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MIERCOLES 17 DE MAYO 2023

TRATANDO DE ENCONTRAR LA HUELLA

El rodao
Una vuelta, hará ya cosa de siete años, tuve que llevar hasta su casa a un paisano
amigo, inidio de la tribu de Coliqueo. Mi amigo es descendiente directo de Don Ignacio
Coliqueo, cacique que trajo la tribu hasta el paraje de Los Toldos, Tapera de Diaz por
aquellos años Mi amigo, como todo hombre de su raza, no era de gastar muchas
palabras para expresarse. Iba con él rumbo a su casa por unos callejones que yo nunca
habia transitado Ir era facil. Bastaba seguir las breves indicaciones que me daba. Los
caminos de la tribu, y más por esa zona, están llenos de curvas, bocacalles y cruces.
Cuanto más adelantaba, mas me preocupaba la idea de acertar en mi regreso con el
buen camino, ya que soy fácil para desorientarme, y en la tribu eso es peligroso
porque terminàs enredandote en un laberinto de callejones.
Fue así que empecé a centrar toda mi atención en los alambrados, en los árboles y en
las demás diferencias que bordaban el campo para tener puntos de referencia que, a la
vuelta, me indicaran por donde había venido. Eso hizo que los dos nos calláramos, ya
que mi amigo no era de alimentar conversación por llenar tiempo. Un poco por romper
el silencio, y otro poco porque realmente me preocupaba la idea del regreso, hice una
alusión a la dificultad de volver sin sus indicaciones. Y me sorprendió su respuesta.
Llegó clara y tranquila: "No haga cuidao: el rodao lo va a llevar"
Me iluminó la simplicidad de la solución que a mi ni siquiera se me había ocurrido.

Y era tan sencillo. La última parte del camino, que era la que me ofrecía dificultad, era
un callejón poco transitado, y además de tierra arenosa de médano. Las huellas del
auto quedaban bastante claramente marcadas como para poder ser seguidas sin
peligro de equivocarse.

Yo me había complicado la cosa al tratar de retener un sinnúmero de detalles


exteriores al camino, y que estaban a su borde. La cosa era mucho más simple. Bastaba
ser fiel, con la mirada sobre la huella, prestando atención al rodao. Había que saber
reconocer la propia huella.
Y de hecho fue asl nomás. A la vuelta me agarré con la mirada al rodao, que era mi
propia marca dejada en la tierra del médano. Y no la solté hasta que volvi a internarme
en el paisaje amigo del camino conocido. Y eso, además de ayudarme a no perder el
rumbo, me facilitó el esquivar una cantidad de barquinazos que tenía ese callejón poco
transitado. Estoy seguro de que si me hubiera fiado de mis indicaciones exteriores al
camino, en lugar de haber estado obligado a seguir con atención mi propio rodao,
habria agarrado más de uno de esos barquinazos.
Con ello tal vez tuve que sacrificar imágenes y privar a mis ojos de paisajes novedosos
Pero a veces en la vida no hay más remedio que elegir. Y elegir es renunciar. Cuando lo
que está en juego es el propio rumbo, cuando lo que se decide es el llegar o el
enredarse, no hay más remedio que sacrificar paisajes y seguir el propio rodao.
Hay circunstancias en nuestra vida en las que no podemos ser turistas. Este fue al
menos el consejo de mi amigo indio, descendiente de un gran cacique que condujo a
su pueblo por llanuras sin caminos y que llegó a la meta.

Mamerto Menapace

Leemos el salmo 131 (130)

Leemos las intenciones


“te lo pedimos señor”
- Padre bueno danos la sencillez de los niños y las personas buenas para recibirte
en nuestro corazón
- Padre bueno , ayúdanos a liberarnos de nuestra propia seguridad, seguridad
eterna del orgullo, la seguridad difícil de quien se cree el centro del universo
- Padre bueno, enséñanos a liberarnos de las cosas que nos atan para poner
nuestra confianza solo en ti
- Padre bueno, ayúdanos a liberarnos de los miedos, tristezas desalientos,
angustias, para vivir la alegría de sabernos tus hijos muy amados

“ DIOS ES NUESTRO PADRE BUENO QUE NOS AMA. VIVAMOS CON ALEGRIA NUESTRAS
RESPONSABILIDADES, CONFIANDO EN ÈL COMO VERDADEROS HIJOS”

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