REDNUTRICION 2014; 5(15)104-107
Ensayo Crítico
Modelo biopsicosocial de los Trastornos de la Con-
ducta Alimentaria.
Alberto Seyler-Mancilla1
1
Programa de Maestría y Doctorado. Facultad de Psicología, unam. México d.f., México.
Recepción 19 de mayo de 2014; aceptación 13 de junio de 2014.
Introducción
E
l propósito del presente ensayo consistió en describir y
analizar los principales hallazgos de investigación desde
la perspectiva biopsicosocial en torno a los Trastornos
de la Conducta Alimentaria más frecuentes. Así como, reflexio-
nar acerca de las complejas interacciones que existen entre los
múltiples factores de riesgo para el desarrollo de dichos tras-
tornos. Finalmente, se enfatizó la necesidad de intervenciones
basadas en evidencia con la participación de equipos multidis-
ciplinarios altamente especializados.
El comportamiento alimentario se define como aquella conducta
normal relacionada con los hábitos de alimentación, las preparaciones
culinarias, la selección y las cantidades de alimentos que se ingieren1.
En contraparte, la American Psychiatric Association dentro
del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Menta-
les cuarta edición (dsm-iv), define los Trastornos de la Conduc-
ta Alimentaria (tca) como enfermedades psiquiátricas graves,
que se caracterizan por alteraciones en el comportamiento, ac-
titudes e ingesta de alimentos. Generalmente están acompaña-
das de excesiva preocupación por el peso y forma del cuerpo.
Su prevalencia se encuentra entre el .3% y .5% de la población2
e incluyen la anorexia nerviosa, caracterizada por la percepción
de una imagen distorsionada del cuerpo y por rechazo a mante-
ner un peso igual o superior al saludable, esto motiva la adop-
ción de estrategias inadecuadas para controlar el peso como,
restricción drástica de la ingesta de alimentos. Por su parte, la
bulimia nerviosa se caracteriza por episodios de consumo ex-
cesivo de alimentos, seguidos de conductas que tienen como
fin minimizar o eliminar los efectos del exceso como, purgas o
ayunos. Dentro de los trastornos alimentarios se incluye el tras-
torno por atracón, caracterizado por episodios de ingesta exce-
siva de alimentos en un periodo corto de tiempo, en ausencia
de conductas compensatorias y generalmente acompañados de
104
sentimientos de culpa, ansiedad y depresión. Dichos trastornos
predisponen a los individuos que los padecen a dos condicio-
nes, la desnutrición o la obesidad3.
La evidencia científica indica que los componentes de riesgo
para padecer algún tca son múltiples y resultan de la compleja
interacción de factores biopsicosociales.
Aunque existe una cantidad considerable de investigación al
respecto no existe consenso sobre factores determinantes, por
lo tanto, el estudio de la relación entre ellos permitirá la formu-
lación adecuada de modelos explicativos4, 5. A continuación se
menciona algunos de los principales hallazgos.
Factores biológicos.
Algunos estudios refieren que las variaciones genéticas son res-
ponsables de hasta un 85% de los factores de riesgo6, 7, 8, 9. Pero
pese a la aparentemente escasa influencia de otros factores, éstos
no se pueden excluir10. Estudios con gemelos sugieren que los
efectos genéticos varían significativamente con la edad y por el
ambiente, por ejemplo, a la edad de 11 años los factores ambien-
tales representan un 54% del riesgo, mientras que los efectos
genéticos representan sólo el 6%. A la edad de 14 años el factor
genético tiene un aumento significativo y alcanza un 46%11. Esto
sugiere que con la activación de las hormonas en la pubertad,
también se registra un aparente aumento de la influencia de los
factores genéticos12, 13.
Resulta de especial interés aquellos genes que intervienen en
los mecanismos de sistemas de control de ingesta de alimentos
y control de peso a nivel del hipotálamo14. Una revisión de la
literatura recabó los hallazgos de 175 estudios y el resultado fue
de 128 polimorfismos localizados en 43 genes distintos y en ru-
tas biológicas diversas15.
Así mismo, cabe resaltar el estudio de los sistemas serotoni-
nérgico y dopaminérgico ya que una de las funciones de la se-

rotonina es la regulación del apetito por medio de la saciedad16.
Estudios con animales muestran los efectos inhibidores de la se-
rotonina sobre la ingesta de alimentos, esto sugiere su influencia
como un factor de anorexia17. De igual manera, la serotonina se
relaciona con rasgos psicopatológicos asociados a los tca como,
ansiedad, depresión, impulsividad y trastornos obsesivos-com-
pulsivos18. De este modo, resulta hasta cierto punto lógico pen-
sar que los genes involucrados en la fisiología de la transmisión
serotoninérgica estén relacionados los tca.
Por su parte, la dopamina interviene en el sistema nervioso
central, principalmente por mecanismos de motivación y recom-
pensa19. Mientras que, en el sistema nervioso periférico modula la
función renal y la motilidad gastrointestinal20. Esto sugiere que las
alteraciones en los genes que participan en la neurotransmisión
dopaminérgica desempeñan también una función en los tca.
Cabe mencionar también la participación de las hormonas
esteroideas, principalmente estrógenos, en la psicofisiología de
las conductas alimentarias, esto sitúa a las mujeres adolescentes
en el grupo más vulnerable para padecer algún tca21.
No obstante, las conductas alimentarias anómalas son comu-
nes entre la población adulta. Hasta 70% de las mujeres mayores
de 30 años expresan inconformidad con su peso, hasta un 45%
han realizado dieta restrictiva en los últimos cinco años22. 79%
de las mujeres mexicanas de 25 a 45 años de edad presentan in-
satisfacción corporal, 70% reportan deseo de adelgazar. Estas
cifras resultan alarmantes ya que 50% tenían peso normal, mien-
tras que 43% de las satisfechas tenían peso bajo23.
Factores psicológicos.
Igualmente variados y complejos son los factores psicológicos.
Estudios refieren que 71% de los adolescentes tiene miedo a
engordar, 67% muestran preocupación por el peso y 51% por
la forma de su cuerpo24.
Uno de los factores psicológicos más estudiados es la insatis-
facción corporal ya que está presente hasta en un 81% de los ado-
lescentes25, 26, 27. Las mujeres tienden a presentar insatisfacción
corporal si se perciben con sobrepeso; les resulta más relevante
el peso que la forma corporal y centran su interés en la parte in-
ferior del cuerpo28. Los varones tienden a la insatisfacción con
su peso, divididos entre aquellos que quieren ganarlo y aquellos
que quieren perderlo; suelen estar más interesados por la forma,
y la preocupación se centra en la parte superior del cuerpo29.
Entre los individuos con tca se detecta rasgos psicológi-
cos diversos como el perfeccionismo30,31, falta de asertividad,
Seyler-Mancilla A.
dificultad para expresar palabras, afectos, emociones, deseos y
ambiciones32, muestran un patrón de pensamiento rígido con
énfasis en el “deber ser” y percepción de falta de autocontrol33.
Así mismo, suelen presentar baja autoestima, exabruptos agre-
sivos e impulsivos relacionados con la imagen corporal o la in-
gesta alimentaria34, 35. Finalmente, las comorbilidades psiquiátri-
cas más frecuentes son los trastornos afectivos y de ansiedad36.
Factores sociales.
Los factores sociales son tan variados y complejos como los
biológicos y los psicológicos e incluyen la situación económi-
ca, estilo de vida, lugar de residencia y etnia, por mencionar al-
gunos37, 38, 39, 40, 41. Sin embargo, como resultado de una revisión
sistemática de 123 artículos científicos se puede concluir que
existe evidencia a favor de la influencia de la publicidad sobre
las preferencias y la ingesta alimentaria en niños desde 2 hasta
11 años de edad42.
Así mismo, la construcción de la imagen corporal es un fe-
nómeno social43, 44. El mundo contemporáneo en países desa-
rrollados y en vías de desarrollo proporciona un ambiente que
promueve por una parte el desarrollo de la obesidad por el fácil
acceso a alimentos de bajo costo y alto contenido calórico, lo
cual genera una discrepancia entre la imposición de una imagen
corporal ideal y el consumo de alimentos poco saludables45. Es
decir, la sociedad actual globalizada impone el ideal de belleza,
lo difunde a través de los medios de comunicación y en contra-
parte estigmatiza la obesidad46.
Al respecto, Schooler y Trinh47 informaron que ver la tele-
visión aproximadamente 28 horas por semana representa un
importante factor que predice la insatisfacción con la imagen
corporal en mujeres. Otros estudios muestran relaciones se-
mejantes en varones adolescentes con respecto a su desarrollo
muscular48, 49.
Por otra parte, la influencia de las relaciones proximales de
familiares y amigos pueden reforzar de manera directa las pre-
siones ejercidas sobre los adolescentes conforme aprueban la
imagen del cuerpo ideal determinado por los medios de comu-
nicación50, 51, 52, o al contrario, hacer burlas sobre el peso y al res-
pecto se sabe que existe mayor riesgo de padecer un tca en per-
sonas que han recibido provocaciones por su apariencia física53.
Finalmente, se ha detectado la existencia de grupos de riesgo
en poblaciones no clínicas, cuyas edades fluctúan entre los 17
y 25 años de edad por ejemplo, la pertenencia a grupos profe-
sionales como deportistas, bailarines y modelos. Irónicamente
105
Modelo biopsicosocial y trastornos alimentarios.
hasta un 15% está representado por estudiantes de las carreras
de medicina, psicología, y nutrición y dietética54.
Conclusiones
Los tca representan un fenómeno complejo que resulta de las
múltiples interacciones entre sus factores y por lo tanto debe ser
estudiado con base en los modelos biopsicosociales, ya que una
aproximación integral permitirá no sólo la comprensión del fe-
nómeno, sino la implementación de programas de prevención
y tratamiento eficaces.
La adolescencia en un periodo que se caracteriza por cam-
bios biopsicosociales y de acuerdo a los hallazgos en la literatu-
ra se sitúa a los adolescentes, principalmente mujeres, como la
población que tiene mayor riego de presentar un tca, sin em-
bargo, no se puede excluir la aparición de estos trastornos en
varones y en otros grupos de edad por lo que habrá que dirigir
las perspectivas futuras considerando estos factores.
Si bien es cierto que los tratamientos biológicos nutriciona-
les suelen ser efectivos, algunos aspectos psicológicos y sociales
inadecuados ante los alimentos suelen mantenerse en el tiempo,
lo que representa riesgos de recaída. Por lo tanto, la combina-
ción de tratamiento biológico nutricional, psicológico y social
resulta esencial ya que de igual manera existe evidencia de mayor
efectividad en el proceso de rehabilitación si el tratamiento está
coordinado y constituido por un equipo multidisciplinar que
incluya psiquiatras, psicólogos, dietistas-nutricionistas e incluso
considerar a la familia como parte importante del tratamiento.
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