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HISTORIA ORIENTADA – 2020

Prof. Nicolás N. Maisonnave

U.III: El ascenso de Juan D. Perón y los primeros dos gobiernos Peronistas (1943-1955).

“El populismo en América Latina”


Conceptos y características de los populismos

EGGERS-BRASS, T; GALLEGO, M; GIL LOZANO, F;


En: “Historia Latinoamericana 1700-2005. Sociedades, culturas, procesos políticos y económicos”; Buenos Aires, MAIPUE, 2006.
Capítulo VIII, Págs.: 246 a 248.

La expresión "populismo" se utiliza a veces con un criterio demasiado amplio y vago, haciendo referencia a todo gobierno que por sus objetivos
cuenta con el apoyo de ciertos sectores populares, o a aquellos que buscan el consenso popular con fines más o menos confesables. Básicamente, este
concepto tiene que ver con la mirada inclusiva hacia los sectores populares.

En escritos periodísticos o científicos suele utilizarse el término populismo como sinónimo de un estado interventor y asistencialista, que controla los
servicios públicos, nacionaliza empresas, alienta el proceso de industrialización a través de regulaciones, subsidios y protección aduanera, y utiliza el
gasto público para la redistribución de los ingresos. Es decir, designa a lo opuesto de la actual concepción neoliberal del estado.

Otras veces, fundamentalmente en el uso cotidiano, el término populismo aparece como la negación de los valores elementales de la democracia
representativa, al poner el énfasis en la cuestión del liderazgo demagógico, las relaciones clientelistas y la manipulación de las masas. Es decir que en
muchas oportunidades se utiliza este concepto para caracterizar a gobiernos conservadores que tuvieron el apoyo popular, para denominar a regímenes
de caudillos, e incluso a gobiernos que cuentan con el apoyo de las clases medias y sólo periféricamente de los sectores populares.
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Para el sociólogo argentino Torcuato Di Tella,

Este término se ha generalizado, sobre todo en América Latina, para designar movimientos políticos con fuerte apoyo popular pero que no
buscan realizar transformaciones muy profundas del orden de dominación existente, ni están principalmente basados en una clase obrera
autónomamente organizada (Di Tella, 1989).

En su Diccionario de ciencias sociales y políticas, este investigador enumera las características del populismo como sujeto histórico:

a) Hay un apoyo de masas movilizadas, pero aún poco organizadas autónomamente.

b) Existe un liderazgo fuertemente anclado en sectores externos a las clases obrera o campesina.

c) La vinculación entre masa y líder es en gran medida carismática.

d) Fue una experiencia típica de la etapa de sustitución de importaciones, cuando los grupos empresarios planteaban políticas divergentes a las
clases dominantes agroexportadoras, por lo que buscaron la alianza popular.

e) Las clases obreras o campesinas se movilizaron y eran numerosas pero escasamente organizadas.

f) Posteriormente a la muerte de los líderes populistas, sus partidos políticos adquirieron características más asociacionistas.

El concepto populismo hace referencia a los gobiernos de América Latina que, entre 1930 y 1960, llevaron adelante políticas de nacionalización
económica, y en cuyo discurso se enfatizaba el objetivo de promover el desarrollo con proyectos industrialistas como en los casos de México, Brasil y
Argentina, apoyándose en la movilización de los sectores populares; y el de mejorar sus condiciones sociales o laborales.

El populismo latinoamericano fue la respuesta de ciertos sectores sociales a la crisis del orden oligárquico, a partir de la gran depresión de 1930,
cuando la industria local se expandió al contraerse el comercio exterior. En este contexto de transición de una economía agraria a una economía

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industrial urbana, el populismo puede considerarse como una estrategia de cierta fracción de la burguesía industrial, cuyo modelo de acumulación
requirió de la distribución de ingresos y de la ampliación del consumo de las clases subalternas.

Además la ideología populista postuló la armonía y la cooperación de clases, y un antiimperialismo que más bien apuntó a reformular la relación del
capital extranjero con el mercado interno. Bajo el populismo, el estado avanzó sobre las inversiones extranjeras tradicionales vinculadas al modelo
agroexportador: petróleo, minería, servicios públicos y transportes; sin embargo no se eliminó su presencia en los nuevos sectores industriales. Por
ejemplo, el Peronismo en Argentina proclamó la independencia económica de los capitales británico y europeo (ferrocarriles, servicios eléctricos,
tranvías) y Lázaro Cárdenas en México nacionalizó los ferrocarriles y el petróleo, pero no se cuestionó la presencia de las compañías norteamericanas
ligadas a la inversión industrial: alimentos, automóviles, electrodomésticos, etcétera.

Las experiencias populistas generan, en el plano político, fuertes expresiones de adhesión o de crítica, tanto de las posiciones de izquierda como de la
derecha. El concepto, aunque denostado por muchos, se resiste a desaparecer. Las interpretaciones del populismo han estado atravesadas por los
resquemores de algunos intelectuales hacia lo popular, que lo asimilan a la demagogia.

Sin embargo, estas perspectivas tienen un problema: la mayoría de ellas parten de un lugar donde se destacan las características negativas, y definen
la experiencia populista latinoamericana por las carencias: lo que no se desarrolló, lo que se frustró, lo que faltó, lo que quedó trunco.

Vamos a tratar de definir el fenómeno afirmativamente, destacando lo que se hizo dentro del marco del sistema capitalista, al que, por otro lado,
nunca se propuso enfrentar. Desde esta visión quizá podamos observar que los populismos contienen un componente de cambio que a veces supera las
intenciones de los actores (líder, dirigentes políticos y pueblo) que los llevan adelante.

• El primer rasgo es la crisis como condición de emergencia. El surgimiento de populismos, incluso en las primeras experiencias de Rusia y
Estados Unidos, ha estado ligado a una situación de crisis y cambio estructural profundo. Esos momentos parecen ser propicios para que
aparezcan grandes articuladores capaces de integrar a las masas (es decir, líderes), y de introducir cambios que rearticulen el sistema político y el
funcionamiento del estado. El estilo personalizado de gestión del poder político hace que disminuyan las zonas de incertidumbre colectiva.

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• Un segundo rasgo es la valoración de la dimensión participativa, sustancia de la democracia, por sobre la dimensión representativa o liberal.
Esta participación no se hace por los canales democráticos ordinarios, sino que surge del ejercicio de cierto grado de libertad efectiva,
completamente desconocida en las democracias tradicionales. Es un elemento espontáneo y un grado inmediato de experiencia personal. Los
populismos son experiencias de democracia directa, de participación. Son antiliberales, no antidemocráticos.

• Además, como suelen irrumpir en escena en un contexto de ambigüedad política e incertidumbre, en la mirada de algunas élites está el temor a
lo inmanejable. El populismo puede ser pensado como una operación de cooptación en gran escala, que entra en conflicto con el orden que
quiere conservar. Pero esta visión considera los elementos de cooptación, de manipulación, como la atrofia de una posibilidad de autonomía de
las clases subalternas.

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