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Comentario del Libro de los Muertos.

“Para ser transformado en golondrina”

Este texto muestra un relato del Libro de los muertos, que es el nombre moderno de un texto
funerario del Antiguo Egipto, el cual se utilizó desde el comienzo del Imperio Nuevo (hacia el 1540
a.C.) hasta el 60 a.C., tras la caída de Egipto. El nombre egipcio original para el texto es el Libro de la
salida al día, o Libro de la emergencia a la luz.

El Libro de los muertos es una colección de breves textos relacionados con la muerte. Su
contenido es muy variado y cubre las distintas etapas por las que se creía que pasaba toda persona
después de su fallecimiento. Se conocen un total de 192 capítulos diferentes que se ordenan de distinta
forma según cada ejemplar. En primer lugar, se encuentran las plegarias recitadas durante la ceremonia
de sepultura por los familiares y allegados. Luego se transcriben las fórmulas de exorcismo y sortilegio
que el difunto debía pronunciar al entrar en el Más Allá, para superar los diversos obstáculos que le
salen al paso o responder a guardianes de las puertas que debía atravesar. También se ofrecía una
descripción poética de la vida de ultratumba, con gran riqueza de detalles. Y por último se relataba la
glorificación del alma en su viaje sobre la barca del dios Re, atravesando el cielo sobre Egipto hasta
llegar al tribunal del dios Osiris, donde el corazón del suplicante (equivalente egipcio del alma) sería
pesado para determinar si merecía la vida eterna. También, se suceden escenas de donación de ofrendas,
ceremonias fúnebres, glorificación del difunto, himnos al sol y alabanzas a los dioses y oraciones, entre
otras muchas.

El Libro de los muertos se introducía en el sarcófago o en la cámara sepulcral del fallecido. No


existía un único y canónico Libro de los muertos. Los papiros supervivientes contienen una variada
selección de textos religiosos y mágicos y difieren notablemente en sus ilustraciones.

Centrándonos en el texto, podemos ver que consiste en una serie de sortilegios mágicos
destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través de la Duat,
el inframundo, y viajar al Aaru, en la otra vida.

Este texto parece ser una interpretación de un antiguo texto egipcio que describe el viaje de una
persona hacia el más allá. La persona se identifica como una golondrina y como la diosa Escorpión, hija
de Ra. En la mitología egipcia, Ra es el dios del sol y la diosa Escorpión es una deidad protectora.

La persona está en un viaje hacia el más allá y se encuentra con los dioses y los guardianes de los
circuitos celestes. Los circuitos celestes pueden referirse a los caminos que deben seguirse para llegar al
más allá. Este sujeto pronuncia palabras de poder y toma el control de la Barca Celeste. La Barca
Celeste es un barco que transporta a los dioses y a las almas de los muertos a través del cielo y hacia el
más allá.
También se mencionan a Horus, Osiris y Seth, figuras importantes en la mitología egipcia. Horus
es el dios del cielo y la guerra, Osiris es el dios de la muerte y la resurrección, y Seth es el dios del caos
y la violencia. La persona ha purificado su corazón y ha superado sus vicios y pecados. Esto puede
referirse a un proceso de purificación que las almas deben pasar antes de llegar al más allá.

Finalmente, la persona llega a la luz del día eterno y puede transformarse en una golondrina.
Esto puede simbolizar la libertad y el renacimiento en el más allá. La golondrina es un ave migratoria
que regresa cada año a su lugar de origen, lo que puede simbolizar el renacimiento y la renovación.

Este texto refleja la rica cultura del antiguo Egipto desarrolló una de las ideologías más
relevantes y asombrosas como reacción a la pregunta de qué ocurre tras la muerte. No tanto la creencia
en una vida post-mortem, que comparte con otras muchas culturas, sino más bien la especificidad de esa
existencia post-mortem. Mantener la identidad tras la muerte era fundamental para ellos.

Esa especificidad se manifiesta de muchas maneras, todas ellas relacionadas entre sí. La
conservación del cadáver a través de la momificación; la construcción de una tumba personal; la
redacción de textos inscritos en dicha tumba (ya sea en sus muros, ataúdes, sarcófagos o papiros dentro
del ataúd); la fabricación de un ajuar propio del difunto (ataúdes y sarcófagos, máscara funeraria,
objetos domésticos, estatuillas de sirvientes); la realización de estelas en la zona de contacto de la tumba
con los vivos, a manera de documento perenne de intercomunicación entre vivos y muertos. Todos estos
elementos se refieren al mantenimiento de la identidad del difunto.

Todos estos elementos abordan una cuestión ontológica: ¿quién es el muerto y cómo
identificarlo con el vivo que fue? Esta cuestión se reduce, en último término, a la cuestión de cómo se
mantiene la continuidad ontológica entre la vida y la muerte. Para la mentalidad egipcia, esta cuestión es
eminentemente práctica y social: el egipcio forma parte de un grupo social o no es. Esta solidaridad
entre individuos debe mantenerse para que la existencia permanezca. Por ello, es fundamental conservar
la identidad de cada individuo, de manera que sus asociados lo puedan reconocer y contactar

Esos asociados son, por supuesto, su familia; pero no sólo ella, sino también las “partes
psíquicas” (a falta de un término adecuado) en las que el individuo se divide cuando muere: ante todo, el
ka (o “doble”), que reside en la tumba y cuya función es recibir las ofrendas de los vivos, y el ba, que
transita de la tumba al mundo de los vivos en forma de pájaro, cada día; pero también, la sombra y el
nombre del difunto.

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