Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Tema 5. Lenguaje y pensamiento
1. Introducción
2
Las posibles alternativas para el uso de un útil de piedra de los más
primitivos como las herramientas olduvaienses no son en modo alguno
despreciables, porque implican de hecho un propósito, fabricar
herramientas talladas con el fin de utilizarlas. Ya sea de una u otra manera
implica una capacidad de establecer planes y de anticipar conductas que
resulta del todo nueva en el reino animal.
Es cierto que no existe ningún lazo directo entre tamaño cerebral y
habilidades cognitivas y que los paleontólogos han intentado encontrar, sin
un éxito completo, los parámetros que pudieran expresar lo que en
términos de psicología popular se conoce como “inteligencia”. Si no
encontramos correlación alguna entre tamaños craneales y capacidades
cognitivas, ¿por qué no tenemos que admitir que eso mismo también
sucedió con nuestros antepasados?
Parece claro que el desarrollo el lóbulo frontal y una mayor densidad
neuronal, sin obviar la lateralización cerebral, confirman la evolución de un
lenguaje y un pensamiento simbólicos en entornos sociales que implicarían
una visión creativa del mundo para las relaciones entre semejantes y la
propia supervivencia.
De esta manera, por su naturaleza transversal, desde un ámbito
educativo, no es descartable el conocimiento de modelos interpretativos
que permitan a nuestros alumnos saber sencillamente por qué hablamos y
por qué podemos reflejar nuestros pensamientos a través de cadenas
fónicas con un valor semántico común para todos.
Si se quiere abordar, además, el estudio de los textos y su naturaleza
intrínseca, por ejemplo, el hecho de profundizar en la relación entre
lenguaje y pensamiento no es descartable. La capacidad simbólica de
nuestra propia creatividad determina no solo el nacimiento de las lenguas,
sino su capacidad para emocionarnos desde su uso dentro de una
comunidad.
3
2. El lenguaje como conducta: las condiciones para su
surgimiento
4
La evolución de la lengua humana tuvo lugar poco a poco, siguiendo
muchos grados sucesivos. Tanto Lyell como Schelicher,
contemporáneos de Darwin, fueron más allá y utilizaron el mecanismo de
la evolución por selección natural para explicar tanto las modificaciones de
las lenguas como la manera en que se van transformando unas en otras;
incluso autores como Max Müller, reacios a aceptar que hubiese una
continuidad evolutiva entre los animales y los seres humanos, quitaron el
mecanismo de la selección natural para explicar la forma, como una vez
aparecida una lengua, transcurre su historia.
Hoy no se discute en los círculos científicos la naturaleza del proceso
evolutivo del ser humano, pero, por lo que hace al origen del lenguaje,
resulta difícil ir mucho más allá punto en el que lo dejó Darwin al
asegurarnos: a) que se trata de una conducta instintiva; b) cuya aparición se
debe a causas naturales.
El porqué de las dificultades para poder progresar adecuadamente es fácil
de entender. El lenguaje no se fosiliza, pero tampoco lo hacen las
estrategias para cazar o las actividades carroñeras y las deducimos de
manera indirecta a partir de ciertos indicios, como son los útiles de piedra.
¿Cabe recurrir a una artimaña semejante en el caso del lenguaje?
Vamos a intentar dar una respuesta a esta cuestión. Por esta razón,
examinaremos dos tipos de indicios que pueden dar cuenta de la
comunicación por medio del lenguaje: los indicios anatómicos y los
indicios culturales. En el primer caso, se trata de estructuras anatómicas
que tienen alguna relación con el lenguaje, como son ciertas áreas del
cerebro o el conducto vocal de la parte superior de la laringe. En el
segundo, se echa mano de las realizaciones culturales que pueden dar fe
de la existencia de una conducta simbólica.
Las primeras evidencias son, por así decirlo, directas. En cuanto a la
segunda y en la medida en que el lenguaje humano tiene un contenido de
clara naturaleza simbólica, cabe tomarlas también en consideración, pero
con el fin de acotar el terreno que pisamos, trataremos antes algunas
cuestiones muy elementales, necesarias para poder tener una idea precisa
de qué estamos hablando cuando nos referimos a origen filogenético del
lenguaje y a la relación entre lenguaje y pensamiento
5
3. Un programa para entender la filogénesis del lenguaje
6
La crítica chomskyana desfiguraba los propósitos de la obra de Skinner,
pues el conductismo radical de Skinner no es más que una forma de posición
empirista en general y del conductismo en particular. Se recurre a categorías
propias de su concepción del comportamiento como proceso de
condicionamiento, las que son en principio aplicables a la explicación del
aprendizaje del lenguaje.
7
Para Piaget, el lenguaje aparece en este periodo preoperacional y supone ya
algo sumamente importante, el nivel de conocimientos obtenidos en la fase
anterior sensomotriz y el desarrollo consiguiente de la inteligencia que se ha
alcanzado el final de la misma. Pero el lenguaje no es lo único que, a
diferencia de la percepción y del movimiento, caracterizan este periodo
desarrollo.
El lenguaje se da dentro de un contexto general, de trato simbólico, con la
realidad antes de haber llegado a dominar el conjunto de signos intersubjetivos
y convencionales que es el lenguaje. El niño posee un conjunto de
significantes individuales de carácter simbólico. Esta función representativa
permite al niño evocar situaciones no actuales, pasar los límites del aquí y del
ahora e ir más allá del alcance de su percepción, y abandonar definitivamente
el periodo sensomotriz.
Deacon plantea, por ejemplo, que la comparación entre el lenguaje humano
y otro sistema de comunicación animal es engañosa y debe ser evitada más allá
de un nivel superficial. La comparación sería posible si hablamos por ejemplo
del lenguaje de gestos, pero no al abordar las realizaciones lingüísticas en
estricto.
Deacon se aparta de ella al criticar el modelo chomskiano de una capacidad
innata para desarrollar la gramática profunda de la lengua, dando la vuelta al
argumento de Chomsky que apunta hacia la facilidad asombrosa con la que
los niños muy pequeños, sin una labor sistemática de sus padres para
enseñarles a hablar en un tiempo breve, son capaces de distinguir los sonidos
de la lengua, entre el barullo sonoro que les rodea, y a partir de ahí utilizar al
poco, reglas gramaticales muy complejas.
Para Deacon, si los niños se muestran tan hábiles para anticipar las
construcciones sintácticas concretas en muy poco tiempo, no es por una
disposición innata de los seres humanos, sino por una característica de sus
lenguas que las hace asequibles. En ese sentido, el modelo que Deacon utiliza
con ejemplos computacionales es ingenioso y obliga a plantear el lenguaje
como un fenómeno externo que surge, organiza y evoluciona un tanto al
margen de los humanos, aunque en interacción con ellos.
Por supuesto, un lenguaje autónomo y externo así es una propuesta con
referencias platónicas; podría tener lugar, de hecho, al margen de los humanos
y en relación con otras estructuras de procesamiento de la información de las
que no gozan los animales, pero sí, quizá, las computadoras. Sin embargo, las
8
lenguas son constructos de los individuos que las hablan y difícilmente pueden
compararse con diseños computacionales.
Noam Chomsky
9
Es razonable suponer que no fue así, que el camino hacia el lenguaje
humano es la suma de una serie muy diversa de aptitudes comunicativas,
cuya filogénesis se extiende, al menos, dos millones de años hacia atrás, pero
también es importante al respecto entender que, en un momento
determinado, esa capacidad comunicativa toma un rumbo completamente
distinto mediante la aparición de dos cosas: un sistema de producción de
sonidos, capaz de modular consonantes y vocales, y de un medio de
identificación fonético-semántico que relaciona las combinaciones de
consonantes y vocales con significados.
Tal capacidad es humana en exclusiva y pudo generarse mediante
mutaciones muy precisas que convertirían el bagaje comunicativo anterior en
un lenguaje de tipo nuevo y único. Siguiendo a Tobias, hay que admitir que se
habla con el cerebro. Existen bastantes evidencias de que es así, pero el
lenguaje humano no puede reducirse a un asunto de procesos neuronales
genéticamente controlados.
Ese bagaje cultural de la lengua es imprescindible para que el cerebro
madure: los niños de nuestra especie deben estar sumergidos en el ambiente
de una lengua humana para que se complete su cerebro durante la
exterogestación (la etapa de crecimiento que se realiza fuera del útero
materno). Esa insólita unión de elementos innatos y adquiridos, que
obran en retroalimentación, es la responsable de la capacidad humana para
poder desarrollar una lengua capaz de expresar un número infinito de frases,
competencia que se logra en un tiempo muy breve, sin necesidad de una tarea
de aprendizaje sistemática.
La pobreza del estímulo apunta hacia la desproporción entre señales
procedentes del medio y respuestas del sujeto y fue explicado por Chomsky,
invocando una importante carga innata que incluye los elementos profundos
de la gramática.
Una maduración lenta y gradual de las capacidades cognitivas y un salto
último dado en nuestra especie o quizá ya en los neandertales, en el que la
disponibilidad de un aparato fonador muy preciso permite realizar enlaces
fonético/semánticos de doble articulación, es un esquema mínimo de la
filogénesis del lenguaje compatible con las propuestas chomskianas. En todos
los casos, cualquier propuesta referente a la filogénesis del lenguaje humano
tiene que resignarse a ser por el momento especulativa.
10
El descubrimiento experimental de una capacidad para el aprendizaje en
niños pequeños, superior a la que los chomskianos suelen admitir, ha llevado a
autores como Bates y Elman a minimizar el problema de la pobreza del
estímulo.
11
existencia de reglas generales subyacentes a todas las lenguas, como es la
necesidad de incluir sujetos y predicados en las frases y de otras reglas
particulares propias de cada una de ellas, al estilo del orden del sujeto y el
verbo en las oraciones interrogativas en inglés.
12
posición alta, similar a la de los chimpancés. El descenso comenzaría en Homo
erectus. Por su parte, y a través del estudio de las marcas dejadas por los
músculos, mediante computadora de las anatomías de chimpancés y seres
humanos. Lieberman ha ido más allá, afirmando que el habla sería un
fenómeno muy tardío de los seres humanos de Asia y, en parte, de los
neandertales. Estos últimos serían capaces de emitir una parte de los sonidos
al alcance de los humanos, pero no todos.
Más allá todavía va Krantz al sostener que el descenso de la laringe no tuvo
lugar hasta hace 40.000 años como una segunda fase en el proceso de
evolución de nuestra especie. La primera fase, hace 200.000 años, habría
modernizado el cráneo y de manera parcial, la laringe, dando lugar a una
cavidad que supondría aproximadamente la mitad de la actual y permitiría, por
tanto, una conducta vocal imperfecta.
Solo la segunda fase, lleva, según Krantz, a un habla como la de los humanos
actuales. El hallazgo de un hueso hioides en los movimientos de la laringe en
el yacimiento musteriense de Kebara, en el Próximo Oriente, ha permitido
averiguar algo más cerca de la anatomía antigua de esa parte del cuello. El
hioides de Kebara, atribuido a un neandertal, tiene una forma similar al de los
humanos actuales, pero está asociado a una mandíbula más robusta y amplia.
Eso permite sostener que el aparato fonador de los neandertales habría
podido ser semejante al nuestro.
Lieberman ha criticado esa identificación entre hueso hioides y capacidad
para modular los sonidos del habla humana. Pero lo cierto es que bastantes de
las atribuciones de una conducta lingüística completa a los neandertales usan
la morfología del tiroides de Kebara para apoyar una idea ya establecida por
otros medios. La mayor parte de las especulaciones acerca del posible lenguaje
de los neandertales o de los homínidos del grado erectus se basan sin embargo
en otro tipo de huellas, las de la conducta simbólica. Están en la línea de la
advertencia de Tobias, pues no se habla con la garganta, sino que se habla con
el cerebro.
13
A su vez de esté se divide en diencéfalo (tálamo e hipotálamo) y telencéfalo
(hemisferio cerebral) a lo largo de la filogénesis posterior. Tan solo cambia los
desarrollos relativos de esas regiones con la expansión de los centros
olfatorios del telencéfalo que darán lugar en los mamíferos a la aparición del
neocórtex.
Una característica general de todos los primates es el gran desarrollo
alcanzado por el neocórtex. Se sabe que los primates arcaicos del Paleoceno
contaban con grandes centros olfativos, por lo que su cerebro no debía diferir
mucho del de los actuales roedores, mientras que los primates del Eoceno,
adaptados ya a la vida arbórea, habían desarrollado comparativamente más el
neocórtex y, dentro de él, las áreas visuales.
Pero el cerebro de los miembros de nuestra especie cuenta con un
desarrollo muy acusado de las áreas temporales y prefrontales relacionadas
precisamente con el procesamiento de la comunicación verbal y las tareas
semánticas. Mediante el examen directo de los endocráneos de Homo habilis,
en comparación con los de Australopithecus africanus, Tobias detectó no solo un
desarrollo de las áreas de Broca y Wernicke del hemisferio izquierdo,
tenidas por responsables de una gran parte de los procesos cerebrales
relacionados con el lenguaje, sino también del lóbulo frontal que anticiparía y,
sobre todo en el ejemplar de Koobi Fora, el incremento de volumen de esa
zona en los homínidos del grado erectus.
14
Lo que Tobias señala es un cambio estructural del cerebro que comienza ya
en el Australopithecus africanus, con un inicio del desarrollo del área de Broca, y
que se encuentra muy avanzado en Homo habilis, pero con el paso del
tiempo, ese modelo de un desarrollo temprano de las áreas cerebrales
relacionadas con el lenguaje ha sido admitido incluso por Liberman, verdadero
adversario de la hipótesis de un auténtico lenguaje anterior a los seres
humanos actuales.
Lieberman sostiene que Homo habilis tendría, en el mejor de los casos, un
lenguaje que no era totalmente moderno. Tobias está de acuerdo en esa
precisión, pero matiza que quizás no haya dos fases del habla humana no
totalmente moderna y otra totalmente moderna, sino una serie de etapas de
creciente complejidad en los aspectos conceptuales y sintácticos, junto con
una ampliación con el tiempo del repertorio de fonemas. Para Tobias, todas
esas etapas entrarían dentro de lo que cabe considerar como la categoría de
lengua humana hablada.
Las conclusiones que sacan estos autores indican la presencia de dos
fronteras en la evolución de la complejidad cerebral; la aparición en Homo
habilis de una organización neurológica esencialmente humana y un continuo y
rápido aumento del índice de encefalización dentro del género Homo.
Algunas actividades cognitivas dieron un salto brusco con Homo erectus hasta el
punto de atribuir a esa especie una capacidad para manejar datos diversos,
procedentes del medio, como representaciones complejas del mundo, que
sería incluso mayor que la nuestra.
La existencia de una correlación entre encefalización y tamaño del grupo
dentro de los primates que permitiría entender en qué momento los grupos
de los homínidos fueron lo bastante grandes para que se desarrollarse el
lenguaje como única forma de mantener la cohesión social.
Una opinión contraria es la de Robert Martin, quien defiende que la idea de
un salto hacia cerebros más grandes en Homo habilis está sesgada por los
cálculos acerca del tamaño corporal de los australopithecus gráciles. Fue la tesis
de que los austrolophitecus gráciles tenían un dimorfismo sexual considerable
la que impuso unos cálculos al alza de los tamaños corporales, hecho que hizo
bajar, claro es, el índice de encefalización de esos seres. El incremento de la
encefalización sería para Martin anterior por tanto a Homo habilis y estaría
15
probablemente relacionado con la actividad locomotora y la búsqueda de un
tipo diferente de alimentos.
La conclusión que cabe sacar es que la evolución del linaje humano implicó
un aumento del tamaño cerebral, pero no un desarrollo relativo del lóbulo
frontal que se supone que interviene en algunos procesos importantes para el
lenguaje como son el pensamiento creativo, la planificación de acciones
futuras y artísticas, o el análisis semántico. Nuestra área frontal es, en términos
relativos, la que corresponde a un primate con un cerebro de nuestro tamaño,
y sólo el gibón, entre las especies consideradas, tiene un área frontal menor en
términos alométricos. La conclusión de autoras como Semendeferi y
Damasio es que las modificaciones evolutivas del córtex frontal son
anteriores a la separación chimpancés/humanos, así que las diferencias
cognitivas enormes entre los simios y los humanos no pueden estudiarse de
esa manera.
El estudio comparativo del neocórtex en distintos primates, en contra de lo
que sostienen estas profesoras, demuestra que se ha producido una
expansión extraalométrica y un giro superior al esperado de dos zonas
corticales del cerebro humano: la temporal parietal/posterior y la prefrontal,
entendiendo que esas modificaciones pueden constituir parte del sustrato
neurobiológico que fundamenta las más distintivas habilidades cognitivas de
nuestra especie se encuentra el lenguaje.
A partir de aquí establecer teorías fijas que expliquen la socialización y la
creatividad a partir de la relación entre pensamiento y lenguaje no es fácil. La
sociología y la neurología se funden, en muchas ocasiones, para explicar el
origen del lenguaje y del pensamiento verbal. Podemos destacar a Sue Parker
que, en 1995, sostiene que la comunicación lingüística no sería hasta que las
actividades de caza del Homo erectus introdujeron problemas insalvables de otra
forma.
La posición de Vigotsky, sobre este asunto de la socialización, por ejemplo,
es que no tiene sentido distinguir entre un lenguaje egocéntrico y un lenguaje
socializado posterior, como anunciaba Piaget. Una mayor atención a la
estructura de las expresiones lingüísticas empleadas le conduce a encontrar
tales diferencias entre el lenguaje comunicativo y el lenguaje egocéntrico que
no cabe pensar que uno derive del otro.
16
Tanto en el niño como en el adulto, diría Vygotsky, la función primaria del
lenguaje es la comunicación, el contacto social, y en este sentido, las formas
más primitivas del lenguaje infantil son también sociales. El discurso
egocéntrico aparece cuando el niño transfiere las formas propias del
comportamiento social al ámbito de sus funciones psíquicas internas, así el
niño que antes había conversado con otros comienza a hablar consigo mismo.
La línea del desarrollo no es del lenguaje individual al lenguaje social como
parecía hacerlo en Piaget, sino del lenguaje social al lenguaje individual. El
lenguaje egocéntrico es por tanto un fenómeno de transición desde la
actividad social y colectiva del niño a su actividad más individualizada.
17
como sistema de comunicación sería un subproducto posterior. Pero la
fuente objetiva de evidencias acerca del origen del lenguaje que ha sido
examinada con mayor detalle es la de la lateralización cerebral.
Los modelos sociales y los gestuales comparten explicaciones comunes e
interpretaciones muy próximas. Existen, sin embargo, modelos como el de
Marshack que ponen el énfasis en los aspectos sociales de la comunicación,
negando que el hecho en sí de fabricar herramientas tenga un significado
importante para el origen del lenguaje. No obstante, antropólogos como
Goodenough, en los años noventa, mantenía que el lenguaje en sí mismo
surgió como un puente entre la intencionalidad y la acción social gracias a sus
funciones de repertorio y de narración.
Podemos imaginar algún indicio capaz de servir como prueba del momento
en que aparece el lenguaje a lo largo del proceso de la filogénesis humana.
Uno de esos indicios puede fundarse en la presencia de herramientas
fabricadas con cierto grado de complejidad, pues, para fabricar instrumentos
como los musterienses y, quizá, los achelenses es preciso contar con una
capacidad cognitiva de apreciación estética y con unos medios de
comunicación muy desarrollados, a la vez que se quiere demostrar la
existencia de esas capacidades por la huella que dejan en los útiles construidos.
Lo razonable es suponer que el lenguaje, el control manual para el manejo de
instrumentos precisos, la enseñanza de las técnicas y la apreciación estética
pueden ser todos ellos unos fenómenos que dependen de mecanismos
neuronales semejantes, por lo menos próximos con una evolución por tanto
coordinada.
El cambio acelerado en la evolución humana de aspectos de conducta que
están relacionados versa desde la construcción de herramientas a las
estrategias de caza, el lenguaje, la estructura social o la capacidad de establecer
planes de futuro, pueden deberse a esa tendencia hacia el incremento de
competencias diversas como subproducto de una determinada presión
selectiva hacia una sola de ellas.
18
Una solución que parece llevarnos a las evidencias más sólidas en este
terreno es la que correlaciona el incremento de las capacidades cognitivas
necesarias para el lenguaje con el crecimiento del cráneo. Siendo el tamaño del
cráneo y, por consiguiente, del cerebro un rasgo muy variable en nuestra
especie, esa variación da lugar a diferencia alguna en las capacidades cognitivas
a favor de los sujetos con cerebros más grandes o de los que los tienen más
pequeños.
El aumento del tamaño del cerebro características del género Homo. El
aumento es mucho más notable en el Homo erectus, pero como en esa especie
lo que crece es el tamaño del cuerpo en su conjunto, y no solo el del cerebro,
resulta necesario establecer índices comparativos. Ninguna de esas medidas
proporciona evidencia directa de lo que se podría llamar en términos
populares “inteligencia”, pero caben pocas dudas acerca de la relación estrecha
que existe entre extensión del córtex, conexiones sinápticas y crecimiento
relativo del cerebro.
El aumento de la capacidad craneal puede ser, por tanto, un buen indicio
acerca de la aparición de capacidades cognitivas nuevas, sobre todo, si
tenemos en cuenta lo caro que es, en términos metabólicos, un órgano como
el cerebro. La hipótesis de la energía materna declara que el crecimiento del
cerebro de un primate se realiza en el feto y en la exterogestación, periodo de
lactancia, así que la variable a considerar es la de los recursos energéticos de
que dispone la madre, tanto mientras está embarazada como en el período en
que alimenta a sus hijos.
Una madre puede producir hijos con cerebros grandes, tanto aumentando el
periodo de gestación, como aumentando la tasa metabólica. La hipótesis de la
energía materna puede explicar un incremento pasivo de la encefalización ya
sea por medio de una dieta como la carnívora que permita tasas metabólicas
más altas, por un incremento del periodo de gestación o por la presencia de
ambos fenómenos a la vez.
19
6. Lenguaje y laterización cerebral
20
la de hace dos millones de años, es decir, en aquellos homínidos que
fabricaron las herramientas olduvaienses.
21
líneas de interpretación respecto de la manera como ha intervenido la
lateralización en el desarrollo del lenguaje.
22
7. Una mente o dos en los humanos modernos: los símbolos
Si hay algún indicio puede proporcionar pistas acerca del lenguaje es el de los
símbolos. La relación existente entre pensamiento y lenguaje resulta
indudable, pues un elevado grado de simbología supone un apoyo firme a la
presencia de un lenguaje como el nuestro. Falta saber cómo se adquirió esa
alta capacidad de simbolizar.
Dos diferentes interpretaciones se disputan la descripción del proceso: a)
una de ellas entiende que el simbolismo expresado mediante la realización de
obras artísticas se desarrolla de manera gradual a partir de los bifaces
achelenses; b) la otra ve la aparición del arte un fenómeno explosivo no más
de 30 o 40 mil años de antigüedad.
Si pudiésemos saber de qué forma evolucionaron nuestras capacidades
mentales, el problema del origen del lenguaje sería mucho más fácil de
resolver. Si, en un momento determinado de la historia de nuestro linaje,
aparecen objetos con un contenido simbólico muy alto, las capacidades
cognitivas necesarias para llevarlos a cabo no parece que puedan alejarse
mucho de las que se necesitan para hablar. Uno de los mayores enigmas con
los que nos enfrentamos, por lo que hace a la evolución de la mente, capaz de
expresarse de manera alta mente simbólica, es el del techo considerable de
tiempo que transcurre entre la aparición de los seres humanos modernos en
África del Este hace más de cien mil años y la explosión del arte del Paleolítico
Superior en Europa que no se puede documentar mucho más allá de unos
treinta mil años atrás.
Según Mithen, los primeros seres humanos modernos alcanzaron un cierto
grado de integración entre sus inteligencias especializadas, pero sin lograr la
plena fluidez cognitiva. El esquema de Mithen no es ninguna explicación: se
limita a plantear de otra forma el sentido del arte auriñaciense. Si lo damos
por aceptable, aún queda por responder a la pregunta clave: ¿por qué
sucedieron las cosas de esa forma, si se pretende dar una interpretación , ya
sea azarosa o adaptativa del porqué de ese hecho, hay que ofrecer un modelo
de la evolución la mente que sea compatible con tales hechos observados. Si
no se acepta las tesis continuistas de McBrearty y Brooks, en 2002, y se
sigue viendo una revolución en la cultura auriñaciense Europea se pueden dar
dos interpretaciones del fenómeno.
23
Muestras de la cultura auriñaciense
24
del propio cuerpo, que es algo muy anterior a las capilla sixtina del arte
paleolítico.
8. Conclusiones
La dificultad para establecer una teoría única en el origen de las lenguas que
manejamos es de tal calibre que, por ejemplo, el descubrimiento de una nueva
clase de neuronas en el córtex premotor en los primates, las llamadas
“neuronas espejo”, ha abierto una nueva línea de investigación de las
relaciones entre procesos cognitivos, comunicación y lenguaje. Las neuronas
espejo podrían servir de puente entre la observación de las acciones de los
otros y el control de las acciones del propio sujeto.
El descubrimiento de su existencia ha dado pie a proponer que se trata del
verdadero prerrequisito neurológico para la aparición del lenguaje. Sin
embargo, esto significa ser demasiado categórico. Probablemente, se trataría
25
una vez más de capacidades generadas para otras tareas adaptativas que
cambian su función de manera brusca por la aparición de un nuevo marco
ambiental y ese marco es la interacción social.
Por esa razón, nuestro tema ha tenido un enfoque eminentemente
antropológico; un enfoque necesario para completar los razonamientos
propios de la psicología y la lingüística.
9. Justificación didáctica:
10. Bibliografía:
26
- Semendeferi K. (2000) “The brain and its main anatomical subdivisions
in living hominoids using magnetic resonance imaging”, en J. Hum.
Evol. 38: 317-332.
- Skinner, B. F. (1957) Verbal Behavior, Nueva York, Appleton-Century-
Crofts.
- Toth, N. (1993) Tools, Language and Cognition in Human Evolution,
Cambridge, Cambridge University Press.
- Vygotsky, L. S. (1964) Pensamiento y lenguaje, Buenos Aires, Pléyade.
27