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CERTIFICACIÓN EN ENEAGRAMA

El Eneagrama y el cambio interior


Julio Cavalli
juliocavalli@gmail.com

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Estamos en un momento muy especial de la evolución de la humanidad, caracterizado por una inquietud general sobre
los valores y propósitos de la existencia del hombre sobre la tierra. La humanidad, especialmente en el llamado
Occidente, está dando síntomas de saturación con respecto a la narcotización colectiva que han significado dos cosas:
una, el tremendo desarrollo tecnológico que solo tiene un centenar de años, o sea nada, comparado con la historia
milenaria, y que nos hizo creer capaces de lograrlo todo por la ciencia. Y la otra, la creencia en el sistema de vida
occidental, en el desarrollo capitalista, el famoso “buen nivel de vida” como sucedáneo de la verdadera felicidad, que
ha caído simplemente en el consumismo desaforado, y el acelerado deterioro ecológico. Siempre han existido
hombres individualmente o en pequeños grupos que se preguntan el por qué y el para qué de la existencia; ahora
tenemos una masa crítica haciéndose estas preguntas fundamentales. Lo que los psicólogos académicos han llamado
“angustia existencial”.

Se está gestando una consciencia general de la necesidad de un cambio radical en los sistemas
sociales, económicos y políticos, pero también, y con mayor relevancia, en las creencias y en los valores, pero todos
esperamos que el cambio provenga del exterior en una actitud de “qué bueno sería si todos los ciudadanos, o todos
los compatriotas, o todos los habitantes de la tierra hiciéramos tal o cual cosa...”

Cuando nos centramos en la necesidad de un cambio, viene otra cuestión, que puede verse muy clara
en la sabiduría de Bayazid Bistami, un maestro sufí que vivió a finales del milenio anterior, que decía acerca de sí
mismo:
“De joven yo era revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: "Señor dame fuerza para cambiar el
mundo".
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado
cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: "Señor, dame la gracia de transformar a
cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por
satisfecho". Ahora que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he
sido. Mi única oración, ahora, es la siguiente: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Si yo hubiera
orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida”.

Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad, casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo. Esa es la orientación y
el objetivo del sistema del Eneagrama: el cambio profundo de sí mismo.

Ésta sí es la cuestión fundamental, en cómo hacer un cambio personal, porque el hombre busca fuera de sí mismo. Se
busca en libros, en gurúes, en nuevas invenciones científicas o en supersticiones y oscurantismos pseudorreligiosos.
Ha olvidado buscarse en el único lugar donde está: en el propio corazón. Abrir el corazón debe ser nuestro único
propósito. Esto significa despertar a otras realidades, por no decir lo que sería más exacto: despertar a la Realidad.

Volviendo al punto esencial del cambio de sí mismo, yo no puedo cambiar lo que no conozco; antes de cambiar algo
primero debo conocerlo. No hay cambio posible del sí mismo sin autoconocimiento. Este autoconocimiento implica
un trabajo personal de autoobservación profunda y objetiva de nuestros comportamientos, actitudes y
funcionamiento emocional, sentimental y mental. Es donde entra en acción el profundo y milenario sistema del
Eneagrama, cuyo símbolo geométrico es el noveno de los 10 sellos de Pitágoras, lo que certifica una antigüedad de
unos 2.500 años, aunque la tradición oral habla de casi el doble de este tiempo.

El Eneagrama, en una sola de sus muchas posibilidades de aplicación, la psicológica, es un sistema de identificación de
la personalidad, ego o máscara que decidimos todos los hombres portar para defendernos del mundo que percibimos,
hacia el inicio de la pubertad. Esta decisión sólo tiene nueve alternativas posibles y cada una es también una estrategia
para conseguir el amor. Sin embargo, ninguna de las nueve estrategias logra su propósito porque todas hacen del
hombre un ser inarmónico con un punto de vista muy limitado que no le permite conocerse a sí mismo y por lo tanto,
mucho menos a los demás.

Como yo no puedo amar algo que no conozco, no me puedo amar y a los demás, les tengo el mismo desamor que a
mí mismo. Pero el Eneagrama no se limita a mostrarnos simplemente la situación de autoengaño en que hemos vivido,
sino que nos muestra también la salida de ella y la vía hacia el cambio.

Con el uso adecuado del Eneagrama, nos damos cuenta de que no hay una sola, sino nueve vías hacia el cambio,
reconociendo también la existencia de tres centros de energía vital, el cerebral, el emocional y el instintivo, presentes
en todo hombre y necesarios de equilibrar, porque solo mediante un conocimiento, una toma de decisión y un trabajo
adecuado pueden equilibrarse. Estos centros corresponden a tres energías básicas, que para simplificar esta
exposición podríamos llamar el Miedo, la Vanidad y la Ira. Una de estas fuerzas es preponderante con respecto a las
otras dos y lo importante de trabajar con ellas, es que se transforman en Sabiduría, Amor y Paz, respectivamente.

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