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b) Paso forzoso. Esta limitación tiene en el Derecho moderno una generalidad que no fue
necesaria en el Derecho romano, por la existencia de sendas que separaban las fincas
(iter limitare), y hacían éstas siempre asequibles a los caminos públicos. Por ello,
únicamente se obligaba al propietario a soportar el paso en dos hipótesis concretas: si el
camino público se hallaba destruido, en cuyo caso ha de prestarse vía mientras esté
inutilizable, y para dar por su finca acceso a un sepulcro.
c) El uso de las orillas para necesidades de la navegación, que deben tolerar las fincas
ribereñas a los ríos navegables.
d) El propietario debe tolerar que los árboles de las fincas inmediatas avancen con las
ramas sobre la suya, siempre que lo hagan a una altura de quince pies, pudiendo cortar
las que bajen de esa medida. Asimismo ha de permitir que el que tenga derecho a los
frutos de ese árbol entre en su finca un día sí y otro no (tertio quoque die) para recoger los
que en ella hubieren caído.
El edificio romano, como el predio rústico, quedaba siempre aislado. El ambitus, faja de
dos pies y medio, separaba unas casas de otras. Caída en desuso la observancia
del ambitus, se hicieron construcciones en contacto y con paredes comunes. Pero en el
Derecho postclásico aparecen disposiciones sobre tal materia, prescribiéndose entonces
la distancia de los edificios particulares a los públicos y la de éstos entre sí, que se
señalaba mayor que de ordinario, si la nueva construcción podía impedir a la otra la vista
del mar o del monte. Recogida en el Código justinianeo (8, 10, 12) hay una extensa
constitución de ZENÓN que contiene la reglamentación más detallada de todas estas
limitaciones. Sus disposiciones, dictadas para Constantinopla, ordenó JUSTINIANO que
rigiesen in omnibus urbibus romani imperii.
f) Excavaciones mineras. El propietario de un fundo, que, según la concepción romana, es
propietario de toda la profundidad de éste, debía tolerar, con arreglo a una constitución de
GRACIANO, VALENTINIAN y TEODOSIO, recogida en el Código de JUSTINIANO, que
otra persona hiciese en su predio excavaciones, siempre que abonase al referido
propietario la décima parte de los minerales obtenidos y otra décima al Fisco.
dogmática moderna.
Principios y Reglas de las Servidumbres
Los juristas romanos, en sus decisiones, aplican principios comunes a las servidumbres
prediales, y los intérpretes construyen sobre ellos una serie de reglas, como son las
siguientes:
o Senda (iter)
o acueducto (aquaeductus)
De extraer arena o greda, o de cocer cal para atender a las necesidades del fundo
dominante.
o Ius stillicidi.
o Ius fluminis.
o Ius cloacae.
Apoyo de viga (ius tigni immittendi) o de muro (ius oneris ferendi) en el edificio
contiguo, o de proyectar un voladizo (ius proiicendi protegendive).
o Ius luminum.
Por medio de la vindicatio servitutis el dueño del fundo dominante acciona contra el
propietario o poseedor del sirviente, o contra el que impide o perturba el ejercicio de la
servidumbre.
Con el ejercicio de esta acción se restablece el uso de la servidumbre y se obtiene el
resarcimiento de los daños (Ulpiano, 17 ed. D. 8.5. 4. 2).
Derecho clásico
Según el ius civile, las servidumbres de los predios situados en el suelo itálico se
constituyen por:
En derecho postclásico, desaparecidas las distinciones entre las cosas mancipables, o no,
y entre los fundos itálicos y provinciales, las servidumbres se constituyen mediante
convenios escritos en que se plasman los pactos y estipulaciones.
Precisamente, para destacar estos servicios entre dos fundos, los juristas los denominan
derechos de los predios (iura praediorum).
Estas servidumbres, sobre las que se ejercía el usus y podían ser objeto de usucapión, se
incluían entre las res mancipi y se sometían al dominio quiritario. Las nuevas que se van
reconociendo se incluyen entre las res nec mancipi y se crean o constituyen, no por
mancipación sino por in iure cessio.