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CLÍNICA DEL

DESAMPARO, O
WINNICOTT CON
LACAN [1]
_Juan Mitre

Hay una clínica del desamparo. O más bien, una


clínica de los efectos del desamparo. Se trata –para
decirlo de un modo simple– de la clínica de aquellos
sujetos que no han contado con un Otro que "los
cuide". Sujetos que se han constituido a partir de un
Otro del maltrato (ya sea un Otro excesivo en su
presencia o en su ausencia). Se trata de niños que han
sido abandonados, que han caído del Otro. Niños y
adolescentes que "han llegado al final del camino".
[2]
Los efectos de ese "desamparo" (que hay que situarlo
bien en cada caso, es decir, cuáles son los nombres
del desamparo para cada uno) es lo que se
diagnostica como trastorno antisocial, como
patología de la conducta. Si somos freudianos,
podemos decir que las marcas del desamparo ponen
en marcha la repetición, y que la repetición –también
en estos casos ¿por qué no? – es un modo de
recordar, aunque muchas veces, un modo "salvaje"
de recordar.
A esos "trastornos de conducta" conviene suponerles
un texto, conviene suponer que en esas marcas (a
veces en lo real del cuerpo) hay un texto a ser leído,
un texto a producir. Pero también la llamada
"conducta antisocial" (impulsiones de todo tipo) es
un modo de defensa ante la angustia.
Es habitual que esos niños y adolescentes se hagan
rechazar, que se presenten "feos, sucios y malos", o
de alguna otra forma que sea "insoportable" para el
Otro. Pero de lo que allí hablan con su
comportamiento y con su cuerpo es del rechazo del
Otro primordial, de algo que se inscribió en ellos
como rechazo.
Lo problemático –y lamentable– es que las
instituciones asistenciales tienden a repetir ese
rechazo, a "re-inscribir" ese rechazo ratificándolo, e
incluso reforzándolo. "No soportan" a esos chicos y
los expulsan (a veces a las expulsiones se las llama
derivación o traslado)
 

La posición de Winnicott
Pareciera que los valiosos desarrollos al respecto de
Donald Winnicott se han olvidado. Su
libro Deprivación y delincuencia[3] es fundamental
para orientarse en esta clínica.
El creativo psicoanalista inglés fue psiquiatra
consultor en el plan oficial de evacuación de personas
de la Segunda Guerra Mundial, lo que lo llevó a
trabajar en albergues destinados a niños que no
podían vivir en hogares comunes. Esa experiencia lo
lleva a teorizar sobre los niños que sufren una
deprivación en su infancia, y sobre las
manifestaciones clínicas que ello tiene. Y también –
lo que nos interesa sobre todo– a pensar acerca del
tipo de tratamiento posible. Los desarrollos de
Winnicott implican –a mi juicio- también una política
ante la alteridad, lo que es toda una posición.
Al desamparo Winnicott lo llama "deprivación". Los
trastornos de conducta son las manifestaciones
clínicas del trastorno antisocial, y la tendencia
antisocial surge de una deprivación sufrida en la
infancia. Explica que en la base de la tendencia
antisocial hay una "buena experiencia temprana" que
se ha perdido, y que el niño ha tenido la capacidad de
percibir que la causa del "desastre" (determinado
caos) radica en una falla ambiental.[4]
Hace un señalamiento interesante para pensar la
cuestión del diagnóstico en estos casos: dice que el
grado de madurez del yo que ese tipo de percepción
posibilita (que hubo una falla ambiental) hace que se
desarrolle una tendencia antisocial en vez de una
psicosis[5]. Y por lo tanto, como el niño ha tenido
esa percepción de falla ambiental, es el ambiente el
que debe proporcionar una nueva oportunidad. O sea
que el niño tiene registro de que perdió algo que
venía funcionando, ha perdido algo que -para él– era
bueno.
Entre los síntomas antisociales típicos, Winnicott
sitúa la voracidad, el robo y el causar fastidio. Quien
haya trabajado en instituciones con niños y
adolescentes internados, o haya tenido acceso a esa
clínica, no tendrá dudas al respecto. Podríamos
agregar a esos síntomas típicos el consumo de
sustancias, pero muchas veces también el consumo es
un modo de causar fastidio.
Winnicott sostiene que el tratamiento indicado para
la tendencia antisocial no es el psicoanálisis. Esta es
una perspectiva que por supuesto hay que matizar, o
más bien, tratar de entender qué está diciendo con
eso.
Consideraba que el método terapéutico adecuado
consiste en proveer al niño de un cuidado que él
pueda redescubrir y poner a prueba[6], ayudarlo a
que vuelva a tener "confianza" en el ambiente. Se
trata de que el ambiente ahora "sobreviva" al embate
antisocial, y donde el sujeto pone a prueba el
andamiaje, la estructura, la institución; pone a prueba
al Otro. Que el Otro –esta vez– sobreviva. Por eso
dice que la palabra clave no es "tratamiento" o
"cura", sino "supervivencia".[7] Incluso dice
Winnicott que cuando el sujeto comienza a tener
confianza nuevamente (lo que es un logro) despedaza
las cosas para estar seguro de que el andamiaje
aguanta.
Esa es la dimensión del tratamiento (tal vez la más
importante) que quiere acentuar Winnicott al referirse
a que el psicoanálisis no es el tratamiento adecuado
para la tendencia antisocial. Sostiene, más bien, que
son fundamentales intervenciones en el ambiente.
Interviniendo sobre el ambiente se puede intervenir
también –si esa intervención está bien orientada–
sobre la realidad psíquica o el fantasma. Aquí es
donde importa pensar qué tipo de dispositivos se
utilizan para tratar determinadas problemáticas. Si
son dispositivos creados en función de la
problemática en cuestión, o si se pretende en cambio
adaptar el caso a dispositivos que no están
preparados.
En este sentido es crucial el funcionamiento de las
instituciones que alojan a estos sujetos; sean hogares,
hospitales, casas de medio camino, incluso familias
sustitutas o adoptantes. Cabe preguntarse al respecto
si realmente tal o cual institución se muestra
confiable, si es capaz de alojar lo bueno y lo malo del
sujeto, si soporta que la fastidien, si puede perdurar
para ese sujeto en el tiempo y no ratificar la idea de
"destino de exclusión" que en general se ha armado.
Si realmente está preparada para soportar que se la
ponga a prueba con actos de todo tipo.
Se trata –resumiendo– de que la institución pueda
soportar esta vez, que no se derrumbe; porque eso
implica para el sujeto una nueva caída del Otro.
Cabe agregar la concepción de trauma para
Winnicott. En términos tan sencillos como precisos,
dice: "El trauma significa una ruptura en la
continuidad de la existencia del individuo"[8].
 

Algunas indicaciones clínicas


Ahora, intentando articular la perspectiva de
Winnicott con la posición clínica del psicoanálisis
lacaniano, algunas indicaciones:
● No dejarse apabullar por la dureza de una
historia; hay que sostener el alojamiento de la
escucha más allá de la pregnancia imaginaria de
lo terrible.[9]
● Ubicar la responsabilidad del sujeto. No hay que
olvidar que responsabilizar restituye a alguien
como sujeto, lo corre del lugar de víctima, de un
lugar de objeto.
● Señalarle al sujeto de qué no es responsable. A
veces, es necesario señalar primero esta
dimensión para que en un segundo momento
aparezca la responsabilidad subjetiva. Tenemos
el trauma, el abandono, el encuentro con lo real,
la falla ambiental, como quiera uno llamarlo. De
todo eso el sujeto no es responsable. Después
tenemos su respuesta ante eso. La
responsabilidad implica un modo de respuesta.
Es imposible no responder, por lo tanto siempre
de la respuesta se es responsable.
● Apostar a la emergencia del inconsciente como
en cualquier neurótico. Reconocer el deseo en
juego, es decir, no abandonar la posición
analítica.
● Al mismo tiempo (porque no es una cosa o la
otra) cierto nivel de holding –de sostén, de estar,
de poner el cuerpo– es necesario.
● Soportar o sobrevivir al embate de la pulsión (es
más que maniobrar con la "famosa" transferencia
negativa).
● Ubicar con precisión el momento del desamparo
para ese sujeto (lo que muchas veces es diferente
de las ideas que tienen otros acerca de lo que ha
sido catastrófico para él).
● Ubicar también con precisión el momento previo
a la caída, donde algo bueno había, donde algo
funcionaba. Hay que saber qué es lo que se
perdió.
● Apostar a la emergencia de nuevas
significaciones, así como también es necesario
"des-totalizar" otras. Hay que ayudar al sujeto a
historizar pero teniendo en cuenta que hay que
producir equívoco, producir una nueva versión
que sitúe lo real y lo separe del fantasma.
● Pedirles sueños. Es decir, apostar al inconsciente
como defensa ante lo real.
● Ser confiable. Es fundamental y les lleva tiempo
comprobarlo. En general parten de la
desconfianza; no hay que olvidar que el Otro los
ha defraudado, y eso siempre se juega en la
transferencia. Winnicott decía que la
confiabilidad humana puede poner fin a un grave
sentimiento de imprevisibilidad que acecha en
estos casos todo el tiempo.
Para finalizar algo que decía Winnicott: "En mi
experiencia, hay momentos en que un paciente
necesita que le digan que el derrumbe, cuyo temor
destruye su vida, ya ha tenido lugar".[10]
NOTAS

1. Publicado en La adolescencia: esa edad decisiva. Una perspectiva clínica desde el psicoanálisis lacaniano,
Grama, 2014.
2. Expresión de Clarice Winnicott en la presentación de "Deprivación y delincuencia".
3. Winnicott, D. W., Deprivación y delincuencia, Paidós, Bs. As., 1990.
4. Ibíd., p. 154.
5. Ibíd., p. 154.
6. Ibíd., p. 155.
7. Ibíd., p. 263.
8. Winnicott, D. W., "El concepto de individuo sano", en Winnicott Insólito, Boushira, J. y Durieux, M-C.
(Comp.), Nueva Visión, Bs. As., 2005
9. Como dijeran Elena Nicoletti y Fabiana Rousseaux en el artículo "Psicoanalista en la trinchera donde se
enfrenta el horror", publicado en el diario Página 12, Buenos Aires, 10-6-2003.
10. Winnicott, D. W., La crainte de l´ effondrement et autres situations cliniques, París, Gallimard, 2000. Citado
por Denys Ribas en "El uso de la escisión en Winnicott", p. 170 en Winnicott Insólito, Boushira, J. y Durieux,
M-C. (Comp.), Nueva Visión, Bs. As., 2005.

Disponible en http://www.revistarayuela.com/es/004/template.php?file=Notas/Clinica-del-
desamparo-o-Winnicott-con-Lacan.html

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