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Introducción

Después de la creación de las cárceles, nace la Comisión nacional e


Interamericana de Derechos Humanos, los cuales han dedicado particular
atención a las diferentes situaciones de las personas privadas de libertad,
tanto en República Dominicana como en las Américas. Así, desde sus
primeros informes especiales de país relativos a Cuba y a República
Dominicana, hasta los más recientes, referentes a Venezuela y Honduras, la
Comisión Interamericana se ha venido refiriendo consistentemente a los
derechos de las personas privadas de libertad.
Asimismo, la Comisión Interamericana ha aprobado una gran cantidad de
informes de casos contenciosos y ha otorgado un número importante de
medidas cautelares dirigidas a la protección de personas privadas de
libertad en las Américas.
La Comisión Interamericana ha constatado que el respeto a los derechos de
las personas privadas de libertad es uno de los principales desafíos que
enfrentan los Estados miembros de la Organización de los Estados
Americanos.
Los trastornos de salud mental en las cárceles en su mayoría son por uso y
abuso de sustancias controladas por los que esto tiene una alta prevalencia
y son factores que contribuyen de manera directa e importante el alto grado
de morbilidad, discapacidad, agravando las lesiones físicas y la mortalidad
prematura, de presos que se suicidan en las cárceles, además de aumentar el
riesgo de padecer otras condiciones de salud. Las cifras en república
dominicana son alarmantes.
El presente Plan expresa las metas y los compromisos que se tienen que
asumido a nivel internacional y local. Se establecen cuatro líneas
estratégicas, dirigidas a abordar el fortalecimiento de la rectoría y gestión
técnica-administrativa, la promoción de la salud, la prevención de los
trastornos mentales y los problemas psicosociales, la gestión de la
cobertura y acceso a una atención de salud mental, integral y de calidad,
basado en un modelo carcelario adecuado para el cuidado de estas personas
que pasan por determinados procesos; y al fortalecimiento del monitoreo y
el cumplimiento de las directrices, para la producción, evolución y
utilización de información sobre salud mental dentro de todos los recintos
carcelarios tanto en nuestro país con el toda las Américas.
Origen de la palabra Cárcel
La palabra cárcel viene del latin carcer, carceris (edificio con rejas donde
ponen a los presos). De ahí también las palabras carcelero (el que cuida la
cárcel), carcelario (relativo a la cárcel), encarcelar (meter a alguien en
prisión) y excarcelar (sacar a alguien de la cárcel).
La palabra latina carcer tiene la misma raíz que cancelar y canciller.

La palabra latina carcer tiene la misma raíz que cancri (barrotes). En latín
no designa necesariamente a una prisión o calabozo de presos. También se
refiere a los recintos separados por rejas de donde partían los carros en un
circo romano para iniciar las carreras, y a las barreras que separaban estos
recintos de la pista.
Estadísticas del Departamento de Salud de la Dirección General de
Prisiones
Según las estadísticas del Departamento de Salud de la Dirección General
de Prisiones, unos 300 internos del sistema tradicional, repartidos en los
diferentes recintos del país, sufren algún tipo de enfermedad mental, entre
las que se destacan delirio de persecución, trastorno del sueño y ansiedad,
entre otras.
“En general son difíciles de llevar. No pueden participar en las actividades
del centro carcelario. Se ubican en lugares aislados para que no den
problemas.” esta es la realidad, los enfermos mentales que cumplen
condena en un centro penitenciario del nuevo modelo (MGP), Y aunque
parezca duro, es absolutamente real y así definiríamos nosotros el trato que
reciben dentro de nuestras prisiones o nuevos modelos penitenciarios
(MGP).

La asistencia sanitaria dentro de estos MGP, ha sido motivo de


preocupación constante desde el inicio de nuestro trabajo en las prisiones
MGP, hace ya más de 8 años; éste ha sido el objeto de innumerables quejas
por parte de las personas presas y de sus familiares. Se trata de un aspecto
que tanto presos, como sus familiares, así como particulares, viven con
especial preocupación, puesto que salud e integridad física son un
presupuesto fundamental para el goce de todos los derechos no limitados
por el contenido del fallo condenatorio, y un requisito esencial para intentar
un proceso de rehabilitación social a la vida en privado de libertad.
Dedicamos este pequeño estudio a los enfermos mentales en nuestros
nuevos modelos penitenciarios (MGP) y demás prisiones del país, porque
nos escandaliza la situación de absoluto abandono por parte de las
instituciones competentes en materia penitenciaria, de la salud y asistencia
social.

Podemos afirmar, sin exagerar lo más mínimo, que tras la desaparición de


los “manicomios” en el año 2018, las personas allí tratadas han ido
engrosando las estadísticas penitenciarias, convirtiéndose las cárceles en
nuevos almacenes de enfermos mentales. Eso sí, en los nuevos modelos
penitenciarios (MGP) se les trata de forma superficial y no se les ofrece
alternativa, ni se les ayuda a reintegrase en la sociedad. La penalización de
los enfermos mentales y su encarcelación como única forma de asegurar la
seguridad de nuestra sociedad, cumple hoy la labor de limpieza social que
las leyes de vagos y maleantes cumplieron en el estado. Algo que debería
ser objeto de profunda reflexión.

De ello se hablaba ya en la Recomendación Nº R (98), 7 del Comité de


ministros del Consejo de Europa: “en los últimos años, coincidiendo con el
aumento de la población penitenciaria, se ha observado un sensible
incremento en el número de personas que padecen algún tipo de trastorno
mental. Esto no significa que sea debido a un efecto específico de las
prisiones sobre las personas internas sino más bien, de una parte, a la
desaparición de los manicomios como espacio que durante mucho tiempo
había albergado a una buena cantidad de personas socialmente
problemáticas (trastornos de la personalidad, retrasos, depresivos...), y por
otro lado, al considerable aumento de la población general que carece de
recursos de todo tipo o está simplemente marginada, entre la que hay que
contar con un buen número de personas con trastornos mentales, en
especial psicosis crónicas, que de una manera u otra acaban con facilidad
en la prisión. Sin contar, claro está, con los trastornos mentales provocados
por el consumo de sustancias controladas (drogas) o por enfermedades
como el SIDA”.
En general, son dolencias incapacitantes, que impiden al paciente que se
halla privado de libertad adaptarse a la vida en prisión y que exigen, en la
mayoría de los casos, un tratamiento psico-psiquiátrico y farmacológico en
muchos casos incompatibles con la permanencia en un centro del nuevos
modelos penitenciarios (MGP). Y si bien existen algunos recursos, de los
que hablaremos más adelante, para atender a los enfermos mentales en la
comunidad, el perfil de los enfermos con los que se trabajan en prisión no
encajan en los escasos recursos existentes. Se trata de enfermos mentales
sin acogida familiar ni medios económicos, muchos de ellos enfermos
duales y sin relaciones con el exterior, reincidentes y sin seguimiento por
parte de los servicios sanitarios comunitarios a su puesta en libertad. En la
calle, muchos de ellos indigentes y con formas de vida totalmente
marginales.

Para ellos no conocemos en república dominicana a la fecha de hoy ni


programas específicos dentro de los nuevos modelos penitenciarios (MGP),
los que están fuera no están en función. Ni podemos tramitarles la
excarcelación porque no existen centros que los acojan ni que trabajen
además el problema de la enfermedad mental y drogodependencia), resulta
problemático plantear a los Jueces de la corte los casos más graves que les
suspenda la condena privativa de libertad, porque la única alternativa de la
que disponemos en república dominicana es el psiquiátrico penitenciario,
masificado hoy por hoy.

La conclusión, que adelantamos, de nuestro estudio, es que están


absolutamente abandonados. A ellos dedicamos este trabajo, con la idea de
dar a conocer la alarmante situación que sufren, exigir a todas las
Instituciones el cumplimiento de la legalidad y denunciar la absoluta
pasividad de todos ellos con la vergonzosa situación de este colectivo.

1.-INCREMENTO DE LOS ENFERMOS MENTALES

Existe un incremento en la sociedad de personas que sufren trastornos


mentales, mucho mayor que el de aquellos que padecen cáncer de mama o
el asma. La patología mental representa ya un alto porcentaje del coste
económico de las enfermedades. Es la propia Organización Mundial de la
Salud quien afirma que en el 2020 los trastornos depresivos serán los que
minarán la salud de la población general, una de cada dos personas
padecerá una enfermedad neuropsiquiátrica y solamente le superará la
congestión de pecho o los infartos.

Las causas de este incremento son múltiples, aunque no son el objeto de


nuestro estudio. Sí lo es el porqué del aumento en las prisiones, donde la
sobre representación de enfermos mentales respecto de la sociedad es
sorprendente. El motivo fundamental es la desaparición de los manicomios
y la poca cultura que tienen las personas de visitar un profesional de la
salud, así como el auge de las redes sociales, pero también el aumento de
personas sin recursos y excluidas en nuestra sociedad competitiva y
neoliberal. También influye el abuso en el consumo de drogas. Marginados,
poca empatía, solidaridad, educación que en una palabra, acabarán en
prisión.

Las conclusiones que podemos sacar son muchas y todas muy críticas, pero
basta simplemente concluir que el sistema de salud, penitenciario y de
asistencia social fallan estrepitosamente.

Muchos de los presos de los que hablamos no siguen ningún tratamiento en


la calle, al salir de prisión no contactan con los equipos de salud mental y
no existe coordinación alguna entre los servicios médicos de los nuevos
modelos penitenciarios (MGP) y de las prisiones con los servicios de salud
mental (a parte de la voluntariedad de algún profesional), por lo que al salir
de prisión quedan abandonados a su suerte. También nos encontramos con
muchos casos en los que, recibiendo asistencia por parte de los servicios de
salud mental, cuando el enfermo delinque y entra en prisión, como no
existe ninguna coordinación que funcione de forma adecuada, éste ni es
medicado ni los médicos de las prisiones y nuevos modelos penitenciarios
(MGP) se preocupan de conocer el historial del interno. De forma que, si el
preso tiene familia y ésta facilita la documentación, podrá ser asistido, pero
en caso contrario podrá permanecer en la cárcel sin ser tratado mucho
tiempo.
Ni tampoco existe ninguna coordinación con los servicios sociales y no se
trabaja el regreso a la sociedad y a la propia familia del enfermo mental
cuando termina su condena desde la Institución Penitenciaria y/o nuevos
modelos penitenciarios (MGP), es obvio que, si además muchos de ellos no
disponen de apoyo familiar ni respaldo económico, van a retornar a un
submundo marginal y de subsistencia en la calle, donde además de los
problemas de adiciones, no siguen ningún tipo de tratamiento o
medicación. Que se descompensen sus enfermedades y reincidan en la
comisión de delitos y retornen a prisión o la muerte, es una consecuencia
lógica de la total desasistencia.
Y la actual justicia penal es discriminatoria, en el sentido de que se ejerce
sobre tipos tradicionales de delitos contra las personas y los bienes,
resultandos inoperantes sobre hechos socialmente perjudiciales
estructurados en torno a la organización política y económica. Parece que
la solución que se le da a estas personas infractoras es la simple
inocuización, entendida como neutralización de la peligrosidad criminal,
entendida ésta como separación de la sociedad para tranquilidad de ésta.
Sin embargo, para conseguir dicha neutralización de la peligrosidad
criminal, no es preciso el encarcelamiento de estas personas porque existen
otros medios de conseguirlo en un régimen de libertad. Especial
significación tiene la prisión para enfermos mentales, para quienes supone
un elemento estigmatizador (toda sanción penal estigmatiza), de ostracismo
(pura inocuización) y un castigo deshumanizador.

Para las Instituciones, son ciudadanos invisibles con los que no contactan,
para los que no existen programas específicos preventivos, de tratamiento o
de rehabilitación, cuando deberían ser un colectivo prioritario por lo
vulnerable de su situación. Si estuvieran atendidos, muchos de ellos no
retornarían a las prisiones. De hecho, el 50 % de los enfermos mentales
delinque porque ha sufrido un brote sicótico, generalmente por no llevar un
tratamiento adecuado.

El Defensor del Pueblo preguntó a los servicios médicos de las prisiones


que si existieran centros alternativos para la atención psiquiátrica se
evitaría el ingreso en prisión de los enfermos mentales, y todos afirmaron
que estaban convencidos de ello. Los responsables médicos consideran que
se evitarían la mayoría de los ingresos penitenciarios si existieran centros
residenciales para enfermos mentales crónicos sin apoyo familiar y que
viven en ambientes socialmente marginales. Opinan que si crearan
dispositivos socio-sanitarios para atender adecuadamente a estos enfermos,
la mayor parte no volverían a entrar en una prisión.

2.- PERFIL DE LOS ENFERMOS MENTALES QUE ESTÁN EN


PRISIÓN

Convivir con enfermos mentales es a veces algo muy duro para sus
familias, que suelen ser las propias víctimas de los delitos que éstos
comenten. Familiares que tampoco cuentan con ayuda de las Instituciones.
Por un lado, porque los recursos son escasos; y por otro, porque muchos de
sus familiares no cumplen con el perfil requerido para incorporarse a los
servicios comunitarios existentes. Muchas son familias ya de por sí
desestructuradas y con escasos recursos materiales y personales para
afrontar el cuidado de un enfermo mental, y con escasa conciencia tanto de
enfermedad como de habilidades positivas de cuidado. Después de muchos
sufrimientos, muchos de ellos ven las prisiones y los nuevos modelos
penitenciarios (MGP) como una liberación para un problema que
desestabiliza a la familia y para que el que no encuentran ni apoyos válidos
ni soluciones. Lo que más dificulta el trabajo desde el punto de vista de la
reinserción es que muchos de ellos carecen de apoyo familiar.

La deficiente atención a los enfermos crónicos ha extendido lo que en


principio era un grave problema sanitario a un actual no menos grave
problema social, al tener que cargar las familias, independientemente de los
medios con los que cuenten, no sólo con la parte que en tratamiento y
cuidado les corresponde, sino con la parte que a las inexistentes estructuras
intermedias les correspondería. La realidad diaria nos muestra que la
deshospitalización, sin el regular funcionamiento de las estructuras
intermedias sustitutivas, conduce en muchos casos al efectivo abandono de
los enfermos que aún bajo el cuidado de sus familias no pueden recibir de
éstas la atención que hace falta, sustituyéndose finalmente el manicomio
por la cárcel, el encierro domiciliario, la miseria o la muerte.
El que muchos de ellos sobrevivan en una situación marginal grave, hace
que vean agravadas sus patologías, que no se tratan, y que además sean
consumidores de drogas o alcohol, provocando la aparición de patologías
duales que hace aún más difícil su tratamiento y reinserción.

La mayoría están en paro, sobre todo si padecen enfermedades mentales


graves. La Fundación de la salud mental para la Integración Social del
Enfermo mental de los nuevos modelos penitenciarios (MGP), promover el
seguimiento de estos, por lo que es obvio entender que muchos carecen de
vivienda u hogar donde residir.
3.- MOTIVOS DE LA ENTRADA EN PRISIÓN.

Resulta cuanto menos chocante que puedan existir tantísimos enfermos


mentales en nuestras prisiones ordinarias y nuevos modelos penitenciarios
(MGP). Y de todas las causas existentes la que más favorece su entrada es
la absoluta falta de dispositivos alternativos para el tratamiento de los
enfermos mentales infractores.

Por otro lado, nos percatamos que la gran mayoría de ellos se encuentran
en prisión sin que en sus sentencias condenatorias se estimase causa alguna
de extinción de la pena y por tanto sin diagnóstico alguno de la enfermad.
Muchos son diagnosticados por primera vez cuando entran en nuevos
modelos penitenciarios (MGP) y la mayoría, ni siquiera allí.

Los motivos son variados, entre otros la decidida de fiscales y jueces ante
la acumulación de trabajo y sobre todo la falta de rigor en el trabajo de los
abogados de oficio. Teniendo en cuenta que el colectivo del que hablamos
no dispone de recursos económicos, son asistidos gracias a la asistencia
jurídica por defensores públicos, y entre la propia dinámica desestructurada
del enfermo que no contacta con el abogado y la mala práctica de muchos
de ellos que no trabajan con sus clientes sino hasta el mismo momento del
juicio, es lógico que las enfermedades mentales pasen desapercibas o que
de todas maneras, no puedan en ese momento ser ya acreditadas.
Tampoco ayuda la actual regulación del enjuiciamiento rápido de delitos,
en la que la rapidez en la instrucción incrementa la posibilidad de que nadie
se percate de la enfermedad mental del detenido.

Muchos de ellos no se encuentran atendidos por los servicios sanitarios


comunitarios, a algunos nunca se les ha diagnosticado formalmente su
enfermedad, ni tratado, y dentro de las prisiones no existen programas
destinados a la búsqueda de detección de casos para desarrollar después
programas terapéuticos.

Habiendo desarrollado anteriormente cuáles son los factores que influyen


en la reincidencia y cumplimiento cíclico de penas privativas de libertad,
debemos añadir que, conociendo las carencias del sistema sanitario y de
asistencia social de este colectivo desde hace años por parte de las
Instituciones, es vergonzoso que aún continúen en estado de abandono los
enfermos mentales con el perfil a que nos venimos refiriendo. Y es que,
bajo la etiqueta de desinstitucionalización, se ha realizado un mero
"externamiento" de los pacientes de los hospitales psiquiátricos, sin que se
hayan desarrollado ni las estructuras asistenciales alternativas precisas para
satisfacer sus necesidades sociosanitarias, ni los cambios necesarios para
modificar su "estatus".

Por último, debemos apuntar como causa de la entrada de tantos enfermos


mentales en las prisiones y nuevos modelos penitenciarios (MGP) el
énfasis de los jueces a aplicar jurídicamente alternativas a la prisión a los
enfermos mentales infractores. Si bien el problema, fundamentalmente,
estriba en que no existen dichos recursos alternativos a los que derivarlos
en la republica dominicana, cuando los servicios sanitarios y de asistencia
social deben ser los destinatarios naturales de las personas enfermas
mentales, se requiere la existencia de una infraestructura suficiente.

4.- ALTERNATIVAS JURÍDICAS

Existen diversas posibilidades reguladas en nuestra organización jurídica


que posibilitarían el tratamiento fuera de prisión y de los nuevos modelos
penitenciarios (MGP) de los enfermos mentales. Sin embargo, desde la
Asociación Pro Derechos Humanos nos preocupa que, aparte de que no se
trabaja específicamente el problema de la salud mental desde las prisiones,
tampoco se hace por parte de los abogados de oficio de los servicios de
orientación penitenciaria. Aunque, el principal problema, ya comentado, en
caso de realizar el esfuerzo para buscar una alternativa para este colectivo,
es la inexistencia de recursos público para tales fines. Este problema debe
ser denunciado y reivindicado de forma preferente.

El drama de los enfermos mentales en Baní, solo las cárceles tienen unos 31

recluidos

Los familiares de pacientes psiquiátricos prefieren tenerlos en la cárcel que en la


casa
JOSÉ DICÉN Baní, provincia Peravia

Al menos 31 internos con trastornos psiquiátricos se encuentran recluidos


en las cárceles de Baní, según certifica el equipo médico que atiende las
demandas de salud en estos recintos penales.

En la cárcel de la Fortaleza Máximo Gómez, conocida como la cárcel Baní-


hombres, donde tiene su asiento la Dirección de la Regional Sur Central de
la Policía Nacional, hay hasta la fecha 23 internos que presentan
condiciones psiquiátricas de cuidado, según ha revelado a Listín Diario el
equipo médico que asiste en materia de salud a los reclusos de las dos
cárceles de Baní.

El penal Baní-hombres fue concebido originalmente, hace ya varias


décadas, como una cárcel preventiva con capacidad para 150 internos, pero
hoy alberga a más de 1,300 reclusos, casi en condiciones de hacinamiento.

Los privados de libertad con condiciones psiquiátricas de atención en este


recinto carcelario oscilan entre las edades de 25 a 40 años y la mayoría
cumplen sentencias definitivas de entre 3, 5, 10 y 20 años, mientras los
menos, son presos preventivos a la espera de la culminación de sus
procesos legales.

En la cárcel Baní-mujeres, que funciona al lado del Palacio de Justicia de


este municipio cabecera de la provincia Peravia, con una población de casi
60 reclusas, hay 8 internas que padecen condiciones psiquiátricas, entre las
que se revelan trastornos de ansiedad, depresivas y de bipolaridad, expresa
el doctor César Díaz.

En la cárcel hombres, según explica el psiquiatra Díaz, las patologías van


desde casos psicopáticos, esquizofrenia, ansiedad, cuadros de diagnósticos
orgánicos (lesiones previas antes de entrar en la institución), “contusiones
que dañan el cerebro”, revela.

La mayor causa de estas dificultades psiquiátricas en estos internos está en


el “alto consumo de sustancias controladas (drogas), que evidencian estos
enfermos, afirma Confesora Florentino, psicóloga que forma parte del
equipo de salud de esta cárcel.

De todos estos trastornos mentales que afectan a estos internos, los más
complicados y delicados, revela el doctor Díaz, son los pacientes con
retraso mental, “aquellos que no pudieron tener el desarrollo intelectual que
les permita convivir con los demás internos”.

Cita el caso de los mismos esquizofrénicos que hacen episodios explosivos


difíciles de manejar por quienes conviven con ellos, situación que se genera
con bastante frecuencia, afirma.

EFECTOS
Para el psiquiatra César Díaz, las consecuencias de estos trastornos se
expresan en violencia doméstica, violencia intrafamiliar, entre otros
eventos impulsivos, por lo que a estos pacientes le ponen una querella,
consiguen una orden de arresto “y los meten para la cárcel”.

A pesar de esta situación en las cárceles de Baní, a la que se suman los


casos de los enfermos mentales que deambulan por las calles de esta
localidad sureña (los que llegan casi a una veintena), aquí no existe una
Unidad de Intervención en Crisis (UIC) para pacientes psiquiátricos,
explica con suma preocupación el doctor Walter López, jefe encargado del
Equipo de Salud de la cárcel pública.

DEFICIENCIAS

A pesar del número de internos con estas condiciones de salud, el equipo


de trabajo no cuenta con un espacio particular para atender los casos bajo
un programa y un protocolo adecuado, pero se esfuerzan en crear las
condiciones mínimas que les permita abordar el problema.

La falta de una UIC, asegura el doctor Díaz, provoca la automedicación en


muchos pacientes afuera, incluso muchos se van a la marihuana buscando
rajarse, luego pasan a la cocaína y de ahí siguen con lo que sea.

LAS CÁRCELES EN PAPEL DEL PSIQUIÁTRICO PADRE


BILLINI

El caso de la cárcel pública en Baní con los enfermos mentales devela un


drama que se expresa prácticamente a nivel nacional y es que las cárceles
públicas del país han tenido que asumir el papel del Hospital Psiquiátrico
Padre Billini, luego que este fuera cerrado en julio 2018, después de 57
años de servicio, aseguran estos médicos.
En esta ciudad no hay un lugar adecuado a donde llevar estos pacientes,
“en la ciudad de Baní, en ninguno de los centros hospitalarios disponemos
aún de una Unidad de Intervención en Crisis”, afirman.

Ahora mismo el país, explica el doctor Cesar Díaz, solo hay tres lugares
para atender estos pacientes; los hospitales durante el día: donde el
psiquiatra los ve y los manda para su casa, las unidades de estadía corta,
que son las UIC, en las que el psiquiatra ve el paciente por 3 días o hasta
por una semana, pero luego va para su casa también.

EL DRAMA DEL PADRE BILLINI

Están las intervenciones de larga estadía, como un hospital psiquiátrico, El


Padre Billini, por ejemplo, cita, que era el único que atendía estos
pacientes, pero ya no existe, fue cerrado hace unos 5 años, exclama con
pesar.

Según este equipo médico, el Padre Billini sacó cerca de 2 mil pacientes y
los mandó a sus casas o a la calle, ahora este problema está rodando por
ahí.

“Muchos de los enfermos mentales que ruedan en nuestras calles, y que


están internos en nuestras cárceles fueron pacientes del padre Billini”,
afirman.

FAMILIARES LOS PREFIEREN PRESOS

La otra tragedia que se vive ahora es que luego del cierre del Padre Billini,
familiares de pacientes psiquiátricos prefieren tenerlos en la cárcel que en
la casa porque no tienen los medios para atenderlos en el hogar;
medicamentos, atención profesional costosa, los riesgos, alimentación y la
falta de control entre otros elementos.

“Los familiares prefieren tenerlos en la cárcel, porque entienden que allí


representan para ellos menos peligro que en la cárcel”, afirma la psicóloga
Florentino.

CASOS

“Nosotros tenemos casos de padres que le ponen querella a sus familiares


para tenerlos aquí, porque le tienen miedo en sus hogares y sienten que en
la cárcel están más seguros y sus pacientes reciben las atenciones
profesionales que necesitan”, relatan exaltados; el doctor López y la
psicóloga Florentino.

ENFERMOS MENTALES EN BANÍ

Muchos de los enfermos mentales que deambulan por las calles de Baní
han estado en la cárcel, y se les entregaron a los familiares luego de que
fueron controlados bajo el acuerdo de que debían darle seguimiento y sus
medicamentos y que los iban a mantener recluidos en sus hogares, pero no
cumplen, no lo hacen, “los sueltan en banda, los lanzan para la calle”.

LA SITUACIÓN EN EL SUR DOMINICANO

En el sur dominicano la situación de estos enfermos es sumamente penosa,


pues de 10 provincias que tiene esta demarcación geográfica, apenas 3
cuentan con UIC; San Cristóbal, Barahona y San Juan. La de Azua está en
proceso, según se ha informado.
Los pacientes psiquiátricos en crisis, de unas 8 provincias del sur, deben ser
trasladados regularmente a San Cristóbal, que es la que cuenta con uno de
los equipos más completos de trabajo, según apunta este equipo de
profesionales.

Conclusión
La procuradora general, Miriam Germán Brito, firmó un acuerdo de
cooperación interinstitucional con el Colegio Dominicano de Psicólogos y
la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, con el objetivo de habilitar
unidades de salud mental en los centros penitenciarios a nivel nacional.

Germán Brito firmó el convenio con Ana Simó, presidenta del Colegio de
Psicólogos, y Marisol Taveras Ulerio, presidenta de la Sociedad de
Psiquiatría. El documento había sido firmado por el ministro de Salud,
Daniel Rivera y el director del Servicio Nacional de Salud, Mario Lama.

El objetivo, señaló la Procuraduría, es instalar unidades de intervención en


crisis y garantizar las atenciones especializadas que requieren aquellos
afectados por enfermedades o trastornos psicológicos.

La acción se inscribe en el marco del mandato de la Ley 113-21, cuyo


artículo 85 establece la asistencia médica para cada centro de corrección y
reinserción social, los cuales contarán, entre otros profesionales de la salud,
con un médico psiquiatra.
La procuradora general agradeció a las entidades participantes en el
proyecto por su aporte a la estabilidad física y emocional de las personas
privadas de libertad.

La actual situación de pandemia ahonda aún más los sufrimientos que


puedan experimentar las personas privadas de libertad, por lo que
agradecemos a cada institución y a cada una de las personas que han
intervenido para este acuerdo, por sus aportes para la salud mental de la
población penitenciaria y sus familiares.

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