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El rodao
Una vuelta, hará ya cosa de siete años, tuve que llevar hasta su casa a un paisano
amigo, inidio de la tribu de Coliqueo. Mi amigo es descendiente directo de Don Ignacio
Coliqueo, cacique que trajo la tribu hasta el paraje de Los Toldos, Tapera de Diaz por
aquellos años Mi amigo, como todo hombre de su raza, no era de gastar muchas
palabras para expresarse. Iba con él rumbo a su casa por unos callejones que yo nunca
habia transitado Ir era facil. Bastaba seguir las breves indicaciones que me daba. Los
caminos de la tribu, y más por esa zona, están llenos de curvas, bocacalles y cruces.
Cuanto más adelantaba, mas me preocupaba la idea de acertar en mi regreso con el
buen camino, ya que soy fácil para desorientarme, y en la tribu eso es peligroso
porque terminàs enredandote en un laberinto de callejones.
Fue así que empecé a centrar toda mi atención en los alambrados, en los árboles y en
las demás diferencias que bordaban el campo para tener puntos de referencia que, a la
vuelta, me indicaran por donde había venido. Eso hizo que los dos nos calláramos, ya
que mi amigo no era de alimentar conversación por llenar tiempo. Un poco por romper
el silencio, y otro poco porque realmente me preocupaba la idea del regreso, hice una
alusión a la dificultad de volver sin sus indicaciones. Y me sorprendió su respuesta.
Llegó clara y tranquila: "No haga cuidao: el rodao lo va a llevar"
Me iluminó la simplicidad de la solución que a mi ni siquiera se me había ocurrido.
Y era tan sencillo. La última parte del camino, que era la que me ofrecía dificultad, era
un callejón poco transitado, y además de tierra arenosa de médano. Las huellas del
auto quedaban bastante claramente marcadas como para poder ser seguidas sin
peligro de equivocarse.
Mamerto Menapace
“ DIOS ES NUESTRO PADRE BUENO QUE NOS AMA. VIVAMOS CON ALEGRIA NUESTRAS
RESPONSABILIDADES, CONFIANDO EN ÈL COMO VERDADEROS HIJOS”