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Álvaro Domínguez

Fray Junípero y el autismo


José Ramón Alonso Peña
Primer Premio

Biografía. Catedrático de Biología Celular y Director del Laboratorio de Plas-


ticidad neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla
y León. Tras siete años como decano de la Facultad de Biología, fue elegido
Rector de la Universidad de Salamanca. Su investigación se ha centrado en la
plasticidad neuronal, en la capacidad del cerebro para responder de forma fle-
xible ante daños producidos por trastornos del desarrollo como el autismo,
lesiones, drogas o enfermedades neurodegenerativas, y en las posibilidades de
recuperar el cerebro dañado utilizando trasplantes y células madre. Ha publica-
do 9 libros, 25 capítulos de libro y 125 artículos científicos en las principales
revistas internacionales de su especialidad. Escribe frecuentemente sobre divul-
gación científica en prensa española (El País, ABC, El Mundo, Expansión, etc.).

Resumen. Fray Junípero y el autismo, nos acerca un trastorno del que todavía nos queda mucho por comprender, tanto desde
el punto de vista científico como en lo relativo a la aceptación por parte del resto de los ciudadanos de esta discapacidad para
la vida social. Cada vez sabemos más sobre el autismo. Hay una predisposición genética, una herencia familiar pero no se ha
encontrado un «gen del autismo». Probablemente es una condición multigénica, con al menos quince genes involucrados, que
darían mayor o menor propensión. El autismo aparece por todo el mundo, en familias de todas las clases sociales y de todos
los tipos raciales. En los últimos años el aumento de diagnósticos de trastornos del espectro autista ha sido espectacular. No
sabemos si se debe a un mayor conocimiento y concienciación o a que estamos viviendo una auténtica epidemia de autismo.
Hay muchas cosas, por tanto, que no sabemos todavía del autismo. No sabemos por qué surge. Se piensa que puede haber un
desencadenante ambiental, pero no se ha conseguido identificar. Hay también cantidad de tratamientos milagrosos que explo-
tan la credulidad y el amor de los padres a sus hijos. Tragedias grandes y pequeñas por culpa de la ignorancia científica. Lo
que mejor funciona para estos niños, como para los demás, es el aprendizaje, el cariño y la educación. Si no podemos curarlo,
que podamos paliarlo. El trabajo nos ofrece un mensaje sobre el camino a seguir: «empezar por hacer lo necesario, a continua-
ción haremos lo que es posible y, de repente, estaremos haciendo lo que parecía imposible».
Summary. Fray Junípero y el autismo (“Friar Juniper and autism”) offers an insight into a disorder about which we still have much
to learn both scientifically and in relation to acceptance by the rest of society of this disability for social life. We are learning more
and more about autism everyday. There is a genetic propensity to autism, a hereditary element, but the “autism gene” has not been
found. It is probably a multigenic condition involving at least fifteen genes, which would determine greater or lesser propensity to
autism. Autism appears all over the world, in families of all social classes and in all racial groups. In recent years, there has been
a spectacular increase in the number of persons diagnosed with autistic disorders. We are not sure whether this is due to greater
knowledge or awareness of autism or because we are witnessing a true epidemic of autism. So, there is still much we do not know
about autism. We do not know why it occurs. Some believe that an environmental trigger may be involved, but nobody has
managed to identify it. Additionally, many so-called miracle treatments exploit the credulity and love of parents for their children;
big and small tragedies because of scientific ignorance. What works best for these and other children are learning, affection and
education. If we cannot cure autism, we must be able to mitigate its effects. This essay offers a message on the road to follow: “start
by doing what is necessary, then we will do what is possible and suddenly we will be doing what seemed impossible”.
Résumé. Fray Junípero y el autismo, tente une approche d’un trouble dont il nous reste encore beaucoup à comprendre, tant
du point de vue scientifique que de celui du regard de la société face à cette difficulté d’adaptation à la vie sociale. Nous en
savons de plus en plus sur l’autisme. Il y a une prédisposition génétique, un héritage familial mais aucun «gêne de l’autisme»
n’a été mis à jour. C’est probablement une condition multigénique, avec au moins quinze gènes impliqués, qui provoqueraient
une plus ou moins grande prédisposition. L’autisme apparaît dans le monde entier, dans les familles de toutes les classes
sociales et dans toutes les races. Ces dernières années, l’augmentation de diagnostics des troubles du spectre autiste a été
spectaculaire. A l’heure actuelle, nous ne savons pas encore si ce phénomène est dû à une plus grande connaissance et prise de
conscience ou au fait que nous vivons une authentique épidémie d’autisme. Il y a beaucoup de choses, par conséquent, que
nous ne connaissons pas encore sur l’autisme. Nous ignorons également les causes d’apparition de ce type de trouble. On pense
qu’il peut y avoir un déclencheur environnemental, mais il n’a pas été possible de l’identifier. Il y a également une quantité de
traitements miraculeux qui exploitent la crédulité et l’amour des parents envers leurs enfants. Des tragédies de tous niveaux
dues à l’ignorance scientifique. Ce qui fonctionne le mieux pour ces enfants, et l’entourage, c’est l’apprentissage, la tendresse
et l’éducation. Si nous ne pouvons pas le traiter actuellement, que nous puissions l’atténuer. Le travail nous offre un message
sur le chemin à suivre: «commencer par faire le nécessaire, nous ferons ensuite ce qui est possible et, bientôt, nous obtiendrons
ce qui nous paraissait impossible».

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Alberto Ruiz de Mendoza
l coche que se para a mi lado lleva un papel blanco pegado en el cristal. De reojo, casi
E sin fijarme, veo que pone «Se vende» y luego un número «628-619895». Miguel tam-
bién lo ha visto. Va en el asiento de atrás, junto a su madre y le dice: «Mira, se vende un
número de teléfono». Miguel no distingue los mensajes implícitos. No comprende las
metáforas o que alguien pueda decir algo distinto de lo que piensa. No sabe mentir ni
entiende los chistes, tampoco la poesía. El mundo es, para él, un lugar extraño. Miguel
tiene autismo.
El autismo fue descubierto en plena Segunda guerra mundial en los dos bandos: un
psiquiatra norteamericano, Leo Kanner, en 1943 y un pediatra austriaco, Hans Asperger
en 1944, identificaron grupos de niños que se relacionaban extrañamente con su familia
y con el resto de la sociedad, que se obsesionaban con rutinas y que tenían comporta-
mientos anómalos. Es, por tanto, un trastorno identificado desde hace pocas décadas. Sin
embargo, parece que existe desde hace mucho tiempo. Uno de los ejemplos más bonitos
se encuentra en Las florecillas de San Francisco. Este libro recoge historias, pequeños
relatos del santo de Asís y de sus primeros compañeros. Se supone que son casi contem-
poráneos, transmitidos oralmente en el siglo XII y puestos por escrito en el XIII. Uno de
estos frailes andarines y mendicantes es Fray Junípero, del que se cuenta, entre muchas
otras, la siguiente anécdota:
Uno de los primeros compañeros de San Francisco fue el hermano Junípero, un hom-
bre de profunda humildad. Una vez, atendiendo a un enfermo en Santa María de los
Ángeles le preguntó «¿Te puedo servir de alguna manera?» El enfermo contestó «Sería
un gran consuelo si me pudieras traer un trozo de jamón». El hermano Junípero cogió
un cuchillo de la cocina y se fue al bosque, donde había muchos cerdos alimentándose.
Agarró uno, le cortó una pata y corrió con ella, dejando al gorrino allí. Llegó al con-
vento, lavó la pata y la preparó y cocinó con gran diligencia. Se la llevó al enfermo que
la comió con avidez. Mientras tanto, el porquero, que había visto la escena desde lejos,
avisó a su señor que, enormemente enojado, fue al convento y empezó a insultar a los
monjes, llamándolos hipócritas, mentirosos, ladrones y malvados. «¿Por qué, dijo, le
habéis cortado el jamón a mi cerdo?» Con las voces, se reunieron San Francisco y los
demás frailes, pidiendo con toda humildad perdón para su hermano. Pero el hombre no
se apaciguaba y sin aceptar disculpas o promesas de reparación, se marchó con gran
ira. Quedándose los frailes preocupados, San Francisco mandó llamar al hermano Juní-
pero y le preguntó en privado «¿Has cortado tú la pata a un cerdo en el bosque?» A lo
que el hermano Junípero contestó alegremente, no como alguien que hubiese cometido
una falta, sino creyendo que había hecho un gran acto de bondad «Es cierto, dulce
padre, que le corté un jamón al cerdo. Fue por caridad hacia un hermano que está enfer-
mo» y relató toda la historia. San Francisco, con gran celo por la justicia y gran amar-
gura en su corazón, le contestó «Oh, hermano Junípero, ¿por qué has dado tan gran
escándalo? Ya veo que no era sin razón que ese hombre se quejaba y tenía tan gran enfa-
do. Quizá ahora está en la ciudad hablando a todos mal de nosotros, y con buen motivo.
Por ello, te ordeno por obediencia divina, que le busques hasta que le encuentres, que te
arrodilles ante él y confieses tu falta, y le prometas una satisfacción completa de forma
que él no tenga razón para quejarse de nosotros por esta afrenta». Ante estas palabras,
el hermano Junípero estaba asombrado, sorprendido de que alguien se pudiese enfadar
por un acto tan caritativo. Se puso en camino hasta que encontró al hombre, que seguía

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enormemente irritado, le dijo la razón por la que había cortado la pata al cerdo, con tal
fervor, exaltación y alegría, como si le estuviera explicando un gran beneficio que le
había hecho y por lo que merecía ser altamente recompensado. El hombre cada vez esta-
ba más y más furioso con este discurso y le llenaba de insultos llamándole loco fantasio-
so y ladrón malvado. El hermano Junípero, que se sorprendía de los insultos, no hacía
caso de aquellas voces y le repetía una y otra vez la historia, con tal caridad, simplici-
dad y humildad que el corazón del hombre cambió. Se echó a los pies de Junípero, reco-
nociendo con muchas lágrimas los insultos y daños que le había hecho a él y a su
Comunidad. Marchó, sacrificó el cerdo moribundo y lo destazó, llevándolo a Santa
María de los Ángeles.
El caso de Fray Junípero ejemplifica algunas de las condiciones que se ven en las
personas con autismo. No entienden los usos sociales. No piensan en la imagen o en la
respuesta que sus actos pueden causar en otras personas. Las jerarquías, las clases
sociales, el respeto a los mayores, las distintas situaciones de la vida cotidiana, cono-
cidos y desconocidos, posibles amigos o posibles agresores, las variables a las que
incluso un niño pequeño se adapta con rapidez, no son comprensibles para ellos. A
Miguel le gustan los relojes. No tiene reparos en agarrar el brazo a alguien que pasa
por la calle, levantarle la manga y mirar el reloj que lleva. A Junípero tuvieron que pro-
hibirle severamente que regalara sus ropas y se quedase desnudo aunque fuese por cari-
dad a los pobres. Junípero contesta lo mismo una y otra vez, sin percatarse del enfado
creciente del propietario del cerdo. Es la misma pregunta y contesta con la misma res-
puesta. Junípero y Miguel no saben interpretar la entonación o los gestos que acompa-
ñan a las palabras. Para Miguel, el mensaje es el mismo si su madre le dice «ven»
agachada, sonriendo y con los brazos extendidos que si le dice «ven» con los brazos en
jarras y el ceño fruncido. Miguel y Junípero tienen un aspecto normal, muchos autis-
tas son guapos. No los distinguimos físicamente. Por eso, para mucha gente son excén-
tricos, maleducados, chalados. Pero no son eso, son niños y adultos con una
discapacidad para la vida social. Todos nos ajustamos con rapidez a un niño con sín-
drome de Down. A la madre de un niño con autismo le recomiendan frecuentemente
que le dé «unos buenos azotes» y le «enseñe a comportarse».
Miguel tiene una forma extraña de juego. No usa la imaginación para jugar. No con-
vierte una caja en un camión o un plátano en una pistola. Tampoco adopta el papel de
otra «persona», jugar a ser otro, regañar a los muñecos o bañarlos y hacerles la cena. En
vez de hacer carreras con un cochecito, se limita a cogerlo, olerlo o girar las ruedas
durante horas. Les encanta ver girar algo, los movimientos repetidos. Los ciudadanos de
Roma también se quedaron sorprendidos cuando fueron a recibir a Fray Junípero que
venía de peregrinación. Él no prestó ninguna atención a la comitiva que le esperaba y fijó
su curiosidad en un serrucho y unos troncos que había allí. Horas después, cuando hacía
ya un buen rato que la multitud asombrada se había ido a sus casas, dejó de serrar, un
típico movimiento repetitivo, y siguió su camino.
Cada vez sabemos más sobre el autismo. Hay una predisposición genética, una
herencia familiar pero no se ha encontrado un «gen del autismo». Probablemente es
una condición multigénica, con al menos quince genes involucrados, que darían mayor
o menor propensión. No es casualidad que Junípero y Miguel sean hombres. La pro-

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porción de niños a niñas es al menos de 3 a 1. Por lo tanto, debe de haber también parte
de esa herencia que va ligada al sexo. Tras esa predisposición genética, algo va mal en
el desarrollo cerebral prenatal. Hay sutiles cambios, difíciles de detectar, en la estruc-
tura cerebral. Eso tiene que ser el sustrato para este trastorno de la sociabilidad. Los
comportamientos afectados se reúnen en tres grandes apartados, lo que se ha llamado
la tríada del autismo:
a) Dificultades en la comunicación.
b) Dificultades para la interacción social.
c) Dificultades con la imaginación y el lenguaje interno.
Muchas personas con autismo no tienen capacidad de abstracción y pueden manejar
un listado interminable y desestructurado de detalles, resultándoles difícil separar lo
importante de lo accesorio. No usan categorías sino una lista de casos individuales. Tem-
ple Grandin, escritora y científica con autismo escribía: «mi concepto de barco está unido
a cada uno de los que he tenido noticia. Hay un Queen Mary y un Titanic pero no un
barco genérico». Por otro lado, muchos niños con autismo tienen una respuesta anormal
a las sensaciones. Algo que para otro niño es normal, como las luces intensas de un
comercio o los ruidos de la vida normal en una ciudad, pueden resultar estresantes o difí-
ciles de soportar para ellos.
Se ha dicho que les falta una «teoría de la mente». No consiguen identificar lo que la
otra persona puede estar pensando o sintiendo. Tienen falta de flexibilidad mental, lo que
les condiciona a exhibir un rango restringido de conductas. Un grupo pequeño de perso-
nas con autismo muestran una capacidad extraordinaria para la música, la pintura o el cál-
culo aritmético (acertar en que día de la semana caerá el 4 de diciembre de 2035) pero en
la mayoría de los casos no es así. De hecho, un porcentaje importante, hasta el 75%,
muestra un grado moderado o grave de discapacidad intelectual.
Viendo un niño con autismo, vemos lo duro que es este trastorno en una especie social
como la nuestra. Nuestra felicidad va ligada a la amistad, a hacer el bien a otros, a com-
partir, a expresar y entender sentimientos y todas esas cosas son difíciles para una perso-
na con autismo.
El autismo aparece por todo el mundo, en familias de todas las clases sociales y de
todos los tipos raciales. En los últimos años el aumento de diagnósticos de trastornos del
espectro autista ha sido espectacular. No sabemos si se debe a un mayor conocimiento y
concienciación o a que estamos viviendo una auténtica epidemia de autismo. Hay
muchas cosas, por tanto, que no sabemos todavía del autismo. No sabemos por qué surge.
Se piensa que puede haber un desencadenante ambiental, pero no se ha conseguido iden-
tificar. No tenemos un marcador de autismo. El diagnóstico se hace identificando com-
portamientos anómalos, lo que es un proceso laborioso, complejo y plagado de errores y
dificultades. Necesitamos también modelos animales (no existe un ratón con autismo).
Necesitamos un claro perfil genético del autismo que nos permita dar consejo a las fami-
lias afectadas.
La madre de Miguel está orgullosa de él. No es fácil criar a un niño que tiene una dis-
capacidad, pero Miguel mejora, se esfuerza, y es su hijo. No es cierto que no sepa expre-

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sar sentimientos, no es cierto que no quiera tener amigos, no es cierto que si quisiera
podría hacer las cosas bien. La madre de Miguel también está orgullosa de sí misma.
Pelea porque se adapte a la escuela y la escuela se adapte a él. Pelea porque sea capaz de
moverse en ambientes más variados y desarrollar una cierta vida social. A Miguel le gus-
tan las rutinas y puede tener una rabieta si se alteran cosas como el orden de las tareas,
el camino para ir al colegio, o el lugar donde dejó su cepillo de dientes. Pero también hay
momentos divertidos. A su madre le dice «no toques la cazuela» y ella le dice «lentejas».
Ha asociado las palabras de su madre cuando él llegaba del colegio a la cocina y quería
saber qué había para comer y se ponía a levantar tapaderas. Los compañeros de Junípe-
ro también compartían con él trastadas, esperanzas y alegrías. Un día, Junípero había
cocinado toda la comida de la despensa, sin darse cuenta de que la mayor parte se echa-
ría a perder. En vez de estar arrepentido, se fijó en que el Padre Superior se había lasti-
mado la garganta de tanto gritarle. Así que pensó que unos copos de avena caliente en
leche, unas gachas, le sentarían bien. Después de mucho esfuerzo, consiguió harina de
avena, la cocinó y le llevó las gachas. Pero como ya era en mitad de la noche, éste se negó
a salir de la cama. Al final, Junípero aceptó su rechazo a comérselo, pero le dijo que
viniera y le sujetara una vela para que se las pudiera comer él. El Superior no lo pudo
resistir, admirado «de su piedad y simplicidad», se levantó y compartieron la comida en
mitad de la oscuridad.
La madre de Miguel también sabe que hace unos años habría sido todo mucho más
difícil. No solo tenía que adaptarse a una discapacidad sino que le dirían que ella era
responsable, que tenía autismo porque no le había querido lo suficiente cuando era un
bebé. No solo tenía una discapacidad sino que sería ella la culpable, las madres que
habían sido gélidas con sus hijos, las «madres frigorífico». El supuesto tratamiento era
recuperar el vínculo emocional dándole los abrazos que no le había dado de bebé. Para
ello, la madre tenía que sujetar por la fuerza y abrazar al niño que pataleaba y se revol-
vía. Era un esfuerzo físico y emocional agotador. Tras media hora, los dos extenuados
lo dejaban sin haber conseguido más que nuevo sufrimiento. También se ha puesto
como posible culpable a las vacunas de la infancia. El diagnóstico suele ser próximo a
la administración de la vacuna triple vírica. Los estudios científicos han demostrado
que esa hipótesis no es cierta; sin embargo, hay familias que no vacunan a sus hijos por
miedo a que desarrollen autismo. Ello ha hecho que se hayan visto casos de enferme-
dades erradicadas en países desarrollados, como nuevos casos de polio en Gran Breta-
ña entre niños no vacunados. Hay también cantidad de tratamientos milagrosos que
explotan la credulidad y el amor de los padres a sus hijos. Tragedias grandes y peque-
ñas por culpa de la ignorancia científica. Lo que mejor funciona para estos niños, como
para los demás, es el aprendizaje, el cariño y la educación. Fray Junípero nos ayuda a
entender lo que es el autismo. Ahora debemos impulsar la investigación para conocer
más sobre los trastornos del espectro autista, su origen, su desarrollo y sus posibles tra-
tamientos. Si no podemos curarlo, que podamos paliarlo. El maestro de Junípero, su
amado Francisco de Asís nos da un mensaje sobre el camino a seguir: «empezar por
hacer lo necesario, a continuación haremos lo que es posible y, de repente, estaremos
haciendo lo que parecía imposible».

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Bibliografía y fuentes de información
[1] Alonso, J.R. (2004) Autismo y síndrome de Asperger: Guía para familiares, amigos
y profesionales. Ed. Amarú, Salamanca.
[2] Anónimo. (1913) Fioretti di San Francesco d’Assisi. Catholic Encyclopedia. Robert
Appleton Company, Nueva York.
[3] Baron-Cohen, S. y S. Bolton (1993) Autism: The facts. Oxford University Press,
Nueva York.
[4] Fombonne, E. (1999). The epidemiology of autism: A review. Psychol. Med. 29:
769-786.
[5] Frith, U. (2003) Autism. Explaining the enigma. Blackwell Publishing, Malden
(MA), Estados Unidos.

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