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Derechos Humanos
Los derechos humanos son los derechos que tenemos básicamente por existir como
seres humanos; no están garantizados por ningún estado. Estos derechos universales son
inherentes a todos nosotros, con independencia de la nacionalidad, género, origen étnico
o nacional, color, religión, idioma o cualquier otra condición. Varían desde los más
fundamentales como el derecho a la vida, hasta los que dan valor a nuestra vida, como
los derechos a la alimentación, a la educación, al trabajo, a la salud y a la libertad.
Por ejemplo, las 140 muertes de civiles efectuadas por un bombardeo en la región
afgana de Kunduz el 4 de setiembre de 2009 ordenadas por el coronel alemán Georg
Klein, Alemania no lo cuenta en su haber de vulneración de derechos humanos,
tampoco lo hace EEUU en sus asesinatos con drones principalmente en Pakistán siendo
condenadas sus víctimas desde el aire por meras sospechas y ejecutadas sumariamente
si juicio alguno y sin considerar que a los presuntos terrorista puedan acompañar niños,
vulnerando los artículos: 5º; 6º; 7º; 8º; 9º; 10º, y 11º de la carta fundacional sin que, en
ningún caso, en las sociedades de esos países se hayan abierto causas judiciales contra
los gobernantes responsables de esas muertes, ni tampoco El Consejo de Derechos
Humanos de la ONU lo haya exigido.
El respeto entre naciones y el derecho de la paz son los derechos humanos colectivos
más importantes, recogidos en la carta fundacional de la ONU, pues sin la paz, no
pueden existir universalmente los demás derechos individuales, pues es en la guerra
donde más se vulneran los mismos ya que la misma supone per se la más cruenta de las
dictaduras. Por ello, las naciones se cual sea su cultura o sistema político, sin obviar el
necesario y sincero debate mundial entre naciones sobre derechos humanos, deben
evolucionar políticamente por si mismas hacia el cumplimiento íntegro de la
Declaración de Derechos Humanos de 1948, sin que ninguna nación tenga el derecho a
entrometerse en sus asuntos o pretender imponerlos por la fuerza.
En este contexto queda evidente el cinismo del segundo inciso del Artículo 15, que
establece: A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a
cambiar de nacionalidad». La palabra “arbitrariamente” permite que el mundo sea un
sistema de explotación basado en la imposibilidad de miles de millones de personas de
cambiar de nacionalidad, a pesar de que en sus países no tienen garantizado ningún
derecho.
Los derechos expresados en los Artículos 22, 23, 24 y 25, son los que menos se
respetan, y esto es grave, pues no tener alimentación, vestido, vivienda, trabajo o
asistencia médica, pone en peligro la vida, que es sin duda el derecho universal más
importante. El mundo ha cambiado mucho desde 1948. Ahora tenemos los
conocimientos y los medios de producción suficientes para garantizar la supervivencia
de todos, y sin embargo privilegiamos el derecho a la propiedad. Nos parece justo que
naciones ricas tengan gastos superfluos, mientras obligan a las naciones pobres a
cumplir compromisos y pagar deudas que ponen en riesgo los derechos fundamentales
de sus habitantes. Nos parece loable que unas cuantas personas ganen millones de veces
más de lo que necesitan, mientras las mayorías desesperan en la miseria. Esta visión
errada debe modificarse con la redacción de una nueva Declaración Universal de los
Derechos Humanos, que deje clara la supremacía de la vida sobre la propiedad,
derrumbe el sistema de explotación creado por las fronteras, y abra el camino para
replantear las estructuras básicas de la ONU.