Está en la página 1de 6

Acercamiento y transformación

“Aportaje” con Luis María De Nicola

(primera parte)

—¿Por qué "aportaje", acercamiento y transformación?


—Porque es un placer aportarnos, a modo de reportaje, una oportunidad de acercamiento, de
aproximación, de apertura al diálogo entre nosotros, en relación con interrogantes y cuestiones que surgen
de nuestra práctica personal-profesional. Es una invitación, no a comportarnos sino a aportarnos, es abrir
puertas para este presente, para que suceda la transformación como lo que genuinamente es: la única y
principal protagonista.
---Seguramente hablaremos de ello enseguida, pero antes de hacerlo, ¿querrías contarnos algo
de vos para presentarte?
—Con todo gusto: no hacemos otra cosa que presentarnos a cada momento. Me gusta vivir, goce o sufra.
Me apasiona escuchar, comprender, experimentar sorpresa, dejarme guiar por la curiosidad, explorar
caminos diferentes, probar, constatar, contemplar el misterio cotidiano de que las cosas son lo que son, ni
más ni menos. Y disfrutar de la belleza, el amor y la libertad que surgen cuando los condicionamientos,
los juicios y prejuicios a los que fui iniciado para convertirme en otro miembro de la tribu desaparecen,
abriendo espacio y silencio a la maravilla de la existencia por la existencia misma. Amo la naturaleza y
me gusta sentir y saber que soy y somos ella. Disfruto de la música, la poesía, la plástica, la danza y todas
las artes, como expresiones concretas del arte fundamental que ¡es da origen: la existencia, la vida misma
creándose, transformándose de instante en instante. Esta es la creación más original y originante a la que
pertenecemos, a la que portamos pero no controlamos. Y es infinitamente más fascinante ser artista, ser
"expresor" que represor de la vida.
—¿Y qué es lo que más te apasiona?
—Me encantan la lectura y los conversares que nos llevan más allá o más acá de lo conocido. Las "nuevas
visiones en ciencias" y también esas otras percepciones, esa otra sabiduría que late en el corazón de tantas
tradiciones de la humanidad, propias del mundo pre-moderno, pre-colombino, como el Zen o el taoísmo.
Todas ellas influyen en mi trabajo, enriqueciéndolo. No hay límites a nuestra capacidad de ser
perceptores, si podemos librarnos de la cárcel de nuestros condicionamientos, de nuestra mente "normal-
normalizadora" que, al volvernos ingenuos, nos impide ser inocentes, abiertos. Sigo haciendo este trabajo
de limpieza, de vaciamiento. No siempre me gusta cómo soy o estoy: hago idioteces, puedo ponerme
defensivo y distante, soy capaz de crueldad, y aunque siento que cada vez hay menos lugar tomado por e!
miedo y la violencia de nuestro mundo humano, en mi vida no siempre me atrevo a ser plenamente todo
lo que descubro que soy y somos. En fin, voy siendo y haciendo lo que puedo y lo que quiero siempre que
puedo. Por suerte soy afortunado al poder saborear y apreciar la vida en su inmensa variedad de formas, y
por contar con la mayor de las riquezas que el dinero y la codicia no pueden comprar ni vender: ir
caminando por la vida sostenido por el aprecio de personas queridas, mis familiares, amigos, maestros,
colegas, estudiantes, y por la presencia más o menos cercana de tantos seres que se han cruzado en mi
vida, y por todo este "universo que camina conmigo" (como dice Atahualpa Yupanqui). —
Todo, incluso los daños que hacen de mi vida lo que es: camino, viaje de transformación, infinito, eterno
volver a estar en casa. Me siento agradecido de estar en la existencia. Me apasiona intentar este modo de
vivir y trabajar y de ganarme la vida al que llamamos Acercamiento Centrado en la Persona.
—¿Sos counselor? ¿Psicólogo?
—Soy una persona, y me gusta decir que trabajo como "consultor persona!". Participo en relaciones personales cuyo
propósito es la facilitación de la transformación, el crecimiento, la ayuda personal. Me ocupo con las personas en
tanto personas, no como "psiques", "cuerpos", "comportamientos sociales", o patologías. Me ocupo de los
"problemas" y "conflictos" sólo en tanto expresiones de la experiencia personal humana en el mundo. Y trabajo
afrontando la creencia tan popular de que la vida se vive como problema a solucionar. ¡A tal punió nos hemos alejado
de nuestro ser organísmico íntegro! Me ocupo, no de resolver hechos de ¡a vida, sino de poder compartir con las
personas nuestra "experiencia" de tales hechos, aquello de "qué nos pasa con lo que pasa". Me ocupo, momento a
momento, de afirmar la vida con toda su capacidad y su potencia, en un mundo en el cual existe el proyecto
deshumanizante de que no seamos concientes, de que reprimamos y olvidemos nuestro ser como ser, y nuestra
condición de personas como resonancias, sonidos, vibraciones del ser, para conformarnos con un funcionamiento
automático, robótico, de esclavos infelices o felices, pero esclavos, obedientes a imágenes enajenadas de nosotros
mismos, tratando de no quedarnos afuera de las cajas que han y que hemos acondicionado para sobrevivir en ellas.
Las experiencias de mi vida y de mi estancia en el Acercamiento Centrado en la Persona me confirman la necesidad,
la urgencia impostergable de dar amparo a nuestras personas amenazadas con el acorralamiento, ya no de la
propiedad privada sino de toda la existencia. Y, tengámoslo bien presente, la mayor de las amenazas ya está
incorporada: es nuestra imagen de nosotros mismos. Para nuestro modo de ver y de escuchar, ser consultores es
ofrecernos una alternativa para otra existencia en esta misma vida diaria, para volver a ser ese latido organísmico en
comunión con toda la existencia.

... EN MI VIDA NO SIEMPRE ME ATREVO A SER PLENAMENTE TODO LO QUE DESCUBRO QUE
SOY Y SOMOS. EN FIN, VOY SIENDO Y HACIENDO LO QUE PUEDO Y LO QUE QUIERO
SIEMPRE QUE PUEDO.

—¿Qué nombre le pondrías a este modo de interactuar en tu trabajo y tu vida?


—No me preocupa mayormente llamar a esta confianza, a esta actitud, a esta filosofía, a esta acción -rigurosamente
vocacional más que profesional- Counseling, psicoterapia, coaching, u otra cosa. Me es suficiente llamarla
Acercamiento Centrado en la Persona o consulta personal. Entiendo como consulta personal no sólo el trabajo con
personas, parejas o familias y grupos en consultorio sino también el trabajo en los grupos de "desarrollo personal", de
aprendizaje, y entrenamiento y supervisión centrados en la persona. No deseo cambiar, curar ni enseñar a nadie, pero
me apasiona compartir con consultantes, estudiantes, participantes de grupos y colegas, la aventura de
transformarnos, encontrando en ella aprendizaje, sanación y sabiduría.
—¿Cómo comenzó este camino?
—Por formación académica soy licenciado en Psicología. Por afinidad vocacional. es decir, como respuesta a la
escucha de una llamada, soy un practicante del ACP Inicié una formación sistemática e intensa en la institución que
fue pionera en difundir esta orientación en Argentina: el Centro de Estudios Psicológicos de Orientación Rogeriana,
con la dirección de Manuel Artiles, quien fue mi maestro, terapeuta y supervisor. Con él compartimos el entusiasmo y
la dedicación por la obra y el pensamiento de Rogers y el ACE Durante varios años permanecí como docente de
Psicoterapia de Rogers, facilitador de seminarios, terapeuta, supervisor y participante en otros proyectos. Entre éstos,
fui miembro del primer equipo asistencia! de Counseling en Argentina, allá por los '80, cuando aún no existía la
carrera de Counseling. Y también fui docente de ECP en el comienzo de la carrera de Counseling, anterior a la
apertura de Holos como institución.
A la par de estas actividades, ejercí la docencia universitaria. He asistido a todos los encuentros latinoamericanos y
argentinos del ACP y he participado de la organización de los mismos. He presentado en ellos trabajos que reflejan
parte de mi experiencia y reflexiones acerca de nuestra aproximación.
—¿Sos un ayudador profesional?
—No, como consultor más bien soy un ayudante, un asistente, un escuchante, un resonante. Paulo Freiré,
en los 70, hablaba de la educación "bancaria", una educación de depósitos, depositantes y depositados. El
docente detentaba el saber y el alumno el no saber, y todo al servicio de la dominación como modelo de
las relaciones sociales. Presentaba su alternativa como educación para la libertad, sosteniendo una mutua
implicación de educandos y educadores, en la cual ambos, mediatizados por el mundo, aprenden y
enseñan juntos modificándose y transformando su mundo. Obviamente, esta situación tenía y aún tiene su
paralelo en los ámbitos de la medicina, de la psicología, el Counseling, etc. Hay prácticas "bancarias'' y
prácticas para la libertad también en la consulta de asistencia y en los grupos y talleres.
Al modo de Freiré, diría que, en el ámbito de la consulta, el consultor es consultor-consultante, y su
consultante es consultante-consultor; ambos son participantes, "ayudantes" de la transformación y se
necesitan mutuamente. Y ambos son transformados en esa práctica.
Cuando estoy en la consulta me dispongo a que la transformación, la ayuda (sinónimos en este caso) me
utilice como su instrumento, su canal de paso, su portal. Procuro no interferirla y; en cuanto esté a mi
alcance, intento que mis consultantes sean mis ayudantes, al servicio no de mí sino de la ayuda.
—¿Y qué señales te ayudaron a darte cuenta de esto?
—En los primeros años de mi carrera universitaria en Psicología tuve que realizar una práctica en un
célebre hospicio psiquiátrico. En la primera visita, absolutamente solo, recorría los pasillos del hospital.
Había entrado en el depósito social de la locura, y me sentía perdido, raro, solo en un mundo extraño
buscando a un interno a quien debía administrarle unas pruebas proyectivas. Había comenzado a
experienciar los primeros estadios del extrañamiento, en nombre de convertirme en un "¿curador?". De
pronto, un hombre me rescató en el pasillo, me hizo alguna pregunta, me confirmó como estudiante y me
dio la lección fundamental número, uno. Me describió los diversos modos de presencia (o ausencia) en el
lugar, dijo que algunos iban al hospital unas pocas horas y luego se retiraban (doctores, enfermeros,
estudiantes). Pero luego estaban los que sí sabían qué mundo era ése: eran los que no salían, los que
estaban todos los días, todo el día, hora tras hora, y ahí recién caí en la cuenta de que quien dialogaba
conmigo, me escuchaba, me orientaba y esclarecía era uno de los "residentes", un "interno", un paciente.
Por suerte, yo todavía seguía viendo delante de mí personas, más o menos extrañas, pero siempre
personas. La lección fue: acércate, está aquí, ahora, escucha, observa, pregunta, fijate en lo que te pasa,
déjate conocer, solicitar, responder y sabrás, sabrás lo que hay que saber; ellos te van a ayudar, contá con
ellos. Jamás olvidé este aprendizaje visceral, pero por un tiempo el "saber académico", el discurso de las
aulas y los pretendidos conocedores me alejó de esta experiencia. Cuando unos años más tarde descubrí a
Rogers y la ACP, volví a quedarme, había encontrado nuestro lugar y mi lugar.
ME SIENTO AGRADECIDO DE ESTAR EN LA EXISTENCIA. ME APASIONA INTENTAR ESTE
MODO DE VIVIR Y TRABAJAR Y DE GANARME LA VIDA AL QUE LLAMAMOS
ACERCAMIENTO CENTRADO EN LA PERSONA.

—Hablaste de tu descubrimiento de Rogers y el ACP ¿Cómo fue?


—El primer contacto fue en la universidad, con la lectura de "Hablando personalmente", capítulo inicial
de El proceso de convertirse en persona, que por entonces no estaba traducido al castellano: llegó a mis
manos, tocó mi corazón y me abrió la cabeza. Fue un auténtico encuentro personal, y marcó mi vida para
siempre. No se parecía en nada al estilo académico reinante: se expresaba como una persona,
compartiendo humildemente experiencias a las que consideraba como su guía más confiable. Y se dirigía
a mí como a otra persona, rescatándome del mero rol de "estudiante", me devolvía a mí mismo en esa
relación persona a persona. Ese hombre me escuchaba, expresaba experiencias vividas por mí, sentía,
pensaba, conocía mi mundo, entraba en él y me invitaba a compartir el suyo. Nos acercábamos, de centro
a centro, cruzábamos fronteras, construíamos puentes y yo participaba en su aventura, que también era la
mía. Y decía cosas como: "Comprender es peligroso, puedes cambiar por esta comprensión"; "soy más
efectivo cuando puedo ser yo mismo y puedo escucharme aceptándome"; "me gustaría reducir las barreras
entre los otros y yo":
''cuando más me abro hacia las realidades mías y de la otra persona, menos deseo 'arreglar las cosas';
"puedo confiar en mi experiencia".
Y ahí quedó claro en la experiencia lo que luego fue aclarándose también en la reflexión: el modo de
hacer es estar y ser, el hacer es expresión de la presencia, y la ayuda no se da ni se recibe, a la ayuda se
asiste. De modo que, al encontrarme con Rogers, me encontré con el ACP y conmigo mismo
—¿Y qué haces en la consulta?
—A modo de acercamiento, diría que mi "hacer" es más bien un "no hacer", es acción y suscita efectos en
mi consultante y en la relación. Pero no la experimento como pensada y dirigida a un objeto con la
intención de producir un cambio en el consultante. Surge de otro modo, viene por sí misma del total de la
situación, y de mi organismo mis que de mi mente; es acción y no reacción, brota de mí experiencia del
estar junto al otro. Se trata más bien de ser, de ser parte de lo que ahí pasa próximo al otro, todo lo cerca
que nos permitamos, todo ¡o presentes que podamos vivirnos. Me dispongo a estar en copresencia, a
dejarme ser escucha incondicional, sin interponer referencia, comparación, juicios, presupuestos,
calificativos, deberes, y a aceptar mi dificultad para ello si ése es el caso, y aprovecharla para comprender
qué sucede en y entre nosotros, según las formas en que recíprocamente afectamos nuestras experiencias
y despertamos resonancias.
Me ocupo e intereso, no de la conducta por sí misma, sino en cuanto manifestación de la experiencia.
Procuro que vayamos haciendo lugar a todo lo que se presenta, vaciando, desprendiendo lo que sobra. Sin
interferir, con confianza en que llegaremos a puerto, o sea a puertas. V le ofrezco todo lo que me parezca
y acepte para que pueda "ser su experiencia" aquí, conmigo, vivirla, aceptarla, comprenderla, expresarla
de la forma más libre posible.

FACILITAR LA INTEGRIDAD PERSONAL ES NUESTRA TAREA; SI NO, ESTAMOS HAciendo OTRA


COSA -Y PODEMOS HACER OTRA COSA, SÓLO QUE NO DEBEMOS CONFUNDIRLAS-.

—Entonces, ¿te llamarías "rogeriano”?


—Rogers era él mismo, aunque influido por muchas presencias. No alentaba que, fuéramos repetidores: él
no lo era. Sabía que lo mejor y lo único que podemos ser es ir siendo quienes somos, irnos descubriendo,
creando, construyendo, guiados por nuestra experiencia personal. Él nos mostró su experiencia, nos abrió
a las preguntas y compartió sus respuestas. Dejó huellas, y nosotros -para ser fieles a nosotros mismos y a
su trayectoria- hemos de ir más allá de esas huellas. Eso es la vida: transformación, creación, destrucción.
No soy rogeriano, pero el ACP es una forma de caminar afín a lo que soy y camino con ella, haciendo mis
aportes y recibiendo los de otras personas en afinidad y resonancia. Eduardo Galeano nos cuenta una
historia: el maestro alfarero, al retirarse, regala su mejor pieza al discípulo. Este la recibe, la rompe y,
tomando los pedazos, los incorpora a su propio barro, a su propia obra.
—Tal como hizo Rogers...
—Claro, él no copió a nadie: se hizo unas preguntas y se lanzó a contestarlas, investigación y observación
mediante. Se preguntó algo obvio: ¿qué tienen en común las personas que son percibidas como eficaces,
capaces de ayudar? ¿Cuáles son los componentes, e! clima que propicia la transformación? ¿De qué modo
podemos ser de ayuda? Yo sigo ocupándome también de esta cuestión, que no es la de quiénes ayudan
sino la de cómo es que la ayuda sucede. Dicen en el zen que "cuando el dedo apunta a la luna es estúpido
mirar el dedo". Rogers es el dedo, señala la dirección, el movimiento hacia lo que está y es: la persona en
relación, ese fluir, ese curso, la vida hecha carne en la persona como libertad, presencia, apertura,
contacto.
Yo aprendí que si puedo ser plena escucha, tal vez no hay nada más que hacer. No hay transformación sin
atención - comprensión -contemplación - constatación espontánea y plena, sin ver y escuchar
originalmente, inocentemente, novedosamente, descondicionadamente. No hay transformación sin vivir la
presencia de lo que ahora somos y cómo estamos, sin experimentar el contacto genuino, sin confiar
activamente en el poder transformativo de la existencia.
---¿Counseling y Enfoque o ACP son lo mismo?
—El Counseling es un abanico de prácticas y modalidades. De modo que son posibles tantas modalidades de
Counseling como escuelas y teorías existen en psicología, además de los marcos filosóficos inherentes a
cada teoría. Existe Counseling de orientación conductista, sistémico, psicoanalítico, cognitivista, etc. Este
panorama no es todavía muy visible en Argentina pero sí en Estados Unidos y Europa, lugares desde los
cuales se extendió hasta el resto del mundo.
Otra cosa: fuera de nuestro país, el Counseling no se identifica, como aquí, casi exclusivamente con la
consulta individual y el desarrollo personal. Tiene mucho campo de acción en el ámbito educacional,
empresarial, recreacional. etc.. donde confluye con la labor de otros profesionales como los psicólogos
que no hacen clínica ni psicoterapia, y que están habilitados para ello por formación, interés y marco
legal. Por momentos es muy difícil establecer una línea divisoria entre actividades profesionales cuyos
orígenes son cercanos. Aparecerá más nítida allí donde esté la capacitación más adecuada, el desempeño
más eficaz en la tarea, y una integridad personal más plena.
Ahora bien, el ACP es otra cosa. Se puede hacer educación, medicina, abogacía, servicio social,
Counseling, psicoterapia, con una filosofía y una actitud centrada en la persona. El Counseling es una de
las formas posibles de practicar el ACR Existen personas en el ambiente del Counseling que dicen
trabajar con una modalidad centrada en la persona, pero que, según mi parecer, están haciendo otra cosa.
Más allá de los títulos y las certificaciones académicas, de las teorías y técnicas, y sobre todo en el caso
del ECP. lo decisivo pasa -en consonancia con la investigación de Rogers- por otro lado: la magnitud de
la transformación personal, y por tanto la experiencia real y no imaginaria de las actitudes básicas en la
relación consigo mismo y con el otro. De modo que cuando los counselors emplean nociones de empatía,
congruencia, aceptación, confianza en la tendencia actualizante y otros desarrollos afines, no están
describiendo el "Counseling" a secas, están describiendo una modalidad de Counseling heredera de la
tradición proveniente del ACP

EL ACP ES OFRECIMIENTO, ES UNA PRESENCIA LIBRE Y CREATIVA QUE, MÁS QUE


BUSCAR UN CONOCIDO, SE ABRE A LA PRESENTACIÓN DE LO DESCONOCIDO
EN LO CONOCIDO

—¿ ECP es un recurso para llevar adelante un proceso?


—No. Si afirmáramos que el ECP es un recurso utilizado entre otros posibles, según la ocasión, no hemos
comprendido qué es el ECR No es algo que podamos usar o descartar, no es un recurso, es un curso que
se sigue, en el que se está y se navega, en el que se participa, por el que se viaja. Es un moverse de cierta
manera, un transcurrir, una dirección en la que se transita: la de la transformación. Un recurso es algo que
se utiliza con un fin, un curso es aquello de lo que se es parte, en lo que ponemos nuestro ser y
capacidades, es un compromiso, una entrega que va creando su propio rumbo y objetivos, es lo que
posibilita y da sentido a los recursos, volviéndolos eficaces y no al revés. Plantear el ACP como recurso
es situarnos en el discurso tecnocrático y servir a sus fines, que no son los nuestros: facilitar la integridad
personal es nuestra tarea; si no, estamos haciendo otra cosa -y podemos hacer otra cosa, sólo que no
debemos confundirlas-.
El ACP aunque transformable, es una modalidad completa en sí misma y va generando sus propios
recursos.
—¿Y "alcanza"?
—Si alcanzar es producir cambios de conducta, no. No alcanza porque no los busca: los recibe, los acoge
cuando vienen desde ese curso que juntos recorremos con el consultante. El ACP claramente no es una
receta o conjunto de recetas: es ofrecimiento, es una presencia libre y creativa que, más que buscar un
resultado conocido, se abre a la presentación de lo desconocido en lo conocido. Y ciertamente el mejor
recurso en este curso es la persona íntegra del consultor, la del consultante y la transformación que toma
lugar en ellos y entre ellos.
Finalmente, no podemos empujar o asegurar un proceso, podemos no interferirlo al participar abierta y
honestamente en él y ponernos a su servicio. Entonces ese curso nos utilizará como sus recursos vivientes
y creativos.
---¿Cuál es, entonces, el lugar de lasa técnicas en esta aproximación?
—En la consulta centrada en la persona no sólo desplegamos modalidades de operatoria técnica, sino que
lo hacemos con un sentido muy preciso. No para alcanzar fines predeterminados, no para decodificar
verdades latentes o ajustar conductas inadecuadas. Nuestra concepción de la vida como dinámica
autogenerativa, auto organizativa es diferente del envejecido paradigma mecanicista-objetivista-
determinista, con su modelo de causalidad lineal. Nos interesa una modalidad de intervención por
resonancia, a la manera de un acoplamiento o asociación rítmica que no busca suscitar un cambio, porque
el cambio, o mejor la transformación ya está disponible, está ahí pero bloqueada. Nuestra intervención
quiere facilitar, colaborando en retirar las barreras que impiden la acción organísmica espontánea, la
expresión íntegra, congruente y característicamente personal. Por todo ello nos interesa la utilización de la
técnica como posibilidad expresiva, amplificadora, comunicadora de la experiencia vvivida en el aquí y
ahora del encuentro. Nos interesa la técnica como expresión de las actitudes vividas en la relación tanto
por el consultante como por el consultor. No nos interesa un "hacer técnico" para modificar otro hacer
considerado inadecuado, o peor aún, para modificar un ser "fallado" al que habría que reparar
mecánicamente, sino dejar lugar al ser que pueda expresarse en un accionar, en un hacer, según sus
propias direcciones. En el ACP existe un modo muy preciso y eficaz de operar de acuerdo con estas
preferencias. Se llama reflejo.

SE TRATA MÁS BIEN DE SER, DE SER PARTE DE LO QUE AHÍ PASA PRÓXIMO AL OTRO,
TODO LO CERCA QUE NOS PERMITAMOS, TODO LO PRESENTES QUE PODAMOS
VIVIRNOS.

—¿Cómo definirías el reflejo?


—Es escuchar lo que es, con interés, y afirmarlo como experiencia vivida. Recordaría lo que dice M.
Kinget: el propósito de nuestra intervención es operar como resonadores, participando de la experiencia
inmediata vivida por el consultante, y no más. La experiencia es un "experiencing", ese flujo constante
de! cual surgen en todo momento nuevas significaciones. Y el reflejo es esa manera de no detener el flujo
sino de asociarnos con él, de estar en sincronía, en resonancia con el fluir que el otro es a cada instante y
que nosotros también somos.
Es una modalidad muy sencilla, que en manos virtuosas puede operar milagros porque no atenta contra el
milagro que la vida es en ese preciso instante. De la guitarra de un músico verdaderamente entregado no
ya a "tocar" música, sino a convertirse en, a "ser" música, brota la maravilla que nos compromete y'
alcanza la totalidad de nuestro ser. De la guitarra de quien no se entrega salen ruidos o interferencias, No
hay presencia: hay abstención, ausencia. Se oye mucho hablar del reflejo como si fuera un retenerse, un
frenarse, un inhibirse, un callarse, en la suposición de que si el consultor se calla el consultante expresará.
No es así, si el consultor se calla, el consultante lo seguirá en ese callarse y no se entregará
Esto viene de malentender lo que es la aceptación o validación incondicional, la cual, primeramente, no se
refiere a la conducta sino a la experiencia, y luego no consiste en una negación para que pase algo que
"'debiera pasar", sino en la más estricta afirmación de lo que es y lo que pasa, con su propia movilidad
transformativa. No se trata, pues, de callarse, se trata de algo muy diferente: de estar en el silencio, vacío
de juicio, comparaciones, referencias, finalidades, expectativas, de todo ese parloteo que constituye
normalmente la actividad del Yo, del sí mismo, del controlador que se aparta de la experiencia para
consolidar una imagen fija de nuestro ser móvil.
Por todo esto, es absurdo proponerse "hacerle reflejos" al consultante; dejemos que se manifieste con el
brillo u opacidad que su experiencia tenga, y dejemos que, en nosotros, nuestra experiencia de estar con él
nos haga saber qué está pasando ahora, aquí, y compartamos sin miedo esto con él. De lo contrario, la
pretensión de reflejar no es otra cosa que hacer violencia en nuestra experiencia primero, y en la del
consultante después: exactamente lo opuesto del respeto genuino que declaramos considerar. Esto mismo
hizo que Rogers dejara de hablar sobre el reflejo y las técnicas para enfatizar la importancia de las
actitudes vividas en la relación. Sucedió cuando quisieron imitarlo, repetir la cascara de la fruta sin tener
jugo dentro y, como consecuencia, el proceso se detenía, la ayuda no fluía, siendo que este es justamente
el sufrimiento del consultante: la congelación y detenimiento de su existir como flujo transformativo.
No podemos hacer reflejos, sino hacemos reflejo, volvernos reflejo al soltar ese espejo incompleto de
nosotros mismos, nuestra imagen, nuestro Yo, y dejar de anteponerlo entre nosotros y el otro. Esa es
nuestra transformación persona], y el consultante puede ayudarnos también, si nos abrimos a entrar en su
experiencia.
NO HAY TRANSFORMACIÓN SIN VIVIR LA PRESENCIA DE LO QUE AHORA SOMOS Y CÓMO
ESTAMOS, SIN EXPERIMENTAR EL CONTACTO GENUINO, SIN CONFIAR ACTIVAMENTE EN
EL PODER TRANSFORMATIVO DE LA EXISTENCIA.

—¿Cómo definirías ACP?


—Carl Rogers dijo alguna vez: "Es primeramente un modo de ser que encuentra su expresión en actitudes y
conductas que crean un clima promotor de crecimiento. Una filosofía básica, más que simplemente una técnica o
método. Cuando esta filosofía es vivida ayuda a la persona a expandir el desarrollo de sus capacidades. Si el terapeuta
vive estas condiciones en la relación, deviene un compañero del cliente en su viaje al corazón de sí mismo". Es un
acercamiento, un aproximarnos, un aprojimarnos, un volvernos próximos-prójimos, un volvernos únicos, propios y
disfrutar de esto, para lo cual necesariamente nos necesitamos unos a otros; dado que es en la reciprocidad
interpersonal y con la totalidad del mundo donde podemos caracterizarnos y enriquecernos y descubrir nuestro ser.
En inglés, to approach es "ir hacia", moverse en dirección hacia, acercarse, sin pretender agotar, cerrar un suceso, una
cuestión, y es un ir' siendo parte de eso a lo que nos acercamos para captarlo o vivirlo desde cerca, desde adentro.
Lo más verdadero que nos es posible es este ir yendo, este estar siendo, este seguir fluyendo como la experiencia
misma. Y esta es la filosofía en Rogers y el ACP, porque -aprovechemos para decirlo-, si bien no es un "sistema
filosófico", es, como el taoísmo, una sabiduría en movimiento, y es filosofía como amor a la sabiduría, o sabiduría
que es amor y no acumulación de conocimientos. Es la sabiduría de poder ser parte del flujo transformativo de la
existencia, sin resistiría, y sí, en cambio existiéndola.
Podemos ya ir soltando aquella fiíosofía-psicología del sujeto-yo-sí mismo como centro del mundo y pretensión
codiciosa de dominio y control. Porque ella y no otra cosa es lo que se opone en nosotros y nos impide "aceptar",
"comprender empáticamente", "ser congruentes" y "confiar en la tendencia transformativa".
La filosofía y la teoría centrada en la persona, no es entonces una teoría y pensar de las sustancias fijas y objetivas,
como estamos acostumbrados a concebir el mundo y a nosotros. No es pretensión de explicar objetivamente y desde
afuera: es intención, e intención de implicarnos, de darnos cuenta de nuestro propio ser en el mundo y de nuestro
estar como presencia, antes de toda juiciación y prejuiciacíón. Es la incondicional afirmación de que el acto de existir
es acto de presencia incondicional.
El ACP para mí es una filosofía radical, subversiva y conversiva. Propone librarnos del prejuicio mayor, el más obvio
y por eso más fundante: la creencia de que somos ese revoltijo ruidoso y parloteante de toda clase de creencias,
mandatos y deberes sobre lo que se debe ser para que este "orden" mundial pueda seguir ahogándonos y que en
nuestra "intimidad" solemos llamar "yo mismo".
El ACP nos ofrece condiciones-descondicionantes para centrarnos como personas, es decir, como resonancias del ser,
que es lo que es, o sea transformación. Y esta es la afirmación básica y el pilar que sostiene todas las construcciones
del ACP, y fuera de la cual ninguna tiene sentido, ni las actitudes ni el reflejo, ni nada. La afir mación es: ''Podemos
confiar, podemos entregarnos (no "creer en", no "tener fe en") a lo que somos, porque no somos esto o aquello, no
debemos ser así o asá; antes de todo ese ruido, está la tranquilidad. Somos, ya estamos aquí, no tenemos que ir a
ninguna parte ni ser otros, porque !o que somos no podemos dejar de serio, a menos que querramos la locura y la
normalidad. Somos, ¿qué somos?, ¿quiénes somos? Personas, ¿y eso? Es sonido, vibración, energía, resonancia del
ser incondicional, cuya manifestación es ser transformación, eterna (intemporal) creación, construcción y
deconstrucción de formas que contiene ahí mismo su propia significación. No hay la forma final, aprobada,
concluyente, última. La existencia es, y es ahora, pero es in-finita, ahí está la plenitud, ya hemos llegado a casa, ahora
descansemos, aflojemos, no es necesario forzar. Somos fuerza, poder (no omnipotencia ni impotencia de pequeños
yoes individuales, grupales o de corporaciones) : somos poder, capacidad de afirmación, de realización, de expresión
(de ex -prisión). Somos libertad, creatividad, somos vida junto a toda forma de vida.
El ACP, y toda práctica que lo encarne -Counseling, psicoterapia, facilitación grupal, etc.- es, entonces, centrarse en
la transformación. Y es, si se quiere, una descripción tras-personal, de la experiencia de ser personas.

También podría gustarte