Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TESIS POLÍTICA
19831
Presentación
Los diversos pueblos que habitamos esta tierra, a pesar de tener diferentes
lenguas, sistemas de organización, concepciones del mundo y tradiciones
históricas, estamos hermanados en una lucha conjunta y permanente. En
primer lugar, hemos sufrido por igual los efectos de la dominación colonial
impuesta por los españoles y por las clases dominantes republicanas, que nos
han sometido siempre a una situación de discriminación y nos han convertido
en ciudadanos de segunda clase. Esto se aplica también para muchos
trabajadores del campo y las ciudades que han perdido, a través del mestizaje,
la castellanización y la aculturación, sus raíces culturales propias, pero que
también son víctimas de la mentalidad colonial dominante. Porque todos somos
oprimidos, tenemos una causa común de liberación.
NUESTRA HISTORIA
Esta situación, sin embargo, no fue vivida pasivamente por nuestros pueblos.
Nuestra historia es la historia de una lucha permanente y tenaz contra nuestros
dominadores. Siempre, desde el momento que pisaron nuestras tierras los
conquistadores, los aymaras, qhechwas, tupiguaraníes, ayoreodes y todos los
pueblos nacidos en estas tierras nos hemos levantado contra la injusticia y por
nuestra liberación.
Los grandes movimientos libertarios de 1780-81 sacudieron los cimientos del
dominio colonial y demostraron que el poder colonial no era invencible. Por eso
consideramos que los verdaderos libertadores del dominio colonial fueron
Tomás, Dámaso y Nicolás Katari en la zona potosina, Tupak Amaru y Micaela
Bastidas en la zona cusqueña, AndrésTupak Amaru y Gregoria Apasa en los
valles del norte de La Paz y Tupak Katari y Bartolina Sisa en el Altiplano. La
semilla de liberación de las luchas kataristas descendió de la cordillera de
Apolobamba y se extendió también hacia los llanos orientales. En 1804, un
indio de los llanos llamado Pedro Ignacio Muiba, acompañado del cacique de
Loreto Estanislao Tilila y el de San Pedro, Manuel Maraza, desconocieron a la
autoridad del gobernador español, declarando la libertad de aquellos que se
encontraban como esclavos de aventureros carayanas que habían hollado
nuestra tierra y quitado la libertad a sus verdaderos dueños naturales.
La reforma agraria de 1953, que ha sido utilizada como bandera política por los
partidos que se creen salvadores del país, fue desvirtuada por el esquema
individualista de parcelación de tierras y el fomento al minifundio improductivo.
Con la llamada reforma agraria, culminó un largo proceso de fragmentación de
nuestras formas organizativas comunitarias. Por otro lado, vemos el
fortalecimiento de nuevos grandes propietarios de tipo agro-industrial y
ganadero en el oriente boliviano, que explotan inmisericordemente a una masa
de trabajadores zafreros, cosechadoras de algodón, peones agrícolas, etc., y
que son favorecidos con toda clase de ventajas desde el Estado. A muchas
zonas ni siquiera ha llegado la reforma agraria. Los latifundistas han seguido
explotando a peones sirionós, ayoreode, chiquitanos, guaraníes, etc., bajo
sistemas y métodos coloniales
Durante esos años, sin embargo, nuestra resistencia clandestina prosigue para
enfrentar medidas antipopulares de la dictadura, como la devaluación de 1972
y el alza de precios de enero de 1974. En rechazo a estas medidas, 20.000
hermanos qhechwas de Cochabamba alzaron su voz de protesta, utilizandoun
nuevo método de lucha: el bloqueo de caminos. Pero son violentamente
reprimidos .por el ejército en la masacre de Tolata, Epizana y Melga. Esta
masacre desenmascaró los verdaderos fines del pacto Militar Campesino. La
sangre de nuestros compañeros caídos en Tolata ha manchado definitivamente
a nuestros enemigos, y al mismo tiempo ha fertilizado el camino de nuestra
liberación. Así es cómo en plena etapa represiva, los campesinos logramos
poner en pie nuestra organización, desconociendo a los coordinadores y,
caciques mantenidos a sueldo por el régimen fascista, cuando el 15 de
noviembre de 1977, en una concentración masiva realizada en Ayo-Ayo,
nuestros dirigentes elegidos en Potosí en 1971 reasumieron la conducción de
nuestro máximo organismo sindical. Desde entonces, todos los intentos por
resucitar el Pacto Militar Campesino han fracasado estrepitosamente frente a
este nuevo sindicalismo combativo y unitario.
Durante toda esta trayectoria de lucha vimos que nuestro movimiento sindical
formaba parte de una lucha más amplia de todos los oprimidos de Bolivia.
Constatamos que con los hermanos mineros fabriles, constructores, no
solamente nos unen relaciones de solidaridad de clase, sino también raíces
históricas y culturales comunes, y la lucha contra los mismos enemigos. Por
ello, emprendimos la tarea de afianzar nuestras relaciones con la organización
matriz de los trabajadores de Bolivia. Este proceso culminó con el Primer
Congreso de Unidad Campesina realizado el 26 de junio de 1979.
“He retornado para continuar la lucha de nuestro pueblo y para seguir los
pasos de Tupak Katari”.
Por todas estas razones, nuestra lucha continuará hasta lograr nuestra
liberación definitiva, defendiendo nuestros principios de independencia sindical
y política y fortaleciendo nuestra unidad en tomo a la CSUTCB y a la COB.
En primer lugar, vemos qué nuestros opresores han intentado por diversos
medios un despojo sistemático de nuestra identidad histórica. Trataron de
hacernos, olvidar de nuestros verdaderos orígenes y reducirnos solamente a
“campesinos”, sin personalidad, sin historia y sin identidad. Sin embargo, toda
nuestra historia nos demuestra que hemos sabido resistir a esos intentos. En
esta lucha de liberación hemos mantenido nuestra personalidad de aymaras,
qhechwas, cambas, chapacos, tupiguaraníes, etc., y hemos aprendido que
podemos alcanzar nuestra liberación sin perder nuestra identidad cultural y
nacional, sin avergonzamos de lo que somos y levantando en alto la restitución
de nuestra dignidad.
En tercer lugar, nuestra historia nos demuestra que hemos tenido la capacidad
de adaptar y renovar nuestros métodos de lucha, sin perder por ello la
continuidad de nuestras raíces históricas. Por ejemplo, hemos adoptado la
organización sindical sin olvidamos de nuestros mallkus, kurakas y de
nuestrasformas propias de organización. No necesitamos líderes ajenos.
Tenemos los nuestros como los hermanos Tomás Nicolás y Dámaso Katari,
Tupak Katari, Pablo Zárate Willka, Apiyawaiki Tumpa, Bartolina Sisa, Tupak
Amaru, Micaela Bastidas, Santos Marka T’ula, Florencio Gabriel, Pedro Rivera,
Facundo Olmos, Macedonio Layme, Pedro y Desiderio Delgadillo y todos los
combatientes que lucharon y ofrendaron sus vidas por nuestra liberación.
En cuarto lugar, nuestra historia nos enseña que nuestros pueblos fueron
capaces de organizar una sociedad donde no se conocía hambre ni explotación,
donde los gobernantes no llegaban al poder a robar ni a aprovecharse. Esas
grandes civilizaciones desarrollaron un alto conocimiento y productividad en el
campo agrícola, ganadero, en obras de ingeniería, orfebrería, industria textil y
metalurgia. A partir de la conquista española, todo ese conocimiento
desarrollado a lo largo de siglos fue ignorado y destruido hasta que hoy hemos
sido reducidos a vivir en condiciones de hambre, escasez y explotación. Por eso
es una necesidad recuperar y actualizar ésos conocimientos científicos,
combinándolos con los avances tecnológicos modernos para construir una
sociedad de alto nivel productivo pero sin hambre ni explotación.
En quinto lugar, nuestra historia nos enseña quienes son nuestros enemigos.
Una minoría se ha adueñado de la dirección y, organización de nuestro país: en
la colonia fue una oligarquía española de encomenderos, curas, corregidores,
propietarios de tierras y de minas; en la república fue una oligarquía criolla de
terratenientes, mineros, comerciantes, industriales, banqueros y militares. En
los últimos años esta oligarquía se ha renovado disfrazándose con lenguajes
populistas y seudoizquierdistas para usurpar la representación de las mayorías
y mantener sus privilegios. Hay, pues, enemigos que se ven, y que son los
explotadores capitalistas y nuevos ricos que viven de nuestro trabajo, pero
también hay enemigos encubiertos que cambian de piel como el camaleón y
que son producto del sistema capitalista-colonial en que vivimos.
Finalmente, hay también un enemigo que no vemos con los ojos. Es el Estado
que canaliza los intereses neocoloniales e imperialistas a través de sus
múltiples mecanismos de dominación. A veces esos mecanismos son
represivos y violentos; a veces son sutiles y domesticadores. Pero en todo caso,
es toda esa estructura de poder la que hay que cambiar y no solamente los
gobiernos que la dirigen.
Por eso debemos decir basta de estar manejados por la misma casta
dominante que habla, piensa y hace en nuestro nombre, y que es la que
controla tanto el gobierno como el Estado. Ya es hora de retomar nuestro
propio camino de liberación y no ser más la escalera política de los mandones
de turno de la rosca, ni de los roscawawas.
Finalmente, nuestra historia nos enseña que podemos desarrollar una lucha
unitaria de todos los oprimidos del campo, pero respetando la diversidad de
nuestras lenguas, culturas, tradiciones históricas y formas de organización y de
trabajo. Debemos decir basta a una falsa integración y homogenización cultural
que pretende despersonalizarnos a través de la castellanización forzosa, la
aculturación y la alienación. La CSUTCB debe convertirse en expresión cada
vez más fiel y unitaria de esta diversidad. Esta consigna tiene también
proyecciones en el plano político. Nuestra lucha tendrá que orientarse a que
esta diversidad se exprese en todos los ámbitos de la vida nacional. Porque no
queremos parches ni reformas parciales, queremos una liberación definitiva y
la construcción de una sociedad plurinacional y pluricultural que, manteniendo
la unidad de un Estado, combine y desarrolle la diversidad de las naciones
aymara, qhechwa, tupiguaraní, ayoreode y todas la que la integran. No puede
haber una verdadera liberación si no se respeta la diversidad plurinacional de
nuestro país y las diversas formas de autogobierno de nuestros pueblos.
Pero esta democracia sindical fue desvirtuada en cuanto el MNR subió al poder,
porque empezó a organizar desde arriba los sindicatos campesinos para que
sirvan al gobierno de escalera en beneficio de cada líder o grupo. Esta
manipulación civil abarcó todo el gobierno del MNR (1952-1964), y durante los
gobiernos militares la manipulación civil se convirtió en manipulación militar a
través del Pacto Militar Campesino (1964-1978).