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El arte como símbolo, fiesta y juego - Claudia Susana Díaz

Hans- Georg Gadamer, destacado filósofo contemporáneo, nos plantea en La actualidad de lo


bello los conceptos de símbolo, juego y fiesta para interpretar, desde una visión antropológica,
cuál es la función del arte, tanto en el marco de la tradición como en el de la modernidad...

El arte como símbolo, fiesta y juego

(Buenos Aires) Claudia Susana Díaz

“La creación de algo nuevo no se logra con el intelecto, sino por el instinto lúdico que actúa desde
una necesidad interior. La mente creativa juega con los objetos que ama.”

C. G. Jung.

Hans- Georg Gadamer, destacado filósofo contemporáneo, nos plantea en La actualidad de lo


bello los conceptos de símbolo, juego y fiesta para interpretar, desde una visión antropológica,
cuál es la función del arte, tanto en el marco de la tradición como en el de la modernidad.

Símbolo es una palabra técnica de la lengua griega que significa tablilla de recuerdo (tessera
hospitalis de los latinos). Tablilla, que partida en dos, se repartía entre el anfitrión y el huésped,
para que con el paso del tiempo y en ocasión de un nuevo encuentro, puedan reconocerse como
antiguos conocidos juntando las dos mitades.

En la experiencia simbólica lo particular se presenta como un fragmento de ser que promete


complementar en un todo íntegro al que se corresponde con él.

Lo simbólico abreva en un juego de contrarios, de mostración y ocultación; lo universal presente


en lo particular. Lo simbólico no nos remite al significado, es el significado.
Una obra de arte implica la presencia de una ausencia, por lo tanto podemos decir que es
inacabada, siendo nosotros como espectadores los encargados de completarla. Una verdadera
obra de arte nos inquieta y provoca cuestionamientos. Aporta problemas, no soluciones. Esa
característica de obra abierta va a dar lugar a diversas interpretaciones, a una multiplicidad de
experiencias estéticas, ya que una imagen puede aludir a muchos conceptos tanto desde la
observación del espectador como desde la misma representación. La significatividad inherente a lo
bello del arte, de la obra de arte, remite a algo que no está de modo inmediato en la visión
comprensible como tal. Se puede hacer un acercamiento de lo simbólico con lo que desde un uso
clásico llamamos alegoría: se dice algo diferente de lo que se quiere decir…La obra de arte no debe
ser mera expresión sino remitirnos a eso otro que sucede y está dicho de múltiples maneras. Sería
loable pensar la experiencia del arte como aquella en la cual la obra de arte no sólo remite a algo,
sino que en ella misma está presente propiamente aquello a lo que se remite.

La fiesta va ligada a los términos de comunidad, congregación, actividad, comunión, no exclusión.


La fiesta es para todos, es una celebración. En el caso de la experiencia artística hay una intención
que une a todos, sin diálogos sueltos o vivencias individuales. En la fiesta se suprime toda
representación de una meta hacia la cual dirigirse, la fiesta esta ahí siempre y en todo momento.
Una particular experiencia del tiempo es afín a la fiesta y al arte. En el tiempo ordinario, cotidiano,
el del ajetreo, siempre hay algo previsto para hacer o llenarlo. Cuando hay fiesta, ese rato o
momento está lleno de ella. En la fiesta no hay que llenar el tiempo vacío sino a la inversa: el
tiempo se ha vuelto festivo. La fiesta es un tiempo fuera del tiempo, ofrece tiempo, lo detiene,
invita a demorarnos. De igual manera una obra de arte es una celebración, tiene su propio tiempo.
Debemos aprender a demorarnos en la obra de arte de un modo específico, elocuente, múltiple.
Cuanto más nos sumerjamos más ricamente se nos manifestará.

Así como el juego es una función elemental de la vida humana Gadamer sostiene que hay una
tendencia innata del hombre al arte.

El juego implica movimiento que no tiende a un final o meta, sino al movimiento en cuanto
movimiento. Así también la obra de arte es dinámica, en constante proceso de construcción y
reconstrucción. La obra nunca ha sido sino que es, en continua transición, tanto para el artista
como para los receptores. La obra producto del juego deja siempre un espacio de juego que hay
que rellenar. Lo estético del arte es esta posibilidad de relleno, nunca acabado, del espacio del
juego.

El juego es un hacer comunicativo, se diluye la distancia entre el que juega y el observador ya que
éste no es mero contemplador sino que participa de la experiencia lúdica. Jugar es siempre jugar
con. Una de las características del arte moderno es anular la distancia entre el público y la obra.
Sólo habrá una recepción real de la obra para aquél que realiza una experiencia artística activa y
realiza un trabajo propio o sea para el que juega con. La obra de arte interpela, hay un desafío que
emerge de ella y espera ser correspondido. La respuesta sólo puede ser dada por aquel que acepta
el desafío y produce una respuesta activa colocándose en el papel de co-jugador o sea formando
parte del juego. El arte es un juego muy particular, serio, con reglas, en el que la obra deja al
receptor un espacio que tiene que rellenar. Tanto en las obras de arte tradicionales, como en las
creaciones modernas siempre hay un trabajo de reflexión, un movimiento hermenéutico.

Leer una obra implica un acto sintético, un reunir o juntar partes, descifrar. Es un continuo ser-
activo-con. La identidad de la obra que invita a esa actividad, no es una identidad arbitraria, sino
que es dirigida y forzada a insertarse a un determinado esquema para todas las realizaciones
posibles. Al final de esa actividad de construcción del cuadro como tarea, el todo converge en la
imagen del cuadro haciéndose presente el significado evocado en él.

Gadamer, por lo expuesto, aconseja alejarse de la obra como algo cerrado o consolidado, para
abordarla como algo en un constante ser, en continua transición tanto para artistas creadores
como para los receptores. Lo estético que proporciona el arte es esa posibilidad de relleno, nunca
acabado del espacio del juego.

(c) Claudia Susana Díaz

Bibliografía

Gadamer, Hans-Georg. La actualidad de lo bello. Ediciones Paidós. 1ª edición en la Argentina,


1998. 1ª reimpresión, 2003. Buenos Aires.

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