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Pensar en terapia no se limita a las relaciones uno a uno; por el contrario: los fundamentos de la
terapia centrada en la persona estarían incompletos si no consideráramos la importancia de los
procesos grupales, tanto en la vida cotidiana como en la terapia. Desde el principio, y en gran parte
de la vida, esta ocurre en grupos. El grupo es el hecho social primario y como es la interfaz entre la
persona y la sociedad, esto también sugiere una “primacía terapéutica” del grupo. Este trabajo
investiga la naturaleza del grupo y la centralidad del trabajo grupal en la psicoterapia y la
consultoría desde una perspectiva centrada en la persona, y analiza el proceso y la facilitación
grupales centrados en la persona y la necesidad de una perspectiva de cambio más allá del
individuo. “Al comienzo fue el grupo, al final el individuo.” Esta afirmación de Jacob Levi Moreno
(1959, p. 9), el creador del psicodrama, también es válida para el enfoque centrado en la persona.
Tanto en términos de contenido como de historia, puede mostrarse (Schmid, 1994, 1996b) que –aun
cuando fue desarrollado como un procedimiento para la consultoría de individuos– el enfoque
centrado en la persona nació en grupos. Al menos desde fecha tan temprana como la década de
1920, cuando se realizaron los estudios de Hawthorne, sabemos que los grupos tienen un poder
enorme para cambiar la conducta humana (Roethlisberger & Dickson, 1939). Estos estudios y el
trabajo de Kurt Lewin sobre la teoría del campo en la década de 1940 (con los cuales Rogers se
encontró, sobre todo, mediante el contacto con los estudiantes de postgrado de Lewin a través de su
trabajo en los National Training Laboratories) ejercieron una fuerte influencia en el pensamiento de
Carl Rogers. Para este (1970, p. 9), el grupo era “probablemente el invento social más potente del
siglo”. Y, sin duda, desde sus inicios, el enfoque centrado en la persona fue un enfoque social,
grupal. “Desde sus comienzos, la terapia centrada en el cliente también buscó esferas de influencia
más amplias, más allá del individuo, tanto en el intento de explorar la relevancia de sus ideas en
contextos más amplios que la terapia diádica tradicional como en la búsqueda de aplicaciones a
otros medios sociales” (Wexler & Rice, 1974, p. 313).
Personalidad y teoría de grupos: el grupo como un hecho social primario y como la interfaz entre la
persona y la sociedad ¿Qué es un grupo? Un conjunto de individuos ¿forma un grupo, haciéndolo
una variable secundaria, dependiente, o el grupo está allí primero y los individuos después,
formados por el grupo en el que viven y desarrollados a partir de él? Para mucha gente, la pregunta
de cuál es primario, el grupo o el individuo, puede parecerse en alguna medida a la discusión del
huevo y la gallina. Pero, para comprender a la persona y sus problemas, así como para la terapia,
esta cuestión tiene profundas implicaciones teóricas y prácticas, ofreciendo -como de hecho lo
hace–, una manera de considerar la existencia humana que trasciende el dualismo del pensamiento
occidental mientras conserva un sentido de soberanía de la persona como entidad (Schmid, 2007).
Por lo general, los seres humanos viven en grupos; la modalidad “natural” y, en este sentido,
1
Fuente: Schmid, P. F., & O’Hara, M. (2007). Group therapy and encounter groups. In M. Cooper, M.
O’Hara, P. F. Schmid & G. Wyatt (Eds.), The handbook of person-centred psychotherapy and counselling
(pp. 93-106). Houndmills, Reino Unido: Palgrave.
original, de organización de la vida de los seres humanos es el grupo. En términos de la psicología
evolutiva, el grupo proporciona el contexto en el cual los seres humanos experiencian la vida, sea en
una familia, la escuela, el trabajo, asociaciones de interés social u otras modalidades. En todos esos
contextos, las situaciones uno-a-uno son la excepción, los grupos son la regla. Incluso las relaciones
de pares suelen existir como parte de un grupo, integradas dentro de él. Los seres humanos nacen en
grupos –al menos como regla. Dentro de los grupos descubrimos nuestra identidad. A través de
ellos sabemos quiénes somos y a dónde pertenecemos (O’Hara, 1997, p. 314; Schmid, 1996a, pp.
57-76). La manifestación primaria de humanidad, pues, no es el individuo, sino el ser humano junto
con otros seres humanos. El ser humano es un ser social y, desde el mismo principio, está
predispuesto por su propia corporeidad a comunicarse con el mundo y con seres humanos. En un
nivel puramente biológico, el ser humano se origina en una relación humana. Que los humanos son
primariamente seres sociales no es solo verdadero con respecto a sus necesidades sino en su misma
esencia. Esto también es cierto para la epistemología: el conocimiento humano no es posible sin la
sociedad humana. El cuerpo, la consciencia, la socialidad, los valores, el lenguaje, la comunicación
–nada de esto existiría sin la comunidad. El mundo humano siempre es un mundo de interacciones.
La existencia humana es coexistencia.
Desde esta perspectiva relacional, sociocéntrica u holística que, como señalan los antropólogos, es
la visión más común en la mayoría de las culturas del mundo (Geertz, 1979), el grupo está lejos de
ser meramente un conjunto de individuos o una extensión de la “relación uno a uno”; más bien es
un hecho social primario. Es tanto un lugar donde las personas experiencian su yo-mismo- en-
relación (es decir, ellos mismos con sus cualidades sociales e individuales), como su conexión con
comunidades sociales más amplias, y con la sociedad y la humanidad como tales. Un grupo al
mismo tiempo constituye a las personas que pertenecen y participan en él y tiene su propia
existencia autónoma como una entidad social, que a su vez está conectada con otros grupos y
participa en ellos dentro del contexto social amplio. De esta manera, estos grupos interconectados
son partes contribuyentes de un todo mayor que constituye la totalidad de la sociedad. El grupo
existe en la interfaz del individuo y la sociedad; por lo tanto, es el campo tanto para el encuentro
personal como para el intercambio mutuo dentro de la sociedad. Por lo tanto, un grupo no es ni un
simple colectivo ni la suma total de sus miembros, sino un sistema social complejo, una entidad en
sí mismo, que existe en un estado de tensión entre la persona y la sociedad, un proceso en el cual se
hacen claras las realidades individuales y colectivas y luego se influyen mutuamente de muchas
maneras diferentes (Schmid, 1996b, p.72). En otras palabras: “El individuo crea al grupo que crea al
individuo”2 (Wood, 1988, p. 245). El argumento sustantivo más convincente en apoyo del grupo
como una realidad primaria proviene del mismo enfoque centrado en la persona. Como señala
Schmid (2007), los seres humanos son y devienen personas dentro de sus relaciones interpersonales,
en las cuales actualizan su cualidad de persona; humanos, más exactamente; es dentro de los grupos
donde un ser humano deviene una persona. Carl Rogers (1965, pp. 19 y siguientes) afirmó que “los
seres humanos son incurablemente sociales”, “animales sociales” (Rogers, 1961, p. 103). Al superar
la relación Yo-Tú aislada, el enfoque centrado en la persona considera que la realidad interpersonal
se basa en un “nosotros” fundamental (Schmid, 1996a, pp. 521-540; 2003). El grupo es el ruedo
para los encuentros personales en el contexto de la comunidad mayor o sociedad. Pueden encontrar
mayores detalles en Schmid (1996a, pp.19-112, 1996b, pp. 616-620, 2001, pp. 294-299) y O’Hara
(1997).
2
La traducción (del alemán al inglés) es de los autores. (Nota de la traductora)
Historia: el grupo como un factor esencial del enfoque centrado en la persona
Históricamente, la terapia centrada en la persona puede haber sido descrita o desarrollada, al menos
desde un punto de vista teórico, para ser utilizada sobre todo en terapia individual pero, en la
práctica concreta, y desde sus inicios, incorporó ideas originadas en experiencias grupales, ideas
que, a su vez, influyeron sobre la teoría. En una revisión atenta de la historia de la terapia centrada
en la persona, una historia inseparable de las etapas personales de aprendizaje de Carl Rogers, son
sus propias experiencias de aprendizaje en los grupos relacionales–su familia, la iglesia y la
universidad– y sus referencias a sus propias experiencias en estos grupos las que tienen importancia
inicial. Vivió, aprendió, enseñó y trabajó en grupos. Incluso su primera publicación, un artículo
sobre la Conferencia Mundial de la Federación de Estudiantes Cristianos realizada en Beijing,
Rogers (1922) manifestó su fascinación por la experiencia grupal. Según cuenta el mismo Rogers,
en 1945 ya había comenzado a trabajar con alumnos en grupos siendo profesor en la Universidad de
Chicago. Sus reuniones de equipo3 fueron adquiriendo una importancia creciente. En estas
reuniones de equipo se discutían y se desarrollaban más aún las ideas teóricas sobre la base de
experiencias reales. Además, los enfoques que fueron desarrollándose para la formación centrada en
la persona se organizaron en grupos desde los primeros momentos.
En 1947, Rogers ya había desarrollado un modelo centrado en el grupo para formar consultores que
iban a trabajar con veteranos de guerra. Mucho después dijo con respecto a este período: “Todos
fueron grupos de encuentro, mucho antes de que se acuñara la expresión” (Rogers, 1973, p. 39). En
1947, Rogers publicó su primer artículo dedicado, desde el título, al grupo: “Principios efectivos
para manejar tensiones e insatisfacciones individuales y grupales”. En un artículo de 1948 titulado
“Algunas implicaciones de la consultoría centrada en el cliente para el trabajo con universitarios”,
Rogers también escribió extensamente acerca del trabajo con grupos y la terapia grupal, tocando
muchos de los que más tarde se convirtieron en principios clave, tales como la confianza en el
grupo, al que considera como un organismo en sí mismo. En su libro de 1951, Rogers incluyó un
capítulo escrito por Hobbs (1951) acerca de “la psicoterapia centrada en el grupo” y la investigación
de Gordon enfocada al “liderazgo centrado en el grupo” (Gordon, 1951; Bowen, O’Hara, Rogers &
Wood, 1979).
Desde 1964 en adelante, después de su carrera de trabajo universitario y en la época del movimiento
de los grupos de encuentro en las décadas de 1960 y 1970, Rogers se involucró profundamente en el
trabajo grupal. La película Viaje al yo-mismo 4 (Rogers, McGaw & Farson, 1968), que recibió un
premio Oscar como mejor documental en 1968, y su libro Grupos de encuentro (Rogers, 1970)
jugaron un papel importante en el reconocimiento del trabajo grupal como un factor importante en
el autodesarrollo, la consultoría y la psicoterapia. Desde 1973 en adelante trabajó junto con su hija
Natalie, Maureen O’Hara y John Wood, entre otros, en talleres de grupos grandes y se comprometió
activamente en tareas interculturales y promotoras de la paz, comentadas en Rogers (1977, 1980,
1983), Rogers & Rosenberg (1977); Gordon (1951), Bowen, O’Hara, Rogers & Wood (1979),
3
equipo. Traducción de staff, empleado en inglés por Schmid & O’Hara. (Nota del revisor técnico)
4
Viaje al yo-mismo. Traducción del título en inglés de la película Journey into self. (Nota del revisor
técnico)
O’Hara & Wood (1984), Wood (1988) y O’Hara, Henderson, Barfield & Rogers (2007). El
“Programa La Jolla”, caracterizado por alternar experiencias en grupos grandes y pequeños (desde
1967 en adelante), devino el modelo de formación de facilitadores centrados en la persona
(Coulson, Land & Meador, 1977). Si bien estos talleres y programas no eran explícitamente terapia,
contribuyeron en gran medida a la creciente autocomprensión política de la terapia centrada en la
persona. Al poco tiempo se organizaron talleres de pequeños y grandes grupos en todo el mundo y
se desarrolló más teoría. Algunas de las principales contribuciones teóricas se originan en Pagès
(1968; Gordon (1951), Bowen, O’Hara, Rogers & Wood (1979), O’Hara & Wood (1984, 2004),
Wood (1988), O’Hara, (1997) y Schmid (1994, 1996a, 1996b, 1988, 2000); la última recopilación
fue publicada por Lago & MacMillan (1999).
El trabajo con “grupos intensivos”, como le gustaba a Rogers llamar a los grupos de encuentro,
contribuyó de manera significativa al desarrollo del enfoque centrado en la persona como tal. La
reciprocidad en la ayuda que Rogers experienciaba con frecuencia en estos grupos, superaba a
experiencias similares en la terapia individual. La concepción del “líder” grupal como facilitador
afectó la concepción del terapeuta centrado en la persona en la terapia individual. El trabajo con y
en los grupos fue instrumental para ayudar a comprender a los seres humanos dentro de las
relaciones y a las relaciones interpersonales como tales. La definición de la “persona plenamente
funcionante”, no solo como un yo-mismo individualista, sino como un yo-mismo dentro de la
sociedad y la dimensión social y, por extensión, política, del enfoque centrado en la persona,
también se originaron en gran medida en experiencias en pequeños y grandes grupos. Por último, la
valoración altamente democrática, igualitaria de la contribución de cada persona como igual a la del
facilitador (en contraste con otras orientaciones centradas en el experto) afirma el poder personal de
cada participante. Estos puntos justifican el comentario de Raskin (1986a, p. 281) de que “el grupo
de encuentro fue y sigue siendo una de las formas más sobresalientes de expresión del enfoque
centrado en la persona”. Más detalles en Schmid (1994, pp. 65- 94, 1996b, pp.613-16) y resúmenes
de la historia en Raskin (1986a, 1986b), Schmid (1996a, pp. 27-64) y Barrett-Lennard (1998, pp.
145-176, 199-231).
8
contraparte. Traducción de counter-part, empleado en inglés por Schmid & O’Hara. (Nota del revisor
técnico)
9
encontrar. Traducción de en-counter, empleado por Schmid & Ohara, siguiendo a Schmid. (Nota del revisor
técnico)
participantes, incluyendo a los facilitadores, enfrentar estos desafíos y, en particular, manejar con
gran atención de los temas relacionados con el poder. Los aspectos negativos de los grupos en los
primeros experimentos de grupos no estructurados dieron como resultado que cayeran en desuso en
el mundo de las empresas y propulsaran innovaciones en dirección a una mayor estructuración por
los facilitadores, que proporcionaran mayor seguridad psicológica, resultados orientados a la tarea
más confiables y menos angustia (Alban & Scherer, 2005).
La oportunidad de cambios más allá del cambio individual
En el desarrollo continuo de la terapia centrada en la persona como terapia dialógica (Schmid,
2007), el grupo juega un rol vital en el cambio de perspectiva del individuo a la persona en contexto
y contribuye a reconocer la necesidad de cambios más allá del cambio individual. Ampliar la
perspectiva de esta manera puede conducir a una consciencia de las dimensiones sociales y políticas
de la psicoterapia. Desde el principio, el grupo ha desempeñado un papel central en la formación
para la terapia centrada en la persona (Tudor, 2007). Los grupos de formación no solo proporcionan
un contexto para aprender destrezas, sino también ofrecen una oportunidad y un desafío para
experienciar el potencial del grupo, y su potencia para el desarrollo de la personalidad del
profesional en formación y su autocomprensión como terapeuta. Desde nuestro punto de vista, el
grupo proporciona a la persona en formación una base experiencial inigualable dentro de la cual
aprender a confiar en el grupo como una opción terapéutica tanto para cuestiones individuales como
sociales. Pasaron más de sesenta años desde la primera exploración de Rogers del grupo como un
lugar para el crecimiento psicológico. Desde entonces él y otros desarrollaron una amplia gama de
aplicaciones para los grupos centrados en la persona.