES CIENCIAS SOCIALES

ECOLOGIA NATURAL? SOCIOLOGIA HUMANA


 
PSICOECOLOGÍA SOCIOPSICOLOGIA
 
PSICOLOGIA NATURAL PSICOLOGIA SOCIAL
 
NEUROPSICOLOGIA PSICONEUROLOGIA
 
NEUROLOGIA NATURAL NEUROLOGIA SOCIAL
 
BIONEUROLOGÍA NEUROBIOLOGÍA
15

 
BIOLOGÍA NATURAL BIOLOGIA SOCIAL
 
QUIMICA BIOLÓGICA BIOQUÍMICA
 
QUÍMICA NATURAL QUÍMICA SOCIAL
 
FISICOQUÍMICA QUÍMICA FÍSICA
 
FISICA NATURAL FISICA SOCIAL
________________________________________________________________________
_

Sin embargo, el esquema propuesto, todavía parece remarcar la separación tajante que
aún se mantiene vigente entre ciencias naturales y ciencias sociales; a tal punto que ciertas
ciencias –a veces llamadas bisagra, como sobre todo la psicología– luchan por su inclusión en
uno u otro de estos campos, según el punto de vista de cada investigador. En el cuadro 1.2,
hacemos notar la inclusión de las ciencias naturales dentro del marco de las ciencias sociales,
con la doble finalidad de explicar a la sociedad y a los hombres, tanto en sentido genético
como cinético (Ortiz, 1994).

CUADRO 1.2

LA EXPLICACIÓN
CIENTÍFICO-SOCIAL
LA EXPLICACIÓN
CIENTÍFICO-NATURAL
SOCIOLOGÍA
PSICOLOGÍA
NEUROLOGÍA
BIOLOGÍA
QUÍMICA
FÍSICA

Desde nuestro particular punto de vista, entonces, el objeto de estudio de las ciencias
sociales es la sociedad, las personas y toda la obra transformadora de la naturaleza realizada
por ellas. La explicación de una persona se hará desde su actividad consciente, pasando por
sus procesos inconscientes, funcionales, metabólicos y celulares, hasta los de naturaleza
biológica, química y física, todos los cuales dependen necesariamente de la superestructura
social. Como se podrá deducir, el estudio de un solo hombre, sobre todo cuando se trata de
intervenir socialmente sobre él, implica una doble explicación, pues doble es la determinación
de sus procesos internos: la determinación de sentido epigenético –a partir de los genes– y la
determinación de sentido cinético –a base de la sociedad.
Dentro de este enfoque de las ciencias, si nuestro objetivo fuera llegar a describir, explicar
y conocer únicamente los sistemas naturales, tendríamos que restringirnos al conocimiento de
las plantas y los animales silvestres tal como se encuentran en la naturaleza virgen, siguiendo
un enfoque bio-psicológico. Pero si bien el conocimiento del hombre puede partir de la teoría
científica acerca de los procesos naturales, la base real de este conocimiento tiene que ser la
teoría acerca de la sociedad humana; de allí que la explicación de los procesos internos de los
hombres tenga que, como decíamos, ser tanto de sentido bio-psicológico como de sentido
opuesto, es decir, socio-psico-biológico.
16

De este modo, una vez definidos los conceptos fundamentales, estaremos en condiciones
de definir el objeto y el método de las ciencias naturales y entre estas a la biopsicología
natural, como las ciencias que estudian, describen y explican la estructura y los procesos del
universo en general, desde los sistemas inertes –es decir, los procesos de nivel cuántico,
atómico y molecular–, hasta los sistemas vivos como las moneras, los protistas, los hongos,
las plantas y los animales.
Queda entonces para la biopsicología la explicación de los sistemas vivos naturales,
desde los procesos biogenéticos hasta el sistema animal superior actual. Naturalmente que el
objeto de estudio de una sociobiología natural serían las agrupaciones animales y las
humanas más primitivas, como las que se formaron dentro de las especies Homo habilis, H.
erectus y otras similares que ya no existen (Aunque por el hecho de que éstas especies ya
tenían algunos utensilios y posiblemente algún tipo de lenguaje, habría que considerarlas
como sociedades en formación y, por lo tanto, objeto de estudio de una paleosociobiología).
Si se pueden diferenciar dos grados de ordenamiento de los sistemas inertes –el físico y
el químico– y cinco de organización de los sistemas vivos naturales –celular, tisular, orgánico,
psíquico y multiindividual–, será preciso diferenciar una jerarquía de ciencias biológicas que se
ocupan de cada nivel de organización del sistema vivo, como son: la citología, la histología, la
neurología y la psicología naturales, con sus respectivas ciencias interdisciplinarias. Por
supuesto que si ha de estudiar el ambiente local de los animales por medio de una ecología,
también tendrá sentido una psicoecología, y sobre todo, una ecopsicología que estudie y
explique los cambios psicobiológicos que sufren los animales por efecto del mismo medio. Los
métodos de las ciencias biopsicológicas serán entonces el método experimental y el método
estadístico, enmarcados dentro del método dialéctico, inductivo-deductivo, de las ciencias
naturales.
A diferencia de las naturales, las ciencias sociales tienen que explicar los niveles de
organización y de ordenamiento del sistema social y sus procesos de determinación, en ambos
sentidos igualmente. Una sociobiología planteada correctamente debe comprender una
sociología, una psicología social, una neurología social, una histología social, una citología
social, así como una química y una física sociales, como son la química de loa alimentos y
medicamentos, y la física de las construcciones y las computadoras. La sociobiología es pues
un conjunto sistematizado de ciencias que explican el sistema de la sociedad en múltiples
niveles. No es pues la explicación de los procesos bio-psíquicos solamente, ni la reducción de
los social a lo biológico, sino la teoría sobre los procesos socio-psico-bióticos que constituyen
el sistema integrado de la sociedad, incluida la química-física de la obra artificial de esta
misma sociedad. Dentro de esta perspectiva, la sociobiología es la explicación del hombre
total, tanto desde el nivel de su organización celular de los individuos hasta el de la sociedad,
como desde el nivel de la sociedad hasta el de las células de los individuos. El método de la
sociobiología tiene que ser necesariamente el método dialéctico, que ya no comprende sólo el
método general de las ciencias naturales, sino el método histórico y el método clínico que
incluyen al anterior.
Siendo nuestro objetivo el estudio de los sucesivos niveles de organización interna de las
personas desde un punto de vista social, al momento de sistematizar nuestros conocimientos
acerca de los procesos esenciales del sistema de la personalidad, habrá que organizar la
teoría y los conceptos esenciales acerca de ella dentro de una sociobiología que explique al
individuo social desde el plano de la conciencia que es la que en realidad refleja a la sociedad.
Esta sociobiología tendrá que explicar su objeto, como dijimos, desde los procesos naturales
de la sociogénesis que ocurrieron desde los albores de la hominización hasta la aparición de
la especie Homo sapiens, pasando por los de humanización por los que esta especie se
transforma en humanidad, hasta que ésta, finalmente, culmina en la sociedad; pero, luego, se
tendrá que explicar cómo la información social determina cinéticamente, el curso de la historia
de la sociedad y la reestructuración de los individuos humanos, y de todo cuanto las personas
han sido capaces de hacer con su trabajo sobre el planeta.
Aunque para estudiar a los hombres y explicarlos en tanto individualidades, no es posible
prescindir de una teoría de la sociedad, la consideración de ésta queda fuera del ámbito del
presente texto. Sin embargo, nos es indispensable disponer de una clara definición de qué es
realmente la sociedad donde cada hombre es concebido y luego se forma y desarrolla como
17

personalidad. Trataremos pues de adoptar una definición gradualmente, pero antes debemos
hacer una introducción al desarrollo de la teoría acerca del hombre en general.

1.6. El estudio sociobiológico del hombre


Los intentos de la sociedad humana por conocer la naturaleza de los hombres, han
seguido a los intentos por conocer la realidad objetiva que la rodea. La tarea de conocer esta
realidad siempre ha estado supeditada a la necesidad de preservar la vida de las personas.
Imaginemos un grupo humano primitivo intentando cosechar, pescar, cazar; será evidente que
su objetivo primordial era alimentarse para sobrevivir. Pero también su objetivo siguiente fue
seguramente tomar en cuenta y conocer las propiedades de las plantas, el comportamiento de
los animales, así como las regularidades del mar, el suelo y el clima, para facilitar así sus
primeras actividades.
Supongamos también que la muerte de los animales y su descuartizamiento coincidieron
con los primeros intentos por conocer el interior del cuerpo, más aún si la muerte podía
anticiparse observando las manifestaciones que la precedían. Aunque al comienzo el
conocimiento en la sociedad primitiva fue seguramente superficial orientado a diferenciar entre
los fenómenos que ocurrían regularmente, es posible que una vez lograda la producción de
herramientas y el habla, y sobre todo una vez que es posible intervenir sobre la naturaleza, la
sociedad primitiva ya disponía de un modo de elaborar y guardar conocimientos de naturaleza
social tradicional que perviven más allá de lo que puede durar un individuo. Sin duda que con
la invención de la escritura esta tendencia a guardar las observaciones individuales en medios
duraderos fuera de su cabeza, los hombres ya tienen la capacidad de influir en las formas de
obrar y pensar de los miembros de las generaciones siguientes de la misma sociedad.
Una vez que surgió la necesidad de este conocimiento acerca de uno mismo, es posible
que los hombres al comienzo hayan elaborado primero imágenes subjetivas para luego
elaborar explicaciones míticas, y que más tarde hayan elaborado conceptos más objetivos
para deducir explicaciones especulativas. En efecto, suponemos que las primeras
explicaciones se hayan fundado en sensaciones afectivas y en imágenes cognitivas tipo copia
de naturaleza no consciente, y que sólo mucho más tarde con el uso social de las
herramientas y el lenguaje se hayan desarrollado explicaciones a partir de la experiencia
consciente. No es fácil calcular cuánto puede haber durado la génesis del conocimiento
precientífico, desde los primeros utensilios hasta las primeras estatuillas de hace cerca de 30
mil años. Pero de aquí en adelante hasta la pintura rupestre de hace uno 9 mil años, la historia
de las representaciones concretizadas en medios inertes extracorporales ya definen
claramente la tendencia a un conocimiento de sí. Pero con el salto al primer papiro egipcio
escrito hace 3,700 años, en el que se señala por primera vez que hay una relación entre el
habla y el movimiento del cuerpo, por un lado, y algo que se encuentra dentro de la cabeza,
por otro, ya es evidente que se ha introducido una forma de conocimiento público e histórico
que durará mucho más allá del individuo. No es fácil explicarse cómo se gesta en el Asia
Menor la idea de que el corazón es el asiento de los sentimientos y la inteligencia. Al parecer,
estas ideas son supuestos cognitivos que se fundan en las emociones, por lo tanto se parecen
a los mitos, y por eso los percibimos como un tipo de especulación mezcla de afecto y razón,
característica del conocimiento en la sociedad primitiva.
De ser así, el conocimiento social acerca del hombre –que incluye la ciencia tal como la
aprendemos y practicamos hoy desde hace sólo 500 años– se habría elaborado y ampliado
siguiendo dos tendencias simultáneas: primero, a partir del interés por explicar la constitución
del cuerpo observando a las personas, en cierto sentido, desde dentro, es decir, partiendo de
su realidad interior. Y luego, a partir del interés por describir a las personas observándolas, en
sentido estricto, desde fuera, y especulando luego acerca de su posible realidad interior.
Los primeros conocimientos teóricos de naturaleza social que se elaboraron dentro de las
comunidades de pescadores de las costas de Grecia, que se sintetizan en las obras de
Demócrito y Parménides, se fundaron en una concepción mecanicista que empezó por explicar
las cosas, y secundariamente al hombre, desde dentro. Por eso Demócrito concebía la
existencia de átomos psíquicos que relacionan el cerebro con el cuerpo, y el segundo
aseguraba que pensar y ser son la misma cosa. Hipócrates encontró en estas concepciones el
marco teórico básico que le permitió encarar los problemas de salud en términos del individuo
enfermo y su entorno, y así pudo deducir que la pérdida del habla, las alucinaciones y las
18

alteraciones del pensamiento no se debían a la influencia de los dioses sino a las


enfermedades del cerebro.
Pero, al mismo tiempo, los científicos que formaron parte de la aristocracia ateniense,
como fueron Platón y Aristóteles, prefirieron la explicación del hombre, y de las cosas en
secundo lugar, desde afuera, por medio de la meditación. Por eso su visión es más idealista, y
sus explicaciones son más especulativas y abstractas.
Estas son las posibles razones por las que desde el Renacimiento, los enfoques de las
ciencias naturales tenían que ser necesariamente dualistas y, o bien se enmarcan dentro de
un mecanicismo idealista, o bien dentro de un idealismo mecanicista. Es evidente que esta
posición contradictoria que aún sostiene la ciencia actual, ha resultado difícil de superar. Así,
mientras la ciencia mecanicista se desarrolla desde enclaves surgidos a contracorriente del
filosofismo, aun a riesgo de que el investigador pueda perder la vida por cuestionar la doctrina
oficial, la ciencia idealista mantiene su vigencia por su dependencia de los grupos de poder
político y académico. La aparición de las ciencias sociales en este contexto no ha servido sino
para acentuar tales contradicciones, y por eso tuvieron que ser separadas como
pseudociencias del alma, del espíritu, del psiquismo, de la mente, de la sociedad; en tanto que
las ciencias naturales del cuerpo humano, del organismo, del cerebro, se han fortalecido
dentro del marco de la física, la química y la biología.
Sobre la base del método y la teoría de lo que podría llamarse la filosofía natural, Herófilo
usó la disección del cadáver para el estudio anatómico del cuerpo humano, y Galeno la
experimentación para el estudio fisiológico de los órganos de los animales. La contribución de
Galeno a las ciencias del hombre incluye la concepción de las facultades del alma y la noción
del “neuma psíquico” que al circular por los nervios relaciona el cerebro con el resto del
cuerpo. Estas nociones serían ampliadas después por los Padres de la Iglesia, quienes
llegaron a ubicar dichas facultades en los ventrículos cerebro.
Doce siglos más tarde, después de la larga etapa de transición de la sociedad antigua a la
moderna, durante el Renacimiento, Vesalio, Leonardo y Willis reiniciaron el estudio moderno
de la anatomía corporal y del cerebro, ya ubicados en los albores de la ciencia natural. Estos
estudios, en su etapa germinal, culminaron en los estudios y las ideas de Franz Gall y de J.M.
Flourens a comienzos del siglo XIX. El primero, considerado el fundador de las concepciones
actuales, señaló que las “funciones mentales” se localizan en regiones anatómicamente
diferenciadas del cerebro. Estas ideas fueron rebatidas por Flourens poco tiempo después. En
efecto, basándose en una interpretación prejuiciosa de sus experimentos con animales, acorde
con el idealismo de la época, llegó a la conclusión de que la mente es resultado de la función
de todo el cerebro. Luego de esta confrontación, la explicación de la naturaleza del hombre ya
no podrá librarse de las contradicciones inherentes al positivismo, que así ha llegado a
sobrevivir dentro el mecanicismo idealista de las ciencias naturales, con la oposición del
idealismo mecanicista de las ciencias sociales.
Estas son las razones por las que pervive el dualismo; pues la concepción según la cual
el alma, por su propia naturaleza, está separada del cuerpo, deviene en la concepción que la
mente está separada del cerebro. La misma situación explica por que dentro del idealismo o
del mecanicismo nunca se podrá esclarecer si esta escisión o alienación del hombre es un
problema ontológico o sólo gnoseológico. En gran medida porque las ciencias del hombre
reflejan la propia estructura de la sociedad humana que así se explica a sí misma y cree que el
mundo debe verse tal como ella se ve a sí misma. Es pues muy probable que los fisiólogos
sigan estudiando al organismo y los psicólogos al psiquismo sin que encuentren una salida
integral, simplemente porque se tiende a explicar la naturaleza humana tal como es actual y
objetivamente, sin tomar en cuenta que así no ha sido siempre, o por lo menos que así no
tendrá que ser necesariamente. Al haberse separado la sociedad de la naturaleza, las ciencias
naturales y las ciencias sociales igualmente separadas no tienen por que lograr una
explicación que abarque la totalidad del individuo humano, simplemente porque no toman en
cuenta, por lo menos, que los hombres no tenían que haber estado inicialmente alienados
dada la naturaleza animal de sus orígenes, y que por lo tanto, esta escisión no tiene que haber
sido determinada naturalmente, sino socialmente.
Desde el punto de vista de las ciencias naturales, aparentemente no hay dificultad en
asimilar la anatomía al mecanicismo, puesto que su objetivo está en conocer la estructura
19

aparentemente estática y permanente del cuerpo; una idea que se funda en gran parte en el
estudio anatómico del cadáver. Pero, ¿qué podemos decir de la anatomía del hombre vivo,
íntegro? ¿Podemos conocer su integridad si partimos únicamente del conocimiento de su
anatomía y función internas, o si partimos sólo de la observación de su superficie y actuación
objetivas? Trataremos de demostrar que estas dos aproximaciones al conocimiento de los
hombres son necesarias, pero sólo en tanto lleguen a fusionarse en una ciencia que debe
proporcionar una teoría de la vida, la sociedad y el individuo concreto dentro de los objetivos y
aspiraciones tanto del sujeto observado como del observador e interventor científico.
Desde el punto de vista de la fisiología, los dilemas han tenido que mantenerse
fluctuantes entre la unidad funcional del individuo y las funciones parciales de sus órganos y
aparatos orgánicos. Así, por ejemplo, respecto de la fisiología cerebral, al tratar de conciliar las
ideas de Flourens y de Gall para convertidas en el modelo teórico de las neurociencias,
todavía se mantiene la vigencia del idealismo cuando se habla de la función global del
cerebro, y la del mecanicismo cuando se habla de las funciones de los órganos que lo
componen, en los mismos términos en que se explican las funciones de los órganos de los
sentidos, la médula espinal o el aparato neuromuscular.
Desde el punto de vista psicológico las cosas no parecen estar en mejor posición. En el
mayor intento teórico del siglo XX, a partir de las propuestas de Darwin, la psicología ha tenido
que asumir el reto de las ciencias naturales, asimilando lógicamente todas sus limitaciones.
Así, en un primer intento por sobrevivir como ciencia independiente trató de incluirse en las
ciencias sociales, aunque de este modo sus hipótesis, teorías y métodos tuvieron que
enmarcarse dentro del idealismo. Ante este hecho, su integración dentro de las ciencias
naturales resultó, por lo menos aparentemente, más correcta. En este contexto sus teorías
parecen ser más fuertes, a pesar de que al haber dado este paso ya corre el riesgo de perder
su identidad, tal como lo atestigua el auge de las llamadas neurociencias cognitivas. El reto
es mayúsculo, y mientras no delimite su objeto de estudio –y no escape de los límites que le
imponen las nociones del alma, el psiquismo, la actividad, el comportamiento, la conducta, sin
tomar en cuenta al individuo concreto–, no tendrá forma de integrarse ni a las ciencias sociales
ni a las naturales. Y si bien una u otra salida podría darle la independencia que busca, al no
encontrar el método que la asimile a alguna de ellas, el resultado podría ser que no se
desarrolle como ciencia, sino como tecnología social, por ejemplo, en el campo de la salud, la
educación o las empresas.
El punto más débil de los enfoques tradicionales de las ciencias psicológicas es que han
intentado desarrollarse a partir de un cierto aspecto de la actividad humana, para luego
generalizar a partir de la descripción de ese aspecto, y finalmente intentar una explicación
general del hombre idealizado. Por este camino, el asociacionismo, el psicoanálisis, el
conductismo, la reflexología, el cognitivismo, el estructuralismo, no han sido sino desarrollos
sesgados que a partir del estudio de algún aspecto de la actividad psíquica, y sin tomar en
cuenta la unidad del hombre total, han terminado por reducir los procesos psíquicos a
constructos idealizados, esto es, a procesos que existen sólo en la mente del investigador.
Este método, que sin duda es negativo para la integración interdisciplinaria de las ciencias
sociales, sólo ha servido para mantener la vigencia del positivismo y el dualismo en todas sus
versiones.
Es pues notorio que ni el mecanicismo ni el idealismo son correctos por sí mismos, ya que
ni siquiera se complementan. Los enfoques sociobiológicos tradicionales lo único que han
intentado es reducir los social a lo biológico. Por el contrario, el enfoque de la sociobiología
que propugnamos parte del concepto de que las ciencias sociales tienen que incluir a las
ciencias naturales dentro de su propio cuerpo teórico, pues su objeto –la sociedad, las
personas y la obra de estos sobre la naturaleza– requiere de la doble explicación que ya
hemos aludido, esto es, tanto respecto del ascenso del hombre a partir de los procesos
naturales que precedieron a la estructuración de la sociedad, como respecto de la
transformación de los hombres en personas con capacidad para transformar el mundo una vez
que es transformado por la misma sociedad. En otras palabras, sólo un método sociobiológico
integrado nos permitirá construir una explicación del hombre total, pues se trata de un ser que
requiere de la doble explicación, de su determinación genética y de su determinación social.
Esta premisa nos puede facilitar, desde el comienzo, plantear por lo menos una respuesta
acerca de qué son, en realidad, los hombres; porque las ciencias sociales tienen como único
20

objeto de estudio del sistema de la sociedad con todo lo que existe dentro de la estructura de
su propia actividad, que son desde luego los hombres y el mundo artificial por ellos construido.
Desde este particular punto de vista, para la psicología, la fisiología, la bioquímica, la genética
sociales, ya no se trata de un objeto de estudio tan general y abstracto como “El Hombre”, sino
de sujetos, que no son sino los hombres en tanto personas que deben ser no sólo descritas y
explicadas, sino también formadas, promocionadas, optimizadas, atendidas como individuos
concretos.
21

CAPÍTULO 2

EL AMBIENTE DEL SISTEMA VIVO

La historia del universo. Los procesos de reflexión de la materia. Las leyes de la


termodinámica. Entropía y neguentropía. El ambiente de los animales y el ambiente del
hombre.

En esta sección explicaremos de qué naturaleza es el ambiente donde aparecieron y se


desarrollan los sistemas vivos. Interesa particularmente tener por lo menos una aproximación
acerca de las leyes más generales que explican la historia del universo, para comprender
cómo los seres vivos en general, y los hombres en especial, tienen una estructura y actividad
que son objetivamente similares a las de toda la materia, pero al mismo tiempo esencialmente
diferentes de las de la materia inerte. Con este objetivo, haremos un bosquejo de las
características del ambiente universal del sistema vivo del cual formamos parte.

2.1. La historia del universo


Casi nadie duda ahora que el universo –el mundo, el cosmos– donde vivimos y tal como lo
conocemos los hombres en la actualidad, ha tenido un comienzo y seguramente tendrá un
final, para volver a empezar alguna otra vez. Es probable que su historia haya comenzado
hace algo menos de quince mil millones de años, a partir de algo así como la explosión de una
partícula material infinitamente pequeña que aún continúa expandiéndose sin límite alguno. La
evolución del universo y la más reciente historia del hombre se resume en el cuadro 2.1 que lo
hemos tomado y adaptado de K. Sagan (1982)

CUADRO 2.1
LA EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO Y LA HISTORIA DEL HOMBRE

• El “Big Bang” (la gran explosión) 01 enero 15,000’ años


• Origen de la galaxia Vía Láctea 01 mayo 9,000’
• Origen del sistema solar 09 set 5,000’
• Formación de la Tierra 14 set 4,500’
• Inicio de la vida en la Tierra 25 set 3,500’
• Formación de las rocas 02 oct
• Formación de las bacterias y
algas verdiazules 09 oct 2,500’
• Diferenciación sexual 01 nov
• Plantas fotosintéticas 12 nov
• Aparición de las células eucariotas 15 nov 2,000’
• Aparición de los homínidos 31 dic: 12:45 5’600,000
• Aparición del Homo sapiens 31 dic: 22:30 500,000
• Surgimiento de la sociedad dic 31: 23:59 30,000

La materia que constituye el sistema del universo podemos verla, apreciarla, describirla y
explicarla bien como masa o bien como energía. Los seres humanos, por ejemplo,
distinguimos entre el sol, las estrellas, un poco de tierra, de agua o de aire y los objetos que
manipulamos, por un lado, y el movimiento, el sonido, la luz, la electricidad, el magnetismo, el
trabajo que realizamos, por otro. El primer conjunto de fenómenos nos impresiona porque
ocupan un espacio; respecto del segundo, tenemos la intuición de que se dan en el tiempo.
22

Hace sólo unas décadas, la física teórica nos mostró que masa y energía son dos
aspectos de lo mismo, esto es, de la materia que existe y cambia en el espaciotiempo. En
efecto, en el nivel del microcosmos, partículas y ondas son en realidad lo mismo. Así, en la
fórmula de Max Plank

E = h.f
donde E –la energía– representa la propiedad corpuscular, mientras que f –la frecuencia–
representa la propiedad ondulatoria de la materia. Esto significa que un quanto de energía, es
decir, el paquete más pequeño de energía que ya no podemos imaginar siquiera, es una
partícula que se mide en términos de la frecuencia de su movimiento oscilatorio. En esta
fórmula, partícula y onda quedan relacionadas por la constante h de Plank.
Desde otro punto de vista, respecto del macrocosmos, la equivalencia entre masa y
energía se expresa en la fórmula que la se debemos a Albert Einstein

E = m.c2
donde E es la energía, m la masa y c la velocidad de la luz.
Aunque para nosotros es más fácil imaginar todo aquello que tiene dimensiones
espaciales, se nos hace un tanto difícil pensar acerca de todo aquello que se da en el tiempo.
En otras palabras, podemos distinguir claramente entre un objeto y otro. También entre el
estado de un objeto bajo ciertas condiciones, y el estado del mismo objeto en otras
condiciones. Pensamos que estas fórmulas reflejan relaciones entre hechos reales; pero no
nos es posible imaginar en qué consisten estas relaciones. Por ejemplo, podemos notar la
diferencia entre un cubo de hielo, un poco de agua y el vapor que sale de la olla cuando hierve
el agua: en tales casos vemos tres cosas distintas; entonces, ¿cómo sabemos que se trata de
la misma sustancia?. También es verdad que no es difícil distinguir entre un animal vivo, uno
muerto y un montón de polvo después que fue incinerado, especialmente cuando vemos todo
el proceso de transformación. Pero para saber que la electricidad se convierte en calor o en
luz, o que la comida que ingerimos se convierte en átomos y moléculas, y calor, requerimos de
un razonamiento que se funda en el conocimiento de los efectos de unos fenómenos sobre
otros. Difícilmente apreciamos el proceso del cambio en sí de un estado a otro; a lo mucho,
notaremos el movimiento. Así, cuando el cine nos muestra cómo la yema de una planta se
transforma en flor, vemos que la flor se mueve; en cambio, si nos pusiéramos a ver una yema
siquiera unas 24 horas seguidas, notaríamos un cambio cada cierto tiempo, pero sin que nos
hayamos percatado cómo ni en qué instante se había producido el cambio. Para superar estas
dificultades y significar de algún modo los cambios, usamos los símbolos lógico matemáticos y
así las fórmulas de la ciencia expresan relaciones que las podemos pensar mas no imaginar
con igual facilidad.
Un problema afín es el de la explicación que damos a los cambios. Así, ha tomado
muchos siglos llegar a saber que el calor es sólo nuestra manera de percibir la vibración de las
partículas que componen un objeto. Ahora sabemos que la electricidad se convierte en las
imágenes del televisor o en el sonido de un receptor de radio. Sabemos que esto es así,
aunque nunca hemos visto ni veremos cómo se produce la transformación de la electricidad en
luz o sonido.
Desde un punto de vista físico, entonces, percibimos el universo como ondas o como
partículas. El mundo accesible a nuestra percepción y aquellas cosas que podemos manipular,
son conjuntos de partículas que las podemos ver como estructuras, pero son también
conjuntos de ondas que las podemos ver como actividad, como cuando están en movimiento;
por eso, en el curso de su historia, el universo ha pasado y seguirá pasando constantemente
de un estado a otro. Por ejemplo, lo que pudo haber sido sólo energía dispersa al azar, en
algún momento se ordenó para formar los átomos. De los átomos más simples de hidrógeno,
helio, se pasó gradualmente a los átomos de carbono, nitrógeno, oxígeno, y los más pesados
como el cobre, el oro, el uranio. Así se formaron las estrellas y las galaxias, y entre ellas la Vía
Láctea, y dentro de ésta el sistema solar, y como parte de éste la Tierra. En este planeta, los
átomos llegaron a combinarse entre sí para formar moléculas de bajo peso, como las del agua,
el metano, el anhídrido carbónico, después las de peso mayor, como los aminoácidos, los
azúcares y las grasas, hasta las formadas por miles de moléculas que son los polímeros, como
23

las proteínas, los ácidos nucleicos, los almidones, etc. También es un hecho que estas
macromoléculas se descomponen y se convierten en las moléculas más simples o en los
átomos libres que les dieron origen, en inclusive en quantos de energía, como cuando se
quema un papel y se convierte en cenizas, calor y luz.

2.2. Los procesos de reflexión de la materia


A pesar de que el universo se expande –y en algún momento posiblemente vuelva a
comprimirse– el número de partículas-onda es constante. Es decir, la suma de masa y energía
del universo es una cantidad constante. Esta situación explica por que cuando una masa se
descompone, emite energía, y cuando se forma una masa, absorbe energía. Este principio
físico es más notorio cuando observamos el crecimiento de una planta: si no fuera por la luz, la
planta no podría crecer; pero una vez seca, la misma planta convertida en leña nos servirá
para calentarnos e iluminar una noche en el campo. Al componerse la planta consume la
energía que proviene del sol; al descomponerse emite energía en la forma de calor y de luz.
De estas y otras importantes observaciones, se deduce que en el cosmos todas las
partículas en un momento llegan a unirse en un cierto orden hasta componer estrellas,
planetas, sistemas solares, hasta las galaxias que por billones conforman el universo. También
sabemos que, pasado un tiempo, estas estructuras más o menos ordenadas también llegan a
descomponerse hasta volver al estado original del universo en muchos puntos del espacio en
lo que los físicos llaman agujeros negros. Todos estos cambios que suceden en el universo
son en realidad procesos de reflexión de la materia por los que la actividad de una estructura
ubicada en alguna región del universo (como el Sol) se refleja en la estructuración de la
energía de otra región del mismo (la Tierra, por ejemplo).
Es pues evidente que los sucesos del universo los vemos como estados o como cambios
de estado que ocupan un espacio, y también como procesos que se suceden constantemente
en el tiempo. Ya hemos señalado que los cambios de estado no son tan fáciles de observar o
constatar. Pero no hay duda que una porción cualquiera de materia parece estar ordenada de
una manera en un cierto momento y desordenada en otro. Ante nuestros ojos la materia
parece estar ordenada u organizada de una manera en una región o un momento dados, y de
otra manera en otro lugar o momento. Desde el punto de vista físico, el caos es el desorden
total. Con todo, según nuestra manera de percibir el mundo, los sucesos que ocurren en él
pueden aparecer como más o menos ordenados u organizados Esta forma de ver los sucesos
del universo implica que a veces la materia la imaginamos como masas que forman estructuras
que ocupan un espacio; mientras que otras veces la materia la pensamos como procesos
energéticos que se dan en el tiempo.
En otros términos, conceptuamos los objetos –sean los astros, la Tierra, el mar, los
animales o las cosas que usamos todos los días– describiéndolos (o designándolos) primero
como si fueran estados que no cambian, como estados invariantes en el espacio, y luego
explicándolos como actividad o procesos que ocurren o suceden en el tiempo. Estos estados y
cambios de estado corresponden claramente a dos niveles: 1) Como orden en una región del
universo que se transforma en desorden en el curso del tiempo; por ejemplo, los átomos y
moléculas de un cerro están ordenados de una manera en un momento dado, y las mismas
partículas se desordenan durante un terremoto. En este caso, nuestra visión del mundo es de
tipo dinámico, como cuando un trompo gira sobre la mano, o la Tierra y las rocas cambian de
lugar durante un huayco. 2) Como desorden que aumenta en una región del universo y se
refleja en la forma de una estructura ordenada –u organizada– en otra región del mismo. En
este caso nos es difícil comprobar que la situación es semejante a la anterior, aunque ambos
cambios de orden se dan en un mismo universo; por ejemplo, cuando el orden que disminuye
en el Sol se refleja en un aumento del orden aquí en la Tierra. Este aumento del ordenamiento
de la energía y las partículas ha llegado a tal grado en nuestro planeta, que han surgido las
formas de organización que caracterizan a los seres vivos que ahora existen.

2.3. Las leyes de la termodinámica


La termodinámica se ocupa de la relación entre un sistema relativamente aislado, y otro
que le contiene o rodea. En términos más estrictos, la termodinámica estudia las relaciones
entre la energía, el trabajo y el calor. Por ejemplo, explica cómo el trabajo que realizamos al
24

subir las escaleras produce calor que se disipa en el ambiente exterior, o como el aumento del
calor en el verano aumenta la temperatura de nuestro cuerpo.
Para pensar acerca de cómo está ordenado el universo, imaginemos una cantidad fija de
gas en un recipiente cerrado: este gas tiene un volumen, una temperatura y ejerce una presión
sobre las paredes del recipiente. En este ejemplo imaginario, tenemos entonces tres sistemas:
el sistema cerrado del gas, el sistema abierto del ambiente y el sistema también cerrado del
universo (inmediato o local) que contiene a ambos.
Se dice que el sistema del gas se encuentra en un determinado estado termodinámico
cuando se encuentra en equilibrio térmico y mecánico. Si la temperatura aumenta al calentar la
base del recipiente, se pierde el equilibrio térmico, pues una parte del gas estará a diferente
temperatura de otra; de modo similar, si destapamos ligeramente el recipiente, se pierde el
equilibrio mecánico por la turbulencia del gas al escaparse.
En un sistema cerrado como éste, la energía que contiene es la suma de la energía
térmica, que está dada por la energía cinética de las partículas, y la energía química, que es la
energía potencial de los átomos en las moléculas. Lo mismo podemos decir acerca del medio
que rodea el recipiente y que intercambia energía de modo recíproco con el gas. Por lo tanto,
la energía del universo (inmediato o local) será igual a la energía del sistema cerrado del gas
más la energía del sistema abierto del ambiente. Si esta idea la extendemos a todo el universo
(real, infinito), llegaremos a la conclusión que se expresa en la primera ley de la
termodinámica o ley de conservación de la energía, según la cual
La energía del universo no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
La suma de masa y energía del universo es una cantidad constante.
Esto significa que, en un sistema cerrado (como el universo o un ambiente relativamente
aislado cualquiera), la energía no puede entrar ni salir. Sin embargo, dentro de universo (real),
la energía de un sistema abierto (relativamente aislado, como es un cuerpo, el corazón) puede
transferirse al sistema del ambiente, o al contrario, del ambiente al sistema aislado. Esta
transferencia de energía puede hacerse en dos formas: como calor o como trabajo. Calor es la
energía que fluye de un objeto a otro como resultado del movimiento al azar de las partículas
de cada objeto. En tal caso, la energía pasa únicamente del objeto más caliente al menos
caliente. Cuando una partícula con mayor energía cinética choca con otra de menor energía, la
primera pierde energía mientras que la segunda gana.
Llamamos trabajo a la energía que pasa de un objeto a otro y produce un cambio de
volumen en este otro. Cuando se infla un globo de jebe, sentimos que la membrana del globo
resiste cada vez más, hasta que al final se rompe; es que la energía con que hemos soplado el
aire se ha transferido al globo.
Según la primera ley de la termodinámica, cuando se introduce una cantidad de calor en
un sistema mientras este realiza un trabajo, la variación de la energía es igual al calor que
entra en el sistema menos el trabajo que realiza. Si esto es válido para explicar como trabajan
las máquinas, también es válido para explicar cómo la energía pasa de una porción de materia
como el Sol a otra como la Tierra. También explica por que el trabajo que realizamos depende
de la energía que tomamos con los alimentos. Pero en todos los procesos de esta clase, la
energía total ya no se conserva. En efecto, todo trabajo puede transformarse totalmente en
energía interna dentro de un sistema (como el del gas que estamos explicando), es decir, en
calor (por lo que aumenta la temperatura), pero no es posible lo contrario, esto es, la
transformación completa de la energía interna en trabajo. Esto explica por que el rendimiento
energético de una máquina o de un ser vivo casi siempre es menor y sólo a veces igual a la
energía que recibe de una fuente exterior.
Para comprender este asunto, recordemos que en un sistema como el del recipiente de
gas se pueden producir tres clases de transformaciones, o tres clases de cambio de estado del
sistema, dependiendo de si se mantiene constante una de las variables termodinámicas: el
volumen, la presión o la temperatura del gas. Además, recordemos que la energía del
recipiente puede variar solamente cuando entra calor desde el medio exterior o cuando aquel
sistema realiza un trabajo sobre el ambiente. Esta constatación nos explica por que hay
sucesos que nunca pueden ocurrir espontáneamente; por ejemplo, una pelota en el suelo
jamás podrá saltar por sí sola; si mezclamos agua fría con agua caliente jamás veremos que el
25

agua se calienta aún más; si destapamos una olla de agua hirviendo, jamás veremos que el
vapor que se difunde en el aire regresa a la olla; una casa destruida por un terremoto jamás
podrá reconstruirse por sí misma; un ser vivo después que muere jamás podrá volver a vivir.
La segunda ley de la termodinámica explica por qué algunos hechos no pueden suceder
espontáneamente y explica por qué ocurren procesos de carácter irreversible, como es el caso
de los ejemplos anteriores. La segunda ley de la termodinámica establece que
El desorden total del universo no disminuye nunca
Desde el punto de vista de la teoría termodinámica, el desorden sólo se mantiene igual o
aumenta. Y desde el punto de vista sociobiológico, este es el principio de la termodinámica
que nos será de gran utilidad para comprender y explicar de qué naturaleza son los procesos
esenciales que determinan la existencia de los seres vivos.
El concepto de desorden puede cuantificarse matemáticamente. Para ello hay que
relacionar el estado termodinámico de un sistema y su estado molecular. Este último queda
determinado por la posición y la velocidad de cada una de las partículas del sistema. Al
relacionar ambas clases de estado, recordémoslo bien, el resultado es que el estado de mayor
equilibrio de un sistema cerrado corresponde al estado de mayor desorden de las partículas
que lo componen.

2.4. Entropía y neguentropía

Desde el punto de vista físico, ha sido de gran importancia medir el grado de desorden de
un sistema. En el siglo pasado, Clausius introdujo el concepto de entropía. Ésta es una
variable termodinámica que mide el grado de desorden de un estado termodinámico. Esto
quiere decir que cada estado de un sistema tiene su respectiva entropía. Por lo tanto, mientras
mayor es el desorden de un sistema, mayor será su entropía. La diferencia entre desorden y
entropía es que el desorden es atributo de todo el sistema, mientras que la entropía es atributo
de cada uno de sus componentes.
Para esclarecer este asunto, y con miras a explicar la naturaleza de la información que es
lo que particularmente nos importa, debemos introducir una fórmula matemática que en su
versión más sencilla nos explique la relación entre entropía y desorden. Para ello, veamos el
caso más simple de un sistema compuesto de sólo dos componentes. Se puede deducir que el
desorden total de tal sistema es igual al producto de los desórdenes de sus dos componentes;
en cambio, la entropía del mismo estado ya viene a ser la suma de las entropías de sus
componentes, por ejemplo, el recipiente de gas y su ambiente. En términos generales, la
entropía de un universo (local) es igual a la suma de las entropías de los subsistemas que lo
componen. En términos matemáticos, la entropía de un sistema es proporcional al logaritmo
del desorden que hay dentro del sistema. Por ejemplo, si los desórdenes de dos sistemas son
D1 y D2 , y sus respectivas entropías son S1 y S2 , la entropía S del sistema compuesto será

S = k log D1D2 = S1 + S2

Llamaremos procesos entrópicos a todos aquellos que se caracterizan por su tendencia a


un mayor desorden, a su descomposición, que en último término significa, como se dijo, un
mayor equilibrio, estabilidad o uniformidad, o por el contrario, menor variedad o diversidad.
Pero, como se ha señalado, por la misma propiedad universal de reflexión de la materia,
sabemos que un desorden se refleja en orden, o al revés, el orden en desorden, en cualquier
región del universo. Por esta misma razón, a pesar o en contra de los procesos entrópicos que
se explican por medio de la segunda ley de la termodinámica, en el universo hay también una
tendencia al orden, es decir, a la formación de estructuras materiales cada vez más
ordenadas, e inclusive más complejas. Si no fuera así, no habrían aparecido nuevos sistemas
de estrellas y seguramente nuevos sistemas planetarios semejantes al nuestro. Así, según
nuestra experiencia cuotidiana, a pesar de que en el mundo parece que fuera más fácil que las
cosas se descompongan, se destruyan o malogren, también es cierto lo contrario, aunque más
difícil, que un huevo se convierta en gallina, una semilla en un árbol. Veamos cuánto alimento
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y cuidado se necesita para que crezca y se reproduzca una planta en el huerto o un animal
doméstico; en cambio pueden desaparecer como tales en segundos al momento de un
accidente o por una enfermedad.
También tenemos la experiencia de que ciertos procesos de composición de la materia
persisten y se mantienen a pesar de todos los desastres que suceden a cada momento. A
pesar de todos los grandes cambios destructores que han ocurrido y seguirán ocurriendo en
nuestro planeta, hay sistemas de gran complejidad como los seres vivos que no sólo se han
mantenido como al comienzo, sino que se han organizado progresivamente hasta
transformarse en otros de cada vez mayor complejidad.
Habría pues una estrecha relación entre los procesos de descomposición y de
composición de la materia; entre los procesos que tienden al desorden y los que tienden a un
orden o a una organización. Esto ocurre porque, al mismo tiempo que la materia se desordena
o descompone en algún lugar, la energía que libera sirve para que en otro lugar la materia se
ordene u organice formando otras estructuras tal vez menos estables, pero mucho más
complejas. Es decir, mientras la materia se desordena o desorganiza en un lugar, se ordena u
organiza en otro. Los átomos de calcio están dispersos al azar por todas partes, pero también
forman las moléculas que se ordenan para formar una roca; forman parte de la leche que
después de ingerirla llegarán a formar parte de estructuras tan firmes como los huesos.
Pensemos en las fuentes de nuestros alimentos: aves, ganado, plantaciones de trigo, maíz,
etc., todo esto lo destruimos y lo volvemos a componer para ponerlos en el mercado; los
volvemos a descomponer al cocerlos para volverlos a componer en un plato y servirlos en la
mesa; los volvemos a destruir al masticarlos, digerirlos hasta convertirlos en sustancias
relativamente simples, que luego serán parte de los complejos constituyentes químicos de los
sistemas celulares, tisulares, orgánicos y psíquicos de todo nuestro cuerpo
Por oposición a los procesos entrópicos, los procesos de sentido contrario, aquellos que
tienden a un cierto orden para formar estructuras más o menos definidas, son procesos de
entropía negativa, es decir, neguentrópicos. La fabricación de papel, con alto consumo de
energía, es un ejemplo. Transformar las partículas de harina en pan es otro. El desarrollo de
un ser vivo desde su concepción, su crecimiento hasta que llega a la madurez, se realiza a
costa de un alto y constante consumo de energía (la contenida en los alimentos). En casos
como estos, los procesos neguentrópicos predominan sobre los entrópicos. Por el contrario,
durante la involución por la edad, las enfermedades y la muerte, predominan los procesos
entrópicos sobre los neguentrópicos; los de descomposición sobre los de composición.
Los procesos neguentrópicos que ocurren en los seres vivos, ante nuestros ojos, por así
decirlo, son parte de los procesos neguentrópicos que han causado la formación de estrellas y
planetas, y son reflejo de los procesos entrópicos por los que las estrellas y sus sistemas
planetarios involucionan y se descomponen hasta convertirse en lo que los astrofísicos llaman
estrellas muertas, estrellas de neutrones, agujeros negros. El nacimiento de una estrella en
algún lugar del cosmos es un proceso neguentrópico que consume la energía que procede de
otro lugar y a partir de ella sus átomos se ordenan y estructuran formando dicha estrella. Es
decir, como la energía no se crea ni se destruye, los procesos de formación de nuevos
sistemas de estrellas deben hacerse a costa de la energía que emiten las estrellas y planetas
que se descomponen. Algo parecido debió ocurrir cuando apareció el Sol y se formó el
sistema de planetas que le rodean.
Para la explicación de los procesos neguentrópicos de la materia, es importante notar la
diferencia que existe entre los diversos niveles de energía. Así, el calor es la energía de menor
grado, la energía química es de grado medio, y las formas de energía mecánica y eléctrica son
los de mayor grado. La neguentropía representa la calidad o el grado de energía de un
sistema. Se dice entonces que la neguentropía mide el grado de energía. Por ejemplo,
podemos conocer la energía total de un sistema si es que se sabe cómo se ha conformado a
partir de sus componentes y si se sabe cuánto de calor consume y cuánto de trabajo genera
en relación con su ambiente.
Por la segunda ley de la termodinámica se deduce que la energía siempre se degrada, o
lo que es lo mismo, que la neguentropía siempre disminuye. En otros términos, un sistema
contiene una cierta cantidad de neguentropía cuando puede realizar algún trabajo. Así como el
sol contiene neguentropía, así también la corriente de un río, un ser vivo, una máquina
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contienen una cierta neguentropía. Por tal razón, los alimentos son fuente de entropía negativa
o de la neguentropía que usan los seres vivos para realizar el tipo de trabajo propio de su
especie y para evitar la degradación de su nivel de organización. En efecto, no es el grado de
desorden, la entropía o la energía en sí que contienen los alimentos lo que más importa, sino
la neguentropía, es decir, el grado y tipo de orden o estructura que forman las moléculas de
los alimentos propios de cada especie; porque de la forma como estas estructuras moleculares
se integran y utilizan dentro de las células y tejidos de un individuo depende que éste se
mantenga.
La explicación de estos procesos no es fácil, pero es de una importancia decisiva para
comprender qué es esencialmente la vida. Por fortuna, gracias a físicos y matemáticos de la
talla de Maxwell, Boltzmann y Plank, disponemos de la explicación que permite esclarecer qué
clase de procesos físico-químicos han determinado la existencia del sistema vivo de nuestro
planeta, y sobre todo por que este sistema se ha ido transformando lenta e inexorablemente,
es decir, que se haya desarrollado progresivamente desde las bacterias hasta la sociedad
humana de la que somos miembros.
La explicación inicial la encontramos en la estructura atómica de la materia y los procesos
cuánticos que determinan la estabilidad de átomos, moléculas y cristales. En realidad, es tan
grande el número de partículas que existen en cualquier porción de materia por más pequeña
que sea, que será imposible conocer, por ejemplo, la posición y la velocidad de cada partícula
en un instante dado. Lo único que se puede obtener son valores promedio acerca de todo el
conjunto de partículas que conforman el sistema. Por esta razón, el grado de desorden de un
sistema sólo se puede medir estadísticamente, y por lo mismo, nos encontramos con que el
concepto de entropía está íntimamente ligado al concepto estadístico de probabilidad.
No será difícil imaginar y pensar que los procesos entrópicos y neguentrópicos se reflejan
sucesivamente en el tiempo y simultáneamente en el espacio. También que mientras los
entrópicos tienen una mayor probabilidad de ocurrir, los neguentrópicos tienen una menor
probabilidad de mantenerse en el mismo estado. Por ejemplo, cuando se quema un libro cuya
estructura interna se ha logrado en el largo proceso de su fabricación, pierde la energía que
contiene y queda convertido en cenizas, no cabe duda que más estable o menos destructible
que el libro es el montón de cenizas que queda de él. En otras palabras, en la estructura del
libro predomina un orden que es menos probable que subsista, mientras que en el montón de
cenizas predomina el desorden de sus partículas que es más probable que persista e inclusive
que aumente. Igualmente, una gota de tinta desparramada sobre un papel es una mancha
uniforme que expresa el desorden de sus moléculas; por el contrario, la misma tinta formando
letras sobre el papel ya guarda un orden, se reúnen en formas diversas que tienen su propia
estructura. También diremos que es más probable que la estructura de las letras se destruya
con el tiempo y se conviertan en una mancha que probablemente persistirá o aumentará con el
tiempo.
Es menos probable que los elementos de una estructura compleja se mantengan en un
mismo estado de orden y, por el contrario, es más probable que una estructura menos
compleja se mantenga más tiempo como tal. Es poco probable que una casa se mantenga tal
cual por miles de años (como podemos comprobar en las ruinas de muchas culturas que ya no
existen); en cambio, es más probable que un cerro se mantenga así por millones de años. Es
más probable que el azúcar se mantenga disuelto en un vaso de agua, y menos probable que
se mantenga en la forma de cristales en este mismo medio. Es más probable que las
moléculas que componen el cuerpo de un animal se mantengan desordenadas por siempre
después que el animal ha muerto, y es menos probable que la estructura de un ser vivo se
mantenga como tal más allá de un cierto promedio de vida. Es pues normal que una estructura
ordenada en cierto grado, dejada a sí misma se transforme en una estructura menos ordenada
pero más probable. Por lo tanto, la entropía aumenta conforme aumenta la probabilidad de
cambio dentro de un sistema.
La relación entre entropía y probabilidad está dada por la fórmula desarrollada por
Boltzmann y Plank:

S = k ln P
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donde S es la entropía del sistema, P es el número de configuraciones elementales que


adoptan las partículas dentro del mismo sistema y k es la constante de Boltzmann. Según esta
fórmula, la entropía de un sistema dado es igual al logaritmo natural de la probabilidad
multiplicada por la constante k.
Si volvemos al ejemplo del gas contenido en un recipiente, la inmensa cantidad de
partículas allí contenidas adoptará una configuración en un instante dado, que cambia a otra
en el instante siguiente y así al infinito; en cada instante las partículas que conforman una
cierta estructura cambian a otra estructura. Plank denominó “complexions” a estas
configuraciones que adoptan las partículas del gas en un instante dado.
Supongamos ahora que queremos saber cuál es la configuración que han adoptado las
partículas del gas, o las moléculas que conforman una célula, una planta o un animal en un
instante dado. Para lograr esto, Maxwell sugirió que habría necesidad de un dispositivo tal que
pudiera seguir el curso de cada átomo o molécula en todo momento. Este dispositivo se
conoce como el “demonio de Maxwell”.
La pregunta es si, en realidad, es posible que un dispositivo de esta naturaleza pudiera
ver todos los átomos en todo momento. La respuesta parece ser negativa. Efectivamente, para
conocer la configuración de las partículas en un instante dado, el observador debe captar en
ese instante una cierta estructura conformada por dichas partículas; pero para ello es preciso
introducir cierta energía al sistema, como sería la iluminación del recipiente por una fuente de
luz. El problema es que al hacer esto, se introduce cierto grado de neguentropía dentro del
sistema. Más aún, es evidente que tal proceso neguentrópico ha sido añadido por el
observador. Veremos más adelante que esta forma de neguentropía no es otra cosa que
información. Veremos también que este concepto viene a ser un asunto de vital importancia
para explicar los procesos esenciales de la vida. Por lo que tendremos que definirlo y
analizarlo con mayor detalle en los capítulos siguientes.

2.5. El ambiente de los animales y el ambiente del hombre

Si definimos el ambiente del hombre como el universo que conocemos o creemos


conocer, nuestra pequeñez resulta inimaginable. Desde que Aristóteles y Ptolomeo
introdujeron el modelo cosmológico según el cual la Tierra es el centro del universo, rodeada
por ocho esferas: de la Luna, Mercurio, Venus, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y las
estrellas fijas, la concepción acerca del universo ha variado enormemente. Según la
concepción actual, los hombres habitamos un planeta de un sistema solar situado algo así
como en las afueras de la Vía Láctea, una galaxia formada por cientos de miles de millones de
estrellas, y que es sólo una dentro de otros tantos cientos de miles de millones de galaxias. De
la estrella más cercana, su luz nos llega después de 4 años, a pesar de que recorre nada
menos que 300 mil Km por segundo. La luz de las estrellas más lejanas tarda cientos de años-
luz hasta llegar a nuestra retina.
El centro de nuestro sistema planetario, el Sol, es una estrella de sexta magnitud. La
Tierra es el tercero de los planetas del sistema solar y ocupa una órbita que está después de
Mercurio y Venus y antes de Marte. El tamaño del Sol y la cantidad de energía que emite a la
distancia que se encuentra de la Tierra, son las condiciones esenciales que han determinado
–en sentido neguentrópico– la aparición y el mantenimiento de la vida en este planeta.
Deben existir muchas otras regiones del universo donde se han formado sistemas
planetarios semejantes al sistema solar. Deben existir también muchos planetas semejantes a
la Tierra donde las condiciones locales pueden haber determinado la organización de la
materia en estructuras cuya actividad es igual o semejante a la del sistema vivo del cual
formamos parte. Y es igualmente probable que esos sistemas vivos hayan llegado a
desarrollarse en la forma como ha hecho aquí la especie Homo sapiens; aunque cabe la
posibilidad de que existan sistemas de características inferiores o superiores a nuestro
sistema social. Sin embargo, estas son meras posibilidades. En realidad, no sabemos que un
sistema vivo semejante al nuestro haya llegado a desarrollarse en alguna otra parte del
universo.
La Tierra no ha sido ni será igual todo el tiempo. El planeta ha soportado grandes cambios
en su conformación interna y superficial, a tal punto que la Tierra de hoy no es la Tierra de
29

hace sólo unos miles de años, y mucho menos de hace 4 a 5 mil millones de años atrás.
Recordemos, por ejemplo, que se han encontrado conchas marinas a varias alturas en la
cordillera de Los Andes, lo cual indica que en una época el mar cubría todo lo que ahora son
nuestras costas. Inclusive podemos notar grandes diferencias en el paisaje de una misma
región de hace treinta años y el que muestra ahora después del último huayco o terremoto. Lo
que fuera habitable por seres vivos en una época ya no lo es ahora, y viceversa.
Apenas podemos imaginar cómo habría sido la Tierra hace cinco mil millones de años
cuando empezó a constituirse como tal y cómo se fueron combinando las primeras moléculas
que después llegaron a conformar las células y los demás seres vivientes. Los procesos
entrópicos y neguentrópicos de esos tiempos debieron haber sido muy diferentes al estado
presente que conocemos. Sin embargo, su composición química elemental no tiene por que
haber sido muy diferente. Los mismos elementos químicos que existen ahora debieron estar
presentes. El estudiante ya debe saber cuáles son esos elementos químicos y cómo es que
estos mismos elementos conforman distintas clases de moléculas al combinarse entre sí.
En el mar, la atmósfera y la superficie de la Tierra, las enormes cantidades de energía
electromagnética, calórica y química disponibles en ese entonces facilitaron la síntesis y
polimerización de las moléculas. La actividad química de estas sustancias en su momento fue
pues punto de partida de la síntesis de las primeras estructuras macromoleculares que
constituyen los sistemas vivos de ahora.
Sólo en los últimos dos mil millones de años, las condiciones neguentrópicas de la Tierra
han sido más favorables para el desarrollo del sistema vivo. La energía solar es suficiente para
la fotosíntesis; la temperatura oscila que entre 0° C y 40° C es tolerable para la gran mayoría
de las especies; la cantidad de radiación ya no afecta la actividad genética de las células; la
capa de ozono nos protege de la radiación ultravioleta del sol; la cantidad de agua es
suficiente para el crecimiento de las células, las plantas y los animales, y también unos seres
vivos son el alimento de otros seres vivos.
Ya hemos señalado que al emerger la sociedad humana, amplios sectores de la misma
han logrado transformar el ambiente natural de la Tierra en un ambiente artificial, es decir, un
ambiente organizado, es decir, ordenado por seres vivos, como son los que constituyen la
humanidad. Tal ambiente lo conforman las viviendas y las ciudades construidas con ellas; las
viviendas con acabados especiales; los utensilios domésticos, mecánicos y eléctricos, para la
conservación y preparación de los alimentos; las fábricas y los campos de cultivo; las vías y
los puentes para el transporte mecanizado; los aparatos para la comunicación masiva entre las
personas; el vestido y todos los medios que se usan para el abrigo y protección de los efectos
del clima; los locales para la educación y el cuidado de la salud; y por encima de todo ello, la
organización de la propia sociedad que ha llegado a organizarse en estructuras de diversos
grados de complejidad. Veremos más adelante cuan importante ha sido esta transformación
del mundo natural por efecto de la sociedad; una transformación que necesariamente abarca a
todos y cada uno de los hombres, lógicamente en distintos grados y extensión.
Pero como no todo es desarrollo progresivo, o proceso neguentrópico de la materia en
general, el mayor problema actual respecto de nuestro ambiente natural, es la degradación del
mismo por decisión de los grupos de poder que han surgido dentro de la misma sociedad,
grupos que han llegado a vivir dentro de niveles de comodidad que se han convertido en lujo
extravagante. Para los sectores de poder económico, por ejemplo, no tiene importancia que
existan seres humanos que no tienen los recursos para vivir dignamente, y que sólo atinan a
mantener las condiciones básicas de un ambiente justo a la medida de sus necesidades más
elementales. El resultado es que no sólo ha aumentado la producción de sustancias que
causan más entropía en nuestro ambiente natural, sino que la depredación de los bosques
para obtener insumos para la industria de lujo o para sembrar plantas que luego las
transforman en drogas, está causando la extinción de muchas especies de animales y
vegetales, deteriorando las condiciones climáticas y atmosféricas apropiadas para la vida
humana. Más aún, la acumulación de una enorme cantidad de desechos del tratamiento de los
minerales, de los residuos de las fábricas, de las excretas, etc. está aumentando la
contaminación del aire y del agua del mar, las lagunas y los ríos. Por todas estas razones, no
debe llamar la atención que una explicación sociobiológica de la personalidad tenga
implicancias éticas fundamentales para mantener y optimizar en lo posible las condiciones de
vida en nuestro planeta que hagan posible el desarrollo integral de todos los hombres.
30

Si bien el ambiente del sistema vivo –de todos los seres vivos que conocemos y de los
que no conocemos– es el universo, la forma o nivel de complejidad con que éste se refleja en
la actividad de cada individuo varía en un rango muy amplio. La amplitud del espaciotiempo
donde se forma y desarrolla un ser vivo depende del alcance de su actividad sobre el
ambiente que le rodea. Así, por ejemplo, los efectos de la actividad de una bacteria, una
hormiga, un ratón, un chimpancé, por lo general no se extienden más allá del ambiente local
donde nacen, se nutren, se reproducen y mueren. Una respuesta genérica es que su radio de
acción se limita al espaciotiempo local y actual, no importa donde se encuentre. En cambio, a
diferencia de los animales, el alcance espaciotemporal de un solo hombre puede ser o debe
ser aquel que se extiende hasta donde le permite el grado de desarrollo de la sociedad: puede
ser el hogar, la ciudad, el país, el planeta o parte el universo en sí, como lo demuestra la
bandera de un país puesta en la Luna o en Marte.
Hemos visto, además, que a diferencia del ambiente natural de los animales, el de los
hombres ya es un ambiente artificial. Esto significa que la sociedad humana vive y se
desarrolla en un ambiente natural transformado artificialmente por la actividad social de sus
miembros. En este proceso, lo que más importa ahora es saber que la sociedad humana, por
medio de la información social, ha ampliado su ambiente conocido hasta más allá de lo que
cada hombre puede tocar, oler, oír y ver naturalmente, y así, además de representarse el
mundo sólo con sus sentidos como los animales, ha logrado influir sobre el ambiente hasta
modificarlo y transformarlo, no sólo para conocerlo explicando sus procesos subyacentes o
inaccesibles, y no sólo para adaptarse a él, sino para que el mundo se adapte a sus
necesidades y exigencias.
31

CAPÍTULO 3

LA INFORMACIÓN Y LA ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA VIVO

El concepto de información a partir del sentido común. La biogénesis y la aparición de la


información. La información y los procesos de la vida. Categorías de información y el desarrollo
del sistema vivo. ¿Qué es, entonces, la evolución y la selección natural?

En este capítulo daremos una visión general acerca de los procesos esenciales del
desarrollo del sistema vivo del que formamos parte. Se discutirá primero la naturaleza y la
importancia de la información como determinante de la vida. Luego se explicará cómo
suponemos apareció la información y con ella la vida en nuestro planeta, y cómo gradualmente
fueron surgiendo sistemas vivos cada vez más complejos hasta que se formó la sociedad de la
formamos parte. Nuestro objetivo es llegar a explicar qué son realmente la vida, la sociedad, la
conciencia y la personalidad.

3.1. El concepto de información según el sentido común


Hemos sostenido (Ortiz, 1994; 1997; 1998; 2002) que los procesos esenciales que
determinan la estructura y actividad de todo sistema vivo serían de naturaleza informacional
(no informativa, pues no se trata de medios que informan, de artefactos informáticos, ni de
medios de comunicación). Esta es una propuesta teórica que interpreta los datos empíricos
que se disponen acerca de la estructura de los seres vivos, desde la bacteria hasta la
sociedad; una propuesta que lógicamente requiere, a su vez, de una demostración o
comprobación. Esto, sin embargo, requiere de un desarrollo del concepto de información, lo
que haremos a partir de una reseña de los conceptos de información que se basan en el
sentido común, tal como han sido elaborados desde el punto de vista de la ingeniería de las
comunicaciones, y sobre todo de la filosofía de las ciencias naturales.
Con tal objetivo, tendremos en cuenta, en primer lugar, que todas las teorías acerca de la
información sólo describen lo que para nosotros es la información social (Ortiz, 1994). En
efecto, al definir la información sólo como información social, el concepto puede ser aplicado
sólo analógicamente a la información genética (como lo hace, por ejemplo, Lwoff, 1966). Por
esta razón, la información genética se la define en términos metafóricos, como si se tratara de
mensajes o reglas cuasi explícitas, sin cambiar el significado que otorga el sentido común a
estos mismos términos y sin tener en cuenta que, así como el concepto de conocimiento, estos
términos se refieren a formas de relación de tipo social, que necesariamente tienen su
representación psíquica. En realidad, sólo la sociedad y las personas que la conforman
pueden usar esta clase de información, puesto que sólo la sociedad puede controlar o regular
la actividad personal de sus miembros por medio de reglas, normas o leyes explícitas, y que
por esta razón las personas que han aprendido previamente dicha información pueden
controlarse o regularse a sí mismas en forma consciente. En cambio, la información dentro de
los sistemas vivos individuales –en las células, los tejidos, el cerebro–, son estructuras
formadas por moléculas de ADN, de hormonas, o por impulsos nerviosos, y si se quiere por
memes, cuya actividad determina la organización, la estructura y el curso de los procesos
internos del mismo individuo. Se trata aquí de demostrar como dicha estructura molecular,
bioeléctrica o psíquica organiza al ser vivo por medio de la doble determinación ya aludida.
La información en sí no puede ser definida sólo en términos de la descripción de lo que
objetivamente parece ser la información social. Es decir, no podemos seguir el criterio según el
32

cual términos como mensaje, noticia, regla, ley, norma, orden, instrucción, programa, código,
dato, señal, que designan o describen la actividad social de los hombres se asocian a los de la
física o la química para explicar, por ejemplo, la actividad cerebral, por simple analogía, como
si se existieran redes de esclavos que dependen de un ejecutivo central que da las reglas o
las instrucciones a las células, los tejidos, los órganos, al sistema nervioso o al ser vivo en sí.
La revisión de los conceptos que se han sugerido acerca de la información desde que
esta palabra empezara a usarse en el contexto de las ciencias naturales, se basa en los
trabajos de Brillouin (1962), Ursul (1972), Bunge (Bunge, 1989; Bunge y Ardila, 1988) y
Mosterín (1994), y en las breves introducciones que acerca del tema han publicado entre
nosotros Biondi y otros (1996), Rojas (1997, 1998) y Barreda (2002). En la tabla 3.1. se
presenta una lista de los conceptos más estrechamente ligados al de información, y en la tabla
3.2., se enumeran las definiciones más comúnmente usadas acerca del concepto de
información.
___________________________________________________________________________
__
TABLA 3.1.
CONCEPTOS RELACIONADOS CON EL DE INFORMACIÓN

 En el campo semiótico
 Mensaje, noticia
 Signo, significado
 Dato, señal
 Conocimiento
 Lenguaje
 En el campo informático
 Informar, informática
 Procesamiento, almacenaje
 Comunicación
 Transmisión
 Código, codificación (encodificación, decodificación)
 En el campo cibernético
 Diversidad, variedad
 Ordenamiento, organización, programación
 Cibernética
 Regulación, control
 Retroalimentación (retroacción) y proalimentación (proacción)
___________________________________________________________________________
__

Aunque no haremos una revisión exhaustiva de las teorías acerca de la información (se
pueden consultar las textos referidos, especialmente Ursul y Barreda), recordemos que el
primero en sugerir el concepto de información en su versión científica actual fue Leo Szilard en
1929, cuando trató de resolver el problema del demonio de Maxwell al que ya hemos aludido.
Su idea fue que para conocer el comportamiento de las partículas dentro de un sistema
cerrado, como el caso del gas en el recipiente aislado, era preciso disponer de un dispositivo
que cambie información en entropía negativa; es decir, un dispositivo que debía proporcionar
información acerca del estado del gas ordenado de algún modo en un instante dado en el
recipiente. Este concepto será imprescindible para explicar la clase de información que
llamamos social, como veremos más adelante.
Otro evento, naturalmente entre otros, de especial importancia fue la publicación del
trabajo de Touring en 1937 sobre los números computables, o lo que se denominó después la
Máquina de Touring (véase, por ejemplo: George, 1962). Con este trabajo se dio inicio al
desarrollo de la tecnología de la computación y con ella la explicación del cerebro y la mente
usando la analogía del computador.
33

La contribución más importante de los últimos tiempos ha sido la de Shannon


(1948/1968), y se ha dicho que, junto a la obra de Wiener, marca el inicio de la era de la
información (la era cibernética, para otros) en la historia. La teoría de Shannon se la clasifica
como la teoría estadística de la información, porque al estudiar el problema de la comunicación
de mensajes a través de los medios tecnológicos en uso, se llegó a establecer que la cantidad
de información que se “transmite” a través de un canal, como el del teléfono o la radio (la
televisión o la Internet más actuales) se puede medir en términos del número de alternativas
probables en dígitos binarios (0,1). De allí por que usamos hoy en día el BIT (de BInary digITs)
como unidad de medida de la información.

TABLA 3.2
DEFINICIONES DE LA INFORMACIÓN
1. Es la inversa de la probabilidad: I = log2 1/P. La información es función de la
no-probabilidad de un mensaje (Shannon, 1948)
2. Es indeterminación, elección, selección, incertidumbre I = log2 N. La
información se mide por el número de elementos diferentes (Watanabe, 1988)
3. Es la medida de la diversidad: cambio, diferencia, variedad, originalidad,
disimilitud en la distribución de la energía o la materia en el espacio y en el
tiempo. La diversidad aparece cuando hay una diferencia entre dos
elementos. La información es la diversidad en la unidad (Ashby, 1956)
4. Es estructura: la información es una medida de la estructura de un conjunto
de objetos individuales (Watanabe, 1988)
5. Es una forma de reflejo: es el reflejo ordenado de la realidad; es diversidad
reflejada, diversidad que un objeto contiene sobre otro objeto (Novik, 1964;
Ursul, 1972)
6. Es neguentropía: Información es la inversa de la entropía de un sistema
(Brillouin, 1962)
7. Información es toda estructura material incluida dentro de un sistema
igualmente material, que al reflejar tanto la actividad interna de este sistema
como la estructura del ambiente que lo rodea, su actividad determina la
organización del mismo sistema en la forma de un individuo o una sociedad
que se reproduce, automantiene y muta. Es una estructura cuya actividad
organiza todo sistema material que se caracteriza por a) integrase a sí mismo
y mantenerse por sí mismo, y b) reproducirse a sí mismo y modificarse por sí
mismo; y que por ello se denomina sistema vivo (Ortiz, 1964).

Veamos un caso hipotético para tener una idea general de la medida de la información
(social). Deseamos calcular la cantidad de información, es decir, el número de bits de
información que se necesita para identificar al alumno José que forma parte de una clase de
32 alumnos.
1. ¿Está entre los altos o los bajos?: –está en la mitad de los más altos; así tenemos 1 bit de
información (y quedan 16 alumnos)
2. ¿Está entre los gordos o los delgados?: –en la mitad de los delgados; ya tenemos 2 bits de
información (quedan 8 alumnos)
3. ¿Está entre los que tienen notas mayores o menores de 13?: –está en la mitad de los que
tienen notas mayores de 13; así llegamos a 3 bits (quedando 4 alumnos)
4. ¿Está entre los que han nacido en Lima o en una provincia?: –en la mitad de los que han
nacido en Lima y son 4 bits de información (para quedarnos con sólo 2 alumnos)
34

5. ¿Está entre los que han nacido en 1963 o en 1964?: –en la mitad de los que nacieron en
1963, que es el bit número 5, y así queda sólo un alumno.
Tenemos pues un alumno que es identificado como alto, delgado, tiene notas mayores de 13 y
nació en Lima, en 1963. Se necesitaron 5 alternativas igualmente probables que dan la
cantidad de información necesaria para identificar o caracterizar a un individuo entre un
número finito de individuos.

Esta cantidad de información I puede obtenerse por medio de la fórmula

I = K ln P

donde P es el número de elementos igualmente probables. En el caso del ejemplo estos


elementos son 32, y el logaritmo natural (de base 2) de 32 es 5 (porque 2 5 = 32); luego, la
cantidad de información será de 5 bits.
Simultáneamente a la publicación de la teoría estadística de la información de Shannon,
Norbert Wiener publicó en 1948 su teoría cibernética sobre el control y la comunicación en los
animales y las máquinas, que trajo consigo una manera más general de explicar los procesos
de regulación y control dentro de los seres vivos y las máquinas.
Pronto se vio que la teoría de Shannon no puede aplicarse a campos donde no es posible
determinar la probabilidad de un acontecimiento, por ejemplo en el arte, la epistemología. Por
esta razón, muchos otros teóricos han tratado de encarar esta cuestión desde otros puntos de
vista. Infortunadamente, todos estos intentos han partido de conceptos matemáticos que poco
han tomado en cuenta la realidad en sí. Por ejemplo, se han propuesto teorías de la
información sin el empleo del concepto de probabilidad, como son la teoría combinatoria, la
teoría topológica, el enfoque algorítmico; el concepto de información como medida de una
estructura, como medida de la diversidad, entre otros.
Se ha señalado que si bien a partir de la fórmula de Shannon se deriva el concepto de
cantidad de información, y a partir de la cibernética el concepto de control por
retroalimentación, en realidad, en ningún caso se define qué es la información ni en qué
consiste realmente el contralor o aquello que se comunica, más allá de las definiciones de
sentido común. Una salida a esta limitación ha sido la de enfocar la definición de la
información en términos de los procesos de comunicación, usando, por ejemplo, los conceptos
de codificación, transducción, trascripción y traducción de datos y señales que, como se dice
normalmente, contienen información. De este modo se describe cómo se transmite o se
comunica la información (el mensaje) de un sistema a otro, pero aún así, tal como se ha
insistido sobre todo en medios filosóficos, los datos y las señales no son la información, sino
que la contienen, y de este modo tampoco se define qué es la información.
También se ha tratado de diferenciar varias clases de información, por ejemplo según los
niveles de desarrollo de la materia en general, habiéndose llegado a distinguir entre la
información de la naturaleza inerte, de los seres vivos y de la lógica. Dentro de esta línea de
pensamiento se ha sugerido que existe una clase de información netamente humana o social.
En esta dirección, han tenido notable influencia la teoría semántica de la información surgida
dentro de la teoría lógica; la concepción pragmática surgida dentro de enfoques de corte
conductista, y la concepción estética que tiene la intención de explicar los aspectos subjetivos
de la afectividad (Véase: Ursul, 1972).
Si bien las definiciones son importantes para precisar un concepto, se requiere de una
teoría para explicar la naturaleza del objeto material al que hace referencia dicho concepto.
Las teorías que se han sustentado para precisar la naturaleza de la información, son muchas.
En la tabla 3.3. enumeramos las más populares.
Avances importantes en la tarea de definir qué es la información son los enfoques de
Ross Ashby y de Ilia Novik. Ashby (1956) define la información en términos de diversidad. Su
teoría parece incluir a todos los demás conceptos de información, como si cada una de las
concepciones tuviera en cuenta sólo una clase de diversidad. El concepto de diversidad de
Ashby gira en torno a los de cambio, variedad y diferencia; además incluye a los de
ordenamiento, organización y control.
35

El enfoque de Novik (1964) parte del concepto de reflejo que es definido como una
propiedad esencial de la materia. Mantiene la oposición entre información y ruido, y define la
información como un reflejo ordenado de la materia, en tanto que el ruido sería un reflejo
desordenado de la misma. Con esto deja sentadas las bases para explicar la relación entre la
naturaleza y la conciencia como una relación de carácter informacional. Ursul (1972) por su
parte, relaciona la teoría de la diversidad con la teoría del reflejo para concluir que la
información es el contenido del reflejo, donde el contenido está dado por las diferencias
internas de un objeto que refleja a otro objeto: de este modo, dice, “la información, (...) puede
presentarse como diversidad reflejada (cursiva en el original), y precisamente diversidad que
un objeto contiene sobre otro objeto.” Este enfoque concluye, sin embargo, en que la
información es una propiedad universal de la materia, y que por lo tanto ella existe tanto en la
materia inerte como en la materia viva, con lo cual invalida su utilidad científica, como ya han
hecho notar varios autores, sobre todo Watanabe (1988) y Bunge (1988), desde puntos de
vista diferentes.

TABLA 3.3.
TEORÍAS ACERCA DE LA INFORMACIÓN

A. TEORÍAS CUANTITATIVAS:
1. Probabilísticas o estadísticas
2. No probabilísticas

B. TEORÍAS CUALITATIVAS:
1. Combinatorias
2. Dinámicas
3. Topológicas
4. Algorítmicas

C. TEORÍAS CUALITATIVO-CUANTITATIVAS
1. Medida de la diversidad
2. Medida de la estructura
3. Teorías de la regulación y control

D. TEORÍAS DIALÉCTICAS
1. Medida del reflejo
2. Teoría sociobiológica

Recientemente, el concepto de información ha sido analizado en los círculos filosóficos,


sobre todo positivistas, pero para arribar a conclusiones bastante contradictorias, como son los
puntos de vista de Bunge y de Mosterín. Según el primero (Bunge, 1989; Bunge y Ardila,
1988), el valor explicativo del concepto de información es prácticamente insignificante, tanto
respecto de la vida en general como de la mente en especial. Señala que el concepto de
información tiene el mismo sentido de significado, señal, mensaje, conocimiento, comunicación
por medio del lenguaje, y de allí deduce que los conceptos de información en general y de
información genética en particular, se pueden descartar como conceptos científicos. Concluye
en que información es igual a comunicación de conocimiento por medio de una conducta
social que implica la transmisión de señales, por medio del lenguaje, por ejemplo. De
inmediato notaremos que el concepto de información se usa aquí como una derivación del
verbo informar, de modo que por sentido común la información tendría que ver sólo con hacer
saber o dar a conocer.
Hablar de información genética sería posible, según el mismo Bunge, sólo en un burdo
sentido figurado. Decir, por ejemplo, que el núcleo de la célula es un emisor que envía
36

mensajes químicos al resto del organismo que vendría a ser un receptor de señales es,
usando los propios términos del filósofo, indudablemente un disparate.
Por su parte Mosterín (1994) dice que “Las señales son eventos, procesos,
configuraciones u objetos materiales que, en virtud de su forma, son portadores de
información”, para agregar que “La información misma es algo inmaterial”, pues sólo las
señales que la transmiten son realidades materiales. Esta afirmación tiene claramente el
mismo sentido de la conceptuación del lingüista Saussure (1916/1945) cuando dice que el
lenguaje es forma y no sustancia, y de Ashby (citado por Novik, 1962) cuando afirma que la
información no es materia ni energía sino diversidad, lógicamente en un puro sentido
especulativo.
No obstante, el mismo Mosterín señala implícitamente que la información es de naturaleza
material cuando afirma que se la puede definir en tres sentidos distintos: 1) como información
sintáctica, como forma o estructura; 2) como información semántica, como correlación, y 3)
como información pragmática, como capacidad de cambiar el estado del receptor. De hecho, si
no fuera material, no podría tener estructura, y sobre todo, si no fuera algo material no podría
cambiar el estado de un receptor material, como son un ser vivo, un hombre o las cosas
hechas por estos. En otro sentido, si las señales que emite un animal contienen información, y
ésta está sólo en el cerebro, mejor sería decir que la información es de naturaleza psíquica,
que no existe información en la forma de noticias, de mensajes, sino de ideas, afectos,
intenciones; o que sólo existe la información psíquica. Lógicamente que así quedaría claro el
concepto de que también las ideas son algo material, aunque no únicamente una función del
cerebro.
Además, Mosterín asegura que la información pragmática es la información en sentido
pleno, y que hay tres tipos básicos de ésta: 1) la información descriptiva, 2) la información
práctica y 3) la información valorativa. Esta es una manera de decir que la única clase de
información que existe es la información que usan los hombres (y los animales, según este
autor) para comunicarse entre sí. Pero luego, al afirmar que además de las anteriores, existe
la información genética en el núcleo de las células, Mosterín deja sentada la idea de que la
información no son solamente los mensajes por medio de los que se comunican las células y
los animales que tienen cerebro, sino algo más que esto, algo que él mismo no ha podido
deducir. Más aún, en la misma raíz de su razonamiento, hay otra falla conceptual, duando
antes de asegurar que hay sólo una verdadera clase de información, la información que
denomina pragmática, primero cree separar tres clases de información que, en realidad, son
tres aspectos o propiedades de la información (social, como veremos). Estaría mejor que nos
dijera que la información tiene tres propiedades que aparecen como forma, correlación y
norma, y que es de tres clases: descriptiva, práctica y valorativa.
Siguiendo a Ursul (1972), Rojas (1997) hace bien en señalar que, en comparación con las
teorías estadísticas, más comprehensivas son las concepciones humanistas de la información,
aunque como aquél, también llega a afirmar que la información es una propiedad inherente a
toda la materia. Estaríamos de acuerdo con esta postura, siempre y cuando aceptemos que
dadas ciertas condiciones especiales, en cualquier región del universo la materia puede llegar
a organizarse como información, como ha sucedido en nuestro planeta, donde los mismos
elementos químicos que existen en cualquier otra región del universo han llegado a conformar
un sistema vivo. Por lo tanto, no se trata de que toda la materia tenga propiedades
informativas, o que la materia inerte proporcione información; lo que tiene sentido es que la
materia organizada como sistema vivo sí tiene tales propiedades, tal como hemos
argumentado previamente (Ortiz, 1994, 1998) y también veremos más adelante.
Por otro lado, como también señala el mismo Rojas, se debe destacar que hay una íntima
relación entre la información y el conocimiento del mundo por parte de los hombres, y
coincidimos con él cuando refuta la idea de Ernst Cassirer según la cual el hombre es un
animal simbólico, por el hecho de que ya no vive en un universo físico puro, sino en un
“universo simbólico”. Al respecto, Rojas precisa que se debe “definir al hombre como un ser
sígnico antes que como un «animal simbólico» (...). En buena cuenta porque estamos
persuadidos de que el hombre posee, en exclusiva, una capacidad sígnica...”. Esto implica que
para una sociobiología del hombre, una cuestión primordial es descubrir en qué consiste esta
capacidad.
37

Nuestra posición es que la información es atributo exclusivo de la materia viva y que sólo
los seres vivos generan información acerca de su ambiente fisicoquímico, únicamente dentro
de ellos mismos. Es decir, lo que hacen los seres vivos es generar información dentro de sí
respecto de ciertas estructuras o procesos materiales que están presentes en su ambiente
exterior, siempre y cuando tales individuos tengan receptores o sensores para codificarlos y
procesarlos como información cada vez que necesiten incorporar o evitar algún elemento físico
o químico, o tengan que adaptarse a alguna situación que sucede regular o fortuitamente en
dicho ambiente.
Lógicamente que este ambiente no es inmaterial, sino tan material como todo el resto del
universo. Lo único que se requiere es explicar en qué se diferencia este universo social del
universo natural. Esta explicación exige que se defina la naturaleza de los procesos que
determinan la organización de la materia dentro del sistema vivo, en general, y la organización
de la materia que constituye el sistema de la sociedad que nos contiene, en especial.
Las concepciones clásicas de Shannon (1948/1968) y de Ashby (1956/1966) acerca de la
información, deben aceptarse como procedimientos restringidos a la medida de la información
de tipo social, aquella que se procesa en la forma de datos o señales a través de los sistemas
de comunicación y de codificación de esta clase de información en los diversos medios inertes
así transformados por la actividad social de los hombres (como son los diversos lenguajes que
han existido o existen). Naturalmente que si este es el único objetivo del técnico o científico,
no interesa qué es la información en sí, y estaríamos en un momento similar al de la medición
de los fenómenos físicos cuya naturaleza no se conoce, como sucedió con el concepto de
energía cuya naturaleza se llegó a definir tiempo después de que se la pudo medir. En efecto,
se puede medir el calor sin necesidad de saber qué es realmente. Luego, se puede medir la
cantidad de datos o señales que contiene una noticia, un libro o un disco duro, así como la
diversidad de características o elementos de una estructura cualquiera. Pero, desde el punto
de vista de la explicación científica de la actividad social del hombre, necesitamos saber, sobre
todo, qué es exactamente aquello que se mide, pues podría suceder, como parece ser el caso,
que la información no sea sólo un tipo de estructura material artificial creada y producida por el
hombre, sino un tipo de estructura igualmente material, pero natural, que existe desde que
apareció la vida en este planeta, y que talvez explica de que naturaleza es la vida misma.
Es pues evidente que dentro de la ingeniería de las comunicaciones, y de la filosofía, sólo
se ha llegado a reconocer aquella clase de información que usan las personas para
comunicarse entre sí; aquella que se la reconoce en términos de señales o datos, de mensajes
o noticias, de significado o de conocimiento. Este es el mismo concepto que se extiende y se
aplica de modo analógico, casi metafórico, para explicar como los genes “controlan” la
reproducción de las células y como se heredan los rasgos que caracterizan a los miembros de
una especie. Éstas serían en el mejor de los casos las conclusiones más fáciles de aceptar. El
ya citado Mosterín (ob. cit.), por ejemplo, llega a concluir en que existe sólo dos clases de
información: la codificada en los genes de las células y la codificada en los memes del cerebro
de los animales. Según este concepto, las noticias, las señales nerviosas y las moléculas
mensajeras (como las hormonas), serían solo señales que transportan la información. Puestas
las cosas en estos términos, la información queda como algo que no existe o que no puede
definirse.
Efectivamente, si seguimos el planteamiento de Mosterín, es posible llegar a la misma
conclusión de Bunge. Hemos visto que según el primero, las señales son objetos portadores
de información, pero que la información misma es algo inmaterial, con lo cual prácticamente
afirma que no existe. Por eso nos llama la atención que diga que “La información genética
contenida en nuestro genoma puede dividirse en unidades simples o mínimas, llamadas
factores hereditarios o genes”, pues a partir de esta afirmación, el mismo autor añade
enseguida que “Un gen es una unidad de información genética correspondiente a un cierto
segmento cromosómico.” Luego, si el gen es una unidad de información, el genoma y los
cromosomas también lo serán, pues están formados por los genes. Entonces, ¿qué se quiere
decir con la frase: “La información genética contenida en nuestro genoma...”, o con esta otra:
“Toda la información genética está en los cromosomas.”?. Es decir, ¿por qué no se afirma que
los genes son la información en sí, y en vez de esto se sostiene que la información es algo
inmaterial?
38

Si la información es inmaterial, o no es materia ni energía, ¿para qué usamos el concepto


de información en el lenguaje científico?. ¿No es mejor concluir como Bunge que la
información es un concepto inútil?. Por otro lado, si la cultura es información almacenada en el
cerebro, ¿no es lo mismo que la mente, la psique o tal vez la conciencia?. Y si no hay
información sin soporte material, pero es posible transmitir señales (o soportes materiales) sin
información (como los papiros egipcios antes de ser descifrados), ¿por qué no se dice que la
cultura son estas señales a fin de diferenciarla justamente de la actividad psíquica, sobre todo
de los hombres?. Por supuesto que se argumentaría en el sentido de que no podemos decir
que la cultura contiene información. Por otro lado, si la riqueza cultural de un pueblo está en
sus bibliotecas, en sus obras de arte, en los productos de la industria, ¿no es acaso por esta
razón que es posible asegurar que la cultura es la información guardada fuera del cerebro de
las personas?
Recíprocamente, cuando se dice que la información como tal no existe, no es acaso lógico
concluir que la cultura tampoco existe?. ¿No es verdad que al afirmar que la cultura está sólo
en el cerebro de los hombres y los animales, se está confundiendo el concepto de información
con el de mente o psique, y al hacerlo ya no es necesario apelar al concepto de información y
así el problema desaparece?.
Dejemos por ahora las cosas como están, para volver a retomarlas en un capítulo aparte,
ya que consideramos que es imprescindible superar toda esta retórica, para concluir en que la
información es algo material, que la cultura y la mente son algo tan iguales y al mismo tiempo
tan distintas, como son las demás clases de información que encontramos en todos los demás
sistemas vivos individuales. Con la finalidad de sustentar estas afirmaciones, tenemos que
volver a la idea central acerca de cómo se ha organizado y se mantiene organizado todo el
conjunto de los sistemas vivos. Puesto que si demostramos que cada sistema vivo individual
está organizado a base de información, es decir, a base de la actividad de ciertas estructuras
que son el modelo de desarrollo del conjunto del mismo sistema, podremos concluir en que
necesariamente debe existir relaciones entre un nivel de organización y otro, de un nivel de
mayor a otro de menor complejidad y viceversa, siempre en el curso del tiempo. Entonces, si
es posible describir y explicar cómo ha sido determinado y se determina el desarrollo de todo
el sistema vivo, también podríamos llegar a describir y explicar aquellos procesos que han
determinado y determinan no sólo el curso de la vida de cada una de las personas, sino de
todo el conjunto de la sociedad.
Hasta aquí hemos revisado algunos de los más conocidos intentos por definir qué es en
último término la información. Concluiremos en que, por lo menos desde nuestro punto de
vista, el problema ni siquiera ha sido planteado como es debido. Por lo tanto, sin pretender
que el planteamiento adoptado en este ensayo sea el correcto, sino una alternativa más de
solución, debemos hacer un análisis del concepto de información tal como ha sido introducido
previamente (Ortiz, obs. cit.). Desde ya, debemos remarcar que es improbable, por no decir
imposible, que la información pueda definirse en el contexto de unas ciencias naturales
enmarcadas como están dentro de los enfoques contradictorios del positivismo que sólo
atiende a los meros hechos objetivos y comprobados, del idealismo que pretende negar la
existencia de la materia, y del mecanicismo que reduce la actividad espiritual y psíquica a los
mecanismos funcionales del cerebro.

3.2. La biogénesis y la aparición de la información


Como proceso culminante de la evolución del universo y del sistema solar, con la
formación de la Tierra empezó el desarrollo del sistema vivo a partir de ciertas reacciones
químicas y a base de las condiciones del ambiente físico predominante en ciertos puntos del
planeta. Este proceso que habría durado entre mil y tres mil millones de años, se denomina
evolución química, o más específicamente, proceso de biogénesis por el hecho de que dio
origen a la vida. Ésta apareció cuando llegaron a formarse estructuras químicas cuya actividad
reflejaba tanto los procesos químicos que le dieron origen, como el ambiente físico que en ese
entonces la rodeaba. En otras palabras, puestas las cosas en términos actuales, para que
exista un sistema vivo, se requiere de una superestructura cuya actividad refleje en sentido
genético los procesos físicos y químicos internos del sistema, y en sentido cinético las
condiciones físicas y químicas de su entorno, las que así se reflejan, a su vez, en el mismo
39

sentido cinético, en los procesos internos del sistema, a los cuales de este modo convierte en
soporte activo de aquella misma superestructura.
Esto significa que la actividad de esta superestructura ubicada dentro del sistema vivo,
cuyo modelo externo de desarrollo es el ambiente actual que rodea al conjunto del sistema, se
ha llegado a constituir en el modelo interno que organiza el desarrollo de tal sistema que así
adquiere las capacidades de memoria y de anticipación, y las propiedades secundarias de
integridad, estabilidad, reproducibilidad y mutabilidad. Se ha sostenido (Brillouin, 1962; Ortiz,
1994) que la actividad de esta estructura no puede ser sino una forma superior de actividad
neguentrópica, que es lo que llamamos justamente información: ésta será tanto una estructura
que refleja su pasado, como una actividad que se refleja en los constituyentes del sistema. Tal
sistema comprende los sistemas vivos individuales y nuestra sociedad.
El sistema vivo emergió dentro de una atmósfera prebiótica (previa a la vida) constituida
por una mezcla de CO2, N, CH4 y NH3, sin O2 libre. Estos compuestos formaron las moléculas
más sencillas que son los monómeros: las bases purínicas y pirimidínicas, la ribosa y la
desoxirribosa y los aminoácidos. Estas son las sustancias que al ensamblarse entre sí
constituyeron los polímeros que a su vez formaron las macromoléculas propias del sistema
vivo, principalmente los ácidos nucleicos como el ADN y el ARN y las proteínas. Estos
compuestos llegaron a formar partículas semejantes a los virus actuales. Más tarde se
formaron los compuestos autocatalizadores y moldeadores genéticos que podían sintetizarse a
sí mismos, los que al unirse a otros compuestos que conformaban estructuras membranosas
de ensamblaje y protección formados por lípidos y proteínas, dieron origen a los protobiontes o
sistemas vivos primitivos. Estos habrían sido semejantes a los coacervados que Oparin logró
obtener artificialmente en la forma de gotitas de polímeros que poseen un matabolismo muy
sencillo. Estos protobiontes se habrían sostenido utilizando los electrones de la luz solar, para
formar después diversas formas de arqueobacterias.
Los primeros sistemas vivos unicelulares semejantes a los actuales aparecieron cuando
los protobiontes desarrollaron estructuras semejantes a los peroxisomas que realizan algunos
procesos fisicoquímicos elementales de tipo metabólico, y cuando el conjunto del sistema
quedó relativamente aislado de su ambiente externo por una membrana que no es sólo
protectora sino receptora, por cuanto actúa como un sensor que refleja algunos de los cambios
del ambiente local inmediato que son esenciales para el mantenimiento del sistema. Estos son
los primeros sistemas celulares, o simplemente células, que contienen el ADN disperso en un
protoplasma, de allí que se los considere como procariotas: células sin núcleo y sin organelos.
De este modo quedó definida la existencia del primer reino del sistema vivo que es el reino
Monera. Éste está constituido por sistemas unicelulares, como las bacterias, que son
generalmente autotrofos ya que se bastan a sí mismos al sintetizar sus propios constituyentes.
Los seres vivos más primitivos son seguramente los procariotas que son las células más
simples que se conocen. Éstas no requieren oxígeno para subsistir (recuérdese que en la
atmósfera primitiva de la Tierra no había oxígeno libre como hay en la actualidad). Unos dos
mil millones de años después del comienzo de este tipo de vida, se supone que aparecieron
las cianobacterias (bacterias azulverdosas) que ya contienen los plástidos o primeros
organelos que pueden realizar una fotosíntesis, es decir, que pueden sintetizar sus
componentes químicos por efecto de la energía solar. Recién a partir de estas reacciones
empezó a liberarse el oxígeno en la atmósfera, y la presencia del oxígeno libre en la atmósfera
terrestre fue seguramente el cambio más importante para el desarrollo de seres vivos cada vez
más complejos como los animales que conocemos.
Hace aproximadamente dos mil millones de años, los procariotas primitivos incorporaron a
los plástidos contenidos en cianobacterias, y en otros casos a las mitocondrias, posiblemente
contenidas en protobacterias, que son capaces de usar la energía química de los
carbohidratos para sintetizar ATP. Así aparecieron las especies del reino Protista que son
sistemas unicelulares eucariotas, como son los protozoarios y las algas. En estos, los
procesos químicos del protoplasma se realizan en organelos, y el ADN organizado en genes
forma la cromatina que se concentra en un núcleo.
En estos sistemas celulares, y de ellos en adelante, el ADN quedará convertido en una
estructura química cuya actividad refleja tanto los procesos fisicoquímicos que le precedieron y
aún suceden en su interior, así como los cambios que se repiten cíclica y regularmente (Anojin,
40

1987) a su alrededor. A partir de estos sistemas unicelulares, en los últimos 1,300-1000


millones de años, el sistema vivo prosiguió su evolución hacia la formación de individuos
multicelulares cada vez más complejos, y surgen así los reinos Fungi, Animalia y Plantae.
Durante este desarrollo del sistema vivo han ocurrido períodos llamados de radiación
adaptativa, en que algunas especies se expandieron habitando amplias zonas del planeta, que
han alternado con períodos de extinción en masa en que desaparecieron muchas otras
especies. Así llegamos a los 4 a 5 últimos millones de años en que surge y se desarrolla entre
los primates el género Homo. Es posible que a partir de un tronco común, hayan divergido los
homínidos, diferenciándose de los monos. Sólo dentro de este género, algunas de sus
especies empezaron el desarrollo de sistemas multiindividuales tendientes a una organización
social, y cuando muchas de ellas se extinguieron, sólo la especie Homo sapiens en los últimos
500 ó 100 mil años culmina su transformación en un sistema supraindividual de características
totalmente distintas de los ya existentes. El resultado es que sólo los individuos de esta
especie llegaron a organizarse para conformar una verdadera sociedad.

3.3. La información y los procesos de la vida


Estaremos de acuerdo en que la simple descripción de la evolución del sistema vivo, es
decir, la narración de los hechos que conforman la historia de este sistema, no basta para
explicar qué es la vida, o para explicar qué es lo que determina las características tan
particulares que tienen los seres vivos, como las que hemos mencionado previamente. Para la
ciencia no es suficiente describir, delimitar y clasificar los fenómenos, basándose en la sola
enumeración de sus atributos o propiedades. Y aunque para una cierta cultura no sea
importante precisar cual es la esencia de un determinado objeto, y les basta con conocer su
existencia, para los pueblos cuyo desarrollo depende de una teoría científica debidamente
fundada, es importante no sólo buscanr el conocimiento de los factores que causan los rasgos,
capacidades y atributos de los hombres, sino primordialmente la explicación que responda a
las preguntas para qué se vive o para qué las personas hacen lo que hacen. Para este
desarrollo, decimos, es fundamental precisar de qué naturaleza son los procesos esenciales
que determinan la organización del sistema que primero lo calificamos con el adjetivo vivo y
luego lo designamos con el sustantivo vida.
Si seguimos con la mayor precisión posible el proceso formativo y luego el desarrollo
progresivo del sistema vivo, desde las células hasta la sociedad humana, creemos que es
posible explicar la naturaleza de la sociedad y los hombres basándonos en el concepto de que
la información es la esencia de la vida; es decir, que la existencia del sistema vivo depende de
procesos de carácter informacional, desde que la información apareció de una vez y para
siempre como un desarrollo superior de los procesos neguentrópicos de la materia de nuestro
planeta.
En primer lugar, si describimos el sistema vivo tal como lo encontramos en la actualidad,
se puede diferenciar objetivamente individuos o conjuntos de individuos con varias formas o
niveles de organización. De éstos los más notables son: 1) el nivel celular, 2) el tisular, 3) el
orgánico, 4) el psíquico y 5) el social (Ortiz, 1994). Al respecto, se ha sugerido que estas
formas de organización de la estructura y la actividad de los individuos actuales no podrían
mantenerse y menos desarrollarse y reproducirse, si no fuera porque siguen un patrón o
modelo de desarrollo que la información. En tal sentido, si nos preguntarnos qué es aquello
que subyace a la organización de una célula, de un tejido, del sistema nervioso, de la
conciencia de una persona, así como la organización de la sociedad, es posible responder en
el sentido de que se debe a la existencia de una superestructura material, que en el más alto
nivel de organización neguentrópica de la materia, es la información. Además, de este modo
se dejan de lado las definiciones metafóricas del concepto de información.
En segundo lugar, la misma lógica de los procesos informacionales dentro del sistema
vivo, implica que todo el conjunto del sistema, a diferencia de los sistemas inertes, debe su
existencia a una doble determinación, en el sentido de que refleja: 1) los procesos
neguentrópicos de ordenamiento molecular que le dieron origen, por los cuales toda estructura
viva es determinada en sentido biogenético a partir de los procesos neguentrópicos de la
materia inerte que ocurrieron desde las fases más tempranas de la formación de nuestro
planeta, y 2) refleja las condiciones entrópicas y neguentrópicas actuales del ambiente exterior
de las que depende la integridad de cada sistema vivo individual o colectivo; todo lo cual
41

indica que todo ser vivo es determinado en sentido ecocinético por los procesos que suceden
cíclica y regularmente en dicho ambiente exterior al sistema.
En tercer lugar, si cada sistema vivo individual es doblemente determinado, es de suponer
que esta determinación no es de tipo causal, o que se trata de un ordenamiento causado por
procesos físicos y/o químicos lineales, similares o iguales a los de la materia inerte (que es
válida respecto de su estructura puramente física o química), sino que es necesariamente
organizada por medio de una estructura material cuya actividad se autogenera al reflejar tanto
los procesos biogenéticos internos del sistema individual, como los cinéticos del ambiente
actual que lo rodea.
Esto significa que la organización de todo sistema vivo individual tiene que ser
determinada, en consecuencia: 1) en sentido epigenético, a partir de sus elementos
constituyentes actuales, y 2) en sentido cinético a base de la estructura informacional
preexistente. Con este análisis, habrá quedado claro que si bien la base real de desarrollo del
sistema vivo es el ambiente externo al sistema, la información viene a ser la base interna
efectiva de dicho desarrollo, por cuanto dicha base real externa puede reestructurar la
actividad en curso del sistema sólo a través de la estructura informacional. En los sistemas
vivos individuales de cualquier especie, la información es pues la estructura material cuya
actividad determina la estructura y actividad de cada uno de los niveles o formas de su
organización interna, desde el nivel celular hasta el nivel social.
Por consiguiente, para explicar la naturaleza de cada sistema vivo individual, se tendrá en
cuenta: 1) la determinación epigenética actual de la información que depende del medio
interno del individuo, que se efectúa a través de receptores intraindividuales, y 2) la
determinación cinética actual del ambiente externo sobre dicha información que se efectúa a
través de receptores ubicados en la superficie externa del individuo. De este modo, la
información determina cinéticamente el desarrollo del sistema a través de efectores
distribuidos tanto respecto del medio interno como en relación con su medio externo; procesos
que usualmente se denominan de control o regulación).
Aquí es necesario hacer una suerte de digresión respecto de algunos de los conceptos
que serán usados en esta Introducción. Uno es el concepto de genesis. Sabemos al respecto,
que los genes han tenido una génesis, en el sentido de que son resultado de la biogénesis
que ocurrió hace más 3 mil millones de años. Por tanto, desde el punto de vista de nuestra
definición de la información, genéticos son solamente los procesos que dan origen a genes,
como es el caso de la replicación actual del ADN. Pero, cuando los genes determinan la
división celular, los procesos ya no son genéticos, sino cinéticos, por cuando determinan la
reorganización o la reproducción de una estructura celular preexistente. Los seguiremos
llamando genéticos por cuanto es actividad de los genes, pero a sabiendas de esta actividad
de los genes es informacionalmente cinética, como una concesión lingüística, mas no
conceptual ni lógica.
Hemos dicho, además, que los sistemas vivos ya no son formas de un ordenamiento
dinámico de la materia en general, sino formas de organización que se desarrollan por sí
mismas dentro del sistema vivo únicamente. Por consiguiente, el desarrollo del sistema vivo
que depende de la información puede modificarse o ampliarse por efecto de los cambios
actuales que ocurren dentro o fuera de todo el sistema, o dentro o fuera de cada sistema
individual. Esta suerte de plasticidad no es sino el aspecto mnésico de la información: el hecho
de que pueda modificarse y que dicha modificación, si guarda coherencia con la estructura y la
actividad de todo el conjunto del sistema, pueda permanecer así de allí en adelante. Para que
esto ocurra, sin embargo, primero deben transducirse dichos cambios del ambiente en los
receptores, internos o externos del propio sistema.
Teniendo en cuenta esta caracterización de la información, podemos afirmar que todos los
procesos internos por medio de los cuales se organiza la integridad, la estabilidad, la
reproducción y la mutación de los individuos, todo depende de alguna clase de información, y
que cualquiera que fuese su clase, la información aparecerá ante el observador en dos formas:
1) de representaciones, o de estructuras que reflejan tanto el medio interno como el entorno
del ser vivo, y 2) de procedimientos, o de actividad que se refleja tanto en el medio interno
como en el entorno del mismo sistema.
42

Los procesos informacionales se ubican en el extremo superior de los procesos


neguentrópicos más complejos de la materia. Ellos determinan, tanto en sentido genético como
cinético, la organización de los sistemas vivos. De este modo, dichos procesos resultan ser
esencialmente distintos del ordenamiento, aunque igualmente neguentrópico, de los procesos
subatómicos, atómicos y moleculares que siguen las leyes causales que caracterizan a la
materia inerte. Naturalmente que ambos tipos de procesos neguentrópicos son opuestos a los
de descomposición entrópica de toda la materia, aquellos que afectan a la materia viva e
inerte por igual.
Si bien los saltos del nivel subatómico al atómico y del atómico al molecular, se podrían
explicar en términos de una doble determinación, del mismo modo que explicamos los saltos
del nivel celular al tisular, o de los sistemas multiindividuales a los supraindividuales, en
realidad, el parecido corresponde sólo al aspecto fenoménico de los cambios. Podría decirse,
por ejemplo, que la progresión de los átomos de menor peso atómico a los de mayor peso
atómico sería un desarrollo por mutaciones en la configuración que adoptan las partículas
elementales dentro de las más complejas, como si fuesen cambios en una memoria física o
química. Si esta explicación fuese verdadera, 1°, estaríamos negando la importancia de la
actividad genética y sugiriendo que los sistemas inertes y los sistemas vivos no son diferentes
en lo esencial; 2°, negaríamos la importancia del grado de complejidad de las “partículas” que
componen el sistema vivo: macromoléculas, células, plantas, animales, etc.; 3°, quedaría sin
explicación el aspecto de la reproducibilidad de los sistemas individuales; 4°, estaríamos
practicando el más genuino reduccionismo fisicalista; 5°, nos quedaríamos sin la posibilidad de
explicar la actividad espiritual y la organización moral de la sociedad y la determinación social
del hombre.
Si bien no se puede negar que hay un patrón neguentrópico-entrópico universal, y que ni
el sistema vivo queda fuera del sistema material del universo, como tampoco la sociedad
queda fuera del sistema vivo, es igualmente imposible negar que todo lo que ha hecho la
sociedad con la naturaleza es resultado de una forma superior de actividad, semejante sólo en
apariencia a la que realizan todos los demás seres vivos. La diferencia también requiere de
una explicación.
En efecto, los saltos de la materia inerte, de la estructura atómica a la estructura
molecular, son saltos de un solo sentido; en cambio, los saltos genéticos del sistema inerte al
sistema vivo, de los sistemas multiindividuales a la sociedad, aunque son saltos
neguentrópicos, también son formas de organización cualitativamente diferentes de la materia,
porque se deben a indudables reestructuraciones cinéticas de aquellos procesos que fueron
punto de partida de cada nivel de organización, y que ahora son el soporte activo de la misma
información. El hecho de que hayan surgido superestructuras informacionales que reflejan
dichos procesos genéticos y que se reflejan cinéticamente en el conjunto del sistema –como
son el ADN, la matriz intercelular, el sistema nervioso, el neocórtex cerebral, el lenguaje–,
dentro de estos sistemas materiales que llamamos sistemas vivos, y que el sistema que
contiene todas estas superestructuras haya llegado a transformar la materia en herramientas,
máquinas y computadores, ya es una cuestión que obliga ir a contracorriente y, en vez de
acentuar las semejanzas como hacen las ciencias naturales, tengamos que acentuar las
diferencias, como los hacen (o deberían hacer) las ciencias sociales. Es decir que no podemos
explicar la vida y menos al hombre, si es que no empezamos desde el comienzo: primero,
dando importancia a la diferencia esencial que existe entre los procesos neguentrópicos de
tipo fisicoquímico y los procesos neguentrópicos de tipo informacional, y luego, dando
importancia a la diferencia esencial que existe entre la información que organiza los sistemas
individuales que llamamos personas y la información que organiza el sistema supraindividual
que llamamos sociedad.
Una salida a las dificultades conceptuales de la ciencia positiva, dedicada íntegramente al
estudio de los seres vivos no humanos, que son las que justamente han llevado a la
conclusión de que la información es amaterial o que no es materia ni energía, la podremos
obtener después que hayamos precisado que en cada uno de los niveles de organización del
sistema vivo le corresponde una clase de información, que puede estar más o menos dispersa
como en los procariotas, los tejidos o la sociedad, o muy concentrada como en los
cromosomas de los eucariotas o los cerebros de las personas.
43

En síntesis, información es toda estructura material incluida dentro de un sistema


igualmente material, que al reflejar tanto la actividad interna de este sistema como la
estructura del ambiente que lo rodea, su actividad determina la organización del sistema total,
fuese individual o social.
Según esta definición, la información es el modelo que determina como se organiza todo
el conjunto del sistema vivo y cada uno de los individuos que lo constituyen. Entonces, como
se ha dicho, tanto la información en sí como el sistema vivo en su conjunto estarán
determinados por procesos genéticos de tipo ascendente (porque han dado origen a sistemas
cada más complejos) o de punto de partida que determinan la aparición de estructuras de nivel
superior, las que por procesos cinéticos que generan de modo descendente determinan que
las estructuras de nivel inferior sean reorganizadas y convertidas en soporte activo de la
totalidad del sistema. Por consiguiente, se tiene que diferenciar entre 1) los procesos
epigenéticos que han ocurrido más allá de la genesis de las células y han sido los puntos de
partida de la información correspondiente a cada nivel superior de organización del sistema
vivo, como son el desarrollo histogenético de la información metabólica que organiza a los
animales tisulares; el desarrollo neurogenético de la información neural de los organismos; el
desarrollo psicogenético de la información psíquica de los psiquismos y el desarrollo
sociogenético de la información social que organiza la sociedad, y 2) los procesos cinéticos
que han sucedido a cada uno de los desarrollos anteriores, y que son el efecto de la actividad
reorganizadora que la información de cada nivel ejerce sobre el conjunto del sistema, que son
los procesos de citocinesis, histocinesis, neurocinesis, psicocinesis y sociocinesis,
respectivamente. No es difícil comprobar que todos estos procesos se repiten en todos los
individuos hasta que alcanzan su propio nivel superior de organización.
Además, en cada nivel de organización, la información refleja dos tipos de entrada: uno
respecto de su medio interior y otro respecto del exterior, y dos tipos de salida: uno que
organiza su actividad intraindividual y tiene lugar en su medio interior, y otro que organiza su
actividad extraindividual en relación con dicho ambiente exterior.

3.4. Categorías de información y el desarrollo del sistema vivo


Como se sabe y lo hemos repetido muchas veces, a un ser vivo se le reconoce por sus
atributos observables, por sus características que se pueden comprobar objetivamente. Pero el
científico tiene que saber explicar de qué depende que este sistema tenga tales o cuales
atributos o características. Lógicamente que la vida no son los atributos en sí, así como una
personalidad no tiene que ser sólo un conjunto de atributos. De hecho que estos dependen de
procesos internos que los determinan. Tampoco diríamos que la vida son estos procesos
internos en sí. Explicar la vida a base de las reacciones fisicoquímicas que ocurren entre los
átomos y moléculas que conforman un ser vivo, es reduccionismo puro, tan puro como el de
sostener que la actividad psíquica es sólo una función del cerebro o un atributo emergente de
mismo. Por tanto, si sostenemos la idea de que el sistema vivo es en esencia un sistema
informacional, en el sentido de que los procesos esenciales de la vida son de naturaleza
informacional, será importante precisar cómo es que se ha desarrollado la información desde
los genes hasta las leyes que norman la conducta social de las personas; cómo se ha
expresado en el desarrollo de todo el sistema y se sigue expresando en el desarrollo de cada
individuo. En lo que sigue, dada la índole de nuestra Introducción, esta explicación quedará
restringida a la evolución de los sistemas animales que, indudablemente, son lo que están en
la línea de desarrollo de la especie Homo sapiens y la sociedad humana.
Sobre la base de los conceptos introducidos hasta aquí, reiteramos que la información es
una forma de reflexión de la materia; que los procesos informacionales ocupan el segmento
más avanzado y superior de los procesos neguentrópicos de la materia que sólo ocurren en
las células y los demás sistemas vivos en adelante; que existen varias categorías de
información (Cuadro 3.1): genética, metabólica, funcional, psíquica y social que han aparecido
de modo progresivo en el curso del desarrollo del sistema vivo, que continúa con el desarrollo
de la humanidad, y culmina con la formación de la sociedad; que cada una de estas categorías
de información es esencial para mantener la organización de cada nivel del sistema vivo, o lo
que es lo mismo, que cada categoría de información es la base de desarrollo de los niveles
inferiores de actividad que inicialmente le dieron origen, a los que en el curso del tiempo
44

convierte en su soporte activo, hasta que el sistema vivo se descomponga por efecto entrópico
de la materia.

CUADRO 3.1
CLASES DE INFORMACIÓN
1. Genética
a. De regulación intracelular
b. De regulación extracelular
2. Metabólica
a. Endocrina
b. Inmunitaria
3. Neural:
a. Visceral
b. Somática
4. Psíquica:
a. Inconsciente:
i. Afectiva: Sensaciones afectivas
ii. Cognitiva: Sensaciones cognitivas
b. Consciente:
i. Afectiva: Sentimientos
ii. Cognitiva: Conocimientos
iii. Conativa: Motivaciones
5. Social:
a. Tradicional ( Sentimientos)
b. Cultural ( Conocimientos)
c. Económica ( Motivaciones)

En resumen (cuadros 3.2 y 3.3), todo el sistema vivo que existe en nuestro planeta está
organizado a base de distintas categorías de información cuyo grado de complejidad ha ido
aumentado de manera progresiva en el curso de su desarrollo. Según este concepto, los
individuos de cada especie también se tienen que organizar en el curso de su propia historia a
base de una o más categorías de información hasta llegar al nivel que corresponde al mayor
grado de desarrollo de su clase. En otros términos, cada categoría de información constituye el
modelo a base del cual se desarrollan los individuos de las diversas especies, de modo tal,
que mientras mayor es su complejidad, más niveles de organización tendrá, y cada uno de
ellos tendrá de uno hasta 4 categorías de información. Los únicos que tienen cinco son la
sociedad y las personas.
___________________________________________________________________________
__

CUADRO 3.2
EL SISTEMA VIVO ES UN SISTEMA INFORMACIONAL

P
R
(V) INFORMACIÓN SOCIAL O
PROCESOS
EPIGENÉTICOS C
(IV) INFORMACIÓN PSÍQUICA
C
(III) INFORMACIÓN NEURAL
I
N
(II) INFORMACIÓN METABÓLICA É
T
(I) INFORMACIÓN GENÉTICA I
C
O
S
45

(0) UNIVERSO ESPACIOTEMPORAL

___________________________________________________________________________
__

CUADRO 3.3

PROCESOS DE ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA VIVO

(V) ORGANIZACIÓN SOCIAL SOCIEDAD

(IV) ORGANIZACIÓN PSÍQUICA VERTEBRADOS

(III) ORGANIZACIÓN ORGÁNICA INVERTEBRADOS

(II) ORGANIZACIÓN TISULAR ESPONGIARIOS

(I) ORGANIZACIÓN CELULAR BACTERIAS

(0) ORDENAMIENTO FISICOQUÍMICO

A partir de la definición general de la información que acabamos de desarrollar, podemos


definir las diferentes categorías de información –dentro del respectivo nivel de organización
del sistema vivo– del modo siguiente:

I. La información genética y los sistemas unicelulares:


La información genética es un conjunto de estructuras moleculares cuya actividad es el
modelo que organiza la actividad bioquímica de los sistemas vivos individuales de tipo
unicelular. Estas estructuras moleculares son los genes formados por las secuencias de
nucleótidos que forman el ADN. Las células son sistemas vivos constituidos por el
ensamble bioquímico de una estructura informacional, varias estructuras proteínicas y
glucolipídicas y diversos elementos y moléculas cuya actividad es organizada por dicha
información genética. Los sistemas celulares fueron determinados por los procesos
biogenéticos ya descritos y por procesos cinéticos que dependen del ambiente exterior
que rodea a la célula. Una estructura celular es pues una forma de actividad bioquímica
esencialmente reproductiva. Los sistemas celulares forman los reinos Monera y Protista,
que bien pueden definirse como una solo: el Reino de los sistemas vivos unicelulares.
En las células se puede diferenciar una actividad genética de regulación intracelular
(citosólica) y otra de regulación extracelular (de la membrana plasmática). Esta división
entre los aspectos intraindividual y extraindividual de todos los sistemas individuales se
mantendrá en toda la escala de los seres vivos.

II. La información metabólica y los sistemas tisulares:


46

La información metabólica es un tipo de estructuras moleculares cuya actividad es el


modelo que determina el desarrollo de los sistemas individuales tisulares. Dicha
estructura está conformada por moléculas elementales que se conocen como
mensajeros químicos, moléculas mensajeras, señales químicas –como son las
hormonas, los neurotransmisores–, así como diversas moléculas por medio de las se
ensamblan las células entre sí; pero tendremos en cuenta que la información no es cada
una de estas moléculas sino las estructuras plurimoleculares distribuidas en la matriz
intercelular de los tejidos. En efecto, una vez liberados en el espacio extracelular, estas
moléculas forman estructuras químicas supracelulares cuya actividad reorganiza al
sistema multicelular y así lo convierte en un sistema individual tisular, caracterizado por
una actividad metabólica intercelular. Los sistemas individuales tisulares fueron
determinados epigenéticamente a partir de la actividad de conglomerados o agregados
de células individuales que finalmente se estructuran a base de la información
metabólica supracelular mencionada. Los sistemas individuales tisulares forman los
reinos Fungi y Plantae, y parte del reino Animalia hasta los espongiarios, que bien
pueden constituir el Reino de los sistemas vivos tisulares. En los seres vivos tisulares,
diferenciaremos también una actividad de regulación intraindividual, endocrina, y otra de
regulación extraindividual, inmunitaria.

III. La información neural y los sistemas orgánicos:


La información neural es un tipo de estructuras formadas por impulsos nerviosos cuya
actividad es el modelo que organiza la estructura funcional de los sistemas individuales
orgánicos, que llamaremos específicamente organismos. Tendremos en cuenta que
tampoco los impulsos nerviosos de las células nerviosas o neuronas constituyen por sí
mismos la información neural. En realidad, estos impulsos sirven para codificar dicha
clase de información; pues la información neural es todo conjunto de impulsos nerviosos
estructurado dentro de una red neural de tipo nuclear, cada uno de los cuales organiza
sólo un tipo de actividad funcional o función de un segmento del individuo. Las
estructuras de impulsos nerviosos más elementales son las señales neurales
(sensoriales y motoras) y los datos neurales codificados en las mencionadas redes
nucleares, como son los ganglios de los nervios y raíces sensoriales y los núcleos
sensoriales y motores. Los organismos se formaron a partir de la actividad metabólica
de los tejidos de algunos individuos tisulares entre los cuales se llegó a diferenciar el
tejido nervioso. Los organismos tienen una actividad funcional que depende de la
información neural, tal como ocurre en los individuos del reino Animalia, desde los
celenterados hasta los insectos y los vertebrados inferiores, como los peces y anfibios.
Notaremos que sólo los sistemas individuales organizados a base de información neural
son los verdaderos organismos, pues su estructura está conformada por un conjunto de
sistemas de órganos o sistemas orgánico-funcionales, unos de carácter intraindividual o
visceral (que son los aparatos digestivo, respiratorio, circulatorio, urinario) y otros de
carácter extraindividual o somático (los aparatos muscular, osteoarticular, de la piel y los
sentidos), cada uno de ellos con funciones específicas. La información neural refleja en
sentido epigenético la actividad celular y metabólica, y se refleja en sentido cinético en
la actividad metabólica y celular de los tejidos efectores; procesos estos que se
denominan de la sensibilidad y la motilidad.

IV. La información psíquica inconsciente y los sistemas psíquicos animales:


La información psíquica inconsciente es propia de los vertebrados superiores, específica
de los animales con corteza cerebral, una característica que ya está bien definida en los
reptiles, las aves y los mamíferos. La definimos como un conjunto de estructuras
formadas por múltiples redes corticales cuya actividad es el modelo que organiza la
actividad psíquica individuos psíquicos, o psiquismos, en realidad. Naturalmente que
una red columnar dentro de una lámina cortical no constituye por sí misma la
información psíquica; como en el nivel funcional: se trata de una red compleja
estructurada epigenéticamente a partir de información neural y cinéticamente a base de
las características igualmente complejas, panorámicas y diferenciadas del entorno local.
Esta categoría de información emergió a partir de la actividad funcional (metabólica y
celular) de los organismos, pues el sistema nervioso de los psiquismos ya tiene una
47

formación cerebral más diferenciada en la que se reflejan dichas categorías de


información. Lógicamente que un organismo reestructurado íntegramente por la
actividad psíquica que depende de la información psíquica cortical ya no diremos que
tiene un psiquismo, sino que se ha convertido en un psiquismo. Estos animales tienen
también dos componentes: una intraindividual –el temperamento– que depende de su
actividad psíquica afectivo-emotiva en relación con su medio interno, y otra
extraindividual –el intelecto– que depende de su actividad psíquica cognitivo-ejecutiva
en relación con su ambiente inmediato o local.
Hasta este nivel de desarrollo del sistema vivo, así como en los sistemas
individuales inferiores que le precedieron, todas las clases de información que
determinan la organización de cada sistema individual, están codificadas
exclusivamente dentro de cada individuo, en sus genes, en su matriz intercelular, en sus
núcleos neurales y en su corteza cerebral. En todos ellos, como hemos dicho, la
información refleja dos tipos de actividad corporal: intraindividual y extraindividual; cada
una de éstas con su respectivas entradas y salidas.
Por otro lado, todos estos sistemas vivos individuales, se comunican entre sí
únicamente a través de señales que ellos mismos generan. Por lo tanto, tales señales
sólo reflejan la clase de información que el individuo procesa en cada nivel de su
actividad interna. Así, en los animales superiores estas señales reflejan la información
psíquica, neural o metabólica que organiza su actividad individual en un momento dado.

V. La información social, el sistema social y los sistemas personales:


A diferencia de los seres vivos de los niveles anteriores, en los últimos miles de años de
vida en la Tierra, y siguiendo la tendencia de los miembros de las diversas especies a
formar agrupaciones o sistemas multiindividuales, a partir de la actividad psíquica
primitiva de los individuos de la especie Homo sapiens, surgió la información social. Así
se forma la sociedad, que es la primera (y por ahora, la única) estructura viva
multiindividual que organiza su actividad a base de esta categoría de información que
ha sido codificada en medios físicos y químicos inertes que se encuentran fuera de los
individuos mismos. Definimos la información social como un conjunto de estructuras
físicas o químicas inertes cuya actividad es el modelo que organiza la actividad social
del sistema de la sociedad. En el capítulo 5, volveremos sobre este asunto para tratar el
problema de la información social y la estructura supraindividual de la sociedad.
Habremos notado que los saltos de un nivel de organización a otro, que depende de su
respectiva clase de información, no significa que los individuos estén constituidos por la
adición o la superposición de un nivel sobre otro. Lo que en realidad ha sucedido es la
conversión o transformación de una clase de individuo en otro de clase diferente. De esta
manera, así como un conjunto de individuos unicelulares se convierten en un individuo
multicelular por efecto de la información metabólica, así también un individuo tisular se
convierte en un organismo organizado a base de información neural; un organismo se
convierte en un psiquismo por efecto de la información psíquica. Por la misma razón, como
veremos respecto de la especie Homo sapiens, es su conversión en una sociedad por efecto
de la información social.

3.5. Codificación de la información


Cuando afirmamos que cada nivel de organización del sistema vivo depende de una
categoría específica de información, debemos suponer también que estas clases de
información deben codificarse en un sistema de memoria específico para cada uno de los
niveles de organización que dispone el individuo en cuestión (Ortiz, 1998). En tal sentido,
además de codificarse en los respectivos elementos materiales –como son los nucleótidos, las
moléculas mensajeras, los impulsos nerviosos, las redes corticales– la información de una
categoría también puede codificarse en la de cualquier otra; en todo caso, la codificación de
una categoría de información en otra se efectúa dentro de cada individuo, con la sola
excepción de la información social.
En efecto, una categoría dada de información puede encodificarse en información de un
nivel inferior. Por ejemplo, la información psíquica consciente puede encodificarse en
48

información psíquica inconsciente, ésta en señales neurales, éstas en señales químicas en las
sinapsis, y éstas en señales intracelulares. Inversamente, la información codificada en ciertas
neuronas puede descodificarse en información metabólica, ésta en información neural, ésta en
información psíquica inconsciente, ésta en información psíquica consciente y ésta en
información social.
Ya hemos señalado que, como todo sistema espaciotemporal, los sistemas individuales
tienen el doble aspecto de su estructura y actividad, dependiendo de cómo se codifica la
información en cada uno de los niveles de memoria, en la forma de datos o de señales. Esta
concepción del mundo hace posible que podamos explicar cualquier sistema, vivo o inerte,
individual o social, natural o artificial, al codificar la información social también en la forma de
datos o de señales. A su vez, estas formas de codificación de la información, determinan que
todo individuo aparezca ante el observador como estructura –celular, tisular, orgánica o
psíquica de su cuerpo–, y como actividad –bioquímica, metabólica, funcional o psíquica de su
historia–. Esto significa que cualquiera que fuera la clase de información, ante nosotros
siempre aparecerá como la estructura activa o como la actividad estructurada que organiza la
estructura y los procesos de todo sistema vivo, individual o social.
Podemos pues imaginar que los hombres actuales, cuyos niveles de organización se
sitúan entre el nivel supraindividual de la sociedad y el de sus células, han tenido que
estructurarse a base de las clases de información que se codifican no sólo en la memoria
neocortical en el mayor nivel de su organización, sino en sistemas de memoria
correspondientes a cada uno de los niveles de organización de cada individuo y de la
sociedad (Ortiz, 1998). Por consiguiente, todo sistema vivo –desde las bacterias hasta la
humanidad–, es un sistema de memoria relativamente aislado, que tiene una misma
organización de base informacional, tal como podemos apreciar en el esquema comparativo
de la fig. 3.1. En todo caso, es preciso diferenciar entre: 1) la relación cualquier individuo vivo
no-humano y su ambiente local; 2) la relación entre cada personalidad y el ambiente social, y
3) la relación entre la sociedad y el ambiente universal que conocemos. Dentro de este
esquema, la relación entre cada personalidad y el ambiente universal, tendrá que hacerse
necesariamente por medio de la información social disponible.
___________________________________________________________________________
__

N/C Inf.

ORGANISMO SIST. VIVO

A B
Fig. 3.1. Esquema comparativo de los modelos de la relación individuo/medio. Según el modelo
tradicional A, el organismo genera respuestas ante los estímulos de su ambiente local (en el mejor de los
casos se supone que la información está almacenada en el núcleo (N) de las células o en el cerebro (C).
Según el modelo B, todo sistema (sist.) vivo, individual o social, se relaciona con su ambiente; pero
también es necesaria la relación interna entre el todo corporal y la información (Inf.) –que puede ser
genética, metabólica, neural, psíquica o social– que lo organiza.
___________________________________________________________________________
__
49

3.6. Crítica de los conceptos de evolución y de selección natural


Se ha sugerido que el desarrollo de la Teoría de la Evolución de Darwin se ha hecho en
tres estadios sucesivos: a) el darwinismo original, b) el neodarwinismo y c) la teoría sintética
actual. Esta última fase consistiría en la integración de un conjunto de aportes teóricos acerca
de: 1) las mutaciones, que se producirían al azar como consecuencia de las necesidades de
adaptación de los organismos; 2) la recombinación respecto de las poblaciones que se
reproducen sexualmente; 3) la selección natural, entendida como la mayor fuerza que dirige la
evolución, y que se aplica al nivel del individuo; 4) el aislamiento, respecto de la prevención
del flujo de los genes a causa de la separación geográfica o ecológica, y 5) la pérdida de
genes al azar (Reif, Junker y Hossfeld, 2000).
Sin embargo, es evidente que en sus tres versiones, la teoría de la evolución no explica,
ni se ha preocupado por explicar, de qué naturaleza son los procesos esenciales que
determinan estas profundas variaciones y transformaciones que caracterizan al sistema vivo, y
que se denomina en conjunto la evolución. Naturalmente que desde el punto de vista de la
explicación sociobiológica del hombre, nos interesa conocer, primero, la evolución del reino
Animalia; luego, la evolución de las especies del género Homo y finalmente la transformación
de la especie Homo sapiens en una humanidad y después en una sociedad.
Se tendrá en cuenta que el objetivo final de cualquier sociobiología no es explicar sólo los
procesos que han determinado la organización de los sistemas vivos hasta que estos culminan
en un sistema de tipo social, sino también como el sistema de la sociedad determina la
transformación del hombre en personalidad; lo cual no es esencialmente diferente del proceso
por el cual el ambiente físico local determina la estructuración definitiva de cualquier ser vivo
individual. Lógicamente que, respecto del hombre, la explicación de la evolución de estos
sistemas tendrá que hacerse en términos de una teoría que a la vez explique todos o casi
todos aquellos aspectos de la evolución señalados por Reif y col. (ob. cit.). En efecto, esto es
lo que pretendemos hacer en esta Introducción: lograr una explicación de la actividad social
del hombre a partir de la teoría cerca del desarrollo del sistema vivo en términos de las clases
de información que subyacen a su organización.
Insistiremos, entonces, en que el concepto de evolución, y por lo tanto, la Teoría de la
Evolución, tal como fueron planteados por Darwin y tal como se los plantea en la actualidad,
adolecen de una serie de limitaciones que no son sino las limitaciones de la ciencia natural
respecto de la explicación de la sociedad y de las personas. En realidad, aquel proceso que se
denomina evolución no es un proceso físico-químico que sólo amplía linealmente, en una sola
dirección o en un solo sentido, las reacciones físico-químicas de la materia inerte. Esta es sólo
la apariencia objetiva o fenoménica de lo realmente sucede como procesos esenciales en el
interior de objetos materiales que los identificamos como seres vivos. En realidad, el concepto
darwiniano de evolución sólo describe los saltos de un ser vivo a otro por la descripción de las
características que se observan directa o instrumentalmente en los individuos de la
biodiversidad objetiva. Por eso se delimitan los reinos según las características objetivas de
tales seres: el ADN está disperso o compacto en un núcleo, sintetizan sus componentes
moleculares o los toman de otros, están fijos en la Tierra, o nadan, caminan o vuelan; caminan
en cuatro patas o en dos pies, al mismo tiempo que, como exigen las ciencias naturales, se
acentúan las semejanzas, y aunque las diferencias sean abismales, pues se antropomorfiza a
los animales o se animaliza a los hombres. Y para sustentar lo escrito en la teoría, se niegan
los conceptos más universales que la cuestionan, o se introducen los conceptos ad hoc que la
mantengan vigente. Así se niega el concepto de desarrollo y se apela al de evolución que se
usa en el sentido de un proceso dinámico, físico u objetivo. El reduccionismo evita el
cuestionamiento a la carencia de una teoría que explique los procesos esenciales que
determinan la diversidad de formas que ha adoptado la actividad material que conocemos
como la vida, y dentro de ésta, la vida de los hombres en sociedad.
Lo que sostenemos es que, una vez organizadas las células a base de información
genética, cada nueva clase de información que surge dentro del desarrollo neguentrópico del
sistema vivo preexistente, determina la organización de un nuevo tipo de sistema vivo,
necesariamente más complejo. La característica esencial del desarrollo –aunque se puede
hablarse de la evolución, siempre y cuando se defina este concepto como el desarrollo
progresivo del sistema vivo– es pues la de sucesivos saltos de un nivel de organización a otro,
50

saltos que sucedieron cada vez que quedaba estructurada una categoría de información de
mayor complejidad.
Los procesos esenciales del desarrollo del sistema vivo pueden explicarse en términos de
la forma como se modifica la información, tanto por los procesos genéticos que le dieron
origen, como por los cinéticos que dependen de las condiciones actuales del medio exterior.
Como la información dentro de cada individuo se codifica en un sistema de memoria que
refleja no sólo su estado interior (en sentido genético), sino también las condiciones del medio
exterior (en sentido cinético), los cambios que ocurren en ambos medios –el intraindividual y el
extraindividual– pueden generar cambios nuevos en dicho sistema de memoria y la
información en sí que determinan que el conjunto del sistema tienda hacia una mayor o mejor
estabilidad, es decir, a un mayor o mejor aprovechamiento de las condiciones materiales del
universo del que forma parte. Es lógico que los cambios que tienden a una mayor complejidad,
aunque menos probables, pueden generar una mayor cantidad o una mejor calidad de la
información, o una mejor configuración de las que ya tienen. El resultado es que el sistema
individual va a tener más variadas o mejores estrategias para aprovechar las condiciones del
medio exterior. La estabilidad de los sistemas individuales más complejos, por tanto, va a
depender más de la cantidad de información que de su capacidad de reproducirse, una
capacidad que es inherente a todo ser vivo. Las bacterias, los insectos, individualmente tienen
una vida de muy corta duración, comparados con los mamíferos. Sin embargo, como sistema
multiindividual son las especies que más han perdurado a pesar de las grandes variaciones
ambientales. Diríamos que la mayor complejidad de la información favorece a los individuos,
pero no tanto a las especies. El hombre es todo una excepción: debe ser porque dispone de
una categoría de información –la de tipo social– que puede incrementarse al infinito, por lo
cual no son sólo los individuos, sino toda la sociedad la que se reproduce a sí misma con cada
vez mayores ventajas sobre todos los demás reinos del sistema vivo.
La selección natural ya no podemos entenderla como resultado de una lucha de fuerzas,
de la victoria del más apto o del más fuerte, porque esta sería una visión mecancista y
antropomórfica del desarrollo del sistema. La evolución es y no es un proceso físico o químico
en sí. Lo es, porque todo el sistema solar en general y la Tierra en especial, son procesos
físicos y químicos. No lo es, porque la base real de desarrollo del sistema es la forma como se
ha organizado a base de información. Puede deducirse de este aserto que mientras más y
mejor la información de los seres vivos refleja cinéticamente su ambiente, más y mejor podrán
modificarlo. Al modificarlo, más y mejor podrán conocerlo; más y mejor podrán reestructurase
favorablemente a sí mismos. Estos procesos de reestructuración cinética son los que
determinan las mutaciones que ocurren por modificaciones más duraderas del ambiente que
se refleja en la estructura informacional de uno u otro nivel de memoria de cada individuo. Lo
más importante de este hecho es que la información una vez modificada es la que determina la
reestructuración cinética del individuo en su totalidad y su mejor adaptación al medio que le
rodea, pues es natural que estos procesos internos de determinación cinética en cada
individuo se extiendan hasta modificar los genes de sus células sexuales, y que más tarde
estos se reproduzcan y reflejen en los individuos de las generaciones que siguen.
Todo esto significa que la evolución, si queremos seguir usando esta palabra, tiene que
definirse no en términos de relaciones causales o de interacción entre los procesos físicos y
químicos del ambiente con los del individuo, sino en términos de la doble determinación,
genética y cinética, de los procesos que, a su vez, determinan la estructura de la actividad
interna de cada sistema vivo individual. Entonces, podremos decir que si la información refleja
“adecuadamente” al medio exterior y el sistema se modifica “favorablemente”, entonces éste
progresa por sí mismo, a pesar de que en sentido objetivo parece desarrollarse reflejando
como espejo su ambiente y reflejándose mecánicamente en él.
51

CAPÍTULO 4

LOS SISTEMAS VIVOS INDIVIDUALES

La composición química de los sistemas vivos. Los sistemas celulares. Los sistemas tisulares.
Los sistemas orgánicos. Los sistemas psíquicos.

En este capítulo, se prestaremos atención a la descripción de la estructura y la explicación


de los procesos de la actividad celular, tisular, orgánica y psíquica de los sistemas vivos
individuales. Su comprensión será fundamental para explicar la estructura y la actividad de la
sociedad y de las personas. Se hará referencia sólo a las especies del reino Animalia cuya
evolución se encuentra o parece encontrarse en la trayectoria que ha conducido a la
emergencia del género Homo y sus respectivas especies. Haremos notar el hecho de que la
diferenciación de los Reinos biológicos, no sólo debe aludir a las características fenoménicas
o superficiales de los individuos, sino fundamentalmente a los procesos esenciales, de
naturaleza informacional, de su determinación.
Después de revisar someramente la composición química de los sistemas vivos, haremos
una síntesis de la organización informacional de la estructura y actividad y las características
de los sistemas vivos individuales. El resultado de este análisis es que la clasificación de los
Reinos del Sistema Vivo se puede plantear de modo diferente al actual, vigente dentro de las
ciencias naturales. Según la tradición biologista, los cinco Reinos de la naturaleza tienen, o
parecen tener, características objetivas más o menos precisas. En los cuadros 4.1 y 4.2, por
razones didácticas, se adelanta comparativamente la clasificación de los Reinos según los
principios taxonómicos tradicionales y según el esquema planteado por nosotros,
respectivamente.

CUADRO 4.1
LOS REINOS DEL SISTEMA VIVO

1. MONERA: unicelular, procariótica,


2. PROTISTA: unicelular, eucariótica
3. FUNGI: multicelular, heterótrofo
4. PLANTAE: multicelular, autótrofo
5. ANIMALIA: multicelular, heterótrofo
52

4.1. La composición química de los sistemas vivos


El sistema vivo está constituido por sistemas vivos individuales. Desde este punto de
vista, todo lo que conocemos como seres vivos son individuos, desde una bacteria hasta un
hombre. ada uno de ellos es una estructura activa o una forma de actividad estructurada a
base de alguna de las clases de información.
En la composición de los sistemas vivos individuales intervienen unos 30 elementos
químicos de todos los que existen en el universo. De éstos, los más importantes son el C, el H,
el N y el O que están en todas las moléculas que los conforman, aunque de todos los
compuestos químicos que los seres vivos son capaces de sintetizar, no todos son
constituyentes corporales de los hombres.

CUADRO 4.2

LOS REINOS DEL SISTEMA VIVO POR NIVELES DE ORGANIZACIÓN

1. SISTEMAS DE TIPO CELULAR organizados por información genética

2. SISTEMAS DE TIPO TISULAR organizados por información metabólica

3. SISTEMAS DE TIPO ORGÁNICO organizados por información neural

4. SISTEMAS DE TIPO PSÍQUICO organizados por información psíquica

5. SISTEMAS DE TIPO SOCIAL organizados por información social

Uno de los objetivos fundamentales de la biología consiste en explicar cómo es que estas
sustancias que están en todos los ámbitos del universo, han llegado a conformar los seres
vivos. Es decir, cómo es que las mismas sustancias las que constituyen los sistemas inertes,
también son los constituyentes de los sistemas vivos, en qué consiste la diferencia que hay
entre ellos. De hecho, no es únicamente la manera cómo se combinan para configurar una
célula o un hombre, sino cómo es que esta configuración se realiza de un modo en una
bacteria, de otro en una planta, de otro en un gato; de un modo en Fernando, de otro en
Giuliana. En esta Introducción sostenemos, en efecto, que existe una estructura superior de
cuya actividad depende la forma como se organizan los átomos y las moléculas dentro de un
sistema vivo individual, o social, si este es el caso.
Como hay una tendencia lógica a reducir los procesos internos de los sistemas vivos a las
relaciones físico-químicas de sus átomos y moléculas, no dejaremos de mencionar cuán
importante es diferenciar los grados de complejidad en que se organizan estas partículas;
grados que dependen de la actividad de otras superestructuras que, como hemos visto, vienen
a ser lo que hemos llamado información, aunque esta idea ha requerido de una definición de
información que no es la usual.
De los elementos y compuestos químicos primordiales que componen la estructura de los
seres humanos, algunos son lo suficientemente móviles como para formar estructuras
efímeras, instantáneas. Otras forman estructuras más estables que cambian lenta o muy
lentamente en el tiempo; por eso se las considera los constituyentes del armazón o esqueleto
del sistema individual. En el cuadro 2.1 se enumeran los elementos y compuestos químicos
más importantes, que son los constituyentes de los animales superiores y del hombre; no
incluye los elementos y compuestos químicos que se forman en los procesos anabólicos y
catabólicos del metabolismo intermediario, ni los que forman parte de otros sistemas vivos más
simples o inferiores.
Otra manera de separar los tipos de constituyentes de los seres vivos consiste en
distinguir entre monómeros y polímeros. De los polímeros (constituidos por cadenas de
53

monómeros), los ácidos nucleicos son sustancias que o bien almacenan energía química e
intervienen en toda clase de reacciones bioquímicas dentro de las células, como el ATP; o
constituyen macromoléculas de las que dependen las características estructurales de los
sistemas individuales como son: el ácido desoxirribonucleico (ADN) que codifica, almacena o
contiene información genética; el ácido ribonucleico (ARN) que transcribe dicha información
para la síntesis de las proteínas.

CUADRO 2.1
CONSTIUYENTES QUÍMICOS DEL HOMBRE

a) Son constituyentes elementales (activos):

1. Elementos básicos: –C, H, N, O


2. Solvente universal: –Agua (75% del peso del individuo aprox.)
3. Electrolitos (Iones): –Na+, K+, Ca++, Mg++, Cl-, HCO3-,
4. Oligoelementos: –P, Fe, Mn, Al, Cu, Zn
5. Aminoácidos: –De los más de 300 aminoácidos que existen en la
naturaleza, sólo 20 (-amino levógiros) forman las
proteínas de los seres vivos; 10 son esenciales
(no son sintetizados por el hombre y tienen que ser
ingerirlos con los alimentos): valina, leucina,
isoleucina, treonina, metionina, arginina, lisina,
histidina, fenilalanina, triptofano. Los no esenciales
son: glicina, alanina, serina, tirosina, cisteína, ácido
aspártico, asparagina, ácido glutámico, glutamina,
prolina. Forman los péptidos y las proteínas
6. Péptidos: –Hormonas, neuromoduladores
7. Monosacáridos: –Hexosas (glucosa, fructuosa); pentosas (ribosa,
desoxirribosa)
8. Lípidos elementales: –Ácidos grasos, glicerol, esteroides (colesterol),
cuerpos cetónicos
9. Bases nitrogenadas: –Purinas (adenina, guanina)
–Pirimidinas (timina, citosina, uracilo)

b) Constituyentes estructurales (macromoléculas)

1. Polisacáridos: –Glucógeno, almidones


2. Lípidos: –Simples: grasas
–Complejos: Fosfolípidos (fosfatidilglicerol, fosfatidilcolina,
fosfatidiletanolamina, fosfatidilinositol, fosfatidilserina,
lisofosfolípidos, plasmalógenos, esfingomielinas)
–Acilgliceroles: triacilgliceroles (triglicéridos)

3. Proteínas: –Proteínas citosólicas: citoesqueleto, enzimas mecanoquímicas,


proteínas motoras (kinesina, dineina, dinamina)
–Proteínas de membrana: de la membrana nuclear, el retículo
endoplasmático, la membrana plasmática
Proteínas –Enzimas: nucleares (para la síntesis del ADN y el ARN),
mitocondriales (para la síntesis de ATP) y peroxisomales
(enzimas para destoxificación y peroxidación)

4. Nucleótidos: –Ácidos nucleicos: ADN, ARN; ATP (ADP, AMP), GTP, UTP; NAD.

5. Proteolípidos, lipoproteínas, glucolípidos


54

El ADN es una molécula de gran peso molecular que resulta del acoplamiento de ciertas
unidades químicas que son los nucleótidos. Un nucleótido consta de una molécula de fosfato,
una desoxirribosa y una base nitrogenada. Las bases nitrogenadas de importancia biológica
son sólo cuatro, pero que en distinto orden forman secuencias únicas y fijas para cada
segmento de ADN que constituye un gen. Estas bases son: adenina, guanina, timina, citosina
y uracilo.
Los nucleótidos forman dos cadenas que se juntan formando una doble espiral, que se
conoce como doble hélice, semejante a una escalera de caracol. Según este modelo, los
largueros que sostienen los peldaños son los fosfatos y la desoxirribosa, y los peldaños se
forman por la unión de dos bases: la citosina siempre se enlaza con la guanina, y la adenina
con la timina. Por lo tanto, las dos cadenas son complementarias, pues la sucesión de
nucleótidos de una cadena determina la sucesión inexorable de la otra.
A diferencia del ADN, el ácido ribonucleico está formado por una sola cadena de
nucleótidos, la ribosa es el azúcar que reemplaza a la desoxirribosa, y el uracilo es la base
que reemplaza a la timina.
De los más de 300 aminoácidos que existen en la naturaleza, sólo 20 ( α-amino levógiros)
son los constituyentes de las proteínas de los seres vivos. De ellos, 10 son esenciales para el
hombre, pues no son sintetizados por el hígado humano y tienen que ser ingeridos con los
alimentos. Los péptidos son cadenas de menos de cien aminoácidos unidos por enlaces
peptídicos. Las proteínas son macromoléculas de alto peso molecular, formadas por una
sucesión de miles de moléculas de los veinte aminoácidos unidos por el mismo tipo de enlace.
En las proteínas, los aminoácidos se unen en distintas posiciones que son específicas para
cada una de ellas, y el conjunto puede adoptar la forma de partículas, filamentos, canales, etc.
La actividad química de las proteínas es más evidente cuando forman las enzimas que
catalizan las reacciones fisicoquímicas en los seres vivos.
Los carbohidratos y los lípidos también forman macromoléculas más o menos estables,
que son parte de estructuras complejas como son las membranas de las células. En este caso,
se unen entre sí y a las proteínas. Los monosacáridos y los lípidos constituyen la fuente
principal de energía de los animales. De su degradación se obtiene la energía para la síntesis
de ATP, creatina y otras moléculas que contienen fosfatos de alta energía. La energía química
almacenada en estas moléculas se utiliza en la síntesis de las macromoléculas y en el
mantenimiento de la polarización de la membrana celular principalmente.

4.2. Los sistemas celulares


Las células son las unidades básicas de todos los sistemas vivos. Ya hemos dicho lo
suficiente acerca de la emergencia de la información genética y la aparición de las primeras
células (sección 3.3.). La actividad de las células se estructura a base de información
genética. La actividad intracelular es en lo fundamental un conjunto de procesos de tipo
bioquímico, es decir, de reacciones químicas organizadas por dicha información, que son las
que objetivamente las vemos como procesos de automantenimiento y de autorreproducción de
la célula. Estos procesos expresan las propiedades de memoria y anticipación de la
información.
Por el número de células, los sistemas vivos individuales son unicelulares y multicelulares.

4.2.1. Estructura de las células


Toda célula está formada por material genético, un protoplasma y una membrana
plasmática que la delimita y separa del ambiente exterior. El protoplasma está constituido por
un citoesqueleto y diversas clases de moléculas y iones disueltos en agua. En algunas células
el protoplasma está organizado en estructuras subcelulares que son los organelos. Esta
circunstancia permite diferenciar dos clases de células: procariotas y eucariotas.
Las células procariotas son células que no tienen organelos; por tanto, el material
genético está disperso en el protoplasma y las reacciones bioquímicas se realizan difusamente
en él. Esta clase de células se encuentra solamente en los sistemas vivos unicelulares que
forman el reino Monera, cuyas especies más representativas son las bacterias.
55

Las células eucariotas contienen varios tipos de organelos que son estructuras químicas
complejas rodeadas de algún tipo de membrana. En esta clase de células, el material genético
se concentra en un núcleo delimitado por una membrana nuclear que lo separa del resto de la
célula que viene a ser el citoplasma.
Los sistemas individuales formados por células eucariotas forman el reino Protista. Sus
mayores representantes son los protozoarios, muchos de los cuales son patógenos, pues son
parásitos de otros seres vivos; tal es el caso de las distintas especies plasmodium que causan
la malaria, las especies leishmania que causan la uta, las amebas, algunas de las cuales
causan disentería.
Las células eucariotas en los sistemas multicelulares forman tejidos, pues han llegado a
tener estructuras bastante diferenciadas según la región que ocupan en cada individuo; con
formas de actividad más variadas y complejas mientras más complejo es el sistema individual.
Las células de los vegetales, del reino Plantae, se diferencian principalmente por poseer
organelos que usando la luz sintetizan carbohidratos y aminoácidos a partir de elementos más
esenciales, y por ello son seres autótrofos, pues no necesitan ingerir alimentos. Sin embargo,
los hongos, que se parecen a los vegetales son heterotrofos (viven como parásitos), por lo que
se ha considerado que deben formar el reino Fungi aparte de las plantas.
Las células de los animales, también tienen características especiales que las identifican.
Desde el punto de vista citológico, las células de los hombres son de estructura y actividad
similares a las de los invertebrados y los vertebrados. Ésta debe ser una de las razones por
las que la biología clasifica al hombre dentro del reino Animalia; aunque en su momento
veremos que las células humanas tienen características diferenciadas a causa de su
reestructuración cinética por efecto de la información social
Antes de enfocar el estudio del aspecto biopsíquico del hombre, debemos revisar, aunque
fuera sólo brevemente, cómo son la estructura física y la actividad química común a los
distintos tipos de células de los animales.
a) El citoesqueleto: es el armazón de la célula. Está formado por proteínas estructurales
que forman microtúbulos y microfilamentos. Estos forman una densa red por debajo de la
membrana que en algunas células (como las neuronas) sirve, además, para el transporte de
las sustancias sintetizadas o degradadas hacia su destino.
b) Los organelos: la separación de los organelos por medio de membranas permite una
mejor distribución y separación de los procesos bioquímicos que constituyen la actividad de
toda la célula.
En el núcleo, los procesos bioquímicos de los genes se aíslan de los procesos
bioquímicos de síntesis de las sustancias y de producción de energía que se realizan en el
citoplasma. Muchas moléculas tienen entonces que atravesar la membrana nuclear en uno u
otro sentido. Dentro del núcleo, el ADN que constituye los genes, con algunas proteínas e
histonas, forma la cromatina. Durante la división celular, la cromatina se transforma en
filamentos que son los cromosomas. El ARN almacenado dentro del núcleo forma el nucleolo.
Las mitocondrias son organelos cuya actividad depende de su propio ADN, que es el
ADN mitocondrial (ADNmt). Su actividad bioquímica sirve para la síntesis de moléculas de alta
energía química, como el ATP. Su número aumenta conforme mayor es la actividad células,
como sucede, por ejemplo, en ciertas regiones de las fibras musculares y las neuronas.
El retículo endoplasmático es un sistema de membranas distribuido por todo el
citoplasma, que se extiende desde la membrana nuclear hasta la membrana plasmática. Sirve
de soporte para la síntesis de sustancias y para el movimiento de las mismas de lugar a otro
de la célula.
Los ribosomas son pequeños organelos en forma de gránulos. Unos están libres y otros
adheridos al retículo endoplasmático, por lo que éste toma la forma de retículo endoplasmático
rugoso. Su papel es unir el ARN mensajero (ARNm) que procede del núcleo y los aminoácidos
transportados por el ARN transportador (ARNt) para la síntesis de las proteínas. En el retículo
endoplasmático sin ribosomas, llamado retículo endoplasmático liso, se sintetizan los lípidos.
56

El aparato de Golgi parece un manojo de bolsas apretadas en su interior. Este organelo


alista y separa los péptidos, proteínas y lípidos sintetizados para ser liberados al espacio
intercelular en los procesos de secreción celular.
Las vacuolas son pequeñas bolsas que almacenan sustancias, generalmente de desecho
que serán expulsadas al exterior de la célula.
Los lisosomas también son bolsitas que contienen enzimas para degradar moléculas
inútiles a la célula, para así facilitar su expulsión hacia el medio exterior a la célula.
c) La membrana plasmática: las células de los animales tienen una membrana
plasmática bilipídica (de dos capas de lípidos) que separa el ambiente interno de la célula de
su ambiente externo inmediato. En esta membrana hay moléculas de proteínas, como son los
canales iónicos, las bombas iónicas, los receptores de membrana y diversas glucoproteínas
que identifican a las células y las defienden de elementos extraños o nocivos, como son los
virus y las bacterias.

4.2.2. Los procesos de la actividad bioquímica celular


Todas las formas de actividad celular son procesos bioquímicos, que se diferencian de
otros similares que se realizan en los sistemas inertes por estar organizados a base de la
información genética. Si se analizan tales reacciones aisladamente, veremos que son iguales
a otras que ocurren en un medio inerte; incluso se pueden repetir en el laboratorio. Pero la
actividad integrada de la célula ya es de naturaleza informacional. En los textos de biología se
denomina metabolismo a estas formas de actividad interna de las células. Por nuestra parte,
no vemos la necesidad de usar un nombre adicional para esta clase de procesos y les
llamaremos solamente bioquímicos, reservando el término metabólico para designar los
procesos de relación intercelular, es decir, en el nivel de los tejidos. Tampoco usaremos el
término de función para referirnos a las distintas formas de actividad celular, pues, en sentido
estricto, la función es la forma de actividad del sistema nervioso y de los órganos cuyas
actividades son reguladas por él.
Los procesos bioquímicos intracelulares se realizan en un medio interno muy diferente al
de su ambiente exterior: las concentraciones de las sustancias disueltas en el agua y la
velocidad de las reacciones bioquímicas sobre todo, deben mantenerse alrededor de puntos
de equilibrio que varían dentro de límites muy estrechos. La concentración de los iones, sobre
todo de Na+, K+, Cl– , Ca++ y Mg++ es tal, que la membrana plasmática de las células se
mantiene polarizada, en el sentido de que su lado interior es negativo respecto del medio
exterior que le rodea, entre –60 y –80 mV (milivoltios)
Las células, como todo sistema individual, tienen una variedad de formas de actividad
intracelular; las más importantes son: la digestión, la respiración, la circulación, la secreción y
la excreción, la inmunidad, la reproducción. Éstas las podemos agrupar en dos grandes formas
de actividad: una interna y otra externa. En los seres unicelulares, esta segunda forma de
actividad es de relación con el ambiente fisicoquímico exterior. Las actividades de relación de
una célula con el medio exterior, así esté formando un tejido, se efectúan a través de la
membrana plasmática. Ambos tipos de actividad, intracelular y extracelular, se reflejan en la
información genética y son al mismo tiempo expresión de esta misma información,
especialmente cuando ésta se modifica por efecto de los cambios del ambiente exterior. Este
efecto del ambiente exterior a la célula se realiza a través de los receptores de la membrana y
los segundos mensajeros que se activan desde la membrana hasta el núcleo y los genes.
La actividad interna fundamental de las células es la actividad genética de reproducción
que se efectúa después de una interfase en que la célula ha alcanzado un cierto volumen. La
actividad extracelular igualmente esencial de las células es la de mantenimiento del sistema,
que comprende la producción de energía y la síntesis de sus constituyentes químicos.

a) La actividad de los genes, la reproducción celular y la herencia


La reproducción celular depende de la información genética. Es la actividad fundamental
de las células. Desde que aparecieron las células, toda nueva célula procede de otra célula.
Esta propiedad se expresa en la sentencia: todo ser vivo procede de otro ser vivo. Esto de
57

ningún modo significa que los primeros seres vivos hayan existido siempre como tales;
sabemos bien que ellos surgieron a partir de procesos biogenéticos previos.
En el ADN, la sucesión de bases nitrogenadas es fija y estable. Se llama gene al
segmento de ADN que tiene la secuencia de bases necesaria para la síntesis de una proteína,
y nada más que de una. Así como las decenas de miles de palabras del castellano se forman
combinando sólo unos 24 fonemas, así también los cientos de miles de proteínas se forman
usando el código genético formado por secuencias distintas de sólo las cuatro bases
nitrogenadas. Y así como en una palabra la secuencia de sus fonemas corresponde a un
significado, también cada gene es una secuencia de bases que determina la secuencia de
aminoácidos de una proteína. Estos códigos de bases son una suerte de moldes formados por
3 bases –o tripletes que hacen las veces de los fonemas–, por ejemplo, Citosina-Guanina-
Timina, Adenina-Guanina-Citosina; de tal modo que cada molde sirve para reconocer un
aminoácido. Con las cuatro bases se pueden formar 64 moldes de 3 elementos, muchos más
de los que se necesitan para servir de molde a cada uno de los 20 aminoácidos, que
uniéndose en larguísimas secuencias constituyen las proteínas. La secuencia de estos
tripletes en el gen, determina entonces la secuencia de aminoácidos de una proteína en
particular.
La reproducción celular es el proceso más característico de la vida. En realidad, todo
sucede como si el conjunto de los procesos bioquímicos que efectúan las células estuvieran al
servicio de la actividad de los genes (algo similar a lo que ocurre con el cerebro, pues todo
parece indicar que el cuerpo está al servicio del órgano de la imaginación y el pensamiento).
La reproducción de las células comprende dos tipos de actividad: 1) la de la fase de
división celular, que son la mitosis y la meiosis, y 2) la de la interfase, que son la replicación, la
trascripción y la traducción de la información genética. Como quiera que nos interesa explicar
fundamentalmente la actividad de los hombres, aquí haremos referencia sólo a los procesos
de división de las células que conforman los animales multicelulares.
1. La fase de división celular: En los animales multicelulares la mitosis se realiza en
todas y cada una de las células, excepto en las células sexuales que se dividen por meiosis.
Durante la división celular, la cromatina se organiza en los cromosomas. En las células de
los sistemas individuales multicelulares, cada célula tiene un número de pares de cromosomas
iguales u homólogos; este número se denomina diploide. El número de cromosomas varía de
una especie a otra. Por ejemplo, las células del arroz tienen 12 pares de cromosomas; las de
la mosca, 12; las del pez dorado, 94; de la vaca, 60; de los hombres, 46. Cada cromosoma
tiene dos hebras llamadas cromátidas, que se unen en un punto llamado centrómero.
Una característica de la reproducción celular por mitosis es que después que se divide la
célula madre, las dos células hijas vuelven a tener el mismo número de cromosomas. La
mitosis comprende cuatro fases: profase, metafase, anafase y telofase.
La meiosis es el proceso fundamental de la reproducción sexual. La reproducción sexual
es propia de muchos vegetales y animales, como lo es también de la reproducción humana.
Las células diferenciadas sexualmente se llaman gametos. La célula sexual femenina es el
óvulo y la célula sexual masculina es el espermatozoide. De la fecundación de un óvulo por un
espermatozoide, resulta una nueva célula que es el cigoto.
La meiosis es el proceso por el cual la división de las células sexuales da origen a 4
gametos, cada uno con la mitad, o sea un número haploide de cromosomas. El resultado de la
unión de los gametos será un cigoto con el número diploide de cromosomas propio de la
especie, de tal modo que una mitad proviene del espermatozoide del padre y la otra del óvulo
de la madre. La meiosis comprende dos divisiones, una tras otra. En cada una de estas, se
suceden fases similares a la mitosis, pero que comprenden otros procesos más especiales.
La interfase de las células sexuales es igual a la de cualquier otra célula.
2) Los procesos de la interfase: Durante la interfase las células crecen, aunque sólo
hasta cierto límite, alcanzado el cual se dividen. En el proceso de interfase el ADN soporta una
serie de modificaciones que son fundamentales para el mantenimiento de la vida, que son los
mencionados procesos de replicación, trascripción y traducción.
58

Por medio de la replicación, el ADN hace copias de sí mismo usando los nucleótidos que
están libres en el núcleo de la célula.
La trascripción es el proceso por el cual la información del ADN se codifica en el ARN
mensajero (ARNm). Éste migra al citoplasma donde dirige la síntesis de las proteínas. En el
ARNm las secuencias de las bases están dispuestas según determina el ADN, de tal modo
que a cada triplete del ADN corresponde un codón del ARN para un determinado aminoácido.
El ARNm lleva entonces el código genético a los ribosomas del citoplasma.
La traducción consiste, finalmente, en el enlace de los aminoácidos siguiendo el orden
predeterminado por dicho código genético trascrito en el ARNm para formar una proteína. Para
el efecto, los aminoácidos del citoplasma se adhieren al ARN de transferencia (ARNt), y así
son conducidos a los ribosomas. En estos organelos se produce el enlace de los aminoácidos
siguiendo la misma secuencia de los tripletes del ADN codificados en los codones del ARNm.
Como todo el mundo sabe, los hijos se parecen a sus padres. Una bacteria sólo procrea
bacterias de su misma especie. Por eso algunas bacterias actuales tienen la misma estructura
y actividad de las que vivieron hace unos 2 mil millones de años y ahora son fósiles. Igual
sucede con las plantas y los animales. Pero también hay variedades de plantas de una misma
especie, que se notan sobre todo en las flores y en los frutos. Una variedad de naranja se
obtiene sembrando semillas de la misma variedad. En los animales, también hay razas y
variedades con diferencias a veces muy sutiles; los gatos y los perros de una raza, por
ejemplo, procrean animales de la misma raza. En los hombres, en los que las diferencias
individuales son más marcadas, también hay una clara tendencia a que los hijos se parezcan a
sus padres, no sólo en las facciones de su rostro o la conformación de su cuerpo, sino también
en la forma de caminar, de sus gestos y ademanes, y en algunos casos en su manera de ser.
Respecto de los sistemas unicelulares, la teoría genética explica que la transmisión de las
características de la especie depende de cada uno de los genes. Cada gene determina una
característica particular de las células hijas. Además, sabemos que la diversificación de las
especies ha sido causada por modificaciones en tales genes que han sido provocados por el
ambiente en un período relativamente largo en que se sucedieron varias generaciones
viviendo bajo las mismas condiciones. En la actualidad también podemos comprobar
mutaciones en las bacterias por efecto de los cambios en su ambiente local que inclusive
pueden ser inducidos por el hombre (por efecto de los medicamentos, por ejemplo).
Pero si extendemos este modelo de transmisión de las características individuales a los
hombres, el problema se complica en extremo. Hay quienes aceptarían que la explicación de
la herencia y las mutaciones en las bacterias es suficiente para explicar la herencia en todos
los sistemas vivos, incluyendo naturalmente a los hombres. Sin embargo, también hay quienes
dan mucha mayor importancia a la influencia del ambiente; por ejemplo, al hecho de que
desde muy pequeños los niños imitan a sus padres.
De estas evidencias ha surgido la controversia sobre que es más importante en la
transmisión de las características individuales: la naturaleza a través de los genes o los
cambios del ambiente por medio del aprendizaje. No creemos que ésta disyuntiva se resuelva
sabiendo en qué porcentaje intervienen unos u otros, algo así como que el color de la piel es
determinado 98% por los genes y 2% por el ambiente, que la inteligencia es determinada 51%
por los genes y 49% por el ambiente, o al revés. También hay quienes proponen que las
características individuales de los hombres son determinadas 100% por los genes y 100% por
el ambiente.
Desde el punto de vista que sostenemos aquí, la explicación se facilita cuando se toma en
cuenta la naturaleza de la propia información, y por lo tanto, la doble determinación,
epigenética y cinética, de las características de cada sistema individual. Naturalmente que en
los sistemas unicelulares, las células pueden mantenerse como tales por la acción de los
genes, o modificarse cinéticamente a través de señales químicas que se generan en la
membrana plasmática por acción del ambiente local.
Por analogía, en los sistemas multicelulares, las características de la estructura y la
actividad individuales quedarán determinadas, inicialmente por los genes, en sentido
epigenético, pero también por efecto del ambiente, en sentido cinético. De este modo, los
genes del cigoto determinan epigenéticamente la división celular y la aparición de células hijas
59

con las características de la madre y del padre. Pero justamente durante la gestación, cuando
surgen formas cada vez más complejas de información, la reestructuración cinética del
individuo en formación expresará finalmente el efecto del ambiente sobre el individuo.
Por lo tanto, la influencia epigenética de los genes tiene que pasar por la de las distintas
clases de información que surgen durante el desarrollo gestacional del sistema individual; pero
al mismo tiempo, la influencia cinética de la información que ocupa el mayor nivel de
organización del individuo en cada fase de su desarrollo formativo va a reestructurar la
actividad que le dio origen hasta convertirla en el soporte activo del sistema.
Esta forma de desarrollo de los sistemas individuales concretos no es sino la repetición de
los procesos que dan cuenta de la evolución del sistema vivo en su conjunto. Sólo falta añadir
que en los hombres que viven dentro de una estructura social supraindividual, es posible que
la influencia del ambiente se efectúe por medio de esta categoría de información antes de que
lo haga directamente sobre el individuo; además del hecho de que el ambiente del hombre ya
no es sólo el medio natural de los animales, sino la naturaleza transformada por la misma
sociedad. Por tanto, en lo que respecta a la transmisión de las características hereditarias en
el hombre, habrá que tomar en cuenta la naturaleza de los procesos epigenéticos y los
sociocinéticos y “la distancia” que media entre el nivel genético y el nivel social, todo lo cual
explica por que el desarrollo de un individuo humano es esencialmente un desarrollo 100%
genético y 100% social.

b) Los procesos bioquímicos de mantenimiento de las células


Trátese de una célula autotrofa o de una célula heterotrofa, los iones y las moléculas
grandes y pequeñas, que la constituyen, tienen que renovarse constantemente. Las células
son estructuras cuyos componentes químicos se renuevan, cambian o reaccionan entre sí a
cada instante. La velocidad con que se realizan estas formas de actividad, varían de una etapa
a otra, dependiendo en parte de su programación genética y en parte de las condiciones de su
ambiente. En algunos casos, la actividad bioquímica de las células se reduce al mínimo por
años, como sucede con las bacterias del tétanos o las células de la semilla de una planta.
Diferenciamos tres tipos de actividad de automantenimiento de las células: los de síntesis
de las moléculas, los de producción de energía y los fisicoquímicos de la membrana
plasmática.
1) Procesos de síntesis: En las células la actividad de síntesis, y su contraparte de
degradación de las moléculas, es intensa. Gran número de reacciones bioquímicas de síntesis
se realizan con pérdida de agua, por eso se conocen como reacciones de síntesis por
deshidratación. Por el contrario, las reacciones de degradación se producen por adición de
agua; por lo cual se llaman reacciones de hidrólisis. Por ejemplo, después que ingerir un
alimento, las moléculas son hidrolizadas por las células para obtener las moléculas
elementales con las que sintetizan las moléculas y las macromoléculas propias de su
estructura interna.
Las reacciones de síntesis requieren de energía; por eso son reacciones endergónicas.
Las reacciones en que se libera energía son exergónicas. Para que se produzcan reacciones
endergónicas en las células se requiere, primero, una pequeña cantidad de calor (si se enfría
una célula, como sucede a uno mismo, todas las reacciones químicas pueden detenerse
dependiendo del grado de enfriamiento); el resto depende de moléculas que al desdoblarse
liberan energía, así como de las enzimas que regulan la velocidad de las reacciones
bioquímicas. Éstas son proteínas que modifican el curso de las reacciones químicas de un
determinado sustrato. Las proteasas tienen como sustrato a las proteínas; las reductasas
intervienen en reacciones de reducción química; las oxidasas en las de oxidación. Las
enzimas actúan por la forma de su molécula; por eso se las compara a una llave que calza a
una cerradura, o porque su forma cambia para ajustarse a la forma de su sustrato. Al ligarse a
su respectivo sustrato, facilitan la unión de éste a otra molécula o su separación de otra.
Muchas enzimas requieren de una coenzima (o enzima acompañante) para que se efectúe la
respectiva reacción. Un número de coenzimas importantes se forma a partir de las vitaminas.
2) Procesos energéticos: La fuente principal de energía de las células es la glucosa (que
las personas ingerimos en la forma de carbohidratos: sacarosa y de alto peso molecular, como
los almidones). De la degradación de la glucosa se obtiene la energía suficiente para la
60

síntesis de otras moléculas de mayor energía química, como el mencionado ATP que, entre
otras moléculas, es la forma como se almacena la energía dentro de las células.
La respiración de las células consiste en la degradación de la glucosa para obtener
energía. La respiración celular puede ser aeróbica o anaeróbica. Es aeróbica cuando en la
degradación de la glucosa, o glucólisis, interviene oxígeno, y sus productos finales son agua,
anhídrido carbónico y ATP. Es anaeróbica cuando no se requiere oxígeno. En tal caso, el
producto final es el ácido pirúvico, que luego se usa en la respiración aeróbica. Estos procesos
de respiración celular ocurren en nuestras propias células. Por ejemplo, cuando hacemos un
ejercicio físico inusual, aparece una sensación de cansancio casi de inmediato, y se acelera la
respiración pulmonar. Esto se debe a que en un primer momento la respiración en las fibras
musculares es anaeróbica y se acumula ácido pirúvico; para que esto no suceda se
incrementa el movimiento respiratorio y la ventilación pulmonar, y así se inhala más oxígeno y
se elimina CO2.
En la respiración aeróbica, el ácido pirúvico se convierte en ácido acético y éste se une a
la coenzima A, para formar acetil-coenzima A. Con ésta se inicia el ciclo del ácido cítrico,
durante el cual, en una serie de reacciones se sintetiza una mayor cantidad de ATP, además
de otras sustancias importantes que se mueven hacia la membrana celular para su liberación
al espacio exterior, donde servirán para que la célula se relacione con sustancias que
producen otras células. De este tipo son las toxinas que liberan algunas bacterias, así como
las hormonas y los neurotransmisores de los seres multicelulares. Conforme se producen
estas reacciones en las mitocondrias, se liberan electrones que deben ser trasportados por
otras sustancias, en especial los citocromos. Se forma así una cadena de transporte de
electrones, cuyo último aceptor es el oxígeno. Los productos finales de esta sucesión de
reacciones de producción de energía son el anhídrido carbónico y el agua, que resultan de la
combinación del oxígeno con los electrones y el hidrógeno liberado en el curso de dichas
reacciones.
El anhídrido carbónico liberado por las células animales es tomado por las plantas. Éstas,
por medio de la fotosíntesis, utilizan el carbono para sintetizar glucosa, liberando oxígeno. Si
no fuera por este ciclo vital de respiración y fotosíntesis, el desarrollo del sistema vivo hacia
formas de vida cada vez más complejas hubiera sido imposible en nuestro planeta.
3) Procesos de membrana: A través de la membrana celular se efectúan dos clases de
procesos bioquímicos: 1) de entrada y salida de sustancias y 2) de registro de señales.
a) La entrada y salida de sustancias se realiza por ósmosis, por difusión y por endocitosis
y exocitosis. La entrada y salida del agua se efectúa por ósmosis. Esta consiste en el paso del
agua a través de una membrana permeable a ella, del lado en que está más concentrada al
lado en que está más diluida. Por ejemplo, si dividimos un recipiente en dos compartimientos
por medio de una membrana permeable, y colocamos agua salada en un lado y agua pura en
el otro, al cabo de un tiempo veremos que el volumen del agua ha aumentado en el lado que
contenía agua salada.
La entrada de nutrientes y la salida de sustancias de deshecho se efectúa por difusión.
Ésta es un proceso físico por el cual una sustancia tiende a mezclarse uniformemente dentro
de otra; en el aire o en el agua, por ejemplo. La difusión puede efectuarse a través de
membranas; por ejemplo el té difunde de la bolsita filtrante cuando se la introduce dentro del
agua caliente. La difusión de las sustancias a través de membranas depende de gradientes
físicas y químicas que se producen cuando una o más sustancias están disueltas en dos
medios separados por dicha membrana. Así, hay una gradiente de concentración cuando una
sustancia está más concentrada en un lado de la membrana respecto del otro; en tal caso, la
sustancia difunde del lado de mayor al de menor concentración. Esta gradiente, así como las
gradientes químicas y eléctricas, en las células determinan el paso de los iones de uno a otro
lado de la membrana plasmática.
El paso de las sustancias a través de la membrana plasmática puede realizarse por
difusión simple, cuando sigue leyes físicas y químicas generales; también se realiza por
difusión facilitada, esto es, por medio de moléculas transportadoras que la misma célula
sintetiza. Sin embargo, lo que más llama la atención es que las sustancias más importantes
para la actividad celular son transportadas aún en contra de sus gradientes preestablecidas.
En este caso se produce un transporte activo de una sustancia en contra de su respectiva
61

gradiente. Esta clase de transporte se hace a costa de un alto consumo de energía. Es pues
importante destacar que entre un tercio y cerca de la mitad de la energía que las células
generan a partir de los alimentos se usa para el transporte de moléculas pequeñas y de iones
a través de la membrana celular.
A través de la membrana plasmática también pueden entrar o salir corpúsculos formados
por muchas moléculas, e inclusive otras células. Los procesos respectivos reciben los
nombres de endocitosis y exocitosis. Hay dos tipos de endocitosis: la pinocitosis, cuando la
célula envuelve a una gota de líquido, y la fagocitosis, cuando se trata de introducir una
partícula sólida; en ambos casos la célula forma una vesícula o bolsita que envuelve al
contenido ingerido. Los glóbulos blancos ingieren a las bacterias de este modo. En la
exocitosis también se forman vesículas que son desplazadas y adheridas a la membrana
plasmática; luego ésta se abre para liberar su contenido al exterior, tal como ocurre con los
neurotransmisores en las terminaciones axonales de las neuronas.
b) El registro de señales es común a todas las células; pueden registrar los cambios que
se repiten regular o cíclicamente en su medio exterior. La posesión por parte de las células de
estas formas de reflexión es causado por los sucesos de la naturaleza que se repiten
regularmente en el ambiente local. De este modo las células disponen, como sugirió Anojin
(1962/1987), de un reflejo anticipatorio de la realidad, una propiedad que es inherente a la
vida, como hemos visto. Este reflejo se activa por alguno de los cambios locales para los
cuales la célula dispone de receptores de membrana. En ésta se generan entonces una serie
de reacciones bioquímicas como consecuencia de la transducción de los rasgos físicos o
químicos de aquellos cambios o elementos que la célula necesita para mantener su estado
vivo, fuese para usarlos o para rechazarlos. Los receptores son moléculas proteínicas de la
membrana o del citoplasma que tienen el papel de sensores que reconocen la forma de las
sustancias que la célula necesita, o alguna clase de energía importante para la vida de la
célula. Otro aspecto importante de estos procesos es la liberación de sustancias por las
células para relacionarse o interactuar con otras. Esta sustancia también tiene características
de señal, porque, como en el caso anterior, produce cambios internos en la célula receptora
que inclusive pueden modificar la actividad genética de la misma.
Hasta aquí, parece que estuviéramos observando sólo procesos físico-químicos de
transporte a través de la membrana de las células y reacciones químicas dentro de las
organelas del citoplasma. Sin embargo, se trata de procesos de naturaleza informacional en
que las células en un estado α, su actividad integrada está organizada de una manera; pero
después que registran la presencia de las sustancias que necesitan (o tienen que rechazar), o
por efecto de la propia actividad genética, cambian sus procesos internos (que así adquieren
características de señal) y pasan a un estado β en que su actividad se organiza de otra
manera. En cualquier instante estos estados pueden determinar la activación de la expresión
de los genes, para de este modo activar los procesos de síntesis de proteínas hasta producir
un cambio estructural más duradero o permanente. Así, por ejemplo, ciertas clases de
bacterias patógenas sintetizan receptores que reconocen al antibiótico usado para destruirlas,
o sintetizan enzimas que neutralizan la acción del medicamento.

4.3. Los sistemas tisulares


Existen sistemas vivos individuales que son exclusivamente tisulares, pues están
formados por tejidos cuyas células han asumido formas de actividad diferenciadas; no tienen
sistema nervioso ni órganos en sentido estricto. En estos sistemas multicelulares, cada
individuo está formado por diversos tejidos, cada uno con un tipo particular de células. Pero
los tejidos también forman parte de los órganos de los organismos y los psiquismos más
complejos. Más adelante enumeraremos las diversas clases de tejidos que existen en los
animales superiores.
Se llama tejido a todo conjunto de células que tienen una misma estructura y actividad
metabólicas. Las formas de actividad metabólica de los tejidos son resultado de la ampliación
extracelular La organización e integración de estas formas de actividad metabólica de los
tejidos de un individuo depende de la información metabólica.
Repasaremos aquí la naturaleza de la histogenesis o la emergencia de los sistemas vivos
tisulares en la evolución y examinar la naturaleza de la actividad metabólica, especialmente
62

respecto de la relación transmisor-receptor que caracteriza la interacción entre células de un


tejido o de los tejidos entre sí.
En los tejidos, la gran mayoría de células se relacionan unas con otras por medio de una
matriz extracelular (espacio extracelular o espacio intersticial); otras se mueven libremente en
un medio, por ejemplo las células de la sangre; otras se han modificado especialmente para
mantenerse en relación con el ambiente fisicoquímico exterior, como ocurre con las células de
la piel y de los órganos sensoriales, y las que cubren las cavidades internas, como las del tubo
digestivo, de las vías respiratorias y de los vasos sanguíneos.

4.3.1. La emergencia de los sistemas vivos tisulares


Mucho después que el proceso de biogénesis culminó con la aparición de las células, en
algún momento después de multiplicarse por división asexual, o al reunirse o conglomerarse
dentro de un entorno apropiado, algunas clases de interacción entre las células se convirtieron
en procesos histogenéticos, que en sentido epigenético determinaron la emergencia de
sistemas multicelulares que en algún momento llegaron a organizarse a base de un tipo
supracelular de información. Se ha denominado información metabólica a esta clase de
información (Ortiz, 1994).
Se sabe que entre los 1000 a 700 millones de años, en la era precámbrica aparecieron los
sistemas individuales multicelulares con un eje corporal, unos de una sola capa celular que
delimita una cavidad central para incorporar sus nutrientes, otros con dos y con tres capas
celulares. Los representantes más destacados de esta forma de organización son los
espongiarios. Más tarde aparecieron las plantas que prácticamente han cubierto gran parte de
la superficie del planeta.

4.3.2. La actividad metabólica y la ligación transmisor-receptor


Las estructuras químicas supracelulares que constituyen la información metabólica están
distribuidas en la matriz intercelular. Están constituidas por moléculas llamadas mensajeras,
mensajeros químicos o simplemente transmisores. Los transmisores más importantes son las
hormonas, los neurotransmisores, los eicosanoides, las moléculas inmunitarias, además de las
sustancias de adhesión celular que predominan durante la histogénesis de los individuos
multicelulares. La actividad cinética de esta clase de información modifica, modula, integra o
activa los procesos bioquímicos internos de las células, lo cual en algún caso determina la
diferenciación de las células entre sí. Así se forman los tejidos con formas de actividad que no
dependen sólo de su ubicación espacial dentro de cada individuo sino de la clase de
información metabólica que procesan.
La relación intercelular requiere de la ligación transmisor-receptor; es decir, además de
moléculas transmisoras que liberan unas células, otras requieren de receptores que son
proteínas alostéricas situadas en la membrana plasmática, en el citoplasma o en el núcleo de
la célula receptora. Una célula es transmisora en tanto libera un transmisor, y es receptora en
el momento que sus receptores son activados por el transmisor. Estas relaciones son de
naturaleza biofísica porque la unión entre transmisor y receptor no es una combinación
química, sino una ligación, ensamble o acoplamiento de las moléculas que depende de la
forma de cada una de ellas. Esta ligación, en muchos casos sólo momentánea, es suficiente
para modificar la actividad de la célula receptora al incitar o desencadenar una serie de
cambios bioquímicos intracelulares, que a veces terminan con la activación o la modificación
de la expresión del ADN. Ésta, a su vez, determina la activación de la síntesis de las proteínas
apropiadas, por ejemplo, un tipo de enzima o de macromolécula que sirve para renovar o
modificar la estructura de la propia célula.
Desde un punto de vista general, las relaciones entre células pueden ser de tipo paracrino
o endocrino. La relación paracrina se produce cuando una célula sintetiza y libera una
determinada molécula mensajera que de inmediato se liga a receptores de membrana de las
células vecinas, tal como sucede con los eicosanoides (las prostaglandinas, por ejemplo) que
intervienen en la respuesta inflamatoria. Se llama relación endocrina, cuando las moléculas
mensajeras como las hormonas, que son sintetizadas y liberadas por tejidos especializados
que son las glándulas endocrinas, circulan disueltas en un medio líquido (la sangre, por
ejemplo) a través de vasos o canales y así se distribuyen por todo el cuerpo para ligarse
63

solamente con aquellas células que tienen los receptores adecuados. Formas especiales de
estas relaciones metabólicas intercelulares se encuentran en los organismos con tejido
nervioso, como son la transmisión neuroendocrina y la neurotransmisión que ocurre dentro de
este tejido, y entre él y otros tejidos.
Las células que forman el tejido que recubre las cavidades internas de los organismos y
los psiquismos tienen receptores de membrana o proteínas transportadoras para introducir las
sustancias alimenticias que necesitan hacia su interior. Así mismo, las células de los tejidos
que recubren la superficie externa del individuo, tienen receptores de membrana para detectar
las características del medio exterior e inmediato que las rodea.

4.3.3. Clases de tejidos


Los tejidos son diferentes en las especies de los reinos fungi, plantae y animalia. Dentro
de los animales, los invertebrados muestran varios grados de complejidad. Las esponjas de
mar son los animales multicelulares que tienen los tejidos más simples: un tipo de células
forma la epidermis que cubre al individuo; otra capa interna de células ingiere las partícul as de
alimento. Entre ambas capas hay un mesénquima o matriz intercelular donde se mueven otras
células que digieren y transportan las sustancias nutritivas.
Otros invertebrados más complejos y los vertebrados tienen, desde su etapa embrionaria,
dos o tres capas de células primarias de las cuales derivan los demás tejidos: el epiblasto, que
da origen a las piel, los órganos de los sentidos; el mesoblasto que da origen a los tejidos
esquelético, circulatorio, muscular y reproductor, y el hipoblasto que se convierte en la capa de
células que reviste las cavidades de las vísceras.
Sólo en la siguiente etapa de la evolución se desarrolla el tejido nervioso. Éste tejido
aparece en los celenterados, como las hidras, los corales y las anémonas de mar, pero en
ellos la actividad nerviosa es solamente la integración de unas pocas formas de movimiento
corporal. Como veremos en el capítulo siguiente, en los invertebrados superiores, como los
artrópodos y los insectos, la estructura nerviosa se convierte en la actividad que organiza los
componentes orgánicos y la totalidad del individuo.
En el nivel tisular de organización, las diversas formas de actividad metabólica de los
individuos son realizadas por células cada vez más especializadas. En este proceso, la
división del trabajo metabólico ha conducido a una mayor diferenciación de los tejidos, hasta
que en los vertebrados estos se han diferenciado aún más al formar parte de los órganos y
sistemas orgánicos. Por ejemplo, en los seres humanos, las células se llegan a diferenciar
para formar los tejidos epitelial de la piel, endotelial de los vasos sanguíneos y la superficie
interna de las vísceras; el tejido conectivo formado principalmente por fibroblastos; el tejido
cartilaginoso formado por condroblastos, el tejido óseo formado por osteoblastos; los tejidos
inmunitarios, formados por linfocitos, entre otras células; la sangre constituida por leucocitos,
plaquetas y hematíes; el tejido hepático formado por hepatocitos; el tejido muscular formado
por fibras musculares; el tejido glial formado por células gliales; el tejido nervioso formado por
neuronas; los tejidos genitales formado por las células germinales.
En los animales superiores el control de la actividad metabólica de los tejidos se centraliza
en el sistema glandular endocrino. En este caso, las hormonas forman las estructuras
químicas que distribuyen en el cuerpo para formar las señales químicas que se encargan de
interrelacionar, integrar y modular la actividad de los distintos tejidos del individuo. Las
glándulas endocrinas son: la hipófisis, la tiroides, la paratiroides, las suprarrenales, el
páncreas, los ovarios y los testículos.

4.4. Los sistemas orgánicos

Los sistemas individuales que clasificamos como orgánicos son aquellos cuya actividad es
estructurada a base de información neural. Tienen, por tanto, una estructura orgánica y una
actividad de tipo funcional. Sólo estos sistemas son, en sentido estricto, organismos; es decir,
sistemas individuales formados por varios subsistemas compuestos por órganos, cada uno de
ellos con formas de actividad funcional más o menos diferenciadas.
64

4.3.1. La emergencia de los organismos


Es posible que la actividad metabólica de ciertos sistemas tisulares determinó, en un
proceso de organogénesis, la integración de los tejidos para formar sistemas orgánicos, entre
los cuales emergió la red nerviosa especializada en la transmisión de señales eléctricas y la
musculatura especializada en el movimiento corporal. En los sistemas nervioso y muscular, las
células –neuronas y fibras musculares, respectivamente– han modificado su membrana para
generar corrientes iónicas y la despolarización instantánea de la misma. En la red neural, las
ondas de despolarización eléctrica de las neuronas, que son los impulsos nerviosos,
constituyen la forma más eficiente de codificar señales que en sentido cinético determinan la
integración y estructuración de la actividad metabólica de los diferentes sistemas orgánicos, la
que de este modo se convierte en actividad funcional. El resultado de esta clase de integración
física (a partir de los procesos químicos tisulares) fue la organización funcional de la actividad
del individuo, y una vez que la actividad metabólica de los tejidos de ciertas especies fue
reestructurada por la información neural, los individuos tisulares se convirtieron en
organismos.
En el período cámbrico de la era paleozoica, se produjo la primera radiación adaptativa de
los invertebrados marinos, y así se distribuyeron ampliamente por los océanos. Ciertos
hallazgos sugieren que en este periodo aparecieron los crustáceos, los gusanos, los insectos,
los peces, los anfibios. Aunque en estos animales hay una tendencia a la encefalización del
sistema nervioso, la actividad de los organismos inferiores es básicamente funcional en el
mayor nivel de su organización. Esto significa que estos animales no tienen representaciones
psíquicas, y que las representaciones respecto de su medio interno son sólo señales
sensoriales interoceptivas, en tanto que aquellas respecto de su medio exterior son
únicamente señales sensoriales exteroceptivas. Ambas clases de señal se integran en los
ganglios y núcleos de su eje espinal, y así generan programas de señales motoras que
organizan la actividad funcional del animal.

4.4.2. Las neuronas y la naturaleza de la función nerviosa


El sistema nervioso está formado por células nerviosas que son las neuronas. Estas son
células muy especializadas, pues tienen formas y funciones más diversas que cualquier otra
clase de células. Lo más característico es su prolongación llamada axón, que en forma de un
hilo puede alcanzar distancias relativamente largas, para hacer contacto –sinapsis– con otra
neurona, o con células de otros tejidos, por ejemplo con fibras musculares, células secretorias
(como las que producen el sudor) o con células inmunitarias (como los linfocitos). El cuerpo de
estas células puede tener también otras prolongaciones que son las dendritas para así
aumentar la superficie receptora de la membrana celular.
La actividad funcional de las redes neurales depende de la propiedad de la membrana
neuronal de poder despolarizarse por un instante, generando el impulso nervioso que luego se
propaga a lo largo del axón. Los impulsos nerviosos que se generan en células receptoras
sensoriales se transmiten de una neurona a otra por medio de las sinapsis y así modifican la
polaridad de la membrana de la siguiente neurona en la que se genera, eventualmente, un
nuevo impulso nervioso. Conjuntos estructurados de impulsos nerviosos pueden finalmente
modificar la actividad metabólica de los tejidos hasta convertir la actividad de los órganos que
los contienen en actividad de tipo funcional. Esta clase de actividad implica fundamentalmente
la ejecución de alguna forma de movimiento mecánico, como es la actividad muscular de los
sistemas visceral y somático.
La palabra función en el lenguaje coloquial se usa para significar que algo o alguien se
mueve o tiene un determinado papel que desempeñar. En fisiología se la usa para referirse a
la actividad de cualquier cosa viva, y se dice, por ejemplo, que la función de la célula es
reproducirse, la del hígado es la síntesis de las proteínas. En esta Introducción, usamos el
concepto de función (siguiendo a Ortiz, 1994) para referirnos específicamente a la actividad
del sistema nervioso como tal y a la actividad de los sistemas orgánicos cuya actividad
depende de información neural. Así, son formas de actividad puramente funcional: el
desplazamiento por movimiento alterno de las patas de los gusanos, el nado de los pulpos, el
vuelo de los insectos, el “canto” de los grillos.
65

En los animales con sistema nervioso los órganos formados por varios tejidos, forman a su
vez sistemas orgánicos, como son los aparatos digestivo, circulatorio, respiratorio, urinario,
genital, osteoarticular, muscular, etc. (aunque no todos están presentes en estos animales; por
ejemplo, las estrellas de mar no tienen un verdadero aparato circulatorio), que realizan formas
de actividad que merecen el nombre de funciones,. Son pues funciones los latidos del corazón
para el bombeo del líquido sanguíneo; los movimientos de los órganos digestivos para
movilizar los alimentos y los desechos de los mismos; los movimientos respiratorios de las
branquias o los pulmones; los movimientos del aparato urinario para la excreción de la orina;
los movimientos del aparato genital femenino y del masculino, para la copulación y el
desplazamiento del óvulo y del huevo; los movimientos excretorios de las glándulas de
secreción externa; los movimientos corporales en su conjunto y los de tipo segmentario. Por
supuesto que existen células con actividad física de desplazamiento, como hacen algunos
protozoarios y los espermatozoides, pero esta forma de actividad no es funcional pues no
depende de un mecanismo nervioso, sino de oscilaciones por acción físico-química de
moléculas contráctiles intracelulares.
Como todo tejido, el nervioso (así como los demás sistemas orgánicos) también tiene
formas de actividad metabólica, y las neuronas tienen las formas de actividad bioquímica que
son comunes a todas las células. Estos niveles de actividad fueron punto de partida de la
actividad funcional y son el soporte de su estructura anatómica.
La información neural adopta la forma de señales sensoriales en las vías sensoriales de
entrada, de datos mnésicos codificados en las redes centrales (de los ganglios, la médula
espinal y el encéfalo primitivo) y de señales motoras en las vías motoras de salida.
Tendremos, por lo tanto, tres formas elementales de actividad funcional del sistema nervioso
que son: 1) los procesos sensoriales, 2) los procesos mnésicos de integración central y 3) los
procesos motores.
El sistema nervioso ha evolucionado en complejidad en las distintas especies. Así, los
celenterados tienen solamente un sistema nervioso reticular, es decir, se trata de una red
neural difusa, distribuida en todo el cuerpo del animal, al parecer sólo de tipo motor,
conectadas de tal modo que pueden ejecutar uno o dos programas de acción, como contraer el
cuerpo y moverse o desplazarse como si fuera un resorte.
Los invertebrados superiores tienen un sistema nervioso ganglionar formado por miles de
neuronas que se agrupan formando redes neurales de tipo nuclear, que reciben el nombre de
ganglios o núcleos neurales (no hay que confundir estos núcleos, que son paquetes de varios
miles de neuronas, con el núcleo de cada célula nerviosa). Los ganglios se ubican a uno y otro
lado del eje corporal y se unen por medio de cordones o nervios formados por los axones (o
fibras nerviosas) de interneuronas (neuronas intermediarias, intercaladas o internunciales).
Las neuronas motoras de los ganglios envían sus axones a los músculos que realizan
operaciones motoras bastante específicas. En esta clase de sistema nervioso, cada ganglio es
un sistema de memoria que guarda información para realizar una sola función: mover las
mandíbulas, la cabeza, las patas, las alas o el abdomen para aparearse y algunas operaciones
más según la especie, según un programa epigenéticamente determinado. Las entradas
sensoriales parten de receptores sensoriales que transducen (convierten) la presencia de
ciertas moléculas o algunas formas de energía, en señales sensoriales. Estas señales se
integran y son moduladas por interneuronas cuyos axones hacen sinapsis con los axones de
las neuronas sensoriales antes de que hagan contacto con las neuronas motoras.
Los receptores sensoriales de los organismos generan pues señales neurales que reflejan
la presencia de sustancias, de energía mecánica alrededor o de energía electromagnética,
señales que luego se reflejan en las redes nucleares que generan la actividad motora
correspondiente. Estas formas de actividad se amplían en los animales superiores y los
hombres hasta conectarse con áreas específicas del la corteza cerebral donde generan
sensaciones psíquicas; así aparecen las sensaciones de luz, sabor, etc. Estas sensaciones
psíquicas no se producen en los organismos. Por esta razón debemos ser muy cautos en
adscribir a los animales aquellas formas de actividad que son características del hombre. Así,
por ejemplo, el sistema nervioso reticular de los animales de simetría radiada, como la estrella
de mar o el pulpo, cuya estructura nerviosa es una red de neuronas alrededor de la boca
cuyos axones se distribuyen en cada brazo, ni siquiera tienen núcleos y menos un cerebro; sin
embargo, se dice que las células que se encuentran en los extremos de cada brazo de estos
66

animales, son “sensibles a la luz” y “al tacto”, cuando en realidad sólo podemos decir que
reflejan neuralmente cierta clase de energía radiante o cierta energía mecánica externa.
Los artrópodos, como la araña, el camarón, los insectos, son los invertebrados más
evolucionados. Pero su actividad individual sigue siendo de naturaleza funcional. Los
saltamontes, por ejemplo, tienen un cordón nervioso central con ganglios a ambos lados cuyas
neuronas distribuyen sus axones en los órganos vecinos, y tienen algunos tejidos sensoriales.
Se lee también en los textos de biología que, por ejemplo, en la cabeza tienen pelos para el
tacto, antenas para el olfato, palpos para el gusto, ojos y ocelos para la visión; membranas
timpánicas en el abdomen para la audición. Insistimos en que los invertebrados no tienen
representaciones psíquicas como los vertebrados. Téngase presente que se trata sólo de
señales neurales, que no son lo mismo que las señales psíquicas, como las sensaciones que
experimentamos en la forma de olor, hambre, luz, sonido, etc. Además, los receptores
sensoriales mencionados, todavía no forman parte de verdaderos órganos sensoriales; son
más bien tejidos especializados que inclusive están ampliamente distribuidos en la superficie
cutánea del animal (por ejemplo, los gusanos tienen fotorreceptores en las superficies dorsal y
laterales de su cuerpo; pero no deduciremos de este hecho que estos animales ven la luz
como nosotros o los mamíferos). Además, aunque estos animales no tienen cerebro, a veces
se llama así, impropiamente, a los ganglios que están en la parte cefálica del animal. Por lo
tanto, no tiene sentido que los términos que usamos las personas para designar formas
psíquicas de actividad, se apliquen a las formas más simples de actividad funcional de los
animales inferiores. Más aún, en los textos de biología animal todavía se dice que el grillo
hembra percibe el trino del macho, a pesar de que este término corresponde a las formas aún
más complejas de procesamiento de información psíquica consciente propias del hombre. La
cuestión es que, infortunadamente, estas confusiones no son sólo terminológicas, sino más
bien conceptuales; expresan una actitud que refleja la tendencia a deshumanizar al hombre y
a humanizar al animal. Son pues errores conceptuales de apariencia inocente, que no
expresan otra cosa que la tendencia a antropomorfizar a los animales y a imponer la idea de
que el hombre es animal.

4.5. Los sistemas psíquicos


Hay una antigua controversia respecto de la relación entre organismo y psiquismo. Se
supone que en algún momento de la evolución, los organismos adoptaron un psiquismo. El
desarrollo de este concepto se inicia desde que se suponía que el alma vendría a ser un ente
distinto del cuerpo, que debería ocupar algún lugar después de la muerte del cuerpo. Así, de
los tiempos en que se creía que estaba en el hígado, o en el corazón, hasta ahora nos quedan
expresiones o creencias, como la idea de que las personas coléricas sufren del hígado, o que
se ama con el corazón. Muy gradualmente en los últimos 3,000 a 2,500 años se han
acumulado evidencias acerca de que este ente, después denominado psique, psiquismo,
mente, comportamiento, tiene su asiento en el cerebro. El problema consiste entonces en
explicar la naturaleza de la relación de este ente con tantos nombres y el cerebro. Se
pregunta, por ejemplo, si la mente de naturaleza distinta a la del cerebro, o ambos son de la
misma naturaleza. La respuesta, para unos, es que la mente o el psiquismo es un atributo del
cerebro; para otros, una propiedad emergente del cerebro, en el sentido de que la mente es
una función del cerebro de los animales, incluidos los hombres. La ciencia natural
simplemente confirma esta afirmación; se sobreentiende que el individuo humano es sólo un
organismo con funciones como: procrear, comer, digerir, respirar, hablar, percibir, recordar,
pensar, ejecutar destrezas, etc. Para la ciencia natural actual, la única diferencia respecto de
los animales superiores es que los hombres, aunque también hacen cosas como éstas, las
hacen mejor, de modo más complejo y más variado, porque tienen un cerebro más grande y
con mayor número de neuronas.
En el presente texto, hemos adoptado una posición totalmente distinta, y trataremos de
demostrar que después de la encefalización del sistema nervioso de los vertebrados inferiores,
emergió la corteza cerebral en los vertebrados superiores –especialmente en los mamíferos–,
no como cualidad emergente, sino como una estructura que codifica información psíquica, y
que a base de ésta, los organismos llegaron a transformarse en psiquismos.
67

4.5.1. La emergencia de los psiquismos


Los cordados son los animales que tienen notocordio en algún momento de su desarrollo
individual. En los cordados inferiores, como el anfioxus que tiene la forma de un pez, el
notocordio es una especie de varilla flexible que sirve de eje y sostén del cuerpo. En los
cordados superiores, que son los vertebrados, el notocordio es reemplazado por una columna
vertebral. En los primeros, el sistema nervioso es un cordón en forma de tubo situado a lo
largo del dorso por encima del notocordio. En los segundos, el cordón nervioso es una médula
espinal que se encuentra dentro del canal que le forman las vértebras. En la cabeza, la parte
anterior de la médula espinal se expande para formar el encéfalo que comprende el tronco
cerebral y el cerebelo, y dos hemisferios cerebrales con su respectiva corteza cerebral. De
este modo, el eje cerebroespinal llega a sustituir a los ganglios de los invertebrados y con la
aparición de la corteza cerebral formada por redes neurales laminares, la información neural
se codifica en la forma de información psíquica, y ésta es la que determina la clase de
actividad propia de los vertebrados: una actividad individual estructurada psíquicamente.
El desarrollo de la actividad psíquica en los vertebrados fue determinante para la mayor
diversificación y mayor radio de acción de sus respectivas especies. Después de la extinción
en masa de los invertebrados marinos en el período pérmico, en el siguiente período triásico
de la era mesozoica, entre los 230 y los 195 millones de años, en que ya abundan las plantas
terrestres, empiezan a surgir los primeros mamíferos que están en la línea evolutiva que
precede a la aparición de los primates y del hombre. Los primeros mamíferos debieron
emerger a partir de ciertos reptiles (terápsidos) entre 220 y 180 millones de años atrás. Los
mamíferos más ancestrales fueron insectívoros primitivos que debieron medir sólo unos 10 cm
y pesar alrededor de 50 g.
En el período jurásico, en que todavía predominaban los reptiles de gran tamaño, como
los dinosaurios, aparecen las primeras aves, hasta que en el período cretáceo siguiente, hace
cerca de 140 millones de años, se produce la extinción en masa de los grandes reptiles y de
otras especies, seguida de la radiación adaptativa de las plantas con flores.
Recién en el paleoceno del período terciario de la era cenozoica, hace alrededor de 66
millones de años se produce la radiación adaptativa de los mamíferos. Los primates debieron
aparecer entre los mamíferos en esa misma época, hace cerca de 65 millones de años.
En los mamíferos podemos diferenciar varios tipos de corteza cerebral que han aparecido
progresivamente en el curso de su evolución, que son: 1) el arquicórtex: la corteza del bulbo
olfativo, el hipocampo; 2) el paleocórtex: la corteza límbica y la corteza heterotípica; 3) el
neocórtex de transición, característico de los mamíferos superiores como los primates, y 4) el
neocórtex humano (Ortiz, 1999).
El arquicórtex es posiblemente el sistema de memoria cortical de naturaleza psíquica más
elemental. Esta es una estructura que podríamos clasificar como una corteza primitiva –o una
formación precortical en el mismo nivel del cerebelo– capaz de organizarse en la forma de
información psíquica que integra señales sensoriales interoceptivas y exteroceptivas que luego
se reflejan en la forma de actividad motora que organiza el comportamiento del animal en su
relación con el ambiente local inmediato. Sin embargo, no es posible afirmar que en este nivel
de organización el animal tenga verdaderas sensaciones psíquicas, como las de hambre, sed,
color, sonido. Por ejemplo, en los peces y los anfibios que los calificamos como vertebrados
inferiores, todas sus formas de comportamiento, que además son en número muy limitado, se
pueden explicar como resultado de un procesamiento de señales neurales, aunque algo más
complejas y variadas en comparación con las de los invertebrados superiores.
Como bien ha señalado Sagan (1982), es posible que recién en los reptiles la cantidad de
información de sus cerebros sea mayor que la cantidad de información de los genes. Y es que,
con la aparición del paleocórtex, las formas de comportamiento de los vertebrados superiores
ya dependen de información psíquica, esto es, de: 1) sensaciones afectivas que reflejan el
estado funcional y metabólico del medio interno, y 2) sensaciones cognitivas que reflejan los
cambios del ambiente externo inmediato al animal. Hemos sugerido (Ortiz, 1994) que las
clases de información psíquica afectiva y cognitiva, que corresponden a los reptiles, las aves y
los mamíferos, son formas de información psíquica (paleocortical) que deben ser consideradas
de naturaleza inconsciente, diferente de las clases de información psíquica consciente del
hombre que son de origen social. La psicogénesis surge entonces en el sistema vivo
68

coincidiendo con la diferenciación de la corteza cerebral, tanto a partir de las condiciones


internas cambiantes de los vertebrados inferiores, como a base de las condiciones de su
ambiente que seguramente soportó grandes cambios en los millones de años que tomó esta
transformación de los organismos.
Suponemos que la información psíquica inconsciente que surgió con los reptiles, debió
aparecer por procesos epigenéticos a partir de la actividad funcional de los organismos que
los precedieron en la evolución. Esta clase de información refleja, entonces, primero en
sentido epigenético tanto las señales químicas como las señales neurales preexistentes en
relación con el medio interno, y en sentido ecocinético al medio externo inmediato del animal.
De este modo, esta clase de información determina cinéticamente la reestructuración psíquica
de las formas de actividad funcional, metabólica y genética de todo el individuo. Es lógico
deducir que por este proceso psicocinético los organismos se convirtieron en psiquismos. La
información psíquica ya viene a ser una superestructura que resulta de la integración de
múltiples redes neurales distribuidas en la corteza cerebral. La actividad individual organizada
a base de esta clase de información alcanza los diversos sistemas orgánicos ya integrados por
la información neural ya existente, por medio de señales psíquicas que, a su vez, se expresan
en señales motoras que se distribuyen en los sistemas orgánicos, tanto viscerales como
somáticos. El efecto final es la organización del individuo a base de diversas formas de
actividad psíquica, y la consiguiente reestructuración psíquica del mismo.

4.5.2. La evolución del género Homo


A pesar de todos los avances en paleontología y el estudio del ADN mitocondrial de los
fósiles y del ADN nuclear de diversas especies de primates, aún no se dispone de una
clasificación definitiva de los primates vivientes y menos de los ya extinguidos. Con todo, si se
siguen por lo menos ciertas líneas de investigación, parece que hay algunas luces acerca de
la evolución y diversificación de los primates, y dentro de estos, acerca de la evolución del
genero Homo. La reseña que sigue acerca de la evolución de los primates y los procesos de
antropomorfización de la especie Homo sapiens ha sido extraída principalmente de Mechán
(1997), Leakey (2000), y Campbell y otros (2001). Haremos, al respecto, una clara distinción
entre: 1) los procesos de hominización dentro de los homínidos hasta la formación de la
especie Homo sapiens; 2) los procesos humanización de esta especie hasta su transformación
en humanidad (especie humana o especie H. sapiens sapiens, como también se prefiere
llamarla), y 3) los procesos de socialización por los surge la sociedad tal como hoy la
conocemos, donde cada uno de los individuos humanos –miembros de la humanidad– son
transformados en personas que son el soporte activo de dicha sociedad.
a) Procesos de hominización
Llamamos procesos de hominización a aquellos por los cuales los homínidos primitivos se
diversifican en varias especies del género Homo. Los procesos iniciales habrían empezado
hace cerca de 60 millones de años. Culminan con la diferenciación de varias especies Homo,
entre ellas la especie Homo sapiens.
Al parecer, a partir de un mismo tronco común, primero aparecieron las primeras especies
de prosimios (lemures), luego de monos (del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo), de simios
(chimpancés, gorilas) y finalmente de homínidos. Estos últimos habrían aparecido hace 4 a 6
millones de años.
Los prosimios son los primeros primates, primates ancestrales o primates inferiores
actuales. Estos tienen un olfato muy desarrollado, pero su visión a distancia es limitada; unos
son dicromáticos (ven sólo dos colores); otros son acromáticos.
Los antropoides inferiores de talla pequeña serían los más primitivos. El antropoide
ancestral sería la familia eosimiidae cuyos fósiles fueron descubiertos en la China. Otros
fósiles del género Catopithecus tienen 37 millones de años, que al parecer pesaba unos 6 Kg y
tenía un volumen cerebral de 3.1 cm3. De las especies actuales, los társidos son primates
pequeños (de algo más de 1 Kg de peso), que tienen una fovea en la retina y pueden hacer
converger ligeramente los ojos.
Otros primates que están en la línea de la hominización son de talla mediana. En estos
primates la convergencia ocular ya es completa y esto indica que pueden fusionar las
69

imágenes de los ojos en una sola, con lo cual es posible la visión del espacio en tres
dimensiones y una mayor nitidez de los bordes de los objetos, además de que su visión ya es
tricromática. A los primates de este tipo pertenece un fósil del género Aegyptopithecus de 32
millones de años, que presenta una ligera expansión de los lóbulos frontales del cerebro. El
desarrollo más avanzado de los primates parece estar en relación con el cambio de la dieta,
cuando se vuelven carnívoros y aprovechan las proteínas animales.
Para algunos investigadores, sólo los primates de talla grande son los verdaderos
primates. Estos se caracterizan por tener una base del cráneo más amplia, un cerebro con
lóbulos occipitales y cisura calcarina, mamas pectorales y testículos en un escroto. Dentro de
este grupo, cuyos representantes más conspicuos son el chimpancé y el gorila, se ubica al
hombre actual.
Los fósiles más antiguos de las especies de prehomínidos encontrados en África y Asia
tienen unos 18 millones de años. Aunque muchas de estas especies se extinguieron, entre las
que quedaron se produjo la divergencia de los futuros homínidos, en una línea distinta de los
demás primates, como es el caso del suborden de los Cercopithecoidea (monos celobinos y
cercopitecinos), y los géneros Pan y Gorila posteriores.
Los primates más modernos de la familia Hominidae, seguramente aparecieron hace 6
millones de años, de tal modo que la divergencia dentro de esta familia de los géneros Homo
(que comprenden varias especies) y Pan (que comprende muchas especies de monos), ya se
habría producido por esta época. Las especies más importantes de los homínidos primitivos
son el Ardipithecus ramidus y los Australopithecus que han vivido entre los 4.4. y 3.1 millones
de años. Tenían un peso de 30 Kg, 1 m de talla y una conformación corporal tipo chimpancé.
En estas especies ya se habían producido modificaciones en los conductos semicirculares del
laberinto vestibular en relación con la postura erguida.
b) Procesos de humanización
Llamamos humanización a los procesos por los cuales la especie Homo sapiens logra
transformarse en una Humanidad. Esto significa que las modificaciones producidas por el uso
de instrumentos y un lenguaje, condujeron a una mutación genética que predetermina tanto la
estructuración del neocórtex cerebral como una memoria capaz de codificar el lenguaje y las
diversas clases de información social, así como la conformación corporal que calificamos como
humana. Según este criterio todo hombre que nace en el período de los últimos 100,000 años,
nace como un individuo humano; y es así como nace inclusive en la etapa actual de los últimos
30,000 años en que la humanidad está en vías de transformarse o se está transformando en
una sociedad, o está en pleno proceso de ser una sociedad.
Los procesos de humanización ocurrieron dentro de varias especies Homo. Empezaron
con el uso del fuego, de utensilios como la cuerda para pescar o amarrar, y de herramientas
como los cuchillos de piedra. Estos procesos se frustraron y terminaron con la extinción de
todas estas especies. Sólo una es la que logra sobrevivir y desarrollarse progresivamente en
los últimos 500,000 años. En efecto, únicamente la especie Homo sapiens pudo culminar su
humanización hace 35 o 30 mil años, hasta que queda transformada en la humanidad.
Los individuos de las especies del género Homo se distinguieron por haber adoptado una
postura totalmente erecta a causa de una modificación anatómica de la pelvis en relación los
miembros inferiores; el dedo pulgar se separa y se opone a los demás dedos, en tanto que la
musculatura de las manos adquiere mayor fuerza de prehensión y más precisión de los
movimientos, y la capacidad craneal ya es superior a los 700 cm3. El resultado de este
desarrollo individual ya no es sólo la utilización de objetos naturales como utensilios, sino la
producción de utensilios, inicialmente de piedra. Se discute si la industria de piedra forzó el
aumento del volumen cerebral, o el aumento del volumen del cerebro precedió a la habilidad
manual, aunque todo parece indicar que el desarrollo de las manos, y sobre todo la
diferenciación de las funciones de una y otra en relación con los hemisferios cerebrales, es el
hito que marca el inicio de los procesos de sociogénesis que culminaron con la aparición de
nuestra sociedad, por lo menos desde un punto de vista más esencial. Es importante señalar
que la fase inicial de este proceso, el de la industria lítica, no parece haber durado menos de
un millón de años, lo que vendría a ser el tiempo que media entre el uso de utensilios
naturales y la aparición de la sociedad primitiva.
70

Hay evidencia suficiente como para afirmar que sólo los homínidos que vivieron en África
entre 2.9 y 1.6 millones de años tenían destrezas manuales de cierta precisión. De las
especies conocidas, el Homo habilis (2.9 a 1.6 millones de años) tenía una capacidad craneal
de 650 a 750 cm3, 1.3 m de altura y 30-40 Kg de peso. Aunque sus restos fósiles tienen
características de australopitecino, se le incluye en el genero Homo por su mayor capacidad
craneal.
Otra especie que vivió entre 1.9 y 1.2 millones de años es el Homo ergaster (erectus) que
tenía proporciones más humanas, una capacidad craneal de 900 a 1300 cm 3 y probablemente
1.8 m de talla. Es posible que miembros de esta especie hayan empezado la caza colectiva y
sistemática, hayan usado el fuego y empezado la fabricación igualmente sistemática de
utensilios. Los ejemplares fósiles encontrados en África y Asia, indican una amplia distribución
de esta especie que llegó a extinguirse hace sólo 27 mil años, y que, por tanto, ha coexistido
con la especie Homo sapiens. Las evidencias sugieren que todas estas variantes son
resultado de migraciones desde el África, aunque hay rasgos de estos fósiles que indican la
aparición de hombres con características regionales importantes, como son, además de las
variantes africanas, los hombres de China, Java, Indonesia, Asia occidental y Europa.
Las especies Homo más recientes son: el H. antecesor (que vivió entre 780,000 a 127,000
años), H. neanderthalensis (entre 690,000 a 30,000 años), H. heidelbergensis (entre 500,000 a
130,000 años), cuyos restos se han encontrado en Europa principalmente. Estas especies
tienen estrechas similitudes corporales y genéticas entre sí y con H. ergaster, africano y
asiático.
Los Neanderthales, que tenían un cerebro más grande que el nuestro, podían hacer
herramientas de piedra, fabricaron otros de hueso, cuerno y marfil., usaban ropa, recogían
alimentos, cazaban animales, vivían en cuevas y enterraban a sus muertos. Pero no está claro
si esta especie dio origen a la especie Homo sapiens, o se extinguió y ésta tiene un origen
diferente. Por lo menos existen diferencias importantes en el ADNmt de ambos. Es interesante
que los individuos de esta especie que llegaron a medir hasta 2.3 m de alto y a tener una
capacidad craneal de 1,800 cm3, llegaron a extinguirse por razones que no han sido
precisadas. Lo único que sabemos es que estas situaciones de desarrollo epigenético más allá
de lo necesario no son infrecuentes en el desarrollo fetal del cerebro y todavía sucede entre
nosotros.
Hay evidencias de una línea evolutiva entre el H. ergaster (H. erectus) y H. sapiens. Así,
se han encontrado formas transicionales en África, con edades de 300,000 a 80,000 años.
Fósiles de formas más modernas de H. sapiens, han sido hallados en el sur de África que
vivieron hace cerca de 115,000 años; en Asia Menor hace 60,000 años, y en Francia el cráneo
de Cro-Magnon indica que grupos de seres humanos vivieron hace 40,000 años. Estos
hallazgos han dado lugar al concepto de que la región formada por África, Asia y Europa fue el
área de “sapientización”, donde emergió, se expandió y desarrolló la especie Homo sapiens.
Otra variedad de Homo sapiens fueron los Cro-Magnones. Estos eran cazadores y
recolectores y tenían una mayor variedad de herramientas de piedra. Lo más importante de
sus características es que en las cuevas donde vivían grabaron dibujos que representan a los
animales que cazaban. Es pues muy probable que dentro de estas variedades de la especie
ya se haya podido desarrollar algún tipo de lenguaje para la comunicación interindividual.
Es pues dentro de la familia Hominidae donde emerge el género Homo, y dentro de ésta la
especie Homo sapiens. Pero la transformación de esta especie en humanidad es una historia
que ya no es la historia natural de los animales, sino la historia de la sociogénesis, es decir, de
una serie de procesos epigenéticos por los cuales la actividad de los individuos de las
especies del género Homo tienden a una socialización. No todas estas especies, como se ha
señalado, llegaron a culminar este desarrollo progresivo. Este desarrollo quedó reservado a la
especie Homo sapiens que es la única que crea y produce la nueva clase de información que
quedará codificada fuera de cada individuo. Al parecer, en las demás especies los procesos
epigenéticos que tuvieron su punto de partida en una suerte de actividad ampliada de ciertos
individuos que tendían hacia la formación de pequeñas sociedades, debieron quedar truncos
al no haber logrado que la información psíquica de tipo animal que naturalmente estuvo en el
mayor nivel de su organización individual, fuera codificada en sistemas de memoria
extraindividual. Lo que sucedió en la humanidad en el curso de los últimos 30 mil años ya es la
71

historia de la sociedad donde nacimos y vivimos. La explicación de los procesos de


socialización es el objetivo del capítulo siguiente.
72

CAPÍTULO 5

LOS SISTEMAS MULTIINDIVIDUALES Y EL SISTEMA SOCIAL

Los sistemas animales multiindividuales. Los procesos de socialización: la organización de


la sociedad humana. Conceptuación de la información (social). Naturaleza de la información
social. Clases de información social y la estructura de la actividad social. Crítica al concepto de
cultura animal.

En este capítulo volveremos al tema del desarrollo de los sistemas multiindividuales, a fin
de diferenciar claramente la naturaleza de la sociedad. Ya hemos visto que sólo la especie
Homo sapiens fue la única en lograr que sus sistemas multiindividuales se transformen en una
humanidad y luego en un sistema supraindividual, que es la sociedad. Como podrá deducirse
de nuestro razonamiento, la explicación del desarrollo de la sociedad es el paso previo para la
explicación de la naturaleza humana. Nuestro argumento está a favor del concepto de que
sólo una teoría de la sociedad como sistema claramente diferenciado del resto del reino
animal, puede explicar la transformación de cada hombre en una personalidad.

5.1. Los sistemas animales multiindividuales


Los miembros de las distintas especies animales nunca forman una sola comunidad. Por
lo general se dispersan y luego forman agrupaciones de un número reducido de individuos; es
decir, es una característica de los animales formar masas o aglomeraciones de un número
variable de individuos, aunque fueran sólo dos los individuos que por un momento se reúnen,
como cuando individuos de uno y otro sexo se acercan para aparearse sexualmente, o una
madre y su cría se mantienen ligados por algún tiempo.
Los sistemas individuales de prácticamente todas las especies, tienden pues a reunirse,
agruparse, ayudarse viviendo juntos y compartiendo un territorio común, debido tanto a las
condiciones que impone el ambiente, cuanto a la exigencia de satisfacer sus necesidades
básicas: 1) de reproducción, cuando es necesaria la concurrencia de individuos de distinto
género para la reproducción sexual; 2) de protección, para mantener la integridad
especialmente de los recién nacidos, pues muchos de estos dependen de los cuidados que les
brindan sus progenitores por algún tiempo; 3) de alimentación, para asegurarse el alimento
que permitirá que los miembros del grupo sobrevivan hasta reproducirse; 4) de adaptación,
para sobrevivir a pesar de los cambios ambientales, sobre todo físicos o producidos por la
presencia de otras especies. La satisfacción de estas necesidades, que son netamente
individuales, requiere que los individuos dispongan y compartan un ambiente local o ecológico
al que deben adaptarse y donde pueden aparearse, protegerse y alimentarse. Debemos
adelantar desde ya que los hombres también tienen necesidades similares para satisfacerlas,
pero tienen, además, razones sobre todo económicas y morales para organizar su
comportamiento dentro de formas mucho más complejas de organización multiindividual.
Dentro de estos sistemas multiindividuales integrados, sus miembros aparentemente se
comportan como si siguieran ciertas reglas, sobre todo tratándose de animales superiores,
cuyas agrupaciones forman verdaderas estructuras jerárquicamente organizadas; por ejemplo,
mantienen una distancia para no quedar excluidos de la agrupación, tienen estrategias
similares para buscar y usar los mismos alimentos, y saben en qué momento y en qué orden
han de alimentarse; en qué momento han de preparar el ambiente para protegerse y procrear,
cuándo y cómo aparearse sexualmente, cómo cuidar y alimentar las crías, cómo ejecutar
ciertos rituales para conseguir un objetivo, etc.
73

Aunque algunas de estas agrupaciones están formadas por individuos de especies


diferentes, la mayoría de los sistemas multiindividuales están formadas por miembros de una
misma especie, donde todos ellos siguen ciertas reglas para adaptarse a las condiciones del
grupo en su conjunto. En todo sentido, existe una organización multiindividual más o menos
integrada, estable, reproducible y mutable, que efectivamente es algo más que la suma de la
actividad de cada uno de los miembros de la agrupación. Este algo más es sin duda la red de
señales por medio de las que los individuos se comunican entre sí.
No es difícil comprobar que dentro de las organizaciones multiindividuales animales, cada
individuo tiene que generar señales para relacionarse con los demás, principalmente con otros
de su misma especie, como también con sus presas o depredadores. Así, por ejemplo, las
aves y los mamíferos para comunicarse entre sí codifican en señales externas u objetivas la
información psíquica inconsciente que disponen en el mayor nivel de su organización
individual, en tanto ésta es la clase de información que organiza su actividad de orientación
hacia su ambiente local actual. Estas señales, una vez emitidas, son naturalmente estructuras
físicas o químicas exteriores al individuo mismo.
Sin embargo, como veremos en seguida con mayor detenimiento, esta situación apenas
se parece superficial y objetivamente a lo que sucede en la sociedad que surgió a partir de la
especie Homo sapiens sapiens, dígase la humanidad, sobre todo si se toma en cuenta la
naturaleza de los procesos esenciales que han determinado y determinan la actividad social
de los hombres. Justamente con la finalidad de explicar los procesos de comunicación social
humana, debemos explicar, primero, cuán diferentes son los procesos por los que se mantiene
un individuo, y los procesos por medio de los que mantiene una agrupación de individuos, para
luego diferenciar entre el procesamiento interindividual y el supraindividual de señales a través
de los medios del espacio exterior a ellos. Para empezar, notaremos que en el primer caso se
requiere de señales que se transmiten dentro del individuo; en el segundo, cada individuo
debe generar señales que se comunican a otro u otros individuos. Así estaremos en mejores
condiciones para notar la marcada diferencia que existe entre las señales que utilizan los
animales para comunicarse, y los signos que usan las personas dentro de la sociedad,
lógicamente con la misma finalidad.
En lo que sigue, haremos referencia a estos problemas sólo tomando en cuenta los
procesos de transmisión y comunicación de información que ocurren dentro de los sistemas
vivos superiores, especialmente dentro de los primates. Recordemos al respecto, que estos
sistemas animales mantienen su actividad intraindividual por medio de dos tipos de señales
psíquicas: unas, se generan en receptores interoceptivos a partir de sus necesidades internas;
estas señales activan sensaciones psíquicas afectivas (de hambre, por ejemplo) que orientan
la actividad del animal hacia la búsqueda de lo que satisface su necesidad inmediata y que
debe encontrar en su ambiente. Otras señales se generan en receptores exteroceptivos que
reflejan las características objetivas del ambiente local, las que a su vez generan sensaciones
psíquicas cognitivas acerca de aquello que satisface la respectiva necesidad (como es el
alimento).
Luego, respecto de la actividad extraindividual de los animales, debemos explicar la
diferencia entre 1) las formas de relación de los individuos con su ambiente y 2) las formas de
relación entre dos o más individuos.
En la primera situación, el animal que dispone de la clase de información apropiada, a
partir de sus receptores encodifica los rasgos distintivos o indicios de los elementos que
necesita o debe evitar, los que naturalmente son externos a él, de modo que en un momento
dado el objeto que efectivamente necesita podrá ser discriminado entre los demás. En este
caso, los rasgos del ambiente local se reflejan en señales que se generan y procesan dentro
del animal. Como puede verse, ni el ambiente ni ningún objeto del ambiente, emite
información: por fuera del individuo sólo ocurren procesos físicos o químicos que conforman
estructuras cuyos rasgos el animal puede detectar y distinguir: la información respecto de
estas estructuras –que, insistimos, es de naturaleza psíquica en el caso de los primates– se
genera únicamente a partir de los receptores sensoriales del animal.
Una situación distinta es cuando un animal se comunica con otro. En este caso, el animal
tiene que generar señales externas a él que codifican la información que orienta su actividad
en ese momento. Tratándose de un primate, la información psíquica inconsciente tiene que ser
74

traducida en algún medio del ambiente local para así formar una señal, que no es sino la
estructura inerte que el otro individuo tiene que registrarla a partir de sus receptores
sensoriales, como en el caso anterior. Notaremos en seguida que esta clase de señales
externas son trozos de materia o de energía que son organizados por la actividad externa del
individuo: estas señales son de naturaleza diferente de la información que en la forma de
señales se transmite y distribuye dentro del individuo, que como sabemos son procesos de
naturaleza genética, metabólica, neural o psíquica. (Para evitar confundirlas, además del
contexto, hablaremos de señales sin adjetivación alguna para referirnos a las señales
externas, físicas o químicas, que algunos llaman signos naturales, que los animales usan
como medio de comunicación interindividual. Las señales internas de cualquier sistema vivo
individual, siempre aparecerán con el adjetivo correspondiente: señales químicas, señales
neurales, señales psíquicas). Por otro lado, tendremos presente que el uso del término de
señal en el caso de la comunicación interindividual es apropiado, porque tal estructura inerte
efectivamente codifica la información actual, vigente en el individuo que la emite, por lo que
tiene el status lógico de una señal interna del animal, y por tal razón puede decirse que
contiene información, esto es, la información que organiza la actividad interna del animal.
Es evidente que estas señales que emiten los animales no pueden confundirse con los
indicios que son los rasgos que distinguen a las diversas clases de materia o de energía que
constituyen el ambiente, en tanto pueden ser detectados por un ser vivo, siempre y cuando
éste disponga de los receptores sensoriales con los cuales pueda generar la información al
respecto. Sólo cuando se confunde la naturaleza intrínseca de los indicios (del ambiente) con
las señales (que dispone y genera el animal), se puede deducir, erróneamente por supuesto,
que el ambiente fisicoquímico contiene información. Al respecto, señalaremos también desde
ahora que tampoco se pueden confundir los objetos fisicoquímicos del ambiente natural con
los objetos fisicoquímicos que el hombre ha producido, los cuales ya contienen la clase de
información social propia de la sociedad humana.
Veamos ahora algunas de las características de las señales que emiten los animales para
comunicarse. En primer lugar, los psiquismos animales superiores generan señales efímeras
que sólo codifican la información psíquica en uso actual, de modo que los gestos visibles o
sonoros, así como las sustancias que excretan, únicamente reflejan su estado interno tal como
se encuentra en el momento que el animal las emite. De este modo, entre la emisión de una
señal y la recepción de la misma se establece una relación interindividual directa que se
extingue por sí sola, o apenas el estado de uno u otro individuo se modifica o cambia a uno
nuevo, fuese el esperado u otro diferente.
En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, los sistemas de comunicación
animal tienen efectos específicos en otro individuo (por lo general de su misma especie o de
alguna otra relacionada) sólo en el momento que sigue a su ejecución. En otros términos, cada
gesto que emite un animal superior refleja sólo su estado psíquico particular presente en ese
momento, y sólo determina un efecto igualmente breve sobre otro individuo. A causa de esta
relación biunívoca entre el estado interno del animal y la señal que emite, podemos decir que
estas señales animales se parecen a las señales de tránsito que vemos en las calles. Sin
embargo, la semejanza es sólo superficial y de ninguna manera podríamos decir que aquellas
señales son símbolos o signos animales, pues sólo excepcionalmente y sólo por medio de las
señales mencionadas los animales hacen referencia al ambiente o a otro animal. Así, por
ejemplo, si bien el cuidado de las crías implica “enseñarles” a reconocer sus alimentos, los
ambientes apropiados, los depredadores, y pueden surgir condicionamientos respecto del
ambiente, la comunicación por medio de símbolos acerca de aquello que el animal debe
enseñar es imposible. Los animales no producen algo exterior a ellos que refleje al resto del
mundo, ni siquiera a los fenómenos que más les afectan. Se dice que un mono puede “avisar”
a sus congéneres acerca de la presencia de una serpiente, pero en realidad sólo expresa y
comunica su miedo; de ningún modo se comunica mostrando por ejemplo un símbolo arbitrario
que signifique la presencia de la serpiente. Por el contrario, como veremos, los gestos
emotivos humanos ya no expresan solamente un estado subjetivo, sino que son símbolos que
tienen un significado; tal es el caso de los aplausos o el apretón de manos con los que una
persona expresa aprobación o amistad respecto de otra.
En tercer lugar, las señales que emiten los animales superiores no llegan a combinarse
entre sí para generar señales más complejas. Lo único que pueden hacer es relacionar ciertas
75

clases de información, sin generar una nueva clase de información. La situación es la misma
desde la aparición del sistema nervioso en los organismos hasta la aparición de la corteza
cerebral de los psiquismos: en aquellos, cada ganglio o núcleo de neuronas tiene una función
determinada epigenéticamente, y difícilmente pueden relacionarse e integrarse entre sí
(inclusive, no podríamos afirmar que la Aplysia puede condicionarse por sí misma tal como lo
hace en el laboratorio bajo la influencia de un experimentador). Sólo en el nivel superior de
organización de las redes corticales de los psiquismos, las señales neurales pueden
relacionarse o condicionarse entre sí para integrar información psíquica inconsciente entre sí,
sin que, por otro lado, genere una nueva clase de información.
Por último, como corolario de lo anterior, advertiremos que la “enseñanza” que aludíamos
líneas arriba nada tiene que ver con la enseñanza de una asignatura en el colegio; es, además
de fortuita, sólo una incitación a imitar, y por lo tanto, la operación que realiza un progenitor
para que su cría lo imite y aprenda, es sólo un gesto que expresa su estado interno y la
situación local e inmediata que rodea a ambos.

5.2. Los procesos de sociogénesis: la organización de la sociedad


Desde el punto de vista de las ciencias naturales, los primates ocupan el nivel más
complejo o superior del sistema vivo. ¿Debemos incluir al hombre en este mismo nivel?
Creemos que la respuesta no está en el ámbito de la ciencia natural. Las ciencias naturales no
pueden explicar la naturaleza de la sociedad, ni mucho menos la esencia espiritual y
consciente de cada uno de los hombres. Sólo unas ciencias sociales correctamente fundadas
y fundamentadas pueden explicar al hombre con sus propios métodos y postulados.
Acabamos de ver que los seres vivos forman agrupaciones multiindividuales para
sobrevivir; algunas de ellas tienen una organización jerárquica bastante compleja, que se ha
mantenido inmutable por millones de años, como sucede, por ejemplo, con las colmenas de
abejas o de hormigas. Muchos observadores han mostrado que las formas de organización de
los animales superiores, por lo menos objetivamente, tienen un claro parecido a las
organizaciones humanas básicas, como la familia o la tribu. Pero si se está atento a los
procesos esenciales que han determinado la organización de los sistemas multiindividuales
humanos, ya es imposible sostener que las similitudes sean lo más importante como sostiene
la ciencia natural; más conviene hacer notar y explicar las diferencias que existen entre las
agrupaciones animales y las instituciones sociales, como es uno de los objetivos de las
ciencias sociales. No deben pues escatimarse esfuerzos para demostrar la verdad de este
aserto, pues todavía hay quienes creen que las diferencias son poco importantes y que a lo
sumo son cuestiones de complejidad. Se piensa que sólo las semejanzas son esenciales, pues
son genéticas, y que las diferencias serían sólo circunstanciales, puesto que dependen de las
condiciones actuales del ambiente. En este sentido, no habría problema en llamar sociedades
naturales a todas estas agrupaciones de animales y considerar dentro de ellas a la humana.
Pero desde el punto de vista de las ciencias sociales que defendemos, no se puede
ignorar que los procesos esenciales que determinan la organización de la sociedad humana
son muy distintos de los de cualquier otra organización multiindividual animal, aunque al
mismo tiempo se mantienen tan ocultos como para que no hayan sido ignorados, según
creemos, por simple conveniencia.
Lógicamente que para esclarecer este asunto hay que interpretar de otro modo las
evidencias que se han acumulado acerca de la historia del hombre, y aunque no disponemos
de todos los datos necesarios, lo que conocemos hasta ahora bien puede ser suficiente para
explicar los procesos por los cuales la especie Homo sapiens se ha transformado en
humanidad y progresivamente se transforma en una sociedad. El concepto de información
claramente amplía la visión unilateral de la epigénesis, al incluir como esencial su propiedad
de determinar cinéticamente la reorganización de todo sistema vivo, fuese individual o
multiindividual. Al mismo tiempo que se hace patente la existencia de la información social y
con ella la posibilidad de explicar la reestructuración de la actividad multiindividual de los
hombres hasta constituirse en el sistema de la sociedad.
Como ya hemos resumido la evolución de las especies del género Homo hasta la
humanización de la especie Homo sapiens, toca ahora reseñar y explicar el proceso de
socialización de la humanidad.
76

En primer lugar, señalaremos que lo más característico del desarrollo social de la


humanidad es la evolución del cerebro de las especies Homo, consistente en el paulatino
aumento de su tamaño más allá de las proporciones relativas de los demás mamíferos. Esta
característica predetermina, en sentido epigenético, la emergencia de la sociedad. En efecto,
sólo en la especie H. sapiens es evidente que la relación entre la masa del cerebro y la masa
corporal es notoriamente superior a la de todas las demás especies de este género en algo
más de 2 puntos; pero mayor aún es el incremento de la extensión de la corteza cerebral en
relación a la superficie corporal, más que respecto de la masa o el volumen corporal. En
términos relativos, la extensión de la corteza cerebral humana triplica a la del chimpancé, el
primate más cercano al hombre (Changeux, 1985).
En segundo lugar, el hecho de tener un cerebro con estas características, habría hecho
posible la modificación de la conformación anatómica de los órganos del habla. Una
comparación de la conformación anatómica de los cráneos de H. neanderthalensis y de
chimpancés, muestra que al tener el velo del paladar y la epiglotis muy cerca, ambos podían
respirar y deglutir al mismo tiempo, pero no articular palabras. En cambio, los H. sapiens, si
bien no pueden ejecutar aquellas dos funciones a la vez, tienen una estructura anatómica de
la garganta dispuesta de tal modo que pueden articular sonidos como los de las palabras sin
mayor dificultad. Se discute entonces, si esta disposición anatómica del aparato bucal y el
desarrollo de la corteza cerebral ya estaba predeterminada, o no, antes de la aparición del
lenguaje. Algunas evidencias indican que el uso del habla habría empezado hace más o
menos 100,000 años, y que para ese entonces la conformación del cerebro ya era semejante a
la actual.
Pero antes que discutir qué empezó primero, la articulación de palabras o la conformación
anatómica del cerebro, debemos explicar cómo los procesos que hemos llamado de
sociogénesis, que vendrían a constituir la última fase de la epigénesis en la evolución del
sistema vivo, fueron los que inicialmente determinaron la organización de la sociedad, y cómo
dentro de ésta la información social se convierte en la base de desarrollo de la sociedad en
toda su integridad.
Ya hemos mencionado el hecho de que la actividad social primitiva de los individuos de
varias especies Homo no prosiguió hacia la formación de sociedades como la nuestra.
Debemos explicar, entonces, cómo es que únicamente dentro de la especie H. sapiens se
ampliaron los procesos de humanización hasta que se llega a los de organización de la
sociedad (humana), al adoptar la estructura que tiene actualmente. Tomando en cuenta las
evidencias disponibles se puede deducir que los diversos procesos de sociogénesis se
habrían producido en los últimos 100,000 años, después que desaparecieron las especies
Homo ancestrales. En otras palabras, los procesos sociogenéticos que ocurrieron entre los
miembros de la humanidad (o la especie humana como muchos prefieren llamarla), con los
que empieza la prehistoria de la sociedad actual, deben abarcar no menos desde los 100,000
hasta hace 30,000 años.
Entonces, habrá que explicar la naturaleza de los procesos de la historia que vienen
ocurriendo desde hace 30,000 mil años, durante los cuales los sistemas multiindividuales de la
humanidad tienden a organizarse progresivamente como sociedad. Es decir, es preciso
explicar por qué y cómo se han producido los cambios por los que la humanidad, cuya historia
inicial sólo conocemos a través de hallazgos fortuitos de herramientas primitivas, pequeñas
estatuillas de mujeres y el arte gráfico rupestre, inició el proceso final de su estructuración
como una sociedad. El legado de las grandes culturas del África, Asia, Europa, América y
Oceanía, definen con mayor precisión y amplitud la naturaleza de esta historia
Sin duda fueron los individuos de la especie H. sapiens cuyas raíces parecen estar en el
extremo oriental del África los que lograron por primera vez codificar información psíquica, no
sólo en la forma de procedimientos para hacer y usar los utensilios y las herramientas que
llegaron a producir, sino en la forma de representaciones, tal como las apreciamos en las
esculturas y los dibujos rupestres. Este es, en realidad, el punto de partida de un proceso
esencial que se inicia en la humanidad y progresivamente se desarrolla hasta la encodificación
del habla en señales grabadas en medios inertes hasta constituirse en un lenguaje. En efecto,
sólo dentro de este tipo de sistema multiindividual se creó la posibilidad de guardar
información psíquica inconsciente de modo intencional fuera de los individuos, en la materia
inerte, en una especie de vuelta a los orígenes de la vida, pero en sentido inverso: desde el
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nivel superior de desarrollo del sistema vivo hasta la estructuración de la materia inerte por
este mismo sistema vivo.
Es pues evidente que sólo los miembros de la especie H. sapiens, después que lograron
adoptar la bipedestación, usar sus manos para moldear la piedra y avanzar en la
corticalización de su cerebro, después de un largo proceso de humanización, empezaron el
más cercano proceso de sociogénesis que crea el sistema de la sociedad actual. Al parecer,
sólo en los últimos 30 mil años de la historia del universo, esta sociedad ha logrado la
codificación duradera de información psíquica en un medio extraindividual.

5.3. El concepto de información (social)


Como quiera que las teorías sobre la información se refieren únicamente a la información
social, aquí damos una síntesis de las definiciones y teorías propuestas, como si se tratara de
la única clase de información que existe. Por supuesto que si se piensa y afirma que la
información es sinónimo de mensaje o noticia, tiene razón Bunge (Bunge y Ardila, 1988)
cuando dice que el concepto de información genética se usa en Biología sólo en sentido
figurado, y que por lo tanto el concepto, tanto en este caso como respecto de la función
cerebral, es inútil y no tiene valor explicativo alguno.
Sin embargo, somos los hombres, mas no los animales, quienes compartimos significados
y nos informamos por medio de signos que han sido inventados por sucesivas generaciones
de hombres. Una vez que estos signos existen por sí mismos por fuera de nuestro cuerpo, ya
se han acumulado como atributo o propiedad de la sociedad. Esto claramente indica que estos
productos de las acciones humanas son de naturaleza distinta de las operaciones motoras y
los gestos por medio de los que los animales se comunican entre sí y con su ambiente local e
inmediato. Se puede demostrar que, además de procesar ciertos estímulos y de aprender a
ejecutar ciertas operaciones prácticas como hacen los animales, los hombres ya no usan sólo
el tipo de señales que expresan los animales, sino sobre todo signos, es decir, estructuras
fisicoquímicas de naturaleza social con los que es posible codificar tanto información psíquica
como información social. Y son sociales, primero, porque han sido creadas por la sociedad en
los últimos miles de años de su existencia y, segundo, porque desde entonces existen como
propiedad de la sociedad, como dijimos, por fuera de los mismos individuos. A este hecho se
alude seguramente cuando se dice que el hombre vive en un universo simbólico o espiritual,
es decir, en un ambiente fisicoquímico modificado por la obra de la sociedad humana, y por
tanto, éste sí es un ambiente que contiene información. Posteriormente demostraremos que en
este mismo ambiente artificial existe información, independientemente de los individuos que la
produjeron o producen.
El presente autor (Ortiz, 1994) ha sugerido que sólo el universo social, el modificado por
obra del hombre contiene información; un tipo de información que es de naturaleza igualmente
social, distinta de las clases de información que se encuentran dentro de los individuos vivos
de cualquier otro nivel de organización. Al haber logrado todo esto, la sociedad humana ha
sido capaz de comprender y explicar el universo físico no vivo, a pesar de que éste no
contiene ni produce información, es decir, que no emite ni proporciona información alguna. Y si
es que decimos que la materia inerte contiene y nos proporciona información, lo hacemos sólo
en términos del sentido común; porque, como se acaba de mencionar y se ampliará más
adelante, todos los seres vivos generan información acerca de su entorno local. Es evidente
que sólo los hombres guardan información en medios inertes, por fuera de su superficie
corporal. Este es un punto que lógicamente merece una más amplia argumentación, y es lo
que haremos en este capítulo.
Conviene recordar que han surgido o se han propuesto muchos conceptos en relación con
el de información (Véase el cap. 3.2: cuadro 3.1). La mayoría de ellos, son conceptos básicos
que se usan en el contexto de las teorías acerca de la información. Se dice, por ejemplo, que
los seres vivos son sistemas autorregulados porque disponen de mecanismos de
retroalimentación. En este caso, el concepto de sistema se refiere a dos cosas que sólo
superficialmente se parecen a los sistemas vivos. Por un lado, se refiere a un conjunto de
elementos que conforman un ente por el hecho de relacionarse entre sí (como puede ser por
efecto de la gravedad), como si un animal entero o una colectividad fuesen similares a un
montón de arena o un objeto cualquiera. Por otro lado, se refiere a un ente que se destaca por
sus cambios dinámicos, como sería, por ejemplo, una nube.
78

Al hablar de retroalimentación no se presta atención al hecho de que los


servomecanismos son sólo entes físicos inertes, que si bien su estructura y actividad física o
mecánica reflejan la actividad cognitivo-productiva de los hombres, en ellos existe una
disociación casi total entre su estructura y su actividad. Por eso, cuando están desconectados
de su fuente de energía, como todo sistema inerte, muestran exclusivamente la distribución y
ensamble espacial de sus componentes, y cuando se activan por la energía respectiva, el
proceso de retroalimentación se distribuye también espacialmente, pues en ellos un resultado
de salida sigue una trayectoria que regresa a la entrada (por eso se le representa con una
flecha de derecha a izquierda), indicando que regresa en sentido inverso a los procesos de
proalimentación que suceden de izquierda a derecha en el mismo espacio. Lo mismo
sucedería en el caso de que los seres vivos fueran estructura de un solo nivel de organización,
con una sola trayectoria entre la entrada y la salida, tal como se conceptúa a los animales y al
hombre dentro de las ciencias naturales.
En otras palabras, los servomecanismos –como toda herramienta o máquina inventada
por la sociedad humana–, por su propia composición material, reflejan el aspecto estructural
de la cognición humana, pero su actividad dinámica es sólo movimiento que se repite
cíclicamente y por eso en ellos la energía que los mueve produce únicamente cambios
sucesivos de tipo causa-efecto, de modo tal que cada componente influye sobre el otro, éste
sobre otro y así sucesivamente. Por ejemplo, cualquier persona puede conectar y desconectar
la corriente eléctrica con su propia mano para que el horno no se enfríe ni se caliente
demasiado. Pero el termostato puede realizar estas acciones por sí solo, pues el artefacto
refleja en su estructura solamente las operaciones finales de su hacedor, y así repite
dinámicamente la acción que el hombre mismo puede hacer al dejar pasar o interrumpir dicha
corriente. El aparato en sí no procesa información, sino energía ordenada que sólo produce
cambios de tipo causa-efecto como sucede en toda la materia inerte. Esto no niega el hecho
de que se trata de un dispositivo que sí contiene información, por cuanto su estructura física,
que fue hecha por una persona, refleja la información cognitiva que esa persona usó al
construirlo.

b) Teorías y definiciones de la información social


En el cuadro 3.2, se hizo un resumen las definiciones que se han dado al concepto de
información dentro de las diferentes teorías propuestas, y en el cuadro 3.3 se enumeraron las
teorías propuestas para explicar la naturaleza de la información. No es difícil constatar, como
decíamos líneas arriba, que tanto las teorías como las definiciones aluden solamente a la
información social, tal como la definimos.
Según el punto de vista que homos adoptado en esta Introducción, tanto las definiciones
como las teorías que las sustentan son intentos por matematizar la información social. Su valor
estriba en que se podría, siguiendo esta estrategia, extender el análisis para obtener una
concepción más aproximada de la real naturaleza de la información social, a fin de extender la
explicación a demás categorías de información, hasta establecer su real estructura interna, la
naturaleza de los procesos que determinan dicha estructura y de los procesos por los cuales la
información se expresa en la estructura y actividad de los sistemas vivos; además de la
posibilidad de medir la cantidad de información disponible en cada nivel de organización de
los mismos.
Por nuestra parte, ya hemos definido la información en general y en todas sus categorías,
como una estructura material incluida dentro de un sistema igualmente material, que al reflejar
tanto la actividad interna de este sistema como la estructura del ambiente que lo rodea, su
actividad determina la organización del sistema en su totalidad, fuese individual o social.
Sobre la base de esta definición, concluiríamos en que la información social es toda estructura
material que la reflejar tanto la actividad de los hombres como la estructura del universo que
los rodea, su actividad determina la organización del sistema de la sociedad en su conjunto.

5.4. Naturaleza de la información social


A diferencia de las señales efímeras de los animales, las señales duraderas de los
hombres gradualmente pasaron a representar ya no solamente las imágenes cognitivas de los
mismos hombres, sino lo que es más importante, a representar al resto del universo exterior,
79

común a los propios individuos: de esta manera las representaciones se convierten en


símbolos, es decir, en objetos artificiales que representan a otros objetos: el dibujo de un
animal en una roca ya no refleja sólo la imagen mental del dibujante, sino al animal mismo. A
partir de aquí se dieron los grandes saltos de la sociedad primitiva: cuando pudieron grabar en
el barro los adjetivos numéricos; cuando las señales auditivas fueron convertidas en datos
visuales; cuando las señales habladas se pudieron traducir en un conjunto de datos gráficos
escritos. Dentro de esta organización multiindividual, el habla llegó a convertirse a su vez en
un lenguaje (Ortiz, 2002). El habla se codifica entonces en un sistema autónomo ya no de
señales (como las de los animales), sino de datos/señales o signos, esto es, un conjunto de
estructuras físicas que constituyen un lenguaje. Esta estructura extraindividual que ya existe
por sí misma, al ser organizada en frases y oraciones, ya no sólo contiene sino que es la
información que refleja, la actividad psíquica del hablante como el ambiente universal donde
se desarrolla la humanidad en su proceso de reestructuración como sociedad
Es de suponer que en las etapas iniciales de este proceso sociogenético, la actividad
psíquica animal, inconsciente o paleocortical que los hombres en vías de socialización habían
logrado desarrollar, les permitió organizarse colectivamente para recolectar y cazar, y más
tarde para producir utensilios como ayudas básicas de su actividad. Habría sido así como la
información psíquica inconsciente que disponía cada hombre, por primera vez en la historia de
los seres vivos empezó a ser codificada y guardada sistemáticamente fuera de ellos mismos,
primero en herramientas y luego en el lenguaje escrito. El paso previo o simultáneo a este
desarrollo epigenético habría sido la creación y uso consuetudinario del sistema de signos
auditivos del lenguaje hablado. Pensemos en una actividad psíquica primitiva sin imágenes ni
conceptos de naturaleza consciente, sino de imágenes y conceptos de naturaleza únicamente
afectivo-cognitiva, es decir, resultado de la integración de sensaciones afectivas y cognitivas
de tipo animal (no conscientes), con sus respectivos rótulos verbales, con las que los hombres
todavía no pueden explicar los procesos esenciales que están más allá de sus sentidos o
detrás de la superficie de las cosas, que son los que justamente determinan los fenómenos
observables. Estas formas de actividad fueron sin duda similares a las de un perro
domesticado que corre tras la bola cuando oye algo así como “a la bola!”, una reacción que es
de naturaleza distinta a la del perro que corre por el sólo hecho de ver que algo se mueve
rápidamente..
Se habría facilitado así un acelerado proceso gracias al cual a partir de sus actividades
colectivas los hombres fueron creando y produciendo, además de las herramientas y el habla,
un nuevo tipo de datos/señales externos que sirven para comunicarse entre sí, como son el
dibujo y los signos gráficos. Es natural que con la ayuda de las herramientas aquellos hombres
empezaron a codificar más y más fácilmente la información psíquica individual que tenían en
mente en la materia inerte que tenían a la mano. Una vez logrados tales instrumentos y el
lenguaje, los hombres ya disponían de una clase de información cuyo efecto fue el desarrollo
de las actividades laborales y productivas de la comunidad primitiva. En las etapas iniciales
del desarrollo de la sociedad, la organización del trabajo debió ser fundamental para la
generación de las instituciones que más tarde llegaron a caracterizar nuestra sociedad
desarrollada, como son las comunidades primitivas fundadas básicamente a partir de la
actividad colectiva, afectiva e imaginativa (mágica), que marca los inicios de la formación de la
conciencia de base social.
Después que apareció el lenguaje hablado como medio de comunicación interindividual
entre los hombres, después que con la ayuda de las herramientas éste llegó a ser
encodificado en forma escrita, es decir, después que el habla llega a ser codificada
físicamente de modo mucho más duradero que en el aire, se había generado un sistema de
codificación de la información individual de modo extraindividual, no sólo acerca de los
procedimientos que sirven para hacer herramientas, utensilios, vestido, alimentos, viviendas,
sino también y principalmente para normar el comportamiento de los miembros de una
colectividad dentro de sus relaciones interindividuales. De este modo se propiciaron las
relaciones colectivas y con ellas una forma de organización multiindividual que adopta la forma
de una superestructura, dentro de la cual la actividad creativa y productiva de la colectividad
llega a transformarse en trabajo social.
Es interesante comprobar que este último proceso se ha desarrollado de manera mucho
más acelerada que los procesos precedentes, y que a partir de la codificación escrita del
80

lenguaje y la invención de los instrumentos de observación y de intervención sobre la


naturaleza, el desarrollo de esta trama de relaciones supraindividuales que luego se plasma
en un órgano de gobierno central, se fue afirmando hasta lograr la sistematización del trabajo
en torno a la caza, la pesca, el cultivo de las plantas y la crianza de los animales; así como el
intercambio de los productos de dicha actividad, como son los alimentos, el vestido y la
vivienda. Este intercambio se facilitó con la introducción de los símbolos monetarios que
llegaron a codificar el valor de tales productos. Es evidente que este desarrollo hizo posible la
aparición de los sucesivos niveles de organización –tradicional, cultural y económica– de la
sociedad tal como hoy la conocemos.
Si el proceso epigenético de desarrollo de la sociedad hubiera terminado aquí, la
diferencia respecto de los animales sería solamente cuestión de cantidad, de una mayor
cantidad de señales generadas por cada hombre individualmente. Pero hay que señalar que
una vez estructurado el lenguaje escrito, los hombres empezaron a guardar información, ya no
únicamente respecto del estado psíquico subjetivo inconsciente, sino respecto de las cosas,
del ambiente local, del universo e inclusive respecto de ellos mismos. Fue entonces que el
lenguaje escrito empezó a usarse para reflejar cinéticamente el ambiente externo al conjunto
de los hombres; y así estos empezaron a explicar el clima, la Tierra y los productos que se
hacen y se obtienen de ella, como también la naturaleza del cielo, las estrellas, el mar; en fin,
todo lo inobservable, desde el macrocosmos hasta el microcosmos.
Así nos explicamos como la información psíquica de tipo animal, progresivamente llegó a
convertirse en información social –información extraindividual, “extrasomática” o pública– que
existe por sí misma como producto epigenético de la actividad de los hombres, pero cuya base
externa de desarrollo llegó a ser justamente el ambiente del microcosmos y el macrocosmos
universal. Esta es entonces la clase de información que se ha convertido en la base interna de
desarrollo de la propia sociedad. Pues así como los hombres de la especie H. sapiens fueron
punto de partida de la información social: ésta es entonces la base de desarrollo por la cual los
hombres actuales nos llegamos a convertir en soporte activo de la misma, esto es, en el
sistema de la sociedad.
Esto significa que todas las formas de actividad humana son necesariamente procesos de
carácter informacional, y que la información que organiza la sociedad codificada en diversos
sistemas físicos y químicos de memoria externa a los individuos, tiene que ser incorporada por
estos para poder vivir dentro de ella. Es decir, la información social tiene que ser transcrita,
codificada y guardada en la forma de información psíquica, ahora de naturaleza consciente,
por cada uno de nosotros. Por lo mismo, las habilidades manuales que ejecutamos los
hombres ya no sólo reflejan la información psíquica inconsciente que teníamos al nacer, sino la
información social que incorporamos como información psíquica consciente en el neocórtex
cerebral durante nuestra propia actividad individual. Una vez que esta actividad se convierte
en actividad personal, por efecto de esta clase de información, las personas pueden volver a
codificar la información psíquica consciente que crean y producen en las herramientas y
máquinas por medio de las cuales ellas mismas transforman los elementos naturales en
alimentos, vestido, vivienda, caminos, obras de arte y en todas las configuraciones artificiales
que adopta la naturaleza por acción conjunta de las personas dentro de esta sociedad.
La información social que los hombres están en condiciones potenciales de apropiarse y
utilizar en la época actual, se estructura básicamente en códigos de naturaleza fisicoquímica
que son tanto representaciones o de contenido –el alimento, el vestido y la vivienda; las obras
de arte, las creencias y la misma ciencia–, así como de procedimientos o de forma –las
herramientas y las máquinas, la técnica, la lógica, las leyes y los códigos morales.
Fuera de las personas, la información social puede ser almacenada en tantos medios
como sea posible: en papel, cintas y discos de sonido, video, cine, así como está contenida en
los alimentos, el vestido, la vivienda, las vías de transporte, los libros, los aparatos de
cómputo. La información social está también codificada en toda aquella parte de la naturaleza
transformada por la actividad colectiva de los hombres: en los campos de cultivo, en las
fábricas de la industria, en las ciudades, como también en los ritos y las tradiciones, en los
servicios y las instituciones que han convertido la red efímera de comunicación interindividual
de los animales, en una red de comunicación social que tiene su propia existencia.
81

Por extensión, con toda la cantidad de información psíquica de base social elaborada en
su cerebro, el científico puede atribuir una estructura informacional a todo el universo conocido
y por conocer. Y aunque, como dice Watanabe (1983), “es un error creer que un objeto
material o un proceso físico es portador de un fragmento determinado de información”, es
importante notar que, así como todo lo que se llama información son estructuras internas a los
sistemas vivos individuales, la información social, aún siendo externa a los hombres, es
interna respecto del sistema vivo, es decir, a la sociedad en su conjunto. Por esta razón, los
procesos informacionales que son la esencia de la vida individual, se amplían con la
información social que refleja epigenéticamente los procesos internos de cada uno de los
hombres y cinéticamente no al entorno local que los rodea, sino el ambiente del universo, que
lógicamente incluye la naturaleza transformada por la sociedad, la sociedad misma y los
hombres que la constituyen. Así, por ejemplo, la oración “el pensamiento y el ser son la
misma cosa” y la fórmula E = mc2 ya no contienen sólo la información psíquica acerca del
mundo que tuvieron Parménides y Albert Einstein, sino que ahora son la información social
que refleja la estructura del hombre y del universo.
Entonces, así como las diversas clases de información determinan cinéticamente la
reorganización de los sistemas individuales, así también la información social determina
sociocinéticamente la reestructuración de todos sus componentes, que no son sólo las cosas
que han hecho los hombres, sino ellos mismos desde su concepción. Y así como en cada
individuo la información psíquica inconsciente, transforma cinéticamente el organismo humano
en psiquismo humano al momento de nacer, así también al codificarse en el neocórtex cerebral
de cada hombre –como información psíquica consciente–, la información social reestructura
cinéticamente la actividad psíquica inconsciente, el sistema nervioso y por medio de éste la
actividad funcional, metabólica y celular de todo el individuo.
Insistimos pues en que la sistematización de los procesos informacionales en el ámbito
social y la aparición de los sistemas de memoria inertes que codifican la información social,
son en realidad la base externa de desarrollo de la actividad individual de los hombres. En tal
sentido, después que los hombres han incorporado toda la información social que les es
posible, la información psíquica que la refleja será la base interna de desarrollo del individuo
total.
Por lo que se ha explicado, y tal como se ha señalado en otro lugar (Ortiz, 1994), se
puede sustentar el principio de que la sociedad corresponde a un nivel de organización del
sistema vivo que depende de una nueva clase de información, y que ésta no es otra que la
información social. Ya hemos señalado que a esta clase de información corresponden las
noticias, los mensajes, los conocimientos. Es la información que usamos, elaboramos y
compartimos después que la hemos aprendido socialmente, es decir, después que la hemos
adquirido desde la sociedad.
Por consiguiente, una vez definida la información en términos neguentrópicos, es más
coherente y conveniente llamar comunicación únicamente a los procesos de señalización que
se usan en las relaciones interindividuales. Como decíamos, la información se transmite del
núcleo al citoplasma, de una célula a otra, de un tejido a otro, de un receptor sensorial al
cerebro, del lóbulo occipital al frontal, del hemisferio izquierdo al derecho, etc. La única y
singular situación, que por lo mismo se presta a confusión, es la de la información social que
existe codificada por fuera de los individuos humanos, de modo que para mantener la
coherencia de los conceptos, diremos que sólo en este caso la información se comunica o se
transfiere de una persona a otra a través de un medio no vivo exterior a ellas. Si dijéramos,
como lo decimos por sentido común, que la información se transmite de una persona a otra,
por teléfono, por ejemplo, estaríamos descartando el concepto de comunicación, lo cual es
contradictorio con una situación que es genérica a todas las clases de relación interindividual
que existen dentro del sistema vivo.
Todo esto obliga a elaborar una definición de la información social en términos absolutos.
Es seguramente difícil diferenciar la información social de la información psíquica. ¿Pero qué
dificultad podemos tener ahora en que la clase de información que llamamos social es más
abierta, pública, tal como la encontramos, por ejemplo, en los libros o en internet?. Respecto
de los individuos de la especie H. sapiens que disponían solamente del aire para generar las
estructuras efímeras organizadas por el aparato articulatorio del emisor, es ilógico pensar que
hubieran dispuesto de información codificada fuera de sus cerebros, que el lenguaje fuera en
82

realidad distinto del habla de un individuo, que las palabras de una oración pronunciada
fueran de naturaleza física distinta de la imagen psíquica subjetiva que reflejan. Sin embargo,
la codificación del habla en la escritura ya indica la existencia extraindividual del lenguaje. Y
aunque el solo hecho de su estabilidad física no daba pie para hablar de la existencia de una
clase distinta de información extraindividual, por lo menos se podía decir que las palabras
escritas contienen información. Hasta cierto punto, podemos entender a Mosterín (1994)
cuando al negar la existencia de la información fuera del cerebro, dice que las huellas dejadas
por una civilización que ha desparecido ya no es información, y que sólo lo fue para quienes
las dejaron. Es claro que así se alude al hecho de que tales huellas contienen información
psíquica de las personas que las dejaron, y que no son información sino señales para
nosotros. Resulta que, efectivamente, no es información psíquica porque no sabremos nunca
qué pensaba quien hizo lo que ahora encontramos en ruinas; pero sí podemos afirmar que
éstas ruinas son la información social que refleja, en gran medida, la existencia de ese hombre
o de su civilización.
Sin embargo, ahora ya no podríamos forzar las cosas respecto de la información
contenida en una cinta de video. Por ejemplo, después de apreciar la imagen de una persona
hablándonos tiempo después de que ha muerto, nos es por lo menos posible empezar a
considerar el hecho de que cuando se ven y escuchan imágenes de personas en el cinema o
el televisor, es una clase de información de naturaleza esencialmente distinta de las que
existen dentro de las personas.
En otra situación, si después de proveer de ciertos datos acerca de un hecho a una
computadora, digamos acerca del clima actual, y la programamos para que nos proporcione
datos acerca del clima de pasado mañana, es totalmente imposible negar que la máquina nos
ha proporcionado información ya no respecto de lo que uno imagina o piensa, sino justamente
respecto del clima. En tal caso sólo tenemos que preguntarnos a qué categoría pertenece esta
información. En primer lugar, se parece más a una noticia que a una idea. En realidad, ¿no es
que el computador ha procesado el mismo lenguaje expresado por una persona, y que los
datos/señales han soportado cientos de procesos intermedios, todo ello por fuera del cerebro
de una persona?. Una respuesta negativa sería que de todos modos la máquina sólo refleja la
información psíquica de los expertos en predecir el clima. Sin embargo, hay otros dos aspectos
importantes acerca de estas formas de procesamiento extracerebral de señales: primero, que
es una forma de codificación de información psíquica en un medio físico que ninguna especie
animal ha podido hacer, y segundo, que ya no refleja sólo la mente de una persona, sino a los
procesos naturales y artificiales subyacentes a los fenómenos del ambiente universal, a los
que no podemos acceder directamente por medio de nuestros receptores sensoriales.
Recordemos, al respecto, como el ADN de una célula refleja tanto su medio interno como su
ambiente exterior.
Es evidente que los sistemas de cómputo ya no sólo contienen información, como todavía
podría decirse del libro, sino que realmente registran, almacenan, procesan y elaboran
información. Habrá que destacar, entonces, el hecho de que además de contener información,
estas máquinas sí pueden procesar y generar información. En estas máquinas, las partículas
del disco duro o de la pantalla del monitor, forman estructuras que cambian en sí y por sí
mismas en el tiempo, aunque siempre por la acción exterior –superior– que proviene de la
persona que la maneja. Aún así, nadie niega y más bien se destaca el hecho de que estas
máquinas reflejan procesos reales, aunque parciales (sólo los cognitivos) de la actividad del
hombre, o mejor, de la sociedad humana. Entonces, por su propia estructura inerte, ante el
observador, ellos son modelos de su hacedor. Notaremos que hay semejanzas y diferencias
esenciales entre las herramientas, los utensilios, las máquinas, los servomecanismos y los
aparatos de cómputo. De todo esto, lo que realmente interesa, es que los hombres han sido
capaces de codificar información de modo perdurable por fuera de sus propios cerebros, y que
al haber hecho esto, dicha información ya no refleja la información psíquica de uno o más
individuos, sino al ambiente universal externo a la propia sociedad.
Otro aspecto importante que debemos tener en cuenta es que cuando se hace referencia
a la sociedad como un sistema supraindividual, se alude al hecho de que la sociedad es algo o
mucho más que la suma de los individuos que lo conforman, y es por lo tanto justo y necesario
preguntarse en qué consiste el todo en tanto es algo o mucho más que sus partes. Una
respuesta correcta es que, este algo más, es únicamente la estructura informacional de la
83

sociedad. Ya hemos señalado que la estructura de señales interindividuales de los animales


que determinan la organización de la colmena o la manada, también constituye ese algo más
de los sistemas multiindividuales. Si es así, se tiene que responder a una pregunta clave: en
qué sentido se puede asegurar que la sociedad corresponde a una forma superior de
organización de la materia, y si la información social de la cual suponemos depende su
organización intrínseca es realmente diferente de las demás clases de información e inclusive
una de mayor complejidad y diversidad, así como de nivel superior respecto de las que se
procesan dentro de los sistemas vivos individuales, incluidos los hombres.
La información social es claramente diferente de la información genética que organiza la
actividad celular. Tiene un cierto parecido a la información metabólica que se codifica en las
señales químicas de los tejidos. Diríamos que, por ejemplo, las palabras en una conversación
entre muchas personas se comportan de modo similar a las hormonas que se distribuyen entre
las células de los tejidos o a las feromonas con que se comunican algunos animales. Se
parece aún más a la información neural que se codifica en los impulsos nerviosos que se
propagan por medio de los nervios en los diversos órganos. Los signos del lenguaje –en
especial los mensajes que se trasmiten por cables de metal, de fibra de vidrio o de ondas
hertzianas– son análogos a las señales neurales, sensoriales y motoras, con que se
relacionan los órganos de un individuo entre sí e interindividualmente los organismos. Pero es
aún más interesante que la información social haya sido igualada a la información psíquica
inconsciente que existe como tal en el cerebro de los animales superiores, y que se comunica,
como ya hemos visto, por medio de señales que se codifican en los gestos del animal.
Naturalmente que esta no es una identificación, pero sí es una explicación de que en lo
esencial, todas las clases de información tienen la misma estructura y actividad.
Las relaciones entre el individuo humano y la sociedad, por otro lado, son procesos de
una naturaleza esencialmente distinta de las relaciones que existen entre la actividad de los
individuos animales y su respectiva organización multiindividual. Cuando se ignoran estas
diferencias o se las deja sin explicación, es fácil argüir que la sociedad es sólo una suma de
individuos, o que sea definida sólo en términos del entorno o de las relaciones
interindividuales que se producirían como en cualquier otra agrupación multiindividual de
animales. Y cuando se afirma, implícita o explícitamente, que la información que contienen los
medios de comunicación social es de la misma naturaleza de la que contienen las señales que
emiten los animales, se termina por negar la existencia material de la información social, y
como consecuencia queda negada la existencia de la sociedad como estructura distinta de las
agrupaciones animales.
Además, si se cree que la información y la cultura sólo se encuentran en el cerebro de los
hombres, y más todavía, si la información y la cultura que usan los hombres se las equipara
con la actividad psíquica de los animales, resulta que tampoco tendría importancia el hecho de
que los substratos en que se codifican las señales –la célula, el cerebro, el papel o el disco
duro– sean sustancialmente distintos. Es verdad que la misma información puede codificarse
en medios diferentes. Una palabra, el rostro de una persona, un paisaje, pueden codificarse en
partículas del aire, en ondas electromagnéticas de distinta longitud de onda, en corrientes de
electrones, en manchas de tinta, en barro, piedra o metal, etc., como también en señales
psíquicas, impulsos nerviosos, moléculas interneuronales, redes neurales, átomos, quantos
del cerebro de las personas. Pero, ¿acaso no es importante la diferencia entre los medios de
codificación intraindividuales que son comunes a todos los seres vivos, y los medios de
codificación extraindividuales que son propios o exclusivos de los hombres que viven en una
sociedad?
Para una explicación más cabal de la naturaleza de la información social, habría que
insistir también en las diferencias esenciales que existen entre una especie y otra, y entre la
especie Homo sapiens y la sociedad humana. Como ya hemos visto, al producirse un salto de
una especie a otra, en los sistemas multiindividuales respectivos, la red de comunicación sigue
siendo solamente de tipo interindividual. Hasta el nivel de los animales superiores se cumplen
perfectamente todos los postulados de la filosofía que niega la existencia de la información o
la admite en términos de “la cultura” de los animales; concepciones éstas que son
compatibles, a su vez, con las concepciones científico-naturales de la psicología acerca de la
cognición y la conducta de Aristóteles, Kant, Darwin, Freud, Lorentz y Skinner (véase:
Stevenson, 1987) .
84

Al codificarse la información en medios físicos externos a los individuos de la especie


Homo sapiens, la red de comunicación que usa un lenguaje ya no es sólo yuxtaestructural,
sino también supraestructural respecto de los individuos, y así el sistema multiindividual se
convierte en supraindividual, es decir, en sociedad. Esto significa que los hombres poseen una
categoría distinta de información para poder relacionarse entre sí, cual es la información social
que se puede codificar en un tipo especial de lenguaje. El efecto de la aparición de esta clase
de información es que, en primer lugar, determina un tipo mucho más complejo de
organización multiindividual, y en segundo lugar, que cuando los hombres nacen dentro de
esta sociedad, tienen que adquirir e incorporar dicha información, no por imitación o
condicionamiento, sino por una estrategia social de desarrollo que impone condiciones a los
nuevos miembros de la sociedad, en un proceso que no dura semanas o meses, sino quince a
veinte años. De este modo, los hombres van a disponer de una clase de información sin la
cual les será imposible vivir y desarrollarse dentro de dicha sociedad. A quienes no adquieren
esta información les ocurrirá algo similar a quienes por desgracia sufren retraso mental por
destrucción de su neocórtex cerebral.
Dentro de la organización de la sociedad, el lenguaje juega un papel esencial. Si bien este
es un conjunto de vibraciones del aire estructuradas por el aparato articulatorio de los
hombres, de duración efímera, igual que las señales de los animales, después que es
codificado en elementos gráficos que persisten mucho más allá del momento en que se
emiten, el lenguaje, hablado o escrito, se convierte en la forma más importante de codificación
de la información social. Hubiera sido imposible que la sociedad se desarrollara sólo por
medio del lenguaje codificado en un medio como el aire, aún disponiendo de la extraordinaria
capacidad de memoria del neocórtex cerebral de sus miembros. ¿Podría alguien aprender la
fórmula de Newton sólo de oídas?. ¿Hubiera podido inmortalizarse siquiera una de las
sinfonías de Beethoven si no se hubiera codificado en el pentagrama?. ¿Cuánto de la historia
de China, Egipto, Grecia, conoceríamos ahora si la información se nos hubiera comunicado
sólo en forma de rumor?. Recordemos estos casos y comparémoslos con el de nuestros
antepasados: sabemos más acerca de los faraones que reinaron hace más de 5,000 años que
de nuestros incas que reinaron hace apenas 500. Es verdad que los jeroglíficos egipcios
contienen información, pero lo que allí se dice e interesa realmente para nosotros es
información respecto de Egipto, y no sólo respecto del pensamiento del escritor, pues si así
fuera, podría ser interesante como idea o creación imaginativa de su autor, y no como la
historia de dicha cultura.
Una herramienta, a diferencia de una frase, no puede ser información por sí misma,
aunque sabemos que contiene la información de quien la hizo. Pero aún así, podemos llegar a
saber cómo se hace o qué se puede hacer con ella después de algunos ensayos. En cambio,
cuando uno escucha una oración grabada en un disco o se lee en la página de un libro,
sabemos que es información, inclusive cuando se toma el concepto de información como
proceso de informar o dar forma. En tal caso, cabe preguntar quién informa y acerca de qué se
informa.
Si se responde a estas preguntas diciendo que quien informa es una persona y que ella
informa sólo acerca de lo que piensa, se podría concluir en que la información es expresión
exclusiva de las personas y que la información está sólo en el cerebro de esas personas, y por
lo mismo, que éstas sólo guardan la información psíquica en su cerebro, aunque la puedan
codificar en señales como las palabras o en los instrumentos que expresan. Pero si salimos
del esquema del hombre animal y tomamos en cuenta la obra social resultado de la
transformación artificial de la naturaleza por mano del hombre, veremos que, en el contexto de
esta organización multiindividual, las preguntas acerca de quien o qué informa apenas tiene
importancia, pues la pregunta traduce una distorsión de los conceptos que impide su correcta
explicación. En primer lugar, porque se cree que el concepto de información sólo sirve para
explicar las relaciones entre las personas, mas no la relación que existe entre la sociedad y el
universo. Justamente por haberse planteado el problema correctamente, el universo ha sido
antropomorfizado, y se dice, por ejemplo, que el sol y las estrellas obedecen a la ley de la
gravedad, o más modernamente que nos proporcionan información. En segundo lugar, se
habla del ambiente en general, sin tener en cuenta que el ambiente local de los animales es
un mundo extremadamente restringido en comparación con la magnitud del universo que la
sociedad ha logrado explorar, describir, explicar y transformar. En realidad, quien nos
proporciona información respecto del universo es la sociedad, porque han sido colectividades
85

de personas que en sucesivas épocas de la historia humana han logrado crear y acumular la
información que explica los procesos físicos, químicos, biológicos y sociales del universo, y
han guardado esta información no como información psíquica, sino como información social.
En efecto, si la información es en esencia una forma de reflexión inherente a todo el
sistema vivo, que refleja tanto su estado interno como su ambiente, tiene por lo mismo la
misma estructura en los hombres y en la sociedad. Si esto es así, la información social tiene
una ubicación que no es diferente de las demás clases de información intraindividual, pues si
bien existe por fuera de los individuos, está dentro de la sociedad. Ya no es sólo información
respecto del estado subjetivo de los individuos, sino información respecto de la sociedad, es
decir que su status es social: la frase “tengo un fuerte dolor la cabeza” escuchada por el
médico refleja el estado de un individuo y parece muy distinta de la frase “habrá un fuerte calor
este verano” que refleja el estado del clima. Pero, para el médico, como para cualquier otra
persona, “tengo un fuerte dolor de cabeza” significa mucho más que la simple sensación
subjetiva de dolor, y viene a ser información acerca de un aspecto prácticamente inobservable
del mundo, como son los procesos internos que ocurren dentro de la cabeza de quien le duele.
El status lógico de este conocimiento es del mismo nivel que el conocimiento de los procesos
internos que ocurren dentro de la materia, por ejemplo, aquellos que se expresan en el clima.
Por cierto que esa clase de información, en tanto es una forma de reflexión neguentrópica
de la materia viva, siempre será reflejo de algún aspecto de ésta y de toda clase de materia.
Por lo mismo, así como la información psíquica refleja no sólo al individuo sino a su ambiente
local, así también la información social refleja a la sociedad y al universo (que lógicamente
incluye el estado interior del individuo). Habrá que diferenciar, en consecuencia, la expresión
verbal de una persona en tanto señal que contiene la información psíquica que organiza su
actividad en ese momento, y en tanto signo que contiene o es información social respecto de
su universo.
Si en los animales superiores, la información psíquica refleja únicamente sus condiciones
internas y el ambiente que le rodea, y se refleja en el control de su medio interno y en su
accionar sobre dicho ambiente local, notaremos de inmediato que, por fuera del animal, entre
su ambiente y él mismo no hay ni puede haber información alguna. En cambio, dentro de la
sociedad existe la información social, cuya característica esencial es haber sido primero una
extensión epigenética de la información psíquica inconsciente de los hombres primitivos, pero
que ahora es el modelo de desarrollo que determina cinéticamente la actividad del conjunto de
la sociedad y de la conciencia de cada una de las personas.
La información social se define, entonces, en los mismos términos que la información en
general, o las demás clases de información: es la estructura que refleja epigenéticamente la
actividad psíquica de los hombres y cinéticamente a los procesos internos del universo; y cuya
actividad es la base interna de desarrollo de la sociedad y de los miembros que la componen,
al ser transformados en el soporte activo del sistema de la sociedad.
A diferencia de los animales, los hombres se desarrollan como personas, y al adquirir la
información social sistematizada en el arte, la ciencia, la religión, el derecho, la economía, la
ética, cada persona adquiere y desarrolla su conciencia; una estructura psíquica que refleja al
universo, la sociedad y a los demás hombres. Ésta es la clase de información por la que
sabemos que existen quantos, átomos, moléculas que constituyen nuestro ambiente inmediato,
así como las estrellas de las galaxias más distantes. Es la información acerca de lo que nadie
puede sentir o experimentar a través de sus propios sentidos. Quién puede haber visto el paso
de los aminoácidos a través de la barrera hematoencefálica. Quién puede haber visto los
procesos en sí por los cuales se forma el tubo neural y se diferencian las neuronas. Quién
puede haber visto la energía electromagnética o el origen del universo. Si alguien puede
imaginar y conceptuar cómo puede ocurrir todo esto, es sólo por la información social que en
algún momento llega a constituirse en su conciencia, es decir, cuando las distintas clases de
información social que han sido incorporadas previamente por esa persona se integran en las
imágenes y los conceptos de su imaginación y su pensamiento como reflejo consciente del
mundo.
Toda esta forma de actividad, que por supuesto no tiene cómo ni por qué existir en los
animales, nos muestra que entre las personas y su ambiente, sí existe ciertamente información
(social) respecto del universo. Es información que refleja (describe, explica) al cielo y las
86

estrellas que contemplamos por las noches, pero no es información enviada por el universo,
sino creaciones de esta sociedad. Como puede verse en la figura 5.1, a diferencia de los
hombres, los animales tienen una relación directa con su ambiente local, y si queremos decir
que este ambiente les proporciona información, es sólo en el sentido que diversas formas de
energía estructurada puede generar información dentro de cada individuo a partir de los
receptores que dispone.

SISTEMA VIVO AMBIENTE LOCAL

PERSONA INFORMACIÓN SOCIAL AMBIENTE UNIVERSAL

Fig. 5.1. Fuera de cualquier sistema vivo (incluida la sociedad) no existe información: el
ambiente universal genera información sólo dentro del sistema: cada sistema vivo puede
generar información sobre su ambiente. Únicamente las personas, en tanto miembros de la
sociedad, disponen de información (social) por fuera de ellas, aunque se encuentra dentro del
sistema de la sociedad.

Por su importancia, no podemos dejar sin esclarecer un punto que no ha sido resuelto por
la teoría de la información. No está claro si los objetos hechos por el hombre, y sobre todo los
sistemas informáticos, contienen y/o procesan información. Veamos tres situaciones
diferentes: 1) los periódicos y los libros de las bibliotecas, 2) los discos y cintas magnéticas de
los equipos de audio, cine y video, y 3) los discos duros, discos láser y disquetes de los
sistemas de cómputo. Fijémonos bien que en este contexto la palabra “contienen” significa dos
cosas diferentes. En un primer sentido se refiere al hecho de que la estructura física de un
objeto refleja la información psíquica de la persona que lo hizo. En este sentido, todo artefacto
–toda obra hecha por los hombres, desde una silla, una casa hasta un avión; desde el dibujo
de una línea, un cubo hasta una obra de arte, así como los utensilios y las herramientas,
desde una palanca, una computadora hasta un satélite artificial–, todo lo que hacen los
hombres dentro de la sociedad, decimos que contiene la información que éstos usaron al
crearlo y producirlo. Una lampa contiene información (psíquica) en el sentido de que su forma
y función refleja la idea y la acción de quien la hizo. En este caso, como ocurre a menudo, la
información psíquica a base de la cual se construyeron tales artefactos se puede convertir en
información social, y sobre la base de ésta, los mismos artefactos ya se pueden fabricar en
serie. Esto ocurre cuando la idea del constructor adopta la forma de un mapa, un plano o un
conjunto de instrucciones acerca de cómo se deben construir viviendas, confeccionar vestidos
o preparar alimentos.
El segundo sentido de la palabra contienen surge cuando se da por entendido que la
información está codificada en las grafías o huellas grabadas en algún tipo de materia inerte.
Cuando se dice, por ejemplo, que un libro contiene información, ya no se hace referencia al
hecho de que el libro es obra del artesano que lo imprimió, cortó el papel, empastó las hojas,
etc.; ni siquiera nos referimos a la obra del editor; tampoco queremos decir que sus páginas
contienen letras y palabras escritas: lo que se quiere decir es que estas páginas contienen las
palabras y las oraciones que reflejan las ideas de su autor, esto es, contienen la información
psíquica de una persona. Pero aquí cabe señalar de nuevo, que si bien el libro contiene la
información psíquica de su autor, las palabras y las frases allí escritas ya son información
social para quien las lee, pues no sólo reflejan las imágenes y conceptos de su autor, sino
también los sucesos de un universo exterior que son descritos o explicados en el discurso, o
en un poema.
Sólo en este segundo sentido se puede afirmar que la información social puede ser
transcrita de un código a otro: una frase contenida en el aire al momento de pronunciarla se
87

puede transcribir en ondas electromagnéticas que se propagan en el espacio, en corrientes de


electrones que se propagan en cables y aparatos de sonido o de video, en las huellas dejadas
en un disco de acetato o de lectura láser, en una cinta magnética de sonido o de video, y así
sucesivamente en diferentes medios, y así pasa de una forma de codificación a otra,
incluyendo los códigos escritos en las páginas de un libro o en la pantalla de un computador.
Lo importante es que la información originalmente psíquica se ha codificado en señales
materiales inertes, por fuera del cerebro de quienes la crearon y produjeron. Esta constatación
nos obliga a explicar dos ideas que usualmente aluden a la naturaleza de la información y que
se expresan en las frases: “X contiene información respecto de A”, y “X es información para B”.
Por ejemplo, se puede decir: “la palabra ‘rojo’ contiene información respecto del color rojo”;
pero, ¿tiene sentido decir: “la palabra ‘rojo’ es la información respecto del color rojo”?.
Estamos seguros que sí, aunque la frase “la palabra ‘rojo’ es información para Piero” es más
aceptable para el sentido común. También encontramos frases como ésta: “Las señales
nerviosas contienen información”, “las fibras nerviosas conducen información”. En el primer
caso, se da por entendido que un conjunto de impulsos nerviosos contiene la información
neural respecto de un estímulo; en el segundo, se entiende que el mismo conjunto de impulsos
nerviosos es la información neural para el nivel superior que lo descodifica, y contiene
información para el nivel inferior que lo encodifica.
La naturaleza de la información social se hace patente tal vez con mayor claridad cuando
se analiza la relación de una ecuación matemática respecto del universo. Somos conscientes
de que nunca podremos ver un quanto de energía; por lo tanto, la formula de Plank es toda la
información que poseemos. Es natural entonces que intentemos imaginar un quanto, es decir,
que intentemos obtener de esta fórmula una cierta información psíquica, a sabiendas de que
es imposible. Stephen Hawking quiere que imaginemos un agujero negro acerca de cual sólo
él y unos cuantos astrofísicos tienen la información social disponible en la forma de un
conjunto de fórmulas matemáticas que fueron elaboradas a partir de información social que a
su vez fue elaborada previamente. En este mismo sentido, la fórmula de Einstein e  mc2 es la
información social disponible acerca de como la masa se convierte en energía, en un proceso
que nadie ha visto ni podrá ver. En estos casos, sólo el sentido que adopta esta información
en la conciencia de cada uno es información psíquica consciente, de naturaleza claramente
diferente de su significado que es válido para la sociedad.
La codificación de la información social en símbolos, iconos, gráficos, planos, mapas, y
especialmente en el lenguaje “natural” y en otros lenguajes como el de la lógica, la matemática
y la computación, es otro aspecto de su ilimitado desarrollo. Y más realidad cobra cuando la
información codificada en estos lenguajes se codifica, ya no en arcilla o piedra, sino en papiro,
papel, acetato, cinta magnética, cinta de video, disco de computador o disco compacto, con la
posibilidad de transcribirse de un código a otro sin mayores limitaciones.
Una forma más sutil de diferenciar entre la información social y la información psíquica
consciente, es que aquella casi siempre adopta o puede adoptar la forma de un enunciado
normativo. De allí que los ritos y las costumbres se expresen en oraciones imperativas o
prescriptivas; la terminología científica usa los términos de leyes, principios para designar los
enunciados descriptivos o explicativos de la ciencia, como cuando se dice “el segundo
principio de la termodinámica establece que...”, o se construye un enunciado en términos de lo
que debe ser: “según la segunda ley de la termodinámica, los seres vivos tienen que morir”.
Este aspecto normativo de la información social es mucho más evidente en los códigos
legales, los reglamentos administrativos, las leyes del mercado, los códigos morales, todos los
cuales pueden ser cambiados por razones sociales o como decisión de quien detenta alguna
forma de poder; de modo similar, las leyes y teorías científicas tienen que cambiar, en sentido
estricto por razones lógicas.
Por otro lado, sólo de modo figurado podemos decir que los animales responden a
estímulos del ambiente (vuélvase a la fig. 5.1); pues se debería distinguir entre la información
social que se concretiza en estímulos que sólo los hombres pueden transcribir en
sentimientos, conocimientos o motivaciones, y los estímulos físicos o químicos que se
transducen en señales sensoriales en los animales. Más aún, para los animales domésticos,
del laboratorio o del circo, la información que le comunicamos hablándoles, para ellos no es en
modo alguno social, pues en ellos las palabras son sólo sensaciones que se encodifican en
sus redes nerviosas de nivel inconsciente y así modifican su comportamiento.
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Siendo así, ¿cómo es que se ha podido decir que los animales perciben, imaginan,
piensan y actúan como las personas?. Afirmaciones como estas, que se presentan como
proposiciones científico naturales, son las que justifican que ciertas personas digan “esto lo
arreglamos como hombres”, cuando con esto están diciendo que van a resolver sus problemas
como los animales, igual que las naciones que arreglan sus problemas por medio de la guerra,
haciendo uso de la fuerza física y la destrucción. En sentido estricto, arreglar las cosas como
hombres debiera significar arreglarlas éticamente. Al parecer, la igualdad entre hombres y
animales, planteada y sostenida de modo científico-natural, sólo ha servido para justificar la
guerra, a sabiendas de que la sociedad humana dispone de principios morales y legales
científico-sociales que no debieran ser sólo ideales, sino procesos reales que determinan la
protección y defensa de la vida de sus miembros, de todo el sistema vivo, así como el
mantenimiento de la integridad de la naturaleza que nos acoge.
Es pues importante dilucidar en que sentido se puede afirmar que la información social es
equivalente y al mismo tiempo diferente de la información psíquica consciente. Por un lado, en
el mayor nivel de abstracción puede decirse que el pensamiento simbólico es información
social: en tal caso imaginamos que la sociedad es yuxtaestructural al individuo, esto es, que la
información social corresponde al mismo nivel de la información psíquica consciente. Pero si
aceptamos que la sociedad es supraestructural respecto de las personas, tendremos que
concluir en que la información psíquica consciente depende de la información social, en tanto
ésta determina a aquella. Así, cuando decíamos que Hawking pretende que imaginemos el
origen del universo, éste era sólo su deseo, muy loable por cierto, de hacernos procesar la
información psíquica consciente que en la forma de conceptos sólo él y otros teóricos han sido
capaces de elaborar. En realidad, todo lo que podemos esperar es que la información social
que en la forma de ecuaciones matemáticas acerca del universo se encuentra en sus libros, en
algún momento tenga sentido para quien las analiza y comprende, es decir, cuando la
mencionada información social llegue a codificarse como información psíquica consciente en
el cerebro de quien estudia su obra. Toda esta situación en modo alguno se genera
naturalmente. Si como hemos afirmado el universo por sí mismo no genera información y los
procesos naturales no nos envían ninguna clase de información, comprenderemos que sólo la
sociedad ha sido capaz de elaborar información acerca del mundo que nos rodea y sobre todo
acerca de los procesos subyacentes a los fenómenos que podemos observar y apreciar. La
situación es similar respecto del conocimiento acerca de los procesos internos de los seres
vivos y de nosotros mismos en tanto objetos de conocimiento para la sociedad.
Distinguimos, en consecuencia, dos tipos de relación entre la información social y la
información psíquica consciente. Bajo ciertas condiciones, la relación es yuxtaestructural o del
mismo nivel, como cuando la información social es traducida en información psíquica
consciente, mientras conversamos, escuchamos o expresamos frases cuyo significado nos es
conocido, como son las frases de cliché o de uso común. En otras condiciones, la relación es
supraestructural, como cuando la información social ocupa un nivel superior y es transcrita en
información psíquica consciente, en cuyo caso la persona tiene que encodificar (descifrar,
entender, comprender, interpretar, explicar) la información social que registra como
información psíquica consciente. Por esta razón, para quien no conoce física, la fórmula de
Einstein que hemos mencionado contiene información que potencialmente puede comprender,
primero como señal visual, luego como relación de signos respecto de algo, y finalmente como
signos específicos acerca de un aspecto también específico del universo, es decir, como
información social en sí.
La relación supraestructural de la información social respecto de una persona también
sucede cuando ésta crea o inventa, o cuando se presenta la posibilidad, mayor mientras más
culta es, de que pueda primero imaginar y luego transcribir sus conceptos en información
social que eventualmente se hace pública. Entonces, una vez que es potencialmente ajena,
esta información ya es social y nuevamente nos muestra su posición supraestructural,
inclusive respecto del individuo que la creó y produjo.
Veamos, finalmente, como el concepto de información social se condice con la propuesta
de Brillouin (1962) que explica la información en términos de neguentropía. El concepto de
información fue introducido en la física moderna cuando se trató de resolver el problema del
demonio de Maxwell. Szilard (citado por Brillouin, 1962) propuso una explicación suponiendo
que el demonio tenía que introducir información acerca de los detalles del movimiento de las
89

partículas del gas, y que con esto se cambiaba información por entropía negativa (o
neguentropía). El demonio tenía que medir la posición y velocidad de las partículas del gas al
mismo tiempo, y la cuestión era de si es realmente posible que este demonio pudiera ver
siquiera cada una de las partículas, más aún si se piensa que se trata de un sistema donde la
radiación es radiación de un cuerpo negro y es imposible ver dentro de él. Lo más interesante
para comprender la naturaleza de la información social, es que el demonio tiene que iluminar
artificialmente el interior del recipiente de gas, lo cual implica añadir entropía negativa al
sistema para obtener información, con la cual a su vez se modifica el estado del gas. Si
interpretamos esta última operación como un experimento para obtener más información, de
inmediato notaremos que dicha operación tiene que aumentar la entropía del sistema. Luego,
toda obtención de información en un experimento significa aumento de entropía.
Brillouin (ob. cit.) diferenció entre información libre, cuando la situación se considera de
naturaleza mental, e información ligada cuando la situación se interpreta como configuraciones
de un sistema físico. Para esclarecer la naturaleza del proceso informacional en estas
condiciones, veamos la siguiente secuencia (propuesta por el mismo autor): 1) Una persona
posee información libre (en su mente). 2) Esta persona proporciona información a su amigo
que ahora es información ligada, pues la información libre se ha convertido en información
ligada a eventos físicos o químicos (como ondas sonoras, pulsos eléctricos o cualquier otro
disturbio físico) estructurados por el emisor. Es evidente que esta aproximación al problema de
la información, claramente diferencia entre información psíquica (información libre) e
información social (información ligada).
Es pues es sólo un decir antropocéntrico, por no decir metafórico, que los seres vivos en
general detectan, adquieren, perciben, almacenan y usan información. En sentido estricto, esta
situación sólo ocurre a los hombres, por cuanto estos sí pueden detectar, adquirir, etc.
Información social. Pero la información que es la esencia de la vida individual, es decir, la
base de desarrollo de todo sistema vivo individual, no puede ser detectada y menos percibida
por un animal. Decir en abstracto que un ser vivo detecta información es sólo una forma de
expresar que los sucesos de la vida de los animales en algo se parecen a lo que hacemos los
hombres. Insistimos en que solamente las personas podemos detectar y percibir no toda clase
de información, sino la información social que está fuera de nosotros mismos, y por lo tanto,
ésta es la única que podemos almacenarla, procesarla, elaborarla y usarla después de haberla
codificado como información psíquica consciente en nuestro neocórtex cerebral.
Es usual distinguir entre el cómo y el por qué de los sucesos materiales. La explicación de
tales procesos tienen que proporcionarnos las ciencias, y especialmente las ciencias
naturales. Sin embargo, se afirma que las ciencias no pueden explicarnos el para qué un
suceso. Sin duda que esta aseveración es válida para las ciencias naturales, pero no para las
ciencias naturales aplicadas al sostenimiento de la vida humana, y menos para las ciencias
sociales. Con esto rescatamos otra de las características esenciales de la información social –
que no tienen las otras formas de información–, que es la de reflejar el futuro respondiendo a
preguntas de esta clase; lo cual, a su vez, implica una valoración de la situación actual y sus
posibles cambios de estado en el devenir.
Nuestra capacidad de reflejar psíquicamente los aspectos espaciales y temporales del
universo, de apreciar cualquier suceso como estructura y como actividad, de imaginar y de
pensar, de percibir y de actuar, en último término de usar imágenes y conceptos para
organizar nuestra propia actividad personal, no es sino el resultado de como la información
social refleja los aspectos espaciales y temporales del universo. Disponer de representaciones
acerca del mundo y de procedimientos para transformarlo, es totalmente distinto de procesar
señales fugaces y moverse dentro de un espacio local que sólo existe en el presente, como
ocurre con los demás seres vivos. La abstracción de los sucesos que se dan en el tiempo es
atributo social exclusivo del hombre, ya que para abstraer los procesos esenciales de la
naturaleza, las personas tienen que disponer de un potente sistema social de signos
funcionales, como son las conjunciones, preposiciones, adverbios, e inflexiones de diversa
índole, además de los signos de contenido; un requisito que los animales no tienen en modo
alguno. Una vez planteadas los conceptos de esta manera, ya no tiene sentido sostener que
los animales tienen representaciones y procedimientos conscientes como tienen las personas.
En resumen, la categoría de información que llamamos social es, en sentido estricto,
aquella que se originó en sentido epigenético –sociogenéticamente– a partir de la actividad no
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consciente de los hombres posiblemente en el curso de los últimos –100 a –30 mil años de
humanización de la especie Homo sapiens, y que en estos 30 mil años más recientes en que
existe codificada en un lenguaje, es la base de desarrollo de la sociedad. Esta es la
información que los hombres actuales tenemos que incorporar –en sentido sociocinético– en el
curso de nuestra propia actividad individual. Al incorporar esta clase de información, cada
hombre la codifica en las redes neocorticales de su cerebro, donde se convierten en
información psíquica consciente, diferente de la información psíquica inconsciente. Así como
en otro lugar (Ortiz, 1994), más adelante discutiremos en qué medida la información social es
la base de desarrollo de cada individuo humano, en el proceso por el cual éste se convierte en
un individuo social.

5.5. Las clases de información social y la estructura de la actividad social


La existencia de la información social está reconocida implícitamente en la gran mayoría
de las teorías acerca de la naturaleza humana, con la notable excepción de las planteadas
dentro o a partir de las ciencias naturales modernas. Efectivamente, aparece en la forma de
espíritu o de alma dentro de las concepciones religiosas, y de animismo en la filosofía griega
clásica. Nadie, por ejemplo, ha imaginado la existencia de la información social mejor que el
idealismo de Platón, quien dejó escrita su apreciación del mundo de las ideas diferente del
mundo de los fenómenos. Intuyó inclusive las tres clases de información social que determina
la estructura de la conciencia: 1) apetito (información afectiva), 2) razón (información cognitiva)
y 3) voluntad (información conativa). Aunque colocó la razón en la cima de las tres, ello
solamente traduce el predominio de la actividad cognitiva humana propia de una cultura que
empezaba el tránsito hacia su predominio en la sociedad, tal como la valoramos hoy.
El mismo hecho de que la filosofía griega diera al estudio del lenguaje escrito destaca la
importancia que dieron, naturalmente de modo intuitivo, a lo que hoy denominamos
información social. La debilidad de la teoría platónica está, sin embargo, en la distorsión total
de la dicotomía, pues colocó el mundo de las ideas en la categoría de lo inmaterial y se dejó el
mundo material del cuerpo como si fuera independiente de aquel. Así se inició la discusión
sobre cuál de estos dos aspectos de la realidad era el fundamental, llegándose inclusive a
negar la existencia de lo corporal o material. La oposición entre el alma y el cuerpo, entre
naturaleza y cultura, entre los instintos y el ambiente, son rezagos de esta dicotomía
excluyente. La propuesta de Aristóteles de identificar el nombre de las cosas como atributo
inherente a la cosa misma, seguramente ha contribuido a la desaparición de la noción en los
siglos siguientes. Es interesante, en este sentido, el esfuerzo de Descartes por dar
corporeidad al alma, y ubicarla así en el cerebro, ignorando que las nociones de alma y de
mente del sentido común expresan que algo más existe por fuera de la cabeza de los
hombres. Con todo, su concepción de la mente reducida al siento, pienso y decido, todavía
traduce la concepción tripartita de la mente vigente en casi toda la filosofía clásica.
Con el auge de las ciencias naturales en los siglos XVIII y XIX, incapaces como fueron (y
son) de explicar la sociedad, ésta quedó reducida al entorno, o desapareció de su contexto. El
resultado ha sido que la concepción tripartita del alma platónica reaparece degradada en las
versiones de la biología moderna en la forma de los cerebros del reptil, del mamífero y del
primate que supuestamente tienen los hombres (MacLean, 1969). Desde nuestro punto de
vista, respecto de la naturaleza del hombre, lo más importante del legado de Platón es la
persistencia en todas las concepciones modernas de un modelo tripartito del hombre, fuese
que se trata de explicar el alma, la mente, el cerebro o la misma personalidad.
Hemos visto que Mosterín (1994) ha presentado el panorama actual respecto del concepto
de información de modo bastante exhaustivo. Ya discutimos su punto de vista según el cual la
información tendría tres sentidos diferentes (cuadro 5.1), y por que ello se la define: 1) como
información sintáctica, 2) como información semántica, y 3) como información pragmática.
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CUADRO 5.1
CLASES DE INFORMACIÓN (SOCIAL)
Según Mosterín (1994)
1. Sintáctica
2. Semántica
3. Pragmática
a) Descriptiva
b) Práctica
c) Valorativa

Desde el punto de vista que sostenemos aquí, es evidente que estos son sólo los
aspectos de la información social que se pueden constatar de manera objetiva y en algún caso
medir matemáticamente. Sin embargo, tiene más sentido tener en cuenta que la información
social, como todo sistema espaciotemporal, es percibida e imaginada como estructura, o
pensada y usada como actividad, y por lo mismo aparece en un momento como dato y en otro
como señal; en una situación aparece como contenido, en otro como forma. Por tanto, no se
trata de dos clases de la información, una sintáctica y otra pragmática, sino de dos aspectos
objetivos de la información que en un momento aparece como representación o estructura, por
ejemplo en una oración escrita, y en otro como procedimiento o actividad, por ejemplo al leer
dicha oración.
El aspecto semántico de la información social alude, sin duda, a su relación de referencia
respecto de los procesos reales del mundo exterior (incluido nuestro propio cuerpo). Las
relaciones subjetivas entre las señales psíquicas verbales –que corresponden a las palabras y
frases del lenguaje–, por un lado, y las imágenes y conceptos –que corresponden a la
estructura y la actividad del mundo–, por otro, son procesos psíquicos conscientes a los que
no es necesario atribuir un carácter semántico; son simplemente procesos psíquicos de
integración de la actividad consciente. En otros términos, la semántica, que tiene su lugar
dentro de la teoría de los signos, la semiótica o la lógica –pues no es una rama de la
psicología–, sólo puede tener como objeto la relación entre el mundo real y la información
social que la refleja. En tal sentido, una vez transcritas las imágenes y los conceptos en un
lenguaje (sobre todo gráfico), la información que éste codifica tendrá que confrontarse con la
realidad y será objeto de análisis semántico. También tiene que ocuparse del análisis de las
relaciones entre una forma de codificación de la información social y otra; por ejemplo, cuando
un discurso en un idioma se traduce en otro, cuando se define una palabra por medio de otras,
cuando se designa un objeto con la correspondiente palabra, cuando se trata de un
metalenguaje acerca del lenguaje. Estos procesos son claramente extraindividuales, e implican
formas complejas de procesamiento de información social. En cambio, cuando una persona
procesa sus imágenes y conceptos, puede hacerlo como quiera, inclusive sin tomar en cuenta
la realidad que le rodea. Únicamente la palabra o la oración ya dicha, o el discurso público,
extrapersonal, en tanto se refiere a hechos públicos, extrapersonales, puede ser analizado
semánticamente. Tal vez en el caso de que las relaciones entre habla y conciencia sean
motivo de estudio psicológico, podría apelarse al método semántico de análisis.
Por otro lado, cuando se habla de los tres tipos de información pragmática, que Mosterín
(ob. cit.) supone es la verdadera información –la información descriptiva, la práctica y la
valorativa–, es evidente que se alude al hecho de que tanto la información social como la
información psíquica consciente que la refleja, son de tres clases, tal como las conceptuamos,
aunque desde otra perspectiva. La limitación del planteamiento de Mosterín es que al clasificar
la información del modo que lo hace, sólo hace referencia a los aspectos cognitivos de la
información psíquica y apenas insinúa el aspecto conativo de la misma.
92

Una clasificación de la información social no implica sólo un enfoque filosófico o lógico, y


menos si es que estos enfoques se planean sólo dentro del idealismo o el positivismo. Se
requiere fundamentalmente de una concepción histórica de la sociedad. Tampoco se trata de
la historia del mundo occidental y desarrollado o de la historia de los hechos consumados por
las grandes monarquías de Europa. Para definir un concepto científico social, como es el de
información social, y luego el de información psíquica consciente, se requiere de un modelo de
la historia de la sociedad en sus distintas facetas, momentos y desarrollos en un mundo
integrado, pues claro está que grandes grupos de seres humanos se desplazaron y
distribuyeron sistemáticamente por todo el mundo a partir de un tronco común en busca de un
ambiente apropiado para su supervivencia y desarrollo.
Objetiva y descriptivamente, se pueden diferenciar tres formas cada vez más complejas de
organización de la sociedad en el curso de los 30,000 años de su existencia, que son: 1) la
sociedad de tipo primitivo, 2) la sociedad de tipo antiguo y 3) la sociedad de tipo moderno. A
su vez, cada tipo de sociedad tiene una estructura nuclear: 1) una estructura tradicional, 2)
una estructura cultural y 3) una estructura económica, respectivamente. Según el enfoque
esbozado hasta aquí acerca de la información en general y de la información social en
particular, nos permite deducir que cada una de estas estructuras sociales depende de una
clase específica de información social. Por lo tanto, diferenciamos tres clases de información
social: 1) la información social tradicional; 2) la información social cultural, y 3) la información
social económica. Todo esto quiere decir que, 1) la estructura tradicional de la sociedad
depende de información tradicional; 2) la estructura cultural de la sociedad depende de
información cultural, y 3) la estructura económica de la sociedad depende de la información
económica.
Estas son pues las clases de información que determinan la organización de la sociedad
en tres estructuras jerárquicas que se superponen geográfica e históricamente. Es evidente
que estas estructuras sociales que se han ido formando en la historia, ahora existen como si
estuvieran superpuestas, aunque la estructura económica incluye a la cultural y ésa a la
tradicional. Por eso es que, cada niño que se concibe y nace se incluye, sucesivamente,
dentro de cada una de estas estructuras, si es que ha de sobrevivir como persona.
Se habrá notado que en el nivel de organización de la sociedad, en muchos casos faltan
las palabras adecuadas para designar de modo diferenciado las clases de información social y
las clases de información psíquica que las reflejan. Lógicamente que si no se ha concebido la
existencia de una clase de información de índole social que relaciona afectivamente a las
personas, o si el sentido común de un pueblo no ha generado el concepto apropiado, se
creerá que estas relaciones son inmateriales y que no tienen porque existir las palabras
respectivas. Pero una vez que ha sido posible delimitar y precisar su existencia, es preciso
darles un nombre o los adjetivos apropiados, o usar los términos ya existentes definiéndolos
según convenga. La situación no es nueva, y así como nadie intuyó que la energía tenía
también una estructura, la persona que sí lo hizo, tuvo que crear el término quanta. Lo que
haremos aquí es usar las palabras existentes para referirnos a estructuras sociales cuyos
procesos esenciales se tienen que explicar de algún modo.
1) La información tradicional, es la clase de información social que organiza la
estructura tradicional de la sociedad. Esta clase de información social expresa y
determina la estructura tradicional de la sociedad de tipo primitivo. La estructura
tradicional de la sociedad incluye los tipos de actividad familiar o de clan, vecinal o
comunal, que se organizan a base de las diversas formas de información tradicional,
como son las costumbres, los mitos, las creencias, los ritos, que se expresan en las
relaciones afectivas interpersonales, en las celebraciones de ciertos sucesos como el
cumpleaños, el duelo, las festividades religiosas, las competencias, los juegos. La
información tradicional se refleja en la conciencia de las personas en la forma de
información afectiva. De allí la casi identidad que establece entre ambos niveles de la
información, dada la índole sentimental de las relaciones tradicionales de los pueblos,
que se refleja en la forma de sentimientos en la conciencia de las personas.
Aparentemente, esta clase de información no parece tener las características objetivas
que hemos atribuido a la información social. Sin embargo, no deja de ser evidente que
su status lógico sea del mismo nivel, más aún cuando esta clase de información se la
encuentra codificada en las obras de arte de todo tipo, como son el dibujo, la
93

escultura, la poesía, la música, o más fiel y detalladamente en las imágenes de video,


cuando las personas aparecen en la pantalla del televisor y podemos ver los gestos
que expresan sus sentimientos codificados en imágenes fotográficas que contienen
información social afectiva respecto del estado subjetivo de la persona real (aunque
ésta podría haber muerto). En realidad, la imagen de una persona que actúa en cine o
video, no es información psíquica (como lo es en el espectador), sino información
social tradicional, afectiva, para los televidentes, codificada en un medio tan inerte
como es la cinta que se exhibe a través de las máquinas de cine o televisión.
2) La información cultural, es la clase de información social que organiza la estructura
cultural de la sociedad, o como se dice también, la cultura. Esta clase de información
social expresa y determina la estructura cultural de la sociedad de tipo antiguo. La
cultura comprende las actividades que usualmente se las considera de tipo
institucional. Incluyen la publicidad, la actividad periodística, las actividades escolares,
los servicios profesionales (educativos, médicos, técnicos); los trabajos de
investigación, etc. Es tan evidente la presencia gráfica, objetiva, de esta clase de
información, que se ha ganado el rótulo de “la información” (cultural, científica,
técnica). Corresponde a la información cognitiva, pues se refleja en la forma de
conocimientos en la actividad cognitiva de las personas, y es efectivamente la
información filosófica, científico natural que mejor conocemos y manejamos
subjetivamente. Usualmente se confunde la información social cultural (cognitiva) con
el lenguaje, cuando en realidad se puede diferenciar entre el lenguaje como sistema
de signos que sirve para codificar información social y psíquica, y la oración o el
discurso que es la información social tradicional (por ejemplo, un poema), cultural
(como lo es una teoría científica) o económica (como un reglamento) que existe como
tal.
3) La información económica, es la clase de información social que organiza la
estructura económica de la sociedad. La información económica expresa y determina
la estructura económica de la sociedad de tipo moderno. La estructura económica de
la sociedad es el conjunto de las actividades productivas: de la agricultura y otras
formas de producción de alimentos, y la industria del vestido, la vivienda y otros bienes
sociales; las actividades comerciales y otras formas de intercambio y acumulación de
la riqueza, y las actividades administrativas de un pueblo, ciudad, región o nación, de
las cuales depende: a) las formas de satisfacción de las necesidades sociales por
cada uno de los miembros de la sociedad, b) la política de los estados y c) la ideología
de las diversas clases sociales en que se ha estructurado la sociedad en las sucesivas
etapas de su historia. Es evidente que estas formas de actividad dependen de una
clase de información social que no es tradicional (afectiva) ni cultural (cognitiva), y que
al calificarla de económica (conativa), no es del todo fácil captar su verdadero sentido.
Podríamos llamarla también información moral, extendiendo la connotación del término
moral a como deben ser todos los procesos de la actividad económica de la sociedad.
Esta clase de información social codifica las necesidades sociales, y se codifica en las
reglas que determinan (prescriben) la forma como se producen y se satisfacen dichas
necesidades –que son los productos del trabajo social–; también se codifica en las
normas morales, que en algún momento y condiciones se convierten en legales, y en
los valores sociales, así como en las instrucciones y procedimientos por medio de los
cuales se realizan estos valores en la forma de motivaciones en la conciencia y la
conducta de las personas.
En el esquema de la fig. 5.2, se grafica la historia de la sociedad, tal como suponemos se
ha organizado a base de estas tres clases de información y el predominio sucesivo de cada
estructura: tradicional, cultural y económica, en el curso de la historia de los últimos treinta mil
años en que ya existe como tal.
Habrá que deplorar que el lenguaje natural no tenga los términos apropiados para todos
estos aspectos la realidad, y peor aún que las ciencias sociales hayan adoptado ciertos
términos del sentido común, sin definirlos dentro de una teoría; a tal punto que muchas veces
se usan sin delimitar o cambiando muy sutilmente su significado. Sería de sumo interés
averiguar por qué a veces la ciencia incluye una palabra en su propia jerga y desarrolla el
significado que al fin y al cabo resulta ser el menos importante. Por ejemplo, según el sentido
94

común, la palabra información –término que se deriva del verbo informar o dar noticia de una
cosa– se la usa en Psicología, Biología, e inclusive en la Teoría de la Información, en este
único sentido. Pero, informar es también “dar forma sustancial a una cosa” (Real Academia
Española, 1992), que es justamente el concepto que era preciso desarrollar científicamente.

Estructura.
ECONÓMICA

Estructura CULTURAL

Estructura
TRADICIONAL

Sociedad tipo Sociedad tipo Sociedad tipo


PRIMITIVO ANTIGUO MODERNO
Información Información Información
TRADICIONAL CULTURAL ECONÓMICA

Fig. 1.1. Procesos de organización de la sociedad en sus 30,000 años de existencia.

No ha sido pues afortunado que la filosofía al tratar la información en abstracto se haya


referido sólo a la información social, y peor aún con una visión parcial y sesgada,
presuponiendo que el único tipo de información es la información psíquica cognitiva, y que al
comprobar que existen distintos tipos de información, su clasificación se ha hecho en términos
igualmente cognitivos. Así, por ejemplo, sobre una base puramente pragmática, se supone que
es posible separar el saber qué del saber cómo, sin tener en cuenta que estos son solamente
los aspectos de estructura y de actividad de la información cognitiva.
Al hacer esta clase de reducción, se supone igualmente que el mismo concepto que aquí
denominamos información social cultural, puede servir para explicar por simple analogía los
procesos de la vida. De allí que se diga que las células, los tejidos, las redes neurales, la
corteza cerebral procesan información, pero sin definir qué es o de clase de información se
trata. Y si no, veamos como es realmente la relación más simple entre dos personas que se
encuentran casualmente en un cierto momento y lugar. En realidad, en esta situación no existe
sólo un emisor que emite señales y de un receptor que las registra, como hacen los animales,
a través del aire. Más bien, por tratarse de dos personas, la actividad de una es primero punto
de partida de la actividad interpersonal que relaciona a ambas, pero luego la información
social que media entre ellas se convierte en base de desarrollo de un sistema que tiene como
su soporte activo a los dos sistemas individuales; en otras palabras, en esta estructura social
mínima, es la información social la que organiza la actividad de esta estructura, si se quiere
fugaz, que forman estas dos personas. Y si el ejemplo no parece claro, piénsese en la forma
como dos personas organizan su actividad a través de su interacción por escrito, por medio
una carta o de la internet, o como el maestro estructura la conciencia y moldea la conducta de
sus alumnos pidiéndoles que lean tal o cual biografía ejemplar.
El resultado de estas limitaciones ha sido la dificultad, y en muchos casos la imposibilidad
de diferenciar los términos y los conceptos que corresponden al nivel consciente de las
personas, por un lado, y los términos y conceptos sociales que corresponden al nivel de la
sociedad, por otro. En esta Introducción, trataremos de diferenciar, en primer lugar, entre: 1.a)
los medios de relación afectiva interpersonal que forman la estructura de las tradiciones (que
se codifican en las costumbres) y son de naturaleza social y 1.b) los sentimientos, que son de
naturaleza psíquica (y se codifican en el cerebro) y forman parte de la conciencia de las
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personas. En segundo lugar, diferenciaremos entre: 2.a) los conocimientos –talvez sea mejor
hablar de las teorías– que constituyen la cultura (codificados, por ejemplo, en los libros) y son
de naturaleza social, y 2.b) los conocimientos (codificados en el cerebro) que son parte de la
conciencia de las personas. Y en tercer lugar, entre: 3.a) las necesidades sociales (que
produce y ofrece la sociedad), como los alimentos, el vestido, la vivienda y 3.b) las
motivaciones que procesan subjetivamente las personas (como la convicción de que hay que
trabajar para alimentarse, vestirse y proteger la vida). Recordaremos que, además de las tres
clases de información psíquica consciente que reflejan la información social, las personas
disponen de dos clases de información psíquica inconsciente (las únicas que están presentes
en los animales superiores y los niños recién nacidos).

5.6. Crítica al concepto de cultura animal


Ya hemos señalado que el conjunto de señales que usa un sistema multiindividual de
animales constituye una red extraindividual de comunicaciones. Para imaginar esta estructura
multiindividual, podemos abstraer las señales que emiten los animales e imaginarlas formando
estructuras efímeras que llegarían a formar una red de señales más o menos específica para
cada especie animal, en el aire, el agua o bajo tierra, según el caso. Se espera que esta red
de comunicaciones determine cambios o modificaciones predecibles en el comportamiento de
los individuos, y por eso nosotros los interpretamos como si fuera un sistema de reglas que se
pueden no sólo abstraer, sino, además, codificar. Podríamos llamar también lenguajes a estos
sistemas de señales que son propios de una especie y que usan los individuos dentro de una
agrupación multiindividual para comunicarse entre sí. Así podríamos diferenciar, por ejemplo,
entre el lenguaje de gestos de la especie Anthropopithecus niger y la lengua formada por el
sistema de gestos que con sus propias características usa una tribu de chimpancés que vive
en un territorio más o menos delimitado del Japón. Como puede verse, estamos aislando una
cultura por fuera del cerebro o del cuerpo de una agrupación de animales, tal como lo hemos
hecho respecto de la sociedad. Pero notaremos de inmediato que esta es sólo una forma de
hablar acerca de los animales; en realidad son términos que normalmente atribuimos a la
sociedad y a los hombres.
Respecto de una “cultura” animal, cualquiera que fuese su naturaleza, podríamos decir,
coincidiendo hasta cierto punto con Mosterín (1994), que la comunicación interindividual
dentro de un sistema animal multiindividual se efectúa en dos niveles: 1) en el nivel genético
(celular) para la reproducción, y 2) en el mayor nivel de organización de los individuos para la
protección y la alimentación de la manada o agrupación parecida. En otros términos, para
mantener la continuidad de la vida de la especie –la reproducción, la alimentación, la
protección y la adaptación de cada uno de sus individuos–, los animales necesitan que las
diversas clases de información que intervienen en su organización corporal puedan
comunicarse entre ellos. O también, que para que una especie pueda sobrevivir en la Tierra,
debe disponer de algún medio que permita a sus miembros no sólo relacionarse con su
ambiente local sino también con miembros de su misma especie, así como de otras de algún
modo relacionadas con la suya, pues en el ambiente sus miembros han de encontrar aquello
que necesitan o tienen que evitar para mantener su propia integridad.
Uno de los problemas más apremiantes para la ciencia social es que las relaciones en el
reino animal, entre el individuo y su ambiente local y de los individuos entre sí,
tradicionalmente se explican al revés, tal como dispone el método inductivo de la ciencia
natural: se imagina que los elementos del ambiente son los que envían las señales, o la
información, que estimulan al animal que luego responde de algún modo. Se dice, por ejemplo,
que las señales se descodifican en la información (ya hemos visto que está definida sólo como
mensaje), que luego se encodifica en la respuesta del animal. Hemos demostrado, por el
contrario, que los sistemas vivos individuales, desde una célula hasta un primate, disponen de
información única y exclusivamente en el interior de su cuerpo (Fig. 5.1). Así, la actividad de
un primate depende únicamente de la información codificada en sus células, sus tejidos, su
sistema nervioso y su corteza cerebral; por lo mismo, tienen la posibilidad de generar señales
internas respecto del ambiente sólo desde sus receptores sensoriales, que son los que
realmente encodifican los aspectos, indicios o rasgos más destacados de aquellas estructuras
físicas o químicas de su medio exterior que constituyen los elementos que necesitan o tienen
que rechazar. Cuando un animal superior reconoce una fruta comestible, no es la fruta la que
envía señales que contienen la información acerca de sus propiedades, que es comestible o
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que contiene sacarosa, por ejemplo. Lo que ocurre realmente es que ciertas moléculas se
desprenden de la superficie de la fruta y difunden en el aire; lo que hace entonces el animal es
encodificar la estructura química que tienen dichas moléculas en los receptores sensoriales de
su mucosa nasal, y estos receptores generan las señales neurales que luego se transmiten de
neurona en neurona hasta su corteza cerebral, hasta que las señales neurales terminan por
encodificarse en la sensación psíquica del olor. Ésta, como toda sensación, afectiva o
cognitiva, sólo existe en las redes paleocorticales de su cerebro. En este ejemplo, la sensación
de olor refleja los indicios que, en realidad, son las moléculas, como puede serlo alguna otra
forma de energía que refleja el objeto en cuestión. Al confrontarse esta representación con los
datos de la memoria cortical, o lo que es lo mismo, con las representaciones psíquicas de
anticipación, la información psíquica resultante se integra en la actividad psíquica de
orientación por la el animal ejecuta las operaciones de coger, morder, mascar y tragar la fruta.
Siguiendo un razonamiento similar, podemos analizar algo más minuciosamente los
procesos por los cuales un animal se comunica con otro, es decir, cuando envía señales a
otro, pues esta explicación será fundamental para comprender la diferente naturaleza de los
procesos informacionales que organizan la sociedad humana. De modo muy distinto a su
actividad interna, cuando un animal ha de relacionarse con otro o debe comunicarse, tendrá
que transducir hacia el exterior la información que en ese instante orienta su actividad. En tal
caso, el animal se comporta como emisor, porque emite las señales correspondientes, y en
sentido estricto, traduce o descodifica su propia información interna, y así la expresa en algún
medio inerte disponible de su entorno. Esto significa que el medio físico o químico exterior que
rodea al animal tiene que ser estructurado y convertido en una señal que otro individuo, el
receptor, detecta, encodifica y registra a fin de reproducir –dentro de él– la información como
efecto anticipado por el emisor.
Aquí parece surgir una contradicción que en realidad no la es. Al decir que hay la
necesidad de que se comunique información de un animal a otro, parecería que implícitamente
estamos afirmando que la información existe también fuera del sistema del individuo. Pero
debe quedar claro que así como las señales que encodifican los indicios del ambiente se
generan en los receptores sensoriales, así también durante la comunicación entre individuos,
la información en uso en uno de ellos se descodifica en señales externas por medio de sus
efectores. Esta clase de señales son sólo resultado de la estructuración momentánea del
medio físico o químico necesariamente exterior al individuo que otro animal debe estar en
condiciones de detectar. Así, por ejemplo, el animal emisor puede excretar moléculas, puede
estructurar el movimiento molecular del aire, del agua o de algún sólido, puede reflejar una
determinada banda del espectro de energía electromagnética, en tal forma que el animal
receptor pueda generar, respectivamente, las sensaciones de olor, sonido o luz como la
información psíquica que sólo puede estructurarse dentro de su propia actividad cerebral (o
activarse dentro de su propia estructura cerebral).
Ciertamente que en estos casos sí podemos decir con toda razón que la señal que emite
el animal contiene información, y no que la señal es la información, pues sólo es información
desde los receptores sensoriales internos del receptor, antes de ser expresada por su aparato
efector. Por supuesto que la señal también es información para el receptor, pero sólo en
cuanto se genera subjetivamente dentro de él. Lo cierto es que la señal extraindividual es de
naturaleza diferente a la información intraindividual de ambos, emisor y receptor, ya que ha
sido codificada en la materia inerte que se encuentra por fuera de ellos. Aunque al hablar de la
naturaleza de las señales que se envían entre sí los animales superiores, por lo general se
hace referencia a su naturaleza psíquica –y por eso se simplifica diciendo que el gesto o el
grito son las señales–, lo que destacamos aquí es que el proceso en que se refleja dicha
información al momento de ser comunicada es de naturaleza física o química solamente, que
existe como tal en el espacio que media entre la superficie exterior del emisor y la superficie
exterior del receptor.
La información que se codifica en las señales que emiten los animales tiene que ser una
de las clases de información que organiza su actividad intraindividual. Si se trata de un
insecto, la información puede ser metabólica que se traduce en señales químicas, o neural que
se traduce en señales motoras, como movimientos corporales del tipo de los gestos; si se trata
de un animal superior la información psíquica puede traducirse también en señales químicas,
pero es usual que se transcriba en gestos emotivos u operaciones ejecutivas que se traducen
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en señales físicas visibles o audibles. Si bien para abreviar decimos que el receptor detecta
los gestos del emisor, es una abreviación que dificulta la definición de lo que realmente viene
ser la información social que es la que principalmente nos interesa.
En sentido estricto, la señal es el medio natural exterior al animal estructurado por un
instante por los gestos u operaciones que ejecuta el mismo animal. Así, en un caso, la señal
es la estructura electromagnética en que se traduce el gesto del emisor y esa es la señal que
detecta el receptor. Lo mismo debemos decir acerca del aire que se convierte en señal cuando
el movimiento vibratorio de sus partículas es estructurado por la energía que genera el emisor
al expulsar el aire de sus pulmones. Es natural que los gestos y los gritos jamás podrán ser
detectados en la oscuridad o en el vacío.
Podemos reformular lo dicho hasta aquí diciendo que en las relaciones interindividuales
de los animales, la información sustituye a la energía, a la fuerza mecánica, y que por eso en
sus acciones conjuntas los animales utilizan varios tipos de señales –o trucos como dice
Mosterín– para inducir algún comportamiento en los demás. Este es el caso en que
efectivamente la señal contiene información lógicamente psíquica inconsciente, por tratarse de
un psiquismo animal superior. La razón es obvia, pues el emisor ha traducido la información
que es el modelo de desarrollo de su actividad actual en una estructura inerte, transitoria,
instantánea, exterior a él, tal como sucede cuando el ARNm se traduce en proteínas.
Por otro lado, todos sabemos que sólo los hombres han hecho utensilios, herramientas y
máquinas que sí pueden generar señales, pues ellos las han encodificado previamente en
tales objetos. La posibilidad de que una persona encuentre información en los objetos
construidos por otra no parece ser diferente, lógicamente en apariencia, de aquella en que los
animales procesan información a partir de su ambiente natural, y sobre todo en situaciones
más complejas, especialmente cuando un animal construye medios especiales para vivir y
reproducirse, como hacen las abejas y los castores. El grado de elaboración de las formas de
vida de estos animales es tal, que al observar sus viviendas, la opinión generalizada es que
las construcciones de los hombres son sólo una suerte de extensión o ampliación pensada de
lo que hacen estos animales. Este ejemplo, nos servirá para notar que los animales, así como
pueden ejecutar señales a base de la información que poseen, también pueden hacer objetos
a base de dicha información, como la habrían hecho los hombres primitivos hace miles de
años atrás.
A decir verdad, retórica y objetivamente es fácil acomodar las palabras para generar un
esquema conceptual, una hipótesis o una teoría; pues, en primer lugar, la abstracción que
denominamos cultura animal es creación, invención o interpretación humana, de modo que no
es en modo alguno una ideación de los propios animales acerca de sí mismos. En segundo
lugar, la información interindividual que se procesa entre los animales no dura más allá del
tiempo que fue emitida, no perdura en modo alguno, y si una manada de monos usa ramitas
para extraer hormigas de su hormiguero, notaríamos de inmediato que los monos-niños no
aprenden a hacer ramitas pagando al mono-maestro en una escuela o autodidácticamente en
un libro grabado en un árbol; tampoco estas ramitas se producen en serie, se ofertan en una
tienda para que los monos-papá los puedan comprar, y ningún mono ha acumulado riqueza
vendiendo ramitas para cazar más eficazmente. Hacemos alusión a estas circunstancias, no
con el ánimo de ridiculizar, sino de hacer ver que una explicación de la naturaleza del hombre
no puede desligarse de la estructura económica de la sociedad, más que de la cultura y las
tradiciones.
Como es obvio, no es posible afirmar que existe una cultura animal, a no ser que
llamemos cultura a la suma de información genética de las bacterias, de información
metabólica de las plantas, de información neural de los insectos, de información psíquica de
los mamíferos. Si así fuera, no habría inconveniente de hablar de culturas naturales para los
sistemas animales multiindividuales de diversos niveles de complejidad. También podríamos
llamar cultura al sistema de señales interindividuales que abstraemos como una red de
comunicaciones dentro de un sistema animal multiindividual (inclusive en el caso de una
colonia de bacterias). La cuestión es si una idea como esta podría tener valor explicativo
alguno.
Para definir qué es en sentido estricto la cultura, como estructura de la sociedad, aparte
de sus estructuras tradicional y económica, primero debe resolverse el problema de la
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naturaleza de las señales que emiten los animales y la de las que crean, producen y usan los
hombres para comunicarse. En realidad, las señales que usa la sociedad como sistema de
comunicación son de tal naturaleza que por algo se llama signos; signos que en el mayor nivel
de complejidad forman los sistemas lingüísticos. Ya hemos visto que esto ha podido ocurrir
únicamente en la sociedad surgida desde la humanidad. Después que las señales verbales
adquieren el status de un lenguaje con sus propios elementos y su propia sintaxis, y después
que se crea la posibilidad de dibujar instrumentos con las herramientas que ya se poseen, se
genera la posibilidad de grabar (en barro, en piedra) señales que reflejan a tales sonidos
verbales, y por consiguiente, la escritura. Sólo en este sentido es lógico deducir que el
lenguaje hablado fue punto de partida del lenguaje escrito; pero, una vez que existe este
lenguaje, la información que se codifica en él ya existe por sí misma, y de este modo viene a
ser la base de desarrollo de todo lenguaje hablado, o de cualquier otro tipo, que así se
convierte en el soporte activo del lenguaje escrito. No haber tomado en cuenta este desarrollo
del lenguaje, y su uso como el medio que mejor codifica la información social, ha determinado
que se desdeñe el enfoque de la gramática clásica, que prioriza al lenguaje escrito y el
carácter normativo del mismo, y que, por el contrario, se resalte la importancia del lenguaje
hablado, y se caiga en el reduccionismo cognitivista de la teoría lingüística moderna (Ortiz,
2002).
Por las razones expuestas, los hombres al nacer ya no encontramos sólo información
psíquica en otros hombres, sino principalmente social en el ambiente modificado y creado por
ellos. Ésta es la clase de información acerca de la cual hemos precisado sus características
diferenciales, la naturaleza de los procesos esenciales que la determinan y sobre todo los
efectos que produce sobre la existencia de cada uno de los hombres. Esperaríamos que una
vez esclarecidos estos problemas ya no haya necesidad de atribuir a los animales
capacidades que se han generado en los hombres exclusivamente por obra de la sociedad, ni
de pensar que los hombres somos animales superiores cuyos procesos internos y actividad
externa apenas se diferencian del resto de los primates.
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CAPÍTULO 6

EL ESTUDIO DEL SISTEMA NERVIOSO DEL HOMBRE

Desarrollo del conocimiento biológico y psicológico del sistema nervioso. Evolución del sistema
nervioso de los animales. Caracterización general del sistema nervioso humano.

Una característica del enfoque biopsicológico natural, dentro del naturalismo darviniano,
es que el sistema nervioso tiene la misma estructura y características en todos los animales;
por eso se le considera un objeto abstracto que se lo puede estudiar como si fuera un sistema
nervioso universal. No establece pues diferencias esenciales entre el sistema nervioso animal,
especialmente de los mamíferos, y el sistema nervioso de los hombres, pues estos están
incluidos en la clase de los primates.
Lo dicho no niega la importancia de las observaciones, los descubrimientos y los aportes
teóricos de los científicos naturales que se dedicaron al estudio anatómico, bioquímico,
fisiológico y psicológico del sistema nervioso, primero de los animales y más recientemente del
hombre.
En este capítulo haremos una reseña muy somera de los hitos más importantes en el
estudio del sistema nervioso. Dedicaremos la mayor parte de esta revisión a los estudios del
cerebro, respetando los puntos de vista mencionados.

6.1. Desarrollo del conocimiento biológico y psicológico del sistema nervioso


Haremos una separación entre los estudios sintéticos y los analíticos, a fin de relacionar
los datos de observación con las concepciones históricas que se han propuesto acerca del
cerebro y la conciencia. Los estudios sintéticos tienen una orientación más bien idealista,
estuvieron dirigidos mayormente a la observación de la conducta objetiva, con miras a explicar
psicológicamente los aspectos más escondidos del sistema nervioso central; su visión es la de
un sistema nervioso, especialmente de un cerebro, que funciona como un todo. Los estudios
analíticos han sido de tipo anatómico y funcional, orientados al conocimiento de los aspectos
más elementales de la estructura funcional del sistema; la estrategia consistió en investigar el
sistema nervioso periférico más accesible, con un enfoque mecancista en lo fundamental, que
termina por separar y aislar la función del sistema nervioso y el cerebro como si fuera el
resultado de la suma de las funciones más simples de órganos diferentes.
Los estudios sintéticos comenzaron con las primeras observaciones clínicas de algún
cirujano egipcio, unos 3000 años AC, que establece, por primera vez en forma escrita, la
relación del pensamiento, el habla y el movimiento con la cabeza. Pero fueron sin duda los
griegos, los fundadores de la ciencia, quienes tuvieron las primeras intuiciones acerca del
cerebro. Demócrito (S. V AC) aseguró que el cerebro es el guardián del pensamiento, y que
este órgano se relaciona con el cuerpo por medio de átomos psíquicos. Anaxágoras (500-428)
llegó a sostener que el hombre es inteligente por tener manos. Epicuro (341-270) dejó
establecido que se piensa con imágenes, que éstas son representaciones del mundo a través
de los sentidos; que pensar es prever, pues pensando se pueden ver las cosas del futuro.
Parménides (504-450) sentenció que el pensamiento y el ser son la misma cosa; que el
pensamiento y la sensación son atributos de la materia, y que la percepción es un proceso
psíquico. Platón (428-347) nos legó su concepción tripartita del alma, pues la concibió dividida
en tres partes: vegetativa, animal y racional, en tanto que las facultades del alma eran el
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apetito, la voluntad y la razón. Ya hemos destacado la importancia de esta concepción del


hombre.
Descartes (1596-1650) sostuvo que los espíritus que ingresan por los sentidos se reflejan
en el cerebro; que la glándula pineal, que supuestamente reúne las dos mitades del cuerpo,
inicia el movimiento bilateral por medio de los espíritus animales producidos por el cerebro y
que salen por poros situados en las paredes de los ventrículos. Supuso que el cuerpo es como
toda máquina, pero que se mueve por acción del alma. La Mettrie criticó a Descartes al
sostener que el hombre es en efecto como toda máquina animal, y que no se requiere apelar a
la acción de algo como un alma para explicar sus funciones; sugirió que podía descartarse su
existencia sin que con ello se melle la dignidad del hombre. Cabanis, explicaba la función del
cerebro comparándolo con el hígado, diciendo que “el cerebro secreta el pensamiento como el
hígado la bilis.”
Flourens (1794-1867), después de varios experimentos con el cerebro del conejo, llegó a
la conclusión de que todo el cerebro interviene en todos y cada uno de los procesos psíquicos;
sostuvo que “El cerebro es el asiento de una sola facultad de percibir, juzgar y querer.”
Darwin (1809-1882) nos legó, además de una teoría acerca de la evolución de las
especies y del hombre, el concepto de que el hombre es un animal superior, pues comprobó
que las características fenoménicas de la expresión emocional y la actividad cognitiva son
similares en el hombre y los animales.
Golgi (1843-1926) defendió su doctrina del reticularismo. Según ésta teoría, no habría
discontinuidad entre las células nerviosas, y que por lo tanto el sistema nervioso es un retículo
único con células esparcidas dentro de la propia red. Estaba tan seguro de su posición que
llegó a decir “No puedo abandonar la idea de una acción unitaria del sistema nervioso, sin
sentirme incómodo.”
Bergson (1859-1941) llegó a sostener que los datos inmediatos de la conciencia están
liberados de la noción de espacio y tiempo, y que por ello “la equivalencia entre el estado
psicológico y el estado cerebral es un absurdo.”
Lashley (1920), que al igual que Flourens experimentó con animales inferiores, dejó
sentados lo que llamó principios de la actividad nerviosa: el principio de acción en masa,
según el cual cerebro funciona como una totalidad, y el principio de equipotencialidad del
cerebro, por el cual las funciones de una región del cerebro pueden ser reemplazadas por las
de otra.
Freud (1856-1939) fue uno de los primeros clínicos en intentar una explicación unificada
de las funciones de la red nerviosa y del psiquismo. Se estima que la insuficiencia de los
conocimientos fisiológicos de su época obligaron a Freíd a adoptar una postura más
psicológica de la función cerebral, abandonando su enfoque fisiológico inicial. Pero al hacer
esto, su concepción de la psique dividida en ello, ego y superego, quedó desligada de las
funciones del sistema nervioso. Hay varios intentos en la actualidad por superar esta
deficiencia de la teoría original.
Los estudios analíticos del sistema nervioso del hombre han sido resultado de la
observación médica más orientada a la atención de los problemas de las enfermedades de los
órganos internos. El iniciador de esta línea de investigación fue Alcmeón de Crotona
(alrededor de 500 a.n.e.), considerado el fundador de la psicofisiología, pues fue el primero en
sostener que el cerebro recibe las sensaciones de los órganos de los sentidos a través de
pasajes o canales, y parece que distinguió por primera vez el pensamiento de la sensación.
Empédocles (aproximadamente 500 a.n.e.) filósofo, poeta y médico, trató de explicar la
relación entre la luz y el ojo, y descubrió que la cóclea o caracol era el órgano de la audición.
Hipócrates (460-377), el padre de la medicina moderna, fue el primero fundamentar las
primeras explicaciones acerca de las convulsiones, la parálisis, la pérdida del habla, las
alucinaciones, las alteraciones del pensamiento como consecuencia de las enfermedades del
cerebro.
Herófilo (300 a.n.e.) es considerado el fundador de la anatomía humana. Introdujo la
disección de cadáveres humanos como procedimiento de estudio del hombre, por lo que pudo
101

describir las circunvoluciones cerebrales, el cerebelo, la médula, y diferenciar los nervios


motores de los sensitivos
Galeno (130-200) fue el fundador de la anatomía y la fisiología comparadas. Describió los
compartimientos supratentorial e infratentorial del cráneo y descubrió que el bulbo raquídeo es
importante para la respiración. Sostuvo que el cerebro es el órgano del alma y origen del
movimiento corporal; que éste se realiza por medio del neuma psíquico que se distribuye a
través de los nervios. Diferenció las facultades del alma en: sensible, motriz y razonable, esta
última con tres partes: la imaginativa, la razón y la memoria. Dejó así las primeras ideas acerca
de la localización de lo que vendrían a ser las facultades del alma durante la Edad Media,
ideas que fueron desarrolladas más tarde por los Padres de la Iglesia. Nemesio (354-430), por
ejemplo, localizó las facultades del alma en los ventrículos cerebrales: el sensus comunis en
los ventrículos anteriores; el conocimiento, el juicio y la estimación en el tercer ventrículo, y la
memoria y el movimiento en el cuarto ventrículo.
Trascurrida la Edad Media, en pleno Renacimiento Vesalio (1514-1564) volvió a introducir
la disección del cadáver como método de estudio, y muchos médicos se dedicaron al estudio
anatómico del cerebro humano. Entre estos destaca Willis (1621-1675), quien llegó a
diferenciar las sustancias gris y blanca del cerebro y sugirió que el alma se encontraba en los
ganglios basales. Por esta misma época, Gassendi (1592-1655) sostenía que si los animales
también tienen alma, los espíritus animales y el alma deben ser lo mismo, y Glisson (1654-
1677) hizo notar que había una notable diferencia entre la irritabilidad de las plantas y la
sensibilidad de los nervios de los animales.
Dentro de estas líneas de investigación, destaca la obra de Franz Gall (1758-1828).
Después de haber hecho los estudios anatómicos más minuciosos de su época, extrajo
conclusiones que sentaron las bases de neurofisiología y la neuropsicología modernas.
Concluyo que la corteza cerebral es el órgano que caracteriza al hombre y los mamíferos; que
las facultades mentales y morales del hombre son innatas, y se encuentran localizadas en
regiones separadas de dicha corteza. Su conclusión de mayor trascendencia fue que las
facultades mentales son funciones del cerebro. Pensó que éste estaba constituido por varios
“órganos” cada uno de los cuales tiene una función mental específica. Fue así el fundador del
localizacionismo moderno respecto de las funciones de la corteza cerebral. A esta concepción
se opuso, como hemos señalado, Flourens quien sostenía un holismo que a la fecha ha
tendido a disminuir su importancia.
Bouillaud (1796-1881) descubrió que “la pérdida del habla depende tanto de la pérdida de
la memoria de las palabras como de los movimientos musculares de la que se compone la
memoria”, aunque su descubrimiento no llegó a tener la magnitud de la obra de Broca. En
efecto, primero Broca, y después Jackson, Wernicke y muchos otros (entre 1861 y 1884)
fueron los grandes iniciadores del estudio de los desórdenes psíquicos producidos por
lesiones del cerebro. La consecuencia inmediata de estos descubrimientos clínicos fue la
elaboración de las primeras teorías acerca de las funciones psíquicas de la corteza cerebral ,
especialmente respecto del lenguaje.
Después que Van Leeuwenhock (1708) inventara el microscopio y llegara a ver los
axicylinder (axones) de los nervios periféricos, y después del descubrimiento de la electricidad
animal por Galvani (1791), se iniciaron los estudios fisiológicos que corrieron paralelos a estos
estudios anatómicos, y pronto la investigación se orientó al estudio de las estructuras
normalmente invisibles del cuerpo y del sistema nervioso.
Dutrochet (en 1824) pudo concluir en que las células nerviosas producen la energía que
conducen la fibras nerviosas. Du Bois-Reymond (en 1845) dedujo que la señal nerviosa es una
onda de negatividad o “potencial de acción”. Décadas más tarde, Fritsch y Hitzig (en 1870) al
estimular eléctricamente la corteza del perro descubrieron el área motora del lóbulo frontal;
Caton (en 1875) logró registrar la actividad eléctrica espontánea del cerebro y los potenciales
evocados por estimulación periférica. Sherrington (en 1897) publicó sus estudios sobre la
transmisión nerviosa, que le permitieron intuir la existencia de las sinapsis: dedujo su
existencia a partir de la observación de cómo se transmiten los impulsos nerviosos en la
médula espinal, y con ello dio inicio a la neurofisiología celular.
En el campo de la histología del sistema nervioso, Ramón y Cajal (1852-1934) debe ser
considerado un gigante. No sólo dibujó y describió la fina trama de las vías nerviosas
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centrales, de la corteza cerebral y de los núcleos subcorticales, sino que nos legó dos de las
teorías más importantes sobre el sistema nervioso: la teoría de la neurona y la teoría del
conexionismo cerebral, tan importantes para la explicación de la actividad psíquica del
cerebro. Los estudios de Bechterev (1857-1927) y de Pavlov (1849-1936) sobre la actividad
refleja del cerebro han sido fundamentales para el desarrollo de la psicofisiología comparada.
Muchos consideran que la investigación bioquímica del tejido nervioso se inició realmente
con la publicación del libro de Tudichum (1884) sobre “La constitución química del cerebro”,
que resume su investigación sobre la composición química del cerebro. Describió por primera
vez tantas sustancias, sobre todo lipídicas, que los nombres que les diera aún se emplean en
la actualidad. Por otra parte, Leewandowsky (en 1898), Langley (en 1901), Elliot (en 1905),
descubrieron que varias sustancias químicas tienen efectos en la musculatura lisa, iguales a
los de la estimulación eléctrica de sus respectivos nervios; sustancias que ahora las
conocemos como neurotransmisores y receptores.

6.2. Evolución del sistema nervioso de los animales


De los reinos del sistema vivo: monera, protista, fungii, plantae, animalia, solamente los
más complejos de estos últimos, es decir, los vertebrados superiores, tienen una forma de
actividad motora autogenerada y autónoma que se debe a la información psíquica que se
genera y procesa dentro de su sistema nervioso. Como se sabe, el sistema nervioso aparece
en los celenterados –hidras, anémonas de mar, corales–, y con él surgen los organismos, es
decir, los animales con estructura orgánica y actividad funcional.
En el cuadro 6.1 se comparan los distintos tipos de sistema nervioso, cada uno de los
cuales aparece en una determinada clase de animales, cada uno tiene una clase específica de
actividad y un nivel anatómico de organización que se puede diferenciar con cierta facilidad.
Así, en el caso de un sistema nervioso reticular, las neuronas forman una red difusa
distribuida e interconectada en todo el cuerpo del animal. Por lo general, estos animales tienen
sólo unos pocos miles de neuronas, distribuidas como para ejecutar unos pocos programas de
acción que se ponen en marcha de una sola vez, para acercarse a un estímulo o para alejarse
de él.

CUADRO 6.1
TIPOS DE TEJIDO NERVIOSO EN LOS ANIMALES

Tipo de A partir de Tipo de Nivel


Tejido los: actividad anatómico

1. Reticular Celenterados Funcional unitaria Neuronal

2. Ganglionar Gusanos Funcional Nuclear


segmentaria
3. Encefálico Peces Funcional Subcortical
suprasegmentaria
4. Cerebral Reptiles Psíquica inconsciente Alocortical

5. Neocortical Hombres Psíquica consciente Neocortical

En los animales con sistema nervioso ganglionar, en los insectos, por ejemplo, las
neuronas se agrupan por pares a ambos lados de su eje corporal y sus axones se distribuyen
a cada lado en cada segmento del cuerpo; en la cabeza, el tórax y el abdomen.
103

Con la encefalización del sistema nervioso, cuando ya está presente el tronco cerebral y
los núcleos superiores del hipotálamo, tálamo, cuerpo estriado, hipocampo, como sucede en
los vertebrados inferiores, la actividad funcional se vuelve cada vez más compleja, pero
todavía no puede hablarse de una actividad psíquica plena, aunque hay algunos elementos de
ella. Estos animales distinguen colores, olores de diverso tipo, aunque no podríamos decir que
tengan sensaciones como las de los vertebrados superiores, o como nosotros. Con todo, la
presencia de un eje encéfalo-espinal implica una forma de organización funcional centralizada
que facilita mayores posibilidades de adaptación del animal. Se supone que en peces y
anfibios, la presencia de un hipocampo, que generalmente se acepta que es una forma
incipiente de corteza cerebral, indicaría que estos animales ya tienen alguna forma primitiva o
más simple de actividad psíquica.
Solamente respecto de los animales con corteza cerebral podemos decir que tienen una
actividad psíquica plenamente desarrollada, aunque sus grados de complejidad serán muy
diferentes conforme ascendemos de los reptiles hasta los primates. Se estima que sólo los
animales que tienen corteza cerebral pueden generar y procesar información psíquica; que por
eso tienen estructura y actividad psíquicas; que son individuos organizados psíquicamente,
individuos psíquicos o psiquismos, en sentido estricto.
La aparición y el consiguiente desarrollo del neocórtex en los seres humanos, marca el
salto cualitativo de la evolución del sistema vivo que ya hemos destacado lo suficiente.

6.3. Caracterización general del sistema nervioso humano


Es habitual conceptuar el sistema nervioso del hombre desde un punto de vista
anatómico, como si sólo fuera una ampliación del sistema nervioso de los vertebrados, y que
por lo tanto tiene la misma organización. En tal sentido (cuadro 6.2), se separa un sistema
nervioso central y un sistema nervioso periférico. El primero se divide en encéfalo y médula
espinal, y el segundo en un sistema autonómico y un sistema de relación. Es natural que esta
estructura anatómica del sistema nervioso de los vertebrados y del hombre la tengamos por
cierta, porque así se encuentra efectivamente después de la disección del cadáver. Sin
embargo, cuando se conceptúa al sistema nervioso de esta manera, no es posible establecer
su relación con la actividad psíquica de los vertebrados superiores. Además, no es posible que
esta estructura se mantenga organizada del mismo modo en todos los animales con sistema
nervioso, tanto en los invertebrados superiores como en los vertebrados. Por eso sería más
lógico relacionar los componentes del sistema nervioso, por un lado, con los componentes
corporales, visceral y somático, y por otro, con los dos sistemas psíquicos de nivel
inconsciente, afectivo y cognitivo, respectivamente.
104

CUADRO 6.2
EL MODELO CLÁSICO DEL SISTEMA NERIVIOSO

 SISTEMA NERVIOSO CENTRAL


 Encéfalo
 Cerebro
 Tronco cerebral
 Cerebelo
 Médula espinal

 SISTEMA NERVIOSO PERIFÉRICO


 Sistema nervioso de relación
 Craneal
 Periférico
 Sistema nervioso autonómico
 Simpático
 Parasimpático

Así, puesto en el nivel de los vertebrados, el sistema nervioso del hombre tendría sólo dos
componentes, uno intraindividual que viene a ser el sistema psíquico visceral-afectivo y otro
extraindividual que viene a ser el sistema somático-cognitivo; ambos abarcan desde el nivel
paleocortical hasta el nivel neuronal periférico, y entre ambos hay sólo núcleos subcorticales y
vías de interacción central.
Pero el sistema nervioso humano es, por principio, un sistema nervioso personal, es decir,
que debe tener una organización de base social, esta organización tendrá que ser peculiar y
característica de cada individuo, por cuando es el sistema nervioso de una personalidad
estructurada a base de la información social (codificada previamente en su neocórtex
cerebral). Esto significa que una caracterización más personalizada del sistema nervioso
humano, tendrá que tomar en cuenta la naturaleza de la actividad del cerebro,
específicamente del neocórtex, para luego, a partir de esta caracterización, deducir la
respectiva forma de organización de todo el conjunto del sistema de una persona. Deducimos
que la organización del sistema nervioso del hombre no tiene que partir de la visión anatómica
del sistema de las vías periféricas distribuidas en el cuerpo, sino a base de la visión
psicológica que se tenga acerca de la corteza cerebral.
Sobre la base de esta perspectiva, tenemos que conceptuar el sistema nervioso del
hombre como una red organizada en niveles, tal como se organiza la personalidad en toda su
integridad. Como se puede apreciar en el cuadro 6.3, este tipo de organización toma en cuenta
la importancia de la corteza cerebral, con sus dos niveles paleocortical y neocortical como
características esenciales del sistema nervioso humano y de la personalidad. Los demás
niveles serán similares a los que ya poseen los vertebrados superiores, aunque
reestructurados cinéticamente por dichos niveles superiores.
105

CUADRO 6.3
UN MODELO SOCIAL DEL SISTEMA NERVIOSO HUMANO
 El nivel neocortical (Nivel psíquico consciente )
 El nivel paleocortical (Nivel psíquico inconsciente)
 El nivel ganglionar (Nivel funcional)
 Núcleos basales
 Tálamo/hipotálamo
 Cerebelo
 Tronco cerebral/médula espinal
 Sistema nervioso visceral
 Sistema nervioso somático
 El nivel sináptico (Nivel metabólico)
 El nivel celular (Nivel genético)
 Neuronal
 Glial

Respecto de esta caracterización, no olvidaremos que todos los niveles de organización


de la personalidad se repiten en el sistema nervioso, en el cerebro y en el neocórtex cerebral
de la persona. Esta propiedad del sistema nervioso de reflejar al conjunto del individuo, es
esencial para comprender como la información codificada en cada uno de sus niveles de
organización, reflejan todos y cada uno de los niveles de organización del individuo total, y se
reflejan en ellos a lo largo de toda la vida de la personalidad.
Lógicamente que es mucho más explicativo de la actividad personal, un modelo del
sistema nervioso que sin apartarse del patrón de organización característica de los seres vivos
en general, tome en cuenta también la clase actividad psíquica que caracteriza a las personas,
por las razones ampliamente discutidas en los capítulos precedentes. Entonces, si el
neocórtex cerebral humano se organiza a base de información social, todo el conjunto de la
personalidad tendrá que tener la misma organización y estructura. Recién aquí tendremos el
soporte conceptual necesario para explicar la naturaleza tripartita del hombre, de su
conciencia, de su cerebro y de su sistema nervioso. Estos tres componentes dependen,
cinéticamente, de los tres tipos de información social que una vez transcritas forman los tres
sistemas de la conciencia. Tendremos, en consecuencia: 1) un sistema nervioso visceral que
corresponde al temperamento y depende del neocórtex afectivo; 2) un sistema nervioso
somático que corresponde al intelecto y depende del neocórtex cognitivo, y 3) un sistema
nervioso de integración que corresponde al carácter y depende del neocórtex conativo. Bajo
esta premisa, el neocórtex, así como el cerebro y todo el conjunto del sistema nervioso
humano están organizados en los sistemas o componentes psíquicos que se han estructurado
a base de una clase de información social que cada persona ha codificado en cada uno de los
bloques psíquicos de dicho neocórtex (Este punto se verá más claramente en el capítulo
siguiente, sección 7.3).
Respecto de cada bloque, se tiene que definir las características de su respectivo sistema
de memoria, así como la organización del respectivo sistema –visceral y somático–, cada uno
de estos con sus respectivos sistemas sensoriales y motores, y estos, a su vez, con sus
respectivas vías aferentes y eferentes.
En resumen, el estudio del sistema nervioso del hombre tendrá que hacerse tomando en
cuenta que es el soporte funcional de un psiquismo social, respecto del cual es preciso saber
cómo se efectúa la trascripción de la información social en una conciencia, cómo se organiza
la actividad consciente desde cada uno de los sistemas afectivo, cognitivo o conativo; como se
106

integra la actividad cortical en los planos de la actividad consciente –de la percepción, la


imaginación, el pensamiento y la actuación–, de los cuales depende finalmente la organización
consciente de la actividad personal, es decir, del individuo total.
107

CAPÍTULO 7

ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD PERSONAL

El problema de la relación mente-cerebro. Naturaleza de la mente. Los modelos clásicos del


cerebro. Un modelo sociobiológico del cerebro humano. Naturaleza genética y social de la
personalidad. El desarrollo formativo de la personalidad. La conciencia y la estructura psíquica
de la actividad personal.

Terminamos nuestra Introducción con la revisión del problema suscitado en torno a la


naturaleza de la actividad personal. Es indudable que este problema está en relación directa
con otros dos más esenciales: el de la relación entre la mente y el cerebro y el de la
modelación del cerebro humano. La solución de estos problemas está lógicamente relacionada
con la solución del problema de la naturaleza esencial de los hombres; está igualmente
relacionado con la definición y la explicación de la sociedad, la conciencia y la personalidad.
Nuestra respuesta es que se requiere de un modelo sociobiológico del cerebro que permita
explicar cómo la actividad consciente organiza la actividad personal.
Como quiera que nuestra hipótesis de trabajo ha sido la consideración de un individuo
humano reestructurado por la información social, por lo menos hasta donde podemos deducir,
la solución que desarrollaremos en seguida está dentro de los marcos del monismo
materialista. Escapa, por tanto, de los modelos dualistas tradicionales, inclusive de aquellos
que se consideran monistas materialistas, que en lo esencial son modelos reduccionistas,
puesto que damos por sentada la existencia sustantiva, real y concreta de la sociedad y la
conciencia, y relegamos el concepto de mente al de un constructo del sentido común que
puede dejar de usarse, tal como sucedió con el constructo del alma.
Después de revisar las soluciones propuestas, concluiremos en que el objetivo
fundamental de las ciencias sociales habrá de ser la explicación de la relación ente la
sociedad y la conciencia, entre la conciencia y el cerebro, entre el cerebro y el cuerpo; para lo
cual la hipótesis de que los procesos esenciales de la vida, que abarcan desde las bacterias
hasta la sociedad humana, son de carácter informacional, creemos que será de gran utilidad.

7.1. El problema de la relación mente-cerebro


En la historia de las ciencias del hombre, los problemas de la naturaleza del hombre y de
la relación mente-cerebro, han sido tratados según la ideología dominante en el respectivo
período del desarrollo de la sociedad: en la sociedad primitiva, se introduce el problema de la
relación alma-cuerpo, que es tratado dentro de una visión religiosa del mundo; en la sociedad
de tipo antiguo, surge el problema de la relación mente-cuerpo y mente-cerebro que trata de
resolverse dentro de la concepción filosófica y científico-natural del mundo; en la sociedad de
tipo moderno, recién empieza a darse la importancia debida a la relación conciencia-cerebro,
que debe culminar con una solución científico-social del problema de la relación conciencia-
persona. Con esto quedará planteado el problema, y por lo que se podrá deducir, la solución
del mismo dentro de las ciencias naturales, enmarcadas como están dentro de las
concepciones idealistas y mecanicistas acerca del mundo natural, es sencillamente imposible.
Por supuesto que la explicación de la relación entre la mente y el cerebro está en el centro
mismo de la definición de la naturaleza del hombre, es decir, de la esencia misma de los
hombres. Pero su solución, repetimos, sólo será posible después que se hayan definido los
conceptos fundamentales respecto de la sociedad, la conciencia y la personalidad.
108

Las revisiones críticas de las diversas propuestas de solución que se han hecho acerca
del problema mente-cerebro, dentro del idealismo y del mecanicismo, se encuentran en
Smithies (1965), Armstrong (1968) y Bunge (1985), y extractos de dichas propuestas dentro de
la filosofía occidental, clásica y moderna, han sido editados por Vesey (1964). El problema
también se presenta a modo de resúmenes en Hampden-Turner (1981) y hay importantes
comentarios al respecto en Finger (1994), Guttenplan (1994), y Pally (2000).
Lógicamente que no es este el lugar para discutir con toda amplitud los planteamientos
que se han hecho hasta ahora, aunque estamos de acuerdo con Sperry (1951/1964) cuando
afirma que la solución del problema mente-cerebro puede tener importantes repercusiones
para el desarrollo humano. Sin embargo, no creemos como él, que la solución dependa
principalmente del conocimiento de las funciones del cerebro. Las razones para dudar de esta
sugerencia son muchas, pero antes de refutarlas tenemos que mencionar por lo menos las
hipótesis explicativas más comúnmente aceptadas para resolver el problema, para luego
comprobar que todas ellas enfocan el problema de modo sesgado y unilateral, prácticamente
sin tomar en cuenta la condición social del hombre.
Del esbozo de la historia de las investigaciones acerca de la comprensión del hombre, así
como de la descripción y explicación de sus procesos internos, incluidos los de su sistema
nervioso, podemos deducir que todos estos estudios, y las teorías derivadas de ellos, se han
hecho a partir de la observación de las personas desde dos frentes: desde su superficie
externa y desde su estado interno. Ambas estrategias son sin duda necesarias, y debían ser
complementarias; sin embargo, sus resultados no han sido los esperados, puesto que han
llegado a conclusiones contradictorias o sesgadas, y en ciertos casos excluyentes. El primer
enfoque tenía que ser más deductivo y tal vez más especulativo que el segundo, pues muchas
veces ha tenido que basarse en concepciones a priori, como, por ejemplo, respecto del alma,
el espíritu, la mente, y por lo mismo ha enfocado la explicación de la naturaleza humana de
modo idealista. El segundo, tenía que ser más inductivo a partir del estudio objetivo de, por
ejemplo, enfermos, cadáveres, animales. Bajo estas condiciones, era más fácil suponer que
los procesos de la vida tenían que ser de naturaleza similar a las cosas hechas por el hombre,
y de allí la necesaria comparación del cerebro con canales de regadío, centrales telefónicas y
servomecanismos.
Cada procedimiento de observación ha dado origen a sendas concepciones teóricas
acerca del hombre; dos formas de resolver el problema que se basan, cada una a su manera,
en la posible existencia de dos mundos: uno virtual o amaterial, otro real o material. Por lo
tanto, quienquiera que haya creído que todo lo que existe no es material, habrá tenido que
reducir su explicación del hombre a un monismo idealista puro, según el cual debe existir sólo
el alma, la mente o lo mental, de manera que en su versión extrema sostendrá que el cerebro,
el cuerpo y hasta todo lo que existe es sólo producto de la mente. De modo opuesto, quien
haya tenido la convicción de que todo lo que existe es material, habrá tenido que proponer una
explicación basada en un monismo mecanicista igualmente puro, suponiendo que lo único real
es el cerebro, y que la mente es la función del cerebro, efecto físico, atributo o propiedad
emergente de tal órgano. Naturalmente que quienes no hayan podido evadir la idea de la
existencia de ambas concepciones de la realidad, habrán tenido que propugnar, dentro de un
dualismo estricto, que ambos, la mente y el cerebro, existen por sí mismos. Para este enfoque,
el problema radica en explicar como el cerebro y la mente se relacionan entre sí. En el cuadro
7.1 se mencionan las hipótesis más importantes que han tratado de resolver este problema
dentro de estos tres enfoques.
Los enfoques idealistas tienen su modelo de desarrollo en las ideas de Platón y
Aristóteles, quienes plantearon que las ideas son el principio del conocer y del ser. Las
versiones extremas dentro de estos planteamientos sostienen que existe solamente lo mental.
En la actualidad muy pocos entre los científicos del cerebro, se atreverían a explicar la
relación mente-cerebro dentro de una línea exclusivamente idealista, por ejemplo, dentro del
fenomenismo o del monismo neutral que predominaron en la filosofía clásica. Sin embargo, es
notable el caso más reciente de Pribram (1980), un psicofisiólogo naturalista, con amplia
experiencia en el estudio experimental del cerebro de diversos animales, quien, siguiendo a
Flourens y a Lashley, que también hicieron sus deducciones a partir de observaciones en
animales, de modo contradictorio supone que el mundo es amaterial, y que la separación que
hacemos entre materia y mente es sólo consecuencia de nuestra manera de percibir las cosas.
109

Supone que lo mental y lo físico son manifestaciones de una realidad cuya naturaleza se
desconoce.

CUADRO 7.1
CONCEPCIONES SOBRE LA RELACIÓN MENTE-CEREBRO

I. LAS CONCEPCIONES MONISTAS DENTRO DEL IDEALISMO


1. Fenomenismo (Berkeley, Fichte, Hegel, T. De Chardin)
2. Monismo neutral (Spinoza, James, Russell, Carnap, Schlick, Pribram)

II. LAS CONCEPCIONES MONISTAS DENTRO DEL MECANICISMO


1. Materialismo eliminativo (Watson, Skinner, Quine, Touring)
2. Materialismo funcionalista (Epicuro, Gall, Lashley, Flourens, Kleist)
3. Materialismo emergentista (Diderot, Darwin, Cajal, Hebb, Bindra, Bunge)

III. LAS CONCEPCIONES DUALISTAS


1. Animismo (Platón, Aristóteles, Jesús, Agustín, Tomás, Freud, Sperry)
2. Autonomismo (Wittgenstein)
3. Epifenomenalismo (Cabanis, Huxley, Ayer, Vogt)
4. Paralelismo (Leibniz, Jackson)
5. Interaccionismo (Descartes, Penfield, Eccles, Poper)

A diferencia de los monismos idealistas, la explicación de la relación mente-cerebro dentro


de los monismos de corte mecancista tienen actualmente cada vez mayor aceptación. El
modelo de desarrollo de estos enfoques han sido las ideas de Tales y Demócrito, para quienes
la única realidad verdadera es la materia. Quienes se adhieren a una concepción puramente
mecanicista han tenido que llegar a conclusiones necesariamente reduccionistas, en el sentido
de que han supuesto que la única explicación posible de la mente son los aspectos físicos,
moleculares o funcionales del cerebro. Una posición extrema de este enfoque fue sin duda el
conductismo que trató de eliminar la mente; del mismo tipo es la solución del freudismo que
reduce al hombre a la condición de animal inconsciente. Los enfoques más recientes se
mantienen dentro de las propuestas del biologismo naturalista; de allí la vigencia del
funcionalismo de Gall, el emergentismo de Darwin y el cognitivismo de Piaget.
La concepción emergentista ha sido desarrollada más recientemente. Bunge (1985), por
ejemplo, sostiene que los estados mentales son estados del sistema nervioso central; dichos
estados existen, pero no son independientes del cerebro. Por eso sería preferible hablar de un
cerebromente, en clara alusión al concepto de espaciotiempo del mundo físico. Se piensa, por
tanto y con alguna razón, que el cerebro como cualquier otro biosistema, sigue las leyes y
tiene las propiedades de los seres vivos, todos los cuales tienen propiedades emergentes.
Según esta propuesta, las funciones mentales son funciones emergentes del nivel físico del
sistema nervioso central, tal como la liquidez es propiedad emergente del agua que resulta de
la combinación de dos gases, oxígeno e hidrógeno.
Una situación distinta ha sido plantada por las hipótesis dualistas. En realidad, los
distintos dualismos aceptan la idea del sentido común de que existe tanto el alma como el
cuerpo. El propio lenguaje coloquial identifica un yo distinto del cuerpo, como cuando alguien
dice “no me obedece la mano”, o no puedo controlar mis emociones. Estas frases expresan la
idea de que quien así habla es distinto de su mano o de sus emociones. En el mismo sentido,
todos estamos seguros de tener una mente; todos hemos dicho alguna vez no me acuerdo, lo
tengo en la punta de la lengua, y aunque no recordamos en este momento, aquello que
queremos recordar sabemos que está guardado en nuestra mente; también es probable que
hayamos dicho soy consciente de lo que hago, ya me di cuenta, soy consciente de mis actos;
también tenemos o alguna vez hemos tenido la imagen vívida de esto o aquello, recordamos
110

los sucesos de nuestra vida y nuestros sueños como si existieran aparte de nuestro cuerpo. En
términos generales, por sentido común toda persona sabe que piensa y que existe; que tiene
una mente o que quiere con el alma. La ciencia, entonces, debe dar cuenta de esta doble
existencia, de esta doble realidad, objetiva y subjetiva.
Muchos de los planteamientos acerca del hombre han asumido esta posición dualista del
sentido común; aceptan la existencia de la mente y el cerebro. Pero aquí surge el problema de
la naturaleza de la relación entre una y otra realidad. El autonomismo de Wittgenstein plantea
la independencia mutua de ambas; el paralelismo psicofísico de Leibnitz y Jackson plantea
más o menos lo mismo, aunque serían entidades simultáneas o sincrónicas. Tal vez más
logrados sean los postulados del interaccionismo; por ejemplo, Descartes, Penfield, Eccles y
Poper, suponen que la mente y el cerebro se relacionan e influyen mutuamente. Pero también
hay quienes creen que la mente dirige al cerebro, tal como sostiene el animismo de Platón, y
los que creen que el cerebro produce, genera o secreta la mente, como sugirió primero
Cabanis y más recientemente el epifenomenismo de Huxley.
Bunge (ob. cit.) sostiene que los enfoques del monismo idealista son incompatibles con la
ciencia, puesto que niegan la existencia de la mente como una entidad concreta que merezca
ser objeto de un estudio científico; lo mismo sucedería con los enfoques dualistas que postulan
la existencia de dos sustancias independientes, pues están basadas en creencias o conceptos
de sentido común. Sin embargo, no creemos como Bunge, que estas concepciones dualistas
sean incompatibles con los requerimientos de la ciencia; por el contrario, nos parece que son
fenómenos accesibles a la experiencia subjetiva de toda persona, pero cuya explicación está
fuera del ámbito de las ciencias naturales.
El funcionalismo, por ejemplo, que ha ido afirmándose en la última parte del siglo que
acaba de terminar, ha tenido que apelar a diversas hipótesis, aunque sin haber logrado una
explicación consecuente. Inclusive la teoría de la información en su versión clásica y la
cibernética, que fueron incorporadas como métodos particulares de la ciencia, que parecía
iban a cambiar el rumbo de nuestra comprensión del hombre, han sido absorbidas por el
funcionalismo y ahora tienen un escaso valor teórico o metodológico. Así mismo, los enfoques
del neoconductismo y el cognitivismo más recientes, que son en esencia desarrollos que
buscan su fundamento en las funciones del cerebro, tampoco han resuelto el problema, y el
dualismo mantiene su vigencia por encima de los monismos materialistas que, de todos
modos, parecen estar en la perspectiva más apropiada.
Se requiere, en consecuencia, de una explicación del cerebro humano que tome en
cuenta la naturaleza de los procesos esenciales que han determinado la existencia del sistema
vivo, de la sociedad y de los hombres considerados como individuos concretos. Según los
argumentos expuestos hasta aquí, es posible que dichos procesos esenciales sean aquellos
que hemos definido como de naturaleza informacional. Dentro de esta concepción creemos
que es posible una explicación del cerebro, que debe ser entonces de naturaleza
sociobiológica. Pero esto nos obliga a revisar, también a modo de introducción, el concepto de
mente y de conciencia (Una versión más amplia la desarrollaremos en el Cuaderno
correspondiente a la psiconeurología de la conciencia).

7.2. La naturaleza de la mente


La preocupación, primero filosófica y después científica, surgió ante preguntas como esta:
¿En qué consiste el agente que percibe, siente, recuerda, imagina, desea, piensa?. Las
respuestas han sido de distinto orden: para unos es un pseudoproblema; para otros, nunca
sabremos qué es; talvez para la mayoría, podemos especular acerca de qué es, porque puede
ser: 1) la mente, 2) el cerebro.
En oros contextos, la preocupación parte del problema de saber qué es lo que controla del
cuerpo, o qué mueve al cuerpo. Las respuestas son nuevamente diversas: es algo como el
alma, algo como la mente o algo como la conciencia, o el cerebro. Sin duda que quienes
señalan al cerebro pisan terreno más firme, pues no es difícil afirmar que existe un conjunto de
funciones del cerebro, como: sentir, imaginar, pensar, percibir, desear. Si embargo, también
parecen estar seguros quienes afirman que hay un ente inmaterial formado por la suma de
sentimientos, percepciones, pensamientos, ideas, recuerdos, deseos, que merece el nombre
de mente.
111

Para empezar haremos una breve reseña de las definiciones que se han propuesto
respecto de la mente. Según el sentido común expresado en el diccionario, mente es:
“potencia intelectual del alma”; “designio, pensamiento, propósito, voluntad”; “conjunto de
actividades o procesos psíquicos conscientes e inconscientes” (Diccionario de la Lengua
Española, 1992). Si acudimos a otro idioma, también encontraremos muchas acepciones de
sentido común acerca de la mente. Es #reminiscencia, recuerdo”; “opinión cándida”, “dirección
de los pensamientos o deseos”, “manera de pensar y sentir”, “asiento de la conciencia,
pensamiento, volición”; “el alma”; poderes intelectuales, como opuestos a la voluntad y las
emociones” (Oxford Dictionary of Current English, 1964). Finalmente, un diccionario médico
define la mente como “la facultad o función del cerebro, por la cual un individuo se torna
consciente de sus alrededores y de su distribución en el espacio y el tiempo, y por la cual él
experimenta sentimientos, emociones y deseos, y es capaz de atender, recordar, razonar y
decidir” (Dorland’s Illustrated Medical Dictionary, 1965).
En los textos académicos, se lee que la mente es un conjunto de “procesos que ocurren
dentro de la cabeza, que determinan los más complejos niveles de organización del
comportamiento” (Hebb, 1966). En otro se dice que habría “un gran número de cambios
bioquímicos que resultan de los procesos mentales” (Lindsay & Norman, 1971). Por su parte,
Sperry (1976) considera “la mente como emergencia sinergética de los procesos cerebrales.”
Y Bunge (1985), en su intento por matematizar la Psicobiología para que sea una verdadera
ciencia, nos ofrece la “definición 3.5. Sea b un animal dotado de un sistema neural plástico P.
Entonces: 1) b experimenta un proceso mental (o efectúa una función mental) durante el
intervalo de tiempo τ si y sólo si P tiene un subsistema ν tal que ν se encuentra durante τ
ocupado en un proceso específico (es decir, πs (τ, ν) ≠ φ).
Como decíamos en la sección anterior, tenemos que desarrollar el concepto de conciencia
para poder superar estas definiciones que solamente terminan por repetir que la mente es la
suma de todo lo que podemos experimentar como pensamiento, percepción, deseos,
recuerdos, y todo lo que se considere afín a estas formas de actividad psíquica. Por ahora nos
quedamos con la impresión de que muy poco se ha avanzado al respecto en dos mil
quinientos años de filosofía y quinientos de ciencia natural.

7.3. Los modelos clásicos del cerebro


Magoun (1960) ha sugerido que los modelos del cerebro reflejan los conceptos derivados
de la tecnología más avanzada de una época. El modelo de Galeno habría reflejado el avance
de la ingeniería hidráulica de Grecia y Roma; los modelos actuales del cerebro reflejarían los
avances de la ingeniería de las comunicaciones –del telégrafo, por ejemplo–, y de las
computadoras. Siguiendo a Kuhn (1962/1994), podría decirse que cada modelo del cerebro ha
sido elaborado dentro del paradigma científico vigente en el momento en la época
correspondiente. Todo esto indica que se pueden realizar comparaciones sincrónicas y
diacrónicas de las teorías científicas entre sí.
En efecto, los modelos del cerebro reflejan las concepciones ideológicas acerca del
mundo, la sociedad y el hombre predominantes en una época dada. Es así como primero la
filosofía y más tarde las ciencias naturales, en los últimos dos mil quinientos años han asumido
la explicación del hombre con el mismo método y las mismas teorías que han servido y sirven
para explicar el mundo inerte, las plantas y los animales. Tal parece que no se ha tomado en
serio la idea de que para explicar al hombre, o mejor dicho, para explicar los procesos
esenciales que han determinado y determinan la naturaleza social de cada uno de los
hombres, se requiere de un método y una teoría que debe explicar primero la naturaleza de la
sociedad humana como el único estrato de organización supraindividual que se ha
desarrollado dentro del sistema vivo. Por esta razón, la explicación de la estructura viva de la
sociedad, y por lo mismo, de la estructura intrínseca de los hombres, de hecho que escapan
del ámbito de las ciencias naturales.
Dentro de los enfoques materialistas, por ejemplo, todos los modelos teóricos explican el
cerebro como si fuera un tipo de mecanismo. Si el modelo es hidráulico, dióptrico o
cibernético, es secundario. Esto quiere decir que, quien explique el mundo en términos
mecanicistas, sólo podrá imaginar al cerebro funcionando como un mecanismo. Este principio
ha sido tan importante, que aún dentro del idealismo de hoy se da por sentado, aunque fuera
112

sólo implícitamente, que los mecanismos de la mente se encuentran en el cerebro. Hasta los
modelos de corte psicológico son expresión de una visión puramente física o química de la
dinámica del cerebro o del movimiento corporal. Por eso cuando se conceptúa que toda
función es capacidad de acción o la acción propia de los seres vivos, no es que se haya
tomado el concepto de acción en su sentido familiar de facultad de hacer alguna cosa, de
acometer o defenderse, ni en el sentido figurado de potencia o poder de una persona o
entidad influyente, ni el concepto de función propia de los cargos y oficios de las personas; el
concepto de función, decíamos, ha sido tomado en su sentido físico de energía que produce
un cierto efecto, como cuando se habla de la función de una máquina o instrumento. De allí
derivan los conceptos de energía vital, carga instintiva; de allí deriva la definición de
motivación como impulso o carga energética que dirige la conducta, y la importancia que se a
la relación entre la energía química y eléctrica de las células nerviosas y la energía de la
mente. Sólo así se explica, como ya hemos señalado, la amplitud del concepto de función, y se
habla como si se tratara de una actividad física de la función del ADN, las funciones del
estómago, las funciones mentales, las funciones de las personas.
La extensión de la concepción física del mundo a la explicación del cerebro y la mente, es
pues evidente en todos los modelos del cerebro. Sin embargo, después de comprobar que no
existen modelos verdaderamente psicológicos del cerebro, notaremos que hay un marco
conceptual que relaciona estrechamente entre sí los modelos físicos, fisiológicos y
cibernéticos del cerebro. Este marco no es otro que la idea central de Platón, según la cual el
alma tiene tres partes, cada una ubicada en alguna parte del cuerpo o del cerebro. Aunque las
versiones acerca de cuáles son realmente los componentes del alma platónica no son iguales
(Magoun, 1964; Changeux, 1985; Stevenson, 1987; Finger, 1994), lo que aquí importa es su
concepción tripartita del alma que ahora estamos en condiciones de atribuirla al hombre
organizado desde el plano de su conciencia. Veremos que el punto de vista de los tres
componentes: apetito, voluntad y razón, se mantiene en la mayoría de los modelos del
cerebro, empezando por el de Galeno, muy a pesar de las concepciones bipartitas que se han
impuesto desde Darwin, aquellas por las se supone la existencia de sólo dos cerebros: el
cerebro emocional y el cerebro cognitivo.

7.3.1. Modelos físicos del cerebro


Los modelos físicos del cerebro son básicamente dos: el modelo hidráulico de Galeno y el
modelo dióptrico de Descartes. Los esquemas de cajas negras, que son en realidad producto
de los límites del conocimiento científico, tienen su primera versión a partir de las ideas de
Galeno, curiosamente desarrolladas por los Padres de la Iglesia mucho tiempo después que
aquél las formulara (Fig. 7.1).
113

Fig. 7.1. En la Edad Media abundaron los esquemas que destacaban la


importancia de los ventrículos cerebrales como asiento de las tres facultades
del alma.

Galeno, en efecto, al distinguir los aspectos sensorial y motor de la función nerviosa,


sugirió la existencia de una suerte de tres almas: sensible, razonable y motriz; como también
la existencia de tres componentes del alma racional: imaginación, cognición y memoria. Unos
siglos más tarde, Nemesio imaginó que los ventrículos cerebrales eran el asiento de las tres
facultades del alma, de modo que el senso comunis, la fantasía y la imaginativa residirían en
los ventrículos laterales; la facultad cogitativa y estimativa en el tercer ventrículo, y la de la
memoria en el cuarto ventrículo (Changeux, 1985).
René Descartes tiene el mérito de haber dejado de modo definitivo el esquema conceptual
de los futuros desarrollos de las ciencias del sistema nervioso. Así, aunque él mismo no usó la
palabra reflejo, su esquema que relaciona la visión de un objeto y la acción de apuntar hacia el
mismo objeto, claramente revela su concepción de que la actividad cerebral refleja la realidad
objetiva de modo análogo a como la luz se refleja en un espejo. Según esta idea, se supone
que a partir de los sentidos, los espíritus vitales alcancen al alma ubicada en el cerebro y que
éste los distribuye a través de la glándula pineal y ciertas porosidades de las paredes
ventriculares hasta los nervios y los músculos. Esta propuesta teórica no sólo es un desarrollo
de las ideas iniciales de Galeno, sino el esquema sobre cuya base se ha elaborado el modelo
del arco reflejo que ha sido central para la neurofisiología moderna.

Fig. 7.2. El modelo de Descartes (Tomado de Magoun, 1960)

El modelo dióptrico del cerebro no es, sin embargo, la única propuesta importante de
Descartes. Planteó también el problema de la existencia del alma. Es claro que él intuyó, igual
que Platón, que hay algo más que el cuerpo o el cerebro que proviene del mundo exterior a los
individuos. Ambos pensaron que ese algo más es lo que el sentido común llama el alma; que
ésta procede de afuera, y que al ser incorporada tiene que ubicarse en alguna parte del
cerebro. Bien hicieron entonces en preguntarse dónde se aloja el alma y en intentar una
respuesta. Es lógico que ni Platón ni Descartes tenía que acertar con la respuesta, como de
hecho no la tuvieron anatomistas como Willis ni la tienen los neurocientíficos modernos. El
error no ha sido entonces de Descartes como alguien ha sugerido (Damasio, 1994), sino de
quienes al no encontrar el alma en el cerebro del cadáver, ni en el de los animales,
presionados por la idea de que el hombre es un animal superior, prefirieron ignorar el
concepto de alma que ya desde ese entonces habría sido de primera importancia para iniciar
una explicación de la naturaleza del hombre.
114

Lógicamente que no tiene sentido rescatar el primitivo concepto de alma y tomarlo como
tal. Interesa la idea de que en el cerebro hay algo más que su función psíquica animal, y que
ese algo más procede desde afuera. El problema del desarrollo de las teorías de la mente y el
cerebro, es haber tomado el sentido literal del concepto de alma del sentido común, y haberlo
descartado (como sucedió con otros conceptos filosóficos) sin dejar la posibilidad de
elaborarlo como parte de una actitud crítica frente al avance de las teorías de la ciencia
natural, incluso de las actuales que ya se basan en observaciones y experimentos empíricos
comprobados.
Creemos pues, que la propuesta platónica del mundo de las ideas, se complementa con la
propuesta de que el alma, en tanto ente que procede del mundo exterior al individuo, y ambas
expresan la intuición de la existencia de algo que no puede ser otra que la información social.
Ya hemos visto que esta es una realidad que los hombres encuentran al nacer y que deben
incorporarla para poder formarse y sobrevivir dentro de la sociedad. Es natural que dicha
información almacenada en el cerebro tenga que desaparecer con la muerte, aunque las
personas tienen la posibilidad de crearla y dejarla como información social para la posteridad,
inmortalizándola en la materia inerte que supieron transformar.

7.3.2. Modelos fisiológicos del cerebro


Una vez reintroducida la disección anatómica del cadáver por Vesalio, y perfeccionada la
técnica de la disección del cerebro por Franz Gall, el efecto inmediato fue olvidarse del alma y
dedicarse al estudio anatómico y fisiológico de este órgano, que como cualquier otro del
cuerpo tenía que tener funciones más o menos observables. Dentro de la lógica de la ciencia
natural en auge, la mente reemplazó al alma como ente que de alguna manera debía
relacionarse con el cerebro, o ubicarse en alguna parte del mismo. Así surgen los modelos
fisiológicos del cerebro, como parte de la concepción mecanicista de la ciencia natural.
Estos modelos se han formulado a partir de tres de los aspectos de la actividad nerviosa
más importantes: respecto de la forma como funciona el sistema nervioso, respecto de cómo
está organizado todo el cerebro, y de cómo funciona la corteza cerebral.

a) Modelos basados en la función del sistema nervioso


El modelo del “reflejo” planteado en su forma original por Gassendi, contemporáneo de
Descartes, y elaborado en su forma actual por Sechenov a fines del siglo XIX y por
Sherrington y Pavlov a comienzos del siglo XX, establece que toda actividad nerviosa tiene
una vía de entrada, un centro integrador y una vía de salida. El modelo puede aplicarse a todo
el individuo (como hizo el conductismo), a la médula espinal, a todo el cerebro o a una célula
nerviosa. En versiones más modernas, el sistema nervioso se conceptúa como un sistema de
entrada/salida, con cajas negras intermedias que siguen una trayectoria en serie entre ambos
extremos. El modelo se ha ampliado desde la introducción de los conceptos de la cibernética,
para adoptar la forma de un sistema de procesamiento de información, constituido por una
secuencia de procesos, estructuras o módulos que se relacionan entre sí por vías de
proalimentación y de retroalimentación, como puede verse en las figuras 7.3 y 7.4. Lo que no
queda definido en estos modelos es el contenido de tales módulos, el orden en que están
dispuestos ni el lugar que ocupan dentro del sistema nervioso.

ENTRADA DESCODIFICACIÓN ENCODIFICACIÓN SALIDA

Fig. 7.3. Esquema teórico general del procesamiento de información.

b) Modelos basados en la función del cerebro


Una vez negada o ignorada la existencia del alma, el notable avance de las ciencias
físicas, químicas y biológicas (acerca de los sistemas vivos naturales) hacía suponer que no
era necesario acudir a otros métodos, y menos a otra clase de ciencias para explicar al
hombre. Más aún, el sistema teórico que Darwin desarrolló acerca del hombre, proporcionó a
115

las ciencias naturales principios más que suficientes para la explicación científico-natural de
las funciones del cerebro, lógicamente de los animales. La insuficiencia del modelo es pues
evidente, y por eso no se ha cesado en la búsqueda de un modelo del cerebro que refleje al
mismo tiempo las concepciones originales de Platón y Descartes, y la visión mecanicista de su
funcionamiento dentro de los esquemas de la neuroanatomía natural. Este problema que nos
han legado las ciencias naturales, infortunadamente ha atrapado a las ciencias del hombre en
un callejón que desaparece a mitad de camino en plena oscuridad, a tal punto que ninguno de
los materialismos mecanicistas ha podido encontrar el método a seguir.
Los modelos elaborados dentro de estas contradicciones, parten del principio de que el
sistema nervioso es un sistema organofuncional, como son el aparato digestivo, el respiratorio,
etc. Por tanto, tiene órganos que pueden ser separados como los demás. De allí la versión de
que el encéfalo es un órgano, formado por otros órganos: el cerebro, el tronco cerebral y el
cerebelo. El cerebro, a su vez, estaría conformado por otros órganos ensamblados muy
apretadamente en cada hemisferio cerebral: los lóbulos cerebrales, los núcleos basales, la
amígdala, el tálamo, el hipotálamo, cada uno con su respectiva función. Por supuesto que esta
concepción anatómica del cerebro se puede comprobar objetivamente por medio de la
disección del cadáver; pero otra cosa es explicar cómo se organiza su actividad intrínseca en
una persona viva.

OBJETO

SENS PERC MEM I SELECC CONTR EFECT

MEM II

Fig. 7.4. Modelo cognitivista del procesamiento de información, que comprende los procesos
sensoriales, perceptuales, de memoria primaria, memoria secundaria, selección de la respuesta,
control de la respuesta y los procesos efectores, y retroalimentación a través del objeto
(Modificado de Welford, 1958)

Es un hecho comprobado que una división anatómica del cerebro como la expuesta, no
puede explicar en modo alguno la actividad psíquica, y menos cómo podría ser determinada
por esta misma actividad. Pero como todo el mundo sabe que el cerebro es el asiento del
pensamiento, la memoria, las emociones, etc., ha sido más que perentoria la necesidad de
hacer todos los esfuerzos posibles a fin de explicar de qué naturaleza son en realidad las
funciones de estos órganos. Un primer intento consistió en diferenciar entre funciones
inferiores y funciones superiores del cerebro. De este modo, la neurología ha estudiado las
funciones inferiores sin preocuparse por explicar la naturaleza del pensamiento, la cognición,
la conciencia, el lenguaje, la emoción, etc. Recíprocamente, la psicología ha planteado la
existencia de constructos acerca del comportamiento, la conducta, la cognición, la percepción,
la memoria, sin preocuparse por explicar qué es o qué hace el cerebro, ni qué son o en qué
consisten las funciones superiores del cerebro.
Estas contradicciones, por otro lado, se han basado en la existencia, bastante ignorada,
de dos clases opuestas de modelos del cerebro humano: algunos modelos siguen la
concepción tripartita de las tres facultades del alma; por otro, en tanto que otros modelos
siguen la concepción bipartita de los dos cerebros, emocional y cognitivo. En el cuadro 7.2. se
puede apreciar que los modelos mejor conocidos de Jackson, Pavlov, MacLean, Freud y Luria
116

expresan ciertamente el marco conceptual tripartito original; aunque no todos ellos se refieren
al cerebro como tal. En realidad, en el esquema sólo se correlacionan los modelos evolutivos,
de la actividad refleja y del individuo humano con el modelo estrictamente biológico de
MacLean y el modelo estrictamente fisiológico de Luria.
Aunque el modelo que se asume dentro del cognitivismo moderno parece tripartito, es sin
duda un modelo bipartito, pues se funda en la concepción anatómica de cerebro de los
mamíferos que, como consta en todos los textos de neuroanatomía, de neurofisiología y de
neurociencias naturales, se lo concibe escindido en dos partes: una paleocortical, límbica,
emocional, y otra neocortical, cognitiva.
Si bien Luria (1978) propuso que el cerebro está formado por tres unidades o bloques,
siguiendo la idea de los sistemas funcionales de Berstein y Anojin, su modelo es muy cercano
a las concepciones del cognitivismo actual, pues incluye conceptos de la teoría de la
información y la cibernética tomadas en su versión original. Por eso es preferible incluir este
modelo dentro de las concepciones fisiológicas del cerebro.

___________________________________________________________________________
__
CUADRO N° 7.2
COMPARACIÓN DE LOS MODELOS DEL CEREBRO
(Modificado de Magoun, 1964)

Jackson Pavlov Freud MacLean Luria Ortiz

El sistema afectivo
Unidad para
I. Nivel regular el tono, Ansiedad
Reflejos no Cerebro del
Ello la vigilia y los Disposiciones
Inferior condicionados reptil
estados
(Temperamento)
mentales
(Comportamiento)

El sistema cognitivo
Unidad para
II. Nivel Atención
Reflejos Cerebro del recibir, analizar
Ego Aptitudes
Medio condicionados mamífero y almacenar
información (Intelecto)
(Desempeño)

El sistema conativo
Unidad para
III. Nivel Segundo programar, Expectación
Cerebro del
sistema de Superego regular y Actitudes
Superior primate
señales verificar la
(Carácter)
actividad
(Conducta)

c) Modelos basados en la función de la corteza cerebral


Dentro de las concepciones de Gall y de Flourens acerca del órgano de la mente, desde
el comienzo surgió el dilema de si el cerebro funciona por partes o como una totalidad. El
problema era consecuencia lógica de la forma organicista como había sido concebido el
hombre. Esta contradicción entre localizacionismo y holismo ha continuado si resolverse a
pesar del amplio debate suscitado entre neurólogos y psiquiatras de los dos últimos siglos,
quienes terminaron por aplicar la división del trabajo en la práctica médica a la función del
cerebro que debían explicar. La oposición de los puntos de vista alcanzó a la histología y la
citología del sistema nervioso, cuando Cajal sostuvo que el sistema nervioso estaba
117

constituido por conexiones de células nerviosas separadas, en tanto que Golgi sostenía lo
contrario, que era una red continua de fibras nerviosas. Felizmente, el debate entre
neuronistas y reticularistas terminó a favor de los primeros, cuando con la ayuda del
microscopio electrónico se demostró la existencia de las sinapsis.
Gall planteó que el cerebro es un conjunto de órganos cuyas funciones son
independientes entre sí. Bouillaud, Dixon y Broca, desde mediados del siglo XIX, a partir de
sus observaciones sobre la pérdida del habla por lesiones localizadas en pequeñas regiones
de la corteza cerebral, y posteriormente Henschen y Kleist ya en el siglo XX, confirmaron la
idea de Gall, por lo menos respecto de las consecuencias de las lesiones cerebrales.
Efectivamente, todo parece indicar que las lesiones focales de la corteza cerebral producen
desórdenes psíquicos restringidos a ciertos aspectos de la actividad psíquica, distintos de los
estados confusionales, demenciales y psicóticos que producen las lesiones difusas del
cerebro. Aunque estas observaciones dan cuenta de hechos objetivos y comprobados, no se
puede deducir de ellas que las áreas corticales lesionadas tienen normalmente la función que
la lesión ha destruido. Sin embargo, la comprobación de que una lesión en la circunvolución
angular del hemisferio derecho en ciertas personas produce una dificultad para dibujar objetos
en perspectiva; es un hecho que nos puede servir para deducir que la circunvolución angular
derecha tiene como función la percepción tridimensional del espacio. Aunque no es fácil estar
seguros de esta deducción, tampoco hay otra forma de saber cómo esta área interviene en la
cognición; en gran medida porque se sabe igualmente que otras áreas corticales intervienen
en la misma operación, y porque estas misma área cortical interviene en otras formas de
actividad psíquica, como son las verbales, por ejemplo. Más aún, cuando el desorden psíquico
causado por una lesión focal es en extremo complejo, la inversión explicativa es todavía más
difícil. Por ejemplo, basados en la constatación de que las lesiones de los lóbulos frontales
producen diversas alteraciones psíquicas, se han atribuido a la corteza prefrontal no menos de
quince funciones, y no hay acuerdo acerca de cual es la fundamental o simplemente la
principal.
118

Fig. 7.5. El mapa frenológico de Gall (Tomado de Luria, 1979)

Además, cuando se analizan con detalle las características de los desórdenes psíquicos,
este aspecto de la complejidad del trastorno resulta que es común a todos ellos; tan es así que
en los últimos años se está a la caza de déficit cognitivos cada vez más puros o elementales,
en algunos casos ya sin preocuparse de la localización de la lesión causal, puesto que, o bien
la lesión es mucho más extensa de lo que se pensaba, o bien la localización varía de una
persona a otra. Estas dificultades, aunque no niegan que existe una cierta especialización de
las áreas corticales, exigen que el problema de la localización de “las funciones psíquicas” sea
planteado de otra manera.
Antes del desarrollo de esta fuerte corriente localizacionista, Flourens parece que tuvo
suficiente argumento como para oponerse a las ideas de Gall. A partir de sus experimentos,
pudo sostener que el cerebro funciona como una totalidad; un punto de vista que fue reforzado
por Lashley ya en este siglo, y se ha mantenido sobre todo en psicología y psiquiatría, por lo
menos hasta la introducción de las explicaciones neuroquímicas de las enfermedades
mentales.
Lógicamente que no han faltado las concepciones intermedias. Desde que Jackson y
Head llamaron la atención sobre la incongruencia de estas formas de explicación extremas, se
han propuesto modelos como el de los sistemas funcionales que fueron extensamente
desarrollados por la psicofisiología soviética, especialmente por Bernstein y Anojin en
neurofisiología, y por Vigotsky y Luria en psicología (Luria, 1978). Según esta concepción,
119

cada región aislable del cerebro forma parte de uno o más sistemas funcionales de cuya
actividad integrada resulta una función más o menos específica. En este sentido, el área de la
circunvolución angular del ejemplo citado, no realiza una función que le es inherente, sino que
en conexión con otras zonas del cerebro forma distintas redes neurales cada una de las cuales
interviene no sólo en la percepción del espacio, sino en la representación del cuerpo, la
orientación hacia un objetivo, la comprensión del habla, entre otras funciones.
Un avance importante dentro de las neurociencias surgió en las últimas cinco décadas a
partir de la introducción de la cibernética (Wiener, 1949). Sin embargo, la idea de un cerebro
análogo a un servomecanismo o a una computadora, ya de por sí nos indica que el modelo no
ha escapado del marco del funcionalismo, por lo que alguien ha sugerido que la terminología
cibernética es sólo otra manera de decir lo mismo. Por ejemplo, la introducción del concepto
de retroalimentación en vez del de homeostasis, todo lo que consigue es ampliar la explicación
de los seres vivos a la de los autómatas.
El modelo cibernético de Luria (1978), por ejemplo, que él mismo considera afín a la
propuesta de Miller, Galanter y Pribram (1960), incluye los conceptos de planes, programas,
control, retroalimentación, pero no sale del esquema funcional-cognitivo del procesamiento de
información. Como se sabe, a pesar de usar la palabra información, estos modelos se basan,
en realidad, en el concepto de información del sentido común, como noticia o señal. Podemos
pues concluir en que los modelos cibernéticos son apenas explicaciones analógicas, que al
comparar el cerebro con la computadora, no salen del ámbito de los modelos funcionales en
boga.
Los modelos cibernéticos, en efecto, explican el funcionamiento de las máquinas y de los
organismos, como los gusanos. Pero al considerar que el hombre es sólo un animal superior, o
que tiene un funcionamiento similar, estos modelos no toman ni pueden tomar en cuenta la
individualidad de la persona, y tratan de explicar el cerebro sólo como un ente abstracto y en
general, como si fuera un reóstato, un computador o un robot cualquiera, por más que se apele
a los ideales de dignidad, autonomía como atributos que diferencian al ser humano.

7.3.3. Crítica de los modelos propuestos


La convergencia de la cibernética, la psicología cognitiva y las neurociencias es la
estrategia que más ha contribuido al avance de nuestro conocimiento del cerebro en la
segunda mitad del siglo XX, a pesar de que la neurofisiología y la neuropsicología de los
últimos dos siglos mantienen firmes sus raíces en las ciencias naturales. Sin embargo, su
problema sigue siendo cómo explicar la mente como función del cerebro. Inclusive sin decidir
si la mente es el cerebro o si la mente es función del cerebro, aún no saben explicar si la
mente es una función globalizada de todo el cerebro, o es la suma de las funciones de cada
una de sus partes relativamente autónomas.
De allí que en la actualidad, dentro de las neurociencias cognitivas, se haya concluido en
que “toda conducta es un reflejo de la función del cerebro”; que “La mente es un rango de
funciones que efectúa el cerebro” y que “La tarea de la ciencia del cerebro es explicar cómo
éste controla la conducta (...) y cómo (...) el cerebro es influenciado por el entorno de la
persona” (Kandel, Schwartz y Jessell, 1991).
Nadie podría desmerecer en modo alguno la contribución del funcionalismo al desarrollo
de las neurociencias modernas. No se puede negar que estos modelos expresan los progresos
alcanzados en la comprensión de las funciones llamadas superiores del cerebro. Por ejemplo,
la introducción de los conceptos de información, de planes y programas, ha servido para que
Luria (Luria, 1978) desarrollara su modelo de las unidades funcionales del cerebro, un modelo
que ha sido plenamente aceptado por la neurociencia occidental a tal punto que ya ni siquiera
se le menciona como propugnador de la idea original, y se da por sentado que el cerebro
humano está dividido en tres unidades o bloques funcionales (aunque ciertamente no son las
tres áreas de asociación neocortical que para nosotros vendrán a constituir el sistema de la
conciencia).
Las contribuciones más importantes del funcionalismo, incluidos los modelos cibernetistas
más actuales, las resumimos del modo siguiente:
120

a) Explica la organización transversal del nivel funcional de la actividad personal usando


el modelo del arco reflejo (de Sechenov, Pavlov, Sherrington) puesto en términos de
un sistema de Entrada  Decodificación  Encodificación  Salida, que se aplica a
la comprensión tanto del individuo como del cerebro en tanto totalidades.
b) Explica la organización vertical jerárquica del cerebro al separar los niveles
anatómicos: 1) el nivel inferior de la médula espinal, el tronco cerebral y las
estructuras subcorticales; 2) el nivel medio, del paleocórtex, y 3) el nivel superior del
neocórtex, como resultado de la evolución del sistema nervioso de los vertebrados
(según las ideas de Darwin, Jackson y MacLean).
c) Ha servido para desarrollar el concepto de procesamiento en serie y en paralelo, con
lo que se hace un primer intento por superar la oposición entre localizacionismo y
holismo. Por eso se dice, por ejemplo, que “Las funciones localizadas en regiones
discretas del cerebro no son las facultades complejas de la mente, sino las
operaciones elementales. Las facultades más elaboradas se construyen a partir de las
interconexiones distribuidas en serie y en paralelo de varias regiones del cerebro.”
(Kandel, Schwartz y Jessell, ob. cit.).
Desde el punto de vista de la explicación de la relación entre mente y cerebro, sin
embargo, estos modelos expresan el desarrollo de las ciencias del cerebro y de la mente por
separado; es decir, expresan distintos enfoques que abarcan desde el biologismo hasta el
cognitivismo, dentro de los cuales ya se han separado la psicología cognitiva y las
neurociencias cognitivas por sus propias contradicciones. De allí que no nos explicamos el
entusiasmo que traducen las palabras siguientes (tomadas de Kandel, Schwartz y Jessell, ob.
cit.):
“En algún punto en el futuro la neurociencia cognitiva será capaz de describir los
algoritmos que conducen a los elementos neurales estructurales hacia la actividad
fisiológica que resulta en la percepción, cognición y tal vez en la conciencia. El futuro
de este campo sin embargo depende del trabajo encaminado a una ciencia que
relacione verdaderamente cerebro y cognición de un modo mecánico.”
Este énfasis en el estudio mecanicista y abstracto de la cognición y el cerebro, acentúa la
dicotomía entre cognición y emoción derivada del esquema conceptual de Darwin. En efecto,
el error de Darwin consiste en haber desarrollado una teoría del hombre animal tomando en
cuenta sólo sus observaciones empíricas y objetivas, sin percatarse de la existencia de los
procesos esenciales que han determinado la aparición de dos niveles psíquicos de
organización en el cerebro humano, que claramente diferencian el cerebro humano del cerebro
del mono. Por lo tanto, el modelo mantiene los mismos dos componentes funcionales del
cerebro de los primates como si fueran los mismos que sólo se amplían en el cerebro del
hombre. El cerebro humano tendría, entonces, un componente inferior subcortical-alocortical
para las emociones y la motivación, la regulación del medio interno y la conducta innata, y otro
superior neocortical para la percepción, el movimiento voluntario, la cognición y la actividad
simbólica.
Pero, al estudiar cada función, compartimiento o módulo mental por separado, se torna
difícil, por no decir imposible, la explicación de la actividad integrada de la conciencia. Para
citar solo unos pocos ejemplos, dentro de este marco no es posible explicar la relación entre
memoria y conciencia; se considera el pensamiento como parte de la cognición; el lenguaje es
un compartimiento difícil de relacionar con el pensamiento; no se explica la relación entre los
sentimientos y el pensamiento, excepto como mecanismos que se bloquean entre sí. Lo único
posible es concluir en declaraciones como esta: “Todas las funciones mentales son divisibles
en subfunciones, (... que estos) procesos comprenden diversos componentes de
procesamiento de información independientes, (de modo que) la más simple de las tareas
cognitivas requiere de la coordinación de muchas y distintas áreas cerebrales” entre sí
(Kandel, Schwart y Jessell, 1991).
Por último, si bien se da importancia a la sociedad –pero como entorno o ambiente social–
, a la cultura y al lenguaje, y por ello mismo se define al hombre como ser bio-psico-social, en
ningún momento se dice qué es realmente lo social dentro del cerebro. Es decir, aun sin haber
definido en qué consiste la relación entre “bio” y “psique”, todo el mundo acepta que algo de lo
segundo existe dentro del individuo; pero, si el individuo es también social, nada se dice
121

acerca de qué clase de existencia tiene lo social dentro del cuerpo o el cerebro del sujeto.
Aunque la imposibilidad de saberlo se contradice con la convicción con que se definen el
lenguaje y la cultura, como entes que sólo existen en el cerebro de las personas.
Nuestra crítica a los modelos clásicos acerca del cerebro que mantienen su vigencia hasta
la actualidad, la resumimos en los puntos siguientes:
1. Se basan en la idea del hombre animal, ubicado en el orden de los primates; una idea
que no diferencia los psiquismos sociales de los psiquismos animales
2. No toman en cuenta la integridad de la persona, pues mantienen el problema del
dualismo psicofísico o biopsíquico acerca de la relación mente-cerebro sin solución
3. Ninguno de los modelos da real importancia a la esencia social de los hombres, ya que
la teoría científica natural no ha podido precisar qué es la sociedad ni qué es lo social
como parte constitutiva de la persona
4. Inexplicablemente sostienen que la motivación –ligada a las emociones– es una clase
de función predominantemente subcortical o alocortical que comparte el hombre con
los animales
5. Aseguran que el cerebro humano es anatómica, funcional y psíquicamente similar al
del resto de los mamíferos, aunque tienen diferencias cuantitativas
6. No han tomado en cuenta la contradicción entre las concepciones tripartitas y
bipartitas del cerebro, o en el mejor de los casos no han podido resolver tal
contradicción
7. No han resuelto, o no han tomado en cuenta, los problemas derivados de la teoría
psicológica, especialmente los que se resultan de la falta de definición de sus
conceptos esenciales y de sus relaciones entre sí.
Por estas razones, tenemos que desarrollar la idea de un sistema vivo organizado
informacionalmente, que incluye un sistema multiindividual de naturaleza social que es la
humanidad, dentro de la que se desarrolla la sociedad como sistema supraindividual,
organizado a base de una clase superior de información, y que dentro de este sistema cada
individuo humano se transforma en una personalidad, puesto que su cerebro –y con él su
sistema nervioso y todo el individuo– es necesariamente organizado desde la sociedad.

7.4. Un modelo sociobiológico del cerebro


La importancia de los modelos psicobiológicos ha sido destacada por Bunge (Bunge,
1985). Pero, infortunadamente, la ausencia de un modelo del sistema vivo y de la sociedad ha
imposibilitado una mejor formulación de los criterios que se necesitan para su elaboración.
No deja de llamar la atención que en la historia de la explicación de la relación mente-
cerebro haya habido una tímida progresión desde posiciones más biologistas hasta las más
culturalistas, pasando por los esquemas neurocibernéticos tomados de la tecnología industrial,
aunque todas dentro de la esfera científico-natural de nuestro tiempo. Es igualmente
interesante que estas posiciones monistas no hayan logrado minimizar la importancia de las
concepciones dualistas. También es un problema que merece una mejor explicación el hecho
de que para el común de las personas haya una especie de consenso sobre la existencia del
alma, la mente, el espíritu, la conciencia, además del cuerpo, aunque ciertamente en los
últimos tiempos la atención se centra más en la mente y el cerebro. No por algo la concepción
dualista de Descartes ha sido el marco de las propuestas de los más grandes neurobiólogos,
como han sido, entre otros, Jackson, Huxley, Vogt, Penfield, Eccles; todos ellos de connotada
trayectoria en la investigación psicobiológica. Sucede que, en realidad, hay algo que induce a
las personas –incluidos los científicos– a intuir la existencia de la mente en reemplazo del
alma, pero sin proponer y menos lograr una respuesta que reafirme su existencia totalmente.
Esta actitud se aprecia claramente en la manera como se plantean las inquietudes sobre el
problema. Por ejemplo, aludiendo al papel central que tienen los “conceptos mentales” en la
comprensión de la función cerebral, Posner y Petersen (1988) citan textualmente al Nobel
Roger Sperry, quien evidentemente está preocupado en el tema desde 1951, cuando dice al
respecto:
122

“El control de abajo hacia arriba se mantiene, pero ello no nos asegura tener toda la
historia. La explicación completa requiere tomar en cuenta propiedades emergentes,
previamente inexistentes, que incluyan lo mental, las que interaccionan causalmente
a su propio nivel superior y también ejercen un control causal de arriba hacia abajo.”
Es pues una cuestión fundamental explicar cómo una propiedad emergente puede
controlar a su propio objeto. El enfoque psico-somático en psiquiatría y medicina ha sido tal
vez uno de los intentos más recientes para aceptar la integración de estos dos niveles de la
realidad humana, para aplicarla por lo menos en la práctica médica. Por desgracia, la misma
práctica se encargó de demostrar que más allá de la idea de que el todo es más que la suma
de sus partes, y reafirmar la idea de que existe una íntima relación entre la psique y el cuerpo,
nada decisivo aportó el enfoque nacido de una necesidad largamente insatisfecha, la de
respetar la unidad e integridad de la persona, y por ende, su dignidad y autonomía.
La humanidad ha sostenido muchas ideas falsas por mucho tiempo, pero en este caso,
independientemente de lo que propongan las religiones, la mayoría de las personas,
incluyendo a los reduccionistas más serios, por sentido común tenemos la experiencia vital de
que nuestra mente existe como tal, como también el espíritu, y la certeza de que el hombre es
inmortal aunque fuese sólo porque deja sus ideas o algún otro legado para sus deudos. Es
que los hombres pueden dejar cartas, sus cosas, algo espiritual o material, en todo caso, algo
hecho por él, algo que así lo inmortaliza. Nadie con sentido común podría argumentar diciendo
que esta vivencia, experiencia o noción cartesiana de que pensamos, o mejor dicho, que
percibimos, imaginamos, pensamos y actuamos, no existe realmente. La cuestión es entonces
tratar de definir la naturaleza de esta realidad, no como hace la psicología tradicional dentro
del marco del sentido común, sino ampliándolo hasta salir de él. No se puede definir la mente
como una suma de operaciones mentales; el pensamiento como si fuera la suma de razonar,
generalizar, analizar, sintetizar, etc.; no se puede preguntar al teórico cómo se razona,
resuelve problemas, generaliza, analiza, sintetiza, etc., si su respuesta va a ser: simplemente
pensando.
Tanto las críticas como las sugerencias que se han hecho casi al mismo tiempo para
resolver el problema de la relación mente-cerebro, han servido más de una vez para replantear
el problema y avizorar algunas alternativas de solución. Es así que en el siglo XIX surgieron
unas ciencias sociales, que planteadas dentro del materialismo dialéctico, buscaban una
explicación de la historia de la sociedad, diferente de la explicación del mundo natural, aun
cuando esta última usara el mismo método dialéctico. De este modo se pudo definir la
sociedad como una realidad distinta de la de los individuos, y aunque se descubrió la
naturaleza de los procesos esenciales de la producción y el comercio, y que el trabajo
determina la transformación del hombre animal en un ser social, sólo se pudo llegar a plantear
la existencia de las relaciones sociales de producción, pero sin precisar de qué naturaleza son
los procesos materiales a través de los cuales dicha realidad social transforma no sólo a la
naturaleza ambiental, sino también al ser humano natural. Este nuevo planteamiento del
problema reafirma la enorme importancia del concepto de sociedad como estructura viva e
histórica de naturaleza material, sobre todo porque proporcionó los conceptos que faltaban en
el esquema de las ciencias que debían explicar al hombre concreto.
Después que hemos definido la naturaleza de la información (Véase: Ortiz, 1994, 1997,
1998, y los capítulos pertinentes de esta Introducción), y después que usando este concepto
hemos explicado el desarrollo del sistema vivo y del hombre, ya no será difícil comprender que
la información genética es la que determina epigenéticamente la estructura del individuo y su
cerebro; que la información social determina cinéticamente la reestructuración del neocórtex
cerebral, y que por medio de la conciencia se estructura socialmente la actividad personal, es
decir, el individuo total.
Desde un primer momento hemos visto que la existencia misma de la información, implica
que el sistema de la personalidad, como cualquier otro sistema vivo, depende de una doble
determinación: epigenética y sociocinética. También hemos destacado que los hombres tienen
un nivel de organización superior en comparación con los animales superiores, y que este
nivel corresponde al neocórtex cerebral, cuya estructura se forma a partir de la información
psíquica inconsciente y se desarrolla a base de la información social. Por lo tanto, el cerebro
humano, en tanto soporte de la actividad psíquica personal, tendrá los dos niveles de
organización de naturaleza psíquica que ya hemos definido previamente en otro lugar (Ortiz,
123

obs. cit.), de los cuales el nivel superior corresponde al de la conciencia, cuya estructura,
repetimos, refleja la estructura de la sociedad.
En el cuadro 7.3, se muestra la estructura de la actividad psíquica personal con su
respectivo soporte cerebral. Elaborar esta propuesta no hubiera sido posible si no hubiéramos
definido previamente la naturaleza de la información en la forma que lo hemos hecho. Las
premisas expuestas nos van a permitir elaborar un modelo social del cerebro, esto es, un
modelo del cerebro personal socialmente determinado.
Con este enfoque es posible comprender y explicar de una manera más integrada y
consecuente su actividad. En efecto, el cerebro social de los hombres puede ser estudiado
como soporte de la actividad psíquica personal con sus dos niveles de organización: psíquico
inconsciente y psíquico consciente. Los cuatro puntos de vista enumerados en el cuadro 7.4,
se deducen de nuestra proposición de que el neocórtex cerebral es la conciencia. Esto
significa que una vez que las primitivas redes neurales neocorticales codifican la información
social, el neocórtex pasa de un estado organizado al azar a un estado organizado por dicha
información social. El cerebro es la mente, decía Lucrecio hace ya cerca de dos mil años. Por
supuesto que lo es, pero no como masa “en blanco”, sino porque el neocórtex ha sido
reorganizado informacionalmente desde la sociedad. Ahora decimos que es una memoria que
codifica información social transcrita en la información psíquica consciente que constituyen los
sentimientos, los conocimientos y las motivaciones.
El estudio del cerebro, entendido como un sistema que almacena y procesa información
psíquica consciente, debe comprender entonces, un examen crítico y una reinterpretación de
la evidencia disponible acerca de la organización de las redes neurales que lo conforman,
tomando en cuenta que el modelo da por sobreentendido que el neocórtex cerebral es la
estructura de la actividad consciente. Esto significa que, desde un punto de vista
sociobiológico, el neocórtex cerebral humano es un sistema relativamente aislado que
almacena y procesa información social, codificándola y “almacenándola”, como se ha dicho, en
la forma de información psíquica consciente.
Al respecto, debemos destacar la importancia de que el neocórtex cerebral humano
codifique la información social en todos sus niveles de organización –en la expresión genética
de las neuronas, en las estructuras químicas de las sinapsis, en trenes de impulsos nerviosos
que se distribuyen en sus redes neurales de alcance unimodal, intermodal y supramodal–,
niveles que, a su vez, repiten cada uno de los niveles de organización del sistema de la
personalidad. Recordemos, entonces, que estos niveles de organización del neocórtex reflejan
la de todo el cerebro y de todo el sistema nervioso. De modo recíproco, estos mismos niveles
de organización neocortical se refleja en la estructura de todo el cerebro y de todo el sistema
nervioso.
Esta situación de privilegio del neocórtex, es consecuencia de que el curso del desarrollo
formativo de la personalidad, almacena las distintas clases de información social, y esto hace
que lo reconozcamos como un sistema de memoria de tipo consciente. Haremos notar
también, que de cada una de las clases de información psíquica consciente depende la
organización de la actividad de anticipación inmediata de la actividad personal en la forma de
ansiedad, atención y expectación; depende la organización más duradera de la actividad
consciente en la forma de disposiciones afectivas, aptitudes cognitivas y actitudes conativas, y
que a través de estas formas de actividad la información psíquica consciente reestructura, en
sentido cinético, los componentes de la personalidad: el temperamento, el intelecto y el
carácter. Estos, a su vez, se expresan en la forma de comportamiento, desempeño y conducta,
respectivamente, en cada instante de la vida de la persona.
124

CUADRO 7.3
EL SOPORTE NEURAL DE LA ACTIVIDAD PSÍQUICA PERSONAL

1. El sistema inconsciente cuyo soporte neural es el

1.1. Sistema afectivo-emotivo Paleocórtex límbico


1.2. Sistema cognitivo-ejecutivo Paleocórtex heterotípico

2. El sistema preconsciente

2.1. En el plano subconsciente cuyo soporte neural es el

2.1.1. Sistema prosódico NCx. de transición derecho


2.1.1. Sistema léxico NCx. de transición izquierdo
2.1.1. Sistema sintáctico NCx. de transición frontal

2.2. En el plano epiconsciente: se organiza desde el

2.2.1. Comprensión verbal hemisferio derecho


2.2.2. Imágenes verbales hemisferio derecho
2.2.3. Conceptos verbales hemisferio izquierdo
2.2.4. Expresión verbal hemisferio izquierdo

3. El sistema de la conciencia

3.1. En el plano subconsciente: cuyo soporte neural es el

3.1.1. Sistema afectivo-emotivo: Neocórtex paralímbico


3.1.2. Sistema cognitivo-productivo Neocórtex
parietotemporooccipital
3.1.3. Sistema conativo-volitivo: Neocórtex prefrontal dorsolateral

3.2. En el plano epiconsciente: se organiza desde el

3.2.1. El plano de la percepción Hemisferio derecho


3.2.2. El plano de la imaginación: Hemisferio derecho
3.2.3. El plano del pensamiento: Hemisferio izquierdo
3.2.4. El plano de la actuación: Hemisferio izquierdo

Respecto de la corteza cerebral, la misma concepción de la personalidad nos permite


diferenciar los dos niveles de su organización: uno paleocortical como soporte funcional del
sistema inconsciente y otro neocortical como soporte psíquico del sistema de la conciencia.
Por lo tanto, a fin de diferenciar la estructura del sistema nervioso, el cerebro y el neocórtex
del hombre respecto del de los mamíferos, habrá que tener en cuenta que las características
de las células, los tejidos y las funciones, en cada una de las áreas corticales, ya han sido
reestructuradas por información psíquica consciente, un tipo de organización que lógicamente
no puede verse al microscopio.
Una vez estructurado el neocórtex por las tres clases de información psíquica consciente,
quedará clara claro que ha quedado dividido en tres sistemas de memoria en cada hemisferio
cerebral: el sistema afectivo-emotivo consciente, el sistema cognitivo-productivo y el sistema
conativo-volitivo que conforman la conciencia de la personalidad (Fig. 7.5). De la activación e
integración de las tres clases de información codificadas en cada una de estas memorias,
resultan los planos de la actividad epiconsciente de la percepción, la imaginación, el
pensamiento y la actuación (véase el Cuaderno 5, al respecto).
Luego, al caracterizar el cerebro humano como un sistema que procesa información
social, tendremos especial cuidado en definir sus características diferenciales respecto de,
125

sobre todo, los primates. Afortunadamente, hay una diversidad de datos empíricos, de índices
y de datos estadísticos que de hecho facilitan esta diferenciación. Efectivamente, el neocórtex
cerebral humano, a pesar de tener una organización anatómica semejante en general a la de
los primates, tiene características cuantitativas lo suficientemente definidas como para evitar
cualquier confusión. Además, su organización intrínseca no depende de las características o
rasgos distintivos superficiales de los objetos o del espacio exterior al sistema nervioso (que
incluye el resto del cuerpo), sino de la información social disponible al respecto, así como
respecto de los procesos temporales subyacentes de este mundo exterior (que no podemos
observar).

Fig. 7.5. Los tres componentes neocorticales de la conciencia

Al caracterizar el cerebro como un sistema de memoria, y en especial el neocórtex


cerebral como el sistema de memoria de nivel consciente, se tendrá que tomar en cuenta los
aspectos de representación y de procedimiento de la información, la diferenciación de sus
componentes corticales –los sistemas de memoria afectiva, cognitiva y conativa–, los procesos
de la memoria, esto es, la adquisición y uso de la información psíquica, así como los distintos
niveles de codificación neural de la información psíquica.

CUADRO 7.4

EL NEOCÓRTEX CEREBRAL ES EL SISTEMA DE LA CONCIENCIA

1. Es un sistema de procesamiento de información social,


2. Es un sistema de memoria de nivel consciente
3. Es un sistema semiótico de nivel preconsciente
4. Es el sistema de organización de la actividad personal

La caracterización del cerebro humano como sistema semiótico, debe tomar en cuenta la
naturaleza del lenguaje, pero, sobre todo, las diferencias esenciales que en realidad existen
entre dicho lenguaje (en el nivel social) y el habla personal (en el nivel del individuo).
Respecto de este último, el cerebro dispone de redes neurales para el procesamiento verbal
en un nivel preconsciente, en cuyo nivel se pueden diferenciar tres componentes del habla:
prosódico, léxico y sintáctico. Por medio de éstos se organiza la actividad verbal.
Si bien se ha caracterizado a los hemisferios cerebrales como especializados de modo
diferencial respecto del lenguaje (dígase del habla), como si el hemisferio izquierdo (en la
mayoría de las personas) fuera dominante para el lenguaje, es posible que esta
especialización de los hemisferios cerebrales dependa más de la propia estructura de la
información social que del lenguaje en sí (Ortiz, 2002).
126

7.5. Naturaleza genética y social de la personalidad


Los modelos que nos ofrecen la anatomía, la bioquímica, la fisiología y la psicología
respecto de la personalidad en el marco de las ciencias naturales, han tenido que ser
necesariamente insuficientes, sesgados y contradictorios. En principio, porque no han resuelto
el problema de la relación cerebro/mente; porque mantienen la separación entre organismo y
psiquismo, entre emoción y cognición, y porque emplean una serie de conceptos como si
fueran construcciones teóricas que en el fondo no son sino los mismos conceptos derivados
del sentido común, la intuición o la introspección que cualquier persona puede imaginar, como
son los de conducta, psiquismo, cognición, pensamiento, emoción, voluntad, memoria,
motivación, lenguaje, atención, imaginación, conciencia, personalidad, afectividad,
inconsciente, inteligencia, así en total desorden y sin mayor relación entre ellos (aunque hay
textos y capítulos de libros en que se trata de ligar o integrar estos conceptos, como cuando se
piensa en estructuras, procesos o módulos cuyas interrelaciones se deben explicar de algún
modo, por ejemplo, entre atención y memoria, atención y lenguaje, memoria y cognición,
memoria y conciencia, lenguaje y memoria, lenguaje y cognición, lenguaje y pensamiento,
cognición y conducta, emoción e inteligencia). Esa situación también explica por que al
tratarse estos entes en forma abstracta, se generalizan y se atribuyen a los animales y los
hombres por igual; por ejemplo, se dice que el perro percibe, que es consciente del cariño de
su dueño.
Todos estos conceptos sólo describen fenómenos objetivos, se refieren, en el mejor de los
casos, a constructos teóricos cuya realidad a la que hacen referencia se desconoce; en otros
casos, se busca una teoría a partir de la introspección, la intuición y, a veces, a base de los
resultados de algún experimento cuya explicación se busca en el contexto de las ciencias
naturales. Luego contradictoriamente, mientras por un lado dichos términos se elevan al rango
de conceptos científicos abstractos, por otro se llega a sugerir que muchos de ellos, como el
de emoción, sólo sirven para rotular los capítulos de los textos de psicología o de fisiología.
Dentro de este marco, cabe preguntarse cómo se pueden relacionar estos constructos con
el cerebro, la persona, la sociedad, que ya son objetos o procesos directamente observables.
Con esta clase de conceptos, cómo se puede intervenir sobre una persona cuando por efecto
de sus condiciones sociales, por ejemplo de las enfermedades, acude a un experto que ella
supone debe disponer de la teoría y el método apropiados para conocer y explicar el estado
de sus procesos internos a fin de optimizarlos o, en condiciones patológicas, para tratarlos y
así contribuir a su corrección. Más todavía cuando tenemos grandes problemas con la
formación intelectual, moral, emocional de los niños, desde el hogar y la escuela, hasta la
universidad y el trabajo, especialmente dentro del subdesarrollo social.

a) “La naturaleza humana”


Para superar en algún momento estas limitaciones conceptuales que se expresan en las
severas limitaciones de las estructuras sociales de nuestros pueblos y en el subdesarrollo de
las personas, no podemos dejar de enumerar por lo menos los marcos ideológicos que han
dado lugar a las teorías científico-naturales del hombre. Nos referimos principalmente a las
concepciones filosóficas que se han elaborado acerca de la sociedad y del hombre,
especialmente dentro de la cultura occidental. Hemos encontrado que hay por menos tres
grandes maneras de encarar el asunto de la llamada naturaleza humana.
1. Dentro de las grandes ideologías, Radhakrishnan y Raju (1993), han compilado las
versiones más vigentes acerca del hombre según la tradición judía, la cristiana, la islámica, la
cultura china, la cultura hindú, la cultura griega, y según la ideología socialista. Esta revisión
nos da una ida en un alto nivel de abstracción acerca del pensamiento dominante en cada una
de estas tradiciones, culturas, con la particularidad de que añaden una concepción filosófica
que es aplicada sólo en los países denominados socialistas por decisión política de sus
gobiernos. Las demás deben ser consideradas como ideologías propias del mundo capitalista,
en sus versiones tanto religiosas como filosóficas más antiguas.
2. Un enfoque diferente es el Stevenson (1987), quien selecciona, a su criterio, los más
grandes sistemas filosóficos de occidente. Según esta autora, una teoría sobre la naturaleza
humana debe 1) explicar la naturaleza del universo y de la historia, 2) describir la naturaleza
esencial de los seres humanos individuales, 3) hacer un diagnóstico del estado actual de la
127

sociedad humana 4) proponer una estrategia para corregir los males que afecta esta
humanidad. Según ella, tres de las teorías seleccionadas cumplen con estos criterios, la de
Platón que propone una concepción tripartita del hombre; la de Cristo que conceptúa una
naturaleza sobrenatural del hombre, y la de Marx que destaca la importancia de la estructura
económica de la sociedad. Las demás teorías seleccionadas se refieren sólo a la posible
naturaleza del individuo humano: Freud destaca el papel de los instintos y el inconsciente;
Sartre, la existencia y la libertad humanas; Skinner, como el hombre condicionado por su
ambiente; Lorenz, la agresión innata del hombre animal.
3. según los enfoques biológicos, tenemos las diferentes denominaciones para el hombre:
es el homo sapiens para Sócrates, Platón, Descartes; el zoon politicon para Aristóteles, el
homo faber para Demócrito, Epicuro, Bacon, Hume, Comte, Darwin, Lamarck, Freud, Adler; el
hombre económico para Adam Smith; el animal simbólico para Cassirer; el individuo social
para Marx, Engels, Siéve. Estos nombres aluden a lo que sería la característica esencial o más
destacada del ser humano, o humán, como también se le designa a veces.

b) Las teorías acerca de la personalidad


Esta digresión tiene como finalidad sólo la de ubicarnos en el ámbito del tema en torno a
la naturaleza de la personalidad. No hemos encontrado nada mejor que hacer una breve
sinopsis del texto de Carver y Schier (2001), por su originalidad en la clasificación de las
teorías que, desde nuestra propia perspectiva puede reunirse en uno: las teorías acerca de los
rasgos o atributos que distinguen a los individuos que por alguna razón también se les llama
personas. Ya hemos hecho notar en otro lugar (Ortiz, 1994) que para el sentido común el
término personalidad se refiere a dos aspectos diferentes del hombre: 1. el “conjunto de
características o cualidades originales que destacan en algunas personas. Andrés es un
escritor con personalidad. 2. Persona de relieve, que destaca en una actividad o en un
ambiente social. Al acto asistieron el gobernador y otras personalidades. No cabe duda que las
clases de teorías que se enumeran en seguida se refieren únicamente a la primera acepción
adjetiva.
1. Las teorías que siguen la perspectiva de las disposiciones, se basan en el concepto de
que las disposiciones son “las cualidades que los individuos llevan consigo, que les
pertenecen”, y que por ello “la gente (sic) sigue la misma a pesar del paso del tiempo y de los
cambios” que les pueden ocurrir en distintas situaciones. Como se sabe, Hipócrates fue el
primero en proponer una clasificación de los individuos en coléricos, melancólicos, sanguíneos
y flemáticos. Ya en este siglo, Jung clasificó a la gente en tipos introvertidos y extravertidos;
Cattell, a su vez, hizo importantes aportaciones a la psicología de los rasgos. Otras teorías se
basan en la posibilidad de que las necesidades individuales forman la estructura de la
personalidad (según Murray, por ejemplo); otras sostienen que las necesidades operan por
medio del constructo de la motivación (como sostiene la teoría de McClelland).
2. Las teorías que siguen la perspectiva biológica (Kretschmer, Sheldon), se basan en el
supuesto de que las cualidades humanas son consecuencia de la evolución de la especie
humana, y que la conducta social del hombre es producto de la herencia evolutiva. Dentro de
esta postura se han introducido los conceptos de somatotipo, con sus variantes endomorfia,
mesomorfia y ectomorfia, así como el de los tipos de temperamento que se manifiesta en la
forma de viscerotonía, somatotonía y cerebrotonía.
3. Las teorías que siguen la perspectiva psicoanalítica de Freud se basan en la idea de
que la personalidad tiene un carácter dinámico: en la noción de que hay fuerzas que se
oponen cuando los procesos de la personalidad compiten por el control de la conducta; en la
suposición de que siempre habrá un conflicto entre las presiones que compiten en el interior
de la personalidad, y que estos conflictos y las motivaciones humanas son inconscientes; en la
idea de que “la experiencia humana está imbuida de lascivia y agresión, de sexualidad y de
muerte”, todo lo cual nos recuerda “que los seres humanos somos, en primer lugar, animales
cuyo principal propósito es la reproducción”; en el supuesto de que las experiencias tempranas
de la vida tienen una profunda influencia sobre la personalidad, y que la defensa es importante
para el funcionamiento del ser humano, puesto que éste siempre estará amenazado por la
expresión de sus impulsos o deseos indignos que debe reprimir.
128

Los seguidores de Freud (Anna Freud, Adler, Hartmann, Erikson) han eliminado algunos
de los principios originales, como los que dan importancia a la sexualidad y al inconsciente, y
en algún caso añadido otros, y así han introducido nuevas teorías en una perspectiva
neoanalítica. Estas teorías dan mayor importancia al concepto del yo, ego, el sí mismo o self,
cuya naturaleza tratan de definir en distintas direcciones, por ejemplo, como se desarrolla y
opera, como se relaciona con el entorno y los demás, en las relaciones objetales, dentro de
una cultura, por ejemplo; de allí que algunas de estas teorías se las clasifique como
psicosociales, como la de Erickson que se ha popularizado en los últimos tiempos.
4. Las teorías que siguen la perspectiva del aprendizaje (Sechenov, Pavlov, Skinner,
Bandura), dan importancia a la experiencia, al aprendizaje social, de modo que “la
personalidad sería el conjunto acumulado de las tendencias aprendidas por el individuo en el
curso de su experiencia.” Se basan en el supuesto de que los procesos del aprendizaje son
universales a todos los animales, con la diferencia de que el ser humano sería más dueño de
sus actos y que por sí mismo adquiere una serie de cogniciones. También suponen estas
teorías que la personalidad es susceptible de moldeamiento por los acontecimientos de su
propia historia.
5. Las teorías que siguen la perspectiva fenomenológica (Hume, Rogers, Maslow)
sostienen que cada individuo es un ser único. En el sentido que cada uno experimenta un
mismo acontecimiento a su manera; cada uno tiene su propio punto de vista e interpreta la
información que obtiene a su manera, y por eso cada uno tiene “una visión única de su vida.”
Para estas teorías, lo más importante es “la experiencia subjetiva de la realidad”, de allí el
calificativo de fenomenológico con que se describe a estas teorías. La consecuencia de la
experiencia enteramente subjetiva del mundo, sería que cada persona puede determinar por sí
misma el curso de su vida. Otro supuesto de las teorías fenomenológicas es que los seres
humanos son buenos por naturaleza y tienden a la perfección. De allí la importancia que
prestan al tema de la autorrealización, al proceso organísmico de valoración, al
funcionamiento óptimo de la persona, a la autodeterminación y la libre voluntad.. Otras teorías
han dado importancia a la explicación de por qué algunas personas viven más plenamente y
son mejor ajustadas, llegándose a postular que las necesidades individuales forman jerarquías
que cada uno satisface a su manera.
6. Finalmente, hay teorías que siguen la perspectiva de la autorregulación cognitiva
(Mischel, Cantor), cuyos supuestos principales, que se basan en la analogía del cerebro con la
computadora y los robots, son que la conducta humana depende de la forma como cada quien
procesa la información que le rodea; que el curso de la vida consiste en una trama de
decisiones que se toman generalmente de manera no consciente, y que la conducta humana
es autorregulada, pues se orienta al cumplimiento de metas o propósitos. Algunos de los
conceptos centrales son: el de esquemas u organizaciones mentales de información, el de
estrategias cognoscitivas y de inteligencia social.

c) Todo individuo social es una personalidad


Frente a este panorama teórico, lo apropiado sería no introducir nuevos planteamientos
que bien podría aumentar la confusión reinante. Pero ya hemos visto las grandes limitaciones
que tienen las teorías de la mente y el cerebro, sobre todo cuando pensamos en su
aplicabilidad en el mundo del subdesarrollo con la esperanza de que sirvan para el progreso
de las humanidad y el desarrollo integral de cada persona. Entendemos que para la sociedad
industrial, desarrollada hasta el nivel de la opulencia, toda teoría del hombre es prácticamente
superflua. Cada persona, niño o adulto, se desarrolla en un medio social que le facilita la
satisfacción plena o casi plena de sus necesidades, por lo menos a la mayoría de ellas.
Para esta clase de sociedad, prácticamente todas las teorías acerca del hombre, planteen
o propongan lo que se le ocurra al pensador o investigador, tiene que ser aceptada, y si son
contradictorias entre sí y con la ideología dominante, simplemente se las lee, califica y
descarta. Es decir que si alguna teoría describe a la perfección lo que las clases dominantes
son o aspiran ser, pues se las adopta, se las divulga y se las distribuye al por mayor por todo
el resto del mundo. No interesa si fomentan el desarrollo de la cultura de la muerte, del sexo o
del egoísmo. Lo importante es que se vendan, y si se imponen, mejor.
129

Por supuesto que se puede elaborar cualquier teoría de la personalidad con sólo destacar
un aspecto de la complejidad de la sociedad y de la persona que, en concreto se las ignora,
pero que como abstracción puede ser elevado al sitial de principio universal. Basta que la
teoría convenga a quienes propugnan el desarrollo de la ideología que defienden.
Lógicamente que esta clase de imposición de las ideas, que es un medio necesario del
mercado, no puede ser desaprovechado por quienes tienen que educar, tienen que curar,
tienen que gobernar o simplemente tienen que organizar toda acción tendiente a mejorar las
condiciones de vida de un pueblo.
Toda la crítica vertida en la sección 7.3.3 contra de las teorías de la mente y el cerebro, se
aplican sin cambio alguno a las teorías de la personalidad, de modo que no tenemos por que
reiterarlas aquí. Baste decir que todas ellas han demostrado su incompetencia para fomentar
el desarrollo progresivo de los pueblos subdesarrollados, pues justamente son teorías que
sólo expresan las motivaciones supuestamente inconscientes de los grupos de poder
económico y de dominación en el mundo: que los hombres sigan siendo vistos como animales
que se mueven por impulsos inconscientes, incapaces de autorrealizarse y de satisfacer sus
propias necesidades, justamente por ser primates que sólo viven para expresar su agresividad
innata, sin la menor posibilidad de incorporar la nueva información que se comercializa desde
el mundo desarrollado, y menos de crear la nueva información que los eleve a niveles más
altos de por lo menos mayor competitividad, o de mayor capacidad de consumo.
No está demás insistir en que las ciencias naturales, por su propia concepción y objetivos,
sólo puede llegar a explicar lo general y abstracto; sólo le interesa las similitudes entre
individuos y entre especies. Naturalmente que encontrará semejanzas entre el animal y el
hombre, pues pertenecen a un mismo sistema vivo, y cualquier disimilitud lo explicará por las
diferencias genéticas y por las diferencias circunstanciales del ambiente local e inmediato a
cualquiera que fuese el ser vivo en estudio.
Muy por el contrario, a las ciencias sociales, correctamente definidas, no sólo le interesa
la explicación de los procesos de determinación epigenética de la sociedad –o del hombre, en
general y en abstracto–; pero también tiene como objetivo la explicación sociocinética de los
individuos transformados dentro de ella en personalidades, y en tal caso surge la exigencia de
explicar qué es lo que determina en esencia las diferencias entre ellos, y por lo tanto de la
sociedad respecto de los animales.
Nuestra respuesta frente a tales requerimientos es que no sólo la sociedad se diferencia
de los animales por haber llegado a tener un grado superior de información que simplemente
no se encuentra en ninguna especie animal, sino que, además, las diferencias entre los
individuos son más numerosas y de naturaleza diferente de las que existen entre los animales.
Tales diferencias no son pues sólo epigenéticas y ambientales, sino básicamente sociales;
puesto que cada individuo humano incorpora tal cantidad de información social, y la configura
de maneras tan diferentes, que no es posible encontrar dos personas que se parezcan en lo
esencial, esto es, por su conciencia. Y si la reestructuración del individuo depende de su
actividad consciente, más razón tendremos en afirmar que las diferencias individuales,
incluyendo las corporales, todas dependen de la cantidad y calidad de información social
activa en el neocórtex cerebral, y de su propia configuración en el cerebro de cada persona.
En lo que sigue, resumiremos los conceptos principales que se fundan en la hipótesis de
que todo hombre es una personalidad (Ortiz, 1994, 1997), pues quienes están al servicio de
otras personas tendrán que usar los conocimientos de una psicobiología social –que incluye a
toda la teoría biopsicológica natural– para explicar la estructura de la actividad interna de los
hombres concretos, y no sólo del hombre en abstracto. Sobre la base de este modelo, es
posible elaborar una explicación algo más coherente acerca de los procesos psíquicos,
neurales, metabólicos y celulares que subyacen a la actividad personal en su conjunto, es
decir, a la actividad de un individuo socialmente estructurado.
Dentro de este enfoque, el sistema de la personalidad es la integridad del individuo
humano estructurado epigenéticamente a partir de la información genética y
sociocinéticamente a base de la información social que se ha logrado transcribir en su
conciencia. Como expresión de la evolución del sistema vivo y de la historia de la sociedad,
cada personalidad puede analizarse en términos de 1) sus niveles de organización, 2) su
130

estructura, 3) su actividad, 4) sus procesos de determinación, 5) sus procesos formativos, 6)


sus estrategias de actuación, 7) sus rasgos, capacidades y atributos.
Los niveles de organización están determinados por la clase de información codificada en
sendos sistemas de memoria de sus distintos componentes. En tal sentido, una primera
aproximación nos permite colegir que el sistema de la personalidad está organizado en cinco
niveles, o en otros términos, que el individuo social tiene cinco niveles de organización
determinados por las cinco clases de información que aparecieron en el curso de la evolución
del sistema vivo (Ortiz, ob. cit.). Por lo tanto, cada personalidad es al mismo tiempo:
1. Un individuo personal: El individuo es una persona cuando la vemos como la
estructura de una actividad personal, o la actividad de una estructura personal. Su
modelo de desarrollo es la información psíquica consciente (de base social)
almacenada en el neocórtex cerebral. Este nivel superior de organización corresponde
al sistema de la conciencia, que comprende tres subsistemas: afectivo-emotivo,
cognitvo-productivo y conativo-volitivo, los cuales se integran en los planos de la
percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación de la actividad personal.
Además, son la base de desarrollo de los componentes estructurales de la
personalidad: el temperamento, el intelecto y el carácter.
2. Un individuo humano: En este nivel la personalidad aparece como un psiquismo en
el mismo nivel de los primates, cuya organización tiene como modelo la información
psíquica inconsciente almacenada en el alocórtex cerebral. Este nivel de organización
no consciente comprende únicamente dos componentes: uno afectivo-emotivo y otro
cognitivo-ejecutivo, que se integran en la actividad psíquica emotivo-ejecutiva de
anticipación. Este es el nivel superior de organización del niño recién nacido. En el
adulto, toda esta actividad inconsciente queda reestructurada por la de nivel
consciente y subsumida dentro de ella. Como todo animal superior, el recién nacido en
tanto individuo humano, tendrá sólo dos componentes: temperamento e intelecto de
naturaleza no consciente, los que más tarde quedarán incluidos dentro de los
componentes de base consciente de la personalidad.
3. Un individuo orgánico: La persona es un organismo cuando se incluyen los niveles
superiores de actividad en la unidad del cuerpo. En tal caso se toma en cuenta sólo
sus sistemas organofuncionales cuyas formas de actividad son estructuradas a base
de la información neural que se procesa en las formaciones subcorticales, nucleares y
reticulares del tronco encefálico y la médula espinal. En el nivel del organismo se
diferencian dos componentes: 1) visceral (los sistemas digestivo, respiratorio,
circulatorio, urinario, genital, que corresponden a la actividad intraindividual) y 2)
somático (los sistemas osteoarticular, muscular, cutáneo, de los órganos de los
sentidos, que corresponden a la actividad extraindividual), ambos integrados por
medio de las redes neurales de los sistemas autonómico y somático, cada uno de los
cuales están formados por vías sensoriales (aferentes y eferentes) y motoras (también
eferentes y aferentes)
4. Un individuo tisular: La persona es también un conjunto de tejidos corporales cuya
actividad se organiza sobre la base de la información metabólica codificada en
moléculas mensajeras de la matriz intercelular. Comprende las formas de actividad
metabólica de todos los tejidos corporales, integradas a través de los sistemas
intersticial, linfático, sanguíneo, regulados por los sistemas endocrino e inmunitario
5. Un individuo celular: La persona es también un cuerpo conformado por un conjunto
de células, cada una de las cuales se organiza a base de la información genética
codificada en el ADN de los respectivos genes del núcleo, que a su vez expresan
cinéticamente la información de los niveles superiores (descritos).
En el Cuadro 5.1 se muestra una síntesis de estos niveles de organización de la persona.
A estos niveles internos de la persona debe añadirse ”por debajo” el nivel fisicoquímico que
nos coloca al mismo nivel de la materia inerte, y ”por encima” el nivel social, que corresponde
al nivel supraestructural de la sociedad humana (Ortiz, 1994, 1997).
Se puede asegurar, entonces, que si bien los hombres nacen como individuos humanos,
en el nivel de organización de los primates, prácticamente desde el primer instante en que
131

dejan el vientre materno empiezan el largo proceso de su formación como individuos sociales,
a partir de su actividad psíquica inconsciente y a base de la información social que incorporan.
De este modo se produce la estructuración sociocinética del neocórtex cerebral, del resto del
sistema nervioso, los sistemas orgánicos, los tejidos y las células de todo el individuo. Y por
medio de procesos epigenéticos y sociocinéticos, cada individuo es transformado en soporte
activo de la sociedad, esto es, en una personalidad (Ortiz, 1994, 1997).

7.6. El desarrollo formativo de la personalidad


Así como el sistema vivo se ha desarrollado en una historia de cerca de tres mil millones
de años, formando subsistemas organizados a base de los distintos tipos de información,
desde las colonias de individuos unicelulares hasta la sociedad humana, así también cada uno
de los hombres se desarrolla en una historia que puede llegar hasta unos 130 años, a base de
los mismos tipos de información que han surgido en la evolución de todo el sistema, desde
que es una célula única al momento de la fecundación hasta que llega a ser una personalidad
y muere como tal.
Por tanto, dentro de la sociedad, para desarrollarse como personalidad, cada individuo
humano repite primero en sentido predominantemente epigenético todos los niveles de
organización de la escala animal del sistema vivo que le corresponden, y más tarde en sentido
predominantemente cinético, tiene la posibilidad de repetir todos los niveles de organización
de la sociedad que le contiene. Cada uno de estos niveles de organización el individuo los
alcanza en las sucesivas etapas de su desarrollo formativo que empieza, ya no desde la
biogénesis sino a partir de la división mitótica del cigoto con los procesos de la histogénesis, la
organogénesis y la psicogénesis de la inconsciencia, y luego los de la sociocinesis de la
conciencia.

___________________________________________________________________________
CUADRO 7.5
Niveles de Organización de la Personalidad
(Tomado de: Ortiz, C.P. 1994, con modificaciones)

Tipo de Tipo de
Nivel Individuo Estructura Actividad
Información Codificación
Psíquica En redes de tipo
V. Personal Persona Personal
consciente neocortical
Psiquismo Psíquica Psíquica En redes de tipo
IV. Humano
humano humana inconsciente paleocortical
En redes de tipo
III. Orgánico Organismo Funcional Funcional
nuclear
En la matriz
II. Tisular Tejidos Metabólica Metabólica
intercelular
I. Celular Células Reproductiva Genética En los genes
0. Físico Moléculas Fisicoquímica No existe No existe

Como se sabe, en todo este proceso formativo, el lenguaje juega un papel de primera
importancia al determinar la formación de un nivel preconsciente de naturaleza verbal en el
neocórtex de transición del cerebro. Este sistema del habla se forma en los primeros tres años
y medio después del nacimiento: consiste en la adquisición del lenguaje y el desarrollo, en
dicho neocórtex de ambos hemisferios, de un triple sistema de codificación verbal: prosódico,
léxico y sintáctico, que facilita la incorporación de la información social y su almacenaje y uso
consiguiente como información psíquica consciente por parte de la personalidad.
Explicaremos brevemente en qué consisten estos estadios del desarrollo formativo de la
personalidad (Para mayores detalles, véase: Ortiz, 1997 y el Cuaderno respectivo).
132

1. La formación del individuo tisular, dura unos 2 meses y corresponde al estadio


histogenético o de formación de los tejidos. Él individuo tisular se forma a partir de la
actividad de reproducción dependiente de la información genética del cigoto y a base
de la información metabólica (paracrina) que surge en la matriz intercelular y que luego
determina cinéticamente la diversificación de las células para formar los tejidos. A lo
largo de este periodo la información metabólica determina cinéticamente la
diferenciación celular y la formación de los tejidos, incluyendo el nervioso. Este estadio
empieza en la fase de mórula, pasa por la de gástrula y culmina con la formación del
embrión al finalizar el segundo mes de la gestación
2. La formación del individuo orgánico, es el estadio de organogénesis que dura unos
4 meses. Se inicia a partir de la actividad metabólica de los tejidos y se extiende hasta
la aparición de la información neural. Culmina con la formación de un organismo
funcionalmente activo alrededor del sexto mes de la gestación. En este estadio se
produce la organización neurocinética de los órganos, los tejidos y las células, hasta
que quedan conformados los sistemas orgánicos cuya activad funcional se organiza a
base de la información neural
3. La formación del individuo humano, corresponde al estadio de psicogénesis que se
realiza durante los últimos 3 meses de la gestación. Durante este período, a partir de la
actividad funcional dependiente del sistema nervioso, emerge el paleocórtex cerebral
que termina por estructurarse ecocinéticamente poco después del nacimiento a base
de la relación del recién nacido con el entorno inmediato. En este período queda
estructura el paleocórtex cerebral en la forma de información psíquica inconsciente,
afectiva y cognitiva. La actividad psíquica inconsciente determina cinéticamente la
reorganización del sistema nervioso, de los sistemas orgánicos, los tejidos y las
células, y así todo el organismo se transforma en un psiquismo humano (de tipo
primate, como se ha dicho).
4. La formación del individuo personal, es el estadio de formación de la conciencia: Es
la etapa formativa de la personalidad que depende, epigenéticamente de la actividad
psíquica inconsciente, y cinéticamente, de la información social. Aunque este estadio
se inicia desde poco antes del nacimiento, el proceso se acentúa, acelera y amplía
desde el momento en que el recién nacido empieza su integración dentro de la historia
de la sociedad. Gradualmente, a partir de su actividad individual, incorpora las distintas
clases de información social, y de este modo reestructura su neocórtex cerebral hasta
que se convierte en su conciencia, y así todo el conjunto del individuo, en por lo menos
tres períodos formativos: en la infancia, forma el componente afectivo-emotivo de su
conciencia y su temperamento; en la niñez, forma el componente cognitivo-productivo
de su conciencia y su intelecto, y durante la adolescencia forma el componente
conativo-volitivo de su conciencia y su carácter. Con esto termina el proceso formativo
de la personalidad en un período de más o menos 15 a 20 años.
Si resumimos las etapas del desarrollo del individuo humano a partir de la fecundación,
veremos que por una horas fuimos un individuo unicelular; en los dos primeros meses de la
gestación nos convertimos en un individuo tisular; en los meses siguientes, en un organismo, y
en los últimos meses llegamos a convertirnos en un psiquismo humano. Nacemos, en
consecuencia, como un individuo psíquico, hasta que en los primeros 16 a 20 años de nuestra
vida postnatal llegamos a ser un individuo social, es decir, una personalidad
Dentro de estos procesos del desarrollo, la base o modelo fundamental para la formación
de la personalidad es la codificación de la información social en el neocórtex cerebral del
individuo humano en la forma de información psíquica consciente. Este proceso de naturaleza
social se mantendrá durante toda la vida de la persona, en que ella irá almacenando en su
neocórtex toda la cantidad de información social que le sea posible, a fin de optimizar sus
rasgos temperamentales, sus capacidades intelectuales y sus atributos morales, al mismo
tiempo que podrá producir toda la información social que fuere capaz.

7.7. La conciencia y la estructura psíquica de la actividad personal


La incorporación progresiva de la información social por parte de cada individuo humano
explica mejor que cualquier otra conceptuación mecanicista o idealista, la transformación de
133

cada hombre en personalidad, tanto por efecto epigenético, a partir de su genoma y de las
distintas clases de información que surgen durante la gestación, como por efecto sociocinético
que se desarrolla durante las etapas formativas de la conciencia y de la personalidad. Es
entonces evidente que por su determinación epigenética, cada personalidad repite los
procesos de filogenia, y por su determinación social repite los procesos de la historia de la
humanidad.
Esta concepción genética y social del hombre explica por que, objetivamente, sin tener en
cuenta sus procesos esenciales, por sentido común vemos al hombre en estratos separados:
organismo + psiquismo + lo social, o como la suma de vida + psique + entorno, o como un ser
bio-psico-social. Estará claro que esto es lo aparente, lo objetivo, lo fenoménico, lo empírico, lo
que asemeja el hombre al mono, y aun a las abejas.
Es pues importante insistir en que así como sucedió con los reptiles que acumularon una
mayor cantidad de información psíquica en su pequeña corteza cerebral en comparación con
la cantidad de información genética que podía contener cada una de sus células, así también
sólo en la sociedad humana ha sido posible la acumulación de una cantidad de información
que es inmensamente mayor a la que puede acumular el cerebro de cada persona (Sagan,
1982).
Un planteamiento de este tipo supone que hemos podido diferenciar y explicar los
procesos esenciales –informacionales– que subyacen a las formas de actividad animal y las
formas cualitativamente más complejas de actividad humana, a sabiendas de que los sistemas
animales y los humanos son parte de un sistema vivo único, dentro del que la sociedad
humana es una clase de organización supraindividual, que fenoménica y objetivamente es
similar a los sistemas multiindividuales de los animales, aunque es esencialmente distinta y
superior al haber creado una categoría igualmente distinta y superior de información.
El sistema de la conciencia queda pues constituido por todas las clases de información
social que una vez codificadas en el neocórtex cerebral como información psíquica consciente
adoptan la configuración peculiar y distintiva que cada personalidad dispone, elabora y usa.
De esta manera, la conciencia, que es la base o modelo de desarrollo de la actividad personal,
es claramente distinta del sistema del inconsciente que el hombre comparte con los animales
superiores. Entre ambos niveles, se sitúa, además, el sistema preconsciente del habla que
sirve para codificar estas dos categorías de información psíquica (cuadro 7.3).
Los tres componentes neocorticales que codifican las tres clases de información de la
conciencia son, como hemos dicho, tres sistemas de memoria (Ortiz, 1998) que almacenan
dichas clases de información afectiva, cognitiva y conativa en un plano subconsciente, es decir
como datos de memoria fuera de uso. Estas tres clases de información, así como las clases de
información psíquica inconsciente reestructuradas por aquellas, en el curso de la historia de la
persona, es decir, durante la actividad personal de la vigilia (y los ensueños) se activan y se
integran en la actividad que la hemos definido como el plano epiconsciente de la actividad
personal (Ortiz, 1994.). En este nivel, las diversas modalidades de información se integran en
los planos de la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación, dentro de los
cuales la información psíquica adopta la forma de imágenes y de conceptos. Éstos resultan de
la activación e integración de la información psíquica codificada en el neocórtex cerebral a
través de sus redes distribuidas e interconectadas en paralelo.
En el cuadro 7.6 se esquematiza la integridad del sistema de la personalidad. De este
modo queda explicita la forma como se organizan sus tres componentes, a base de las tres
clases de información de la conciencia. Así es como el individuo queda estructurado como
temperamento, como intelecto y como carácter en los estadios sucesivos de su infancia, niñez
y adolescencia, respectivamente (Ortiz, 1994, 1997). Naturalmente que en cada uno de estos
componentes se repiten los niveles psíquico consciente, psíquico inconsciente, orgánico,
tisular y celular del individuo total. Por consiguiente:

a) El temperamento comprende:
1. El sistema afectivo-emotivo de la conciencia,
2. El sistema afectivo-emotivo inconsciente,
3. El sistema nervioso visceral, los sistemas viscerales digestivo, respiratorio,
circulatorio, urinario, reproductor,
134

4. Los tejidos que constituyen los sistemas orgánicos viscerales y el sistema


endocrino
5. Las células que constituyen los tejidos viscerales.

b) El intelecto comprende:
1. El sistema cognitivo-ejecutivo de la conciencia
2. El sistema cognitivo-productivo inconsciente
3. El sistema nervioso somático y los sistemas somáticos cutáneo, de los órganos de
los sentidos, muscular y osteoarticular
4. Los tejidos que constituyen los sistemas orgánicos somáticos, y el sistema
inmunitario
5. Las células de los tejidos somáticos.

c) El carácter comprende:
1. El sistema conativo-volitivo de la conciencia
2. El sistema de anticipación premotor inconsciente
3. El sistema nervioso visceral y el somático integrados
4. Los tejidos viscerales y somáticos integrados
5. Las células del individuo total

Es posible que esta manera de conceptuar al individuo social requiera de algunos


reajustes a fin de lograr con coherencia y consecuencia, no sólo interna, sino externa, en
relación con el mundo real, que no es sino la sociedad en sí, sus miembros incluidos y el
mundo artificial construido por estos a base de la información creada y acumulada por la
misma sociedad.
Toca pues a la psicología humana el estudio de los dos niveles psíquicos de organización
de la personalidad. El estudio y explicación de la personalidad, esto es, del individuo humano,
es tarea de todas las ciencias sociales: desde la sociología hasta la biología social del
hombre. Vale la pena destacar, al respecto, el poder explicativo de las analogías; por ejemplo
la del cerebro con las máquinas inventadas y construidas por el hombre mismo.

___________________________________________________________________________
_
CUADRO 7.6

ESTRUCTURA DE LA ACTIVIDAD PERSONAL

PERCEPCIÓN IMAGINACIÓN PENSAMIENTO ACTUACIÓN

ESTRUCTURA ESTRUCTURA ESTRUCTURA ACTIVIDAD ACTIVIDAD ACTIVIDAD


NEOCORTICAL NEOCORTICA NEOCORTICAL NEOCORTICAL NEOCORTICAL NEOCORTICAL
AFECTIVA L COGNITIVA CONATIVA VOLITIVA PRODUCTIVA EMOTIVA
CONSCIENTE DEL CONSCIENTE CONSCIENTE CONSCIENTE CONSCIENTE CONSCIENTE
H. DERECHO DE L DEL DEL DEL DEL
H. DERECHO H. DERECHO H. IZQUIERDO H. IZQUIERDO H. IZQUIERDO

ESTRUCTURA ESTRUCTURA ESTRUCTURA ACTIVIDAD ACTIVIDAD ACTIVIDAD


ALOCORTICAL ALOCORTICAL ALOCORTICAL ALOCORTICAL ALOCORTICAL ALOCORTICAL
AFECTIVA COGNITIVA PREMOTORA PREMOTORA EJECUTIVA EMOTIVA
INCONSCIENTE INCONSCIENTE INCONSCIENTE INCONSCIENTE INCONSCIENTE INCONSCIENTE
135

EL SISTEMA NERVIOSO VISCERAL Y LOS EL SISTEMA NERVIOSO SOMÁTICO Y LOS


SISTEMAS ORGÁNICOS VISCERALES SISTEMAS ORGÁNICOS SOMÁTICOS

EL CONJUNTO DE LOS TEJIDOS VISCERALES EL CONJUNTO DE LOS TEJIDOS SOMÁTICOS

EL CONJUNTO DE LAS CÉLULAS DEL EL CONJUNTO DE LAS CÉLULAS DEL


COMPONENTE VISCERAL DEL CUERPO COMPONENTE SOMÁTICO DEL CUERPO

TEMPERAMENTO CARÁCTER INTELECTO

En tal sentido, no debe llamar la atención que la forma de organización psíquica


consciente del cerebro humano –como la de todo el sistema nervioso y de todo el individuo–
tenga que reflejarse en toda obra de material inerte que los hombres han sido capaces de
hacer. Por esta razón, tales obras –utensilios, herramientas y máquinas– producto de la acción
social de los hombres, puede aprovecharse para usarlas como modelos analógicos de
nosotros mismos, de cualquier órgano, incluso del cerebro, a fin de comprender algo más de
acerca nuestra propia estructura y actividad. Por eso tiene sentido imaginar que el cerebro es
como una computadora (aunque no diremos que lo es), puesto que esta máquina es reflejo y
producto a la actividad social de los hombres, así como una cuchara de madera labrada refleja
la actividad de un hombre que lleva el agua en la mano a su boca.
Por lo mismo, así como cuando un científico que encuentra cuchillos, lanzas, objetos de
barro en una excavación, deduce que los hombres que los hicieron tenían tal o cual nivel
cultural, así también podemos pensar que tales objetos no sólo reflejan la actividad social de
tales hombres, sino que los mismos objetos fueron modelo de desarrollo de la actividad de
quienes lo hicieron; de otro modo sería imposible explicar el progreso de la sociedad y de los
hombres. En realidad, los hombres no han podido ni pueden hacer nada que no se parezca a
ellos mismos, incluyendo sus cerebros.
Lógicamente que en la etapa actual de nuestra historia, los artefactos ya reflejan no sólo
la actividad individual de un hombre, sino fundamentalmente la estructura y la actividad de la
sociedad en su conjunto. En sentido estricto, la computadora refleja al sistema social actual,
aunque objetivamente parece ser manufactura de unas cuantas personas, y recíprocamente,
también el uso de esta computadora vendrá a ser modelo de desarrollo de la sociedad. Esta
digresión nos servirá para acentuar las diferencias y no sólo las semejanzas entre nuestros
modelos y nosotros mismos en tanto objetos de estudio.

Hasta donde sabemos, la propuesta teórica responde a muchos de los problemas y


contradicciones que se han presentado en la historia de los intentos por interpretar y explicar
al hombre. Creemos que satisface, además, a los requerimientos y necesidades de la
sociedad en estado de subdesarrollo. Ésta necesita de una teoría que le facilite emerger sin
tener que copiar y repetir la historia de destrucción y muerte que implantó la conquista y
colonización de los pueblos del hemisferio sur, y sin tener que responder en los mismos
términos a la sociedad opulenta en su etapa de corrupción y descomposición.
Nuestros pueblos requieren de una teoría ética sobre cuya base se elabore e implante
una estrategia de moralización integral de toda la sociedad y las personas; una teoría que
explique por que toda forma de agresión –a los hombres, a los animales y a todo el conjunto
136

de la naturaleza–, es justamente rezago y manifestación de una lacra intencionalmente


socializada de nuestra animalidad que debe superarse y suprimirse de la conciencia moral de
las personas y los estados. Una teoría de este tipo no tiene que ser un planteamiento ad hoc o
al lado de cualquier explicación del hombre, sino propiedad intrínseca de una teoría que
explica el sistema vivo, la sociedad y la personalidad en sí. En otros términos, creemos que
sólo una teoría sociobiológica del hombre está en condiciones de proporcionar una explicación
acorde con estas aspiraciones de la propia sociedad.
137

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