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CAPÍTULO IV

UN ESCAMOTEO DE LOS JURISTAS: EL CONCEPTO DE PROPIEDAD 


Eduardo Novoa Monreal

1. El silencio de los de los juristas.

Cuando un hecho de notoria relevancia no es destacado, y ni siquiera es


mencionado o aludido por aquellos a quienes toca captarlo y analizarlos
dentro de sus estudios propios, es preciso averiguar cuál es la razón de
tal silenciamiento. Es lo que sucede con la manifiesta transformación
que ha ido experimentando el concepto de derecho de propiedad a los
largo del siglo presente, transformación extraordinaria y de gran alcance,
de la cual los juristas que deben ocuparse del tema no han acusado
recibo.
Una materia de tanta importancia social como esta, cuya finalidad es una
mejor determinación de la relación del hombre con la naturaleza y de
todo aprovechamiento que este haga de los bienes que la última le
proporciona, no recibe la atención de quienes se tienen por científicos
del derecho, pese a constituir la propiedad una de las instituciones
fundamentales en las que se basa todo el sistema de organización
político-económico-social del llamado mundo occidental cristiano. Tan
fundamental, que sólo las nociones de Estado y de Matrimonio podrían
aspirar –y eso con dificultad- a situárseles a la par1
El concepto de propiedad trasciende ampliamente el campo del derecho,
pues se transforma en un elemento irreducible del sistema económico
que rige en una sociedad concreta y en la variable más esencial de su
régimen social. Con ello aparecen manifiestas sus vinculaciones con el
proyecto político que recibe acogida en esa sociedad y se hacen


Este capítulo corresponde a un artículo publicado en la revista española de ciencias Sistema, número 47,
de marzo de 1982, Madrid, con el título de: “Una transformación silenciada por los juristas: el concepto
de propiedad”
1
Sin embargo, la noción de estado desde un punto de vista científico, es absorbida preferentemente por la
politología; la de matrimonio lo es por la sociología. De las tres instituciones referidas, la de la propiedad
es estudiada prevalentemente por el derecho y adquiere su más amplio desarrollo en su dimensión
jurídica.

1
evidentes, por otra parte, sus implicaciones filosóficas y éticas.
“Difícilmente podría encontrarse, por ello una categoría jurídica de mayor
resonancia social y más definitoria que asume la organización social de
un país que la propiedad”2
Hemos de exponer la tan marcada evolución que ha tenido en occidente
el concepto de propiedad, no tan sólo de parte de filósofos y pensadores
que se ocupan de su idea, sino también de parte de políticos y
legisladores encargados de darle efectiva aplicación en el seno de
sociedades de muy variado pelaje desde el punto de vista económico,
ideológico y de desarrollo 3. Y después de hacerlo, habremos de
repetirnos una y otra vez la pregunta: ¿por qué los teóricos de los
derechos omiten referirse a ella?4
2. Las alternativas posibles.
Dar una respuesta acertada supone recorrer las alternativas posibles
para escoger, luego, la que mejor concuerde con sus hechos y sus
circunstancias.
Una primera posibilidad parecería ser que la evolución referida sea
efectivamente desconocida por los estudiosos del derecho civil. Nos
parece preferible descartarla, pues a los largo de los últimos sesenta
años muchas exteriorizaciones de ellas han sido consideradas y
debatidas en ámbitos muy próximos y vinculados al derecho. Una
ignorancia de esta clase acusaría, por otra parte, un grado de
vencibilidad de ella apto para transformarla en francamente culpable y
en vehementemente sospechosa de ser simulada, con el fin de no darle
acogida en el plano jurídico y de no alentar ideas diferentes de las

2
Nuestro trabajo El derecho de propiedad privada, Bogotá, Editorial Temis, 1979 página 2.
3
Es conveniente esclarecer que en ese capítulo nos referimos principalmente al derecho de propiedad que
versa sobre cosas corporales, muebles e inmuebles. En la teoría jurídica más reciente se distinguen varias
clases de propiedad (por ejemplo, la propiedad intelectual, la propiedad minera, los derechos de
invención, etc.), a no todas las cuales conciernen nuestros comentarios.
4
Por cierto, nos referimos a las obras jurídicas del último tiempo que han llegado a nuestro conocimiento.
Nada nos alegraría más que comprobar que estamos equivocados.
Es de observar que el tema del derecho de propiedad es desarrollado jurídicamente dentro del campo
teórico por el derecho civil, dentro de una de las cuatro partes básicas en que se divide habitualmente, la
que recibe denominaciones no siempre coincidentes, como son: “bienes”, “derechos reales” o “derecho de
cosas”. Las demás ramas del derecho acostumbran remitirse al derecho civil, tras muy someras
explicaciones acerca de las particularidades que presente en su campo el régimen de propiedad. Tal es el
caso del derecho constitucional, del derecho administrativo y el derecho internacional.

2
tradicionales. O sea, el último término, esta alternativa llevaría más bien
a acusar a los juristas de desentenderse de las novedades del mundo
con tal de no verse exigidos a cambiar sus enseñanzas clásicas sobre la
materia.
La segunda alternativa podría consistir en que tales juristas tuvieran
debida y oportuna información acerca de la mudanza a la que nos
referimos, pero estimaran que ella no tiene en el campo del derecho ni el
relieve ni la significación que nosotros le asignamos. Para excluir este
extremo nos parece que basta exhibir la profundidad y sentido de la
transformación que anotamos, lo que más adelante se constituirá en el
centro de este trabajo. De sostenerse tan equivocado juicio, fruto de un
grave error de apreciación, se requeriría, por otra parte, una
consideración explícita del asunto dentro del discurso y una
argumentación apropiada para sustentar la tesis, cosas ambas que
brillan por su ausencia. Es por ello por lo que asoma otra vez la
sospecha de que se prefiere prescindir de la realidad para no modificar
los principios tradicionales.
La tercera y última posibilidad sería que de modo abierto, directo y
franco, y no como mera sospecha o inferencia, comprobáramos que los
juristas tradicionales animados del espíritu conservador que impregna a
quienes cultivan los estudios jurídicos5, optan para mantener incólumes
las antiguas enseñanzas acerca del derecho de propiedad, suprimiendo
deliberadamente los antecedentes y hechos que exigirían su alteración,
como forma de segar una revisión profunda de las teorías, principios y
tesis que han dominado hasta ahora dentro del derecho.
Como vemos, las alternativas posibles frente a una realidad tangible y a
una significación que resultan imposibles de desconocer, quedan
reducidas a una sola: los juristas tradicionales prefieren mantener sus
teorías y principios de otra época, pese a que las ideas y los hechos le
muestren el desapego de ellos con la vida social y sus necesidades.

5
La tendencia conservadora que se imprime hasta ahora a los estudios jurídicos, derivada del sentido que
se atribuye al ordenamiento normativo, ha tenido como consecuencia que se convierta en un tópico –aún
entre los mismo juristas- la afirmación de la conformación abiertamente conservadora de la mentalidad de
éstos. Así lo reconocen pensadores del derecho de la talla de E. Bodenheimer, J. Leclercq, G. Ripert y P.
Vinogradoff, entre muchos otros.

3
Una última pregunta podría ser propuesta: ¿es tal obstinación la
expresión de una fanática en tesis obsoletas o es una manera de servir
a determinados intereses? Nos parece que la sola interrogación
adquiere un sentido ofensivo impropio de un trabajo serio. Por ello, nos
conformamos con las consideraciones que la precedieron.
3. Concepto tradicional de propiedad
Conscientes de que toda fuerza de nuestras deducciones se apoya en
una efectiva, notoria e indesmentible modificación del antiguo concepto
de propiedad acallada por los juristas, mostremos en que ha consistido
ella. Con éste propósito situémonos primero en el concepto tradicional
para desde allí verificar los profundos cambios producidos.
Para nuestros fines no hemos de remontarnos indefinidamente en la
historia del derecho. Nos basta exhibir, como punto de partida apropiado
el que se origina en la doctrina liberal-individualista, soporte ideológico
del capitalismo que perdura hasta nuestros días.
El estamento burgués, apoyado en las ideas de su revolución triunfante,
la de 1789, coloca como eje central de toda su elaboración político social
al derecho de propiedad privada. El concepto que impone es el que
deriva de dos grandes documentos con los que se abre y se cierra el
ciclo revolucionario en el plano del pensamiento: la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la asamblea
constituyente del 26 de agosto de 1789, por un lado, los artículo 544 y
545 del código napoleón, de 1804 por la otra. Junto a ellos, pero más
con interés histórico que por su contenido jurídico y novedoso, puede
mencionarse también la quinta enmienda de la constitución de los
Estados Unidos6.
El punto XVII de la Declaración citada prohíbe toda privación del derecho
de propiedad, por asignar a este los caracteres de “inviolable y sagrado”.
Esto significa que asegura de modo permanente, con toda la fuerza y la
respetabilidad de dichos solemnes calificativos la plena vigencia y
eficacia del derecho de los particulares sobre los bienes que posee. Tal

6
Dicha Quinta Enmienda, producida en 1791 dispone que a nadie “se le privará de la vida, la libertad y la
propiedad sino por medio del debido proceso legal; ni se podrá tomar propiedad privada para el uso
público sin la debida compensación”. conviene retener la equiparación de la propiedad privada a valores
tan altos como la vida y la libertad.
4
derecho, al igual que los demás amparados por la Declaración, tiene
también los caracteres de “natural e imprescriptible”, por lo que a ningún
legislador ni actual ni futuro, será lícito desconocerlo o disminuirlo 7.
Nunca antes había alcanzado el derecho de propiedad tan alta categoría
conceptual.
En el artículo 544 del Código Napoleón define la propiedad como “el
derecho de gozar y disponer de las cosas del modo más absoluto,
siempre que no se haga de ellas un uso prohibido por las leyes y
reglamentos”. Y el precepto siguiente, en plena corroboración de lo
expresado por el anterior, agrega que “nadie puede ser obligado a
ceder su propiedad”, y que si esto fuera impuesto por causa de utilidad
pública, al propietario habrá de serle reemplazada su cosa por “una
indemnización justa y previa”.
He aquí un sistema sociopolítico que se satisface dejando a los
individuos en plena libertad para que dispongan, conforme a su
propia y exclusiva voluntad de los bienes que han incorporado a
sus respectivos patrimonios, mediante la consagración de un
“derecho subjetivo” de propiedad privada que viene a convertirse
en prototipo de otros derechos de índole patrimonial. Por éste
motivo es porque Jellinek expresa que el derecho subjetivo es un poder
de querer o imponer a los demás el respeto de la voluntad propia, se
caracteriza al derecho de propiedad diciendo que envuelve una relación
directa entre su titular y la cosa sobre la cual se ejerce (derecho real),
mediante la cual dicho titular dispone de poder más amplio posible sobre
esta última, poder que se extiende a uso goce y disposición.
Consecuente con sus principios, la doctrina liberal-individualista eleva al
propietario privado a la calidad de ciudadano ordenado, virtuoso y
confiable, por ser el que ha demostrado laboriosidad, sensatez y espíritu
de economía. Boissy D´ Anglas, al presentar la constitución del año III a
la convención explicaba que “en un país gobernado por propietarios es

7
Si bien ese art. XVII se pone en el caso de que se pueda tomar propiedad privada para el uso público,
una medida de esta clase envuelve una confirmación del sagrado derecho de propiedad, pues habrá de
darse al desposeído una compensación equivalente, con lo cual este no pierde su propiedad sino que la ve
reemplazada por otra de igual monto. Según Lucifredi, en este caso se da una conversión del derecho de
propiedad, mediante la cual, aunque las cosas cambien, el se mantienen incólume en su consistencia, pues
subsiste inalterable su valor económico.
5
una verdadera sociedad civil; otra que se gobierna por desposeídos se
haya en estado de naturaleza (salvaje)8. Esto explica que durante el
siglo pasado, en la generalidad de los países tenidos por democráticos,
se reconociera derecho al sufragio únicamente a los propietarios.
4. Caracteres de derecho de propiedad en la doctrina tradicional.
La doctrina liberal-individualista, elaboró un concepto de propiedad privada
con los siguientes caracteres: absoluta, exclusiva, ilimitada en su cantidad,
perpetua y transmisible9.
El carácter absoluto del derecho de propiedad privada consiste en
reconocer el más amplio valor, en todo lo relativo a la forma y condiciones
en que el propietario pueda ejercer sus facultades sobre la cosa que le
pertenece, a la voluntad omnímoda de éste.
Los juristas franceses Aubry y Rau se expresaban de la siguiente manera, a
mediados del siglo pasado: “la propiedad, en el sentido propio de esta
palabra (dominium) expresa la idea del poder jurídico más completo de una
persona sobre una cosa y se puede definir como el derecho en virtud del
cual una cosa se encuentra sometida, de una manera absoluta y exclusiva a
la voluntad y a la acción de una persona”10. Otro gran civilista francés
Baudry Lacantinerie, afirmaba: “el propietario puede realizar legítimamente
con su cosa actos de cualquier clase aún cuando no tenga ningún interés
confesable en realizarlo”, y su colaborador M. Cheneaux añadía que el
propietario “goza de la cosa como quiere, incluso, si le place, de una
manera abusiva”11.
Es la voluntad individual de una minoría de propietarios la que decidirá,
libremente y sin trabas12, sobre el empleo y destino de bienes que la

8
Véase nuestra obra El derecho como obstáculo al cambio social, 5° edicición, México, Siglo Veintiuno
Editores, 1981, págs. 121-128.
9
Estos caracteres se originan en el concepto romano de propiedad privada que dominó al término de la
evolución del derecho romano. Se ha sostenido que todo este derecho romano puede ser reducido a un
concepto de poder en el que el orden público consiste a la concentración de todo el poder en el emperador
(imperium) y el orden privado a la concentración de las fortunas en una clase minoritaria de propietarios
(dominium).
10
G. Aubry y C. Rau, Tours de droit civil francais, t II, 4° edifción, núm. 190, Marchal Bilard, París
1969.
11
Baudry Lacantinerie, Précis de droit civil, t I, 10° ed., núm. 1296, pág 726.
12
La frase final del artículo 544 del Código Napoleón, en cuanto pone un límite al propietario en aquello
que las leyes y reglamentos prohíben, significaría, aparentemente, una restricción al poder absoluto de
éste. No fue ese su espíritu original, sin embargo, porque de acuerdo a sus antecedentes históricos esa
frase no significaba una reducción de las amplísimas facultades que concede al propietario el derecho de

6
naturaleza ha puesto a disposición de todos los hombres. Con base en
éstos lineamientos fueron redactados los códigos civiles de todos los países
occidentales, códigos que entendían contener toda la legislación común
permanente necesaria para las relaciones jurídicas de los hombres entre sí.
En verdad regían tan sólo relaciones entre “individuos poseedores”. Por
esta razón se ha denominado al código civil “el código de los propietarios”
(excepción hecha de su parte relativa al derecho de familia).
La exclusividad del derecho de propiedad privada otro de sus caracteres,
consiste en la facultad del propietario de rechazar cualquier intervención de
terceros en el uso, goce y disposición de la cosa que le pertenece.
La ilimitación cuantitativa del derecho de propiedad privada supone
que un propietario no tienen límites en cuanto a la cantidad de bienes que
puede acumular para sí, sin que importen para ello ni la clase bienes ni el
destino que les de o el abandono en que los mantenga 13.
La perpetuidad del mismo derecho significa que este no lleva en sí nota de
caducidad, puesto que durará mientras dure la cosa 14.
La transmisibilidad de dicho derecho asegura su perpetuidad en cuanto le
permite durar incluso más allá de la vida individual del propietario, puesto
que va pasando a los herederos de este que lo suceden. Así mirado, el
derecho de propiedad es eterno en tanto la cosa que es su objeto
subsista15.
Ha ahí el sustrato jurídico que permitió la implantación del capitalismo
en casi todos los países occidentales.
5. Transformación del concepto de propiedad y sus principales
novedades.

propiedad privada, sino que tenía por finalidad evitar que se produjeran choques entre los diversos
propietarios, por invasión por parte de uno o algunos de ellos del área de los derechos de otros u otros.
Ver nuestra obra citada en nota dos, páginas 40 y 41.
13
Nótese que esta nota tan esencial del derecho de propiedad (tan esencial que es la que ha permitido el
desarrollo del capitalismo) no es mencionada por los juristas tradicionales.
Es curioso señalar que en nuestra época un distinguido jurista francés J. Carbinierre, se alza contra esa
gran propiedad capaz de multiplicarse al infinito a través de posiciones simbólicas o por intermedio de
otros. Estima que esta propiedad pierde respetabilidad y se convierte en “algo monstruoso e inhumano”.
Ver derecho flexible, trad. Luis Diez P., Madrid, edit. Tecnos, 1974, páginas 235-238.
14
Es interesante notar que la legislación del antiguo Israel no admitía que la tierra pudiera ser vendida en
forma perpetua pues disponía que al cabo de cuarenta y nueve años esta revertiría a su primitivo
propietario: Sagrada familia, levítico cap. XXV, ver. 8-16.
15
El mismo J. Carbinniere ya citado recomienda que se busque hoy un límite temporal a la propiedad
conforme a la duración de una vida humana, por estimar que el derecho no debe prestar su garantía más
allá de este lapso (misma obra, págs. 246-248)
7
Serán necesarios casi ciento setenta años de historia para que el concepto
de propiedad sea manifestado con asentimiento generalizado (aún cuando
de muchos meramente formal), en términos bien diferentes de los que le
dedicaron los grandes documentos de la revolución individualista, al punto
de que basta conocerlos para captar la onda mutación producida.
Nótese que se trata de una evolución gradual, producida principalmente en
el último tercio de tan prolongado período, pero que se concreta en un texto
que resume aspectos muy importantes de ellas, sin bien no todos.
No es nuestro propósito agotar en un breve resumen como este, toda las
modificaciones experimentadas por la institución de la propiedad, tanto
desde el punto de vista de su concepto (principalmente jurídico) como
desde su vigencia real en las sociedades humanas. Por ello vamos a
reducir nuestras observaciones a las que tienen lugar en el art. XVII de la
Declaración Universal del los Derechos Humanos, aprobada por la
ONU, en París, el 10 de diciembre de 1948. Sólo agregaremos a ella otra de
muy basto alcance, recogida en la mayor parte de las constituciones
modernas consistente en el carácter de función social que se admite hoy
para la propiedad privada.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, (DUDH) condensa en
treinta artículos aquellos derechos fundamentales del hombre que el
adelanto de la civilización obliga a reconocer ahora a los países integrantes
de la más vasta y más completa de las organizaciones internacionales que
hayan existido. En esos preceptos se precisan tales derechos, su contenido
y su alcance esenciales. Conforme a este texto y a la carta de la ONU, ellos
han de tenerse por aceptados, no sólo por los países que en 1948 formaban
parte de la ONU, sino también por todos los otros países que desde
entonces se han incorporado a esta organización internacional, hasta
exceder el número de 150 naciones afiliadas 16. Inútilmente podría buscarse,
por ello, algún instrumento de esta naturaleza que en cualquier momento de
la historia hubiera contado con más universal consenso.

16
Al ser aprobada la DUDH en 1948, la ONU contaba con 56 estados miembros, votaron a favor 46
Estados, ninguno en contra y se registraron 8 abstenciones correspondientes a estados socialistas, unión
sudafricana y Arabia Saudita. Atendido el carácter de la DUDH y su vinculación directa con los fines de
la ONU ha de entenderse que su texto cuenta con la adhesión formal (cosa bien diversa de su
reconocimiento práctico) de todos los países afiliados.

8
Dice el art. 17de la DUDH:
“1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual o
colectivamente”. “2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad”.
Apartemos de nuestra mente la idea de que este enunciado sea
excesivamente avanzado y que hubiera sido introducido por sorpresa en un
momento dado, más allá de la verdadera intención de quienes lo aprobaron.
Por el contrario, este texto procura ser un punto de encuentro o de
conciliación entre posiciones ideológicas divergentes que se manifestaron
durante el debate. Fue con este fórmula precisa con la que se alcanzó el
asentimiento de aquellos que lo votaron favorablemente 17.
Marquemos los puntos en los que este art. 17 se aparta del enunciado de la
Declaración de 1789 y de los preceptos legales mediante los cuales se puso
este en aplicación: Hemos de ver que estos puntos, aun cuando no
formulados de manera explícita como diferencias que separen a dicho
artículo de estos documentos, señalan con entera claridad principios muy
diversos, cuando no opuestos, dentro de una redacción altamente concisa y
rica en contenido18.
6. Derecho de acceso de todos a la propiedad.
El art. 17 de la DUDH no se ocupa de proporcionar garantías inviolables a
los actuales poseedores de riqueza, como lo había hecho la Declaración de
1789. Aquel pretende asegurar, en cambio, a todos los hombres, el acceso
al uso y aprovechamiento de los bienes del mundo, apoyándolos en su
derecho a contar con un patrimonio mínimo o necesario.
Esta idea, francamente novedosa (para no calificarla de revolucionaria), se
introduce sobre la base de la sustitución de una preposición brevísima por
otra. No se habla, como en 1789, del derecho de propiedad, vale decir, del
derecho que puede corresponder a ciertas y determinadas bienes conforme
a un sistema de distribución de riqueza ya establecido, al que se reputa
como “inviolable y sagrado”, sino que se trata del derecho a la propiedad

17
Es preciso recordar que los Estados socialistas se abstuvieron en la votación y que la URSS había
depositado antes una proposición de enmienda en la que señalaba que el derecho de propiedad y su
garantía debía quedar librados a las leyes internas de cada país.
18
Un internacionalista conservador, F. Munich, hondamente preocupado por la suerte del derecho de
propiedad privada tradicional se lamenta de que el citado art. 17 los principios de resguardo del derecho
de propiedad privada no hayan sido “definidos con más detalle”, Pág. 53.

9
que asiste a todo ser humano para contar con los bienes necesarios, el que
se reconoce a cada uno de manera clara y precisa.
El vuelco es manifiesto: no se trata de asignar a los actuales propietarios de
los bienes del mundo la garantía de que su situación no será tocada, que es
lo que antes se hizo, sino de expresar el derecho que tienen todos los
hombres a participar en el disfrute de tales bienes.
La nueva forma de redacción, destinada a expresar tan importante cambio
de enfoque, está preñada de consecuencias de vasto alcance:
a) ya no se sacraliza ni se tiene por inmutable una forma de
distribución de los bienes del mundo en la que unos pocos tienen
demasiado y la mayoría no tiene nada, calificada de injusta por el
criterio de bastos sectores de opinión y de figuras rectoras del
pensamiento humano;
b) se abre el paso a medidas más justas de distribución de la riqueza,
con el fin de que esa gran mayoría de desposeídos pueda adquirir
los bienes que demandan las necesidades de su desarrollo
humano19;
c) convierte al texto, por consiguiente, en una norma transformadora
de la organización social existente, en oposición a la índole
fundamentalmente conservadora de la cláusula sobre propiedad
prevista en la Declaración de 1789; sobre esta base, los desposeídos
pueden esperar un término de su condición de tales, en virtud de
reformas estructurales de fondo. Conviene tener presente que esta
forma de entender el derecho de propiedad (mejor dicho: “a la
propiedad”), coincide en buena parte con el que se desprende de
tradicionales y también recientes declaraciones de pensadores y
jerarcas cristianos, entre ellas la que afirma: “Los bienes y riquezas
del mundo, por su origen y naturaleza, según la voluntad del
creador, son para servir efectivamente a la utilidad y provecho de
todos y cada uno de los hombres y los pueblos. De ahí que a todos y
a cada uno les compete un derecho primario y fundamental,
absolutamente inviolable, de usar solidariamente esos bienes, en la
medida de lo

19
Según J. Carbonnier, ello debe ser entendido en el sentido de que “cada Estado tiene el deber de
promulgar y de poner en práctica una legislación que facilite el acceso de todo ser humano a un mínimo
de propiedad

10
necesario, para una realización digna de la persona humana” 20. Una
consecuencia muy importante de este aspecto del artículo 17 citado, es
que afirma un principio cuya validez no se restringe al plano interno o
nacional, sino también al orden internacional. De él puede deducirse, en
efecto, que debe propenderse a que todas las naciones tengan acceso a
los bienes y riquezas que la naturaleza proporciona y que el hombre ha
logrado producir; de este modo, los países pobres podrían salir de su
actual desvalimiento y podría obtenerse una mejor distribución de la
riqueza entre naciones.
7. Reconocimiento de dos formas de propiedad: Individual y Colectiva.
La fórmula del art. 17 de la DUDH sobrepasa el ámbito de la pura
propiedad privada, única que era tenida en consideración dentro de las
garantías de la Declaración de 1789 y de sus aplicaciones legales y única
de la cual trata hasta ahora la casi totalidad de los juristas occidentales.
Ahora, la propiedad privada, llamada en el texto “individual” pasa a
ser tenida como uno de los extremos de un enfoque bipolar; pues la
propiedad (en general) es reconocida y protegida en el doble aspecto
de propiedad individual y de propiedad colectiva.
El tema se aborda, por consiguiente, desde una perspectiva muchos más
vasta, poniendo como su objeto a todas las cosas que interesan o
aprovechan al ser humano y que pueden usar, gozar y disponer. Y se
resuelve que tales cosas pueden ser poseídas no solo en forma
individual y privada, sino también en forma colectiva o común. Con
ello la propiedad pasa a ser, muy correctamente, la relación de
aprovechamiento e utilidad de los bienes del mundo respecto del hombre
y se admite que ambos pueden darse dentro de un régimen de propiedad
privada como de otro de propiedad colectiva; o, cuando menos, dentro de
un régimen mixto dentro del cual pueden coexistir propiedad privada y
propiedad común.
En consecuencia, no es posible continuar refiriéndose al derecho de
propiedad privada –como se ha hecho hasta ahora-como el único que

20
Declaración de la Conferencia Episcopal de América Latina, en su reunión de Puebla México, en
febrero de 1979 (num.492). Esta declaración se conforma a las proposiciones del Concilio Vaticano II
sobre propiedad (véase gaudium et spes) y las de la encíclica Populorum Progressio (1967)

11
tiene categoría jurídica y es acreedor a garantías y seguridades. Será un
concepto más amplio de propiedad (comprensivo de la de la privada y
colectiva), dentro del cual la propiedad privada es tan sólo una especie, el
que deberá requerirla atención de los juristas.
Es comprensible que una idea de esta naturaleza, que da acogida en una
declaración internacional tan conspicua a un régimen de propiedad que se
aplica en los países socialistas respecto de los medios de producción 21,
despierte resistencias vehementes entre los juristas tradicionales. A ello
debemos atribuir que el internacionalista S. Petren haya expresado, en
una interpretación abiertamente arbitraria, que la expresión “propiedad
colectiva” del art. 17 citado se refiere a la propiedad privada de la que son
titulares corporaciones sociedades u otros entes jurídicos de derecho
privado formados por pluralidad de individuos22.
El art. 17 solo puede entenderse correctamente como referido a la
propiedad colectiva en que consiste ese sistema de propiedad que es
opuesto al de propiedad privada; esta es la única interpretación aceptable
para un precepto que fue debatido largamente en un asamblea
internacional de la que formaron parte países socialistas, donde el
significado de las palabras fue bien conocido y aplicado, y es la única
posible dentro de un punto de vista lógico jurídico. En efecto,
invariablemente se ha admitido, sin controversia alguna, que el derecho
de propiedad privada puede ser ejercido por individuos aislados (personas
naturales) o por personas morales o jurídicas que materialmente están
integradas por varios individuos. Esto es algo que toca al titular del
derecho y no al derecho en sí mismo. Por tratarse de un punto ajeno a
toda discusión -pasada, presente o futura- era innecesario introducirlo en
un texto con propósitos de innovación; con tanta mayor razón cuanto que
no existe diferencia alguna entre el derecho de propiedad privada que
ejerce un ser humano individual y el que ejerce una corporación o una
persona jurídica por lo que toca con su contenido o alcances jurídicos. En

21
Muchas veces se olvida o se aparente olvidar que el socialismo no rechaza el derecho de propiedad
privada, sino que lo acepta bajo el nombre de la “propiedad personal”, siempre que se refiera a cosas a
cuyo origen último es el trabajo personal. Solamente se opone a ella cuando se trata de medios de
producción.
22
Véase Recueil de Tours de lÁcademie de Droit Internacional, vol. II, año 1963, Pág. 31.

12
ambos casos se trata de derecho de propiedad privada que se reconoce a
los particulares. Carecería pues, de sentido una supuesta referencia a que
el derecho de propiedad puede tener como titulares tanto a personas
naturales como a personas jurídicas, aspecto que nunca ha ofrecido
problemas y que quedaría fuera de lugar en un texto tan conciso como el
elaborado; tanto más cuanto que, de ser ese el propósito, habría de
apreciarse de inmediato la posibilidad de descaminar al intérprete –por el
empleo de términos ambiguos- llevándolo a la distinción mucho más usual
y controvertida, entre propiedad privada y propiedad colectiva como nos
hemos referido.
En resumen, el art. 17 de la DUDH asegura a todo ser humano el que
pueda disponer y aprovechar de los bienes que ofrece la naturaleza o
el ingenio de los hombres, bien sea que el aprovechamiento de ellos
se realice en forma de propiedad privada o de propiedad colectiva.
8. Nueva localización jurídica del Derecho de Propiedad.
Conforme a las ideas tradicionales, según se vio, el derecho de
propiedad es tratado dentro del derecho civil, en un libro correspondiente
a la los bienes, los derechos reales o las cosas, según la triple
denominación que se usa, y es mirando siempre como un derecho
subjetivo.
Basta imponerse de las dos novedades ya explicadas en las secciones 6
y 7 precedentes, para caer en cuenta de que no corresponde que
permanezca allí ni reciba ese tratamiento.
En efecto, en cuanto pasa a prevalecer en la DUDH el derecho de todo
ser humano a acceder a una propiedad necesaria para él, el tema no
puede quedar situado dentro de una rama jurídica dedicada a resolver
conflictos que pueden oponer a individuos aislados (justicia
conmutativa), como es el caso del derecho civil, y habrá de reubicársele
fuera de las fronteras del derecho privado.
Por otra parte, no hay que olvidar que las normas sobre reconocimiento
y vigencia de los derechos fundamentales del hombre, entre los que se
haya el derecho a la propiedad, pertenecen hoy al ámbito del derecho
internacional público, en cuanto obligaciones de los estados entre sí y
medidas destinadas a dar amparo a tales derechos por la comunidad

13
internacional de naciones, y pertenecen al ámbito del derecho
constitucional (parte dogmática) en cuanto al aseguramiento de ellos
dentro de un estado concreto, como garantías ciudadanas. Además,
debe tenerse en cuenta que el propósito de transformación social y de
redistribución de la riqueza anida en la actual idea de derecho de
propiedad (justicia distributiva) encuentra su lugar dentro del propio
derecho político.
También la amplificación del derecho de propiedad a la propiedad
colectiva envuelve un necesario desplazamiento de él desde el campo
del derecho privado hacia el del derecho público o del derecho social 23
9. La Privación de la Propiedad.
Conforme al acápite segundo del art. 17 que estudiamos, la única
garantía que se concede hoy a un propietario ante una medida estatal
que tienda a despojarlo de su propiedad, es que la privación no podrá
ser arbitraria.
Obsérvese el cambio enorme producido en la relación con la vieja
fórmula de 1789, que estaba dirigida esencialmente a vedar cualquier
privación de la propiedad o, si eso no podía cumplirse, a asegurar el
último extremo de su reemplazo por una indemnización previa. Esta
oposición frontal a cualquier privación de propiedad no era sino la
consecuencia natural de proclamar el derecho respectivo como
“inviolable y sagrado”.
El art. 17 de la DUDH elimina de su texto no solo los calificativos de
inviolable y sagrado, sino cualquier referencia a un pretendido derecho
del propietario a ser indemnizado en caso de privación de su cosa 24. Si
no fuera por la acusada modificación que a las ideas tradicionales traen
las explicaciones de las tres secciones precedentes, tal vez podría

23
La apreciable interpretación de muchas áreas del derecho público y del derecho privado no puede
llevarnos a negar toda diferencia entre ellos, mucho menos a una época como la presente en que las
tendencias liberal-individualistas pugnan otra vez por el predominio. Recordemos también que en otros
trabajos hemos sostenido la aparición de un tercer miembro a añadir a la tradicional bipartición de
derecho público-derecho privado; se trata del derecho social.
24
Esto lo explica la reacción de muchos juristas de amplio criterio (no civilistas), que han tenido que
admitir el cambio total operado en el plano jurídico.
Así, B. Chenot declara que “la noción de propiedad… no es más el derecho inviolable y sagrado, anterior
y superior al Estado, que no cedería sino por excepción a las exigencias del interés público mediante una
previa y justa indemnización…” (Organisation Economique de l’Etat, Paris, Dalloz, 1965).
G. Fouilloux sostiene: “La propiedad no es ya inviolable y sagrada…” (ob. cit).

14
afirmarse que aquí se encuentra la más revolucionaria de las
consecuencias que se infieren del nuevo texto.
No es por simple inadvertencia que este art. 17 asumió la forma
expuesta. Los redactores hubieron de considerar:
a) Que el derecho de propiedad no será considerado, en adelante como
inviolable y sagrado.
b) que no debe ser negado el derecho del Estado a adoptar las medidas
de interés general que sean requeridas, en cuanto estas exigieren de
privación de propiedad; por esto desaparecen las limitaciones y
restricciones precedentes que reducían ese derecho estatal a casos
de “necesidad pública evidente” y lo condicionaban a una
“indemnización previa y justa”;
c) que, aparte de la tradicional “expropiación por causa de utilidad
pública” pueden darse otras medidas aceptables de privación de la
propiedad, entre ellas la nacionalización, la confiscación y la
requisición.
d) Que no siempre es necesario el pago de una indemnización al
propietario al cual se prive de su propiedad.
Por tales razones ellos hicieron retroceder, en gran medida, la barrera
protectora de los derechos del propietario y se limitaron a indicar que
este no podía ser despojado arbitrariamente de su propiedad 25
Obrar arbitrariamente significa proceder en forma irracional, siguiendo
meros caprichos u obrando por motivos o fines menguados. Es lo
contrario de aquellas medidas que decreta el Estado y que se inspiran
en razones de bien público. El procedimiento será arbitrario, por lo tanto,
cada vez que prive a alguien de la propiedad que le pertenece de
manera inmotivada, por venganza o solo para dañarlo, con olvido de los
altos fines sociales que toca al Estado desarrollar, alcanzar y proteger.
Toda privación de propiedad que no se halle en la condición de
arbitraria, queda permitida por el segundo acápite del art. 17, sin

25
Esto origina quejas de parte de los juristas tradicionales. S. Petren califica al art. 17 de “bastante
incoloro”, que convierte considerablemente más débil la protección del derecho de propiedad privada
pues “no podría, evidentemente, ser interpretado como que testimonia la existencia de un principio
general de derecho que proteja la propiedad contra toda medida no seguida de indemnización” (ob. cit.,
pág. 30).

15
exigencia de pago de indemnización y, mucho menos, de que ella sea
completa y previa26. Esto implica un giro completo de los principios
jurídicos que hasta ahora se habían tenido como subsistentes por
amplios sectores de los teóricos del derecho y significa abrir el paso a la
acción del estado para una organización más justa de las economías
nacionales. En este sentido, el aspecto que ahora tratamos guarda
congruencia perfecta con la declaración del derecho de todos a tener
propiedad.
10. Función Social de la Propiedad.
No está dentro de nuestro propósito recordar en este trabajo toda la
evolución de la experimentada por el derecho de propiedad,
especialmente en las últimas décadas; tampoco nos detendremos en un
recuento de las múltiples y sucesivas limitaciones que se le han ido
imponiendo y que lo dejan, hoy día, en la condición de mera sombra de
ese derecho subjetivo absoluto y exclusivo que se reconocía a los
particulares en el siglo pasado.
Sin embargo, aparte de las sustanciales y profundas alteraciones
introducidas por el art. 17 de la DUDH, que hemos desarrollado
sucintamente en las cuatro secciones precedentes, existe otra
innovación -no incorporada de manera explícita al mencionado precepto-
que, al igual que aquellas, consta de importantísimos documentos de
proyección universal. Se trata del carácter de función social que se
reconoce hoy a la en forma amplia y general al derecho de
propiedad privada.
Esta idea de la función social de la propiedad (privada o individual)
aparece en la mayor parte de las constituciones modernas y en otros

26
Contra este art. 17 de la DUDH choca manifiestamente, pese a que ese precepto contó con la
aprobación de Estados Unidos, la tesis norteamericana sobre que nadie puede ser privado de su propiedad
sino mediante el pago de una compensación “adecuada (en el sentido de completa), pronta y efectiva”.
Esa tesis ha sido formulada ante medidas de nacionalización dictadas por países pobres respecto de
empresas de producción o distribución de bienes y servicios de gran importancia para la ordenación de la
economía nacional o para la recuperación de sus riquezas naturales básicas. A esta tesis se pliegan en la
práctica los demás estados industrializados, incluso aquellos que decretaron, en su momento la
nacionalización dentro de su territorio (Francia y gran Bretaña). La contradicción en que incurren es
evidente. Ver nuestras obras Nacionalización y recuperación de riquezas naturales ante la ley
internacional, Fondo de Cultura Económica, México, 1974; Defensa de las nacionalizaciones en
tribunales extranjeros, Edición UNAM 1976, México, y la “Nacionalización en su aspecto jurídico”, en
Derecho Económico Internacional, Fondo de Cultura Económica, 1976, México.

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documentos de encumbrado origen, y se han difundido tanto que resulta
difícil encontrarles impugnadores abiertos27.
Aparece por primera vez28 en la Constitución alemana de Weimar, en
1919, art. 153, conforme a un texto que es acogido por el actual art. 14
de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania de 1949:
“La propiedad obliga. Su uso debe estar a la vez al servicio del bien
común”.
La idea de función social queda explicada con exactitud y concisión en el
texto que hemos reproducido, porque se indica en él que la propiedad no
ha de ser tenida únicamente como derecho sino envuelve al mismo
tiempo un deber para el propietario. Esto indica que el titular del derecho
de propiedad cuenta con una esfera de actuación dentro de la cual
puede aprovechar la cosa que le pertenece conforme a su voluntad, pero
también está en la necesidad de hacerla servir al interés colectivo o bien
común y de respetar ciertas limitaciones ligadas con éstos. De este
modo se procura evitar que la propiedad se transforme en un
instrumentos de privilegio para su titular.
La función social es una fórmula de armonía que intenta poner de
acuerdo los intereses del individuo (propietario) con los de todo el resto
de la sociedad, por la vía de impedir que el ejercicio del derecho por
parte del propietario pueda menoscabar o afectar de cualquier manera el
interés colectivo. A un la libertad del propietario y las facultades con que
este cuenta, con la obligación de respeto del interés colectivo. Esa
función social no envuelve únicamente una limitación al poder del
propietario, porque también puede determinar formas o modos
especiales de ejercicio de él destinados a poner la cosa al servicio del
interés general.
En suma se trata de dejar establecido que el propietario tiene la cosa en
nombre y con autorización de la sociedad y que solo puede hacer uso de
27
Conviene señalar que hasta una Constitución tan retrógrada como la dada a Chile por el régimen del
general Pinochet, que en materia económicosocial se atiene a una línea liberal-individualista pura,
reconoce la función social de la propiedad en su texto (art. 19, núm. 24).
En muchos estudios jurídicos modernos sobre derecho de propiedad se procura desvanecer los efectos
del carácter de función social por medio de retorcidos argumentos. En esta forma se sigue la moda pero
no se renuncia a la posición ideológica
28
Por primera vez en una Constitución, puesto que antes se habían ocupado de ella varios pensadores y
juristas, entre ellos A. Comte y L. Duguit.

17
sus facultades sobre ella en forma concordante con los intereses de la
misma sociedad.
La función social de la propiedad es expresión y síntoma del profundo
cambio jurídico-social que se abre paso en las sociedades actuales, en
busca de la solución a las múltiples contradicciones económico-sociales
que se dan en ellas.
La función social de la propiedad está asegurada por el art. 42 de la
Constitución Italiana, de 1947, entre otras 29. De las constituciones
latinoamericanas las de Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador,
Haití, Honduras, Panamá, Paraguay y Venezuela, aparte la de
Nicaragua que rigió hasta 1979, consagran la función social de la
propiedad.
En las encíclicas sociales pontificias la expresión función social de la
propiedad la expresión función social de la propiedad aparece por
primera vez en Mater et Magistra (1961)30 Con menos precisión, el actual
Papa Juan Pablo II habla de la “hipoteca social” de la propiedad, siendo
que mucho más significa y dice la función social a la que nos hemos
referido. Lo expuesto permite concluir que en el mundo actual se
produce un consenso universal para admitir que la propiedad comprende
simultáneamente poderes y deberes, y que el ejercicio del
correspondiente derecho debe ser realizado en forma compatible con el
interés general. Es un aspecto del principio general que debiera ser
tenido como básico y primordial dentro del derecho moderno: la
subordinación del interés privado al interés general31

29
La Constitución española de 1978 no es avanzada en materia de propiedad, pues, aparte de admitir la
función social de la propiedad privada, queda harto más atrás que el art. 17 de la DUDH. Así lo
comprueban el acápite 1de su art. 33, que reconoce exclusivamente el “derecho de propiedad privada”, y
el acápite 3 del mismo, que exige “causa justificada de utilidad pública o interés social” seguida de una
infaltable “indemnización” para que pueda haber privación de propiedad privada. Ha de agregarse que el
art. 47 de este Constitución contiene un parcial reconocimiento de un aspecto de dicho art. 17, en cuanto
declara que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.
30
En FERUM Novarum solo decía que el derecho de propiedad privada admite moderación de su uso
cuando es necesario concordarlo con el bien común- (núm. 33) y en cuadragésimo Anno se señaló tal
derecho un doble carácter, individual y social (núm. 45).
31
El jurista socialista V. Knapp sostiene que “el derecho de los países capitalistas no conoce hasta el
presente ninguna limitación general del ejercicio de los derechos en el interés social”. Nos parece
excesiva su afirmación, cuando menos desde un punto de vista formal, pues en las Constituciones de
Colombia (art. 30) y de Panamá (art. 45) se establece que cuando resulten en conflicto los derechos de los
particulares con la necesidad pública, el interés privado deberá ceder al interés público o social. Llama sí

18
11. Actitud de los Juristas.
Las transformaciones y cambios que hemos reseñado, aceptados casi
universalmente, de innegable importancia y proyección para la teoría
jurídica, bastantes para provocar una modificación pronunciada de los
estudios de derecho y apropiados para llevar a efecto una revisión radical
de los principios y tesis tradicionalmente sustentados en materia de bienes
y de la disposición de estos por el hombre, ha dejado, no obstante,
impávidos a los juristas, principalmente a los privatistas, que hasta ahora
han monopolizado, en la práctica, el estudio jurídico del derecho de
propiedad. La enorme mayoría de ellos casi no ha introducido
rectificaciones en sus obras o cursos, elaborados conforme a las ideas
jurídicas tradicionales sobre dicho derecho. Algunos, imaginándose
precursores de auténticas ideas progresistas, han incorporado a sus obras
algunas novedades de tipo técnico de alcance muy limitado, principalmente
las teorías de abuso del derecho y de la relatividad de los derechos
subjetivos, con las cuales bien poco se adelanta efectivamente en la
materia. Apenas un puñado examina el derecho de propiedad privada con
relación a su sentido de función social. No conocemos a alguien que haya
deducido del art. 17 de la DUDH, antes analizado, la riqueza de inferencias
que su texto permite32.
Todos los estudios jurídicos sobre derecho de propiedad recuerdan el punto
XVII de la Declaración de 1789 y, generalmente, a partir de él efectúan el
desarrollo del concepto. Pero casi no hay quien mencione el art. 17 de la
DUDH. Pareciera no existir el más importante enunciado sobre la materia
producido en los últimos ciento setenta y cinco años, pese a su mayor
universalidad, su mejor perfeccionamiento y su amplitud. ¿Por qué se tiene
siempre en consideración el documento que consagra el derecho de
propiedad privada con sentido liberal-individualista y se olvida del
moderno contenido del acta de 1948? He ahí una cuestión que bien
merece una respuesta.

la atención que un principio tan obvio y fundamental como ese pueda ser halado solo como excepción de
la legislación occidental.
32
De los civilistas más modernos, solo Carbonnier y los Mazeaud hace referencia al art. 17 de la DUDH.
Únicamente el primero descubre en él un derecho general de tener acceso a la propiedad. Pero ninguno de
ellos divisa la riqueza de las transformaciones sobre derecho de propiedad contenidas en dicho precepto.

19
Esto se refleja y tiene su efecto en la enseñanza del derecho que se imparte
en facultades y escuelas que se denominan a sí mismas “de Ciencias
jurídicas”. El aprendizaje de la propiedad es realizado por los alumnos de
derechos de fines del siglo XX en forma semejante a la de sus iguales de
comienzos del siglo pasado.
Claramente manifiestan los juristas la decisión de tomar como fundamentos
de su posición (pretendidamente) científica, los antecedentes y bases que
sirvieron para la elaboración del concepto liberal-individualista de propiedad.
Ellos no toman en cuenta los elementos que hemos señalado en nuestro
desarrollo precedente y reflexionan y actúan como si ellos no existieran 33.
En la sección 2 señalamos las alternativas posibles para comprender una
actitud de esa especie. En este momento no habíamos mostrado todavía, ni
tampoco explicado, el enorme caudal de nuevas ideas teóricas y de
aplicaciones prácticas que posteriormente cumplimos. En este momento,
tras una demostración que, aunque sucinta pretendemos completa, cabe
repetirnos la pregunta: ¿a qué se debe el silencio de los técnicos del
derecho?
La respuesta no es difícil.

Transcripción del original realizada por el Abg. Alex Díaz Padrón

33
Verifíquese, por ejemplo, cuántos estudiosos de los problemas del derecho de propiedad toman en
consideración que en este siglo ha nacido una institución jurídica nueva, llamada nacionalización, que
trae numerosas limitaciones a aquel derecho. Véanse obras citadas en nota 26.

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EL HOMBRE Y LOS BIENES DE LA TIERRA

492. Los bienes y riquezas del mundo, por su origen y naturaleza, según
voluntad del Creador, son para servir efectivamente a la utilidad y provecho de
todos y cada uno de los hombres y los pueblos. De ahí que a todos y a cada
uno les compete un derecho primario y fundamental, absolutamente inviolable,
de usar solidariamente esos bienes, en la medida de lo necesario, para una
realización digna de la persona humana. Todos los demás derechos, también
el de propiedad y libre comercio, le están subordinados. Como nos enseña
Juan Pablo II: "Sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social"
(Discurso inaugural III, 4. AAS LXXI, p. 200). La propiedad compatible con
aquel derecho primordial es más que nada un poder de gestión y
administración, que si bien no excluye el dominio, no lo hace absoluto ni
ilimitado. Debe ser fuente de libertad para todos, jamás de dominación ni
privilegios. Es un deber grave y urgente hacerlo retornar a su finalidad primera
(Cfr. PP 28).

Transcripción del original realizada por el Abg. Alex Díaz Padrón.

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