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Responsabilidad civil de las empresas

Introducción a la Unidad 5
Unidad 5: Responsabilidad civil empresarial en el ámbito de la construcción. Elaborada por Gian Franco Rosso,
Doctor y Magíster en Derecho, Universidad degli Studi di Roma Tor Vergata, Italia. Abogado, Universidad Adolfo
Ibáñez.

Objetivos

Conocer la reglamentación de los principales estatutos de responsabilidad aplicables.


Conocer y comprender los principales problemas interpretativos que se presentan en dichos estatutos.
Conocer las ventajas y desventajas que cada estatuto presenta para ejercer acciones por responsabilidad
civil u oponer debida defensa a ellas.
Proyectar los efectos que pueden tener lugar en las actuaciones presentes de los empresarios de la
construcción.

Introducción
Genéricamente, un “empresario de la construcción” es toda persona natural o jurídica que proyecta, organiza o
ejecuta actividades dirigidas a la confección total o parcial de una obra material inmueble por adherencia o a su
comercialización. De manera que en él caben inmobiliaria, constructoras, oficinas de arquitectura, de ingenieros,
proyectistas, etc.
En el Derecho chileno no existe un estatuto exclusivo que regule cómo deben asumir las consecuencias
perjudiciales que sus actuaciones tienen para otras personas. Es posible atribuir responsabilidad civil al
“empresario de la construcción” a través de diversos regímenes jurídicos generales y especiales que les resultan
aplicables.
Por nuestra parte, dedicaremos esta unidad al estudio particular de los tres regímenes a que más recurren hoy las
eventuales víctimas de perjuicios derivados de actos jurídicos o materiales en que intervienen agentes dedicados
al rubro constructivo e inmobiliario, como son los comprendidos en la Ley de Protección de los Derechos de los
Consumidores (LPDC), en el Código Civil (CC) y en la Ley General de Urbanismo y Construcción (LGUC).
Responsabilidad civil de las empresas

Glosario Unidad 5
Construcción: obras de edificación o de urbanización (art. 1.1.2, DS N° 47, 1992, Ministerio de Vivienda y
Urbanismo OGUC).
Constructor: profesional competente que tiene a su cargo la ejecución de una obra sometida a las
disposiciones de la Ley General de Urbanismo y Construcciones. Se entenderá también por «constructor», la
persona jurídica en cuyo objetivo social esté comprendida la ejecución de obras de construcción y
urbanización y que para estos efectos actúe a través de un profesional competente (art. 1.1.2, DS N° 47,
1992, Ministerio de Vivienda y Urbanismo OGUC).
Consumidores: personas naturales o jurídicas que, en virtud de cualquier acto jurídico oneroso, adquieren,
utilizan, o disfrutan, como destinatarios finales, bienes o servicios (art. 1°, N° 1, Ley N° 19.496).
Elemento constructivo: conjunto de materiales que debidamente dimensionados cumplen una función
definida, tales como muros, tabiques, ventanas, puertas, techumbres, etc. (art. 1°, N° 1, Ley N° 19.496).
Elemento de estructura: todo elemento resistente u orgánico de una construcción, como cimientos, muros
soportantes, suelos, pilares, techumbres, torres y otros análogos (art. 1°, N° 1, Ley N° 19.496).
Inspector técnico: profesional competente, independiente del constructor, que fiscaliza que las obras se
ejecuten conforme a las normas de construcción que le sean aplicables y al permiso de construcción
aprobado. Se entenderá también como tal, la persona jurídica en cuyo objeto social esté comprendido el
servicio de fiscalización de obras y que para estos efectos actúe a través de un profesional competente.
Proveedores: personas naturales o jurídicas, de carácter público o privado, que habitualmente desarrollen
actividades de producción, fabricación, importación, construcción, distribución o comercialización de bienes
o de prestación de servicios a consumidores, por las que se cobre precio o tarifa (art. 1°, N° 2, Ley N°
19.496).
Propietario: persona natural o jurídica que declara, ante la Dirección de Obras Municipales o ante el servicio
público que corresponda, ser titular del dominio del predio al que se refiere la actuación requerida (art. 1.1.2,
DS N° 47, 1992, Ministerio de Vivienda y Urbanismo OGUC).
Propietario primer vendedor: titular del dominio del inmueble en que se ejecutó una obra y que realiza, a
cualquier título, después de su recepción definitiva, la primera enajenación de la totalidad o de cada una de
las unidades vendibles (art. 1.1.2, DS N° 47, 1992, Ministerio de Vivienda y Urbanismo OGUC).
Proyectista: profesional competente que tiene a su cargo la confección del proyecto de una obra sometida a
las disposiciones de la Ley General de Urbanismo y Construcciones (art. 1.1.2, DS N° 47, 1992, Ministerio de
Vivienda y Urbanismo OGUC).
Revisor de Proyecto de Cálculo Estructural: ingeniero civil o arquitecto, con inscripción vigente en el
correspondiente Registro del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que efectúa la revisión del proyecto de
cálculo estructural. Se entenderá también como tal, la persona jurídica en cuyo objetivo social esté
comprendido dicho servicio y que para estos efectos actúe a través de uno de dichos profesionales (art.
1.1.2, DS N° 47, 1992, Ministerio de Vivienda y Urbanismo OGUC).
Revisor independiente: profesional competente, con inscripción vigente en el correspondiente Registro del
Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que verifica e informa al respectivo Director de Obras Municipales que
los anteproyectos, proyectos y obras cumplen con todas las disposiciones legales y reglamentarias
pertinentes. Se entenderá también como tal, la persona jurídica en cuyo objetivo social esté comprendido
dicho servicio y que para estos efectos actúe a través de un profesional competente (art. 1.1.2, DS N° 47,
1992, Ministerio de Vivienda y Urbanismo OGUC).
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Video: Responsabilidad civil empresarial en el ámbito de la


construcción

Vea este video en la versión online de la clase


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Ley de Protección de los Derechos de los Consumidores


(Ley N° 19.496, LPDC)
En este primer apartado profundizaremos en los aspectos principales que abarca la Ley de Protección de los
Derechos de los Consumidores (LPDC) enfocados en el empresario constructor.

1. Aplicación de la LPDC al empresario constructor


Es posible recurrir a este régimen cuando ha tenido lugar la celebración de un contrato de compraventa de un
inmueble destinado a la habitación o bien, un acto jurídico dirigido a su celebración, teniendo el vendedor la
calidad de “proveedor” y el comprador la de “consumidor”.
Ambos conceptos están definidos expresamente en el art. 1° de la ley. Lo relevante, en lo que nos interesa, es
que quedan comprendidos en el concepto de “proveedores” las personas que habitualmente desarrollan
actividades de construcción (que serán inmuebles) o comercialización de bienes (que pueden ser inmuebles) o
de prestación de servicios (que pueden decir relación con inmuebles) por las que se cobre un precio o tarifa que
es pagada por los consumidores que adquieren dichos bienes, o disfrutan o aprovechan los respectivos servicios.
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Adicionalmente, aclara el art. 2°, e) que quedan sujetas a las disposiciones de la ley en comento, “los contratos de
venta de viviendas realizadas por empresas constructoras e inmobiliarias”. Ha existido discusión acerca de qué
contratos se contienen en la expresión utilizada por esta norma: solo los contratos de compraventas o también
otros que se celebran con antelación, los cuales normalmente preparan la venta, como son las reservas de
derechos, los llamados cierres de negocios y las promesas de compraventa, entre los más habituales. Son
especialmente utilizados estos actos en las denominadas ventas en blanco o verde. La mayoría entiende que la
expresión debe aplicarse en un sentido amplio. Nosotros, en la misma línea, creemos que no hay necesidad de
efectuar una interpretación que amplíe el contenido de la expresión, pues literalmente la ley no dice “contratos de
compraventa”, sino “los contratos de venta”, lo que naturalmente incluye a todos los contratos perfeccionados con
la finalidad de celebrar, en última instancia, si se cumplen las condiciones, un contrato de compraventa. De
manera que es la operación inmobiliaria en su conjunto la que queda sujeta a la LPDC y no solo un contrato en
particular.

De modo que, los empresarios de la construcción, en cuanto proveedores, y en la medida que hayan
celebrado contratos como los señalados, deberán asumir las responsabilidades que la LPDC les atribuye.

Fundamental a este respecto será el art. 23, según el cual comete infracción a las disposiciones de la ley el
empresario de la construcción (proveedor) que en la venta de una vivienda o en la prestación de un servicio
relacionado, actuando con negligencia, causa menoscabo al consumidor, entre otras razones, debido a fallas o
deficiencias en la calidad, seguridad o medidas de la respectiva vivienda o del servicio prestado. De la
contravención nacerá para el empresario constructor una responsabilidad infraccional y, adicionalmente, si se han
causado daños al consumidor, una responsabilidad civil. Ambas se podrán hacer efectivas ante el Juzgado de
Policía Local competente.

2. Limitaciones al ámbito de aplicación de la LPDC al empresario


constructor
No obstante la aparente amplitud de la aplicación de la LPDC al empresario constructor, la ley establece
importantes limitaciones, a saber:

i. El inmueble objeto de la relación jurídica solo puede estar destinado a la vivienda, según lo ya expresado.
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ii. No quedan sujetas a las disposiciones de la LPDC los contratos aludidos en lo que digan relación con la
calidad de las viviendas objeto de estos.

Lo anterior debido a que, primero, el citado art. 2°, e), en su segunda parte, expresamente restringe el ámbito de
aplicación de la LPDC a todo lo que no diga relación con las normas sobre la calidad contenidas en la Ley Nº
19.472, que corresponde a los arts. 18 y 19 de la LGUC. Segundo, porque el art. 2° bis dispone que no se sujetan
a la LPDC las actividades de construcción y comercialización de viviendas o de prestación de servicios
relacionados cuando se encuentran reguladas por leyes especiales (salvo desde luego en las materias que estas
últimas no prevean, lo que es ratificado por el 2° bis a.), lo que en este caso sí ocurre a través de los arts. 18 y 19
de la LGUC (referidas a la calidad en la construcción). Prima pues el principio de la especialidad (arts. 4° y 13 del
CC).
Ahora bien, para hacer efectiva la responsabilidad del empresario constructor (proveedor), la LPDC contempla un
procedimiento individual y un procedimiento colectivo. Resulta relevante la distinción pues la exclusión de la
aplicación de la LPDC a la calidad de las viviendas solo tiene lugar respecto de los procedimientos individuales.
Por el contrario, no es aplicable esta restricción cuando está comprometido el interés colectivo. De esta manera,
pueden demandar el Sernac, alguna Asociación de Consumidores o un grupo de consumidores no inferior a 50
personas (art. 51) al empresario constructor indemnizaciones de perjuicios que hubieren sufrido los adquirentes
de viviendas en razón de la mala calidad de las viviendas o de la calidad del servicio prestado, por la vía del
procedimiento colectivo (art. 2° bis b.). Lo anterior, sin perjuicio de iniciar previamente el procedimiento colectivo
de mediación (art. 54 H).

Por tanto, respecto a la atribución de responsabilidad civil por aplicación de la LPDC, existe una “limitación
individual”, por lo que la amplitud vista de los términos del art. 23, quedaría bastante restringida para el
empresario de la construcción en cuanto proveedor. En cambio, existe una “amplitud colectiva”, que
permite la aplicación plena del art. 23.

3. Materias en las que puede atribuirse responsabilidad al empresario


constructor
Excluidas las reclamaciones y acciones individuales de responsabilidad fundadas en la calidad de las viviendas,
cabe preguntarse cuáles son las materias en las que puede atribuirse responsabilidad al empresario constructor
bajo el régimen de la LPDC.
Ellas se reducen a dos ámbitos en la práctica: el de las cláusulas abusivas y el de los incumplimientos
contractuales.

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En cuanto a las primeras, es evidente que los actos jurídicos que los consumidores de viviendas celebran con
inmobiliarias y constructoras son calificables de contratos de adhesión. De ahí que sea plenamente aplicable el
art. 16. Entre las cláusulas denunciadas que más comúnmente son declaradas abusivas, se encuentran las que
facultan al proveedor para cambiar unilateralmente las condiciones contractuales o materiales; le permiten
interpretar el contrato o las cláusulas que se consideren dudosas; no se establece plazo alguno de entrega;
eximen o atenúan la responsabilidad frente a incumplimientos o atrasos del proveedor; etc. (en este sentido, C.
Conce., sentencia de fecha 18 de agosto de 2016, LegalPublishing CL/JUR/6802/2016, Rol N° 159-2016; C.S.,
sentencia de fecha 9 de noviembre de 2015, LegalPublishing CL/JUR/6769/2015, Rol N° 23092-2014).

En cuanto a los incumplimientos contractuales, son comunes los reclamos, denuncias


o demandas especialmente por incumplimientos de los contratos de promesa,
consistentes mayoritariamente en la falta de entrega dentro del plazo.

Mas, no cabe duda que la infracción contractual más relevante y de ordinaria ocurrencia, es el incumplimiento de
lo ofrecido, ya sea porque la vivienda no presenta algún elemento material o servicio ofertado por la empresa
vendedora, o bien porque es conceptualmente dudosa su presencia. Los ejemplos son abundantes en la materia:
piscinas amplias, espectaculares vistas (a la cordillera, al mar, a la naturaleza, etc.), áreas verdes, lavanderías,
áreas de juegos, quincho, acceso a la playa, etc. (v. gr., respecto de este acceso, C. S., sentencia de fecha 9 de
julio de 2014, LegalPublishing CL/JUR/4318/2014, Rol N° 9623-2014).

4. La integración de la publicidad al contrato


La cuestión precedente se enmarca dentro de la llamada integración de la publicidad al contrato, pasando a
formar ella parte de este. La LPDC la regula expresamente en sus arts. 12 y 28. El primero, imponiendo a todo
proveedor de bienes o servicios la obligación de respetar los términos, condiciones y modalidades ofrecidas al
consumidor en que le entregaría el bien o le prestaría el servicio. Y el segundo, estableciendo como infracción
legal el inducir a error o engaño al consumidor a través de cualquier tipo de mensaje publicitario a sabiendas o
debiendo saberlo, respecto de las materias que el art. 28 señala, entre las que se cuentan, por ejemplo, las
características relevantes del bien o servicio destacadas por el anunciante.
Qué contenidos de la publicidad pueden considerase integrantes del contrato y cuáles no, ha constituido un
problema permanente en materia de Derecho del Consumo. Y si bien los autores han dado algunos criterios
posibles de aplicar por los jueces en la línea de la protección de la confianza generada a los consumidores, lo
cierto es que la definición concreta es siempre en última instancia casuística. La dificultad se replica
evidentemente en el rubro de la comercialización de viviendas. Hay ciertas promesas publicitarias sobre las que
no hay dudas que integran el contrato con el carácter de obligaciones, como la existencia de piscinas, de
quinchos, gimnasio, lavandería, un centro comercial, servicio de postventa, etc.
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Otras, por el contrario, objetivamente nadie podría considerarlas seriamente como


condiciones contractuales, como es el caso de mensajes tipo: te cambiará tu vida,
atrévete a ser feliz, goza del aire más puro de la ciudad, tu futuro está aquí, vive
tranquilo, será tu mejor inversión, etc.

Entre estos extremos, la calificación de los más variados mensajes publicitarios puede tornarse difícil.

5. ¿Complementación o exclusión de la aplicación de la LPDC en


materia de publicidad por el art. 18 inc. 7° de la LGUC?
La Ley N° 19.472 de 1996 estableció en el art. 18 que “las condiciones ofrecidas en la publicidad se entenderán
incorporadas al contrato de compraventa”. Si alguna infracción contractual ocurría en esta materia, y entendiendo
que ese era el espíritu del legislador, parecía claro que podía exigirse el cumplimiento del contrato o solicitar una
indemnización de perjuicios, ejerciendo las acciones conforme al procedimiento establecido en el art. 19 de la
LGUC. No podía recurrirse a la LPDC, simplemente porque ésta aún no existía.
Con la entrada en vigencia en 1997 de esta última ley, y la posibilidad de sujetar las relaciones contractuales en
el ámbito de la construcción a ella, dado que podían calificarse de acto mixto, pues las empresas constructoras
ejecutan actos de comercio (art. 3°, N° 20 del Código de Comercio), surgió la duda acerca de cuál ley era
aplicable a las infracciones de la publicidad: solo la LGUC, la LPDC complementada por la LGUC o ambas.
Bajo la tendencia de autores y tribunales de aplicar como norma de rango superior el principio pro consumidor, no
parecen haber dudas de que lo correcto sería permitirle al adquirente optar por el estatuto legal que más le
convenga.
Sin embargo, tal opción, al menos en materia de responsabilidad civil, no resulta legalmente clara, en virtud de las
modificaciones que ha sufrido tanto la LPDC como el actual art. 18 inc. 7° de la LGUC.

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En efecto, por una parte, la Ley N° 19.955 incorporó el art. 2° bis a la LPDC, el cual, como vimos, excluye su
aplicación a las actividades de construcción y comercialización de viviendas o de prestación de servicios
relacionados, cuando se encuentren reguladas por leyes especiales, a través de procedimientos individuales.
Además, la misma norma en su letra c) ratifica que si existe un procedimiento indemnizatorio en una ley especial,
como ocurre con el art. 19 de la LGUC, no puede recurrir al procedimiento individual de la LPDC.
Por otro lado, la Ley N° 21.014 introdujo cambios en materia de integración de la publicidad en el art. 18 inc. 7°,
estableciendo que, además de las condiciones ofrecidas en esta, se entenderá incorporada al contrato de
compraventa “la información que se entregue al comprador”. Además, se especificó que “tal información deberá
expresar claramente la superficie total y útil de la o las unidades que se están ofertando, la de sus terrazas,
bodegas y estacionamientos”.

Esta intervención legislativa pareciera constituir una ratificación en cuanto a que el legislador pretende
regular la integración en los contratos de venta de viviendas de manera especial a través de la LGUC,
excluyendo la aplicación de la LPDC, al menos respecto de los procedimientos individuales dirigidos a
hacer efectiva la responsabilidad extracontractual de los empresarios de la construcción.

Digamos de paso que, cláusula de estilo en todo contrato de compraventa es la mención de que la venta se hace
como especie o cuerpo cierto, a fin de evitar cualquier discusión posterior acerca de su cabida y, en especial, que
el comprador pueda recurrir a la acción de rebaja de precio del art. 1833 del CC. La integración en los contratos
de venta de viviendas de la información sobre la superficie total y útil lleva a la atenuación de los efectos de tal
cláusula para las empresas de la construcción, pues en caso de diferencia de cabida, es posible ahora accionar al
menos por la vía de la LGUC y/o, según lo ya dicho, por la vía de la LPDC.
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6. Relativización de la exclusión de la calidad de la construcción de la


LPDC
La exclusión de las materias sobre calidad de la construcción a la sujeción de la LPDC se encuentra bastante
relativizada en la realidad. Primero, porque el Sernac recibe y tramita sin distinción y automáticamente toda clase
de reclamos individuales, incluyendo aquellos que se refieren a alegaciones sobre fallas o defectos constructivos
que presentan las viviendas. Entre las más comunes se cuentan, por ejemplo:

Asimismo, y en el mismo contexto, provocado mediaciones voluntarias, a pesar de que en algunos casos resulta
muy dudoso de que realmente esté actuando el servicio en favor de un interés colectivo, pareciendo más bien que
actúa en interés individual. Incluso, en ocasiones se extralimita, obviando que de acuerdo al art. 58, su
intervención se limita a aquellos contratos de venta de viviendas a que se refiere el art. 1º del DFL N° 2 de 1959.
Empero, más allá que actuaciones inadmisibles legalmente del Sernac no producen consecuencias para este, su
actitud se comprende jurídicamente en virtud del ejercicio del rol que le entrega el art. 58, en cuanto debe velar no
solo por el cumplimiento de las disposiciones de la LPDC (entre los que se cuentan los ya citados 12, 23 y 28),
sino también por todas las normas en leyes especiales que digan relación con la protección de los derechos de
los consumidores (art. 58, g), pudiendo considerarse parte de ellas las relativas a la calidad de las viviendas (art.
18 de la LGUC). Pero, además, los reclamos individuales le permiten contar con la información necesaria para
iniciar demandas en contra de empresarios de la construcción por estar comprometido el interés colectivo o
difuso, en aplicación del art. 2° bis, b.

Respecto de los tribunales, la tendencia ha sido efectivamente rechazar la aplicación de la LPDC por
cuestiones que digan relación con calidad en la construcción. Sin embargo, no han faltado los fallos que,
por el contrario, han aceptado su aplicación.
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Así, por ejemplo, el caso fallado por la C.A. de Concepción mediante sentencia de fecha 18 de mayo de 2020,
tuvo como antecedente un fallo de 2009 del Primer Juzgado de Policía Local de Los Ángeles, que junto con
aplicar multa a la inmobiliaria por infracción a los arts. 12 y 23 de la LPDC, le ordenó la reparación completa y
definitiva de las fallas de construcción, además de condenarla al pago de una indemnización por concepto de
daño moral (LegalPublishing CL/JUR/52833/2020, Rol N°1201-2019).
Sin embargo, importante por las posibilidades que se abrieron de ejercer acciones de responsabilidad civil por
fallas o defectos constructivos aplicando la LPDC, es la sentencia de fecha 19 de enero de 2015 de la C.S. (VLEX-
553509474 y LegalPublishing CL/JUR/261/2015, Rol N° 28.557-14), a través de la cual afirmó nuestro máximo
tribunal que jamás el actor había pretendido reclamar por un defecto en la construcción, sino que solo pretendía el
resarcimiento de los perjuicios materiales y morales causados con el escurrimiento de aguas servidas, fundando
su acción en la falta de servicio en que habría incurrido la inmobiliaria demandada y su administración en la
solución del problema. En este contexto, aplicó el ya referido art. 23.
Se advierte entonces que sería admisible demandar cuestiones relativas a la calidad de la construcción de las
viviendas, pero alegando que la acción en realidad se ejerce por la mala calidad del servicio prestado, pues el
empresario de la construcción no atendió a los reclamos, no reparó o no lo hizo adecuadamente o en tiempo y
forma, etc. Se comprende la amplitud que toman las posibilidades de demandar por la vía de la LPDC, si se tiene
presente que hoy el servicio de postventa es, en la práctica, un servicio obligatorio.

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Régimen especial de responsabilidad civil unificado del


empresario constructor
A continuación conoceremos el régimen especial de responsabilidad civil relacionado al empresario constructor,
en cuando a la reglamentación, los vicios constructivos que producen la ruina o amenaza de ruina de un edificio,
legitimados activos y pasivos, daños demandables, entre otros.

1. Reglamentación
Este régimen se encuentra regulado en los arts. 2003 y 2324 del CC.
El primero, reglamenta la responsabilidad civil del empresario constructor por los daños ocasionados por un
edificio que perece o amenaza ruina por un vicio de la construcción, la cual tiene como base la celebración de un
contrato de construcción a suma alzada, en el marco de la confección de una obra material. Adicionalmente, por
orden expresa del art. 2004 del CC, la legitimación pasiva incluye a los empresarios de la arquitectura. Dada la
falta de regulación de las otras clases de contratos de construcción, en definitiva la doctrina y los tribunales han
extendido su aplicación a cualquier tipo de relación contractual en el reseñado ámbito.

Se trataría de un estatuto de responsabilidad contractual, en cuanto tiene lugar en el


ámbito del incumplimiento de las condiciones del contrato por el cual un sujeto,
dueño de un terreno (mandante), encarga a un empresario de la construcción la
ejecución y/o diseño de una obra, total o parcialmente.

Sin embargo, el art. 2324 CC, en materia de delitos y cuasidelitos civiles, dispone que cuando la ruina de un
edificio causada por un vicio de construcción produce daños, deberá aplicarse la regla 3.a del art. 2003. En otras
palabras, para el caso en que la víctima no haya celebrado una clase cualquiera de contrato de construcción con
un constructor o arquitecto, y sea por ende respecto a este último un tercero, la acción indemnizatoria se regirá
igualmente por el estatuto contractual.
Lo anterior ha llevado a concluir a la doctrina que el Código Civil no distingue en el ámbito de la responsabilidad
civil que tratamos, entre una contractual y otra extracontractual. Por el contrario, los arts. 2003, 2004 y 2324 del CC
configuran excepcionalmente un régimen de responsabilidad civil unitario, en que los efectos de los daños
provenientes de la ruina de un edificio causada por un vicio constructivo son los mismos. Luego, si unitariamente
considerado no puede ser calificado de contractual, aunque exista un contrato de por medio entre víctima y
empresario de la construcción, necesariamente en lo no regulado deben aplicarse siempre las normas sobre
delitos y cuasidelitos, las cuales conforman el Derecho común de la responsabilidad.
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2. Concepto de ruina
Como se ha visto, se trata de un concepto esencial en este régimen. A su respecto se distingue la ruina física o
material de la ruina funcional.

La primera alude al colapso, caída, destrucción o fractura total o parcial de una edificación construida o en
construcción (idea tomada por ej. del art. 934 del CC). La segunda se refiere al caso en que la edificación
resulte funcionalmente inutilizable para el fin para el que fue construido. Esta última deriva del hecho que
toda obra se proyecta y ejecuta para cumplir un propósito. La ruina funcional importa que este no puede
ser alcanzado total o parcialmente.

Ejemplo típico son los edificios habitacionales, en los cuales no es posible vivir por variadas razones (exceso de
humedad, falta de servicios básicos como electricidad, agua o gas, etc.).
En el caso ya citado fallado por la C.A. de Concepción el 18 de mayo de 2020, entre las cosas alegadas por la
demandante y discutidas en el proceso, fue precisamente si había tenido lugar la ruina del departamento, ya sea
por los daños estructurales que podía presentar, como asimismo si se había comprometido adicionalmente su
habitabilidad por la humedad y estragos causada por esta debido a las aguas que se filtraban de la azotea del
edificio.
Mientras en el Derecho extranjero esta última clase de ruina es ampliamente aceptada, en Chile su penetración
ha sido más resistida. El tema ha estado principalmente influenciado por la discusión acerca de cuál es el ámbito
de aplicación del régimen que comentamos y cuál corresponde al establecido por la LGUC. Ello pues la inclusión
de la ruina funcional en el concepto de ruina importa en definitiva que este se identifique con un concepto más
abierto y flexible como es el de “defectos de construcción”, constituyendo entonces simplemente, en palabras de
Corral, el “resultado de un vicio constructivo que inhabilita a la obra para cumplir adecuadamente sus fines”.
Favorable a esta ampliación del término ha sido principalmente el citado autor quien, siguiendo a la doctrina
española, ha promovido su aplicación en Chile. Otros, en cambio, opinan de diferente modo, como ocurre con
Barros que rechaza la recepción de la ruina funcional al entender que el régimen del CC está reservado para
daños de magnitud, los que se identificarían con el concepto material de ruina, mientras que para las demás fallas
o defectos debiera aplicarse la LGUC.
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Se puede advertir entonces que la interpretación del concepto de ruina tiene importantes consecuencias, pues
entre mayor es la amplitud con la cual se entiende, mayor es la existencia de una superposición entre el régimen
unitario del CC (arts. 2003, 3ª y 2324) y el régimen especial del art. 18 inc. 4° de la LGUC respecto de las
empresas constructoras. En cambio, entre más restrictiva es la interpretación de ruina, menor es dicha
superposición o bien, simplemente inexistente. En todo caso, hoy la mayoría está de acuerdo que esta
superposición se traduce en un derecho de opción en favor de las víctimas, en cuanto pueden elegir demandar
por el régimen especial del CC o a través del régimen especial de la LGUC. Esta opción particularmente se funda
en la expresión “sin perjuicio de lo establecido en el N° 3 del artículo 2003 del Código Civil”.

3. Los vicios constructivos que producen la ruina o amenaza de ruina


de un edificio
El art. 2003, 3ª, plantea la posibilidad de que concurran tres tipos de vicios en la ruina de un edificio: vicio del
suelo, vicio de los materiales y vicio de construcción.

Vicios del suelo

Este no es en caso alguno por sí mismo vicioso. Puede no ser apropiado para emplazar la edificación que se
levanta. De ahí que corresponda a una inadecuada utilización del terreno, que el constructor podía preverlo y
no lo hizo.

Vicios de materiales

Corresponden al empleo de materiales de calidad y naturaleza inadecuada para la construcción de lo que se


encarga, incluso si el propietario los suministra, porque el constructor debió conocer los vicios o bien,
prevenir al dueño (art. 2003, 3ª).

Vicios de construcción

Corresponden a toda falta cometida en la ejecución material de la obra, que pueden ser de muy distinta
naturaleza. De hecho, en este concepto se incluyen los vicios del suelo y de los materiales, pudiendo
sumarse otros, como por ejemplo, vicios de proyecto (diseño o concepción de la obra) o vicios de dirección
técnica (supervigilancia y dirección general de las obras).

A pesar de que los vicios de construcción constituyen un concepto omnicomprensivo de todos los demás, tiene
importancia distinguir la clase de vicio pues detrás de ella, lo que tiene lugar es una diferenciación de las fases
del proceso constructivo y por tanto de los profesionales que intervinieron en cada una de ellas, lo que permite
establecer responsabilidades civiles concretas. Por ejemplo, si una ruina tuvo lugar por un vicio del suelo, se
evidencia un incumplimiento a normas técnico-jurídicas de parte del ingeniero que realizó la mecánica de suelo.
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4. Legitimados activos y pasivos


Podrán demandar la responsabilidad civil del empresario constructor quien le encargó la obra y dueño, por tanto,
del edificio (art. 2003, 3ª). También cualquier tercero perjudicado (art. 2324 del CC), trátese de un tercero relativo
o bien absoluto. Será relativo, cuando la víctima tenga la calidad de titular de un derecho real sobre la edificación
o algún derecho personal respecto de ella. Ejemplos de los primeros son los adquirentes y subadquirentes,
quienes no encargaron la obra, pero se convirtieron en propietarios de ella por sucesivas transferencias.
Asimismo, los arrendatarios, subarrendatarios, comodatarios, personas con opción de compra, etc. Por el
contrario, será absoluto quien no tenga ningún interés patrimonial respecto de la cosa, como los viandantes, los
vecinos, las personas que ingresan en calidad de visitas, etc. En todo caso, es plenamente aplicable el art. 2315
por Derecho común.
Claramente, podrán ser demandados el empresario constructor (persona natural o jurídica) que suscribió el
contrato de construcción con el mandante de la obra (art. 2003, 3ª) y el arquitecto o empresa de arquitectura (art.
2004).

Cabe la duda respecto de los profesionales dependientes tanto del empresario constructor como del arquitecto.
Aunque no lo dice expresamente el art. 2003, 3ª, hay cierto consenso en la doctrina en orden a que se puede
demandar a estos profesionales, en virtud de la referencia de esta disposición a “las personas empleadas”,
interpretándose que la norma permitiría demandar a los dependientes directamente. Por lo demás, es lo que
permite el estatuto común. En el caso particular de los subcontratistas, si bien no son propiamente “empleados”, la
tendencia es a comprenderlos en la expresión “personas empleadas”, pues en caso alguno “empleadas” impone
que la relación por la cual se les encarga una actividad constructiva en la obra deba ser a través de un contrato de
trabajo.

5. Factor de imputación
Al menos originalmente, se ha entendido que los legitimados pasivos responden por culpa presunta,
admitiéndose que prueben lo contrario. En este sentido, expresamente el art. 2003, 4a, alude a las “reglas del
arte”, lo que es indicativo que la responsabilidad se les atribuye por culpa, específicamente por impericia, al haber
contravenido la lex artis.
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Como sabemos, la responsabilidad por culpa importa la valoración de una conducta ejecutada. Sin embargo, en
este régimen la valoración tiene lugar a partir de la cosa edificada, que ha sufrido ruina o la amenaza. Por lo
mismo, la conducta indebida subyace a la ruina y a la causa acreditada (vicio de construcción), esto es, se deduce
o presume de ella.
Modernamente, y en razón de lo anterior, algunos plantean que la atribución de responsabilidad es en realidad
objetiva. Basta que concurra el vicio de construcción y que la ruina se relacione causalmente con este para que
surja la responsabilidad de los sujetos pasivos.

La hipótesis excluiría entonces todo análisis conductual de éstos. Se trataría de un caso de


responsabilidad objetiva calificada, concurriendo, en el caso que la construcción que dio origen a la ruina
haya tenido por antecedentes un contrato de confección, una obligación de resultado (se debe construir sin
que la obra resulte ruinosa o amenace ruina en el plazo de 5 años desde la entrega).

6. Daños demandables
Si bien el art. 2003, 3ª nada dice, por aplicación del estatuto común de responsabilidad (art. 2329),
complementado por el art. 1556, para el caso de que existiese una relación contractual entre el legitimado activo y
pasivo, es posible solicitar la indemnización de todos los perjuicios, tanto materiales como morales. Sí debe
tenerse presente que la ruina por sí misma constituye un daño material tanto para el propietario del edificio, como
para quienes tienen derechos reales sobre el inmueble. Para los terceros relativos y absolutos, solo podrían tener
lugar otros daños materiales (además de los morales) que sean una consecuencia de la ruina.

7. Acción de reembolso (repetición)


Si el empresario constructor o de arquitectura es obligado a reparar daños por las actuaciones de sus
dependientes y subcontratistas, cabe preguntarse si los primeros pueden en contra de los segundos ejercer la
acción de repetición para obtener el reembolso de lo pagado. El CC desde luego nada señala sobre el particular.
La doctrina admite que el condenado pueda ejercer la citada acción en contra de los culpables directos del vicio
que causó la ruina, conforme lo establecido en el art. 2325 (a pesar de que la relación inicial haya sido
contractual, en virtud de tratarse del Derecho común). Sí el art. 2003, 3a impone una diferencia: a los
dependientes también se les aplica la presunción de culpa.

8. Plazo de prescripción
Según el art. 2003, 3ª, para que el empresario constructor o de arquitectura sean responsables, es necesario que
la ruina o amenaza de ruina tenga lugar en los 5 años siguientes a la “entrega del edificio”. Tradicionalmente se
ha entendido que esta corresponde a la recepción municipal definitiva por parte de la respectiva Dirección de
Obras Municipales (DOM). Sin embargo, se trata de una interpretación que no protege adecuadamente a las
víctimas, sobre todo porque el efectivo conocimiento de la ruina o su amenaza, y los daños experimentados, solo
pueden conocerse desde la entrega efectiva. En el caso de la copropiedad inmobiliaria, puede restringirse a la
entrega efectiva para el primer comprador de las respectivas unidades.

Responsabilidad civil de las empresas

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Responsabilidad civil de las empresas

Ahora bien, respecto de este plazo de 5 años, históricamente se ha discutido si se trata de un plazo de
caducidad del derecho a reclamar, de prescripción de la acción o de garantía. La tendencia mayoritaria ha
sido considerarlo un plazo de garantía; o sea, el empresario constructor o de arquitectura garantizan que
en este plazo ningún vicio constructivo provocará la ruina del edificio o provocará la amenaza de tal.
Luego, si estos cinco años solo constituyen un término de garantía, resta saber cuál sería el plazo de
prescripción.

En la materia las opiniones se han dividido. Hay quienes sostienen que a falta de disposición expresa,
correspondería la aplicación de las reglas generales sobre prescripción, lo que implica recurrir al art. 2515, de
manera que las acciones reparatorias en este caso prescriben en 5 años desde que se ha hecho exigible la
obligación. Otros, en cambio, son de la idea que debería distinguirse, dependiendo si se alega una
responsabilidad contractual o extracontractual. La primera llevaría nuevamente a la aplicación del art. 2515,
mientras que la segunda a la aplicación del art. 2332. Finalmente, están quienes sostienen que, tratándose de un
régimen unificado, no puede distinguirse entre responsabilidad contractual y extracontractual, debiendo recurrirse
al Derecho común, lo que significa solo aplicar el art. 2332. Con la mayoría, estamos por esta postura.
Lo anterior importa que el plazo de prescripción puede llegar hasta los 9 años, pues si la ruina o amenaza de
ruina tiene lugar al finalizar los 5 años de garantía, desde ese momento correrán los 4 años que dispone el art.
2332. Incluso, el término podría aún ser mayor, si se considera la doctrina moderna que sostiene que no puede
nacer la acción de reparación mientras la víctima no conozca el daño. Solo en ese momento estaría perpetrado el
hecho ilícito.
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El régimen especial de los art. 18 y 19 de la LGUC


En este apartado veremos las características del régimen especial de los artículos 18 y 19 de la Ley General de
Urbanismo y Construcción (LGUC). ¡Te invitamos a seguir aprendiendo!

1. Pluralidad de legitimados pasivos


Sobre el particular, este régimen especial de responsabilidad civil (introducido por la Ley Nº 19.472 sobre la
calidad en la construcción), presenta tres características particulares:

1 Contempla una pluralidad de legitimados pasivos contra los cuales las víctimas pueden ejercer sus acciones
de indemnización de perjuicios.

2 Los legitimados pasivos responden en virtud de distintos factores de atribución de responsabilidad, algunos
por criterios objetivos y otros por culpa.

3 Conforme a la ley, las acciones se ejercen en forma principal respecto de unos, y de modo subsidiario
respecto de otros.

A. Responsabilidad objetiva y principal


Conforme a lo expresado, la ley atribuye esta responsabilidad al propietario primer vendedor, al primer propietario
y al constructor.

a. Propietario primer vendedor.

Se encuentra expresamente definido en el art. 1.1.2 de la Ordenanza General de Urbanismo y construcciones


(OGUC), destacándose en el concepto que tiene tal calidad todo propietario que realiza la primera enajenación, a
cualquier título, y no solo quien vende. Habitualmente son personas jurídicas, especialmente inmobiliarias.

Su responsabilidad fue introducida precisamente en función de garantía para las


víctimas de daños por fallas o defectos constructivos, pues acreditados estos,
responde siempre frente a las víctimas, resultando la empresa obligada a la
reparación del total de los perjuicios sufridos por ellas, conforme los arts. 18 inc. 1° de
la LGUC y 1.2.3 de la OGUC.

Así, libera a los perjudicados de la tarea de identificar cuál de los intervinientes en el proceso constructivo incurrió
en vicios constructivos y causó el daño con su actividad.
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La responsabilidad de este legitimado activo es objetiva calificada, en cuanto responde por el solo hecho de tener
esta calidad, sin que deba atenderse a la actividad desplegada, que por el contrario, es lo que toma en
consideración la atribución por culpa. Sin embargo, no basta que una nueva edificación haya causado daños y
perjuicios al actor (mera relación de causalidad), pues la ley agrega un requisito adicional, como es que aquellos
provengan de fallas o defectos constructivos.
En virtud del tenor del 18 inc. 1°, el propietario responde de todos los daños, lo que incluye por cierto tanto los
daños materiales como morales que resulten probados. Asimismo, la reparación demandada puede ser en
naturaleza o por equivalencia (indemnización de perjuicios). En esto la ley no contempla ninguna limitación.
Sí se ha discutido el sentido y alcance de la expresión “sea durante su ejecución o después de terminada” del inc.
1° del art. 18. En cuanto a esta última expresión, puede entenderse en dos sentidos:

O alude a las fallas o defectos que se advierten después de finalizada la obra pero en los cuales se incurrió
durante el proceso constructivo.

O bien se refiere a las reparaciones de fallas o defectos presentadas por la edificación después de terminada,
recepcionada y enajenada total o parcialmente.

Por su parte, si se sigue literalmente la norma y la referencia en ella a “durante su ejecución”, habría que concluir
que se trata de daños causados por fallas o defectos que tienen lugar durante el proceso constructivo. Por lo
mismo, cuando aún no ha tenido lugar ni la recepción de las obras ni enajenación alguna. Si así fuera, respecto
de este periodo habría un error en la ley, dado que se trataría de una responsabilidad atribuible solo al constructor
y a otros profesionales de la construcción, pues el propietario primer vendedor aún no existe en tal periodo.
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Nos parece que esta conclusión resulta absurda, frente a la intención del legislador de establecer una
responsabilidad para el propietario primer “vendedor”. De modo que lo más coherente creemos es entender que
este responde de todos los daños causados (después de la enajenación) por fallas o defectos en que incurrieron
los profesionales de la construcción durante el proceso constructivo, como asimismo por las fallas o defectos en
que incurrió el profesional que hubiere ejecutado las necesarias reparaciones después de recepcionada y
enajenada la obra.
Por último, cabe señalar, respecto de este legitimado pasivo como respecto de los otros, que las fallas o defectos
en la construcción no son sino otra forma de expresar la concurrencia de vicios constructivos, términos preferidos
por el CC.

b. “Primer propietario”.

Su responsabilidad fue incorporada por la Ley N° 20.016 al inc. 1° del art. 18, con el objeto de proteger a los
terceros, víctimas de daños derivados de fallas o defectos en la construcción que tuvieran lugar antes de que se
produjera alguna enajenación respecto de la edificación, evitando así una eventual evasión de la responsabilidad
por no tener aún el propietario la calidad de primer vendedor. Sobre el particular, se debe considerar que, o bien
se construye sin la intención de efectuar enajenaciones (v.gr., solo se pretende arrendar unidades) o bien, por
condiciones de mercado, las inmobiliarias o constructoras que desarrollaron el proyecto, antes de enajenar
destinan un tiempo las edificaciones a su arriendo.

El concepto de propietario se encuentra expresamente definido en el art. 1.1.2 de la OGUC, destacando en


lo esencial que corresponde a quien en tal calidad solicita el permiso de construcción a la DOM
correspondiente. Conforme su tenor, si bien el art. 18 inc. 1° no dice “primer” propietario, del contexto se
deduce que no puede sino estar referido al que “por primera vez” construye en un terreno o encarga una
construcción en él. De ahí que, en este sentido, se trate de un primer propietario.

Por último, digamos que a este se le aplica el mismo régimen de responsabilidad del propietario primer vendedor.
Además de no detallar otro estatuto, el inc. 1° del art. 18 claramente dice “esta responsabilidad”, en evidente
alusión a la del propietario primer vendedor.

c. Constructor.

Se trata del legitimado pasivo tradicional, normalmente una persona jurídica, que tiene a su cargo la ejecución de
la obra, proceso en el cual tienen principalmente lugar las fallas o defectos en la construcción. Definidos por el art.
1.1.2 de la OGUC, su responsabilidad ha sido establecida expresamente en el art. 18 inc. 4° y el art. 1.2.6 de la
OGUC. Además, el art. 143 de la LGUC, luego de la reforma de la Ley N° 20.703, junto con ratificar las actividades
tradicionales de las cuales son responsables estos profesionales, adicionó otras anexas, como el tener a su cargo
las “medidas de control y gestión de calidad para que la obra se ejecute de acuerdo a las normas técnicas”. Entre
estas se consideran por ejemplo las medidas que deberán adoptarse para mitigar el ruido y emisiones de polvo.
Respecto a las normas técnicas, es interesante hacer presente que según el art. 2° de la LGUC deben publicarse
en internet y mantenerse a disposición de los interesados.
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Ver: Listado de Normas Técnicas Obligatorias VER

En lo que dice relación con el factor de atribución de responsabilidad, hay acuerdo en que esta también es
objetiva calificada, al surgir si los daños derivan de “fallas o defectos” en la construcción. Alguna duda podría
provocar la referencia a “errores” en el inc. 4° del art. 18, concepto que más bien se vincula a la responsabilidad
por culpa. Mas, dado que basta según la norma una falla o defecto en la construcción, la conclusión acerca de la
naturaleza de la responsabilidad no es alterada.
En todo caso, las fallas, defectos o errores habitualmente importan una infracción a normas legales,
reglamentarias o técnicas, de manera que adicionalmente concurre una culpa contra legem.

B. Responsabilidad subjetiva y principal


Esta responsabilidad recae sobre el arquitecto, el calculista, el mecánico de suelo y diferentes proyectistas.
Para facilitar a las víctimas que estas responsabilidades puedan realmente hacerse efectivas, el art. 18 inc. 7°
obliga al propietario primer vendedor a incluir en la escritura pública de compraventa (si este fuera el título de
enajenación), la individualización de estos profesionales partícipes, conforme a sus respectivas especialidades,
en la edificación de que se trate.
La LGUC atribuye responsabilidad tanto al arquitecto (art. 18 inc. 2°) como al calculista (art. 18 inc. 3°). Primero,
por incumplir las normas legales y reglamentarias, lo que les implica responder por culpa contra legem; y,
segundo, por cometer errores en el ejercicio de sus funciones, lo que importa una valoración técnica de sus
conductas y, por tanto, que responden por impericia (la infracción es entonces a las reglas de la lex artis). La
culpa, en ambos casos, será presunta, pues se entenderá que ella concurre en el primer caso por la sola prueba
de la infracción, salvo que se acredite una eximente de responsabilidad; y, en el segundo caso, los defectos de lo
edificado serán un indicio de la impericia.
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Por su parte, el art. 18 inc. 3°, le atribuye responsabilidad al “profesional competente que haya realizado el
estudio de mecánica de suelos” (mecánico de suelo). Y, aunque en la referencia a estos profesionales la
disposición no señala las fuentes de su responsabilidad, se entiende, conforme por el contexto de la misma, que
les resulta aplicable las mismas reglas contenidas en la primera parte del inciso respecto del calculista; o sea,
responden también por culpa presunta, sea contra legem o por impericia.
Finalmente, a los proyectistas (definidos por el art. 1.1.2 de la OGUC), profesionales que realizan los proyectos de
ingeniería de detalle, la responsabilidad les es atribuida expresamente por el art. 1.2.4 de la OGUC, no así por el
art.18, pues la Ley N° 20.703 eliminó la atribución específica que a su respecto contenía la norma. No obstante
esta eliminación, los proyectistas figuran en el listado de profesionales que la escritura de compraventa debe
individualizar, señalando el inc. 7° que a los profesionales contenidos en el listado puede asistir responsabilidad
de acuerdo a la LGUC.
Según el art. 1.2.4 de la OGUC, serán responsables en sus respectivos ámbitos de competencia por los errores en
que hayan incurrido, si de estos se han derivado daños o perjuicios. La responsabilidad se determina, por tanto, a
través de una valoración técnica de su actuación (impericia). Es sí dudoso que en este caso estemos en presencia
de una culpa presunta, salvo que “el error” consistiese en infringir la normativa a que el profesional se encuentra
sujeto en su actividad.

C. Responsabilidad subjetiva y subsidiaria


Esta es atribuida al inspector técnico de obras (ITO), al revisor independiente de obras y al revisor independiente
del proyecto de cálculo estructural, todos los cuales deben también ser incluidos por el propietario primer
vendedor en la escritura pública de compraventa.
Conforme a las definiciones que da el art. 1.1.2 de la OGUC de estos legitimados pasivos, los servicios
respectivos pueden prestarse como personas jurídicas, actuando a través de profesionales competentes. Esto
lleva a que pueda configurarse una responsabilidad empresarial por los hechos de los dependientes.

La naturaleza de estas actividades profesionales es de supervigilancia, verificando


fundamentalmente el cumplimiento de las normas legales, reglamentarias y
administrativas en la ejecución de la obra, en la confección de los proyectos de
construcción y en el proyecto y memoria de cálculo respectivamente (arts. 1.2.8 de la
OGUC; 18 inc. 5°, 143 inc. 5°, 116 bis inc. 2°; y 116 bis A).

De ahí que se trata de una responsabilidad subjetiva por culpa contra legem, como asimismo por impericia, por
infringir los deberes profesionales de supervigilancia.
En el caso del inspector técnico de obras y del revisor independiente del proyecto de cálculo estructural, resulta
relevante tener presente que la Ley N° 20.703 contempla en sus arts. 7° y 14 las infracciones que estos
profesionales pueden cometer en sus funciones, y las sanciones que les pueden ser aplicadas. De manera que, a
través del procedimiento establecido en la referida ley (art. 15 y ss.), quedan acreditadas las infracciones y por
ende la culpa, sirviendo de base para el proceso de responsabilidad civil.
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Finalmente, y es la característica particular de la responsabilidad de estos profesionales y sus empresas frente a


los precedentes, expresamente la LGUC dispone que responden subsidiariamente: el inspector técnico de obra
en subsidio del constructor (143 inc. 6°), el revisor independiente de obras en subsidio del arquitecto (116 bis inc.
3° y 1.2.5 de la OGUC) y el revisor independiente del proyecto cálculo estructural, en subsidio del calculista (116
bis a. inc. 3°).

2. Responsabilidad solidaria y concurrente


La pluralidad de legitimados pasivos en este régimen, generó la tendencia al ejercicio de acciones solidarias en
contra de todos o de un conjunto de los eventuales responsables. Normalmente, al menos, se solicitaba que se
condenara solidariamente al propietario primer vendedor y el constructor.

No fueron pocos los fallos que acogieron efectivamente las demandas solidarias entre los responsables.
Esta responsabilidad era basada fundamentalmente en el art. 2317 del CC, entendiendo que todos los
demandados habían participado en el hecho ilícito dañoso, así como por la circunstancia que el art. 18
consagra acciones de reembolso en favor del propietario primer vendedor y del constructor, las cuales son
propias de la solidaridad, según el art. 1522.

Sin embargo, debe descartarse que el régimen especial de responsabilidad del art. 18 de la LGUC haya
consagrado alguna responsabilidad solidaria entre los legitimados pasivos que comprende, o que sea posible
“deducirla” de su texto. Esto puesto que, primeramente, el art. 18 inc. 6°, como asimismo el art. 1.2.11 de la OGUC,
sola y expresamente, disponen que las personas jurídicas son solidariamente responsables con el profesional
competente que actuó por ellas; esto es, con las personas naturales que trabajan para el propietario primer
vendedor, la empresa constructora u otros responsables, que hayan sido individualizados en el permiso de
construcción. En este sentido es correcto el fallo de la la C.A. de Concepción al cual ya hemos aludido, en que se
condenó solidariamente a los constructores junto con la inmobiliaria al pago de la indemnización, pues quien
construyó fue esta última, actuando por ella los constructores.
En segundo lugar, el art. 1522 del CC exige que la responsabilidad solidaria sea introducida expresamente por la
ley y, en el régimen en estudio, solo fue establecida la solidaridad antes señalada; y, 3°) no puede aplicarse el art.
2317 del CC, pues no se logran reunir en este régimen los presupuestos de esta disposición.
Sobre esto último, debe recordarse que el art. 2317 establece una responsabilidad por delito o cuasidelito, lo que
significa que el hecho ilícito requiere de dolo o culpa. De modo que el propietario primer vendedor, el primer
propietario y el constructor resultan descartados pues precisamente se les atribuye responsabilidad objetivamente
por fallas o defectos en la construcción. Pero, además, es necesario que el hecho ilícito dañoso sea cometido por
las dos o más personas responsables, lo que es imposible. Primero, porque el propietario primer vendedor no
responde por sus conductas, de manera que nada “comete”; y, segundo, porque cada uno del resto de los
responsables tienen su propio ámbito de acción, no siendo posible que realicen el mismo hecho que genere la
falla o defecto (ej. el arquitecto diseña la obra y la empresa constructora la ejecuta según lo proyectado).
Como ya ha establecido la moderna doctrina, lo que existe verdaderamente entre los diversos responsables son
obligaciones concurrentes (y no solidarias). Las obligaciones concurrentes son aquellas que tienen dos o más
deudores frente a un idéntico acreedor, originadas en causas diversas, y que se caracterizan por el hecho de que
el objeto de las mismas coincide total o parcialmente. Ejemplo típico son las obligaciones de indemnizar los
perjuicios causados por el autor de un delito o cuasidelito y la obligación indemnizatoria de un tercero respecto
del cual el primero es dependiente (arts. 2314 y 2320 del CC).
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A pesar de que ambos deudores están obligados a pagar el total de la indemnización


al mismo acreedor y hay coincidencia en el objeto, la causa de ellas es diferente, no
teniendo lugar la solidaridad (lo que históricamente ha sido reconocido por la
jurisprudencia).

En virtud de su función de garantía, el propietario primer vendedor, y en virtud de esta calidad, estará siempre
obligado por la ley a reparar el total de los daños y perjuicios causados a las víctimas. Los otros responsables, en
cambio, serán obligados a la reparación de los daños que provengan exclusivamente de su ámbito de
competencias. Así, si se deben a fallas o defectos en el diseño, el arquitecto estará obligado a pagar el total de los
daños, pero en ningún caso el constructor. O bien, si la víctima sufrió daños en parte causados por fallas o
defectos del diseño y en parte causado por la ejecución de las obras, tanto el arquitecto como el constructor solo
estarán obligados a reparar los daños causados exclusivamente en el ámbito de su actividad.
El carácter de concurrentes de las obligaciones de los legitimados pasivos del régimen especial en estudio fue
reconocido por la C.S. en sentencia de fecha 20 de abril de 2016 (LegalPublishing CL/JUR/2581/2016, Rol Nº
2420-2015), momento a partir del cual dicha naturaleza ha sido reconocida ampliamente.
Lo anterior lleva a que en la solidaridad rija el principio de que lo que beneficia o perjudica a uno de los
acreedores o deudores, beneficia o perjudica a los otros coacreedores o codeudores, el que no tiene lugar en las
obligaciones concurrentes; es decir, no tienen lugar los llamados efectos secundarios de la solidaridad. Entre
ellos se cuentan la interrupción de la prescripción, la prescripción extintiva, la culpa por pérdida de la cosa debida,
la remisión de las deudas y la mora. De manera que, por ejemplo, la acción en contra del propietario primer
vendedor no interrumpe la prescripción respecto de los otros legitimados pasivos. El fallo de la C.S. citado
reconoció precisamente que estos efectos secundarios no se aplican a las obligaciones concurrentes y, por tanto,
a las obligaciones impuestas por el art. 18 a los responsables.

3. Acción de repetición
El art. 18 expresamente en sus incisos 1° y 4° consagra la acción de reembolso en favor del propietario primer
vendedor, del primer propietario y de los constructores, para el caso de que hayan debido responder por fallas o
defectos cuya causa es atribuible a terceros.
Mas, ha surgido necesariamente la duda acerca de si los otros profesionales, sobre todo las empresas que han
debido indemnizar perjuicios por los hechos de sus dependientes, disponen de esta acción, pues de acuerdo a lo
dicho, responden por culpa propia. Por ejemplo, típico caso es el de las llamadas “oficinas de arquitectura” u
“oficinas de cálculo”. Frente a la omisión de la LGUC, los autores están de acuerdo que esta se suple recurriendo
al Derecho común, aplicándose el art. 2325. De manera que los casos no regulados igualmente tienen cobertura
a través de esta ley.
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Respecto de los requisitos de procedencia de la acción de repetición, hay consenso en la necesidad de que haya
tenido lugar el pago con todas sus exigencias conforme el art. 1568 (identidad, integridad e indivisibilidad). La
C.A. de Concepción, en fallo de fecha 28 de marzo de 2016 (LegalPublishing, CL/JUR/4550/2016, Rol N° 2027-
2015) rechazó la acción de repetición ejercida por una inmobiliaria en contra de una empresa constructora,
fundada en el art. 18 inc. 1°, por no haber acreditado el pago efectivo. La inmobiliaria había sido ejecutada para el
pago de la indemnización, y le había sido rematado un inmueble, pero el precio obtenido en la subasta solo
cubrió parcialmente las indemnizaciones a las que fue condenada.
También hay coincidencia entre los autores y los tribunales en que adicionalmente, la acción no debe encontrarse
prescrita. Por el contrario, no hay acuerdo en el plazo de prescripción. Ni siquiera el art. 18 LGUC ha señalado un
plazo de prescripción para las acciones de repetición que regula. Si acudimos al Derecho común, observaremos
que ya en este no hay acuerdo en el tiempo que debe aplicarse para la acción del art. 2325. Según la doctrina
tradicional, debiera aplicarse el art. 2332, pues este expresamente dice “las acciones que concede este título…”,
lo que comprendería a la de repetición. Cuestión distinta es desde cuándo se cuentan los 4 años, pues según
algunos debieran correr desde la misma comisión material del hecho ilícito, mientras que la mayoría estima que
se cuentan desde el pago. Otros estiman que debe acudirse a las reglas generales sobre prescripción, y por lo
tanto debe aplicarse el art. 2515 del CC, es decir, 5 años, desde que la obligación se ha hecho exigible, lo que
ocurre con el pago.
Finalmente, la tendencia es a exigir además que concurra una sentencia judicial (a la cual se asimila la
conciliación dado su carácter de acto procesal), en virtud de la cual se haya efectuado el pago.
La doctrina y jurisprudencia no duda que sirve de título para ejercer una acción de repetición, a pesar de su efecto
relativo según el art. 3°, inc. 2° del CC. Esto pues hay casos en que las sentencias judiciales excepcionalmente
producen efectos “ultra partes”. La acción de repetición contra terceros es uno de ellos.
Ahora bien, cabe además preguntarse si es posible admitir como título para el pago y fundamento de la acción de
reembolso la transacción (a la cual se asimila al avenimiento). Pensemos en los casos en que las inmobiliarias y
constructoras están dispuestas a llegar a un acuerdo con las víctimas, tanto para dar pronto término al juicio o
evitarlo, como para lograr un pago menor. Asimismo, las víctimas están dispuestas a renunciar a parte de la
indemnización, a cambio de un pronto pago. De manera que la utilidad de la transacción en la práctica es
evidente.

Responsabilidad civil de las empresas

25
Responsabilidad civil de las empresas

Su procedencia es admitida respecto de la acción civil que nace de un delito, conforme el art. 2449 y no hay
dudas que produce el efecto de cosa juzgada, como dispone el art. 2460. Sin embargo, se trata de un contrato que
produce solo efecto relativo, más aún cuando siempre se le ha considerado intuito personae, todo a la luz de los
arts. 2461 y 2456. De ahí que admitirla como título para el ejercicio de la acción de reembolso ha sido discutida,
particularmente frente a la regla general del art. 2325. En relación a este, mientras algunos sostienen que la ley no
distingue si fueron las personas obligadas a reparar por sentencia judicial, por una transacción o hicieron un pago
voluntario, otros entienden que la transacción no beneficia a los titulares de la acción de reembolso ni perjudica a
los terceros, según el art. 2461 del CC.
Si bien la tendencia de nuestros tribunales es a exigir sentencia judicial, y a declarar la inoponibilidad de la
transacción, como por ejemplo ha expresado la C.S. en un fallo de 21 de septiembre de 2017 (LegalPublishing
CL/JUR/6069/2017, Rol N° 15429-2017), las excepciones no faltan. En efecto, el árbitro arbitrador don Roberto
Guerrero (CAM, Rol N° 1841-2013), rechazó que deba existir necesariamente una sentencia judicial, pues no
existe norma que así lo establezca, y la inmobiliaria efectivamente pagó por los daños imputables a la empresa
constructora.
En definitiva, el gran problema de admitir la transacción, y que en este último proceso se alegó por parte del
demandado, es que sin sentencia judicial no habría certeza respecto de si el demandado contra el cual se repite
se encuentra realmente obligado al pago que se le exige (por ejemplo, si la constructora incurrió o no en defectos
o fallas en la construcción), y el valor de los perjuicios. Puede resultar muy simple para el propietario primer
vendedor transar, obligarse y pagar cualquier cifra, a sabiendas de que luego puede repetir, fundando su acción
en la sola transacción. Pero claro, como dijimos, esta conclusión inhibe las transacciones y perjudica a las
víctimas, salvo que el futuro demandado acepte comparecer a la transacción (lo que ocurre en la práctica en virtud
de las relaciones comerciales entre los eventuales responsables).
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4. Plazos de prescripción de la acción de reparación


Desde la reforma efectuada por la Ley N° 20.016, el art. 18 inc. 9° diferencia los plazos de prescripción sobre la
base de cuatro categorías de elementos que pueden resultar afectados por fallas o defectos. Así tenemos
entonces que:

1 Si las fallas o defectos afectan a la “estructura soportante del inmueble”, el plazo de prescripción es de diez
años, contados desde la recepción definitiva de la obra por parte de la DOM (art. 18 inc. 9°, n° 1 e inc. 11°).

2 Si las fallas o defectos afectan a los “elementos constructivos o elementos de las instalaciones”, el plazo de
prescripción es de cinco años contados desde la recepción definitiva por la DOM (art. 18 inc. 9°, n° 2 e inc.
11°).

3 Si las fallas o defectos afectan a “elementos de terminaciones o de acabado de obra”, el plazo de


prescripción es de tres años contados desde la inscripción del inmueble a nombre del comprador en el
Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces (CBR) (art. 18 inc. 9°, n° 3 e inc. 11°).

4 Si se trata de “otras fallas o defectos”, o bien estas “no son asimilables o equivalentes” a las mencionadas en
las categorías anteriores, el plazo de prescripción es de cinco años contados desde la recepción definitiva
por la DOM (art. 18 inc. 10°).

Las cuatro categorías antes individualizadas han presentado dos grandes dificultades.
La primera, las permanentes discusiones en juicio entre las partes a efectos de que se aplique un mayor o menor
plazo de prescripción. Ello pues, como puede apreciarse, cuestión fundamental para el cómputo de los plazos, es
la determinación de la naturaleza del elemento de la construcción afectado o bien, si se trata de instalaciones.
Sobre el particular, estimamos que los jueces no tienen la facultad de “atribuir” la correspondiente naturaleza, sino
que reconocer aquella que le fue dada ex ante, ya sea en el proyecto o bien por el propio ordenamiento jurídico.
En este sentido, la naturaleza de los elementos depende de si tienen o no una función definida y, de tener función,
si ella es soportante de la edificación o no. De modo que, si en el proyecto se le entregó función soportante, el
elemento debe ser reconocido como “estructura soportante”; si la función es otra, será elemento constructivo; si no
tiene función alguna definida, constituirá un elemento de terminación o de acabado; y, si en los proyectos o la ley
se le da el carácter de instalación, no podrá dársele una calificación distinta. Lo expresado se concluye
principalmente de las definiciones de “elemento de estructura” y “elemento constructivo” contenidas en el art. 1.1.2
de la OGUC, como asimismo de las calificaciones del ordenamiento jurídico a las instalaciones, como por ejemplo
en la definición de “piso mecánico” en el mismo art. 1.1.2 o el art. 1° de la Ley de Servicios de Gas, el cual define
qué se entiende específicamente por “instalaciones de gas”.
Responsabilidad civil de las empresas

Por lo dicho, no creemos aceptable respecto de la cuarta categoría, que el juez pueda andar efectuando
asimilaciones o equivalencias respecto de elementos no mencionados por el art. 18 inc. 9°. Sí en cambio que es
posible que aparezcan elementos no considerados en las categorías, caso en que el plazo de prescripción fijado
es de 5 años. Puede verse artículo citado en la bibliografía de este profesor, especialmente destinado a este tema.
La segunda problemática dice relación con las fallas o defectos dañosos, respecto a los cuales las inmobiliarias o
empresas constructoras han procedido a repararlas dentro de plazo pero que, a pesar de la intervención, posterior
a esta reaparecen las mismas fallas o defectos. Muchas veces por mala ejecución de las reparaciones, y otras
tantas por haberse solo reparado manifestaciones de la falla o defecto, pero no propiamente este último. Lo dicho
tiene especialmente lugar respecto de los servicios de postventa que ofrecen los propietarios primeros
vendedores.

Ahora bien, ¿qué ocurre si la reaparición de las fallas o defectos tiene lugar una vez transcurridos los
plazos de prescripción contados desde el momento que indica el art. 18 inc. 9°? ¿Es posible igualmente
su ejercicio o se entienden extinguidas?

Evidentemente, al tenor de la disposición, la respuesta es efectivamente la imposibilidad de ejercer acciones de


reparación, siguiendo el procedimiento del art. 19 de la LGUC, pues estarían ellas prescritas. Empero, frente a la
desprotección que ello implicaría para las víctimas, la jurisprudencia ha encontrado la solución a través de la
institución de la interrupción natural consagrada en el art. 2518 inc. 2° del CC, entendiendo que el legitimado
pasivo que repara, ha reconocido al menos tácitamente la obligación, de modo que el tiempo de prescripción se
renueva a partir de la fecha en que finalizó la intervención. Lo mismo ocurre en los casos que no ha tenido lugar la
reparación, pero el responsable admite que ellas son necesarias (v.gr., a través de carta o email). En la doctrina
de la interrupción natural, tuvo particular incidencia el fallo de la C.S. de fecha 29 de octubre de 2008 en la causa
“Lazcani con Inmobiliaria Fourcade” (LegalPublishing CL/JUR/5030/2008, Rol N° 4727-2007), que acogió
precisamente esta tesis, seguida posteriormente por otras sentencias.

Responsabilidad civil de las empresas

28
Responsabilidad civil de las empresas

Por nuestra parte, estimamos que la interrupción natural no resuelve el problema del todo, pues dado que la
obligación de reparación es para los legitimados pasivos una obligación concurrente y no solidaria, la interrupción
solo tiene lugar respecto de la empresa que reparó o reconoció que debían efectuarse reparaciones, no así
respecto de los otros responsables. Por ejemplo, si reparó la constructora, la interrupción se produjo respecto de
esta. Luego, si las fallas o defectos persisten, y ya transcurrieron los plazos del art. 18 inc. 9°, la víctima solo podrá
demandar por este régimen a dicha constructora y no al propietario primer vendedor.
Por ello estamos de acuerdo con quienes sostienen que los plazos del art. 18 inc. 9°, siguiendo la línea del
término del art. 2003, 3ª, son al mismo tiempo de garantía legal; es decir, el legislador introdujo plazos con dos
naturalezas: de prescripción y de garantía. Siendo así, creemos que en la materia lo correcto es aplicar los efectos
propios de una garantía legal: cada vez que hay una reparación de fallas o defectos, tiene lugar una renovación
del plazo respectivo de prescripción respecto de todos los legitimados pasivos, y no solo frente al que reparó. De
esta renovación, no solo pueden gozar los adquirentes de los inmuebles, sino los subadquirentes como asimismo
cualquier tercero. Se trata de una solución ya consagrada en favor de los consumidores en el art. 20, e), de la Ley
N° 19.496. No se ve por qué el criterio debe ser distinto respecto de los consumidores de inmuebles y terceros, de
acuerdo a la protección que el art. 18 de la LGUC otorga a las víctimas.
Responsabilidad civil de las empresas

Resumen Unidad 5
Es posible recurrir a la Ley de Protección de los Derechos de los Consumidores (LPDC) cuando ha tenido lugar la
celebración de un contrato de compraventa de un inmueble destinado a la habitación o bien, un acto jurídico
dirigido a su celebración, teniendo el vendedor la calidad de “proveedor” y el comprador la de “consumidor”.
Aclara el art. 2°, e) que quedan sujetas a las disposiciones de la ley en comento “los contratos de venta de
viviendas realizadas por empresas constructoras e inmobiliarias”.
Por aplicación del art. 23, comete infracción a las disposiciones de la ley el empresario de la construcción
(proveedor) que en la venta de una vivienda o en la prestación de un servicio relacionado, actuando con
negligencia, causa menoscabo al consumidor, entre otras razones, debido a fallas o deficiencias en la calidad,
seguridad o medidas de la respectiva vivienda o del servicio prestado. De la contravención nacerá para el
empresario constructor una responsabilidad infraccional y, adicionalmente, si se han causado daños al
consumidor, una responsabilidad civil.

Limitaciones al ámbito de aplicación de la LPDC al empresario constructor


La LPDC establece importantes limitaciones, a saber:
El inmueble objeto de la relación jurídica solo puede estar destinado a la vivienda.
No quedan sujetas a las disposiciones de la LPDC los contratos aludidos en lo que digan relación con la
calidad de las viviendas objeto de estos.

Materias en las que puede atribuirse responsabilidad al empresario constructor


Se reducen a dos ámbitos en la práctica: el de las cláusulas abusivas y el de los incumplimientos contractuales.

La integración de la publicidad al contrato


La LPDC la regula expresamente en sus arts. 12 y 28. El primero, imponiendo a todo proveedor de bienes o
servicios la obligación de respetar los términos, condiciones y modalidades ofrecidas al consumidor en que le
entregaría el bien o le prestaría el servicio. Y el segundo, estableciendo como infracción legal el inducir a error o
engaño al consumidor a través de cualquier tipo de mensaje publicitario a sabiendas o debiendo saberlo,
respecto de las materias que el art. 28 señala, entre las que se cuentan, por ejemplo, las características relevantes
del bien o servicio destacadas por el anunciante.

¿Complementación o exclusión de la aplicación de la LPDC en materia de publicidad


por el art. 18 inc. 7° de la LGUC?
La Ley N° 19.472 de 1996 estableció en el art. 18 que “las condiciones ofrecidas en la publicidad se entenderán
incorporadas al contrato de compraventa”. Si alguna infracción contractual ocurría en esta materia, y entendiendo
que ese era el espíritu del legislador, parecía claro que podía exigirse el cumplimiento del contrato o solicitar una
indemnización de perjuicios, ejerciendo las acciones conforme al procedimiento establecido en el art. 19 de la
LGUC. No podía recurrirse a la LPDC, simplemente porque ésta aún no existía.
La Ley N° 21.014 introdujo cambios en materia de integración de la publicidad en el art. 18 inc. 7°, estableciendo
que, además de las condiciones ofrecidas en esta, se entenderá incorporada al contrato de compraventa “la
información que se entregue al comprador”. Además, se especificó que “tal información deberá expresar
claramente la superficie total y útil de la o las unidades que se están ofertando, la de sus terrazas, bodegas y
estacionamientos”.

Régimen especial de responsabilidad civil unificado del empresario


Responsabilidad civil de las empresas

constructor
El régimen especial de responsabilidad civil unificado del empresario constructor se encuentra regulado en los
arts. 2003 y 2324 del Código Civil. El primero, reglamenta la responsabilidad civil del empresario constructor por
los daños ocasionados por un edificio que perece o amenaza ruina por un vicio de la construcción, la cual tiene
como base la celebración de un contrato de construcción a suma alzada, en el marco de la confección de una
obra material. Sin embargo, el art. 2324 CC, en materia de delitos y cuasidelitos civiles, dispone que cuando la
ruina de un edificio causada por un vicio de construcción produce daños, deberá aplicarse la regla 3.a del art.
2003.
El art. 2003, 3ª, plantea la posibilidad de que concurran tres tipos de vicios en la ruina de un edificio: vicio del
suelo, vicio de los materiales y vicio de construcción.
Podrán demandar la responsabilidad civil del empresario constructor quien le encargó la obra y dueño, por tanto,
del edificio (art. 2003, 3ª). También cualquier tercero perjudicado (art. 2324 del CC), trátese de un tercero relativo
o bien absoluto. Será relativo cuando la víctima tenga la calidad de titular de un derecho real sobre la edificación o
algún derecho personal respecto de ella. Ejemplos de los primeros son los adquirentes y subadquirentes, quienes
no encargaron la obra, pero se convirtieron en propietarios de ella por sucesivas transferencias. Asimismo, los
arrendatarios, subarrendatarios, comodatarios, personas con opción de compra, etc. Por el contrario, será
absoluto quien no tenga ningún interés patrimonial respecto de la cosa, como los viandantes, los vecinos, las
personas que ingresan en calidad de visitas, etc.
Según el art. 2003, 3ª, para que el empresario constructor o de arquitectura sean responsables, es necesario que
la ruina o amenaza de ruina tenga lugar en los 5 años siguientes a la “entrega del edificio”. Tradicionalmente se
ha entendido que esta corresponde a la recepción municipal definitiva por parte de la respectiva DOM. Sin
embargo, se trata de una interpretación que no protege adecuadamente a las víctimas, sobre todo porque el
efectivo conocimiento de la ruina o su amenaza, y los daños experimentados, solo pueden conocerse desde la
entrega efectiva. En el caso de la copropiedad inmobiliaria, puede restringirse a la entrega efectiva para el primer
comprador de las respectivas unidades.

Régimen especial de los artículos 18 y 19 de la Ley General de


Urbanismo y Construcción (LGUC)
Este régimen especial de responsabilidad civil presenta tres características particulares:
1 Contempla una pluralidad de legitimados pasivos contra los cuales las víctimas pueden ejercer sus acciones
de indemnización de perjuicios.
2 Los legitimados pasivos responden en virtud de distintos factores de atribución de responsabilidad, algunos
por criterios objetivos y otros por culpa.
3 Conforme a la ley, las acciones se ejercen en forma principal respecto de unos, y de modo subsidiario
respecto de otros.

Responsabilidad objetiva y principal: la ley atribuye esta responsabilidad al propietario primer vendedor, al
primer propietario y al constructor.
Responsabilidad subjetiva y principal: esta responsabilidad recae sobre el arquitecto, el calculista, el mecánico
de suelo y diferentes proyectistas.
Responsabilidad subjetiva y subsidiaria: esta es atribuida al inspector técnico de obras (ITO), al revisor
independiente de obras y al revisor independiente del proyecto de cálculo estructural, todos los cuales deben
también ser incluidos por el propietario primer vendedor en la escritura pública de compraventa.
Responsabilidad solidaria y concurrente: la pluralidad de legitimados pasivos en este régimen, generó la
tendencia al ejercicio de acciones solidarias en contra de todos o de un conjunto de los eventuales responsables.
Normalmente, al menos, se solicitaba que se condenara solidariamente al propietario primer vendedor y el
Responsabilidad civil de las empresas

constructor. Esta responsabilidad era basada fundamentalmente en el art. 2317 del CC, entendiendo que todos
los demandados habían participado en el hecho ilícito dañoso, así como por la circunstancia que el art. 18
consagra acciones de reembolso en favor del propietario primer vendedor y del constructor, las cuales son
propias de la solidaridad, según el art. 1522. Sin embargo, en la actualidad la tendencia de la jurisprudencia y de
la doctrina es considerar que las obligaciones de los legitimados pasivos son concurrentes. Aunque todas tienen
el mismo acreedor, nacen de causas distintas, solo coinciden total o parcialmente en el objeto y a ellas no les
resultan aplicables los efectos secundarios de las obligaciones solidarias.
Responsabilidad civil de las empresas

Bibliografía Unidad 5
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