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EL VIAJE MÁGICO DE

ANSELMO
CECILIA RAMOS MEJÍA

EL VIAJE MÁGICO DE
ANSELMO
LA CONVIVENCIA PACÍFICA Y LA
MEDIACIÓN ESCOLAR EN LA EDUCACIÓN,
INICIAL Y PRIMARIA
<CRÉDITOS>

<Ale: va nueva ficha de catalogación en fuente, nuevo isbn y nuevo código de barras>

© de las ilustraciones Javier González Burgos


Ilustración de tapa: Javier González Burgos
Dedico este libro a la Virgen de la Paz
y a los niños y grandes que creen
que los milagros existen.
A mi querida hija Mercedes, ella sabe bien por qué...

Agradecimientos

Quiero agradecer a quienes colaboraron para que el viaje de Anselmo fuera posible:
A mi madre que me regaló su inocencia.
A mi padre, con quien disfruté en mi infancia de sus fantásticas historias.
A Jorge Llambías, mi marido, por su paciencia infinita al compartirlo y corregirlo.
A Pilar Llambías, por sus aportes creativos, maravillosos y su sentido del humor.
A Luján y María Llambías, por sus acertadas y cálidas opiniones cuando fueron
necesarias.
A Alejandra Llambías por plasmar con tanto acierto la primera representación de
Anselmo.
A Candela, mi nieta por escuchar muchas veces la historia y hacer varios dibujos del
viaje uno de los cuales sirvió de inspiración para la portada del libro.
A María Dolores Canestri, que asumió la tarea de revisar y corregir el texto con un
trabajo altamente profesional.
A mis amigas Marta Crivaro y Mercedes Capdevila que me estimularon a avanzar en el
mágico viaje.
A las docentes de Tierra del Fuego por leer los sueños a sus niños, practicar sus
ejercitaciones y volcar los resultados en los dibujos que figuran en el libro, en particular
a Moira González, Andrea Sberna, Carina Monjo, Raquel Ríos y Celia Moreno, y a
Patricia Marzella por regalarnos algunos de los cuentos para las actividades.
A Ariadna Pou, por su generosa disponibilidad en la preparación de la edición.
A Carmen Romero, por su amistad y entrega para prologarlo amorosamente.
A Emilio Perrot y Norberto Pou por hacer lo imposible para que se publique en los
tiempos previstos.
A todos los que se interesaron en él y apoyaron para que se realizara desde las aulas,
especialmente desde el rincón más austral del planeta, la isla de Tierra del Fuego.

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Estoy muy feliz con esta nueva edición de El viaje mágico de Anselmo. Este potrillo
mediador ya es muy querido por niños, padres y maestros que han disfrutado con sus
aventuras y aprendizajes; ahora, también, seguirá llegando a nuevos hogares y escuelas.
Anselmo nunca hubiera podido llevar su mensaje de pacificación sin ustedes, los
lectores, como tampoco sin sus compañeros, tanto los que lo ayudaron como los que le
crearon dificultades.
Me parece oportuno destacar algunas características del mensaje de su viaje. Una
es que la magia está unida a la transformación. Opera por la intervención de ayudas no
esperadas, a diferencia del cambio que actúa desde la voluntad. Otra es que para que
ocurra se necesita la presencia de todos los que participan del viaje, incluso de los que
tienen diferentes intereses y se oponen a la búsqueda de Anselmo y su grupo.
Gracias a ellos, los protagonistas aprenden de sus límites, avanzan –aún con sus
miedos– y no desean imponer su mensaje de paz a nadie. Como consecuencia, los
“otros” no son combatidos ni destruidos sino que se van “contagiando” de nuevas
maneras de resolver los conflictos. Querer combatir el mal por la fuerza es más de lo
mismo. Por eso el mensaje de Anselmo es novedoso.
Muchas guerras y otras atrocidades se han cometido y se cometen en nombre de
la paz. Los niños del siglo XXI merecen y esperan nuevas maneras de ser pacificadores.
El mensaje de Anselmo parte del supuesto por el cual el ser humano es naturalmente
compasivo, así como también los principios de la paz están impresos en lo hondo de
cada ser viviente y los hemos olvidado, solo se trata de recordarlos.
Una vez que Anselmo puede acceder a estos principios, gracias a sus sueños, es
cuando con su equipo de colaboradores y opositores extienden la pacificación, suave y
lentamente, sobre La Soleada y otros lugares. La pacificación actúa como si fuera una
suave brisa que al atardecer va trayendo alivio al calor agobiante de un día de verano.
Mi esperanza es que con la lectura de la historia y la práctica de los ejercicios
propuestos vaya ocurriendo algo similar con muchos niños de la Argentina y también de
otros países.

CECILIA RAMOS MEJÍA


Septiembre de 2008
PRÓLOGO

Confieso que me emocioné cuando Cecilia me propuso que escribiese el prólogo de El


viaje mágico de Anselmo. La convivencia pacífica y la mediación escolar en la
educación, inicial y primaria y me continué emocionando mientras leía la historia. ¡Qué
privilegio recibir tal encargo! Una historia que fascina, atrae y sobre todo enseña.
Si necesitas una historia que enseñe a vivir en paz, que sea pedagógica,
divertida, creativa, aquí lo tienes.
Tengo el gran honor de conocer de cerca a Cecilia, una persona extraordinaria,
intuitiva y sabia que posee la delicada y sutil habilidad de focalizar su atención hacia los
puntos fuertes de las personas y a partir de aquí lo vulnerable lo vuelve poderoso como
por arte de magia, y esto nos lo transmite en El viaje mágico de Anselmo.
La presente obra va destinada, en especial, a los niños y niñas más pequeños,
entre 3 y 9 años, aunque los conceptos expuestos les puedo asegurar que también
enseñan y cautivan a los adultos.
Cecilia Ramos Mejía es una gran maestra que cree que la paz es posible y que
ésta empieza en los espacios de relación más cercanos a cada uno de nosotros. En este
libro nos aporta sus conocimientos sobre las cosas importantes de la vida y cómo crear
buenas relaciones en el día a día.
Cecilia dice que comparte con físicos, filósofos y teólogos la idea de que nuestra
civilización está pasando la sexta crisis más importante de su historia y, añade, que
dependiendo de cómo resolvamos este cambio, nuestro planeta seguirá en pie. La autora
cree que la mediación para eliminar la violencia en las aulas no es una moda sino una
necesidad. Y cuanto antes se empiece a aplicar más fácil resultará para los alumnos
incorporar los nuevos conceptos y cambiar. Nos comenta que lo ideal es activar un
programa completo de resolución pacífica de conflictos y mediación escolar a partir de
los tres años.
El lector verá en este libro que se le habla desde un mundo mágico y a la vez
muy real donde nuestro protagonista Anselmo, en sus siete sueños recibe las enseñanzas
de sus maestros. Tenemos a los maestros: Lina la garza, Esteban el conejo, Palmira la
lora, Rita la gata y sus siete gatitos, Martín el puercoespín, la loba Fidelia con la oveja
Berta y la yegua Alcira .
Siendo, aún potrillo, a Anselmo le asignan la misión de pacificar el entorno
donde vive y para ello recibe unos conocimientos que lo transforman en mediador y en
experto creador de paz.
Cecilia nos propone leer con nuestros alumnos cada mes un sueño y aplicar los
ejercicios que corresponden a cada uno de ellos. Un libro de ensueño con la esperanza
de que la paz sea realidad.
Te animo a acompañar a Anselmo en su viaje mágico y a transmitir a tus
alumnos las enseñanzas que este libro contiene sumándote a la maravillosa tarea que es
crear un mundo en paz.

CARMEN ROMERO DURÁN*

* “Mediadora escolar, vive en Argelaguer un pequeño pueblo del Pirineo catalán acompañada del cantar
de los gallos, el croar de las ranas, el ‘miolar’ de los gatos, el ladrar de los perros...” , así es como se
autodefine Carmen. También es Maestra y Mediadora Master en Mediación y Resolución de
Conflictos por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. Formadora de alumnos y docentes como
mediadores. Docente en diferentes universidades como la Hispalense de Sevilla, la de Murcia y la de
Barcelona y en otros centros tanto de Cataluña y del resto de España, y en Iberoamérica. Fundadora de un
Servicio de Mediación llamado Acord, desde donde se dedica a partir de 1997 a capacitar a alumnos y
docentes en la resolución pacífica de conflictos y mediación escolar en Centros de educación infantil,
primaria y secundaria. cromero@solomediacion.com

EDUCACIÓN PARA LA PAZ

Educar para la paz es una tarea muy hermosa y es bueno que comience en la educación
inicial y continúe a través de toda la escolaridad. En el Foro Internacional de
Mediación realizado en Buenos Aires a comienzos de 2003, todos los que estábamos
trabajando en la comunidad educativa, acordamos que conviene comenzar a sembrar las
bases para la resolución pacífica de los conflictos desde los tres o cuatro años de edad.
Este libro está inspirado en el trabajo que la Peace Education Foundation, realiza en la
educación inicial. (Puede visitarse su página web, http://www.peaceeducation.com).
Tuve la oportunidad de realizar la especialización en mediación escolar en dicha
fundación y en esa ocasión ocurrió algo que me decidió a comprometerme
profundamente con esta tarea. El último día de la capacitación los docentes que nos
capacitaron nos llevaron a los participantes del curso, a conocer una escuela que incluía
todos los niveles de la escolaridad, donde funcionaba el programa completo, hacía ya
varios años.
La primera impresión positiva que tuve fue ser recibidos por alumnos
preadolescentes formalmente vestidos que, con orgullo llevaban brazaletes que los
identificaban como mediadores. Con ellos como guías pudimos recorrer la escuela y
reconocer un orden “natural” entre los alumnos que jugaban en los recreos, que iban al
comedor caminando con tranquilidad en un ambiente de limpieza y orden, mas no por
eso no vital, extraño en las escuelas de la época en que vivimos. Además la experiencia
más significativa consistió en presenciar una clase con niños pequeños. Palpar, ver y
escuchar cómo se desarrollaba dicha clase y la forma en que aprendían algo tan
aparentemente sencillo como tratarse con amabilidad a través de ejercicios y juegos,
cómo se sentaban en la “Mesa de la Paz” y hablaban por turno de acuerdo a quien tenía
en sus bracitos un osito de peluche, entre otras actividades, fue tan impactante que al
regresar me dije a mí misma: “He encontrado una piedra preciosa”, pues comprobé por
la experiencia cómo era posible una educación genuinamente pacificadora, y por lo
tanto, una sociedad diferente.
A partir de allí me dediqué con alma y vida a la Educación para la Paz y a la
mediación escolar. A medida que iba trabajando con docentes del interior del país,
formándolos para que ellos mismos pudieran ser los formadores de sus alumnos
mediadores, sentí la necesidad de producir un material al cual recurrir para que
profundizara habilidades, conocimientos y reforzara la capacitación de los chicos.
Así fue que nació Anselmo, un potrillo que quería ser mediador y que lo logró,
con la ayuda del lobo César y el cerdito Lucio, sus primeros “clientes” como mediador.
Ellos a través de ocho videos, enseñan las técnicas de la mediación y colaboran de esta
manera en la pacificación de los seres humanos.
Dado que han sido y son de mucha utilidad en esta capacitación, y que el
material de la Peace Education Foundation me parece excelente, es que he querido
realizar un aporte a esta etapa de la escolaridad que responda a nuestra idiosincrasia
inspirándome en dicho material y aprovechando los personajes de los videos.
En el libro Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa, planteo
ejercitaciones para desarrollar habilidades que permitan la convivencia pacífica y en
última instancia la resolución pacífica de los conflictos para alumnos mayores de nueve
años. Ellos responden a “Los pilares de la educación para la paz”. En El viaje mágico
de Anselmo, las ejercitaciones aplican “Los principios de la convivencia pacífica”
(relacionados con los pilares ya citados) que Anselmo recibe de las enseñanzas de sus
maestros en los siete sueños. Dichos principios están destinados y diseñados para niños
entre tres y nueve años de edad, y son:

 Primer Principio: Confiar y colaborar.


 Segundo Principio: Escuchar con atención.
 Tercer Principio: Hablar con un lenguaje amable.
 Cuarto Principio: Valorarse a sí mismo, valorar a los demás y a toda forma
de vida.
 Quinto Principio: Apreciar positivamente las diferencias.
 Sexto Principio: Reconocer y expresar adecuadamente las emociones
primarias.
 Séptimo Principio: Resolver los conflictos pacíficamente.

Espero que disfruten compartiendo los sueños de Anselmo y su maravilloso


viaje junto a sus amigos.1

Metodología recomendada
Para aprovechar mejor el libro, recomiendo que a lo largo de cuatro reuniones –
aproximadamente en un mes– se lea un sueño en cada una de ellas. El lenguaje de la
narración puede adaptarse a la edad de los niños. El principio tratado en cada sueño será
aplicado a través de las ejercitaciones recomendadas.
Las actividades enunciadas pretenden ser sólo guías que cada docente elegirá de
acuerdo a la edad de los niños con que trabaje y que las enriquecerá con el bagaje de
ejercicios que ya conoce.

1
Este libro se divide en dos partes y un anexo. En la primera hallarán el cuento completo, El viaje mágico
de Anselmo. La segunda comprende una “Guía de ejercitaciones para aplicar a los principios de la
convivencia pacífica”. Por último, en el anexo bajo el título “Experiencias de trabajo con El viaje mágico
de Anselmo, la autora presenta algunos de los materiales que alumnos pertenecientes a diferentes escuelas
de Tierra del Fuego realizaron al trabajar con algunos contenidos de este libro.
EL VIAJE MÁGICO DE ANSELMO
LA SOLEADA

Todos los fines de semana, mi papá me llevaba al campo de mi abuelo José. A mí me


encantaba, porque era un campo mágico.
Su nombre es La Soleada, y allí todos vivían felices, hasta los animales más
chiquitos. En éste siempre ocurrían cosas diferentes, las mariposas tenían unos colores
tan bonitos que parecían que se prendían y apagaban con la luz del sol. Los tomates, las
lechugas y espinacas y, hasta los choclos eran... ¡enormes! y ¡riquísimos! Cuando venía
la lluvia que inundaba los campos vecinos y llegaba La Soleada caía despacito como si
nos acariciara. ¿Saben? ¡Nunca! pero ¡nunca se inundó!, y hasta los pececitos del río a
veces se asomaban del arroyo para mirarnos jugar y divertirse con nosotros. Todo esto
era común en La Soleada, pero también era mágico. Seguramente, uno de esos
momentos es el que voy a relatar, pero no nos adelantemos.
¡Uy! Ahí viene el caballito Anselmo y un montón de animales que lo siguen.
Hay una luciérnaga, una oveja, un cerdo, el perro y el gato de mi abuelo. ¿A qué están
jugando? Me voy a esconder para que no me vean. Qué suerte, soy chiquito de nuevo y
me puedo enredar en todas las historias. Vamos a escuchar lo que pasó aquella tarde en
que apareció la nube.
—¡¿Otra vez?!, ¡no! ¡No quiero contar de nuevo! —dijo el caballito Anselmo
con voz de cansado—, es la tercera vez que me toca contar a mí... ¡Así es aburrido jugar
a la escondida!
—Pero, es lo justo, Anselmo, lo que toca, toca —asintió la luciérnaga Martina.
—Vamos, Ansel, no seas mal perdedor, es tu turno de contar —exclamó el perro
grande de la casa.
—No es de mal perdedor, es que estoy cansado, nada más. Juguemos otro
día —contestó Anselmo.
—Beee, beee..., miren, amigos, ¿qué es eso que se acerca desde el cielo?
—preguntó la oveja.
—Son los mosquitos, que se mudan de campo —contestó el gato, que era corto
de vista.
—Yo, mejor, me voy, me parece que se viene una tormenta —dijo el perro
asustado.
—Es una nube enorme como un monstruo, y ya está sobre nosotros, va a dañar
mi rosada piel. ¡Huyamos! —exclamó el cerdo.
Entre tanto alboroto, salí corriendo a buscar a mi abuelo.
—¡Abuelo, abuelo! mirá, se puso todo oscuro, como si hubieran cortado la luz y
los animales se escaparon.
El caballo Anselmo se metió en el gallinero; el cerdito, en el establo; la oveja, en
la cucha del perro, y el gato y el perro se abrazaron del miedo.
—¡Rápido! —gritó el abuelo—. Se viene una tormenta fuertísima, hay que
guardar al resto de los animales.
Mientras tanto, en el gallinero...
—¡Ay, ay, ay! —se quejaba Anselmo— con tanta oscuridad, entré en este
gallinero pensando que era mi establo. Pero ahora me da miedo salir, no veo a ninguno
de mis amigos, y mi abuela Elma debe estar preocupada.
—Cocoroco, coooo, cococo —cacareaba la gallinita pigmea.
—¡Qué bueno que no estoy solo! ¡Hola, gallinita pigmea!
—Anselmito, gracias a Dios que estás aquí en mi casa ¿Qué es esa nube extraña
que se instaló en nuestro campo?
—No sé, ¡pero es horrible! ¡Parece un dragón con la cola llena de pinches!
—Sí, es verdad y tiene una boca llena de colmillos.
—¡Ay!, quiero volver a mi establo. ¡Estoy muerto de miedo! Y, además... ¡tengo
hambre! —se quejaba Anselmo.
—Chts, chts, chts, por eso, no te preocupes, tengo suficiente pan duro para los
dos —la gallinita intentaba reconfortarlo.
—¿Pan duro? ¡Puaj!, no me gusta, yo quiero irme.
—Es una delicia y, además, no puedes irte con esa nube amenazante allá afuera,
imagínate si tira rayos y empiezan a caer como baldazos de agua...
Pasaron tres días... Anselmo ya no aguantaba más el pan duro y sin comer un
poco de rica alfalfa, algún fardito de reserva, un pastito tierno. Los caballos no comen lo
mismo que las gallinas. Sin embargo, para una gallina como ella, no era poca cosa
compartir el único alimento nada menos que con un enorme caballo. Aunque, en
realidad, el pobre Anselmito no era tan enorme ¿no? Sí, era un potrillo, pero bueno para
la gallina, era gigaaante. Y, sí, como todos se imaginarán, empezaron los problemas.
―Con esto nos morimos de hambre ―murmuraba Anselmo―, cómo se puede
sobrevivir con esta comida, ¡sólo las gallinas pueden comer esto!
Anselmo estaba desesperado. Sus murmuraciones pronto se convirtieron en
relinchos y, claro, las gallinas son chiquitas, pero no son sordas. Entonces, cuando la
paciencia de la gallinita pigmea llegó al límite hizo escuchar su cacareo como nunca.
—¡Coco, co co co, cómo te atreves! —gritó la gallinita—. ¡Te di lo... lo poco
que tenía para mí, y así me lo agradeces! ¡Fuera, fue... fuera de mi casa! ¡Ya sabrán
otros saborear mis platillos y, mis manjares!
Anselmo agachó sus orejas y fue retrocediendo como un perrito asustado. De
repente, la nube se corrió y el sol iluminó sus ojos húmedos y temerosos. Tal vez estaba
avergonzado. Anselmo miró a la gallinita, pero no dijo nada, la gallinita por primera vez
hizo silencio... Simplemente, dio la vuelta.
Y mientras Anselmo caminaba para su establo...
—¡Qué dolor de cabeza que tengo, esa gallinita pigmea malhumorada que no
paraba de hablar! Pero ¿qué pasa? ¿Qué es ese griterío que escucho? ¡Abuela Elma!
¿Qué pasó acá, donde está mi almohadita?
—Anselmito, ¡qué bueno que volviste! —exclamó la abuela Elma—. ¡No sabes
cómo me preocupé con esa nube horrible que apareció en el cielo! Y mi nietito... ¿dónde
estaba? ¡Suerte que Martina, tu amiguita la luciérnaga, me avisó que estabas con la
gallinita pigmea, bien seguro en el gallinero! ¿Sabes, Anselmo? Esto es un lío bárbaro,
están todos de mal humor. El perro está como loco, ladrando a los potrillos, el gato se le
subió encima y le estuvo arañando las orejas, las gallinas quieren poner huevos en las
ventanas, los chanchos, que del susto se metieron acá, quieren tomar la leche de las
vacas, se creen terneros, y la oveja Marta se revuelca en el fango. ¡Ah! y tu amiga la
luciérnaga Martina está encerrada en un farol y no quiere salir. ¡Esto es un desastre!
—Sí, es verdad, ¡qué lío hay acá...! —dijo Anselmo pensativo, como si las
palabras de la abuela le hicieran recordar a la gallinita— pero... ¡Mira, abuela, mira lo
que está pasando afuera!
—¡Silencio todos! —dijo Elma con un grito fuerte como un huracán, raro en
ella, que nunca gritaba. Y, poco a poco, se fueron callando. Cuando todos hicieron
silencio, se escucharon los gritos de afuera y, ahí nomás, se asomaron por las ventanas.
El abuelo José se estaba agarrando del cuello con su ayudante Carlitos y se
zamarreaban de un lado a otro, el perro de Carlitos se lanzó a defenderlo y le clavó los
dientes al abuelo José, éste le pegó una patada y, entonces, salió la abuela con una pala
y casi le parte la cabeza a Carlitos. Nunca había pasado eso en el campo.
Los animales estaban mudos, no podían creer lo que veían. Si las cosas seguían
así, La Soleada, que había sido el ejemplo de todos los campos, iba a pasar a llamarse
La Lastimada.
Pasaron los días y todos se acostumbraron a tratarse mal. Sin duda, había sido
por culpa de esa nube, todo había comenzado con la oscuridad de esa nube.
Hasta el pequeño Anselmo ayudaba a su abuela con los problemas de los
animales, porque ella era muy sabia y parecía la única tranquila, aunque en el fondo
estaba muy preocupada. Durante los años que había vivido, que eran muchos, nunca
había visto algo igual.
Y así pasaba el tiempo, entre peleas y discusiones, hasta que un día... Un día
ocurrió algo muy especial.
Anselmo tuvo un sueño, pero no un sueño como todos.
Soñó con un indio chiquito, de poca edad, que tenía los ojos color de tierra bien
mojada y la piel como el trigo dorado. Y ese pequeño indio estaba montado en una
yegüita blanca muy bonita. El indiecito le decía algo a su yegua en el oído, y ella, en el
idioma de los caballos, repetía lo siguiente: “Tengo un mensaje para ti, Anselmo, pon
mucha atención a lo que te voy a decir. Debes ayudar a limpiar este campo de las
peleas, enojos y maltratos. Esa nube negra que apareció era el espíritu de los que nos
quitaron las tierras, a nosotros, los indios. La nube llevaba mucha muerte, enojos,
envidias, celos y odios, y vino para que la perdonáramos, es decir, para que la
liberáramos de tanto dolor y que pudiera irse muy lejos, al país del olvido. Toda la
tierra, las plantas, los humanos y los animales absorbieron partecitas de esa nube por su
piel, y ahora está aquí, adentro de ustedes, aunque no la vean ni se den cuenta. La nube
con forma de dragón, aunque no se vea en el cielo, se quedó aquí, adentro de cada uno,
esperando que la liberen, es decir, que la perdonen. Entonces Anselmo le preguntó:
―¿Y cómo puedo ayudar yo a que ella se pueda ir? Y después de que se vaya:
La Soleada ¿va a volver a ser como antes?
—Sí, le dijo la yegüita, claro que sí. Y, para eso, escucha bien lo que te voy a
decir: ¿Ves ese árbol que tiene una entrada, un hueco grande y profundo? En la
primera noche de luna llena, tendrás que dormir allí abajo y en sueños empezarás a
recibir las lecciones que necesitas para que La Soleada vuelva a la calma. Eso lo harás
durante siete noches seguidas. Sólo debes cumplir con una condición: no has de contarle
a nadie lo que tus maestros te digan en los sueños, pues, de lo contrario, la magia
desaparecerá. Sólo cuarenta días después de que hayas dormido allí esas siete noches
podrás hablar sobre esto y, yo te diré cómo y con quién.
ANSELMO CUENTA CÓMO EMPEZÓ A SOÑAR

Les cuento que, como era un potrillo, es decir, un caballito muy joven, no me resultaba
fácil salir del establo para ir a dormir en el hueco de ese árbol. Tuve que pensar mucho
sobre cómo hacer para que mi abuela no se diera cuenta de mis salidas nocturnas, pues,
si se llegaba a despertar y no me encontraba, no saben el susto que podía darse y la
penitencia que hubiera venido después, ¡seguro que no me dejaba asomar la nariz del
establo por muchos días!
De tanto pensar, se me ocurrió una idea. Le pedí permiso para dormir al lado de
la entrada, en vez de hacerlo cerquita suyo, pues era verano, y allí corría el vientito
fresco de la noche, además de que me gustaba mucho mirar el cielo y las estrellas que,
desde ese lugar, se veían mejor, pues creía que en una de ellas podría estar mi mamá.
Así que me dio el permiso y, cuando estaba seguro de que todos pero todos dormían,
salía al campo despacito, casi arrastrándome con la panza pegada a la tierra, como hacía
mi amigo Feliciano, el gato, cuando estaba por cazar un pajarito .
Tenía que tener mucho cuidado con las gallinas, pues, si alguna se llegaba a dar
cuenta de que pasaba algo raro, se podía poner a cacarear como si la agarraran del
cogote. Ya bastantes problemas había tenido por juntarme con las gallinas cuando la
nube vino a La Soleada.
Cuando el búho, que estaba despierto casi toda la noche, me vio llegar por
primera vez, casi da la voz de alerta y despierta a todos, pero hablándole con dulzura, le
pedí por favor que me dejara dormir en el huequito del árbol.
Luego de un rato de pensarlo seriamente, se puso derechito como si estuviera
sentado en una silla muy alta y me dijo:
—Sí, puedes dormir aquí unos días, pero poquitos, pues, cuando empiece a hacer
frío...
—Sólo siete —lo interrumpí en voz bajita, y él siguió hablando.
—Te puedes resfriar. Pero sí, yo te cuidaré y… ahora, silencio, que voy a hacer
mi meditación de las doce de la noche.
Y así fue que don Cefe –para los íntimos– se convirtió en mi protector y me
cuidó durante esos siete días. Cuando estaba por salir el sol, me despertaba
picoteándome una oreja con dulzura, para que volviera pronto al establo y, cuando me
costaba dormir, Cefe me cantaba una canción que decía así:

Chis-chis, chus-chus.
Caballito pequeño
toma la luz.
Chis-chis, chus-chus.
Caballito valiente,
aprende a dar luz.
Chis-chis, chus-chus.
Caballito inocente
cree en la luz.
Chis-chis, chus-chus.
Caballito pequeño
sé tú la luz.

Yo no entendía qué quería decir esa canción, pero me gustaba mucho y si todos
decían que él era tan sabio, seguro que esa canción era la que yo necesitaba para
dormirme.
Algo me pasaba con la canción, porque mis ojos se iban cerrando, respiraba cada
vez más profundo y, sin darme cuenta, entraba en el sueño como en un tobogán gigante
que me llevaba a un lugar enorme con muchísima luz, donde había un olor muy rico a
aire fresco y a pasto recién cortado.
PRIMER SUEÑO

Como les contaba, la primera noche apareció, en medio de una intensa luz, un ave
blanca con unas plumas suavecitas como las de la panza de los pollitos. Era una garza
que estaba hablando sola pues no se había dado cuenta que yo estaba ahí. Entonces,
pude escuchar lo que decía.
—Yo puedo, yo me conozco, y por eso confío en que puedo. Ese caballito no me
conoce y por eso no sabe que, bueno..., en fin, me cuesta esto. Pero bueno, vamos, Lina,
ánimo, tú puedes, eso es valor, otras veces has podido, así que: uno, dos y a salir a la
cancha. ¡Ah! —dijo sorprendida de verme—. No lo había visto bien, alumno, mi
nombre es Lina, y usted está aquí para aprender dos cosas, ponga atención, ellas son:
conocimiento y confianza. ¿Usted sabe qué es confiar?
—No —respondí tímidamente.
—Confiar es creer en el amor de los demás. Por ejemplo, usted tiene amigos,
¿verdad?
—Sí, mis mejores amigos son la luciérnaga Martina, el perro grande de la casa,
el gato Feliciano, la oveja Marta y el cerdito Arturo.
—Y usted cree que si se enojara o se pusiera triste, ellos ¿sabrían qué hacer con
usted?
—Y, claro, por algo son mis amigos.
—Esto es así porque se conocen. Para confiar es necesario conocer primero al
otro. Ahora, dime: ¿de quién no eres amigo?
—Del zorro, de las culebras y de los cuervos —respondí con seguridad.
—Ahora... ¿Podría darse cuenta de lo que siente en el cuerpo cuando piensa en
ellos?
Yo cerré los ojos y los recordé.
—¡Ay! Siento todo el cuello duro, me da dolor en la panza y mis crines se paran
como si alguien tirara de ellas para arriba, no me gusta sentirme así...
—Verás, pequeño, lo que tu sientes se llama miedo. A ver si puedes darme un
ejemplo —pidió Lina. Y, sin decir más, daba vueltas y se daba aires de que todo estaba
saliendo bien.
—Y, yo me siento así cuando una víbora se me cruza por el camino, entonces,
primero, me quedo quietito y, después, salgo disparando, y el corazón me hace tam tam
y parece que se me va a salir por la boca. ¿Eso es miedo?
—Claro, pequeño, ahora ¿qué piensas que sienten las víboras cuando se
encuentran con un caballo?
—No sé muy bien —le respondí dudando.
—Veamos, hagamos un experimento. Cierra tus ojos y conviértete en una
pequeña víbora, a ver qué sientes.
Yo cerré mis ojos y de pronto me vi chiquito, flaco y debilucho contra el suelo y,
hacia arriba, me amenazaban unas patas fuertes de caballo ¡¡¡y me dio mucho, mucho
miedo de que me aplastara!!! Y, entonces, lo que se me ocurrió fue picarlo, para no
quedar chatito, chatito como el papel. Cuando volví a mi realidad de caballo, me di
cuenta que la víbora picaba ¡¡¡porque ella también tenía miedo!!! Y en eso ella y yo
éramos iguales, ¡teníamos miedo, y por eso nos peleábamos!
Entonces le pregunté a la garza si siempre que nos peleábamos estaba el miedo.
Lina me respondió:
—Sí, alumno, es el miedo el que, muchas veces y desde hace muchísimo tiempo,
nos ha llevado a sentir celos, enojos, tristeza y todo lo que nos hace sufrir tanto.
—Y, ¿qué se puede hacer entonces para que se vaya el miedo?
—Buena pregunta, me contestó, por lo pronto, puedes empezar a conocer
verdaderamente al otro. Recuerda que, cuando quieras que haya paz, es decir, que todos
se lleven bien y estén felices, debes tratar de que los que no se conocen, se conozcan.
Pero ya es mucho por hoy.
Y ya estaba por irse cuando recordó:
—¡Ah!, alumno, no trates de hacer algo con lo que has descubierto hoy, sólo
guárdalo en tu corazón que, como una buena semilla, cuando llegue el tiempo, crecerá.
Sólo descansa y duerme tranquilo.
Y mientras la garza se estaba yendo, hablaba para sí, pero yo la oía:
—Sí, eso es, yo podía, ¡vamos, Lina, todavía! Qué bueno fue creer que todo iba
a salir bien, estoy aprendiendo a confiar, con el susto que tenía...
Y, sin decir más, ahora sí se fue, dando saltitos de alegría.
Al darme vuelta para descansar, me encontré con dos ojitos chiquitos como
semillas que me miraban fijos y con lágrimas. Eran de un pequeño ciempiés al que
parecía que le costaba comenzar a hablar (aunque, bueno, resultó no ser tan tímido,
después de todo).
—Hola, pequeño, mi nombre es Anselmo —le dije.
—¿Pequeño?, ¿a quién le dijiste pequeño? ¡¿Eh?! Mi nombre es Héctor y ni se te
ocurra volver a decirme pequeño, ¡grandulón! —me respondió el furioso ciempiés.
—Disculpa, Héctor, yo no quise...
—No quisiste, pero lo hiciste, está bien, que no se vuelva a repetir, estoy un
poco nervioso últimamente, es que todas las mañanas desaparecen mis zapatos y hace
dos días que no duermo para que no me los roben más.
—Pero ¿quién te roba los zapatos, Héctor?
—Los pulgones, ¿quiénes van a ser? Me enteré que están organizando una
zapatería acá en el bosque. ¡Qué desastre! Ando rengo todo el día y lo peor es que
seguro me voy a resfriar.
—Pero, ¿tú los viste?
—Si pudiera verlos, los destrozaría a esos bichos ladrones.
—¿Y cómo sabes que son ellos?
—La rana Mariela me lo dijo.
—Entonces, si nunca los viste, no estés tan seguro de lo que hablan los demás.
Deberías charlar con ellos, tal vez, conocerlos un poco más, y realmente enterarte de lo
que está ocurriendo.
—¿Te parece? Yo estaba tan convencido... Pero, en fin, tal vez sea lo mejor
conocerlos, pero no sé, lo voy a pensar. Igual, gracias grandulón.
—Anselmo, mi nombre es Anselmo —le reiteró.
—Gracias, grandulón Anselmo. Bueno, era un chiste, amigo, ¡¡¡hasta la vista!!!
Recién entonces me fui durmiendo y, cuando se empezó a transformar en rosada
la luz blanca del salón, fue que sentí un tirón en mi oreja. Abrí mis ojos y allí estaba mi
cuidador, don Ceferino, que me picoteaba con suavidad, pues estaba por salir el sol. Al
abrir los ojos, recordé las palabras conocimiento y confianza, y allí las dejé, resonando
despacito en mi cabeza de potrillo.
SEGUNDO SUEÑO

La segunda noche, llegué a mi árbol despacito, para que nadie se despertara y, de


pronto, una lucecita muy brillante se cruzó en mi camino.
Era mi amiguita Martina, la luciérnaga.
—¡Hola!, Marti, ¿qué haces por aquí? —le dije.
—¿Cómo me preguntas qué hago por aquí? Más bien tendría que preguntarte yo
a ti, porque sabes que nosotras las luciérnagas salimos siempre de noche, por algo
somos luciérnagas, nuestra función es dar luz.
Estuve a punto de contarle mi sueño, pero no lo hice, me quedé callado y la miré
sin contestarle.
La luciérnaga me miró también de la misma manera, pero extrañada, pues yo
solía ser muy charlatán, y ahora ella no podía arrancarme ni una palabra. Entonces
insistió y me volvió a preguntar, se nota que tenía mucha curiosidad, porque yo seguía
mudo. Finalmente, ante su perseverancia, le dije: —Marti, no puedo decirte qué hago
por aquí, verás, por unos días dormiré en ese árbol pero te aseguro que, en un tiempito,
te voy a contar todo. Sólo te pido que no me preguntes, confía en mí y no le cuentes a
nadie que me has visto.
Martina movió el farolito para arriba y para abajo como diciendo que sí, y yo me
dirigí al árbol donde Ceferino estaba, como siempre, en una de sus ramas; entonces me
recosté contra el tronco, sobre un montón de hierbas frescas y blanditas, que don Cefe
había preparado para mí. Como la primera noche, el búho volvió a entonar la canción
del caballito y la luz, y así fue que me dormí y tuve mi segundo sueño.
También, como la primera vez, me fui deslizando por ese tobogán gigante hasta
aparecer en ese salón enorme, blanco y lleno de luz, donde había estado con la garza
Lina la primera noche. Me quedé quietito, esperando un rato, pero nada, no pasaba
nada… no veía a nadie. Sin embargo, lentamente empecé a escuchar un sonido extraño
que apenas se sentía. Era algo así como mpgñññmpg ñppmmm. No podía entender qué
decía ese sonido.
Entonces, erguí bien mis orejas, abrí grandes los ojos y sólo puse la atención en
el sonido, que poco a poco, empezó a convertirse en estas palabras: Los que se conocen
y se tienen confianza, saben escuchar, y mientras trataba de entender el mensaje, allí,
delante mío, en el aire, se dibujaron unas letras verdes que formaban la palabra
ESCUCHAR, cada vez más grande.
Yo estaba asombradísimo y casi no respiraba para escuchar mejor y para poder
leer correctamente esa palabra hasta que, de pronto, de la barrita baja de la E, se
desprendió, como hamacándose… ¿A que no saben quién apareció…? ¡Un conejo! Éste
saltó, mirándome con sus ojos colorados y su cola de pompón, moviendo sus grandes
orejas para un lado y para otro.
—¡Hola, amigo! —me dijo—, yo soy Esteban, el conejo Esteban. Y así, sin
decir otra cosa, se puso a cantar:

Yo soy Esteban,
el conejo Esteban,
que sabe enseñar
cómo es escuchar,
y, para saberlo,
silencio has de lograr.

En tu cabeza, primero,
el silencio buscarás
acallando los ruidos
que vinieron contigo.

También entenderás:
para poder escuchar,
no debes olvidar:
además de las orejas,
abrir el corazón
con amor por los demás.

Mientras decía sus versos, cantaba y saltaba, y yo trataba de recordar sus


palabras. Cuando terminó, le pregunté cómo era eso de tener silencio adentro, pero me
pareció que no lo escuchó bien porque empezó a cantar todo de vuelta sin explicarme
nada.
Yo no lo quería interrumpir, pero como la canción era larga y no me contestaba
nada, insistí y le grité, porque me parecía que era medio sordo:
—Disculpe, Esteban, necesito que me explique un poco más, porque sólo con la
canción, no entiendo.
—Bueno, esteeee... verás, pequeño —comenzó a decir a los gritos, pues
verdaderamente era medio sordo—, silencio adentro es algo así como por ejemplo:
—Cuando juegas, ¿en qué piensas?
—En jugar —contesté.
—Y ¿cuando comes?
—En comer —dije.
—Y ¿cuando escuchas a alguien?
—En escucharlo, nada más.
—Verás, cuando uno es pequeño como tú, hace cada cosa en cada momento pero
cuando uno va creciendo, todo se confunde: cuando comes piensas en jugar, cuando
juegas piensas en lo que vas a hacer por la tarde y cuando escuchas piensas en comer.
Este es tan solo un ejemplo, no es que siempre ocurra así. Pero hacer silencio adentro es
eso que hacen los pequeños naturalmente, es decir, estar presentes y atentos a cada cosa
que escuchan o hacen. No importa que aún no lo entiendas, en la vida hay tiempo para
todo.
Y, diciendo esto, volvió a colgarse de la letra E y desapareció tal como había
venido.
Estaba a punto de bajar por el tobogán, ahora entre luces de colores, cuando
sentí una cosquillita en la pata. Me miré con atención y ahí lo vi al pequeño Héctor, que
subía hasta ponerse cómodo en mi lomo.
Se notaba que tenía ganas de hablar, así que yo, poniendo en práctica lo
aprendido, me dispuse a escuchar.
Me contó que tenía una bufanda de tela de araña, que le gustaba rascarse la
espalda subiéndose al puercoespín Martín, que bailaba todas las mañanas con la música
de los grillos para mantenerse en forma, que se peinaba los rulos con peine de lombriz,
que tocaba el tambor en las fiestas de las hormigas, que sus zapatos preferidos eran unas
pantuflas celestes que la oveja Berta le había regalado y hasta que tenía un osito de
peluche para dormir mejor.
Yo simplemente lo escuchaba tratando de hacer eso, lo escuchaba, nada más.
Cuando se cansó de hablar, me dijo:
—¡Qué bueno, Anselmo, que estés aprendiendo, verás, yo, a veces, no tengo con
quién hablar, gracias por escucharme, hoy voy a dormir mejor!
—De nada, Héctor, ¿cómo va la historia de los pulgones?
—¡Ah!, mejorando poco a poco. Esta semana tenemos una reunión para ver
quién está metido en todo esto. Bueno, Anselmo, a ver cuándo te venís a comer a casa
—y, diciendo esto, se fue bajando por mi cola como por un tobogán.
Se notaba que estaba contento, aunque reconozco que me atemorizaba pensar en
qué comerían los ciempiés, para aceptar su invitación.
Entonces fui bajando por el tobogán a la velocidad de un rayo, entre luces de
colores, primero rosas y luego celestes y azules, hasta que me despertó el picoteo de don
Cefe en mi oreja derecha, porque luego me di cuenta que en cada amanecer, picoteaba
una oreja diferente. Ahora, mientras caminaba hacia el establo, donde me hacía el
dormido hasta que mi abuela se despertara, iba sintiendo mis orejas en mi cabeza de
potrillo. Nunca antes me había dado cuenta de que las tenía, salvo que me picaran los
tábanos o que se me posara algún pajarito juguetón.
Empecé, entonces, a escuchar de otra manera los sonidos de afuera, como los
truenos, los grillos y los chiflidos.
También pensaba en Héctor y en su necesidad de ser escuchado, así de simple
sin darle consejos, sin hablar de mí, sin opinar todo el tiempo, sin hacerle preguntas, con
el silencio de mi corazón y de mi mente.
Me encontraba muy, pero muy contento por todo aquello que según la garza
Lina y el conejo Esteban estaba aprendiendo. En eso pensaba cuando, de repente, el
cielo se puso negro, como de noche, pero era la mañana. Me puse a temblar de terror,
imaginando la nube que duró tres días, y apuré mi paso para llegar cuanto antes a mi
establo. Cuando estaba entrando, cayó un rayo plateado en el horizonte que iluminó de
golpe el cielo que, además de negro, se puso violeta, y enseguida empezó a caer un
montón de lluvia, tanto que parecía como si alguien estuviera tirando grandísimos
baldazos de agua. Entonces, cuando me di cuenta de que esas nubes no traían peleas
sino agua y que pronto pasarían, se me fue un poco el miedo. Y pensando en esto, me
puse a esperar a que todos se despertaran.
TERCER SUEÑO

En la tercera noche que volví al árbol de mi amigo Cefe, Marti me acompañó con su
farol sin decir nada. Yo empecé a contarle que tenía miedo de que mi abuela Elma se
despertara y de que don Cefe no estuviera, o de que lloviera mucho y me mojara y me
resfriara. Además le conté lo mucho que me enojaba con unos mosquitos que zumbaban
en mis orejas cuando estaba por dormirme bajo el árbol y que me dolía la pata derecha
de adelante, y Marti no decía nada… ¡Sólo me escuchaba! ¡Qué lindo era ser escuchado
de esa manera!
Cuando llegué a mi árbol de los sueños, Marti se despidió de mí con un besito, el
búho cantó su canción, y aparecí como siempre en mi salón blanco y lleno de luz.
Estaba intrigado, pensando quién sería mi maestro o maestra esta vez, cuando de
repente una lora barranquera se presentó de esta manera:
—¡Hola, hermoso caballito! Por favor, ¿puedes prestar un poquitín de atención,
un chiquitín nada más? Quiero pedirte permiso para contarte algo que va a ser muy
bueno para que aprendas. Disculpa si ocupo mucho de tu tiempo, pero me gustaría
hacerlo, hermoso... Ya te dije hermoso ¿verdad? Bueno, por si no te lo dije, te lo digo de
vuelta: hermoso caballito, quiero contarte algo muy importante, ya verás, si me
escuchas, ya te dije que era importante ¿no? Y además, bueno... ¿Te lo dije o no te lo
dije? En realidad, no me acuerdo bien qué cosas ya te dije y qué otras me faltan por
decirte.
Ya cansado de que hablara tanto, le contesté:
—Sí, lora, ya la estoy escuchando hace rato, y usted no para de hablar, por eso
se marea. Dígame lo que tenga para decirme...
—Se tranquiliza, respira hondo y contesta. ¿Cómo se pide?
—Por favor, señora lora —dije yo un poco arrepentido de cómo la había tratado.
—Palmira, mi nombre es Palmira. Verás, hermoso caballito, yo estoy aquí para
enseñarte el lenguaje amable. Discúlpame por hablar demasiado, es que soy una lora
barranquera y, como sabrás, los loros barranqueros hablamos mucho. Ahora que me
escuchas, quería que entendieras que, usando algunas palabras mágicas, ayudarás a que
haya menos peleas. Ellas son: “por favor”, “disculpa”, “perdóname”, “¿me permites?” y
“gracias”, entre otras y, si además sonríes, ¡magia! Discúlpame, no recuerdo bien si te
dije “por favor”, no estoy segura de que te lo haya dicho.
—Sí, señora Palmira, quédese tranquila que lo dijo —le contesté—. Pero, ¿cómo
me voy a acordar de todo esto?
—Se tranquiliza, respira hondo y contesta. Cantaremos juntos, ¿te parece,
Anselmo? —Y, diciendo esto, se arregló las plumas y comenzó a moverse de forma tan
graciosa que yo tenía que contener la risa. Movía la cola y se sacudía como si tuviera
una pulga, y movía los brazos como si los tuviera pegoteados con goma de pegar.
—¡¡¡Vamos, Anselmo, con una sonrisa!!! ¡¡¡Canta conmigo y sigue mis
movimientos!!!
A mí me daba un poco de vergüenza, me resultaba un poco raro, pero estaba
soñando para ayudar a que el campo fuera La Soleada y no La Lastimada. Así que seguí
las instrucciones de la lora y, con una sonrisa, me puse a cantar:

Si quieres ayudar,
feliz debes cantar
por la felicidad, por la felicidad,
y debes sonreír
así, así, así.
No olvides “por favor”
“disculpe”, digo yo.
Si amable quieres ser,
“permiso” y “gracias”, ¿eh?

—Y, ahora, practicaremos —me dijo—. No te detengas, ¡¡¡sigue bailando!!!


¡¡¡Eso, eso!!! Debes usar estas palabras como un caballito amable de verdad.
Practicaremos, y repetirás conmigo.
Y Palmira me iba diciendo, y yo iba contestando.
—Ahora me empujas y, ¿qué me dices? —me preguntó Palmira.
—Disculpa, lo siento —contesté a la perfección.
—Estoy aquí, quieres pasar y no te dejo…
—Permiso, ¡déjame pasar!
—¡Bravo! ¡Vamos bien! Y ahora quieres que cierre el pico y que no hable
más… ¿Qué me dices?
—¡Por favor, Palmira, no hables más, cierra tu pico, por favor!
—¡Excelente! Ahora ya puedes dejar de bailar. ¿Cómo te sientes? ¿Verdad que
sonreír hace muy bien?
Yo estaba muy cansado de tanto escucharla y de bailar, pero también estaba muy
contento. Me había divertido mucho con Palmira. Había sido genial la parte en que se
tiró al piso boca arriba y se movió como un perro, ¡una lora como un perro! ¡Nunca
visto! Y cuando se empezó a mover como si fuera un gusano, estaba para sacarle una
foto. Por fin, me cansé de reírme y le agradecí de todo corazón lo aprendido y, luego de
darme un fuerte abrazo, entre risa y risa, ella se fue dando saltitos y repitiendo “por
favor”, “gracias”, “permiso”, “disculpen”, “déjenme pasar”, “quiero jugar”, “por favor”,
“gracias”, “permiso”… Las palabras de Palmira se fueron alejando hasta casi
desaparecer.
Fue justo en ese momento cuando escuché:
—¡Ay de mí! ¡Ay de mí! —apareció quejándose el pequeño Héctor.
—¡Héctor, buenas tardes! —lo saludé con alegría— disculpa que te interrumpa,
pero quisiera saber qué te apena tanto, si haces el favor de decírmelo, si no te molesta
—contesté, orgulloso de que tan rápido me saliera el lenguaje amable.
—Estoy en problemas, amigo, ¡ay de mí, ay de mí! Es que me he enamorado...
—Héctor, ¡eso es genial! —agregué, relinchando de alegría.
—No tanto, verás, soy muy tímido y, para que no se me note, me hice el vivo y
me salió mal, todo mal.
—Cuéntame, amigo, ¿qué ocurrió?
—A tres troncos de mi casa, vive con su familia una bichita bolita que se llama
Andrea. Quise invitarla a salir, y me dijo que no. ¡Ay de mí!
—Pero, veamos, Héctor, ¿qué le dijiste?
—Me da un poco de vergüenza, pero le dije: “Hola, nena, yo soy el famoso
Héctor y sólo por hoy te voy a dar el placer de conocerme, así que... ¿te parece si vienes
a cenar? ¿Eh, muñeca?” Y ahí nomás me dijo que no, que no era ni nena ni muñeca y
que, por ahora, no le interesaba conocerme. ¡¡¡Ay de mí!!! Necesito un consejo, Ansel...
—Héctor, querido, lo cierto es que no fuiste muy amable, y es comprensible que
ella se negara. Tendrías que tratarla con más dulzura, con más amabilidad.
Veamos, por ejemplo: “Hola, Andrea, disculpa mi atrevimiento del otro día, la
verdad es que estaba un poco nervioso y no quise ofenderte, en realidad, no sabía qué
decir, por favor, perdóname, fue sin querer. Tan solo quería conocerte y espero que
algún día aceptes dar una vuelta conmigo, ya que esto me haría muy feliz, gracias por
escucharme y no te molesto más.
—Dar una vuelta conmigo y ¿qué más? —preguntó Héctor, que había sacado
una libretita y anotado todo al pie de la letra.
—Que te haría muy feliz si aceptara. Héctor, si te sirve anotarlo, está bien, pero
podrías practicarlo en vez de saberlo de memoria. Si aprendes a sonreír, a pedir perdón
y a agradecer, verás cómo todo cambia. Tan solo debes animarte.
—¡Ay! ¡Qué haría yo sin ti, queridito Anselmo! Gracias por tus palabras, ahora
ya estoy más tranquilo y me voy a poner a practicar, sí, eso haré.
Y, con una sonrisa en el hocico, nuevamente me dormí, bajando por el tobogán,
pensando en las palabras nuevas que había aprendido, y, ahí nomás, se me apareció la
sonrisa sin dientes de Héctor contento, justo antes de que don Cefe me despertara,
picoteándome la oreja.
Después de agradecerle sus cuidados y de darle un gran abrazo, arrastré mi
panza hasta el establo sin que nadie notara mi ausencia.

CUARTO SUEÑO

Ese día, cuando me desperté, tuve ganas de jugar a un juego. A cada animal que se me
acercara, le diría una de las palabras aprendidas y ¿saben qué?... Cuando empecé a
jugar, me di cuenta que resultaban ser palabras mágicas. Todos me sonreían y me
trataban con la misma dulzura, todos menos el gallo Claudio, que era tan antipático...,
por más amabilidad que uno tuviera, él no aflojaba para nada.
Pero, bueno, ya aprendería a escucharlo mejor, a conocerlo un poco más, en fin,
lo único que me importaba, entonces, era que pasara el tiempo para que llegara la hora
de mi próximo sueño.
Por fin, llegó el momento y, lleno de alegría, fui para mi hueco a prepararme.
Cuando me dormí y empecé a soñar bajé por el tobogán y aparecí en mi salón de clase,
para mi sorpresa, no encontré a nadie. Esperé y esperé, y nada, sólo un baúl, como esos
de los cuentos de piratas. De éste salían luces que brillaban, parecía uno de esos baúles
donde se guardaban tesoros y, como nadie me miraba, me fui acercando despacito,
despacito. Tenía muchísima intriga de saber cuál era el tesoro que en él se guardaba.
¿De quién sería? ¿Para qué estaría allí? ¿Estaría bien que lo abriera sin permiso? Todo
esto me iba preguntando mientras me acercaba cada vez más. Miré para un lado, miré
para el otro y ¡me decidí! Abrí la tapa, estiré largo mi cuello y me asomé a ver qué
había. Y… ¡¿Saben qué vi...?! En el fondo de todo, estaba la cabeza de un caballito
idéntico a mí, que además ¡¡¡se movía!!! Y era ¡igualito a mí!
¡Me di un susto terrible! Pero, tenía tanta curiosidad por saber quién era ese
mellizo mío, que volví a asomarme y… ¡allí estaba! ¡Mirándome con cara de
asombrado! Yo me movía para un lado… y él hacía lo mismo… Me movía para el
otro… y también hacía lo mismo... Movía una oreja y ¡también lo hacía! Entonces me
dije: “Con esto los voy a embromar, a nadie le sale, sólo yo puedo” Y saqué la lengua
bien, bien larga y con ella me toqué el hocico bien arriba… pero mi mellizo ¡¡¡hizo lo
mismo!!!
Entonces me caí panza arriba como una cucaracha del susto y de la sorpresa. Y,
mientras estaba acostado, de la rama alta de un árbol que estaba ahí cerquita, saltó una
peludísima gata amarilla, con ojos celestes y unos bigotes larguísimos.
—Hola –me dijo con voz de cantante de ópera–. Me llamo Rita, Rita Maú y,
cuando maúllo, puedo cantar muy bonito. Y empezó a hacer maullidos rarísimos. Así:
“¡Mauuuúúúíáaaa! ¡Maááááííí! ¡Muuuuuuuááá...!” Y podría haber seguido mucho
tiempo más, si no hubieran aparecido siete gatitos igualitos y chiquititos corriendo y
saltando divertidos a mi alrededor.
—Despacio gatitos, uno por uno, no se lastimen al saltar, no corran, y ¡cuidado
con Anselmo! a ver si les tira tarascones...
—¡No! ¿Por qué habría de hacer eso?
—No sé, tal vez te pongan nervioso los cachorros, aunque mis pequeños son tan
buenitos, ¿no crees que son los chiquitos más maravillosos que has visto? ¿Sabes,
Anselmo?... Ellos tienen algo para cantarte, escúchalos con atención, no hables ni los
interrumpas hasta el final, ¿está bien?
Y yo asentí con mi cabeza y me puse a escuchar.
En ese momento, empezaron a sonar fuerte unos tambores que parecían provenir
de una tribu de indios, pero no era así. Los tocaba una araña que después me enteré, se
llamaba Marilyn.
Los gatitos fueron formando una ronda alrededor del baúl y me pidieron que me
asomara. Nuevamente, vi a ese caballo igualito a mí y ya me iba a escapar corriendo
cuando Rita, acariciándose el bigote con una pata y mirándome muy fijo, me indicó que
me quedara en donde estaba, que abriera bien mis oídos para escuchar y que no me
quedara pegado al tesoro. Entonces, por orden, los gatitos empezaron a cantar:

Gatito 1: “¿A que no sabes quién eres tú?”


Gatito 2: “¿A que no sabes quién es aquél?” (y señaló
hacia adentro del baúl)
Gatito 3: “¿El que tú viste, el que es igual que tu?”
Gatito 4: “¡¡¡Ese eres tú, ese eres tú!!!”
Gatito 5: “¡¡¡El tesoro eres tú, eres tú, eres tú.”
Gatito 6: “¡¡¡Y hay muchos más!!!”
Gatito 7: “¡¡¡Y hay muchos más, y hay muchos más,
muchos mááááás!!!”

Al llegar a esta parte, Rita festejó entusiasmada con la tribu de gatitos y maulló:
¡¡Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! Fue un maullido tan,
tan largo que creí que se iba a caer del árbol, pero no, allí quedó, lo más contenta y
tranquila después de semejante maullido. Capaz que era cantante de verdad, pensé.
—Ese del tesoro ¿soy yo? —pregunté con intriga.
—¡¡¡Sííííííííí!!! En el fondo del baúl, hay un espejo, y allí está el tesoro, ése es el
tesoro.
—¿Entonces yo soy el tesoro?
—Exactamente, tú lo has dicho.
—Pero, ¿por qué un tesoro?
—Porque eres único, nunca hubo nadie ni jamás habrá nadie igual que tú. Piensa
en todo lo que trabajó la naturaleza para que vivas. Piensa en cómo se formaron tus
patas, tus ojos, tus orejas, todo perfecto. Y esa perfección está en todo, en cada flor,
cada hoja, cada pájaro, cada cielo. Todo lo que tiene vida es un tesoro.
Yo me quedé en silencio por un buen rato.
De pronto, vi una hilera larga de diferentes pájaros, ranas, escarabajos,
hormigas, arañas, culebras, nutrias, castores, murciélagos, avestruces, y hasta lo vi a
Héctor, que hacía fila junto a Andrea y me guiñó un ojo. ¡¡¡Eran un montón!!! Y todos
ordenaditos, uno atrás del otro, haciendo cola como para ir a un juego en un parque de
diversiones. Y, cuando llegaba cada uno al baúl, se asomaba y se miraba en el espejo, y
los gatitos cantaban, al ritmo de los tambores, ¡¡¡la misma canción que me habían
cantado a mí!!!
Mientras todos iban pasando, la gata Rita se sentó a mi lado y me explicó:
—Todos somos tesoros, ¿sabes, Anselmo? –ronroneó–. Los tesoros son muy
valiosos ¿no es así, Ansel? y ¿sabes por qué son valiosos? —yo no le contesté enseguida
y me quedé pensando.
Ella esperó mi respuesta y, cuando le dije que un tesoro era valioso porque valía
mucho, volvió a preguntarme:
—¿Y por qué crees que vale mucho?
—Porque es algo que queremos mucho, nos gusta mucho… —le contesté.
—Y… ¿qué es un tesoro para ti? —entonces me di cuenta de que mi abuela, el
pastito verde y fresco, mis amigos, el gato Feliciano, mi amiga Martina y ahora también
don Cefe, eran tesoros para mí, y el campo donde vivía también lo era y… quería que
siempre siguieran estando en mi vida.
—Y ¿qué haces para que sigan estando? —dijo Rita.
—¡Los cuido! –contesté– porque para mi son importantes…
—¿Y cómo los cuidas?
—Y… los trato bien, les digo cosas lindas, les digo la verdad, paso mucho
tiempo con ellos, cuido del campo y por eso estoy aquí, aprendiendo.
—¡¡¡PER-FEC-TO!!! –contestó Rita–, ahora debes dejar que estas palabras
vayan creciendo en tu corazón.
—Abrígate bien –le recomendé– no comas demasiados dulces y cuídate mucho.
—Vamos gatitos, en fila –ordenó Rita a los pequeños–, sin amontonarse,
despacito, hoy han cantado mucho así que tomaremos té para la garganta y caramelos de
limón. Saluden al potrillito Anselmo.
Y, así, cada uno me dio un beso en mi hocico, y fueron desapareciendo entre los
árboles.
Todo esto era tan nuevo para mí... ¡Descubrir que yo era un tesoro y que todo lo
que me rodeaba también lo era!
Con estos pensamientos, fui bajando por el tobogán hasta encontrarme con don
Cefe y Martina, que estaban allí mirándome y cuidándome para que me despertara para
volver, a tiempo, al establo.
Y, cuando los vi, esta vez, mi corazón se llenó de alegría. Ya habían pasado
cuatro noches y cuatro sueños, más de la mitad, y los cuatro ¡muy divertidos! ¡Me
gustaba tener amigos en quienes confiar y que confiaran en mí!: Martina, Ceferino, y
mis maestros Lina, la garza; Palmira, la lora; Esteban, el conejo, y Rita, la gata. Ahora
también sentía que ellos eran mis amigos. Al mirar el cielo, lo encontré distinto, como
un tesoro, lo mismo que el agua, los árboles, la tierra, y hasta las culebras.
QUINTO SUEÑO

En la quinta noche, cuando salí para mi árbol, el cielo se había cubierto de nubes
oscuras, que se iban deformando como fantasmas y se enredaban en las copas altas de
los árboles. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, y las crines se me erizaron. El viento
silbaba y hacía rugir al follaje, que temblaba a su paso. Me detuve, temía continuar.
Eché una mirada hacia atrás, pero ya no podía reconocer el camino a casa. Era tarde
para volver. Mis patas se habían clavado en la tierra. “Vamos, Anselmo”, me decía a mí
mismo, pero el recuerdo de la nube negra no me dejaba mover. Este era uno de esos
momentos en los que envidio a los humanos su capacidad de llorar. ¡Cuánto me hubiera
gustado poder hacerlo! Entonces, las nubes empezaron a irse y, por un instante, dejaron
ver una luna redonda y amarilla como un queso.
Sin embargo, la oscuridad no había cedido totalmente y, por algún motivo, el
cielo seguía quejándose. Detrás del silbido, una voz melodiosa se fue acercando. Yo
resoplaba por lo bajo, pues no quería ahogar la vocesita que ya me resultaba conocida y
me decía: “Debes ayudar a La Soleada, ya no queda tanto tiempo, apúrate, escucha...”
Miré hacia un lado y hacia otro, pero no encontré nada. Sin embargo, yo sabía
reconocer esa voz. Era la yegüita con el indio. El cielo estaba muy feo. ¿Y si llovía y
había truenos y abu Elma se despertaba y me hacía volver, o si no me encontraba y se
asustaba y despertaba a todos con sus relinchos? Me di cuenta de que sentía miedo,
mucho miedo, y las patas me temblaban y creía que me iba a caer cuando de pronto oí
un chillido y un aleteo, pero no... de noche no había pájaros. En eso, el chillido se fue
acercando, y entonces me quedé quieto, bien quieto, hasta que oí una voz ronca y áspera
que me decía:
—¡Hola potrillo, pequeño potrillo! ¿Despierto a esta hora?
Yo estaba aterrado, casi duro del susto. Lo que estaba enfrente era ¡UN
MURCIÉLAGO!
—¿Pero, qué ocurre? Sin miedo, chico, permíteme presentarme, mi nombre es
Aldo.
Me daba impresión ese ratón peludo y con alas; yo conocía muchos cuentos
sobre murciélagos, y cuentos muy feos. Y, como si hubiera adivinado lo que yo
pensaba, me dijo:
—Tranquilo, chico potrillo, lo que sabes de mí es poco y nada. Estoy aquí para
ayudarte, sin más. —se paró en una rama a pocos metros.
—Y, dígame, don Aldo ¿cómo piensa ayudarme, si ni siquiera sabe lo que me
pasa? —le pregunté curioso.
—¿Y quién dijo que no sé? Verás, pequeño, yo no veo como todos, veo en la
oscuridad, por eso soy muy observador y de noche sé todo lo que ocurre en este campo.
Sé, por ejemplo, que hace cuatro noches tú sales y duermes en el árbol que vigila don
Ceferino. Sé también que vuelves por la madrugada sin que nadie note tu ausencia.
Quédate tranquilo, ya que no te preguntaré lo que allí haces, tan sólo que hoy no has
salido a la misma hora de siempre y te diré el porqué. Pues le tienes miedo a la
tormenta, por eso te demoras. Pero déjame decirte, y es por eso que he venido hasta
aquí, que hoy no lloverá. Lo sé por mi olfato, que también es diferente del tuyo.
Yo tenía los ojos abiertos como dos huevos duros, no podía creer lo que
escuchaba. Finalmente, casi con la boca abierta le dije:
—Don Aldo, ¡usted es un adivino, usted es genial!
—Bueno, tampoco para exagerar, sólo aprende de esto, que nada es como parece
ser, ni tampoco debes hacer caso de los cuentos malos sobre los demás. Para ver si esos
cuentos son ciertos, primero debes conocer. Detrás de esta apariencia, no soy tan feo.
Muy bien, pequeño, ahora debo marcharme para seguir con mi ronda nocturna.
—¿Don Aldo? –le pregunté casi sin querer dejarlo ir– ¿No me acompañaría al
árbol de don Cefe?
—Un placer, seré un muy buen guía en esta noche cerrada, sígueme.
Así fue como don Aldo cuidó de mí, entre tantos relámpagos y truenos, en una
noche en que el cielo parecía que se prendía y se apagaba, pero como decía que, no
llovería aún, yo le creí y confié en él, era tan querible ese ratón peludo...
Al verme llegar con Aldo, don Cefe se asombró y dijo:
—No podías haber venido mejor acompañado, Anselmo. Don Aldo es uno de los
mejores guías del bosque en las noches.
Le agradecí de corazón su compañía, y Aldo se fue volando. Entonces pensé:
“De verdad, cuando uno conoce, confía, es amable y escucha con atención y cariño, es
fácil llevarse bien con los demás, y si todos recordaran estos conocimientos, por ahí La
Soleada volvería a ser como antes…”
Con estos pensamientos y la canción de siempre de don Cefe, me dormí y,
bajando por el tobogán, llegué a mi salón de clase. ¿Quién me enseñaría a recordar esta
vez? Me divertía adivinar. ¿Sería una cigüeña, una lagartija o capaz un animal grandote
como un toro? Y, mientras me entretenía imaginando quién sería, de pronto vi a uno de
esos pinchudos que creo se llaman puercoespines y que se paseaba de un lado para el
otro y repetía sin parar:
—Es bueno cambiar, sí, lo sé, lo sé, cuando uno crece cambia, o cuando uno
cambia crece, y bueno, yo soy pinchudo por nacimiento y quiero cambiar, soy diferente
lo sé, pero... ¿Cómo era? Para cambiar...
Y, cada vez que decía algo, se movía de un lugar a otro y, a mí, ya me dolía el
cuello de tanto mirar para un lado y para el otro siguiendo sus movimientos. En un
momento, levantó la cabeza y al verme, gritó:
—¡Ey!, ¡estás ahí! ¡Así que tú eres mi alumno...! ¿Cómo te llamas?
—Anselmo y ¿tú?
—Bueno, verás, mi nombre es Martín, soy un puercoespín y tengo que enseñarte
que es bueno cambiar, entonces, cuando uno crece, cambia, o cuando uno cambia, crece
¿está claro? ¡Ah! Y además hay que aceptar las diferencias ¿sí?
—Creo que sí —respondí con timidez.
—Listo, ya, ahora que aprendiste, entonces, me puedo retirar y tú también, qué
bueno que esté todo tan claro ¿no?, así ya no tengo que enseñar más.
—¿Pero, a usted no le gusta enseñar? —pregunté curioso.
—No es que no me guste, es que me cuesta mucho. Verás, yo tengo pinches y
soy diferente a todos...
—Bueno, pero yo no tengo pinches y también soy diferente a todos. Tengo el
color del té con leche y algunas motitas blancas en mi lomo. No hay nadie igual a mí.
—Sí, pero a ti, ni tu color ni tus manchas te hacen sentir mal, en cambio, mis
pinches... –y ahí se quedó, mirando fijo la tierra– mis pinches me molestan, cada vez
que me veo en el arroyo, me pregunto por qué habré nacido con pinches, no me gustan,
sé que asustan, todos me miran con impresión, sé que me tienen lástima.
—Pero, Martín –le respondí– sus pinches pueden ser elegantes, pueden ser
novedosos y hasta divertidos, si los mira con cariño...
—¿Te parece? —me preguntó dudando.
—Tan sólo tienes que aceptarlos, como aceptas al sol o a la luna.
Y en ese momento, del árbol bajo el cual estábamos parados, empezaron a caer
unas flores blancas casi transparentes, con agujeritos en el medio, que se fueron
enhebrando en cada uno de los pinches de Martín hasta formar un caparazón de flores.
—¡Vea, Martín, mire qué hermoso está! —dije yo entusiasmado.
—Es cierto, estoy elegantísimo, gracias a mis pinches. Es bueno ser diferente.
Pero, dime, en el fondo, ¿no te doy lástima?
—No, para nada.
—¿Impresión?
—Menos.
—¿Miedo?
—En lo más mínimo, usted es un tesoro como lo somos todos, y eso es ya
importante.
—Pero, mira qué alumno avanzado tengo. Es bueno ser diferente y, mejor aún,
aceptar las diferencias. (Sólo aceptando nos podemos conocer mejor a nosotros mismos
y a los demás).
—Y, entonces, se puede confiar —dije, sabiendo que estaba en lo cierto.
—¡Excelente, Anselmo! Y, mientras decía esto, revoleaba sus collares de flores.
―Ahora, ven, siéntate a mi lado, que la función está por empezar.
Entonces, de entre dos árboles, sobre un gran tronco, aparecieron diez lombrices,
una al lado de la otra, que bailaban y cantaban la siguiente canción:

Somos todas lombrices, lombrices, lombrices


(Y movían sus cuerpitos para arriba y para abajo)
pero somos diferentes, diferentes , diferentes
(¡Y era verdad!)
unas gorditas, gorditas, gorditas,
otras flaquitas, flaquitas, flaquitas,
otras petisas, muy chiquititas,
otras grandotas, muy grandes, muy grandes,
somos todas lombrices, lombrices, lombrices,
pero somos diferentes, diferentes, diferentes.

Martín aplaudía y daba saltos al compás de la música.


Luego las lombrices dieron unos pasos para el costado y de atrás aparecieron
diez patos que hacían lo mismo y cantaban:

Somos todos patos, patos, patitos,


unos negros, negritos, negritos,
otros muy blancos, blanquitos, blanquitos,
y algunos pardos, muy pardos, parditos,
y somos todos patos, patos, patitos
pero somos diferentes, diferentes, diferentes.

Ellos también dieron unos pasos para el costado y vinieron diez lagartijas que
hicieron lo mismo y, luego, ranas, cuises y ratones. Yo ya estaba cansadísimo y hasta
aburrido de tanto escuchar. Lo mismo le pasaba a Héctor, mi amigo, que no paraba de
bostezar y me preguntaba a qué habíamos venido. Yo, sin interrumpir, le dije que
hiciera silencio, ya que algo teníamos que aprender. En eso estábamos, cuando el
puercoespín, que era mi maestro, se colocó solo en el centro del tronco y cantó con voz
muy gruesa:

Yo estoy aquí para enseñar… ¿qué?


(y allí todos respondían:)
Que somos diferentes, diferentes, diferentes
y, como crecemos,
cambiamos, cambiamos,
y, aunque diferentes,
si nos conocemos,
podremos confiar
y será lindo jugar.

Cuando todos terminaron esta canción, Martín el puercoespín, con cara de


felicidad, tomó aire, y entre sus collares, cantó:

Quizás yo deba aprendeeeeeeeeeeeeeeer


—¿Qué? (—preguntó Héctor, con cara de distraído.)
que para mí cambiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar
es quizás aceptar
que soy muy diferente
de todos los demáááááááááááááás,
y que mis pinches
me están llegando a gustaaaaaaaaaaaaaaaar.

—¡Y yo mis cien zapatos pueda encontrar y...! —se entusiasmó Héctor, que ya
iba a empezar una nueva canción si no hubiera sido porque yo le avisé que se había
terminado la música. La verdad es que Héctor, entre nosotros, era bastante desafinado.
Todos aplaudieron cuando Martín terminó su canción y, tratando de no
pincharme, se me acercó y me dijo como despedida:
—Espero, Anselmo, que te acuerdes bien de lo que juntos pudimos recordar, así
yo no lo tengo que enseñar más. Adiós, pequeño Héctor, te espero cuando quieras para
rascarte la espalda con mis pinches.
—Listo, amigo, nos vemos... —agregó Héctor, contento de ser amigo del
puercoespín que, además, le hacía masajes en sus cien pies.
Y, tarareando la canción, Martín se fue despacito, moviendo sus pinches para
todos lados y echando flores en su camino.
Luego de varios meses, don Cefe me contó que Martín, que siempre había estado
muy solo, luego de ese sueño, se encontró con una puercoespina muy linda. Habían
tenido muchos puercoespincitos lindísimos y todos eran diferentes y, también parecidos,
entre sí. Me puse muy contento de saber que lo había ayudado a que le gustaran un poco
sus pinches.
Les cuento que este sueño fue bastante largo y, al otro día, cuando volví, dormí
muchas horas en el establo. Mi abuela creyó que me había picado el mosquito Tse Tse,
que da una enfermedad que hace que uno duerma muchísimo, pero el doctor Ismael, que
era un caballo viejo y bien gordo, le dijo que no.
Cuando me desperté me dijo que, quizás, había dormido tanto porque estaba
creciendo, mis piernas estaban más largas, también mis orejas.
—Estás cambiando –me dijo al despertarme– y por eso necesitas dormir más.
Me divirtió que abu, sin saberlo, me hubiera dicho algo parecido a lo que me
había enseñado Martín, mi último maestro.
Hasta que tuve mi sexto sueño, pasé el día mirando las hormigas, unas coloradas
y chiquitas, otras negras y grandotas, otras rubias, y los pájaros, todos de diferentes
plumajes y las mariposas, y bueno, hasta los caballos, que también éramos diferentes
entre nosotros.
Me di cuenta de cómo nos daba miedo aquello que era muy raro o diferente a
nosotros, lo que no conocíamos. Por ejemplo, todavía recuerdo el día que me encontré
con un yacaré: ¡me di un susto terrible! (Mi abuela me había visto llegar tan agitado que
enseguida me preguntó qué me pasaba y, en cuanto le conté lo del lagarto gigante, me
tranquilizó y me explicó quién era ese animal tan raro. Yo, sin embargo, seguía
creyendo que era peligroso, y recién se me fue el pánico cuando me animé a acercarme
y pude olerlo). De hecho, no me hacía nada, al contrario, era hasta gracioso y sabía unos
chistes divertidísimos.
SEXTO SUEÑO

Ya estaban por terminarse mis escapadas del establo. Por un lado, iba a ser bueno poder
dormir tranquilito, por el otro, me había acostumbrado a tener, todas las noches, un
sueño distinto, con maestros y maestras diferentes. Ahora, me sentía que estaba más
crecido... ¡Me gustaba esto del cambio!
La sexta noche, cuando fui para el árbol, se me ocurrió tomar por otro camino,
por esto de que es lindo lo diferente y es lindo cambiar. Me había dado curiosidad un
cartel que decía al costado del camino: Por aquí se va a ningún lugar, y me pregunté:
“¿Cómo sería ese lugar llamado ningún?”. Entonces, seguí la flecha y comencé a
caminar y caminar. El camino daba muchas vueltas, había flores y plantas que nunca
había visto en mi vida, algunas muy bonitas, de colores y formas extrañas y, de pronto,
una voz en mi cabeza me empezó a decir: “Cuidado, Anselmo, tal vez algunas de esas
plantas con flores tan bonitas sean carnívoras, es decir, ¡que les guste comer carne de
caballo!” Y empecé a asustarme de verdad, mucho, mucho; yo ya conocía esa
sensación… Un escalofrío, las crines erizadas, el trueno en los oídos, el sudor helado, la
pancita revuelta, la oscuridad ¡no! ¡No podía ser la amenaza de esa nube otra vez! ¡Ya
estaba cansado del miedo! ¡Suficiente había tenido con aquella tormenta! ¡Basta de
problemas! Y, entonces, ahora ¿qué iba a hacer? No tenía ganas de quedarme quietito,
de lo que tenía ganas era de ¡¡¡salir corriendo!!! Porque ese lugar era muy oscuro y eso
de pensar en una planta que me podía comer era ¡¡¡horribleeeee!!! Así que empecé a
correr y corrí, corrí hasta que llegué a un lugar donde había un pozo con agua verde y
una flor grandísima y blanquísima que estaba flotando, y casi salgo corriendo de nuevo,
pues imaginé que sería una flor peligrosa de esas que muerden a los caballos pero de
pronto vi allí, en esa flor, una lucecita titilando y una voz conocida que me decía:
—¡Ansel, soy Martina, la luciérnaga, tu amiga! ¿Qué haces por aquí?
Y, cuando me di cuenta de que allí estaba mi amiga querida y fiel, me acosté en
el pasto y le dije:
—¡Qué suerte de encontrarte, Marti! Tú, ¿qué haces por aquí?
—Es que yo vivo aquí —me contestó, en ningún lugar.
Igual que otras veces, no entendí mucho, pero, como era mi amiga, le creí.
Entonces, le conté acerca de la oscuridad de ese lugar nuevo que estaba lleno de
plantas raras, le confesé, con mis orejas gachas y mi cola casi rendida, que había sentido
mucho miedo. Y Martina me contestó:
—Todo eso estaba en tu cabeza, no era verdad, sin embargo, lo creíste. Ahora ve
a tu árbol que ya debe ser la hora.
Aunque no puedan creerlo, me asusté de nuevo, porque no sabía cómo volver a
mi árbol y, si no volvía a tiempo, ¡adiós magia, adiós todo, adiós a la salvación de “La
Soleada”! Y entonces, Marti me dijo:
—¡¡¡Basta, Anselmo!!! Estás inventando el miedo, y el miedo pocas veces es
amigo… ¡Mira allí, cerca de ti! ―miré donde me decía y lo vi… a ¡don Cefe! a quien le
dije:
—¿Qué haces por aquí? —y me respondió muy sorprendido.
—Estoy en mi árbol, ¡no sé de qué te sorprendes!
Marti se rió tanto que su farolito casi se apagó y, sin poder dejar de reír, me dijo:
—Mira, Anselmo, diste vueltas y sin darte cuenta, llegaste al lugar de donde
saliste —y, a un costado, me encontré con el cartel que decía: Por aquí se va a ningún
lugar. El cartel estaba muy cerquita del árbol de don Cefe y, si uno daba una sola
vueltita, llegaba enseguida nomás.
Don Cefe se rió tanto, pero tanto, que me enojé, y les dije a los dos, a él y a
Marti, que no se rieran más de mí. Pero ellos me contestaron:
—Empieza a aprender a reírte también de ti, esto es muy divertido —y don Cefe
poniéndose serio me explicó:
—Ansel, a veces nos vamos muy lejos en busca de aventuras y cosas nuevas,
cuando lo que realmente intentamos encontrar está muy cerquita… y, ahora, ponte a
dormir o perderás tu sexto sueño…
Como don Cefe sabía mucho de la vida, sentí que debía tener razón. Él, al darse
cuenta de cómo yo me había asustado primero y de cómo me había enojado después, me
cantó el canto del caballito y la luz de una manera tan amorosa que parecía que cantaba
mi abuela.
Cuando cerré los ojos, estaba tan cansado que me deslicé por el tobogán
enseguidita y, como siempre, llegué a mi salón de los recuerdos. Allí estaba esa luz
blanquísima y el olor a pasto fresco y mi pregunta en la cabeza. “¿Quién sería, esta vez,
el maestro o maestra que me ayudaría a recordar?”
Imaginaba a una ardilla o a una paloma… quizás, una gacela vendría a mi
encuentro… o, ¿por qué no, un cangrejito? De pronto, escuché un sonido así:
¡¡¡Auuuuuuuuuuuúúú... Auuuuuuuúúú... Auuuúúú...!!! Me resultaba algo conocido… y
lo que era peor… ¡peligroso! ¡¡¡Era el aullido de una loba!!! Porque las lobas aúllan
distinto de los lobos.
Quise salir disparando, mis patas no me alcanzaban para correr… ¡Hubiera
querido tener diez patas para correr más rápido! Pero, algo me pasaba que no me podía
mover. Me habían contado que los lobos atacan a los potrillos y que les pueden hacer
cosas horribles. ¿Cómo era posible que estuviera allí una loba? Pensé si no me habría
equivocado de sueño. Tenía la lengua pegada a la boca del susto, pero no podía salir
corriendo, me sentía atado a algún lugar. ¡De nuevo el miedo! Me estaba cansando de
tanto asustarme. Para mi asombro, luego de los aullidos de la loba, empecé a escuchar
las baladas de una oveja. ¡Oh, no! “Va a ocurrir un desastre —pensé— pobre ovejita,
seguro que va a ser atacada”.
Y, como si esto fuera poco, cuando apareció la oveja, la loba sonrió y la oveja
también.
Yo no entendía nada de lo que pasaba, pero desde el fondo venían las dos
charlando muy campantes.
—¡Hola, Anselmito! —me dijo la loba amablemente.
—¿Cómo te va, pequeñín? —agregó la oveja.
—Soy Fidelia. Qué momento con mis aullidos ¿verdad? —dijo la loba divertida.
—Sí, señora Fidelia, la verdad es que tuve mucho miedo —le dije.
—Perfecto, sé que cada día aúllo mejor, lo sé. Pero te diré que soy señorita por
ahora.
—¡Fidelia!, vamos a la lección —dijo la oveja medio enojada.
—Bueno, disculpa, pequeño, es que aún soy soltera y no tengo a nadie que me
diga esas cosas lindas.
—Lo cierto es que sus aullidos son magníficos, señorita —agregué.
—Veamos –siguió la oveja, que era mayor que la loba– con los años que tengo,
nunca vi una loba tan coqueta. Mi nombre es Berta, potrillito, y podría ser la madre de
Fidelia si quisiera, pero en fin, volvamos a lo nuestro. Es cierto que sentiste miedo con
los aullidos, ahora, bien, ¿recuerdas qué pensabas en ese momento? —me preguntó
Berta.
—Sí, que me iba a comer y, después, que la iba a atacar a usted.
—Bien, bien, y, antes, con esas flores y plantas tan raras, ¿qué ocurrió? Dímelo.
—También tuve miedo, porque pensé que comían caballos.
—¿Me equivoco o las dos veces tu cuerpo sintió lo mismo?: ganas de correr
pero de no poder moverte, la boca abierta...
—Sí, y la lengua como pegada también, señora Berta.
—Y bien, con el búho y Martina, ¿qué sentiste cuando se rieron de ti?
—Berta, es tan solo un potrillo, no interfieras tanto en sus sentimientos —pidió
la loba.
—No hay problema, Fidelia, estoy aquí para aprender. Con mis amigos fue
distinto, sentí mucho enojo, ¡tuve ganas de morderlos! —agregué, con los cachetes
rojos.
—Tranquilo, Anselmito, es tan solo un recuerdo, cariño —y, mientras trataba de
consolarme, la loba me abrazó.
—En el fondo... ¿no tuviste miedo de que te vieran como a un tonto y de que no
te quisieran más? —preguntó Berta.
Y, con mucha vergüenza, mirando al piso y a punto de moquear, asentí con la
cabeza.
—¡Bueno, Berta, basta! –se puso firme la loba– ¡Ya está bien bonito! No te
preocupes, corazón, estás con Fidelia que te cuida. Verás, pequeño, Berta pregunta tanto
porque quiere explicarte que todo esto que tu sentiste se llaman emociones. Y en las
peleas siempre hay emociones: miedo, enojo, tristeza, celos, –mientras decía esto,
peinaba mis crines con su pata–. En realidad, el primer sentimiento siempre es el miedo,
que se disfraza de los otros sentimientos.
—Y aún más –agregó Berta, ahora mucho más suave–, siempre que tenemos
emociones, es porque antes nos dijimos o vimos cosas en nuestra cabeza, y esas ideas se
llaman pensamientos. Por eso te preguntaba tanto, para que descubrieras que habías
pensado en todas esas situaciones que nombré.
Yo levanté mis orejas con atención, abrí bien los ojos e hice silencio en mi
corazón. Era muy importante lo que estaba escuchando.
—Sí, querida, pero podrías haber sido un poco más delicada con el muchachito
¿no?, pobre cachorrito, está acá para ayudar... —la regañaba Fidelia.
—¿Y entonces? –pregunté– ¿Qué hay que hacer cuando aparecen las
emociones?
—¡Nada! —exclamó la loba, siempre tan alegre.
—¿Tengo que nadar en el río? —pregunté confundido.
Y, ahí nomás, las dos se tiraron al piso de la risa. Yo las miraba con sorpresa,
pero no entendía nada de nada.
—En realidad, puedes nadar, correr, relinchar, respirar hondo, muy hondo, eso
ayuda, pero cuando digo nada es porque lo más importante es saber qué es lo que estás
sintiendo, cuál es el nombre de esa emoción, y decir: siento esto o aquello —me
aconsejaba Fidelia.
—Además, sirve mucho darte cuenta que eso que sientes es tuyo, que nadie te
hace enojar, ni te da miedo, ni te hace ponerte triste, es sólo tuyo y no necesitas acusar a
los demás. Entonces te darás cuenta de que, después de un rato... —dijo la oveja Berta.
—¡Se van! Sí, se van, ya verás, es maravilloso, como mágico, se van y listo,
chau, —exclamaba Fidelia, chocha de contenta.
Yo hice un gran silencio para recordar bien todo lo aprendido. Entonces,
resumiendo: primero, los pensamientos nos hacen sentir emociones y segundo, éstas
últimas hay que expresarlas. Luego ya nada hay que hacer, me decía a mí mismo en voz
baja.
Berta y Fidelia seguían charlando de sus cosas, hasta que me dieron ganas de
hacerles una pregunta.
—Y, díganme, maestras, ¿cómo es que ustedes son amigas?
—¡Ay! Yo le cuento, Berta, déjame, porfi, porfi, dale Bertita querida... —
suplicaba la loba.
—Bueno, pero sin exagerar, ¿eh?
—Prometido –exclamó la loba emocionada–. Resulta que, cuando yo era una
lobita bebé, muy chiquita, me gustaba merodear con mis hermanas cerca del arroyo y
mirar cómo las abejas y las mariposas volaban de flor en flor. Un día, vi una abejita que
era muy diferente a las demás, su color, la forma de sus rayitas, el modo en que volaba;
entonces, empecé a seguirla y, cuando quise darme cuenta, estaba sola, mis hermanas se
habían ido... o, mejor dicho, ¡yo me había alejado de donde ellas estaban! Todo era
oscuridad, estaba sola... Miré hacia el cielo y vi una nube negra de forma muy rara que
lo cubría todo. Entonces, sin saber qué hacer ni qué había pasado, me hice chiquitita,
como un bollito, me quedé quieta y me escondí debajo de un arbusto. De pronto, sentí
un airecito caliente en mi cuello, en la parte de atrás, me di vuelta... y ¡vi unos ojos
brillosos que me miraban de muy cerquita! ¡Era ella, la oveja mayor! ¡Y yo... una lobita
bebé, allí, a su lado! No podía salir de ese lugar, pues esa nube era horrible. Pero, con la
gran oveja, también me asustaba muchísimo.
—Y yo –dijo la oveja– también estaba asustada con esa nube y, cuando vi a esa
lobita que temblaba al lado mío del susto, me dio mucha pena y pensé que quizás era el
momento de intentar ser una oveja diferente, una oveja que no se asustara con las lobas.
Al fin y al cabo, a las dos nos estaba pasando lo mismo, y estábamos escondiéndonos de
la nube. Entonces, comencé a cantarle una canción de cuna. Tan asustadísima estaba
Fidelia que, en vez de querer atacarme, se hizo un bollito entre mi lana.
—Verás, pequeña loba –le dije con calma– las dos tenemos mucho miedo, en
verdad, no somos tan diferentes. (Y, mientras la pequeña Fidelia apretaba los dientes, yo
me dejaba abrazar y confiaba en que no me iba a atacar, porque más bien, necesitaba de
mi protección.)
—¡Ay! Me emociona tanto esta historia —exclamaba Fidelia conmovida y con
lágrimas en los ojos.
—Vamos, Fidelita, eso fue hace mucho tiempo.
—Igual, todavía recuerdo esa canción de cuna que me cantaste, fuiste como una
madre para mí. ¡Te quiero! —y, diciendo esto, se abrazó a la lana peluda de la oveja
hasta tirarla al piso.
—Tranquila, cachorrita –decía la oveja, mientras se levantaba entre risas– aún
no hemos terminado. Ahora, Anselmito, escucharás la última parte de nuestra enseñanza
—. Se aclararon la voz, respiraron bien profundo y cantaron:

Si emociones todos tenemos


has de saber
que eso está bueno, muy bueno, muy bueno.
Para saber, saber, saber,
cómo ha de ser
llevarse bien, muy bien, muy bien,
con los demás,
has de entender
cómo has de hacer, hacer, hacer
con el enojo
con la tristeza
y con el miedo que puedas tener, tener, tener.
¡Sólo sentir, sentir, sentir!
para decir, decir, decir:
¡yo tengo miedo, estoy enojado
o muy apenado...sí,sí,sí!
Sin acusar,
sin insultar,
y, ya verás, verás, verás
que como vinieron,
ellas se irán, se irán, se iraaaaaaaaaaaaaaaaán.

Me gustó tanto la canción, que aplaudí como aplaudimos los caballos y relinché
tres veces.
La loba Fidelia y la oveja Berta estaban felices de haberme enseñado a recordar
esto de las emociones y de saber qué hacer con éstas como el miedo, el enojo y la
tristeza. Haciendo un ¡beeééééeee! y un ¡auuuúúúúú!, se fueron despacito y
desaparecieron de mi vista en el salón de los recuerdos.
Yo estaba muy sorprendido de haber tenido a una loba y una oveja juntas como
maestras ya que, en general, los lobos siempre persiguen a las ovejas como los perros a
los gatos y los gatos a los ratones. Era verdad lo que había recordado con Martín, el
puercoespín, ¡las cosas cambiaban! Por eso La Soleada también, quizás, podía llegar a
cambiar y a ser mejor que antes de la nube.
Mientras me despedía de don Cefe, le dije que esa noche iba a ser la última en el
árbol y que lo iba a extrañar. Entonces, él me contestó: “Ahora que aprendiste con
Fidelia y Bertita sobre las emociones, podrás decirme qué es lo que estás sintiendo...
pues eso te hará más fácil la despedida”. Me pregunté cómo sabría don Cefe lo que yo
soñaba... “Ya le preguntaré”, me dije.
Mientras iba para el establo, quise darme cuenta de qué sentía y me di cuenta
que lo que sentía era tristeza. Tomé mucho aire por mi nariz, entré en el establo y, por
suerte, mi abuela y todos los otros animales seguían durmiendo.
SÉPTIMO SUEÑO

Estaba muy emocionado, pues esa noche era la última que iba a dormir en el árbol y
pensaba qué pasaría después de mi último sueño. Realmente no lo sabía, iba a extrañar
esas aventuras, a don Cefe y a su canción del caballito y la luz, al salón de los recuerdos
y las sorpresas de mis maestros.
Cuando llegué a mi árbol, don Cefe me estaba esperando, como siempre, pero...
¡dormía! Quizás estaba cansándose de pasar todas las noches despierto, quizás esto del
cambio que había aprendido con Martín, el puercoespín, también le había llegado a él, y
ahora dormía de noche y se despertaba temprano como las gallinas. ¿Y si a ellas les
pasaba lo mismo? ¿Y si a los gallos se les ocurriera cantar de noche y dormir de día?
Parecía muy raro, pero en realidad el hecho de que un potrillito soñara todas las
noches en ese árbol y que fuera a ayudar a que La Soleada volviera a ser como antes,
todo eso era más raro aún, así que “mejor no pensar y dormirme”, me dije. Mientras mis
ojos se iban cerrando, adentro de mi cabeza, yo iba cantando la canción del caballito y
la luz que, de tanto escucharla, ya la había aprendido de memoria. Así fue que bajé por
el tobogán de siempre y llegué a mi salón lleno de luz.
Nuevamente, esperé y esperé a ver quién aparecía y... de pronto.... ¡¡¡allí los vi a
todos mis maestros!!! Todos juntitos, uno al lado del otro.
Estaban: la garza Lina, el conejo Esteban, la lora Palmira, la gata Rita y sus siete
gatitos, Martín el puercoespín, y la loba Fidelia con la oveja Bertita.
Yo no entendía qué pasaba, y entonces ellos me fueron diciendo:
—Confía, Ansel, confía —clamaba Lina.
—¡Escucha con atención, Ansel! —gritaba Esteban.
—Por favor, Anselmo, habla con amabilidad —suplicaba Palmira.
—Cuida los tesoros, Anselmo —aconsejaba Rita.
—¡Cambia con alegría y ten amor por lo diferente! —me recordaba Martín.
—Las emociones están para sentirlas, sin acusar ni insultar —cantaban Fidelia y
Berta.
¡Cada uno me estaba recordando lo más importante de mis lecciones!
¿Sería así mi último sueño? ¿No tendría un nuevo maestro para éste?
De pronto, detrás de mis maestros, apareció... apareció... ¡Una yegua! Por lo
parecida, creí que era mi abuela, pero, mientras se iba acercando me di cuenta de que no
lo era, pues ella era muchísimo más joven... Tenía una mancha blanca igualita a la mía
en el hocico y una oreja más larga que la otra, también igual que yo, y sus ojos... sus
ojos... no sabía qué me pasaba, sentía algo que me apretaba en la garganta y que me
daba ganas de llorar cuando miraba sus ojos. Pero era una sensación diferente a la
tristeza, era algo similar a la alegría. Y eso sí que era una emoción, como me había
enseñado Fidelia.
¡Esos ojos! Eran unos ojos del color de la miel y me miraban con tanta ternura...
que me fui acercando mucho y pude sentir ese aire calentito que salía de su nariz, y ese
pelo suavecito cerca de mí, era tan lindo lo que estaba sintiendo... y allí me di cuenta,
cerca de su cuello, que ella era mucho más alta que yo, y, entonces, empezó a golpear su
cabeza despacito contra la mía, haciéndome cariños.
Y allí estaba yo, sin saber qué hacer, cuando apareció volando sobre nosotros,
¡don Cefe! “¡Con razón –pensé–, estoy durmiendo, es que estoy en mi sueño!”
Y entonces Cefe me dijo:
—Anselmo, caballito inocente, caballito valiente, por haber creído y por haber
sido tan valiente, hoy recibirás un premio, un tesoro.
Yo estaba cada vez más nervioso y más contento.
—Ese tesoro es Alcira, esta yegua, que sabe mucho sobre lo que hoy recordarás,
y ella será tu maestra, porque... ella es... —y en ese momento la yegua me dijo: “¡tu
mamá!”.
Yo no la recordaba bien pues había dejado de verla cuando era muy chiquito y,
ahora que la veía en mi sueño, me parecía tan pero tan linda... ¡Más linda todavía que
mi abuela!
Y yo, entre la sorpresa y la alegría, me puse a llorar, y entonces mi mamá me
llenó de besos y, mientras los otros maestros festejaban, algunos reían y otros lloraban
también de la emoción.
La lora, la garza y el búho volaban despacito como hamacándose, el conejo
saltaba como si tuviera un resorte, la gata dejaba que sus gatitos se refregaran contra su
cuerpo mientras maullaba con un sonido largo y suavecito, el puercoespín se había
quedado como clavado contra un árbol con sus pinches y no nos sacaba la mirada de
encima, y la loba y la oveja bailaban un vals alrededor del árbol.

—Bueno, mi querido hijito, estoy muy orgullosa de que hayas sido elegido para
ayudar a nuestro campo, y ahora, ya que todos tus maestros te han recordado sus
enseñanzas, vas a aprender cómo se pueden usar estos recuerdos para que hayan menos
peleas —dijo mi mamá con voz suave.
Entonces, como era muy coqueta, se peinó sus crines, tomó mucho aire por su
nariz, relinchó fuerte para que la voz le saliera bien clarita y dijo:
—Ahora, Ansel, vas a aprender a recordar cómo se pueden usar todos estos
recuerdos para ayudar a que existan menos peleas. ¡¡¡Comienzaa la funcióóóóóón!!!
Yo no sabía de qué función se trataba, qué quería decir eso de “la función”,
parecía que iba a haber una obra de teatro. Todo aquello me hizo acordar a lo que había
pasado con mi maestro Martín el puercoespín, con las lombrices y los patos y todos los
demás...
Entones, mis maestros se pusieron todos en fila, uno detrás del otro. Yo seguía
sin entender.
De golpe, la gata empezó a pelearse con la lora Palmira porque decía que ese
primer lugar de la fila era de ella y le gritaba a maullido pelado:
—¡Sal de aquí, este lugar me toca a mí!
Y la lora, que parecía que se había olvidado del lenguaje amable, le contestaba:
—¡No me moverééé! Aunque me arañes, ¡¡¡me quedaré aquíí!!! —y Rita seguía
a los maullidos.
—¡Lora charlatana, te morderé y arañaré! —dijo Rita.
—¡¡¡Charlatana seré, mas tú eres una gata haragana!!! —Palmira le respondió.
Y así siguieron cada vez peor, insulto viene, insulto va, yo creía que la lora iba a
quedar toda desplumada, pelada como un pollo cuando se lo van a comer, pero, cuando
creía que eso iba a ocurrir, mi mamá, la maestra Alcira, dijo en voz bien alta:
—¡Suficiente! —y todos aplaudieron divertidos.
En ese momento, la gata y la lora se quedaron quietas y duras como estatuas, y
entonces mi maestra me preguntó:
—¿Anselmo, a qué te hizo acordar lo que viste?
—A La Soleada –le contesté– a lo que sucede en el campo donde vivo.
—¿Querrías mirar cómo se puede enseñar a que todo sea de otra manera?
—¡¡¡Sí!!! —le contesté con mucha curiosidad.
Entonces dijo:
—¡Que siga la función!
Y de nuevo estaban todos formaditos en fila como si nunca se hubieran peleado.
Ahí me di cuenta de que lo estaban haciendo de mentirita, para que yo aprendiera.
La gata se acercó a la lora y le preguntó:
—Palmira, por favor, ¿me puedes dejar ese lugar a mí?
—Disculpa, pero creo que no es tuyo...—respondió la lora y pensé “ahora van a
empezar las peleas de nuevo”.
—Palmira, te agradecería que dejes ese lugar para mí —insistió Rita.
—Y tú, por favor... ¿quieres dejar de pelear? —contestó la lora.
Y allí yo sentí que se estaban empezando a enojar y que iban a terminar a
picotazos, mordidas y arañazos, como pasa a cada rato en La Soleada. Y, mientras
empezaba a preocuparme, mi mamá maestra le dijo a los otros maestros:
—¿Qué pasó con la primera solución?
—¡No funcionó! —contestaron todos juntos.
De modo que ella agregó:
—Cuando dos se pelean por lo mismo la primera solución es...
—¡El lenguaje amable! —volvieron a contestar todos juntos.
Yo ya me había dado cuenta de que, cuando decían “gracias”, “por favor”,
“disculpa”, era porque usaban el lenguaje amable.
Alcira continuó en voz bien alta:
—Ahora, ¡¡¡siga la función!!!
Entonces el conejo sacó de su oreja una piedrita como una moneda y me la
mostró: de un lado era de color blanco y del otro lado, colorada.
—Observa bien, Ansel —y después les dijo a los que se peleaban:
—Voy a tirar esta piedrita al aire, ustedes, antes, tendrán que adivinar, cuando
caiga a la tierra, cuál de los dos lados quedará para arriba, si el blanco o el colorado. El
que acierte ocupará el lugar primero en la fila. ¿Les parece bien?
Palmira y Rita contestaron que sí juntas.
Todos mirábamos en silencio y nos acercamos mucho para poder ver bien, pues
la piedra era un poco chiquita.
Esteban, con voz bien fuerte, les preguntó:
—Palmira, ¿qué color eliges?
—No, ¡yo quiero elegir primero! ¿Por qué ella puede elegir primero y yo no?
¡Yo me tengo que conformar con lo que queda...! —protestó Rita enojada y maulló muy
alto.
Entonces Alcira, mi mamá maestra, le propuso:
—Tú eliges segunda, pero puedes tirar la piedrita al aire, ¿qué te parece?
Rita se quedó pensativa y con un miiiiiiaaaaúúúúúúú un poco largo contestó que
sí.
Todos respiramos aliviados, pues ya parecía que se iban a pelear de nuevo.
Entonces fue cuando Esteban anunció:
—A la cuenta de tres, Rita, arrojarás la piedrita bien alto.
—A la una, a las dos, y a las.... ¡¡¡treeeeeeeeees!!! —dijeron todos junto. Y la
piedrita, allí, fue lanzada bien alta, hacia el cielo. Fue tan, tan alto que desapareció, no
volvió... no caía... Todos mirábamos para arriba y teníamos el cuello ya duro de tanto
buscar en lo alto... hasta que, de entre las hojas de un árbol, se asomó un pájaro
carpintero que tenía todas las plumas revueltas y estaba furioso, y nos dijo:
—¿Quién molesta a esta hora de la mañana? ¡Hoy es domingo, no me toca
trabajar! ¿Qué están haciendo todos allí, mirando para arriba como tontos?
Realmente estaba enojadísimo, entonces Alcira me dijo:
—¡A ver, Anselmo, contéstale!
A mí me tomó por sorpresa y me puse un poco nervioso, pues todos mis
maestros me estaban mirando, y no esperaba que aquí tuviera que actuar yo, pero,
también, me sentí orgulloso de que ella me hubiera elegido a mí, y entonces pensé
rápido, a ver qué podía decirle, y me salió así:
—Perdón, señor pájaro carpintero, todos sabemos que usted es muy trabajador y
que sus trabajos son muy buenos... discúlpenos, no queríamos molestarlo... ¿Podría
hacernos el favor de devolvernos la piedrita si es que está allí, cerca suyo? Pues aquí me
están enseñando algo que puede ser muy bueno para todos los que vivimos en este
campo...
El pajarito, del asombro, al escuchar cómo le hablaba con tanta amabilidad, se
cayó de su rama a otra que estaba más abajo, y me contestó:
—Con todo gusto, caballito... caballito... ¿cómo es que te llamas?
—Anselmo, Ansel, para los íntimos —le contesté.
—Anselmo, allí va la piedrita...–dijo– pero, ¿me dejarían mirar la clase?
preguntó con vergüenza.
—Sí, con todo gusto, muchas, pero muchas gracias —le contestó mi mami
maestra Alcira. Entonces anunció: “¡Que siga la función!”
Seguí mirando y me sentí muy contento de que mi lenguaje amable hubiera
servido, era verdad que iba a poder enseñarlo luego. ¡Qué bueno que era esto!
Esteban miró cómo había caído la piedrita, y todos nos dimos cuenta de que
estaba del lado blanco.
Rita, muy contenta, como había adivinado, se colocó en el primer lugar de la fila
donde estaba la lora, y yo creía que ya estaba todo arreglado... pero, no, no era así.
Palmira empezó a protestar porque, según ella, esas no eran las reglas, pues a la piedrita
la había arrojado el pájaro carpintero y no el conejo, y así siguió abriendo y cerrando el
pico cada vez más rápido.
Ya estaba cansándome y había empezado a creer que el asunto no tenía solución,
que terminarían a los picotazos y los arañazos, tal como lo había imaginado al principio
de esta historia.
Pero no fue así. La maestra Alcira, es decir, mi mamá, anunció:
—Solución segunda...
—¡No funcionó! —contestaron todos nuevamente.
—Cuando dos se pelean por lo mismo, la segunda solución es...
—¡Que decida la suerte! —volvieron a contestar.
—Ahora, sigue observando con atención, Anselmo, vamos bien —y Alcira
volvió a anunciar:
—¡Que siga la función!
La lora y la gata siguieron actuando una pelea de verdad, y siguieron un rato
más, hasta que la loba Fidelia y su ayudante Bertita dieron un paso al frente, se
colocaron en medio de las dos y les dijeron:
—¿Quieren que las ayudemos a dejar de pelearse? —Palmira y Rita contestaron
que sí aunque con cara de muy enojadas.
Así que Fidelia les dijo:
—Antes de comenzar, les queremos decir que vamos a hacer de mediadores, eso
quiere decir que estaremos en el medio de ustedes para ayudarlas a solucionar sus
problemas, y antes que nada, queremos que sepan lo que deben cumplir. Se trata de
algunas reglas. Y son éstas:
 Tratarse con respeto.
 Decir lo que cada uno quiere por turno, es decir, mientras el otro opina,
escuchar en silencio.
 Decir la verdad.
 Cumplir con la solución a la que lleguen, si es que la encuentran.

—¿Están de acuerdo con estas reglas? —les preguntó Berta, y contestaron que
sí.
—¡Muy bien! Ya hay algo en lo que las dos están de acuerdo —dijo Fidelia
contenta.
—Cuéntanos qué ocurrió —le preguntaron a Rita, y ella contó cómo había sido
todo según su parecer y, luego, se lo preguntaron a Palmira.
Cuando cada una decía lo suyo, lo que creía que había pasado, acusaba a la otra,
así que Rita dijo:
—Es que ella es una lora charlatana que sólo piensa en sí misma y quiere
siempre que hagan su voluntad.
—No, ella es la mandona que se cree la mejor y la más linda de todos —
respondió Palmira. Entonces los mediadores les hablaron a las dos.
—Acuérdense de las reglas, que tienen que tratarse con respeto, eso quiere decir
cuidarse, no lastimarse con las palabras.
Y, cuando Palmira la interrumpía a la gata, Berta le recordó:
—Recuerda que debes esperar tu turno para decir lo que quieres... si no cumples
con esta regla, vamos a tener que parar la mediación.
A partir de esto, ella cerró el pico y sólo lo abría cuando le tocaba su turno.
En un momento, les preguntaron a cada una cómo se sentían, y dijeron las dos a
coro:
―¡Maaaaaaal! ¡Terriblemente maaaaaaaal!.
—Parece que están muy enojadas... —dijo Fidelia.
—¿¡Enojadas!?, noooo... ¡¡¡furiosaaaaaaaas!!! —gritaron las dos.
—Y además... un poquito tristes — agregó Bertita.
—Puede ser que sí, porque creo que Palmira no quiere ser más mi amiga...
ahora está siempre con otra gatita nueva que llegó al bosque —contestó Rita.
—Yo estoy con esa gatita porque es nueva en el bosque y está solita —
respondió Palmira.
—Como ves, Rita, Palmi no te quiere dejar de lado... y tú, Palmira, también
parece que estás un poco triste —dijo Fidelia.
—Sí, porque creo que ella, Rita, le dice cosas feas de mí a la nutria y a las
ardillas...
—¡Eso no es cierto! —chilló Rita.
—Cada una pensó mal de la otra y, como ven, eso que creyeron no era verdad...
las dos están tristes y enojadas... ¿Qué necesitarías tú, Palmira, para sentirte mejor y
para que se te vaya la tristeza y el enojo? —advirtió Berta.
—Y... yo querría que Rita me dijera que no es verdad que les dice cosas feas de
mí a esos animalitos y que le gustaría seguir siendo mi amiga —respondió Palmi.
—¿Y tú, Rita?
—Yo también, que siga siendo mi amiga y que me diga que me quiere como
siempre.
Entonces Fidelia les volvió a preguntar:
—¿Cuándo quieren pedírselo una a la otra?
—¡Ahora mismo! —las dos repitieron:
Y, una vez que se acercaron y se dieron besitos, a Bertita se le ocurrió
preguntarles lo que iban a hacer con el lugar que les tocaba a cada una en la fila y, para
sorpresa de todos, contestaron: “¡Eso no es tan importante! Nos turnaremos.”
Entonces Fidelia y Berta las felicitaron por haber arreglado tan bien su conflicto,
y todos los maestros felicitaron con mucha alegría a las mediadoras Fidelia y Berta.
El pájaro carpintero empezó a picotear tan fuerte que los toc toc eran como
sonidos de tambores que se mezclaban con los aúúúúú de Fidelia, los beeeeeee de
Bertita, los miaúúúúúú de Rita, los ¡¡¡viva viva... felicitaciones!!! de Palmira. Al mismo
tiempo, Esteban saltaba de un lado al otro, Lina y don Cefe volaban en círculo muy
cerca nuestro, y Martín miraba qué hacía cada uno de los maestros mientras repetía
“acepto que el cambio es muy lindo, acepto que es lindo ser diferentes, acepto, acepto
que mis pinches me están gustando...”.
Cuando todo terminó, nos sentamos en una ronda, y mi mamá empezó a cantar
una canción que nosotros teníamos que repetir. También se sentaron el pajarito
carpintero que se llamaba Evaristo y don Cefe.
La canción decía así:

Para poder, poder, poder,


llevarnos bien, muy bien, muy bien,
con los demás,
hemos de saber, saber, saber,
que es bueno confiar, confiar, confiar,
también escuchar,
y hablar, hablar, hablar,
con ama-bi-li-dad,
Para poder, poder, poder,
llevarnos bien, muy bien, muy bien,
con los demás,
hemos de saber que es bueno
cuidar, cuidar, cuidar
y también respetar
lo que vivo está
y lo que es diferente, muy diferente
y que también, también, también
es bueno cambiar, cambiar, cambiar
y no olvidar
saber expresar
las emociones
sin insultar, sin acusar,
pues para eso están,
para expresarlas
y para que salgan
¡sin lastimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar!

Todos la fuimos cantando y, cuando terminamos, nos levantamos y empezamos


a girar para un lado y para el otro, muchas, muchas veces, hasta que casi nos quedamos
sin aire de tanto girar, cantar y reírnos. Poco a poco, nos fuimos recostando para
descansar. Estábamos todos muy, pero muy felices.
Cuando nos fuimos tranquilizando y nos quedamos muy quietos, mi mamá, la
maestra Alcira, se puso de pie y, acercándose a mí, fue sacando unas hojitas de
diferentes colores y me dijo:
—Anselmo, te entrego esta hojita verde, y con ella recibes la esperanza, eso
quiere decir que puedas creer de verdad que La Soleada va a volver a ser como antes.
Con esta hojita marrón, te entrego la paciencia, para que puedas enseñar lo que ahora
sabes, sabiendo que a algunos animalitos les va a costar más que a otros aprender pero
que igual les enseñarás sin enojarte, aunque sean un poco lentos. Con esta hoja colorada
te entrego la confianza, para que estés seguro que lo lograrán y que tú podrás ayudarlos
a hacerlo. Y con esta última, de color amarillo, va la comprensión, para que comprendas
que lleva tiempo vivir de verdad aquello que has aprendido: hablar con amabilidad,
escuchar y todo lo demás. Estas hojitas entonces te darán la paciencia, la confianza, la
esperanza y la comprensión que vas a necesitar para poder ser un maestro de la paz.
Yo estaba tan contento que de la alegría se me llenaron los ojos de lágrimas.
Y entonces le pregunté:
—¿Y el amor? ¿No me das una hojita para que pueda hacer todo esto de una
manera amorosa?
Mis maestros me miraron todos sorprendidos, y pensé que había dicho una
tontería, pero después me di cuenta que había sido algo muy bueno, porque mi mamá, la
maestra Alcira, relinchó de alegría y dijo:
—¡Sí... éste es mi hijo! No te puedo dar el amor, pues ya lo tienes... en realidad,
todos lo tenemos, ya que es de lo que estamos hechos —dijo mirándome con ternura.
Yo abrí más grandes los ojos mientras todos contestaron a coro:
—¡Sí, es de lo que estamos hechos!
Y la garza Lina, junto con la loba y la ovejita Bertita dijeron:
—Todo está hecho de amor, por eso todo crece, si se lo cuida y respeta; eso es el
amor, lo que nos hace crecer. Tanto nosotros como el aire, las estrellas, el agua, la tierra,
las piedras y... hasta los humanos, aunque se peleen, también están hechos de lo mismo.
—Entonces, no somos tan diferentes... aunque yo tenga estos pinches que me
hacen tan raro, soy igual a todos ustedes, porque estamos hechos de lo mismo, igual que
los árboles y las plantas y los bichitos también... aun los que nos asustan —comentó el
puercoespín Martín.
Entonces Alcira terminó esta última lección con la siguiente frase:
—Por eso somos tan valiosos y debemos cuidarnos.
—Y somos un tesoro... porque tenemos vida, que es amor — no pudo dejar de
decir Rita.
—Mauuuuuuúúúúú —contestaron sus siete gatitos.
De pronto, se hizo un gran silencio, y nadie se movió por un largo rato.
Después de esos minutos, que me parecieron horas, Alcira se me acercó
despacito y me dijo:
—Ahora, Anselmito, te daré las últimas instrucciones. Escucha muy bien:
durante cuarenta días, deberás guardar en secreto estas lecciones..., cuando se cumpla
ese tiempo, buscarás a la pajarita Francisca, que es una maestra muy sabia, ella ya no
trabaja como maestra, pero como sabe mucho, es la única que creerá que todo lo que le
dices es verdad. Pues ha vivido lo suficiente como para creer que los sueños pueden
hacerse realidad, por eso, a ella le vas a contar todo lo que has recordado en tus sueños,
noche tras noche, con muchos detalles.
—Pero, ¿qué va a hacer con eso? No entiendo —le dije.
—Anselmo, hay mucho que no entendiste, pero igual seguiste soñando hasta el
final, confía, Anselmo, confía —así me habló Lina, la garza.
—Y... ¿dónde la encontraré? —pregunté.
Entonces el búho y la lora me contestaron:
—¿Para qué estamos nosotros? Por algo volamos y conocemos dónde viven los
diferentes pájaros... además, vemos todo desde muy alto...—y de pronto se escuchó una
voz ronca.
—Ejem , ejem , yo no soy maestro, pero... ¿me dejarían ir con ustedes¿ ¡Me
encantaría ser del grupo! Mi padre ayudó a la mamá de la lora Palmira a hacer su
casita... y, además, fuimos compañeritos de escuela, ¿recuerdas Palmi? —le dijo a la
lora el pájaro carpintero, a lo que la lora contestó que sí con la cabeza.
Todos lo miraron sorprendidos, menos Alcira, mi mamá maestra dijo al grupo:
—¿Qué les parece si...
—¿Cómo es que te llamas? —preguntó Alcira al pájaro carpintero antes de
continuar con su pregunta para el grupo.
—¡Evaristo! —contestó el pajarito con la voz bien fuerte.
—¿Qué les parece si Evaristo ayuda a don Cefe y a Palmira a encontrar a la
pajarita Francisca y a llevarlo a Anselmo hasta donde ella vive?
Al principio, parecía que no sabían qué contestar, sin embargo, ante el “¡sí, sí!”
de don Cefe y Palmira, el resto también estuvo de acuerdo y, entonces, lo saludaron así:
“¡Bienvenido, Evaristo, al grupo de vuelo buscador de doña Francisca!”, y Evaristo hizo
“¡toc, toc! ¡toc, toc, toc, toc!” tantas veces contra su árbol, que creímos que le iba a
quedar el pico atrapado en el tronco y que no lo iba a poder sacar por un tiempo largo.
Así fue cómo cada uno de mis maestros se fue despidiendo de mí con mucho
cariño, lo mismo que mi madre, que me prometió que siempre que la necesitara a ella y
a los demás, si los llamaba con mi pensamiento y mi corazón antes de dormirme, ellos
iban a aparecer en mis sueños. Y, como no parecía tan seguro de que iba a ser así,
escuché la voz de Lina la garza que me decía: Confía, Ansel, confía, y todos mis
maestros lo repitieron juntos, hasta que sus voces se fueron yendo cada vez más lejos, y
comencé a deslizarme por el tobogán, hasta aparecer, por última vez, al pie del árbol
donde había dormido durante siete noches.
GUÍA DE EJERCITACIONES PARA APLICAR LOS
PRINCIPIOS DE LA CONVIVENCIA PACÍFICA

Metodología recomendada
Para aprovechar mejor el libro, recomiendo que a lo largo de cuatro reuniones
desarrolladas aproximadamente en un mes, se lea un sueño, cuyo lenguaje el docente lo
podrá adaptar a la edad de los niños. Ese principio, podrán ir aplicándolo a través de las
ejercitaciones sugeridas.
Las actividades enunciadas pretenden ser sólo guías que cada docente irá
eligiendo de acuerdo a la edad de los niños con que trabaje y enriqueciendo con el
bagaje de ejercitaciones que ya conoce. Al finalizar las ejercitaciones de cada sueño
incluí uno o dos cuentos que tienen relación con las mismas y alguna recomendación
bibliográfica a modo de ejemplo. Cada docente podrá ampliarla de acuerdo a la edad y
características contextuales de sus niños.
PRIMER PRINCIPIO

ES BUENO CONOCERSE PARA PODER


CONFIAR Y COLABORAR

Se podrá tener una marioneta que represente a Anselmo con la cual la docente podrá
hacer hablar al caballito:

Hola, yo soy Anselmo, el caballito nieto de la abuela Elma. Ustedes saben que
estoy durmiendo en el árbol en el cual me cuida don Ceferino, el búho; allí tengo unos
sueños muy lindos y en esos sueños estoy aprendiendo qué hacer para llevarnos bien, y,
si nos peleamos poder amigarnos. Creo que estoy empezando a ser un caballito
pacifista. ¿Saben qué quiere decir que alguien es “pacifista”? Que ama la paz y sentir
paz es estar tranquilos y llevarse bien con los demás, por eso digo que estoy
aprendiendo a ser pacifista. ¡¡¡Me gustaría enseñarles a ustedes también a que les
guste la paz!!!
La primera lección, para ser pacifista me la enseñó la garza Lina.

Si se acuerdan se trata de que es bueno confiar unos en


otros, y para confiar nos sirve conocernos para así tener ganas
de ayudarnos.
¿No es cierto que es lindo estar con la gente que nos quiere? ¿Y... saben por
qué? Porque con ellos nos sentimos bien, tranquilos, seguros y confiados porque nos
conocen .
Cuando ustedes tienen un perrito o muñequito nuevo, ¿lo quieren tanto como a
uno que le regalaron cuando eran muy chiquitos? Seguro que no.
Y, ¿por qué quieren más al viejo que al nuevito?
Porque lo conocen más, aunque esté un poco sucio o arruinado.
Vamos a aprender a conocernos y confiar unos en otros jugando, así, si nos
peleamos podremos tener ganas de amigarnos. ¿Les gusta jugar? ¡A mí muchísimo!
1. Yo te conozco a ti y tú a mí

Introducción
El maestro con la marioneta dirá a los niños que van a jugar a conocerse como les dijo
Anselmo, el caballito:
Anselmo: “Vamos a jugar todos juntos con nuestros nombres, a mí me gusta que me
llamen por mi nombre: ‘¡Anseeeeeeelmooooooo!’ y no que me digan: ‘¡Hey caballo...
ven aquí!’ ¡Cuando me llaman por mi nombre me siento muy bien querido e
importante!”

Procedimiento
Se podrá usar la marioneta para coordinar este juego.
Yo me llamo Anselmo - Juan, ahora repite conmigo: “Yo me llamo Juan”, y pregúntale
al compañerito que tienes a tu lado: “¿Y tú cómo te llamas?”, “Yo me llamo Pedro ¿y
tú cómo te llamas?”, “Yo me llamo Juana“ y así se van a seguir preguntando hasta que
termine la ronda. Luego todos vamos a cantar:
El maestro irá cantando y realizando las acciones correspondientes y los niños
repitiendo e imitándolo:

Nuestros nombres tienen ritmo,


y así aplaudimos, así aplaudimos, así aplaudimos,
Nuestros nombres tienen ritmo y así nos vamos conociendo,
y así aplaudimos, así aplaudimos, así aplaudimos,
Sabiendo nuestros nombres nos vamos conociendo,
Juana, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo
Jua-na (repiten todos juntos).
Y aplaudimos dos veces,
Pedro, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo,
Pe-dro (repiten todos juntos)
y aplaudimos dos veces,
Martina, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo
Mar-ti-na (repiten todos juntos)
y aplaudimos tres veces,
Y Felipe, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo,
Fe-li-pe (todos repiten)
Y aplaudimos tres veces.
Nuestros nombres tienen ritmo,
Y así aplaudiendo
nos vamos conociendo
y queriendo
de a poquito, de a poquito,
conociendo, conociendo.

Se seguirá repitiendo la canción hasta que se hayan nombrado a todos los niños.

Cierre
Luego de que todos los niños hayan participado se les preguntará cómo se sienten ahora
que todos conocen sus nombres y reflexionarán sobre cómo cuando nos llamamos por
nuestros nombres nos sentimos muy bien, cada vez un poquito más contentos porque
podemos confiar unos en otros y confiar es poder estar seguros y tranquilos.

Fuente
Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, de Franz Schmidt y Alice Friedman,
conjuntamente con Phyllis LeShane, Wanda Slayton, Nancy Webster, Peace Education
Foundation, 1ª. edición, 1996.

2. Canción “Es muy lindo tener amigos”

Introducción
Anselmo: “A mí me gusta salir a correr y jugar en el arroyo con mis amigos que ustedes
ya conocen, sobre todo con Martina la Luciérnaga y otros amigos y amigas que
conocerán luego. ¡Es muy lindo tener amigos, y compartir! Uno se divierte mucho más
¿no es así?”

Procedimiento
Se pedirá a los alumnos que se coloquen unos frente a otros en dos filas enfrentadas.
Cada uno dirá su nombre en voz alta y los demás lo escucharán en silencio.
Cuando las dos filas enfrentadas se hayan presentado, al ritmo de una música se
les pedirá que bailen todos juntos cantando:

Ahora que nuestros nombres conocemos,


podemos empezar a ser amigos.
Es muy lindo tener amigos.
Para poder:
saltar todos juntos (la maestra salta y todos los niños lo hacen).
Para poder:
reír todos juntos (la maestra se ríe y todos lo imitan).
Para poder:
correr todos juntos (la maestra sale corriendo y los niños detrás).
Para poder:
dormir todos juntos (la maestra cierra los ojos y hace como si durmiera y
los niños se tiran al suelo y hacen lo mismo).
Para poder:

desperezarnos todos juntos (la maestra se despereza y


los niños también lo hacen).
¡Ahora que nuestros nombres conocemos
podemos disfrutar de tener amigos!” (la maestra saluda a cada uno
dándole la mano y mirándolo a los ojos, los niños también lo hacen).

Cierre
¡Es muy lindo hacer cosas juntos! Como también jugar todos, así vamos aprendiendo
que si bien somos diferentes tenemos cosas parecidas como es que nos gusta jugar.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996.

3. El trencito de colores
Introducción
Anselmo: “Saben que hay una locomotora (¿conocen qué es una locomotora?) que
quería que jugaran todos, los vagones y ella, juntos, así eran un tren que jugaba... pero
los vagones sólo querían jugar por su cuenta. ¿Vamos a ayudar a la locomotora y a los
vagones a jugar todos juntos para divertirse más?

Procedimiento
En el pizarrón habrá una figura con una locomotora y tres vagones; la locomotora será
de color azul, el primer vagón de color amarillo, el segundo, colorado y el tercero verde.

Se explicará:

“Yo mostraré la locomotora, que es de color azul, y todos


los niños que tengan algo azul correrán y se tomarán de la
cintura colocándose uno detrás del otro.
La locomotora empezará a moverse despacito por el salón.
Cada vez que yo muestre un vagón, todos los que tengan puesto
algo del color de ese vagón (amarillo el primer vagón, colorado
el segundo, verde el tercero), van a venir corriendo y se tomarán
así (lo muestra) de la cintura del que está delante, en el lugar
del vagón que les corresponda de acuerdo a algún color que
lleven en sus ropas”
.
Cuando estén todos formando la locomotora y los vagones cantarán conmigo:

Nosotros somos el tren de la amistad


la locomotora que es azul, azul, azul,
chucu chu… chucu chú…
y nosotros también somos
el tren de la amistad.
El vagón que es amarillo, amarillo
chucu chú… chucu chú…
y nosotros también somos
el tren de la amistad.
El vagón que es colorado, colorado
chucu chú… chucu chú…
y nosotros también somos
el tren de la amistad.
El vagón que es el verde, el verde, el verde
chucu chú… chucu chú…
y juntos avanzamos y somos amigos
chucu chú …chucu chú…
en el tren de la amistad.”

Cierre
Cada vagón necesita del otro para formar el tren y poder avanzar, y la locomotora
también de los vagones. Nosotros también necesitamos de los demás para poder jugar,
aprender y divertirnos.

Fuente: LA AUTORA.

4. ¡Juguemos con nuestras manos!

Introducción
Anselmo: “¡¡¡Qué lindo que es ese tren!!! ¡A mí me gustaría también poder estar allí!
¿Me invitan chicos? ¿Les parece que podré jugar con ustedes aunque sea un caballito?
¡Ah, pero no tengo manos… sólo patas! ¿Podré tomarme de la cintura como ustedes...?”
Se le responderá que no, pero que no se ponga triste pues como él es un caballito
pacifista tiene mucho para enseñarles.
“Si, pero primero ustedes me van a enseñar a mi, pues ustedes tienen
manos… ¿Para qué son las manos?”

Procedimiento
Los amigos se cuidan entre ellos tratándose de manera amable. Ahora vamos a
darnos cuenta cómo nuestras manos nos ayudan a cuidarnos.
Se les dirá a los niños que la maestra va a jugar a hacer cosas con sus
manos y ellos van a adivinar para qué usa sus manos.
Toma un objeto en sus manos y los niños contestan:
“¡Para agarrar!”
Acaricia a un niño:
“¡Para acariciar¡”
Toma una escoba y barre:
“¡Para trabajar!”
Saluda:
“¡Para saludar!”
Dibuja en el pizarrón:
“¡Para dibujar!”
Ayuda a un niño a acordonarse las zapatillas (y otras acciones de
ayuda):
“¡Para ayudar!”

“Ahora cantaremos todos juntos esta canción que se llama ‘Nuestras


manos son amigas’ ”:

Con mis manos


te saludo.
Con mis manos
yo dibujo.
Con mis manos
yo trabajo.
Con mis manos
te acaricio.
Con mis manos
yo te ayudo.
Nuestras manos
son amigas.
Con las manos
ya jugamos
en el tren
de la amistad...
Anselmo: “¿Y ustedes chicos, sólo usan las manos para ayudar? ¡Qué buenos
chicos son! ¿O no? Yo no tengo manos pero uso mis patas para correr, trabajar,
y ustedes… ¿cómo hacen para ayudar con sus manos?”
Se pedirá a los niños que le contesten a Anselmo cómo usan sus manos
para ayudar. Se colocarán en ronda y de a uno dirán:

“Yo ayudo con mis manos a...”

Luego se les preguntará de qué manera se puede lastimar con las manos
a las personas (empujando, golpeando, escribiendo en las paredes, ensuciando
el suelo tirando papeles o chicles o basura )… y luego a la naturaleza
(arrojando basura a las calles, a la playa, dejando canillas abiertas, cortando
flores o arrancando ramas de los árboles).
Se pedirá a los alumnos que dibujen cómo cuidan y ayudan con sus
manos a los demás, a sí mismos y a la naturaleza.
Entre todos dibujarán un gran mural donde expresarán cómo las manos
son para ayudarnos entre todos. En este mural se incorporará una frase en
colores llamativos que diga: “Las manos son para ayudar”.

Cierre
Se conversará con los niños sobre cómo van a ayudar con sus manos a los
demás o a la naturaleza en lo que resta del día y/o durante esa semana.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y


Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

5. Masaje con música

Introducción
Con nuestras manos podemos demostrar nuestro cariño hacia las personas,
animales, plantas, piedras, juguetes y todo aquello que nos importe cuidar.
Procedimiento
Se les dirá a los chicos que van a hacer algo con sus manos para ayudar a
sentirse bien a los demás y que para ello se van a colocar sentados uno detrás
del otro.
Cuando escuchen la música con las dos manos van a masajear la espalda
del compañero de adelante como si estuvieran pasándole una esponjita con
jabón, suavecito y con cariño.
Cuando la música se detenga, dejarán de hacerlo, y cuando vuelva a
sonar retomarán el masaje, así varias veces hasta que la música se detenga del
todo.
Luego se les preguntará cómo se sintieron al recibir y dar esos masajes
con sus manos.

Cierre
Se comentará con los niños que es muy lindo demostrar cuidado y cariño con
nuestras manos. ¡Qué suerte que tenemos manos para sentirnos bien y que los
demás se puedan sentir bien con ellas!

Fuente: Adaptación de Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por


el Colectivo No violencia y Educación, Madrid, marzo 1997.

6. ¡A colaborar!

Introducción
Anselmo: “¿Saben una cosa? Me contó Martina, la luciérnaga, que los vagones
del trencito antes, hace un tiempo, se peleaban mucho entre ellos para ver
quién era el primero que iba detrás de la locomotora… Hasta que un día la
locomotora se dio cuenta que no podían ir a pasear a ningún lado porque
estaban siempre peleando y peleando en vez de avanzar.
Entonces, yo, que soy un caballito pacifista, fui a ver qué pasaba y les
conté que mucho mejor que pelear era colaborar. ¿Saben qué quiere decir
colaborar? Ellos no sabían… y aprendieron… y a partir de ahora, andan siempre
juntos felices paseando y llevando chicos que festejan cumpleaños, y se sienten
muy bien de poder colaborar.”

Procedimiento
El maestro repartirá juegos para armar, como rompecabezas, juegos de
encastre y otros semejantes y se los dará a un niño de cada grupo de cinco o
seis, con la consigna de que debe armarlo solo.
A los cinco o diez minutos, se les sugerirá que lo pueden ayudar. Luego
se les preguntará cómo se sintieron ayudando y siendo ayudados y qué
utilizaron para hacerlo.
Los niños se darán cuenta que utilizaron sus manos para ayudar y que
colaboraron todos pues trabajar y jugar juntos significa colaborar.
Se les preguntará de qué manera utilizan sus manos en el aula o patio
para ayudar a los demás y colaborar.
Se mostrarán diferentes escenas de colaboración:

 Una niña que ayuda a cruzar la calle a una anciana.


 Un grupo de personas que están curando a un lobo marino que
apareció en la playa.
 Unos niños que leen a otros menores un cuento.
 Unas niñas armando juegos de encastre.
 Un grupo de obreros que se alcanzan los ladrillos entre sí.
 Un niño que ayuda a su papá a regar el jardín.
 Unas niñas que juntan los papeles arrojados en la playa.
 Una niña que mira un libro de cuentos junto a otros niños.
 Unos niños y niñas que borran el pizarrón.
 Unos niños que juegan con una pelota.

La maestra preguntará qué están haciendo las personas de las figuras


que observaron (a lo cual responderán que están colaborando) y comentará
con ellos que las personas para ayudarse, jugar y colaborar utilizaron sus
manos.

Cierre
Reflexionarán cómo con nuestras manos podemos ayudarnos entre todos, que
de esa manera las tareas y juegos son más fáciles y divertidos, que eso se
llama colaborar.

Fuente: LA AUTORA

7. ¡A bailar y saltar!

Introducción
Anselmo: “¡Me encanta verlos jugar así colaborando unos con otros para estar
contentos! Ahora me parece que se trata de hacer algo que yo hago muy bien
cuando corro por el campo bien temprano... y ¿saben qué es? ¿A que no
saben? ¿A ver si adivinan?”
Los chicos tratan de adivinar hasta que a alguno se le ocurre decir
“saltar”.
“¡Sí, saltar! Ustedes... ¿saben saltar? !Yo no sé bailar pero sí saltar...! ¿A
ver cómo saltan? Sí así... , saben... –dice Anselmo con voz de pícaro– pero eso
de saltar todos juntos colaborando no sé si podrán... porque colaborar, quiere
decir que todos tienen que ganar, y ganar es que cuando escuchen que la
música empieza a sonar todos tienen que estar dentro del círculo bailando y
cuando deja de sonar saltar todos juntos fuera.
Uno que quede fuera o dentro cuando no deben es porque todavía no
aprendieron del todo a escuchar y a colaborar... Así que ¡¡¡a ver si es verdad
que saben...!!!”
Se habrá dibujado un gran círculo en el suelo o colocado una manguera
o una cuerda u objeto similar que delimite ese círculo.
A la consigna previamente acordada todos los chicos saltarán dentro del
círculo y bailarán siguiendo el ritmo, cuando escuchen la otra consigna
acordada saltarán fuera del círculo.
Podrán tomarse dos de las manos y saltar juntos o bailar cerca del límite,
o buscar la estrategia para poder demostrarle a Anselmo que colaborando,
pensando en los otros y cumpliendo las tareas convenidas pueden ganar todos.

Cierre
Se hará notar que en los juegos en que sólo algunos ganan hay otros chicos
que pierden y que éstos muchas veces quedan enojados o tristes, en cambio,
cuando al colaborar todos ganan, quedan todos contentos.

Fuente: Adaptación de La Alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y


Carlos Martín Beristain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1997.

8. La sardina

Introducción
Anselmo: “¿Saben qué son las sardinas?, pececitos y como todos los pececitos
viven en el agua. Son chiquitas y cuando las mamás de ustedes las compran,
vienen en una lata o en un frasquito y están todas juntitas bien apretadas, unas
con las otras... Vamos a jugar a un juego que se llama: ‘La sardina’ ¡Me parece
que les va a gustar mucho! Bueno, ustedes en este juego van a parecerse a las
sardinas... Ahora van a saber cómo”.

Procedimiento
La maestra indica a los niños que van a jugar a esconderse, pero que esta vez
será de una manera diferente.
Un niño voluntario va a esconderse. El resto del grupo después de un
rato saldrá a buscarlo. Quien lo encuentre se esconde con él. Así hasta acabar
todas juntos como si fueran sardinas en lata escondidas en el mismo lugar.
Cierre
Verán cómo en este juego, ganan todas las sardinas al esconderse juntas y que
la diferencia con el otro juego de ‘La escondida’ es que en éste nadie pierde. Se
les podrá preguntar cómo se sienten al poder ganar todos.

Fuente: La Alternativa del juego II, citado como fuente M. Jelfs.

9. ¡Ja-ja-ja!

Introducción
Anselmo: “¿Saben que cuando nosotros los caballos estamos contentos
relinchamos de una manera especial...? ¿Saben cómo? (y hace un relincho raro)
es como si nos riéramos.
¿Les gusta reírse, estar contentos? A nosotros, los caballos, nos gusta
mucho porque cuando estamos contentos nos tratamos bien y nos peleamos
menos.
Les voy a enseñar un juego para reírse mucho”.

Procedimiento
El maestro les dice a los niños que se tiren al suelo. Primero uno, luego otro
pone su cabeza sobre la panza del primero, y así varios más. Una vez que están
todos, el primero dice: “¡Ja!” El segundo dice: “¡Ja!,¡Ja!” El tercero “¡Ja!, ¡Ja!,
¡Ja!” y así sucesivamente, aumentando el número de “¡Ja!”. Al llegar al final se
puede comenzar en orden inverso, de forma que la última persona comienza
diciendo tantos “¡Ja!” como jugadores haya, hasta llegar al primero que sólo
dirá un “¡Ja!”

Cierre
¡Cuando nos reímos todos juntos nos divertimos muchísimo! Y es muy lindo
porque todos quedamos contentos.
Fuente: La Alternativa del juego II de Paco Cascón, citado como fuente S.
Judson.

10. ¿Me quieres dulzura?

Introducción
Anselmo: “¿Ustedes me quieren? Yo sí a ustedes y ustedes a mí me irán
queriendo cuando me vayan conociendo, porque cuando nos conocemos nos
vamos haciendo amigos. Los amigos se dicen cosas lindas. Y también se ríen
juntos.
Vamos a jugar a un juego para reírnos y decirnos algo lindo. ¿Les gustan
los dulces? A mi sí, ¡me encantan!”.

Procedimiento
Se pedirá a los chicos que se sienten en ronda y se les dirá que van a ganar
todos o ninguno. El juego trata de que no se pueden reír.
Sentados en círculo, uno se para en el medio y empieza el juego
diciéndole a cualquiera: “¿Me quieres dulzura?” Esta persona responde: “Sí, te
quiero, pero ahora no puedo reírme.” Si esta persona se ríe, acompaña a quien
es el que pregunta al centro para ayudarlo a buscar más gente que se ría. Se
continúa de la misma forma hasta que todos hayan sido interrogados.
La intención es que todos o la mayoría terminen en el centro por haberse
reído.

Cierre
Se conversará con los niños sobre cómo se sintieron al no poder reírse y cuánto
se divirtieron al jugar todos juntos y no pensar que podían ganar oi perder.

Fuente: Qué tal si jugamos....otra vez de Guillermo Brown, Humanitas, Buenos


Aires, 3ª edición, 1992.
11. El dragón

Introducción
Anselmo: “¿Quiénes conocen qué es un dragón? ¿Les gustan los dragones?
¿Saben que a mí me gustan mucho? Hay algunos que son buenos y juguetones
y que son colaboradores como ustedes y uno de ellos me enseñó un juego que
quiero que ustedes conozcan. ¿Quieren convertirse en un gran dragón bueno y
colaborador? ¡Vamos a ver cómo lo hacen!”

Procedimiento
Se divide al grupo en subgrupos de seis o siete. Cada subgrupo se coloca en fila
enlazándose por la cintura. El primero de la fila será la cabeza del dragón, el
último, que llevará un pañuelo atado a la cintura, la cola. El pañuelo simbolizará
la cola.
La cabeza intentará tomar la cola de los otros dragones, y la cola,
ayudada por todo el grupo, que no lo logre.
Cuando una cola es tomada (se consigue el pañuelo) el dragón a la que
pertenece se unirá al que lo ha tomado, formándose así un dragón más largo.
El juego terminará cuando todo el grupo forme un único dragón.

Cierre
Los niños contarán qué les gustó más del juego y qué menos y se seguirá la
charla de acuerdo a los aportes que hagan orientándola a reconocer que cada
participante de cada grupo es igual de importante para jugar de esta manera
colaborativa.

Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín


Beristain, Los Libros de la Catarata, 2ª edición, 1997.

12. La gran serpiente

Introducción
Maestro: “Vamos a seguir colaborando, ahora para formar una gran serpiente,
enorme, ¡grandísima! como la Boa Sandra de los sueños de Anselmo... ¿Ya les
conté de ella? Creo que todavía no llegamos a esa parte de los sueños, pero les
cuento un poquito nomás, era una serpiente grandísima, que se llamaba Sandra
y pasaron cosas muy interesantes con ella.
Ustedes se podrán convertir hoy en ella, si lo hacen entre todos será
muy fácil y también divertido. Después le preguntaremos a Anselmo si le parece
que salió parecida, ¿quieren?”

Procedimiento
Se empieza por parejas. El animador explica al grupo que las parejas deberán
irse uniendo en el transcurso del juego, para llegar a formar a la serpiente
gigante.
Se pondrán de a dos, en el suelo, acostados boca abajo, tomándose de
los tobillos de la persona de adelante. Así se forma una serpiente de dos, ésta
irá reptando por el suelo. En un momento las serpientes de a dos se irán
uniendo de 2 en 2, formando grupos de 4 y así sucesivamente hasta formar
todo el grupo una gran serpiente.
Cada vez que se une una pareja a la serpiente más grande tratan de que
ésta no se rompa. También puede subir montañas, o pasar por un túnel o
enroscarse para dormir, o hacer cualquier otra cosa que surja del grupo o del
animador.

Cierre
Nuevamente comentarán cómo se sintieron jugando todos juntos y ganando
todos.

Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín


Beristain, Los Libros de la Catarata, Buenos Aires, 2ª edición, 1997.

Negrita, la hormiguita viajera


Negrita era una hormiguita muy trabajadora a la que le gustaba mucho pasear
por el campo para buscar su comida, charlar y jugar con sus amigas.
Su mejor amigo era Blandín. Blandín tenía su agujero de gusano muy
cerca del hormiguero de Negrita.
Aquella mañana Negrita se despertó temprano para buscar comida y
jugar un rato con Blandín.
Su olfato le decía que fuera del hormiguero debía haber un sol
espléndido. Había soñado que el día anterior muchas niñas habían estado
merendando cerca del hormiguero. “Habrá miguitas de pan y trocitos de queso.
¡Qué ganas tengo de salir! Hoy podré recoger muchas miguitas.”
Mientras esto pensaba, Negrita daba vueltas y más vueltas en su
hormiguero para encontrar la salida que no podía hallar.
“¡AH!, –se dijo Negrita– debo tener los ojos sucios de tanto dormir, me
lavaré la cara y me bañaré así estaré más limpia y despejada.”
De nuevo volvió a buscar la salida. Negrita no pudo más.
“No sé qué pasa pero aquí ha ocurrido algo muy grave. ¡Qué miedo! A lo
mejor ya no puedo salir ningún día. Si al menos viniera Blandín, él desde fuera
podría encontrar la salida”.
“¡Mamá, mamá! –llamó con voz miedosa– No puedo salir. ¡Ayúdame!”
Mamá hormiga la tomó de la mano y juntas intentaron buscar la salida.
Era imposible. No se veía allí ninguna claridad.
“¿Será que aún es de noche?”
Pero no. Ya todas las hormigas del hormiguero se habían despertado.
De pronto oyeron una voz que venía de afuera.
Pegaron sus oídos al suelo para escuchar...
“¡Es Blandín, es Blandín!”, gritó Negrita que había reconocido la voz de
su amigo el gusanito viajero.
“¡Blandííín! ¡Blandííín! –gritó Negrita–. No podemos salir. No encontramos
la salida.”
“¡Oh, Negrita! Se me acaban las fuerzas y no puedo quitar esto que tapa
la puerta de tu hormiguero. Lo debieron dejar las niñas que estuvieron jugando
ayer por aquí.”
“Blandín, ¿qué es esa cosa?”
“Yo no sé cómo se llama Negrita, pero si lo muevo un poquito rueda.”
“Pues, ¡muévelo!”
“No puedo, hay muchos papeles y no lo dejan rodar.”
“¡Es horrible Blandín! Me muero de pena por no poder salir.”
Papá y mamá hormiga, mientras tanto estaban pensando que aquello no
podía quedar así.
“Haremos un tren de hormigas. Empujaremos fuerte y así ayudaremos a
Blandín. Entre todas haremos rodar esa cosa que tapa la entrada del
hormiguero.
“¡A la una y a las dos!”
Todas las hormigas y Blandín empujaron al mismo tiempo y el objeto
rodó y rodó.
Blandín y Negrita se dieron un fuerte abrazo y empezaron a correr y a
saltar de alegría. Habían conseguido despejar la puerta del hormiguero.
Pero aquello no era suficiente. El campo no era el mismo del día anterior.
Parecía un pequeño basurero. Otras hormigas podían estar pasando la misma
situación que Negrita acababa de pasar.
Decidieron entre todas recoger todos los desperdicios que aquellas niñas
no habían tirado a la basura.
“Negrita –dijo Blandín– estoy muy cansado. Este trabajo que acabamos
de hacer no es para nosotras. Si ocurre otro día moriré del esfuerzo.
Deberíamos hacer algo para que esto no vuelva a suceder.”
“A mí no se me ocurre nada” –dijo Negrita.
“¡Oye, Blandín! Tu abuelo es muy sabio, él puede encontrar la solución.”
El abuelo de Blandín pensó que entre todas podrían hacer un letrero con
letras gigantes en el que pusiera:
“Nuestra vida es importante.
No tapen nuestro hormiguero
y...
Usen los basureros.”

Ahora sí que Blandín y Negrita podrían hacer tranquilamente el viaje del


día. Irían lejos hasta que el sol dejara de dar calor. Entonces volverían a sus
casas sin miedo de encontrar su puerta tapada.
CARMEN CALVO ROJO

SEGUNDO PRINCIPIO

EL LENGUAJE AMABLE

Introducción
Anselmo: “Cuando tuve mi segundo sueño, conocí a... ¿Se acuerdan a quién?
Vayan pensando... ella me enseñó a hacerme entender, a comunicarme con
amabilidad. ¿Saben qué quiere decir con ‘comunicarme’? Quiere decir hacer
saber a los demás cosas que a mí me pasan, que quiero, que siento, que
pienso, por ejemplo, me comunico cuando le digo a mi abuela: ‘Abu, me voy a
jugar un ratito al arroyo, o a la plaza...’ o a donde nos guste ir a jugar. O:
‘¡Marti, me gusta que seamos amigos!’ Y con amabilidad, quiere decir que se lo
digo de una manera linda, suave, tierna. Tratarnos de una manera especial en
que todos nos sintamos queridos, importantes y por eso contentos. ¿Quién
creen que pudo haberme enseñado eso que les conté... ¿Quién...? ¡¡¡Síííí...!!!
¡¡¡Acertaron!!! La lora Palmira, porque las y los loros repiten mucho lo que
escuchan, pero esta lora además de repetir y hablar mucho mucho, aprendió a
hacerlo de manera amable.
Para practicar juntos lo que aprendí, vamos a jugar juntos a varios
juegos ¿quieren?”

1. ¡Ay, que me pincho!

Introducción
Anselmo: “Saben chicos, cuando me despierto bien temprano y me voy a
desayunar el pastito fresco al lado del arroyo, paro bien mis orejas, así, y me
gusta ponerme a escuchar.
Y ¿a que no saben qué escucho?” (Los chicos responden qué creen que
escucha Anselmo: el sonido del arroyo entre las piedras, el del viento entre las
hojas, los relinchos de otros caballos, el piar de los pajaritos, etc.).
“Y me pasa que cuando llego al arroyo, allí el pasto es muy blando y
suave y esos sonidos también me parecen blandos y suaves.
Ustedes pueden escuchar esos sonidos y otros también, los de las
palabras.
¿Saben que hay palabras que son blandas y suaves y hasta dulces y
otras que son duras, y hasta amargas? ¿Cómo es el gusto amargo? ¿Cómo son
los sonidos fuertes y duros?”

Procedimiento
La maestra repartirá telas u objetos que resulten duras, pinchudas y ásperas al
tacto, como por ejemplo, los frutos de algunos árboles, papel de lija, piedras
con aristas que raspen, y les preguntará a los niños cómo es que las sienten al
tocarlas.
Luego les repartirá objetos de textura suave y delicada, como retacitos
de tela de estas características, papel de seda, un vellón de lana, plumitas de
pájaros, etc.
Les hará comparar qué sensaciones corporales diferentes les provoca
unos y otros.
Hará lo mismo con los sabores, probarán un limón, una hoja de radicheta
u otro alimento amargo y luego un caramelo.
Reflexionarán sobre cómo al tacto y al sabor lo que sintieron es diferente
y que con lo que escuchan puede ocurrir lo mismo, tal como les contaba
Anselmo.
Para ello escucharán sonidos que podrán estar grabados, tales como los
de tambores, el rumor de las olas, cantos de pájaros, música Heavy, un chillido
agudo de un animal, de una uña pasada por un pizarrón, un galope, un
maullido suave, un ladrido, etc.
Se les hará notar que las palabras también son sonidos y que hay
algunas que son suaves y dulces, y otras duras y pinchudas, pero que no sólo
son las palabras sino la manera de decirlas, lo que a veces hace que se sientan
de una u otra manera.
Se les dirá que harán un juego en que ellos deberán encontrar entre las
diferentes palabras que escuchen cuáles les provocan sensaciones dulces y
suaves y cuáles duras y amargas o ásperas, que a las suaves las llamarán
“amables” y a las duras “pinchudas”.
El juego lo harán de la siguiente manera:

 Un grupo de niños cerrará los ojos y al escuchar cada palabra si


les parecen amables, levantarán el pulgar, para arriba, para abajo
si las sienten pinchudas.
 Los demás observarán qué les ocurre a los compañeros que
tienen los ojos cerrados.
 La lista de palabras, que se puede haber dejado escrita en el
pizarrón podrá ser la siguiente:

o ¡Gracias!
o ¡Por favor!
o ¡Déjame tranquilo!
o ¡Ven a jugar conmigo!
o ¡Te odio!
o ¡ Te quiero!
o ¡Perdona ¡
o ¡Tonto!
o ¡Te voy a pegar!
o ¡Te doy un abrazo!

La maestra adaptará las palabras al grupo de sus alumnos, usando


aquellas más comunes a los niños y haciendo hincapié en el tono y volumen de
la voz usada en cada frase.
Si saben escribir, podrán dibujar escenas en las que se usan palabras
pinchudas, que serán escritas debajo, como si se tratara de una historieta y
otras en que se están usando palabras amables.
Podrán establecerse códigos comunicativos en los que, de acuerdo con
las palabras que usen cotidianamente quienes se den cuenta levanten o bajen
el pulgar, con el fin de desarrollar la atención en relación al estilo comunicativo
usado en diferentes circunstancias.

Cierre
Se comentará con los alumnos cómo también las plantas y animales reaccionan
diferente de acuerdo a cómo les hablamos. A partir de los siete años se les
podrán mostrar las fotos de las gotas de agua que toman formas muy bonitas o
muy feas de acuerdo a qué palabras lleven escritas en los recipientes que
contienen la muestra de agua. Por ejemplo, si se les dice: “amor, gracias,
comprensión”, las formas de las gotitas de agua son como joyas preciosas, si se
les dice: “¡Tonto!”; “¡Me das asco!”; “¡Te mataré!”; “¡Te odio!” el aspecto que
muestran es feo y deforme.

Fuente
LA AUTORA. La información vertida en el cierre fue tomada de Mensajes del agua
de Masaru Emoto, Barcelona, La liebre de marzo, 3ª edición , 2004.
2. El baile de las palabras

Introducción
¡Es muy lindo tratarse con amabilidad y también hacerlo cuando jugamos! El
ser amables todos los días un poquito se va metiendo adentro de nosotros
como cuando comemos chupetines muy ricos varias veces, tanto nos gusta que
queremos seguir comiendo chupetines otras veces. Cuando somos amables, es
parecido, nos vamos acostumbrando y aprendemos a hacerlo de manera
natural como cuando nos bañamos o lavamos los dientes, o saludamos con un
beso a papá o a mamá.

Procedimiento
Se dirá a los niños que van a bailar un baile muy especial, que se pondrá una
música y a medida que la vayan escuchando irán avanzando por el salón
bailando con los ojos cerrados, si se tropiezan con algún compañero abrirán los
ojos y sólo si le dicen: “Perdón, discúlpame” y el otro le contesta: “No es nada”,
podrán seguir jugando.
Otros niños estarán sentados esperando que alguien les diga: “Por favor,
¿quieres bailar?” A lo cual podrán responder: “Sí, gracias”. Y en ese caso
podrán ponerse en movimiento, si la invitación no responde a la consigna, no
podrá aceptar. Si al aceptar no dice: “Muchas gracias” no podrá bailar, hasta
que use la forma amable.
Se cuidará que todos tengan tanto la oportunidad de “sacar a bailar”
como de bailar y de usar la forma amable en cuanta oportunidad se presente.
Si alguno no la usa el coordinador o algún otro niño le hará la
observación con amabilidad, también, para que use dicha manera pues de lo
contrario no podrá seguir avanzando, quedará congelado como estatua, hasta
que alguien le diga: “¿Disculpa, necesitas ayuda?”
Si es necesario, podrán estar escritas las frases amables en carteles con
letras grandes y bien visibles, en diferentes partes del salón.

Cierre
Se preguntará a los niños cómo les resultó este baile, si les costó mucho, o
poco, o más o menos cumplir con las consignas.

Fuente: LA AUTORA.

3. El país de los amables (para niños con más de seis años. También
puede usarse resolución de conflictos)

Introducción
Anselmo: “Me parece que van a jugar un juego que no conozco... ¿Me dejan
mirar?”

Procedimiento
La maestra conversará con los niños que hace mucho tiempo existía un lugar
donde la gente era muy amable, o sea, se trataban entre ellos con sonrisas,
gestos, palabras suaves y dulces, y siempre era así.
Repartirá un mazo de cartas donde los personajes dibujados podrán ser
los de los sueños de Anselmo u otros.
En casi todos ellos se estarán representando gestos de amabilidad, un
gato ayudando a un ratón, un perro a un gato, la víbora Sandra sonriendo en el
medio de una ronda de viboritas pequeñas, una hormiga dándose la mano con
un oso hormiguero, etc.
En el mazo habrá algunas cartas en las que se están tratando con
hostilidad, dichas cartas representarán caras con expresiones de enojo, o
sacándose la lengua o empujándose.
El juego se jugará en una ronda de no más de diez chicos. El mazo
estará en el medio de la mesa alrededor de la cual se sentarán los jugadores.
En el mismo todas las cartas, salvo cinco, llevarán escritas frases que indiquen
acciones amables a realizar entre ellos o con personas u otros seres vivientes
que estén dentro del establecimiento (maestro de otra sala, portero, cocinera,
planta, animal, etc.).
La consigna será que sólo deben realizar las frases y acciones amables.
De a uno, todos los alumnos irán sacando una carta. Si a un niño que no está
atento le toca una no amable (por ejemplo “Tira los papeles de tus bolsillos al
suelo” o “¡Quiero tu merienda para mi, dámela!”) y la representa, quedará
fuera del juego hasta que sea salvado por algún compañero que lo elija para
compartir con él su propia carta amable y realizar la acción correspondiente en
conjunto. Si se da cuenta que le ha tocado una carta no amable y no la realiza,
podrá sacar otra carta y seguir jugando. Los textos podrán ser del estilo de los
siguientes:

 Dile alguna de estas frases a un compañero que elijas:

Frases amables:

o Gracias, por ser mi amigo.


o Es lindo jugar contigo.
o ¿Quieres ser mi amigo? ¡A mí me gustaría mucho que lo fueras!
o ¡Me gusta mucho jugar contigo!

 Realiza alguna de estas acciones:

Acciones amables:

o Abraza al niño que tenga el pelo más clarito de todas.


o Abraza al niño que tenga tu mismo nombre.
o Saluda con una sonrisa amorosa al que usa zapatillas del mismo color
que las tuyas.
o Acaríciale el pelo a alguien que sea más alto que ti.
o Hazle un regalito a alguien con quien te ríes mucho.
o Dile: “Te quiero mucho” a alguien que consideres un amigo muy bueno.
 Dile alguna de estas frases a un compañero que elijas:

Frases no amables:

o ¡No quiero jugar contigo!


o ¡Eres un tonto! Al compañero que está físicamente más lejos de él.
o ¡Tus zapatillas no me gustan! Al que es más alto de todos.
o ¡Todas los niños me molestan!

 Realiza alguna de estas acciones:

Acciones no amables:

o Patea el cesto de la basura.


o Arroja los papeles de tu mochila al suelo.
o Sácale la lengua al compañero, que tengas más cerca.
o Toma ese paquete de caramelos y comienza a comer sin convidar a
nadie.
o Esconde las fibras de la maestra.
o Tírale de la cola al gato.

Variante
Si los niños no saben leer, se podrán hacer las cartas personificando las
consignas con dibujos que representen las acciones.

Cierre
Se comentará con los niños, cómo se sintieron corporalmente (blanditos, como
algo suavecito en el pecho, con calorcito, etc.) cuando se trataron de manera
amable y ¡qué lindo es sentirse así!

Fuente: LA AUTORA

4. La canción de los amables

Introducción
Anselmo: “¿Saben? Suena, se siente y se ve tan lindo cuando se tratan
amablemente que me dan ganas de aprender a relinchar con amabilidad. ¿Se
podrá? Será cuestión de preguntarle a mi abuela Elma...”

Procedimiento
El maestro dirá a sus alumnos que van a cantar una canción que está
incompleta pues le falta un final a cada parte y que ellos la van a completar.
La canción tiene frases amables y cuando dice: “Me dan ganas de
decir...” dirán: “¡Síííííí!” todos juntos y con ganas, y cuando dice frases
pinchudas, al cantar: “Me dan ganas de decir...” van a decir “¡Noooooo!” De la
misma manera, con ganas y fuerza.
Hará un pequeño ensayo primero con los niños:

Cuando me dicen:
“¿Por favor, me dejas jugar?”
me dan ganas de decir: ¡Sí! (dejar que los niños completen)
Cuando me dicen: “¡Sal de aquí, niño tonto!”
me dan ganas de decir: ¡Nooooo!.
Cuando escucho: “¡Salí de la fila, ¡aquí estoy yo!”
me dan ganas de decir: ¡Nooooo!
Cuando escucho: “Disculpa, ¿me dejas aquí?”
me dan ganas de decir: ¡Siiiiii!
Si alguien me da su mano y me pide: “¿Podrías ayudarme, por favor?”
me dan ganas de decir: ¡¡¡Siiiiiii!!!
Si alguien me empuja y me grita: “¡Ya mismo, te vas de aquí!”
me dan ganas de decir: ¡Nooooo!
Si alguien se ríe y burla de mi y me dice: “¡Eres un torpe... A que no te animas
a jugar a esto!”
me dan ganas de decir: ¡Nooooo!
Si alguien me dice: “¿Quieres jugar con nosotros? Sería muy lindo para mí.”
me dan ganas de decir: ¡¡¡Siiiii!!!

Cierre
Se preguntará a los niños cuándo ellos pueden ser amables y con quiénes. Para
esto se les pedirá que digan a quién le dirían algunas de estas frases y cuáles
serían.

Fuente: LA AUTORA.

5. Las manos amables (para la resolución de conflictos, o el lenguaje


amable, más de seis años)

Introducción
Cuando las personas son amables entre sí hay menos peleas y cuando hay
menos peleas parece que es más lindo jugar y colaborar con otras personas
aunque no seamos amigos de ellas.

Procedimiento
Cada niño pondrá una mano dentro de una bolsa de papel que habrá sido
previamente dibujada con pelos, ojos y boca. Podrán ir circulando por el salón,
cada uno con una bolsa en una mano.
En el salón habrá carteles especialmente colocados con las siguientes
frases: “Perdón, disculpa”. Otro en el que estará la frase: “Gracias”. En otro:
”Por favor”. A una señal convenida se detendrán y de acuerdo al cartel donde
queden quietos las “marionetas manos”, se saludarán de la manera más amable
y cuidadosa posible, repitiendo la frase que le corresponda.

Variante
Para los más pequeños, en lugar de frases podrán ser láminas con dibujos
sobre los que previamente se haya conversado que representen escenas de los
sueños de Anselmo, donde hay dos de sus personajes pidiéndose disculpas, o
diciéndose: “Gracias” y “Por favor”.

Cierre
“¿No les parece que estamos aprendiendo a hablar en un nuevo idioma? ¡Es el idioma
del país de los amables! ¿Se imaginan si todas, pero todas las personas se hablaran
siempre así, en la calle, en el colectivo, en el supermercado, en las casas? ¿Qué pasaría
de diferente a lo que pasa a veces ahora? ”

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y


Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

6. Las palabras mágicas

Introducción
Ahora además de ser amables tendremos que estar muy atentos para poder
jugar y sobre todo escuchando con atención. ¡Abramos bien nuestras orejas!

Procedimiento
Los niños formarán en dos hileras enfrentadas, el maestro tendrá en sus manos
un paquete con un tesoro dentro que habrá que desenvolver. El tesoro estará
envuelto con tantos papeles como niños participen. En un momento
determinado arrojará el paquete a cualquier niño diciendo: “¡Por favor, necesito
que me abran!” El que lo recibe sólo podrá quitar un papel si dice en voz bien
alta: ”¡Gracias, yo lo haré!” Luego de quitar un papel lo lanzará a algún niño
repitiendo: “¡Por favor, necesito que me abran!” Y el que lo reciba repetirá la
frase: “¡Gracias, yo lo haré!” Si por algún motivo se le cae a quien lo recibe o lo
lanza, podrá recogerlo y volver a realizar lo que corresponda, siempre que diga:
“¡Discúlpame!”.
Quien se olvide o cambie las palabras mágicas, tendrá una prenda.
Cuando el tesoro quede al descubierto se repartirán las monedas de oro
del mismo (chocolate con papel dorado en forma de monedas) y nuevamente
para recibirlo dirán: “¡Muchas gracias!” Si no cumplen con las palabras, también
tendrán una prenda.
Las prendas consistirán en realizar gestos amables, como por ejemplo, ir
al patio y hacer un gesto amoroso con alguien o algo (animal, planta, objeto) y
decirle algo amoroso a la secretaria, a una preceptora o señora que atiende el
quiosco, o a quien ellos elijan.
La frase y/o la acción la pensará el niño y la practicará previamente,
pues se les hará notar que no sólo es amable lo que se dice sino cómo se dice.
Algunas acciones podrán ser recoger los papeles del aula o de un sector
del jardín y así ser amables con la tierra o el lugar donde están. Se podrá
realizar con su propia mochila, ordenándola y limpiándola, o también con un
árbol, o con un animalito.

Cierre
Se pensará entre todos de cuántas maneras diferentes se puede ser amable y
qué es ser amable: amoroso y cuidadoso con todo lo que nos rodea. También
cada niño decidirá qué acciones amables realizará durante la semana, y cada
día la dibujará en una libretita que llevará consigo. Esta podrá llamarse: “Mi
librito de la dulzura”, por ejemplo.

Fuente: LA AUTORA.

7. Haciendo morisquetas
Introducción
¿Saben que con nuestra nariz, boca, ojos, podemos hacer caras diferentes?
Miren la que hago yo... ¿Les gustó?
Y ustedes ¿saben hacer caras raras? ¿A ver? Vamos a jugar un juego
para hacer eso, morisquetas, así podemos llamar a estas caras, y vamos a ver
qué tal somos para imitarlas, como el espejo nos imita a nosotros cuando nos
miramos.

Procedimiento
Los niños sentados en ronda, la maestra se sentará en la misma y les dirá a los
niños que también pueden demostrar ser amables con sus gestos de la cara y
del cuerpo.
El juego se iniciará cuando la maestra haga un gesto con su cara que
demuestre amabilidad.
Entonces hará una amplia sonrisa y lo mirará al niño de la derecha, éste
lo imitará y la pasará al de su derecha y así rápidamente hasta terminar la
ronda. Luego hará lo mismo con muchos otros gestos, de enojo, de
aburrimiento (con un bostezo), de amor (mirándose a los ojos con ternura), de
indiferencia, de cuidado (pasándose una mano por los hombros), de risa (con
una carcajada), de rechazo (con un suave empujón), de pena, etc.
Terminado el juego, se reflexionará sobre cuáles fueron los gestos con
que mejor se sintieron.
Entre todos dibujarán un mural donde las personas se tratan entre sí y
tratan a la naturaleza y a todas las cosas de manera amable.

Cierre
Se comentará qué fácil es contagiarnos (como cuando nos contagiamos un
resfrío) de los gestos y cosas que hacen los demás. Nosotros también podemos
contagiar, pero en vez de resfríos, palabras y acciones amables. Que cuando
nos sentimos amables por dentro, es fácil que nos salga un tono de voz, una
mirada y también nuestra cara se vea amable, o sea, sonriente y tranquila y
también cuando aprendemos a hablar de manera amable, nuestros gestos y
caras empiezan a ser del mismo modo.

Fuente: Adaptación de Qué tal si jugamos... otra vez de Guillermo Brown,


Humanitas, Buenos Aires, 3ª edición, 1992.

8. Quiero contarles que...

Introducción
Es muy bueno saber cómo la manera en que nos escuchamos a veces ayuda a
que los demás se sientan contentos, tristes y a veces hasta enojados.
Con este juego nos vamos a divertir y a darnos cuenta qué nos pasa de
acuerdo a cómo nos escuchamos.

Procedimiento
Se pedirá la colaboración de dos niños que deberán salir del aula. En la elección
de los mismos se tendrá en cuenta sobre todo el que a uno de ellos no le
afecte los chistes o críticas de los demás.
A los que quedaron en el aula se les dirá que cuando entre uno de estos
chicos les va a relatar algo que para él es importante y harán como si no lo
escucharan, se pondrán a conversar entre ellos, a jugar, a bostezar, a mirar
para otro lado.
Quien entre y haga el relato comenzará diciendo “Yo quiero contarles
que...” Esto durará un tiempo breve, hasta que se dé cuenta que no le están
prestando atención.
Entonces se le preguntará cómo se sintió y cómo cree que fue tratado, si
con amabilidad o no. Realizados los comentarios suficientes se le pedirá al otro
niño que entre al aula y que realice también un relato que le resulte interesante
compartir.
Previamente el resto de los compañeros habrán recibido la consigna de
que lo escucharán con mucho interés y atención.
Terminada su narración, se le preguntará si fueron amables o no, al
escucharlo y cómo se dio cuenta.

Cierre
Entre todos compartirán cuál es la diferencia en el trato que recibieron los
voluntarios y cómo ser amable es también interesarse por los demás prestando
atención a quien quiere compartir algo que cree valioso con los demás.
También que ser amable se demuestra al escuchar en silencio y con atención si
otra persona quiere contarnos algo.

Fuente: Adaptación de La mediación para la niñez de Fran Schmidt, Alice


Friedman, Jean Marvel, Peace Education Foundation, 1995.

9. Te paso mi regalo más querido

Introducción
Anselmo: “¡Este juego me gusta mucho a mí! Me lo enseñó mi abuela Elma y
dice que se jugaba mucho antes, cuando ella era muy chiquita. Se trata de
pensar qué es lo que más nos gusta de nuestros juguetes o cosillas con que
nos entretenemos... por ejemplo, yo tengo una campanita que me regaló mi
amiga la ovejita Marta y me encanta empujarla con el hocico, tomarla con mis
dientes y hacerla sonar. ¡Tiene un sonido lindísimo! ¿Ustedes tienen algo que
les gusta mucho y que lo cuidan un montón? Piensen qué es...”

Procedimiento
Se colocará a los niños en ronda y se les dirá que hagan con sus manos como
un huequito y coloquen allí, de “mentira” lo que más quieren de sus juguetes o
cosas que les gusten. Se darán varios ejemplos, un autito, una piedrita de
colores, un pececito, y se les preguntará cuáles son esos tesoros.
Cuando cada uno eligió el suyo, lo colocará imaginariamente en su
manito, y se lo pasará al niño de su izquierda diciéndole: “Por favor, cuida
mi...” Y el niño lo tomará y le dirá: “Gracias, yo lo cuidaré...” Y hará como si lo
guardara en un bolsillo. El niño de su izquierda le dará el suyo diciéndole: “Por
favor cuida mi...” A lo cual le contestará: “Gracias, yo lo cuidaré...” Y así hasta
terminar la ronda.
Luego se hará el juego en forma inversa diciendo: “Te devuelvo tu...
¿me devuelves mi...? ¡Gracias por cuidarlo!”
Este juego también podrá hacerse con objetos reales de los niños que
habrán traído de su casa, o que tengan en la escuela.

Cierre
Se preguntará si les resultó fácil entregar su “tesoro” cuando saben que a quien
se lo dan lo va a cuidar y tratar con amabilidad y comentarán cómo es diferente
prestar las cosas que les resultan muy queridas y valiosas si temen que no las
cuiden lo suficiente.

Fuente: Adaptado de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996.

10. ¡Burrito, avanza!

Introducción
Anselmo: “A mí me gusta mucho que los chicos me inviten a pasear y cuando
me tratan con amabilidad yo los llevo a ellos sobre mi lomo y ¡nos divertimos
mucho juntos! Tengo un amigo, que es parecido a mí, pero también un poco
diferente, es un ¡burrito! ¿Conocen cómo son los burritos?
A él le encanta que lo cuiden y sean amables con él, pero cuando no son
de esa manera ¡se porta como un burro! No hay quien lo pueda hacer caminar.
¿Quieren aprender cómo hay que hacer con Felipe, porque así se llama,
para que camine?”

Procedimiento
Se les dirá a los niños que, uno de ellos hará de burro, se pondrá en cuatro
patas, y los demás lo harán avanzar sólo con caricias, golpecitos suaves hechos
con un rollo de papel de diario y palabras dulces como: “A vanza, cariño” o “Ven
aquí burrito lindo”. O “¿Quieres caminar? ¡Hazlo, por favor!”
Podrá hacerse en un grupo grande de niños o en grupos de siete a diez
niños. En el primer caso el burrito estará en el medio de la ronda y todos
sabrán hacia donde deberá llegar. De a uno, se irán acercando diciéndole las
palabras amables, acariciándole la cabeza o el lomo, o haciéndole golpecitos
suaves con el rollo de papel. Sólo avanzará si se lo trata amablemente,
cumpliendo las consignas dadas por la maestra.
Si se juega por grupos a cada grupo corresponderá un burrito. Al llegar a
la meta habrá un regalo para el burro que, como todos fueron amables y
gracias a todos se cumplió la meta, se compartirá.

Cierre
Reflexionarán sobre cómo se sintieron, corporalmente, tanto los que hacían
avanzar al burrito como los burritos.

Fuente: Adaptado de La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano y


Carlos Martín Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977.

Bibliografía recomendada:
Vázquez Vigo, Carmen: La fuerza de la gacela, SM, 12ª. edición, Madrid.

La historia de Augusto

“¡Que te salgas de mi camino dije!” ―exclamó Augusto a grito pelado.


“Pero yo estaba primero, disculpe Augusto” ―contestó el sapo Hugo con toda la
razón del mundo.
“¡Ah! ¿Con que te quedas allí?, ahora verás” ―y diciendo esto Augusto, el ratón
más grande de todo el bosque comenzó a saltar arriba de la cabeza del sapo Hugo. Tanto
le dolía al sapo que tuvo que cambiarse de piedra y dejar pasar al ratón.
“¡Que tonto eres!” ―se reía Augusto mientras iba cruzando el arroyo.
Siguiendo su camino se cruzó con un hormiguero de hormigas bebés, con su
primer hormiguero. Éstas estaban festejando su reciente construcción cuando vieron
venir a Augusto tan envalentonado que gracias si tuvieron tiempo de huir y ser testigos
de la destrucción de su hogar que tanto tiempo les había llevado hacer.
“¿A quién se le ocurre hacer un hormiguero justo cuando tengo que pasar?”
―replicó Augusto que sin disculparse siguió por donde venía.
“¡Qué fea te queda esa piel nueva!” ―le gritó a la serpiente Martita que con
tanto esfuerzo había podido renovar su piel después de tantos años y tan contenta
estaba.
A paso firme avanzaba opinando siempre algo del que se cruzara.
“¡Que olor feo sale de tu boca!” ―decía con repugnancia frente al castor Raúl
que era sabido que no le gustaba lavarse los dientes.
“¡Y tú, ese peinado te queda fatal!” ―se reía de la pobre Mabel, la lagartija
anciana a la cual le quedaban solo cinco pelos con los que se hacía un gran rulo en su
cabecita avejentada.
Augusto en el bosque era conocido por todos justamente por su mala fama. Era
totalmente atropellador, nunca pedía disculpas, jamás agradecía nada y pocas veces
sonreía. Vivía muy solo y nadie quería acercársele mucho.
Un día común como tantos otros, Augusto se despertó en la oscuridad casi
asfixiado. Sin poder moverse siquiera entendió que su cueva se había derrumbado
entera sobre él. Comenzó a gritar auxilio y pedir ayuda pero nadie lo escuchaba. Iban
pasando las horas y el aire era cada vez menos. Sepultado en tierra y con mucho
esfuerzo logró hacer un agujerito con su cabeza por donde entraba un poquito de aire,
desde ahí lograba ver apenas el mundo de afuera y presionado por el poco tiempo que le
quedaba suplicaba ayuda.
Le había importado poco la vida pero no quería morir, se daba cuenta de todas
las cosas que todavía le faltaba hacer y por primera vez deseó vivir con todas sus
fuerzas.
Pasó por ahí el sapo que escucho el pedido de Augusto. Al mirarlo le dijo:
“Pero que cosa es la vida Augustito, ahora me necesitas y pides que te saque,
pero te diré que no perdemos nada si te mueres, que te ayude otro, yo no lo haré” ―y
sin decir más siguió su camino. Tanto era lo que había sufrido Hugo con los
aprovechamientos de Augusto.
Escuchó la súplica del ratón la serpiente Martita que acercándose al agujerito le
dijo:
“Veamos, veamos que tenemos acá, ¡Ah! es el pobre Augusto pidiendo ayuda.”
“¡Sácame, sácame!” ―pedía el ratón desesperado.
“Si alguna vez me hubieras dicho algo lindo te sacaría, pero como siempre te
ocupaste de hacerme sentir mal que te ayude otro, yo no te ayudaré.” Y tranquilamente
se fue por donde había venido, tan maltratada había sido por el ratón.
Él en su soledad recapacitaba. Realmente nunca había sido muy amable. Al
distinguir a Raúl, el castor, volvió a tener esperanzas, el sí lo ayudaría.
Éste al escucharlo desde lejos le gritó:
“Por nada del mundo me acercaría ¿sabes? Digo, por mi mal aliento, no quiero
escuchar más desprecio de tu parte, que te ayude otro, yo no te ayudaré.” Tan
discriminado había sido el castor por no lavarse los dientes.
A Augusto le quedaba cada vez menos tiempo de vida. Cuando se acercaron el
grupo de hormigas bebé creyó con fe que estaría a salvo.
“¡Ayuda, ayuda, me estoy asfixiando!” ―gritó el ratón con la poca fuerza que le
quedaba.
“¡Miren el ratón con su casa derrumbada! ¿Qué se siente Augustito no tener
hogar? Que te ayuden otros, nosotras no lo haremos.” Tan apenadas se habían sentido
las hormigas con su primera construcción destrozada.
Augusto ya sin esperanzas empezó a rezar pidiendo disculpas al cielo por todo el
mal que había causado.
Con los último rayos del sol pudo distinguir a Mabel la lagartija anciana. Ya casi
sin voz suplicó:
“¡Mabel sácame de aquí!”
La lagartija se acercó más y en vez de negarse para sorpresa del ratón le
preguntó:
“¿Cómo se pide?”
“Por favor Mabel, por favor, discúlpame por todas las veces que me reí de ti,
prometo que no volveré a hacerlo más. Te pido permiso para que me dejes vivir, ya sufrí
demasiado y el dolor me ha hecho comprender todo el mal que hice a los demás. Te lo
suplico devuélveme a la vida.”
Y Mabel que era anciana, sabia y poco rencorosa le contestó:
“Sólo las palabras mágicas te han salvado. Recuerda siempre que la amabilidad,
las sonrisas y el agradecimiento son la clave para vivir en paz y en armonía. Espero que
hayas aprendido tu lección.” Y sin decir más comenzó a cavar túneles alrededor de
Augusto y éste de a poco pudo empezar a moverse y quitar todo el peso de encima suyo.
Augusto le agradeció de corazón.
La lagartija antes de irse agregó:
“Escucha bien Augustito y recuerda para siempre lo que te voy a decir. Antes de
decir nada a nadie pregúntate si lo que estás por decir suma, aporta o colabora a quien
estás hablando; si no es así, mejor guárdate tu opinión.” Y sencilla y tranquilamente se
fue alejando.
Augusto había aprendido más en un día que en toda su vida.
Al día siguiente fue comentario de todo el bosque tal había sido su cambio.
Agradecía todo el tiempo, sonreía, pedía permiso, dejaba pasar, pedía disculpas
y lo que era maravilloso era que todo el mundo lo trataba bien.
Era tan fácil contribuir a que el mundo fuera mejor.
Con el cambio y el ejemplo de Augusto todo el bosque se fue transformando y
algo que podría haber sido una catástrofe se convirtió en un milagro para todos los
animales del lugar.

CIARABAU
TERCER PRINCIPIO

LAS OREJAS SON PARA ESCUCHAR

Anselmo: “Chicos, ustedes saben que el conejo Esteban me enseñó lo bueno


que era saber escucharnos; él es un gran maestro para esto porque aprendió a
usar sus grandes orejas, ya que para eso son las orejas, ¿no les parece?
A mí me encanta que ustedes también sepan escuchar. Para eso vamos
a compartir unos lindos juegos.”

1. Buscando a la mamá gallina

Introducción
Para poder aprender lo que el conejo Esteban le enseñó a Anselmo, hay que
abrir grandes las orejas y eso quiere decir estar muy atentos a los sonidos.

Procedimiento
Se les dirá a los niños que se toquen las orejas y pasen el dedo por todos los
caminitos o formitas que hay dentro de ellas.
Que se las miren entre ellos y verán que todas son muy parecidas pero
al mismo tiempo diferentes. Se les preguntará qué ven de diferente o de
parecido.
Luego, harán mucho silencio para poder escuchar los sonidos del
entorno, de adentro del aula y de afuera.
Se les pedirá que recuerden algunos sonidos que conozcan (para lo cual
los que quieran podrán imitarlos), como por ejemplo, de un trueno, de los
caballos cuando corren, de la lluvia sobre el techo, de las bocinas de los autos,
de ladridos, maullidos, pajaritos, etc.
Luego de estos primeros reconocimientos recibirán las instrucciones del
juego:
Uno o varios de los niños, (según la cantidad de participantes)
escucharán en secreto, la consigna de lo que van a hacer como si fueran un
papá o mamá gallina y que cuando los otros niños les tomen de la mano y les
pregunten: “¿Pío, pío?”, deberán hacer silencio y tomar la mano del que se las
ofrece.
Los niños que no hacen de papá o mamá gallina jugarán con los ojos
cerrados todo el tiempo, hasta que se les avise que pueden abrirlos. Ellos
tendrán que ubicar a la mamá o papá gallina preguntando: “¿Pío, pío?” e
intentando tomar de la mano a una mamá o papá gallina. O sea que, cuando
hacen la pregunta y no les contestan y toman su mano sabrán que encontraron
a la mamá o papá gallina y permanecerán en silencio y tomados de la mano.
Si no ocurre así seguirán buscando y preguntando hasta que encuentren
a la mamá o papá gallina.
Así se seguirá el juego hasta estar todos juntos.

Nota
Si se hace a campo abierto, será bueno delimitar el terreno, para que puedan
andar sin tropezarse.

Cierre
Se comentará con los niños cómo es necesario hacer mucho silencio para poder
escuchar bien, en este caso a la mamá/papá gallina.

Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín


Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977.

2. Coro, coronita, es

Introducción
Jugaremos a un juego muy divertido y para poder participar hay que prestar mucha
atención al escuchar pues nos va a permitir divertirnos más y tratarnos amablemente.

Procedimiento
La maestra de espaldas a los niños que están en un grupo, da la consigna “Uno, dos y
tres. ¡Coro, coronita es!”
Cuando termina de dar la consigna se dará vuelta. Los niños quedarán como
congelados, tal como si fueran estatuas. Luego se dará vuelta para quedar nuevamente
de espaldas y seguirá dando diferentes consignas que los niños irán obedeciendo: ¡A
volar!, ¡en cuatro patas!, ¡a maullar!, ¡con pasos cortitos!, ¡en puntas de pié!, ¡saltando!
Cada vez que la maestra se dé vuelta y diga “¡Coro, coronita, es! volverán a quedar
congelados. Cuando lleguen cerca de la maestra, irán a la pared contraria cumpliendo
con las otras consignas para luego volver a empezar.
Cada vez que se empiece de nuevo la maestra dirá cómo quiere que avancen los niños.

Cierre
Verán cómo el prestar atención al escuchar les va permitiendo jugar armoniosamente y
sin conflictos.

Fuente: Aporte de Loli Bordalio Ortiz, Semillas de paz, pertenece a publicaciones


editadas por el Colectivo No Violencia y Educación, Madrid, marzo 1997.

3. Audición musical
Introducción
Cuando escuchamos podemos oír sonidos muy diferentes. Hay algunos que nos pueden
dar ganas de movernos, otros, de estar tranquilos y callados, otros de cantar.
Vamos a escuchar los sonidos de los instrumentos que hacen música.

Procedimiento
Se pondrán diferentes ritmos y se irán dando las consignas adecuadas a los sonidos:

 ¡Ahora van a dibujar al ritmo de la música!


 ¡Nos movemos al ritmo de la música!
 Cerramos los ojos y distinguimos los sonidos de las maracas, del triángulo, de la
pandereta, de la flauta, de la guitarra, de la trompeta, del tambor.

La maestra hará sonidos de animales diferentes como el búho, el ratón, la


paloma, el pato, la gallina, el gato, el lobo, un beso, un estornudo, una carcajada, un
bostezo y los vamos imitando con los ojos cerrados.

Cierre
Los niños se darán cuenta qué variados y distintos pueden ser los sonidos y cómo
cuando están atentos pueden descubrir esas diferencias.

Fuente: Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No


violencia y Educación, Madrid, marzo 1997.

4. El pueblo dice

Introducción
Anselmo: “Este juego me hace acordar a mi Soleada, el campo
donde yo vivo con mi abuela y mis amigos. Me estoy
acordando qué cosas decimos cuando lo jugamos.
A ver... Mmm… ¡Sí, ya sé! ¡Todos tenemos que repetir los sonidos que
hacemos! Empieza así: uno dirige el juego y dice: “En La Soleada dicen que todos
hagan: ¡muuu!”.
“En La Soleada dicen que todos hagan: ‘¡croac, croac!’ Y así todos vamos
haciendo muchos sonidos de animales diferentes. ¿Me dejan mirar a ver cómo lo juegan
ustedes?”

Procedimiento
De pie y en círculo, cualquier participante da una orden y el resto la obedece.
Las órdenes pueden ser divertidas y absurdas y lo importante es que para
obedecerlas deben comenzar con la frase: “El pueblo dice que caminen como patos”.
“El pueblo dice que zapateen”, “...que se tapen la nariz”, “...que se rasquen la cabeza”,
“...que se muerdan la rodilla”, “...que salten en un pie”, “...que se meneen así”, “...que
maúllen como un gato”.
Quien se equivoca, inicia el nuevo movimiento a realizar. Entre las consignas se
deberá incluir: “El pueblo dice que nos callemos y escuchemos”.
Para terminar se podrá decir: “El pueblo dice que nos sentemos pues el juego se
acabó”.
Se puede aprovechar este juego para introducir consignas tales como: “El pueblo
dice que ordenemos la clase...”, “...que juntemos los papeles del suelo...”

Cierre
Reflexionarán sobre si les resultó fácil o difícil o ninguna de las dos maneras obedecer
las consignas y en el caso de que así haya sido en dónde estuvo la dificultad más
importante.
Recordarán cuándo en la vida diaria, en la casa y en la escuela, se les dan
consignas para que las cumplan, como por ejemplo, hacer una compra, u ordenar el
salón, o cuidar al hermanito y se darán cuenta de cómo es que ellos las escuchan y las
cumplen.

Fuente: Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No


violencia y Educación, Madrid, marzo 1997.

5. Si tú tienes muchas ganas de...

Introducción
Muchas veces tenemos ganas de hacer cosas y no podemos, como de comer un chupetín
en clase, correr cuando hay que estar sentados o saltar cuando hay que caminar.
Esta vez vamos a jugar un juego en el que podremos hacer esas cosas que
tenemos ganas de hacer, pero para ello tendrán que cumplir con algunas consignas como
ser aplaudir una, o dos , o tres veces, o más, según sea lo que les indique.

Procedimiento
El maestro hará una demostración con un chico de la siguiente manera:
Cuando yo cante esta canción ustedes deberán hacer lo que dice la canción y
aplaudir la cantidad de veces que escuchen.
“Si tú tienes muchas ganas de saltar (el chico salta una vez, la maestra aplaude
una vez, el chico aplaude una vez) ...si tú tienes muchas ganas de saltar (ídem) ...si tú
tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de saltar
(ídem)”.
“Si tú tienes muchas ganas de reír (el chico dice dos veces ¡Já! Já! con la
maestra y aplaude dos veces con ella) ...si tú tienes muchas ganas de reír (ídem) ...si tú
tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de reír
(ídem)”.
“Si tú tienes muchas ganas de zapatear (aplaude tres veces junto con la maestra
y zapatea tres veces), si tú tienes muchas ganas de zapatear (ídem), ...si tú tienes
muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de zapatear
(ídem)”.
“Si tú tienes muchas ganas de bailar (aplaude cuatro veces y mueve su cuerpo
cuatro veces, con la maestra), ...si tú tienes muchas ganas de bailar (ídem), ...si tú tienes
muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de bailar (ídem)”.
Luego de hacer esta demostración participarán todos los niños imitando las
consignas dadas por la coordinadora.
Para complicar el juego y si la edad lo permite, se podrá aumentar el número de
los aplausos como también variar el contenido de las consignas (“Si tú tienes muchas
ganas de bostezar, besar, abrazar, estornudar, levantar un pie, etc.”).

Cierre
Se comentará cómo cuando todo el grupo cumple con las consignas demuestra que
estamos todos unidos, como si fuéramos un solo cuerpo, que así como sucede con ellos
sucede cuando actuamos cuidando a los demás y a todo ser viviente, como si fuéramos
todos uno solo.

Fuente: Tradicional

6. Sé qué animal eres

Introducción
Anselmo: “¡Este juego a mí me encanta! Saben, nosotros los
animales tenemos unas orejas que saben escuchar muy bien.
¿Alguien puede decir por qué es tan importante para nosotros
poder escuchar bien? ¡¿A que no lo saben?! ¡Síííííí!
¡Acertaron! Así nos podemos dar cuenta cuando nos llaman
para comer, o para jugar o cuando hay algún peligro, como
un cazador y entonces poder escapar a tiempo... También nos
podemos dar cuenta por los truenos si viene una tormenta
fuerte... y para muchas cosas más.
Les propongo que juguemos juntos para saber qué tal
escuchan ustedes. ¿Quieren?

Procedimiento
Se vendan los ojos de un participante que está de pie, en el
medio de un grupo sentado en círculo a su alrededor. Quien
tiene los ojos vendados recorre el círculo y se sienta sobre
algún a compañero que está sentado en dicho círculo. En ese
momento, el que estaba sentado imita el sonido de un animal.
Si reconoce quién es el que imitó el animal se saca la venda y
se la coloca a quien imitó al animal. Si no adivina continúa el
paseo, sentándose sobre otro hasta que pueda reconocer quien
es el que imita al animal.

Cierre
Comentarán cuánta atención deben prestar para darse cuenta
quién es el que imita al animal, pero sobre todo cuánto es lo
atentos que están todos los días para conocer a sus
compañeros por el sonido, ritmo, tono de su voz o alguna otra
característica.

Fuente: La alternativa del juego II, Seminarios de Educación


para la Paz, Los libros de la Catarata, 3ª edición, 1995.

7. Viene un barquito cargado de...

Introducción
Ustedes saben que conocí un puerto donde había barquitos muy particulares, sólo
podían llevar un solo tipo de cosas, si querían agregarle algo diferente, no querían
navegar.
Vamos a cargar muchos barquitos con cosas que empiecen todas con la misma
letra. ¿Qué les parece?

Procedimiento
Se sentará a los niños en círculo y el coordinador se pondrá de pie en el medio.
Comenzará el juego cuando con una pelota de papel, o de algún otro material blando y
liviano la arroje a uno de los participantes diciendo: “Viene un barquito cargado
de ...polleras”.
El que recibe la pelota, lo más rápido posible la arrojará a otro niño diciendo una
palabra que empiece con la misma letra por ejemplo: palmeras.
Y así seguirá el juego con palabras que empiecen con la letra “p” hasta que a
alguien no se le ocurra qué decir. En ese caso se contará hasta diez para darle una
chance, si tampoco contesta los compañeros de la derecha e izquierda podrán ayudarle.
En un momento en que se agoten las palabras de ese tipo, se seguirá con una
palabra que comience con otra letra y así se seguirá el juego hasta que todos estén de
acuerdo en que se dé por terminado.

Cierre
Notarán cómo todos participaron contentos pues el ayudar a otros a jugar y el ser
ayudados produce mucha satisfacción, y cómo de tanto practicar sus oídos se habitúan
cada vez más para escuchar, lo cual es muy bueno para poder aprender a ser pacifistas
como Anselmo.

Fuente: Tradicional.

8. El león pacifista

Introducción
Anselmo: “¿Saben chicos? ¿Alguna vez pensaron que un león
podía ser pacifista? ¿Saben qué significa “pacifista”? ¡Amar
la paz! La paz es poder llevarse bien con los demás aunque
sean muy diferentes a nosotros y aunque no sean nuestros
amigos.
Yo conocí un león que era pacifista, como el lobo que se hizo amigo del cerdito
y a quienes yo los ayudé a amigarse. Ese lobo también se hizo pacifista.
Ahora vamos a jugar un juego en el que hay leones pacifistas. Creo que les va a
gustar”.

Procedimiento
Habrá un león cada diez chicos. El león estará detrás de algo que simbolice la puerta de
la jaula, por ejemplo, una silla.
Cada león sabrá cuál es la palabra que le permite salir de la jaula para jugar y no
atacar.
A los niños se les habrá dado previamente una palabra a cada uno escrita en un
papel que sólo conocerá su dueño y se practicará con ellos el modo amable con que
deberán decirlas. El león también sabrá que sólo podrá convertirse en pacifista si se le
dice la palabra correspondiente acompañada con el modo adecuado para poder salir de
la jaula.
En la puerta de cada león estarán los niños que deberán intentar que el león salga
pacíficamente. Los niños irán diciendo de a uno las palabras que les toquen.
Ante cada palabra o modo que no corresponda el león podrá parecer feroz
rugiendo con fuerza. Cuando escuche su palabra y dicha en un tono amable, correrá la
silla y jugará con los niños como un manso gatito.
Si está distraído y no reconoce la palabra quedará encerrado en su jaula enojado
y feroz.
Los leones que hayan salido contagiarán a los otros niños participantes que se
convertirán también en leones pacifistas y jugarán entre ellos.
Algunos ejemplos de palabras, podrán ser: conejo, lagartija, zapatilla, oso
hormiguero, tirabuzón, papas fritas, milanesas, flotadores, cocodrilo, etc.
La palabra mágica podrá ser “milanesa”, por ejemplo.

Cierre
Reconocerán cómo los leones así como las personas reaccionan amablemente o de
manera torpe o enojadas de acuerdo a qué palabras escuchen y también de acuerdo al
modo cómo se les digan.

Fuente: LA AUTORA.

9. La balsa salvadora (escucha y cooperación, niños de seis a ocho


años)

Introducción
Anselmo: “¡Me encantaría jugar a este juego, pero yo soy muy grandote para
entrar en una balsa. ¿Saben lo que es una balsa? ¿Quién sabe? Parece que en
ella podrán cruzar un río muy profundo. ¿Se animarán a cruzarlo?”

Procedimiento
La maestra repartirá por el suelo hojas de papel de diario hasta hacer una gran
alfombra. Dirá a los niños que van a jugar a un juego que se llama: “¡Nos
salvamos todos!”.
Les dirá que esas hojas son una balsa que usarán para cruzar el río y
llegar a la otra orilla, y deberán usarla pues es muy profundo para llegar de
otra manera.
Algunos de los niños, tendrán papelitos de color azul, otros colorados,
otros amarillos, y otros verde.
Al escuchar el silbato sonar una vez podrán entrar a la balsa los que
tengan papelitos de color azul. Al escucharlo dos veces, los que tengan de color
verde, tres veces, los de color colorado, y cuatro veces, los de color amarillo.
También habrá quienes tendrán sólo de color blanco y ellos son los que
deberán ser salvados por sus compañeros pues no pueden entrar sin su ayuda.
Ellos sólo escuchan sonidos de animales y aves y tendrán en su papelito de
color blanco el dibujo de un animal o ave.
Si no está la balsa llena no podrá avanzar, pues la consigna que le dejó
el capitán es que, o lleva a todos o no lleva a nadie, pues se trata de una balsa
muy colaborativa, quiere que se salven todos.
La maestra, les dirá a los chicos que están dentro de la balsa en secreto
el nombre de algún animal o ave que deberán imitar y todos juntos harán
dicho sonido. Cuando lo escuche el dueño del papel que tenga ese animal o
ave, saltará lo más rápido posible a la balsa.
Así harán hasta que todos hayan entrado y recién entonces esta
empezará a avanzar hacia la otra orilla donde los esperará una sorpresa. La
maestra puede estar esperándolos con un gran paquete de chocolates o frutas.
Sólo cuando todos los chicos estén en la balsa ésta avanzará. El avance
se realiza haciendo como si navegaran y arrastrándose sentados, como en
trencito, tomados de la cintura y con ayuda de los pies, hasta llegar al lugar
que representa la otra orilla que podrá estar señalizado por una cinta o soga de
color llamativo. Si alguno queda fuera, tendrán que salir y volver a repetirse el
juego.

Cierre
Se conversará sobre cómo es muy lindo jugar cuando todos pueden ganar y
cómo fue importante escuchar con atención para poder jugar.

Fuente: LA AUTORA
10. La nave del faraón

Materiales: Pañuelos para vendar los ojos.


Cantidad de participantes: Todo el grupo de alumnos.

Procedimiento
El coordinador relatará la siguiente historia: “El faraón debe ser trasladado a otra región
por sus esclavos, pues corre peligro su vida, en una noche absolutamente oscura, sin
luna, a través de un tramo de un río totalmente lleno de cocodrilos hambrientos. El
faraón es el único que llevará unos anteojos especiales con los que podrá ver el camino
e irá sobre los hombros de uno de sus esclavos más fuertes y corpulentos dando
indicaciones sobre la ruta a seguir mediante variaciones de un sonido”.
Una vez que decidan entre todos quién es el faraón, éste elegirá el sonido de un
animal o ave que le resulte fácil de imitar. Suponiendo que sea el chistido de una
lechuza, todos sabrán la consigna de que, si deben girar a la izquierda, oirán un chistido,
a la derecha, dos, detenerse, tres, hacia atrás, cuatro.
Los esclavos formarán una hilera y representarán la embarcación tomando
firmemente la cintura del que está delante. El primero de la hilera será quien guíe los
cambios de dirección. Todos avanzarán en completo silencio, para escuchar los sonidos
y con los ojos vendados. En el medio de la hilera, irá el faraón sentado en los hombros
de uno de sus esclavos.
Cuando el que dirige la embarcación, o sea el primero de la hilera escucha cada
señal, deberá cambiar de dirección y con él el resto de los tripulantes. El coordinador
colocará una música acorde con el avance rítmico de los remos; cada vez que detenga la
música, el faraón dará una consigna y la embarcación cambiará de dirección. El juego
durará hasta que la confusión, los lleve a que alguno se salga de la hilera, el faraón se
caiga, u ocurra cualquier otra circunstancia.
Si resisten sin caerse ni equivocarse, todos tendrán una recompensa. En cambio
si no llegan al final del viaje ninguno podrá acceder a la recompensa pues significará
que la misión no tuvo éxito.

Cierre
Se comentará con los alumnos cómo les resultó el hacer silencio para escuchar las
consignas, cómo estamos todos unidos en la embarcación y el acierto o equivocación de
algunos influye en las conductas de todos. También que, para colaborar para un fin en
común se requiere dejar de lado el estar pensando sólo en sí mismos. Se darán cuenta
que jugando de manera colaborativa aunque no ganaron unos y perdieron otros igual se
divirtieron.

Fuente: LA AUTORA

La historia de Ramona

Ramona era una vizcacha como cualquier otra. Tenía los ojos rasgados y grandes y unos
dientes filosos como cuchillos, como todas las vizcachas.
Vivía con su gran familia en los alrededores de un camping de Entre Ríos, una
provincia de la Argentina. Todas las noches salían de cacería a sacar el alimento de los
acampantes y llevarlo para su madriguera. Y así había crecido, escondiéndose de día
para a la noche vivir intensamente en sus rondas nocturnas, como habían vivido sus
padres, sus abuelos y toda su parentela.
Desde hacía tres años con la llegada de la primavera Ramona entraba en
problemas. Era la época en que llegaban las golondrinas y traían noticias de sus viajes,
de los colores del sol reflejado en aguas transparentes, de animales desconocidos, de
lunas de ensueños. Ramona pasaba días enteros escuchando historias y cada año se
preguntaba que pasaría si ella se fuera de viaje. Pero este año era distinto no sólo porque
ella estaba más grande si no también estaba más cansada de vivir escondiéndose de día,
alimentándose de sobras, cavando túneles todo el día. Tenía que tomar una decisión
pero necesitaba ayuda y con su familia no podía contar ya que de ninguna manera la
apoyaban.
Entonces decidió salir a caminar por los senderos que llegaban hasta una playita
más alejada del río. Necesitaba aclarar sus dudas sobre qué paso tomar. En eso estaba
cuando de repente se sintió observada, y al fijar su vista en el piso descubrió a una
pequeña serpiente que la saludaba desde abajo.
“Hola” –se presentó la pequeña– “Mi nombre es Marisol y por la cara que tienes
creo que estás en problemas”.
“Sí, algo de eso hay” ―respondió Ramona un poco tímida.
“Si quieres me puedes contar” ―insistió Marisol con ganas de hablar.
“En realidad estoy confundida. Debo tomar una decisión y no me animo”.
“¡Ah! A mí me pasa siempre, a cada rato tomo decisiones. La última vez fue
cuando me mudé de árbol. Fue tan positivo el cambio. Claro que extraño a mi árbol
anterior y todo el tiempo vuelvo a visitarlo. Ah! Otra vez me arrepentí toda la vida,
porque me separé de una amiga querida, pero que en realidad era muy chusma. Y ahora
que me acuerdo, el año pasado tuve que decidir de qué color pintarme el penacho”. Y
diciendo esto se tocó como un montoncito de pelo que tenía en la pelada. Parecía pelo
de mentira pero Ramona no dijo nada.
“Bueno gracias” ―se despidió Ramona que había quedado más confundida que
antes. La verdad es que estaba de malhumor. Esa serpiente lo que menos había hecho
era escucharla. Y siguió su camino mirando fijo el piso.
Al rato se encontró con María Marta una mariposa conocida suya. Apenas le
contó lo que le estaba pasando la mariposa empezó:
“¿Y adónde te irías?”
“No sé, todavía no sé muy bien si me voy...” ―contestó Ramona dudando.
“Pero ¿cuándo?” ―insistió María Marta.
“Me gustaría en estos días, pero no estoy muy segura”.
“¿Y con quién?” ―preguntaba la mariposa inquieta.
“Creo que sola” ―respondía Ramona que cada vez tenía menos ganas de hablar.
“Pero, ¿te vas a animar tu solita?”
“No lo sé, lo estoy pensando”.
“Pero, ¿irte a dónde concretamente?”
“No importa María Marta no te preocupes, en realidad no sé si me quiero ir,
mejor sigo mi camino” ―respondió cansada Ramona de que le hiciera tantas preguntas
sobre algo que realmente ella no tenía certeza. Y siguió, ahora desorientada. Dudaba de
todo, sentía que nunca iba a poder cambiar de lugar, que todo le daba miedo, que lo
suyo eran sólo sueños. Y triste como estaba se puso a llorar.
Pasaba por ahí un pato que se detuvo al escucharla. Ramona entre sollozos
comenzó a contarle algo de lo que le pasaba y el pato sin dejarla terminar de hablar le
dijo:
“Mirá bonita te voy a dar un consejo, quédate en tu casa que tienes comida
segura. Si te vas, ¿de qué vas a alimentarte? ¿Te piensas que es muy fácil conseguir
comida? Si fuera así todo el mundo se estaría yendo. Yo en tu lugar seguiría mi
consejo”. Y diciendo esto se fue caminando muy campante rumbo al río.
Ramona ya no daba más. Tenía la cabeza como una olla de agua hirviendo, cada
vez más confundida y más perdida. Casi sin darse cuenta entró a la cueva de los
murciélagos donde había un silencio total ya que estaban durmiendo la siesta. Cerró los
ojos con fuerza esperando escuchar una respuesta en su corazón, cuando otra vez se
sintió observada. Dicho y hecho un murciélago adulto la estaba mirando. Antes de que
el murciélago dijera nada Ramona le gritó:
“Mira estoy muy confundida y no quiero ningún consejo, no me interesa tu
opinión, ni que me cuentes de tu vida, ni que me hagas preguntas. ¡Todos, todos hablan
pero nadie me escucha de verdad!”
El murciélago la observaba con total atención. Cuando Ramona se hubo
tranquilizado un poco se presentó:
“Mi nombre es Marito y si quieres hablar tengo todo el tiempo del mundo para
escucharte”. Como Ramona vio que venía en serio y que además Marito tenía cara de
sabio, empezó a contarle sus dudas, sus sueños, sus miedos, todo lo que pensaba y
sentía. Marito seguía inmóvil casi como una estatua.
Cuando por fin Ramona se cansó de hablar le pidió un consejo a Marito que
seguía sin decir palabra:
“Dime Ramona, ¿qué te daría más paz irte o quedarte?” ―preguntó por fin el
murciélago.
Ramona sin dudarlo respondió que irse, pero que le daba mucho miedo el
cambio. Le contó que en la historia de su familia nunca antes nadie había viajado y que
sería un paso muy importante para ella.
“Si tantos son tus sueños, si tanto es lo que quieres puedes probar, si no resulta
puedes volver, tu familia comprenderá” ―sugirió Marito con cautela.
A Ramona le brillaban los ojos, de imaginarse nada más cruzando el río le
agarró tanta alegría que empezó a saltar sin poder parar. Eso haría, tomaría una lancha
nocturna y prepararía su equipaje. Se animaría, sí, ella podía hacerlo.
Ahí no más le agradeció a Marito el escucharla tan sabiamente y partió a los
saltos para su casa.
Tal era la alegría que tenía al contar su futuro viaje, que su familia no pudo hacer
otra cosa que apoyarla.
Y así fue que esa noche de luna llena Ramona partió con su saquito a rayas y una
pequeña valijita.
Dicen los del camping que cada año Ramona volvía de visita y traía regalos y
cuentos de todos los lugares que había conocido. Aprovechaba en cada viaje a visitar a
su amigo Marito que había sido su guía y maestro. Con él había aprendido el silencio y
la escucha de corazón.
Ramona se convirtió en una vizcacha muy sabia, sacando de los otros lo mejor
que pueden dar y transformando los desconciertos en certezas, la luna en la mejor
compañía y el silencio en un amigo para toda la vida.
CUARTO PRINCIPIO

TODO LO QUE EXISTE ES MUY VALIOSO


PODEMOS APRENDER A CUIDARNOS
Y CUIDAR A NUESTRO MARAVILLOSO PLANETA

1. ¿Qué soy yo?

Introducción
Hemos estado aprendiendo, cuando Anselmo nos contó su sueño y su encuentro con el
conejo Esteban, cómo y cuánto podemos escuchar con nuestros oídos; también qué
cosas amables podemos decir con nuestra boca usando el lenguaje amable y con
nuestras manos siendo amorosos, colaborando y cuidando todo lo que existe.
Vamos a seguir aprendiendo qué otros tesoros maravillosos tenemos en nuestro
cuerpo, y quienes somos.

Procedimiento

Anselmo: “¡Me encanta estar con ustedes porque están


aprendiendo muchas cosas buenas y lindas además de
divertirse juntos.
Vamos a jugar un juego que se llama: ¿Qué soy yo?”
La maestra irá dando las consignas y los alumnos irán respondiendo:
Tengo plumas y vuelo, ¿qué soy?
¡Un pájaro! (contestarán los niños).
Tengo pelos y ladro, ¿qué soy?
¡Un perro! (contestarán los niños).
Tengo aletas y nado, ¿qué soy?
¡Un pez! (contestarán los niños).
Tengo alas chiquitas y pico, ¿qué soy?
¡Un bichito! (contestarán los niños).
Tengo ojos, y boca y orejas y nariz y manos y hablo
y me paro derecho, ¿qué soy?
¡Un humano, como yo! (contestarán los niños, imitando en esta
contestación a la maestra si no les surge espontáneamente).
Tengo pinches y cuatro patas, ¿qué soy?
¡Un puercoespín! (contestarán los niños).
Tengo orejas largas, peludas y salto, ¿qué soy?
¡Un conejo! (contestarán los niños).
Tengo la piel lustrosa con dibujos y me arrastro,
¿qué soy?
¡Una serpiente! (contestarán los niños).
Doy leche y hago muuuu, ¿qué soy?
¡Una vaca! (contestarán los niños).
Puedo dibujar y cantar y reír, ¿qué soy?
¡Un humano como yo!

Cierre
Conversarán sobre cómo todos somos distintos por fuera pero iguales por dentro en el
compartir el mismo milagro de la vida, ¡todos estamos vivos y eso es maravilloso!

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y


Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.
2. Soy como…

Introducción
Si estamos todos unidos, podemos encontrar parecidos entre cada uno de nosotros y
algunos objetos o seres de la naturaleza. ¿Alguna vez se les ocurrió pensar por qué se
les ponen sobrenombres a las personas? ¿Saben qué son los sobrenombres?
Nosotros ahora vamos a jugar a encontrar a qué o a quiénes podemos
parecernos.

Procedimiento
El maestro conversará con los niños sobre qué encuentran en la orilla del río, o del mar
o en un parque, en los patios de sus casas o en la calle, que les llama la atención y a
veces recogen para jugar.
Ellos podrán decir que han visto por ejemplo: un trozo de madera quemada, una
esponja, una pila gastada, un cristal, una cuerda, un tapón de corcho, un hierro corroído,
una piedra erosionada, un caracol, una botella vacía, y muchas cosas más.
Se podrá tener una caja llena de esos “pequeños tesoros” o pedirles que los
vayan trayendo ellos y guardando en ese lugar.
Se invitará a que cada uno tome aquel objeto con el cual se identifica más por
sus cualidades positivas y que lo lleve consigo. Luego al regresar a la sala de
reuniones, se sentarán en círculo y cada uno mostrará qué eligió y contará qué
encontró de positivo en él que lo llevó a identificarse, de acuerdo al siguiente modelo
de frase:

“Yo soy… un caracol porque…, si escuchan con atención mi voz, o las cosas
que digo, suenan lindo”
“Yo soy... esta plumita... porque soy muy suave”
“Yo soy... esta madera... porque soy muy fuerte”
“Yo soy... esta cajita de colores... porque soy linda”
“Yo soy... esta cuerda... porque conmigo se puede jugar”

El maestro, dará uno o dos ejemplos previos para animarlos a usar la


imaginación y encontrar rasgos positivos.
Parte de la consigna será que no se pueden decir cosas en negativo, por
ejemplo: “Yo soy, este papel... porque es muy brilloso y es bonito... pero no sirvo para
envolver porque soy muy chiquito”.
También se cuidará que las frases se expresen en primera persona.

Variante
Si la edad lo permite, y mencionan rasgos negativos se los puede motivar a
encontrar la parte positiva de lo aparentemente negativo. Por ejemplo, en el caso del
papel, no sirve para envolver pero se lo puede llevar fácilmente en un bolsillo, o sea
puede ir a todas partes.

Cierre
Los alumnos tomarán conciencia de qué sienten en el cuerpo al decir: “Yo soy“.
Por ejemplo, que pueden sentirse importantes, y eso lo sienten, como si “se les
agrandara el pecho o estuvieran más altos” y cómo si se usa el “Yo soy” con palabras
que los desmerezcan, como por ejemplo: “Soy torpe” o “Eres torpe”, los puede hacer
sentir poco valiosos y las sensaciones corporales serán muy diferentes a las primeras.
Reflexionarán sobre dichas sensaciones que algunas les gustan y otras no.

Fuente: Adaptación de Recursos para el tiempo libre 3 de José Miguel Burgui, C.C.S.,
Madrid, 1999.

3. ¡Podemos saber que...!

Introducción
Anselmo: “¡Qué lindos chicos que son, los miro con mis
grandes ojos y me doy cuenta de que están contentos! ¡Me
gustan mucho sus voces y parece que huelen muy bien...,
algunos tienen olor a caramelo, y cuando me tocan siento que
tienen una piel suavecita.
Vamos a cantar una canción muy linda sobre cómo son
un tesoro como humanos pues son..., a ver ¿cómo son?”.
Procedimiento
La maestra irá mostrando las partes del cuerpo, del rostro y los niños irán imitando sus
movimientos, gestos y repitiendo sus palabras:

Con nuestros ojos podemos mirar


las aves, el cielo, el mar transparente,
las flores, y amigos con quienes jugar.
Con nuestra boca podemos gustar
comidas muy ricas y hablar y cantar.
Con nuestra nariz podemos oler
las tortas sabrosas que están en el horno.
Con nuestras manos podemos tocar
al gato, al conejo, al perro Gaspar.
Con nuestros oídos también escuchar
de Anselmo, nuestro amigo, su lindo trotar.
Con nuestro cerebro podemos pensar
y saber que es muy lindo
¡¡¡mirar, gustar, oler, tocar y escuchar!!!

Cierre
Los niños conversarán sobre cuántas cosas lindas se pueden conocer y disfrutar gracias
a que con los ojos pueden ver, con los oídos escuchar, con la boca gustar y hablar, con
la nariz oler y con las manos y la piel tocar, acariciar y ser acariciados. Que los animales
también pueden hacer casi lo mismo, menos hablar como nosotros, aunque igual se
comunican de otra manera.
Se darán cuenta que los humanos podemos tener conciencia, con nuestro
cerebro, de todo aquello que sentimos y aprender a darnos cuenta qué pensamos; que
todo nuestro cuerpo es muy valioso y por eso es bueno cuidarlo tratándolo con cariño y
respeto.
Pensarán de qué manera lo pueden cuidar, por ejemplo comiendo lo que les hace
bien para crecer (darán ejemplos, como verduras, frutas, cereales, etc.) bañándose todos
los días, acostándose temprano, entre otras cosas.

Fuente: LA AUTORA
4. La cajita misteriosa

Introducción
Anselmo: “¡A mi me encantan los misterios! ¿Me pueden dejar jugar con ustedes? Sí,
por favor. ¡Por favor! ¡Les daré muchas gracias si me dejan! ¿No merezco jugar por
usar el lenguaje amable?”

Procedimiento
El maestro colocará a los alumnos en ronda y les pedirá que, de a uno vayan pasando
una cajita que tendrá un espejo pegado adentro. Se les dirá que es una cajita misteriosa y
que contiene un tesoro muy valioso.
Cada uno que lo mira la deberá pasar cerrada a su compañero, sin hacer ningún
comentario y cuando se termina la ronda una vez que todos hayan observado lo que hay
en la caja el maestro preguntará a los alumnos:
“¿Qué observaron al abrir la caja? ¿Por qué se les dijo que era un tesoro? ¿Qué
es lo que hace que a todos les guste poder tener un tesoro? ¿Cuál es el tesoro que
encontraron?”

Cierre
Reflexionarán que son un tesoro pues valen mucho ¡por el sólo hecho de estar vivos!
Que todo lo que está vivo (y hasta las piedras tienen vida) es muy pero muy valioso.
Es por eso que como uno cuida un tesoro pues vale mucho es que ellos aprenden a
cuidarse a sí mismos y a todo lo que existe.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez , Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.
5. Mis propios tesoros

Introducción
Anselmo: “¡Me encantan los tesoros! ¿Alguna vez encontraron un tesoro escondido?
¿Saben que yo sí? Siempre me gustaron mucho los cuentos de tesoros y magos y hadas
y esas cosas. Una vez de tanto escuchar cuentos me puse a buscar en el campo donde
vivo para ver si encontraba alguno enterrado bajo un árbol... Me pasé buscando y
buscando y nada... No encontraba nada... Un día mi abuela, que sabe mucho, me dijo
que sí, que había muchos en el campo y que sólo tenía que mirar y escuchar con
atención. Entonces, abrí grandes mis ojos y mis orejas y estuve un rato así y nada... No
encontraba nada. Mi abuela al darse cuenta qué me pasaba, me dijo: ‘¡El tesoro eres...
tu! Y tus amigos y las plantas y los árboles, y los pajaritos, y las piedras, y el viento y el
agua...’ ¡Fue tan lindo darme cuenta que estamos llenos de tesoros y nosotros mismos lo
somos!
¿Quieren descubrir sus propios tesoros ahora?”

Procedimiento
Se les dirá a los niños que van a completar unas frases para darse cuenta cómo ellos son
muy valiosos y también otras personas y cosas, y que por ello son también tesoros.
Dichas frases podrán ser del siguiente estilo:

 Algo que me gusta mucho hacer y sé hacer muy bien: ...


 Algo que me gusta mucho de mi cara, cuerpo, voz...
 Algo lindo que la gente que me quiere casi siempre me dice...
 Qué tiene de bueno y lindo alguna persona que quiero mucho...

Cuando las completen las podrán leer en grupo. El número de frases será el
adecuado según la edad de los niños.
Luego dibujarán, en grupos de seis o cinco, los tesoros que encuentran en la
naturaleza, pececitos, piedritas, abejas, flores, etc. y entre todos unirán sus trabajos para
realizar un mural.
Se los orientará para que se incluyan a sí mismos en el mural, entre dichos
tesoros.

Cierre
Se les puede proponer que piensen y escriban alguna acción de cuidado que van a
realizar durante la semana dirigida a alguna persona, animal, planta, lugar etc. y que la
especifiquen esto quiere decir que van a pensar y decir qué van a hacer, cuándo, dónde,
dirigida a qué o a quién/es.
Podrán decir por ejemplo: “Yo esta semana voy a ir a visitar a… y le voy a decir
que…” O: “Voy a ocuparme de que mi perro tenga agua limpia todos los días y…”.
Transcurrido ese lapso de tiempo como parte de la tarea constatarán cuál o
cuáles tareas realizaron y cuáles fueron los resultados (qué ocurrió de nuevo, si ocurrió,
a partir de dicha acción).

Sugerencias para seguir trabajando con el tema


Para cuidarse y cuidar a los demás, es bueno:

 Hablar con respeto y delicadeza aunque estén enojados (diciendo “discúlpame,


permiso, perdón, por favor”).
 Aceptar los sentimientos ajenos aunque no les gusten.
 Tratar con cuidado a animales, plantas, manteniendo limpias las calles, los ríos,
la playa, el aula, la casa.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez , Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

6. Abrazos musicales cooperativos

Introducción
Anselmo: “¿Saben que yo, además de un caballito pacifista
soy un caballito muy cariñoso? ¡Sí, me encanta que me hagan
cariños, y que los chicos me abracen, aunque yo no puedo
hacerlo porque los lastimaría con mis patas tan fuertes! Pero
sí les puedo hacer mimitos con mi hocico...
Y, ¿saben qué? Cuando uno es amable y cariñoso es más fácil ser pacifista, es
decir, llevarnos bien con los demás y ayudar a que otros lo hagan.
Estos juegos que vienen ahora son muy, pero muy cariñosos, y por eso, ¡¡¡muy
pacifistas!!!”

Procedimiento
Una música suena, mientras, los participantes bailan por el salón. Cuando la música se
detiene, cada persona abraza a otra. La música continúa, los participantes vuelven a
bailar, si quieren con su compañero. La siguiente vez que la música se detiene, se
abrazan tres personas. El abrazo se va haciendo cada vez mayor, hasta llegar a un
abrazo final.

Cierre
Comentarán cómo se sintieron abrazándose y cómo uno abraza al otro porque siente
cariño por él y que, en realidad, cuando nos damos cuenta que podemos sentir cariño
por todo lo que existe es muy lindo y como es un tesoro dan ganas de abrazarlo y
cuidarlo.

Fuente: La alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Berastain,
Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977.

7. Esto es un abrazo

Introducción
A veces abrazamos sólo a quienes queremos o nos quieren, pero también podemos
empezar a abrazar a un árbol, un gatito, y hasta a un juguete o... ¿por qué no a alguna
tía, o a alguien a quien no hemos abrazado nunca?

Procedimiento
Todas las personas sentadas en círculo. La que comienza A, le dice a la de su derecha:
“Esto es un abrazo” y le da uno. B le pregunta: “¿Un qué?” y A le responde: “Un
abrazo” y se lo vuelve a dar. Luego B le dice a C (el de su derecha): “Esto es un abrazo”
y se lo da. Luego C pregunta a B: “¿Un qué?” y B le pregunta a A: “¿Un qué? Y A
contesta a B: “Un abrazo” y le da uno. B se vuelve a C y le dice: “Un abrazo” y se lo da.
Así sucesivamente. La pregunta: “¿Un qué?” siempre vuelve a A, quien le envía de
nuevo los abrazos.
Simultáneamente A manda por su izquierda otro mensaje y gesto: “Esto es un
beso” Y se lo da, siguiendo la misma dinámica.

Cierre
Pensarán a quiénes le darán abrazos durante la semana, a quiénes siempre o
habitualmente abrazan, y a quiénes no y si les gustaría empezar a hacerlo.

Fuente: La alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Berastain,
Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977.

8. Carteles afectuosos

Introducción
Cuando tenemos un tesoro lo cuidamos de muchas maneras. Estuvimos aprendiendo a
cuidarlo demostrando cariño con abrazos. También podemos hacerlo con palabras que
muestren qué cosas lindas vemos y sentimos de los otros.

Procedimiento
Se comenzará hablando sobre las cualidades que podemos notar en algunos seres que
nos gustan mucho y con quienes es lindo estar. Pueden mostrarse escenas que induzcan
a nombrar cualidades tales como valiente, generoso, bueno, divertido, simpático,
amable, fuerte, ingenioso, buen amigo, compasivo, alegre, etc.
Dichas escenas podrán estar representadas en figuritas, láminas o ser sugeridas
en alguna historieta o cuento que leerán con tal propósito.
Cada niño pensará en una cualidad que escribirá en secreto en una hoja referida a
otro niño de otro grupo. La maestra podrá darle el nombre del compañero que le toca a
cada uno, si conoce las preferencias de los mismos tratando de respetar las inclinaciones
naturales y también que todos reciban una cualidad.
Cuando los chicos comiencen a circular por el salón se procurará que éstos
coloquen en la espalda del compañero elegido la cualidad que escribió para él.
Una vez que hayan terminado de hacerlo se sentarán de nuevo en sus grupos y el
de su derecha, le leerá en voz alta al niño de la izquierda qué le han escrito.

Cierre
Conversarán sobre qué sintieron al recibir el cartel, si les parece adecuada la cualidad
que les tocó y en qué notan que la practican específicamente, cuándo, con quién y qué
cosas hacen y/o dicen para ello.

Variación
1. A cada participante se le coloca un trozo de papel en la espalda (con un alfiler). Cada
uno escribe un comentario positivo en la espalda del otro. Cuando todos han escrito
algo, cada participante lee la hoja de papel de su espalda. Si desean compartir lo que
está escrito, pueden hacerlo. Se los invita a llevarse la hoja a casa y tenerla a la vista.
Este es un ejercicio muy poderoso.

Observación
Este ejercicio se recomienda hacerlo con un grupo que lleve ya un tiempo trabajando
juntos.

2. Se puede dividir la clase en tres grupos. Cada grupo forma un círculo. Se reparte una
hoja en blanco a cada participante. El dueño de su hoja coloca su nombre en letras de
imprenta mayúsculas. Cuando el coordinador dé la consigna cada uno pasará la hoja al
compañero de la izquierda y éste escribirá dos cualidades positivas de la persona cuyo
nombre tiene en su hoja. Y así se seguirán pasando los papeles hasta que cada uno tenga
en sus manos el papel con su propio nombre donde colocará él mismo dos cualidades
que considere de sí mismo. Finalmente cada uno leerá en silencio su lista y luego el
compañero de la izquierda en voz alta, primero el nombre del dueño de la hoja y luego
los rasgos positivos.

Observación
Como en la primera modalidad, se recomienda hacer este ejercicio con un grupo que
lleve ya un tiempo trabajando juntos.
Cierre
Se comentará qué sienten en el cuerpo cuando leen y escuchan los rasgos positivos de sí
mismos y qué efectos producen en los demás las emociones que se despiertan ante lo
positivo. También reflexionarán sobre qué grado de conocimiento tienen de sí mismos,
si se asombraron o no de las cualidades nombradas sobre cada uno.

Fuente: Adaptación de Dinámicas de grupo para la comunicación, de Juan Carlos


Pisano, Bonum, 6ª. edición, 2001.

9. Entretejiendo los cuidados

Introducción
Se podrá reflexionar sobre cómo las acciones de las personas influyen sobre otras, y a
veces sobre personas o seres que no conocemos.
Pensarán en qué acciones positivas hay que realizar para beneficiar al planeta,
para cuidar el aire, el agua, la tierra, los animales, plantas, árboles y cómo cuidando
estos elementos también nos cuidamos entre las personas, ya que sin agua pura o los
árboles que purifican el aire que respiramos, o la tierra que no produce frutos, no
podríamos vivir.

Procedimiento
Cada persona piensa en dos acciones que ya hace y otras dos que le gustaría desarrollar
más, para cuidar al planeta, como por ejemplo, recoger los papeles del suelo o los
plásticos en las orillas de ríos y mares, o cerrar las canillas que quedaron abiertas.
Luego elegirán un color de lana para representar cada una de esas acciones. En silencio,
los participantes trenzan sus cualidades. Se los invita a reflexionar sobre a quiénes
benefician ellos con esas acciones que ya realizan y cómo podrían hacer para desarrollar
las otras dos. Luego se sientan en círculo y cada uno comparte con los demás las que
eligió. Cuando todos han hablado, se les pide que aten la cinta trenzada sobre la frente.

Cierre
Tomarán conciencia sobre cómo lo que hacemos todos los días, aunque parezca
pequeño para cuidar al planeta, ayuda a que los tesoros vivientes que somos, como parte
de la Tierra que habitamos, podamos seguir existiendo y que somos responsables de
ello, cada uno en su medida.

Variación
El mismo ejercicio puede hacerse con cualidades positivas personales.

Fuente: Adaptación del libro Management zen, de D. Hunter, A. Bailey, B. Taylor,


Troquel, Buenos Aires, 1996.

10. Sintiendo en el cuerpo los tesoros

Introducción
Es interesante hacer notar a los alumnos que cuando reciben halagos o piensan en cosas
positivas el cuerpo lo siente, o sea, ocurren cosas diferentes a cuando son criticados y
que, lo que a uno le ocurre, también le sucede a los otros cuando no son valorados. Que
no se valora al otro cuando se lo critica o insulta o nombra con palabras que lo
desmerecen. (Se podrá comentar la experiencia de “La molécula del agua” del Dr.
Emoto “Mensajes del Agua).
Estos signos corporales se manifiestan en la respiración, la postura corporal, la
tensión en alguna parte del cuerpo, la expresión facial, los puños cerrados con ganas de
golpear, etc.
Mientras describen estos signos se puede pedir a los niños que los representen o
puede hacerlo, también, la misma maestra para que ellos los puedan reconocer en el
cuerpo del otro.

Procedimiento
La maestra les dirá que para comprobarlo harán el siguiente ejercicio:

Se colocarán de a dos, decidirán quién es A y quién es B; cuando escuchen la


consigna “comiencen”:
A.1) A le dice a B cinco comentarios negativos sobre alguien o algo
como por ejemplo: “Fulano es un mentiroso”. O: “Tal comida es una porquería”.
A. 2) B hace lo mismo y A lo escucha del mismo modo.
Terminada esta parte del ejercicio se sigue con la segunda.
B. 1) A le dice a B cinco comentarios positivos sobre alguien o algo, o
cosas que le gustan de otros.
B.2) B hace lo mismo y A lo escucha del mismo modo.
Es importante para todo el ejercicio que el instructor vaya dando las consignas
de a una por vez y procurando que se cumpla la consigna de escuchar en silencio.
Al finalizar estos ejercicios, se recogen las impresiones y diferencias registradas
entre la crítica y el reconocimiento de lo positivo. Se irá guiando este reconocimiento a
través de preguntas del siguiente estilo:

a) ¿Qué sensaciones tuvieron en el cuerpo cuando decían cosas


negativas y cuando las escuchaban?
b) ¿Qué sensaciones tuvieron en el cuerpo cuando decían cosas lindas y
cuando las escuchaban decir?
c) ¿Notaron la diferencia entre las sensaciones corporales surgidas de
las críticas y aquellas de los elogios?¿Cómo son?

Se los motivará a hacer este reconocimiento refiriéndose a frases tales como:


“Con las cosas lindas sentí calor, como si me ablandara, como si entrara más aire”. Y:
“Con las críticas, era como si me achicara, me pesaba la espalda, entraba menos aire”.

Cierre
Se darán cuenta cómo aquello que les hace bien es el reconocimiento de lo positivo y no
lo contrario, que lo amoroso permite estar más contentos, tranquilos y unidos a los otros
y, la crítica y la agresión achican, nos hacen sentir separados unos de otros y nos llevan
a sufrir. Finalmente se les preguntará con qué sensaciones corporales se quedan si les
dieran a elegir.

Fuente: LA AUTORA.
Bibliografía recomendada: Tú eres especial de Max Lucado, Unilit y Cuento con
caricia de Elsa Isabel Bornemann.

Nito aprende a ver

Gusa y Nito eran dos hermanitos gusanos, que vivían en una maceta de Doña Rosa.
Gusa era el mayor, era alegre y divertido. En cambio, Nito, era muy miedoso, y vivía
quejándose, pues todo le caía mal.
Gusa era feliz, porque sabía ver el lado bueno de las cosas, y cuando tenía un
problema siempre encontraba la solución. Por eso los demás gusanitos de la maceta lo
querían mucho, y siempre estaban con él.
Una tarde de invierno, en que hacía mucho… mucho frío, Doña Rosa no salió a
regar sus plantas. Doña Rosa estuvo enferma durante tres días, y la tierra de la maceta se
secó tanto, que los gusanitos y las plantas morían de sed.
Nito lloraba, enojadísimo, mientras se quejaba diciendo:
―¿Por qué tengo que ser tan chiquito? ¿Por qué tengo que ser tan feo? ¡No
quiero vivir más debajo de la tierra! ¡No quiero ser tan gusano!...
Mientras tanto, Gusa cantaba y bailaba, esperando que caiga alguna gota de
lluvia.
―¿Cómo podés estar cantando y bailando con el problema que tenemos? ¿No te
importa morir de sed? ―le decía furioso Nito a Gusa. Y Gusa le contestó:
―¡Pero Nito! ¿De qué sirve llorar y enojarte…? ¿Qué ganás con estar triste? ¡Al
contrario, la tristeza te enferma y hace que todo te salga peor!
Mientras Gusa seguía bailando, Nito le dijo:
―¡Pero cómo no voy a esta triste! ¡Mirá qué feo que soy, y encima soy narigón!
¡Y todo me sale mal… y estoy acá encerrado en esta maceta horrible de esa señora
malísima!
Gusa lo interrumpió diciéndole:
―¿Por qué no aprendes a mirarte con otros ojos?
―Pero Gusa… ¡Son los únicos ojos que tengo! ¿Dónde iría a comprar otros
ojos? ―protestó Nito.
Entonces Gusa, con mucha paciencia, le explicó a Nito que no tenía que comprar
otros ojos, sino aprender a ver todo lo bueno que había en él y en los demás.
De pronto se escuchó un ruido arriba de la maceta y una música muy linda se
venía acercando. Era el duende de la tierra, que había escuchado las quejas de Nito, y
venía para ayudarlo. En un ratito, el duende puso una gotita de rocío sobre los ojitos de
Nito, y al instante, Nito empezó a saltar y a cantar. Y a medida que saltaba, iba abriendo
un camino en la tierra y los demás gusanos aplaudían cola con cola (porque no tienen
patas).
Cuando Nito llegó arriba de la maceta, asomó su cabecita afuera y vio con gran
emoción, que estaba lloviendo. Se acercó a un charquito de agua y pudo ver su cuerpito
reflejado en él.
―¿Ése soy yo? ―pensó, asombrado, porque por primera vez se veía lindo y su
sonrisa lo hacía todavía más hermoso, tanto, que una gusanita se enamoró de él. Y
después de un tiempo se casaron, hicieron una gran fiesta allí mismo, en la maceta de
Doña Rosa, y tuvieron muchos hijitos, y Gusa fue su padrino. Y a cada uno de sus
hijitos, Nito les enseñó a no verse feos, ni pequeños, porque sus ojitos habían sido
lavados con agüita del cielo, y ahora todo lo veía más puro y más lindo. Además, Nito
descubrió que ser pequeño no es un problema, y que ellos, los señores Gusanos, son los
mejores arquitectos que construyen caminos y túneles debajo de la tierra, y esto también
sirve para airear la tierra y que las plantitas crezcan mejor y extiendan más sus raíces.
Nito y toda su familia, decidieron quedarse a vivir para siempre en la maceta de
Doña Rosa, porque… después de todo, vio que ella no era mala, y que no hay nada
mejor que disfrutar y trabajar en la tierra donde nacemos y crecemos.

PATRICIA MARZELLA
QUINTO PRINCIPIO

¡ES BUENO SER DIFERENTES Y CAMBIAR!

1. ¡Me gusta cómo soy!

Introducción
Para poder tratar bien a los demás, y apreciarlos, también es bueno aceptarnos y
querernos aún cuando seamos todos diferentes.
Anselmo: Les voy a mostrar cómo soy yo:

Mis pelos son como fideos y me gustan como son.


Mis ojos grandotes, y me gustan como son.

Mis dientes como teclas de un piano, y me gustan como


son.
Y cuando quiero decir cómo me siento… relincho… y me gusta como soy.

Procedimiento
Se pedirá a los niños que estén muy atentos pues se los va a llamar a sentarse en
distintos lugares del salón de acuerdo a la altura, el color de los ojos, del pelo, y de otras
características.

La coordinadora empezará así a llamarlos:

“¡Aquí los de ojos celestes!”


Se sientan juntos los de ojos claros.

“Y ahora repiten conmigo:


¡Nos gusta ser como somos con nuestros ojos claros!”
“¡Aquí los de pelo oscurito!”
Se sientan juntos...
“Y ahora repiten conmigo:
¡Nos gusta ser como somos con nuestro pelo oscurito!”

“¡Aquí los de pelo con rulos!”


Se sientan juntos...

“Y ahora repiten conmigo:


¡Nos gusta ser como somos con nuestros rulitos!”
“Y ahora repiten conmigo:
¡Somos valiosos, todos lo somos,
así como somos!”

Y así sigue llamando a los que son grandotes y los que son chiquitos, los que son
varones y los que son mujeres, los que tienen pelo corto, los que tienen pelo largo, los
que tienen pecas, los que no tienen pecas, los que tienen todos los dientes, los que les
faltan los dientes, etc.
Es probable que los que tienen, por ejemplo el pelo corto, sean varones y
grandotes, entonces pasarán de un grupo a otro y éstos cambios le dará al juego
movimiento y la posibilidad de que se practique también la escucha y hasta el lenguaje
amable. Para ello se podrán introducir consignas del estilo como por ejemplo, si se
tropiezan para seguir avanzando hacia el lugar que les corresponde deberán decir:
“Perdón o disculpa”.

Cierre
Podrá comentarse cómo la vida se muestra de maneras tan diferentes, pues siendo niños
de un mismo lugar y una misma escuela, sin embargo son todos diferentes y al mismo
tiempo parecidos.
Se preguntará en qué notan el parecido para que puedan darse cuenta que lo
parecido está sobre todo, en que todos tenemos vida, compartimos el mismo milagro de
estar vivos. Podrá comentarse que los milagros son aquellos hechos que no sabemos
cómo se producen y sin embargo ocurren. Se darán ejemplos tales como un animal o
ave o insecto que solo sabe qué tiene que comer, qué lo alimenta y no le va a hacer mal;
o los árboles que saben cuándo tienen que dar sus flores y luego sus frutos; o los
pingüinos cuál es su nido al que tienen que volver después de meses de estar lejos. Estos
hechos no podemos explicarlos y sin embargo ocurren, por eso podemos decir que son
milagros, que la vida misma es un milagro. Verán que todo tiene vida, tanto lo que se
mueve y lo que parece que no se mueve, como una piedra o una mesa, pues dentro hay
unas cosas muy pequeñas que no se ven que se llaman átomos que igual se mueven, y
que los humanos con estos ojos no podemos ver. ¡Es maravilloso pensar que nosotros
los humanos también somos un milagro y estamos dentro de un gran milagro!

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y


Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

2. ¿Y ustedes, cómo son?

Introducción
Anselmo: “Saben que creo que aunque seamos muy distintos,
yo un caballito y ustedes humanos, y que además haya
animales muy diferentes a nosotros en nuestro hermoso
planeta como ovejas, leones, ardillas, y bichitos también
diferentes entre sí, como hormigas, abejas, pulgas, plantas,
árboles, flores, piedras y frutas de tan diferentes formas
colores y sabores, sin embargo hay algo... en lo cual ¡¡¡todos
somos muy parecidos!!! ¿Les gustaría saber qué es?”

Procedimiento
El coordinador entregará a los alumnos que estarán reunidos
en grupos, objetos de la naturaleza en los que se observe
simetría y convergencia de los dibujos hacia un centro. Por
ejemplo, rodajas de zanahoria, remolacha, semillas de girasol,
caracoles, conchillas, hojas de plantas, pétalos de flores, cortes
de maderas de una corteza, etc. También láminas con
imágenes de seres de la naturaleza tales como cebras,
tortugas, tigres, jirafas, peces, etc.
Se les pedirá que observen sus dibujos en silencio, como
si fueran investigadores que están buscando informaciones
muy importantes.
Luego de un tiempo de diez minutos, por lo menos,
deberán completar la siguiente guía:

 ¿Qué les llamó más la atención de todo lo que


observaron?
 ¿Qué descubrieron de sus dibujos?
 ¿Qué encontraron de parecido entre todo lo que
observaron?

Cierre
Se guiará la reflexión comentando cómo las diferencias entre
los humanos, al igual que en la naturaleza a la que éstos
también pertenecen, son sólo aparentes pues en realidad todo
lo que existe muestra en sus dibujos, cómo convergen hacia un
mismo punto o eje, y que ese centro es el lugar donde todos
somos iguales, donde todos compartimos la vida, desde donde
podemos amigarnos cuando nos peleamos, o confiar en que
estamos cuidados cuando tenemos miedo, que ese es el lugar
donde los animales, plantas y estrellas, mares el viento, y los
bichitos y ranas y todo lo que tiene vida, sabe cómo hacer lo
que tiene que hacer y lo hace muy bien.

Fuente: LA AUTORA

3. ¿En qué se parecen...?

Introducción
Anselmo: “Ahora ya sabemos que, aunque seamos diferentes
“por fuera” somos parecidos, más de lo que creemos... por eso
¿qué tal si jugamos a encontrar juegos donde haya que
buscar semejanzas o sea, lo que es igual...?”

Procedimiento
El coordinador encargará la siguiente tarea a los alumnos:
para la otra semana buscarán en revistas, y diarios, juegos en
los que se puedan comparar dos dibujos aparentemente
diferentes y en donde sin embargo haya semejanzas.
Al cumplirse el plazo se preguntará a la clase el
resultado de sus investigaciones y llegarán a la conclusión de
que no existen ese tipo de juegos o si encontraron algunos, son
muchos menos que los que se ocupan de buscar las
diferencias.
Se reunirá a la clase en grupos y se le encargará a cada
uno la tarea de realizar dos dibujos en papeles de afiche,
utilizando los recursos que ellos quieran (témperas,
marcadores, hojas de revistas y diarios, etc.). Los dos dibujos
serán diferentes y también semejantes.
Cuando hayan terminado, los expondrán en las paredes
y el resto del grupo deberá observarlos detenidamente y
encontrar las semejanzas.

Variación
Podrán llevar un cuaderno o anotador donde inventen dichos
o chistes del estilo siguiente:
―¿En qué se parecen un elefante a una hormiga?
En que ambos están muy cerca del suelo.
―¿En qué se parecen un sepulturero a un novio?
En que ambos se visten de oscuro aunque uno se ocupa
de levantar en sus brazos a un muerto y el otro a una viva.
―¿En qué se parecen un bebé a un anciano?
En que ambos tienen que comer todo blandito y a veces
usan pañales.
―¿En qué se parecen un minero a un marciano?
En que nadie los ve cuando hacen su trabajo.

Cierre
Notarán cómo estamos acostumbrados a mirar más lo que es diferente de lo que es
parecido, y esta costumbre lleva a veces a hacer aumentar un conflicto en vez de
permitir que se resuelva en paz. En cambio, el poder darse cuenta que aunque seamos
diferentes igual siempre hay parecidos, hace que las personas se sientan cómodas entre
sí, ya que lo diferente muchas veces asusta y lo parecido acerca y tranquiliza.

Fuente: LA AUTORA.

4. El parque de diversiones

Introducción
Anselmo: “¿Ustedes fueron alguna vez a un parque de
diversiones? ¡Yo noooo! Solamente una vez estuve espiando
cómo era uno que llegó a La Soleada, pero no me dejaron
entrar a los juegos. ¿Saben qué...? Había caballitos de
mentira en algo que daba vueltas que, creo, llamaban calesita.
Este parque es bastante diferente a los conocidos, ¡qué
intriga! ¿A ver cómo juegan en él?”

Procedimiento
Un grupo de la clase que representa a su cuarta parte va a
salir del aula y va a recibir una consigna que sólo ellos y el
coordinador conocerán.
Al resto de la clase se les dirá que tendrán unas entradas
gratis para ir a cinco juegos del parque de diversiones y, por
participar, además tendrán un premio que se entrega como
promoción.
De una caja sacarán las entradas. En cada una de ellas
estará escrito el nombre de un juego al que se podrá entrar
sin pagar. Se procurará que a cada uno le toquen juegos
diferentes.
Los alumnos que están fuera tendrán, cada uno, dos o
tres consignas escritas, que deberán cumplir para conservar
el trabajo y mantener en secreto.
Las consignas serán las siguientes:

 No pueden entrar los varones con pelo largo.


 Prohibida la entrada a las mujeres con pelo atado.
 Prohibido pasar los que tienen aparatos de
ortodoncia.
 Prohibida la entrada a los que usan anteojos.
 No podrán pasar los que llevan zapatillas con los
cordones atados.
 Prohibido pasar los que tienen un abrigo sobre el
uniforme o delantal.
 Entrada prohibida para los que usan pulsera o
anillos.
 No podrán pasar las que tienen pollera. Etcétera.

Los alumnos se dirigirán a los diferentes juegos


representados cada uno por un alumno con un cartel que diga
el nombre que corresponda. Por ejemplo: “Tren fantasma”,
“El gusano”, “Montaña rusa”, “El zamba”, etc. Todos
muestran mucho interés por entrar, no sólo por el juego en sí,
sino por el premio de la promoción.
A los que entren se les dará una golosina de regalo, a los
otros que no pueden entrar, ninguna otra explicación y
quedarán fuera.
Se procurará que el juego se realice con cierto orden
para que cada alumno pueda registrar sus sensaciones cuando
es rechazado y los empleados las suyas al impedir el paso de
los discriminados.
También habrá tres guardianes del orden que,
intervendrán si es necesario para mantener el orden, mas
tampoco podrán dar explicaciones.
Cuando se acabe el juego, o sea, todos hayan entrado o
intentado hacerlo a algún juego, todos volverán a la clase y los
empleados revelarán sus consignas.
Se guiará la reflexión a comentar cómo se sintieron al no
poder entrar a los juegos, y/o al no dejar entrar a algunos.
Actividades adicionales
Si la edad es la adecuada buscarán en el diccionario el
significado de la palabra “discriminación”, y completarán la
siguiente oración:

“Yo discrimino a ... cuando...


En el caso de que no tengan edad aún para este tipo de trabajo podrán hacerlo
igual diciendo:
“Yo rechazo por diferente a... cuando...

Cierre
Se hablará de que privar de derechos o posibilidades a las personas, es ser violentos con
ellas, sobre todo cuando no existe una justificación razonable para hacerlo, como por
ejemplo el cuidado de un niño que no se le permite entrar a un juego a determinada edad
por ser peligroso. Reflexionarán cómo nosotros muchas veces no aceptamos las
diferencias cuando no jugamos o dejamos de lado a alguien por ser diferente, por
ejemplo, gordo, de color de piel o raza distinta a la nuestra, rengo, pobre, etc. y que
hacer eso es ser violentos.

Fuente: Adaptación de Guía de mediación escolar, Carme Boqué Torremorell,


Octaedro-Rosa Sensat, Barcelona, 1ª. edición, 2002.

5. Jugando a ser alguien diferente a mí

Introducción
Este juego puede ser muy bueno para poder aprender a “ponerse en los zapatos del
otro”, una de las condiciones para aprender a resolver los conflictos de manera pacífica.

Procedimiento
Este es un juego que podrá realizarse por parejas. Se repartirá a cada pareja dos tarjetas
donde estará escrito el nombre de un animal o personaje que ellos deberán representar
en primer lugar y luego cambiar de lugar y representarlo al otro miembro de la pareja.

Ellos serán:
 Gato – ratón.
 León – cervatillo.
 Hormiga – niño.
 Ciego – niño.
 Anciano – niño.
 Maestra – alumno.
 Persona en silla de ruedas – niño.
 Pez – pescador.
 Flor – jardinero que la riega y la corta.
 Árbol – leñador que lo tala.
 Playa – botella de plástico.
 Agua – canilla abierta que la derrocha.

Las opciones pueden ser muchas, de acuerdo a la edad y creatividad de los


alumnos.
Se trata que al escuchar la consigna de “comiencen“, cada parte de la pareja se
convertirá en el personaje que le ha tocado, haciendo como si fuera realmente ese
personaje durante breves minutos, a través de sus posturas corporales, gestos y en total
silencio.
El coordinador guiará el trabajo pudiendo decir: “Ahora, lentamente te vas a ir
convirtiendo en... y tomando la postura del cuerpo como si fueras... y sintiendo tu
respiración puedes ir dándote cuenta cómo es ser ese personaje, qué aspecto tienes,
desde sus ojos qué cosas ves, cómo se escucha desde sus oídos, cómo se siente desde su
piel, y desde su olfato, qué se huele, qué sientes hacia el otro ser que está contigo, qué
tienes ganas de hacer o decir si pudieras hacerlo...”
En el caso de niños más pequeños la visualización puede ser mucho más
sencilla, como por ejemplo: “Ahora estás siendo una flor que mira a su jardinero que la
está por regar, ¿qué le dirías? ¿Y si la quisiera cortar...?”
Cierre
Conversarán sobre las personas inhabilitadas que ellos conocen, ya sea que no pueden
caminar, ver, escuchar, o vestirse solos o cruzar la calle sin ayuda, como en el caso de
los ancianos. Pensarán cómo el haber participado de este juego les puede haber ayudado
a comprenderlos y sentir ganas de ayudarlos. También conversarán sobre cómo se
pueden sentir animales o plantas y hasta la tierra al ser amenazados.
Se tratará de que se den cuenta cómo los seres vivientes aunque podemos ser
diferentes todos necesitamos unos de los otros para ser cuidados y poder existir.

Fuente: LA AUTORA

6. Todo cambia y se hace diferente

Introducción
Anselmo: “A mi me encanta jugar no sólo con caballitos como
yo, sino también con la ovejita Marta, la luciérnaga Marti, el
gato Feliciano... ¿Y a que no saben por qué es divertido jugar
con los que son diferentes a nosotros? ¡Porque tenemos
maneras de jugar distintas y a todos se nos ocurren cosas
nuevas!
¡A mí me gusta mucho cambiar de juegos y no jugar
siempre a lo mismo... Es lindo cambiar y además ¡todos
cambiamos! Yo antes era un potrillito que apenas podía dar
unos pasitos y no saben ahora ¡cómo corro! (y relincha fuerte
y entusiasmado)”.

Procedimiento
a) Muestre a sus alumnos fotografías de ellos cuando eran bebés o mucho más
pequeños:
Preguntarán a los chicos:

 ¿Qué ocurrió con esos bebés cuando pasó el tiempo? ¿Dónde están ahora
y cómo son? Se les pedirá que miren sus brazos, piernas, manos y sus
dedos.
Compararán qué ven de diferente en este momento presente de cuando eran
bebés.
También podrán llevar fotos de sus abuelos actuales y otras de cuando eran más
jóvenes y hasta bebés si las hubiera. Podrán seguir observando cómo siempre ocurren
cambios.

b) Observarán el crecimiento de una plantita que cada uno habrá llevado al aula y en la
plaza, la calle o el patio de la escuela los cambios que puedan haber sucedido en plantas
y árboles.

Cierre
Se reflexionará qué necesita todo lo que existe para poder crecer y vivir. Verán que se
necesitan cuidados: las plantitas, agua, luz y cambiarlas de lugar si están en un lugar
muy oscuro o con mucho sol; los ancianos, que se les consiga la comida, y a veces hasta
que se les dé de comer y se los ayude a caminar, y también mimos; los bebes y niños,
comida buena, reglas para evitar los peligros, de caerse, de cortarse con algo filoso en la
calle, de perderse o de que los atropelle un auto; y por supuesto, todos, incluso plantas y
animales, necesitan cariño, besos, caricias y palabras amables.
Se sacará como conclusión final que los cambios son propios de la vida, y hacen
que ocurran cosas diferentes y ello es bueno, pues si no, no habría vida.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

7. ¡Hay algo que nunca cambia!

Introducción
Anselmo: “En mi campo muchas veces los humanos cantaban una canción que
empezaba diciendo: ‘Tooooodo, todo cambiaaaaa...’ Y ahora que escucho el nombre de
este juego, que dice: ‘Hay algo que no cambia’, me gustaría saber qué es. ¿Ustedes
también?”
Procedimiento
Se cantará una canción entre todos que el coordinador irá cantando y los niños
repitiendo.

Hay algo que no cambia,


aunque parece que todo cambia;
cambia la luz al venir el anochecer,
cambia el sol de color al irse el atardecer
cambia el pichón su plumaje cuando empieza a crecer.
Y sin embargo, hay algo que no cambia...
Cambian el color del pelo los bebitos
y también los grandes al encanecer,
cambia el tamaño de nuestros pies y manos,
cambian las plantas al florecer
y en el invierno los árboles
cuando empiezan sus hojas a caer.
Y sin embargo, hay algo que no cambia...
¿Qué podrá ser...?
¡Ya sé, ya sabemos! ¡Que siempre va a haber cambios!
Que eso no se puede detener.

Esta última frase la repetirán varias veces los niños junto con su maestra.
Finalmente por grupos realizarán dibujos que, unidos entre sí en un mural,
representen la secuencia de algún cambio, por ejemplo, un grupo dibujará una semilla,
otro la pequeña plantita, otro un arbolito joven y otro el árbol con sus flores y frutos.

Cierre
Conversarán cómo son propios de la vida los cambios y hasta la muerte es un cambio
natural y necesario en el proceso de la vida que puede dar paso a un nuevo cambio. Se
podrá mencionar el caso de las plantas que al morir esas hojas y raíces se convierten en
una tierra más rica, en alimento para permitir que nazcan otras semillas, crezcan nuevas
plantitas y hasta árboles.
Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

8. ¡Es muy lindo crecer! Pero para ello ¡hay que cambiar!

Introducción
Anselmo: “¿Saben que me di cuenta de que cuando jugamos a las escondidas ya no me
puedo esconder más en mi lugar favorito? ¿Se acuerdan cuál era?
¿A que no se acuerdan? ¡Sííííí! debajo del felpudo... Resulta que siempre me
escondía allí y aunque fueran amigos nuevos los que jugaban enseguida me
encontraban. Tanto me enojaba que no quería jugar más hasta que Marti me dijo: ‘¿No
ves Ansel que se te ven todas las patas y la cola que queda afuera? ¿A ustedes chicos,
les pasa lo mismo?’ ”

Procedimiento
Se pedirá a los niños que lleven ropa de hermanitos más pequeños o de ellos mismos
cuando eran bebés y también algo de algún hermano mayor o papá o mamá. Cada uno
llevará una prenda, que podrá ser también un calzado.
Se les dirá que van a jugar a que son mucho más pequeños y en cada grupo se
vestirán con la ropa que hayan traído. Luego cada grupo hará un desfile ante los demás
y hasta pueden crear una pequeña obrita de teatro. Producirá muchas risas pues quizás
algunos se pondrán escarpines en los pies o guantes muy pequeños o gorritos.
Luego cuando todos terminen de desfilar se sacarán la ropa y se podrán
intercambiar los más grandes algo de ropa con los chicos de menor tamaño.
Se les preguntará cómo se sintieron con ropa más pequeña y luego, de mayor
tamaño, si siempre pueden permanecer siendo pequeños, qué les pasó que hay cosas que
no pueden usar más y si creen que algún día podrán ponerse lo que ahora les queda
grande.

Cierre
Se reflexionará sobre cómo es natural a la vida que haya cambios y diferencias, que
ellos son diferentes ahora de un tiempo atrás y que lo seguirán siendo. Podrá
preguntarse qué es lo que sienten ante lo que es diferente, si algunos de ellos dicen que
no les gusta se podrá inferir que muchas veces los cambios y lo diferente causan miedo.

Fuente: LA AUTORA.

9. ¡Todos vivimos en familia, en ellas vamos cambiando!

Introducción
Todos tenemos una familia, las familias están formadas por papás, mamás, abuelos, tíos,
hermanos. Todas las familias son importantes porque pertenecer a ellas nos hace sentir
tranquilos y confiados, ya que nos cuidan si somos chicos y cuidamos a otros también
cuando vamos creciendo.
Los animales también viven en familias, y, aunque ellos no hablen igual se
cuidan, aunque sea de manera diferente a nosotros. En la familia aprendemos a dar y
recibir amor.

Procedimiento
Los niños, llevarán fotografías de sus familias y contarán al resto del grupo cómo está
formada.
Se les preguntará cómo demuestran que se quieren unos a otros los miembros de
una familia, procurando que expresen que una manera es cuidándose entre ellos. Las
maneras de hacerlo son muchas: preparando comidas sanas, teniendo la ropa limpia,
durmiendo las horas que se necesitan, divirtiéndose juntos. Todo eso es cuidarse pues
permite estar sanos y por lo tanto vivir.
Verán cómo los miembros de la familia son diferentes entre sí y van cambiando.
Por ejemplo, una hermana puede irse y formar otra familia, pero sigue igual
perteneciendo a la anterior. O la abuelita que vivía sola puede venir a vivir con sus
nietos porque necesita ser cuidada. Aunque haya cambios, la familia donde nacimos
siempre será la nuestra.

Cierre
Notarán cómo las familias entre sí pueden ser muy diferentes y sin embargo parecidas al
mismo tiempo, en ellas nos cuidamos y también nos peleamos, sin embargo igual nos
gusta vivir en una familia y cuando hay peleas amigarnos.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996.

10. Todas las familias se parecen y son diferentes al mismo tiempo

Introducción
Nosotros vivimos en una familia y hay muchas familias más en nuestro barrio, en
nuestra ciudad, en el país y en el mundo entero. Todas las familias son muy valiosas,
son como tesoros que hay que cuidar pues ellas nos cuidan a nosotros.

Procedimiento
Se mostrará a los niños un mapamundi o un globo terráqueo y podrán ver en qué parte
del mundo ellos viven.
Podrán ver imágenes de familias viviendo en diferentes partes del mundo y saber
cómo esas personas son distintas entre sí por el color de su piel, la manera de hablar y
los rasgos físicos, comen cosas diferentes, bailan bailes distintos y hasta se visten
diferentes. Se comentará que, sin embargo, son parecidas pues todas ellas comen, se
visten, hablan, bailan, protegen, cuidan a sus miembros y, a sus niños y niñas también
les gusta jugar. El mundo entero es como si fuera una gran familia.
La maestra les ofrecerá jugar a juegos nuevos que juegan niños de otras partes
del mundo. En el mapa o globo se mostrará el país al que pertenece el juego que van a
jugar. (Tailandia)

Instrucciones para jugar: Takraw


Formar una rueda, un jugador arroja la pelota hacia cualquier otro jugador que esté en la
rueda. Los jugadores deben mantener la pelota en el aire, dirigiéndola hacia cualquier
jugador. Pueden usar la cabeza, los codos, rodillas o pies, pero nunca las manos; las
manos se pueden usar sólo para volver a empezar el juego.
Luego se les dirá que jugarán otro juego de otro lugar del mundo, esa gran
familia, y que es de un país llamado Camerún que será ubicado en el mapa.

Instrucciones para jugar: Aplaude la pelota


Se forman dos equipos, uno de cada lado de una raya. Los equipos lanzan la pelota,
hacia atrás y hacia delante. Los demás jugadores aplauden cada vez que se tira la pelota.
Cuando la agarran, todos pisan fuerte haciendo ruidos con los pies.
En un lugar llamado Egipto, que se muestra en el mapa, los niños juegan a un
juego que se llama: Taia Ya Taia.

Instrucciones para jugar: Taia Ya Taia


Se elige a un jugador para que sea el que coordine el juego. Los demás deben seguir al
coordinador; éste camina un poco, de repente se da vuelta y grita: ¡Taia Ya Taia! al
mismo tiempo que salta en un pie. Los demás jugadores empiezan a saltar detrás de él
siguiéndolo.
La primera persona que haga caer al coordinador se convierte en nuevo
coordinador.

Cierre
Reflexionarán con los alumnos, cómo los cambios y las diferencias hacen muy divertida
la gran familia humana a la que pertenecemos y cómo aunque haya muchas diferencias,
en lo más importante, que es el poder querernos y demostrarnos cariño los humanos
somos muy parecidos.

Fuente: Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace
Education Foundation, 1ª edición, 1996.

Bibliografía recomendada para leer a los niños:

Stela Luna de Janell Cannon, Juventud.


Un cuervo diferente de Edith Sreiber y Carola Hollan, Juventud.
SEXTO PRINCIPIO

LAS EMOCIONES ESTÁN PARA SER SENTIDAS


Y SABER EXPRESARLAS

1. Escuchando y sintiendo a nuestro amigo, el cuerpo

Introducción
Anselmo: “¿Saben chicos, que cuando empecé a dormir en el árbol de don Cefe y a
encontrarme con mis maestros que me enseñaron muchas de las cosas que ustedes están
aprendiendo para ser pacifistas, a veces, tuve miedo... También me enojé o estuve
triste... Y por supuesto también muchas veces me sentí muy, pero muy contento y feliz.
Me imagino que a ustedes también les debe pasar lo mismo... Todo eso que sentimos se
llaman emociones. Es lindo tener emociones, todos tenemos muchas emociones y
distintas en un mismo día. Yo me doy cuenta cuando tengo miedo, porque se me paran
mis crines o me tiemblan las patas, y cuando me enojo porque me sale aire caliente por
la nariz... Y cuando estoy triste no tengo ganas de correr y miro para abajo y las patas se
me ponen pesadas como si a ellas les hubieran atado unas piedras. ¿Y ustedes, saben
qué les pasa en sus cuerpos cuando tienen emociones. ¿A ver si saben...?”

Procedimiento
1. Explique a sus alumnos que nuestro cuerpo es un amigo que nos avisa muchas cosas
para que estemos sanos y contentos. Con él podemos sentir cosas diferentes de acuerdo
a lo que está ocurriendo, por ejemplo, si nos dan un regalo muy lindo sentimos algo en
el cuerpo distinto a que si nos retan. Aquello que sentimos en el cuerpo, como Anselmo,
se llaman sensaciones. Cuando estas sensaciones son muy fuertes se llaman
EMOCIONES...
También, que a veces cuando nos peleamos mucho, por ejemplo, parece como
que cuesta respirar, o se siente como una “cosa dura en el estómago”, o los puños se
cierran con fuerza, o se transpira, o se tiene mucho calor. Cada una de las personas tiene
diferentes sensaciones en el cuerpo. Esas sensaciones son como un aviso de qué se está
sintiendo, dolor, pena, enojo, furia, vergüenza, miedo. Se les preguntará qué sienten
ellos en sus cuerpos, cuando están tristes, con miedo o enojados.
2. Se les dirá que para poder ser pacifistas y llevarnos bien con los demás o, si
hay peleas para poder amigarnos, es bueno saber qué emociones estamos sintiendo y
cómo se llaman. Cuando escuchamos a nuestro amigo el cuerpo nos resulta fácil
reconocerlas. Para ello van a jugar a un juego que se llama “Escuchando y sintiendo a
nuestro amigo el cuerpo”. La maestra pondrá diferentes melodías que evoquen
diferentes emociones. Los niños deberán moverse al compás de la música y detectar
cómo sienten el cuerpo. Para evocar la alegría, el miedo, la tristeza, y el enojo se
elegirán ritmos y melodías adecuadas. Quien coordine la actividad irá anunciando:
“Ahora se moverán como si estuvieran muy contentos...” Luego de unos minutos:
“...como si estuvieran muy... enojados...” Y seguirá de igual manera con la tristeza y el
miedo.
Mientras se mueven harán expresiones con las caras que representen a las
emociones que se vayan mencionando y bailando.

Variación
Para niños más pequeños la propuesta puede ser zapatear en el piso de acuerdo a las
diferentes emociones, siguiendo el ejemplo de la maestra.
“Ahora zapateamos contentos... Ahora tristes... Ahora enojados... Ahora con
miedo...”
Los niños irán imitando a la maestra si no lo pueden hacer solos. También en
vez del zapateo pueden aplaudir, caminar, correr o saltar.

Cierre
Se guiará a los niños a que reconozcan las diferentes sensaciones que tuvieron al bailar
o expresar con el cuerpo de diversas maneras las emociones, induciéndolos a que usen
un idioma corporal, como por ejemplo “al bailar, o saltar el enojo sentí como algo
blandito, o duro, o respiraba muy fuerte o despacito, o apretaba o abría grande lo ojos,
etc.”

Fuente: LA AUTORA.

2. Las cajitas de las emociones

Introducción
Anselmo: “¡Los voy a invitar a jugar a algo muy divertido. ¿Saben que los animales
también sentimos? ¿ Que a veces estamos enojados o tristes o con miedo igual que
ustedes los humanos? Los amigos verdaderos son los que nos dejan sentir lo que
estamos sintiendo y no nos quieren cambiar nada... Eso se llama respetar a los demás,
dejarlos sentirse como quieran.
Aprender a conocer cómo se llaman nuestras emociones y respetarnos en lo que
sentimos hace la vida más linda y la amistad más bonita.
Para eso vamos a entrar en el mundo de las emociones. ¿Quieren que lo hagamos
juntos? ¡Va a ser muy, muy entretenido!”

Procedimiento
a) Se mostrarán a los niños escenas en que las personas demuestran diferentes
emociones y se les preguntará cómo creen que se sienten las personas de esas
situaciones.
Responderán, alegres, tristes, enojadas, con miedo. Ante cada escena que
observen, ellos irán expresando lo mismo con sus rostros. La maestra podrá decir:
“¡Ahora estamos alegres! ¿Cómo es la cara de alegría o de estar contentos?“ (Todos
juntos la representarán) De igual manera harán con las otras emociones.
b) Se dispondrá de varios juegos de cajas de diferentes colores que quepan unas
adentro de otras. Estas serán tantas como grupos de niños. Si se forman seis grupos con
cinco o seis niños, los juegos de las cajas serán los mismos, en este caso seis. El número
de cajas también será de seis, cada una correspondiente a una emoción. Cada una de
ellas irá encajada adentro de otra de mayor tamaño y en su base tendrá dibujada la cara
de un niño con diferentes expresiones, en el siguiente orden, alegría, vergüenza, enojo,
tristeza, miedo, alegría.
Se les dirá a los niños que van a ir escuchando un cuento y que, a medida que la
maestra les indique, deberán observar el dibujo del fondo de la caja que corresponde y
detectar cuál es el nombre de la emoción que éste representa. El relato podrá ser del
siguiente estilo:

“Había una vez un niño que siempre iba a jugar a un lugar lleno de
manzanos, pues en ese lugar el cielo era de un color muy bonito, de acuerdo a
la hora del día era el color del cielo; además en ese lugar el olor del aire era el
que a él le gustaba: a veces olía a helado de vainilla, otras de caramelo y otras
de chocolate. Allí el niño se sentía muy... (feliz o alegre lo deducirán al
observar la cara dibujada en el fondo de la primera caja).
Un día, estaba con unos amigos y les estaba mostrando cómo jugaba
con las ardillas que por ahí correteaban y lo bien que se subía a los árboles,
cuando apareció una señora muy gorda, con las cejas muy gruesas y con una
voz ronca como la de un trueno que le dijo: “¡Ey, tú, ese niño de esas orejas
grandes como las de un elefante... ¡Qué estás haciendo allí... niño torpe, si no
sabes hacer nada bien...!” Ante esos gritos sintió mucha... (aquí los niños
observarán la cara dibujada en el fondo de la segunda caja, luego de haber
retirado la primera y contestarán que la emoción que el niño sentía es
vergüenza).
Se seguirá con el relato interrumpiendo en la parte en que tengan que
completar el cuento con el nombre de la emoción que aparezca y que
seguirán deduciendo de los dibujos ubicados en el fondo de las cajas que les
toque observar.
“Entonces el niño empezó a darse cuenta que la cara se le ponía muy
colorada y que le salía un aire caliente por la nariz, cuanto más le gritaba la
señora más estaba... (enojado dirán los niños).
Las ardillas, y los otros niños se habían escondido detrás de un árbol
muy grande para que no los viera y como seguía la señora protestando se
fueron yendo despacito y lo dejaron solo.
Cuando se dio cuenta que no podía seguir jugando se sintió muy,
muy ... (triste dirán los niños).
Entonces después de llorar un ratito se fue yendo despacito y como se
fue haciendo de noche empezó a correr para llegar pronto a su casa pues
había empezado a tener un poco de... (miedo). Cuando abrió la puerta de su
casa su mamá lo estaba esperando con una riquísima torta de chocolate y le
dio una abrazo muy grandote y entonces el niño se sintió muy, pero muy...
(contento dirán los niños) pues allí también estaban sus amigos y amigas que
habían jugado con él en el bosque.”

Cierre
Se comentará cómo todos tenemos emociones diferentes y que es bueno sentirlas y
poder expresarlas. Que los grandes sentimos lo mismo que los chicos aunque a veces
sea por diferentes motivos.

Variación
Para los niños de más edad, se podrá relatar un cuento en el cual, vayan apareciendo en
el texto las emociones de acuerdo a cómo unas son expresiones secundarias de las otras.
Es decir que el enojo viene después de la tristeza y ésta del miedo, explicando que, en
realidad siempre que hay enojo, detrás hay pena y detrás de la pena o el dolor, miedo.

Un ejemplo de este texto puede ser el siguiente:

“Estaba Ludmila, una niña muy hermosa, hermana mayor de seis hermanos,
en la puerta de su casa esperando a una de sus mejores amigas, para ir a dar
una vuelta. Se había puesto un vestido que la abuela le había comprado, para
la comunión de su hermanita más chiquita que iba a ser en un ratito. Era ese
su único vestido nuevo, como eran muchos hermanos no tenía vestidos
nuevos muy seguido. Se sentía muy contenta con él pues le quedaba muy
bonito y su abuela lo había cosido durante muchos días especialmente para
ella para estrenarlo ese día.
En eso estaba cuando sintió un golpe fuerte en su pecho y ¡oh
sorpresa! una mancha horrible de barro estaba allí en su vestido. Su vecino
Ramón y sus amigos, jugando y sin querer dieron con la pelota en el medio
de su lindo vestido blanco dejándolo todo arruinado.
Ludmila sintió muchísimo (enojo) y salió corriendo detrás de ellos
gritándoles cosas horribles. Como corrían muy rápido se detuvo ya que ellos
se habían escapado y así, toda sucia y furiosa, se sentó en el cordón de la
vereda y se puso a llorar pues sentía mucha (tristeza).
Al rato se acordó de todo lo que había trabajado su abuela para ella y
pensó que ella se iba a enojar mucho con ella y que iba a dejar de ser su
preferida, y le dio mucho (miedo) de que no la quisiera más como hasta
ahora.”

Fuente: LA AUTORA.

3. Don Enojón, Don Llorón y Don Miedoso

Introducción

Durante el día ustedes, los chicos y nosotros los grandes también, a veces nos
sentimos enojados, otras tristes y otras con miedo.
Es bueno poder darse cuenta de qué estamos sintiendo y sentirlo, ya que si
cuando vienen a visitarnos esas emociones las dejamos un ratito con nosotros sin
echarlas (pegando o insultando), ellas solitas se van.
Vamos a conocer a unos amigos de Anselmo a los que nunca les dejaban sentirse
tristes, enojados y con miedo, y que por eso se convirtieron en Don Enojón, Don Llorón
y Don Miedoso.

Procedimiento
El maestro mostrará tres marionetas que pueden representar a tres personajes del cuento
de Anselmo.
Sandra, la boa, puede ser Doña Enojona, una viborita chiquita, Doña Miedosa, y
un oso hormiguero, Don Llorón.
Se puede inventar otra breve historia con estos tres personajes en la cual
participarán los niños interactuando con las marionetas cuando el relato así lo permita.
En la primera parte del mismo los niños sólo escucharán en silencio.
“La víbora Sandra que por ser muy, muy grande, la llamaban boa, estaba
muy enojada porque todos la acusaban de haber robado los colores y los
dibujos de las viboritas más chiquitas que ella. Una de ellas estaba muerta
de miedo, porque creía que Sandra podía llegar a hacerles cualquier otra
maldad aunque no sabía bien qué. El oso hormiguero... lloraba todo el día
porque después de haber arruinado varios hormigueros, sin querer, los osos
hormigueros más grandes lo ignoraban y no querían jugar más con él.
Como los tres eran alumnos de la Escuelita de la Paz de la pajarita
Francisca y casi no se podía dar clase con ellos pues se pasaban protestando,
llorando o temblando de miedo, la pajarita pensó y pensó y se le ocurrió una
idea.
Vino a esta escuela y me pidió que si ustedes la podían ayudar a que
se les vaya el miedo a Doña Miedosa, así la llamaban a la viborita, a Sandra,
Doña Enojona, y a Don Llorón, el oso hormiguero.
¿Quieren que la ayudemos, así pueden dar clase en la escuelita de
Francisca? (El maestro le pregunta a los chicos).
Entonces cuando Sandra pregunte si puede estar enojada ustedes
tienen que responder que ¡Síííííí! Con todas las ganas. Cuando pregunte la
viborita si puede estar con miedo, responderán que ¡Sííííí! con todas las
ganas, y cuando el oso hormiguero pregunte si puede llorar, harán lo mismo.
¿Están de acuerdo?”
Una vez que los chicos demuestren que entendieron la consigna,
se seguirá con el relato haciendo actuar a las marionetas.
Sandra: “Hola (con voz de enojada) yo soy Sandra y me gusta estar
enojada, todos dicen que soy mala, ¡ellos son los malos que siempre me
critican! ¡¡¡Estoy furiosa, enojadísima!!! Pero todos me dicen que no puedo
estar enojada y eso me enoja más. ¡¡¡Mmmmbbbffff!!!”
¿Ah, estaban ahí? ¿Ustedes qué piensan? ¿Puedo estar enojada o no?”
Chicos: “¡Sí, Sí, Sí, puedes estar enojada, todo lo enojada que
quieras!” (repiten con el maestro).
Sandra: “¿De verdad?” “¡¡¡Mmmmbbbfff!!! ¡Uy, se me está yendo el
enojo! ¡Qué bueno!” (aplaude).
Viborita: “¡¡¡Mmbfffbrr!!! Estoy temblando del miedo... ¡¡¡No puedo
ni moverme de tanto miedo que tengo!!! Y todos me dicen que no puedo
tener miedo, que tengo que ser valiente... y yo... ¡¡¡No puedooooooo!!!
¡¡¡Mmbffbrrr!! Y ustedes, chicos, ¿me dicen lo mismo? ¿Puedo tener
miedo... o no?”
Chicos: “¡Sí, sí, sí, puedes tener miedo! ¡¡¡Todo el miedo que
quieras!!!” (repiten con el maestro).
Viborita: “¿De verdad? ¿Lo dicen en serio? ¡Brrrrrr mbrrrrr! ¡Qué
miedo, qué miedooooooo...! ¡¡¡Uy, se me está yendo el miedo!!! ¡Qué
bueno!” (aplaude).
Oso hormiguero: “¡¡¡Buaaaaaaaaaaabuuuaaaaaaaa!!! ¡Estoy muy,
pero muy, pero muy triste... Y todos me dicen que no puedo estar triste y
llorar todo el tiempo, y cuanto más me lo dicen ¡¡¡más lloroooooo!!!
¡¡¡Buaaaaaa Buaaaaaa...!!! Y... ¿ustedes chicos, me dicen lo mismo? ¿puedo
estar triste y llorar todo lo que quiera o no...?”
Chicos: “¡¡¡Sí, Sí, Sí, puedes estar triste y llorar todo lo que te
guste!!!” (repiten con el maestro).
Oso hormiguero: “¿De verdad? ¡Qué bueno! ¡Buuuaaaa, bu...a...a...!
¡¡¡Uy, se me están yendo las ganas de llorar!!! ¡Qué bueno!
¡Buenísimooooo!” (Aplaude).
Las tres marionetas bailan juntas y cantan:
¡Ya no somos más
Don Llorón, Doña Miedosa y Doña Enojona.
Los chicos nos ayudaron a:
Esta muy enojada, muy muy enojada,
estar muy miedosa, muy muy miedosa,
y estar muy triste, muy, muy, muy triste...
¡No queremos ser más!
Yo Doña Enojona,
yo Don Llorón,
y yo Doña Miedosa
Si a la tristeza, y al enojo y también al miedo
dejamos estar
quedarán un poquito y ¡luego se irán!

Rincón de las emociones


Se creará el rincón de las emociones, que será un espacio físico al que cada maestro
junto con los chicos le podrá dar las características que su creatividad le indique.
Allí habrá todos los elementos necesarios para expresar las emociones cuando lo
necesiten. Almohadones y botellas descartables de plástico para saltar encima de ellos,
muñecos, marionetas, para poder hacerlas hablar y decir lo que sienten, crayolas,
papeles, pinceles, pinturas, plasticolas y tizas de colores, arcilla, plastilina para poder
dibujar y moldear lo que están sintiendo, por ejemplo su enojo, tristeza o pena, etc.
Ellos sabrán que en ese lugar las emociones se encuentran muy contentas de
estar pues es su rincón en donde nadie les va a decir que se tienen que ir.
Cuando ellas quieran, se irán por su cuenta, y entonces, al sentirse calmados los
niños podrán retirarse y volver a sus lugares del salón.

Cierre
Los chicos se darán cuenta cómo todos podemos estar tristes, enojados o con miedo, y
que es bueno estarlo siempre que no lastimemos a nadie, ni a ellos mismos ni a los
otros, pues para eso están las emociones, para sentirlas así luego se pueden ir.

Fuente: LA AUTORA.

4. ¡Jugando en los rincones, con las emociones!

Introducción
Anselmo: “¡Me encanta cómo se divierten y cómo los amigos de mis sueños también
están jugando con ustedes!
Nosotros los animales, también nos enojamos, sentimos pena o a veces estamos
con miedo... Yo, soy bastante miedoso... Pero, con Francisca y los otros maestros de
mis sueños, ¿saben qué? Aprendí a que mis emociones son mis amigas, por eso es
bueno si nos visitan dejar que se queden un rato, el que ellas quieran y después dejarlas
ir.
Pero para eso tuve que aprender primero a darme cuenta de que habían venido.
¿Quieren jugar a reconocer a nuestras amigas las emociones cuando nos visitan?”

Procedimiento

Se crearán en el salón cinco rincones donde irán los niños para identificarse con las
diferentes emociones. Uno será el de la tristeza, que podrá estar representado por una
cara que exprese pena (puede ser Don Llorón, un oso hormiguero con cara de
afligido o la cara de un niño llorando), el del enojo con la boa Sandra muy enojada o
un niño con expresión de enojo, el del miedo y el rincón de la alegría identificados de
similar modo. En el quinto rincón estarán todas las emociones juntas.
El juego consiste en que el coordinador de consignas, que irán cumpliendo, a
medida que las vayan recibiendo. Una consigna podrá ser que al escuchar palmadas
diferentes tendrán que dirigirse a uno u otro rincón y expresar con su rostro la emoción
que corresponda. Al escuchar una palmada irán al rincón del enojo, dos, al del miedo,
tres al de la tristeza, si son cuatro palmadas al de la alegría, y cinco al de todas las
emociones. Así es que deberán estar muy atentos para poder obedecer las consignas.
Para que se transforme en un juego colaborativo en el que todos ganen, si
quedan niños fuera del juego porque se equivocaron al escucharlas, los de cada rincón
por turno, aplaudirán tantas veces como les corresponda a su rincón y así irán atrayendo
a los compañeritos que quedaron fuera. Hasta que no estén todos los rincones ocupados
en un número aproximadamente parejo el juego no continuará.
El coordinador podrá guiar a la cantidad de alumnos que cada rincón podrá
incorporar.
Otra consigna podrá ser, hacer escuchar diferentes instrumentos o ritmos, por
ejemplo, el tambor, para el enojo, la flauta para la tristeza, para el miedo, los platillos,
para la alegría las maracas y para el rincón de todas las emociones hacer sonar los
cuatro instrumentos al mismo tiempo.

Cierre
Se comentará cómo aunque todos ganen, igual se puede jugar de manera divertida y
además quedar contentos pues no hay perdedores. Se hará notar que el premio, si lo
hubiera, es para todos.

Fuente: LA AUTORA.

5. Nuestro amigo, el señor miedo

Introducción

Ya hemos visto cómo Anselmo muchas veces tiene miedo, nosotros los grandes
también tenemos miedo algunas veces.
Es bueno saber que hay cosas para las que sirve tener miedo y otras que no pues
no son reales, son un invento de nuestra mente. También podemos aprender a saber qué
hacer cuando sentimos miedo.

Procedimiento
La maestra conversará con los niños sobre cómo hay temores que son causados por
seres imaginarios como los monstruos y los fantasmas y que, para evitarlos es mejor no
ver o escuchar historias sobre estos temas.
Y también se hablará sobre algunos miedos que son buenos pues los protegen.
Ellos mencionarán todos los peligros sobre los que los papás y mamás y los mayores les
advierten y para los cuales les sirve tener algunos miedos como por ejemplo a cruzar
solos la calle, a jugar con objetos peligrosos con los que se puedan lastimar como
cuchillos, tijeras o aparatos eléctricos o comer o a tomar bebidas que les hagan mal, etc.
Luego se los invitará a cantar una canción que pueden aprender para cuando
están con miedo.

Cuando un monstruo te asuste


o un fantasma te persiga,
sólo di:
¡Sal de aquí!
Si de noche te despiertas
y de miedo no te mueves,
sólo di:
¡Sal de aquí!
Si tu hermano es quien te corre
y te asusta de lo lindo,
sólo di:
¡Sal de aquí!
Y grita fuerte:
¡Tengo miedo!
Dilo pronto:
¡Tengo miedo!
¡Papi, ven! ¡Mami, ven!
¡Abuela, ven! ¡ Hermanito, ven!
¡¡¡Abrázenmeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!

Cierre
Se comentará cómo está bien sentir miedo y poder hablar sobre él, como también poder
cantarlo o buscar quien los abrace, ya que éstas son algunas de la maneras para que
pueda empezar a irse.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

6. Nuestra amiga, la tristeza

Introducción
Todos nos sentimos tristes y hasta tenemos ganas de llorar, a veces por cosas que pasan
de verdad y otras por cosas que imaginamos. Es bueno llorar cuando uno está triste y
poder decirlo, también es bueno. Los grandes también estamos tristes algunas veces.

Procedimiento
Se conversará sobre los motivos por los cuales a veces ellos están tristes, como por
ejemplo cuando algún animalito que quieren se enferma, o no pueden ir a algún lugar
donde les habían prometido, o pierden algún objeto muy querido o se les rompe, como
un juguete o una ropa que les habían regalado que les gustaba mucho, o extrañan a
alguien por quien sienten mucho cariño y que dejan de ver o que no está en ese
momento.

Se les propondrá cantar una canción para expresar la tristeza.

Cuando mi mamá me deja


y yo no me quiero quedar,
digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa!
Cuando mi perro o mi gato
se fue sin despedirse,
digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa!
Si un juguete que quería
se rompió y no está más,
digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa!
Cada vez que estoy muy triste
y tengo ganas de llorar,
digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa!
Y si yo puedo decirlo
y también puedo llorar
casi sin que me dé cuenta
¡la tristeza se me irá!

Cierre
Se conversará sobre cómo cuando se puede llorar y se puede decir que estamos tristes
finalmente la tristeza se va. Podemos decir que la tristeza es una amiga, pues la dejamos
estar con nosotros.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

7. Nuestro amigo, el enojo


Introducción
Todos nos enojamos algunas veces. Unas personas se enojan mucho, mucho y muchas
veces, otras menos. Pero todos alguna vez nos enojamos.
Podemos enojarnos pero tenemos que tener cuidado sobre lo que hacemos con
nuestro enojo, cómo lo “sacamos fuera”, tratando de no lastimarnos ni lastimar a nadie,
ni con las palabras ni con el cuerpo.

Procedimiento
Se conversará sobre con qué cosas se enojan ellos y con qué personas, y qué les pasa en
sus cuerpos cuando están enojados, cómo por ejemplo, si respiran más fuerte, se ponen
colorados, aprietan los puños y los dientes, etc. y que nos sirve saber cuándo estamos
empezando a enojarnos para poder hacer algo bueno con el enojo dejando que salga.

Para eso van a cantar una canción todos juntos.

Cuando estoy con mucho enojo


estos pelos se me paran,
las mejillas coloradas
y mis puños apretados,
tengo ganas de gritar;
digo: ¡¡¡AAAAAAAAAAA!!!
¡Estoy muy, muy enojado de verdad!
Cuando estoy con mucho enojo
tengo calor en la cara,
estos pelos se me paran,
siento un fuego en mi nariz;
tengo ganas de gritar;
digo: ¡AAAAAAAAA!
¡¡¡Y también puedo saltar!!!
¡Estoy muy, muy enojado, de verdad!
Y si grito, y si lo digo
y también puedo saltar,
el enojo se me achica
y de a poco, de a poquito,
de repente me doy cuenta...
¡¡¡no está más!!!

Cierre
Se conversará que, igual que con el miedo y la tristeza el enojo puede ser nuestro amigo
para así poder sentirlo y decirlo pues es la manera de que se quiera ir.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

8. Nuestra amiga, la alegría

Introducción
A todos nos gusta estar contentos, alegres, felices. ¿No es cierto? ¡Es lindo sentirse así y
también es lindo poder darnos cuenta de que estamos alegres!
Cuando estamos contentos nos reímos o sonreímos, nuestra voz suena muy linda
y también, seguramente las palabras que decimos, es probable que usemos el lenguaje
amable.
Vamos a cantar una canción para usarla cada vez que queramos y estemos
contentos porque si nos damos cuenta, la alegría es mucho más grande todavía.

Procedimiento
En cada acción el maestro además de repetir juntos las frases,
puede representarlas para que los niños las imiten (reír,
cantar, bailar, correr, abrazar).

¡Cuando me siento feliz


puedo reír
puedo reír
puedo reír
y también decir:
¡Me encanta estar así de feliz!
¡Puedo reír,
también cantar,
puedo saltar,
también decir:
¡Me encanta estar así de feliz!
Puedo bailar,
también zapatear,
puedo correr,
también abrazar,
puedo decir:

¡Me encanta estar, así de feliz!

Cierre
Notarán cómo decir lo que uno siente cuando se trata de estar alegres, más que hacer
que la alegría se vaya hace que ésta aumente o sea, que se sientan aún más contentos.

Fuente: LA AUTORA.

9. Nuestra amiga, la naturaleza

Introducción
Anselmo: “¡Saben chicos, nosotros los animales nos enojamos, estamos tristes y con
miedo, como ustedes, pero así como vienen nuestras emociones se nos van enseguida,
y... ¿Saben por qué...? Yo tengo una idea... le voy a preguntar a mis maestras de las
emociones, a la loba Fidelia y a la ovejita Berta, a ver si ellas están de acuerdo conmigo.
Lo que se me ocurre es que, como estamos mucho con la naturaleza, ella nos enseña a
llevarnos bien, porque en ella todo está bien, es muy lindo cómo nos podemos sentir
cuando corremos por el campo, dormimos la siesta bajo un árbol o escuchamos el ruido
del agua de un arroyito o la lluvia suavecita caer sobre la cara... ¿No les pasa así a
ustedes?

Les quiero contar un secreto para cuando estén con muchas emociones, escuchen
bien que se los voy a decir bien despacito, como se dicen los secretos... Para que
algunas emociones se vayan, además de reconocerlas y dejarlas estar, es bueno ir a un
lugar donde haya mucha naturaleza...”

Procedimiento
Se les pedirá a los niños que cuenten sobre aquellos lugares de la naturaleza donde más
les guste estar. Luego, si fuera posible, se podrá hacer una recorrida por algún lugar
donde estén en contacto con la misma, ya sea, por una plaza, el patio o jardín de la
escuela, y al hacer la recorrida ir haciéndolos observar y oler, escuchar y tocar lo que
fuera posible que esté al alcance de los niños (piedras, plantas, agua, tierra, etc.).
También se procurará que estén en silencio y quietos en algún lugar, y se podrá
reforzar el paseo con una visualización del estilo de la siguiente:

“Vamos a ir cerrando los ojos y sintiendo la respiración, cómo el aire está entrando y
saliendo por nuestra nariz... y escuchando a nuestra respiración, vamos también a ir
escuchando los sonidos que están en este lugar... cada uno sabrá qué es lo que puede
estar escuchando que está en la naturaleza... y ahora vamos a ir sintiendo los olores...
si es que sentimos algún olor especial que hay en este lugar y que nos trae el aire... y de
alguna manera podemos ir dándonos cuenta quizás de si el aire que nos rodea es fresco
o tibio, frío o caliente... (la temperatura la irá describiendo la maestra, de acuerdo a la
que es real en esa circunstancia) e ir sintiendo en nuestro cuerpo como todo está bien y
nosotros formamos parte, somos uno con toda esta naturaleza donde estamos... y
despacito vamos a ir abriendo los ojos y mirando todo lo que hay a nuestro alrededor,
sus colores, y formas y qué es lo que más nos llama la atención...”

Se dará el tiempo suficiente para que aprovechen la visualización y el silencio


que se habrá creado para observar con detenimiento la naturaleza.
Luego se preguntará cómo sienten en el cuerpo esto de estar formando parte de
la naturaleza como si fueran una hojita más, o una ramita, o lo que se les ocurra a ellos.
Se reflexionará cómo todo lo que está vivo es muy valioso y es bueno cuidarlo y de
cuántas maneras se puede cuidar, por ejemplo cerrando bien las canillas para conservar
el agua, regando plantas, árboles y cuidando de que las flores caigan de las plantas
cuando estén viejitas solamente, tratando con cariño a los animales, si tenemos una
mascota dándole de comer lo que le hace bien, cuidando que siempre tenga agua fresca
y limpia, arrojando los cartones, papeles, botellas, u otros objetos en los tachos de la
basura y no en las calles ni en las playas, pues ensucian y no se transforman en nada útil
para ellas, (como los restos de frutas o verduras) y además no pertenecen a la naturaleza
por lo cual no es ese el lugar donde deben estar.

Cierre
Se conversará con los niños sobre cómo el estar en contacto con la naturaleza, y si es
posible, descalzos les puede ayudar a dejar ir las emociones que quieran que se vayan,
como el enojo, o miedo o la tristeza, pues la tierra y el agua son muy buenas para
llevarlos con ellos. También reflexionarán que así como ella es generosa con nosotros y
nos cuida, también es bueno que lo seamos con ella y la cuidemos todo lo que podamos.

Fuente: LA AUTORA.

10. Le damos nombre a las emociones que sentimos

Introducción
Además de darnos cuenta de que nuestro cuerpo nos avisa cuando estamos sintiendo
emociones, es también bueno saber reconocerlas, es decir saber cuándo se presenta una
y cuándo otra, y también darles un nombre.
Para ello van a jugar a un juego que se llama: “Le damos nombre a las
emociones que sentimos”.

Procedimiento
El maestro irá leyendo las situaciones que estarán escritas en diferentes carteles que se
irán colocando en diferentes partes del salón.
En otro lugar del aula habrá una lámina con los nombres de las diferentes
emociones, cada una de las cuales puede estar ilustrada con alguna situación dibujada
por los niños.
Situaciones:
 Te hacen un regalo que esperabas hace tiempo. (alegría)
 Alguien te insulta. (enojo, furia)
 Se burlan de ti. (enojo, vergüenza)
 Se va una maestra que querías mucho. (tristeza)
 Te ganaste un premio en un concurso. (alegría)
 Tienes que ir a visitar a una tía y no puedes ir a jugar. (enojo, pena)
 Un compañero que estudió mucho para poder pasar de año es reprobado, lo cambian
de escuela. (tristeza)
 Alguien más grande y fuerte que tú te quiere golpear. (miedo)
 Tu mejor amigo sale a pasear con un niño nuevo y no te invitan. (celos)
 Tu papá te prometió un paseo que te gustaba mucho y no cumplió con lo prometido.
(enojo, dolor)
 Te fue bien en una lección o prueba muy difícil. (alegría)
 Encuentras un perrito abandonado que está muy triste y mal alimentado.
(compasión)
 Un compañero de clase te rompe algo que te costó mucho tener, una revista, un
jueguito, etc. (furia)
 Un compañero se ríe de ti cuando te equivocas en la respuesta. (enojo)

Observación
Si la edad de los alumnos lo permite, se puede incorporar como emociones la envidia y
la frustración; si son menores de ocho años, sólo se trabajará la tristeza, el enojo, el
miedo y la alegría. La lista de situaciones se referirá a ejemplos más acordes con la edad
de los niños, por ejemplo: “Un amiguito rompió tu muñeca nueva“; “Tu papá se fue y
no te llevó a pasear con él”; “Tu mamá te abraza y te dice que te quiere”, etc..

Variación
Se pueden formar cinco grupos, a cada grupo se le dan tres situaciones diferentes. Cada
grupo prepara una representación muda de cada situación, el resto de la clase deberá
detectar de qué se trata y luego ponerle el nombre de la emoción que hayan expresado.
En este ejercicio se trabaja también el lenguaje no verbal.
Actividades adicionales
Mi libro de emociones:

a) Pida a sus estudiantes que escriban cada día en dicho libro algo sobre sus
emociones eligiéndolas de la lista de emociones primarias, nombrando la situación. Por
ej.: “Me sentí enojado cuando…” o “Me sentí feliz cuando…” Pueden tener una libreta
o un pequeño cuaderno que lo usen sólo para tal fin.
b) En el mismo cuaderno, recortar y pegar dibujos, imágenes de revistas, diarios,
etc. que representen las diferentes emociones primarias, en el lugar que les corresponde,
o sea, sobre carteles escritos previamente que las nombren.

Esculpiendo emociones:
Dé a sus niños plastilina o masilla, pídales que elijan una emoción y que moldeen una
escultura sobre ella. Después podrán escribir una historia acerca de su escultura y
comentarla con el resto de la clase.

Cierre
Se comentará cómo el poder decir el nombre de la emoción luego de haberla reconocido
nos ayuda a ser pacifistas.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

11. Los pensamientos son los padres de nuestras emociones

Introducción
Ahora vamos a conocer cómo son nuestros pensamientos para saber aún más cómo
reconocer nuestras emociones.

Procedimiento
Comente a los niños que todas las personas hablan de sus pensamientos, y sin embargo
no saben cómo son, que ellos tienen formas y van a empezar a aprender sobre ellas. Para
ello van a escuchar con atención un relato.
Lea el “Sueño de Juan y Marina” (u otro similar que abunde en palabras que
representen imágenes, sonidos y sensaciones) pidiendo a sus alumnos que lo escuchen
con los ojos cerrados. Se leerá el relato usando diferentes tonos de voz y ritmos de
acuerdo al contenido del mismo. Cuando se refiera a imágenes procure que su tono sea
alto y el ritmo rápido, con los sonidos use un tono medio y un ritmo pausado, y en las
sensaciones haga la voz más baja y el ritmo más lento aún.
Al concluir la lectura diga a sus alumnos que pueden abrir los ojos y pregúnteles
qué partes les gustaron más. Cuando terminen de contestar haga hincapié en que:

a) A algunos les llamó más la atención frases que se referían a colores, formas,
luces, y constate que ellos “vieron” lo que relataban, tal como el agua transparente, la
mojarrita que brillaba al sol, los colores verdes y azules del mar, etc. y eso que “vieron”
se llaman imágenes.
b) Otros recordaron más las frases referentes a la voz de la abuela, el silbido con
que los llamaba el tío, el graznido de aves, el rumor de las olas, etc., y que ellas hacían
alusión a sonidos.
c) Y quizás para algunos el gustito a salsa y a queso derretido de las pizzas de la
abuela, el calor de las piedras, el agua fresca como un helado, los olores, sabores, etc.,
fue lo que más recordaron, y que esas se llaman sensaciones.

Explique que: Las FORMAS DE LOS PENSAMIENTOS son:

Las IMÁGENES
Los SONIDOS
Las SENSACIONES

que vieron, escucharon y sintieron mientras escuchaban el relato.


Nuestro maravilloso cerebro está pensando siempre, aunque generalmente no
nos demos cuenta, y que los pensamientos tienen esas formas.

Pregunte a sus alumnos: ¿Quiénes sintieron como si conocieran esos lugares,


como si el relato del cuento hubiera estado ocurriendo de verdad? ¿Por qué creen que es
importante saber acerca de los pensamientos, cómo son, cómo se forman…? ¿Qué tiene
que ver esto con el conflicto?
Cierre
Conocer las formas de los pensamientos sirve para saber más acerca de las emociones y
comprender cómo siempre antes de sentir pena, tristeza, alegría, celos, enojo o cualquier
otra emoción, hay un pensamiento que lo hizo nacer.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

El sueño de Juan y Marina

Juan y Marina eran dos hermanitos que vivían en un pueblito al pie de una
montaña. Era un pueblito muy chiquito por el que corría un solo río. La casa de
ellos estaba muy cerca del río. Este era muy particular. A veces aparecía casi
seco, sin nada de agua y otras traía tanta agua y tan turbulenta que daba
miedo cruzarlo.
A Juan y a Marina les gustaba mucho pescar, habían aprendido con su tío Pedro
en una siesta de verano cuando todos dormían y la mamá no los dejaba salir por el calor.
Pedro los llamaba con un silbido muy raro que sólo ellos conocían, como de lechuza y
bicho feo al mismo tiempo, y ellos se escapaban por una abertura que tenía la puerta por
donde entraban los gatos.
Iban tan agachados al pasar por esa puertita y tan rápido que un día una vecina le
dijo a la mamá que por la siesta sabían andar unos enanitos veloces que no entendía de
dónde salían… ¡Qué calor que hacía! Era como si las piedras ardieran, como cuando se
prende fuego sobre ellas para cocinar pizzas, y empanadas y pan, como lo hacía su
abuela Juana, la que vivía del otro lado del río y ¡qué ricas que eran! Con ese gustito a
salsa y el queso derretido y tan doradas que salían… La abuela siempre les decía con
esa voz chillona que tenía: “¡¡¡Cuidado con escaparse a la hora de la siesta que andan
los guardianes y se los van a llevar a la comisaría!!!” Entonces se acordaban de la voz
de la abuela pero tenían tantas ganas de ir con el tío a pescar, que con el corazón
haciéndoles “tam tac—tam tac…” iban igual.
Cuando llegaban al río era todo verde, fresquito, la tierra con piedras de colores
debajo del agua transparente… Y allí se quedaban en silencio… Hasta que pescaban
una mojarrita, que brillaba y se movía al sol, asustada, con el agua brillante sobre su
piel, ¡¡¡era tan lindo!!! Les daban ganas de correr y saltar de la alegría… Y allí sí que no
hacía calor, el agua era fresca como una helado y hasta cuando se mojaban mucho en el
otoño y no se movían se les ponía la piel de gallina. Y Pedro que se reía con esa boca
grande que abría y miraba para arriba y hasta le salía un hipo y no podía parar de reírse.
Un día, los invitaron a ver una película donde dos chicos pescaban en ¡¡¡el
mar!!! Ellos nunca habían salido del pueblo… ¡Qué enorme les pareció el mar…! Tanta
agua junta y con esos colores, verdes y azules que reflejaban el dorado del sol… Y esas
olas que de tan grandes parecían montañas pero ¡¡¡de agua!!! Se quedaron mudos, no
pudieron hablar por mucho rato, ¡¡¡qué ganas tenían de ir allí a pescar!!! ¿Cómo podrían
hacer para ir…? Entonces pensaron y pensaron en el mar… trataban de sentir el olor
que creían que tenía, y el gustito salado del agua del que hablaban en la película, y el
ruido que hacían esas olas al romperse contra las piedras… y soñaban despiertos y
dormidos con el mar. Se podían ver sentados a la orilla pescando unos peces enormes,
tan grandes que se les doblaba la caña… y podían sentir bajo sus pies la arena húmeda y
hundirse en ella y pisar los caracolitos que les pinchaban la planta de los pies… y
escuchar los sonidos que hacían esos pájaros grandes y blancos de la película…
Un día la maestra les dijo que había llegado una invitación para participar de un
concurso de dibujo… y el premio era… un viaje a una playa donde había mar… Y les
pagaban todo y ¡¡¡podían llevar a otro chico de invitado!!! Entonces hicieron unos
dibujos muy lindos con muchos colores, hasta brillitos les pegaron y se presentaron al
concurso… Pasaron muchos días hasta que una mañana al volver del colegio se
encontraron con un sobre… Las manos les transpiraban, la boca se les secó y no podían
hablar, la hermanita abrió el sobre con los dientes de los nervios… y ¡¡¡allí estaban los
dos pasajes del premio!!! ¡¡¡Habían ganado el concurso!!!

El sueño se hizo realidad, tanto lo soñaron que lo lograron… ¿Y les cuento una
cosa? Cuando volvieron les contaron a todos que el mar era más lindo todavía que en la
película… Pero además aprendieron algo que no estaba en ningún libro: para que los
sueños se hagan realidad hay que soñarlos mucho y ¡¡¡con toda la fuerza del corazón!!!
12. Los detectives de pensamientos y emociones

Introducción
La maestra explicará a sus alumnos que ahora que ya saben cuáles son las formas de los
pensamientos (imágenes, sonidos y sensaciones) que están constantemente en el
cerebro, van a investigar en sí mismos cómo es que éstos están siempre originando
emociones.
Para ello se van a convertir en detectives de sus pensamientos y emociones. Los
detectives buscan información y prestan mucha atención para encontrarla.

Procedimiento
Se guiará la siguiente visualización de acuerdo a las instrucciones especificadas en el
ejercicio anterior en relación al volumen, tono y ritmo de la voz y tomándose unos cinco
minutos como mínimo para hacerlo.

“Ahora van a cerrar los ojos y respirando profundamente van a ir


aquietándose… y ahora van a pensar en algo que les gusta mucho, que los ponga muy
contentos… y sólo van a contestar cuando yo les diga que abran los ojos… ya
piensen… ¿Qué es…? ¿Cómo es…? ¿Tiene forma, color, es una imagen fija o se
mueve? ¿Pueden darse cuenta si están en algún lugar? ¿Dónde están? ¿Cómo es ese
lugar? ¿Están solos o acompañados? No contesten todavía… ¿Qué ven…? ¿Escuchan
algo? ¿Qué escuchan? ¿Cómo son esos sonidos, palabras… otros sonidos…? ¿Cuáles?
Y ahora dense cuenta si hay algún olor o sabor… u otra cosa que estén sintiendo con el
tacto o alguna temperatura… ¿Qué sienten? Ahora abran los ojos y compartan si
lograron sentirse contentos.”

 Guíe la reflexión de acuerdo al siguiente cuestionario: ¿Quiénes lograron


sentirse contentos de verdad? ¿Cómo se dan cuenta de que esto ocurrió? ¿Qué
sintieron o sienten en el cuerpo? ¿Cómo es esa sensación? Invítelos a describirla
haciendo resaltar las diferencias, por ej. un niño puede decir: “Es como si me
entrara más aire.” Otro podrá decir: “No, para mí es que me subió un
calorcito…”
 Luego de compartir las respuestas dé la siguiente consigna haciéndolo de una
manera rápida y sin que los alumnos cierren los ojos.
“Ahora pónganse muy contentos pero sin pensar en nada… ya… pónganse
contentos… ¿Están contentos?”, “Más contentos...”, “Un poco más aún”.
 Guíe la siguiente reflexión: ¿Cuál de las dos veces pudieron ponerse más
contentos? ¿Por qué les resultó más fácil cuando cerraron los ojos? ¿Cuál fue la
diferencia?
 Explique a sus alumnos: Esto que les ocurrió con la alegría ocurre con todos los
sentimientos. Cuando el cerebro repite mucho algunos pensamientos que tienen
imágenes, sonidos y olores, sabores, temperaturas, etc. termina creyendo que
son verdad. Reconocerán que cuando ven propagandas en la televisión, por
ejemplo, si tienen mucho calor y ven una botella, con todos sus colores y hasta
las gotitas del agua helada que le chorrean por el envase y escuchan el sonido
de la tapita cuando se abre y el que hace el líquido al deslizarse dentro del vaso
termina dándoles ganas de tomar esa gaseosa y si no hay en la casa capaz que
van y la compran.
 Propicie que sus alumnos den varios ejemplos más.
 Relacione esta información con el proceso por el cual los pensamientos que
creemos que son verdaderos dan origen a las emociones. Por ejemplo, si alguien
piensa muchas veces que una persona le tiene rabia, y la ve en su pensamiento
con cara de enojo mirándola y escucha su voz también en su pensamiento,
diciéndole cosas desagradables, y hasta siente en su cuerpo la sensación de que
la empuja, y todo esto está sucediendo en su mente, en su imaginación, (cine
mental), aunque no se dé cuenta, esto que imagina, le produce mucho enojo
pues su cerebro, tal como pasa con las propagandas o con el relato de Juan y
Marina, cree que ocurre “de verdad”. O sea que sus pensamientos, sus
representaciones (imágenes, sonidos y sensaciones) dan origen a sus emociones.

Actividad adicional
Pida a sus alumnos que en un cuaderno anoten las propagandas que vean por TV o
alguna película que hayan visto y qué emociones sintieron al verlas.

Cierre
Reflexione con sus alumnos: ¿Para qué sirve conocer esta información? ¿Por qué es
bueno saber cómo se forman los pensamientos de las personas…? ¿Por qué es
importante saber esto si se trabaja con el conflicto? Oriente a sus alumnos para que
comprendan que los pensamientos dan origen a las emociones y las personas no se dan
cuenta de que esto ocurre. Aprender a darse cuenta de cuáles son los pensamientos que
se están teniendo, cuáles son sus formas, cómo se cree que son verdaderos y originan las
emociones, es poder empezar a desprenderse de gran cantidad de conflictos. Al mismo
tiempo el darse cuenta de cómo cada palabra, gesto, mirada, etc. produce pensamientos
en los demás y por lo tanto emociones, nos enseña que es bueno ser cuidadosos tanto
con lo que se hace como con lo que se dice, para evitar que se produzcan conflictos o
ayudar a resolverlos pacíficamente.

Fuente: Un mirar un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

13. El tren de los pensamientos, emociones y conductas.

Introducción

Se comentará a los alumnos que las personas siempre tenemos conductas, que las
conductas son las cosas que hacemos y que incluso no hacer algo es también una
conducta, que las conductas de una persona enojada generalmente son diferentes a
las de una que está alegre, o de otra que está con miedo o con celos, o que está triste.
Para aprender más sobre las emociones y las conductas van a armar entre todos un
tren, el tren de los pensamientos, emociones y conductas.

Procedimiento
Se recuerdan los nombres de las emociones más primarias: dolor, pena, tristeza, enojo,
furia, celos, miedo, alegría, amor, compasión.
Se les pide que completen la siguiente guía donde anotarán al final de cada frase
qué hacen las personas en las siguientes situaciones:

o Cuando tienen miedo:


gritan, corren, lloran, no hacen nada, etc.
o Cuando están contentas:
cantan, se ríen, abrazan, etc.
o Cuando están enojadas:
...................................................................
o Cuando están tristes:
...................................................................
o Cuando están celosas:
...................................................................
o Cuando están envidiosas:
......................................................................
o Cuando tienen vergüenza:
.......................................................................
o Cuando sienten compasión:
.......................................................................
o Cuando están furiosas:
........................................................................

Se guiará la siguiente reflexión: ¿Qué creen que ocurre en nuestro cerebro que
hace que tengamos ciertas conductas? = Emociones. ¿Qué hay en nuestro cerebro que
da origen a las emociones? = Pensamientos. ¿Qué formas tienen los pensamientos? =
Imágenes, sonidos y sensaciones.

Refuerce la información con los alumnos sobre que los


pensamientos producen emociones y a las emociones les
siguen conductas. Suponiendo que los pensamientos son la
locomotora de un tren, si las emociones ocupan el primer
vagón y las conductas el segundo, pregunte: ¿Cuál de las
partes del tren es la que lleva la dirección?
Divida al grupo de alumnos en tres subgrupos, unos
representarán la locomotora del tren o sea los pensamientos,
otros el primer vagón, o sea, las emociones y el tercer grupo
las conductas, es decir aquello que hacemos como
consecuencia de haber tenido emociones y pensamientos.
Se podrán incluso agrupar físicamente en tres lugares
del salón donde estén representados los pensamientos,
emociones y conductas por dibujos que simbolicen la
locomotora y los dos vagones con los nombres que
correspondan a cada figura. En el lugar preciso podrán
ubicarse los tres grupos.
Al escuchar las diferentes consignas avanzarán hacia el
centro dando tres pasos al mismo tiempo, ya sea a los
pensamientos, las emociones y/o las conductas.
Cuando los chicos escuchen: “Me burlo de un
compañero”, avanzará el vagón de las conductas; “siento
miedo”, el de las emociones; “Ella me tiene rabia”, el de los
pensamientos.
Podrán decirse las consignas en orden, o sea, primero un
pensamiento, luego la emoción y finalmente la conducta.
La lista de pensamientos, emociones y conductas podrá
ser del estilo de la siguiente:

Pensamientos:

“Me va a hacer un lindo regalo.”


“No me mira porque me tiene rabia.”
“Si hablo me va a gritar.”
“El me quiere mucho.”
“Esta cuenta es muy difícil y si no la hago la maestra me
va a retar.”
“Mi mamá me debe estar esperando con milanesas con
papas fritas.”
“La quiere más a ella que a mi.“

Emociones:
“Estoy contento.“
“Me da miedo que no me quiera.”
“Me enojo cuando me gritan.”
“Siento mucha alegría.”
“Estoy asustado.”
“ Me siento feliz.”
“Siento celos.”

Conductas:
“Corro a decirle que quiero ver mi regalo.”
“La miro fijo a los ojos.”
“Pego un buen grito.”
“Lo abrazo.”
“Cierro el cuaderno y lo guardo.”
“Me voy a mi casa rápido a comer”
“Me pongo a llorar.”

Cierre
Se guiará la reflexión para obtener algunas respuestas
relacionadas con los siguientes conceptos: el primer vagón que
debe cambiar de dirección si se quiere cambiar alguna
conducta o emoción es el de la locomotora, o sea el de los
PENSAMIENTOS, pues de acuerdo a los pensamientos que se
tienen serán las emociones que le sigan y de acuerdo a ellas
serán las conductas. Por lo tanto al cambiar la locomotora de
dirección también lo hará el segundo vagón, de las emociones
y también el tercero, de las conductas. Es muy bueno conocer
cómo, cuando tenemos un conflicto, para cambiar las
conductas se deben cambiar antes las emociones y por lo
tanto, primero, los pensamientos que le dan origen.

Fuente: Video “Anselmo, la locomotora y los vagones” de


Cecilia Ramos Mejía.

14. Buceando en nuestros pensamientos y emociones

Introducción
Anselmo: “¿Ustedes saben qué es un buzo? ¡A que no lo saben! ¿Saben...? (escucha las
respuestas). No me digan que es alguien que se mete debajo del agua y puede respirar,
pero eso es un pez o un cocodrilo, o ... ¡Ah, es un humano! ¿Y cómo hace para respirar?
¡Ah sí, se pone como una enorme cacerola de vidrio transparente dada vuelta en la
cabeza y respira por un tubo que enchufa en la nariz!
¡Debe ser lindo eso de ver qué hay debajo del agua! ¡Yo no puedo hacerlo!
Me parece que ustedes van a bucear, es decir buscar algo que está debajo de...
¿Debajo de qué estará lo que tienen que bucear...?”

Procedimiento
Este es un trabajo individual de “buceo” dentro de sí mismos. El docente dará la
siguiente consigna:

 Completa la guía de trabajo, imaginando que te ocurren las siguientes


situaciones, debes:

1) Reconocer y escribir qué piensas en cada situación (qué te dices a ti


mismo), qué sientes (presta atención a tus sensaciones corporales y
reconoce la emoción, eligiéndola de la lista de “emociones primarias”) y
qué haces.
2) Imaginar y escribir un pensamiento diferente, debajo del título “puedo
pensar”.
3) Descubrir cuáles son las emociones y conductas que acompañan al
nuevo pensamiento y cuáles son las diferencias con las anteriores (estoy
pensando).

Situaciones
1. Mi mejor amiga se sienta con otra compañera en el paseo en micro.

a) Estoy pensando: “No me quiere más”.


Estoy sintiendo: Pena, celos.
Estoy haciendo: No le hablo, me hago la distraída.

b) Puedo pensar de diferente manera: “La compañera le pidió que se siente,


ella no la eligió”.

Estoy sintiendo: Muy poquitos celos.


Estoy haciendo: Le pregunto por qué no se sentó conmigo.

2. Mi hermanito rompió mi lapicera nueva.


a) Estoy pensando: “¡Es un inútil, siempre hace lo mismo!”.
Estoy sintiendo: Furia.
Estoy haciendo: Lo zamarreo y le grito.

b) Puedo pensar de diferente manera: “Lo hizo sin querer, es que le gusta
mucho mi lapicera”.

Estoy sintiendo: Pena.


Estoy haciendo: Lloro un poco y le digo que no toque más mis cosas.

3. La maestra me pone una mala nota porque hice los ejercicios de matemática mal y no
puedo ir como abanderada.

a) Estoy pensando: “Me tiene rabia”


Estoy sintiendo: Enojo y miedo de que mi mamá se desilusione de mí.
Estoy haciendo: Les digo a mis amigas que es injusta.

b) Puedo pensar de diferente manera: “Tenía razón, no entendí los ejercicios”.


Estoy sintiendo: Vergüenza.
Estoy haciendo: Le pido que me explique porqué me puso esa nota y qué
hice mal.

4. El jefe del equipo de football del barrio no me pone casi nunca a jugar.

a) Estoy pensando: “Me tiene rabia”.


Estoy sintiendo: Furia.
Estoy haciendo: Me voy del equipo y no juego más.

b) Puedo pensar de diferente manera: “No me elige para jugar porque piensa
que no soy bueno”.

Estoy sintiendo: Tristeza y un poco de enojo.


Estoy haciendo: Me entreno con otros amigos otro día para jugar mejor.
5. Mi compañero de banco se quedó con mis figuritas y no me las devuelve.

a) Estoy pensando: “Es un ladrón”.


Estoy sintiendo: Enojo.
Estoy haciendo: Se las pido y si no me las devuelve le saco otra cosa que
me gusta y me la guardo.

b) Puedo pensar de diferente manera: “Las perdió y no se anima a decírmelo”.


Estoy sintiendo: Menos enojo.
Estoy haciendo: Le digo que me diga porqué no me las da.

6. Me retaron porque creía que me estaba copiando en una prueba y no era verdad.
a) Estoy pensando: “La maestra es una injusta”.
Estoy sintiendo: Mucho dolor y enojo.
Estoy haciendo: Me pongo a llorar.

b) Puedo pensar de diferente manera: “Se confundió, porque todos hacíamos


lío y vio mal”.

Estoy sintiendo: Enojo.


Estoy haciendo: Le pido que me tome la prueba a mí sola para
demostrarle que sí sabía el tema.

7. Un grupo de chicos se burla de mí porque me raparon ya que tenía piojos.

a) Estoy pensando: “Son una porquería”.


Estoy sintiendo: Vergüenza y miedo de que las chicas me dejen de lado.
Estoy haciendo: Les grito y le pego a uno de ellos.

b) Puedo pensar de diferente manera: “Me quieren hacer quedar mal porque
soy amigo de las chicas más lindas”
Estoy sintiendo: Muy poco enojo.
Estoy haciendo: Me río y les sigo el chiste.

Actividades adicionales
En el libro de las emociones, podrán anotar cada vez que tienen un conflicto con
alguien:

 Estoy enojado (celoso, triste, etc.) con: ...


 Porque pienso que: ...

Y si no se trata de un conflicto pero tienen miedo o vergüenza, pueden hacer lo


mismo anotando:

 Siento miedo de o por… o vergüenza con/de…


 Porque pienso que…

Cierre
Reflexione con los alumnos que cuando sentimos emociones siempre hemos tenido
antes pensamientos, que creemos que son verdaderos, y generalmente no averiguamos si
son ciertos. Si podemos tener otros pensamientos es probable que cambien nuestras
emociones. Estas emociones nos llevan a decir o hacer cosas y a veces a no decir ni
hacer nada. Todo ello son acciones y algunas nos perjudican a nosotros mismos y son
como señales que nos pueden llevar a aprender muchas cosas.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

Bibliografía recomendada para leer a los niños: “Me siento solo”, “Tengo celos”,
“No es justo” de la colección Mis sentimientos, Editorial Albatros.

LA HISTORIA DE MARILYN
Había una vez, en la parte húmeda de un bosque de algarrobos, una araña
pollito mamá, que vivía feliz con su hijita Marilyn.
Como la arañita era aún muy pequeña, su mamá, con mucha ternura y
paciencia, se dedicaba a enseñarle, todas las mañanas, el oficio de tejer
telarañas.
—Para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la derecha y a la izquierda,
nudo de dos, y remata en tres, a la mitad de cada hilado —repetía la mamá una
y otra vez como en un verso.
Marilyn avanzaba lento como todas las arañitas de su edad. Cada tanto
se enojaba o se confundía, y su mamá, con eterna paciencia, la llenaba de
besos y de risas comprensivas.
Un día, en el medio del bosque, la mamá empezó a sentir movimientos
extraños, que nunca antes había oído en los muchos años que tenía.
Alerta con sus cinco sentidos, pero tratando de serenar a la pequeña,
que la miraba inmóvil a través de sus largas pestañas, la mamá intuía algo
peligroso. Y, antes de que ocurriera algo malo, decidió salir a investigar. Así
que sentó a Marilyn y le dijo:
—Querida hijita, presta mucha atención a lo que te voy a decir: Voy a
salir a ver qué es lo que está sucediendo. Tú quédate quietita y, hasta que yo
vuelva, ni se te ocurra moverte de tu lugar, ¿está bien?
—Sí, mami querida —respondió Marilyn, y encontró un huequito en un
árbol donde se dispuso a jugar y a esperar. Dibujó corazones en la tierra con
una ramita seca, hizo una casita con tronquitos, exploró todo el árbol por
dentro, jugó a subir despacito y a tirarse rodando una y otra vez, juntó
piedritas de colores, hasta que empezó a cansarse de tanto esperar. Entonces,
decidió salir del árbol, y enorme fue su asombro al darse cuenta de que el sol
ya no estaba, y de que su mamá no había vuelto aún.
Trataba de no pensar, pero, de sentirse solita, empezó a pucherear y no
aguantó más. Montones de lagrimitas chorrearon por su peluda cara, como
perlas de agua caían, hasta formar un charquito debajo de ella. Lloró toda la
noche y parte de la mañana, y, al mediodía, salió del huequito y comprendió
que su madre no volvería. Entonces empezó a caminar.
No sabía bien para dónde iba, pero caminaba mirando fijo hacia el suelo.
Todos los animales del lugar, enterados de la ausencia de la madre, le
preguntaban si necesitaba ayuda, si quería comida, o le ofrecían sus hogares
para que pudiera quedarse por las noches.
Marilyn no los escuchaba y avanzaba a paso firme.
—No necesito la lástima de nadie —se decía muy enojada.
Y caminó y caminó con paso veloz y con mucha energía. Estaba
dispuesta a alejarse de todos los que la conocían. Al cabo de tres días de andar,
tropezó con una ramita y, al caer, comenzó a llorar desconsoladamente.
Extrañaba a su mamá, sus enseñanzas, su casita y, además, estaba muerta de
hambre. Esa noche se alimentó de semillas y capullitos de seda abandonados.
Buscó refugio entre unas ramitas de cedro y allí durmió a pata suelta.
Al día siguiente, inspeccionó el lugar y no saludó a ningún animal de los
que amablemente se acercaban a darle la bienvenida. Todos la miraban con
ternura, pero ella no les respondía, estaba encerrada en su enojo y en su dolor.
Pero ella se repetía: para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la
derecha y a la izquierda, nudo de dos, y remata en tres, en la mitad de cada
hilado. Era lo único que pensaba y pensaba.
Cuando encontró un árbol caído, una piedra con musgo en una esquina y
dos cedros enfrentados, se dijo: “Esta va a ser mi guarida para siempre, y ya
me van a conocer”.
Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada, empezó, cuando todo el
bosque dormía, y tejió sin descanso hasta el atardecer.
Así pasaron los días, y Marilyn crecía, sus patas estaban cada vez más
fuertes, y su tela avanzaba y avanzaba.
Ya nadie se le acercaba. Algunos pensaban que estaba loca, otros,
enferma de tanto trabajar, y había quienes decían que ya se le iba a pasar, que
se iba a cansar de hacer todos los días lo mismo.
Nada de esto le importaba a Marilyn, que tenía una sola idea fija.
Trabajar y trabajar para calmar sus penas. De tanto trabajo, se armó una
trinchera de telaraña, una trampa perfecta. Nunca más pasaría hambre... y se
prometió cazar a cuanto bicho se le acercara, en eso se divertiría de lo lindo.
Y, así, cazó mariposas, gusanos, hormigas, cucarachas voladoras,
moscas, mosquitos, y la lista seguía sin fin.
Marilyn engordaba mucho y se proponía cazar presas cada vez más
grandes, aunque no tuviera hambre.
Un día cayó, en su red, una libélula inocente y confiada, que enseguida
empezó a implorar clemencia y a llorar.
—Ten piedad, araña, por favor, te lo pido ¡déjame ir! —pedía la libélula
llorando.
—Verás, acabo de ser mamá de ocho libelulitas y, si no vuelvo para la
noche, morirán de hambre... tan pequeñas son —lloraba la libélula mamá.
—Qué tierna historia –se reía Marilyn– sabrás que me importa muy poco
lo que me cuentas...
—¡Por Dios, araña!, ¡déjame ir!
Pero Marilyn no contestaba y se reía de una forma que daba muchísimo
miedo.
Entonces la libélula cerró los ojos, se preparó para lo peor y, tragando
saliva, así rezó:
—Astros del cielo que iluminan nuestro camino, bosques de cedros que
protegen nuestro vivir, agua del arroyo que nos refrescas y nos das alimento,
pájaros de las nubes que conmigo han sabido jugar, perdonen a esta araña que
no sabe lo que hace, algún día será madre y comprenderá lo que yo siento.
Diciendo esto, derramó su última lágrima, respiró profundamente, cerró
los ojos y esperó.
Y esperó y esperó, y rezó y rezó. Pero nada pasaba, y más nerviosa se
iba poniendo.
Cuando no aguantó más, abrió un ojo despacito y ¿saben qué vio?:
¡La araña, que... estaba llorando! Las lágrimas caían de sus ojos. La
libélula miraba sorprendida y, con ternura, le dijo:
—¿Qué es lo que pasa, pequeña? —porque, recién en ese momento, se
dio cuenta de que, a pesar del tamaño, no era una araña adulta.
—¡Extraño a mi mamááá! —gritó la araña, que se ahogaba en sollozos.
Un día se fue y nunca volvió, ¡me siento sola!
La libélula la miraba casi sin poder hablar. Al final tomó fuerzas y le dijo:
—Mira, pequeña, a veces ocurren cosas que no tienen explicación y que
nos duelen mucho. Comprendo lo triste que estás y quisiera poder ayudarte. Si
me liberas, prometo ocuparme de ti para que ya nunca te sientas sola.
—¡No! –respondió con fuerza la araña–, seguro que te irás y no volverás
por aquí. Si te dejo presa, por lo menos, podré charlar contigo.
—Pero por poco tiempo, pequeña, pues, presa como estoy, ten
seguridad de que, dentro de dos días, moriré. Si me liberas, estaré por siempre
a tu lado, siempre que me necesites. Confía en mí.
—Yo no confío en nadie.
—Y por eso estás tan sola, pequeñita, cree en mi palabra y verás cómo
todo puede cambiar.
—No, no te creo, lo dices para que te libere, pero yo sé que después no
volverás. No te creo nada.
—Bueno, tú eliges entre quedarte sola o creer que tal vez puedas
empezar a hacer amigos.
—¡Es que no puedo creerte! —lagrimeaba la araña.
—¿Acaso dudas de que salga el sol cada día? Apuesto a que no, pues
esto es lo natural, lo que ocurre todo el tiempo. Confiar es tan claro como eso,
como creer que cada día saldrá el sol.
La araña quedó pensativa y en silencio, ésta era una apuesta que tenía
que hacer. Pensó un rato y, por fin, se decidió.
—Te liberaré... he decidido confiar —y, diciendo esto, la fue soltando. Mi
nombre es Marilyn.
—El mío, Graciela –sonrió la libélula–. Hoy has ganado una amiga y verás
que, de ahora en adelante, nunca más estarás sola. La libélula se fue alejando
despacito, con la alegría de volver a vivir. Era tan linda la vida...
Marilyn se durmió con una sonrisa en la boca.
Se despertó tarde, al día siguiente, cuando golpearon a su puerta. “Qué
raro ––se dijo–“, ya que nunca nadie la visitaba.
Cuando se encontró con Graciela y sus ocho hijitas, que traían miles de
guirnaldas con flores, se llenó de alegría. Todas las libélulas hablaban al mismo
tiempo, hasta que empezaron a cantar a una voz: —¡Le damos las muchas
gracias, le damos las muchas gracias, le damos las muchas gracias, de todo
corazón!
Y, mientras cantaban, la rodeaban y le regalaban las guirnaldas de
colores.
Marilyn lloraba, pero, esta vez, de alegría. No podía creer que estuviera
recibiendo tanto amor. Jugaron todo el día y, cuando atardeció, se fueron
despidiendo una por una. Graciela miró con ternura los ojos de la araña y le
dijo:
—Gracias, Marilyn, gracias por confiar.
Y Marilyn respondió:
—Y gracias a ti, Graciela, por enseñarme a confiar.
Así, cada una volvió a su casa.
A la mañana siguiente, la araña se llevó una enorme sorpresa cuando, al
despertar, no sólo estaba la libélula con todas sus hijas, sino que, además,
había una familia entera de bichitos de luz. Y, luego, llegaron los gusanos de
seda, las ranas y muchos animalitos del bosque, que estaban ansiosos por
conocer a la nueva amiga.
Así, alegremente, la araña jugaba con uno y con otro, hasta que un día
apareció una araña más pequeña que ella.
—Mucho gusto, Marilyn –dijo la arañita–, mi nombre es Camila, y se
comenta por aquí que eres la mejor tejedora de la zona. ¿Tendrías la bondad
de enseñarles a mis hijas?, es que yo no tengo paciencia.
—Sí, claro —se sorprendió Marilyn. Y bien rapidito aparecieron doce
arañitas de lo más simpáticas.
—Ah, vinieron mis primas también... —sonrió Camila mientras aparecían
catorce arañitas más.
Entonces todas juntas se fueron de excursión y, cuando encontraron el
lugar adecuado, Marilyn comenzó:
—Para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la derecha y a la izquierda,
nudo de dos, y remata en tres, en la mitad de cada hilado .
Al verlas trabajar, Marilyn sonreía agradecida de poder enseñar con el
mismo amor con que había aprendido.
Las arañitas crecieron y las amistades también. Después, por supuesto,
vinieron reuniones, fiestas, cumpleaños y casamientos, y hasta una araña
pollito. La vida de siempre.
Pero cada atardecer, cuando el sol se hundía lentamente en la tierra,
Marilyn miraba confiando que al día siguiente volvería a amanecer. Y recordaba
con amor cuando la libélula la liberó de su enojo, de su tristeza y de su miedo,
para entregarla ahí, justo ahí, a ese lugar donde la tierra sostiene, la luna
alumbra, las plantas crecen, y la vida respira detrás de cada flor; porque la
cuestión era tan simple como confiar en que todo ocurre, por naturaleza.
CIARA
BAU

FELIPE: EL GATO MIEDOSO


Había una vez, un gato muy listo, es decir, muy pícaro y travieso, que no era de nadie, y
era un poco de todos. Él no vivía en una casa, con una familia, sino que era callejero,
dormía en cualquier parte, y comía lo que encontraba por ahí. Es por eso que se las
arreglaba muy bien, y sabía cómo defenderse ante cualquier peligro.
Todo era perfecto para Michi (como lo llamaban los chicos del barrio), hasta que
llegó al vecindario una familia nueva. Como Michi era muy curioso y además estaba
aburrido, dio un salto por la reja de la casa más linda de la cuadra, y cayó justo en el
jardín del vecino. Pisando todas las flores, y espantando a las mariposas que salieron
volando asustadas, Michi se encontró de pronto con Roco, un gran perro Doberman, que
estaba allí, parado frente a él. ¡Imagínense el susto que se pegó Michi!
Así que, sin pensarlo dos veces, salió corriendo (qué digo corriendo, casi
volando), y con el apuro, volteó las latas con pintura rosa, que estaban en el patio. ¡Pero
no se imaginan lo que pasó!... Se patinó sobre la pintura derramada, y cuando se quería
levantar, se volvía a caer. Roco le gruñía y le ladraba tan fuerte, que todos los perros de
la cuadra empezaron a ladrar al mismo tiempo. Una nena salió de la casa a ver qué
pasaba y empezó a gritar: “¡Mamá! ¡Mamá! ¡Hay un gatito rosa en el jardín!”
Salieron la mamá y el papá, y alcanzaron a ver a Michi, todo teñido de color
rosa, saltando la gran reja. Los padres soltaron una carcajada y no podían parar de
reírse, porque… ¿quién vio un gato rosa alguna vez? “Pantera rosa” sí, en la tele, pero
¿gato rosa? ¡Era toda una novedad!
Muy enojado Michi, y ya fuera del peligro de ese gran perro, se empezó a
revolcar en la tierra de la calle, para ver si se le iba la pintura. ¡Pero no! En vez irse el
color, se le pegaron las florcitas caídas de los árboles; así que Michi, además de rosa,
estaba todo lleno de flores. ¡Qué papelón! ¡Y justo pasaba por enfrente la gatita que a él
le gustaba! Ella también se reía, cuando lo vio, y todos los vecinos que pasaban por ahí,
también se reían.
Michi se sentó muy pero muy triste, atrás de una pared, para que nadie más lo
vea, y allí se puso a llorar tanto, hasta que se quedó dormido. Cuando… de pronto, se
vio en el aire: era la nena de la casa del “gran perro”, que lo estaba llevando para allá.
“¡Uh… no!” –pensó el gatito– “¡Otra vez ahí, no! ¡Ese perro me va a comer!”
Sin embargo, con gran sorpresa Michi se encontró, en los brazos de la mamá de
la nena, que con mucho cariño le decía: ―Gatito lindo, desde ahora queremos que te
quedes a vivir con nosotros.
Michi se puso muy contento con la noticia, pero también estaba muy preocupado
por el perro. La verdad es que Michi, a pesar de ser tan pícaro, ahora estaba muerto de
miedo. La mamá lo bañó, lo perfumó y le puso un moño azul, mientras le decía: ―A
partir de ahora te llamarás Felipe. Y lo puso, así bañadito, en el patio para que se seque.
La mayor sorpresa de la vida de Michi, no fue que le cambiaran el nombre por
Felipe, sino que Roco, el perro Doberman a quien tanto temía, se le acercara para
conversar muy amigablemente.
―Hola Felipe. ¡Bienvenido a nuestra casa! ―le dijo Roco. Pero Felipe no le
contestaba, y se hacía el distraído. Entonces Roco, que era muy bueno, le dijo: ―¿Te
pasa algo, amigo? ¿Te puedo ayudar? Si te asusté, te pido perdón. Y… ¡Seamos
amigos!
Felipe aprovechó la oportunidad, y le dijo a Roco, todo lo que sentía: ―¡Sí, me
pasa algo…! Me pasa “mucho”. Sentí mucho, mucho miedo, cuando ladraste tan fuerte,
yo sentí que iba a morir, nunca antes había sentido tanto miedo. Entonces, cuando logré
saltar a la reja, y vi que todos se reían de mí, sentí mucha, mucha bronca, y también
sentí vergüenza por estar todo teñido de rosa, y no poder limpiarme. Y lo peor fue
cuando llegué a la calle y me vio la gatita que quiero que sea mi novia: ella se rió de mí,
y yo sentí mucho dolor. Soy un fracasado, nunca tuve una familia, siempre viví en la
calle, y justo ahora que había conocido a la “gata de mi vida”, en vez de sentirme feliz,
estoy muy triste…¡Todos se burlan de mí!...
―¿Todos? ―le preguntó Roco.
―Bueno, algunos. ¡Pero nadie me comprende! ―dijo Felipe, llorando; a lo que
Roco respondió: ―¿Nadie…? ¿Estás seguro que nadie?
Entonces Felipe se dio cuenta de que Roco lo estaba comprendiendo. Y
ya no se sentía tan solo, ni tan fracasado, porque ahora tenía un perro amigo.
Se sintió muy aliviado porque pudo decir todo lo que sentía. Ya no tenía miedo,
porque vio que Roco no era malo. Al final descubrió que lo que le había pasado
no era tan grave, y gracias a eso que le pasó, Felipe encontró un amigo, una
casa y una familia. La gatita finalmente, se enamoró de Felipe, desde que lo vio
tan simpático, así que se pusieron de novios y poco tiempo después, hasta el
mismo Felipe recordaba todo como una anécdota muy graciosa, y hasta él
mismo se reía de todo lo que le había pasado. Después de todo… ahora sí que
era un gato feliz.

PATRICIA MARZELLA

SÉPTIMO PRINCIPIO

PODEMOS APRENDER A ENTENDERNOS SIN


PELEARNOS Y SI NOS PELEAMOS A AMIGARNOS

Los maestros y maestras de la paz, si bien pueden haber trabajado en desarrollar


recursos en sus alumnos para que puedan prevenirse los conflictos, y pueden haber
creado el ambiente propicio para que estos no ocurran, igualmente se encontrarán
cotidianamente con que éstos, de diferente índole, siguen ocurriendo.
A continuación citaré algunas recomendaciones que la Peace Education
Foundation cita en su programa Cómo hacer la paz entre la niñez para los maestros que
enseñan a sus alumnos a ser pacifistas.

La niñez puede aprender a:

1. Decir claramente lo que desea.


2. Escuchar atentamente lo que la otra persona está diciendo.
3. Expresar sus emociones.
4. Entender lo que sienten los demás.
5. Respetar los derechos de los demás.
6. Saber estar con sus emociones sin descargarlas en los otros con palabras o
golpes.
7. Desarrollar estrategias para esperar su turno, compartir y ceder.
8. Hacerse responsable de sus acciones.

Recomendaciones para los docentes pacifistas


Cuando ocurra el conflicto:
 Mantenga la calma.
 Identifique el problema sin culpar a nadie. Los maestros que culpan enseñan a
culpar a sus alumnos.
 Reconozca las emociones y propicie que los alumnos puedan hablar de ellas
otorgándoles el tiempo suficiente para ser escuchados. Acepte los sentimientos y
utilice afirmaciones que ayuden a los niños a seguir hablando. “Te estoy
escuchando”. “¿Qué más tienes para decir?”.
 Reserve su opinión. Los chicos tienen derecho, tanto como los adultos a sentir lo
que sea, sin vergüenza o culpa, siempre que no se dañen o dañen a otros.
 Ayude a sus alumnos a entender que siempre que hay una pelea son dos los que
participan en ella, o sea que, ambos son responsables de la misma y pueden
hacer algo juntos para solucionarlo. Son dos para trabajar con el problema y no
uno en contra del otro.
 Motive a sus alumnos a pensar en muchas posibles soluciones.
 No obligue a sus alumnos a amigarse a la fuerza. Eso enseña a ser deshonestos.
 Cuando un niño o niña no pueda “separarse“ de sus emociones, envíelo al
“rincón de las emociones” en donde podrá experimentarlas sin dañarse ni dañar
a otros y “sacándolas fuera” adecuadamente. Hágale saber que podrá contar con
usted cuando ellas estén por irse o se hayan ido. Felicítelo cuando haya podido
tranquilizarse y ayúdelo a reintegrarse al grupo.
 Lea historias que ayuden a los niños a conocer maneras de resolver los
conflictos diferentes a aquellas en que unos ganan y otras pierden
 Analice las lecturas con preguntas tales como: “¿Cuál era el conflicto”; “¿qué
sintieron los personajes que participaban del conflicto?”; “¿de qué manera se
solucionó?”; “¿fue una buena solución?”; “¿de qué otra manera pudo haberse
solucionado?”; “¿alguna vez han tenido un conflicto como éste?”; “¿llegaron a
una buena solución?”; “¿cómo se sintieron una vez solucionado el conflicto?”.
 Algunas veces los niños no pueden solucionar los problemas por sus propios
medios. Aprendan y utilicen la mediación cuando los niños se lo soliciten.

1. Somos responsables por lo que decimos y hacemos

Introducción
¿Saben qué quiere decir “ser responsables”? Significa poder cuidar a aquello que es
importante cuidar, que es valioso. Por empezar la salud de ustedes mismos, dormir lo
necesario, bañarse todos los días, comer alimentos sanos. Todo eso les enseñan los
papás y maestros.
También cuidar a las personas, y a la naturaleza, como por ejemplo a los hermanitos,
a los mayores, a los abuelos y abuelas, a las mascotas, a las plantas, a la limpieza del
salón de clase, y de la calle y de las plazas, y por supuesto de nuestras casas.
Hoy vamos a hablar de lo que es ser responsables de nuestros comportamientos.

Procedimiento
Se preguntará a los chicos si saben qué son los “comportamientos”. Se les dirá que son
las cosas que decimos y hacemos, que los bebés no son responsables aún de sus
comportamientos pues son muy chiquitos, pero que ellos están aprendiendo a serlo.
Conversarán sobre aquellas habilidades que están aprendiendo para ser
responsables de sus comportamientos: escuchar con atención, hablar con un lenguaje
amable, valorarse y valorar toda forma de vida, aceptar lo diferente, reconocer y aceptar
las emociones.
Reflexionarán cómo cuando nos olvidamos o no usamos alguna de estas
habilidades es posible que tengamos un conflicto. Se les preguntará si saben qué es un
conflicto, para que reconozcan que es una situación en que dos personas o más se
enojan porque piensan mal una de la otra, porque quieren las dos lo mismo o una
ganarle a la otra, o todas esas cosas juntas.
Se comentará que todas las personas, grandes y chicas generalmente tienen
conflictos.
La maestra les contará un relato para que puedan pensar qué ocurrió que hizo
que este hecho fuera un conflicto.

“Estaba mi hijita Carla de cuatro años sentada en el cordón de la vereda cuando


pasó a su lado su vecino Felipe de dos añitos más que iba al colegio.
Mi hijita se puso a conversarle y preguntarle si cuando volviera de la escuela iba
a venir a jugar. Como Felipe, parece que estaba llegando tarde al colegio no le contestó,
entonces Carla empezó a perseguirlo para que lo hiciera. Como insistió tanto, Felipe le
dio un empujón y sin querer se cayó al suelo y se ensució su vestidito limpio, recién
puesto.
Carla llegó llorando a casa y cuando Felipe vino a jugar lo echó y no quiso jugar
con él.”

La maestra preguntará cuáles fueron las habilidades que ellos ya conocen y que
no se usaron, a lo cual contestarán que no se usó un lenguaje amable, ni se escuchó, ni
se expresaron adecuadamente las emociones.
También analizarán cuáles fueron las emociones de Carla que no pudo expresar
como debería una niña pacifista.
También se preguntará si Felipe fue responsable por lo que hizo y se darán
cuenta de que no lo fue.
Cierre
Entre todos analizarán cómo hubiera sido si tanto Felipe como Carla hubieran usado sus
habilidades para evitar este conflicto. Reflexionarán en base a las siguientes preguntas:
¿Qué tendría que haber hecho Felipe para hacerse responsable de su comportamiento?
¿Y Carla? ¿Cómo tendría que haber sido el lenguaje amable de Carla, y el de Felipe?
¿Qué tendría que haber hecho Carla con sus emociones, en vez de cerrarle la puerta a
Felipe y echarlo?

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation,1ª. edición, 1996.

2. La rueda de las risas y los bostezos

Introducción
Ustedes estuvieron jugando con las risas, ¿se acuerdan cuando uno se ponía sobre la
panza del otro y decía “¡Ja!”, y después otro “¡Ja, Ja!” y así seguíamos hasta que todos
se reían muchísimo? ¿No es lindo reírse? ¿No es mucho más lindo que pelearse?
Vamos a jugar a un juego en que todos nos vamos a contagiar, pero no una
enfermedad sino ¡¡¡risas!!!! ¡Y también bostezos!

Procedimiento
El maestro colocará a sus alumnos en rueda y dará la consigna que él se va a reír
primero y que mirará al de su derecha y al mirarlo, él deberá reírse y pasar su risa al de
su derecha también hasta terminar la rueda. Los que ya se rieron podrán seguir riéndose
si quieren. Luego, cuando ya se hayan terminado de reír, se hará lo mismo con los
bostezos.

Variación
Se pondrán las fichas de un dominó una detrás de la otra y uno de los alumnos le dará
un empujoncito a la primera. Podrán ver cómo cayéndose la primera luego caen todas
las demás.
Cierre
Se reflexionará sobre cómo lo que ocurrió con las fichas de dominó también ocurre con
nuestras emociones; así como se contagian las risas y los bostezos, también se contagian
los miedos, los enojos y las penas de las cuales están hechos los conflictos.
Y esto que ocurre prueba cómo todos estamos unidos, las personas entre sí y
también con todos los seres de la naturaleza, aunque estemos muy lejos y no nos
veamos, tal como las fichas de dominó.
Es por eso que nuestros comportamientos pueden afectar a muchos aunque no
nos demos cuenta, por lo cual es muy importante hacernos responsables de lo que
decimos y hacemos ya que también el ser responsables se contagia, tal como las risas y
bostezos.
Pensarán en algunas acciones de las cuales cada uno se hará responsable en el
salón y/o en sus casas durante la semana.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Fridman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

3. Doña araña, la mosca, el mosquito y la abejita

Introducción
Anselmo: “Les voy a contar una historia de cómo se armó una pelea por contagio como
si todos se hubieran contagiado un resfrío. Escuchen bien esta historia porque creo que
todos podemos aprender mucho de ella”.

Procedimiento
La maestra hará hablar al títere de Anselmo que les relatará esta historia:

Estaba la señora araña


muy sentada tejiendo su tela por la mañana
cuando una mosca distraída en ella se cayó.
“No es este el momento de venir”
le dijo enojada doña araña.
“¡Pero ya estoy aquí!”
contestó más enojada la mosca,
así, tal era el enojo
que de la tela para salir ella tiró
y en eso estaba
cuando un mosquito a su lado apareció
y atrapado también quedó.
Furiosa, dijo doña araña:
“¡Otro intruso aquí, no es hora de venir!”
El mosquito más enojado que la araña y la mosca todavía
en la tela se revolvió
y una abeja distraída
al escuchar tanto alboroto
se creyó,
que en una gran fiesta ellos estaban
y que no había sido invitada,
y tanto, pero tanto se enojó
que al cortar la tela con su aguijón
con los ojos cerrados se lanzó.
¡OH! ...se equivocó
y en la pared quedó clavada
con su aguijón maltrecho y lastimada.
Mientras, doña araña y la mosca y el mosquito
comprobaron
adónde pelearse los había llevado
y saliendo de la tela
a la abeja la salvaron
que abriendo sus ojitos
y sabiendo que la fiesta no era tal
sino una pelea brutal
tanto, tanto se rió
que de su risa se contagiaron
y pensaron:
¡¡¡Cuánto mejor que pelearnos
es divertirnos y amigarnos!!!
¡Y así fue que
con el tiempo ,
una orquesta ellos formaron!
¡¡¡Y a todas las fiestas
eran invitados!!!

Cierre
Se comentará con los niños cómo las peleas se van contagiando y el pensar mal unos de
otros, muchas veces sin saber si es verdad o no lo que se piensa, hace que las peleas se
vayan aumentando hasta terminar a veces en llantos y hasta en niños lastimados.

Fuente: LA AUTORA.

Luego podrán aprender una breve canción que podrán cantar cada vez que haya alguna
pelea:

Ser amigos
Es mejor
Que andar peleando
Sin razón
Si hay motivos
Si hay motivos
Para pelear
Para pelear
Puños al bolsillo
Puños al bolsillo
Que podemos hablar
Podemos hablar
Con el lenguaje amable
Y también escuchar
También escuchar.

Fuente: Adaptación de “Ser amigas/os” en Semillas de paz, pertenece a publicaciones


editadas por el Colectivo No Violencia y Educación, marzo 1997, Madrid.
4. Los dos burritos

Introducción
Anselmo: “Había dos burritos que estaban atados uno al otro. Por allí cerquita había dos
canastos llenos de zanahorias frescas. ¿Saben chicos? A los burritos ¡les gustan mucho
las zanahorias frescas...! Cada uno quería ir por su lado a comer las zanahorias de su
canasto... Pero cuanto más iba cada uno por su lado menos se acercaban... Hasta que se
dieron cuenta... ¿A que no saben de qué? ¿Quieren saber? Para eso van a jugar a un
juego en que ustedes van a hacer como si fueran los burritos. A ver si encuentran la
solución”.

Procedimiento
Se reunirá a los niños por parejas para hacer de burritos. Una vez que estén de espaldas
uno atado al otro por la cintura con un lazo, quedarán enfrentados cada uno a una silla a
una distancia aproximada de dos o tres metros. En cada silla podrá haber alguna
golosina que sea muy apreciada por ellos. Se les dará la consigna que deben buscarla
para poder comerla. Al querer avanzar podrán darse cuenta de que si cada uno avanza
para su lado ninguno puede llegar a lograr tomar la golosina, por lo cual se les dará unos
minutos para decidir cómo hacer para lograrlo.
Cuando a alguna de las parejas se le ocurra la solución de que pueden ir juntos
por turno a cada silla, los demás podrán imitarlos.

Cierre
Podrán reflexionar cómo si dos quieren lo mismo al mismo tiempo, para poder resolver
este problema que, a veces se convierte en conflicto, lo mejor es hacerlo de manera
colaborativa, o sea, poniéndose de acuerdo en conjunto, no enfrentados, pues así pueden
ganar todos.

Fuente: Tradicional.

5. Piedra, papel o tijera


Introducción
A todos nos pasa, a los chicos y a los grandes también, que muchas veces queremos lo
mismo al mismo tiempo o cosas distintas y no nos ponemos de acuerdo en qué elegir.
Por ejemplo, dos nenas quieren jugar con la misma muñeca o dos varones ser los
primeros de la fila.
Si fueran cosas distintas, por ejemplo, un grupo de ustedes quiere jugar a las
carreras y el otro grupo al gato y al ratón, no habría ningún problema. En cambio, si son
las mismas cosas, ahí sí que hay un problema. Para ayudar a resolverlo hay un juego que
sirve para decidir a quien favorece la suerte.
Este juego se llama “Piedra, papel o tijera“, ya van a saber porqué.

PROCEDIMIENTO
Se les preguntará si quieren aprender este juego para poder solucionar sus conflictos de
una manera pacífica.
Reflexionarán sobre quién le gana a quién y se darán cuenta de que si se
encuentran un papel y una piedra, el papel le gana a la piedra pues la envuelve; si en
cambio se juntan un papel y una tijera, la tijera le gana al papel, pues lo corta; por
último, entre la tijera y la piedra, ésta supera a la tijera pues le rompe el filo. Si el
encuentro es de los mismos elementos, un papel y un papel, por ejemplo, empatan, pues
no gana nadie.
Cada niño esconderá detrás de su espalda su mano que, extendida representa al
papel, con dos dedos abiertos a la tijera, y cerrada en un puño, la piedra.
Jugarán de a dos y luego de esconder su mano pensarán, sin decirlo qué
mostrarán.
A la suma de tres, deberán mostrar su mano exactamente los dos al mismo
tiempo. De acuerdo a qué represente cada mano es la que ganará y por lo tanto qué niño
podrá decidir o escoger lo que quiera.
Antes de comenzar el juego se les pedirá a sus alumnos que practiquen para
aprender la dinámica del juego.

Cierre
Reflexionarán sobre cómo permitir que decida la suerte es muy bueno pues además de
divertirse pueden solucionar sus problemas de una manera pacífica y justa para todos.
También que usar las palabras amables (gracias, por favor, disculpa) ayuda para evitar
las peleas o por lo menos hacer que se solucionen más rápido .

Fuente: Tradicional.

6. Aprendo a expresar mis emociones con el lenguaje de las emociones (para niños
entre cuatro y siete años)

Introducción
Los nenes chiquitos no pueden decirles a los demás lo que quieren o cómo se sienten
¿no es así? Entonces lo dicen no con palabras sino con llantos, pataletas, grititos,
sonrisas. Ellos aún no saben hablar o usan muy pocas palabras.
Nosotros sí podemos hacer saber a los demás qué queremos y cómo nos
sentimos.

Procedimiento
La maestra les contará a los niños una historia pidiéndoles que la escuchen con
atención.

Estaba Gabriel con su papá jugando muy contento con un cachorrito, cuando
llegó su hermano Fermín, que sin decirles nada se lo llevó para mostrarlo a sus amigos
y se quedaron papá e hijito sin poder seguir jugando. Gabriel salió corriendo detrás de
su hermano y empezó a pegarle patadas en las piernas y gritarle: “¡Eres un estúpido,
quiero que me devuelvas mi cachorro!”.

Les preguntará si les ha ocurrido alguna vez algo parecido. ¿Cómo se sintieron
en esas ocasiones? ¿Qué fue lo que hicieron? ¿Qué creen que Gabriel podría haberle
dicho a su hermano en vez de patearlo e insultarlo?
Les dirá que van a aprender a usar un lenguaje amable cuando alguien hace algo
que no les gusta y que ese lenguaje es una fórmula mágica para evitar que la pelea
aumente y a veces hace que desaparezca:

1. Utilizar el nombre de la persona: “Fermín...”


2. Decir cuándo sentimos eso: “cuando te llevaste mi cachorrito...”
3. Decir lo que sentimos (eligiendo la emoción de la lista que ya conocen):
“...me siento muy enojado.”
4. Decir lo que queremos: “...quiero que me lo devuelvas, por favor.”

Les contará varias historias más para que los niños sigan practicando la misma
fórmula.
Pueden ser del siguiente estilo:

Ana está jugando con su muñeca nueva en la puerta de su casa. Llega María y
le pide que se la dé, a cambio de que ella le preste sus nuevas figuritas. Ana no
quiere, entonces María se va y le dice que es una tonta, que no va a jugar nunca
más con ella.

1. Nombre: “María...”
2. Cuándo “...cuando me dices que soy una tonta porque no te cambié mi muñeca
por tus figuritas...”
3. Siento/Sentí: “¡mucho enojo!”
4. Quiero: “Por favor, que no me vuelvas a insultar”

Laura acaba de hacer un lindo dibujo y lo deja en el escritorio de su maestra.


Cuando va a guardarlo, Juan, sin darse cuenta lo arruga y lo arruina.

¿Qué es lo que Laura le puede decir con su lenguaje de las emociones?

“Juan, cuando arrugaste mi dibujo me dio mucha pena, por favor ¡tené más
cuidado!”

Matías corre una carrera con Pedro; los chicos los miran y unos gritan para
que gane Pedro y otros para que gane Matías. Cuando Matías está por ganar,
Felipe que quiere que gane Pedro le pone el pie y se cae, y Matías pierde.

¿Qué es lo que Matías le puede decir a Felipe con su lenguaje de las emociones?
“Felipe me enojé mucho cuando me pusiste el pie para que me caiga. ¡Por
favor, no lo vuelvas a hacer nunca más!”

Mimí está jugando a saltar charquitos con Alelí, pasa corriendo Javier y la
empuja, se cae y se rompe su pantalón nuevo. Mimí se pone a llorar a los gritos
y Javier le dice es una llorona como todas las mujeres y se va corriendo.
¿Qué es lo que Mimí puede decirle a Javier con el lenguaje de las emociones?

“Javier, me siento furiosa cuando me empujas y además me dices que soy una
llorona. ¡Quiero que me pidas disculpas!”

Lucas y Sergio están jugando a la pelota, se acerca Pilar la hermanita de Lucas,


para decirle que la mamá lo está llamando y que vuelva a su casa. Lucas sigue
jugando y vuelve cuando quiere.Cuando la mamá la encuentra a Pilar y no a
Lucas, la reta y no la deja salir a jugar con sus amigas sin querer escuchar sus
explicaciones.

¿Qué es lo que Pilar le puede decir a su hermano en el lenguaje de las


emociones?

“Lucas, cuando te avisé que mami te llamaba y no viniste a casa, me puso en


penitencia. ¡Estoy muy triste y enojada! ¡Quiero que le expliques que yo sí te
avisé y tú no viniste porque no quisiste.”

Jorge lleva al colegio un jueguito nuevo que le prestó su hermano mayor,


Ignacio. La maestra, como se distrae y no presta atención, se cansa y se lo saca
y lo guarda. Jorge cree que no se lo va a devolver más y se pone a llorar.

¿Qué es lo que Jorge le puede decir a su maestra en el lenguaje de las


emociones?

“Señorita cuando usted se queda con el jueguito, me da mucho miedo que mi


hermano se enoje y me pegue si no se lo devuelvo. ¡Por favor, démelo, no voy a
molestar más!”
Cierre
Con el lenguaje de las emociones se puede hablar de lo que sentimos sin atacar a las
personas. Nos hace bien poder “sacar fuera” las emociones, así éstas no se transforman
en cosas que hacemos, como pegarle a otro o insultarlo, o sea, en conductas, y las
peleas y problemas se pueden resolver en forma pacífica.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

7. Aprendo a arreglar los conflictos pacíficamente

Introducción
Anselmo: “Ustedes ya conocen muchas maneras de evitar los
conflictos o de arreglarlos pacíficamente cuando se presentan,
¿no es así?
Podemos hablar de una manera amable, probar suerte, decir lo que sentimos
cuidando los sentimientos de los otros y expresando los propios.
¡Me gustaría saber si ya lo saben hacer ‘de verdad’!”

Procedimiento
El docente dirá a sus alumnos que leerá unas historias sobre conflictos y ellos
reconocerán cómo se han resuelto, y qué hicieron los personajes para lograrlo.

Primera historia

Raúl estaba jugando a la pelota con Benjamín.


Sofía también quería jugar, como no la dejaban se apropió de la pelota y salió
corriendo.
Los chicos la persiguieron para sacársela, y en los forcejeos Sofía cayó al suelo
y se lastimó la rodilla.
Quedó llorando en el suelo insultándolos mientras Benjamín y Raúl se iban
jugando con su pelota lo más contentos.
Antonella viéndola llorar a Sofía y preguntándole qué había ocurrido, llamó a
los chicos y les dijo que “no estaba bien ni que Sofía les hubiera sacado la pelota ni
que ellos se hubieran ido dejándola en el suelo lastimada.”
“Parece que ustedes se enojaron porque Antonella les sacó la pelota y ella
también por que no la dejaron jugar. ¿Qué les parece que pueden hacer para arreglar
este problema?”
Benjamín y Raúl: “Nosotros le podemos pedir disculpas, ...lo sentimos
Antonella.”
Antonella: Yo también...”

Segunda historia

Laura y Anita eran amiguitas desde el primer año de jardín y además eran
vecinas. Siempre jugaban juntas y era muy raro que se pelearan. Anita y Laura sabían
arreglar sus problemas con facilidad.
Lucía era una niñita que hacía poco había llegado a la escuela.
Un día estaban discutiendo por un lápiz con colores bonitos y lucecitas que le
habían regalado a Anita y cuando Lucía quiso ayudarlas para que se entendieran ellas
se enojaron más y la echaron diciéndole que era “una metida y que no volviera a jugar
con ellas.”
Lucía, que no tenía aún amiguitas se puso a llorar muy fuerte y no podía
consolarse.
Hugo, se acercó a las tres niñas y les preguntó a Laura y Anita qué pasó,
cuando, entre llantos le contestaron, Hugo les dijo: “Parece que Lucía está muy triste
por haber querido ayudarlas y que no la aceptaron... y también que Anita y Laura se
enojaron porque querían arreglar su problema sin que nadie las ayudara ya que así
siempre lo hacen... ¿No quieren usar el lenguaje amable?
Anita y Laura: “Y... sí... nosotras te queremos decir que te pedimos disculpas, lo
sentimos mucho”.
Lucía: “...Gracias, disculpen por haber querido ayudar sin que me lo pidan, no
lo haré más ¿por favor, me dejarán jugar con ustedes?”

Tercera historia
Pedro y María estaban armando juntos una torre, les costó mucho trabajo
hacerla pues lo habían logrado con muchas piezas, ya estaban por terminarla cuando
Pedro se distrajo y con el codo la volteó.
María se puso furiosa, le dijo que era un tonto y Pedro, muy enojado con el
insulto se levantó y tiró todas las piezas por el aire.
Luego se fue y María se quedó furiosa levantándolas y guardándolas ella sola.
Cuando tuvieron que sentarse en la mesita para hacer una tarea juntos ninguno
de los dos quiso.
Juana intervino y les dijo: “Los dos se pelearon cuando estaban haciendo la
torre... A Pedro no le gustó que tú lo insultes, se enojó mucho y a ti María tampoco te
gustó que la tirara con su codo, parece que no se dio cuenta... y ahora están los dos
enojados y tristes... ¿Qué pueden hacer para arreglar este problema?
María: Si él me pide disculpas yo también lo hago.
Pedro: Que ella lo haga primero.
María: ¡No él primero!
Juana: ¿Qué les parece si lo decidimos por la suerte? Podemos jugar a “¡Piedra papel
o tijera!” ¿Quieren?
María y Pedro: ¡Sí, qué bueno!
Ganó Pedro, así que quien se disculpó primero fue María.
María: “Pedro, lo siento, discúlpame por haberte insultado.”
Pedro: “Bueno, yo también lo siento.”

Cierre
Al terminar cada una de estas historias, se preguntará a los niños: quién fue el pacifista,
qué fue lo que hizo, si quedaron conformes sobre cómo se solucionó el conflicto, y si
hubiera hecho alguno algo diferente. Si quedaron conformes con las soluciones
comentarán que los pequeños problemas los pueden arreglar solos y que los conflictos
más difíciles en la Mesa de la Paz, donde quizás necesiten de la ayuda del maestro.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

8. Encuentro mi propio lugar de la paz (los ejercicios siguientes son para alumnos
para niños mayores de ocho años)
Introducción
Se conversará sobre qué hacen las personas pacifistas para colaborar a que haya paz,
qué es la paz y qué es el conflicto en contraposición a la paz, y cómo ellos aprendiendo
a colaborar, a jugar a juegos en que ganen todos, a usar un lenguaje amable, escuchar y
reconocer y expresar adecuadamente las emociones, están siendo también pacifistas, o
sea, niños que ayudan a que haya paz en el mundo.
Se les dirá que van a hacer unos trabajos que los ayuden como pacifistas a
ahondar un poco más en lo que conocen de la paz y el conflicto.

Procedimiento
Se conducirá la siguiente visualización: “Van a cerrar los ojos y tomar una respiración
profunda... Toman aire, mucho aire y lo van soltando por la nariz de a poquito como si
fueran un globo que se va desinflando, y nuevamente, toman aire y lo van soltando
despacito (repetir dos o tres veces más). Y ahora van a ir imaginando un lugar en donde
van a sentirse muy tranquilos y contentos... Cada uno puede imaginar el lugar en el que
quiera estar y van a ir dándose cuenta qué ven... qué escuchan... qué sienten en el
cuerpo, cómo es sentirse así... muy tranquilos y en paz... (permanecer unos minutos en
silencio). Y despacito cada uno a su tiempo va a ir volviendo a este lugar y abriendo
muy lentamente sus ojos...”
Una vez que todos hayan abierto sus ojos se les preguntará quiénes quieren
compartir cómo era ese lugar donde fueron con su imaginación, que quizás no lo vieron,
o sí, pero que pueden haber sentido olores, voces, sonidos de la naturaleza, texturas,
etc.. Luego se avanzará motivándolos a que describan cómo era esa sensación de estar
tranquilos, muy en paz, que describan qué sentían en el cuerpo, llevándolos a respuestas
en las que usen un lenguaje que haga alusión al cuerpo tales como “algo blando,
suavecito” o “entraba mucho aire” o “era como una caricia” o “como mucha luz”, etc..
Se trata de que puedan conectarse con sensaciones corporales.
Luego se repartirán revistas en donde buscarán imágenes que representen lo que
ellos han podido vivir como la paz y podrán armar un collage con ellas.
Este trabajo lo podrán realizar en grupos y como paso final podrán juntar todos
los collages que haya hecho cada grupo y componer entre todos un gran mural, que
quedará expuesto en una parte del salón.
Variantes

 Escribir una historia en que un grupo de niños colaboraron para ayudar a que
exista la paz.
 Buscar canciones que les provoquen sensaciones de paz y otras que les
produzcan sensaciones asociadas con el conflicto.
 Buscar noticias en el diario sobre la paz y sobre conflictos y analizar cuántas
encontraron sobre la paz y cuántas sobre conflictos.

Cierre
Se podrá reflexionar tomando algunas de las siguientes preguntas como disparadores:
¿Qué observaron que les llama la atención de las situaciones en que experimentaron
paz? La paz, ¿existe sólo cuando no hay guerra? ¿Qué les hace pensar eso? Piensen en
personas que ustedes conocen, de las que pueden decir que son pacíficas. ¿Qué piensan
que ayuda a las personas a tener paz?

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

9. El “como si” de la paz y el conflicto

Introducción
Se conversará sobre cómo cuando uno aprende a darse cuenta que bien se siente estando
en paz, llevándose bien con los otros, se empieza a saber cuanto mejor es estar
tranquilos que peleándose, es decir estando en medio de conflictos.
Se les dirá que para ser un pacifista es bueno percibir qué diferente uno se siente
cuando evita los conflictos o los resuelve o quiere resolverlos pacíficamente que cuando
ocurre lo contrario.

Procedimiento
Se repartirán láminas que representen situaciones de conflictos y seguirán el mismo
procedimiento que con las referidas a la paz.
Se guiará a los alumnos a reconocer qué sensaciones corporales les producen los
dos tipos de láminas (“entra mucho aire”, “me siento blandita”, “un nudo en el
estómago”, “el cuello duro”, etc.) y a comparar las diferencias.
Reunidos en grupos con las láminas sobre los conflictos realizarán collages que
luego, al unirlos quedarán formando un gran mural.
Este lo colocarán cerca del que habían armado sobre la paz y dejarán un espacio
vacío entre ambos.
Pensarán entre todos qué se necesita para pasar del conflicto a la paz. Las ideas
que vayan expresando podrán ser palabras o imágenes y se colocarán en el espacio que
quedó vació entre ambos murales.

Cierre
Se conversará con los alumnos sobre lo trabajado y para ello se podrán tener en cuenta
las siguientes preguntas:
¿Qué puede provocar que un conflicto muchas veces aumente y se convierta en
uno aun mayor?
¿Qué ayuda a las personas a resolver sus conflictos en paz?
¿Pueden no existir los conflictos? ¿Qué tendría que pasar para que existiera un
mundo sin conflictos?
Se reflexionará cómo el conflicto es algo que uno preferiría evitar y que
generalmente no se conoce la manera de resolverlos adecuadamente.

Sugerencias para continuar con el tema


Los alumnos preguntan a sus padres qué es la Paz para ellos y en clase se comparten las
respuestas. (Se analizan coincidencias y diferencias entre las respuestas y se las
compara con las respuestas de ellos):

Los alumnos realizan una encuesta entre los chicos de toda la escuela.
Los alumnos buscan en el diccionario diferentes definiciones de Paz.
Los alumnos buscan cuentos, poesías, canciones populares, que traten el tema de
la Paz.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

10. Pluto y Dumbo se pelean

Introducción
Se conversará con los alumnos sobre cuáles son los temas de los dibujos que ellos ven
por TV y/o de los juegos de la computadora. Se darán cuenta cómo en general tratan
sobre conflictos, peleas, guerras, etc. y que cuando unos ganan, otros pierden.
Para entender un poco más sobre la paz y el conflicto compartirán una historia
de algunos personajes de la TV y el cine, Pluto, Dumbo y Mickey (o aquellos que se
hayan elegido).

Procedimiento
Se leerá un relato y/o se proyectará el video de “Aventuras en el bosque” de Walt
Disney, u otro adecuado a la edad de los alumnos. El video o relato presentado debe
contener las siguientes características: presencia de conflicto, presencia de creencias o
prejuicios sobre las situaciones vividas por los personajes de emociones primarias. Estos
requisitos son necesarios para facilitar la aplicación del ejercicio y para una mejor
comprensión por parte del alumno.
Se analizarán el relato y/o el video recogiendo primero las impresiones en
general, para luego hacer un análisis guiado en cuanto a obtener los siguientes
conceptos:

 Partes: se llaman así a las personas que participan de un conflicto.


 Presupuestos: son los pensamientos (en general negativos) que cada
parte tiene sobre el otro y que da por ciertos sin tener más fundamento
que sus propios pensamientos.
 Emociones: son el corazón del conflicto. (Las más básicas son: miedo,
dolor, pena, enojo, ira, alegría, amor).

Resumen de su argumento
Mickey es el dueño de casa y vive con su perro Pluto. El video comienza mostrando a
Mickey construyendo una casita para Dumbo, un pequeño elefante que es nuevo en el
hogar y que ha de compartir el jardín con Pluto. Este ignora que ha llegado el elefantito.
Está lo más tranquilo en el jardín y de pronto, por debajo de una cerca de madera
aparece la trompa que se pega a la panza de Pluto y lo absorbe como una ventosa (sólo
ve la trompa pues el cuerpo del elefantito está del otro lado de la cerca). Esto lo asusta
muchísimo y responde mostrando los dientes y gruñendo, defendiéndose de ese peligro
y objeto desconocido. Cuando se muestra Dumbo, Pluto se va caminando luego de
querer alejarlo varias veces, mas Dumbo insiste y lo agarra de la cola con su trompa
impidiéndole caminar; su intención es sólo jugar, mas no así la de Pluto que finalmente
furioso puede desprenderse de la trompa de Dumbo y se va a su “cucha” en donde se
queda reflexionando. Allí aparece un pequeño Pluto verde que representa sus “malos
pensamientos” (representaciones) y le dice que “ese gordo lo va a desplazar y que mire
la casa nueva que le están haciendo y la vieja de él que se está cayendo a pedazos”,
además termina diciéndole “él se quedará y tú te irás”. Luego le aconseja que le ponga
pimienta en la trompa, a lo cual Pluto le hace caso y como consecuencia de esta
artimaña, Dumbo empieza a estornudar de tal forma que destruye su casa nueva y
también la de Pluto. Termina el video con Pluto sin casa, furioso, que con su pata
aplasta al Plutito verde, que simboliza sus “representaciones” que él tomó como
verdaderas.
Guía para su análisis
El docente puede preguntar para comenzar el análisis: ¿Qué estuvo presente en esta
situación (o qué no estuvo) para que existiera un conflicto? ¿Y para que el conflicto
terminara de esa manera? Guiará la reflexión para obtener las siguientes conclusiones:

1. Comunicación distorsionada: Siempre hay comunicación, mas no fue la


adecuada pues faltó información, faltó la pregunta.

Mickey: Podría haberle preguntado a Pluto si quería una compañía o podría


haberle informado cuál iba a ser el rol de Dumbo en ese jardín, incluso podría haberle
explicado a Pluto qué o quién era ese ser, ya que quizás Pluto nunca hubiera visto un
elefante.

Pluto: Podría haberle preguntado a Dumbo o a Mickey quién era Dumbo y qué
rol iba a cumplir en ese jardín.

Dumbo: No preguntó a Mickey cómo era Pluto, si le gustaba jugar, etc. y


tampoco le preguntó a Pluto si le gustaría jugar con él.

2. Presupuestos: El diablillo verde representa los presupuestos negativos o


pensamientos negativos de Pluto en relación a Dumbo. Estos podrían ser por
ejemplo: que Dumbo lo desplazaría y éste se podría imaginar solo, durmiendo
bajo un puente, comiendo un hueso casi sin carne, temblando de frío,
escuchando el ruido de las latas que los chicos le tirarían para divertirse y el
frenado de un auto que podría pisarlo, etc..

3. Emociones: Los presupuestos o representaciones dan origen a fuertes emociones


que constituyen el corazón o núcleo del conflicto. Existen muchas emociones,
para el análisis de este video y para aprender a expresarlas en el conflicto sólo
nos referiremos a las “emociones primarias”. Pluto expresa: miedo, furia, celos y
envidia. Otras emociones primarias son dolor, tristeza, enojo y vergüenza.
Se puede analizar cómo el dolor y el miedo son las más primarias que dan origen
a las otras. Así los celos pueden ser, miedo a no ser querido, la envidia, miedo a
no tener un bien que otro tiene, y el enojo una reacción secundaria al miedo a lo
desconocido que es vivido como peligroso, el ataque o agresión entonces sería
una reacción de defensa ante una supuesta amenaza (en el caso de Pluto, se daría
como reacción ante el miedo que le da encontrarse con la trompa del elefante
que desconoce y que le absorbe la panza).

4. Resolución del conflicto: Finalmente se puede hacer una referencia a la


resolución del conflicto y sacarán como conclusión que todos perdieron pues se
destruyeron las dos casas, o sea que el resultado fue: perder - perder, que
habitualmente unos ganan y otros pierden y que la manera en que ellos van a
aprender a resolver el conflicto tiene como objetivo que todos ganen, o sea,
ganar-ganar.

Trabajo en grupos
Divida a los alumnos en grupos. Cada uno de los grupos realizará las siguientes
actividades:

a) Contestarán este cuestionario:


 ¿Quiénes son las partes del conflicto?
 ¿Qué observaron, qué ocurrió, qué no ocurrió?
 ¿Qué es lo que piensa Pluto de Dumbo y Dumbo de Pluto que ayuda a que haya
un conflicto?
 ¿Qué imaginan que es lo que quieren o exigen Pluto y Dumbo?
 ¿Cuáles son las emociones más fuertes de las partes? (Ver emociones primarias).
 ¿En dónde se originó o comenzó el conflicto?:

o en las emociones
o en las conductas
o en los presupuestos (el diablito)
 ¿Qué es lo más importante que hay que satisfacer para que se pueda resolver el
conflicto?: ¿aquello que exigen o dicen que quieren (posiciones) o lo que
realmente necesitan (intereses)?
 ¿Cómo terminó o se resolvió el conflicto?
 ¿Hubo violencia? ¿Por qué? ¿Qué la provocó o cómo fue que se llegó a ella?

Observación
Esta guía será adaptada por el docente a la edad de los alumnos.

Cierre
Se ayudará a los alumnos a sacar como conclusión principal que si bien el conflicto
aparece en las conductas o sea en las cosas que se dicen o hacen, sin embargo comienza
en los pensamientos “malos” que se tienen sobre el otro y de los que no se sabe si son
verdaderos o no. Estos dan origen a fuertes emociones.
También comprenderán que los pacifistas buscan la paz y que solucionar las
peleas pacíficamente quiere decir que todos sientan que ganan con la solución que se
encuentra.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

11. Ponerse en los zapatos del otro I

Introducción

Se preguntará a los alumnos que si tuvieran que ser uno de los


personajes de la historia de Pluto, cuál de ellos les gustaría ser
y qué los llevó a elegirlo.
Luego conversarán cómo si uno tiene un conflicto, el
poder “ser de mentira” la otra parte del conflicto aunque más
no sea por unos pocos minutos ayuda a poder resolverlo en
paz.
Procedimiento
Se pedirá a los chicos que cuenten el cuento del Lobo y Caperucita Roja, y luego se les
dirá que van a conocer el mismo cuento pero escrito por el lobo. Luego de leer esta otra
versión se debatirá con los alumnos si se trata de dos historias o de una misma con dos
maneras diferentes de ver lo que ocurrió.
Luego se podrá leer el cuento de Las personas sabias y el elefante. En este
antiguo cuento hindú, intentarán descubrir la causa del malentendido entre las personas
sabias.
Realizarán un debate semejante al anterior. Se orientará la discusión para que los
niños puedan entender que es una misma historia y que las variaciones se llaman
“versión”. Explorarán las situaciones cotidianas en las que a ellos les pase algo similar y
lo harán con la idea de que frente a un mismo hecho puede haber más de una versión.
Estos dos cuentos pueden trabajarse en dos reuniones, de acuerdo a la edad de
los niños.
Cierre
Se conversará con los alumnos que muchas veces creemos que las cosas son
únicamente como nosotros las entendemos, que si yo tengo la razón no puede tenerla
también la persona con la que discuto. Sin embargo pueden existir diferentes modos de
entender los hechos y todos tener algo de verdad.

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

El cuento del lobo

El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de


mantenerlo ordenado y limpio. Un día soleado, mientras estaba recogiendo las basuras
dejadas por unos excursionistas, sentí pasos.
Me escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida de una forma muy
divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisiera que la vieran. Andaba
feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás
ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar.
Le pregunté quién era, de dónde venía, adónde iba, a lo que ella me contestó, cantando y
bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el almuerzo. Me pareció
una persona honesta, pero estaba en mi bosque, cortando flores. De repente, sin ningún
remordimiento, mató a un zancudo que volaba libremente, pues el bosque también era
para él. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es entrar en el bosque
sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.
La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegué me abrió
la puerta una simpática viejecita, le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo con
que su nieta merecía una lección. La abuelita acepto permanecer fuera de la vista hasta
que yo la llamara y se escondió debajo de la cama.
Cuando llegó la niña la invité a entrar al dormitorio donde estaba yo acostado,
vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó, sonrojada y me dijo algo desagradable
acerca de mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le
dije que mis grandes orejas eran para oírla mejor.
Ahora bien, me agradaba la niña y traté de prestarle atención pero ella hizo otra
observación insultante acerca de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a
sentirme enojado. La niña tenía bonita apariencia, pero empezaba a parecerme
antipática. Sin embargo, pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me
ayudaban a verla mejor.
Pero su siguiente insulto sí me encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis
grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero. Sé que debí
haberme controlado, pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y
diciéndole que eran así de grandes para comerla mejor. Ahora piensen ustedes: ningún
lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr
por toda la habitación gritando y yo corría detrás de ella tratando de calmarla. Como
tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr, me la quité, pero fue
mucho peor. La niña gritó aún más.
De repente, la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y
afilada. Yo lo miré y comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé.
Me gustaría decirles que éste es el final de la historia, pero desgraciadamente no
es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que
corriera la voz que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a
evitarme. No sé qué le pasaría a esa niña antipática y vestida en forma tan rara, pero sí
les puedo decir que yo nunca pude contar mi historia. Ahora ustedes ya lo saben.

Las personas sabias y el elefante

Había una vez seis personas sabias que vivían juntas en un pequeño pueblo. Todas ellas
eran ciegas. Un día, un visitante llevó un elefante al pueblo. Las seis personas sabias
querían saber cómo era el elefante, pero ¿cómo podrían hacerlo?

―Ya sé ―dijo uno de ellos―. Vamos a sentirlo.


―Buena idea ―respondieron los demás.
―De esa manera podremos saber cómo es el elefante.
Y así lo hicieron. El primero tocó la oreja del elefante que era grande, plana y se
movía lentamente hacia delante y hacia atrás.
―¡Ay! El elefante es como un ventilador ―dijo.
La segunda persona sintió las patas del elefante y enseguida y dijo:
―¡No! Es como un árbol.
―Ambos están equivocados ―dijo la tercera persona, que había tocado la cola
del elefante―. Está muy claro que el elefante es una cuerda.
En ese momento, el elefante punzó la mano de la cuarta persona con su colmillo
grande y afilado.
―¡Ay! ¡Seguramente el elefante es una lanza!
―¡No! ¡No! Están todos equivocados ―afirmó la quinta persona―. El elefante
es como una pared muy alta ―dijo al sentir un lado del cuerpo del elefante.
La sexta persona, sintiendo la trompa del elefante todo este tiempo, afirmó:
―¡Están todos equivocados! El elefante no es más que una serpiente inmensa.
―¡No! ¡No! Es como una cuerda.
―¡Es una serpiente!
―¡Eso es absurdo! Es como una pared.
―¡Están equivocados!
―¡No! ¡Tú estás equivocado! Yo estoy en lo correcto.

Las seis personas ciegas se gritaron unas a otras por más de una hora y nunca
supieron cómo era el elefante.

12. Ponerse en los zapatos del otro II ( para niños mayores de ocho años)

Introducción
Verán que para poder darse cuenta qué ocurre en la cabeza de otras personas cuando
están en un conflicto, el poder “ponerse en sus zapatos” es muy útil para ayudarnos a ser
pacifistas, y que la manera de ir aprendiéndolo es practicándolo. Para ello van a conocer
una historia sobre dos amigos que se pelearon en la plaza.

Procedimiento
Se reunirá a los alumnos en grupos y se repartirá una copia a cada uno del cuento
Jugando en la plaza o algún otro relato similar.
Una mitad de los grupos deberá escribir la versión de uno de los personajes en
primera persona y la otra mitad del otro personaje.
Se les indicará la extensión del relato a realizar (número de párrafos, palabras,
etc.) y se dará un ejemplo de cómo realizarlo:

“Yo soy Rosario y Felipe es un egoísta porque…”


“Yo soy Felipe y Rosario, como todas las mujeres sólo piensa en su tonta clase
de danzas y quedar bien con la maestra…”

Al finalizar el trabajo, un representante de cada grupo leerá su versión de la


historia.
Se conducirá a reflexionar sobre lo siguiente:

 ¿Alguna de las dos partes que tiene razón, o cuál tiene más razón que la
otra? En caso afirmativo, ¿cuál de ellas es y qué es lo que hace que tenga
más razón?
 ¿Qué tienen en común o en qué coinciden las dos partes?
 ¿Qué tendría que haber hecho diferente cada uno de ellos para evitar que
escalara el conflicto?

Variantes
El ejercicio con las diferentes versiones de un conflicto también puede realizarse a partir
de un trabajo con láminas o dibujos en que se representen situaciones de conflicto. Los
alumnos podrán escribir un breve texto sobre qué esta ocurriendo en cada situación. La
respuesta correcta la conocerán luego de haber realizado el trabajo.

Cierre
Reflexionarán sobre si hicieron algún descubrimiento, y en caso afirmativo hablarán
sobre cuál/es fue/ron? ¿De qué se dieron cuenta? ¿Para qué estuvieron haciendo estos
ejercicios cuando están empezando a aprender sobre el conflicto? Comprenderán que en
un conflicto, todos desde su punto de vista pueden “tener razón”, que si una parte tiene
la razón, no necesariamente la otra parte no la tiene.
Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos
Mejía, Editorial Histórica, 2003.

JUGANDO EN LA PLAZA

Rosario y Felipe son compañeros de escuela y la maestra les encargó un trabajo de


observación de la naturaleza y deben completar un cuestionario, entre otras tareas.
Deciden hacerlo en la plaza para lo cual se encuentran a las 16 horas. Felipe sabe que
Rosario a las 17.30 horas debe ir a su clase de danzas.
Cuando están empezando el trabajo Felipe se encuentra con unos amigos del
club que lo invitan a jugar a la pelota sólo por un ratito pues no llegó uno de los
jugadores. Felipe le promete a Rosario que serán sólo 15 minutos y le dice que ella
empiece a contestar el cuestionario que luego lo terminan juntos.
Rosario, algo disgustada le dice que sí, pero el otro jugador no llega y Felipe no
puede interrumpir el juego y arruinarles el partido a sus amigos. Cuando Felipe vuelve
con Rosario, ella está furiosa pues ya se tiene que ir y lo tuvo que hacer sola. A los
gritos y llorando le dice: “¡Eres un mentiroso y un irresponsable… sólo te importa de ti,
eres un egoísta como todos los varones!” Felipe, queriendo arreglar las cosas quiere
pedirle disculpas y explicarle que él le dirá lo que ocurrió a la maestra, pero Rosario
está tan enojada que lo empuja, Felipe se cae, se rompe su pantalón nuevo y entonces
Felipe la zarandea del brazo y le grita “¡Quieres escuchar y dejarte de llorar y gritar!
Mira lo que hiciste, se me rompió mi pantalón nuevo y ahora la voy a tener que aguantar
a mi mamá que me va a retar… No te soporto más… No se puede hacer nada con las
mujeres… Son todas iguales… ¡¡¡Unas exageradas y lloronas!!!”
Cuando Rosario estaba forcejeando para desprenderse de las manos de Felipe
apareció una docente de la escuela que los separó y luego de darles un buen reto los
mandó a cada uno a su casa.

13. Aprendo a expresar mis emociones con el “lenguaje yo” (para


niños de mayores de ocho años)
Introducción
Las emociones son para sentirlas y también para dejarlas “salir”; pero, ¿de qué
manera? A veces ellas lo hacen de una manera que lastiman a los demás ya
sea por palabras que se dicen que son “pinchudas” o por cosas que se hacen
como empujones y a veces hasta golpes.
Se puede aprender una manera de que “salgan” por palabras que no
lastimen; esas palabras son parte de una manera de hablar que se llama
“lenguaje YO”, porque sólo se habla de lo que uno siente y no sobre el otro.
Para ello primero vamos a ver cómo es que hablamos sobre el otro
cuando estamos tristes o enojados.

Procedimiento
El docente dará las siguientes consignas:

a) Ustedes van a escribir debajo del título “Lenguaje tú” qué le dirían sobre lo que
sienten a las personas de los ejemplos siguientes (debajo del “lenguaje yo” no van a
escribir nada por ahora):

Primer ejemplo: Tu mejor amigo le contó a la maestra algo que dijiste contra
ella en un momento de gran enojo y de lo que luego te arrepentiste. La maestra te lleva
aparte y te expresa que por ese motivo ella se siente muy triste. ¿Qué le dices a tu amigo
sobre lo que sientes con respecto a ella? Escribe la respuesta debajo de la columna de
Lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
¡No eres más mi amigo!
¡La próxima vez no te cuento nada!

Segundo ejemplo: Un amigo quedó en encontrarse contigo para ir al cine, lo


esperaste casi más de media hora y no apareció, te quedaste sin ver la película y luego te
enteraste que no fue pues se había olvidado. ¿Qué le dices sobre tus sentimientos?
Escribe la respuesta debajo de la columna del lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
¡Nunca creí que ibas a hacer esto…!
¡Me sentí como una estúpida!

Tercer ejemplo: La Directora de tu colegio te pidió que lleves un sobre muy


importante a una profesora. En el camino te distraes mirando un partido de fútbol y
cuando te acuerdas el sobre ha desaparecido. La directora es famosa por sus terribles
enojos ante los descuidos. Debes ir a darle una explicación. ¿Qué le dices sobre tus
sentimientos? Escribe la respuesta debajo de la columna de lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
………………………………………
………………………………………
………………………………………
………

Cuarto ejemplo: El perrito que criaste desde cachorrito tuvo un accidente y


quieres ir a cuidarlo pero no puedes pues debes esperar a que terminen las clases del día.
En una distracción de la portera te vas a tu casa y al otro día no te dejan entrar si no vas
con tu mamá a hablar a dirección. ¿Qué le decís a tu mamá sobre tus sentimientos?
Coloca la respuesta en la columna de lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
………………………………………

………………………………………

………………………………………

Quinto ejemplo: Hace muchísimo tiempo que querías tener una bicicleta;
después de juntar la plata pudiste comprar un número de una rifa. Éste salió y cuando
vas a buscar tu premio un alumno de otro año más grande que ti te dice que tu le robaste
el número, que se la ganó él. ¿Qué le dices sobre tus sentimientos? Escribe tu respuesta
debajo de la columna de lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
………………………………………
………………………………………
………………………………………
………

Sexto ejemplo: Estás en un nuevo colegio y te costó mucho hacerte nuevos


amigos. El primero que se hizo amigo tuyo y que te ayudó a entrar al grupo y a que te
aceptaran se muda a otro barrio y se cambia de escuela, y te enteras por otro compañero.
Además quizás no lo veas más pues se va muy lejos. ¿Qué le dices sobre lo que
sientes? Escribe tu respuesta debajo de la columna de lenguaje tú.

Lenguaje yo Lenguaje tú
Expresa tus sentimientos:
………………………………………
………………………………………
………………………………………
………

b) Ahora van a leer las respuestas. Reflexionen: ¿Quiénes hablaron mucho sobre
lo que harían con el otro o sobre el otro? Hablar de esta última manera lo llamamos
“lenguaje tú”. ¿Qué les ocurre cuando en un conflicto el o los otros empiezan a decir
cosas sobre ustedes que no les gustan, como insultos por ejemplo?
Constatarán cómo cuando en un conflicto se habla sobre el otro o sobre lo que se
haría con el otro, el conflicto va cada vez más en aumento pues ante lo que cada uno
siente como un ataque el otro se defiende y para defenderse vuelve a atacar y es así
como se puede llegar a la violencia.
Se explicará que para evitar el ataque y la defensa hay una manera de hablar de
los sentimientos que van a aprender. Que este lenguaje se llama “lenguaje yo” pues se
habla sobre lo que yo siento y sobre los sentimientos como: miedo, tristeza, dolor,
enojo, furia, celos, vergüenza, alegría, amor. Van a aprender cómo se habla de esta
manera siguiendo la siguiente fórmula:

Nombre:

Cuando:

Yo siento:

Necesito o quiero:

También se darán las siguientes explicaciones: en donde dice “nombre“ van a


expresar el nombre del otro. Es importante hacerlo pues todos se sienten bien cuando
los llaman por el propio nombre.
El “cuando” se refiere a cuándo, donde y con quién/es estaban cuando se
produjo el problema que dio origen a la emoción. Hablar con precisión ayuda a poder
entenderse mejor. A veces las personas no saben qué es lo que les molesta.
Hablar sobre qué se siente eligiendo alguno de los sentimientos primarios alivia
y despierta en el otro el “sentirse cerca” pues es como si se mostrara algo muy profundo
que le pertenece (enojo, odio, celos, envidia, miedo, dolor, pena, vergüenza).
Finalmente poder expresar qué se quiere o necesita del otro, cumple una función
importante ya que cuando hay un conflicto esta situación se vive como si algo quedara
“fuera de lugar” o “desarreglado” y poder pedir qué se necesita para reparar lo que
ocurrió sirve para “volver las cosas a su lugar”.
c) En cada ejemplo en los que te expresaste con el “lenguaje tú”, debajo del
título “lenguaje yo” vas a expresar tus sentimientos de acuerdo a la fórmula
correspondiente eligiéndolas de la lista de emociones primarias (miedo, dolor, pena,
tristeza, enojo, furia, celos, vergüenza, alegría, amor) y comparando qué hay de
diferente entre los dos lenguajes y qué sienten en el cuerpo al leer cada uno de ellos. Las
respuestas podrían ser parecidas a éstas:

Primer ejemplo:
“LENGUAJE YO”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Juan,
Cuando: me enteré que le contaste a la maestra…
Yo sentí: ¡¡¡muchísimo enojo!!!
Quiero: que me expliques por qué lo hiciste. (o que me pidas disculpas, que le
expliques a la maestra que… que no lo hagas más… etc.)

Segundo ejemplo:

“Lenguaje yo”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Ana,
Cuando: te olvidaste de que íbamos a ir juntas al cine
Yo sentí: mucha tristeza.
Necesito: que me pidas disculpas.

Tercer ejemplo:
“LENGUAJE YO”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Sra. Directora,
Cuando: vengo a dirección a explicarle qué pasó con el sobre
Siento: mucho miedo.
Quiero: que entienda que lo hice sin darme cuenta y que no va a pasar más.

Cuarto ejemplo:
“LENGUAJE YO”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Mamá,
Cuando: tengo que ir al colegio contigo para explicar por qué me fui sin
permiso,
Siento: miedo de que tu y la directora se enojen conmigo.
Quiero: que no te enojes conmigo y le digas a la directora qué me pasó con Popy
(nombre del cachorro).

Quinto ejemplo:
“Lenguaje yo”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Rivera,
CUANDO: DECÍS QUE TE ROBÉ EL NÚMERO.
Siento: ¡¡¡una furia terrible!!!
Quiero: ¡que digas la verdad ya mismo! ¡¡¡Y que sepas que la bici me la llevo
yo!!!

Sexto ejemplo:
“Lenguaje yo”

Expresa tus sentimientos:


Nombre: Laura,
Cuando: supe que te cambias de colegio
Sentí: mucha tristeza porque te voy a extrañar y miedo de que no podamos
seguir siendo amigas
Necesito: que me digas que vamos a poder seguir siendo amigas.

Actividades adicionales
De acuerdo a la edad de los alumnos se entregarán trozos de textos extraídos de breves
relatos (por ejemplo, Jugando en la plaza) o canciones, entrevistas en revistas, etc.,
donde se subrayará o resaltarán las frases en que se use un “lenguaje tú”.
Cierre
Reflexionarán sobre cómo éste es un lenguaje muy diferente al que usan todas las
personas y que por eso aprenderlo lleva tiempo y que, sobre todo, lo más difícil es
empezar a dudar de los pensamientos negativos que se tienen sobre el otro y dejar de
hablar sobre él o ella. Es muy bueno aprender este lenguaje pues es la mejor manera de
evitar que el conflicto aumente y que pueda resolverse en paz.
También se explicará que si dicen “por qué” será para hablar de sí mismos y no
del otro (como en el último ejemplo).

Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos


Mejía, Editorial Histórica, 2003.

14. Los conflictos van a la Mesa de la Paz

Introducción
El docente dirá a los chicos:
“Ahora juntos vamos a elegir y preparar un lugar donde podrán ir cuando quieran
arreglar un conflicto de manera pacífica si los modos que ya conocen los han usado
(lenguaje amable, probar la suerte, esperar turno) y la pelea continúa.
¿Quieren que preparemos la Mesa de la Paz?”

Procedimiento
Primero recordarán cómo es sentirse en paz y cuánto mejor es sentirse así que como se
sienten cuando están peleando.
Se motivará a los niños para que, entre todos, decidan el lugar más apropiado
para colocar la Mesa de la Paz. Se aceptarán ideas para decorarla, para hacer el cartel
que diga “Mesa de la paz” con los colores y formas que ellos propongan, incluso, por
grupos pueden hacerse varios carteles, e ir colocando uno por semana en el lugar que
corresponda.
Se explicará que a ese lugar irán por propia voluntad cuando por sí solos no
puedan resolver sus conflictos pacíficamente. Ellos podrán pedir a la maestra de la paz
que los ayude a hacerlo y allí será el lugar indicado para tratarlo.
En él se deberán cumplir las Reglas de la Paz y deberán usar un lenguaje atento.
Dichas reglas también podrán estar escritas en una lámina en la pared.
Ellas son:
1. Mantener las manos sobre la Mesa de la Paz mientras hablan o
escuchan.
2. Escuchar sin interrumpir esperando el turno para hablar.
3. Tratar al otro con respeto y amabilidad (sin insultar ni pelear).
4. Hacer una lista de las posibles soluciones.
5. Elegir la mejor solución para todos.

La maestra les dirá a los niños que escucharán unas historias sobre conflictos y
dos niños las representarán como si fueran actores para aprender a usar la Mesa de la
Paz.

Primera historia
Federico y Marcelo estaban jugando con un tren que el padrino de Marcelo le había
regalado. Sus papás le habían dado permiso para llevarlo a la escuela siempre que lo
cuidara mucho. Federico, sin darse cuenta, escuchó que lo llamaba su hermana y se lo
llevó por delante, se enganchó un vagón en la zapatilla y al pisarlo, le torció una rueda.
Marcelo se enojó muchísimo pensando que en su casa cuando supieran lo que
había ocurrido con el tren no lo iban a dejar más llevar juguetes a otro lado para jugar
y lo iban a poner en penitencia por descuidado. Entonces le dijo a los gritos que nunca
más iba a jugar con él.
Federico también se enojó y le dijo que era un estúpido y que nadie iba a querer
jugar con él por amarrete.
En la clase se siguieron peleando hasta que la maestra les ofreció ir a la Mesa
de la Paz.

Terminado el relato se elegirán dos alumnos que quieran hacer el papel de


Federico y Marcelo. Se sentarán en la Mesa de la Paz y la maestra llevará adelante la
solución del conflicto tal como lo hicieron la loba Fidelia y la ovejita Berta con Palmira
y Rita... en el último sueño.

La maestra seguirá los siguientes pasos:


1. Leerá las reglas preguntando si están de acuerdo en cumplirlas. Si las
aceptan, se seguirá con el segundo paso.

2. Les preguntará qué fue lo que ocurrió. Escuchará las versiones de cada parte.
Les pondrá nombre a las emociones (enojo, pena o tristeza, miedo) utilizando el
lenguaje en primera persona.

Por ejemplo les dirá:


“Marcelo, parece que tú te enojaste cuando Federico sin querer pisó la rueda del
vagón y se arruinó y te dio miedo de que tus papás te retaran, ¿es así?”
“Federico, y tú te enojaste cuando Marcelo te gritó porque lo hiciste sin querer,
¿es así?”
Si responden afirmativamente y si no añaden nada más seguirá con el segundo
paso; en el caso de que no fuera así, seguirá aplicando la escucha activa y
dándole nombres a las emociones primarias.
También podrá ir legitimándolos y buscando coincidencias: “Se los ve a los dos
muy apenados, se nota que les gusta mucho jugar juntos.”
Una vez que se note que ha bajado la carga emocional, recién seguirá con el
siguiente paso.

3. Les preguntará qué solución se les ocurre para que puedan seguir jugando
juntos.

Federico podrá decir: “Que siga jugando conmigo, que voy a tener más
cuidado”.
Marcelo podrá decir: “Que le diga a mis papás que él pisó la rueda sin querer”.
Federico: “Sí, yo le puedo decir a los papás que a mí se me rompió la rueda...
pero ¡quiero seguir jugando con sus juguetes, son muy lindos...!”
Marcelo: “Si quiere seguir jugando, que arregle mi tren”.
Federico: “No sé cómo arreglarlo... pero... tengo unas cuantas ruedas en casa de
otros trenes que se rompieron... pero no sé cómo ponerla...”
Marcelo: “Mi hermano más grande seguro que sabe...”
Maestra: “¿Les parece una buena solución?”
Marcelo: “Sí, puede ser”.
Federico: “Le pedimos a Jaime que lo arregle y yo le puedo prestar el volante
para los autos que siempre me lo pide ¿dale?”
Marcelo: “¡Sí, vamos a decírselo!”
Maestra: “¿Ya se solucionó el conflicto?”
Federico y Marcelo: “Sí, Seño, ¡¡¡estuvo bueno!!! ¿Vamos?”
Maestra: “¡Sí, los felicito! ¡Pero vayan en el recreo...!”

4. Si llegan a una solución que conforme a ambos la maestra los felicitará luego
de que Federico le haya pedido disculpas y que haya dicho cuándo va a ir a
hablar con los papás de Marcelo.

Cierre
Les dirá que ella se va a ocupar de saber si ambos cumplen con la parte que les toca
para la solución del conflicto.

Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice
Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.

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