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Módulo 1: Filosofía: comienzo y origen

IN TR ODUCCIÓN AL MÓDULO

Introducción

UN IDAD 1: FILOSOFÍA: COMIEN ZO Y OR IGEN

Introducción a la unidad

Tema 1: Un comienzo griego

Tema 2: Orígenes de la Filosofía

Cierre de la unidad

UN IDAD 2: FILOSOFÍA: CON OCIMIEN TO Y LIB ER TAD

Introducción a la unidad

Tema 1: Los so stas y el relativismo

Tema 2: Sócrates: el concepto contra el relativismo

Tema 3: Platón: educación y libertad


Cierre de la unidad

CIER R E DEL MÓDULO

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Introducción

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En este primer módulo, nos ocuparemos de hacer un relevo de cuáles son los orígenes de la Filosofía,
entendiéndolos como las motivaciones que han llevado al hombre a filosofar. Después, nos introduciremos
en el pensamiento de Sócrates y Platón, que fueron el punto de partida para este modo peculiar de
pensamiento que surgió en Occidente en la Antigüedad Griega.
Figura 1. Elaboración propia (2019)

Objetivos del módulo

Comprender en qué consiste la filosofía y su búsqueda de explicaciones racionales acerca de


fundamentos llevados a cabo por los primeros filósofos de occidente.

Reconocer la importancia que Sócrates y Platón le atribuían a la filosofía como camino para
llegar al conocimiento que permite el buen actuar y la libertad.

Contenidos del módulo

Unidad 1. Filosofía: definición y origen

1.1 Un comienzo griego.


1.2 Orígenes de la filosofía.

Unidad 2. Filosofía: conocimiento y libertad

2.1 Los sofistas y el relativismo.

2.2 Sócrates: el concepto contra el relativismo.

2.3 Platón: educación y libertad.


2 11

Introducción a la unidad

¿Qué es la filosofía y cuál es su origen?

Contenidos de la unidad

1 Un comienzo griego.

2 Orígenes de la Filosofía.
En esta unidad, haremos una reseña sobre qué es la y cuáles son sus orígenes. La filosofía occidental
comienza en Grecia en el s. VI a. C. En ese momento, un conjunto de hombres no se conformaron con las
explicaciones míticas e intentaron buscar fundamentos racionales. Así, apareció una nueva disciplina que
se caracteriza por instar al hombre a reflexionar.

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Tema 1: Un comienzo griego

En esta unidad haremos una reseña de qué es la y cuáles son sus orígenes. La filosofía occidental comienza
en Grecia en el S. VI a. C. En ese momento, un conjunto de hombres no se conformaron con las
explicaciones míticas e intentaron buscar fundamentos racionales. Así apareció una nueva disciplina que se
caracteriza por instar al hombre a reflexionar.

La conocida etimología de la palabra Filosofía se puede analizar descomponiendo fácilmente los dos
términos griegos que la conforman: Filos, cuyo significado se traduce por amor, amistad, filiación, y Sofía,
cuyo significado es sabiduría, conocimiento.

Así, es fácil reconocer que la Filosofía consiste en el amor al


conocimiento, tomando el interés del conocimiento por el
conocimiento mismo, por el placer del saber que él mismo nos
proporciona. 

Esta definición, que dice poco y a la vez dice mucho, nos lleva a pensar en el origen de tal término y su
actividad consecuente. Inmediatamente, al reflexionar sobre el “amor a la sabiduría”, aparece cuál fantasma
frente a nosotros una serie de preguntas casi obligatoria:

¿Siempre existió la filosofía?


¿De qué se ocupa exactamente?

¿Cuál es su alcance?

Sabemos que las respuestas ante estos interrogantes no son sencillas ni concluyentes, pero podemos
comenzar por el primero de ellos respondiendo de manera negativa. No, no siempre existió la filosofía entre
los seres humanos. La filosofía tiene una fecha de nacimiento y, con ella, la especulación de sus posibles
orígenes y motivos por los cuales apareció en el mundo occidental antiguo y se sigue prolongando hasta
nuestros días. 

Arjé
La primera escuela que se consolida a principios del siglo VI a.C. es la escuela Jónica, cuyo fundador fue
Tales de Mileto, que es considerado el padre de la filosofía por ser el primer filósofo. Este grupo de filósofos
buscan el arjé, un término del idioma griego clásico que se traduce por principio, origen o fundamento. 

Es decir, buscan el arjé, como el origen y la ley de la naturaleza


y lo buscan en una materia primordial, una materia viva que es
la que da origen a todas las cosas y subyace en todos los
cambios de los fenómenos naturales. 
La búsqueda del fundamento o arjé, implica también la necesidad que tiene la razón de encontrar un
principio unitario o ley que explique y fundamente la multiplicidad de todos los hechos naturales, el orden de
esa multiplicidad que es el mundo y que nos puede parecer, sin un arjé, caótica o desordenada. En otras
palabras, la búsqueda de un fundamento o principio que rija los diversos fenómenos, no es otra cosa que la
búsqueda de un principio racional que dé cuenta del porqué de las cosas. 

Ahora bien, la filosofía no busca por qué o fundamento de tal o cual cosa determinada, como lo hacen las
ciencias, sino que se ocupa del ser delas cosas en general. Así, tal como sostiene en un famoso manual de
filosofía el profesor Adolfo Carpio, que podemos decir que la filosofía se ocupa con la totalidad de los entes -
a diferencia de las ciencias, cada una de las cuales trata de un determinado sector de entes tan solo. En
este sentido no hay ningún saber que tenga radio mayor, un alcance más totalizador, que aquel que es propio
de la filosofía.

Entendemos por “ente” a todo lo que es, es decir, a todo objeto que
existe. Desde Aristóteles, definimos una ciencia por el conjunto de
objetos o entes de los que se ocupa, por ejemplo, la biología se
ocupa de los seres vivos, y así cada ciencia; pero la filosofía se
ocupa de todos entes, porque se ocupa del ser. 

Podría pues caracterizársela diciendo que la filosofía es el saber más amplio de todos -ya que, según la
definición aristotélica, no hay nada que no esté a su alcance, pues todo, de una manera u otra, cae bajo su
consideración, nada le escapa, ni siquiera la "nada" misma. (Si esto es un privilegio de la filosofía, si es
ventaja o inconveniente, queda sin embargo por discutir; sobre ello es mucho lo que puede decirse) (Carpio,
2004, p. 7). Es claro el alcance de la filosofía en las palabras de Carpio que, analizando la definición de
Aristóteles, le otorga un alcance totalizador a la disciplina que aquí nos ocupa. De su fecha de nacimiento y
sobre los primeros filósofos, denominados “presocráticos” por contraposición al giro revolucionario que le
dio a la filosofía Sócrates a mediados del siglo V a. C., hablaremos detalladamente en la siguiente unidad,
pero en esta introducción no podemos pasar por alto ni dejar para más adelante otro de los temas
planteados como fundamentales para esta introducción: 

¿Por qué y de dónde surgió la


filosofía? 

Sus orígenes o, dicho en otros ¿Qué necesidad la llevó a


términos
instalarse en occidente?

¿Cuál es su utilidad?

Tales de Mileto

En el video se habla de algunos elementos fundamentales de la vida y pensamiento de Tales de Mileto (s. VI
a.C.), a quien se lo considera el primer filósofo de la historia.

A partir del análisis de algunos aspectos fundamentales de la vida de Tales, permite tomar cuenta de lo que
implicó el nacimiento de la filosofía en Occidente.

Grandes Filósofos - Tales de Mileto


Canal á. Grandes filósofos- Tales de Milito. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=QFC56xgjW1E&t=3s
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Tema 2: Orígenes de la Filosofía

Primer origen de la filosofía: el asombro


Si todo ente, todo lo que existe, tiene que tener un fundamento para su existencia y si, de hecho, vemos que
el mundo entero está habitado por entes y no por la nada, urge entonces preguntarnos:

¿Por qué hay mundo?

¿Por qué hay entes y no, más bien, nada?

Si todo ente debe tener un fundamento,

¿Cuál es el fundamento de los entes en totalidad, vale decir, qué es


lo que hace que los entes sean, en qué consiste el ser de los entes,
de cada uno de ellos y de la totalidad? 

Los entes son, en efecto; pero,


¿Qué quiere decir “ser”? 

¿Qué es eso —el ser— por virtud de lo cual los entes en cada caso
son, y son tal cual son?

Todas estas preguntas nacen del asombro del hombre frente a la totalidad del ente, de que los haya, cuando
bien pudo no haber habido nada. 

Por ello se dice desde Platón y Aristóteles que el asombro o sorpresa


es el origen de la filosofía, lo que impulsa al hombre a filosofar. 

En efecto, el que algo sorprenda hace que uno se pregunte por lo que ocasiona la sorpresa y la pregunta lo
lleva al hombre a buscar el conocimiento. Pero cuando se lo refiere a la filosofía, está claro que no se trata
del asombro más o menos inteligente o tonto de la vida diaria, del asombro ante cosas o circunstancias
particulares, como ante un edificio de enormes dimensiones o ante la conducta de cierta persona
extravagante; sino que el asombro filosófico es el asombro ante la totalidad del ente, ante el mundo. Y este
asombro –que en su plenitud y pureza aconteció según parece por primera vez entre los griegos, allá hacia
comienzos del siglo VI a. C. (antes de Cristo)– ocurre cuando el hombre, libre de las exigencias vitales más
urgentes (comida, habitación, organización social) y también libre de las supersticiones que estrechan su
consideración de las cosas, se pone en condiciones de elevar la mirada, mucho más allá de sus
necesidades y contorno más inmediatos, para contemplar la totalidad y formularse estas preguntas:
¿Qué es esto, el mundo?

¿De dónde procede, qué fundamento tiene, cuál es el sentido de


todo esto que nos rodea?

Pues bien, en el momento en que el hombre fue capaz de formularse estas preguntas de manera
conceptual, con independencia de toda concepción mítica, religiosa o tradicional, en ese momento, había
nacido la filosofía (Carpio, 2004, pp. 8-9).

El asombro ante el mundo, ante la totalidad de los entes y ante la


curiosidad por encontrar su explicación racional por fuera de las
respuestas basadas en los mitos y las leyendas es uno de los
principales motivos por los cuales tenemos filosofía, pensamiento
lógico y razonamientos que dan cuenta de los fundamentos de lo real.

Lo cual, a su vez, no significa que necesaria y rotundamente se haya abandonado por completo al mito o
cualquier explicación religiosa sobre los modos de operar de la naturaleza y los entes que en ella conviven.
Pero, por primera vez y con plena conciencia de sus actos, el ser humano no se conforma con una
explicación mitológica heredada de la tradición y decide utilizar la razón para encontrar por sí mismo el
fundamento de los entes que lo rodean. La mitología y la religión pueden dar sus respuestas ante el
fundamento de los fenómenos que pueblan el mundo, pero con la filosofía surge por primera vez la
explicación puramente conceptual de los mismos.

Segundo origen de la filosofía: la duda


El primer origen de la filosofía pone a los seres humanos como los nuevos encargados de descubrir las
explicaciones de los fenómenos de la naturaleza y los entes a partir de su razón, de conceptos que puedan
brindar una explicación convincente de todo lo que nos rodea. 

Esta situación no solo trae consigo un nuevo interrogante, a saber, el problema del conocimiento humano, es
decir, cuáles son sus límites, qué podemos conocer, cómo lo podemos conocer; sino también una actitud
que de a poco derrumba la tradición explicativa sobre la naturaleza basada en los mitos.

Frente a una tradición que ya no responde de manera convincente a


los interrogantes más profundos, frente a la desconfianza con la que
debemos lidiar para refundar el conocimiento de la naturaleza, ¿qué
herramientas tenemos como seres humanos dotados de
raciocinio? Una de las respuestas posibles a este interrogante, y quizá
la más difundida y acertada, es el empleo de la duda.

El primer origen de la filosofía se lo encontró en el asombro. Pero la satisfacción del asombro, lograda
mediante el conocimiento filosófico, pronto comienza a vacilar y se transforma en duda en cuanto se
observa la multiplicidad de los sistemas filosóficos y su desacuerdo recíproco y, en general, la falibilidad de
todo conocimiento. Esta situación lleva al filósofo a someter a crítica nuestro conocimiento y nuestras
facultades de conocer y es entonces la duda, la desconfianza radical ante todo saber, lo que se convierte en
origen de la filosofía.

En primera instancia, todos creemos ingenuamente en la posibilidad de conocer, el conocimiento se nos


ofrece con una evidencia original; pero esta evidencia desaparece pronto y la reemplaza la duda en
cuanto se toma conciencia de la inseguridad e incertidumbre de todo saber. 
Nace la duda cuando nos damos cuenta de este estado de cosas, de la falibilidad de las percepciones y
de los razonamientos.

Ahora bien, la duda filosófica puede asumir dos formas diferentes: 

La duda por la duda misma, la duda sistemática o pirroniana

La duda metódica o cartesiana

Al escepticismo absoluto o sistemático se lo llama también pirroniano,


porque fue Pirrón de Elis (entre 360 y 270 a. C., aproximadamente) el
que lo formuló.
Si puede decirse que lo haya formulado es porque Pirrón era un escéptico absoluto, es decir, negaba la
posibilidad de cualquier conocimiento, fuera de lo que fuese y, por lo mismo, negaba que pudiera siquiera
afirmarse esto: que "el conocimiento es imposible", puesto que ello implicaría ya cierto conocimiento: el de
que no se sabe nada. Pirrón, por tanto, consecuente con su pensamiento, prefería no hablar y, en última
instancia, como recurso final, trataba de limitarse a señalar con el dedo. Todo esto puede parecer
extravagante y en cierto sentido lo es, pero conviene observar dos cosas:

1 En primer lugar, que Pirrón era hombre íntegro, en el sentido de que tomaba con toda seriedad
lo que enseñaba, al revés de tantos personajes cuya conducta nada tiene que ver con sus
palabras. Ejemplo de esto es la siguiente anécdota: a Pirrón le tuvieron que practicar dos o tres
operaciones quirúrgicas, en una época en la que no existían los anestésicos; pues bien, Pirrón
soportó las intervenciones sin exhalar un solo grito ni emitir una sola queja, ya que gritar
hubiese sido lo mismo que decir "me duele", hubiese sido afirmar algo, cosa que su
escepticismo le prohibía.

2 En segundo lugar, no hay dudas de que debió haber sido un hombre muy extraordinario; sus
conciudadanos lo admiraron tanto que promulgaron una ley estableciendo, en honor a Pirrón,
que los filósofos quedaban exceptuados de pagar impuestos.

Pero interesa más la duda metódica, la duda de Descartes. Esta duda no se la practica por la duda misma,
sino como medio para buscar un conocimiento de que sea absolutamente cierto, como instrumento o
camino (método) para llegar a la certeza. En síntesis, dice Descartes lo siguiente:

“Si me pongo a dudar de todo e, incluso, exagero mi duda llevándola hasta su colmo más absurdo, hasta
dudar, por ejemplo, de si ahora estoy despierto o dormido, hasta dudar de que 2 + 2 sea igual a 4 (porque
quizás estoy loco, o porque mi razón está deformada, o es incapaz de conocer, y me parece que 2 + 2 es
igual a 4 cuando en realidad es igual a 5); si dudo de todo, pues, y llevo la duda hasta el extremo máximo de
exageración a que pueda llevarla, sin embargo, tropezaré por último con algo de lo que ya no podré dudar, por
más esfuerzos que hiciere y que es la afirmación "pienso, luego existo". Esta afirmación representa un
conocimiento, no meramente verdadero, sino absolutamente cierto, porque ni aún la duda más disparatada,
sostiene Descartes, puede hacernos dudar de él.”
-  (Carpio, 2004, pp. 12-14)

Es decir que podemos dudar de todo, pero encontraremos que no podemos dudar de nuestra propia
existencia, dado que dudar de nosotros mismos sería afirmar nuestra propia presencia: para dudar de mí,
primeramente algo de debo ser. Y si entonces algo soy, la duda sobre mi existencia queda imposibilitada,
dado que la reafirma en lugar de negarla.

Tercer origen de la filosofía: las situaciones límites


¿A qué llamamos “situaciones límites”? La expresión puede parecernos en principio de carácter fatalista y,
de hecho, puede que lo sea. Pero dentro de lo que llamamos “situaciones límites” podemos incluir una
amplia gama de actividades que llevamos a diario en lo cotidiano y que tiene directamente que ver con las
decisiones que tomamos, sus consecuencias y la responsabilidad que esas acciones conllevan. 

Toda decisión plantea un límite: la necesidad de elegir un rumbo y


descartar todos los otros: por ejemplo, cuando yo decido quedarme en
casa estudiando para el examen, he rechazado muchas otras
posibilidades, como la de visitar a mi familia, pasear, descansar o
ayuda a otro ser que lo requiera. Toda decisión es una toma de
posición, toda decisión tiene su límite.

El filósofo pregunta a causa del asombro que en él despierta el espectáculo del mundo. Ahora bien, en el
asombro el hombre se encuentra en una actitud directa, simplemente referido al mundo, objeto de su
mirada. Pero cuando aparece la duda, ocurre que esa mirada se repliega sobre sí, porque aquello sobre lo
que la dirige no es ya el mundo, las cosas, sino él mismo, o, con mayor exactitud, su propia actividad de
conocer: su mirada entonces está dirigida a esa mirada misma.
Puede decirse que con la duda se inaugura la reflexión del hombre
sobre sí mismo, que llega a su forma más honda y trágica cuando el
hombre toma conciencia de las situaciones límites. 

Se trata, entonces, de situaciones insuperables, situaciones más allá de las cuales no se puede ir,
situaciones que el hombre no puede cambiar porque son constitutivas de su existencia, es decir, son las
propias de nuestro ser-hombres. Porque el hombre no puede dejar de morir, ni puede escapar al sufrimiento,
ni puede evitar hacerse siempre culpable de una manera u otra. En cuanto que tales situaciones limitan al
hombre, le fijan ciertas fronteras más allá de las cuales no puede ir; puede decirse también que manifiestan
la radical finitud del hombre: una de cuyas expresiones se encuentra en las famosas palabras de Sócrates,
"solo sé que no sé nada", en las que se revela la primordial menesterosidad del hombre en general y de todo
conocimiento humano en particular. Y bien, en la conciencia de las situaciones límites o de la finitud del
hombre, se encuentra el tercer origen de la filosofía (Carpio, 2004, p. 15).
5 11

Cierre de la unidad

¿Qué es la filosofía y cuál es su origen?

La filosofía occidental comienza en Grecia en el siglo VI a. C.. En ese momento, un conjunto de hombres no
se conformaron con las explicaciones míticas e intentaron buscar fundamentos racionales. Así, apareció
una nueva disciplina que se caracteriza por instar al hombre a reflexionar.

Conclusión
En esta unidad, hemos desarrollado los comienzos de la filosofía en Grecia y su surgimiento como
necesidad de encontrar un fundamento, arjé, de lo que existe. Además, analizamos los orígenes de la
filosofía, es decir, las disposiciones y situaciones del hombre que lo llevan a cuestionar y tomar posición
frente a las cuestiones de la vida, el mundo, la política y la realidad.

Bibliografía

de referencia

Carpio, Adolfo (2004); Principios de Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Editorial Glauco.

Como, Martha (2010); Fundamentos de la filosofía Occidental; Buenos Aires, Argentina; Leuka.

de lectura obligatoria

Carpio, A.(2004) Carpio, Adolfo (2004); Principios de Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Editorial Glauco.
Capítulo 1. 

Como, M. (2010); Fundamentos de la filosofía Occidental; Buenos Aires, Argentina; Leuka 2010.
Capítulo 1. 
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Introducción a la unidad

¿Por qué y para qué filosofar?

Contenidos de la unidad

1 Los sofistas y el relativismo.

2 Sócrates: el concepto contra el relativismo.

3 Platón: educación y libertad.


Con la figura de Sócrates se produce un giro importante en el marco de la filosofía antigua. A partir de él, el
pensamiento filosófico se va a ocupar del hombre. En este punto, la reflexión filosófica va a definir al hombre
como ser capaz de pensar y razonar, y esto le permite saber.

Tanto Sócrates como su discípulo Platón intentan explicar en qué consiste el verdadero saber, que está
relacionado con el buen actuar. Por lo cual, la educación como acceso al verdadero conocimiento es un
aspecto fundamental para el desarrollo del hombre y su sociedad. 

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Tema 1: Los sofistas y el relativismo

Como la democracia ateniense permitía a todos los ciudadanos participar activamente en el gobierno del
Estado, esto incentivaba a buscar la capacitación intelectual que permitiese el acceso al gobierno, que se
obtenía por el voto directo del pueblo.

Surge así la necesidad de la educación y de la formación de esas


capacidades y, por lo tanto, de maestros capaces de suministrar esos
conocimientos.

Estos maestros de la nueva educación fueron los sofistas, quienes se presentaban como maestros de
sabiduría y de virtud, capaces de instruir en historia, leyes, literatura y especialmente maestros de oratoria y
de retórica: conocimientos indispensables para ser un ciudadano capaz de gobernar. Los sofistas cobraban
por sus clases.

En un primer momento, los sofistas gozaron de cierto prestigio intelectual, pero con el tiempo el término
“sofista” adquirió un sentido peyorativo y fue sinónimo de embaucador y charlatán. A pesar de esto, algunos
de ellos alcanzaron jerarquía de filósofos, este es el caso de Protágoras (480-410 a.C.) y Gorgias (483-375
a.C).
La característica fundamental del pensamiento de los sofistas era
su escepticismo intelectual y moral, ya que consideraban que era
imposible alcanzar la verdad. Protágoras, en una sentencia famosa,
afirma: "El hombre es la medida de todas las cosas..." ¿Qué significa
esto? El hombre como única medida o parámetro de lo que es y de lo
que debe ser. Esta afirmación elimina toda posibilidad de validez
objetiva, tanto en el ámbito del conocimiento, como en el ámbito de
la moral: "Todo es relativo al sujeto, una cosa será verdadera, justa,
buena o bella para quien le perezca serlo, y será falsa, injusta, mala
o fea para quien no le parezca." (Carpio, 2004, p. 59).

Como dijimos, los sofistas enseñaban el arte de la oratoria, según Protágoras, esta habilidad consistía en “el
arte mediante el cual podía volverse buenas las malas razones y malos los buenos argumentos, es decir, el
arte de discutir con habilidad tanto a favor como en contra de cualquier tesis” (Carpio, 2004, p 59). 

Gorgias fue el otro sofista cuyo pensamiento llegó a tener nivel filosófico. Su reflexión se concentra en tres
principios concatenados: “Nada es. Pero si algo fuera, no lo podríamos conocer. Y si lo pudiéramos conocer,
no lo podríamos expresar (comunicar)”. Nada es eterno, único, inmóvil, sino que por el contrario todo está
sometido al devenir, al cambio y a la desaparición. Nada es, quiere decir, que nada trasciende esta realidad
cambiante y efímera. Pero si algo fuera, si quisiéramos atribuirle algún grado de realidad al devenir del
mundo, no la podríamos conocer, porque ello implicaría pensar, es decir, mantener en la inmovilidad. Lo que
rompe la relación entre el pensamiento y la realidad lo que funda todo acto de conocer; pero además, si
pudiéramos conocer ese objeto evanescente, no serían más que imágenes sensoriales relativas a cada
sujeto, que no podríamos comunicar puesto que el lenguaje, según Gorgias, es algo fijo y permanente que no
puede expresar ese cambio constante.
Contra el relativismo de los sofistas se alzarán las voces de
Sócrates y Platón.
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Tema 2: Sócrates: el concepto contra el relativismo

La misión del filósofo


Sócrates (470 a.C.-399 a.C.) dedicó su vida a confrontar con el relativismo de los sofistas, a quienes
acusaba de ser precursores de la crisis moral de la Polis ateniense. La figura de Sócrates está
estrechamente ligada a la de su discípulo más conocido, Platón. Lo que nos llega del pensamiento socrático
nos viene por la obra platónica, dado que Sócrates nunca escribió. Sumado a esto, la forma en que murió ha
generado un halo mítico alrededor de su figura. En el diálogo platónico, en la apología de Sócrates, se narra la
historia de la visita que Querefonte, amigo de Sócrates, hizo al templo del Dios Apolo en la ciudad de Delfos. 

Allí Querefonte le pregunta al dios:

“Quién era el más sabio, el oráculo respondió que el más sabio de los hombres era Sócrates. Pero
cuando este se entera, queda perplejo, porque no reconoce en sí mismo ninguna sabiduría en el sentido
corriente de la palabra. Sócrates se siente confundido, porque tiene conciencia de estar lleno de dudas,
no de conocimientos.” (Carpio, 2004, p 62) 
Pensó, entonces, que las palabras del dios tenían un sentido que él no llegaba a interpretar, por eso
decidió buscarlo. 
“Para aclarar las palabras del oráculo, Sócrates no encuentra mejor camino que el de emprender una
especie de pesquisa entre sus conciudadanos; se propone interrogar a todos aquellos que pasan por
sabios y confrontar así con los hechos la afirmación del dios y comprobar entonces si los demás saben
más que él o no, y en qué sentido.” (Carpio, 2004, p. 63).

Así, decide interrogar a aquellos hombres que son considerados sabios en sus respectivas
ocupaciones, 

“Entonces, empieza por interrogar a los políticos, y los interroga ante todo sobre algo que debieran saber
muy bien: ¿qué es la justicia?; ya que el propósito fundamental de todo gobierno debiera ser
primordialmente lograr un Estado justo.”(Carpio, 2004, p. 63).

Pero sucede que al poco del interrogatorio, empiezan a titubear y responder de modo contradictorio. 

“Sócrates interroga luego a los poetas, y observa que en sus poemas suelen decir cosas maravillosas,
muy profundas y hermosas; pero que, sin embargo, son incapaces de dar razón de lo que dicen, de
explicarlo convenientemente, ni pueden tampoco aclarar por qué lo dicen.” (Carpio, 2004, p. 63).
Hasta aquí, ni los políticos ni los poetas pueden ser llamados sabios. Sócrates repitió la operación con
otros hombres considerados sabios en lo suyo y el resultado fue el mismo. Después de esta experiencia,
Sócrates creyó entender el mensaje del dios: 

“Es probable atenienses, que el dios sea en realidad sabio y que, en este oráculo, diga que la sabiduría
humana es digna de poco o nada. […] Es el más sabio, el que, entre vosotros hombres, conoce, como
Sócrates, que en verdad, respecto de su sabiduría es digno de nada.” (Platón, 1993, 23 a-b).

A partir de esta anécdota, Sócrates tiene la seguridad de que el dios le ha encomendado una misión: la de
educar, la de hacerles tomar conciencia a los demás de su propia ignorancia. 

El método socrático
El método de Sócrates consiste en un diálogo entre maestro y discípulo en el que, mediante preguntas y
respuestas, el educador guía a su alumno para que descubra las verdades que ya tenía dentro de sí, pero
que había olvidado. 
“El filosofar socrático no es la faena de un hombre que, más o
menos solitario o aislado del mundo, escriba en su gabinete de
trabajo páginas y más páginas conteniendo sus ‘doctrinas’. Por
el contrario, Sócrates filosofa conversando con los demás,
mediante el diálogo como especial organización de preguntas
y respuestas convenientemente orientadas…” (Carpio, 2004, p.
66). 

Sócrates llamó a su método, “Mayéutica”, que en griego significa “dar a luz”. Lo hizo en honor a su madre
que era partera: él consideraba que, del mismo modo que ella ayudaba a dar a luz a los niños, él ayudaba a
que saliera a la luz el conocimiento. El método consiste en dos momentos: 

RE FU TA C I Ó N M AY É U T I C A

Primer momento, de carácter negativo, porque lo que Sócrates se proponía era demostrarle al interlocutor
es que lo que creía que sabía era, en realidad, una falsedad; en esto consiste la refutación. Esto conduce a
una Catarsis, purificación en griego. Sócrates pregunta con ironía, pues pretende no saber, lo que en realidad
ya sabe. Este momento es imprescindible para purificar al alma de los falsos saberes, que son el principal
obstáculo para llegar al verdadero conocimiento.

RE FU TA C I Ó N M AY É U T I C A
Segundo momento del método, de carácter positivo, porque después de la purificación las preguntas del
maestro conducen al alumno hasta llegar a la verdad.

El concepto
Ahora bien, debemos entender por verdaderos a los conceptos, que son las representaciones mentales que
captan la realidad de las cosas. Según Aristóteles, uno de los grandes aportes de Sócrates a la filosofía es
el descubrimiento del concepto.

Un concepto es una representación mental, objetiva y universal de


alguna cosa. En todo acto de conocer se plantea una relación entre un
sujeto que conoce y un objeto que es conocido. 

Ahora bien, en tanto representación, el concepto pertenece al sujeto, la cuestión entonces es ¿cómo es
posible que sea universal? Pues bien, cuando conocemos algo, es decir, cuando construimos su
representación, captamos su esencia. Entendemos como esencia a aquello que hace que una cosa sea lo
que es. La esencia está constituida por el conjunto de rasgos que, de faltar uno, la cosa deja de ser lo que
es. Por ejemplo, si nos preguntamos ¿qué es una silla? Podríamos responder que "es algo que sirve para
sentarse", pero se podría objetar a esa respuesta que un banco también sirve para sentarse. Podríamos
agregar que, además, la silla tiene un respaldo, lo que implica que el ‘tener respaldo’ es un rasgo esencial de
la silla, porque si no lo tuviera no sería silla, sino banco. Además, toda silla concreta que haya existido, exista
o existirá, tiene que tener respaldo; de lo que se sigue que los rasgos esenciales son universales. Por lo
tanto, el concepto, al captar la esencia, es universal como ella.

Así, con el descubrimiento del concepto, Sócrates logra sentar las


bases para poder llegar a la verdad objetiva, base de todo
conocimiento posible.
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Tema 3: Platón: educación y libertad

Platón nació en Atenas en 429 a.C. y murió en la misma ciudad en 348 a.C. Pertenecía a una familia noble, lo
que le permitió acceder a una gran formación intelectual. Fue discípulo de Cratilo, quien seguía las
enseñanzas de Heráclito. También, tuvo una gran influencia del pensamiento pitagórico. Pero a los veinte
años conoce a quien sería su gran maestro: Sócrates. En el año 385 aproximadamente, funda en Atenas su
escuela, la Academia, que fue la primera institución de altos estudios de Occidente.

Los dos mundos

Al igual que su maestro, Platón estaba en franca oposición a los sofistas, razón por la cual, una de sus
metas fundamentales era atacar al relativismo moral e intelectual de los maestros de oratoria. Sócrates
había postulado su teoría del concepto. 
La objetividad se basa en la relación del concepto con la esencia; es decir, en la capacidad de poder
reflejar en un concepto la verdadera realidad de las cosas, que va más allá de su existencia concreta,
variable e imperfecta. 

En este punto, retoma Platón a su maestro y avanza más allá en el desarrollo de los que es la verdadera
realidad, fundamento de todo conocimiento moral y ontológico. Platón se va a preguntar cuál es la
naturaleza de las esencias y su relación con las cosas concretas.

La esencia es lo que determina a las cosas en su ser, en otras palabras, es un conjunto de rasgos o
características tales, que si falta alguna, la cosa deja de ser lo que es. Platón llama “Ideas” a las
esencias. La palabra “idea” (eidosen en griego) significa “lo visto”, pero en el caso de Platón, alude a lo
que se ve con la mente o intelecto. Aquí, aparece una distinción fundamental entre dos mundos: uno, el
de lo concreto, el de las cosas, captable por los sentidos; el otro, inmaterial, captable por razón.
Tenemos entonces que existe una diferencia de naturaleza entre las cosas y sus esencias. Hay dos
mundos de índoles absolutamente diferentes: el mundo de las Cosas, que se capta por los sentidos, es
por ello “sensible”; y el mundo de las Ideas, que se capta por la inteligencia y es, por ello,  “inteligible”. 

Las características de estos mundos son, también, contrapuestas: las esencias o Ideas son perfectas,
pues carecen determinación. Por ejemplo, la belleza en sí misma (Idea de Belleza) es el ser de la belleza
en su plenitud; en cambio, las cosas bellas son imperfectas, porque tienen la limitación de lo concreto.
Por ejemplo, las cosas bellas son imperfectamente bellas. Las Ideas son eternas, no nacen ni mueren.
En cambio, las cosas son perecederas, algún día aparecieron y algún día desaparecerán. Así, la Idea de
belleza, perdurará aunque desaparezcan las cosas bellas. Las Ideas son universales, pues abarcan
todas las cosas concretas de una misma clase que fueron y que serán; las cosas son particulares,
tienen una existencia limitada a sí mismas. Las Ideas son modelos o paradigmas, mientras que las
cosas son copias o imitaciones; las cosas bellas copian imperfectamente a la Idea de belleza.

Para explicar la relación entre ambos mundos, partiremos de un ejemplo que desarrolla el mismo Platón
en su diálogo Fedón (74a-75a; 78c-79a). Allí, toma la figura de cuatro leños, un primer leño igual a un
segundo, más pequeño que un tercero, y más grande que un cuarto.
Tenemos entonces que el primer leño es, a la vez, igual, menor y mayor.
Obviamente, en términos de racionalidad, esto es contradictorio, pues el leño referido es, al mismo
tiempo, igual y no-igual. Pero cuando pensamos en la Idea (esencia) de Igualdad, nos damos cuenta de
que, en realidad, la Igualdad en sí siempre es idéntica a sí misma; es más, es lo que determina la
igualdad de las cosas concretas iguales.
“… la igualdad, o, como también dice Platón, ‘lo igual en sí’, la idea de igualdad, no es igualdad en cierto
respecto y en otros no, no se convierte en la idea de la desigualdad (si esto sucediera, no podríamos
pensar), sino que es siempre la igualdad, perfectamente idéntica a sí misma.” (Carpio, 2004; p 82). 

Por otra parte, al leño en cuestión lo puedo cortar, por lo que dejaría de ser igual al segundo leño. Pero, si,
además, observásemos detalladamente a los dos leños iguales, nos daríamos cuenta de que no los son
exactamente, pues en el mundo sensible las cosas nunca son perfectamente iguales.

“Las cosas iguales, pues, ‘aspiran’ a ser como la igualdad en sí, pero en el fondo siempre les falta algo
para serlo plena o perfectamente, son insuficientes o imperfectamente iguales, deficientemente iguales.”
(Carpio, 2004; p 82).
Hasta aquí, hemos explicado la teoría platónica de los dos mundos, ahora veremos cómo se mueve el
alma humana con relación a esos mundos, para lo cual acudiremos a la “Alegoría de la caverna”.

La Alegoría de la caverna

Uno de los textos más citados, leídos y analizados en la cultura occidental es la “Alegoría de la caverna”
de Platón. En ella, se narra la pelea del alma humana por liberarse de las cadenas que la atan a un mundo
ilusorio y sombrío; una cárcel que la mantiene sujeta a la ignorancia.
La “Alegoría de la caverna” está en el libro siete de la República, allí, el personaje Sócrates comienza con
la descripción de la situación de unos hombres condenados a vivir presos en el interior de una caverna: 
“Allí, desde su infancia, los hombres están encadenados por el cuello y por las piernas, de suerte que
permanecen inmóviles y solo pueden ver los objetos que tienen delante, pues las cadenas les impiden
volver la cabeza.” (Platón, 1986; 514 a)

Están sentados mirando el fondo de la caverna. Detrás de ellos hay una especie de tapia y, un poco más
atrás, un fuego con llamas bastante altas. Entre el fuego y la tapia, unos hombres mueven unos objetos
por encima de ella, de modo tal que las sombras de los objetos producidas por la luz del fuego se
proyectan en el fondo de la caverna. Sócrates prosigue diciendo: 

“[…] Si a uno de esos cautivos se lo libra de sus cadenas y se lo obliga a ponerse súbitamente de pie, a
volver la cabeza, a caminar, a mirar la luz, todos esos movimientos le causarán dolor y el
deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras veía momentos antes.” (Platón, 1986;
515 c-d).

La liberación de un prisionero, en primera instancia, una situación de desconcierto e incomodidad, a


confrontar con la verdad o mundo verdadero, conlleva una cuota de incertidumbre y dolor. Al final, el
liberado es arrastrado al exterior y obligado a confrontar directamente con el mundo verdadero. Sigue
diciendo Sócrates:
“Y en caso de que se lo arrancara por fuerza de la caverna —proseguí—, haciéndolo subir por el áspero y
escarpado sendero, y no se lo soltara hasta sacarlo a la luz del Sol, ¿no crees que lanzará quejas y gritos
de cólera? Y al llegar a la luz, ¿podrán sus ojos deslumbrados distinguir uno siquiera de los objetos que
nosotros llamamos verdadero.”(Platón, 1986; 515 e-516 a).

Pero, luego del primer momento de enojo, dolor y desconcierto, el liberado es capaz de mirar al Sol,
fuente de vida y verdad.
“Después de lo cual, reflexionando sobre el Sol, llegará a la conclusión de que éste produce las
estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y que, de una manera u otra es causa de
cuanto veía en la caverna con sus compañeros de cautiverio.” (Platón, 1986; 516 c).

El prisionero liberado, en contacto con la verdadera realidad, toma consciencia de que, durante su vida en
cautiverio, había vivido engañado. Recuerda a sus compañeros y se siente dichoso de haber podido ser
liberado de las cadenas que lo sujetaban a la ignorancia. Y, agrega Sócrates, que si este hombre volviera
a la caverna, a su antigua lugar, al comienzo, le costaría mucho volver a acostumbrarse a las tinieblas
nuevamente.

“Y si cuando su vista se halla todavía nublada, antes de que sus ojos se adapten a la oscuridad –lo cual
no exige poco tiempo-, tuviera que competir con los que continuaron encadenados, dando su opinión
sobre aquellas sombras, ¿no se expondrá a que se rían de él? ¿No le dirán que por haber subido a las
alturas ha perdido la vista y que ni siquiera vale la pena intentar el ascenso? Y si alguien ensayara
libertarlos y conducirlos a la región de la luz, y ellos pudieran apoderarse de él y matarlo, ¿es que no lo
matarían? -Con toda seguridad- dijo [Glaucón].” (Platón, 1986; 516 e-517a).

El interior de la caverna y la situación de los prisioneros revelan las circunstancias en las que viven los
hombres carentes de educación, presos de la ignorancia. El alma de dichas personas está encadenada a
la creencia de que lo que los rodea es real y que no hay ninguna realidad más plena que la de las
sombras que sus ojos les muestran. Los hombres que están detrás de la tapia y mueven las figuras que
se reflejan en el fondo, representan a los sofistas, aquellos maestros que negaban la existencia de la
verdad, con lo que condenaban, según Platón, a sus discípulos a no ver más allá de lo que sus limitados
sentidos les mostraban. No cabe duda de que el hombre liberado es el filósofo, más precisamente,
Sócrates, quien fue condenado a muerte por querer purificar las almas de los falsos saberes. El Gran
Maestro de Platón fue condenado por cumplir con la misión que el dios de Delfos le había encomendado:
liberar las almas de los hombres de las cadenas de la ignorancia.
Alegoría de la caverna

El video es una versión animada de la Alegoría de Caverna de Platón, historia que comienza en el interior de
una caverna en la que se encuentran algunos prisioneros, encadenados desde su nacimiento, obligados a
mirar al fondo de la cueva. Más atrás, hay una tapia y más atrás un fuego. Entre la tapia y el fuego, otros
hombres hacen desfilar objetos, cuyas sombras se reflejan en el fondo de la caverna. Luego, a uno de los
encadenados se lo obliga a salir.

Alegoría de la caverna (República de Platón) stop motion subtitula…

Vo Fi, (2013). Alegoría de la caverna (República de Platón) stop motion subtitulado. Recuperado de https://youtu.be/B-

8VQN4Gtr8 
10 11

Cierre de la unidad

¿Por qué y para qué filosofar?

Con la figura de Sócrates, se produce un giro importante en el marco de la filosofía antigua. A partir de él, el
pensamiento filosófico se va a ocupar del hombre. En este punto, la reflexión filosófica va a definir al hombre
como ser capaz de pensar y razonar y esto le permite saber.

Tanto Sócrates como su discípulo, Platón, intentan explicar en qué consiste el verdadero saber, que está
relacionado con el buen actuar. Por lo cual, la educación como acceso al verdadero conocimiento es un
aspecto fundamental para el desarrollo del hombre y su sociedad. 
Conclusión

En esta unidad, hemos desarrollado el pensamiento de Sócrates, quien centró toda su reflexión en la
necesidad de confrontar con la postura escéptica y relativista de los sofistas a quienes consideraba
responsables de la decadencia moral de la Polis. Esta tarea será continuada por su discípulo más
importante, que fue Platón. 

Platón va a desarrollar toda su obra en torno a la idea de que la adquisición de conocimiento, gracias a la
filosofía otorga la verdadera libertad para el hombre. Esta libertad implica la responsabilidad frente a los
otros seres humanos que conforman la sociedad.

Bibliografía

de referencia

Carpio, Adolfo (2004); Principios de Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Editorial Glauco.

Como, Martha (2010); Fundamentos de la filosofía Occidental; Buenos Aires, Argentina; Leuka.

Guthrie, William  (1982); Los Filósfos Griegos; México D.F, Fondo de Cultura Económica.

Platón (1983); Fedón (1983); Fedón; Buenos Aires; EUDEBA.

Platón (1986); República; Buenos Aires, EUDEBA.

de lectura obligatoria

Carpio, Adolfo (2004); Principios de Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Editorial Glauco. Capítulo IV
completo y Capítulo V. PP. 81-93 y 98-109.
Como, Martha (2010); Fundamentos de la filosofía Occidental; Buenos Aires, Argentina; Leuka.
Capítulo II. PP. 15-37.
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