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Capítulo 1: Lo que nos cuenta el bosque

En un lugar con mucha vida, con un buen aire, donde los mares más callados abrazan los oídos de
todos los seres que habitan en este bosque tan puro. Bosque que cuidadosamente mantenía a una
futura madre, donde ella, y gracias al destino de la naturaleza, aún mantiene sanos en sus entrañas
a unos pequeños niños. Santos sean los privilegios que estas crías tendrán al abrir sus ojos.
Pero, ¿De qué tipo de madre hablamos, o que clase? Pues, esta hembra es una osa, con el carácter
más tranquilo, con el pelaje canela y rizado, que le darían una apariencia más amable. Con los ojos
despiertos y alertas, que cualquier otra madre en estos tiempos, no lo tendría.
Situada en los más lejano y profundo del bosque, viviendo en una cueva alrededor de tres
montañas, la madrecita paso una vida solitaria. Los olores rancios, algunos ruidos fuertes y el
estrés, la llevaban a un momento de su vida donde ella estaba acompañada, una pareja que está
aprendiendo a olvidar.
-O quizás, deba aprender a vivir con ese recuerdo.- pensó la osa, cuyos ojos se preparaban para
descansar.
Y es así como decayó la luna. Las tres montañas que acompañaban su cueva, su dulce hogar,
estaban dibujando una gran sombra por la cual la taparían y la harían invisible ante cualquier ser.
Bestia contra bestia, hombre contra hombre; pueden dar los mismos resultados, pero resultados
que quizás beneficien o perjudiquen a su especie. La osa soñó con esos factores, ya que se sentía un
aroma amarillo por el alba, un color de abeja que se podía percibir en estos últimos tiempos lejos
del hogar de la madre, por la cual la hacían despertar de vez en cuando.
Es así como una luz, en medio de una luna llena, se proyectaba cerca del hogar de la osa. Ella tímida
e impotente se oculta en lo más profundo de su penumbrosa cueva. Estas luces hacían temblar la
tierra, un temblar que le llegaban al corazón de la hembra, y que está deseara que sus crías
nacieran rápido.
El cielo, los árboles, el suelo y los mares. Se pusieron en un indeciso calmo. Las aves migraban,
sabían que el ser superior ya no era tan compasivo ni con su propia especie.
Como ratones y ardillas, se comunicaban que el ser supremo ya no era como antes. Estos roedores
vieron como esa especie cambiaba su entorno, su forma de vivir la vida. Eran capaces de hacer
cosas grandes, y que a la vista de un pequeño mamífero era como si de un rey del mundo hubiera
impuesto orden y un poco de caos en esta vida. Eran tiempos donde había un mundo más
excéntrico y un tanto puro para cualquier especie.
Pero como cualquier cosa, todo tiene un cambio drástico. Hubo una reunión, en una madriguera de
un árbol, por parte de una ardilla roja para hablar del tema.
-Como podrán notar, nuestro ratón se fue solo a la ciudad -Hablo una ardilla.
Hubo quejas y palabrerías en la madriguera.
-Solo hagan silencio, miren lo que traje- Hablo el ratón.
Había traído un periódico que lo tenía en su cola, lo expandió por toda la sala y explico del futuro
peligro que se avecinaba.
-¿Eso quiere decir que traerán esas máquinas hasta acá?- Una ardilla de rayas dirigió la palabra.
-Es posible que lo hagan y traerán pues….- el ratón pensaba en las palabras que los seres
superiores tenían-¡Ya me acorde! Sus armas y esas cosas.
Hubo murmullos, algunas quejas y un miedo que fue calmándose de a poco.
-Al menos sé que no vendrán a casarnos, por qué no lo hacen de hace tiempo- La ardilla roja calmo
la situación- Dime, ¿Cómo estaba la ciudad?
-Pues. -el ratón comparaba el pasado con el de ahora-un poco más triste señor.
-Especifique.
-Bueno-el ratón se sentó como lo haría una persona-Como sabrán, tengo memoria de mis
antepasados sobre la gran ciudad. Decían que el sol atraía a más humanos al lugar. Y ahora solo veo
gente tirada y fría en el suelo, los…-Pensando en las palabras de las personas- “vehículos” estaban
en ruinas; los hogares, quemados y abandonados. Y los pocos humanos que rondan tienen un
aspecto peculiar.
-¿Peculiar?
-Sí, ahora son más tímidos, no suelen mostrar sus rostros. Están todo el tiempo alertas y más
nerviosos de lo habitual.
Como ardillas y ratones presentes, todos andaban muy inquietos, hablando y opinando sobre la
información que el ratón había dicho, otros estaban llorando. Pensaban que el humano iba a hacer
el ambiente más agradable en el futuro, pero los llantos eran de la pena que las personas hayan
tomado un camino más destructivo.
-¡Silencio!-Exclamo la ardilla roja-Puede que los humanos lleguen por estos bosques en un largo
tiempo, no hemos avistado por el momento a ninguno, así que…
-¡Pero llegaran en cualquier momento!-Grito un roedor en la multitud.
-¡Estarán aquí! ¡Debemos irnos!- Grito otro.
-¡Por favor!- Siguió reprendiendo la ardilla roja-No podemos tomar una decisión de manera
precipitada. Debe ser muy bien planificada, por el momento debemos estar calmados.
Hubo un silencio momentáneo, los roedores siguieron comentando sobre la situación y otros
planificaban una futura migración.
-¡Y tú!- Y señalando al ratón que trajo la información- No te acercaras a la ciudad por un buen
tiempo.
-¡¿Qué?!- El ratón estaba impactado- Pero debemos tener más información, no podemos
quedarnos con solo esto.-Hablaba mientras agitaba el periódico.
-Dije que no, eres el único que sabe entender este lenguaje, no podemos perderte.
Algunos roedores estaban a favor, otros en contra de las palabras de la ardilla. Era debate puro y
planes que servirían para sobrevivir en los próximos inviernos que se avecinaban. Se venían días
que no dejarían en paz a los animales más puros, ni a los que van a nacer y ni a los que van por
haber.

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