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Respecto
del rigen dB germanos relacio nes de
de
hospitalidad, otros pueblos y 1aS res idencia PO
los germanos los creería indígenas, y que la llegada de cambiar de lugar de
iban no han P°oVOGádo mezclas,
porque, antiguamente, quienes trataban de iado del universo, es
sin en naves‘,
por tierra y el inmenso Océano de allá, situado, por asi decidio, del otro encrespa do y
de nacido- pro naves de nuestro mundo. Y, ¿quién -sin hablad de los Peiigrosforma, de un ffiát
raramen te visitado
dejando Asia, Africa 0 ltalia, se dirigirla hacia Germania, hacia esa tierra sin con cielo 6sp ero, triste
de habita en
Celebran y de ver, a p
antiguos menos quúnica
oemas, é fues Tuisto, nacido de la tierra, y a
eforma
su patria†.
de tradición y de historia que conocen, al diOS
8U hljo Manf\US, antepasado del pueblo*, } atribuyen a Mannus tres hijos, los fundadores, de quienes los pueblos)
(
P‹dximos al Océano tomaron el nombre restantes, lstaevones.
de Ingaevones, los del centro, el de Herminones, y IOS
Alguno, como si, (dado) el tiem trancurrido y el pueblo m4s
po puediesn hacerlo, afirman que el dios tuvo más hijos,
nombres: marsos, gambrivios’ , suevOS, vándalos, la
ya que estos nombres (son) auténticos Y antiguos. Oe todos mOdOS,
palabra Germania seria reciente y usada desde hace poco, puesto que los primeros en atravesar el RiTy expulsar a
galos se llamaron, en realidad, tungros, imponiend o el término
OS
para designar primero a una tribu y nO desde ese momento se los llamará germanos; así se fue con el nuevo nombre de
a toda una nación, hasta que todos fueron llamados
g ermanos, primero por los vencedores, mismos.
( para provocar miedo, después, igualmente por ellos
’ Alusión a los relatos acerca de los orígenes de la colonización griega, ya sea de Asia, la Magna Grecia, Sicilia y Provnza.
Al dios Tuisto no se lo conoce de otro modo; su nombre quizá derive del término usado para designar la cifra “dos”, pero es difícil
decidir a que dualidad de nam l•za se harla menciógambrivios?),
n aquí.
’ Los mansos, entr¢ el Lippe y el Ruhr (¿cómo los casi no aparecen hasta la campañ a de Germ$nico, en el 14.
Monedas cuyo cuno representa un carlo tirado por dos caballo. (Na. Del Trad).
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acto0 pued9 asistir indecísos. Abse vuelva ai atague, que
a las ceremo andonar el escudo teæot 1ïevan Nos cuerpos
ni es la ãy0r d de fos
para terminar con su nas la ăsamblea; gnominioso
es#onra,
infam ia. de î quien comefió ese i
lbs que escaparon de una
Viii ( def9S ïgaron guerra se co
y reyes)
Los reyesson ele
jefes (se imponen)
9İdOS for su nobleza, IOS jefes por sucor6)e.
mâs por el ejem 10 ue Pero el poderde los reyes no es i/imitado
la autoridad; si tO/Tł6n t/na ni arbitrario y íos
delante de todos, se imp onen poF decisiö«, sí atraen las
ă
sacerdote s, (y) no para castigar Iü dmirac îön.Ademãs nadie łiene derecño a matar, apresar fTłÏrãdOS, BI combate
por orden de un jefe sino COMO Si la orden proviniese ni golpear, excepto fos
ni del #ios a quien ethos c een
presente junto a POS C0mbatientes.
lo que aguijonea Llevan al combate las imägenes y errtb/emas que sacan
fortuita, sino según enormement
!ãS fãmiliase yla bFãVtJra- eT escuadrón
de /os bosques sagrados y -
o la c uha, no esłän constituidos por el azar ni por una reunión
parentescos, y Nos !TłáS P Ó XIMOS SOn POS mäs
los lamentos de las mujeres, Nos Uû 9idos de los nidos. queridos, a través de quienes escuchan
panegiristas; ellos Ilevan sus EsłoS Son, para cada uno, ios testimonios más santos, los mejores
heridos a SMS madres, a sus mujeres, y éstas no se asustan de contar y observar las Ilagas,
y les dan a los combatientes
alimento y coraje.
(IX. Los dioses: confusión con ION cultos
romanos.)
Entre todos los dioses, honran especialmente
a Mercurio, a quien, en ciertos dfas, consideran un deber ofrecerle
tambièn SãCFificios hUmanos, Respecto de Hércules y Mane, los apaciguan con las vfctimas permitidas. Una parte de los
suevos también ofrece sacrificios a Isis, no he podído enterarme de la causa ni del origen de este culto extranjero,
excepto que el mismo emblema, con el aspecto de un bergant/n, denota una religión importada. Por otra parte, encerrar
a los dioses entre muros o representarlos con una apariencia humana, les parece poco conveniente para la grandeza de
los habitantes del cielo; les consagran basques y selvas y dan nombres de dioses a este misterio que solamente su
piedad les hace ver.
X. [ Religión: auspicios y adivinación]
Son los mâximos observadores de auspicios y de suertes 1*; (tienen) una práctica simple para las suertes: le cortan a un
frutal una rama que [a su vezJcortan en ramitas, a las que marcan con ciertos signos distintivos; despuès las esparcen,
sin orden y at azar, sobre una tela blanca. Luego, el sacerdote de la ciudad, si la consulta es pública, el mismo padre de
familia, si es privada después de haber invocado a los dioses y volviendo su atenciön al cielo, toma sucesivamente tres,
que interpreta de acuerdo a los signos que antes ha impreso. Si éstos son desfavorables, ese dfa no se vuelve a
consultar sobre este asunto; sí son favorables, aún se reclama la corroboracíón de los auspicios, pues, incluso allf,
saben cons»ìtar los gritos y vuelos de las aves. Es una caracterlstica de este pueblo la de recurrir también a los
presagios y avisos de los caballos: el Estado los mantiene en los bosques sagrados y selvas, blancos y resguardados
de todo contacto mortal; cuando son atados af carro sagrado, el sacerdote, o el rey, o el primero de la ciudad, los
acompań a y atiende a sus relinchos y bufídos. Y ningún otro auspicio logra mayor crédito, no Só lo entre el pueblo, sino
entre los grandes, los sacerdotes, pues ellos se consideran ministros de los dioses, y creen (a los caballos) sus
confidentes’*. Y
todavfa hay otra forma de observar los auspicios por la cual averiguan el resultado de las guerras importantes: capturan
de aígún modo a in guerrero del pueblo enemigo, luego disponen un combate con un euerrero]elegido ente lOSSUyOS,
fiada uno con sus armas nacionales; y se consideran que la victoria de uno u otro representa una decisió n antícipada.
XI.(Asamblea)
8" *"°'°• ocho «*ballos blancos (ltERODOTO, VAl 40). Iguaimente. p<rsøs
ti•! • III ßj * fri•ie fill XIX. Jti4-i2ij consideran ptoC¢ticos a ¡ps cabatfos
9
L@ )efes r sue\ de modo que estos
consutta) a todos peco.
ebe łZ ven los î2SLJntos menores, ]ggFQ lOžî mayores (se
Q que ocur ra algo fortuito e
<(as ! pueblo Se los jefes. Se reù nen, Saivo
decidir î+ \ examinados ã fondo por las fe ChBS màs favorab\EIS Part
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mando. dİS pués, el rey o el jefe, cada UOO segúr\ las armas' ã Sf? ’” IT
Uencii t, se face escuchan, màs par et ascen
curso ha desa
às honroso es la atab ø gradado, lo rechaxan con su griterlo; si ha gustadO,
( ) ã ä 0on las armas.
Cuando no van a la guerra, no dedican mucho tiempo a la caza, y màs al ocio, dàndose a la comida y al sueño; los más
fuertes y luchadores no hacen nada, abandonando la casa, los penates y tes campos a\ cuidado de has mujeres y de los
viejos y de tos màs débiles de la familia; ellos se debilitan en el ocio, por una maravillosa diversidad de la naturaleza. Lo
que [ hace que] los mismos hombres, tanto amen la inercia y odien ta quietud. Es costumbre que las ciudades ofrezcan
a los jefes, por contribuciones voluntarias e individuales, ganado mayor y trigo que, recibido como un honor, subviene a
sus necesidades. Disfrutan principa\mente con tos regatos de Nos pueb\os vecinos, enviados no sólo por los particulates
sino también oficialmente: caballos escogidos, grandes armas, adornos, collates; ahora los demos inducido a recibir
también dinero.
XVI. tModo de Vida: la habitación]
Se sabe, además, que los pueblos germanos no habitaban en ciudades, que no soportan tampoco moradas contiguas:
viven aislados, separados según les haya gustado una fuente, un campo o un bosque No establecen sus aldeas [vici]
como nosotros, con edificios que se apoyan y sostienen mutuamente: cada uno rodea su casa de un espac\o libre,
ya sea como defensa contra los azares del fuego, o por ignorancia del arte de edificar. Tampoco emplean piedras ní tejas:
utilizan para todo toscos troncos y no se preocupan por la calidad o la belteza; algunas partes son revocadas con et
mayor cuidado con uria tierra tan pura y brillante que imìta la pintura y los trazos de colores. También suelen abrir
. cavidades subterráneas y tas líenan de estiércal, abrigo en el invie no y depòsito pa a Nos manos, porque de este modo
CASAR (B.o., 1\', 19, 2: Vi. 10. 2), y el mismo Täcito en los Awales, a menudo hablan de oppida o castella germánicos. Pero, ćstos esiabltcimientos no parecen
çcqer en ¡g .id;, dct pøíø. im lugør compamble aì dc las giand¢s ciudades galas, por cjemplo
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o se hace igçg/ar y a t vien** el e saquEl» D O
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Es necesario tener las enemistades y los amistades de los padres y de los parientes; pero [éstas] ne perduran
implacables porque incluso el homicidio, se redime mediante (la entrega de] cierto número de cabezas de ganado mayor
y menor y toda la casa acepta esta compensación, en beneficio del Estado, ya que las enemistad es son más petigrosas
junto a la libertad.
Ningún otro pueblo gusta tanto de invitar a la mesa, practicar la hospitalidad: se considera un sacrilegio alejar a alguien
de su techo; entre huéspedes, el género de vida [es ] el corriente; cada uno recibe de las co Ttldas preparadas de
acuerdo a la fortuna. Cuando se han acabado sus provisiones, el que ha sido huésped indica otro huésped y también él
va allf; van a la casa más próxima sin ser invitados, no imparta: son recibidos COn la misma cordialidad. Conocido y
desconocido, cuando se trata de derecho de hospitalidad, nadie hace diferencias; cuando [el visitante] se va, si pidiese
algo, es costumbrR concedérselo; y, como contrapartida, existe la misma facilidad para pedir. Disfcutan con los
obsequios, pero no tienen en cuenta los que han dado ni se sienten obligados por los que han recibido.
XXI\I. [Comida]
Como bebida, [tienen] un líquido (hecho] de cebada o de trigo, al que la fermentación da cierto parecido al vino 16 los más
próximos al rio también compran vino. Comidas simples, frutas salvajes, caza fresca o leche cuajada; aplacan el hambre
sin afectación ni refinamientos.
No tienen la misma temperancia con respecto a la bebida: si se alienta su ebciedad, dàndoles cuanto desean, se
los vencerá más facilmente por medio de los vícios que por los armas.
XXV. [Socledad]
En cuanto a los siervos restantes, no lo Rmplean, como nosotros, asignándoles tareas de esclavos: cada un0
En reaiidad, parece que los germanos practican ampliamente, en todas las época, el abandono de los recién mar idos.
cantes lo usaban
' " En tiempos de César (B.G., 11, 15,4: lV, 2, 6), nervienos y suevos prohibieron la importación de vino; los traú
como moneda ‹le cambio para comprar esclavos.
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carłtid@d de grano de ganado a ø
de n*fi* zan ¡a mujer y los
El dominu s les (edem
ímponelas S tareas de la CãSB las realï
I pagO)
administra su morada, sus penates,t¡ n otr as Obl*g acione
s. nø por disci linas y severidad, Si
homo a un colono, y el sìervo no š j ro: yU£šlen los s, raramente
cadenas trabajos es I* čł
son much os màs que i țsiervol • q f ł yes. Alll, en
Azotar a un slervo o castigarlo con tos
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XXVi. [Dlstribución del suelo] rohİbİdO.
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del suelo, pada
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OCİQ Ï; con la un fTłİSMO
la condiciô n S las grandes n, no temen rivalizar por sU
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trabajo mi ses. Pot IO cual, en
iden las Ø.
cuitivo y aún queda campo; asl, tambİé ar jardines: a UI tierra sólo se le p ellos uria denominã Cl** propia, respecto al
rimavera y verano tienen pafa
plantar frutales y separar prados, para ìrrig
dìstinguen tantas est aciones: invierno, p
alo no
otofio, ignoran tanto el nombre como
lO9 İFUÍOS.
nVasiones
2. Las cofradías de los germanos antes de las i los grandes servicios
nobleza, o por
as veces por prlncipes algunos de la juventud, ya sea por su insigne
(,..) Eligen algun robustos, y que por su valor se han hecho conocer y
sus padres; y éstos se juntan con los màs
de los tales y de que se los vea entre ellos; antes hay en la
y merecimientos de se avergüenza de ser camarada
estimar; y ninguno de ellos cuales son discernidos, por parecer y juicio del que siguen. Las compañeros del principe
compañla sus grados los
procuran por todas las vlas alcanxar el primer lugar cerca de él; y los principes ponen todo su cuidado en tener muchos
rodeados de una cuadrilla de mozos escogidos es su mayor dignidad y
y muy valìentes compañeros; el andar siempre
son sus fuerzas; que en la paz les sirve de honra y en la guerra de ayuda y defensa. Y el aventajarse a los demàs en
número y valor de los compañeros, no solamente les da nombre y gloria con su gente, sino también con las ciudades
comarcanas; porque éstas procuran su amistad con embajadas, y los hombres con dones; y muchas veces basta la fama
para acabar las guerras, sin que sea necesarìo Ilegar a ellas.
De manera que el prlncipe pelea par la victoria y los compañeros por el prlncipe. Cuando su ciudad estź largo tiempo en
paz y ociosidad, muchos de los mancebos nobles de ella se van a otras naciones donde saben que hay guerra, porque
esta gente aborrece el reposo, y en las ocasiones de mayor peligro se hacen màs fácilmente hombres esclarecidos. Y
los prlncipes no pueden sustentar aquél acompańamiento grande que traen sino con la fuerza y con la guerra: porque de
la liberalidad de su pr/ncipe sacan ellos, el uno un buen caballo, y el otro una framea victoriosa y teñida
enemiga. Y la comida y banquetes grandes, aunque mal ordenados, que les hacen cada dia, les sirven en la sangre
esta liberalidad no
tienen de qué hacerla sino con guerra y robos. para sueldo. Y
Es fuerza ser enemigo de los enemigos del padre o pariente, y amigo de sus amigos.
” O {fgS version es a
ceptadas par historiado modern
conjunta”. La lectura
res s - K ulischer,
del pasaje scría Dopsch - rcemplazan uicus (=aldea) por inuicein, que heinos
›f nvicem), de acuerd o al entonces: "Todos toman posesió n dc los catnpos en forma conjunta
nù mero de cultiv adores". (N. üe1 T.).
fáto de Atila.
DA "Géti/ "¿
d
V Cj ments d”histoire", 2.- "Mo› e n g "
t €2
5.
Recepción hecha por Atila.
dos, a un banque te
Cuando volvimos a nuestra tienda, el padre de Orestes vino con una invitació n de Atíla para ri OSOtf”OS
ba)ada de los rolTlO* OS Occidentales, y nOS
a las tres en punto. Cuando llegó la hora, fuimos al palacio, junto con la dieron una copa, dé acu €2rdo n !
paramos en ef umbral del salón, en presencia de Atiia. Los esc anciadores nos a tomar nuestros
costumbre nacional, que debíamos libar antes de sentarnos. Habíendo probadO III copa, procedimOSi
en am bos lados. Atilá se sentaba en el
asientos; todas las sillas estaban alineadas a lo largo de las paredes deldesde salón
él, unos
medio, sobre un sillón; un segundo sillón estaba ubicado detrás de él, y
pasos SU cama,
llevaban s0uelen la cual
decorar los
como griegos y romanos
estaba cubierta con sábanas de lino y cobertores bordados como adorno, tal los de la izquierda, donde nosotras nos
lechos de las novias. Los lugares a la derecha de Atila eran p rimeros en honor,
uestro f zldo, e FO estaba antes que
sentábamos, eran solo segundos. Berijo, un noble entre los escitas, se senta ba ‹a N
frente a Onegesio, en la silla se
nosotros. Onegesio se sentó en una silla a la derecha del diván de Atfla, y aT otro Iado,
él, pero en el rincón final, con sus
sentaron dos de los hijos de Ati/a; su hfjo mayor se sentaba en su diván, no cerca de
un copero vlno y ello a
ojos fijos en el suelo, en tímido respeto hacia su p adre. Cuando todos estuvieron acomodados,
quienes, honrados por el saludo,
Atila una copa de madera con vino. Él la tomó, y saludó a los primeros en precedencia
se pararon y no se sentarfan hasta que el rey, habiendo probado o escurrido el vino, devolvíera la copa al sirviente.
Entonces todos los invitados honraron a Atila en la misma forma, saludándolo, y probando sL/s copas; pero él no se paró.
Cada unoCuando
retirado. de nosotros tenla un
el segundo en copero especial,
precedencia que vendría
y aquéllos para
junto a él hablan sidoelhonrados
presentar vino cuando de laelmisma
coperomanera,
de AtilaAtíla
se hubiera
brindó
con nosotros del mismo modo, de acuerdo al orden de los asientos. Cuando esta ceremonia terminó, los escanciadores
se retíraron, y se ubicaron mesas, lo suficientemente largas para tres o cuatro comensales, o quizás más, junto a la
mesa de Atila, para que cada uno pudiera sacar la comida en los platos, sin pararse de su asiento. El sirviente de Atifa
primero entró con un plato lleno de carne, y detrás de éf venian otros sirvientes con pan y viandas, las cuales pusieron
sobre las mesas. Una comida lujosa, servida en vajilla de plata, habia sido preparada para nosotros y para los invitados
bárbaros, pero Atila no comió otra cosa que carne en un plato de madera. En todo lo demás, también, se mostró
moderado; su copa era de madera, mientras que a los invitados les hablan sido dadas copas de oro y plata. Su vestido
también era bastante simple, mostrando sólo estar limpio. La espada que llevaba a su Iado, los cordones de sus zapatos
escitas, la brida de su caballo, no estaban adornados, como los de los otros escitas, con oro o gemas o cualquier cosa
onerosa. Cuando las viandas del primer plato habian sido consumidas, todos nos pusimos de pie, y no volvimos a
nuestros asientos hasta que cada uno, en el orden antes observado, bebió a la salud de Atila en la copa de vino
presentada a él. Entonces nos sentamos, y un segundo plato fue puesto en cada mesa con comestibles de otro tipo.
Después de este plato, Ta misma Ceremonia fue observada como después de la primera. AI caer la tarde, se encendieron
y dos bárbaros dirigiéndose a Atila, cantaron canciones que ellos habían compuesto, celebrando sus
antorchas,y hazañas
Victorias de valor en la guerra. Y de los invitados, mientras miraban a los cantantes, algunos disfrutaban de los
versos, otros, acordándose de las guerras, se exc›taron en sus esplritos, mientras qUe aun otros, cuyos cuerpos eran
débilespor ia t sus amas compelidas al descanso, derramaban lágrimas. Tras las canciones, un escita, cuya
mente estaba edad trastornada, apareció, y pronunciando palabras extranjeras y sin sentido, obligó a todos a reírse. Después
de él , Zerkon,
persuadido de volver el enano morisco, entró. ÉI habla sido enviado por Ati)a como un regalo a Ezio, y Edecon lo habla
a Atila a recuperar a su esposa, a quien habla dejado atrás eri Escitia; la dama era una escíta a
ObtE2nido /2n matrírrio nío
quien él habla a través de la influencia de su patrón, Bleda. No tuvo éxito en recuperar/a,
pues Atila estaba enojado con él por haber vuelto. En ocasión del banquete él hizo su aparición, y arrojó a todos,
excepto a Atila, en una risa in
Saciable, por su apariencia, su vestido, su voz, y sus palabras, que eran una confusa
” Ción exagerada.
13
inalterado semblance; no pø,
mezcla de caSO, permaneció O ent£ö Ernas, su hii°
ÿ COß
s,
PFiscos, Fragm. 8, en: Excerpta de Legationibu
en: e HiStoriae Byzantìnae.
Crpus Scriptoria
Las /nvasiones BarbaraS
medievales», Cuadernos de
JERöNiuo, carta a GeruChÌa. En E. Mitre, P. Azcàrate y A. Brranz, «catástrofes
SAN
Historia 16, n.’ 120, Madrid, 1985, Textos, p. Ill.
De esta manera (refugiândose en las ìglesìas de Roma] salvaron sus vidas muchos de los que ahora infaman y
murmuran de los tiempos cristianos, culpando a Cristo de los trabajos y penalidades que Roma sufriõ y no
atribuyen a este gran Dios el enorme beneficio de haber visto sus vìdas a salvo por el respeto que infunde su santo
nombre.
Par el contrario cada cual hace depended este feliz suceso de \a influencia del hado, cuando, si Io reflexionasen,
deberían atribuir las molestias y penalidades que sufrieron par la mano vengadofa de sus enemigos a los arcanos y
sabias disposiciones de la provídencia divína, que acostumbra a corregir y anìquilar con los funestos efectos que
presagia una guerra cruel, los vicios y las costumbres corruptas de los hombres (...)
Deberfan tambiên los vanos impugnadores atribuir a los tiempos en que florecia el dogma católico, la gracia de
haberles hecho merced de sus vidas los bărbaros, en contra de los que es usual en las guerras, sin más respeto que par
iniciar su sumisian y feverencia a Jesurristo, otorgándoles este favor en todos los lugares, y particularmente si se
fefugiaban en los templos.
Ataûfoefa un gran hombre, por su valor, poder e inteligencia. Su deseo más ardiente, decia a sus familiares y pröxiMOS,
habla SÌdo borrar el nombre de Roma, hacer de todo et territorio romano un imperio godo, de la Romania una Gothia,
convertirse en Cesar Augusto. Pero, como sabla par experiencia, los godos no obedeclan leyes, como consecuencia de
sU barbarie sìn freno; y no se podla prescindir de las leyes, sin las cuales un Estado no puede existir.
III, al menos, Nabla escogido hacerse famoso restaurando en su integridad y extendiendo el nombre roma no graCigS ä
la fuerza gò tİca, pasar a los ojos de la posteridad como restaurador de Roma, ya que no había podído destruirla. Por eso
se abstenla de la guerra y aspiraba a la paz.
OROSIO, HiStorìae, VII, 43, 5-7, p. 458. Recoge: Migne, Patrología Latina, cOl. 1171.
BARBAe As. Sig|O
GUGLIELMI, Nİlda. (Seleccìön y Traducción).HISTORlA MEDIEVAL FUENTES 4. LAS INVASIONES
V - Siglo X.U.B.A. FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS .1973
Tornado de LATOUCHE, Robert, Le film de I”histoire de l”histoire
en France. Ed. AQh8Çd, 1959.
mediévale
e
LATOUCHE, Robert, Textes d'histoire mediévale V’ Xl siécle, PUF, 1951. Champion,
Et T.i 888-995. Paris. Honorè
truducido pOf R.
RICHER, Hİstoria de Francia, (888-995). Edìtado y LATOUCH
1930 SAN ISIDORO, His\oria Sothorum, Espaî\a Sagrada, t. VI, Madrid, 1751. 1929.
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SANCHEZ ALBORNOZ, Claudio y VIŃAS, Aurelio, Lecturas de Historia de Es