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Metodología del Derecho Maestría de Derecho Procesal – Cohorte 30 - Autor: Mauro García

Introducción.

En el presente trabajo planteo la necesidad de reformular el fin del proceso. Las condiciones
actuales y las sociedades demuestran que, si el proceso busca resolver el litigio o ir tras la
búsqueda de la verdad, fracasa una y otra vez.

La justicia se encuentra desprestigiada y con una imagen negativa. Esto es así porque se ha
corrido el eje para el cual es llamada, administrar justicia. No debemos olvidarnos que esta
función del Estado es sinónimo de servicio y desde de este paradigma es necesario repensar el
proceso.

Por ello, considero ineludible replantear esta cuestión y poner de resalto que el objetivo del
proceso debe ser resolver el conflicto.

En este aspecto es trascendental la diferencia técnica que establece el profesor Alvarado


Velloso1 en relación a lo que es controversia, litigio y conflicto – cuestión que será abordada en
el presente.

Reitero, el proceso en los términos actuales resuelve el litigio, nada hace con el conflicto que
subyace.

Tal es así que las partes insisten y solicitan en forma urgente tener una participación más activa
dentro del proceso. Adviértase que son las mismas personas involucradas en el conflicto quienes
– por diversas causas – circulan por los pasillos de los diferentes tribunales en busca de una
respuesta. En consonancia, se le pide al juez cercanía con quienes requieren de sus servicios
para solucionar el conflicto y no pueden hacerlo en forma autocompositiva.

En la misma tesitura, se le requiere al Poder Judicial un proceso con rostro más humano.

En efecto y en el escenario planteado, considero necesario encauzar el proceso en resolver el


litigio y brindarles a las partes una participación más activa, un rol protagónico y un juez que
escuche.

El éxito de un proceso es directamente proporcional a cuanto más se escucha a las partes. Son
éstas las dueñas del conflicto y quienes están en mejores condiciones de establecer la justicia
para el caso concreto. Recién ahí el juez será escuchado y se cumplirán sus sentencias porque no
será otra cosa más que el eco de las propias soluciones adoptadas por las partes en conflicto.

En idéntica línea argumentativa y en aras de dirigir la exposición en busca de esa respuesta, es


aquí donde entra en juego la vinculación de la metodología del derecho con la especialidad
procesal.

En forma preliminar y de manera elocuente debemos hacernos una pregunta: ¿Tienen relación
entre sí? Si la respuesta es positiva, ¿para qué sirve la metodología del derecho en la materia
procesal? ¿Qué rol juega la metodología? ¿Y las partes? ¿Y el juez?

En forma liminar, debo aclarar que la metodología es entendida como aquel camino a seguir. Y
ese camino a seguir no solo es del proceso, sino que delimitará los pasos de las partes por un
lado y del juez por el otro.

1
ALVARADO VELLOSO, Adolfo. Lecciones de derecho procesal civil. Ed. Fundación para el desarrollo de
las ciencias jurídicas. Rosario. 2018. Pag. 20/21
Metodología del Derecho Maestría de Derecho Procesal – Cohorte 30 - Autor: Mauro García

Determinar cuáles son los pasos a seguir es de vital importancia. Las reglas del juego claras
benefician la seguridad jurídica y la certeza. Sin embargo, siempre deben estar orientadas a un
norte, la solución del conflicto.

Y, el único camino posible es a través de una escucha activa de parte del juez hacia las partes y
de estas entre sí.

Desarrollo.

El presente trabajo monográfico contiene cuatro ejes transversales. En primer lugar, haré
referencia al fin del proceso y la relación directa de este con la solución del conflicto. En
segundo término, qué se entiende por justicia y el rol que juega esta función del estado en el
tejido humano. Luego, en tercer lugar, la relevancia del método y su estrecha vinculación con
las partes. Y, por último, los roles de las partes y los jueces.

1. Fin del proceso – resolver el conflicto – paz social.

En este aspecto considero necesario plantear un cambio radical y esbozar las líneas de un nuevo
paradigma, en donde el eje central del proceso sea el conflicto; mas no el litigio. La reinante
conflictividad que gobierna a la sociedad, asfixia a un Poder Judicial agotado y sin estrategias.

Por ello, como punto de partida, es necesario virar el enfoque del proceso hacia una gestión del
conflicto. De esta manera se logra el fin último del proceso, la paz social.

Resolver el litigio o buscar la verdad para resolverlo no es más que un resultado, en donde unos
ganan y otros pierden. La idea aquí propuesta es observar el conflicto y partir desde el prisma o
el paradigma ganar-ganar.

En ese sentido, cabe puntualizar que el profesor Alvarado Velloso 1 en forma concreta diferencia
los conceptos de controversia, litigio y conflicto.

Al referirse al litigio expresa que es la simple afirmación - en el plano jurídico del proceso – de
la existencia de un conflicto en el plano de la realidad social. Distinto es el concepto de
conflicto ya que refiere a éste como la coexistencia de pretensión y resistencia en el plano de la
realidad social. Y, finalmente, la controversia es la efectiva discusión operada en un proceso
respecto del litigio que lo origina.

Ya dentro del proceso, se pierde la esencia del conflicto y el único objeto es el proceso lisa y
llanamente. Deja de pertenecer a la esfera de las partes el problema que las trajo y cede el
mismo a un tercero imparticial, impartial e independiente; y eventualmente a las capacidades de
negociación de los profesionales que las representan o a la autocomposición de las partes.

Es oportuno recordar que tanto abogados como jueces son formados para trabajar en relación a
la consecuencia del conflicto y no respecto al conflicto en sí mismo, es decir su razón de ser.
Vale mencionar, no fueron entrenados ni están preparados para gestionar el conflicto. No se
busca solucionarlo porque el problema no es ni de los jueces ni de los letrados. Por ello, es
necesario otorgarles un rol más activo a las partes en litigio, cuestión ésta que será tratada más
adelante.

Es importante determinar que en la génesis de los conflictos jurídicos también radican los
mecanismos de solución. Por consiguiente, insisto en que quienes necesariamente deben tener
un rol protagónico son las partes. El juez debe brindar su servicio y gestionar el conflicto. Al
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igual los abogados que como auxiliares de justicia se encuentran en un perfecto pie de igualdad
a los magistrados en cuanto a sus obligaciones respecto del proceso.

Gestionar el conflicto implica ir más allá de los mecanismos conocidos que ofrecen el
positivismo lógico-formal y el racionalismo, deteniéndose en el papel de los seres humanos en
el proceso. Es trascendental en este aspecto comprender que las prácticas procesales deben ser
entendidas como “construcciones culturales”2

En un mundo complejo y de constantes cambios, es necesario repensar el proceso y reconfigurar


el rol de quienes intervienen en él.

2. Justicia entendida como servicio – administrar justicia – afianzar justicia.

En el mismo orden de ideas, entiendo que la justicia es un servicio y como tal debe brindarse
con los fines que demarca la constitución. Es decir, administrarla y afianzarla son acciones que
se encuentran englobadas en ese fin último que persigue el proceso, la paz social.

En este sentido, los avances científicos, los cambios constantes, la globalización y la


modernidad líquida3 en la que nos encontramos inmersos, puso en jaque un sistema judicial
netamente basado en reglas. Un sistema que nada tenía de sistema ya y quedaba absorto ante un
sinnúmero de lagunas y vacíos legales.

Es imprescindible advertir la permanente hiperinflación legislativa que impera. Esto produce un


caos permanente, inseguridad jurídica y la imposibilidad de prever soluciones o posibles
resultados ante un litigio. Las reglas ya no son suficientes, por eso fue necesario plasmar
expresamente y por escrito los principios que rigen la vida de los ciudadanos de nuestro país.

Tal es así que en el año 2015 se sancionó un nuevo Código Civil y Comercial que rige la vida
de los ciudadanos. Sin embargo, lo trascendental en el tema que nos ocupa y sobre lo que
debemos poner especial atención es el título preliminar. Un aspecto metodológico que lleva una
gran significación. El legislador ha advertido que es materialmente imposible contemplar cada
una de las posibles situaciones que pueden plantearse en la vida en sociedad con las
características actuales.

Por ello, se dejó de lado un código de corte netamente casuístico y se dispuso una serie de
principios que deben tenerse en cuenta no solo por la comunidad para la vida en sociedad sino
también por los jueces al momento de resolver. Ese sentido, cabe remarcar que estos principios
siempre estuvieron vigentes y eran aplicables sin la necesidad de que estuvieron escritos y
plasmados en un código. Sin embargo, los codificadores consideraron necesario hacerlo y
brindarles así la fuerza necesaria.

En este sentido, la justicia hoy más que nunca debe ser entendida como un servicio. Un servicio
puesto a disposición del ciudadano. Y considero que para ello es necesario hacer partícipe a la
sociedad, puntualmente brindándole a las partes un rol más activo en los procesos; enmarcado
en un proceso que permita resolver el conflicto a quienes son sus titulares.

Es trascendental, poner de resalto que son las personas quienes deciden lo justo. Y esta es la
salida que permitiría otorgarle al proceso un rostro más humano. Un proceso en estos términos
permitiría generar un nuevo tejido humano.

2
CHASE, Oscar. Gestire i confliti. Diritto, cultura, rituali, M.R. Ferrarrese (ed.), Roma-Bari, Laterza, 2009.
3
BAUMAN, Zygmunt. Modernidad líquida. Ed. Fondo de Cultura Económica. 2020.
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En este punto, es necesario preguntarse: ¿y entonces qué rol cumpliría el poder judicial si las
mismas partes resolverían los conflictos? La realidad nos demuestra que las partes necesitan de
un tercero imparcial, impartial e independientes para resolver sus conflictos. Pero ello no
implica que necesiten que alguien les diga lo que tienen que hacer.

Si bien es cierto que algunos conflictos requieren de una voluntad externa (funcionario) que se
imponga se constriña a su cumplimiento. Empero, son las menos.

Somos conscientes de la deficiencia en recursos técnicos y humanos en los que se encuentra el


Poder Judicial. Una justicia que normalmente llega tarde y si llega a tiempo es para las tribunas.
Una salida alternativa y la nueva visión del proceso que propugno, es hacer partícipes a las
partes en litigio para que gestionen sus conflictos conjuntamente con personas idóneas al efecto.

De esa manera, conjuntamente con otras medidas (vgrs. la aplicación de inteligencia artificial a
los procedimientos en rebeldía) se lograría una verdadera gestión judicial y podríamos así
entender a la justicia como un verdadero servicio.

3. Método – excesivo rigor formal – acuerdos procesales.

En este subtópico pretendo traer a colación una cuestión trascendental en este cambio que
propongo. En efecto, se torna aplicable la teoría del excesivo rigor formal y la relación de esta
con los acuerdos procesales.

Reitero, método significa camino a seguir. En este aspecto debemos poner de resalto que existe
un código – procesal normalmente y hago la aclaración porque también existen normas
procesales en los códigos de fondo – que nos demarca los lineamientos a seguir. Sin embargo,
existe la posibilidad de que sean las partes quienes determinen las reglas de juego.

Esto implica brindarles la posibilidad a que quienes están en conflicto que puedan determinar
cuáles son los pasos a seguir en aras a resolver su contienda. Sin embargo, esto no implica que
cualquier artilugio sea válido, lo cual pone en jaque la igualdad de éstas en el proceso porque
como lo dice el profesor Alvarado, el proceso es lo único que las iguala. Circunstancia esta que
también encuentra su limitación en el orden público, la buena fe y el debido proceso.

También, considero que debe partirse de otro paradigma en que todo aquello que no está
prohibido está permitido. Insisto, esto no implica avalar cualquier actitud, sino que existen las
demarcaciones antes apuntadas. Sin embargo, las partes deberán abstenerse a sus dichos,
conductas, acuerdos y sus silencios.

A modo de ejemplo, en la provincia de Santa Fe se ha puesto en marcha un protocolo de


oralidad4 – independientemente de constitucionalidad o no de su aplicación – que dota a las
partes la posibilidad de acordar durante del proceso en diversas cuestiones. Entre otras, pueden
éstas unificar los diversos medios de pruebas, depurar la misma, en aras a la celeridad y a la
economía procesal.

En la misma tesitura y al igual que las partes tienen la posibilidad de efectuar acuerdos
procesales, los jueces también pueden fijar audiencias conciliatorias a lo largo del proceso 5.

4
Acordada 8/2018 de fecha 13/03/2018 Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe.
5
Art. 19 del Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe: “Los jueces pueden disponer
en cualquier momento la comparecencia personal de las partes, para intentar una conciliación o
requerir las explicaciones que estimen necesarias al objeto del pleito”.
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Más aún, las partes previa conformidad entre ellas – ya sea tácita o expresa – pueden extenderse
los plazos procesales6 o suspender el procedimiento7.

4. Los roles de las partes y del juez en el proceso.

En este último apartado, quiero insistir y explayarme en una cuestión ya expuesta y que
considero de trascendencia. El grado de éxito jurídico en la resolución de una disputa depende
del grado de conciencia cultural de los actores sociales y sus acciones orientadas por el
conocimiento de las reglas (formales / informales, implícitas / explícitas) practicadas en un
contexto.

Por un lado, las partes – a través de sus letrados – deben generar los acuerdos procesales
correspondientes para así determinar los pasos a seguir. Acuerdos éstos que necesariamente
deben efectuarse para cumplirse (me remito a los ejemplos brindados en el acápite 3. del
presente).

En este punto, es necesario poner de resalto que cualquier abuso – ya sea de los letrados o de los
jueces – debe llevar implícita la correspondiente sanción y activación de los controles
correspondientes. En este aspecto me refiero a la necesaria vigencia de las instituciones que
realizan el control de las conductas, ya sea a través de los colegios profesionales como de los
tribunales de ética y eventualmente de los restantes poderes del Estado. .

En este aspecto, debemos entender a la decisión judicial como construcción cultural, en la cual
las partes y los jueces son arquitectos de esa nueva realidad y partcípes de ese retorno a la paz
social.

Por ello, es de vital importancia la argumentación que realiza el juez al momento de resolver el
conflicto porque en ella se verá reflejada el respeto por los pasos elegidos por los involucrados y
permitirá a éstos efectuar el control pertinente. Si bien es cierto que el juez debe custodiar la
legalidad del proceso (conjuntamente con las partes), ello no implica inmiscuirse en los
acuerdos que éstas celebren.

Sin perjuicio de lo explicado anteriormente, nada obste que el juez al momento de resolver
tenga el deber de dar razones de porqué resuelve como lo hace. El magistrado deberá explicitar
su razonamiento, el camino recorrido para llegar a la conclusión a la que arribó. Aunque suena a
tarea sencilla no lo es. Explicar cuál es el iter del razonamiento es la base fundamental para
garantizar una efectiva defensa en juicio, igualdad, congruencia y, por ende, un debido proceso
legal.

En este aspecto, es necesario valorar la prueba desde una perspectiva científica y analizada en
un contexto procesal. Agrega que un enfoque epistemológico al proceso debe ser capaz de
combinar los elementos objetivos de la prueba – incluyendo el valor científico propio que
ofrecen las categorías científicas – con actividades prospectivas subjetivas que provienen de la
reconstrucción de los hechos, del contexto, la realidad social y de todos los elementos subjetivos
de tipo valorativo (razonamiento del juez y de los abogados, además de las creencias o el
comportamiento de las partes)

6
A modo de ejemplo, si una parte contesta la demanda en forma tardía y la otra nada dice al respecto
(convalidación tácita), el juez tampoco nada puede decir. Por un lado, las partes han acordado
procesalmente y es a ellas a quien pertenece el proceso, de conformidad con regla dispositiva que
campea el trámite.
7
Art. 71 del Código Procesal Civil y Comercial de Santa Fe: “…No se suspenden sino por fuerza mayor
declarada discrecionalmente por el juez o por acuerdo de partes”.
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Por último, considero trascendente rescatar el rol de las partes, las cuales deben brindar debida
colaboración entre ellas y frente al juez. Rol este que debe ser cumplido con el objetivo de
restablecer la paz social, fin primero y último del proceso.

Conclusión.

La sociedad requiere un cambio de parte de la justicia y para ello es necesario cambiar de


prisma, de paradigma.

Con el planteo propuesto se busca integrar a que quienes tienen el conflicto, sean partes activas
del proceso y así también puedan ser parte de la resolución del litigio.

Es importante determinar que en la génesis de los conflictos jurídicos también radican los
mecanismos de solución. Es trascendental en este aspecto comprender que las prácticas
procesales deben ser entendidas como “construcciones culturales”.

A modo de cierre, me pregunto: ¿Qué es lo que importante en el proceso, la subjetividad de


quién juzga o la subjetividad de quienes son juzgados? ¿Es más importante la subjetividad de
quien dirime el conflicto o de quien es parte del problema?

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