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La palabra latina carcer tiene la misma raíz que cancri (barrotes). En latín
no designa necesariamente a una prisión o calabozo de presos. También se
refiere a los recintos separados por rejas de donde partían los carros en un
circo romano para iniciar las carreras, y a las barreras que separaban estos
recintos de la pista.
Estadísticas del Departamento de Salud de la Dirección General de
Prisiones
Según las estadísticas del Departamento de Salud de la Dirección General
de Prisiones, unos 300 internos del sistema tradicional, repartidos en los
diferentes recintos del país, sufren algún tipo de enfermedad mental, entre
las que se destacan delirio de persecución, trastorno del sueño y ansiedad,
entre otras.
“En general son difíciles de llevar. No pueden participar en las actividades
del centro carcelario. Se ubican en lugares aislados para que no den
problemas.” esta es la realidad, los enfermos mentales que cumplen
condena en un centro penitenciario del nuevo modelo (MGP), Y aunque
parezca duro, es absolutamente real y así definiríamos nosotros el trato que
reciben dentro de nuestras prisiones o nuevos modelos penitenciarios
(MGP).
Las conclusiones que podemos sacar son muchas y todas muy críticas, pero
basta simplemente concluir que el sistema de salud, penitenciario y de
asistencia social fallan estrepitosamente.
Para las Instituciones, son ciudadanos invisibles con los que no contactan,
para los que no existen programas específicos preventivos, de tratamiento o
de rehabilitación, cuando deberían ser un colectivo prioritario por lo
vulnerable de su situación. Si estuvieran atendidos, muchos de ellos no
retornarían a las prisiones. De hecho, el 50 % de los enfermos mentales
delinque porque ha sufrido un brote sicótico, generalmente por no llevar un
tratamiento adecuado.
Convivir con enfermos mentales es a veces algo muy duro para sus
familias, que suelen ser las propias víctimas de los delitos que éstos
comenten. Familiares que tampoco cuentan con ayuda de las Instituciones.
Por un lado, porque los recursos son escasos; y por otro, porque muchos de
sus familiares no cumplen con el perfil requerido para incorporarse a los
servicios comunitarios existentes. Muchas son familias ya de por sí
desestructuradas y con escasos recursos materiales y personales para
afrontar el cuidado de un enfermo mental, y con escasa conciencia tanto de
enfermedad como de habilidades positivas de cuidado. Después de muchos
sufrimientos, muchos de ellos ven las prisiones y los nuevos modelos
penitenciarios (MGP) como una liberación para un problema que
desestabiliza a la familia y para que el que no encuentran ni apoyos válidos
ni soluciones. Lo que más dificulta el trabajo desde el punto de vista de la
reinserción es que muchos de ellos carecen de apoyo familiar.
Por otro lado, nos percatamos que la gran mayoría de ellos se encuentran
en prisión sin que en sus sentencias condenatorias se estimase causa alguna
de extinción de la pena y por tanto sin diagnóstico alguno de la enfermad.
Muchos son diagnosticados por primera vez cuando entran en nuevos
modelos penitenciarios (MGP) y la mayoría, ni siquiera allí.
Los motivos son variados, entre otros la decidida de fiscales y jueces ante
la acumulación de trabajo y sobre todo la falta de rigor en el trabajo de los
abogados de oficio. Teniendo en cuenta que el colectivo del que hablamos
no dispone de recursos económicos, son asistidos gracias a la asistencia
jurídica por defensores públicos, y entre la propia dinámica desestructurada
del enfermo que no contacta con el abogado y la mala práctica de muchos
de ellos que no trabajan con sus clientes sino hasta el mismo momento del
juicio, es lógico que las enfermedades mentales pasen desapercibas o que
de todas maneras, no puedan en ese momento ser ya acreditadas.
Tampoco ayuda la actual regulación del enjuiciamiento rápido de delitos,
en la que la rapidez en la instrucción incrementa la posibilidad de que nadie
se percate de la enfermedad mental del detenido.
El drama de los enfermos mentales en Baní, solo las cárceles tienen unos 31
recluidos
De todos estos trastornos mentales que afectan a estos internos, los más
complicados y delicados, revela el doctor Díaz, son los pacientes con
retraso mental, “aquellos que no pudieron tener el desarrollo intelectual que
les permita convivir con los demás internos”.
EFECTOS
Para el psiquiatra César Díaz, las consecuencias de estos trastornos se
expresan en violencia doméstica, violencia intrafamiliar, entre otros
eventos impulsivos, por lo que a estos pacientes le ponen una querella,
consiguen una orden de arresto “y los meten para la cárcel”.
DEFICIENCIAS
Ahora mismo el país, explica el doctor Cesar Díaz, solo hay tres lugares
para atender estos pacientes; los hospitales durante el día: donde el
psiquiatra los ve y los manda para su casa, las unidades de estadía corta,
que son las UIC, en las que el psiquiatra ve el paciente por 3 días o hasta
por una semana, pero luego va para su casa también.
Según este equipo médico, el Padre Billini sacó cerca de 2 mil pacientes y
los mandó a sus casas o a la calle, ahora este problema está rodando por
ahí.
La otra tragedia que se vive ahora es que luego del cierre del Padre Billini,
familiares de pacientes psiquiátricos prefieren tenerlos en la cárcel que en
la casa porque no tienen los medios para atenderlos en el hogar;
medicamentos, atención profesional costosa, los riesgos, alimentación y la
falta de control entre otros elementos.
CASOS
Muchos de los enfermos mentales que deambulan por las calles de Baní
han estado en la cárcel, y se les entregaron a los familiares luego de que
fueron controlados bajo el acuerdo de que debían darle seguimiento y sus
medicamentos y que los iban a mantener recluidos en sus hogares, pero no
cumplen, no lo hacen, “los sueltan en banda, los lanzan para la calle”.
Conclusión
La procuradora general, Miriam Germán Brito, firmó un acuerdo de
cooperación interinstitucional con el Colegio Dominicano de Psicólogos y
la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, con el objetivo de habilitar
unidades de salud mental en los centros penitenciarios a nivel nacional.
Germán Brito firmó el convenio con Ana Simó, presidenta del Colegio de
Psicólogos, y Marisol Taveras Ulerio, presidenta de la Sociedad de
Psiquiatría. El documento había sido firmado por el ministro de Salud,
Daniel Rivera y el director del Servicio Nacional de Salud, Mario Lama.