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LA CORTEZA TERRESTRE

Las partículas de sedimentos tienden a depositarse formando capas o estratos horizontales.


En ocasiones, los estratos pierden la posición horizontal conque originariamente se depositaron
en razón de haber estado sometidos a fuertes presiones.
El plegamiento es producido por las fuerzas orogénicas, esto es, por las fuerzas internas de la
Tierra que conducen a la formación de las montañas. Las capas debiendo ajustarse a un espacio
más angosto, se ondulan formando pliegues. Si por el contrario, los estratos poseen cierta
rigidez, al ser comprimidos responderán rompiéndose en fragmentos o bloques. Las superficies de
rotura, en coincidencia con las cuales se producen desplazamientos de un bloque con respecto al
otro, se denominan fallas o fracturas.

Pliegues: Los pliegues siempre se disponen en forma perpendicular con respecto a la dirección de
las fuerzas de compresión. Considerando aisladamente cada pliegue, pueden distinguirse una
parte elevada –el anticlinal- y otra deprimida –el sinclinal- . La parte del pliegue que conecta el
sinclinal con el anticlinal se denomina ala.
Fallas: Sometidas a bruscas presiones, las rocas que por su situación en la corteza no tienen la
suficiente plasticidad para plegarse responden a aquéllas fracturándose. A lo largo de las fallas los
bloques de estratos se desplazan diferencialmente, unos con respecto a otros. El monto del
desplazamiento, que puede ser vertical u horizontal, o ambos a la vez, se denomina rechazo de
falla. Por sí solas, las fallas pueden determinar la formación de montañas (montañas de
fracturación).
a) falla directa b) falla inversa c) falla vertical
d) falla paralela g) falla contraria h) falla conforme

Las rocas que aparecen en una extensión cualquiera, pueden ser distinguidas en bloques por
fallas, a lo largo de las cuales los bloques se hunden en --fosas o Graben– e), o ascienden a
diversas altura --pilares tectónicos o Horst— f)

El área ocupada por las sierras Pampeanas, la Pampasia, Uruguay y Martín García formaron en el
pasado una masa de rocas graníticas y metamórficas que se extendía por esas regiones sin
solución de continuidad, formando una planicie bien nivelada. Durante el Terciario, esa planicie se
dividió en bloques por medio de fallas. Algunos de esos bloques ascendieron –las Sierras
Pampeanas—mientras que otros se hundieron, encontrándose hoy en el subsuelo pampeano y en
el de los bosones que se interponen entre los distintos cordones serranos a profundidades
variables que, en algunos casos, superan los 4000 m. Estos bloques hundidos fueron sepultados
luego por sedimentos más recientes.
Las Sierras Pampeanas son pilares tectónicos (Horst). La llanura pampeana es una fosa tectónica
(Graben) rellenada por sedimentos.

Fenómenos de plegamiento

Los estratos plegados suelen estar constituidos por rocas duras, como arenisca o cuarcitas, sin
embargo pueden torcerse sin romperse en un plegamiento. La explicación del hecho se basa en
tres factores que deben tenerse en cuenta al considerar las deformaciones de la corteza
terrestre: el tiempo, la temperatura y la presión.

Conocido es el fenómeno de “pandeo” que sufren ciertas rocas de construcción, aparentemente


tenaces, por ejemplo en monumentos antiguos terminan por sufrir una flexión. Las fuerzas
endógenas que provocan las deformaciones de las rocas tienen larguísimo tiempo a su
disposición, operan casi siempre a grandes profundidades, allí donde los materiales se encuentran
sometidos a temperaturas siempre muy superiores a las que soportan en la atmósfera libre.

A esta circunstancia se agrega el peso de las otras rocas sobrepuestas, de tal manera que su
deformación sobreviene bajo enormes presiones confinantes; cuando éstas son suficientemente
intensas, obligan a los materiales a comportarse como si fueran blandos, o plásticos.
La estructura interna de muchas rocas demuestra, que han cedido plásticamente ante las fuerzas
deformadoras.
¿Pero de dónde provienen esas fuerzas?
Varias teorías han intentado explicar el origen de las fuerzas responsables del plegamiento y
fractura de las rocas, conduciendo con ello, a la formación de las montañas de plegamiento.

La teoría más moderna para explicar el origen de las fuerzas orogénicas es la de las corrientes
convectivas subcorticales.
Una vez diferenciada una corteza por enfriamiento, el núcleo habría quedado en estado de fusión;
en ciertos puntos interiores del núcleo se generaron corrientes ascendentes de materiales a altas
temperaturas. Al llegar a la base de la corteza estas corrientes perdían parte de su calor por
conducción térmica y desde esos puntos se deslizaban paralelamente a la base de la corteza.

Desarrollo de un geosinclinal

Cuando dos corrientes contrarias chocan, enfriadas ya considerablemente, doblan su curso hacia
el interior del núcleo para cerrar el círculo. Las corrientes de convección continúan hasta que la
temperatura de las corrientes sea lo suficientemente alta como para mantener líquidas o
semilíquidas a las sustancias que arrastran.
Cuando las corrientes convectivas terminan su recorrido ascendente llegando a la base de la
corteza terrestre, irradian en todas direcciones; a partir de ese punto, la parte de la corteza
situada encima, queda sometida a fuertes tensiones.
En cambio, en los lugares donde dos corrientes opuestas chocan y se dirigen hacia abajo, la
corteza terrestre queda sometida a fuertes compresiones, tendiendo a deprimirse gradualmente.
Mientras sigue la acción de las corrientes convectivas, la depresión se acentúa arrastrando hacia
abajo los materiales de la corteza terrestre y sumergiéndolos en el sima.

Las rocas de la corteza incluidas en este proceso sufren una compresión cada vez más intensa que
termina por plegarlas en pliegues fuertes y apretados.
Cuando dejan de actuar las corrientes de convección, entran en juego los movimientos
orogénicos para restablecer el equilibrio isostático entre la masa siálica plegada y el sima sobre el
que flota. Entonces el bloque siálico comienza a ascender, elevándose en forma de montaña.

En la formación de una cadena de plegamiento se distinguen tres etapas sucesivas: el


plegamiento o etapa tectogénica (ej: islas de la Banda en el mar de Zonda) y luego el movimiento
de ascenso o etapa orogénica ( ej: cordillera de los Andes).

Los movimientos orogénicos forman montañas, mientras que los movimientos epirogénicos
interesan a toda o gran parte de una masa continental, así como a las consecuencias de éstos al
permitir las transgresiones y las regresiones marinas.

Geosinclinales

Los geosinclinales son depresiones de la corteza terrestre cuyo fondo, hundiéndose


paulatinamente, puede permitir la acumulación de estratos de miles de metros de espesor.
La situación de los geosinclinales coincidiría con los puntos situados donde las corrientes de
convección se hacen descendentes, haciéndose responsables de su formación.
La existencia de cuencas de sedimentación con fondo descendente ha sido deducida de la
comprobación del ambiente en que se formaron los sedimentos plegados que actualmente
forman las montañas.

En la cordillera andina se encuentran montañas en cuya composición geológica intervienen


sedimentos de origen marino que alcanzan un espesor cercano a los 15000 m. Según se deduce de
los restos de organismos contenidos en estos sedimentos y del carácter petrográfico de los
mismos, el ambiente en que se formaron ha sido de aguas de, comparativamente, pequeña
profundidad. Para que hayan podido depositarse estratos de tan grande espesor en una cuenca
poco profunda sin que llegue a colmatarse, es necesario admitir que su fondo se iba hundiendo a
medida que se depositaban sedimentos.
Para que tenga lugar una sedimentación tan continuada es preciso que esas “bateas” receptoras
se encuentren cerca de las áreas continentales, pues a las grandes fosas oceánicas no pueden
llegar aportes tan grandes.

Las series continentales conocidas que se originaron en geosinclinales demuestran una ubicación
marginal con respecto a macizos continentales que existieron en el pasado, o bien ocuparon una
cuenca entre dos macizos.

Todos estos fenómenos son tectónicos por ser los que originaron los rasgos estructurales de la
litosfera.
Durante la evolución de la corteza exterior del planeta estos períodos de “inquietud” han
sobrevenido repetidas veces y se han traducido en plegamientos y orogénesis que, cada vez,
dieron nacimiento a nuevos relieves.

Clasificación de montañas

Montañas de acumulación: materiales volcánicos (lavas y depósitos piroclásticos) acumulados


por erupciones llegan a constituir verdaderos macizos de montaña y fisiográficamente, son Las
únicas importantes, ya que los grandes ambientes médanos del ambiente de “erg” como formas
de acumulación, no tienen una permanencia morfológica como “montaña”

Montañas de erosión: ciertas mesetas (la de Castilla, el macizo de Bohemia, el macizo Central de
Francia y la Puna) deben su constitución como unidades morfológicas a movimientos orogénicos.
Otras son consecuencia de la erosión fluvial que ha recortado una planicie antes continua, a
consecuencia de una elevación continental (ej: mesetas patagónicas). Los valles y cañadones
delimitan áreas no desgastadas por la erosión, las que sobresalen en el relieve en forma de
“mesas” de diversa extensión.

Montañas de plegamiento: son verdaderas montañas desde el punto de vista geológico. Al tener
que adaptarse a espacios gradualmente menores por comprensiones tangenciales, las series
sedimentarias cedieron plegándose. Sincrónicamente con el plegamiento, masas magmáticas
ascendentes han invadido a menudo los núcleos de los grandes pliegues durante la etapa
tectogénica, y al ascender con los movimientos orogénicos, la erosión ha dejado al descubierto
esas masas, por remoción de las cubiertas sedimentarias plegadas. Ej: los Andes, los Alpes, el
Himalaya y otras cadenas importantes de la actualidad exhiben esa actividad ígnea en sus perfiles
hoy visibles.
Montañas de fracturación: las rocas antiguas del “basamento cristalino” formaron, en un pasado
muy remoto, masas continuas de dimensiones continentales cuyo rebajamiento por erosión
originó acumulaciones sedimentarias repetidas veces. Movimientos de fracturación muy amplios
determinaron la ruptura de ese basamento en grandes bloques, los que se elevaron
diferencialmente a lo largo de los planos de falla, arrastrando consigo los estratos sedimentaros
sobrepuestos. Son ellas las actuales montañas de bloques cuyo ejemplo más típico lo constituyen
las Sierras Pampeanas. Este tipo de montaña se caracteriza por presentar flancos que, en la
morfología actual, se presentan como enormes “zócalos” más o menos modelados por la erosión;
estos flancos se denominan “escarpas de fallas” tanto más notables cuanto más modernos son los
movimientos que las originaron y más grandes los “rechazos” de las fracturas

Sismos: los fenómenos tectónicos nos enseñan que la corteza terrestre no se encuentra en
equilibrio mecánico. Mientras existan movimientos radiales o tangenciales, a consecuencia del
desplazamiento del sima, y a merced de ellos, pasan las rocas a ocupar posiciones distintas de
aquellas en las que se originaron, la gravedad actuará tendiendo siempre a llevarlas a niveles
inferiores. Cuando vemos rocas sedimentarias, plegadas y fracturadas, a varios miles de metros
por sobre el nivel del mar en cadenas montañosas se reconoce que fueron llevadas allí por
movimientos orogénicos. Los movimientos de ascenso tienen lugar a lo largo de planos en forma
discontinua: es necesario que a profundidad se acumulen tensiones durante cierto tiempo y que,
en un momento dado, la energía acumulada sea liberada bruscamente, de esto resulta una
ruptura repentina del equilibrio aparente en que se hallaban las rocas las que ceden
fracturándose. Cada vez que ello ocurre, una serie de vibraciones se irradia de ese centro de
perturbaciones: el pasaje de tales vibraciones por las rocas es un movimiento sísmico o
terremoto.

Clasificación de los sismos: no todos los temblores del suelo se pueden atribuir a fracturas de las
rocas que componen la litosfera; otros se originan por desplazamientos del magma o de los gases
liberados por éste, a profundidades no muy grandes y otros tienen un asiento en zonas profundas
del planeta.
Terremotos volcánicos: tienen lugar donde la actividad magmática tiene efusiones periódicas y,
por ello, su ascenso a niveles superiores, o la liberación repentina de sus gases, pueden ir
acompañadas de sacudidas más o menos intensas y cuyo origen se halla a más de un millar de
metros de profundidad.

Terremotos plutónicos: son escasos y se hallan circunscriptos a una pocas partes de la Tierra,
especialmente alrededor del océano Pacífico. No son claras las causas de tales movimientos, pues
a las profundidades en las que se originan las rocas deben poseer una plasticidad que no permite
comprender cómo se pueden acumular tensiones deformadoras capaces de liberarse
bruscamente en un momento dado.

Terremotos tectónicos: son los más comunes y los verdaderamente destructores. Su origen se
halla ligado a movimientos repentinos a lo largo de una falla; las dimensiones lineales de ésta
podrán variar entre unos metros y centenares de kilómetros (ej.: el producido en 1906 por un
movimiento con rechazo horizontal de unos 7 metros, a lo largo de la falla de San Andrés, a ambos
lados del golfo de California).
La falla o fallas puede ser visible en la superficie o hallarse cubierta por rocas o sedimentos
modernos que la hacen visible.

Las zonas sísmicas por excelencia en la actualidad corresponden a aquellas afectadas por la
orogénesis terciaria, es decir, a las franjas del planeta con montañas jóvenes: son ellas las grandes
cadenas de la actualidad.

En el mar tienen lugar muchos movimientos sísmicos, conociéndose sus efectos como
maremotos. Son provocados por las ondas longitudinales, ya que las transversales no se propagan
por los líquidos y los gases. Su consecuencia es, a menudo, la generación de “ondas de marea” o
“tsunamis” que son olas de gran altura, longitud de onda muy larga (centenares de km.) y se
propagan con velocidades que pueden sobrepasar los 800 km/h.

Los tsunamis originados por movimientos submarinos en los alrededores del archipiélago japonés
han atravesado todo el océano Pacífico llegando a las costas occidentales americanas y viceversa.

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