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VERDAD E IMAGEN HEIKE SPRINGHART


217
Colección dirigida por
Ángel Cordovilla Pérez

EL HOMBRE
VULNERABLE
Morir, muerte y finitud
en el horizonte de una antropología realista

Traducción de
Alejandro del Río Herrmann

EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2020
314 índice de nombres

Tanner, Kathryn: 244, 251 Weinrich, Michael: 231


Tanner, Klaus: 29 Weissenrieder, Annette: 230 ÍNDICE GENERAL
Thielicke, Helmut: 35s, 43, 145- Weizsacker, Viktor von: 234
180,203-206,208,210-212,214, Welker, Michael: 15,31 134 20i
219s, 224,242 231,233,243-245,248 ’ ’
Thomas, Christine: 32,38,254,257 Wíck, Peten 237
Thomas, Günter: 20s, 32, 36, 38, Wils, Jean-Pierre: 85
83,191,244s, 251,253-257,262s, Wilson, Charles A.: 182-184, 195
270 Wiman, Christian: 278
Thumeysen, Eduard: 10 Winkler, Klaus: 23
Tillich, Paul: 31,37 Prólogo
Wittekind, Folkart: 37 9
Toombs, S. Kay: 270,272s Wittgenstein, Ludwig: 150
Wolff, Hans-Walter: 237 Introducción
Yerres, Rolf: 25 13
Wollrad, Eske: 232 1. Contextos médicos, teológico-prácticos y éticos como ho­
rizonte problemático de la antropología teológica 15
Wagner, Falk: 147 Zacher, Albert; 85, 258
Waldenfels, Bemhard: 234 a) Los aspectos médicos y su importancia para la antropo­
Zager, Wemer: 37
Wander, Maxie: 14 logía teológica 16
Zobel, Dagmar: 87, 271
b) Los aspectos teológico-prácticos y éticos, y su signifi­
cación para la antropología teológica 21
2. Antropología realista 26
a) Significación de la empiría para la reflexión antropo­
lógica 27
b) La antropología realista como enfoque final 28
c) Dimensiones del concepto de experiencia 33
d) Consecuencias para la aproximación dogmática 35
3. Morir, muerte y finitud como tema de la dogmática 36
4. Estructura y plan de esta obra ................ 42

I
EL MORIR, LA MUERTE Y LA FINITUD DESDE CUATRO
PERSPECTIVAS DOGMÁTICAS REPRESENTATIVAS

1. El morir como retirada del espíritu (Karl Barth)........ 47


1. El espíritu como don y retirada de la vida: el perfil pneu-
48
matológico del enfoque de Karl Barth ■■■■■■■"""
2. El enfoque antropológico de Barth: antropología y
50
3. Monismo concreto: el hombre como alma de su.cuerpo vivo 56
4. El don del espíritu como acontecimiento constituyen
61
vida
I

índice general índice general


316
317
5. Temporalidad y finitud del hombre 71 5. La muerte como presupuesto para la transformación y el
6. El «tiempo que se acaba» del hombre 80 paso a una nueva identidad
7. Valoración crítica y conclusión: corporalidad cualificada
192
6. El morir como entrega de la vida
teológico-pneumatológicamente 195
90 7. Menesterosidad como categoría fundamental para la com­
prensión del morir 197
2. La muerte como final y cumplimiento (Karl Rahner).... 93 8. Valoración crítica y conclusión: la menesterosidad del ser
1. La muerte como final y cumplimiento: el perfil hamartio-
humano realizada en la vida en «pequeñas muertes» 199
lógico-soteriológico del planteamiento de Karl Rahner .... 95
2. Sobre la diferenciación de morir y muerte 96
3. Planteamiento y método: «realismo pesimista» II
100
4. La muerte como final y cumplimiento que afectan al hom­ PERSPECTIVAS Y ORIENTACIONES EN LOS MODELOS
DOGMÁTICOS DE KARL BARTH, KARL RAHNER,
bre entero en cuerpo y alma 106 HELMUT THIELICKE Y ARTHUR MCGILL
5. La muerte como acontecimiento de salvación y perdición,
y la unión de pecado y muerte 120 1. Ambivalencias del morir 203
6. La muerte como aparición del «morir con» cristo 132 2. El morir como fenómeno social 207
7. Valoración crítica y conclusión: la tensión en el hombre 3. El morir y la muerte como categorías de la descripción antro­
entre cumplimiento y «final que interrumpe» 140 pológica del hombre vulnerable 210
4. Cuerpo físico - cuerpo vivo - alma - espíritu 212
3. La muerte biológica y el morir en cristo (Helmut 5. El morir de Cristo y el morir del hombre 214
Thielicke) 145 6. El pecado y el morir 217
1. El saber sobre la muerte como signatura de la finitud de la 7. Fin - cumplimiento - finitud 221
vida humana: el perfil hermenéutico-personalista del enfo­
que de Helmut Thielicke 148
III
2. La problemática planteada con la pregunta por el morir y
ANTROPOLOGÍA REALISTA
la muerte 149
i 227
3. La muerte como naturaleza y antinaturaleza, la vida como
bios y zoé
1 . El morir en el contexto de una antropología realista .. 228
155 1. Aspectos antropológicos: corporalidad y corporei a
4. El carácter personal del morir humano 161 229
a) La materialidad vulnerable del cuerpo vivo................
5. La muerte como acontecimiento que concierne al hombre 233
b) Cuerpo físico y cuerpo vivo...................................... 240
entero 168 c) El morir como proceso camal 241
6. Valoración crítica y conclusión: la muerte biológica, ¿re­ 2. Aspectos cristológicos: el morir de Cristo
242
ducida a «careta»? 176 a) Soteriología y teología de la cruz............................. 248
b) La significación del morir de Jesús •— 251
4. El morir como expresión de la indigencia de principio del
hombre (Arthur McGill)........................................................ 181
1. El morir como proceso que recorre la vida: el perfil sacra­ 253
vida y fragmento 253
mental-transformador del enfoque de Arthur McGill 185 a) Finitud de la vida....................................... 258
2. La perspectiva sobre el morir y la muerte como «tanatola-
tria» ante el trasfondo de la sociedad norteamericana 186 260
3. Dos éticas: evitación y resistencia 187
4. La muerte como última destrucción gico
190
f

318 Índice general

1. La vulnerabilidad como categoría nuclear de


UNA AN-
tropología realista..........................................
1 Vulnerabilidad frente a fragilidad y pasividad 263
2. Vulnerabilidad como riesgo y recurso ................ 265
268
3. Vulnerabilidad y realismo antropológico como acceso
al morir, la muerte y la finitud............................ 0

Bibliografía
índice de nombres ............ 281
311
i 1
i
i EL MORIR EN EL CONTEXTO
DE UNA ANTROPOLOGÍA REALISTA

Con el análisis de los modelos dogmáticos y sus aproximacio­


nes al morir, a la muerte y a la finitud humana, se nos muestra un
! panorama de modos dogmáticos clásicos de abordar el problema
que, con toda la diversidad descrita, se caracteriza por que dichos
enfoques se centran más en la muerte que en el morir. Elfactum de
la muerte es desentrañado, teniendo presente su ambivalencia y su
repercusión social y relacional, en forma de interpretaciones poten­
ciales que ponen la mira en la antropología, en la cristología y en
sus implicaciones hamartiológicas. La cristología es entendida aquí
ante todo como soteriología. La muerte como final y cumplimiento I!
del ser humano es la signatura de la finitud del hombre, y viene
teológicamente descrita como factum antropológico1.
Partiendo de las distintas opciones e impulsos que fue posible
desarrollar con el análisis de los modelos dogmáticos, a continua­
ción vamos a retomarlos y a preguntamos por las líneas construc­
tivas que permitan elaborar una comprensión teológica del morir.
Prolongando las principales líneas terminológicas clásicas y pro­
siguiendo el interés de una antropología realista, orientada en la
experiencia, el marco de esta indagación está configurado por tres
puntos clave respecto a contenido y terminología. En primer lugar,
se trata de conceder un lugar central, más decididamente que en
los modelos clásicos, al aspecto de la corporalidad (Leiblichkeii)

69). Para tratar el sufrimiento, también Fritz Lienhard pone en


acento soteriológico (F. Lienhard - A. Bólle, ZurSprache befreit, /o;.

I
Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
228
229
y de la corporeidad (Kbrperlichkeit). El interés en el morir del ser Tal como se puso de manifiesto en las dogmáticas arriba esbo
humano abona semejante focalización en el cuerpo vivo (Leib) en zadas, se establece una estrecha conexión entre muerte y pecado
trance de morir. En segundo lugar, a partir de una visión así orien­ en referencia a a interpretaron paulina de la muerte como sah o
tada en la corporalidad deben luego volver a desarrollarse de nueva del pecado4. El pecado es entendido como alejamiento de Dh,
planta las implicaciones cristológicas de la pregunta por el morir. y, así, la muerte pudo ser concebida como la situación de mavor
Mientras que en los modelos clásicos la cristologia es considerada distancia posible respecto de Dios, e incluso idéntica al pecado
especialmente como soteriología, un punto de vista orientado a la La consecuencia es una valoración negativa de la corporeidad en
corporalidad sugiere la pregunta por la teología de la cruz. Esto la medida en que la muerte se comprende como «el signo más
hace posible, en tercer lugar, plantear la pregunta por la finitud des­ negativo del ser del hombre en el sentido de la corporeidad y la
de la perspectiva de la teología de la creación y realizar, en ese finitud»5. Así se dificulta una aproximación teológica que haga sig­
tratamiento, una nueva lectura de la idea de la fragmentariedad de nificativa la dimensión corpórea-corporal. Con el desplazamiento
la vida humana. Sobre la base de una antropología más decidida­ de perspectiva desde la muerte al morir, la antropología teológica
mente orientada a la corporalidad, que pone en sentido cristológi- tiene que atender a la exigencia de convertir la corporeidad y la
co la cruz en el foco de su interés y que, dentro del contexto de la corporalidad de tal modo en su objeto que encuentren expresión
teología de la salvación, presta atención a la fragmentariedad de y sean consideradas las ambivalencias de esta dimensión del ser
la vida humana, se hace patente, en fin, el concepto de vulnerabili­ del hombre6. La perspectiva sobre el morir muestra, a su vez, que
dad como categoría central de una antropología realista2. una antropología y una teología sensibles a la corporeidad, que se
distancian de las tradiciones contrarias a lo corporal, tampoco pue­
den llegar al extremo de valorar de una forma exclusivamente po­
1. Aspectos antropológicos: corporalidad y corporeidad
sitiva la corporalidad y la corporeidad7.
La reflexión teológica sobre el morir pierde su referencia con­
creta si se la emprende sin tener en cuenta la corporalidad del ser a) La materialidad vulnerable del cuerpo vivo
humano y los aspectos del final de la vida relativos a su cuerpo
físico3. Con el desplazamiento de la perspectiva teológica desde Desde su perspectiva de enferma en trance de morir, la teóloga
el topos dogmático de la muerte a la indagación antropológica del Benita Joswig describe la lucha entre la vida y la muerte como
morir, no solo el concepto de experiencia adquiere más peso, tam­ «tránsitos más allá de la enfermedad y la salud». Adopta la me­
bién lo adquiere el tratamiento de la corporalidad del ser humano. táfora de la enfermedad como «segunda ciudadanía»8 y narra los
Esto hace preciso, además, que se cuestione la fijación hamartio-
lógica en la interpretación de la muerte. 4. Para la discusión crítica de esta conexión, cf. W. Pannenberg, Antropología
en perspectiva teológica, 173s. ,
5. Cf. M. de Haardt, Das Leben reicht bis in den Tod, ‘i\',eA.Tod/ Slerben, 560.
2. El concepto de una antropología realista naturalmente está referido en este 6. Cf. también D. Bonhoeffer, Ethik, 180.
contexto a la antropología teológica. Así pues, cuando se habla aquí de antropología 7. Puede valer como un caso ejemplar de tal delimitación escasamente pro­
realista, de lo que se trata más exactamente es de antropología teológica realista. ductiva, el reproche procedente de teólogas feministas de que la teología c asic ,
3. La diferenciación conceptual entre cuerpo físico (Kórper) y cuerpo vivo (Leib) aquí en especial la cristologia, sería lisa y llanamente «necrófila» cada vez quejas
tiene la ventaja de que permite distinguir la dimensión material de lo corpóreo de la cuestiones relativas a la teología de la cruz son puestas en el centro de a e g .
dimensión de lo corporal viviente, asociada con la comunicación y la percepción.
Para la cuestión antropológica que ha de ser desarrollada aquí, hay que tener presente
esta diferenciación, pero sin sustituir la perspectiva corpórea por la corporal (o a la
inversa). En este sentido, parece tener solo una utilidad relativa la opción adoptada
por Luise Schottroff, que aboga por traducir soma tanto por «cuerpo vivo» como p°r ciudadanías, una en el reino de los sanos y otra en el reino de los enfermos» (líranK
«cuerpo físico» (Der erste Brief an die Gemeinde in Korinth, 185). heit ais Metapher, 9).
Antropología realista
230 El morir en el contexto de una antropología realista
231
dolorosos procesos de transformación que van aparejados al morir
En la medida en que la base de la fe cristiana es la palabra de í 4
en el contexto de la enfermedad terminal:

La persona que enferma tiene que habérselas con un montón de pa­


Dios encarnada, la propia fe es una fe corpórea, corporal12 Si y
puesto que la fe se debe a la encamación, siendo en cuanto tal una
II
peles y el hecho de «enseñar los papeles» tiene lugar en niveles dis­ fe corporal, la teología cristiana solo será auténtica si se basa en es
tintos. Constantemente se le piden el nombre y la firma, la fecha de te «misterio» de la corporalidad15. Por ingresar Dios, al encamarse
nacimiento y el domicilio. Piedras angulares de la propia biografía en la materialidad concreta de un cuerpo físico y en la socialidad
que se tambalean. [...] Al caer enferma [...] soy llevada al limite,
comunicativa de un cuerpo vivo, la corporalidad constituye una
al otro país, al lugar donde la enfermedad trata con la muerte. La
categoría central del pensamiento antropológico-teológico.
vieja segadora [...] está a sus anchas y nos habla. [...] Ahora queda
Si queremos ganar una perspectiva, orientada al cuerpo vivo,
claro que el nacimiento podría convertirse en herencia. [...] T0(ja i

célula sana hace las maletas5.


sobre el morir, la muerte y la finitud, es de especial importancia
la corporalidad de la resurrección, con la que se plantea también la
El morir, la muerte y la finitud son procesos de los que cabe pregunta por la continuidad y discontinuidad de la existencia pre
una experiencia física y corporal. El cuerpo físico es experimen­ y postmortal15. El planteamiento que hace pie en la resurrección
como transformación del cuerpo vivo de cuerpo físico en cuerpo
tado como amenaza para la propia vida y como foco específico
espiritual significa dos cosas. Por una parte, se le concede una
de acción y de tratamiento10. Esto permite, en referencia al morir,
importancia central a la dimensión corporal del ser humano, que
preguntar por la materialidad del cuerpo vivo y por su significación
determina también su ser postmortal. En este sentido, cabe hablar
para la antropología. Que la corporalidad material del ser huma­ !Í
de una cierta continuidad16. Por otra parte, el punto crucial del des­
no es de central importancia teológica y antropológica, tiene, por
pertar consiste en la metamorfosis del cuerpo vivo. En esta medida,
un lado, su fundamento teológico en la encamación, en el ingreso
de Dios en una existencia corporal, finita, corpórea. Por otro lado,
hay que considerar la corporalidad de la resurrección, porque indi­ 13. Prokes habla aquí de embodiedfaith. Sobre el enfoque desde la encamación
como categoría fundadora central de una Theology of the Body, cf. Id., Toward a
ca que la corporalidad es una categoría antropológica central que Theology of the Body, 25. El original dice: «Christian faith is embodied faith, deri-
sobrepasa los límites de la existencia finita del ser humano. Poner ving from the incamate Word, Jesús Christ, and the Revelation that he lived out bo-
dily, bul principally through his passion, death and resurrection. Christian theology
de una manera nueva la corporeidad y la corporalidad en el cen­ [...] can be authentic only when it, too, is firmly rooted within the mystery ofembo-
tro de la reflexión teológica es un propósito fundamental tanto de diment». El acceso a la corporalidad desde la teología de la encamación también es
practicado por Lllrich H. J. Kórtner, Leib undLeben, 13. Lisa Isherwood y Elizabeth
la teología feminista11 como de los enfoques fenomenológicos de la Stuart subrayan que la base para una Body Theology ha de sostenerse en tres pi ares,
antropología filosófica, médica y teológica12. pensamiento del proceso, teología de la liberación y teología feminista (Introaucing
Body Theology, 33).
14. Cf. M. T. Prokes, Toward a Theology ofthe Body, 25.
, 9' p j05®1®’ rransínvegejenseító von Krankheit und Gesundheit, 144. Benita 15. Cf. G. Etzelmüller, «ich lebe, und ihrsollt auchleben!», 2^.
WwjT / T13 ~ d6 °CtU^re de 2012 de un cáncer de pulmón. Cf. también Id., 16. Cf. M. Welker, Gottes Offenbarung, 133. Ulnch Kortner v0
en la corporalidad de la resurrección la prueba de la contmuida desoertar
10. Cf. también S. Krahe, Ais ich Kbrper wurde, 137. cuando recalca: «Que Pablo entienda también la resurrección co . p ■
teología feminista se comprende a sí misma como una teología que parte corporal de los muertos, donde por supuesto se espera la nueva forma de «
programáticamente de la experiencia y viene elaborando desde los años ochenta una
teología que toma el cuerpo como punto de partida. Cf. E. Moltmann-Wendel, art.
Korper / Leiblichkeit, 336. M. Weinrich, Auferslehung des Leibes, 103. Mary T. Proko“u^Xma y que’está
, fI2ÁiFD ocasione,s 5e habla directamente de un embodiment-tum. Cf. el prólogo
. r °a ^ otros iebs-i> Leiblichkeit, 2. Para las discusiones interdisciplinares de
^,;"T/n0 °8'a dol.cuorP° vivo, cf. Th. Breyer y otros (eds.), Interdisziplináre
parn^°og,'h’ ^mb'T G' Etzelm011er - A. Weissenrieder (eds.), Verkorperung ais
Paradigma theologischer Anthropologie. por el cuerpo vivo (Towarda Theology ofthe Body, lo )•

«i
Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
232
233
tenemos una discontinuidad que conduce a la superación de las am­ vivo, en la medida en que con él se designa el nim„ t.
bivalencias y las dimensiones penosas, quebradas, del cuerpo vivo el cuerpo colectivo de la comunidad, el cuerpo del Mesías" como
De este modo, se hace posible una visión del cuerpo, que es enten­ cuerpo sufriente y resucitante de Jesús, y el cuerpo del Mesías que
dido como «cuerpo [...] y [...] carne en cuanto ‘materia fluyente’, de consuno con la Santa Figura vence y obra19. H
que se zafa del control, se ulcera, siente dolor y muere»17. El hecho Así pues, el concepto de soma paulino se refiere, por una parte
de que la resurrección, en referencia a 1 Cor 15, 44, signifique la al ser humano y lo describe tanto en su existencia somática como
transformación del cuerpo vivo, pero no la superación de este, diri­ en la dimensión social y comunicativa de su existir mundano2»
ge la atención a la materialidad vulnerable del cuerpo vivo, a la que Por otra parte, el cuerpo físico es considerado como el cuerpo hu­
conviene un peso teológico y antropológico. Así pues, se trata de mano de Jesús, que vivió, padeció, murió y resucitó en calidad de
poner claramente la dimensión de la corporalidad en el centro del existencia corporal concreta. Junto a esta idea del cuerpo referida
proceso de indagación teológica. El sí-mismo humano consistente a la persona individual de Jesús, está la idea del cuerpo vivo de i!'
en cuerpo, espíritu y alma no puede separarse de la existencia cor­ Cristo como dimensión social y como incorporación de la comu­
pórea18. La referencia a la resurrección hace patente que el concep­ nidad de los santos21. I íi
to de cuerpo vivo y de cuerpo físico tiene un anclaje antropológico,
cristológico y escatológico. Esto implica la necesidad de tomar en
serio la materialidad del cuerpo y, al mismo tiempo, de recordar
que el cuerpo, en cuanto cuerpo vivo, siempre tiene también una
La recepción constructiva del concepto de soma paulino con­
duce a una comprensión multidimensional del cuerpo físico y del
cuerpo vivo, pues abarca dimensiones tanto individuales como so­
ciales y colectivas, además de la tensión entre el cuerpo como me­
I)
3
significación más allá de la sola materialidad. dio de la vitalidad y el cuerpo como lugar del sufrimiento, de la
En conexión con la teología paulina del cuerpo vivo, se trata experiencia de la violencia, de la enfermedad y del morir22.
asimismo, en el aspecto antropológico, de no limitar, en un estre­
chamiento individualista, el cuerpo vivo al cuerpo individual. En b) Cuerpo físico y cuerpo vivo
1 Cor, el concepto de soma, que hay que entender como lema, de­ En la recepción de la diferenciación paulina entre sarx y soma, ||i
signa las dimensiones individuales y supraindividuales del cuerpo en el ámbito lingüístico alemán se distingue entre cuerpo físico
(Korper) y cuerpo vivo (£e/¿)23. Distinguir ambos aspectos abre
17. Cf. E. Wollrad, So ist mein Fleisch, 107. Wollrad se opone con razón a una í !’
comprensión del cuerpo exclusivamente positiva que. bajo el concepto de «integri­ un horizonte problemático relevante para nuestras reflexiones, que
dad» (Ganzheif), propugnado por muchos planteamientos feministas, pasa por alto muestra su utilidad al ser capaz de elaborar la multiperspectividad
el cuerpo conformando una nueva variante de la visión irrealista. A propósito del
concepto de integridad en la teología feminista y de su amplia comprensión de la antropológica que consiste en el modo corporal-corpóreo. Esto im-
aceptación de los propios límites, sobre el consentimiento a la apertura a Dios y la ex­
presión del anhelo de integrar el mayor número posible de aspectos de la vida, cf.
19. Cf. L. Schottroff, Der erste Briefan die Gemeinde in Korinth, 320.
E. Moltmann-Wendel, art. Ganzheit, 191. Gerhard Sauter parte, en referencia a Oetin-
ger, de una doble corporalidad: la visible, corpórea, pasajera, y la invisible, incorrup­ 20. Cf. I. Karle, Liebe in der Moderna, 41.
tible, y elabora desde ahí su concepto de una «corporalidad oculta». Cabe aquí, sin 2\. Cf.M.We\ker,Flesh-Body-Heart-Soul-Spiril,5l-
22. Andrea Bieler y Luise Schottroff desarrollan la comprensión paulina del
embargo, la pregunta de si no se manifiesta en otra vestidura la diferenciación entre
cuerpo aquí expuesta considerando la Última Cena y recuerdan de forma c0"
un cuerpo físico pensado como no auténtico y un cuerpo vivo pensado como auténtico te: «Nuestros cuerpos individuales, que se reúnen en torno a la mesa, “«nanos
e incorruptible. Para Sauter, la corporalidad solo se convierte en un tema perceptible
de las luchas de poder sociales y lugares que guardan recuerdos_u
cuando se ve perturbada por limitaciones: «La corporalidad permanece ausente sobre son los lugares más íntimos en los que vivimos nuestras vidas. Sonlosluga^mas
todo cuando no necesita hacerse notar, porque es efectiva cuando no es perturbada»
íntimos desde los que entramos en contacto con el mundo. P ex¡s_
{Das verborgene Leben, 197). Beth Jones interpreta el cuerpo del Resucitado como nuestro sí-mismo -cuerpo, espíritu y alma- y nuestra vida espiritual de
arquetipo. «Para saber cuál es la intención de Dios hacia las creaturas corporales, el
cuerpo resucitado del Hijo, y no nuestros cuerpos pecaminosos, es el lugar por donde tencia corporal» (Das Abendmahl, 187). , contra |as an-
r
hemos de empezar» {Marks ofHis Wounds, 4). 23. Cf. M. Welker, Flesh-Body-Heart-Soid-Sptnl^
18. Cf. A. Bieler- L. Schottroff, DasAbendmahl, 187. tropologías simplemente dualistas, se desarrolla la matizada an p
234 Antropología realista
El morir en el contexto de una antropología realista
235
plica la crítica a la fijación, persistente desde la Ilustración y como
descrito como órgano de la percepción, «punto cero de la orien
secuela de la filosofía de Descartes, en la razón humana como úni­ tacion» y medio de acceso al mundo3'. Desde la perspectiva feno
ca posibilidad para el hombre de hacerse con el mundo externo. menologica, se subraya el valor añadido del cuerpo vivo resnecto
Sobre la base de esta distinción entre res cogltans y res extensa y del cuerpo físico, en la medida en que el cuerpo vivo a través de
la «degradación del cuerpo a mero objeto de investigación»24, e) la diferencia entre la reflexión del propio cuerpo y la corporeidad
cuerpo fue minusvalorado en el curso de una larga tradición como material, siempre va más allá del cuerpo físico32. El acceso filoso
naturaleza contrapuesta a la cultura25. fico-teológico a la corporalidad se concentra en la tensión consis­
Basándose en la distinción entre «ser cuerpo» y «tener cuerpo», tente en el hecho de que con el cuerpo vivo se describe «lo propio
desarrollada por Helmuth Plessner para describir las «facetas del naturalmente otro», que a la vez es idéntico al yo de la persona33
existir humano uno», en la tradición fenomenológica26 se distingue La dialéctica de la existencia que entra aquí en consideración es^
menos entre cuerpo y alma que entre cuerpo vivo (o encamado) y por tanto, dialéctica a partir de la corporalidad -que constituye la
cuerpo físico27. El cuerpo se entiende ahí como hecho subjetivo, identidad de la persona- y del cuerpo vivo -que prueba ser una
como el cual el ser humano se vive a sí mismo, esto es, en su faceta dimensión sustraída a la aprehensión del yo-.
del tener cuerpo28. Frente a esto, el cuerpo físico es contemplado Por consiguiente, con el concepto de la corporalidad se ha gana­
como lo que el ser humano es; por tanto, como algo «objetivo que do una perspectiva crítica sobre los reduccionismos materialistas,
puede ser percibido y modificado desde fuera»29. que amenazan con reducir al ser humano a su corporeidad cons­
La fiscalización en la corporalidad, arraigada en la tradición fe­ tataba en cada caso. Está claro que el ser humano es más que su
nomenológica, intenta superar «el reduccionismo en su modalidad cuerpo físico y que, para su relación con el entorno social y sisté-
materialista y en su modalidad idealista»30. El cuerpo vivo viene mico, su cuerpo vivo es de una importancia constitutiva. De este h
24. Cf. I. Karle, Liebe in der Moderne, 34.
modo, la corporalidad se vincula con el amplio concepto de soma,
arriba esbozado, y es apropiada para concebir tanto la dimensión iI
25. Para una exposición detallada de la visión de cuerpo físico y cuerpo vivo en individual y social como su constitución en términos de teología
la historia del cristianismo, cf L. Isherwood - E. Stuart, Introducing Body Theology,
62ss. Sobre la manifestación del dualismo cuerpo-alma en la Ilustración después de
de la creación y pneumatológicos. Pero a propósito de esta focali-
Descartes, cf. ibid., 71. Sobre el enfoque médico de Viktor von Weizsácker como zación en el cuerpo vivo como «interfaz» con el mundo y medio
intento de superar el dualismo cuerpo-alma, cf. G. Etzelmüller, Leib. Seele. Umwelt, de la relación del hombre con el mundo, cabe aún preguntar si la 1$:
291. Paul Althaus demuestra que también los reformadores, en especial Lulero y
Calvino, defendían una concepción de la muerte marcada por la impronta del dualis­ corporeidad concreta no es escondidamente socavada34.
mo cuerpo-alma (Die lelzten Dinge, 93).
26. Cf. E. Alloa y otros, Leiblichkeit. 2. Representantes de la fenomenología de la 31. Cf.ibid.,2.
corporalidad son, en la linea de Edmund Husserl: Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, 32. Así, Joachim Ringleben destaca que la corporalidad, «en calidad de rasgo
Emmanuel Levinas, Maurice Merleau-Ponty, Paul Ricoeur o Michel Foucault. Res­ fundamental del ser específicamente de tipo humano, debe ser apreciada y no redu­
pecto del discurso filosófico contemporáneo, cf. B. Waldenfels, Das leibliche Selbst, cida al cuerpo físico dado ni relativizada como un carácter extenor no auten ico»
(art. Leib / Leiblichkeit, 218). Ulrich Kórtner habla en este contexto de una «relación b';
¡I
14ss, y H. Blumenberg, Beschreibung des Menschen, 9ss. Isolde Karle subraya con
razón que, más allá de la antropología orientada al discurso fenomenológico sobre la consigo mismo dialéctica» (Leib und Leben, 11).
corporalidad, quedaron en buena medida «sin recepción» en la teología sistemática y 33. Cf.J.Ringleben,art.¿eii/LeíW<cAte7,218.
en la teología practica los discursos de las ciencias sociales sobre la corporalidad y la 34. Es lo que hace Ringleben en referencia a Rom 7, 24 y Rom 8 2.(«¡
corporeidad (Liebe in der Moderne, 13). 219). Gerhard Sauter toma como orientación para su ® !? huma.
27. Cf. ibid., 35s. El énfasis en que el ser humano no solo tiene cuerpo (vivo), concepto de ocultamiento, y habla de la «oculta corporalidad» p p
smo que es cuerpo (vivo), se encuentra ya en P. Althaus, Die lelzten Dinge, 124.
28. Ulnch Kórtner lo describe con viveza: «El cuerpo vivo es nuestro cuerpo tal
no. El «vivir por si misma de la corporalidad» lo ve dec.d.do en a acción de Dios.
Sin embargo, puede preguntarse en este punto si noi se in, en a ap|icacjón
I
como lo vivimos nosotros y tal como nosotros nos vivimos en él. En cuanto cuerpo mesticación teológica de los imponderables de la corpor DOr ejemplo,
vivo somos siempre más que solo este» (Leib und Leben, 11). a experiencias concretas y problemáticas de la' interpretaciones
29. Cf. I. Karle, Liebe in der Moderne, 36. la enfermedad- ve mermado su potencial mterpretativ claramente esca-
30. Cf. E. Alloa y otros, Leiblichkeit, 7. problemáticas (Das verborgene Leben, 198). Una determinación claram

I
Antropología realista
236 El morir en el contexto de una antropología realista
237
En esa medida hay que considerar también para la reflexión teo­ En este sentido, el propósito fundamental de este acercamiento
lógica el concepto de cuerpo físico, que subraya más claramente puede descnbmse como el mtento de valorar positivamente la plu­
el carácter material constatable -en el sentido del ser cuerpo de ralidad y la diversidad de modos de experiencia y de ser para de
Plessner- Recalcar la corporeidad concreta es, en concreto, una esta manera, convertir la perspectiva sobre la experiencia y el’ser
tendencia de las teologías feministas. Para evitar que la valoración corpóreo en general en objeto de la reflexión teológica38 La aten
excesiva del cuerpo vivo aboque a un nuevo dualismo, ahora entre ción centrada en el cuerpo concreto abre también la posibilidad de
cuerpo físico y cuerpo vivo, se habla aquí del cuerpo físico35. El una percepción diferenciada, en la medida en que el cuerpo en su
importante peso atribuido a la corporeidad en la teología feminista materialidad siempre es cuerpo concreto. Es femenino o mascu­
se debe a que en esta las experiencias concretas se convierten en lino, viejo o joven, sano o enfermo. En este sentido, el ejemplo
punto de arranque de la reflexión teológica36. de estas categorías pone también de manifiesto que la asignación
Con el concepto de experiencia, viene a consideración una di­ concreta va de la mano asimismo con normas sobre el cuerpo con­
mensión del acceso a la realidad particularmente efectiva que tiene dicionadas culturalmente3’.
lugar en el sujeto que hace la experiencia. El gran interés por la cor­ En conjunto, la focalización en el cuerpo emprendida por la
poreidad ha de entenderse, en los inicios de la teología feminista, teología feminista va acompañada de una valoración positiva de
como un movimiento contrario a la discriminación de las mujeres este40. A la visión positiva del cuerpo va unida, en el plano antro­
basada en la identidad sexual y física. A partir de la observación de pológico, la intención «de prestar atención a la vida aquí y ahora,
que la relación con el cuerpo en la historia del cristianismo es am­
bivalente y problemática, y de que, en especial, la discriminación
de afirmarla con insistencia en todas y cada una de sus dimensio-
I
í
a las mujeres se fundaba en su corporeidad, los planteamientos de 38. La concepción con ello manifestada -a veces problemáticamente- de que la
la teología del cuerpo se centran en dotar a la corporeidad de una corporeidad va aparejada en mayor medida a la feminidad que a la masculinidad ha
de ser aquí expresamente mencionada. Sin embargo, para una reconstrucción deu­
interpretación positiva37.

tológica de la corporalidad se encuentra en Kirsten Huxel, que ve fundado en la


dora de la historia de las ideas siguen siendo instructivas contribuciones como la
de Albrecht Grózinger. Con una intención teológico-pastoral, Grózinger expone
la historia del papel que desempeña el cuerpo de la persona del pastor tomando como
I
corporalidad el sentido escatológico de la existencia humana: «En el testimonio de modelos distintas figuras -por ejemplo, F. D. E. Schleiermacher y C. Harms- y pone
vida encamado del ser humano entero se decide [...] el sentido escatológico de su
existencia, y esta obtiene su carácter definitivo con el pasar del hombre terrenal y,
justo en ese pasar, con el encaminarse del hombre celestial a su cumplimiento» (art.
de manifiesto que el regreso del cuerpo como tema de la teología práctica surgió
con las discusiones sobre la ordenación de las mujeres en el siglo XX, entre otros
en el contexto de la Iglesia confesante; cf. A. Grózinger, Vom Verschwinden undder
I
Leib / Leiblichkeit, 221). Wiederkehr des Kbrpers in der Praktischen Theologie, 86. Desde el punto de partida
35. Luise Schottroff aboga así por traducir soma ya como cuerpo vivo, ya como originario del discurso feminista, que aboga por una nueva conciencia a favor del
cuerpo físico, «para dejar claro que el cuerpo vivo no debería demarcarse del cuerpo cuerpo, tenemos el discurso feminista contemporáneo de la polaridad entre esen-
cialismo y deconstructivismo, que Beth Felker Jones formula así: «¿De que va el
físico» (Der erste Briefan die Gemeinde in Korinth, n. 508, 185). Para la adverten­
feminismo: de reclamar y valorar los cuerpos de las mujeres, o de deconstnnr estos
cia de un dualismo de cuerpo físico y vivo, cf. R. Ammicht-Quinn, Korper-Reli­
gión- Sexualitat, 36. En conjunto, para una descripción escueta y clara de las líneas cuerpos?» (Marks ofHis Wounds, 19). ,
39. No solo la cuestión de estar enfermo o sano, o de que distingue un cuerpo
problemáticas, I. Karle, Liebe in der Moderne, 37.
36. Cf. H. Kohler-Spiegel, art. Erfahrung, 102.
37. Mary T. Prokes nombra en su proyecto de una Theology ofthe Body distin­
tos factores que, hasta esa fecha, habían determinado y causado la visión negativa rf4oTfevoe; di esa alta valoración del cuerpo se declaran también trabajos exe-
del cuerpo. Entre ellos se cuentan, según esta autora, el hecho de convertir en tabú
lo desconocido, el menosprecio de la feminidad (en especial, la de los procesos cor­
porales explícitamente femeninos como la menstruación, la concepción o el parto),
pero también -junto a otros- la Revolución industrial, en cuyo contexto el cuerpo
humano se convirtió en objeto (Towarda Theology ofthe Body. 4). En 1994 apareció Frau, 333; L. Schottroff, Der erste Briefan rte Cto Abendmahh 179ss;
el volumen programático de Elisabeth Moltmann-Wendel Mein Korper bin ich. So­ la teología del cuerpo de Pablo); A. Bieler - L. grankheitsdeutungen, 204s.
bre la «difícil relación» del cristianismo con el cuerpo, cf. también L. Isherwood - E. P. Wick, Zurlnterdependenz von KBrperdeutungen und Krankheitsaeutung
Stuart, Introducing Body Theology, 52.

¡
I
Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
238
239
nes corporales, vulnerables y pasajeras»41. Desde esta perspectiva,
el morir, la muerte y la finitud son considerados dimensiones de
la vida que han de ser recogidas e integradas en la santidad y [a
integridad del existir.
Tal modo de acceso al cuerpo, que lo valora de forma marca­ que vtve bajo el nesgo de la enfennedad y el daño. Cabe retomar
damente positiva, corre sin embargo el peligro de pasar por alto de aquí y seguir elaborando la determinación pneumatológica del
manera sistemática el carácter multidimensional de la experiencia cueipo vivo desarrollada en la antropología de Barth Este al des
corpórea y de la existencia corporal42. Cuando el foco antropoló­ tacar que el cuerpo vivo es el cuerpo físico animado por el don del
gico se pone exclusivamente en una descripción del cuerpo que lo Espíritu, afirma que el cuerpo físico es, en cuanto cuerpo vivo una
valora de forma positiva, se vuelve difícil, cuando no imposible, condición de existencia esencial del ser humano. Al mismo tiempo
aprehender teológicamente la «materialidad dolorosa del cuerpo el cuerpo vivo no se resuelve en su ser material, sino que se debe al
en trance de morir»43. don del Espíritu que acontece de nuevo una y otra vez.
Al contrario, hay que recordar que la focalización en la corpo­ La importancia de incluir la dimensión corporal en la pregunta ■
reidad del ser humano implica el reto de adoptar una perspectiva por el morir estriba, pues, en que se hace aquí concreto el lugar
multidimensional. En el cuerpo se deja notar y experimentar en del dolor y de la decadencia física. No se trata, en esto, ni de se­
concreto la vitalidad del ser humano, plena de goce y de sufri­ guir un puro materialismo o esencialismo, que ve al ser humano
miento. Una perspectiva teológica sobre la corporeidad del ser hu­ exclusivamente como su cuerpo físico, ni tampoco -en el esfuerzo
mano solo es realista cuando las experiencias corpóreas concretas por conceder una nueva entidad a la corporalidad del individuo-
forman parte de la reflexión teológico-antropológica. Pero una re­ de considerar esta una dimensión exclusivamente positiva47.
ducción del interés que guía el conocimiento hacia una valoración La corporalidad y la corporeidad son componentes de una an­
positiva del cuerpo lleva a que apenas se aborde como tema el tropología realista interesada por el morir que contribuyen esen­
cuerpo enfermo, moribundo y roto. Esto se pone de manifiesto y cialmente, pero también desafían, a ver en sus situaciones respecti­
adquiere relevancia, en particular, cuando se trata del morir, pues vas el morir en concreto y a quienes están pasando por el concreto
trance de morir. La tensión en el concepto de cuerpo vivo entre,
es en el cuerpo quebrantado, decaído, herido y en trance de morir
por un lado, individualidad radical y socialidad constitutiva, y, por
donde se hace patente el cuestionamiento de la vida44.
Así pues, una antropología realista no pasa de largo ante la cor­
otro, la perspectiva definida por la carne (Leib) de Cristo como di- i
poreidad concreta ni adopta la perspectiva normativa de una visión
45. Esto tiene también relevancia por el hecho de que, paralelamente a la des­
valorización de lo corpóreo, el culto al cuerpo ha adquirido una enorme popularidad.

I
41. I. J. Petermann, art. Tod / Sterben, 561. Beth F. Jones habla de una antibody culture: «El culto al cuerpo joven, la veneración
42. Esto se subraya aún más en la idea de la integridad de la persona. Aunque del cuerpo retocado y ensalzado por los medios de comunicación, encubre un o io ¡i-
se recalque de vez en cuando que no hay que confundir integridad con perfección, apenas velado hacia los cuerpos reales: cuerpos que expulsan fluidos y sangran, se
dicho concepto implica la idea de una personalidad redonda en sí misma, que a pesar arrugan, huelen, envejecen y, finalmente, mueren» (MarksofHis
de todo permanece «íntegra». Elisabeth Moltmann-Wendel entiende la integridad simultaneidad de represión y exaltación del cuerpo también es señala a p
en el sentido de la sentencia de Rose Auslander: «Darse en todas las esquinas hasta
sajarse y permanecer entero» (art. Ganzheit, 191). ■
43. Cf. I. J. Petermann, art. Tod/ Sterben, 561. I86ss, y R. Von Bendemann, Krankheit in neutestamentlicher SicW, iwss-
44 Sobre esta base no resulta sorprendente que M. de Haardt formule también 47. Maaike de Haardt advierte aquí, con razón, que, al reca car la"’"o„
un desiderátum para la teología feminista referida al cuerpo físico y al cuerpo vivo: y la obviedad de la muerte, «se aceptan,■ Péndulos por ato.lostsufri—«j.
«nfefha eSCrit° una íeo,o8,a feminista de la muerte y del morir» (art. Tod! frecuencia ligados a la muerte; cf. M. de Haardt, Das beben ™htbuiin de ,

I
fT d k c necesidad de tematizar el cuerpo quebrantado es asimismo subra- Como ejemplo de una llamada a la serenidad ante la muerte, cf. V. b g
y a por etn F. Jones: «A estas alturas aún seguimos confrontados con el cuerpo D. Berthold - M. Hillmann, Sterben undGelassenheit, o/ss.
que muere» (Marks ofhis wounds, 24).

> ; !■

j
240 Antropología realista
El morir en el contexto de una antropología realista 241

mensión que traspasa y transforma la corporalidad concreta, Ofrece A la vez, la perspectiva sobre la corporalidad apunta, en más de
una garantía frente a una comprensión valorativa unilateral, ya sea un aspecto, más allá del proceso de decadencia física. Por un lado,
en el sentido de una teología del cuerpo exclusivamente positiva, ello pone de manifiesto que, precisamente cuando la experiencia
ya en el de una antropología negativa. corpórea se convierte en problemática o incluso en amenazante
para la vida, cuando por tanto está rota la evidencia de la unidad
c) El morir como proceso carnal («leiblicher») entre tener cuerpo y ser cuerpo, hay que considerar al ser humano
en lo que es como persona más allá de este morir. Por otro lado, la
El desplazamiento del interés teológico y antropológico desde corporalidad del ser humano remite también a la corporalidad de
la muerte al morir está estrechamente relacionado con el plantea­ la resurrección, que concede su peso a la experiencia corporal y
miento orientado a la experiencia que se basa en la corporeidad corpórea, y al mismo tiempo hace imposible, en el plano teológico,
del ser humano48. En la medida en que el morir es un proceso car­ una reconciliación precipitada con el morir, en el sentido de una
nal que tiene una significación antropológica central, son también descripción exclusivamente positiva del morir y del cuerpo.
teológicamente significativos los imponderables a él vinculados, En esta medida, son importantes para la interpretación teoló­
el dolor y la decadencia, pero asimismo la lucha por la vida. En la gica del morir tanto el aspecto de la corporeidad material como
medida en que también estos aspectos de la experiencia del morir el de la corporalidad. A partir de ahí hay que desbrozar el terreno
reciben su sitio, la acentuación unilateral de la naturalidad y ob­ para comprender el morir. Tal aproximación permite, frente a una
teología del cuerpo con connotaciones exclusivamente positivas,
viedad del morir y de la muerte se ve complementada por una vi­ distinguir más aspectos y, al mismo tiempo, plantea el reto de ha­
sión realista, haciéndose posible que «el morir y los que se hallan
cer antropológicamente fructífera la decadencia al morir, que per­
en trance de morir [...] salgan a relucir»49. Meditar sobre el morir manece en último término sustraída a la acción humana. El lugar
a partir de la corporeidad exige sobriedad y honradez, porque es dogmático donde la corporalidad en trance de morir adquiere una
un intento reflexivo de no quitar hierro, mediante una interpreta­ importancia teológica central es la cristología, más exactamente la
ción positiva, al proceso del morir corpóreo-concreto, individual y teología de la cruz. En ella indagaremos a continuación.
doloroso, pero también de no gravarlo dogmáticamente, por ejem­
plo mediante una interpretación de la muerte de carácter hamartio-
morir de Cristo
lógico. El morir es un proceso de la vida que concretiza y actualiza 2. Aspectos cristológicos: el
la condición amenazada y vulnerable del cuerpo vivo50. ' la resurrección de Cris-
Al fundamentar en la encamación yconecta estrechamente la
to la focalización en la corporalidad, sei cristológicos, más
48. Maaike de Haardt recalca que, con este desplazamiento, se amplía también
la perspectiva a la hora de considerar las cuestiones relacionadas con el morir: «El perspectiva sobre la corporalidad con aspectos
precisamente con los implicados en la teología de la cruz5'.
morir remite también a los aspectos emocionales, psicológicos, ético-asistenciales y
simbólicos que influyen en el trato individual y social con el morir y la muerte» (Todl
Sterben, 559). Ulrich Kortner propone un análisis del neoplatonismo en la determina­
ción de la corporalidad de la muerte: «La unidad de cuerpo y alma —que por lo demás
«Una nueva forma de negación ha sustituido a las antiguas reacciones a la muerte; una
negación caracterizada por los intentos prácticos de gestionar la muerte y negar los
ll
permanece en la vida, en buena medida, sin ser tematizada—, la circunstancia, pues, aspectos vulnerables a ella asociados» (Marks ofHis Wounds, 160). Henning Luther
no solo de que tenemos un cuerpo, sino de que también somos cuerpo, se convierte en habla de la «ilusión de que la muerte nos dejara adueñamos de ella. Es ella la que se
experiencia existencial ahí donde esta unidad es perturbada» (Leib und Leben, 11 )■ adueña de nosotros, antes o después, acaso mañana» (TodundPraxis, 408).
49. Cf. M. de Haardt, Leben reicht bis in den Tod, 34. 51. William Schweiker destaca también el hecho de que la corporalidad de Cristo
50. Los intentos por apoderarse del morir y la muerte de forma reflexiva o to­ implica la perspectiva sobre la muerte experimentada en medio del sufrimiento: «Re­
talmente concreta expresan una norma del buen morir logrado que llevan a que el flexionar sobre la carne y la locura como atributos de Cristo es [...] explorar las lindes
morir concreto, que es vivencia del dolor, sea experimentado con un sentimiento de de la muerte y el pecado que afligen a la existencia humana» (Flesh andFolly, 88).
vergüenza. Los aspectos corporales del morir, que tienen que ver con pérdida, do or,
desamparo, soledad, separación y ruptura, y con la pérdida de control sobre la vida a
ellos aparejada, parecen haberse vuelto hoy menos soportables. Dice Mary T. Prokes:

lll
242 Antropología realista
El morir en el contexto de una antropología realiza 2„
a) Soteriología y teología de la cruz
El acceso a través de la teología de la cruz continúa consecuen
En los modelos dogmáticos expuestos, en el contexto de la temente la teología de la encamación, en la medida en que indaga
muerte, la cristología es considerada, en primer lugar, como so­ en la Significación central de la muerte de Jesús en la cruz para una
teriología. En la medida en que en estos modelos la muerte es de­ cristología encamatona54. La pregunta por las implicaciones de la
terminada en sentido hamartiológico, dicha consideración es co­ centrahdad de la muerte de Jesús en la cruz lleva a que el morir
herente. El significado salvífico de la muerte de Jesús es visto en sea considerado en conexión y en la línea de la theologia crucis
la desposesión del poder del pecado (Barth, Thíelicke), y el morir desarrollada en las tesis 20 y 21 de la Controversia de Heidelberg
con Jesús a través del sacramento del bautismo (Rahner) abre al de Martín Lutero55. Se trata ahí, en principio, de que el abordaje
hombre la salvación. Conforme a esto, los horrores del morir y de temático del morir y la cuestión de cómo este ha de ser captado
la muerte consisten -como ejemplarmente establece la descrip­ teológicamente sigan la postura fundamental, basada en la teología
ción de Karl Barth- en el juicio de Dios que, en esos espantos, se de la cruz, que Lutero reclama con estas dos tesis.
encuentra con el hombre52. En la tesis vigésima, formula la paradoja de que el ser de Dios,
En las interpretaciones dogmáticas clásicas de la muerte se ob­ vuelto hacia el mundo y visible, se muestra en el sufrimiento y la ‘i
serva, en este punto, un déficit o, al menos, una incitación para cruz, y de que el «teólogo cabal» reconoce esta paradoja. Así, en el
procurar un acceso explícitamente teológico al morir. Con la bús­ centro de la teología está el conocimiento de que en el sufrimiento N
queda de una interpretación teológica -o incluso de una asigna­ y la cruz, en las depresiones y la bajeza de la humanidad se visibili-
ción de sentido- del morir y de la muerte, se pierde el realismo za la solicitud de Dios por este mundo. Conocer esto no es un acto
en la consideración del morir concreto, donde también se pone de de confesión estático, sino que implica habérselas con ello y exige
manifiesto una deficiente determinación en lo concerniente a la que también en sentido teológico no se pase de largo por el su­
cristología y la teología de la creación. Como hemos visto ya, esto frimiento y la cruz. En esa medida, se sigue también lo que afirma
se muestra también y sobre todo en un borrado sistemático de la la famosa tesis vigésima primera: «El teólogo de la gloria llama a
lo malo bueno y a lo bueno, malo. El teólogo de la cruz llama a las |(Í
dimensión corporal del morir53.
Prosiguiendo las reflexiones sobre la corporalidad, el incluir cosas [por su nombre] como realmente son»56.
una visión cristológica ampliada por la teología de la cruz promete Con ello se ponen de manifiesto dos cosas. La teología de la
un acceso que concede un peso mayor a la significación constitu­ cruz es la forma fundamental y el punto de partida de toda teolo­ lió!
gía, en la medida en que sigue el movimiento de la encamación
tiva de la corporalidad y que, al mismo tiempo, deja atrás la idea
de un morir «solo físico». Con la acentuación cristológica queda
54. Colocar de nuevo la teología de la cruz en el centro de ta.reflexión teológica
claro que tampoco respecto del morir es adecuado reducir al ser :
humano en sentido biologicista y abandonar así la consideración
de la superación de la muerte. Para una comprensión teológica del
no se convierta en teología de la cruz» (El Dwcrwfic^23^¿ae”C ¡eMte.
morir, es recomendable una concepción amplia de la cristología y el Dios crucificado tiene para Moltmann una d.mens.on producuv^nente s
complementar la perspectiva soteriológica con aspectos proceden­ por cuanto la cruz «no [promete] la con^™ac'“" dolor de la conversión y de la
tes de la teología de la cruz.

52. Cf. KD III/2, 726.


53. Es típica de tal borrado la argumentación de Helmut Thielicke que concluye
que, desde el punto de vista teológico, la muerte biológica al final no es lo decisivo
para el cristiano (Leben mil dem Tod, 276).
244 Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
245

que va de Dios a este mundo. Por otra parte —y en ello estriba la sus múltiples dimensiones, que a veces incluyen el sufrimiento y
determinación decisiva para nuestro contexto—, una perspectiva que asi contribuye a un realismo antropológico60
cualificada por la teología de la cruz se distingue por el hecho de En ello se realiza lo que Dietrich Bonhoeffer, en sus cartas des­
que no teme llamar por su nombre a «las cosas como realmente de la prisión, entendía como la «profunda condición de más acá»
son»57. Esto implica, de entrada, el carácter de revelación de la Ahí formula, con la fragmentariedad propia de este tipo de textos
cruz, en la que se realiza la confrontación de Dios con el pecado una perspectiva convincente que aboga a favor de la mencionada
y con el mal58. Con vistas a un acceso teológico al morir, pero «profunda condición de más acá» como rasgo característico de la fe
también a la enfermedad y a la finitud, se trata aquí ante todo de cristiana y en contra de la alternativa entre, por un lado, la fijación
subrayar que es preciso, por motivos teológicos, llamar por su en la cruz, en el sentido de una mística del sufrimiento cuya tenden­
nombre a «las cosas como realmente son». Esto exonera de in­ cia sería minar la resurrección, y, por otro lado, una focalización en
terpretar y dar sentido precipitadamente a los «lados nocturnos» la resurrección orientada al más allá cuya tendencia sería pasar por
de la creación, y abre un espacio constructivo para que a la antro­ alto las situaciones concretas de sufrimiento61.
pología teológica se incorpore, como un elemento constitutivo, El alegato de Bonhoeffer en favor de esta condición que ahon­
el hecho de ver y reconocer estas dimensiones también en sus da en el más acá adquiere, en su fúndamentación cristológica, pro­
aspectos de sufrimiento y dolor59. Con ello no se trata ni de una fundidad teológica y realismo. Bonhoeffer se debate, en la situa­
espiritualización de estas experiencias, en el sentido de una mís­ ción de cautiverio en la que lo amenaza un peligro concreto, con
tica del sufrimiento, ni de la reducción de la cristología a la cruz, una visión teológica del morir y describe de manera impresionante
sino del desarrollo de una antropología enderezada a los motivos cómo, tanto en sentido teológico como existencial, es el morir y
de la teología de la cruz, una antropología que se caracteriza por no la muerte el auténtico desafío para el ser humano. Así, escribe
ver las experiencias concretas del morir, la muerte y la finitud en a Eberhard Bethge: «Hacerse con el morir no significa aún hacer­
se con la muerte. La superación del morir pertenece al ámbito de
57. En este punto, no me parece sensato ni entrar en el debate epistemológico las posibilidades humanas; la superación de la muerte se llama
sobre la posibilidad del conocimiento de la realidad ni abrir el debate constructivista resurrección»62. Como proceso de la vida humana, el morir re­
sobre la relación entre verdad y realidad. Sobre todo esto, cf. H. Springhart Sinn und presenta para Bonhoeffer una tarea de conformación de la vida
Geschmack fürs Unverfügbare, 187. Para una discusión crítica del «realismo inge­
nuo», cf. P. Lampe, Wirklichkeit ais Bild, 24ss. que, a su juicio, solo cabe cumplir de forma convincente desde la
58. Es a lo que, con razón y vehemencia, apunta Michael Welker, Gottes Of- perspectiva que mira a la resurrección63. ií ¡
fenbarung, 16. Este autor advierte también contra una posición unilateralmente fi­
jada en la teología de la cruz, que corre el peligro de perder de vista la resurrección: La interpretación del morir en Bonhoeffer, así como de la po­ r
«La cercanía de Dios a la creación, en el sufrimiento más inconmensurable y en la sible actitud cristiana hacia el morir, se distingue por un poner en J
impotencia más honda de esta -en la cruz- y la fidelidad de Dios a la creación, al
conservarla y elevarla por el poder de la resurrección y del Espíritu, no deben ni
guardia frente a esa complacencia que, apoyándose en la fe en la
1--------
irresoluble.
difiiminarse mutuamente ni ser tajantemente separadas una de otra» (ibid.). Esta resurrección, pasa por alto lo que se presenta como
advertencia resulta central para una discusión cristológica del morir y de la muerte
que tenga en cuenta sus distintos aspectos, pero al mismo tiempo el análisis de 60. Como advertencia contra una mística del sufrimiento que obviaría la resu­
las maneras de acceso dogmáticas a esta cuestión muestra una fiscalización uni­
lateral en la resurrección, de forma que aquí parece que se necesita urgentemente rrección, cf. M. Welker, Gottes Offenbanmg, I • j , de| 21.7.1944 a
incluir las reflexiones basadas en la teología de la cruz. Para la crítica de la fija­
ción unilateral en el significado salvífico de la muerte de Jesús en el sentido de la vistas a la interpretación de la enfermedad y la finitud, ct. U. momas,
clásica teología del sacrificio expiatorio, cf., por ejemplo, K. Tanner, Christ the
Key, 252; asimismo, para la recepción de la distinción entre victim y sacrifice en el
concepto teológico de sacrificio en conjunto, cf. S. Brandt, Opfer ais Gedachtnis,
Münster 2001. 63. Es lo que formula criticamentetoman '^.ecc¡¿n de Cristo como puede
59. Sobre la expresión «lados nocturnos» de la creación, cf. G. Thomas, Neue
Schdpfung, 503ss; 1. Karle, Liebe in der Moderne, 48.
Antropología realista El morir en el contexto de una antropologia realista 247
246

Esto se funda, para él, en un alegato a favor de un «cristianismo En esta orientación ve Bonhoeffer el hecho de que el ser hu­
sin religión», esto es, a favor de una crítica de la religión teoló­ mano, por principio, está remitido al más acá y a la vida terrena
gica que, en contra de la tendencia a trasladar en términos reli­ que prohíben una «última huida a lo eterno». El cristiano «tie’
giosos lo irresoluble a la redención y solución divinas, exige una ne que probar y aguantar por entero la vida terrena como Cristo
reserva fundada teológicamente y una actitud de discernimiento: [•••] y> al hacerlo, el Crucificado y Resucitado está con él y él es
«Quisiera hablar de Dios no en los limites, sino en el centro; no crucificado y ha resucitado con Cristo. El más acá no debe ser
en las debilidades, sino en la fuerza; así pues, no ante la muerte superado prematuramente»67. Con la perspectiva cristológica, que
y la culpa, sino en la vida y en el bien del hombre»64. Así pues, de forma consecuente piensa a la vez la cruz y la resurrección,
Bonhoeffer justifica su alegato a favor de una visión clara de los subraya Bonhoeffer con razón que la terrenalidad del cristianis­
aspectos oscuros y espinosos o, como dice él, «irresolubles» de mo no solo critica la concentración en un más allá que tiende
la vida, esto es, poniendo el foco en las situaciones en las que se al consuelo, sino que también rechaza cualquier terrenalidad del
hace manifiesta la potencia de la resurrección. Produce de este más acá que no sea capaz de mirar más allá de sus límites: «No
modo una sensibilidad teológica que ha de preservar el discurso me refiero a la terrenalidad plana y banal de los ilustrados, los
sobre Dios, y en particular la fe en la resurrección, de una simple atareados, los cómodos o los lascivos, sino a la profunda condi­
instrumentalización de lo no resoluble: ción de más acá, [...] en la que el conocimiento de la muerte y
de la resurrección siempre está presente»68. Así pues, Bonhoeffer
En los límites me parece mejor callar y dejar lo irresoluble sin resol­
aboga por una consideración con sensibilidad y discernimiento
ver. La fe en la resurrección no es la «solución» al problema de la
muerte. ¡El «más allá» de Dios no es el más allá de nuestra facultad teológicos de las situaciones límite de la vida, que especialmente
de conocimiento! [...] Dios está en medio de nuestra vida más allá65. (pero no solo) van unidas al morir, y pide una perspectiva orien­
tada en el más acá, que contempla los límites del morir y de la i
Así pues, Bonhoeffer aboga -en el sentido pleno de la theo- muerte desde su superación6’.
logia crucis formulada en la tesis 21 de la Controversia de Hei- En el camino hacia una antropología realista, y hacia una in­
delberg- por ver y reconocer lo irresoluble como tal y no hacerlo terpretación teológica del morir y de la muerte elaborada a partir i
aparecer como resoluble mediante una instrumentalización pre­
cipitada de la acción de Dios. En la concentración exclusiva en
de ella, la perspectiva cristológica promete diferenciar como con­
viene, en la medida en que a la visión de la resurrección desde una
perspectiva soteriológica se sume la visión del morir y del sufri­ í
j pI
una resurrección entendida temporalmente más allá de la frontera
de la muerte, ve un consuelo inadecuado al anuncio de Cristo, y miento según los motivos de la teología de la cruz, comprendien­
le contrapone su teología orientada al más acá66. Esta orientación do ambas en su mutua imbricación. La cuestión del morir y de la
hacia el más acá se funda en la cristología y en la referencia al muerte sigue así al alegato de Bonhoeffer en favor de una profunda
*1
Crucificado y Resucitado.

64. Cf. Id., Resistencia y sumisión, 153 (carta del 30.4.1944 a E. Bethge). 6S. CÍAd., Resistencia y sumisión’210 (car1a d^^
65. Ibid. 69. Por consiguiente, la meta de la existencia cnshanaconSciado
66. En su carta del 27.6.1944 a Eberhard Bethge, escribe: «Ahora se dice que hoeffer, en aprender a tener fe en lai plena^terrenalid d °
lo decisivo es que en el cristianismo se haya proclamado la esperanza en la resurrec­ por completo a hacer algo de si mismo sea un santo^ q un s¡m0_ y a
ción y que, con ello, haya surgido una auténtica religión de la redención. El peso
recae ahora en el más allá del límite de la muerte. Y justo aquí veo yo el error y el
peligro. La redención significa ahora la redención de los cuidados, las estrecheces,
las angustias y las ansiedades, del pecado y de la muerte en una vida mejor más allá.
Pero ¿debería ser esto verdaderamente lo esencial de la proclamación evangélica y
paulina de Cristo?» (ibid., 19 Is).
248 Antropología realista E! morir en el contexto de una antrOpolog¡a real¡s,a
249
condición de acá y es, al mismo tiempo, la realización de lo que en Sinópticos se habla en diversos lugares de la lucha de Jesús con su
la Controversia de Heidelberg se formula como tarea nuclear de la monr y con su muerte. Ast, en Marcos y en Mateo se encuentra el
teología: llamar a las cosas como lo que «realmente» son. grito en la cruz: «Dtos mío, Dios mío, ¿por qué me has abandona
do?» (Me 15,34; Mt 27,46). En Marcos se dice sin más que jísús
b) La significación del morir de Jesús «lanzo un fiierte grito» antes de morir (Me 15, 37) Mientras que
en el evangelio de Mateo la confesión del centurión sucede des­
La significación del morir y de la muerte de Jesús sobrepasa
pués de que temblara la tierra, se hendieran las rocas y se abrieran
constitutivamente el suceso individual, en la medida en que, en
los sepulcros de los santos, en el de Marcos es la manera en que
la cruz, «las fuerzas terrenales, que son indispensables para la vida
sucede el doloroso morir de Jesús lo que hace confesar al centu­
comunitaria de los hombres y, por ello, son vistas de grado y sin rión que en la cruz acaba de expirar el hijo de Dios73.
cuestionamiento como buenas, [...] se muestran como corruptibles Tanto en Lucas como en Mateo, la lucha de Jesús con su morir
y revelan el potencial de peligro que encierran»70. La significa­ tiene lugar en el huerto de Getsemaní. Lucas describe cómo Jesús
ción universal de este morir, que él recibe como consecuencia de busca la soledad apartándose de sus discípulos (Le 22,41) antes de
la encamación, está fuera de duda. Sin embargo, en cuanto morir orar al Padre para que «retire de él este cáliz». Tras ser confortado
del Dios hecho hombre, que «no solo ingresó en una vida humana por un ángel, Lucas narra que Jesús «se debatía con la angustia»
[...], sino también en la profundidad de la indigencia de la creatu- y «oraba con más insistencia» (Le 22, 44), sudando como gruesas
ra, en el sufrimiento inconmensurable y en el enredo culpable de gotas de sangre. La narración que hace Lucas de los hechos acaeci­
los hombres»71, es asimismo expresión de la radical humanidad dos en el huerto de Getsemaní pone de manifiesto que la lucha de
de Dios. Así, en el morir de Jesús se manifiestan dimensiones del Jesús con la muerte es un fenómeno tanto físico como psíquico74.
morir que resultan también esclarecedoras para la comprensión teo­
lógica del morir humano72.
Para las historias de la Pasión en los sinópticos, es significativa
Los relatos del combate de Jesús con su morir y su muerte en los
evangelios sinópticos dejan claro que el dolor y la vulnerabilidad
de Jesús forman parte esencial de los acontecimientos75. Los relatos
J
la manera en que Jesús murió. A pesar de que ofrecen interpreta­ sinópticos de su lucha con la muerte también contradicen la inter­
ciones y narraciones distintas de la muerte de Jesús, en los relatos pretación de Jesús en tal trance como varón de dolores, «arquetipo
de la muda entrega a su triste destino»76, y sugieren así que la idea,
70. Michael Welker cuenta entre esos poderes a la religión, el derecho, la moral,
la política y la opinión pública (Gottes Offenbarung, 243).
71. Ibid.,2W.
¡r
72. Si en lo que sigue nos centramos en el morir de Jesús, no es porque pen­
semos que el morir de Jesús sea todo lo que cabe decir sobre el acontecimiento de
Cristo. Lo que afirmamos, más bien, es que en el morir de Jesús se manifiestan ele­
mentos básicos para la interpretación del morir. De forma similar argumenta Eber-
En Mateo se encuentra el relato de la oración reiterada e insistente de Jesús para q
di
hard Jüngel, para quien la muerte de Jesús representa el acontecimiento central de
la encamación. Jüngel recalca que la radicalidad de la encamación se hace patente
precisamente en la cruz y en el hecho de que la muerte de Jesús no fue la de alguien
que «murió heroicamente», sino que «Jesús murió gritando» (Tod, 133). No obstan­
íI
te, la reflexión que hace Jüngel sobre la muerte de Jesús responde a una perspectiva
soteriológica. Aunque, considerando la encamación, señala implicaciones que hacen su caso su propia sociedad» (ibid., 61 )■ . . ■ toria de| cristianismo asi se ha
referencia a la teología de la cruz, no intenta hacer productiva la cruz para la com­
prensión del morir, la muerte y la finitud. Más bien, muestra con claridad también
la disposición soteriológica de su argumentación en el último apartado de sus consi­
deraciones, donde desarrolla la muerte de la muerte y su comprensión de la «muerte
como perpetuación de la vida vivida» {ib id., 145). todas tus penalidades: / por tu angustia, / por tu apuro y
250 Antropología realista El morir en el contesto de uno antropología realista 25I :L

tan vigente en la modernidad, «de alcanzar la felicidad sin dolor y rosos de la existencia humana8». Al tratarse de un suceso localizado
de superar todos los padecimientos» es en gran medida ilusoria77. en el mtsmo D.os entendido como Trinidad, es patente que perte­
Al mismo tiempo, el ensimismamiento místico en los padecimien­ nece al núcleo de la fe cristiana ver y reconocer el morir y el sufrí
tos de Cristo, en cuanto intento de «superar el sufrimiento mediante miento en su dureza doiorosa, y al mismo tiempo tener conciencia
el sufrimiento»78, corre el peligro de hurtar la dureza y la escabro­ de la perspecfiva que más allá del morir apunta a su superación
sidad del morir del hijo de Dios y de quitarle hierro79. El hecho de Desde dicha perspectiva y desde el morir que Jesús toma sobre sí’
que Jesús muriera abandonado de Dios y, tras debatirse duramente queda claro que con el morir de Jesús se transforman el morir y 1¡
con el morir, gritando en la cruz, pone de manifiesto, pues, que se muerte mismos81. ¿Qué significa entonces el morir de Jesús para
trata de un suceso que no pasa por alto los aspectos duros y dolo- la interpretación del morir del hombre?

ras, / por tu amarga muerte». Frente a esto, Moltmann subraya que hay que descartar
la interpretación de Jesús como modelo de fatigas y sumisión a un padecimiento al
c) El morir del hombre y el morir de Jesús
que está destinado, porque «tomó sobre sí activamente el padecimiento que esperaba»
(El Dios crucificado, 76s). Si a partir del morir de Jesús en la cruz nos preguntamos por
77. Cf. Id., El camino de Jesucristo, 213. En vista precisamente de los grandes el morir del hombre, obtenemos diversas perspectivas para la in­
progresos de la medicina paliativa en el empeño por mitigar el dolor y el padeci­
miento en el trance de morir, se hace aquí precisa una visión detallada y realista
terpretación de este último. El hecho de que la muerte en cruz de
sobre posibilidades y límites. Desde su experiencia como supervisor de personas Jesús se relate de modo que se describan su lucha, el dolor y el su­ í;
que trabajan en clínicas especializadas en cuidados paliativos, Volkmar Schmuck frimiento de esta muerte pone de manifiesto que el morir, el dolor
describe y cuestiona la orientación, constatable en amplia medida, que aspira a un
«morir logrado»: «El morir logrado presumiblemente ocurriría en el caso de que un y el sufrimiento son motivo para la queja, una queja que expresa
ser humano pueda morir libre de dolores físicos y anímicos, cuando su vida se haya precisamente el deseo de redención que, con la resurrección del
cumplido, y su morir sea aceptado por él y por sus familiares» (Wider die Tyrannei
des gelingenden Sterbens, 524); cf. también G. Schneider-Flume, Alter, 12 Is. Aún
es clásica la teología del dolor, de fuerte impregnación mística, debida al teólogo
Crucificado, recibe una perspectiva de respuesta82.
En la línea de la sobriedad fundada en la teología de la cruz,
i
luterano japonés Kazoh Kitamori. Ofrece el intento de leer teológicamente el dolor
por tanto, no cabe obviar el morir en su concreta complejidad, en hh
humano, que interpreta como cólera de Dios: «Nuestro dolor humano permanece, en
ocasiones doiorosa; antes bien, en la consideración clara de los ib
I
cuanto tal, oscuro, sin sentido y sin ñuto. La verdadera esencia del dolor humano es
la cólera de Dios. [...] Al no ser nuestro dolor otra cosa que la realidad de la cólera de aspectos oscuros a los que ahí nos enfrentamos, se pone de ma­
Dios, este dolor no puede ser sanado ni tiene remedio. [...] Dios quiso que con nues­
tro dolor le sirvamos como testimonio de su dolor» (Theologie des Schmerzes Got- nifiesto el dolor por el mundo no redimido. Es la comunidad de
tes, 49). Este autor formula una teología de fuerte orientación mística, que culmina Cristo con vivos y muertos, fundada en el bautismo, la que señala ■

en el imperativo del asombro como actitud fundamental teológica y cristiana, pero en


la que, sin embargo, también se pone de manifiesto que la lectura teológica del dolor
como cólera de Dios, y más aún su interpretación del dolor del duelo como pecado,
adopta rasgos casi cínicos, porque en última instancia se nutre de la contraposición
dualista del dolor humano frente al dolor divino. Falta en Kitamori una aplicación de
la teología del dolor a la interpretación de la muerte. «Aparte de que el sufrimiento
y la muerte sean consecuencias del pecado, la realidad del pecado ya está en el hecho
de que, a causa del sufrimiento y la muerte de un ser querido, tengamos que sufrir el
dolor» (ibid., 50). Para la recepción en la teología alemana, cf. H. J. Margull, Tod und
Schmerz Gottes, 275.
78. Cf. J. Moltmann, El Dios crucificado, 71 s.
79. Los textos bíblicos y los relatos de la pasión de Jesucristo no dejan sitio para
el clásico axioma de la apatía, que ponía en duda la capacidad de sufrimiento de Dios porque esta humanidad es la del Verbo encarnado» (Chnst thetuy, P por
con vistas a acentuar la soberanía divina. En esta medida podemos obviar aquí esa 82. Günter Thomas muestra la actitud de su vida, y,
discusión. Sobre la cuestión de la apatía de Dios, cf. J. Moltmann, El Dios crucifi­ un lado, subraya la identificación de Dios coni a‘ consecuenc¡a de la «im-

cado, 263; El camino de Jesucristo, 213s. Para una discusión crítica de la «apatía»
de Dios y un alegato en favor de la vulnerabilidad de Dios, cf. W. C. Placher, Die
y
política, la religión y el sentido común» (Neue Schopf g.
Verwundbarkeit Gottes, 239ss.


11
Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
r
252
253
más allá del morir y, al mismo tiempo, convierte «el sufrimien­ I
3. ASPECTOS DE LA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: FINITUD VIDA NO
to por este ‘mundo no redimido’ en un dolor consciente»83. Una VIVIDA Y FRAGMENTO ’ UA N0
perspectiva cristológica del morir, en especial desde la teología de
la cruz, permite ver la condición no redimida y el deseo de reden­ Hay que seguir desarrollando, ahora desde la perspectiva de la
ción, valora el carácter multidimensional del morir y lleva a que el teología de la creación, la idea de finitud, que ya lúe objeto de las
morir pueda ser visto, en su diversidad de aspectos, como ruptura reflexiones de Karl Barth y Karl Rahner. La condición de creatura
dolorosa y proceso de fallecer, por una parte, y como progreso del del ser humano se muestra en su finitud y su limitación. Para una
tránsito que señala más allá de sí mediante el morir y la resurrec­ interpretación antropológica realista del morir es esencial no solo
ción de Jesús, por otra84. designar como algo dado el hecho de la finitud del ser humano
Tanto el morir que en Cristo es asumido vicariamente y expe­ e invitar a la aceptación de dicha finitud. De lo que se trata, más
rimentado dolorosamente, como la muerte que es superada en él, bien, es de preguntar en qué medida hay que entender la finitud
permiten diferenciar entre la muerte que todos -también Cristo en como una limitación saludable, que expresa humanidad, y hasta
la cruz- han de morir, denominada por lo general muerte «natural», qué punto se realizan con el morir las inquietantes dimensiones de
y la «muerte del pecador», de la que redimen el morir y la resu­ la finitud propia de la creatura.
rrección de Cristo85. Con esta diferenciación, sin embargo, resulta En conexión con las reflexiones sobre la corporalidad, adquie­
crucial que no se le otorgue la mayor importancia al aspecto de la re en este contexto un especial significado la dimensión de la ex­
causalidad, sino que se trate primero de una diferenciación de pers­ periencia de finitud como decaimiento agobiante, unido al morir.
pectivas sobre el morir y la muerte. Desde la teología de la cruz, A partir de las consideraciones fundadas en la teología de la cruz,
está claro que el morir físico, biológico, es un proceso inevitable y se pone de manifiesto la lucha con la finitud, y su constante agui­
jón, que se ha de oponer críticamente a las exigencias, normativa­ Í!i
que, a la vez, hay más allá de este suceso inmediato una interpre­
tación teológica y una perspectiva de esperanza que conducen la mente formuladas, del supuesto de la finitud87.
inevitabilidad, de suyo evidente, hacia una perspectiva de reden­ A medida que se abordan las dimensiones agobiantes de la fi­
nitud, la cuestión de la vida no vivida adquiere especial importan­

I
ción. Solo en este aspecto cabe luego decir que el ser humano ha
sido redimido de la muerte86. cia. El concepto de la fragmentariedad de la vida humana, acuñado
sobre todo por Henning Luther, presenta una interpretación de la
finitud que es capaz de tematizar tanto las rupturas como la aper­
83. Cf. J. Moltmann, El camino de Jesucristo, 266. tura, que ha de recibir una interpretación y una cualificación esca-
84. De este modo, el morir es descargado de cualquier tipo de idea de la norma- ií.
tividad del logro, sin por ello negar que el morir está acompañado por un apoyo que, tológicas, de un futuro que va más allá del morir y de la muerte88.
en cierta medida, puede aliviarlo. Hay que coincidir con Moltmann cuando afirma:
«El consuelo de la fe no vuelve indiferente al sufrimiento, sino sensible a él, porque
despierta la esperanza en un mundo nuevo en el que ya no habrá sufrimiento» (El a) Finitud de la vida
camino de Jesucristo, 267).
85. Moltmann adopta esta distinción, pero en detrimento de la problemática del Partiendo del interés por una perspectiva teológica del morir,
morir descrita hasta ahora con criterio diferenciador. Así, describe la muerte física para la teología de la creación resulta central la pregunta por la
como «muerte natural, que puede experimentar cualquiera que cree en el perdón de
los pecados y no necesita ya temer a la muerte» (ibid., 191).
86. Los intentos por distinguir ambas perspectivas mediante asignaciones iden-
tificadoras no pocas veces corren el peligro de prestarse a deformaciones normati­
vas, como las que se encuentran, por ejemplo, en la descripción de Moltmann de que
87. En el vivir, el morir y el resucitar de Cristo “ P"™b^pP0X fini “d
Thomas «la fidelidad de Dios a la tierra», que se “P4® . . n Thomas- «el fatalis-
I
«consecuencia de una vida pecaminosa, frustrada o echada a perder es sin duda la y a partir de la cual quedan descartados -como reHc reconcj|jac¡ón con )a miseria de
angustia de la muerte, pero no la propia muerte física» (ibid., 190). El hecho de que mo estoico, la sumisión religiosa alJest'n0 J ,,e,uMdier Endlichkeit, 183).
la causa del mal individual no reside en el pecado ya es subrayado por Schleierma- la finitud humana» (Krankheil ais Mamfestation menscnuc,
cher, Lafe cristiana, § 77, 353s. 88. Cf. H. lMlhet,IdentitátundFragment, 16U.

I
254 Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
255
finitud89. De la combinación de ambas cuestiones -el morir y la fi- bíblica que exhibe una multiplicidad de perspectivas, muestra
nitud- se desprende con claridad que aquí no se trata de desarro­ que a fimtud y el carácter efímero son dimensiones amenazante
llar un concepto de finitud, que habría que exponer como atribu­ y ¿olorosas de la vtdade la creatura, las cuales al mismo tiem-
to estático de la existencia humana. De acuerdo con el propósito po pueden ser entendidas como un elemento de la bondad de la
fundamental de este libro de preguntar por modos de acceso teo­ creación. Aquí vale en conjunto para la finitud lo mismo que se
lógicos y antropológicos al proceso del morir, también entra en ponía ya de manifiesto, en los términos propios de la teología de
consideración la finitud en cuanto descripción multidimensional la cruz, en la consideración del morir: su aspereza y la dureza de la
de la vida humana, que puede mostrarse, ya como problemática y lucha con ella encuentran expresión justamente en la perspectiva
dolorosa, ya como salutífera90. La finitud deviene una dimensión de superación93. Es así como la profecía de la Nueva Creación de
problemática ahí donde se realiza como experiencia de la limita­ Is 65, 17-25 expresa con claridad el apuro dei presente al descri­
ción de un plazo temporal: en la enfermedad, el morir y la con­ bir la presencia de la creación en su «labilidad y [como] amenaza
frontación con el morir de otros91. para la vida finita»94. Ahí desempeña un papel central el aspecto
En términos teológicos, la finitud es un concepto complejo, del morir a destiempo95. Así pues, el problema no es el hecho de la
cuyo carácter multidimensional ha de ser reconocido, por una par­ finitud, sino el apuro que surge de que la vida finita no haya podi­
te, en la fiindamentación que procede en cada caso de la historia do desplegar sus posibilidades finitas pero dispuestas a llegar a su
de las ideas y, por otra, al considerar la trabazón de la experiencia. cumplimiento. Esto conduce al aspecto de la vida no vivida, que
Que la finitud sea solo problemática, o que pueda ser también bue­ ha de ser desarrollado en un paso siguiente.
na y salutífera, es algo que apenas cabe valorar sin tener en cuenta Pero, por ahora, hemos de seguir indagando en la complejidad
la experiencia de finitud concretamente implicada en cada caso. de la finitud. Que el carácter efímero de la creación pertenece a sus
Con todo, resulta decisivo tener siempre presente la ambivalencia lados oscuros queda también de manifiesto en la contraposición de
fundamental de la finitud para escapar a la alternativa entre antro­ los sufrimientos del presente y la gloria prometida en Rom 8,18ss.
pología negativa o interpretación normativa irreal92. La tradición Aquí se contempla lo efímero de la creación en su conjunto, que
í 89. En una línea similar a la de nuestra reflexión se sitúan las dos contribuciones
de Günter y Christine Thomas, que desarrollan la cuestión de la finitud con vistas a
Pablo describe como servidumbre que va unida a la expectación
ansiosa y al gemir (Rom 8,19.22). También en este caso la prome­
una interpretación teológica de la enfermedad y de la vejez: Krankheit ais Manifes- sa de la superación hace más patentes los sufrimientos debidos al
tation menschlicher Endlichkeit, 165ss, y Autonomie und Endlichkeit im Altenings- carácter efímero y finito de lo creado. Lo esencial, por tanto, es que
prozess, 140ss. Para una discusión filosófica de la vida cuando se le asigna un plazo, la finitud, experimentada como causante de dolor, apuro y angustia,
experimentado como amenaza, cf. sobre todo P. Gross, Endlich, 253ss.
90. Cuestionamos así un enfoque como el de Kirsten Huxel, que describe la fi­ no se describe como un mal que ha de ser aceptado y tolerado, sino
nitud como una interpelación constante a la fe. Tanto el hecho de hablar de «la fe» como un acicate para esperar la superación. No se trata, por eso, de
como el de concretar la finitud en las experiencias de esta reciben una determinación
claramente insuficiente por formulaciones como: «En la dura realidad personal que se
poner en el centro una aceptación y entrega de principio a la fimtud
nos resiste ha de poder medirse si la verdad de la fe es algo que sostiene y que cabe y la transitoriedad, sino de reconocer y nombrar los su míen os
í mantener con perseverancia, o si se ve conmocionada en sus cimientos por ciertos
concretos como algo que ha de ser superado .
j

acontecimientos biográficos» (Sinn und Geschmackjurs Endliche, 327).


91. Cf. W. Lohff, Theologische Erwágungen zum Problem des Todes, 167.
92. Günter Thomas ha expresado de forma convincente y concisa la tarea de la 93. Cf. J. Moltmann, La venida d^ios '15^ memcMicher Endlichkeit, 167.
teología respecto a la finitud, la cual consistiría en «ganar una comprensión nutrida y 94. Cf.G. Thomas, unos pocos dias y de
realista de la vida finita de la creatura, que reconoce los renunciamientos y las esca­
brosidades de la vida finita, experimentados de forma real y dolorosa, sin traicionar
la finitud en el horizonte de la eternidad, pero también sin desistir de la esperanza
í|
cristiana en una redención de la creación» (Krankheit ais Manifestation menschli­
cher Endlichkeit, 161). 90 y Sal 144. Beate Ego ha señalado con razón, al
256 Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
257
En el camino hacia una antropología realista, el concepto de fi- «La vida finita en cuanto vida ineludiblemente mortal es así porque
nitud resulta asimismo instructivo porque cubre un vasto campo de es una vida pecadora»- Aunque en las construcciones teológicas
modos de acceder y describir el carácter efímero del ser humano. modernas se distinga con más claridad entre la muerte natural y la
Los posibles modos de comprender la finitud pueden ser en princi­ muerte del pecador, de modo que el ser humano en trance de morir
pio diferenciados según dos aspectos. La finitud, por una parte, en es visto como partícipe del proceso natural, con la orientación ha-
el plano existencial, es considerada como descripción antropológi­ martiológica de la finitud se mantiene vigente una idea negativa de
ca del final del hombre y de la creación, a la que está ordenada. Por esta". Para un acceso teológicamente constructivo al morir, es útil
otra parte, en el plano procesual, la finitud describe la vida en su una comprensión de la finitud orientada en un sentido procesual
transitoriedad que acontece permanentemente con intensidades dis­ mas fuerte. Aquí la finitud es considerada como expresión y expe­
tintas. En el sentido de una descripción existencial-antropológica, riencia de angustiosos procesos de decadencia. La enfermedad y el
la finitud puede ser vista, por un lado, como expresión de limitación envejecimiento, pero también otras experiencias de la vida amena­
saludable que reconduce al ser humano, en cuanto creatura, a den­ zada y limitada, sacan a la luz la fragilidad y la vulnerabilidad del
tro de sus límites y lo protege de sí mismo y de otras extralimitacio­ ser humano, y hacen que la finitud sea una experiencia que pone la
nes destructivas. Esta comprensión de la finitud hunde sus raíces en vida en cuestión100.
el relato del Paraíso, en especial en Gn 3,22. A la vista del potencial De este modo, se evidencia también que no se trata en primer
y del ansia del hombre por sobrepasarse, como se puso de manifies­ lugar de entender la vida en el sentido filosófico-existencial como
to al comer del árbol de la ciencia, y a la vista del peligro para sí «precursora» de la muerte101, sino de ver la vida como un proceso
mismo que va ligado a ello, y que se expresa en la vergüenza como que, incluso en las fases marcadas por la enfermedad y el morir,
consecuencia de traspasar sus límites, Adán y Eva son expulsados siempre es más que el morir y la enfermedad, pero en el que se
del jardín del Edén, para que con el ansia de sabiduría no se calme pueden experimentar sus trastomadores aspectos de dureza. El
p:

también el ansia de vida eterna comiendo del árbol de la vida”. morir viene así a consideración como una fase agudizada de la
Conforme al relato del Paraíso, la finitud del ser humano se vuelve experiencia de finitud, que tiene su dolorosa dureza en el hecho
objeto de consideración no como amenaza, sino como limitación de que el hombre es confrontado con la «reducción irreversible de ■

sus horizontes de posibilidad»102. íj!


!
saludable y expresión de humanidad. La finitud y la vida dentro de
límites determinados son peculiaridades de la condición de creatura La consideración de la finitud del hombre pone de manifiesto, P
de este modo, la fundamental ambivalencia que encuentra en el
del ser humano que lo distinguen esencialmente de Dios. En esa
morir su expresión agudizada. Que la vida del hombre es un plazo I
medida, la finitud forma parte de la creación buena de Dios y es
finito lo caracteriza como creatura limitada y le asigna sus limites.
expresión de su acción cuidadora, pues en su calidad de limitación
í! preserva al hombre de deslizarse hacia lo inhumano y lo protege así
■í 98. Cf. Ch. Thomas - G. Thomas, Autonomía und Endlichkeit im Alterungspn-
también del círculo vicioso de la vergüenza.
Por otra parte, en las lecturas de la finitud que, desde el enfo­ Para un fino análisis de las
que hamartiológico, tienen una orientación más fuertemente cau­ 11
sal, encontramos, una interpretación que problematiza la finitud. Günter Thomas como una comprensión propia de la m^ dec¡¡ds.ncia de expe.
rizada más bien como consecuencia y resu • de |a finitud, aunque sin duda la
riencias de finitud que como una comprensiónpropa dela
h
experiencia de dependencia representa una vivenciaAl,mingspmess¡ 141.
i ; ter transitorio de tas cosas expresado en Sal 90, que el orante no lamenta el carácter de
este ser efímero, sino que pide «la gracia amorosa [de Dios] dentro de esta existencia cf. Ch. Thomas - G. Thomas, ¡ cast.: Sery tiempo)
101. Cf. M. Heidegger.&m undZeit, ¿W. Endlichkeit im Atlerungs-
dada» («Seine Tagegehen dahin wie ein Schatten», 78). 102. Cf. Ch. Thomas - G. Thomas, Aulonomte
97. Para esta interpretación, cf. G. Thomas, Krankheit ais Manifestation men-
schlicher Endlichkeit, 166. prozess, 141.
h
!
Antropología realista
258 El morir en el contexto de una antropología realista
259
Al mismo tiempo, la experiencia de la finitud, en la medida en que
y las múltiples posibilidades no vividas, que es como si hubieran
se realiza, de forma acuciante y amenazante para la vida, en la en-
esperado mu tímente en 1OS cruces y en ]as u ™
fermedad’y el morir, se convierte en motivo del doliente sollozo de
la biografía»105. La v.da no vivida es, por tanto, la finitud que
la creatura creada. Pero que el hombre sea finito y limitado impli­
presenta siempre sin cesar en el proceso de la vida
ca asimismo que se halla descargado de excesivos requerimientos
El concepto de «vida no vivida» describe la experiencia «en la
normativos de configuración, tal como en ocasiones se ofrecen en
que entre los deseos vitales fundamentales y la vida efectivamente
las representaciones de un «morir bueno y logrado». Si se toma
realizada se percibe una falta de proporción que, en la mayoría de
en serio el carácter diferenciado y multidimensional de la finitud
del hombre, se pone de manifiesto que, de vez en cuando, está más
los casos, resulta dolorosa»105 La idea de la vida no vivida dirige
la mirada, pues, al hecho de que las posibilidades son cada vez más
i
allá de las posibilidades finitas del hombre aceptar afirmativamente
grandes y más numerosas que las realizaciones. La vida no vivida
justo esta finitud y reconciliarse con ella. Con ello se plantea la pre­
adquiere así importancia, tanto en sentido prospectivo como retros­
gunta por los modos de acceso a la finitud que, en su terminología y
pectivo, y se enfrenta con virulencia a la vida finita107.
su concepción, expliciten e intenten captar sus aspectos dolorosos.
En vista del morir y de la muerte, la vida no vivida adquiere un
La consideración del concepto de la «vida no vivida» y de la idea
significado especial. En la situación de un retroceso constante de
de la vida como fragmento viene aquí en nuestra ayuda. las posibilidades de acción, se evidencia especialmente la irrevoca-
bilidad. El concepto de la vida no vivida es una concreción más rica
b) La vida no vivida en implicaciones de la experiencia de finitud, por cuanto expresa
En la línea de la comprensión de la finitud como medio de pro­
teger a la creatura que aspira a sobrepasar sus límites, en el sentido
los aspectos dolorosos de esta. Adquiere vigencia tanto retrospec­
tivamente, en el sentido de lo que se ha perdido, lo que se nos ha
p
del relato bíblico del Paraíso, y secundando el interés por conside­ negado o a lo que hemos renunciado de la vida, como prospectiva­
rar de forma diferenciada la perspectiva que aporta la finitud sobre mente, a la vista de la vida que ya no será vivida, y da así voz a una
las rupturas de la vida, Thomas Fuchs introduce en el debate el concepción de la finitud que representa, frente a la comprensión ■r-

de una linealidad puramente temporal, un correctivo crítico108. La


concepto de la «vida no vivida»'03.
La idea de vida no vivida procede de una resistencia crítica 105. Cf. Th. Fuchs, Das ungelebte Leben, 497.
contra las concepciones que siguen de forma unidimensional el 106. Ibid- l . -
deseo de integridad y de realización de la persona104. Frente a este 107. Thomas Fuchs recalca que lo no vivido, cuando se ha hecho visible, puede
«convertirse en fuente de sentimientos de insuficiencia, remordimiento y culpa, pero
deseo, el concepto de la vida no vivida trae asimismo a considera­ también de esperanzas, anhelos y deseos que apuntan al futuro» (jbid., 498). Fuchs
i! distingue tres formas de la vida no vivida, cada una de las cuales producen en e
ción las «rupturas [...] del desarrollo vital, el fracaso y el malogro,
4 recuerdo otras formas de dolor: 1) La negación de una opción de vi a, cuan 0
cumplimiento de un deseo se frustró por el destino extemo, las contrariedades ola
103. Cf. Th. Fuchs, Das ungelebte Leben, 497. Fuchs retoma la idea de vida enfermedad». Esto suele conllevar la queja contra los demás y contra.^ °
no vivida tal como había sido ya desarrollada desde la perspectiva psiquiátrica en
A. Zacher, Kategorien der Lebensgeschichte, 59ss. Desde la perspectiva teológi­
ca, también Jürgen Moltmann habla, en referencia al principio esperanza de Emst
Bloch, de vida no vivida (La venida de Dios, 99s).
104. Thomas Fuchs observa un deseo semejante, por ejemplo, en los intentos mayoría de las veces el reproche a uno mismo nQ
de hacer balance de la vida. Pero cabe encontrarlo también en la literatura teológica 108. Podría preguntarse aquí si el concepto de «moa
-por ejemplo, en el contexto de la teología feminista— que, en pos de una imagen presión de la incapacidad de aceptarJa vida e ñg» ¡neludible de la
positiva del ser humano, persigue el ideal de integridad, adquiere en esa operación subrayar aquí que con la «vida no v vlda ¡ón^ |o que se halla dado y la de-
un carácter más o menos ocultamente normativo y pasa por alto la distinción entre vida fragmentaria que se halla dada. La acep 4 perspectivas se
las posibilidades finitas de la condición de creatura y el acervo escatológico de espe­ nominación de lo no vivido no se excluyen en esto, antes cien am p
ranza. . E. Moltmann-Wendel, Wenn Gott und Korper sich begegnen, 64. condicionan mutuamente.
i
i
260 Antropología realista El morir en el contexto de una antropología realista
261
inevitabilidad de la vida no vivida está en íntima conexión con la ello, el espectro significativo y la perspectiva doble del fragmento
fragmentariedad del ser humano, que al mismo tiempo abre el ho­ han de ser entendidos, análogamente a la vida no vivida tanto re
rizonte escatológico y lo pone enjuego109. trospectivamente como prospectivamente. Retrospectivamente en
cuanto fragmentos del pasado, representan «restos de un todo des­
c) La fragmentariedad de la vida en el horizonte escatológico truido, pero íntegro en otro tiempo»112. Fragmentos prospectivos
en cambio, son aquellos que representan «obras que han quedado
En la cárcel y ante la amenaza que se cernía sobre él, Dietrich
inconclusas», que no han encontrado -o no lo han hecho todavía-
Bonhoeffer expresa en su ambigüedad el concepto de fragmento,
y designa también con absoluta concisión el horizonte escatológi­
su forma de configuración definitiva. «Los fragmentos [...] señalan í
más allá de sí mismos. Viven y obran en tensión con aquella tota­
co que dicho concepto es capaz de abrir:
lidad que ellos no son ni representan, pero en dirección a la cual
Una vida que puede desenvolverse plenamente en el terreno pro­ el observador pretende completarlos»114. Si bien la vida como un
fesional y personal y que de esa manera se convierte en un todo todo muestra ser fragmentaria, la acuidad de la fragmentariedad se
compensado y completo [...] probablemente no forme ya parte de hace, sin embargo, especialmente patente con el morir y la muerte.
las pretensiones que puede abrigar nuestra generación. [...] Segu­ Henning Luther describe de forma impresionante el dolor ligado a
ramente por ese motivo experimentamos con especial intensidad lo la fragmentariedad:
inacabado y lo fragmentario de nuestra vida. Pero precisamente el
fragmento puede a su vez señalar a un cumplimiento más alto que Somos siempre también a un tiempo como ruinas de nuestro pasado,
ya no es humanamente alcanzable110. fragmentos de esperanzas rotas, de deseos vitales idos como agua
entre los dedos, de posibilidades desechadas, de ocasiones desper­
Fue finalmente Henning Luther quien introdujo en la discusión, diciadas y perdidas. Somos ruinas a causa de nuestro fracaso y de
bien desarrollado, el concepto de fragmento, en la línea de Bon- nuestra culpa, tanto como a causa de las ofensas inferidas y de las
pérdidas y derrotas sufridas y padecidas115. 'V
hoeffer. En el contexto del debate pedagógico-religioso sobre la
formación, y desde una intervención crítica frente a la idea de una De este modo, la descripción de la vida humana como fragmen­
identidad plenamente formada como meta normativa, Luther pre­ to traslada elocuentemente la radicalidad de la ruptura que aconte­
gunta por el significado de lo fragmentario111. Frente a la noción de ce con el morir y los aspectos ásperos de la finitud.
una «totalidad, del todo clausurado en sí, de la unicidad y de la vi­ El concepto se hace teológicamente instructivo gracias a su
gencia permanente», el concepto de fragmento plantea la pregunta perspectiva doble. Al señalar de forma tanto retrospectiva como
por el «no-ser-íntegro, el quedar incompleto, lo truncado»112. En
f prospectiva al todo en el que no se ha convertido, la «diferencia
que separa al fragmento de su posible cumplimiento» remite «po-
109. Thomas Fuchs pone enjuego también la idea de fragmento, en la medida
en que expresa la aceptación del hecho «de que todos peleamos con nuestros límites,
de que la vida no puede predecirse ni controlarse, y de que la perfección es una meta Dios y con el mundo, y como consecuencia del j^rgé^Moltm^ra'po?d contrario,
inhumana» (Das ungelebte Leben, 505). pecado, hacia la ausencia de relación (7brf, 99). g rte «de ñor sí» como

r
110. D. Bonhoeffer, Resistencia y sumisión (ed. 2004), 156 (carta del 20.2.1944 señala críticamente que incluso si es Posl e “tomismo «no puede trasladarse al
a Kart y Paula Bonhoeffer). ausencia de relación, hay que recordar q ha puest0 con
111. Cf. H. Luther, Identitdt undFragment, 160s. La idea de una «plena identi­ morir real de un hombre. En el morir real, la ,. | e e| hombre ha sido

i dad del yo» como ideal normativo de la formación representa, para este autor, una
reducción y solo sería posible si se prescindiera del duelo -en referencia al pasado-,
de la esperanza -en referencia al ftituro- y al amor -en referencia a la dimensión
el hombre permanece igual de indisoluble que aquella en la que
puesto con Dios» (La venida de Dios I s).
113. Luther menciona como ejemplos el torso
escultura o los restos ar-

social- (ibid., 170). quitectónicos (Identilat und Fragment, 167).


112. Ibid., 161. Eberhard Jüngel entiende la muerte en conjunto como trunca­ 114. Ibid.
miento, en la medida en que en él ve truncada la relación del hombre consigo, con 115. Ibid., 168.
I.
262 Antropología realista

sitivamente hacia delante»116. Junto a las dimensiones de la idea de 2


fragmento en los ámbitos de la hamartiología, de la teología de la
justificación y de la cristología, cuya clave característica reside en LA VULNERABILIDAD
que no tienen presente idea alguna de cumplimiento y en que to­ COMO CATEGORÍA NUCLEAR
man conciencia de la condición dependiente por principio, resulta
aquí esencial el hecho de que a la fragmentariedad vaya unida la
DE UNA ANTROPOLOGÍA REALISTA
reserva escatológica. «La esencia del fragmento no era entendida
como un estado definitivo de destrucción o de inacabamiento, si­ I
no como una apariencia anticipada del cumplimiento que señala
más allá de sí misma»117. Así, la idea de fragmento remite precisa­
mente a la totalidad presente en ausencia.
La virtud del aspecto de la fragmentariedad de la vida para la
interpretación teológica del morir estriba en que designa claramen­ Si preguntamos por la contribución teológica que la discusión
te como ruptura los aspectos duros del quebrantamiento de la vida, del morir, la muerte y la finitud aporta a una antropología realista,
el dolor por la vida perdida, fracasada o no vivida. A la vez, abre es palmario que consiste en haber introducido en la antropología el
la perspectiva escatológica constitutiva de una visión cristiana del concepto de la vulnerabilidad del ser humano1. Antes de ocupamos
morir, una perspectiva que indica que la redención y el cumpli­ de las implicaciones del contenido de la vulnerabilidad, hemos de
miento siempre están pendientes. El hecho de que la vida se mues­ tomar conciencia de su capacidad de comprensión hermenéutica y
! tre en la ruptura muriente como fragmento es inevitable y, a la vez, de la intención con que se introduce este concepto2.
esencial para la esperanza que señala más allá del morir. Con la vulnerabilidad se introduce en el debate un concepto
El sobrio conocimiento de la finitud experimentada en ocasio­ que resulta especialmente adecuado para desarrollar una antropo­
nes como amenazante, del dolor por la vida no vivida y del duelo logía realista, porque puede desplegarse siguiendo dimensiones in­
por lo fragmentario está basado en la tensión entre Creación y dividuales, sociales y teológicas. Si hasta ahora la vulnerabilidad
■■

Nueva Creación. Mantiene vigilantes la inquietud y la esperanza apenas ha sido un término técnico de la teología sistemática, sin
embargo ha sido un tema ampliamente tratado por la dogmática, en
de la redención escatológica, sin querer realizar aquí, en este vivir
particular por la antropología teológica. Al mismo tiempo, la vul­
y en este morir, dicha redención en el sentido de un anhelo de to­
1 talidad que pretende la perfección118.
nerabilidad es un concepto puente hacia el discurso interdiscipli­
nar. Esto es así, en especial, respecto de los dos campos científicos
en los que la discusión de la vulnerabilidad hunde sus raíces. En

1. El impulso para el desarrollo de un concepto teológico de vulnerabilidad lo


1 debo al libro Vulnerability and Glory, de Kristine Culp. Los acentos, sin embargo, son
claramente distintos en uno y otro caso. Culp parte de una perspectiva de orientación
116. Ibid., 169. Aquí hay que coincidir sin duda con Andrea Bieler {Leben ais eclesiológica y pone en relación la vulnerabilidad del ser humano con su gloria: «La
Fragment?, 21), que entiende que el concepto de fragmento de Henning Luther per­ vulnerabilidad es la situación en la que la existencia terrena puede ser dañada y degra­
tenece al campo de tensión del dolor y del anhelo. dada; es también la situación en la que las personas y comunidades pueden recibir y
117. Cf. H. Luther, Identitdt und Fragment, 175.
118. Desde una recepción crítica de la propuesta de Henning Luther, señala An­ ser portadoras de la gloria
2. Para ulteriores de Dios»
accesos {ibid., 181). al fenómeno y al concepto de la
ínterdisciplinares
drea Bieler: «No puede reducirse todo a darse cuenta de lo fragmentario y convertirse vulnerabilidad, cf. H. Springhart - G. Thomas (eds.), Exploring Vulnerability, y A.
•;í j ■
en protestatarios contra la muerte». Además, habría que preguntar por los procesos de Bieler, Verletzliches Leben. Sobre el debate filosófico, cf. B. Liebsch, Verletztes Le­
coherencia con los que las personas puedan poner entre sí en relación «los fragmentos
que andan zumbando por su vida» {Leben ais Fragment?, 24). Para una teología ar­ ben, 27ss, y R. Klein, Schmerzfrei leben, 306.
ticulada de la Nueva Creación, cf. G. Thomas, Neue Schdpfung, 388ss.
264 Antropología realista
La vulnerabilidad como categoría nuclear
265
la psicología, la vulnerabilidad se contempla, en principio, como
lidad de ser dañado (o sea, ese aspecto de la experiencia que le
factor de riesgo para la integridad psíquica de la persona, un riesgo
sobreviene al hombre desde fuera) como una actitud caracteriza­
que ha de ser contrarrestado con un incremento de la atención y el
da por la percepción de la vulnerabilidad propia y ajena (o sea,
fomento de la resiliencia3. El segundo ámbito, junto a la perspecti­ el aspecto de la experiencia con el que se describe la actitud del
i va psicológica y sociológica, viene dado con la ecología sistémica.
hombre desde dentro hacia fuera), y es a la vez expresión de ex­
El foco se sitúa aquí en lá vulnerabilidad de los sistemas ecológicos
periencia interpretada (o sea, del plano reflexivo y teológicamente
y en el análisis de los factores que los ponen en peligro. A partir de
constructivo). En suma, la focalización en la vulnerabilidad hace
estos dos campos de discusión en tomo a la vulnerabilidad, tam­ posible, gracias a su carácter multidimensional, prescindir de las
bién los debates más recientes en la ciencia jurídica4 y en la filoso­ valoraciones unilaterales de una vulnerabilidad positiva o nega­
fía feminista5 abogan por el rendimiento de la vulnerabilidad como tiva, que hay que descartar porque la vulnerabilidad es siempre
categoría central de la antropología. ambivalente y presenta una múltiple trabazón sistémica’.
El desarrollo de la vulnerabilidad como categoría nuclear de
una antropología realista permite explicitar de forma paradigmáti­
ca las preocupaciones fundamentales de esta. Toma en conside­ 1. Vulnerabilidad frente a fragilidad y pasividad
ración la complejidad y la pluralidad dimensional, y es adecuada La vulnerabilidad del ser humano implica su fragilidad y pasi­
para adoptar una perspectiva sobre los aspectos duros de la finitud vidad, pero comprende un espectro significativo más amplio que
y una mirada constructiva a la conditio humana cuyo punto de par­ el que pone de relieve la dimensión frágil y pasiva, y dirige la
tida sea el morir. Al mismo tiempo, se pone así de manifiesto que, mirada al carácter procesual del ser del hombre8. Para la aprehen­
con la vulnerabilidad, a la dimensión individual se une constituti­ sión de la «multiperspectividad» específica del concepto de vul­
vamente también la dimensión de la interdependencia social6. La nerabilidad, la delimitación con respecto a la idea de fragilidad,
descripción de la vida humana como vulnerable implica, por una por un lado, y a la idea de pasividad, por otro, pone de manifies­
parte, la dimensión ontológica del concepto; por otra, abre los ojos to en dónde reside la fuerza específica de la perspectiva sobre la
a dimensiones de la vulnerabilidad ligadas a la situación y, con vulnerabilidad. La descripción de la vida humana como una vida
i
ígi
ello, de grados diferentes. El aspecto de la vulnerabilidad, además,
amplía la contraposición entre pasividad y actividad, que es la que
frágil pone en claro que se halla expuesta al peligro fundamental
de ser rota, quebrantada o truncada. La integridad originaria está
más a menudo se tiene en cuenta al tratar del morir. amenazada por la fragilidad y se encamina a un truncamiento: tal
Con el concepto de vulnerabilidad introducimos una categoría es la imagen ligada a esa descripción. En esa medida, la muerte es
nuclear en la antropología teológica que es capaz de dar debida­ la postrera realización de la fragilidad del ser humano. La fragi­
mente cuenta del triple concepto de experiencia que se halla en lidad implica el carácter definitivo, incluso cuando se realiza ya
la base de este libro. La vulnerabilidad considera tanto la posibi- antes de la muerte. En la medida en que la fragilidad describe el
peligro de la vida que se trunca y se quiebra, evoca la búsqueda

1 3. Que la vulnerabilidad es, además de un riesgo, un recurso, lo muestra desde


una perspectiva psiquiátrica Thomas Fuchs en Existential Vulnerability, 3s.
4. Desde la perspectiva jurídica, cf. M. A. Fineman, The Vulnerable Subject.
Para una discusión de su tesis, cf. M. A. Fineman - A. Grear (eds.), Vulnerability.
7. Respecto de la vejez, Andreas Krose aboga por pensar complementariamente
la «perspectiva de la vulnerabilidad» y la «perspectiva del potencial» (ibid.).
Martha Fineman dirige un equipo de investigación en la Law School de Emory Uni- 8. Eberhard Jüngel (Tod, 116) ha subrayado la pasividad del hombre como deter­
í, minación antropológica fundamental y la ha relacionado con la figura de a pasi n e
versity con el título Vulnerability and the Human Condition.
5. Cf. las colaboraciones en C. Mackenzie y otros (eds.), Vulnerability. Dios, que se realiza en la muerte de Jesús. La diferencia finamente concep a en
6. Andreas Kruse pide, considerando la condición vulnerable de la vejez, una pasividad y pasión conduce a una matización, teológicamente declS1^’. ’
«dependencia conscientemente asumida» (Der gesellschaftlich und individuell ve- ra pasividad del hombre y la actitud de Jesús hacia su muerte, que ha de mtejretarse
como padecimiento y como pasión, esto es, como pasividad y como actividad.

1
rantwortliche Umgang,3\).
I
Antropología realista La vulnerabilidad como categoría nuclear
266
267
de mecanismos de protección y de defensa para evitar ese preciso radicales'». El desplazamiento de la perspectiva hacia la vulnera-
peligro. La descripción del hombre como existencia frágil deja bilidad permite establecer aquí una diferenciación fundamental".
poco espacio para los horizontes de posibilidad en los que también El hecho . el .hombre
• , de, que ., sea vu'nerable implica experiencias
se desenvuelve y es aprehensible la vida finita. En ese sentido, la potenciales de la pasividad. Pero mientras que con la idea de pasi­
acentuación de la fragilidad comporta el peligro de hacerse porta­ vidad se pretende una descripción antropológica de la esencia, el
voz de una antropología negativa. concepto de vulnerabilidad abre el horizonte hacia la posibilidad
Sin embargo, si la atención se centra en la vulnerabilidad, es de la experiencia de pasividad, que no obstante constituye solo una
cierto que también se patentiza el hecho de que la vida humana está dimensión del hombre vulnerable y que, en el camino hacia una an­
amenazada, pero asimismo se evidencia que, incluso con la concre­ tropología realista, ha de ser sometida a una diferenciación.
ta realización de la vulnerabilidad como daño, queda aún abierto La vulnerabilidad es, pues, un concepto distinto de la pasividad
si las heridas conducen al truncamiento, si se curan o si quedan las y la fragilidad, las cuales quedan relativizadas en la medida en que,
cicatrices. Con otras palabras, la vulnerabilidad recoge el realismo desde la perspectiva de la vulnerabilidad, son vistas como descrip­
del concepto de fragilidad, pero descubre un horizonte que abre una ciones relevantes para la existencia humana, pero que no la com­
salida. De este modo, la vulnerabilidad inaugura más claramente prenden en su integridad. Que el ser humano sea vulnerable supone
una perspectiva explícitamente teológica, la cual pone en el cen­ que se experimenta como pasivo y frágil, pero también que no pue­
tro la tensión entre destrucción de la vida, de un lado, y redención de ser entendido ni en una pura pasividad ni como exclusivamente
cumplida y Nueva Creación, de otro. Así pues, el discurso sobre frágil. Al igual que la pasividad, el discurso de la vulnerabilidad no
i
la vulnerabilidad del ser humano tiene por objeto contraponer a la supone como fundamento al homo capax, sino que, en virtud de su
focalización unilateral en la condición amenazada de la vida una carácter multidimensional, es especialmente adecuada para captar
concepción ambigua, que posibilita tanto una mirada realista a la la índole de contratiempo propia de la vida y del morir.
vida frágil cuanto una mirada que vaya más allá de esta. La focalización en la vulnerabilidad del hombre se agudiza crí­
Mientras que con la fragilidad el centro lo ocupa la condición ticamente al cuestionar la concepción de la autonomía. Que el ser
amenazada del hombre, la acentuación de la pasividad del hombre humano ha de ser entendido como un sujeto que, de principio o en
pone el foco de atención en la actividad. De este modo, viene a potencia, actúa libremente, conduce en la posmodemidad a la idea
consideración el hombre como sujeto actuante -o como no capaz de que es factible una vida lograda, ya en lo tocante a la enfermedad
(ya) de acción-. También para la pasividad de principio del hom­ y la salud, ya en lo relativo a una vida lograda a la que corresponde
bre la muerte, en calidad defactum del ser del hombre, es la última un morir logrado12. Como la filosofía occidental, en ciertos aspec­
piedra de toque’. Desde el punto de vista teológico, la descripción tos esenciales, ha puesto en el centro de la antropología las ideas
de la pasividad del hombre obedece al interés de aclarar la oposi­ de autonomía, libertad de la voluntad y control del medio social la
j ción entre Dios, en cuanto auténtico actor, y el hombre, que frente
a Dios es, en último término, pasivo. Sin embargo, en la medida
vulnerabilidad pasó al segundo plano, si es que no se esfumo de
11
en que para la comprensión de la pasividad es de fundamental
í¡ importancia la contraposición a la actividad, se hace más difícil,
cuando no sencillamente imposible, captar y describir la tensión ii
existente entre la vida configurada también con posibilidades I
menguantes y la experiencia de la sustracción de sí y la pasividad
í 9. Cf. ibid., 117. bar, 82;Alter, 12Is.
Antropología realista
268 La vulnerabilidad como categoría nuclear
269
i
todo13. Así, el morir, la enfermedad y las experiencias de la finitud vulnerabilidad somática desde fuera puede estar causada por ac-
apenas pudieron ser aprehendidas en sus dimensiones profundas14. cdentes, pero también por lesiones o actos violentos con L que
Entonces, ¿cómo es posible desarrollar la vulnerabilidad y ubicarla otros atacan la propia integridad. M
en el marco de la antropología teológica? A la vulnerabilidad somática desde dentro pertenecen la enfer­
medad y el morir. En relación con la enfermedad, hay que distin­
2. Vulnerabilidad como riesgo y recurso guir entre la enfermedad aguda, que representa un episodio transi­
torio, la enfermedad que amenaza la vida, que es potencialmente
Para describir y captar el carácter multidimensional y el poten­ una enfermedad de muerte, y la enfermedad crónica, que acompa­
cial revelador de la vulnerabilidad, distingo los diversos aspectos ña a la vida más allá de la alternativa entre «sano» y «enfermo»
en los que muestra su efectividad y relevancia en el sentido de una y que realiza y permite experimentar la vulnerabilidad como can­ <•
matriz. Esta se caracteriza por distinciones básicas a lo largo de dos dido humana. El morir puede venir a consideración como un pro­
ejes. En principio, la vulnerabilidad ha de ser descrita en función ceso correlativo a la enfermedad que amenaza la vida, pero puede
de sus dimensiones somática, psíquica y sistémica15. Estas distintas describir asimismo la fase más o menos larga de las posibilidades
dimensiones se penetran y condicionan mutuamente y, sin embar­ que disminuyen con la vejez y que incrementan constantemente la
go, han de ser distinguidas como especificaciones. La dimensión conciencia de vulnerabilidad16.
somática, psíquica y sistémica de la vulnerabilidad habrá de ser Con la experiencia de la vulnerabilidad somática, que se mues­
vista, en cada caso, en relación con la perspectiva desde la que ha­ tra desde dentro, se correlacionan una experiencia del cuerpo y una
brá que describir el daño o la posibilidad de ser dañado. En un se­ perspectiva de la corporalidad cambiantes. En el caso de la enfer­
gundo eje, es importante diferenciar entre la vulnerabilidad realiza­ medad aguda, el cuerpo, o la parte de él que padece la afección
da desde el exterior y la vulnerabilidad realizada desde el interior. aguda, es visto como un elemento afectado por el riesgo de la vul­
Se trata aquí de describir las dimensiones somáticas, psíquicas y nerabilidad que hay que «reparar» de nuevo. La situación de la
sistémicas conforme a su resonancia y significación teológicas. La enfermedad aguda que tiene una expectativa clara de curación trae
vulnerabilidad viene así a consideración como posibilidad de ser a la conciencia la vulnerabilidad, pero bajo el aspecto de la posi­
vulnerado y también como conciencia de esa vulnerabilidad. Pero bilidad de superar la enfermedad. En la medida en que no se ve
está abierta asimismo a la experiencia concreta de la vulnerabilidad amenazada la existencia íntegra de la persona enferma, la mirada
ii
en el sentido de un daño ya ocasionado. En el seno de cada una de dirigida al cuerpo se centra en una parte singular.
las descripciones de la vulnerabilidad, se pone de manifiesto que Otra cosa es lo que sucede con la enfermedad que amenaza la
esta puede ser tanto riesgo como recurso. vida y con la enfermedad crónica. Estas pueden comportar una re­
J La vulnerabilidad ha de ser explicitada, en primer lugar, desde lación ambivalente con el cuerpo, que cambia a la vista de la expe­

I-
riencia de vulnerabilidad. En especial, en el caso de la enfermedad
el punto de vista somático, como la experiencia de que el cuerpo
que amenaza la vida, pero también de la experiencia de la enferme­
1 vivo pueda ser dañado. Describe el riesgo que corre el hombre
dad crónica, desempeña un importante papel el aspecto de ser arro­
i de ser dañado y herido por una acción que le viene de fuera. La
jado de vuelta al cuerpo. Con la pérdida de las tomones de cuerpo
13. Cf. A. Bieler, Verletzliche Korper, 46. (o de una parte de ellas), que normalmente se dan
14. El hecho de que los debates en tomo a la eutanasia se centraran en la idea hace sensible en qué medida el ser humano no solo tiene un cuerpo,
e un morir autónomo prueba la perplejidad que, en la situación concreta, produce
¡i tal antropología unilateral. Para una perspectiva crítica, cf. R. J. Jox, Sterben Lassen,
16. También el morir repentino p°”[^
Zoss, y J. Fischer, Bedingungen und Grenzen der Selbstbestimmung, 113ss.
:|j ciencia de vulnerabilidad, pero en los familiares atectaaos p
15. Cuando en lo que sigue se emplea el adjetivo «sistémico», tenemos como
reierencia los sistemas sociales y los entramados sistémicos. del ser querido.


Antropología realista I
270
La vulnerabilidad como categoría nuclear
271
sino
sino que también es un cuerpo. En la situación de la enfermedad
que también
crónica es en especial la finitud somática, que entonces se vuelve titutiva de los estigmas de Cristo para la existencia vulnerable de
sensible, la que se muestra en el fracaso de las funciones corporales la humanidad. A partir de la dimensión teológica de la vulnerabili­
singulares o en el dolor que siempre está presente. Estos agudizan
dad, es posible describir su ambigüedad en cuanto riesgo y recurso
En calidad de nesgo y amenaza de la integridad y la existencia
la conciencia de vulnerabilidad y hacen sensible la dependencia
corporales, la vulnerabilidad se realiza somáticamente Al mismo
existencial de estas funciones corporales17. En la situación de la
enfermedad que representa una amenaza para la vida, esta viven­ tiempo, es recurso como signatura de un fundamental estado de
dependencia del ser humano -el cual ha de ser explicitado aún por
cia se agudiza aún más, en la medida en que el cuerpo se convierte
así en compendio de lo que amenaza a la vida18. lo que hace a sus dimensiones sistémicas- y que, por ello, obliga a
abandonar las ideas inhumanas de la factibilidad.
A la experiencia de ser arrojado de vuelta a la corporalidad es
Hay que diferenciar entre las dimensiones somáticas de la vul­
correlativa la experiencia opuesta del extrañamiento del cuerpo,
nerabilidad y las dimensiones psíquicas. Si bien la vulnerabilidad
que la enfermedad crónica y amenazante para la vida puede com­
psíquica y la física están en estrecha interdependencia, cuando el
portar. El cuerpo como parte inmediatamente vulnerable del ser
aspecto psíquico afecta a la reacción y a la toma de conciencia
humano está enfrentado al yo, el cual, justamente en la experien­
del aspecto realizado corporalmente, es preciso diferenciar entre
cia de la vulnerabilidad concretada como enfermedad, se da cuenta
la vulnerabilidad somática y otra psíquica que puede sobrepasar el
de que es más que el cuerpo. La dimensión somática de la vulnera­ aspecto somático. También por lo que respecta a la vulnerabilidad
bilidad, que se expresa tanto en el daño que sobreviene desde fuera psíquica hay que distinguir entre las perspectivas interna, externa
como en la enfermedad y el morir que surgen dentro, describe el y teológica. En principio, la vulnerabilidad psíquica entra en consi­
riesgo de la existencia corporal y la amenaza por causa de la vio­ deración como daño a la integridad psíquica desde fuera. La vulne­
lencia o la enfermedad. A la vez, la vulnerabilidad somática es un rabilidad desde friera puede realizarse en un abuso tanto psíquico
recurso, en la medida en que realiza y muestra los límites de la como corporal, pero también han de considerarse aquí otras formas
capacidad de controlar y de hacer viable la vida humana. de humillación21. A esto corresponde la experiencia de la vulnera­
Desde una consideración teológica, es aquí pertinente la refe­ bilidad como vulnerabilidad interna que, de manera análoga a las
rencia a la encamación y la crucifixión19. La característica distintiva formas de enfermedad arriba descritas, se realiza como daño agu­
de la humanidad de Dios en Jesucristo reside tanto en la situación do o la posibilidad de este, o también como trauma, o finalmente
vulnerable del nacimiento como en la situación de radical vulne­ como trastorno psíquico crónico -por ejemplo, como depresión-.
rabilidad en la cruz20. Esto implica, junto a la focalización en la
;■

La vulnerabilidad psíquica está íntimamente ligada a la vergüen­


corporalidad de la encamación, también la «afectabilidad» de Dios za que funciona como protección de la persona vulnerable22. Así
por el riesgo de la vulnerabilidad que se corre con la encamación. pues, la vulnerabilidad es también, en el plano psíquico, primero
En referencia a 2 Cor 4,10, se hace patente la significación cons- riesgo de daño y amenaza para la integridad psíquica de la persona.
Pero, a un tiempo, la vulnerabilidad es, en especial en el aspec­
’ KaY Toombs, Vulnerability and the meaning ofillness, 121. to psíquico, condición de la confianza, la empatia y los vínculos
o. Woifgang Drechsel describe el hecho de que el diagnóstico de una enferme-
a terminal, en este caso el cáncer, vaya acompañado por el sentimiento de volverse
extraño a uno mismo y de que el cáncer sea visto, ni más ni menos, que como el
«diablo» (Der bitíere Geschmack des Unendlichen, 461). 21. El hecho de que, aparte de la enfe™eI!^ ^eÓla'vu merabi H dad es subrayado
iión de la vulnerabilidad es subrayado
. Günter Thomas introduce, para la interpretación de la cruz y de la encama­ mas de agresión sexual constituyen una dimenslóndea vi.u” 34
ción el concepto de riesgo, que va de la mano con la «disposición divina de dejarse también por A. Carse, Vulnerability, Agency,af , ¡eUchten überdir...», 206; S.
22. Cf.D.ZobeUPer^ ^^Aufgetane Augen,
aiectar, bajo las condiciones de la vida propia de las creaturas, por los condiciona-
0316 onS eSta v’^a>> ^as Kreuz Christi ais Risiko der Inkamaüon, 152). Marks, Scham, 36ss; M. Hilgers, Scham, 129ss, C .
ZV. ct. H. Keul, Weihnachten, 62, e I. Karle, Liebe in der Moderne, 48. 210ss; S. Pattison, Shame, 186ss.


272 Antropología realista
La vulnerabilidad como categoría nuclear
273
personales23. La vulnerabilidad, entendida como la conciencia de Cr¡stoJ\ La vincutación constructiva con la fe y con la búsqueda de
ser vulnerable, es un factor esencial en el trato respetuoso, la con­ la verdad y de la justicta deja claro que la vulnerabilidad a través
fianza y la sensibilidad hacia los demás24. Por ello constituye un de su inherente perspectiva de posibilidad, ha de ser diferenciada
recurso indispensable del sentimiento de humanidad (Humanitaf?5. en consideración de, por un lado, las formas que pertenecen a la
La ambivalencia de la vulnerabilidad como riesgo y recurso im­ conditio humana y constituyen al hombre y, por otro, de las que
plica, en el plano teológico, una comprensión específica de la fe. ponen en peligro y restringen la vida y el bienestar humanos.
La fe puede ser descrita en este sentido como osadía de la vulnera­ Esto conduce a la tercera dimensión de la vulnerabilidad, la sis-
bilidad. De entrada, esto significa que la fe sabe de la necesidad de témica, que desarrollaremos luego. La vulnerabilidad remite tam­
redención, la cual se realiza de manera ejemplar en la confesión del
pecado. El estar amenazado por la vulnerabilidad, y la sensibilidad
bién a la interdependencia social, que es tanto dependencia como I
amenaza. Así pues, en primer lugar hay que entender la dimensión

vulnerable orientada hacia la confianza, caracterizan así la fe, en­ sistémica en el sentido del entramado social, que es condición del
tendida como triada de confianza (fiducia), saber (notitid) y confe­ carácter amenazado de la vulnerabilidad y que, a la vez, aclara que
sión (assensus). Desde la perspectiva hamartiológica, esto va unido la vulnerabilidad pida responsabilidad social. La vulnerabilidad ad­
al conocimiento de la amenaza que, como consecuencia de su pe­ quiere importancia, en especial, en las relaciones de dependencia
■'

cado, el hombre supone para sí mismo. Este no solo es vulnerable a caracterizadas por grados de poder distintos, por ejemplo en el sis­
los potenciales daños causados por otros y por cosas extemas, sino tema educativo o familiar, pero también en el contexto asistencia!

también por lo que respecta a su propia acción; corre el peligro de en el ámbito médico, psicológico y pastoral. A la particular respon­
convertirse en agente de su vulnerabilidad. sabilidad en los contextos de interdependencia caracterizados por
Esta doble perspectiva del riesgo de la vulnerabilidad recoge la existencia de personas dependientes, va unida la vulnerabilidad
la descripción del creyente como simul iustus et peccator, donde de los propios sistemas. De esta hay que partir, ya sea en considera­
el simul no se entiende en el sentido de un equilibrado «tanto lo ción de las causas externas que generan inestabilidad, ya en cuanto
uno como lo otro», sino como perspectiva sobre la vulnerabilidad amenaza intema por uno mismo27. En calidad de factor sistémico,
en el sentido del peligro en que el justificado se halla y que para la vulnerabilidad ha de pensarse como una dimensión referida a la
sí mismo también es. La conciencia y el reconocimiento de la pro­ comunidad y que la enriquece. En términos sistémicos, la vulnera­
pia vulnerabilidad y la de los demás constituye la comunidad de bilidad es relevante en lo que respecta a los sistemas sociales y en
los vulnerables santificados por el Espíritu, que forman la Iglesia lo tocante al sistema ecológico. Así, en este aspecto sistémico es
í
como cuerpo de Cristo. En este sentido, los creyentes, considera­ pertinente la perspectiva crítica de la autonomía implicada en la te­
• iü
dos individualmente y también como miembros del cuerpo de Cris­ mática de la vulnerabilidad. La vulnerabilidad, como elemento que
to, llevan en su cuerpo vivo, en su carne, las llagas y el morir de siempre tiene también una efectividad sistémica, pone en el centro

26. En la Uadición de los cantos de los estibas deCrist^semuesM^imis™


23. Alisa Carse describe esto en relación con la ambivalencia del duelo. Señala
con razón que a menudo son justamente los factores que resultan esenciales para
4 el bienestar humano los que hacen vulnerable al hombre. Así, el amor es causa del
ue o por la perdida personal: «El amor profundo que sentimos por el hijo o por
i| Human^mirishng^)^ ™lnerables a su Pérdida» (.Vulnerability, Agency, and
Cf
remite a la transformación del sistemade la comUnidad cristiana
Cf- S- Kay Toombs, Fulnerability and the meaning ofillness, 131.
!
5. Ct. la incisiva formulación de AJisa Carse: «Permitimos ser vulnerables es
necesario para amar y ser amados, para cuidar y ser cuidados, y para jugar, explorar Martha Fineman aboga PoMa, 16). Para una
y crecer por vías que fortalecen y vitalizan nuestra acción efectiva» (Vulnerability, (Equality, Autonomy, andthe Vulnera J
Agency, and Human Flourishing, W¡. crítica a su tesis, cf. M. A. Fmeman - A. Grear, ruine

Í|
274 Antropología realista

las relaciones mutuas de resonancia y dependencia. La dimensión 3


teológica de la vulnerabilidad remite a la diferencia entre el mundo
tal como es y el mundo redimido, y por tanto a la tensión entre VULNERABILIDAD Y REALISMO
Creación y Nueva Creación, que culmina en la superación pensada ANTROPOLÓGICO COMO ACCESO
en términos espacio-temporales. La Cena del Señor como comi­
da de los miembros vulnerables del cuerpo vulnerable de Cristo,
AL MORIR, LA MUERTE Y LA FINITUD
i
convocados por la vulnerabilidad de Jesucristo, es a la vez mirada
1 escatológica hacia la superación de la vulnerabilidad28.
Así pues, cabría decir, en resumen, que el discurso sobre la vul­
nerabilidad humana hace patente que el ser humano, por lo que se
refiere tanto a las dimensiones somáticas como a las dimensiones
í psíquicas y sistémicas de su existencia, está expuesto al riesgo y al
i daño, y al mismo tiempo corre el peligro de ser él mismo el causan­ Está claro que la vulnerabilidad ha de ser vista constitutivamen­
1 te de su daño. A la vez, la vulnerabilidad remite a la dependencia te corno un proceso, y también como posibilidad de realización
•fl
que el ser humano tiene de otros, esto es, a las interdependencias de la facultad de ser dañado y como preservación del ser humano
sistémicas en las que se mueve29. en su vulnerabilidad. A partir del concepto de vulnerabilidad aquí
La vulnerabilidad es riesgo, en la medida en que describe la esbozado, se puede entender el morir como proceso de la vulne­
condición amenazada y frágil del ser humano en su cuerpo, su alma rabilidad que se concreta y realiza en el sentido de la posibilidad
y sus relaciones sociales. Y es a la vez recurso, en la medida en que de ser dañado. En el curso del morir, a su vez, la vulnerabilidad se
es presupuesto de confianza, de la recíproca asunción de responsa­ manifiesta de forma señalada como conciencia de la posibilidad de
bilidades, y saludable limitación de la ilusión de la factibilidad de ser dañado. La vulnerabilidad remite, en sus dimensiones somáti­
un vivir y un morir logrados. La vulnerabilidad es así expresión e ca, psíquica y sistémica, a la concreción del morir, que no puede
indicación del estado condicionado del hombre, que también puede captarse en abstracto. Lo que ahí se hace patente es la significación
ser descrito desde un punto de vista hamartiológico. Desde aquí, y constitutiva de la experiencia.
a modo de conclusión, hay que plantear ahora la pregunta por el Que el ser humano es constitutivamente vulnerable se experi­
vínculo entre la vulnerabilidad y el morir. menta en el morir propio y ajeno. El morir como fase de creciente
menesterosidad y dependencia del cuidado de otros es expresión de
la vulnerabilidad del hombre. En la medida en que la vulnerabili­
I■
dad no es únicamente riesgo, sino también recurso, que implica la
libertad y la necesidad de la renuncia -al menos parcial- al control,
y que se convierte así en condición de la confianza que crea lazos,
28. La tradición recogida por Jn 20. 24ss, según la cual Tomás mete sus dedos
en las llagas del Resucitado y este se muestra asi como el que es. puede leerse como está claro que el morir no ha de ser reducido a un proceso dirigido
indicación de que las llagas, en cuanto signos de vulnerabilidad y huellas de la his­ a la muerte, sino que el morir es, antes que nada, una forma de la
toria dolorosa del cuerpo, siguen siendo visibles después de la muerte, y de que por
tanto la vulnerabilidad representa en cierto sentido una continuidad.
vida bajo las condiciones de una vulnerabilidad y una finitud que h
1 29. También K. Culp señala el carácter procesual y ambiguo de la vulnerabili­
dad: «Las creaturas humanas, incluidos los cristianos y sus iglesias, son, además de
se hacen cada vez más intensas. Con ello se relaciona la potencia­
lidad fundamental de la vulnerabilidad. La vulnerabilidad descube
vulnerables, ambiguas. Personas, comunidades, culturas y entornos no solo son sus­
ceptibles de daño y devastación, sino que ya han sido heridas y alteradas. Al mismo primero la posibilidad y luego la conciencia de la facultad humana
tiempo, no solo son susceptibles de curación y transformación, sino que ya han sido de ser dañado con un desenlace abierto. La perspectiva de posibi- í.
fortalecidas y cambiadas» (Vulnerability andglory, 88). H

ii
r
276 Antropología realista
Vulnerabilidady realismo antropológico
277
lidad comprende también el morir, que es en cuanto tal un proceso nerabilidad de principio del ser humano, un proceso doloroso
abierto y que lleva en sí el deseo de superar el morir y la muerte. sirve de acicate a procesos sociales de interdependencia, quima que
El entretejimiento somático, psíquico y sistémico de la vulne­ a la responsabilidad y que es sistémicamente efectivo
i rabilidad se realiza de manera especial en el morir. En calidad de Que el morir es experiencia agudizada de vulnerabilidad supone
proceso constitutivamente corporal-vital, camal (Jeiblicher) del de­ asimismo la dIScusion de la autonomía o de la pérdida de autonomía
3 terioro corporal-físico, corpóreo (korperlichen), el morir significa, que el morir comporta. La autonomía no se ha de entender como
antes que nada, una fase física exigente y dolorosa que, por una una concepción absoluta. Antes bien, la autonomía humana ha de
parte, va acompañada por decrecientes posibilidades de configura­ pensarse bajo las condiciones de la vulnerabilidad. Si en el centro
ción y por la creciente reducción de la libertad de movimiento es­ de la antropología no está ya el hombre autónomo, sino el hombre
pacial (vulnerabilidad somática), pero, por otra, también a menudo vulnerable, entonces la enfermedad y el morir no son el fracaso
comporta una creciente pérdida de control, diametralmente opuesta del hombre autónomo, sino expresión de su humanidad (Humani-
a la aspiración de autonomía (vulnerabilidad psíquica)1. Esto va tdt). También contemplado desde la vulnerabilidad, el morir sigue
acompañado sistémicamente de un mayor grado de dependencia de siendo un proceso la mayor parte de las veces doloroso. No obs­
otros, el cual no solo incrementa la vulnerabilidad, sino también la tante, el morir deja de ser así el fracaso del hombre autónomo, del
interdependencia social (vulnerabilidad sistémica). que este posiblemente deba incluso avergonzarse. El ser humano
Junto a las dimensiones somática y sistémica, tiene especial im­ en cuanto vulnerable está amenazado por el dolor, la enfermedad
í portancia el aspecto psíquico de la vulnerabilidad respecto al mo­ y el morir, y llegará a padecer el dolor, la enfermedad y el morir, ¡'
rir. Y esto tanto respecto al muriente como respecto a quienes, ante pero no perderá por eso lo que lo constituye como ser humano.
este morir, se ven confrontados con la vulnerabilidad del murien­ Continuando la idea paulina de la cualidad reveladora de la vulne­
i te y también con la propia vulnerabilidad. En el curso del proceso rabilidad y la mortalidad humanas con respecto al vivir y el morir
del morir, la vulnerabilidad de la propia vida -por ejemplo, res­ de Cristo (2 Cor 4, lOs), el morir señala más allá de sí mismo. En
pecto de la vida no vivida, retrospectiva y prospectivamente-, y en
especial la vulnerabilidad de las relaciones humanas vividas y no
la vulnerabilidad del hombre que se realiza en el morir, se revela la
humanidad (Menschlichkeit) del Cristo vulnerable y muriente. Esto
í:
vividas, se hace visible de manera aguda por cuanto con el morir supone la remisión tanto a la corporalidad de la muerte en cruz de
se pone de manifiesto en toda su crudeza la finitud de las posibili­ Cristo como también a la dimensión somática del morir humano y
dades2. El morir es así, en cuanto expresión y concreción de la vul- a la superación de la muerte dispuesta precisamente en esta huma­
nidad (Humamtdf) que se realiza como vulnerabilidad.
En cuanto expresión y explicación de la vulnerabilidad, el mo­
1. Con la crítica inherente al sujeto autónomo, la vulnerabilidad podría también
resultar hamartiológicamente fecunda, en una concepción que habría que elaborar rir abre la mirada a la superación de la muerte. A la vez, el morir 1
más, en la medida en que evoca y aclara la amenaza del hombre para sí mismo. En su como expresión de la vulnerabilidad del ser humano es monr en e
interdependencia sistémica, la vulnerabilidad admite ser leída como explicación del
pecado estructural. Profundizar y explicitar más esto, sin embargo, es tarea de una an­ dolor, morir en el anhelo de vida y morir que está incorporado de tal
I tropología de la vulnerabilidad que aún ha de elaborarse. Alisa Carse señala: «El mito
del agente al mando es moralmente costoso, pues hay mucho de la condición humana
modo en el cuerpo viviente de Cristo que su morir y su pasto>
de ser portados y soportados como cuerpo v.vo camal (/etbltcft).
que ese mito oscurece, ignora, distorsiona y denigra en virtud de su silencio sobre
nuestras vulnerabilidades» (Vulnerability, Agency, and Human Flourishing, 36).
2. De la perspectiva centrada en la finitud y la vulnerabilidad humanas surgen no
I pocas veces el deseo y la capacidad de tematizar o incluso aclarar en relaciones lo que
de momento sigue sin reconciliar o es irreconciliable. Esto podría servir de ejemplo de
que la experiencia de la vulnerabilidad también desarrolla, cuando se intensifica, una
3. También Maaike de Haardt recuerda £de la

fiierza capaz de fomentar vínculos y confianza. Sobre los potenciales de la vejez, cf.
A. Kruse, Der gesellschaftlich und individuell verantwortliche Umgang, 36.

ü
278 Antropología realista

Como tal proceso de la vida vulnerable, el morir ocurre también en


la tensión entre las posibilidades y la responsabilidad de configura­
ción, por un lado, y la renuncia al control a la vista de la imposibi­
lidad de realizar las cosas, por otro4. La vulnerabilidad, pues, como
punto de partida y nuclear de una descripción antropológica realista
del morir, indica que la simple alternativa entre el morir autónomo,
en el que la persona que muere lleva las riendas hasta el final, y bibliografía
un soportar completamente entregado, como idea rectora cristiana
normativa, no es un planteamiento teológicamente adecuado.
E ÍNDICES
La interpretación del morir como proceso en el que se adensa la
vulnerabilidad del hombre comprueba y toma en serio, en el con­ ¡I
texto de una antropología realista, el hecho de que al morir van li­
gados tanto procesos y experiencias dolorosos de la posibilidad de
1 ser dañado como la maravillosa esperanza de su superación. Así, la
resistencia contra la muerte, que a partir de la resurrección y desde
la perspectiva de la Nueva Creación permanece como el «último
enemigo», y la entrega al morir como final de la vida vulnerable de
la creatura pueden y tienen que ser pensadas conjuntamente.
Como a través de una casa medio derruida, largo tiempo abandonada,
I que solo alguien que se haya perdido podría encontrar,
j la cual, con sus ventanas sin cristales, sus vigas hundidas
y sus cientos de grietas, en las que pululan y anidan cientos de cria­
turas,
parece a un tiempo fantasma de la vida que hubo en ella
y espíritu viviente de este lugar baldío,
el viento busca y canta cada herida de la madera
abierta lo suficiente para recibirlo:
Rómpeme, Dios, en mis mil sonidos5.

1
4. Al subrayar la vulnerabilidad como determinación fundamental antropoló­ ■

gica, no estamos discutiendo que haya dimensiones del ser humano autodetermi-
nadas y autónomas. Pero, en tanto en cuanto el ser humano es determinado como
j
fundamentalmente vulnerable, resulta pertinente la pregunta por la autonomía y la
autodeterminación bajo la condición de la vulnerabilidad, y es vista, así a una luz
justa o, al menos, realista.
5. Ch. Wiman, «Small prayer in a hard wind», en Every Riven Thing, 72.

¡II

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