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De Roberto Esposito en esta biblioteca

Immunitas
Bíos. Biopolítica y filosofía Protección y negación de la vida
Communitas. Origen y destino de la comunidad
Tercera persona. Política de la vida y filosofía de lo impersonal Roberto Esposito

Arnorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
Colección Tvtutaciones Indice general
[mnwn.itas. Protczionc e ncgazionc della vita, Roberto Esposito
© Giulio Einaudi editora, 'fürín, 2002
Traducción: Luciano Padilla López
Primera edición en castellano, 2005; primera reimpresión, 2009
© Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7º piso • Cl057 AAS Buenos Aires
Amorrortu editores España S.L. - C/López de Hoyos 15, ;) º izquierda ·
28006 Madrid
www.amorrortueditores.com 9 Introducción
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Queda hecho el depósito que previene la ley n º 11.723 45 2. Violencia a la violencia
Industria argentina. Tvlade in Argentina 55 3. Sangre doble
ISBN 978-950-518-717-1 66 4. La inmunización jurídica
ISBN 88·06· 15326-9, 'fürín, edición original

77 2. El katékhon
77 1. «Sacer» y «sanctus>>
Esposito, Roberto 84 2. El freno
Immunitas. Protección y negación de la vida. - 1ª ed. lª reimp. ·
Buenos Aires : Amorrortu, 2009. 96 3. Teología política
256 p. ; 23xl4 cm.- (Mutaciones)
108 4. Teodicea
Traducción de: Luciano Padilla Lópcz

ISBN 978-950-518-717-l 115 3. Compensatio


l. Filosofía moderna. I. Padilla López, Luciano, trad. II. Título. 115 l. Antropología inmunitaria
CDD 195
125 2. Productividad de lo negativo
134 3. El riesgo de la comunidad
147 4. Potencia del vacío

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provin­
160 4. Biopolítica
cia de Buenos Aires, en noviembre de 2009.
160 l. Incorporaciones
Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.

7
172 2. Elphármakon Introducción
181 3. «Zellenstaat»
192 4. El gobierno de la vida

205 5. El implante
205 l. Biofilosofias de la inmunidad Un día cualquiera de los últimos años, los diarios
215 2. Juegos de guerra publicaron, acaso en las mismas páginas, noticias
aparentamente heterogéneas. ¿Qué tienen en común
225 3. La derrota fenómenos como la lucha contra un nuevo brote epi­
234 4. Inmunidad común démico, la oposición al pedido de extradición de un je­
fe de estado extranjero acusado de violaciones a los
derechos humanos, el refuerzo de las barreras contra
la inmigración clandestina y las estrategias para neu­
tralizar el último virus informático? Nada, mientras
se los lea en el interior de sus respectivos ámbitos
separados: medicina, derecho, política social y tecno­
logía informática. Sin embargo, las cosas son distin­
tas si se los refiere a una categoría interpretativa que
halla la propia especificidad justamente en la capaci­
dad de cortar transversalmente esos lenguajes par­
ticulares, refiriéndolos a un mismo horizonte de sen­
tido. Como ya se pone de manifiesto desde el título de
este ensayo, he identificado tal categoría con la de «in­
munización». Volveré de modo más articulado sobre
su fuente semántica y su mecanismo de funciona­
miento pocas páginas más adelante. Pero ya en un ni­
vel puramente fenomenológico de discurso se puede
rastrear un primer perfil suyo con una evidente ana­
logía: a pesar de su falta de homogeneidad léxica, to­
dos los acontecimientos antes citados pueden enten­
derse como una respuesta de protección ante un peli­
gro. Ya se trate de la explosión de una nueva enferme­
dad infecciosa, de la impugnación de prerrogativas ju­
rídicas consolidadas, de la repentina intensificación
del flujo migratorio o de las maniobras sobre los gran-

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des sistemas de comunicación -por no hablar de un año, con una mortalidad prevista equivalente a un
ataque terrorista-, lo que se presenta es, no obstan­ cuarto de su población total; o cuando en los países
te, la ruptura de un equilibrio anterior y, por ende, la europeos se calcula en decenas de millones de perso­
exigencia de su restitución. nas el potencial de inmi gración desde los territorios
Sin embargo, hasta aquí todavía estamos en una del Tercer Mundo en vertiginoso crecimiento demo­
formulación vaga de la categoría en cuestión, que no gráfico, se capta tan sólo el dato macroscópico de un
obstante adquiere una connotación más peculiar fenómeno mucho más capilar y estratificado. Lo que
cuando de la referencia a una situación indetermina­ hoy asusta no es la contaminación en cuanto tal -se
da de peligro se pasa a individualizar su configura­ la considera inevitable desde hace tiempo---, sino su
ción específica: se muestra de modo evidente que en ramificación descontrolada e incontenible por todos
cada uno de los casos citados tiene los rasgos de la los ganglios productivos de la vida.
intrusión. Ya sea el asediado el cuerpo de un indivi­
duo, por una enfermedad propagada; el cuerpo políti­ 2. Tomemos el caso, aparentemente marginal, de
co, por una intromisión violenta; o el cuerpo electróni­ las computadoras. Comparados con los primeros vi­
co, por parte de un mensaje aberrante, lo que perma­ rus, transmitidos a través de diskettes, los que se in­
nece invariado es el lugar en el cual se sitúa la ame­ troducen mediante correos electrónicos tienen un po­
naza, que es siempre el de la frontera entre el interior der de difusión no sólo enormemente más rápido, si­
y el exterior, lo propio y lo extraño, lo individual y lo no, en potencia, ilimitado, al ser prácticamente coex­
común. Alguien o algo penetra en un cuerpo -indivi­ tensivos con el espacio alcanzado por Internet: basta,
dual o colectivo---y lo altera, lo transforma, lo corrom­ por ejemplo, con que el usuario abra el archivo infec­
pe. El término que mejor se presta a representar esta tado para que al instante se multiplique en todos los
mecánica disolutiva -justamente por su polivalencia destinatarios de su libreta ele direcciones, destinados,
semántica, que lo ubica en el cruce entre los lenguajes a su vez, en progresión exponencial, a reenviarlo. Si
de la biología, el derecho, la política y la comunica­ se piensa que cada día se descubren cerca de treinta
ción- es «contagio». Lo que antes era sano, seguro, nuevos tipos ele virus, se comprende el motivo de las
idéntico a sí mismo, ahora está expuesto a una conta­ enormes cifras asignadas por los gobiernos (en los Es­
minación que lo pone en riesgo de ser devastado. Es tados Unidos, cuatro veces superior a los recursos de
natural que una amenaza de este tipo sea constitu­ la lucha contra el sida) al ajuste de los pro gramas an­
tivamente inherente a toda forma de vida individual, tivirus capaces de hacerles frente.
así como a todo tipo de asociación humana. Pero lo Si bien a primera vista este acercamiento puede
que confiere una especial importancia a la exigencia parecer arbitrario, la controversia jurídica sobre la in­
de inmunización -e inclusive hace de ella el eje de ro­ munidad de algunos personajes políticos presenta
tación simbólico y material de nuestros sistemas so­ una fenomenología ele estructura análoga. La cues­
ciales- es el carácter, a la vez de aceleración y de ge­ tión debe ser contemplada desde el ángulo ele la rela­
neralización, que asumió desde hace un tiempo esa ción entre el derecho que rige dentro de cada estado
deriva contagiosa. Cuando se calcula el número de --con todas las prerrogativas que implica, no sólo pa­
muertos de sida en Africa en más de dos millones por ra los miembros del parlamento, sino también para

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los del gobierno y para los diplomáticos- y la nueva confirmación definitiva de ello. Se conoce la dimen­
fonna de justicia internacional que hoy se está confi­ sión a la vez social, política y jurídica del fenómeno de
gurando. Resulta evidente que �orno para toda otra la inmigración. Pero no pocas veces se lo presenta
modalidad de quiebre de fronteras- cada vez que un desde los medios no sólo como amenaza para el orden
juez pide la extradición de un sujeto jurídico extranje­ público, también como un potencial riesgo biológico
ro con fueros de inmunidad, produce una lesión en el en relación con el país hospedante según un modelo
cuerpo de la soberanía nacional, destinada a transmi­ de patologización del extranjero con raíces trágica­
tirse, tarde o temprano, también a otros organismos mente profundas en el imaginario europeo del siglo
estatales. Esta es la verdadera prenda en juego en la recién transcurrido. Por lo demás resulta perfecta­
guerra legal acerca de la inmunidad de Pinochet (pero mente comprensible que el ataque terrorista más te­
por otra parte también de Milosevic'): no sólo su even­ mido hoy en día, por tratarse del menos controlable,
tual condena, sino el efecto contagio que esta habría sea el bacteriológico: gérmenes de viruela, Ebola, has­
de provocar en un orden mundial todavía basado fun­ ta peste negra introducidos en el aire, en el agua, en
damentalmente en la recíproca autonomía de los Es­ los alimentos. A su vez, la emergencia epidemiológica
tados soberanos. No es casual que Amnesty Interna­ que constituyen las grandes enfermedades infeccio­
tional haya saludado la sentencia de los Lords, y más sas tiene precisas implicaciones económicas, jurídi­
tarde la decisión del ministro británico Strawson, am­ cas, políticas e incluso militares. Un informe reciente
bas desfavorables para el ex dictador, como una pri­ de la CIA -que prevé la posibilidad de revoluciones,
mera brecha abierta en el corazón del derecho inmu­ genocidios e instauraciones de dictaduras como con­
nitario a favor de algo que se podría definir como una secuencia del derrumbe demográfico en varias zonas
«ley común»: si es cierto que un crimen cometido por del tercer mundo-- clasifica al sida entre los primeros
cualquier tirano lesiona no sólo a su propio pueblo si­ cinco de los setenta y cinco factores de desestabiliza­
no a todo ciudadano del mundo, eso quiere decir que ción a escala planetaria. Cuando se considera por una
podrá ser perseguido sin importar dónde ni por quién. parte el léxico explícitamente médico -incluso epi­
Que existe una instancia jurídica que trasciende las demiológico-- adoptado en el combate contra los vi­
fronteras territoriales del derecho y al derecho mismo rus informáticos temidos, de por sí, como potencial ve­
como forma de delimitación de territorios. ¿Acaso no hículo de terrorismo internacional; y por la otra, la
apela tácitamente a una noción de justicia internacio­ terminología expresamente militar con la que, tam­
nal de este tipo el inmigrante clandestino, o el refu­ bién en ámbitos científicos, se ilustra el funciona­
giado privado de derechos civiles, expulsado por las miento del sistema inmunitario ante las amenazas
policías estatales allende los límites que ha violado? ambientales, el círculo se cierra de modo perfecto so­
A esta altura, los que al principio parecían ser su­ bre sí mismo. Cuanto más el peligro que acosa a la vi­
cesos heterogéneos empiezan a delinearse como las da circula indistintamente en todas sus prácticas,
polaridades interdependientes de una única figura. Si tanto más la respuesta converge en los engranajes de
consideramos el continuo deslizamiento léxico que se un dispositivo único: al peligro cada vez más difundi­
produce de una a otra -según un posterior efecto de do que amenaza a lo común responde la defensa cada
contagio que ataca al lenguaje mismo-, tenemos una vez más compacta de Jo inmune.

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3. Pero si la comunidad constituye el único fondo modernos- también un privilegio. Ahora justamente
de sentido respecto al cual la inmunidad adquiere re­ la superposición --0 el cruce- de estos dos significa­
lieve, ¿cómo se determina su relación? ¿Se trata de un dos nos restituye la connotación más pregnante del
vínculo de simple oposición o de una dialéctica más ténnino: la inmunidad es percibida como tal si se con­
compleja en la que un término no se limita a negar al figura como una excepción a una regla que, en cam­
otro sino que de modo subterráneo lo implica como su bio, si guen todos los demás: «immunis est qui vacat
propio presupuesto necesario? Una primera respues­ a muneribus, quae alii praestare debent».* El acen­
ta a estos interrogantes viene de la etimología. Los to debe ponerse en la segunda parte de la frase. El de
diccionarios latinos nos enseñan que el sustantivo im­ «inmunidad», aparte de privativo, es un concepto
munitas --como su correspondiente adjetivo immu­ esencialmente comparativo: más que la exención en
nis- es un vocablo privativo, o negativo, que deriva sí misma, su foco semántico es la diferencia respecto
su sentido de aquello que niega, o de lo que carece, es de la condición ajena. A tal punto que se podría propo­
decir, el munus. Si se examina el significado prevale­ ner esta hipótesis: el verdadero antónimo de immuni­
ciente de este último término, se obtiene por contras­ tas no es el munus ausente, sino la communitas de
te el de la immunitas: respecto de «función» --encar­ aquellos que, por el contrario, se hacen sus portado­
go, obligación, deber (también en el sentido de un don res. Si, en definitiva, la privación concierne al munus,
a restituir}-- representado por el munus, «e contrario el punto de confrontación que da sentido a la inmuni­
immunis dicitur qui nullo fungitur officio».* Quien re­ dad es el cum en el que aquel se generaliza en forma
sulta muneribus uacuus, sine muneribus, libre de car­ de communitas, como lo testimonia otra definición
gas, exonerado, «dispensado» del pensum de tributos más puntual: «immunis dicitur, qui civitatis, seu so­
o prestaciones hacia otros. Es inmune quien no debe cietatis officia non praestat; qui vacat ab iis societatis
nada a nadie según la doble acepción de la uacatio y la officiis, quae omnibus communia sunt».** Respecto
excusatio: ya se trate de autonomía originaria o de la de tal generalidad, la inmunidad es una condición de
dispensa de una deuda contraída anteriormente, lo particularidad: ya se refiera a un individuo o a un co­
que cuenta en la determinación del concepto es el es­ lectivo, siempre es «propia», en el sentido específico de
tar exento de la obligación del munus -sea personal, «perteneciente a alguien» y, por ende, de «no común».
fiscal o civil. También lo enfatiza la definición oficial de inmunidad
Hasta aquí segu imos, no obstante, en un nivel de eclesiástica dentro del derecho canónico: ,0us quo lo­
definición demasiado general para hacernos avanzar ca, res vel personae ecclesiasticae a communi onere
respecto de la pregunta formulada al comienzo. Para seu obligatione liberae sunt et exemptae».*** Aquí se
acercarnos a ella se requiere que entre en este juicio
otro vector del concepto, que hasta ahora quedó en las * «inmune es quien está dispensado de cargas, que otros deben lle­
sombras. Se dijo que la immunitas es una dispensa. var sobre sí». (N. del T.)
Pero --como nos advierten los diccionarios antiguos y ** «se llama inmune a quien no cumple con ningún deber, ya sea es­
tatal o societario; quien está dispensado de esos deberes societarios
que son comunes a todos». (N. del T.)
* «por el contrario se llama inmune a quien no tiene a su cargo nin• *** «derecho por el cual recintos, bienes o personas eclesiásticos esM
guna obligación». (N. del T.) tán liberados y exentos de la carga u obligación común». (N. del T)

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pone en primer plano su carácter antisocial, y más terna entre los siglos XVIII y XIX, cuando primero
precisamente anticomunitario: la immunitas no es con el descubrimiento de Jenner de la vacuna antiva­
sólo la dispensa de una obligación o la exención de un riólica y después con los experimentos de Pasteur y
tributo, sino algo que interrumpe el circuito social de Koch nace la verdadera bacteriología médica. El pa­
la donación recíproca al que remite, en cambio, el sig­ saje que nos interesa es el que conduce de la in1nuni­
nificado más originario y comprometido de la commu­ dad natural a la inmunidad adquirida: es decir, ele
nitas. Si los miembros de la comunidad están vincula­ una condición esencialmente pasiva a una, por el con­
dos por el deber de restituir el munus que los define trario, activamente inducida. La idea de base que in­
en tanto tales, es inmune quien, desligándose, se po­ terviene en cierto punto es que una fornm atenuada
ne fuera de aquella. Y que en consecuencia resulta de infección puede proteger de una más virulenta del
constitutivamente «ingrato»: «immunes ingratos sig­ mismo tipo. De aquí la deducción -comprobada por
nificat, quemadmodum munificos dicebant eos qui la eficacia de las distintas vacunas- de que inocular
grati et liberales exstitissent».* cantidades no letales de virus estimula la formación
de anticuerpos capaces de neutralizar por anticipado
4. Sin embargo, si bien la contraposición funda­ las consecuencias patógenas.
mental con la comunidad expresa el más conspicuo Difiriendo a los capítulos sucesivos un sondeo más
vector de sentido de la idea de inmunidad, no agota su profundo del fenómeno desde un punto de vista bio­
plena significación. Para aproximarse a esta con­ lógico, detengámonos en una consideración más gene­
viene, por el contrario, seguir otro recorrido semán­ ral acerca de los efectos de sentido que este produce
tico que no coincide del todo con el primero, sino que respecto del paradigma inmunitario en su conjunto.
antes bien lo cruza según una figura compleja. Re­ El primer elemento para destacar es que este último
corrido que -más que a la vertiente jurídica a la que se presenta no en términos de acción sino de reacción:
nos hemos referido hasta ahora- recurre originaria­ más que de una fuerza propia, se trata de un contra­
mente a la vertiente bio-médica que, poco a poco, co­ golpe, de una contrafuerza, que impide que otra fuer­
mienza a aproximarse a aquella. Como es sabido, des­ za se manifieste. Esto significa que el mecanismo de
de este punto de vista, debe entenderse por inmuni­ la inmunidad presupone la existencia del mal que de­
dad la condición de refractariedad del organismo ante be enfrentar. Y esto no sólo en el sentido ele que deriva
el peligro de contraer una enfermedad contagiosa. En ele aquel su propia necesidad --es el riesgo de infec­
realidad, esta acepción es también muy antigua: se ción lo que justifica la medida profiláctica-, sino
halla un primer registro en la Pharsalia de Lucano a también en el sentido, más comprometido, de que fun­
propósito de la resistencia de una tribu africana al ve­ ciona precisamente mediante su uso. Reproduce en
neno de serpiente. Pero lo que la hace significativa a forma controlada el mal del que debe proteger. Ya
los fines de nuestra reconstrucción es su inflexión in- aquí empieza a perfilarse esa relación entre protec­
ción y negación de la vida que constituye el o�jeto de
* «"inmunes" significa ingratos, del mismo modo que decían ser
este ensayo: mediante la protección inmunitaria la vi­
muníficos aquellos que se mostraban agradecidos y generosos». (N. da combate lo que la niega, pero según una ley que no
del T.) es la de la contraposición frontal, sino la del rodeo y

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la neutralización. El mal debe enfrentarse, pero sin objetivo, está obligado a perseguirlo dado vuelta. Pe­
alejarlo de los propios confines. Al contrario, incluyén­ ro, actuando de este modo, lo retiene en el horizonte
dolo dentro de estos. La figura dialéctica que de este de sentido de su exacto opuesto: puede prolongar la
modo se bosqueja es la de una inclusión excluyente o vida sólo si le hace probar continuamente la muerte.
de una exclusión mediante inclusión. El veneno es
vencido por el organismo no cuando es expulsado fue­ 5. Puede decirse que esta antinomia atraviesa to­
ra de él, sino cuando de algún modo llega a formar dos los lenguajes de la modernidad llevándolos a su
parte de este. Ya se decía: más que a una afirmación, resultado autodisolutorio. El presente libro trata de
la lógica inmunitaria remite a una no-negación, a la reconstruir no sólo los deslizamientos léxicos de esa
negación de una negación. Lo negativo no sólo sobre­ trama, sino también su genealogía profunda, median­
vive a su cura, sino que constituye la condición de efi­ te una serie de figuras que sólo por comodidad exposi­
cacia de esta. Es como si aquel se desdoblara en dos tiva pueden referirse a diferentes órdenes disciplina­
mitades de las cuales una es necesaria para la conten­ res -derecho, teología, antropología, política y biolo­
ción de la otra: un negativo menor destinado a blo­ gía- porque, por el contrario, señalan su tendencia a
quear el mayor pero en el interior del mismo lenguaje. la superposición. Como ya se dijo, esta se determina a
Naturalmente, esta práctica homeopática de pro­ lo largo del cliuage que a la vez yuxtapone y vincula
tección -<¡ue excluye incluyendo y afirma negando-­ inmunidad y comunidad haciendo de una no sólo el
no se consuma sin dejar marcas en la constitución de fondo con el que contrasta, sino también el objeto y el
su propio objeto: no sólo por el mecanismo compensa­ contenido de la otra. Según este enfoque, no debe per­
torio de sustracción que de este modo contrabalancea derse de vista la circunstancia de que la inmunidad,
su incremento de vitalidad, sino porque ese mismo in­ en cuanto categoría privativa, no adquiere importan­
cremento asume la forma de una sustracción. Antes cia más que como modalidad, precisamente negativa,
que de un bien adquirido, de un mal malogrado. O de la comunidad. Del mismo modo en que, desde un
mejor, desplazado, desviado, diferido. Si la vida-<¡ue ángulo de visión especularmente inverso, la comuni­
es, en todas sus valencias, el objeto de la inmuniza­ dad parece hoy estar inmunizada, atraída y engullida
ción- no es conservable más que mediante la inser­ por completo en la forma de su opuesto. En última
ción en su interior de algo que sutilmente la contra­ instancia, la inmunidad es el límite interno que corta
dice, quiere decir que su mantenimiento coincide con la comunidad replegándola sobre sí en una forma que
una forma de restricción que de algún modo la separa resulta a la vez constitutiva y destitutiva: que la cons­
de sí misma. Su salvación depende de una herida que tituye --o reconstituye--precisamente al destituirla.
no puede sanar porque es ella misma la que la produ­ Esta dialéctica negativa adquiere particular rele­
ce. La vida, para seguir siendo tal, debe plegarse a vancia en la esfera del lenguaje jurídico o, para ser
una fuerza extraña, si no hostil, que inhibe su desa­ más exactos, del derecho como dispositivo inmunita­
rrollo. Incorporar un fragmento de esa nada que quie­ rio de todo el sistema social. Que a partir del siglo
re evitar, en realidad tan sólo difiriéndola. De aquí el XVIII -como sostiene Niklas Luhmann- la semán­
carácter estructuralmente aporético del procedimien­ tica de la inmunidad se haya extendido progresiva­
to inmunitario: al no poder alcanzar directamente su mente a todos los sectores de la sociedad moderna sig-

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nifica que ya no es el mecanismo inmunitario función quema analítico que dispone a lo largo de una misma
del derecho, sino el derecho función del mecanismo traza genealógica la violencia persecutoria del meca­
inmunitario. Este pasaje decisivo -que el sociólogo nismo victimario y el aparato represivo de tipo jurídi­
alemán tiende a presentar en su formulación más co destinado a secularizarlo, pero también, por eso
neutral y, por ende, tanto más cargada ideológica­ mismo, a duplicarlo. Que el derecho sea indispensa­
mente-- constituye en realidad el punto de precipita­ ble para la protección de todo tipo de convivencia aso­
ción de un recorrido, aporético de un modo muy dis­ ciada frente a los conflictos que la atraviesan no quita
tinto, que tiene su origen en la relación estructural el núcleo de violencia que aquel lleva enclavado no só­
entre ley y violencia. Esta relación, lejos de limitarse lo en su propia génesis, sino en el corazón mismo de
al papel, desempeñado por la ley, de inmunización de su funcionamiento. Como se declaraba expresamente
la comunidad respecto de la violencia que la amena­ en la definición arcaica del primer nómos -aquel, so­
za, caracteriza a los procedimientos inmunitarios en berano, de vida y muerte--, el derecho se coloca en el
sí: más que eliminada, la violencia es englobada por el punto de indistinción entre conservación y exclusión
aparato destinado a reprimirla, una vez más, violen­ de la vida. Conserva la vida en el interior de un orden
tamente. Es el cortocircuito que Walter Benjamín re­ que excluye su libre desarrollo porque la retiene en el
conoce en la figura ambivalente de la Gewalt, enten­ umbral negativo definido por su opuesto. La misma
dida como entramado indisoluble de derecho y fuerza. pretensión de la ley -prever, sancionándolos, todos
Dentro de esta mordaza -a la que Benjamín asigna los actos que puedan contradecirla- la coloca en una
los rasgos míticos de un destino ineluctable- toda situación de anticipación presupuesta, de lo cual la
forma posible de vida ,0usta» o «común» posible es sa­ vida resulta a la vez protegida y perjudicada.
crificada a la mera supervivencia de su contenido bio­
lógico tan sólo. 6. Es exactamente esta persistencia de lo negativo
El motivo fundamental de semejante reducción de en la fonna de su contención el vector de sentido que
la vida a simple materia viviente es atribuido por Si­ enlaza en el plano categorial el lenguaje del derecho
mone Weil al carácter de por sí privado, y privativo, con el de la teología. No aludo tanto -o tan sólo-- al
de todo derecho, incluido el que se define público. El carácter inevitablemente jurídico que asumen todas
derecho, en su forma históricamente constituida, es las dogmáticas religiosas en el momento en que se pa­
siempre de algu ien, nunca de todos. Este es el ele­ sa de la etapa de la palabra profética a la de su codifi­
mento que determina su oposición fundamental con cación eclesial. Aunque ya este pasaje -necesario pa­
esa comunidad a cuya salvaguarda, no obstante, está ra todo tipo de religión que se proponga durar en el
consagrado, pero de una fonna que invierte su conno­ tiempo--tiene el significado defensivo de una autoin­
tación más intrínseca: en el orden jurídico moderno, munización respecto de las tendencias ele carácter he­
sólo es común la reivindicación de lo propio. De aquí rético que amenazan su estabilidad. Pero lo que enla­
el necesario recurso a esa fuerza que constituye a la za de manera aun más profunda la fonna de la religio
vez el presupuesto trascendental y la garantía de efi­ con la semántica inmunitaria es la superposición que
cacia del derecho. Es la conclusión a la que, desde otra desde su origen se determina entre sus dos vectores
perspectiva, arriba también René Girard, en un es- de sentido prevalecientes: uno de tipo salvífico -tam-

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bién en la acepción biológica de lo que sana o mantie­
ne sano-- y el otro de carácter nonnativo. El signifi­
cado determinado por su cruce puede referirse a la
idea de que la supervivencia de la vida -,;orporal o
f calíptica. Lo que muy pronto se afirma sobre estas es
la referencia normativa a un orden definido por la
brecha entre el despliegue de la existencia y su sen­
tido último. A partir de la presuposición de este hiato
espiritual- tiene como condición la observación de también el mal, que inevitablemente actúa a Ju largo
un ritual, y también el respeto de una prohibición, de la historia, puede ser subsumido y superado por su
que no se puede violar. Esto significa que su desplie­ opuesto. Cuando semejante procedimiento dialéctico,
gu e --0 cuando menos su conservación- depende del originariamente encaminado a la legitimación de la
sometimiento a una potencia extraña que no nace de comunidad cristiana, sea dirigido a la justificación de
ella, pero que a la vez constituye su condición de exis­ Dios mismo, al que se le imputan en primera persona
tencia y el resultado al que se la destina. los males del mundo, el dispositivo inmunitario ad­
Esta copresencia de desarrollo y freno, apertura y quirirá los rasgos compensatorios de la teodicea: nin­
cierre, positivo y negativo -típica del paradigma in­ gún mal, por insostenibles que puedan parecer sus
munitario- es representada ejemplarmente por la efectos, puede borrar el bien que no sólo lo acompa­
enigmática figura del katékhon: quienquiera sea su ña contrapesándolo, sino que, desde una perspectiva
portador en el plano histórico y político, este encarna, más amplia, incluso desciende de él.
de todos modos, el principio de la defensa contra el
mal mediante su englobamiento preliminar. En tér­ 7. No sorprende que en el momento en que se con­
minos biológicos se lo podría comparar con el anti­ suma la secularización moderna la categoría de com­
cuerpo que protege el cuerpo cristiano mediante la pensatio vuelva al centro de esa interrogación sobre
asimilación del antígeno. O, en un léxico más jurídico, el hombre a la cual se denominó «antropología filosó­
al nómos que se opone a la anomia de una manera en fica». Originariamente dotada de un significado eco­
sí antinómica, es decir, asumiendo su lenguaje. La ca­ nómico-jurídico, se fue extendiendo progresivamente
tegoría de «teología política» constituye su logro más primero al lenguaje cosmológico, después al psico­
evidente, en la medida en que remite al punto de con­ analítico, hasta adquirir un alcance aún más general:
junción legitimante entre un plano de inmanencia y sin importar el ámbito de pertinencia, se da compen­
uno de trascendencia. A este último, ya se lo refiera sación cuando se determina el contrapeso de una fal­
directamente a Dios o a su representante en la tierra, ta --de un daño, de una deuda, de una carencia- que
se le demanda, en cualquier caso, que asuma el rol de repone la situación de equilibrio inicial. Pero para
unificar la cristiandad, de por sí suspendida entre la que esta dinámica compensatoria se pueda situar en
esfera religiosa del cuerpo místico y la profana, aun­ el centro del léxico antropológico, hay que esperar a
que teológicamente garantizada, del cuerpo político. que se produzca su caracterización en un sentido ex­
Aquí la terminología misma de «cuerpo» e «incorpora­ plícitamente inmunitario, como resultado de un pa­
ción>>, precoz sustitución de la de «carne,, y «encarna­ saje conceptual ulterior, a saber, el tránsito que lleva
ción», señala que el léxico cristiano ha sido encerrado de un significado de simple equiparación entre nega­
en un marco institucional destinado a neutralizar sus tivo y positivo, a la funcionalización positiva de lo ne­
tensiones originarias de naturaleza anárquica y apo- gativo mismo. Es justamente el recorrido realizado

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por la antropología filosófica alemana en el momento contagio con aquello que la sobrepasa desde su propio
en que localiza el recurso principal del hombre preci­ interior. A tal fin se ordenan las formas -roles, nor­
samente en la precariedad originaria de su naturale­ mas, instituciones- mediante las que la antropolo­
za. Como ya había intuido Herder, la falta de especia­ gía escinde la vida de su contenido común. Lo que
lización de sus órganos -por comparación con las queda en común no es más que su recíproca separa­
otras especies animales-- pone al hombre en condi­ ción. Aquí se hace explícito el rasgo intensamente
ciones de construir de modo artificial su propia expe­ nihilista que la antropología filosófica toma de la dia­
riencia en cualquier ambiente en que se encuentre ac­ léctica inmunitaria: la única protección contra la na­
tuando. Esto significa que, para conservarse, la vida da sobre la que se apoya la naturaleza humana es la
humana tiene que trascenderse, ya no en una esfera nada misma. Una nada más profunda incluso que la
exterior a ella, como sostiene la teología, sino dentro natural, en tanto producida artificialmente con vistas
de sí misma. Debe objetivarse -y por tanto exteriori­ a su contención.
zarse-- en formas ulteriores al mero darse.
Cuando Max Scheler reconoce la potencia del espí­ 8. Pero el exceso de mediación institucional que
ritu en su alteridad respecto del fluir de la vida; cuan­ plantea la antropología filosófica no es más que una
do Helmuth Plessner busca el punto de coincidencia de las dos modalidades prevalecientes mediante las
entre poder y supervivencia en la capacidad del hom­ que el paradigma inmunitario se vincula con la di­
bre de desdoblarse respecto de la inmediatez de su mensión colectiva de la vida. De hecho, a esa modali­
propia condición natural; cuando, por último y con dad se le suma --o, con mayor frecuencia, se le super­
una radicalidad aun mayor, Arnold Gehlen localiza pone-- otra que parece tener una dirección simétrica­
en la emancipación respecto del exceso instintivo la mente opuesta. Me refiero a ese conjunto de fenóme­
posibilidad de compensar el retraso morfológico del nos --o, mejor, a ese régimen de sentido- al que, por
animal-hombre, los tres, de distinto modo, ponen co­ lo menos a partir de la última producción de Foucault,
mo condición del mantenimiento de la vida la cons­ se asignó el nombre de «biopolítica». El efecto de con­
trucción de un orden artificial que la aparta de sí mis­ traste respecto del modelo antropológico nace de la
ma. Ya asuma este la forma de un ritual social desti­ circunstancia de que mientras este lleva a separar la
nado a salvaguardar la distancia entre los individuos, vida ele sí misma acentuando sus elementos formales
como cree Plessner, o, como sostiene Gehlen, la de el dispositivo biopolítico tiende, por el contrario, a eli'.
una institución capaz de estabilizar dinámicas que de minar toda mediación. Cuando la política toma a la
otro modo serían destructivas, queda en pie el resul­ vida como objeto de intervención directa, termina por
tado anticomunitario al cual arriba la inmunización reducirla a un estado de absoluta inmediatez. Tam­
antropológica: la comunidad en cuanto tal es literal­ bién en este caso, como en el fillterior, se excluye cual­
mente insostenible. Para que pueda resistir frente al quier «forma de vida»: la posibilidad misma de una
riesgo entrópico que la amenaza -y con el cual en úl­ «vida justa» o «común». Pero no por un exceso de for­
tima instancia coincide- debe ser esterilizada pre­ ma, sino por su exclusión de una vida aplastada sobre
ventivamente contra su inherente contenido relacio­ su puro contenido biológico. Para relacionarse con la
nal. Inmunizada contra el munus que la expone al vida, la política parecería tener que privarla de toda

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dimensión cualitativa, volviéndola «sólo vida», "pura sí misma. La figura clave de este pasaje es aquella,
vida», «vida desnuda,), clásica, del phármalwn, entendido desde el origen de
De aquí la relevancia decisiva atribuida a la se­ la tradición filosófica en el doble sentido de medicina
mántica del cuerpo. Contrariamente a una tesis muy y de veneno; pero aquí interpretado más específica­
difundida que liga las dinámicas inmunitarias de la mente como antídoto necesario para defender la vida
modernidad a un procedimiento de progresiva margi­ de la posibilidad disolutiva de su «puesta en común».
nalización, o vaciamiento, del cuerpo individual y so­ A este significado inmunitario deber ser referida la
cial, el registro biopolítico se construye en tomo de su singular duración de la metáfora del «cuerpo político»
renovada centralidad. El cuerpo es el terreno más no solamente en la tratadística de gobierno de la pri­
inmediato para la relación entre política y vida por­ mera edad moderna, en la que emerge de forma explí­
que sólo en aquel esta última parece protegida de lo cita, sino también después, cuando la metáfora pare­
que amenaza con corromperla o de su propia tenden­ ce eclipsarse simplemente porque «se realiza» en el
cia a sobrepasarse, a alterarse. Es como si la vida cuerpo mismo de la población. Para que esta pueda
-para mantenerse como tal- tuviera que ser com­ devenir objeto de práctica biopolítica hace falta que se
primida y custodiada en los confines del cuerpo. Y es­ la refiera a ese mismo léxico del «cuerpo político» me­
to -préstese atención- no porque el cuerpo, indivi­ diante el cual primero el rey y después el Estado ha­
dual y colectivo, no esté expuesto a procesos de invo­ bían sido representados durante largo tiempo bajo la
lución y hasta de disolución: incluso nada experimen­ forma de poder soberano. Pero dentro de un cuadro
ta tanto como el cuerpo la mordedura del mal. Más que invierte las relaciones de prevalencia entre poder
bien porque justamente tal riesgo pone en movimien­ y vida: el umbral de pasaje del paradigma de sobera­
to los mecanismos de alarma, y por consiguiente de nía al de biopolítica debe ser ubicado en el punto en
defensa, destinados a su protección. En este sentido que ya no es el poder el centro de imputación, y tam­
es cierto, como afirmó el mismo Foucault, que lo vi­ bién de exclusión, de la vida, sino la vida -su protec­
viente empieza a entrar en el horizonte de visibilidad ción reproductiva- el criterio último de legitimación
del saber moderno en el momento en que emerge su del poder. Esto explica el proceso de medicalización
relación constitutiva con aquello que constantemente que invistió por entero el prisma de la interacción so­
amenaza con extinguirlo. Es la enfermedad -y la cial durante los dos últimos siglos. Pero también, más
muerte- el cono de sombra dentro del que se recorta en general, la hipertrofia de los aparatos de seguridad
la ciencia de la vida. que caracteriza cada vez más a las sociedades con­
Se puede decir que la biopolítica no hace más que temporáneas. Se puede ver justamente en ella el pun­
llevar este presupuesto a su punto de máxima radica­ to ciego al que parece arribar su desarrollo: dado que
lidad y a la vez de inversión productiva. Al poner al ese síndrome autoprotector no sólo termina por rele­
cuerpo en el centro de la política y a la posibilidad de gar al telón de fondo todo otro interés -e inclusive el
la enfermedad en el centro del cuerpo, la biopolítica «interés» mismo como forma de la vida-en-común­
hace de esta por una parte el margen externo del que sino que produce el efecto contrario al deseado. En vez
la vida debe distanciarse continuamente; por la otra, de adecuar la protección al efectivo nivel del riesgo,
el pliegue interno que la reconduce dialécticamente a tiende a adecuar la percepción del riesgo a la crecien-

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te necesidad de protección, haciendo así de la misma diendo progresivamente a todos los lenguajes de la vi­
protección uno de los mayores riesgos. da, esto es, en ese sistema inmunitario que, en el pla­
no biológico, garantiza su salvaguarda en el cuerpo de
9. También por este lado vuelve la relación entre cada individuo. No porque sea un objeto neutro, u ori­
protección y negación: la vida sólo puede ser protegi­ ginario, con respecto al carácter derivado o metafórico
da de lo que la niega mediante una negación ulterior. que caracteriza a las otras formas de inmunización
Pero aun cuando es este el estrangulamiento en el social. Al contrario: se puede decir que nada tanto co­
que parece precipitar toda la experiencia contempo­ mo su funcionamiento ha sido sometido a un exceso
ránea, el presente libro no se propone tan sólo su des­ de sentido, a riesgo de borrar, o por lo menos confun­
cripción. Más bien propone un interrogante funda­ dir, sus rasgos constitutivos. Toda la historia de la teo­
mental a partir del cual su propia fenomenología ad­ ría inmunológica -no sólo en sus derivas divulgati­
quiere una luz menos unívoca: ¿puede imaginarse un vas, sino también en su elaboración científica- cons­
punto de interrupción --o cuando menos de proble­ tituye la demostración más evidente de ello. La lec­
matización- en el circuito dialéctico entre protección tura, incluso orientada sólo al plano léxico, de los ma­
y negación de la vida? ¿Esta puede ser conservada de nuales de inmunología más difundidos lo pone am­
otro modo que el de su protección negativa? Natural­ pliamente de manifiesto. El sistema inmunitario se
mente, intenté desde el comienzo evitar la tentación describe allí como un verdadero dispositivo militar
de dar de inmediato una respuesta afirmativa, que defensivo y ofensivo contra todo lo que no es reconoci­
situase el desarrollo de la vida en un horizonte radi­ do como «propio» y que por tanto debe ser rechazado y
calmente ajeno al definido por el paradigma de inmu­ destruido. Lo que más impresiona es el modo como se
nización. Y esto por un doble motivo: en primer lugar subordina una función biológica a una visión general
porque, como ya se destacó en repetidas oportunida­ de la realidad dominada por la exigencia violenta­
des, la inmunidad no es una categoría que se pueda mente defensiva con respecto a todo aquello que re­
separar de la de comunidad, de la que más bien cons­ sulte extraño. Sea cual fuere la génesis ideológica a la
tituye la modalidad invertida y en consecuencia no que ese estereotipo responde, lo que sale a la luz es su
eliminable, como lo prueba fácticamente la circuns­ tonalidad objetivamente nihilista: la relación entre el
tancia de que no existe comunidad desprovista de al­ yo y lo otro ---entre lo inmune y lo común- se repre­
guna clase de aparato inmunitario. Y además porque senta en ténninos de una destrucción que finalmente
negar la negación mediante la cual la inmunidad nie­ tiende a involucrar a ambos términos de la confronta­
ga a su vez lo que amenaza la vida significaría repetir ción. Un impulso de antidisolución que parece encon­
su procedimiento. trar su réplica más que metafórica en esas enferme­
El camino a transitar, por el contrario, no puede dades, llamadas precisamente autoinmunes, en las
pasar más que por el mismo objeto que se tiene la in­ que el potencial bélico del sistema inmunitario se ele­
tención de deconstruir, sin negar, sino acaso profundi­ va a tal extremo que en determinado momento se
zando, su contradicción interna. Por eso busqué la vuelve contra sí mismo en una catástrofe, simbólica y
respuesta a la pregunta de la que partí en el corazón real, que determina la implosión de todo el orga­
mismo del mecanismo de protección que se fue exten- nismo.

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Con todo,justamente el análisis más reciente de la inmune no es enemigo de lo común, sino algo más
estructura y del funcionamiento del sistema inmuni­ complejo que lo implica y lo requiere. No sólo una ne­
tario parece abrir otra posibilidad interpretativa. La cesidad, sino también una posibilidad cuyo significa­
que así se bosqueja es una filosofía distinta ele la in­ do pleno todavía no podemos aferrar.
munidad que -sin ocultar, e inclusive remarcando,
su antinomia constitutiva- la ubica en una relación Ya se habló del desdoblamiento del concepto de inmunidad
no excluyente con su inverso, lo común. El necesario en dos áreas léxicas distintas, una de tipo jurídico-político y la
otra de carácter biológico-médico. La presente investigación se
punto de partida -recientemente adoptado por auto­ aboca por entero a interrogar el margen que las separa -y a la
res tan diferentes como Donna Haraway y Alfred vez las une--desde el punto de vista categorial. Pero, ¿existen
Tauber- es una concepción de la identidad indivi­ también segmentos de contigüidad histórica en que los dos sig­
dual tajantemente alternativa a aquella, cerrada y níficados de la inmunidad se superponen en una misma prácti­
monolítica, a la que antes se hacía referencia. Por ca? Creo que uno de los más significativos, por ser probable­
mente el primero, se lo puede hallar en el derecho de inmuni­
otra parte,la hacen no sólo posible sino además inevi­ dad concedido a quienes ejercían la profesión de médico en la
table los desarrollos de la tecnología genética y bióni­ Roma imperial. El marco en que debe ser situado este hecho
ca: el cuerpo, lejos de constituir un dato definitivo e resulta de por sí incierto a causa de la compleja posición social
inmodificable, es un constructo operativo abierto a un de los médicos romanos. En efecto, lo que inmediatamente
continuo intercambio con el ambiente circunstante. impresiona es una aparente incongruencia entre el alto nivel
de ganancias, y también de poder, alcanzado por la profesión
Un intercambio que puede incluso encontrar su mo­ médica y la escasa consideración que, salvo en unos pocos ca­
tor central justamente en el sistema inmunitario sos, se destinaba a la mayoría de sus miembros, en razón tam­
-tesis esta, ciertamente problemática, planteada en bién del humilde origen de estos. Como se deduce de las esta­
las conclusiones del presente trabajo-. La función de dísticas obtenidas de las inscripciones, en realidad el número
la tolerancia inmunológica --concebida no como una de medici ingenui --esto es, ciudadanos romanos libres-, es
absolutamente exiguo comparado con el de los medici serui,
fisura o una carencia de la inmunidad, sino como un libertos, o peregrini, vale decir, inmigrantes de las provincias. 1
producto suyo-- constituye una primera expresión de En este contexto difícil de descifrar -un verdadero «social
ello. Pero acaso sea la figura del implante -artificial, puzzle», como se ha dicho-,2 la cuestión de la inmunidad
como una prótesis, o natural, como un óvulo fecunda­ plantea un problema interpretativo ulterior: ¿cómo se explica,
do en el vientre de la madre- la que más intensa­ y cómo debe ser entendida, la atribución de un privilegio par­
ticular a una categoría de origen no romano y por añadidura
mente lo atestigua. El hecho de que sea justamente la muchas veces peyorativamente connotada (por ejemplo en Pli­
heterogeneidad -y no la semejanza- genética del nio) a causa de su codicia o inclusive deshonestidad?
embrión la que favorece su aceptación por parte del En realidad, la misma concesión de inmunidad no fue para
sistema inmunitario de la mujer significa que este úl­ nada pacífica.3 Como deducimos a partir de Ulpiano (Dig., 50.
timo no puede ser reducido a una simple función de 1 Cfr. J. Korpela, «Das I\fodizinalpersonal im antiken Rom. Eine So­

rechazo frente a lo extraño, sino que a lo sumo debe zialgeschichtliche Untersuchung», en Annales Accademiac 8cientia­
rum F'ennicae, Humanae Litterae, XLV (1987), págs. 35 y sigs.
ser interpretado como su caja de resonancia interna, 2 J. Scarborough, Roman Medicine, Londres: Thames & Hudson,

como el diafragma a través del cual la diferencia nos 1969, págs. 113.
involucra, y nos atraviesa,en cuanto tal. Como afirmé :, Véase, en general, K. H. Below, «Der Arzt im rOmischen Recht», en
Münchcner Beitrdge zur Papyrusforschung wui antiken Rcchtsge­
anteriormente: sustraído a su potencia negativa, lo schichte, XXXVII (1953), págs. 22 y sigs.

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13. l. 2-3) y sobre todo ele Moclestino (Dig., 27. l. 6. 8-11), la que munidad se referían -además de a sordida munera- a mu·
otorgó Vespasiano (después de que César, ya desde el 46, hu­
nera civilia de fuerte relevancia social como cargos ediles y sa·
biera otorgado la ciudadanía romana a quienes practicaban la
cerdotales o la tutela de huérfanos y viudas, se comprende en
medicina en Roma), y más tarde, alrededor del 117, convalidó qué medida el privilegio adquirido es precisamente de tipo
Adriano en lo relativo a la exención ele determinadas obliga­ negativo y, en cuanto tal, constitutivamente ambivalente:
cione::; fo;cales y civiles, no se refería solamente a la categoría consiste en la privación de un munus, que junto con el peso del
de los médicos, sino también a la de otros intelectuales: filó­
onus, conlleva también la dignidad de un officium prestigioso
sofos, rétores y gramáticos. Además, se hallaba unida a condi­
por ser atinente al ámbito de la esfera pública. Relacionado
ciones específicas, como la de ejercer en la ciudad de origen,
con esta privación debe interpretarse el carácter contradictO·
amén, naturalmente, de Japrobitas nwrwn y Iaperitia artis.*
rio de una condíción remunerativa pero irrelevante a escala
A pesar de estas restricciones, como se evidencia a partir de
social. No es casual que la inmunidad concedida a los médicos
un texto relacionado con una constitución de Cómodo, l a
esté contenida en la concepción puramente privada -también
immunitas fue limitada posteriormente por el hijo de Adrlano, en el sentido de «privada de algo>>- de la actividad médica
Antonino Pío, que llegó a establecer un número fijo de cinco romana. Como observa una vez más Vegetti, es precisamente
médicos para las ciudades pequellas, de siete para las me­ este carácter el que diferencia a los médicos jurídicamente
dianas y de diez para las metrópolis (excepto Roma). Por lo de­ inmunizados de aquellos de la edad helenística que recibían
más, también a continuación, toda resolución en sentido exten­
paga pública: mientras estos tenían la obligación -el mu·
sivo siempre se caracterizó por polémicas y retrocesos. 4 nus- de ejercer gratuitamente para todos los ciudadanos y en
¿Cómo se expljca tanta oscilación acerca de una cuestión a especial para los pobres, los primeros estaban exentos de ello.8
fin de cuentas menor? Bowersock lo atribuye a una especie de Como contrapartida, no recibían ninguna paga pública, sino
incompatibilidad con la prosperidad económi:a de las provi�­ tan sólo un honorario privado potencialmente ilimitado. Al
cias en que se había establecido la exención. 0 Pero, como asi­ punto de que incluso cuando en el 386, bajo Valentiniano, se
mismo destaca Nutton, las cosas siguen en realidad sin acla­ instituyó en Roma un colegio de catorce archiatri públicos (uno
rarse.6 ¿Cómo podían ::ilgunoR privilegios, concedidos a no más por distrito), estos fueron retribuidos, antes que con una paga
de diez médicos, poner en crisis la economía de provincias com­ estatal, con bienes en especie (commoda annonaria), a los que
pletas? Creo que la respuesta debe buscarse en algo distinto, o se podían sumar entradas de origen privado. Esto explica la
por lo menos también en algo distinto: esto es, en el estatuto, ubicación constitutivamente doble de los médicos romanos:
de por sí ambiguo y oscilante, de la inmunidad. En esa misma privilegiados en el campo económico -no tenían límites en la
dirección, me parece, va una observación de 1\-iario Vegetti, fijación de sus honorarios- pero escasamente considerados en
cuando enfatiza que la immunitas ,,tiene un significado social­ el social. Precisamente, remunerados, pero inmunes respecto
mente ambjguo, porque enajena, a quien participa de ella, de cargas, y honores, comunes al resto de los ciudadanos libres.
honores y munera onerosos pero a la vez ricos de prestigio».7 Si
se considera que algu nas de las exenciones previstas por la in-

* Esto es, alguien de buenas costumbres y experimentado en su ar•


te. (N. del T)
4
Cf. J. André,Etre médecin ó. Rome, París: Payot & Rivages, 1995,
págs. 140-3.
5 G. W. Bowersock, Greek Sophists in the Roman Empire, Oxford:
Clarendon Press, 1969, pág. 31.
G Cf. V. Nutton, ,,Two Notes on Immunities: Digest 27, l, 6, 10 and
11 », en F'rom Democedes to Harvey, Londres: Variorum Reprints,
1988, pág. 62.
7
lVI. Vegetti y P. 1fanuli, «La medicina e l'igiene», en Storia di Roma,
Turín: Einaudi, 1989, VI, pág. 395. '!bid., págs. 396-7.

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