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Si bien es cierto los métodos de resolución de conflictos son mecanismos cuya finalidad es la de
sustituir la decisión del órgano jurisdiccional, por una solución concentrada por las partes. Sin
embargo, para entender o comprender lo anteriormente dicho, se necesita cambiar la cultura de
conflictividad en la que nos encontramos inmersos actualmente, por una cultura de
entendimiento y paz, para construir un ambiente en armonía y prosperidad social. (Castillo, 2014).
Ahora, como bien se sabe, el conflicto es un fenómeno social de carácter universal, tal como lo
afirma Vinyamata “el conflicto se encuentra en la base de la vida y de toda relación humana”. El
empleo de los MASC se plantea para hacer efectivo el derecho a una justicia rápida y al alcance de
todos; siendo que, al tener el derecho a una justicia alternativa se implica una gama de resultados
o acciones posibles, al centrarse en áreas de oportunidad, acuerdos o temas comunes (como
puede suceder, en una negociación, como más aún, en una negociación asistida), lo anterior, sin
los costos de tiempo, esfuerzo, desgaste de recursos humanos y materiales, como suele suceder
en un proceso judicial, esto, en beneficio de la persona, en la búsqueda del diálogo, respeto y
reconocimiento de una verdad aproximativa o redefinición de una controversia, es decir, son una
opción viable para la despresurización del sistema de administración de justicia, teniendo en
consideración las particularidades de cada organismo y personas que los traten, teniendo en
cuenta sus competencias generales y específicas en las diversas temáticas de la controversia a
intervenir, así mismo, con la utilización de diversas teorías y métodos, se puede contribuir a la
maximización de derechos y libertades.
Los MASC, si bien se proponen como medios o métodos para alcanzar la paz y justicia social, los
mismos encuentran su dimensión en la Constitución Política y, a través, de una regulación y
aplicación efectiva y sensible a la sociedad, con lo que se pueda favorecer su uso; por lo que se
aduce, que se deberán seguir perfeccionando en su instrumentación como para su garantía y, se
propone entre ello, un protocolo de actuación que cuente con criterios claros, orientativos y
uniformes para los centros de mediación, facilitadores, fiscales y jueces, respetando la
particularidad cultural y social de cada región, con lo que se ayude a mejorar los niveles de
eficiencia del sistema de administración de justicia, así como, a la satisfacción de usuarios, al
contar con procedimientos estandarizados a niveles institucionales.
Ejemplo: