Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
APN
I. Introducción
Frente a la novedad de la pandemia desatada por la irrupción de COVID-19, del cual hasta
unos meses atrás no se tenía conciencia sobre la dimensión e impacto que tendría, y se lo veía
como algo lejano que ocurría en una perdida ciudad de China y que difícilmente tocaría al
mundo occidental. Hasta que llegó, y no solo se instaló y afectó poblaciones de países pobres
o subdesarrollados sino que también arrasó en ciudades de los países más poderosos, el
mundo asiste entre absorto y confundido a la hecatombe económica que ya se ha empezado a
sentir con fuerza. El COVID-19 no supo ni sabe de diferencias raciales ni preferencias
culturales, afecta a todos por igual, la única diferencia es la posibilidad de respuesta más o
menos eficaz de los sistemas nacionales sanitarios.
Así, el mundo se encuentra ante una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes en el
último siglo(1).
De acuerdo a los informes de la CEPAL, los efectos directos del COVID-19 recaerán en el
sistema de salud, en el que ya se registran: a) cargas extraordinarias, b) insuficiente atención,
c) fragmentación de servicios, y d) acceso diferenciado a los servicios. A su vez, los efectos
indirectos sobre: a) comercios, b) producción, c) transporte, d) turismo, y e) educación
provocan (y lo harán aún más): 1) mayor desempleo, 2) profunda recesión, 3) menor
inversión, 4) menor crecimiento, 5) menor integración, 6) afectación de la cadena de valor, y
g) deterioro de las relaciones comerciales.
Se advierte sin mayor esfuerzo que el panorama no es para nada alentador, todo lo contrario,
es el peor escenario del que se tenga idea en los últimos 100 años.
Hoy el planeta que habitamos se encuentra en su totalidad comprometido, hasta que logremos
encontrar una salida global a esta emergencia sanitaria que no distingue por individuo, por
nación o por lugar donde el homo sapiens se encuentre.
Las consecuencias de este flagelo son todavía inimaginables, pero sí se sabe concretamente
que la paralización de las actividades económicas será prolongada, que la caída de la
demanda se mantendrá por mucho tiempo, que habrá pérdida de puestos de trabajo, y un
sinnúmero de efectos negativos más(2).
En el caso de nuestro país, la situación se agrava aún más por cuanto es sabido que, más allá
de determinadas orientaciones de política económica, lo cierto es que la crisis se presenta
estructural y data ya de mucho tiempo, crisis que se agudiza en estos tiempos y que afecta
gravemente en especial a las pequeñas y medianas empresas.
En este escenario, como se señaló antes, miles de empresas se encuentran acorraladas por la
imposibilidad de trabajar, falta de ingresos, constantes egresos de mantenimiento de
infraestructura y salarios, ausencia de beneficios reales y falta de asistencia crediticia,
corriendo el riesgo de su temido cierre.
Es función y deber de los operadores jurídicos indagar sobre las bondades, eficacia, aptitud y
suficiencia del sistema concursal vigente de cara a esta gravísima e inédita crisis sanitaria,
económica y social.
Según el informe del Observatorio PyME, actualmente el total de las MiPyME con riesgo de
cierre son 61 mil empresas que ocupan 263 mil trabajadores(3). Asimismo existen más de
600 mil trabajdores que no estan trabajando y que tampoco se conoce no solo cuándo sino en
qué condiciones podrán retomar la actividad.
Por ello es de la naturaleza del Derecho Concursal mutar en búsqueda de soluciones que
posibiliten acercarse, al menos, al ansiado equilibrio en épocas de crisis entre los intereses en
juego: la seguridad jurídica que ampare el derecho de los legítimos acreedores y la
posibilidad de recuperar al deudor en la hora más difícil de su vida empresaria.
La pandemia de COVID-19 ha alterado esta ecuación válida ante anteriores crisis, aun las
más graves como fueron las guerras llamadas mundiales, que afectaron gran parte de
Poder Judicial de la Nación
Si, como afirma prestigiosa doctrina el Derecho Concursal, no tiene por objeto producir o
contribuir al desarrollo económico de los pueblos, ni de los empresarios, ni es la panacea que
desde algún sector de la política se receta para curar las heridas al crédito, nadie puede dudar
que su aplicación a rajatabla traerá más cierres de empresas, pérdida de puestos de trabajo, y
en definitiva pobreza.
Existe la posibilidad de reformas a la Ley de Concursos y Quiebras (LCQ) o quizás una ley
especial de emergencia. A la fecha de este ensayo existen en el seno de las Cámaras tanto de
Senadores como de Diputados más de 5 proyectos que tratan de introducir sean reformas a la
ley 24.522 o acciones concretas para atender la emergencia, como suspensión de ejecuciones
y de pedidos de quiebra, alongamiento del periodo de exclusividad del art. 43 de la LCQ,
modificación del periodo de inhibición del art. 59 de la LCQ, reforma del art. 63 de la LCQ,
readecuación de propuestas ya aprobadas que ante la crisis por la pandemia seguramente no
se podrán cumplir; buscando diques de contención a las liquidaciones falenciales, o bien
manteniendo la solución preventiva ya iniciada.
Si de evitar la crisis final se trata, ni en épocas normales las herramientas concursales del
Concurso Preventivo o el Acuerdo Preventivo Extrajudicial (APE) han resultado del todo
eficientes. El primero por su pesada estructura, duración, complejidad y altos costos; el otro,
si bien ha servido para algunas reestructuraciones exitosas de deuda financiera, la gran
mayoría lo ha sido para grandes empresas.
Este último, el APE, pese a su pretendida sencillez, cierta rapidez de trámite, razonables
costos y dudoso contralor judicial en la homologación de su propia estructura jurídica, poco
ha servido a las pymes o personas humanas empresarias.
Ello así por cuanto el poder de negociación de estos sujetos concursables es casi nulo para
“sentar a la mesa de diálogo” a sus acreedores, muchos de mayor poder económico que el
deudor y, obviamente, de mayor poder de negociación y recursos económicos para esperar,
especular y ejercer presión al deudor.
Hemos escuchado a menudo en la academia, en este orden de ideas, que si bien una solución
concursal poco sirve para mejorar una situación económica de crisis sistémica, la aplicación
plena y sin distinciones de la ley concursal puede agravar irreparablemente las secuelas de la
insolvencia, prolongando sus lamentables consecuencias de pérdida de bienes y servicios en
el mercado, desempleo y dolor social (Prof. Daniel R. Vítolo).
Pero el Derecho Concursal, por su misma raigambre ontológica apuntada al tratamiento de las
diferentes crisis, puede aportar algunos de sus elementos, que combinados con otras probadas
realidades permitan ubicar una fórmula superadora de la paralizante insolvencia, al menos
para atenuar la crisis que, como siempre sucede, afecta a los más débiles y necesitados.
En los últimos 15 años, se han dictado y reformado muchísimas leyes concursales de otros
tantos países, incorporando diversos sistemas de reestructuración, reorganización,
saneamiento o liquidación de pasivos y empresas, en países europeos cumpliendo además con
las recomendaciones y directivas de la Unión Europea (UE), y en casi todos ellos se han
previsto mecanismos de prevención de la cesación de pagos vía acuerdos de refinanciación o
acuerdos de pago extrajudicial.
Todas las legislaciones de los últimos tiempos han incorporado mecanismos de tutela
preventiva y anticipatoria de la crisis final, de detección de la preinsolvencia o insolvencia
temprana, recursos extrajudiciales de solución, de protección a la postfinanciación concursal
tan necesaria para la continuidad de la operatoria empresaria y de regulaciones tendientes a
resolver la problemática del sobreendeudamiento de las personas humanas, especialmente el
generado en relaciones de consumo, procurando una rápida salida de la situación que
preserve la dignidad del sujeto y su familia, facilitando soluciones más rápidas y flexibles que
permitan en su caso la renegociación de los pasivos y el paso a la segunda oportunidad o
restablecimiento personal con la posibilidad de liberación de deudas, todo lo cual se encuadra
decididamente en la idea del respeto de la dignidad de la persona humana.
A su vez, en el ámbito mercantil las legislaciones más modernas han priorizado no solo los
intereses de los acreedores, sino que el centro de atención ha sido enfocado hacia la
sustentabilidad de la empresa y sus plurales y conexos intereses, los de los trabajadores en
tanto la empresa es generadora de puestos de trabajo, los de la comunidad por ser productora
de bienes y servicios y los del Estado por ser aportante a las arcas fiscales. Respecto de los
acreedores, la preservación de la empresa es la mejor garantía que podrían tener para la
Poder Judicial de la Nación
percepción de sus acreencias, toda vez que como nos demuestra la experiencia, de llegarse a
la liquidación por quiebra, sus créditos, si llegan a ser percibidos, lo serían en orden de un
quince por ciento aproximadamente (siempre, claro está, refiriéndonos a acreedores
quirografarios). Por eso, la protección de la empresa (y de los ya referidos conexos intereses)
ha sido y es el valor más importante sobre el cual en la actualidad gira la preocupación de las
nuevas legislaciones.
En el ámbito del endeudamiento de las personas humanas, quizás con mayor tendencia a la
liquidación por los beneficios que ello le reporta al fallido persona humana en torno a la
rehabilitación, lo cierto es que aun su porcentaje sigue siendo escaso con referencia al
universo de endeudados.
Es que como reza el título de este capítulo, la insuficiencia del sistema es notoria. Pensado
para otras épocas, desde la ley 19.551, pasando por la ley 22.917, la nueva y actual ley 24.522
con las ulteriores reformas, el sistema se aprecia como poco satisfactorio y funcional a las
necesidades actuales, tanto en el ámbito del endeudamiento empresario como en el de las
personas humanas.
Argentina reguló los que fueron llamados Acuerdos Preconcursales, ideado por el lobby más
efectivo en la materia como lo son los banqueros reunidos en los “Clubes de Bancos” que
veían caer a sus deudores en el pozo insondable de las quiebras.
Antes de que tuvieran recepción legislativa, se los llamó “acuerdos amistosos”, “concordato
extrajudicial”, “acuerdo concursal privado”, “concurso extrajudicial preventivo”, y también,
como se dijo, “clubes de bancos”. La ley 22.917 los denominó “Acuerdos Preconcursales”;
mas luego la ley 24.522 los denominó “Acuerdo Preventivo Extrajudicial”, denominación con
la cual hoy se lo conoce luego de la gran reforma introducida a este instituto por la ley
25.589.
Si bien desde años han existido estos acuerdos entre deudor y acreedor, en este caso tuvieron
su cuarto de hora de fama los clubes de bancos dando la idea que era precisamente un
acuerdo amigable de las entidades financieras en sintonía con un deudor común. Mas dichos
acuerdos de clubes de bancos no pasaban de eso, un mero acuerdo de índole contractual que
no obligaba a quienes no hayan participado, los que como continuaban en ejercicio de sus
acciones judiciales podían incluso solicitar la quiebra del deudor.
Recién con la ley 22.917 de 1983 estos acuerdos preconcursales; ahora como acuerdo
preventivo extrajudicial adquiere carta de ciudadanía e ingresa a la ley 19.551 por vía de la
incorporación en varios artículos a través de distintos adverbios numerales del art. 125.
Empero la ley 22.917 de l983 no tuvo feliz redacción ni aplicación, más allá del siempre
presente aprovechamiento de algunos, lo que motivó a potenciar y perfeccionar la figura a la
Comisión redactora de la que es hoy Ley de Concursos y Quiebras 24.522, compuesta por
ilustrados y sensatos comercialistas(9).
con menores costos de transacción (lo que permite la aplicación de esos recursos a la solución
del conflicto); y con mayor celeridad, imprescindible para la mejor satisfacción de los
acreedores.
La doctrina nacional enseña que el análisis histórico de las soluciones concursales muestra un
sendero no interrumpido de atenuación del rigorismo original que caracterizara sus orígenes.
Muy poco queda ya del cierre, la paralización de actividades, la liquidación de activos, como
forma de eliminar del mercado a quien cae en insolvencia.
acreedores, las segundas oportunidades para los afectados y las tan numerosas soluciones
aplicadas, a veces sectorialmente o a veces para toda una nación, nos hablan a las claras que
hoy se piensa mucho más en la reestructuración y reorganización del patrimonio cesante que
en su liquidación.
Y bien, la vieja Europa analizaba, hace más de un lustro desde sus instituciones comunitarias
este fenómeno, con sus especialistas, en una atinada senda tan alejada de la improvisación
que a veces observamos en los cuerpos legislativos.
Es decir que la necesidad de un nuevo enfoque, que, como se dijo, oxigene los tradicionales
institutos concursales, no solo es aconsejable a nivel global sino que se presenta como una
exigencia de los tiempos actuales para responder a los nuevos fenómenos económicos y la
pandemia del endeudamiento.
IV.1. Un renovado enfoque comunitario
Todos los avances que en materia regulatoria han posibilitado derribar en Europa las fronteras
comerciales han encontrado un infranqueable valladar en el tratamiento de la insolvencia.
Pareciera que las naciones que llegaron hasta la otrora impensable moneda común, no logran
acordar un tratamiento uniforme de las insolvencias en las distintas naciones.
Esto preocupa a los organismos comunitarios, que advierten las mayores dificultades que
suman a las crisis empresariales, regulaciones rígidas en los diferentes Estados que impiden
reestructurar pasivos, obtener nuevos financiamientos para enfrentar el conocido riesgo
empresario o despojarse de las ataduras de un pasado no venturoso, económicamente
hablando, para poder transitar un nuevo camino de crecimiento.
Ninguna de estas dos ideas fundantes resulta extraña al Derecho Mercantil en general ni al
Concursal en particular, pero lo que resulta interesante analizar son las propuestas que se
desgranan en su implementación, para que no se conviertan en instrumentos jurídicos que
aparejen mayor inequidad a la difícil situación que plantea la crisis empresaria.
Es más, puede pensarse con acertado criterio que las crisis sistémicas sufridas por los Estados
han sido un fecundo caldo de cultivo para las soluciones que se proponen.
Pero la especial característica del Derecho Concursal, solo aplicable ante situaciones de
USO OFICIAL
crisis, exorbita al contrato tradicional de su efectividad entre partes (res inter alia).
De allí que las soluciones recomendadas apunten a implementar planes de restructuración que
sean aplicables mediante acuerdos de mayorías, abandonando la unanimidad que imperaba
anteriormente.
Se propician así agrupamientos de acreedores por interés que discutiendo y acordando con el
deudor puedan defender y aceptar mejor las soluciones reestructurativas propuestas, llegando
incluso a comprometer en acuerdos de mayorías a acreedores con garantías reales.
El deudor deberá poder acudir en fase temprana, siguiendo los consejos de toda la doctrina
concursalista (maestro Ariel Dasso dixit) “el deudor debería ser capaz de realizar la
reestructuración temprana fase temprana, tan pronto como sea evidente la probabilidad de la
insolvencia” (Cap. III Marco de reestructuración preventiva. Punto A. Disponibilidad del
marco…, Nº 6).
Condición será para el plan de reestructuración que entre sus elementos figuren “las
posibilidades de que el plan evite la insolvencia del deudor y garantice la viabilidad de la
actividad empresarial” (Cap. III Marco de reestructuración preventiva. Punto C. Planes de
restructuración, Nº 15 e]), y que “los órganos jurisdiccionales rechacen los planes de
reestructuración que claramente no ofrezcan ninguna perspectiva de evitar la insolvencia del
deudor o de garantizar la viabilidad de la actividad empresarial, al no prever nueva
financiación para continuar la actividad (Cap. III. Punto C citado, Nº 23). Todo lo cual señala
que solo la empresa que sea económicamente viable podrá acceder a estas soluciones.
Nos parece ver en el párrafo anterior, otra vez, las ingeniosas enseñanzas de Francesco
Galgano, cuando en otro capítulo de su recomendable obra(16), “El Juez en lugar del
legislador”, nos habla de la necesaria participación del magistrado.
Sabido que frente a toda empresa humana, y la comercial lo es en definitiva, está el éxito o el
fracaso. Si el éxito tiene sus riesgos personales, el fracaso tiene efectos devastadores en la
persona del empresario, en lo relativo a su actividad y que se proyectan en lo social. La idea
es, pues, tender una mano a quien decida proyectarse en la empresa, para que pueda evitar o
paliar las consecuencias desfavorables cuando las luces del éxito comercial se apaguen.
1. España adoptó en su elaborada reforma concursal de la Ley Concursal 22/2003 con fuente
Argentina(17) siguiendo a Italia en los “accordi di ristruturazione” en la reforma del RDL
3/2009(18), si bien sin conformar una Ley de Acuerdos Extrajudiciales al modo del Derecho
francés o italiano, pero dotando a los financiadores de “escudos protectores” en sede
revocatoria concursal, la que fuera ampliada en la RDL 38/2011 ampliando la tipología de
acuerdos protegidos con aquellos que lograran la homologación judicial, que ampliaron su
protección en sede concursal posterior al privilegio de la nueva refinanciación(19).
en cuenta que la ley concursal española en su reciente texto refundido pasa a tener más de
setecientos artículos…). Se enmarca, pues, en la orientación iniciada en 2009, cuando el Real
Decreto Ley de 29 de marzo introdujo los conocidos “acuerdos de refinanciación”,
posteriormente reformados en diversas ocasiones. Ambos instrumentos han venido a colmar
hasta el momento una laguna de la Ley Concursal de 2003, que solo de manera
excesivamente tímida contemplaba el recurso a mecanismos adecuados para afrontar
situaciones de dificultad económica de los deudores, particularmente de las empresas, antes
de que se hiciera inevitable la declaración de concurso y su desplome en un proceso judicial.
En palabras de la profesora Juana Pulgar Ezquerra, a quien hemos seguido en este trabajo, el
Real Decreto 4/2014 ha dado un paso más decisivo en cuanto a la operatividad de los
acuerdos de refinanciación, acercándose con ello España a los “schemes of arrangemente” del
Reino Unido.
y cumplimiento de requisitos legales, con o sin homologación judicial (DA 4ª LC; y art. 71
bis 1 LC); y b) acuerdos bilaterales o plurilaterales carentes de mayorías exigidas o que no
pueden ser homologados.
En ambos casos se concede protección en sede concursal posterior ante acciones revocatorias
o rescisorias y un régimen transitorio de privilegio al fresh money aportado.
Creemos que se debe regular un proceso abreviado, sencillo, flexible, dúctil, rápido,
económico, seguro, transparente (que a diferencia del APE tradicional se desarrolle en medio
privado y extrajudicial, pero ante notario público), más confiable, que permita el
acercamiento de las partes, que remedie la situación de grave endeudamiento y que, además,
tienda a recomponer las relaciones comerciales e interempresarias de por sí deterioradas por
la incidencia de los incumplimientos.
Es, a nuestro entender, la mejor forma de preservar la empresa como unidad productiva, los
puestos de trabajo y el interés de los acreedores.
En este esquema se debería considerar como un piso mínimo de ideas centrales las siguientes:
h) Los acreedores deberán ser anoticiados y convocados por cualquier medio que garantice
que han tomado conocimiento de la convocatoria al acuerdo, pudiéndose prever la
publicación de edictos por 1 día.
i) Deben regularse incentivos para que el acreedor concurra a las negociaciones como, por
ejemplo, establecer la subordinación de su crédito en un concurso posterior si no concurre o
si concurre y obstaculiza maliciosamente la solución preventiva.
USO OFICIAL
j) Las notificaciones del notario a los acreedores denunciados, al juez competente y demás se
deberán hacer preferentemente por vía electrónica.
k) El acuerdo que se celebre deberá ser pasado por escritura pública para la homologación del
acuerdo siempre que se den las mayorías establecidas. A este efecto se considera que en
situaciones de emergencia resulta suficiente una mayoría simple de acreedores que
representen no menos de un 60 % del pasivo auditado.
ñ) Los honorarios a regularse no deberán exceder del 10 % del pasivo computado en el
acuerdo, para todos los profesionales intervinientes.
La experiencia social indica que el notario o escribano público, como antes se los
denominaba, es el más común consejero jurídico de la familia argentina, fuere empresaria o
no, una especie de “médico de cabecera”, si se nos permite la comparación con los galenos.
Como depositarios de la fe pública saben guiar a quien acuda a su escribanía, sabiendo que no
estarán frente a quien defienda intereses particulares cuando exista conflicto, sino a quien
encuentre el acuerdo para superarlo.
Nota de Redacción: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en El
Derecho: Una “declaratoria” de la Corte Suprema (ley 48, art. 16) sobre la naturaleza jurídica
del acuerdo preventivo extrajudicial, por Daniel E. Truffat, ED, 242-267; Temas de derecho
societario y concursal: inoponibilidad de la persona jurídica y extensión de quiebra, por Hugo
Darío Maciel, ED, 246-647; La sociedad y los fraudes societarios, por Efraín Hugo Richard,
ED, 269-653; Las personas jurídicas hoy: ¿será tan fácil como antes utilizarlas para cometer
fraude? ¿Seguirán brindando impunidad a sus administradores, fiscalizadores y controlantes
infieles?, por Ernesto Eduardo Martorell, ED, 273-838; En torno al rechazo del concurso
preventivo de Oil Combustibles S.A. A propósito de la separación del “empresario de la
empresa”. Las confusiones de la Corte Suprema en orden a las diferencias entre el empresario
y la empresa como finalidad del concurso preventivo y sus consecuencias disvaliosas, por
Francisco Junyent Bas, ED, 275-376; ¿Más quebrados o más responsables? Apuntes para un
cambio de rumbo del derecho concursal argentino (primera parte), por Miguel Eduardo
Rubín, ED, 277-476; ¿Más quebrados o más responsables? Apuntes para un cambio de rumbo
del derecho concursal argentino (segunda parte), por Miguel Eduardo Rubín, ED, 277-559;
¿Más quebrados o más responsables? Apuntes para un cambio de rumbo del derecho
concursal argentino (tercera parte), por Miguel Eduardo Rubín, ED, 277-625; ¿Más
quebrados o más responsables? Apuntes para un cambio de rumbo del derecho concursal
argentino (cuarta parte), por Miguel Eduardo Rubín, ED, 277-672; ¿Más quebrados o más
responsables? Apuntes para un cambio de rumbo del derecho concursal argentino (quinta
parte), por Miguel Eduardo Rubín, ED, 277-703; Las acciones “de clase” en los procesos
concursales, por Miguel Eduardo Rubín, ED, 282-705; Lecciones de España sobre lo que hay
que hacer para que el sistema concursal fracase permanentemente, por Miguel E. Rubín, ED,
284-624. Todos los artículos citados pueden consultarse en www.elderechodigital.com.ar.
(**) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS, UNLP). Extitular de Derecho
Comercial II (FCJS-UNLP). Extitular de Derecho Comercial (UNNOBA). Profesor de la
Poder Judicial de la Nación
(2) Para un mayor y completo panorama de los efectos negativos del COVID-19, véase
Informe CEPAL (Comisión Económica para América Latina, ONU), Nro. 1, abril 2020.
(3) Fundación Observatorio PyME, informe del 14 de mayo de 2020, “ Coronavirus IV:
USO OFICIAL
(4) José D. Botteri y Ariel G. Dasso, “El derecho concursal argentino y la pandemia de
COVID-19: propuestas de mejora” en diario La Ley del 24 de abril de 2020.
(5) En palabra del querido Profesor de Mar del Plata Dr. Horacio Garaguso, no debemos
construir solo derecho de la emergencia, sino derechos alternativos ,porque lo que esta en
emergencia es el propio derecho concursal.
(6) DIRECTIVA (UE) 2019/1023 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO del
20 de junio de 2019: “La presente Directiva pretende eliminar tales obstáculos sin que ello
afecte a los derechos fundamentales y libertades de los trabajadores, garantizando que: las
empresas y empresarios viables que se hallen en dificultades financieras tengan acceso a
marcos nacionales efectivos de reestructuración preventiva que les permitan continuar su
actividad (…) Los marcos de reestructuración preventiva deben permitir, ante todo, la
reestructuración efectiva de los deudores en un momento temprano y evitar la insolvencia,
limitando así la liquidación innecesaria de empresas viables. Tales marcos deben ayudar a
evitar la pérdida de puestos de trabajo y de conocimientos y competencias y maximizar el
valor total para los acreedores –en comparación con lo que habrían recibido en caso de
liquidación de los activos de la empresa o en caso de aplicarse la mejor solución alternativa
en ausencia de un plan de reestructuración–, así como para los propietarios y para la
economía en su conjunto”.
(7) Así lo considera Daniel Trufatt en su obra “El Nuevo Acuerdo Preventivo Extrajudicial”,
Editorial Ad Hoc, pág. 26.
(8) Raspall, Miguel Ángel, “Las Crisis empresariales y los acuerdos privados preconcursales.
Afianzamiento del Instituto”, Estudios de Derecho Empresario, pág. 158, ISSN 2346-9404.
(9) Entre otros, por Julio César Rivera, Horacio Roitman y Daniel R. Vítolo vaya a ellos
nuestro reconocimiento.
(10) Rouillón, Adolfo, “Régimen de concursos y quiebras”, ed. Astrea, 2003, pág. 160.
(11) Busetto, Adalberto L., “El acuerdo extrajudicial preventivo argentino. Reseña de
estructura y aplicación. Analogías y contrastes con el convenio anticipado”, RcP 2/2005, pág.
437 y ss.; Dasso, Ariel, El Concurso preventivo y la Quiebra, T. I, Bs. As., 2000, pág. 404;
Vítolo, Daniel, El nuevo régimen concursal, Buenos Aires, 2003, págs. 171/2.
(12) “Las empresas, en particular las pymes, que representan el 99 % de todas las empresas
de la Unión, deben poder disfrutar de un planteamiento más coherente a escala de la Unión.
Las pymes tienen más probabilidades de ser objeto de liquidación que de reestructuración
puesto que tienen que soportar unos costes desproporcionadamente superiores a los de las
empresas de mayor tamaño. Las pymes a menudo carecen de los recursos necesarios,
especialmente cuando se enfrentan a dificultades financieras, para afrontar unos costes de
reestructuración elevados y acogerse a los procedimientos de reestructuración más eficientes
disponibles solo en algunos Estados miembros. Con el fin de ayudar a estos deudores a
reestructurarse a bajo coste, deben elaborarse, a escala nacional, unas listas exhaustivas de
control de los planes de reestructuración que estén adaptadas a las necesidades de las pymes y
que puedan consultarse en línea. Además, se deben ofrecer herramientas de alerta temprana
para advertir a los deudores de la necesidad urgente de actuar, teniendo en cuenta los recursos
limitados de los que disponen las pymes para la contratación de experto” (Punto 17 de la
Directiva 2019/1023).
(15) “La nueva financiación incluidos los nuevos préstamos, la venta de determinados activos
por el deudor y la capitalización de la deuda, acordada en el plan de reestructuración y
confirmada por un órgano jurisdiccional no debería declararse nula, anulable o no ejecutable
como acto perjudicial para el conjunto de los acreedores” (Cap. III Marco de reestructuración
preventiva. Punto D. Protección de la nueva financiación, Nº 27).
(16) Galgano, Francesco, ob. cit., Capítulo 5º, “El derecho ya no puede cristalizarse en una
pluralidad de codificaciones nacionales que ambicionen desafiar los siglos. El juez ya no
puede ser como lo había pensado Montesquieu ‘la bouche qui prononce les paroles de la loi’.
La sociedad moderna tiene necesidad de un derecho positivo estructuralmente variable … èl
(el juez ‘produce y aplica en la práctica el derecho necesario: la adecuación del derecho a los
cambios’)” (sic), pág. 127.
(18) Alonso Ureba, Alberto - Pulgar Ezquerra Juana, “Implicaciones financieras de la Ley
Concursal” Claves, La Ley –grupo Wolters Kluwer–, Madrid, 2009.
(20) Publicado en el BOE (Boletín Oficial del Estado) Nº 127, del 07 de mayo de 2020.
(22) La Ley Notarial por su parte establece, en su art. 35: “Son deberes del notario: (…) 2.
Asesorar en asuntos de naturaleza notarial [‘patrimonial’, agregamos nosotros] a quienes
requieran su ministerio (…) 5. Obrar con imparcialidad de modo que su asistencia a los
requirentes permita que el acuerdo se complete en un plano de equidad”.
USO OFICIAL
© Copyright: El Derecho