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ETAPA V: RESULTADOS Resultados funcionales. ¿De qué manera un conflicto puede ser una
fuerza que aumente el desempeño del grupo? Es difícil concebir una situación en la que
agresiones abiertas o violentas sean funcionales, pero hay numerosos casos en los que es
posible imaginar que grados bajos o moderados de conflictos mejoran la eficacia de un
grupo. Como se nos dificulta pensar en situaciones en las que un conflicto puede ser
constructivo, veamos algunos ejemplos antes de revisar las pruebas de la investigación.
Observe que todos estos ejemplos se centran en los conflictos por las tareas y los procesos,
con exclusión de las relaciones. Un conflicto es constructivo cuando mejora la calidad de las
decisiones, estimula la creatividad y la innovación, alienta el interés y la curiosidad entre los
miembros, provee un medio para airear los problemas y liberar tensiones y fomenta un
ambiente de autoevaluación y cambio. Las pruebas indican que los conflictos pueden
mejorar la calidad de la toma de decisiones al hacer que en las decisiones importantes se
ponderen todos los puntos, sobre todo aquellos que son inusuales o que defiende una
minoría. Los conflictos son un antídoto contra el pensamiento de grupo. No permite que el
grupo “dé trámite” pasivamente a decisiones que quizá se funden en premisas débiles, una
consideración inadecuada de las alternativas pertinentes u otras fallas. Los conflictos ponen
en tela de juicio el estado de cosas y, por tanto, impulsan la creación de ideas nuevas,
promueven la reevaluación de las metas y actividades del grupo y aumentan la probabilidad
de que el grupo responda al cambio. Resultados disfuncionales. Se conocen bien las
consecuencias destructivas de un conflicto en el desempeño de un grupo u organización.
En una síntesis aceptable diríamos: la oposición incontrolada genera descontentos que
disuelven los lazos comunes y al final destruyen el grupo. Desde luego, una abundante
bibliografía documenta cómo los conflictos, en su variedad disfuncional, pueden reducir la
eficacia de los grupos. Entre las consecuencias menos deseables están que retardan la
comunicación, se reduce la cohesión del grupo y se subordinan las metas generales del
grupo a las luchas internas de los miembros. En casos extremos, los conflictos paralizan el
funcionamiento del grupo y ponen en peligro su supervivencia. La desaparición de una
organización como resultado de demasiados conflictos no es tan extraña como parecería a
primera vista. Por ejemplo, uno de los bufetes de abogados más conocidos de Nueva York,
Shea & Gould, cerró exclusivamente porque sus 80 socios no se llevaban bien. Un asesor
legal que conocía la organización, explicó que “era una empresa cuyos miembros tenían
diferencias fundamentales y de principios esencialmente irreconciliables”. Él mismo les dijo
a los socios en su última junta: “No tienen un problema económico, sino de personalidades:
ustedes se odian”.