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Molino flotante
En lo que se refiere a los molinos de rueda horizontal, presentan menor
complejidad técnica a la hora de la transmisión del movimiento y por su
menor tamaño tenían una mayor versatilidad y adaptación a los cauces y
regímenes hidráulicos.
En el de canal, se construía un caz o canal para desviar a través de él la
corriente del río. Al principio del canal se podía disponer de una zona de
embalse y mediante un sistema de compuertas permitir el acceso del agua
al caz. La compuerta también permitía regular el caudal que entraba al
canal. El final del canal descargaba al cárcavo o espacio situado bajo el
molino, donde se encontraba el rodezno que recibía el chorro de agua y
hacía girar toda la maquinaria.
En estos molinos es fundamental el desnivel entre la entrada y punto de
descarga, el diseño de los álabes del rodezno, el ángulo de incidencia del
chorro de agua y la altura del salto final de agua. El diámetro de los
rodeznos, no solía superar 1,5 metros.
Molino de regolfo
Una de las novedades de este tipo de molinos consistía en que la rueda
hidráulica que impulsaba el conjunto del molino, ya no se colocaba en un
gran cárcavo inferior, sino que esta se encontraba en el interior de un
depósito cilíndrico cerrado y así, el agua que chocaba contra los álabes a
presión en el interior de la cubeta, imprimía mucha mayor fuerza de
empuje, aunque necesitaba un mayor consumo de agua.
En los molinos de mareas se aprovecha el flujo y reflujo del agua del mar
durante las mareas. Se ubicaban en lugares específicos de la costa de
modo que mediante la construcción de diques de contención se creaban
amplias zonas de retención de agua con la pleamar que luega era utilizada
cuando se producía la bajamar. Se regulaba la entrada de agua, con unas
compuertas situadas a lo largo del dique, que permitía la entrada de agua
a los depósitos con la subida de la marea e impidiendo que esta se
escapara en la baja mar.